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jueves, 7 de agosto de 2025

De la metáfora a la escritura: la topología como acceso a lo real

Planteábamos que la orientación topológica del final de la enseñanza de Lacan responde a una pregunta fundamental: ¿cómo trascender el campo de la metáfora, en tanto esta no alcanza a lo real? Frente a este límite, la topología no se presenta como metáfora ni como analogía: es la estructura misma. Por eso, las distintas configuraciones topológicas que Lacan introduce a lo largo de casi tres décadas —desde la cinta de Moebius hasta el nudo borromeo— deben entenderse como modos diversos de leer y escribir la estructura.

En esta clave, la topología es una lectura del lenguaje, pero no del lenguaje como sentido, sino como cadena. Por eso Lacan puede afirmar que la topología es una retroacción del orden de la cadena en que consiste el lenguaje. Esa retroacción implica que, a nivel estructural, lo que importa no es el orden secuencial, sino la orientación, es decir, la relación entre los elementos, su co-presencia y su anudamiento. Este desplazamiento permite concebir el pasaje lógico del "al menos dos" al "al menos tres", que marca el advenimiento mismo de la estructura.

Si el “al menos tres” instaura el nudo —o sea, estructura propiamente dicha— entonces el orden, el relato, lo seriado, pertenecen a una lógica suplementaria, que intenta responder al lapsus estructural, es decir, a aquello que falta, o más precisamente, a aquello que no hay.

Este momento de la enseñanza, que se sitúa en torno al seminario Aún, está atravesado por una tensión: Lacan ya ha accedido a la noción de nudo, pero todavía se sirve de la topología de superficies (como lo demuestra su insistencia en las bandas de Moebius, toroides y botellas de Klein). Por eso puede afirmar que la estructura es solidaria de lo aesférico. Esa noción de lo aesférico marca una orientación: la estructura no remite a una forma cerrada, homogénea y centrada (como la esfera), sino a una forma agujereada, inestable, que introduce la ex-sistencia del sujeto.

Sin embargo, con el pasaje al anudamiento borromeo, se abre una nueva lectura —una lectura no métrica del espacio, sino consistencial. En este registro, el sujeto solo puede sostenerse si hay nudo; y si hay un cuarto anillo, síntoma, es porque el nudo a tres no basta para sostener la consistencia. Así se articula un punto decisivo: sin estructura entendida como anudamiento, no hay forma de conectar el corte fundante del decir con las vueltas del dicho que permiten transformar la estructura. Esta articulación no es especulativa: tiene consecuencias clínicas.

Por eso, Lacan puede afirmar en L’étourdit que la estructura es el único acceso a lo real, y lo concebible de lo real en tanto lo demuestra. El uso del verbo “demostrar” es crucial, porque remite a la escritura. Ya no se trata de descifrar un sentido, ni de traducir un significante. La práctica analítica pasa entonces por escribir lo que no se puede decir, por localizar lo imposible no ya del decir, sino del escribir.

Así, el análisis deja de ser un viaje de retorno al sentido y se convierte en un acto de corte, de localización, de maniobra sobre la estructura misma. Y allí donde no hay relación, el nudo, en su forma fallida o consistente, hace escritura.

miércoles, 6 de agosto de 2025

Del lapsus al nudo: escritura, falla y saber en el Seminario 21

En el Seminario 21, Les non-dupes errent, Lacan introduce, a nivel de la estructura borromea, la idea de un lapsus como localización de una falla en el anudamiento. Este gesto —que puede leerse como un homenaje a Freud, quien colocó al lapsus en el corazón del inconsciente— implica también una distancia decisiva respecto de la concepción freudiana. El lapsus no solo revela lo reprimido: en Lacan, escribe la inexistencia de un lazo, el punto exacto donde no hay relación.

Para arribar a esta concepción, Lacan primero introduce una distinción crucial entre que algo falte y que algo no haya. Esa diferencia abre el paso para localizar el "no hay" —por ejemplo, el "no hay relación sexual"— a partir del lapsus. Se trata, entonces, de un acontecimiento que señala la ruptura, que marca un agujero en la trama del nudo, allí donde lo simbólico, lo imaginario y lo real no logran anudarse adecuadamente.

En este marco, el decir se presenta como un corte fundante, un acto que ex-siste al dicho, el cual, en cambio, ciñe, organiza, produce al sujeto como efecto. Si el decir abre, el dicho cierra: es un “corte cerrado” que configura el lazo. Desde esta perspectiva, no hay sujeto sin nudo, y es por eso que Lacan propondrá que el nudo de cuatro (cuando se incluye el síntoma como cuarto anillo) es el soporte mismo del sujeto.

Pero de la diferencia entre decir y dicho se desprende algo más: no toda nominación implica a un sujeto de derecho, en el sentido trabajado en La lógica del fantasma. Una nominación puede operar sin sujeción subjetiva, sin anudamiento efectivo. Es decir: puede haber nombre sin sujeto, palabra sin cuerpo.

Esta compleja elaboración topológica es el resultado de un largo recorrido en la enseñanza de Lacan, que desde hace tiempo se interroga: ¿cómo salir de la metáfora? Frente al límite de la metáfora —que pertenece al campo del sentido y, por tanto, no alcanza a lo real—, se hace necesaria una topología, no como teoría abstracta, sino como escritura misma de la estructura. Una escritura que no explica, sino que permite maniobrar.

Aquí aparece una distinción clave para la práctica: entre la elucubración y la manipulación. La primera pertenece al registro del saber supuesto; la segunda, a la operación clínica. Así, la topología no solo piensa la estructura: la interviene. Y lo hace allí donde el lapsus, lejos de ser un desliz, se vuelve brújula para el analista, índice de una falla que, por no cerrarse, hace hablar.

miércoles, 18 de junio de 2025

El lapsus nodal y la escritura del "No hay"

Uno de los aspectos fundamentales en la elaboración de Lacan respecto del campo de lo que denomina “lo escrito” radica en la distancia que introduce entre la concepción freudiana del Edipo y su propia reformulación. A esto se suma, como un paso más allá, la centralidad que otorga a la castración, ya presente desde su texto “La significación del falo”.

Este desplazamiento implica una reconsideración de la falta como causa en el sujeto hablante. En términos breves: no es lo mismo que algo falte a que simplemente no haya. Esta distinción cobra un peso decisivo en el plano de la lógica nodal, en tanto que el lapsus del nudo, en el seno de la estructura, inscribe ese “No hay” como una localización específica.

Es sugestivo e interesante que Lacan utilice el término “lapsus”, cargado de resonancias freudianas. No obstante, la diferencia entre ambos usos es notable. Mientras que el lapsus en Freud aparece en el encadenamiento significante como un efecto del discurso, el lapsus nodal en Lacan se sitúa como una falla estructural, previa a cualquier articulación discursiva. Se trata de una inconsistencia en el anudamiento de los tres registros —Real, Simbólico e Imaginario—, lo que le confiere un estatuto lógico anterior al discurso.

Este lapsus, tal como lo trabaja Lacan, señala el punto preciso donde el lazo falla, donde no hay relación. De esta manera, inscribe la imposibilidad formulada por el axioma lacaniano: “No hay relación sexual”. Ese “No hay”, más allá de la noción de falta, se transforma en el sostén del concepto de héteros, según la orientación lacaniana.

Este héteros puede ser escrito en términos proposicionales como un no-todo, y desde una lógica modal, como contingente. Desde esta perspectiva, se justifica la inclusión de esa letra fundamental en el campo del no-todo: el significante de una falta en el Otro.

viernes, 30 de agosto de 2024

El lapsus

 El inicio de la enseñanza pública de Lacan está dominado por tres grandes textos freudianos, en los cuales Freud puede situar la estructura de lenguaje del inconsciente. Son los textos sobre el sueño, el chiste y la psicopatología de la vida cotidiana. Allí Freud delinea la particularidad de las formaciones del inconsciente y los vínculos del inconsciente con la palabra.

Entre las formaciones del inconsciente toma lugar una: el lapsus. En términos del planteo inicial de Freud, se trata de esos errores, de esos fallos en la palabra, en el discurso, incluso en la escritura. Entendido en ese sentido, el lapsus es una formación del inconsciente y como tal está sometido a la lógica que compone la cadena discursiva: la condensación y el desplazamiento; o la metáfora y la metonimia.

Llamativamente encontramos que Lacan utiliza el mismo concepto, “lapsus”, para hablar de algo que no participa de la esfera de las formaciones del inconsciente. Sino que se trata de algo que opera a nivel de la estructura misma: el fallo o el error en el anudamiento de los tres registros en la estructura de la cadena borromea.

Es interesante la utilización del mismo término, lo que no significa que se trate del mismo concepto.

El lapsus tomado desde las formaciones del inconsciente es algo del orden de lo fallido; en cambio, el lapsus situado a nivel de la estructura de la cadena borromea pertenece al orden de lo fallado.

Lo fallado a nivel de la estructura ya es un nombre de la no relación, con lo cual implica una tramitación simbólica solidaria de lo que no cesa de no escribirse. Y delimita el espacio donde el síntoma toma lugar, precisamente por suplir ese fallo del lazo.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Lapsus


Palabra latina que significa “tropiezo, error”, y que usualmente es utilizada en retórica para designar una falta cometida inadvertidamente, al hablar (lapsus linguae) o escribir (lapsus calami).

A veces, se agrega una tercera variedad, el lapsus memoriae: olvido o equivocación al recordar.

El lapsus consiste en reemplazar la palabra que uno quería enunciar por otra.

Sigmund Freud fue el primero en demostrar que estos “errores” tienen una significación oculta y que hay que relacionarlos con las motivaciones inconscientes de quien los comete; pero anteriormente Wilhelm Wundt ya se había referido a ellos.

Ejemplos: una esposa cuenta que su marido enfermo no está sometido a un régimen y dice “puede comer y beber todo lo que quiero”; un empleado invita a su jefe a comer y, cuando saluda a su esposa, le dice: “Mucho gasto, señora”.

De hecho, el psicoanálisis considera el lapsus como una variedad de acto fallido que consiste en la interferencia del inconsciente en la expresión hablada o escrita. Sigmund Freud dedicó gran parte de su libro Psicopatología de la vida cotidiana a la explicación de los lapsus, y les dio una gran importancia en su teoría.

El “repertorio” de lapsus es bastante más amplio de lo anteriormente mencionado: los hay gestuales, del cuerpo en general, etc. (Una vez, Lacan fue a dar una conferencia a una universidad norteamericana en la que se nucleaban sus mayores “enemigos” teóricos, representantes del mentalismo; cuando subió a la tarima, se tropezó y casi se cae. Entonces, empezó su conferencia diciendo: “Me acabo de dar cuenta de que pensamos con los pies…”)

La explicación general dada por el psicoanálisis radica en el afloramiento de lo reprimido, cosa que generalmente ocurre en momentos de estrés, ansiedad, angustia, o déficits de atención, cuando se relajan las represiones conscientes. En algunos casos, lo reprimido es del orden de la mentira; en otros, es un deseo negado por imperativos morales. Si la represión es continuada y el deseo reprimido posee la suficiente intensidad, en algún momento se relaja por fatiga, y es entonces cuando ocurre el lapsus.

Un elemento facilitador de lapsus está dado por las semejanzas (visuales, fonéticas, etc.) entre las palabras intercambiadas.

Grippo, Jorge (2016) "Lapsus"

miércoles, 4 de marzo de 2020

No hay que salvar a Freud.

Fuente: Eidelsztein Alfredo (2019), "No hay que salvar a Freud." (Imago-Agenda no 205, enero 2019)

Uno titubea en decirlo, pero no es posible defenderse de la idea de
que el nivel de lo éticamente normal es otro en el caso de la mujer. El
superyó nunca deviene tan implacable, tan impersonal, tan
independiente de sus orígenes afectivos como lo exigimos en el caso
del varón.”i
S. Freud, 1925

En su ya medianamente extensa historia, el psicoanálisis ha enfrentado oposiciones y objeciones, reales o imaginadas, de muy diversas fuentes, entre las que se pueden destacar: tanto la moral victoriana como los movimientos de izquierda (aunque resulte sorprendente), la psiquiatría, tanto las terapias breves (que sólo son designadas así en relación al psicoanálisis) como las cognitivo conductuales, las neurociencias y, finalmente, el feminismo y los estudios de género.

Luego del fallecimiento de S. Freud y con la salvedad de J. Lacan, la estrategia llevada adelante por los psicoanalistas para defenderse de las críticas recibidas –destacándose el hecho de que el psicoanálisis fue y es la práctica “psi” que ha despertado los rechazos más violentos y sistemáticos, los más virulentos y despiadados- fue, en general, replegarse sobre sí mismos, cerrar filas, y hacer como si esas críticas, objeciones y rechazos no existieran; el psicoanálisis asumió la peligrosa “política del avestruz”. Así permitió el avance de argumentos improcedentes e injustificados y, peor aún, se privó de “recibir su propio mensaje en forma invertida desde el Otro”, la mejor forma de evitar caer en necedad y obturación mental y de dejar abierta y próspera la “vía de la verdad”.

La base argumentativa explícita para sostener tal política utilizada para uso entre los psicoanalistas fue la aplicación del siguiente argumento: el psicoanálisis sólo se justifica y se critica –lo que todavía no sucedió- internamente. Se cree firmemente que su saber y su práctica surgen de sí mismo y que nadie de afuera tiene derecho a opinar. Su propia práctica le enseña al psicoanalista y lo que no puede aprender así, requiere de su propio psicoanálisis para su obtención. Consecuentemente para el psicoanalista, si algo es criticado o no comprendido del psicoanálisis, es el resultado de que quien realiza la crítica o el cuestionamiento no se analizó nunca o no se analizó suficientemente o que le falta práctica clínica. Este procedimiento de autovalidación del psicoanálisis fue diagnosticado como mito de autofundación por Jean-Marie Vaysse.ii

La aplicación sistemática de este mito como forma de desconocer, reprimir y desmentir las críticas recibidas implicó dos consecuencias, ambas graves a mi entender. Primer consecuencia: esta estrategia acarreó como resultado la imposibilidad del estudio sistemático y la consideración de las múltiples fuentes del modelo teórico freudiano; o sea: no sólo no se pudo considerar lo infundado del argumento -francamente contradictorio-: el psicoanálisis surgió de la práctica del psicoanálisis, sino tampoco se pudo estudiar e investigar la pertinencia de tales fuentes.

Para dar idea de la magnitud de la incorporación de conceptos de otras disciplinas y campos de saber que el propio Freud reconoce explícitamente haberlas obtenido de su lectura de textos no psicoanalíticos, aporto una lista parcial de la inclusión original de los saberes referidos por Freud aunque, obviamente, no pretendo negar que Freud haya sido el creador exclusivo del psicoanálisis como práctica y como disciplina, ambas absolutamente nuevas, que introdujeron en Occidente la posibilidad de reflexionar sobre dimensiones ni siquiera entrevistas antes de Freud sobre el sujeto:

Concepto incorporado al psicoanálisis por Freud y su fuente.

  • Imágenes mnémicas - Carl Wernicke
  • Libido - Richard von Krafft-Ebing
  • Autoerotismo - Havelock Elis
  • Bisexualidad - Wilhelm Fliess
  • Sexualidad infantil - Albert Moll
  • Zonas erógenas - Iwan Bloch
  • Oposición entre representaciones y pulsiones - Arthur Schopenhauer
  • Teoría económica del ataque histérico - Josef Breuer
  • Fuerzas de atracción y repulsión psíquicas - Ernst Brücke
  • Principio de constancia - Gustav Theodor Fechner
  • Inconsciente como “otra escena” - Gustav Theodor Fechner
  • Lo ominoso - Friedrich Schelling
  • Ello - Georg Grodeck
  • Método interpretativo indicial - Giovanni Morelli
  • Ambivalencia - Eugen Bleuler
  • Introversión de la libido - Karl Gustav Jung
  • Imago paterna - Karl Gustav Jung
  • Principio de inercia - Isaac Newton
  • Lapsus - Hans Gross
  • Omnipotencia de los pensamientos - Jean-Baptiste Lamarck

martes, 15 de octubre de 2019

El humor de Tute

jueves, 13 de junio de 2019

El humor de Tute



martes, 23 de abril de 2019

La letra: ¿cómo lee un psiconalista?


Notas de la clase dictada por Diana Ramos sobre “Las letras del análisis” de Isidoro Vegh, capítulo “Qué lee un psicoanalista”, el 17/11/17

El aforismo “Dime cómo lees y te diré cómo analizas” es interesante en tanto a lo que se entiende que es la letra. ¿Escuchamos o leemos? No es lo mismo, porque según se entienda lo que es la letra, es la dirección a la cura de lo que se va a imprimir. Seguimos con esta orientación del síntoma como satisfacción pulsional, esta cuestión de lo que no cesa de tratar de inscribir aquello que nunca se va a inscribir, que es lo real.

Yo recorté algunas partes del texto de Isidoro Vegh, como para pensarlo y de qué clínica hacer. Lacan dice que la letra no es el significante, no es lo mismo letra que significante. En el seminario “Aún”, el 20, dice que la letra es litoral -en el sentido de frontera- entre el saber y el goce, entre el saber significante y el goce del objeto. Lo que va a decir Lacan es que el significante muerde el goce. Ustedes piensen en el caso Signorelli, el olvido que muerde el goce. Fíjense que en el olvido del nombre Signorelli, Freud llega a muerte y sexualidad, que no tienen inscripción. Eso no se va a inscribir nunca, nunca cesa de no inscribirse, núcleo de lo real. 

Pregunta: ¿Cómo es que la muerte y la sexualidad nunca se inscriben?

La sexualidad, en el sentido de la complementariedad de los sexos, que no hay relación sexual. De lo femenino, que no hay inscripción de lo femenino en el aparato. Y de la muerte, tampoco. Se inscribe como interpretación, pero hay algo que escapa y hay un borde que no puede ser significado. Hay algo que cae, que es un resto, que nunca podrá ser significado. Esto va a insistir, el objeto a sería lo que va a ser inscripto como síntoma, lo que está en el fantasma, el objeto de deseo. Pero el objeto a causa de deseo no, eso cayó. Si pensamos en Freud, esa experiencia mítica de satisfacción, ¿estuvo alguna vez? ¿Se inscribió alguna vez? No. Lo traumático, por ejemplo en el caso Emma, ¿se inscribe alguna vez esto de que la pellizcan? No, aunque si se resignifica en la segunda escena. Hay algo de lo traumático y de lo real que no va a poder ser significado, porque no hay significante que lo represente. Esto va a insistir en el sonido, por ejemplo. La voz, el sonido, la mirada…

Pregunta: ¿Y lo que sí se puede inscribir?
El síntoma. Lo que se inscribe es siempre significante, vía síntoma. El síntoma inscribe, es una formación del inconsciente, pero hay satisfacción pulsional ahí, que es el objeto a. El aparato psíquico intenta inscribir lo que no se inscribe. El síntoma intenta inscribir lo que es imposible de inscribir, pero insiste una y otra vez, porque nunca termina de entenderse eso que es lo traumático. 

Pregunta: ¿Esto traumático es a posteriori?
Es a posteriori, con el síntoma. Antes, eso queda suelto, es un S1 que luego se encadena a otro significante y eso se puede inscribir como síntoma. 

Pregunta: ¿Cómo se une esto con la satisfacción que hay en el síntoma?
En realidad se trata de un goce perdido que se va a desviar y va a hacer una satisfacción en el malestar. La satisfacción en el síntoma es mediante una desviación de la pulsión. El goce es esta satisfacción en el malestar. Si nosotros pensáramos míticamente en un sujeto que pudiera gozar de algún objeto completamente, vamos a encontrar que siempre está el Otro interfiriendo. Por ejemplo, ¿hay goce en el autismo? Si, ahí se ve bien. El niño grita y apila objetos, hay algo del orden del sonido, de la voz pura, de la mirada pura del Otro, donde ni siquiera hay mirada. En el autismo severo no hay posibilidad de contacto ocular, es una mirada perdida. Es como si el objeto no cayera. Uno podría preguntarse si hay acomodamiento con el objeto o si encuentra el objeto de la satisfacción pulsional, que es lo más cerca que habría, como un animal. Pero después, con la intervención del Otro, con el deseo y su falta más la respuesta que da el sujeto a esto, ahí se pierde el goce. Por suerte, porque ahí hay goce del Otro. No es goce fálico, ni goce del síntoma, sino goce del Otro, que es terrible. Pero sabemos que hay satisfacción en el displacer en el síntoma, en la repetición. ¿Qué es lo que se repite? Lo traumático, lo que no se puede inscribir de ese encuentro con el deseo y goce del Otro, con la castración.

La letra es litoral entre el saber y el goce, entre el saber significante y el goce del objeto. La letra, para nosotros los analistas, no se reduce de ningún modo a un juego de palabras. En todo caso, como tal, reenvía a otro juego que tiene que ver con el cuerpo de un goce, lo que llamamos también lo real. Cuando los analistas hablamos de lo real, nombramos varias cosas, pero esencialmente a los distintos goces. Todos los goces pertenecen al registro de lo real y serían los 3 goces que Lacan escribe:
  • Goce fálico.
  • Goce del síntoma, plus de gozar, que es el objeto a.
  • Goce del Otro.
Estos 3 están en el campo de lo real, en distintas intersecciones pero en el campo de lo real.

Pregunta: ¿Qué relación hay entre lo real y la pulsión?
El concepto de pulsión tiene que ver con lo real anudado a lo simbólico. La pulsión no agota el concepto de lo real, porque la pulsión está anudado a la demanda del Otro. Lo real estaría en la pulsión, pero también por fuera de ella, en eso que está caído y constituye a la pulsión. El objeto causa de deseo está antes que la pulsión. Si no cae, no hay pulsión, estamos en el campo del autismo donde no hay pulsión. La pulsión es el sujeto dividido anudado a la demanda del Otro. Ya está lo simbólico ahí, no hay real puro.

Lo real está ligado a la letra, que lo bordea y que al hacerlo marca su diferencia con el significante. Es inherente a ese real no cesar de no escribirse (en el síntoma, la inscripción es lo real anudado). En el fantasma también hay real y no cesa de escribirse eso que es imposible de escribir. Pensemos que en lo real estamos hablando de los 3 goces, el goce del Otro, el goce fálico y el goce del objeto. Es inherente a ese real no cesar de no escribirse en la medida que no hay palabra que lo cubra totalmente. No hay un sentido, un representante, un significante que cubra lo real. En este sentido, también puedo decir que lo real es lo incesante o aquello que incita a la incesante escritura. Esto es lo que llamamos síntoma. Entonces, 2 cosas distintas. Aquello que no cesa de no inscribirse (no es el síntoma). El síntoma es lo que no cesa de inscribirse o de escribirse. El síntoma intenta escribir eso que no se puede escribir. Hay una desviación, como leíamos en el texto de Inhibición, síntoma y angustia

Lo real escapa a la escritura, que desespera por escribirlo. La irrupción de lo real hace incesante la escritura, si bien la letra no logra sustituirlo, como tampoco la representación. Es decir, no lo sustituye, pero existe. Aparece la metáfora, aparece la metonimia… Aparece el síntoma, los rebus, los juegos de palabras, la homofonía, la homonimia… Todas estas cuestiones que van a tratar escribir pero no lo agotan.

La transferencia negativa también es intentar escribir esto, pero no lo logra. La repetición, lo que se intenta es escribir algo que insiste y que es imposible de decir, que es la muerte y la sexualidad. Volvemos al caso del nombre Signorelli. El inconsciente interpreta, porque hay un saber no sabido y va a insistir y producir su propio escrito en el lenguaje, en el discurso, que en el medio del decir produce su propio escrito, esa escritura que es lo que escuchamos los analistas. El inconsciente no estaría en las profundidades de la consciencia, sino en el discurso, que es lo que se escucha. Si uno se pone a saber qué quiso decir con, es otra cosa, porque estamos tratando con otra orientación que la que le quiere dar Lacan, porque en estos términos él hace una homofonía:

L’unbewrïsst / L’une-bévue

L’unbewrïsst sería el inconsciente o lo inconsciente según los autores. y L’une-bévue es de una equivocación. Lacan utiliza L’une-bévue para referirse al inconsciente, que significa una equivocación, que está en el seminario 24, “L’insu…”, para marcar la diferencia en pensar la orientación de la cura con un inconsciente como cualidad de la consciencia en la cual habría que ir a las profundidades para ir a la historia del sujeto, a que lo encontremos en el L’une-bévue, a que no estemos tratando de comprender qué quiso decir ni ir a lo profundo. Es en el mismo discurso donde se lo encuentra y que además es una pulsación: cierra y abre, cierra y abre. Es una clínica diferente. 

La letra es borde de lo real. Dice que L’une-bévue surge de un seminario de Lacan de 1976-77 -piensen que él muere en el 81- y en español la traducción es “lo no sabido que sabe de una equivocación”. Él está trabajando ahí con la homofonía. Entonces, dice que lo no sabido que saben de una equivocación también puede ser un fallido, que Lacan también va a decir tropiezo. Insiste en que tiene que ver con el acto fallido. Puede ser también el lapsus, esto de lo no sabido que sabe de una equivocación. Se ampara en la morra, que es un juego de azar. Se basa en el azar. Lo no sabido de una equivocación se ampara en el azar. Esto es porque quiere decir una cosa y dice otra. Un acto fallido es del orden del azar. Allí donde Freud habla de inconsciente, que sería este término L’unbewrïsst, Lacan propone L’une-bévue

En 1976, Lacan dice que tradujo L’unbewrïsst como L’une-bévue al francés. Dice que el inconsciente, en alemán y en francés equivoca con inconsciencia. Entonces, ¿Por qué no traducir por L’une-bévue? Esto tiene la ventaja de poner en evidencia ciertas cosas. Él propone traducir algo que va más lejos que el inconsciente

Lacan dice que hablar (el “bla-bla”) pone en juego el goce fálico. No es por el bla bla que lo real del síntoma podrá ser alcanzado, cosa que podemos pensar en la clínica, donde hay goce fálico por la vía del significante. En cambio, por este saber que toca a lo real. Cuando el paciente habla, un significante remite a otro significante, ¿pero cuándo cortamos? Hay un cuestionamiento al bla-bla en tanto ligado a un goce fálico, que no solo impediría resolver el síntoma, sino que más aún, lo eternizaría. Respecto a Freud, no es lo mismo La Interpretación de los Sueños que el Freud de La metapsicología. En La Interpretación de los Sueños, la equivocidad se desplegaba de todas maneras. Ahora vamos al concepto de letra. Por ejemplo, el profesor Gardner era el jardinero, porque garden en alemán es jardín. O bien, otra suerte de equívoco que sabe de una equivocación, ahí es donde encontramos la letra. Gehen Italian (ir a Italia) es igual que genitalien, órganos genitales. Esto escuchamos y a veces dejamos pasar por alto porque estamos tratando de comprender qué quiso decir cuando dijo que no tiene plata, no puede pagar, los pasamos a privado o no… 

Este sería el buen Freud, dice, el que juega con la homofonía. Reduce la equivocidad a la homonimia. La homonimia es una palabra que se escribe igual, pero que tiene significado distinto. Entonces da un ejemplo que me parece interesante, que toma de Joyce cuando le van a hacer un reportaje. La escritura es completamente escencial al ego, dice, hablando de Joyce y él lo ilustró cuando en un encuentro con alguien que acababa de entrevistarlo. Un día alguien llegó a verlo y le pidió que hablara en lo que concernía a una cierta imagen. Era una imagen que reproducía un aspecto de la ciudad de Corck. Joyce tenía un cuadro de la ciudad de Corck. Entonces Joyce, que sabía dónde esperar a su tipo, aprovechando la ocasión cuando un tipo le pregunta qué es eso, él responde “That’s Corck”. El tipo le responde que es evidente que yo sé lo que es, es un aspecto de la gran plaza de Corck, ¿pero qué es lo que cuadra?, a lo que Joyce le responde “That’s Corck”. Es decir, lo que eso quiere decir, es corcho. Lo que enmarcaba el cuadro era corcho. Entonces el tipo le preguntaba qué era eso, y él respondía “That’s Corck”. El tipo quería saber del marco y él volvía  responder “That’s Corck”. Joyce, en El Ulises, escribe con homonimia y homofonía y significa que no es más que una imagen, que lo real no está. Y eso se expresa con la misma palabra: corck, corcho, era a la letra, a lo real. Eso no es Corck, es una imagen de la ciudad de Corck. Es distinto que “Esto no es una pipa” del cuadro de Madrid, que va al sentido y este ejemplo de Joyce, que iría al sin sentido, cuando el sentido cae. 

Eso es lo que produce lo que nosotros tenemos que provocar, como alguna vez les dije con el jueguito de “Juan y Pinchame se fueron al río, Juan se ahogó, ¿quién quedó?” y uno decía “pichame”. Eso que va al pinchar tiene que ver con lo que uno lee. Cuando aparece el sentido y aparece el sin sentido, aparece la sorpresa y el pinchazo.

A la pregunta que le plantea su interlocutor, qué es esto de mostrarle la ciudad de Corck y él responde “That’s Corck”, la cuestión siempre vuelve señalando el marco. Hay homonimia, pero ¿es una relación de sentido o una caída de sentido? No tiene la misma estructura del cuadro de Madrid que dice “esto no es una pipa”, también traducido por Foucault, porque la respuesta de Joyce es “That’s Corck”. También comporta afirmar “Eso que vos crees que es Corck, es nada más que una imagen”. Eso es la caída del sentido, no producción de sentido.

La inconsciencia, donde uno está en estas cosas que importan, no tienen nada que ver con el inconsciente, como con el tiempo yo he creído deber designar L’une-bévue. Simplemente el psicoanálisis supone que nosotros estamos advertidos de que el hecho de un tropiezo -L’une-bévue- es siempre de orden significante. Hay L’une-bévue cuando uno se equivoca de significante, como en el acto fallido. Ese es el inconsciente. Yo trabajo en lo imposible de decir, dice Lacan, decir es otra cosa que hablar. El analizante habla, el analista corta. El analizante hace poesía cuando lo logra. Cuando el analizante habla y puede utilizar los recursos de la lengua, hace poesía. Sería el momento de cuando Lacan habla de la palabra plena. El analista corta, porque si no corta, corre el riesgo de la homofonía con el “es tarde”. Esto que él dice es corte, participa de la escritura. Cuando el analista corta, escribe y participa de la escritura. Si no, no aparece la escritura, queda como suelto. Cuando el analista corta, algo se inscribe. Hay un imposible de decir, pero con el corte el analista participa de la escritura, escribe junto con el analizante.

Se puede apreciar que siendo la palabra el lugar habitual donde encontramos el sentido de un modo manifiesto, cuando se dan estas homofonías, cuando la misma palabra mostramos que se está jugando el rebus (juego de palabras, jeroglífico), la sorpresa puede ser mayor. A eso vamos, a la sorpresa, a la caída del sentido, cuando el sin sentido florece.

¿Sólo habrá letra cuando hay homofonía o la letra la encontraremos cada vez que podamos advertir los lugares donde el texto se pliega? Cuando hablamos de texto, se trata del discurso. Porque ya lo dijimos: el inconsciente utiliza el discurso para su escritura. lacan lo dice en el seminario del semblante: el inconsciente es un lenguaje que en medio de su decir produce su propio escrito. Y ya Freud decía que el texto del sueño era una escritura jeroglífica.

¿Qué quiere decir que el inconsciente pliega a sus fines el discurso? Que bordea el goce prohibido y a su operatoria. ¿Por qué consideramos que su lógica general es la del rebus? Entonces habla de la diferencia entre lo que sería el efecto de sentido en relación a la gramática y la diferencia con el psicoanálisis. Se juegan leyes distintas en la gramática. Para nosotro los psicoanalistas se juega una lógica que desborda a la gramática, que sería la lógica del fantasma y la gramática de la pulsión.

Vegh habla de la banda de Möbius, la conjunción de un anverso y un reverso, que es una cosa que simboliza bastante bien la unión entre lo consciente y lo insconsciente, donde no hay corte en el discurso. Encontramos que se pasa de una letra a otra letra y podemos pasar por la banda de Möbius, donde no hay un interior y un exterior, un adentro y un afuera y es siempre la misma cara, aunque hay un pliegue. Entonces, en primer lugar para nosotros el lenguaje no existe. Para nosotros los psicoanalistas no se trata del lenguaje como le incumbe al lingüista, sino que se trata del lenguaje en movimiento, tironeado por la sustancia gozante que nos constituye. No es que no vayamos a escuchar significantes, pero esos significantes que bordean lo real, que muerden el goce, la sustancia gozante, está anudado. esto es la última enseñanza clínica lacaniana. Esto se llama lalengua y apunta a que la operación de análisis deshaga por la palabra lo que está hecho por la palabra.

La importancia de escribir: Freud decía que si no escribiera, no podría ser analista, porque la escritura es lo que permite abrochar. Alba Flesler cuenta la experiencia de un grupo que ella coordinaba en que se trataba de escribir casos y cómo aparecían cosas de la letra del analista que obstaculizaban el análisis de ese paciente.

viernes, 14 de diciembre de 2018

El síntoma: Clase y lectura de “El partenaire síntoma” de Miller.


Recordemos las conferencias 17 y la 23 de Freud. 

Conferencia 17: se refiere al sentido del síntoma, el desciframiento, el síntoma como metáfora.

Conferencia 23: habla de la satisfacción pulsional. 

En la clínica de Lacan, hay una bisagra, que es el texto de Inhibición, síntoma y angustia de Freud que Lacan trabaja. A partir de ahí, le da prevalencia al síntoma y no a la cuestión del inconsciente, que sería la primera clínica de Lacan. En esa primera clínica Lacan hace el retorno a Freud, diciendo que el inconsciente está estructurado como un lenguaje y que el inscienciente es el discurso del Otro. Él trata de retornar a Freud en respuesta al privilegio de lo imaginario que los post-freudianos le habían dado a la clínica y al psicoanálisis.

En la segunda enseñanza de Lacan, aparece esta cuestión de la conferencia 23 de Freud, retomando Inhibición, síntoma y angustia, que es el síntoma como satisfacción pulsional. Y esto en realidad hace a la clínica, en qué orientación le damos a nuestra clínica. Podemos orientarla hacia el sentido (el sentido y el desciframiento de lo que está diciendo el paciente) u orientarla hacia lo real (la satisfacción pulsional del síntoma). 

Que uno se oriente a lo que es lo real de la clínica no implica que no va a decirle al paciente la regla fundamental y que el paciente al hablar sin que comande el yo, lo que aparece es el síntoma. En realidad lo que aparece es el inconsciente, el lapsus, el sujeto dividido. El paciente va a resistir o no, pero en la medida que aparezca este discurso del Otro del sujeto, este inconsciente, las relaciones de vivencias entre el sujeto y este Otro primordial, uno no va a decir “No me hable, porque todo es bla bla bla”. No se trata de eso, porque a veces se malinterpreta que cuando el paciente habla no escuchamos nada. Lo que si, cuando nosotros nos orientamos a la clínica de lo real, no vamos a excedernos en esto, porque hay una especie de casamiento y de goce con esta cuestión del significante. Si uno va al sentido, resulta infinito porque remite a otro, a otro y a otro. 

Yo quería leer y comentar esta clase de Miller para después hablar sobre el síntoma y ver cómo podemos trabajar en la clínica en relación al síntoma. Cuando se hace un recorte, a veces aparece esto de escuchar por demás, o uno se pregunta cómo o dónde interrogar. 

L: O poner el corte…
D: Claro, porque lo que se trata cuando se abre este espacio del lapsus, que es la última enseñanza de Lacan y que Colette Soler y Miller retoman y hablan de 3 momentos que serían esta cuestión del espacio del lapsus pero sin inconsciente. En realidad no hay sujeto del inconsciente ahí, después aparece en el análisis cuando esto es tomado por el analista que lee ahí el inconsciente y ofrece el lugar para que de esto hable en transferencia el sujeto y tome conocimiento de que el inconsciente existe. En el medio, hay toda una cuestión de construcción de análisis (segundo tiempo), pero sería que en el tercer tiempo sería que en el inconsciente… También hay inconsciente en el espacio del lapsus, pero en el trabajo del analizante es que hay inconsciente. Tendría que ver con el fin de análisis, saber hacer con ese incurable. Lo que va a trabajar la última clínica lacaniana es que justamente hay un incurable en el síntoma. Este incurable tiene que ver con el inconsciente real, no con el inconsciente a descifrar, el inconsciente de la interpretación o inconsciente transferencial. 

L: ¿Por qué hablar de lapsus?
El lapsus sería la apertura del inconsciente. El inconsciente es un efecto de la experiencia analítica. Esto no significa que un sujeto en su vida no tenga espacios de apertura del inconsciente, entrando en una división subjetiva y que aparezca esta cuestión del “entre dos”. Ese sería el lapsus. Pero hasta que no se entera con un analista, no tiene ni noticias de esto. El analista va a producir el inconsciente ahí. No es que no exista, sino que es un efecto. Después el analista, pidiéndole que hable, hace que aparezcan los efectos de verdad del sujeto. El sujeto empieza a narrar y a historizar. Esto es importante. Lacan, en su primera clínica, lo hablaba como la palabra plena, donde aparece la cuestión del sentido, mientras que la palabra vacía era más una cuestión imaginaria. 

A veces, lo que se escucha en los análisis, es que se quedan en esta cuestión del significante, en esta cuestión de articular los efectos de verdad al significante, como si todo fuera pasible de tener un sentido y que si ese sentido es descifrado, viene la cura. Freud se encuentra que pese a que aparece el sentido, está la compulsión a la repetición y la persistencia del síntoma. En “análisis terminable e interminable” cuenta de que el paciente ya se había curado y después aparece la reacción terapéutica negativa, por ejemplo, y se enferman cuando ya están por salir a la vida solos. 

¿Qué posición tomamos ante un paciente con esta cuestión de “hable”? Suponemos que hay un sujeto de la palabra ahí y lo que va a decir es un saber no sabido por él, pero es un saber que habla por si solo. Ese es el discurso del inconsciente. ¿Pero hasta cuando va a hablar? 

L: Hasta que aparezca la satisfacción pulsional o el objeto.
Exactamente. Esta cuestión del objeto es fundamental en la cuestión del corte, porque si no uno pide asociaciones una y otra vez ¿Y cuándo termina? Es más, aparece un goce al significante. Hay pacientes, sobre todo las histéricas, tienen una facilidad para seguir hablando y aunque las corten, siguen hablando en el pasillo. Lo que nos va a dar la orientación del corte es el objeto a, en relación a la satisfacción pulsional. El paciente habla, historiza y nosotros orientamos esto de lo real no diciéndole el sentido inconciente de los síntomas (que también es importante, porque es una alienación al sentido que el analista le da, replicando el momento de constitución subjetivo), sino apuntando a la satisfacción pulsional o el goce. “Usted goza de su inconciente, usted con lo que dice y ese sufrimiento y displacer, se satisface”. Esto no es para decírselo, pero es hacia esto a lo que vamos a apuntar con el corte de la sesión. Un paciente que habla, habla y habla se está satisfaciendo en eso que cuenta y en el acto de contarlo. Uno a veces no se autoriza a cortar ahí. 

Cuando el paciente se está satisfaciendo y pescamos algo en relación a la satisfacción pulsional, hay que cortar. Los efectos son importantísimos e increíbles si uno se anima. Por supuesto, esto tiene sus tiempos en el análisis. El momento de ver, de comprender y de concluir se dan en una sesión. Si un paciente no vio nada, no se puede cortar. Si no hay pregunta de lo que le pasa, ¿qué vamos a cortar? A veces el paciente está hablando y es el corte lo que produce eso de ver. El ver, el comprender y el concluir son sincrónicos y el corte hace que eso se produzca. Generalmente, le tenemos temor a esto del corte. A mí me ha pasado. Uno piensa: ¿y si se va? ¿Y si hace un pasaje al acto? Entonces no se autoriza uno al corte. Tampoco se trata de trabajar como lo hacen algunas escuelas cortando siempre a los 10 o 15 minutos de una sesión. Ahí hay una cuestión de no al estándar. Se trabajan en las sesiones breves con 15 minutos por reloj.

Las escansiones que se hacen en las asociaciones, quedan sin efecto si no hay corte. Uno puede escandir, que es una puntuación. El analista puede ponerse a dar explicaciones, por ejemplo. Eso hace que quede sin efecto la escansión. Entra otra vez en la vía del sentido, que lo va a aliviar -al paciente y al analista también-. La escansión es un corte, pero el corte de la sesión es efectivo. Uno corta, se para y dice “hasta la próxima”. Lo que yo he notado en analistas de la EOL es que los cortes son a los 15 minutos reloj, entonces uno se pregunta dónde está el corte según los dichos del paciente. Por otro lado, este tipo de sesiones tan breves y tan cortas, cuando Lacan las hacía, es porque lo visitaban 2 o 3 veces por semana. Miller cortaba a los 5 minutos y de repente los podía volver a citar a las 7 pm. Lacan también lo hacía, o los mandaba a que esperaran en la sala de espera durante dos horas. O los citaban al otro día. O todos los días. Todos esos cortes son muy efectivos, pero se trata de tratamientos de todos los días. Si uno hace cortes y se ven la otra semana, se pierde que es importante que el sujeto hable. 

Las sesiones cortas son muy interesantes, es otro tipo de clínica que realmente es super efectiva, incluso tratándose de personas que no sean analistas ni tengan mucho tiempo de análisis. Si es cierto que se trabaja de otra forma, y que con una vez por semana no se puede hacer, por lo menos en mi experiencia como analista. Es importante que el paciente hable y en 5 minutos no puede hablar. En los casos que conozco, que eran todos los días o 2 veces por semana, uno corta y realmente es otro efecto… que hay que bancarlo, porque produce mucha angustia a veces. Por eso es importante volverlo a citar, porque sino el paciente queda muy desamparado con todo lo que le pasa, porque es ir a cortar cuando dijo algo que es el hueso y es animarse a cortar ahí. Aparece la pregunta de qué me quiere, es apuntar a la respuesta fantasmática, a la respuesta que el sujeto se dio con su Otro en relación al objeto que lo satisface. El sujeto va a responder, por ejemplo, “El analista me quiere cagar”, entonces en transferencia lo que se va a producir es la transferencia real, la que accede al inconsciente, no la transferencia del sujeto-supuesto-saber, donde lo que tenemos es un Otro entero sin barrar y le suponemos que sabe todo. Es ese Otro que pensamos que tiene el sentido. Ahí no hay pregunta por el que me quiere, no aparece el objeto. Cuando se dan estas maniobras de analista, aparece esto de “¿Por qué, qué dije, por qué lo hace, qué me quiere..?” ¿Lo habré aburrido, lo habré hecho enojar? Estas cosas a veces no se ponen a trabajar transferencialmente porque el Otro sigue sin barrar.

Los análisis que giran alrededor de los efectos de verdad pueden durar años, porque siempre aparecen nuevos sentidos. Estos son los análisis interminables, digamos, cuando aparece solamente esta vertiente. A mi me parece que se trata de ambas, donde se puede trabajar con esta cuestión del significante, con la historia que el paciente va construyendo con las interpretaciones del analista, que también es importante para que contemporáneamente pueda aparecer esto de lo real de la satisfacción. Uno no puede decir de entrada “Te estás satisfaciendo”, pero se lo dice a través del corte. Un paciente puede hablar siempre de lo mismo y ante una interpretación, como en el caso de la histérica, va a intentar barrarnos y uno se siente un boludo que cayó. Así uno puede seguir escuchándola por años. Ahí hay una satisfacción sintomática que uno está avalando y ahí uno tiene que orientar que ahí se está satisfaciendo. La única manera en la que uno se va a enterar es si uno corta. 

El partenaire-síntoma (Miller) - Cap. 4. “Síntoma y pulsión”

Es la que se anuda con la conferencia 17 y la conferencia 23. Miller habla de que hay una antinomia en la orientación del psicoanálisis. El habla de una orientación hacia la ficción y una orientación hacia lo real. Dice:

La orientación hacia la ficción se afianza hoy en el psicoanálisis a partir de lo que llamamos los efectos de verdad, que resultan de la articulación significante. Es una orientación narratológica de la práctica analítica, según la cual el paciente tiene que construir una ficción que supuestamente debe satisfacer. Y el analista estaría allí para orientarlo, pero esto supone un relativismo en cuanto a lo real. 

Miller habla de “Inhibición, síntoma y angustia” como bisagra y dice que es el texto que Lacan invoca en su seminario en el momento que comienza lo que podemos llamar su última enseñanza, que es inhibición, síntoma y angustia. 

Una orientación psicoanalítica hacia lo real encuentra en primer lugar no el inconsciente, que es lo que uno encuentra cuando dice “asocie”, la ficción de que el yo manda. Por eso el inconsciente y el síntoma están ligados, pero hay una disparidad porque el síntoma se basta a sí mismo y el inconsciente no. En realidad se articulan, porque cuando aparece el inconsciente y el sujeto dividido, aparece la queja sintomática. 

Lacan privilegia el término síntoma en tanto no cesa de inscribirse, en tanto su permanencia se impone a la experiencia. A la pregunta de qué es un síntoma, la respuesta de manual cuando se trata de Lacan es “una formación del inconsciente”. Es decir, estamos formados para ubicar el síntoma en el mismo registro del sueño, que el lapsus, que el acto fallido y el chiste. 

Después vamos a ver cómo dice que se ubica en otro registro. Miller lo diferencia, más adelante lo dice, en el sentido del fantasma, es decir, la implicancia del fantasma en el síntoma. Esto es lo que hace al síntoma duradero, la inercia imaginaria fantasmática. En cambio, el chiste y el acto fallido no es algo que dura. Pero esto hasta acá él todavía no lo menciona. Hasta acá lo que vemos es lo que Lacan se responde en su primera clínica: que el síntoma es una formación del inconsciente y estaría en el mismo registro.

Nos damos cuenta ya que “Inhibición, síntoma y angustia” no se trata de esos fenómenos subjetivos (el sueño, el lapsus, el fallido y el chiste). En la dimensión de Freud, deja de lado totalmente estos fenómenos. Acuérdense que en “Inhibición, síntoma y angustia” él habla del tema de la pulsión, cómo se satisface en la pulsión el síntoma. Además habla de esta cuestión que hace que aparezca la represión de lo pulsional, que es la angustia. El yo es la sede de la angustia. 

En el informe de Roma es que Lacan pone un punto de comienzo y habla de las palabras vacías y las palabras plenas. La palabra vacía se aplica en el eje imaginario, mientras que la palabra plena supuestamente se aplica en el eje simbólico. Esto sería la primera clínica, que estaría en la orientación ficcional, con esta cuestión de los efectos de verdad de la palabra plena. Si hay un objeto en juego en esta configuración, es el eje imaginario. En esta cuestión del yo al yo, est cuestión del paciente quejándose de lo que le pasa con el semejante, es donde Lacan dice, en este momento, se pone en cuestión lo del objeto. Se ve la relación del sujeto con el objeto. El único objeto que se trata es del eje imaginario, mientras que sobre el eje simbólico se ubica esta palabra plena, porque ella confiere un sentido a las funciones del individuo. Dice que el sentido le es conferido a las funciones, pensemos en “Inhibición, síntoma y angustia” en la inhibición, donde se trata de las funciones del yo, que están limitadas. Uno podría decir que cuando Freud habla de las funciones del yo limitadas, ahí está hablando del síntoma. 

Todas esas funciones -no poder caminar, como Isabel, que tenía la atasia abasia, porque se había quedado dormida en las faldas del padre cuando él estaba por morirse- todas esas funciones pueden ser tomadas a partir del sentido, del símbolo que tiene esta cuestión de no poder caminar. Lo que Freud distingue, en lo que atañe a estas funciones, es la función erótica, la dimensión libidinal, que ellas pueden tener un sentido erótico, libidinal.

Miller dice que lo que también trae esta cuestión del sentido es la implicación del Otro, que es a partir del cual el sentido se escande y al mismo tiempo lo sanciona. De este modo da al sujeto una realidad transindividual. Lo que estaría en juego en esto del sentido es la implicación del Otro. Ese primer capítulo del Informe de Roma otorga una significación propiamente discursiva al inconsciente. Responde Lacan, en este momento, a la pregunta de qué es inconsciente, diciendo que es el discurso del Otro. Pensemos nosotros en nuestra clínica cuántas veces hacemos abuso de esta cuestión. En este punto de partida de Lacan, el síntoma es lenguaje y palabra. Llama síntoma a una formación determinada por la estructura del campo analítico y esto en nombre de un retorno a Freud. 

La última enseñanza de Lacan constituye un segundo retorno a Freud. Ahora, aún habiendo Lacan leído “Inhibición, síntoma y angustia”, asigna al síntoma una estructura de lenguaje. En “Inhibición, síntoma y angustia” Freud no había hablado de esto, sino de la satisfacción pulsional y de la conversión de la pulsión en el síntoma. Esta perspectiva de Lacan, pone en primer plano el desciframiento del síntoma y llega a formular, una vez más, que el síntoma es descifrado como una inscripción y que esta inscripción puede ser destruída, desvaneciéndose el síntoma sin pérdida grave. Si se descifra el síntoma, se destruye. Una vez que se sabe lo que el síntoma quiere decir, puede ser destruído. Esta perspectiva se considera como totalitaria, porque en los escritos Lacan dice que el síntoma se resuelve por entero en un análisis del lenguaje. Este sería el abuso, que se resuelva por entero en esta cuestión del significante, del sentido, y que el paciente hable, asocie… Miller dice que a pesar de que Lacan leyó “Inhibición, síntoma y angustia”, Lacan dice en un primer momento que el síntoma es el significante de un significado reprimido de la consciencia del sujeto. Es un significante y un significado reprimido: S/s. La cura y el tratamiento del síntoma consistiría en liberar el sentido aprisionado por la represión. Es decir, el síntoma se lee solo como un significante. No apunta a la satisfacción pulsional en ese momento, sino que eso tiene un sentido. En la historia lo vamos a descifrar. Es importante que un paciente asocie, pero si alguien dice “me mandé una cagada”, por ejemplo, está esta cuestión de la satisfacción pulsional de cagarse. En uno de los casos, vimos a la paciente que contaba cómo era su caca, si era dura, cómo era… Faltaba que trajera la muestra. Está la satisfacción pulsional, algo del orden de la pulsión anal que se desvió de su satisfacción para tener este desvío en otra satisfacción que Lacan habla en el seminario XX, que es la otra satisfacción, que es la satisfacción que se obtiene del síntoma. No se trata de la satisfacción del placer, sino una satisfacción en el displacer, que Lacan va a llamar goce.

En el síntoma se va a satisfacer la pulsión, pero de otra manera. No en la realidad exterior, como la pulsión que busca el objeto y se satisface, sino se desvía y va a encontrar la satisfacción en el displacer, o sea, en el padecimiento. Eso es lo que uno dice “Es goce, está gozando”. El paciente lo sufre. Freud y lacan, para poder dar cuenta del goce sintomático, trabajan con el obsesivo porque se ve claramente el anudamiento entre significante y goce. En la histeria, no tanto. Entonces, en el primer tiempo el síntoma es lenguaje y palabra. 

En la primera enseñanza de Lacan, podríamos decir que el síntoma no es de lo real, siempre es simbólico. Miller lo llama “imperialismo simbólico”. 

Pensemos en el automatismo de repetición al que Freud recurre al final de Inhibición, síntoma y angustia para tratar de cuenta de aquello que aísla como la persistencia. En este primer Lacan, el automatismo de repetición no constituye en absoluto una objeción a este imperialismo simbólico.

O sea, Miller dice que aún Lacan habiendo leído Inhibición, síntoma y angustia, él sigue diciendo que el síntoma es un significante cuyo significado está reprimido y en relación al síntoma como repetición, que sería esta persistencia del síntoma, porque pensar que se descifra, se cura y listo, a Lacan no le hace obstáculo. En ese momento él estaba conceptualizando otra cuestión. Acerca del automatismo de repetición, Lacan lo traduce a nivel de la práctica como una temporalidad histórica de la experiencia de la transferencia. O sea, que esto tiene que ver con los tiempos de la transferencia, que se repiten. Pero una vez resuelto la cuestión del significante con el Otro, transferencialmente se soluciona y se extingue lo de la repetición. No hay un incurable en este Lacan, digamos.

De este modo, el automatismo de repetición es arrancado a lo real del síntoma. Incluso, no permite que se le forme el concepto que no cesa de inscribirse. 

Esto lo va a articular después. Dice que Lacan sustituye este primer esquema de que el síntoma era un significante con un significado reprimido, y lo que va a hablar es de la metáfora: un significante que sustituye a otro significante. De todas maneras, estaríamos en el terreno del significante, de lo simbólico. No cambia, dice, porque el significante sustitutivo se hace equivalente al síntoma. El S1 que está arriba se hace síntoma, y el significante que suplanta pasa a ser una especie de significado, como un significante latente. Algunos años más tarde, la dirección a la cura Lacan la va a ordenar, no sobre el síntoma, sino sobre el sueño, donde analiza el sueño de la Bella Carnicera. Lo que indexa la cura es el sueño. 

Sobre la formación de los síntomas, se pregunta y va a hablar del fenómeno fundamental del síntoma, que Lacan marca como una sobredeterminación del síntoma, que es el doble sentido que se encuentra en el síntoma. Ya en “Dirección a la cura…” Lacan se esfuerza por dar una articulación a la sobredeterminación y él la explica por la interferencia del fantasma. En el grafo del deseo, teníamos el cuadrito:




A es el Otro, s(A) es el significado del Otro. S(Ⱥ) es el significante del Otro tachado; a la derecha está $◊D(la pulsión) y en el medio está d (el deseo) y $◊a (el fantasma). 

Hay una flecha que va desde el fantasma al significado del Otro, que es lo que determina el sentido síntoma. El Otro retroactivamente le da un sentido al sujeto, a sus dichos o al deseo. Pueden haber varios sentidos, pero hay un sentido que es axiomático, absoluto, según Lacan. Se trata de una significación absoluta que es el fantasma fundamental. El fantasma le da un sentido fijo y está en el corazón del síntoma. El fantasma determina al síntoma, esto lo va a decir después, pero Miller va haciendo un camino, hasta que llega al texto de Inhibición, síntoma y angustia y habla de la satisfacción pulsional del síntoma. O sea, que ya lo que le va a dar fijeza a la sobredeterminación al síntoma, va a ser la implicación del fantasma. Esto es lo que siempre nosotros encontramos cuando un sujeto habla de su padecimiento sintomático, que el síntoma siempre es una relación del sujeto con el deseo del Otro. Piensen en un síntoma conversivo, como en la histeria o en un síntoma obsesivo. Siempre se trata de la relación del sujeto con el deseo del Otro. Este padecer sintomático que el sujeto va a venir a contarnos, ya sea figurativamente en una conversión (que es un significante que representa a otro significante), siempre supone la construcción de la respuesta fantasmática, que es la respuesta que el sujeto se da acerca de lo que el Otro quiere de ese sujeto. Cuando escuchamos al síntoma, llegamos a esta cuestión fantasmática. En el núcleo siempre encontramos al fantasma en ese padecimiento sintomático. Esa respuesta fantasmática se traslada a todos sus otros. 

La implicación del fantasma en el significado del Otro sería lo que daría cuenta de la formación del síntoma y ello implica marcar que hace falta un elemento suplementario en lo que ataña al síntoma. Porque señalemos que esta implicación del fantasma no la supone ni el sueño, ni en el lapsus, ni en el acto fallido, ni en el chiste. Para dar cuenta de esos fenómenos, en cierto sentido podríamos conformarnos con el puro discurso del Otro, o sea solamente con el significado del Otro. 

La determinación fantasmática que permite que el síntoma dure, que sea fijo, no la encontramos en el chiste. Lo que se manifiesta en el sueño es el sentido del Otro (el Otro es el discurso del inconsciente). Puede ser un sentido hoy, otro mañana… En cambio en el síntoma escontramos la repetición, a no ser que venga un sujeto a decir que todos lo días sueña lo mismo. El fantasma no está en el sueño, en cambio en el síntoma está siempre la misma frase gramatical, la misma modalidad de goce del sujeto. 

Este elemento suplementario es la implicación del fantasma inconsciente, que es la diferencia que da entre el síntoma con las otras formaciones del inconsciente, a saber, que dura y que permanece. Así, en cierto sentido, le hace falta implicar en la palabra plena la inercia imaginaria y esto es lo que implica el fantasma, que define en primer lugar así, como la posición que el sujeto sostiene en relación con el otro, su semejante.


Después va a revisar esto y va a decir que “el fantasma es la posición del neurótico con respecto al deseo”. En la primera definición, que sería que la posición que el sujeto sostiene con el otro, su semejante, estaríamos más en esta cuestión de lo imaginario. Y cuando dice “el valor de ser la posición que el neurótico con respecto al deseo”, aquí ya está evidenciándose lo simbólico, la interrogación simbólica del deseo. La imagen de la que se trata está en función en el significante, si bien lo imaginario está, está en función en el significante, a imagen de que se trata. En realidad la respuesta fantasmática es imaginaria, la relación imaginaria entre un sujeto con un objeto, con el partenaire. Se manifiesta con una textura de lo imaginario, pero es una respuesta significante a lo que el Otro quiere. Es una estructura simbólica, un axioma, una gramática que tiene que ver con la pulsión. Aquí está la pulsión, en “hacerse cagar”, gozar con esta cuestión activa del hacerse lo que fuere.

Inhibición, síntoma y angustia no se trata del fantasma. ¿Cómo dar cuenta de la formación del síntoma? ¿Qué es un síntoma? Si nos planteáramos la pregunta en la primera clínica sería una formación del inconsciente, o un significante. A partir de Inhibición, síntoma y angustia es imposible discernir que el síntoma se descifra. Es imposible responder que el síntoma quiere decir algo. No es, en primer lugar, una formación que se descifre. El síntoma está presentado de entrada como un avatar de la pulsión. Freud lo que se pregunta es por qué la pulsión se convierte en un síntoma. Sería el devenir síntoma de la pulsión.

Tomemos la pulsión en el texto Inhibición, síntoma y angustia. ¿Cómo aparece? Como una función dinámica, digamos, como un vector. Sería una moción o un movimiento. Una unidad de movimiento. A esta pulsión dinámica de movimiento o empuje, se le describe un fin que busca la satisfacción. Sobre esta base fija, coloca Freud un curso normal de la pulsión, que es obtener la satisfacción a partir de su propio objeto y que implica ir a buscarlo a una realidad exterior no psíquica y luego un curso sintomático, que hace surgir un elemento sustitutivo. Freud dice que esto es el síntoma. No se plantea la pregunta de qué quiere decir el síntoma. El síntoma no está confrontado al sentido en Inhibición, síntoma y angustia, sino que se plantea a qué satisface el síntoma. Freud se pregunta cómo la pulsión, que busca una satisfacción, da lugar al síntoma. 

La pulsión, para retomar los términos lacanianos, es si se quiere una demanda. Es el término que emplea Freud, incluso reforzado, que sería la exigencia, término que recorre Inhibición, síntoma y angustia. Hay una exigencia y podemos decir que al final de Inhibición, síntoma y angustia se va a estrechar en torno a este término de exigencia. Se trata de una exigencia que no cesa, a tal punto de que nos preguntamos qué es lo que finalmente sería capaz de satisfacer a esta exigencia que dura. Esto lo vemos en los análisis, que vienen y repiten, incluso cuando parecía que ya no más, otra vez… Es esta exigencia, es lo incurable del síntoma. Esto justifica por completo que Lacan haya puesto primero -como en el grafo del deseo- el registro de la demanda, con la salvedad que se trata de una demanda en la cual ya no se ve a qué otro se le dirigiría. Es una especie de demanda pura de satisfacción. Entonces, esto es importante: el síntoma emerge como ofreciendo a la pulsión otra satisfacción. Fíjense que Lacan, en el S. XX, el seminario “aún”, habla de otra satisfacción y se basa todo en Inhibición, síntoma y angustia. Ese texto es espectacular, porque toda la última enseñanza lacaniana está basada en ese texto. 

Entonces, lo que ofrece el síntoma es otra satisfacción. Pensemos en nuestros casos y qué escuchamos cuando escuchamos y a dónde orientamos nuestra escucha y dirección. Este es el punto, hacia acá tenemos que orientar, para no ir hacia ese sentido interminable, que si bien es importante para alienarlo al sentido del Otro, en este primer momento de análisis, que tiene que ver con lo transferencial, esto es lo que va a permitir la separación. Vamos a ir desde los inicios al fin de análisis si tenemos esto en cuenta, la orientación hacia lo real, porque en los inicios están los finales. La manera en que concebimos el fin de análisis va a ser la manera en que vamos a dirigir la cura desde los inicios. 

Pregunta: ¿Cómo resolver algo que empuja constantemente? ¿Vía el sinthome?
Exactamente. En realidad, se trata de que en el análisis el sujeto le va a preguntar al Otro qué hacer con su padecimiento. Pueden pasar años preguntándose lo mismo. El análisis de lo que se trata es de que no hay una verdad, de que hay un incurable si se acerca a la verdad, en todo caso… Y que el Otro no sabe. Ese es el momento en que el paciente se pregunta qué es lo que le dice ese analista, ¿qué va a saber? Cae el sujeto supuesto al saber. Pero bueno, que un paciente esté por dar el pase no significa que uno no tenga que volver a ajustar algo, quizá por los acontecimientos de la vida del sujeto, como una muerte. O algo traumático que lo hace responder con ese incurable, pero no sabiendo hacer con eso. De lo que se trata es de la destitución subjetiva. Al principio vamos a la institución del sujeto supuesto saber, a esta institución del sujeto dividido, de que el sujeto está entre 2. Pero después se trata de la desinstitución de esto, es decir “con esto gozás”. Cuando uno va por la vía del sentido, en un punto ya no se va a poder decir nada. Se trata de la manera del sujeto de gozar y cómo hacer con eso. Vía la sublimación, o lo que sea. Por eso, generalmente, se dice finalmente hay descreimiento en las palabras, por eso al final casi no hay demanda y hay mucho silencio. Esto no quiere decir que haya una melancolización por pensar que el Otro existía, que era el analista o lo que fuere. Se trata de aceptar, sin ese dolor, que la palabra en realidad no tiene un sentido y que son solamente palabras. Al principio caemos en esta ficción de que las palabras tienen un sentido, pero al final de análisis descubrimos que son palabras. Uno puede jugar con la poesía, que tiene que ver con esta cuestión sublimatoria. 

Cuando se pasa a análisis, la transferencia se instaura a partir de un significante desde donde se moviliza el análisis. Pero lo demás son palabras, ¿dónde está la verdad, quién la tiene? ¿Qué puede saber el analista? Se trata de hacer con lo que uno ya sabe. Esto tiene varios recorridos, porque cuando pareciera que el paciente ya de esto se enteró, reacción terapéutica negativa, acting out, quilombo grande, se arma. Uno se pregunta cómo, si ya estaba ahí en la puerta. Tenía que solamente salir, pero renunciar al sujeto supuesto saber, a que el Otro no castrado, implica enfrentarse con la propia castración. Si no hay garantía en el Otro, ¿qué hay para uno? El Uno, justamente, poder hacer con eso que insiste constantemente, que es lo traumático de eso que se gozó y no tiene inscripción, que vuelve todo el tiempo. Eso visto, eso oído, dice Freud en Inhibición, síntoma y angustia, que no se articuló ni encadenó con nada pero que está. Una letra, el grito, la voz, la mirada y que de eso quedó una letra, dice Lacan al final. No un significante, una letra. Hay un texto muy lindo de Norberto Rabinovich que se llama “Las letras del análisis”, que es chiquito y lo recomiendo.

Es la otra satisfacción que conlleva el síntoma. Es una satisfacción anómala, en la medida que se presenta como unlust, como displacer. De este modo, en entrada en Inhibición, síntoma y angustia, estamos ante una paradoja: la de una satisfacción pulsional que se presenta como displacer y es de esta paradoja de Lacan de donde Lacan hizo surgir el término goce. Freud suponía una satisfacción en el horror de algunas pacientes, donde por un lado se querían sacar el vestido y por el otro no. Hay una satisfacción en el displacer, si uno no corta ahí y pide asociaciones, engordás esta cuestión de la satisfacción pulsional del goce. Uno tiene que hacer que el paciente se entere, por ejemplo “No, no no… No me cuente eso”. Quizás el paciente se empiece a dar cuenta que hay un exceso de él ahí. 

El término goce se justifica por la noción de que el síntoma está articulado a la pulsión y que a su vez hace que ésta se desvíe. El síntoma es el resultado de una desviación de su curso normal, pero que al mismo tiempo satisface su exigencia de alguna manera. La necesidad del término goce ya está prescripta por el hecho de que no podemos conformarnos con la simple oposición del placer con el displacer, sino que hay, que es lo que se desliza en Inhibición, síntoma y angustia, es que es un placer inconsciente, un placer que no se conoce a sí mismo y que se presenta al sujeto, que se vacía bajo la forma de displacer. Entonces sería por una lado el retorno pulsional, que va a buscar el la realidad exterior un objeto normal que lo satisface. Donde se satisface es donde se detiene y luego hay una desviación cuyo resultado es este síntoma, que es lo que encuentra para satisfacerse. Digamos que se trata de un …. pulsional desviado. Es lo que Freud expresa cuando habla de una degradación del curso de la satisfacción en síntoma. La satisfacción se degrada en síntoma. La modalidad de satisfacción cambia, al displacer. No se trata de una satisfacción en el placer, sino que se degrada a síntoma porque se satisface en el displacer, en unlust.

Esto nos permite pensar en qué escuchar, en qué hacer con los pacientes. El término alemán de degradación, también es el que Freud usa en La degradación de la vida amorosa. Este tipo de degradación también se da así, esta cuestión del clivaje, de la división, la corriente tierna… Hay una satisfacción y los pacientes padecen de esto. Pero al mismo tiempo, hay un segundo esquema que se pone en términos de Freud: en lugar de desviación y degradación, hay en cierto modo una sustitución. El síntoma como sustituto, viene a lugar del objeto, que sería el bueno, el que le convendría a la pulsión. Pero esto, va a decir, está interpuesto por el yo, que lo que hace es reprimir. La pulsión, entonces, encontraría un objeto con el cual se satisfacería. Esto angustia y lo que hace el yo es reprimir, porque hay un monto de excitación, una cantidad que no puede ser absorbida por el aparato, la angustia y el yo reprime. En lugar del objeto, que sería el bueno, el que convendría a la pulsión (que se desvió de su curso por esta cuestión de la interposición de la represión por la angustia). El síntoma viene al lugar de la pulsión y está en lugar del objeto. En realidad, esto es porque se interpone a la satisfacción la angustia y eso es lo que va a generar la represión. Lo que se interpone a la satisfacción es que a la demanda pulsional, que es una demanda y está en relación al Otro, está siempre que ese Otro está barrado. Nos encontramos con el deseo del Otro o con su castración, según Freud. Esto es tan insoportable que hay que reprimir. Se reprime porque la la primera angustia, la inminencia del deseo del Otro es traumático y se reprime por lo intolerable del encuentro con ese deseo del Otro. Uno intenta responder vía fantasmática o sintomática. 

Acá no lo dice, pero después va a hablar de la represión, pero en realidad es el encuentro con el lenguaje, que es lo que hace que haya esta sobredeterminación y que el sujeto tenga que reprimir por la angustia que produce el encuentro con la falta. Lacan le va a dar una vuelta más y va a decir que no es solo la angustia de castración, no es la falta, sino la falta de la falta: el goce del Otro. No el deseo solamente, sino el goce del Otro. Este Otro que nos goza y nos toma como objeto, pero no sabemos qué clase de objetos somos para el Otro y esto genera muchísima angustia. Entonces el desvío, lo que tiene que ver con lo pulsional, se desvía y se degrada en síntoma, que es la respuesta que el sujeto da vía fantasmática. La pulsión sería lo que permite que haya otra satisfacción en todo esto, que algo del plus de goce exista. El goce completo se pierde, pero hay un plus vía síntoma. 

Desde este punto de partida debemos comprender el doble aspecto de la represión: por un lado, lo que está reprimido que es el significante, que Freud llama aquí representante de la pulsión. Esta pulsión está representada y esta representación es portadora de la moción del movimiento. Entonces, la unidad del movimiento está sostenida por un significante. Y esta representación puede ser reprimida e impedida de acceder a la consciencia. Lo que se reprime es este representante de la pulsión, el significante. La represión conduce a que representaciones significantes sean separadas de la conciencia y pueden entonces, a través de la representación, ser restituídos. Está claro que esto incluye en el análisis del síntoma un segundo efecto de la represión, que junto al representante de la pulsión llevada al inconsciente está el destino… La próxima vez lo veremos con más profundidad, pero habla de esta cuestión del yo interponiéndose. Recuerden que Freud decía que el yo es parte del ello. Por un lado está el ello como real puro y por otro lado está el yo como parte del ello, que también es inconsciente.