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lunes, 15 de junio de 2020

La pasión del avaro.

Para conservar el oro como dinero y, por ende, como elemento de tesaurización, debe impedírsele que circule o que, como medio, de compra, se disuelva en medios de disfrute. De ahí que el atesorador sacrifique al fetiche del oro· sus apetitos carnales. Aplica con toda seriedad el evangelio de la abstinencia.
KARL MARX, El capital

La pasión del avaro es esa nada a la que se reduce el objeto encerrado en su adorado cofrecillo.
JACQUES LACAN, Discurso a los católicos

RACCONTO
Para simplificar en un solo párrafo lo planteado en el capítulo pasado -párrafo que dé razón de nuestra apelación a Marx para hablar del dinero- digamos que es posible extraer, al menos, tres conclusiones de esa incursión, que esperemos que sean a la vez tres estímulos para pensar: una, que la economía política burguesa -como plante Deleuze- se funda a partir del momento en que la esencia de la riqueza ya no está relacionada con un elemento objetivo exterior determinado (ganar dinero para comprar una casa, un libro, lo que sea), sino con una actividad subjetiva indeterminada, que abre a nuestra relación con lo ilimitado como tal, en la cual ningún objeto tiene privilegio; dos, que ese objeto inaccesible que acicatea poniendo en marcha vertiginosa la maquinaria de producción y consumo, para el discurso del capitalismo es alcanzable ("lmpossible is nothing" es una consigna publicitaria de una mercancía que bien puede ser la de cualquiera); tres, que esa lógica de movimiento incesante, de flujo energético imparable, que no se sacia en ningún objeto, encabalga muy aceitadamente con la lógica pulsional del automatismo de repetición inconsciente que Freud llamó pulsión de muerte.

Desde aquí, entonces, demos muestro siguiente paso, explorando lo que puede brindarnos la lectura de la comedia de Moliere.

10 MIL ESCUDOS DE ORO, AMOR Y MATRIMONIO BAJO LA LEY DE LA COMEDIA

Money can't buy me love
PAUL McCARTNEY
"Hegel dice -afirma Marx en un pasaje clásico- que todos los grandes hechos de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa" (1)

En este capítulo nos propondremos remedar esta idea: a nuestro capitalista -que tan en serio lo presentamos hasta ahora-, lo tomaremos en farsa, leyéndolo según las leyes que propone la comedia.

Moliere no teoriza -como Marx- sobre el dinero; él escribe comedias. "Una buena forma de corregir un vicio consiste en exponerlo ante la irrisión pública -decía-. Las críticas se soportan con relativa facilidad, pero no sucede lo mismo con las burlas. Hay gente a la que no le importa pasar por mala, pero no soporta que se la ponga en ridículo" (2)

Nos pareció bien, para entrar tema, evocar en el epígrafe a Marx, en tanto allí muestra una de las funciones del dinero, aquella en la que, como tesoro, impide cierto tipo de satisfacción ("que se disuelva en medios de disfrute" -dice), situándose fuera de la circulación y justamente a resguardo de esa disolución. Lacan dice que en estos casos "el objeto revela su función de prenda del deseo, por no decir de rehén del deseo" (3). Entendemos que esa particular relación entre deseo, objeto y goce es la que muestra Moliere en esta comedia. (Más adelante trataremos la noción del objeto como prenda o como rehén del deseo).

Invitamos a remitirse a la comedia a quienes no la han leído todavía, o a releerla, en su caso, pero transcribiremos a continuación un breve resumen, tan sólo para tener a mano la trama que comentaremos.

Acto 1: La trama se desarrolla en París. El rico y avaro Harpagón tiene dos hijos: Elisa, enamorada de Valerio, un gentil hombre napolitano que trabaja como intendente al servicio de su padre, y Cleanto, que desea casarse con Mariana, una joven huérfana sin fortuna. A Cleanto no le gusta nada que la avaricia de su padre pueda contrariar sus proyectos sentimentales. Harpagón por su parte vive en el terror de que alguien le pueda robar un cofre con diez mil escudos que ha escondido en el jardín. Suspicaz, desconfía de todo el mundo, incluyendo a sus hijos, y llega incluso a despedir a Flecha, criado de Cleanto. Al final del acto revela a todo el mundo sus intenciones: desea casarse con Mariana, Elisa será entregada (sin dote) a un anciano, Anselmo, y Cleanto está destinado a casarse con una viuda. La joven se niega con vehemencia, y su padre pide a Valerio que interceda para convencerla. Éste acepta, pero piensa en huir si es necesario con su amante.

Acto II: Cleanto, que no puede contar con su padre, tiene la necesidad urgente de contar con quince mil francos para sus planes matrimoniales. Flecha, su criado, se encarga de buscarle un prestamista, un intermediario le informa de las condiciones que resultan ser de una usura feroz. Indignado, acaba descubriendo que dicho usurero es, en realidad, su padre; tienen una violenta discusión. La intrigante Frosina entra en escena y convence a Harpagón de que Mariana es una mujer que prefiere a los hombres mayores y que estaría dispuesta a casarse con él. El avaro se muestra contrariado por la ausencia de fortuna de la joven, pero Frosina lo convence de que se trata de una mujer que no gasta, y esto es muy conveniente para él. Frosina pretende cobrar por los servicios prestados, pero Harpagón se escabulle.

Acto III: Con motivo de la firma del contrato de matrimonio, Harpagón invita a comer a Mariana. Advierte al servicio y en especial a Maese Santiago de que debe gastar poco. El cocinero protesta, el intendente Valerio apoya al avaro y alaba el ahorro. Se produce un incidente, en el que Maese Santiago acaba golpeado a bastonazos por Valerio. Desde ese momento, Maese Santiago sólo pensará en vengarse. Frosina llega e introduce a Mariana, nerviosa ante la perspectiva de conocer a su futuro marido, en la casa. Cuando éste aparece, Mariana se ve asqueada por su físico. En ese momento llega Cleanto y Mariana reconoce al joven del que está enamorada. Los dos amantes hablan y revelan su amor recíproco. Cleanto le quita a su padre del dedo un anillo de gran valor y se lo ofrece a su amada en su propio nombre. Harpagón no llega a entender la situación.