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jueves, 22 de diciembre de 2022

Navidad o la sorpresa imposible

¿Cómo sería una fiesta donde pudiéramos celebrar la posibilidad de la verdadera sorpresa? Para darle la bienvenida, tendríamos que salir de la espera. No dejar de esperar sino escuchar lo que ya está.

Por Anne Dufourmantelle

El verdadero es una sorpresa del destino. Sorprendentemente, se necesita coraje para ser sorprendido. El miedo a lo que nos espera nos hace dar rodeos, conjurar el futuro con las palabras del pasado y apegarnos a lo que sabemos. Para superar las desilusiones de la vida, provocamos sorpresas. Pero no queremos estar sujetos a sus apariencias. O hacemos listas. Listas de lo que nos gustaría encontrar debajo del árbol. Lista de lo que se pide al otro, a uno mismo, al mundo. Una lista que nos recuerda constantemente nuestro fracaso como mortales, nuestra insuficiencia, nuestra pobreza espiritual. La neurosis aborrece lo inesperado, eso es un hecho. Le gustan los compromisos silenciosos pasados ​​a escondidas con lo real, las espaldas seguras, las pequeñas transacciones vergonzosas pero útiles, obediencia silenciosa para que el malestar no lo invada todo. Como muy buenas madres, sugiere que no salgas a la calle para que "todo salga bien", traducido por: para que no pase nada. Inquietante, asombroso, inesperado.

La Navidad es una fiesta extraña. Para muchos una oportunidad de reunirse con la familia, a veces perdida de vista durante meses. El diluvio de objetos intercambiados, hábilmente mantenido por un consumismo potenciado por la "novedad" así como la frustración que esta novedad mantiene, mal disimula el sistema de compensaciones de todo tipo puesto en marcha. Ante la pobreza de los lazos, la dificultad de acceso a la alegría interior, estas celebraciones revelan una cierta melancolía. La soledad, la angustia, el frío, son allí más insoportables a esa hora. Los recuerdos dolorosos (o demasiado felices - los paraísos perdidos) de la infancia rebotan. No hay forma de escapar.

Recuerdo un fin de año en Bogotá donde se vieron miles de farolillos de papel ardiendo levantándose en la noche para celebrar el Año Nuevo, mientras los espantapájaros ardían en las esquinas de las calles, concentrando en sí mismos todo el mal pasado.

Volviendo a la sorpresa: ¿cómo sería una fiesta en la que pudiéramos celebrar la posibilidad de la verdadera sorpresa? Para acogerlo, tendríamos que renunciar a la espera. No dejar de esperar sino escuchar lo que ya está ahí, escondido en metamorfosis muy tenues. Estamos convulsivamente encerrados en una adolescencia sin fin que se nos ofrece como una edad de oro perpetua. Soportar la sorpresa es aceptar su posible fracaso. Es pensar en escalas distintas a la del yo, y aceptar ser interpelado por la vida misma. La sorpresa también requiere una cierta capacidad para la soledad. Crecemos con retazos de realidad trenzados, objetos, frases tiernas o asesinas que abrigamos celosamente como mantras, pequeños refugios improvisados ​​contra la fatalidad,dijo Tristram Shandy. Crecemos con retazos de sueños, con diminutos pensamientos mágicos en medio de callejones sin salida. Son los tesoros que nos permiten afrontar nuestra futura soledad. Vivirlo serenamente es un camino extraño que pasa por la aceptación del nacimiento, de haber sido arrojado al mundo sin otra salida. Es difícil, casi insuperable, renunciar a que el otro tenga la respuesta que viene a poner en nuestros sufrimientos el bálsamo mágico del reconocimiento finalmente dado. Y sin embargo, todos estamos conectados, y siempre, en este acontecimiento que es el mundo.

Porque el perpetuo arrebato, el régimen bajo el cual nos tiene la neurosis, está hecho para impedir este retraimiento interior que es lo único que nos da la fuerza para repudiar viejas obediencias, falsos encantamientos. ¿Por qué es tan arriesgado? Porque el recurso interior es un aprendizaje difícil, una especie de ascetismo contrario al condicionamiento. No renunciamos tan fácilmente a la idea de causalidad, preferimos decirnos que un mal evento habrá determinado nuestro ser (por ejemplo un trauma). Bataille nos recuerda que el regalo es potlach-exceso, o no lo es. Que el don es un perdón, la acción de dar más allá. Que no debemos dar en la medida de lo que podamos sino más allá de nuestras fuerzas porque ahí entonces algo da la vuelta. La filosofía estoica enfatiza la fortaleza y la libertad de "no querer", el de una integridad que es básicamente más simple que cualquier compromiso. Esta integridad es confiabilidad.

Básicamente, la verdadera sorpresa es una señal del destino. Los griegos hicieron del consentimiento al destino el lugar mismo y único de nuestra libertad. Contra la cotidianidad reglamentada, la carrera, las convenciones sociales, las proyecciones tranquilizadoras o siniestras sobre el mundo por venir, está el “lo que pasa”. Con la parte del riesgo ciertamente -destino nulo o trágico- pero también de la libertad, de la elección, del coraje que esto implica.

viernes, 28 de octubre de 2022

Sobre no disfrazarse en las fiestas de disfraces.

El otro día hablaba con una amiga sobre las fiestas de disfraces. Y salió el tema de que en una fiesta de disfraces, se pueden ver aspectos ocultos de las personas. Justamente, porque como el disfraz distorsiona las identidades, da lugar a los tan conocidos desbordes de los carnavales. Uno puede, en una de estas fiestas, notar creatividad en quien se pensaba estructurado. O puede detectar seducción e histrionismo en personas que normalmente parecen calladas y reservadas.
Tal como es mi caso.

Y por supuesto, siempre tendremos a los semi-disfrazados. ¿Qué tienen para decirnos estos personajes? Los semi-disfrazados son la gente que acude a estos eventos con:

1) El pijama, diciendo "soy yo cuando me despierto".
2) Algún elemento de cotillón, seguramente, un sombrero conseguido de algún casamiento.
3) Una remera blanca que diga "disfraz".

Los semi-disfrazados se aparecen en todas las fiestas habidas y por haber. ¿Por qué no? Resultan opciones graciosas. Baratas. Prácticas. Te dan la capacidad de decir que estás disfrazado para no parecer aburrido. Y cuando la noche termina, no hay que sacarse el maquillaje ni desarmar el disfraz.
Mi cara al saber que para sacarme el maquillaje de la pendeja de El Exorcista iba a tener que usar aceite vegetal.

¿Cuál es el problema?

Si sos de los que jamás se disfrazan, estás partiendo de 2 puntos. Por empezar, realmente estás intentando ser gracioso. El problema es que una fiesta de disfraces es una forma terrible de expresar el humor. El 99% de los semi-disfraces producen, como mucho, una risa de cortesía cuando le explicás a los demás lo que quisiste hacer. Es una broma que dura 5 segundos, pero es el "disfraz" que vas a usar toda la noche. Y luego estarán por siempre en los álbumes de fotos de Facebook de tus amigos. Lo cual te hará explicar tu gracia una y otra vez, por la misma risa de compromiso, por siempre.

La segunda razón es que te importó un carajo prepararte e hiciste el menor esfuerzo para pretender que te disfrazaste para la fiesta de disfraces, quizás, para sacarte a la gente de encima. Porque sos esa clase de personas imposible de descentrarlas de su propio ombligo, y sobre todas las cosas, odiás la idea de compartir la idea de diversión de otras personas.

Demostrar no poder adaptarse, de ser rígido y poco flexible es algo que espanta a la gente, porque se piensa en inseguridad y en autoestima de cristal. ¿Qué pasa, tenés miedo de que alguien te vea disfrazado... para una fiesta de disfraces?

Sí, realmente todo esto te hace muy gracioso. Todos vamos a estar para vos en caso de que nos necesites. Para el resto de los invitados que sí se disfrazaron, tu salida fácil te hace ver no solamente como inseguro, sino como ventajero, porque ahora todos piensan que apareciste únicamente para tener una salida gratis. La fiesta significa tan poco para vos, que no pudiste siquiera gastar 10 minutos de esfuerzo para ponerle onda al anfitrión o a los demás invitados.

Podría haber sido sido aún más gracioso si hubieras invertido tiempo en construir un disfraz de dedo mayor gigante y dicho a todo el mundo "Fuck you, mierdas" durante toda la noche.

sábado, 18 de diciembre de 2021

Vísperas de las fiestas: ¿Sirven las bebidas sin alcohol para pacientes con consumo problemático?

Se vienen las fiestas, un momento difícil para aquellos pacientes con consumo problemático de alcohol. Una de las salidas que estos pacientes suelen proponer es el consumo de bebidas sin alcohol, ¡Pero cuidado! No todo es tan simple.

La frecuencia de recaídas en adicciones severas causadas por dicho "no alcohol" ese elevada: las confusiones, los engaños (le invitan amigos de buena fe a que la prueben), factores de riesgo "invisibles", ó los excesos de confianza pueden ser más dañinos que el alcohol en bruto, en el caso de las adicciones severas. 

Hay muchos casos de pacientes que llevan años de abstinencia y por consumir bebidas "sin alcohol" reviven toda la fijación que por años costó distanciar, regresando a su pecho tóxico. Se sueltan las amarras poco a poco, yendo directamente a la recaída. ¿Cuál es el fin de las bebidas sin alcohol? ¿Manejar sin que salga alcoholímetro? En nada ayuda a tratamientos en rehabilitación, solo es pan para hoy y hambre de mañana.

La bebida sin alcohol es, para alguien con consumo problemático, como regalarle una maquinita a escala de traga-monedas "sin para poner monedas" a una persona con ludopatía.

lunes, 21 de diciembre de 2020

Fiestas privadas, fiestas públicas

Hay fiestas de todo tipo, laya y propósito. Están las de “aniversario”, siempre motivo de alegría y regocijo, en el otro extremo de las solemnes fiestas “de precepto”. Hay fiestas de mucha participación y alboroto como las de fin de año, y las que se reducen sólo a dejar de trabajar, como las empobrecidas “fiestas patrias”. Las “fiestas de guardar”, en cambio, crean obligaciones; por ejemplo, de oír misa.

En otras épocas estaban las “fiestas de armas", combates de unos caballeros con otros para mostrar valor y destreza, pero el rey Don Juan el IIº las suspendió porque de tanta diversión morían unos cuantos.

Hay fiestas, además, para los sentidos, como lo es para los ojos la belleza de una mujer y para el paladar los manjares de un banquete, por eso llamado “festín”. No falta tampoco la fiesta que es halago u obsequio para la voluntad de alguna, como en el galanteo, llamado “festejo”, que nos aproxima a los asuntos del amor. Mientras tanto, en fiestas como las “de toros” se trata de agradar a muchos, o a todos, de manera que, destinadas al regocijo popular, ofrecen un ejemplo del antiquísimo empeño de los gobernantes en entretener al pueblo. Allí debe intervenir la autoridad, puesto que la fiesta pública requiere la venia del mandamás, sin la cual no podría realizarse porque sería desorden.

La fiesta llamada “privada” puede ir desde algunos deleites perversos en la intimidad hasta aquellos de la “farándula”, en los que lo público y lo privado parecen buscarse mutuamente. A estas últimas, llenas de gentes a las que se atribuye poca mesura y liviandad en los hábitos y en las palabras, se las suele considerar el lugar natural de los mayores excesos. ¡Gracias a las fiestas de la farándula es posible creer que siempre hay más excesos en la casa ajena que en la propia!

El término “farándula”, por otra parte, viene del alemán “fahrender”, errante, y desde un comienzo designa un grupo de cómicos. Puesto que tenían que vivir del arte de representar, debían ser hábiles para llamar la atención. De allí que Cervantes expresara que “...desde muchacho fui aficionado à la carátula, y en mi mocedad se me iban los ojos tras la farándula”. Se ve que en lo farandulero no pueda faltar el artificio capaz de engañar, por eso Ricardo de la Vega reclamaba: “Vas a decirme la verdad sin filfas. Ni embustes, ni camelos, ni farándulas”. Es claro, lo hablador y trapacero nubla la exigencia de lo verdadero.

El abanico de lo festivo, yendo del frenesí colectivo al agasajo calmo, de lo insolente a lo que glorifica y de lo resumido a lo franco, no deja hacer del exceso su característica esencial. Una fiesta, cualquiera sea su pelo, sitúa la ocasión de tiempo y lugar en que la diversión, gozo o celebración resultan justificados. Ya sea por pacto solidario o compromiso sacro, complicidad mafiosa o legitimidad estatal, la fiesta convierte conductas que fuera de ella serían consideradas “excesos” en actos placenteros que compartimos con nuestros semejantes. La fiesta, en fin, hace del pecado virtud.

Nota:
Escrito por Raúl Courel. Se publicó primeramente en La Maga, Año 5, N° 256, 31/12/1996, con el título de “El pecado y la virtud. La fiesta y sus excesos”, después en La Nación, Sección Opinión, 17/12/2003, pág.21.

miércoles, 17 de junio de 2020

La era de la fiesta permanente.


Fuente: Naparstek, Fabián (2009) "Introducción a la clínica con toxicomanías y alcoholismo II", Capítulo "La era de la fiesta permanente".

Me quiero detener en precisar el uso actual de la droga y finalmente su relación con la locura. Con este fin voy a comparar dos tipos de fiestas: Una antigua y la otra actual. Tengo la idea que la fiesta es un lugar central en la vida de los jóvenes y un lugar especial para el uso de las drogas. Es allí donde los jóvenes suelen encontrarse, manifestarse, consumir, etc…

El primer punto que quiero destacar es bien conocido y se extrae de la concepción de la cultura que desarrolla Freud en su "Totem y Tabú", donde efectivamente habla de la fiesta. En el mito de la constitución de la cultura Freud destaca varios rasgos de los cuales voy a subrayar algunos. Freud nos plantea que existía una horda primitiva donde un protopadre poseía a todas las mujeres. Los hijos lo matan y hacen cultura a partir de un pacto. Se entiende que el pacto es simbólico, es la entrada de la palabra en el lazo social y que para hacer cultura no hubiese alcanzado con solo matarlo. Este pacto está sostenido fundamentalmente en una renuncia y una repartija. Es una idea central en Freud: no hay cultura sin renuncia. Se reparte el botín de guerra por una vía negativa. Es decir, que no es una distribución equitativa al estilo socialista. Es una repartija que se asegura de que al menos a nadie le tocará una parte en especial. Todos renuncian a algo. No importa si a alguien le toca diez mujeres, una o ninguna, sino que se aseguran que al menos una no le tocará a nadie. Todo esto Freud lo deduce desde la llamada fiesta totémica: una vez por año se mata al animal que representa al padre, se lo comen, y realizan un encuentro con un "exceso limitado y obligatorio"(2). Es importante destacar que las dos características de la fiesta totémica responden al exceso y lo obligatorio. El exceso implica que aquello que durante el tiempo de las normas no se puede realizar, se permite en la fiesta. Está prohibido tocar el tótem y en la fiesta se lo comen. Todas las leyes que rigen la comunidad pueden ser infligidas durante la fiesta. Lo obligatorio responde a un pacto de sangre y se enlaza especialmente a la culpa. Para pertenecer había que participar. De esta forma se aseguraban que todos se sintieran igual de culpables ante la falta cometida. En todo caso, se trata de una fiesta donde lo que prima no es lo singular, sino el tumulto. Todos con todos, donde no hay lo singular. Queda así armada una cultura con una renuncia de un lado (represiones, inhibiciones, neurosis, religión, familia, estado, ideales, etc.) y el exceso a un costado. Sin embargo, hay un resto que no se puede digerir - al padre se lo intenta comer cada año y eso indica que hay un hueso que no se termina de tragar -, ni ordenar, ni hacerlo entrar en ley, pero hay que darle lugar cada tanto. Es una lógica que Freud utiliza especialmente para el Súper Yo. Su idea es que mientras mas virtuoso es el individuo, mas exige el súper yo es. La persona que cada tanto se da un gusto, está menos exigido por el Súper Yo.

Se entiende que para Freud era mejor que aquello tenga su lugar cada tanto y que la gente tenga sus pequeños excesos. Es mejor eso a que la gente intente dejar totalmente afuera ese resto. Entiendo yo que sigue la fórmula lacaniana donde aquello que es expulsado retorna en lo real.

Se puede representar esto que vengo describiendo con el siguiente esquema de la temporalidad de la civilización descripta por Freud.

Esquema:
Goce. Ley. Padre muerto.
/-----------/-------------------------------------------------------------/ Cultura.

Así las cosas, el goce queda a un costado de la ley, como goce clandestino. La psicosis muestra muy bien los efectos devastadores cuando el goce no se hace clandestino e invade por todas partes. En ciertas tribus indígenas – como lo he descripto anteriormente - la droga era parte de la cultura y fundamentalmente de estas fiestas. La descripción de dichas tribus mostraba muy bien que el consumo de droga estaba al servicio de ratificar el pacto con el padre, con la autoridad, para revalidar la cultura dentro de la fiesta. Es la droga al servicio del ritual religioso y de la cultura. Ordalías que sirven para hacer entrar al individuo o confirmar un individuo en un grupo. En ese caso es un consumo limitado y reglado (3).

Vayamos ahora a la actualidad. Lo que antes era algo limitado en el tiempo y espacio ahora se extiende a todo. Esto es consecuencia de la llamada caída de los ideales y de la autoridad. Vivimos un empuje a la satisfacción total por el consumo, a una especie de fiesta permanente – llámese fiestas revés o fiestas de los dj ́s, etc. -, donde no habría límite, donde no habría renuncia, donde Imposible is Nothing (como dice la publicidad). Lo que antes estaba al costado y acotado, ahora es el protagonista. Hablar de hipermodernismo - como lo introduce Lipovetzky - implica llevar al extremo el modernismo. La idea de Lipovetzky es que se resaltó el derecho a gozar - las diferentes luchas del derecho al goce - y del derecho al gozar se pasó al empuje al goce. Por eso dice que no estamos en la posmodernidad ya que implicaría un cambio y acá no se trata de un cambio, sino de llevar al punto límite lo mismo. Así el mundo queda dividido entre empuje al goce - lo que antes era una obligación limitada a participar de la fiesta, hoy es empuje al goce del consumo - y depresión - que es una de las patologías mas extendida en la actualidad. Antes era entre orden y pequeños desordenes cada tanto. Ahora el que consume obtendría un goce sin freno, el que no, se deprime. Se puede decir entre consumo y abstinencia. La llamada globalización hace creer que en cualquier parte del mundo se puede gozar de lo mismo, todos por igual. Las guerras étnicas - que Lacan de alguna manera anticipó - aparecen como una resistencia a mantener algo de cada cultura; mantener algo de lo singular frente al todos por igual.

Pero se puede dar un paso más y ubicar lo siguiente. De acuerdo a lo que he planteado hasta ahora, lo que antes era un resto a un costado, ahora se ubica en el centro. Hay un culto por el resto, una cultura del resto. En este punto hay que tener en cuenta que el resto puede ser un desperdicio o lo que causa a un trabajo. El que causa al trabajo es un resto fecundo que en Freud se ve muy bien con lo que él llama el resto diurno. Es un resto que empuja al trabajo, que pide que se lo tramite. Sin embargo hoy hay más bien un culto del resto como desperdicio. El desperdicio es algo propiamente humano y es lo que resta de toda operación - simbólica - y cae como residuo. No lo he verificado en otros países, pero en la Argentina en las fiestas de los jóvenes se consume al final de la misma lo que se llama el JUNTADITO o MEZCLADITO. El JUNTADITO es una mezcla de todos los restos que han quedado de lo que se ha bebido en la noche. Se juntan en un solo vaso, jarra o recipiente y se lo toman. Consumir el juntadito en un intento de que no quede resto de la fiesta. Se entiende, quien toma ese resto se identifica a él y queda tirado en la calle como el resto mismo de la civilización.

domingo, 22 de marzo de 2020

Escrito en la piel: la pulsión táctil en la clínica


Las sensaciones táctiles son la forma más primaria de contacto que el “infans” tiene con su entorno. Antes de la mirada y la voz, la piel registra el mundo a través del contacto. En la piel queda inscripto el encuentro con el Otro Insitutuyente que con su amor, su deseo y su goce toma en sus brazos al “infans” prematuro. Pueden ser caricias, presiones, cambios de temperatura, sostén, masajes, higiene y también a veces violencia, abusos y golpes. Manipulaciones que dejan su marca, que escriben en la piel un mensaje enigmático que el sujeto porta como firma ilegible que rememora un goce. En este sentido me interesa un modo particular de “satisfacción” que observé en algunos pacientes que padecen enfermedades que se manifiestan por lesiones en la piel. Rascarse, acariciarse, tocarse, encremarse, pegarse o lastimarse, se presentan como modos paradójicos de satisfacción. Estas “manipulaciones”, pueden ser declinadas según las modalidades de la gramática pulsional como por ejemplo:

“Tocar, tocarse y hacerse tocar” o “Pegar, pegarse o hacerse pegar”. De una u otra manera, el objeto de estos tratamientos, que puede ser cualquier parte del cuerpo propio o ajeno, siempre involucra a la piel. A veces estas actividades se transforman en la principal vía de “satisfaccón” para el sujeto.

Veamos como lo tematiza Freud en uno de sus paradigmáticos historiales: “Un paciente a quien hoy tengo bajo observación resignó todos los intereses de la vida a causa del deterioro de la piel de su rostro.....Primero se ocupaba de sus comedones (nosotros decimos barritos) sin hacerse reproches, y el apretárselos le deparaba gran satisfacción, porque de ahí, como él decía, saltaba algo ...”. Es evidente, dice Freud : “que apretarse el contenido del comedón es para él un sustituto del onanismo(1).

También las caricias y manipulaciones a las que se encuentra expuesto el “infans” son un aspecto significativo de la constitución subjetiva. Como ya fue descripto por René Spitz, no es sin consecuencias que un niño sea privado de las caricias maternas o de algún Otro, que funcione como instituyente, durante el primer año de vida (2). Recuerdo una paciente que decía: “Mi mamá nunca me acarició. Cuando era chica se me lastimaban las manos; decían que era un detergente que me hacía salir manchas como piel de sapo(3).

Me voy a referir a un paciente al que llamaré Gustavo que padece Psoriasis. Es derivado por su médico y sin demasiado interés en comenzar un tratamiento. El desencadenamiento de la enfermedad se produjo en ocasión de la agonía de la madre que termina muriendo en un geriátrico convertida, según las palabras de Gustavo, en: “Piel y huesos”. “Por eso no la visité en las últimos tiempos ya que me resultaba insoportable”. “Cuando nos avisaron que murió, estábamos los tres en casa”. Se refiere a él con el padre y su hermana unos años menor. Este hombre, de 31 años, no había podido y según él no estaba demasiado interesado, en encontrarse con una mujer.

De vez en cuando hacía una cita por chat y se llevaba estudiados los guiones ya que, según decía: “No se de que hablar”. Me llamó la atención que en ningún momento manifestara la mas mínima preocupación estética por las manchas, manchitas y costras que cubrían sus manos, piernas, cuero cabelludo y, según me relató, también sus nalgas. Gustavo dice no tener fantasías y no recuerda sus sueños si es que los tiene. Sus padecimientos son, en sus palabras: “laborales”. Nunca le dan los números y siempre se encuentra una diferencia irreductible en los balances a los que su tarea de contador lo convoca “Lo mío son los números, nunca me gustaron las letras”. Las manchas siguen aumentando.

En una oportunidad, algo inesperado ocurre en una de esas citas guionadas. Una mujer lo saca del guión y consigue seducirlo de una manera singular. Le ofrece masajearlo con la crema que cotidianamente debe aplicarse en piernas, brazos y nalgas por su afección en la piel. Gustavo se erotiza, las manchas y costras disminuyen.

Empieza a soñar. ¿Cómo puede haberse erotizado una piel enferma, manchada y con costras? ¿Cómo se convirtió esa piel en una fuente de estímulos? Freud nos dice que: “si un estímulo ataca o destruye a un órgano (en este caso la piel) entonces se engendra una nueva fuente de excitación continuada y de incremento de tensión. Tal estímulo cobra, así notable semejanza con una pulsión" (4).

Neurosis de guerra, neurosis traumáticas, neurosis graves. Todas tienen en común el factor sorpresa, la imposibilidad de articular recursos para responder ante lo inesperado. En ese sentido Freud nos aporta una observación fundamental para pensar el lugar de una lesión de órgano en la estructura subjetiva. Ante estas situaciones “un simultáneo daño físico o herida contrarresta en la mayoría de los casos la producción de la neurosis(5). La lesión entonces se instala como un recurso de emergencia ante la imposibilidad de responder con inhibición, síntoma o angustia Es decir la lesión viene a frenar el impacto traumático pero de la peor manera, no como remedio sino como enfermedad.

La Psoriasis es una enfermedad autoinmune que se caracteriza por la presencia de autoanticuerpos que lesionan la propia piel. Es decir que funcionan como estímulos que atacan al mas extenso de los órganos del cuerpo: la piel. Las lesiones en la piel, que producen los autoanticuerpos, se transforman en una fuente continua de excitación y de acuerdo al posicionamiento del sujeto afectado pueden tornarse una fuente de empuje constante.

Una vez desencadenada la enfermedad, la piel se ve permanentemente excitada por dolor, picor, ardor y es objeto de buenos y malos tratos: rascarse hasta sangrar y ponerse cremas para cicatrizar. La piel es el órgano mas extenso del cuerpo y “a posteriori” de estar expuesta a esta excitación continua se transforma entonces no sólo en objeto sino también en fuente de la pulsión táctil. La piel, como objeto de esta pulsión, se comporta como una zona erógena. Esta es la sabia lectura que realiza la dama que seduce a Gustavo masajeando con cremas su piel manchada. Sus caricias logran la escisión entre tacto y toque, erotizando la piel lastimada que recupera la carga libidinal de un cuerpo erógeno. Llamo “toque” (le toucher) a la pulsión táctil para diferenciarlo del sentido biológico del tacto. Lo táctil como pulsión seria entonces fundante en la estructuración de un cuerpo erógeno.

Como casi todas las enfermedades autoinmunes, la Psoriasis se manifiesta en el tiempo mediante lo que se denomina brotes y remisiones de distinta duración e intensidad. Este hecho hace que no podamos decir nunca que un paciente está curado ya que la ausencia de sintomatología solo indica una remisión que puede en el mejor de los casos durar toda la vida. Nada nos asegura que, ante alguna situación puntual, un nuevo brote pueda resurgir “como una mancha en los días de fiesta floreciendo el rostro(6). Los “días de Fiesta”, como ironiza Lacan puede ser cualquier momento traumático que la vida no ahorra a nadie. Para nuestro paciente, por ejemplo, cada vez que se acerca el aniversario de la muerte de la madre, se llena de lesiones, costras y manchas aunque él ignore la fecha y no pueda apropiarse de este hecho como parte de su historia subjetiva. Esta forma de presentación de las enfermedades autoinmunes, mediante brotes y remisiones, no permite pensar en curación pero da también la posibilidad de poder operar allí en tiempos de remisión. Nosotros no podemos evitar que una dolencia se desencadene ya que, en la mayor parte de los casos, los pacientes llegan a la consulta con la enfermedad ya declarada. Sin embargo es posible que nos encontremos en una etapa preliminar a la cronicidad y eso, a lo mejor, nos permite incidir antes de que la respuesta de la piel se instale de manera permanente. El dispositivo analítico convoca a la producción y lectura en transferencia de formaciones del inconsciente y es también una oportunidad para que el sujeto responda con inhibición, síntoma y angustia. Esa es nuestra apuesta de analistas: poder incidir sobre la frecuencia y cronicidad. Que pueda responder el sujeto y no la piel.

Es difícil saber como se conjugaron los distintos factores de la constitución y experiencias infantiles para crear una disposición lo suficientemente lábil como para desencadenar la enfermedad autoinmune ante un momento traumático de la vida (en este caso la imagen de la madre piel y huesos antes de morir). Lo que si podemos hacer es, una vez desencadenada la enfermedad, leer “après-coup” los antecedentes que se conjugaron para llevar al desencadenamiento.

En el caso de este paciente particular no pueden ser excluida la influencia de lo que Freud llama lo constitucional ya que hay otros miembros de la familia afectados de Psoriasis. Por otra parte, es interesante señalar que, en los recuerdos infantiles del paciente, su padre médico se ocupaba de controlar obsesivamente si le habían bajado los testículos y vacunaba personalmente a sus hijos con inyecciones en las nalgas.

La piel, como todo órgano, tiene una función fisiológica al servicio de la supervivencia y como toda función no es operativa desde el comienzo y debe estructurarse de acuerdo a una lógica homeostática cuyo funcionamiento garantiza la supervivencia. En este punto las funciones de protección, humectación, secreción hormonal, barrera inmunitaria y metabolismo, son interferidas por el significante que recorta la piel en trozos que nada tienen que ver con la función biológica. Es la piel como órgano, que inaugurara un goce específico para la demanda del Otro en un tiempo en que esa demanda no puede ser interrogada. Cada vez que vuelve a aparecer la lesión conmemora un goce fijado en tiempos de la constitución subjetiva o en momentos puntuales en que el sujeto quedó petrificado frente a la demanda del Otro. La función intrusiva del Otro queda allí denunciada en este goce parasitario que expresa el rascado y sangrado de las lesiones y se repite ante cada aniversario. Esos “trozos de piel” están escindidos no solamente del cuerpo erógeno sino tambien del organismo (7).

Gustavo se refiere al “dolor en los cachetes” (nalgas) para expresar la perturbación que las manipulaciones paternas le producían. Es también su construcción fantasmática en análisis. “Ser inyectado, manipulado o pegado por su padre-médico”. En el Seminario 4 de las relaciones de objeto Lacan desglosa detalladamente el paradigmático artículo de Freud de 1919 “Pegan a un niño(8). Señala que en el tercer tiempo, lo que queda es “una desubjetivación radical de toda la estructura, en la cual el sujeto esta reducido únicamente al estado de espectador o tan sólo de ojo” (9). Tomando la construcción de mi paciente ¿se trataría, de un ojo o de un trozo de piel? Podríamos pensar allí que el sujeto queda reducido a no ser, en este punto, más que piel y sensación táctil.

Un trozo de piel erotizada que funciona como pantalla. Es decir aquí se torna la pulsión táctil un andamiaje apropiado para pensar esta peculiar manera de mostrarse del sujeto. Lacan concluye que lo que aquí se indica en ese tiempo fantasmático es: el sentido de una relación estructurante fundamental de la historia del sujeto. Historia en la que esta incluido, pero bajo la forma de un puro signo (9). Nada más preciso para definir una lesión de órgano (en este caso una lesión en la piel) como signo del sujeto no representado por un significante sino indicado por un signo. Es interesante señalar que la revisación médica implica por técnica y procedimiento una determinada manipulación del cuerpo del niño. ¿Cual es el efecto de que esta manipulación sea llevada a cabo por un padre-medico? Como señala Spitz y vemos en nuestros pacientes la falta de contacto táctil, de caricias y sostén puede ser dramática pero también lo es el exceso en el punto en que se torna abuso. De allí la importancia crucial, en determinados momentos y contextos, la vigencia del tabú de contacto para la estructuración del sujeto. El tabú de contacto también toma su valor en el dispositivo analítico y habilita al paciente a “hacerse acariciar”, en la escena de la vida.

La brillante intervención de la dama que seduce a Gustavo erotiza la piel herida con “su masaje, su toque”. Lejos del sentido orgánico del tacto. El “toque” opera como una varita mágica; libidiniza la piel y en ese mismo acto revierte los efectos de la lesión de órgano en tanto abre al sujeto a experimentar otros goces.

Referencias
Freud , Sigmund : Lo Inconsciente ( 1915). Ed Amorrortu en : Sigmund Freud . Obras completas . Vol XIV.
Spitz , René A. : El primer año de vida del niño ( 1965) ed FCE, Mexico.
Peusner , Irma CW. de : “ Soy un crucigrama” ( 1993) Biblioteca de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.
Freud , Sigmund : La represión ( 1915). Ed Amorrortu en : Sigmund Freud . Obras completas . Vol XIV Freud , 5- Sigmund : Mas allá del principio del placer (1920). Ed Amorrortu en : Sigmund Freud . Obras completas. Vol XVIII.
Lacan , Jacques : La dirección de la cura y los principios de su poder ( 1958) en Escritos 2 . ed Siglo veintiuno editores , SA ( 1975) . La cita textual es “ pues es en la superficie donde se ve como un herpes en los días de fiesta floreciendo el rostro”.
Peusner , Irma CW. de : (2001) La perplejidad orgánica ( Del laboratorio al dispositivo analítico) Trabajo presentado en la Reunión Lacanoamericana de Recife, Brasil, agosto 2001.
Freud , Sigmund : “Pegan a un niño”. Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales. (1919). Ed Amorrortu en : Sigmund Freud . Obras completas. Vol XVII. Lacan , Jacques : ( 1959) Seminario IV : La relacion de objeto. Éditions du Seuil , Paris.

Fuente: Irma CW. de Peusner "Escrito en la piel: la pulsión táctil en la clínica" REUNIÃO LACANOAMERICANA DE PSICANÁLISE DE BRASÍLIA 2011.

martes, 24 de diciembre de 2019

El humor de Tute



sábado, 21 de diciembre de 2019

Cómo no engordar en estas fiestas


Por Lic. Lucas Vazquez Topssian

Comida con la familia, con los amigos, con los compañeros de trabajo, que por la navidad, que por el año nuevo... Todos somos víctimas de este cliché gástrico epocal: saturar nuestro sistema digestivo con absolutamente todo lo que podemos encontrar. Según la Biblia lacaniana, mil formas tomará el objeto para hacernos gozar, y en este caso viene en forma de turrones, nueces, almendras, matmbre, melón y jamón crudo.

Cuando la organización del festejo implica llevar comida al lugar de festejo, de alguna manera a uno se le ocurre que es buena idea cocinar para la cantidad de comensales que lleva a la reunión, pero multiplica la ración por tres. Y los demás hacen exactamente lo mismo, "Por si falta...", "Por si alguien queda con hambre". Lo peligroso aquí es que uno no se suba a la demanda de vaciar las fuentes, porque hay que lavar el bol de pirex de la tía, sino hay que ver cómo se pone. 

Me lo pregunto cada año, ¿Cómo podemos evitar los clásicos atracos, empachos, subidas de kilos, malestar y deformaciones de la debida figura?


En cierta revista popular he leído que si el menú es fijo, uno podría comer exactamente la mitad de lo que te sirvan. Jamás me ha funcionado. En ese tipo de publicaciones, se leen consejos que nadie ha podido sostener jamás. Por otro lado, un paciente me contó que para no comer, en cierto momento se levantaba de la mesa y se lavaba los dientes, de tal manera que para no volver a ensuciárselos, cerraba la boca por el resto de la noche.

Una de las cosas que se puede hacer es apostarse en la mesa de los niños, si es que los hay. Los niños son los aliados perfectos del no comer. Cuando hay sistema de auto-servicio, no hay mejor fomar de alejarse de la comida que el pasar tiempo con ellos, porque generalmente de lo último que prefieren es estar en la mesa. Funciona como el mástil donde Ulises se atara para evitar ser tentado por el canto de la sirenas, que ofrecían vitel toné. Además a los más pequeños hay que cortarles la comida. Si nos sentamos en la mesa de los niños, por otra parte, tampoco tendremos que escuchar a los adultos.

Sin embargo, el gran peligro navideño es la bandeja de dulces. O mejor dicho, la bandeja del apocalipsis de la cintura. Estas bandejas, que siempre están al alcance de todos los comensales, llegaron desde países europeos donde las fiestas coinciden con el invierno. Los turrones y dulces están llenos de calorías, lo último que necesitamos cuando hace más de 30º C.

Finalmente, aclaremos que la dieta no se limita sólo a lo que uno ingiere. También se puede hacer dieta de lo que uno mira, lo que escucha, lo que lee, las personas con las que se junta, las cuestiones con la que ocupamos nuestra mente. En ese sentido, debemos hacer dieta con todo lo que nos llega, ya sea físico, mental o espiritual.

sábado, 14 de diciembre de 2019

Freud y las fiestas.


¡Felices Fiestas, Herr Doktor Freud!


Eran memorables las reuniones familiares de diciembre en el piso de Amalia, la madre de Freud. Se realizaban en Navidad y vísperas de Año Nuevo, porque se ignoraban las fiestas judías, costumbre que siguió Sigmund. La comida era abundantísima: ganso, frutas abrillantadas, tortas, y un ponche que incluso se convidaba a los niños, previa dilución. Alexander, el hermano menor, mientras permaneció soltero, era el encargado de animar las reuniones. Eran un gran silbador, Podía silbar óperas enteras y preparaba juegos en los que intervenían todos. Entre él y los chicos, escribían poemas que se recitaban para la ocasión. Sigmund, como trabajaba esos días, solía llegar avanzada la noche, y Amalia, su madre, cada rato, cuando oía un ruido, se asomaba a la escalera para ver si era su primer hijo. Él nunca faltó a una de esas fiestas, pero Amalia igual estaba ansiosa hasta su llegada. Hacía preguntas: ¿Por que no llegó? ¿Dónde está?...nadie pretendía parar su ansiedad porque se enfurecía. Freud siempre llegaba a tiempo para la cena pero para Amalia siempre era tarde.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Malestar en las fiestas.

Por Sergio Zalbalza (Fuente: Página 12, 19/12/13)

Contradictorias sensaciones experimentamos cuando se acercan esas fechas a las que se las suele denominar Las Fiestas. Expectativa, malestar, angustia, anhelos, fobias son algunas de las delicias que conforman la traumática previa al momento de alzar las copas y decir: ¡Felicidades!

Las Fiestas, como su nombre lo indica, son celebraciones, pero se distinguen por muy precisas particularidades. Por lo pronto, Las Fiestas ponen al descubierto, a través de los más ínfimos detalles, las diferencias que abrigan muchas familias: si ensalada rusa o si vitel toné; si te paso a buscar o si vamos en remís; si la Navidad con mamá y Año Nuevo con papá; si llamaste a Fulano o si Menganita se acordó de saludarnos. Citas en que la demanda del Otro exacerba la cuerda emocional de los lazos inconscientes. A veces las discusiones comienzan meses antes, como si esas dos o tres horas de celebración coronaran la posición que cada sujeto adopta frente a su núcleo familiar y amical.

Por cierto, la Navidad reviste un carácter más íntimo y familiar, y Año Nuevo es más expansivo y desbordante. Pero ambas Fiestas cargan con el balance –explícito o implícito– de todo un año. Es como si las cosas cobraran un valor absoluto. La clínica atestigua los sinsabores y amarguras que esas escasas horas arrastran consigo: desde disimulados desplantes hasta feroces discusiones donde la política, o cualquier otro tema, sirve de pretexto para enrostrar al otro su forma de ser, su pasado, lo que cumplió o dejó de cumplir. El malestar se abre también al ámbito de lo público: accidentes, incendios, heridos por fuegos artificiales y hasta saqueos llegan a formar parte del cambio de año.

El Año Nuevo nos ubica ante nuestra esencial finitud: crece la angustia mientras el reloj marca que un ciclo ha terminado y que –en el mejor de los casos– aún quedan cosas por hacer. Aspecto que la sexualidad navideña ilustra con el nacimiento del Niño que, tal como sucede en el puerperio, no conforma a nadie, por lo menos hasta el año (y el Niño) que viene.

Freud, en su texto “Un cuento de Navidad” (comunicación a W. Fliess, 1896), formula: “Mi opinión es que dentro de la vida sexual tiene que existir una fuente independiente de desprendimiento de displacer”, esto es: más allá de toda injerencia causal y puntual, algo no anda. Muchos años después, Lacan traduce el mismo desencuentro esencial cuando postula la No Relación Sexual. Aquí encontramos el quid que sostiene a la institución de la fiesta, cualquiera sea el motivo que la anime: toda fiesta celebra a la vez un duelo y un pacto. El primero es por algo perdido: los que no están, lo que no se logró. Y el pacto es un nuevo arreglo con la divinidad, sea Dios, la vida, la contingencia, el estado de cosas, lo irremediable, lo imposible, etcétera. Entonces, es probable que Las Fiestas actualicen esa mirada que atestigua nuestra frágil y contingente condición existencial. La respuesta que cada sujeto adopta ante esta falta constitutiva traza un arco que va desde quien construye con lo que hay hasta quien –sumido en la queja o el resentimiento– predica acerca de cómo tendrían que haber sido las cosas “en este año de mierda que pasó”: ¿vitel toné o ensalada rusa?

* Psicoanalista. Hospital Alvarez.

martes, 18 de diciembre de 2018

🎅El malestar navideño🎅


Por Lucas Vazquez Topssian.
Normalmente se habla de las fiestas de fin de año como un momento de balances, en donde cada quien tiene la posibilidad de mirarse y hacer un raconto del año que termina. ¿Pero es esto lo único que se juega en esta fecha tan particular? Sabemos que las fiestas traen a los consultorios un incremento en las consultas y del sufrimiento de los pacientes. Desde el fenómeno, lo que se muestra, podemos dar cuenta de una auténtica locura colectiva de fin de año.  

El derecho dice que las relaciones familiares los da "la naturaleza" (la sangre) o la ley (la alianza o la afinidad). La cultura regula los lazos familiares con la idea de parentesco, ya sea este por consanguinidad y parentesco por afinidad. Incluso, se habla de parentesco adoptivo. Esta institución del parentezco descansa sobre paradigma de la prohibición del incesto. La expresión común de la regla de la prohibición del incesto implica que es la función paterna el agente efectivo de la castración, en tanto impone un límite fundamental a un goce que debe permanecer prohibido. Tomada así, se trata del lado negativo de la ley, en tanto el padre prohibe al hijo "No te acostarás con tu madre" y a la madre "No reintegrarás el producto". Lo que pocas veces se menciona es la parte positiva de la ley, que tiene el acento en el aspecto de la donación. Lévi-Strauss, en la introducción de Estructuras elementales del parentesco sostuvo que la regla de prohibición del incesto no es tanto la prohibición de casarse con la madre, la hermana o la hija, sino poder dar a otros a esas mujeres. La parte positiva de la ley de la prohibición del incesto, entonces, quiere decir que si un padre dona su hija a otro hombre, esta es la castración para el padre. De esta manera, las mujeres circulan entre los clanes, creando nuevas alianzas. Este intercambio, justamente, es el que constituye el entretejido social: cada vez que un padre entrega a su hija, gana un yerno. Entonces, una de las formas de la castración es el pacto. Sabemos que pacto y corte en hebreo se expresan con la misma palabra. De hecho, un pacto funciona porque ambas partes pierden algo. 

¿Festejamos en la casa de mis padres o en la de los tuyos? La Navidad, quitándole las connotaciones religiosas, resulta una de las fiestas más obligadas para pasarla en familia. Y acá esta el principal problema: si la sociedad es un entretejido formado por el intercambio entre los clanes, la Navidad implica temporalmente poner en cuestión estas alianzas y por ende, los puntos que unen el tejido. Hilos que se tensan, hilos que se aflojan, hilos que se rompen.... Lo que parecía unido comienza a resquebrajarse ante el imperativo de "juntarse en familia" y cada quién deberá por una noche, decidir de qué lado de la grieta saltar: ¿lo festejo con mis padres como hija o lo festejo con mi pareja como novia? Es casi imposible poder festejar con todos, hay que decidir y decidir nunca es sin pérdida. Cuando uno decide, inexorablemente pierde aquello que no decidió. 

Esta notoria pero temporal escisión de la sociedad da lugar a todos los fenómenos que podemos ubicar en los consultorios por estas épocas: actings varios (al estilo invitados indeseados sorpresa a la fiesta, ausencias y desplantes), pasajes al acto (peleas y otros más graves como el suicidio), angustia, culpas, resurgimiento de viejos conflictos, problemas relacionados con el consumo de sustancias y la comida, sufrimiento por desarraigo, celos, etc. 

Pero no todo tiene por qué terminar en tragedia. El abordaje del conflicto también abre a la posibilidad de la negociación (neg-ocio, negación del goce). Las nuevas tecnologías permiten franquear las distancias, la organización de la reunión para días anteriores o posteriores al 24 también resultan muchas veces en una transacción suficientemente exitosa para ambas partes. Y en tanto para los profesionales del consultorio, la propuesta sigue siendo la de siempre: pasar del malestar al síntoma y del síntoma a la tramitación de la satisfacción que éste conlleva. ¡Salud para todos!🎄🎅