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viernes, 25 de julio de 2025

Fobias en las psicosis: cuando el miedo sostiene una defensa frente al Otro

 Por Lucas Vázquez Topssian

La fobia ha sido pensada clásicamente como una formación neurótica: un síntoma que condensa el deseo y el peligro, organizando la angustia alrededor de un objeto fobígeno que permite cierto control sobre lo intolerable. Sin embargo, en la clínica psicoanalítica también encontramos fenómenos fóbicos en las estructuras psicóticas, y su lógica difiere notablemente de la neurosis. En lugar de representar un sustituto de lo reprimido, en la psicosis la fobia puede operar como un recurso defensivo frente a un Otro sin mediación simbólica.

En la neurosis, el objeto fóbico —como el célebre caballo del pequeño Hans— toma el lugar de un significante paterno reprimido. Mediante la fobia, se sostiene una distancia con aquello que causa angustia, pero dentro de un marco simbólico organizado por la metáfora paterna. El objeto fóbico tiene así un valor representacional, es decir, se inscribe en una cadena de sustituciones significantes.

Pero en la psicosis, como planteó Lacan en su Seminario 3, no hay represión sino forclusión: el significante del Nombre-del-Padre no ha sido inscrito en el campo del Otro. El resultado es un desencadenamiento que pone al sujeto ante un goce intrusivo, invasivo, sin ley ni mediación. En este contexto, la aparición de una fobia puede cumplir una función crucial: no como sustituto, sino como suplencia precaria, como borde simbólico que introduce un límite al empuje del goce del Otro.

En algunos casos psicóticos, el objeto fóbico permite sostener una separación con el campo del Otro, funcionando como un “pararrayos” frente a la irrupción del real. No se trata de un objeto que remita a una cadena de significantes, sino de un punto de tope, de anclaje topológico. Su función es menos representacional que estructurante.

Desde esta perspectiva, la fobia en la psicosis no debe interpretarse ni “hacer hablar”, como en la clínica neurótica. Por el contrario, muchas veces conviene respetar su función estabilizadora, sostener su valor defensivo, y evitar intervenciones que desarmen lo poco que anuda. Tal como han desarrollado autores como Maleval o Soler, el trabajo analítico con psicosis debe orientarse a favorecer invenciones suplementarias que permitan mantener cierta estabilidad subjetiva frente a un real sin bordes.

La fobia, entonces, en tanto fenómeno clínico, no se agota en el campo de la neurosis. Cuando aparece en la psicosis, lejos de ser un síntoma a tratar directamente, puede ser la forma singular que el sujeto ha encontrado para sostener una distancia mínima y vital con un Otro que amenaza con volverse absoluto. Y en esa función, el miedo —tan temido— puede volverse, paradójicamente, un aliado del sujeto.

martes, 9 de julio de 2024

Insatisfacción, imposibilidad y prevención: los modos de defenderse del deseo en las neurosis

No es azaroso que el psicoanálisis haya comenzado a partir de la escucha de la neurosis histérica. Puntualmente porque, y era notorio en la época de Freud, es el sujeto histérico quien puso en juego, sobre el tapete la división del sujeto, el no saber que le era correlativo y cierta dimensión del síntoma que se asocia a lo corporal, pero que no responde a una etiología orgánica, o sea médica.

O sea que vía ese síntoma el sujeto histérico puso en juego un cuerpo de otra índole, uno erogeneizado, de deseo, marcado por la dialéctica de la demanda.

A partir de allí Freud pudo situar cierta palabra que está amordazada en el síntoma neurótico, definición que vale no solo para el síntoma histérico, sino también para la obsesión e incluso para la fobia. En esta entrada nos proponemos interrogar ciertos modos defensivos del deseo, o sea, ciertas modalidades fantasmáticas del deseo en las neurosis, en la medida en que el síntoma aludido está sobredeterminado por el fantasma.

La insatisfacción histérica
En el caso de la neurosis histérica, se trata de un deseo asociado a la dimensión de una insatisfacción: es una deseo insatisfecho. Hablamos de una insatisfacción de la cual el sujeto se queja y sobre la cual elabora toda una serie de acciones y argumentos. Esta insatisfacción puede dominar gran parte de la vida del sujeto histérico, y comandarla.

Pero el carácter defensivo, fantasmático, de esta insatisfacción implica que en realidad se trata de una respuesta neurótica a la imposibilidad que es inherente al deseo mismo. Sería como afirmar que el sujeto asume, promueve esa insatisfacción como modo de mantenerse a resguardo de la castración del Otro.

La insatisfacción histérica entonces es solidaria de la distancia que hay entre la histeria y la femineidad, es una trampa que esconde la discrepancia entre ser deseado y ser deseante.

La imposibilidad obsesiva.

Continuando con la interrogación respecto de los modos de defensivos del deseo en las neurosis, consisten en modalidades. Hay que considerar, siempre, que el deseo conlleva la posición del sujeto en una escena, y ello en la medida en la cual el deseo no se dirige a un objeto predeterminado, o uno que fuese una cosa del mundo.

Entonces, el objeto es en realidad una posición de objeto, del propio sujeto. Decimos que el deseo implica una posición del sujeto en una escena en la cual toma lugar como deseante del deseo del Otro. Y si hablamos de escena, hablamos del fantasma.

En el caso de la neurosis obsesiva, ese modo defensivo, fantasmático del deseo cobra la forma de un deseo imposible.

Tomado allí, el sujeto obsesivo está dominado por una serie de imposibilidades que le dificultan la existencia, que le impiden avanzar en determinada dirección, sea esto en el campo del trabajo, de sus estudios, en su vida amorosa. Lo enmarañan o enredan no permitiéndole llevar incluso a cabo una serie de acciones en las cuales quien lo sufre dice estar comprometido, y decidido a llevarlas adelante.

Sin embargo, así como el deseo insatisfecho en la histeria defiende contra la insatisfacción estructural del deseo; el deseo imposible del obsesivo, en el sentido fantasmático del término, no es otra cosa más que el velo de una impotencia.

Allí, donde el obsesivo denuncia una imposibilidad, lo que la escucha analítica puede situar es una posición de impotencia que es la consecuencia de una evitación. No es poco habitual que el correlato de esta imposibilidad protestada sea el impedimento, que es la situación por la cual el obsesivo cae en la trampa narcisista como modo de cortocircuitar el vínculo del deseo con la castración.

Otra coyuntura clínica donde esto se plasma es la postergación del acto en favor de la duda. Allí la vacilación propia de la duda instala una alternancia que resguarda de lo real. Por ello el obsesivo “prefiere” la duda, porque ella arranca a la angustia su certeza.

La prevención fóbica
Se plantearon ciertas discusiones en la historia del psicoanálisis respecto de si considerar a la fobia como una neurosis más; o situarla, como lo hace Lacan hacia el final de su enseñanza, como una especie de placa giratoria que constituye un momento determinado en la configuración de la neurosis en el sujeto.

Si la tomáramos por este último sentido, como placa giratoria deriva entonces eventualmente hacia una neurosis histérica o una neurosis obsesiva.

Pareciera ser, en el caso de Freud, que se sitúa entre las otras neurosis, llegando incluso a llamarla, por momentos, histeria de angustia para diferenciarla de la histeria de conversión o histeria propiamente dicha, podríamos decir. Esta oposición, de algún modo inicial de Freud, conlleva distintos modos de pensar el destino del montante de afecto que se desconecta de la representación, vía represión.

No es importante que tomemos posición respecto de esta discrepancia, acerca de si entra en la serie de las otras neurosis o no. Más allá de eso podemos situar que, al igual que en la neurosis histérica y en la neurosis obsesiva, encontramos en la fobia una modalidad preventiva, fantasmática del deseo, que defiende al sujeto del peligro que ese componente económico del deseo del Otro conlleva.

La modalidad particular que toma este deseo defensivo en la fobia es la de la prevención. El deseo prevenido funciona de resguardo o parapeto que le evita al sujeto ese encuentro complejo con el deseo del Otro. Por ello las fobias no son un síntoma poco común en la infancia, momento de la configuración de ese plafond a través del cual el sujeto se aloja como deseante del deseo del Otro.

Pero en este caso, el modo defensivo tiene un costo significativo. Dado que se trata de evitar, el sujeto elabora toda una serie de estrategias en orden a mantenerse a distancia, lo que conlleva una progresiva restricción que, en muchas oportunidades, puede concluir en el aislamiento.

miércoles, 29 de marzo de 2023

"Furor Curandis": ¿Por qué no hay que apresurarse a resolver los síntomas?

El término "furor curandis" se refiere al impulso o la pasión por curar a los demás. Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, discutió sobre este fenómeno en su ensayo "El médico y sus deberes sociales" (1912).

Freud argumentó que el deseo de curar a los demás puede ser impulsado tanto por motivaciones altruistas como egoístas. Por un lado, el médico puede sentir una profunda empatía y compasión por el sufrimiento de sus pacientes, lo que lo lleva a buscar formas de aliviar su dolor y curar sus enfermedades. Por otro lado, el médico también puede sentir un deseo de poder y control al tratar con los pacientes y su enfermedad, lo que puede llevarlo a comportarse de manera autoritaria y arrogante.

Freud advirtió que el "furor curandis" puede llevar a un exceso de tratamiento y una intervención innecesaria. También señaló que el médico debe tener en cuenta sus propias limitaciones y no tratar de curar todo lo que se presenta ante él.

Normalmente, aprendemos que si un psicoanalista está afectado por el "furor curandis", es decir, si está demasiado obsesionado con curar a sus pacientes y siente un deseo excesivo de controlar su proceso de tratamiento, puede haber consecuencias negativas para el paciente. Algunas de estas consecuencias pueden incluir:

Presión para avanzar demasiado rápido: Si el psicoanalista está obsesionado con curar a sus pacientes, es posible que presione al paciente para avanzar demasiado rápido en su proceso de tratamiento, lo que puede ser abrumador y contraproducente para el paciente.

Intervenciones excesivas: Si el psicoanalista está demasiado preocupado por curar al paciente, puede intervenir excesivamente en su proceso de tratamiento, lo que puede ser contraproducente para el paciente y dificultar el trabajo del psicoanalista.

Falta de empatía: Si el psicoanalista está demasiado obsesionado con curar al paciente, puede perder de vista la necesidad de empatía y comprensión en su relación con el paciente. Esto puede resultar en una relación fría y distante que no permita que el paciente se sienta escuchado y comprendido.

Imposición de su propia agenda: Si el psicoanalista está demasiado obsesionado con curar al paciente, puede imponer su propia agenda y expectativas en el proceso de tratamiento, lo que puede hacer que el paciente se sienta presionado y sin poder de decisión.

En general, si el psicoanalista está afectado por el "furor curandis", es posible que su trabajo se vea afectado negativamente y que el paciente no obtenga los beneficios que debería del proceso de tratamiento. Por lo tanto, es importante que el psicoanalista esté consciente de sus propias motivaciones y de cómo estas pueden afectar a su relación con el paciente.

Un caso

La paciente a la que llamaremos Érica consulta vía su obra social. A la primera entrevista llega 40 minutos tarde, pero el analista decide recibirla igualmente. En la entrevista, Érica consulta por un síntoma fóbico: teme manejar en la calle. Ella sacó el carnet de conducir hace 6 años y al salir a manejar por primera vez sentía que los autos se le venían encima, que la iban a chocar. Para sacar aquel carnet, tuvo que hacer el práctico dos veces y pagar unas clases de manejo. Dos cosas de esa primera entrevista parecieron extrañas: la primera, es que ella refiere a que su hijo es "paciencioso"; la segunda, es que al pedido de puntualidad para la próxima sesión, la paciente dice "Yo siempre llego tarde a todos lados".

A la segunda sesión, concurre nuevamente media hora tarde. El analista le pregunta por ello, en lugar de abordar el síntoma que la paciente trajo en la primera sesión. Erica responde que desde que nacieron sus hijos, "no corro por nadie, porque no me reconocen". Cuando se indaga sobre esto, la paciente relata una historia. Resulta que ella trabajó como empleada doméstica en la modalidad conocida como cama adentro durante 10 años asistiendo a una señora adinerada, que según ella tenía 100 pares de zapatos. Producto de su embarazo, se tomó una licencia y posteriormente renunció. Meses después, la señora desmejoró de salud y finalmente falleció. La familia repartió las pertenencias personales de la señora con los cuidadores de ese entonces y a Erica le indignó que no la hubieran llamado para aquel reparto, que cuando le avisaron del fallecimiento "había quedado lo peor".

Llegaste tarde - le dice el analista.

Continúa diciendo que desde entonces, empezó a llegar tarde a todos lados. "Sé que llegar tarde es una falta de respeto, lo sé pero no".

La impuntualidad como "epifenómeno" puede deberse a diversas causas, que pueden variar desde factores externos hasta motivos internos del individuo. Algunas de las posibles causas de la impuntualidad son las siguientes:

Problemas de organización: A veces la impuntualidad se debe a problemas de organización personal, como falta de planificación del tiempo, dificultades para establecer prioridades o una agenda demasiado apretada.

Falta de respeto hacia el tiempo de los demás: En algunos casos, la impuntualidad puede deberse a una falta de consideración hacia el tiempo de los demás, lo que puede ser visto como una falta de respeto.

Falta de disciplina: La impuntualidad puede ser un signo de falta de disciplina personal y de compromiso con los acuerdos establecidos.

Problemas de autoestima: En algunos casos, la impuntualidad puede ser un signo de problemas de autoestima, en los que la persona se siente insegura o teme ser rechazada, lo que le lleva a retrasarse y evitar el contacto con los demás. Iría más del lado de la inhibición, en respuesta a la angustia.

Ansiedad o estrés: La ansiedad y el estrés pueden hacer que una persona se distraiga y pierda la noción del tiempo, lo que puede contribuir a la impuntualidad.

Falta de motivación: Si una persona no está motivada para cumplir con sus compromisos, es posible que tienda a retrasarse y posponer las tareas que tiene que hacer.

Dificultades para establecer límites: En algunos casos, la impuntualidad puede ser un signo de dificultades para establecer límites, lo que lleva a la persona a comprometerse con demasiadas cosas y no ser capaz de cumplir con todas ellas a tiempo.

En general, la impuntualidad puede deberse a una variedad de factores, y para abordarla es importante identificar la causa subyacente y buscar formas de solucionar el problema.

En este caso, la impuntualidad toma la forma de una agresión al otro, acompañada por la frase adversativa "Sé que que es una falta de respeto, pero..." muy propia de las posiciones perversas.

En la tercera sesión, la paciente vuelve a llegar media hora tarde. Cuando el analista le baja a abrir, descubre a la paciente peleándose con la encargada del edificio. Érica había tratado de entrar y ante la negativa de la encargada, se puso a patear la puerta. "Va al choque", piensa el analista. El analista le dice que bajo estas condiciones no podrá seguir tratándola, suspendiendo el tratamiento.

Mucho puede conjeturarse acerca de este caso: ¿Era una paciente en acting-out? ¿Una posición perversa? ¿O una estructura psicótica, teniendo en cuenta el neologismo de la primera sesión? También el analista podría haber insistido en alojarla. El asunto acá es el tema del síntoma: ¿Qué lugar tiene eso que la limita a manejar, el temor a que la choquen? Porque lo que se descubre en todo lo que dijo, es que ella se maneja como quiere (en el trabajo, con la gente) y choca con todos.

Para Lacan, el síntoma es un "Nombre-del-padre" en su obra "El Seminario, Libro 3: Las psicosis". Esta idea se deriva de la teoría psicoanalítica de la estructura de la personalidad, que sostiene que el desarrollo psicológico humano se basa en la identificación con los padres y las figuras de autoridad.

Según Lacan, el síntoma es una formación psíquica que surge en el individuo como resultado de su relación con el lenguaje y la cultura. El síntoma actúa como un mensaje simbólico que transmite algo acerca del sujeto y su relación con la realidad.

Lacan argumenta que el "Nombre-del-padre" es un concepto clave en la teoría psicoanalítica porque es la ley simbólica que da forma a la identidad del sujeto en la cultura y el lenguaje. El "Nombre-del-padre" es la figura de autoridad que encarna la ley y el orden en la sociedad, y es a través de la identificación con esta figura que el sujeto adquiere un sentido de identidad y propósito.

En este sentido, el síntoma puede ser considerado como un "Nombre-del-padre" porque representa la presencia de la ley simbólica en la psique del individuo. El síntoma es una formación simbólica que actúa como un recordatorio constante de la existencia de la ley y el orden en la cultura, y como tal, puede ser una fuente de estabilidad y sentido para el sujeto.

En resumen, para Lacan, el síntoma es un "Nombre-del-padre" porque representa la presencia de la ley y el orden simbólico en la psique del individuo, y es a través de la identificación con esta ley que el sujeto adquiere una sensación de identidad y propósito, lo mismo que delimitar espacios.

En este caso, se ve muy bien el síntoma en estas coordenadas. No es recomendable apresurarse a levantarlo sin cerciorarse de la función que cumple para la estructura.

lunes, 20 de marzo de 2023

La inhibición y sus dos caras

La inhibición es definida por S. Freud desde dos perspectivas:

Es una operación fundante del aparato psíquico: el Yo inhibe montos de energía (pulsional) cuya irrupción causaría un impacto con consecuencias muy perturbadoras y sufrientes para el sujeto.

¿Qué cuadros clínicos se presentan cuando el Yo no puede inhibir el des-borde de las pulsiones?
  • Impulsividad, Agresividad.
  • Acting out y Pasaje al acto.
  • Ataque de pánico.
  • Cutting.
  • Problemáticas alimentarias (Anorexia, Bulimia).
B) La inhibición desde su costado perjudicial para el sujeto: el “Yo inhibido”

Esto ocurre cuando el Yo del sujeto se inmoviliza y se paraliza, como acción de defensa muda contra la angustia.

¿Qué cuadros clínicos se presentan cuando el Yo se paraliza -para defenderse de la angustia- y se inhibe de ejercer sus funciones?

La duda neurótica (sin salida) que, en oportunidades, arrastra al sujeto -como intento de “solución”- a cometer acciones compulsivas para salir de la tortura de la duda.

La fobia, que le ocasiona al sujeto, en el cotidiano vivir, todo tipo de limitaciones en los diferentes espacios de su vida.

Neurosis de carácter, donde el sujeto está inhibido en sus funciones deseantes pero no es consciente de ello y expresa: “Yo soy así”.

Duelos patológicos, que ocurre cuando la libido inhibida por el proceso del duelo no vuelve a resurgir -en un tiempo esperable de elaboración- para investir nuevamente los objetos del mundo.

“Inhibiciones morales”, así denomina S. Freud a los sujetos que renuncian a sus deseos por mandatos del Superyó.

¡¡Importante conclusión clínica!!:

Las inhibiciones producidas por un yo que no puede inhibir los impulsos necesitan un tratamiento psicoterapéutico, porque el sujeto tiene que contar con la castración, operando con eficacia en el cotidiano vivir.

Las inhibiciones producidas por parálisis del yo necesitan de un tratamiento psicoterapéutico, porque sujeto sólo se realiza en el movimiento deseante.

martes, 13 de julio de 2021

Tabúes psicoanalíticos: aspectos de la clínica indicados por Freud pasados por alto.

En entradas anteriores vimos cuáles son las condiciones de analizabilidad, de donde se desprende que hay pacientes más y menos analizables. Ahora, ¿Qué es lo que sucede del lado del analista? Uno de los aspectos que incomodan al gremio son los casos donde según Freud el psicoanálisis no es estrictamente aplicable en su dispositivo clásico. 

Por ejemplo, Freud decía que solucionar una Fobia de tipo grave no basta con análisis y abrir perspectivas. También se debe emplear el Canal Motor y efectuar pequeños ejercicios graduales de tolerar el fenómeno adverso. Freud dice que en estos casos, sin aquello, se girará solo en círculos sin cambios.

Freud también dice que en accidentes inesperados que traumaticen, conviene rectificar la serie de eventos asociados y separar la probabilidad que una "parte" similar del evento no emulará al todo de nuevo.

En cuanto a algunos pacientes muy graves, Freud propuso que el aconsejar es posible de hacer, pero se debe volver a restituir el encuadre lo antes posible, aparte de no ser instructor ni volocarse en "ideal de".

Freud no solo estuvo atento y consciente de su propia contra-transferencia en sesiones, también estaba atento a la contra-transferencia auxiliar de su perro Jofie en algunas sesiones.

Freud aceptó la Terapia Activa de Ferenczi, solamente la autorizaba unicamente a Ferenczi. No confiaba en que otros analistas lo hicieran. Después el mismo Ferenczi en 1925 la descartó y por ende Freud también. Pero Ferenczi la reempezó en 1930 de otras formas que Winnicott y Balint hacen y enseñaron a generaciones.

Freud dijo que si un paciente con su enfermedad sintomática, con ella puede salvar la vida de su familia y terceros que no son autovalentes. Convendrá por ahora no intervenir y por un bien mayor no modificar o hacer sesiones.

Freud aclaró que de ser necesario por falta de recursos en clínicas u hospitales como por tiempo clínico, es importante hacer otras terapias más allá del diván como usar la vieja hipnosis, por ejemplo.

jueves, 18 de marzo de 2021

El síntoma... ¿Es valioso o perjudicial?

La palabra síntoma proviene del griego sýmptoma, en donde :

- SÍN: significa conjuntamente, a la vez, al mismo tiempo, como el caso de sinfonia (conjunto de phonos), sincretismo, sindicato, sintagma...
- El verbo ptein es caída.
- El sufijo ma implica resultado, resultante, acúmulo

Es decir, en el síntoma hay manifestaciones que caen juntas, lo que permite definir un cuadro clínico. Al analista no le importa etiquetar al paciente, sino diagnosticar la estructura, pues no se trata de la misma manera a una persona psicótica, neurótica o perversa. Los perversos no suelen consultar, excepto cuando se les complica su escenario perverso.

El psicoanálisis consideró al síntoma como una formación del inconsciente, al igual que el sueño, los fallidos y lo chistes. 

El sueño elabora los problemas del día, que se han ligado a una historia traumática infantil que al sujeto le costó elaborar. El sueño une los problemas que nos han preocupado durante el día (resto diurno) a donde se dirige el deseo inconsciente, que básicamente es un deseo de reconocimiento del problema, obligando al sujeto a reconocerlo. Aunque podemos ubicar sueños a repetición, no siempre se sueña lo mismo.

El lapsus, donde por ejemplo se dice algo que uno no quería decir, aparece algo que el inconsciente quería decir. También resulta elaborativo o expresivo de un inconsciente del sujeto.

En el chiste, también encontramos algo parecido. El chiste es revolucionario.

El síntoma, sin embargo, es diferente. Lo primero que vemos es que el síntoma no es volátil como las formaciones que vimos recién. El síntoma permanece y tiene una fijeza, una estabilidad.

Para Freud, el síntoma es una transacción que implica una satisfacción secundaria, además del beneficio secundario del síntoma (que no es lo mismo). El beneficio primario que le interesó a Freud es la satisfacción de una tendencia, de una pulsión. A la vez, por satisfacer una moción pulsional que no debiera ser satisfecha, el síntoma cobra un castigo. 

En la neurosis, el síntoma satisface una tendencia edípica, a la vez que cobra un castigo (la molestia por el cual el paciente consulta). Es estable.

Pero, ¿Qué sucede en otras estructuras clínicas? 
Con mucha amplitud, podríamos llamar síntoma al delirio de las psicosis, enfermedades donde se ha roto la trama del sujeto que lo mantenía ligado a la realidad. La realidad depende de la formación del fantasma inconsciente, la que depende de la anotación de la ley de prohibición del incesto. Freud decía que cuando hay un desgarro de la trama psíquica del sujeto, el delirio es un intento de curación. Esto vale para la estructura clínica de la psicosis.

En el caso Schreber -una paranoia- sabemos que él tenía un padre, Moritz Schreber, ortopedista y pediatra que escribió un libro sobre educación infantil que aún se lee en Alemania. El mismo describe aparatos ortopédicos para que el niño esté derecho, como los que vemos a continuación:


Daniel Paul Schreber es el hijo de este padre, que además tuvo otros dos hijos y dos hijas. Uno de los varones se suicidó. A Schreber hijo le tocaba que su apellido se expandiera, puesto a que las hermanas casadas tomaban el apellido de sus maridos.

Schreber vivía con su esposa y su madre. La esposa hacía abortos espontáneos repetidas veces. Los médicos le dijeron a Schreber que era imposible que la mujer siguiera arriesgando su vida, teniendo en cuenta los abortos y la edad que ella tenía, Schreber sabe que no va a poder infinitizar el apellido de su padre. Allí Schreber tiene una hipocondría delirante. En la hipocondría delirante aparecen sensaciones como que los órganos se pudren, se agusanan... Lo atiende el profesor Flechsig, que es tan autoritario como lo era el padre.

La esposa de Schreber estaba tan agradecida con Flechsig, que puso un retrato de él al lado de la cama donde dormían. Schreber, lentamente, empieza a fabricar una idea delirante, es decir, una cadena de pensamientos no sujeta a confirmación. En Schreber aparece una primera sensación física anterior al delirio y a la que Schreber se resiste: la idea de qué hermoso sería ser una mujer en el momento del coito. Schreber se horroriza y empieza a sentir alucinaciones auditivas injuriantes, que tenían que ver con la identidad sexual. Esto es bastante frecuente en estos casos, escuchan voces que les dicen puta y otras cosas por el estilo. 

Schreber se resiste a ser una mujer penetrada, hasta que aparece un delirio -que le lleva años construir y que lo estabiliza-: Dios, con sus nervios divinos, a través de Flechsig va a penetrarlo y lo transformará en una mujer que va a ser madre de una nueva generación de humanos. O sea, Schreber, que no pudo ser padre, va a ser madre de una nueva generación de humanos superiores, siendo los hombres que lo rodean hombrecillos hechos a la ligera. Schreber es internado nuevamente en la clínica de Flechsig por este delirio, hasta que el delirio lo estabiliza. 

Para Schreber, como para cualquier psicótico, el delirio es tan importante que él escribe las Memorias de un enfermo nervioso, sobre las cuales Freud hace el trabajo sobre la paranoia. Freud indica que el delirio es un remiendo en la trama, por lo que no hay que discutirlo. Hasta el síntoma de una paranoia delirante es valioso, como vemos. 

El analista, en estos casos, es el secretario del alienado. Un analista en estos casos no discute el delirio, sino que trata que no lo obture. 

En estos casos en notable la megalomanía. ¿Cuán importante tiene que ser un sujeto para que Dios lo elija como madre de toda la humanidad? Aunque sea algo terrible, es importantísimo. El delirio es también una solución al desgarro narcisista que sobre el cuerpo de este niño había provocado las torturas de ese padre.

Esto que vimos es lo principal para trabajar con estructuras psicóticas. El delirio es una compleja costura a una ruptura de la trama.

Volvamos a la neurosis...
En la neurosis encontramos el mecanismo de la represión y retorno de lo reprimido. Aquí el síntoma también resuelve algo, a un costo muy alto, pero con posibilidad de cura.

En Juanito, un caso de fobia de un niño de 5 años, es hijo de una paciente de Freud y de un padre que concurre a la casa de Freud los días miércoles, donde un grupo de intelectuales vieneses se juntaba a discutir temas de psicoanálisis y cultura.

La madre, con Juanito, tenía algunas conductas tales como llevarlo a la cama, al baño a hacer pis o caca. Dormía en la misma habitación y el niño estaba prendado en lo que Freud llamó perversión polimorfa, una posición normal donde el hijo goza de la cercanía a la madre. 

Hoy sabemos que Juanito era Herbert Graff, hijo de Max Graff. El padre le decía a la madre que sacara al niño de la cama, pero ella no lo hacía. En cierto momento, Juanito descubre el placer de tocarse el pene. La madre, que le permitía hacer de todo, de pronto se pone en contra del niño y le dice que eso es una porquería. Es decir, cuando Juanito quiere tener una satisfacción propia, es censurado. Los padres le ponen un pijama cerrado para que el niño no pudiera masturbarse.

A la vez que le prohíben la masturbación, la madre queda embarazada de Hanna. Cuando la niña nace, Juanito pasa a su habitación. Ante esto, Juanito responde con angustia. Sueña que se va lejos y no puede hacer mimitos con la mamá. 

Así como el síntoma es estable en el tiempo, la angustia es insoportable y requiere una solución. En Inhibición, síntoma y angustia, Freud comenta que la angustia precede a una solución (en Juanito resolver la cuestión del cuerpo a cuerpo con la madre) o a una formación de síntoma, que estabiliza a la angustia. 

Para entender hoy el síntoma del caso Juanito, tenemos que situar que en esa época la locomoción era principalmente con caballos y que había muchos de ellos. Él pasaba sus vacaciones en un campo con caballos. Juanito empieza a decir que teme que un caballo lo muerda. Él había visto en aquel campo a un caballo mordiendo a una niña.

Las fobias a los inimales, muy común en la infancia, suelen ser a un animal que puede morder, pinchar, picar o pueden tragar. El caballo le brinda una causa a su malestar, lo cual nos enseña que un síntoma otorga una dirección causal al sufrimiento. (Juanito dice Wegen des Pferdes, "a causa del caballo)

Es interesante ver todas las operaciones que le permiten elegir a la figura del caballo. Él teme quedarse dormido en un carruaje que lo lleve a cualquier lado. En ese momento de la fobia, el caballo representa a la madre voraz que se lo puede comer, que el caballo lo puede llevar a cualquier lado así como se encuentra a merced del capricho de su madre que lo lleva y lo trae. 

¿Para qué le sirve la fobia a Juanito? Para poner afuera de su casa -el caballo voraz- como representante de su madre. Juanito se interesa por el wiwimacher y cuando le pregunta a la madre si tiene, ella le dice que sí. Ahí el tiene el sueño de la jirafa arrugada, que es un inicio de solución.

El padre de Juanito se encarga de "analizarlo", con la dirección de Freud. El padre comienza a poner en ruta a Juanito sobre estas transformaciones del caballo. En una ocasión, Freud le indica a los padres que le informen a Juanito sobre la diferencia sexual. Ellos no lo hacen. También tardan muchísimo en decirle que los niños se hacen en el vientre de la madre. Juanito se rompe la cabeza con esas preguntas.

En una única ocasión, Juanito habla con Freud y él le pregunta qué teme tanto del caballo. Él responde que teme a algo negro que tiene en la boca y que teme a las anteojeras que tiene el caballo, para que miren hacia adelante. Freud le responde que lo que él ve en el caballo son los bigotes y los anteojos del padre. Es Freud que hace virar el caballo que representaba a la madre hacia al padre. A la salida de esa sesión, Juanito le pregunta al padre si Freud habla con el buen Dios, suponiéndole un saber. Por la maniobra analítica, el padre pasa a estar representado en el caballo. Esto le permite a Juanito tener el sueño de la jirafa arrugada: él dibujaba la jirafa con wiwimacher y hacía on bollo sobre la jirafa de papel y se sienta encima, cominando por fin a la jirafa. La intervención de Freud hace a alguien representado en el caballo.

En las fobias infantiles, el niño pasa de ser un juguete del capricho de la madre a ser alguien que puede llevar el nombre de su padre.

En algún momento, empieza a aflojar la fobia de Juanito al caballo. Para Lacan, la fobia infantil es una plataforma giratoria entre la perversión polimorfa infantil y la entrada en la neurosis. Gracias al síntoma, el niño salió de la perversión polimorfa (estructural, pero que puede desencadenar en una estructura psicótica)  a pasar a la neurosis.

¿De dónde sacó Lacan lo de la plataforma giratoria? El padre de Juanito era músico y Juanito , luego de resolver la fobia al caballo, se fue a vivir con el padre. Juanito se dedicó a ser réggiseur de ópera: un director global de escena. Coordina la música, el canto, el vestuario, el escenario. Juanito introduce la plataforma giratoria y Lacan lo toma de ahí. Con la plataforma giratoria, el escenario gira y se pasa de una escena a la otra. Herbert Graff es un nombre en la historia de la ópera que introdujo la plataforma giratoria.

Evidentemente, Lacan tomó este acto inventivo de Juanito para decir que la fobia fue su plataforma giratoria para ingresar en la neurosis. ¿Qué quedó de esa fobia en Juanito? Juanito le preguntaba al padre por qué era suyo. 

En las fobias infantiles es particularmente transparente el uso valioso del síntoma. De lo que se trata es de no hacer lo que hacen las psicoterapias, como las cognitivas conductuales, gestálticas y breves, que tratan de desensibilizar y eliminar el síntoma. El psicoanálisis considera al síntoma como material precioso. Lo que el psicoanálisis hace es dejar hablar al síntoma para entender para qué le sirvió al sujeto, para remendar qué falla en su estructura.

En la neurosis se puede dejar de sufrir por el síntoma y hacer una mejor resolución del problema que llevó a recurrir a un síntoma

Cuando un análisis termina, empieza a darse cuenta que uno mismo vela por uno, que no hay buen Dios. Mientras tanto, el síntoma es de gran utilidad. Al síntoma no hay que dejarlo para que el sujeto sufra, pero tampoco se lo puede abolir con una intervención brutal.

Fuente: Silvia Amigo, notas de laconferencia dictada el 3/11/20, titulada "El síntoma ¿valioso o perjudicial?"

martes, 9 de marzo de 2021

El fetiche

El fetichismo constituye una oportunidad excepcional para examinar una serie de problemas centrales de la teoría psicoanalítica que trasciende la importancia de esta perversión.

En “Tres ensayos para una teoría sexual” Freud diferencia entre condición fetichista y fetichismo. La condición fetichista es el requisito que debe cumplir el objeto sexual a fin de que tenga ese carácter para el sujeto, para que pueda devenir en un objeto de su deseo. Esto nos señala ya que el objeto sexual no es de por sí, por su simple naturaleza, sino en la medida en que posea determinados atributos que sean significativos para ese individuo en particular. Se trata entonces de examinar cuáles son las circunstancias, pero sobre todo los mecanismos que conducen a que un rasgo se convierta en condición de amor.

Tenemos entonces que en la ”condición fetichista”, se conserva lo que se le llama el fin sexual normal: el acoplamiento de los genitales en el acto conocido como copulación. El punto de contacto del fetichismo con lo normal está provisto por la esencial sobre valoración psicológica del objeto sexual que inevitablemente se extiende a todo lo que está asociado con él. Con lo de inevitablemente se está indicando que no se trata de algo ocasional, sino que es una forma esencial del funcionamiento psíquico: el fenómeno del desplazamiento, del valor o del interés que se produce con todo lo que asociativamente esté ligado con aquello que significativo para el sujeto, desplazamiento que no se produce solamente con el objeto de deseo sino también con lo displacentero, como el caso de las fobias lo ilustra suficientemente.

Pero el punto a destacar en el caso de la “condición fetichista” o del amor normal es que el desplazamiento no tiene carácter defensivo: no por ser estimulante el rasgo que ha devenido en “condición” el sujeto deja de estar estimulado por el genital. El fin sexual normal se conserva, la copulación no es evitada. Se podría decir que se “extiende”, o sea, abarca nuevas áreas. Este desplazamiento no sólo es un fenómeno al servicio de la defensa sino algo que caracteriza al funcionamiento psíquico, cantó al proceso primario; en el que hay desplazamiento de cargas, como el proceso secundario en que el desplazamiento es de pequeñas cargas, pero desplazamiento al fin.

A diferencia de este tipo de desplazamiento, en el caso del fetichismo se produce un fenómeno muy singular: el fetiche se separa de una persona en particular y deviene el sólo objeto sexual. El fetiche está entonces en una relación inversa con respecto al genital: si uno es estimulado entonces no el otro. El fetiche es excitante, sobrevalorado, en reemplazo del genital.

Que el genital pasé a ser indiferente para la conciencia del sujeto, o que le inspira horror no es lo esencial, sino que se ha sustituido. La noción del sustituto que aparece así el juego en el caso del fetiche lejos de ser privativa de esta anomalía, es capital en toda la psicopatología freudiana: el síntoma histérico es sustituto de otra cosa que permanece por fuera de la conciencia, igual con la fobia, con la obsesión , con el recuerdo encubridor, con el contenido manifiesto del sueño en vez del contenido latente. En todos estos casos el sustituto permite que algo no se ha sabido por el sujeto: función defensiva de desconocimiento.

Volviendo al fetichismo tras la digresión que intentaba señalar que su conceptualización es en la obra freudiana el resultado de la aplicación del modelo psicopatologico básico. El fetiche cumple la finalidad de evitar el desarrollo de angustia. En una nota agregada por Freud el 1915 dice: el psicoanálisis ha demostrado que el fenómeno puede ser también accidentalmente determinado por la currencia de una temprana disuasión de la actividad sexual debido al temor, que puede apartar al sujeto delfín sexual normal y alentarlo a buscar un sustituto para el mismo.

Pero la evitación del desarrollo de angustia mediante el uso del fetiche no es totalmente equiparable a la evitación fóbica, como por ejemplo el adolescente que se masturba por temor a iniciar el contacto con el objeto sexual, pero que lo hace con la conservación de la imagen y del deseo de ese objeto sexual. La foto del desnudo que puede actuar como estímulo en la masturbación, aún cuando se disponga a total voluntad, como también sucede con el fetiche. Se diferencia sin embargo claramente de éste: el fetichista ha hecho una modificación en el objeto de su deseo, gracias a que algo está sobrevalorado, el genital deja de estarlo.

En un artículo de Freud de 1927 sobre el fetichismo, menciona qué el fetiche es el sustituto del pene de la madre. En este artículo propone que el propósito del fetiche es permitir la renegación de la castración, es la prueba del triunfo sobre ella. El fetiche, sustituto del pene materno permite seguir creyendo que aquel existe y por lo tanto que la castración no es una eventualidad que pueda ocurrirle al sujeto.

Por ejemplo, el chico espiando desde abajo el genital femenino en el momento en que la mujer se desnuda elige como fetiche al pie, la ropa interior, el vello púbico, porque ahí se “cristaliza” el último momento en que la mujer podía ser considerada como falica. Se ha producido entonces un desplazamiento del falo prejuzgado como existente hacia algo que está contigo témporo-espacialmente. Por el desplazamiento no es en sí lo que crea el fetiche, sólo relaciona el falo con lo consigo. Se requerirá por lo menos una operación adicional para que lo contigo devenga en fetiche: el mecanismo de la renegación.

lunes, 14 de septiembre de 2020

La neurosis fóbica

Hoy continuaremos con el ordenamiento de la psicopatología freudiana. En la entrada anterior habíamos trabajado la neurosis histérica y hoy veremos la neurosis fóbica. Hay un  caso emblemático en Freud, el Pequeño Hans, de donse de desprende una gran cantidad de aspectos teóricos.

La organización de la teoría de la neurosis fóbica es una organización extraída del caso Juanito y las observaciones de la ontogénesis del aparato psíquico y el complejo de Edipo. Freud no tiene un capítulo donde describa la teoría de la neurosis fóbica, ni de la histeria, sino observaciones.

Como toda neurosis, la neurosis fóbica tiene naufragio relativo del complejo de Edipo. El naufragio se ha realizado, pero con una gran cantidad de fijaciones, que es lo que define a una neurosis. Las fijaciones, en este caso, son al complejo de castración y fijaciones a la madre fálica.

El historial emblemático es el caso de un niño pequeño, Juanito. Este caso tiene una cierta dificultad o característica, que es que Juanito está en tránsito del complejo de Edipo. De todas maneras, es un historial valiosísimo y es muy importante para construir una teoría de la neurosis fóbica.

Juanito desarrolla una fobia al caballo. Es notable que Juanito le teme al caballo porque teme que éste lo muerda. Freud interpreta que teme que el caballo lo muerda como símbolo de la castración, porque ha transferido sobre el caballo la imago del papá. Ha transferido sobre las correas del bosal del caballo el bigote del padre. Además, ha transferido el deseo vengativo de que el padre se muera, al ver un día un caballo que cayó en un ataque. Entonces, no solo desea que el papá se muera, sino que por este deseo, teme la venganza de que el papá lo ataque, lo muerda, lo castre. 

Es bastante evidente en el historial que Juanito es un heterosexual enamoradizo y que ama tiernamente a su mamá y está acostumbrado a ir a la cama con ella para mimarse. A los 5-6 años le llega la edad del complejo de Edipo y es muy claro el amor incestuoso a su mamá y la relación hetrosexual de objeto. Él es muy enamoradizo con las nenas. Este sería el edipo directo, pero en el temor al caballo hay otra corriente que es muy interesante: no solo lo teme por lo anterior, sino que teme a los caballos que tiran carretas, es decir, los caballos con carga. Esa carga es temible porque asocia a la mamá cargada, embarazada. Juanito ha transitado el nacimiento de su hermanita y por lo tanto ha podido percibir, intuir a su mamá cargada, embarazada. También tiene miedo a caerse en la bañadera, a quedar encerrado. Por lo cual, este historial invita a reflexionar es que Juanito tiene dos miedos: castración, en cuanto al Edipo directo, pero en cuanto al objeto de amor tiene miedo a quedar encerrado.

Freud marca el temor al encierro, confluyendo en el temor al caballo y este este uno determinantes de la fobia, donde es claro que el neurótico fóbico tiene miedo a quedar encerrado. El fóbico es evitativo del contacto, del compromiso, como podría ser el caso en la película Novia Fugitiva:

Casi todas las mujeres se quejan de los novios fugitivos, de la fobia masculina al compromiso. En la fobia hay una contradicción: quiero al objeto, pero quiero ser libre. "Juntémonos, pero dame aire", pide el fóbico, que como neurótico aspira a una relación imposible.

La madre de Juanito sostuvo ante él que ella tenía un gran hace-pipí (wiwimacher). La mamá embarazada puede ser vista, sentida o fantasada como una mamá fálica. La neurosis fóbica tiene fijaciones al complejo de Edipo heterosexual, pero tiene arrastre a fijaciones a la madre fálica, que hace que sobre todo en el caso de los varones hagan un intento de restitución de la unión con la madre fálica, que significa un encerramiento especular con esta madre fálica. Este encerramiento, en principio idílico, termina siendo espantoso, porque ese somos lo mismo activa fantasías de desidentificación e ideas de fuga.

La muralla fóbica es la extensión de la fobia original, por ejemplo, una fobia que empieza siendo al caballo de la plaza y luego se extiende a todos los caballos. Se contamina la fobia.

Un chico consulta porque consigue chicas que tienen todos los atributos, pero a los tres meses se le va el amor. La analista le dice que se le acaba el amor precisamente porque son amorosas, hermosas, y perfectas para vos y que tenía miedo a que avance. ¡Se acabó al análisis a la tercera sesión! La analista le dio en la tecla perfectamente y él huyó. Luego mandó un mensaje por Whatsapp diciendo que él creía que la problemática er cierta, pero que la psicoterapia no se la podría arreglar. 

Una chica, en rivalidad fálica con el padre, se peleaba con él por el auto. El padre peleaba fálicamente con ella, no era buen padre. Le tenía amor al padre, pero a la vez hostilidad, un edipo positivo ambivalente. Ella, a su vez, solo se enamoraba de hombres casados, o sea que la fantasía era arrebatarle el falo a otra mujer. Si se aproximaba amorosamente a un hombre libre, ella temía que en la unión ella fuera poseída y perdiera identidad. Ella sentía que perdía identidad en el amor. Concretamente, lo asoció con un mito campero de que un sapo meó a un perro y lo cegó. De esa fantasía provenía la potencia castradora que le atribuía al padre y a los hombres libres que se enamoraran de ella. Ella sentía con ellos que perdía su identidad, parecido por las asociaciones a una posesión demoníaca.

Próxima entrada: El ordenamiento de la psicopatología psicoanalítica: la neurosis obsesiva.

lunes, 10 de agosto de 2020

Tiempos del trauma

Me viene bien lo que decía mi antecesor en la mesa [Marcelo Barros]. A partir de lo que planteo como título de trabajo: “Tiempos del trauma” me interesa, frente a estos movimientos que describía muy bien Barros como “traumas del siglo”, tratar de delimitar el concepto de trauma en psicoanálisis. Porque hay una extensión del concepto de trauma. En cualquier momento podemos ver televisión y encontrar una cantidad de personas a las que se nombra como traumatizadas por diversas circunstancias. La lista es larga: violencia política, delitos sexuales, catástrofes naturales. Pero, lo que define lo traumático en psicoanálisis, es que se da en dos tiempos. Si tenemos en cuenta lo que Freud dice en “El Proyecto de una psicología para neurólogos”, lo que sucede con Emma y el pastelero, transcurre en dos escenas. No hay una única escena traumática que determine una causalidad lineal, sino que son al menos dos y la segunda viene a recordarnos que vivimos en la realidad que de vez en cuando la realidad se desgarra por lo real.

Hace unos años estaba en Villa Gesell, tuvo mucha trascendencia el episodio, cayó un rayo en la playa y produjo la muerte de algunos chicos. La primera reacción es la reacción de cualquiera frente al trauma: quedarse congelado en el instante del trauma, en el instante donde la realidad se trastoca. Por eso, no tengo nada que decir sobre la clínica de la emergencia que lo primero que hace es tratar de poner en palabras el suceso traumático. Hablar del trauma. Es lo que todos hacemos frente a cualquier situación que, sacude nuestra realidad. Un pequeño accidente de automóvil lo contamos. Y lo contamos mientras estamos fijados, decía Freud, detenidos en el instante del trauma. Lo contamos de la misma manera, en un tiempo presente, detenidos en el instante donde la realidad se quebró.

Por eso decía que si la emergencia hace algo con eso es propiciatorio. Pero entiendo –y ahí es donde nos diferenciamos– que el psicoanálisis tiene otra cosa para decir: no alcanza con hablar, aunque sea imprescindible ¿Por qué? Porque el trauma no se deriva de la violencia con que una situación aparece, sino de cómo esa irrupción afecta a un sujeto de manera singular. Es decir, podemos acordar sobre lo disruptivo de determinadas situaciones como las que enumeraba recién: cataclismos, guerras, violencia sexual. Pero también, como Freud dice, frente a estos acontecimientos hay una respuesta del sujeto, por eso, no todos quienes atravesaron la guerra son afectados por una neurosis traumática. Entonces, hay dos escenas, entre una y la otra la significancia de un sujeto. No significado, significancia. El significado se desliza a lo general del diccionario y la significancia apunta a la vigencia de lo singular en cada una de todas las víctimas del trauma. Ahí es donde el psicoanálisis tiene algo que decir, porque en ese espacio es donde emerge la posibilidad de otro tiempo, de otro tiempo que es el del fantasma. Es decir, frente a la irrupción se prolonga algún tiempo el instante siempre presente o actual del trauma. Volviendo al ejemplo de la caída del rayo, al cabo de unos días quienes habían estado cerca empezaron a agregarle otros condimentos, a imaginarizarlo a partir de sus fantasmas. Cuando no es algo demasiado violento, sucede cuando presenciamos algún accidente menor, se tiene presente el momento y luego se empieza a diluir con los “A Dios gracias”, “Afortunadamente pasé por otro lado”, “No me tocaba a mí” o cosas por el estilo que son intentos de restablecer la realidad para cada uno.

Ahora bien, esta reconstitución de la realidad ¿alcanza para el tratamiento del trauma? Por el contrario, allí se inaugura otro tiempo que es el tiempo de cualquier análisis que comienza con el fantasma, esto es lo que el sujeto nos trae de su realidad. Es decir, contrariamente a lo que sugiere el sentido común o las distintas prácticas que hablan del trauma, el psicoanálisis llega al trauma siempre a través del fantasma. Ahora bien, llegar al trauma a través del fantasma supone que la escena que retorna en el análisis implica un tiempo anterior y es la respuesta del sujeto que fue inicialmente traumatizado por lalengua, como decía Luján [Iuale].

Entonces, cuando alguien es aspirado por este vacío del tiempo es justamente porque este vacío no es un agujero. Lo traumático que nos llega a través de lalengua es la incompletud del Otro, llega como exceso por la demanda o por el deseo del Otro, siempre traumático. Entonces, desde esta perspectiva y pensando en el título de la Jornada, ¿qué es lo que se escribe? Todo no, siempre va a quedar un resto irreductible de lo real. Lo real, es lo que no cesa de no escribirse, pero también, es aquello que demanda incesantemente la escritura. Ahora bien, ¿qué escribimos? Lacan es claro: no hay una traducción de una sustancia a la otra. Es decir, lo que es simbólico es simbólico, lo que es imaginario es imaginario, lo que es real es real. No se pasa de una a la otra, se puede incidir, anudar, pero no hacemos un cambio de sustancia. En ese sentido, lo que se puede escribir es la letra que se desprende de esa temporalidad reversible, imaginaria o sucesional, simbólica, que nos trae el relato del fantasma y que contornea lo real que no se puede escribir. Es decir, lo que mejor se puede –a mi modo de ver, por supuesto– hacer con el trauma es llegar a leer la letra que convierte un vacío en un agujero. Es decir, que aquello que en determinado momento captura al sujeto se constituya como agujero, que permita una caída que implique algo propiciatorio para el sujeto. Lo que no quiere decir que se haya reducido el instante del que empezamos hablando ni que desaparezca. Comentaba Marcelo [Barros], lo que Freud plantea en el Moisés y la religión monoteísta sobre dos posibilidades de salida para el trauma: una salida positiva y otra negativa. ¿Cuál es la salida positiva? Que se actualice el trauma. La salida negativa es que se olvide, porque cuando se olvida retorna como fobia o inhibición.

Para concluir, les quiero leer algo que muestra una dimensión social del trauma por la que pasó toda América Latina en la década del 70’, me refiero al terrorismo de estado. Este texto que tengo acá se llama Memorias del calabozo y reproduce una conversación entre Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro, dos militantes tupamaros; Mauricio Rosencof luego fue director de cultura en Montevideo y Fernández Huidobro Ministro de Defensa. Pero en los 70’ eran militantes tupamaros, los encarcelan, los torturan, los sacan de la cárcel y los mantienen en un régimen de aislamiento como rehenes de la Dictadura Militar Uruguaya, mientras los trasladan de un lugar de detención a otro. Es interesante todo el texto, yo sólo les voy a leer unos renglones, no abunda en el horror, mantiene la sobriedad y hasta tiene algunas pinceladas de humor. Mauricio Rosencof, además de haber sido funcionario, es poeta. Fernández Huidobro también ha escrito, no ficción pero escribe. La cuestión es que reproduce una conversación. Imagínense el marco en el que estaban detenidos, en un aislamiento tan completo que los lleva a desarrollar un sistema de comunicación a través de golpes en las paredes de la celda. Es muy conmovedor todo. Pero lo que yo quiero compartir con ustedes es una escena que recorta Mauricio Rosencof.

Estaban aislados, cada tanto les autorizaban visitas y como recurso para irradiar el terror, les sacaban la capucha frente a los familiares. Rosencof cuenta lo siguiente:
Hay una visita que yo no la olvido. Alejandra (la hija) era chiquita, venía con la intención de darme una sorpresa. Yo sabía que ella tenía un problema en la vista que estaba en manos de un oculista. Y ese día la sorpresa que traía era presentarse ante su padre, coquetonamente con los lentes puestos. Traía las manitos para atrás ocultando el estuche con sus lentes. Y al verme, en las condiciones que me vio, de alguna manera su corazoncito no quiso agregar a lo que yo estaba viviendo su propio drama. Se le llenaron los ojos de lágrimas y en vez de darme la sorpresa y hacerme cerrar los ojos y cuando los abriera reaparecer con los lentes colocados, cuando vio que empezó a lagrimear, me mostró los lentes y dijo: “Ay, papá, qué horrible, estos lentes me hacen llorar”. Esta visita, esta pequeña historia la voy a llevar conmigo mientras viva.
¿Por qué les quería contar esto? Porque esto que no se olvida, esto sobre lo que ha sido necesario hablar, esto sobre lo que ha sido necesario escribir, a nosotros nos llega fuera del instante, en otro tiempo, como una elaboración del fantasma. De ese resto real, esto es algo que también dice Freud del trauma: siempre son restos de lo visto y oído, no sabemos más que su relato. Lo que Rosencof encuentra en esa mirada es lo que nadie quiere ver, es lo que su hija no quiere ver: el desamparo del padre, la humillación del padre. Lo que el propio Rosencof ubica como traumático en medio del horror de su paso por los centros de detención de la dictadura militar durante más de once años. Afortunadamente para él sobrevivió, no lo pudo olvidar –como dice- y lo escribió. Afortunadamente para nosotros.

Fuente: Héctor Zablocki (2017) “Tiempos del trauma” Desgrabación corregida por el autor de su participación en la jornada “Las escrituras del trauma”, 1 de Junio de 2016. Espacio de investigación en psicoanálisis. Centro de Salud Mental Nº1 “Dr. Hugo Rosarios”. CABA.

Héctor Zablocki es Psicoanalista y Director de “Triempo” institución psicoanalítica. Podés ver su conferencia El cuerpo y el síntoma en la neurosis obsesiva (¡Son 3!)

lunes, 22 de junio de 2020

Angustia, pasaje al acto y acting out.

Notas de la clase de Stella Maris Rivadero, del 11/10/12, cátedra "Psicoanálisis II" en UMSA.

¿Por qué el pasaje al acto y el acting out es importante para la clínica? La angustia emerge ante lo enigmático del deseo del otro. Ante la pregunta fundante del sujeto “qué me quiere el Otro?” el sujeto esboza una respuesta que, en el mejor de los casos, es una respuesta fantasmática. Es decir, que selecciona del menú de los objetos de la pulsión, un objeto para responder a esa pregunta enigmática del deseo del Otro hacia él. 

En esta respuesta fantasmática, el sujeto elige un objeto de los objetos de la pulsión: seno, heces, voz, mirada. Puede responderse con “soy la caquita de mamá”, “soy la luz de los ojos de papá”. Esa primera respuesta fantasmática se va a reeditar en todo encuentro con un partenaire de cualquier orden. Es decir, cuando nosotros nos acercamos a alguien, consciente o inconscientemente voy a preguntar qué quiere el otro de mí. Y Vamos a responder desde nuestro fantasma con esto que suponemos que el otro quiere.
Esta es la fórmula del fantasma: 
 $ ◊ a  
sujeto barrado, lozzenge, a

El objeto a es el objeto, que decíamos recién, elige del menú de las pulsiones: las heces, la voz, la mirada y el seno. El sujeto va a decir “Bueno, si quiere la luz de sus ojos” vamos a tener a alguien que tenga que ver con la visión escópica. Si me quiere “la caquita de mamá”, la predominancia de la respuesta del sujeto va a estar ligada al objeto anal. En relación a la luz de los ojos del Otro vamos a tener la cuestión de la mirada que va a responder a un determinado tipo de estructura.


La estructura tiene un objeto prínceps, primer objeto del fantasma. Este objeto princeps es el que comanda toda la estructura. Las diferentes estructuras son las que ustedes conocen como psicopatológicas dentro de la neurosis. Por ejemplo, en el caso de la histeria, el objeto princeps es la mirada en la medida que todo el tiempo hay un mensaje al otro de que está tratando de convocar la mirada del otro. Por eso la seducción, el arreglo, o la manera de presentarse para cautivar  al otro, es decir, atraparlo en la mirada.


La neurosis obsesiva, que no es solo patrimonio de los varones, trata de atrapar (o relacionarse) al otro a través del objeto anal. Ya sea con la represión o la expulsión. Por ejemplo, con la agresividad, con la retención de tener dinero, en ganar información, las diferentes facetas que cualquiera de ustedes conoce acerca de la neurosis obsesiva.

La neurosis obsesiva no tiene tanta prensa como la histeria, pero Freud ya había dicho que es una neurosis principal porque es aquella de la cual uno puede aprender mucho. Después Lacan retoma esos textos y la pone como la neurosis más lograda. 


La fobia es una plataforma giratoria donde puede virar a la histeria o a la neurosis obsesiva. Con lo cual en la fobia tenemos los 2 objetos: el anal y el objeto mirada. Depende del tiempo de la cura, hay primacía de uno o de otro. Elpunto justo donde la fobia se estabiliza es cuando puede virar hacia alguna de las 2 posibilidades. Justamente, en la fobia lo enigmático del deseo del Otro hace más gravoso, porque no sabe si ser comido o retenido, o deglutido, por lo cual se ponen en juego variables que dificultan hablar de las neurosis obsesiva o histeria. Obviamente hay fobias con un predominio del giro de la plataforma de una sobre otra.


Habíamos dicho que el sujeto responde en la vida con sus fantasmas. Hay personas que pueden pasar toda la vida respondiendo a cualquier encuentro con un fantasma logrado y nunca se va a desestabilizar. Pero, ¿qué pasa cuando lo real de la vida, una escena cualquiera, hace que el sujeto ya no pueda responder con ese fantasma por el cual tiende a armar otro? 


Entonces decíamos que el sujeto responde con su fantasma y cuando una situación de la vida lo interpela y su fantasma ya no le sirve, ahí hay un trastablillamiento de su posición fantasmática. Este trastablillamiento de la posición fantasmática es lo que hace emerger la angustia. Es decir, ya no cuenta con ese aval seguro, que era el fantasma, para responder a lo que la vida le dio. Porque el fantasma es incómodo, ya que da respuestas coaguladas, estrechas, que no permiten mucha creatividad. Pero da ciertos mensajes, cierta seguridad. Por ejemplo, aquel que piensa que todo el mundo lo caga, se va a encontrar siempre con situaciones donde esto se reproduzca, porque el sujeto actúa también sus fantasmas, por lo cual va a encontrar esa respuesta que está pensando que va a encontrar. Lacan dice que el neurótico es un sujeto que en la repetición se va a encontrar con lo mismo. Freud decía que el sujeto repite porque no puede elaborar aquello que fue del orden de lo traumático. Entonces, repite para no recordar.  Pero en la repetición podemos considerar ciertas diferencias: está la repetición de lo mismo y también, en cada nueva puesta de la repetición, la posibilidad de que el sujeto se encuentre con un rasgo nuevo. 

Ese rasgo nuevo va a permitir que en algún momento que elabore eso que fue del orden de lo traumático para dejar de repetir, pero ¿qué hacemos los analistas en un consultorio? De alguna manera, el sujeto en transferencia, va a seguir repitiendo, en la medida que el analista va a ser aquel que ocupe el semblante de esos objetos a que el sujeto va a ir depositándole. 

Hay un primer tiempo en la cura  donde el analista ocupa el lugar de sujeto-supuesto-saber. Hay otro tiempo en la cura donde el analista va a intentar hacer temblar el objeto de cada fantasma a analizar. Por eso es importante que el analista lleve su propio análisis lo más lejos posible, porque es el único modo de poder sostener en transferencia los distintos tiempos de la cura. Hay un primer tiempo idílico en toda cura, después viene un tiempo más tormentoso, que es el tiempo donde el sujeto tiene que largar su objeto de fijación gozosa e incestuosa. Este objeto del fantasma es un objeto de fijación en términos freudianos, en términos lacanianos, de goce. Este mismo objeto, después de un trabajo analítico, es el objeto que al ser vaciado de goce, el sujeto con este objeto (liberado de ese goce), va a poder inventar algo para hacer un [cinto] en la vida. Es decir, que en lugar de padecen con el síntoma, haga una recreación sintomática para poder vivir de otro modo y no seguir padeciendo.

Ej: aquel que estaba pegado al goce anal, va a poder hacer con ese mismo objeto alguna otra cosa. No es lo mismo padecer la fijación que crear o inventar algo. Yo tenía una analizante que estaba muy fijada a cómo el mundo la miraba porque era la nena linda de mamá. Sus relaciones fracasaban cuando el partener no la miraba, y sentía que desaparecía de la escena. ¿Cómo no me miran a mí que soy tan linda? El mundo de esta paciente se limitaba, porque en la vida no siempre se puede ser la protagonista de todo. Por lo cual esto ella lo padecía y se angustiaba. Cuando se fue trabajando esta fijación que ella tenía a este objeto mirada del padre, ella empieza a poder pensar si puede hacer algo en relación a la mirada. Y actualmente ella trabaja en relación a la fotografía, expone, y ha podido hacer un cambio. El objeto del cual se trata es el mismo. Nada más que en un caso estaba al servicio del goce padeciente y en el otro caso está al servicio de la creatividad o la invención o de la sublimación, en sentido freudiano.

Decíamos que en el mejor de los casos, un sujeto va a responder en la vida con sus fantasmas. Cuando trastablilla el fantasma, va a surgir la angustia porque no va a tener con qué responder a lo que el Otro quiere. O sea, que la angustia implica encontrarse con la falta del Otro y también implica que es este punto la angustia va ser media o bisagra entre el goce y el deseo.

Este cuadro Lacan lo trabaja en el seminario de la angustia y pone arriba Otro (Autre) En el segundo nivel, la prohibición del incesto, o sea, la ley del padre, prohíbe a la madre reintegrar su producto y al niño acostarse con su madre. Por esa interdicción el Otro aparece en falta (lo barraado indica que A está en falta, castrado). Si el otro está castrado es que algo le hace falta. Si algo le hace falta, el niño viene a ocupar el lugar de falo imaginario en un primer tiempo y luego que opera la metáfora paterna va a convertirse en falo simbólico. Cuando hablamos del Otro, hablamos del Otro parental que puede encarnarse en la madre, pero también a veces puede ser el padre que pueda ocupar esa función. No hay que pegarlo a la cuestión de la identidad sexual, sino a la función. Es sobre la madre que va a caer la interdicción del padre en el sentido de “no reintegrarás tu producto” y al niño “no te acostarás con tu madre”. Ahí todo queda del lado materno. Si opera esta interdicción, a la madre le va a faltar algo y va  a tener que significar eso que le falta como falo imaginario o falo simbólico.


Si el niño queda como falo imaginario de la madre, queda siendo aquel que obtura la falta de la madre. Si opera en falo simbólico, la madre puede largar el niño para el mundo.

  • Falo imaginario: Es la creencia de que el bebé de verdad tapona la falta del Otro.
  • Falo simbólico: Adviene cuando la intervención del padre está operando y dice “No, el niño no te completa a vos, vos también necesitás del deseo de un varón o de otro”. Es cuando la madre, además del hijo, tiene otros intereses por fuera del niño.

Cuando la madre tiene otros intereses por fuera del niño, el interés libidinal con un partenaire sexual o el interés por el trabajo, ya está operando ese niño con significación de falo simbólico. El niño no puede hacer esta operación si el otro no promueve lugar. Cuando una mujer puede alojar a un niño como falo simbólico, a ella tiene haberle operado el padre edípico y también el padre muerto en sentido del padre de la ley. La prohibición va a en doble vertiente: para el niño y para la madre. Ambos se tienen que privar de un goce. Cuando nosotros analizamos y el sujeto nos dice “No, porque mi mamá me dice siempre lo mismo, quiere que yo lo obedezca”, está bien, es lo que quiere el Otro materno. Pero el sujeto también tiene una responsabilidad, ante como responde lo que el otro sujeto quiere.
En este tiempo donde el sujeto advierte que no es el objeto que completa al Otro, emerge la angustia, porque también existe la tentación de creer que existe el objeto que tapona al Otro. Está la doble cuestión: ser el falo y no ser el falo. Por eso, la angustia es bisagra de goce (el goce está en creerse el falo del otro) o el deseo que apuntaría a dejar de ser ese falito para poder tener acceso a los teneres fálicos: trabajar, estudiar, hablar, todos esos son tener fálicos. Cuando uno puede acceder a ciertos teneres, hay un punto en donde uno ha dejado de ser ese objeto de la demanda del otro.

Por ejemplo, la chica que dejó de ser la luz de los ojos de papá, pudo acceder a un tener fálico en la fotografía en la medida en que dejó ese lugar que la condenaba a estar sujeta a la mirada de los otros. 

La angustia como afecto incómodo, no siempre emerge y no siempre es tolerable. Con lo cual, hay 2 recursos que el sujeto tiene para evitar la angustia: el acting out y el pasaje al acto.

En el caso Dora, ella estaba ocupada mucho tiempo en ser lo que su padre quería. Pero su padre deseaba a la Sra. K y no quería a su madre, que era la que estaba todo el tiempo limpiando. Dora al no ser esa que el padre quería, entra en la triangularidad de la relación del Sr. K, la Sra K y ella, e incluso comparten vacaciones a sabiendas de que el padre era el amante de la Sra. K. Ahí hay toda una corriente libidinal donde Dora estaba mirando esta escena donde su padre no velaba ese deseo sexual hacia la Sra. K. Pero la que fue llevada a analizar fue Dora y no su padre para ver qué le pasaba él en esa mostración de su sexualidad hacia su hija. Esto hizo que Dora hiciera ciertos síntomas, como la tos, la carraspera, la afonía. Esto aludía a ese comercio sexual que ella estaba presenciando. Ella empieza con todo esto a los 14 años y podríamos decir que está en el segundo despertar sexual. En ese momento, ella estaba tironeada entre ser fiel a la madre o serle fiel al padre. Pero todos los problemas del padre, que había tenido tuberculosis, enfermedades venéreas. En ese punto, Dora era la hija falo que quería ser preferida por el padre, porque la madre prefería al hermano. En esa preferencia ella se ofrecía al otro como objeto. Porque este ofrecerse al otro como objeto, en principio, es al otro paterno, pero después en la vida es a cualquiera: puede ser al marido, a una novia, a un jefe. Es como esas mujeres que dicen “yo hago todo por mi marido”. En la histeria se ubica al partener como el amo castrado. Primero es el que puede todo, el que ella sostiene ofreciéndose en sacrificio aún en desmedro de cosas de ella. Ese lugar del varón idealizado está presente. En esto de qué espera el sujeto de mí y cómo se ofrece al Otro, sigue en la vida. La madre está en esos primeros tiempos iniciales en la relación.

En Dora está esta cuestión de la mirada. Y gozaba con esa mirada. También gozaba con ese lugar de ser la oreja del Sr. K. Porque él le decía a ella que no estaba satisfecho con su mujer, que no estaba contento, que le molestaba cierta presencia del padre. Dora hace síntomas físicos, la inervación somática. Pero hay un punto cuando Dora se empieza a angustiar, que es cuando empieza a preguntarse qué papel jugaba ella en esto. Frente a esta situación hay algo que Freud tomó, que es la escena junto al lago el Sr. K. le dice a Dora “mi mujer no es nada para mí”. Uno podría decir que ella estaba coqueteando con K, pero el objeto de su deseo era la Sra. K, porque la Sra. K representaba, a los ojos de ella, lo que significaba ser una mujer. Porque la pregunta de qué es ser una mujer no solamente atañe a las mujeres, sino también a los varones. Los varones dicen “qué más quiere de mi”. El enigma freudiano era alrededor de la femineidad y en la constitución subjetiva la pregunta por el deseo está también en relación a otro pequeño, a un semejante. Para Dora, la Sra. K era la representante de lo femenino. Cuando el Sr. K le dice que la mujer no es nada para él, cae lo que ella tenía como ideal y también, él creyendo que al decirle eso Dora iba a caer en sus brazos, no sabía que tenía que sostener esa triangularidad para que el deseo pudiera sostenerse. Porque el deseo se funda siempre en una terceridad. Padre – niño – madre. Esta triangularidad puede no existir realmente, un tercero puede ser una persona pero también puede encarnarse en un trabajo.

Dora, cuando escucha eso, le da una bofetada al Sr. K. Freud toma eso como un pasaje al acto, porque si hubiera emergido la angustia, Dora tendría que haberse tentado con esta pregunta: Si la Sra. K no es nada para él, ¿qué soy yo para él? ¿Qué represento, qué lugar ocupo? Pero en lugar de esa pregunta, que la angustiaría, ella hace un pasaje al acto en el sentido de quedar ahí, puesta en el lugar de un objeto. Ella se identificó a la frase del Sr. K como un objeto. Cuando el Sr. K dice que su mujer nada para él, está diciendo que su mujer es un resto, que no es nada, es un objeto, no es una mujer, sino nada. Dora se identifica a esa nada y aparece la cachetada.

Este ejemplo, Lacan después lo toma como paradigmático para no confundir pasaje al acto en el sentido que lo conocemos nosotros habitualmente. Cuando alguien dice “Uy, se intentó suicidar, como un pasaje al acto”. El pasaje al acto no es el suicidio siempre. El pasaje al acto implica caer de una escena del mundo identificado a un objeto, a un resto, a una nada. La escena hubiera proseguido con Dora, hubiera sido una escena amorosa, pero al pegarle una cachetada se rompe la escena del mundo porque es algo no esperado por él, no está dentro de lo simbólico. No tiene palabras, no hay un decir sobre eso. Hay un actuar por un lado y una ruptura de las coordenadas.

Todo pasaje al acto implica que el sujeto tiene amordazado su decir y por eso lo único que le queda es caer como un resto, porque no tiene palabras para reconocerse en ese lugar en el que el otro (chiquito), en este caso K, la interpela. Es el proceso primario, porque no ha habido lugar para el sujeto en que pudiera reconocerse como sujeto amparado por otro. Es como que le hubiera faltado un reaseguro del otro.

En la joven homosexual, que es uno de los historiales freudianos, hay una chica de la alta burguesía vienesa que el padre está muy enamorado de la madre y ella tenía un par de hermanitos varones y cuando tenía 13 o 14 años nace un hermanito varón y el padre, que está totalmente fascinado con su mujer, no le presta atención a ella y por otro lado, la madre está todo el tiempo puesta en el lugar de mina. La madre no se comporta con la joven homosexual como una madre. Cuando una hija mujer está creciendo, una madre tiene que dar un paso al costado para que la hija mujer pueda acceder a lo femenino de que ella le trasmita y para que sea “la mujercita” del padre. No es la madre también que tiene que restarse para que la nena pueda acercarse al padre, decepcionarse del padre y buscar en un subrogado otro. Esta mujer, en su narcisismo, no miraba que su hija estaba creciendo, con lo cual, a esa chica lo único que le quedaba era tener que comportarse de alguna manera para que los padres le prestaran atención. Ella, en ese tiempo, estaba absolutamente dedicada a cuidar unos niñitos hijos de una familia amiga, con una devoción que uno podría decir un tanto patológica. Podemos decir que había un intento de identificarse a una madre que miraba sólo a los hijos varones y que a ella no la miraba. Para poder acceder a la femineidad, la hija mujer necesita de la libidinización de parte del Otro materno, con la voz y la mirada, y también el amor del padre y al padre.

O sea que esta mujer no tenía ni la vertiente amorosa del padre ni la vertiente donadora de voz – mirada para libidinizar ese cuerpo que se iba haciendo mujer del lado de la madre. La joven empieza entonces con una serie de actuaciones (acting out) a pasear con una mujer de dudosa reputación que se llamaba La Cocot. La Cocot era una mujer bisexual que a veces cobraba sus favores sexuales, casada con un varón de la comunidad vienesa y que además había tenido unas cuestiones delincuenciales de por medio. Una familia tradicional judía de Viena y la hija se aparecía con una mujer así era mal visto, pero estos padres hacían caso omiso, la joven iba al trabajo del padre y se mostraba paseando con esta mujer, que era mucho más grande que ella. Esas son mostraciones. Un acting out es una mostración de un significante que se ha elidido (fuera de, excluido) de la cadena simbólica. Aquello que no entró en la cadena simbólica, se muestra. Es lo que no puede ser dicho. El acting out se juega siempre en una escena, sería representar como un juego sobre una escena una historia en acción. Se representa algo dirigido a alguien.

¿Por qué algo no puede ser dicho? Porque no hay un otro que escuche. Por eso no hay análisis sin acting out, porque todos desde algún lugar, no hemos sido escuchados por ese otro materno. Transferencia sin análisis es aquello que el sujeto trae al análisis pero que no pudo ser dicho en su historia, es decir, un significante que escapó de la cadena. Ese significante el sujeto lo va a mostrar. En el caso de la joven homosexual, esta mostración que hacía de pasearse con la Cocot, era una forma de decirle a los padres “Ustedes no me miran, pero voy a estar en el peor lugar para que me miren. Voy a buscar a alguien que a ustedes los incomode para ser mirada”. Ella se buscó a alguien que no hacía juego con su familia de origen, alguien que estaba por fuera de las constelaciones sociales, morales y culturales de su propia familia.

Los adolescentes crecen de acting en acting, porque todavía no tienen todo el acervo simbólico para poder decir, porque está en una etapa donde el fantasma no ha terminado de sellarse. Porque esto que yo les decía de la posición fantasmática, se inicia en la infancia, se da una segunda vuelta en el segundo despertar sexual, que es la entrada en la pubertad, y en la adolescencia se va sellando hasta que el sujeto sale de ser adolescente. Pero la adolescencia significa adolecere, y el crecimiento es de acting en acting. Por eso los chicos son tan “barderos”, porque no tienen otras chances, entonces muestran su problemática. No todo adolescente hacen un acting de un modo de cortarse, o dejar el vómito. Esos son adolescentes con cierto grado de gravedad. El adolescente es el que le decís “Hola, ¿cómo estás?” y te da un portazo. Eso también es un acting. Es algo que muestra, que no sale de la escena. Puede dar un portazo pero no queda como un resto, es una afirmación de él. En el acting out hay un intento de afirmarse. En el pasaje al acto, el único recurso que le queda al sujeto para ser nombrado, es reducirse al resto. 

De un pasaje al acto no se puede volver del mismo modo. De un acting out sí se puede volver. En el pasaje al acto, por ejemplo, si uno insulta al jefe, es difícil que retome la misma relación. En cambio, el acting out es un llamado al otro para que lo tenga en cuenta de alguna forma. En al análisis tenemos que distinguir uno de otro, porque a veces podemos confundirnos. 

Sigamos con la joven homosexual. El padre de la joven tenía una mirada colérica y en uno de esos paseos en que estaba con la Cocot, se tira a las vías del tren. Las vías del tren en alemán es [¿??] lo equipara al parir también. Cuando lean el texto, fíjense que parir, parirse también implica tirarse a las vías del tren. En ese tirarse a las vías del tren ya no hay mostración, hay un pasaje al acto, porque ella no logró de ese papá una palabra que pusiera coto a esas mostraciones con la Cocot. Sólo una mirada sin palabras. Con lo cual, se vio obligada a tirarse a las vías del tren para así preguntarse ¿te hago falta en algo, significo algo para vos? La joven homosexual, como cualquier adolescente, puede llegar a esta encrucijada si el otro no lo lee, puede a lo mejor verse obligado a identificarse a un objeto para ser reconocido. Es un reconocimiento complejo, porque puede perder la vida. La joven homosexual se salva y así termina en las manos de Freud, pero es recién ahí que el padre piensa que a la hija le puede llegar a estar pasando algo. El padre no consulta por lo que pasó, sino para que la joven rectifique su conducta sexual.

El acting out aparece mucho en los neuróticos y ahora también vemos, en la clínica, que hay pacientes que viven de acting en acting. La malla de lo simbólico no ha podido tejer la posibilidad de dar una respuesta a qué me quiere. Como no tienen un fantasma al cual responder, que una frase que se juega. Si ustedes se analizan, en algún momento van a descubrir cuál es la frase fantasmática que los habita a cada uno. 

El reto que la joven homosexual tendría que haber recibido sería la demanda del otro. Y la demanda, es demanda de amor. Y la demanda de amor constituye al sujeto. Si un sujeto no es demandado, es el paria más absoluto de la tierra. El acting out es un pedido al otro, si el otro no acude, lo deja sin recursos.

En la dirección de la cura, nos vamos a encontrar con cualquiera de estas 2 versiones que evitan la angustia. La angustia guía la dirección de la cura, porque es aquella que nos permite orientarnos en donde el sujeto está gozando pero también hacia a dónde apunta su deseo. Siempre que emerge la angustia, hay algo entre un goce que se quiere retener, pero también hay un deseo que implica que, para acceder a ese deseo, hay que dejar el goce. 

El goce te deja acá, en un lugar con la ilusión de que hay otro sin castrar y un sujeto sin castrar.


La castración implica pérdida. Ser el falo de la madre es una ilusión que tenemos que perder todos. El trabajo analítico es pasar de ser a tener. Pero en este pasaje hay pérdida, y el deseo implica siempre una pérdida de la posición de goce frente al Otro. El goce es atractivo porque tiende a la homeostasis del aparato, a evitar la castración. Hay 2 tipos de castración:


  • Castración imaginaria: Es la que el neurótico ofrece como hipoteca a su cuerpo, como en la impotencia, la inhibición, el síntoma.
  • Castración simbólica: Es la castración de Otro. Que el otro esté en falta desde siempre, y aunque yo me esfuerce, me esmere e hipoteque mi vida para colmar al otro, el otro está en falta por estructura. En la medida que el sujeto entra en el lenguaje, algo perdió.

Una cosa que pierde el sujeto cuando entra en el lenguaje, es el cuerpo biológico. Adquiere un cuerpo hablante y hablado. Sostener el deseo implica perderse de algo. No cualquier cosa es deseo. El deseo de morir no es un deseo, sino el goce de volver a una cosa inanimada en la que no hay pérdida. “Si desea suicidarse, hay que dejarlo”, dicen. Yo no estoy de acuerdo con eso, porque eso no es un deseo, sino la imposibilidad de reconocer como sujeto en una cadena histórica. Porque a veces los hechos se refieren a 2 o 3 generaciones atrás. No siempre está en relación a la identificación de los padres, va más lejos.

En las neurosis hay una inscripción de la metáfora paterna. Esto hace que el sujeto pueda hacer un síntoma, o una inhibición, o angustiarse. Esto demuestra que el nombre del padre operó. En la psicosis, el nombre del padre está forcluido, porque el sujeto quedó como falo imaginario de la madre. Y en la perversión hay una renegación del nombre del padre, no hay castración. Por eso, cada una de las estructuras va a implicar que nosotros orientemos la cura de tal o cual manera. El campo de las neurosis es el campo más propio del psicoanálisis. Con la psicosis, uno puede lograr que el psicótico se estabilice, pero la estructura no se cambia.

Lo que si hacemos en la neurosis es que la fijación en el objeto, el fantasma, ceda para que el sujeto como deseante pueda inventar algo. Por ejemplo, hacer con la mirada alguna otra cosa.

El goce que se pierde implica un duelo posterior, además de la angustia por la que se pasa. Por eso el análisis no es sencillo, porque talla que el sujeto cambie la posición, no solamente que cambie la posición imaginaria, que se deshaga del sentido del Otro sin necesitar del acting out ni del pasaje al acto.