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martes, 18 de marzo de 2025

De la semántica a la escritura

La perspectiva lacaniana sobre la estructura del lenguaje sigue una dirección clara: busca separarlo de la semántica y situarlo en una dimensión topológica. Este desplazamiento implica considerar el lenguaje más allá de su función comunicativa o de transmisión de significado.

Un punto intermedio en este recorrido aparece en La identificación, donde Lacan establece un vínculo entre lenguaje y escritura, afirmando que esta relación es constitutiva de lo estrictamente humano.

¿Qué implica pensar el lenguaje desde la escritura? Significa abordarlo desde trazos, marcas y rasgos, dejando de lado cualquier intención de significar.

Para ilustrar este punto, Lacan recurre a la escritura cuneiforme, destacando un aspecto fundamental: su origen no está en la representación, sino en la pérdida de lo representativo. Es decir, las marcas adquieren su estatuto de escritura precisamente a partir de esta pérdida.

La escritura se sostiene en la marca, pero para que esta adquiera su valor es necesario un acto de borramiento, el cual se produce en el proceso de lectura. El lector, al descifrar la marca, introduce en ella un borramiento, lo que implica que no hay escritura sin el Otro.

Este planteo es clave para comprender la función del nombre propio, que se vincula con el trazo o rasgo. Sin embargo, para que el nombre propio se instaure, debe operar sobre la marca este mismo proceso de borramiento, pues es a través de él que el sujeto se inscribe en su nombre.

Lacan plantea entonces una pregunta fundamental: ¿cómo se inserta el sujeto para que una simple marca devenga escritura? La respuesta se encuentra en la noción de significante, sin la cual no solo no hay sujeto, sino que tampoco sería posible el borramiento que hace de la marca una verdadera inscripción.

lunes, 17 de marzo de 2025

La comunicación: más allá del intercambio

El valor simbólico que Lacan le atribuye a la comunicación es innegable, pero debe entenderse en sus propios términos: alejado de la noción de un simple intercambio recíproco basado en un código compartido.

Para Lacan, la comunicación no se reduce a la transmisión de sentido, sino que expresa la asimetría fundamental entre el sujeto y el Otro. No se trata de significado, sino de acto. En este sentido, la comunicación implica un mensaje—una inscripción—que inevitablemente conlleva una respuesta. Pero, ¿qué es realmente una respuesta? Aquí entra en juego el acuse de recibo: el reconocimiento de que el mensaje ha llegado a destino. Sin embargo, Lacan no precisa quién es el que toma constancia de este mensaje.

Este acuse de recibo es el núcleo de la comunicación, pues introduce la función del Otro, el receptor, cuya existencia es indispensable para que el mensaje cobre sentido. En este punto, el signo debe entenderse en función de lo que representa para el Otro con respecto al niño.

Es importante aclarar esto porque, para Lacan, el significante prevalece sobre el signo en la constitución del sujeto. Este privilegio del significante estructura su análisis de la sexuación y su reinterpretación del complejo de Edipo a través de la metáfora paterna.

Lo que se pone en juego en este proceso es una normativización sexual, que no responde a ninguna esencia natural, sino a una operación significante. Así, la comunicación no solo se manifiesta en el discurso, sino que sus efectos deben rastrearse también en el cuerpo, confirmando su naturaleza de acto.

martes, 18 de febrero de 2025

La comunicación en el psicoanálisis según Lacan: una estructura marcada por la alteridad

Lacan considera la comunicación como una dimensión central en su abordaje de lo simbólico, pero la replantea de manera radical respecto a los conceptos tradicionales. Rechaza la noción de un código común, típica de la teoría de la comunicación, donde se presume que un intercambio de información claro y directo entre emisor y receptor es posible gracias a un marco compartido de significados.

En lugar de esto, Lacan propone una estructura comunicativa basada en la alteridad radical que existe entre el sujeto y el Otro. En su planteamiento, no hay un código común que sustente la comunicación; lo que opera en su lugar es la preexistencia del lenguaje como campo y estructura, algo que antecede a la entrada del sujeto en él.

Esta falta de un código común pone en cuestión la posibilidad de una comunicación entendida como un circuito de información sin equívocos. Desde esta perspectiva, el mensaje no proviene tanto de quien lo emite, sino que depende de la sanción significante del Otro. El sujeto mismo, según Lacan, es ese mensaje, pues lo que adquiere valor comunicativo es lo que el Otro otorga mediante su interpretación.

Un ejemplo ilustrativo es el llanto de un niño: no se convierte en una demanda hasta que el Otro lo escande y lo dota de significado. Esto implica que toda palabra, más allá de su emisión, incluye inevitablemente al oyente y busca una respuesta en él.

Así, la comunicación en psicoanálisis se fundamenta en la disimetría y la disparidad. Este planteamiento es esencial para comprender fenómenos como la transferencia y para pensar las posiciones respectivas del analista y el analizante. En esta dinámica, el lenguaje y la alteridad radical son los pilares de una comunicación que, lejos de ser un intercambio directo, se caracteriza por la mediación constante del Otro y por la naturaleza equívoca inherente al lenguaje mismo.

jueves, 5 de mayo de 2022

¡Hable con ella! El chichisbeo y el cortejo español del siglo XVIII

Entrada anterior: Amor y sexo en la Edad Media

Por Lucas Vazquez Topssian

Un frecuente motivo de consulta en la clínica de parejas actual se relaciona con las dificultades en la comunicación entre los miembros de una pareja. Hoy en día consideramos normal y hasta deseable que una pareja hable, pero lo cierto es que esta conducta es históricamente reciente. Según se viene exponiendo, salvo unas pocas excepciones, históricamente hubo muy pocos temas de conversación en común entre un hombre y una mujer, que solían vivir en ámbitos separados.

En el siglo XVIII aparecen el chichisbeo en Italia y el cortejo en España. En el chichisbeo, el marido consentía que caballeros jóvenes y apuestos  acompañaran a las damas de la alta sociedad a diversos espacios públicos como fiestas, actos sociales, estrenos teatrales y óperas. El cicisbei le hacía compañía, escuchaba las confidencias y, sobre todo, atendía a su señora en aquello que ésta requiriera. Jamás debía hacer demostraciones públicas de afecto y en los actos, estos hombres se sentaban por detrás de la mujer. 


Las mujeres de clases altas, de esta manera, tenían un marido y por otro lado un cortejante. Con el cortejante salían, hablaban, pero con el esposo no. A su vez, el marido podía ser cortejante de otra mujer. Al comienzo, esta institución fue muy resistida, pero un interés económico la volvió muy conveniente: la industria del calzado, la ropa de mujeres prosperó muchísimo. La ópera y otros entretenimientos fueron espacios muy favorecidos por este fenómeno. Estas mujeres, criadas en su casa, tenían profesores para que aprendieran a mantener una charla.


Estas instituciones, no obstante, vieron su final a fines del siglo, cuando la pretendida distancia entre las damas y sus cortejantes se volvió demasiado estrecha.


El amor romántico

Mientras que en siglo XVIII la ilustración transcurría a las luces del conocimiento y la razón, con notables filósofos como Kant, David Hume, Adam Smith, el final de ese siglo y el comienzo del siglo XIX, trae al romanticismo, que le da especial importancia a los sentimientos. Mientras el yo del siglo XVIII estaba subyugado a la universalidad de la razón, la fantasía y los sentimientos le dan una nueva autonomía. En ese sentido el romanticismo también es una reacción al racionalismo de Descartes. El movimiento se extendió por toda Europa y enalteció valores como lo diferente, la originalidad, lo inacabado, lo subjetivo, la libertad individual.


Entre todas las producciones del romanticismo, aparece la idea de amor romántico. La idea del amor libre en contra de las reglas del matrimonio (sobre todo el matrimonio arreglado) es romántica. El amor romántico idealiza al amor, que está por encima de todos los demás sentimientos y del deseo sexual. Se trata de un amor para toda la vida, exclusivo, incondicional, sacrificial, de súbito inicio, complementario, simbiótico y totalizante. Es una concepción que nos recuerda al mito de los andróginos partidos a la mitad por Zeus, que Platón relata en El Banquete, donde el ser humano actual, “no es más que una mitad de ser humano, que ha sido separada de su todo como se divide una hoja en dos”.


En la literatura romántica, que es basta en su producción, lo imposible se juega por fuera de la relación y no en el entre dos. La relación se transforma en imposible, ya sea por una enfermedad, la diferencia de clase o cualquier otra circunstancia externa que impide la anhelada unión. Nunca se trata de que algo sea imposible en la pareja. Las heroínas literarias como Julieta, Melibea, la Dama de las Camelias, entre muchas otras protagonizan estas historias tremendamente sufrientes.


Conclusiones

El recorrido realizado muestra, al menos de manera parcial, las distintas coloraturas del narcisismo, el sexo y el amor a través de distintas épocas, de manera que los significantes epocales fueron definiendo determinados modos de relacionarse con el semejante. Algunos han quedado en el recuerdo de la historia; otros, perduran hasta el día de hoy.


Queda pendiente un análisis del amor en la época actual, la del post-capitalismo. Con las transformaciones del mercado capitalista se ha modificado el equilibrio de fuerzas entre hombres y mujeres y este hecho merece un desarrollo más profundo. Brevemente, se puede decir que el discurso capitalista forcluye los temas del amor y decreta que todo es posible, que todo se puede conseguir y tener. El sujeto, para el discurso capitalista, es considerado un objeto a consumir y a consumirse. Hay un empuje al goce absoluto y a la consumición de objetos. Lacan anticipó esto en El reverso del psicoanálisis, indicando que el mundo se estaba transformando en un mundo de letosas y gadgets. Nos encontramos con una falta de deseo sexual en parejas jóvenes, un afán de tenencia material, apresuramientos que no permiten llegar a un acto verdadero, donde el sujeto (como efecto) se pierde es pos de un consumo, muchas veces, pobremente limitado.


Lacan dijo que el psicoanalista que no podía leer los significantes epocales pierde su rumbo. Todo este trabajo ha sido un intento de puntuar los significantes epocales que se toman como naturales. ¿Qué sería lo esencial del amor para el analista? Que estos agregados ideológicos estuvieran en suspenso. Con Lacan podemos decir que el amor, en su forma mínima, se trata de una demanda presencia pero también la ausencia.  Hay una reflexión de la filósofa María Zambrano, que fue la primera mujer que recibió el premio Cervantes en 1988. En el discurso de agradecimiento, ella dice que Cervantes: 


Encontró así la identidad de la persona amada. Y aquella mujer, Aldonza, tenía más realidad que ninguna de las que había visto y entrevisto; era arisca, irreductible, exenta; nunca se ausentaba; diríase que estaba privada de algo tan común a todos los seres y cosas como la ausencia.


Por eso necesitó inventar a Dulcinea, inventar la posibilidad de la ausencia.

Cervantes conoció, pues, la inexistencia del amor: la inexistencia del amor en forma de mujer inexistente. No podía ser suya ni de nadie; sólo tenía que aparecer, que mostrarse, que ser llevada a la inexistencia del arte, lugar donde se es revelado sin ser poseído, en un remedo humano de la comunión.


Bibliografía:

  • Davidson, James (2009) “The Greeks and Greek Love: A Bold New Exploration of the Ancient World”. Ed. Hardcover – Deckle Edge

  • Platón, “El Banquete”

  • Aristófanes (1999) “Las Tesmoforias. Introducción, traducción y notas de Luis M. Macía Aparicio.” Ed. Ediciones clásicas 

  • Borges, Jorge Luis (1990) “Borges Oral” Ed. Alianza 

  • Di Pietro, Alfredo (2005) “Derecho Privado Romano” (2° Edición) Ed. Depalma

  • Griffin, Susana (2007) “Las Cortesanas” Ed. Byblos

  • Verdú, Rafael (2021) Artículo: “Jarchas mozárabes, los incómodos versos románticos que cuestionan el origen del castellano desde Córdoba”, publicado en ABCcórdoba

  • Kamen, Henry (2011) “La Inquisición Española. Una revisión histórica” (3ª edición).)

  • Bosch Carrera, María Dolores (1991). “Chichisbeo y cortejo, los antecedentes neoclásicos de una moda romántica”.

  • Pilar Sanpedro (2005) “El mito del amor y sus consecuencias en los vínculos de pareja”

  • Archivo RTVe (2014) “Discurso María Zambrano, Premio Cervantes 1988” disponible en https://www.rtve.es/rtve/20141021/discurso-maria-zambrano-premio-cervantes-1988/1033544.shtml

  • Freud, Sigmund (1912) Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa (Contribuciones a la psicología del amor, II) 

  • Freud, Sigmund (1914) “Introducción al narcisismo” 

miércoles, 23 de junio de 2021

Wallon: del tono a la comunicación



Wallon habla de la emoción como la expresión pura del sentimiento. Dice que la emoción produce una tensión en el tono, lo cual logra una expresión.

La acción es la mediación entre el medio y el organismo, Wallon la toma como actitud. La actitud tiene 2 funciones, la expresión y acomodación (en búsqueda del equilibrio). Las actitudes se modelan por el ambiente y por el bebé (Ej: puede aprender a llorar más o menos) Wallon dice que hay 3 tipos de actitudes.

🡪Las emocionales afectivas: la emoción es el tono. Son puras del organismo, es solo búsqueda del equilibrio. Son a la vez emoción y representación.

🡪Las motrices y perceptivas: función de acomodación al medio a través de los músculos y órganos sensoriales.

🡪Mentales: La emoción es tomada por este autor como la función dominante del estadío impulsivo motriz y emocional. Es una inteligencia que le permite planificar acciones cortas con un fin determinado. A su vez, dice que es la emoción la que permite una simbiosis afectiva con el adulto cuidador. Si no se da esta simbiosis, se pone en peligro la vida psíquica del niño.

Comunicación: es uno de los organizadores del desarrollo según Mirtha Chockler. Los organizadores del desarrollo se interrelacionan. Se estructuran genéticamente y se transforman a lo largo de la vida. Operan como mediadores entre la persona y el contexto en el que se desenvuelve.

El apego es una interacción primaria. Es el que construye la base de nuestras matrices afectivas. Debe haber figuras de apego que estén a una distancia adecuada del niño, dependiendo de qué actividad esté realizando. Este apego es indispensable para que el niño explore.

La exploración, que no se da sin apego, es la forma en la que el niño explora y conoce los objetos circundantes. Si el adulto a cargo no lo deja explorar, la calidad de exploración de ese niño frente a la de otros que pudieron hacerlo es diferente.

La comunicación se inicia desde el nacimiento del niño. Va desde el diálogo tónico – postural hasta el código y el lenguaje. Un niño muy pequeño no puede comunicarse verbalmente, razón por la cual debe valerse de gestos, de su tono corporal.

El equilibrio es muy importante en cada estadío para poder llevar a cabo las actitudes. Por esta razón es muy importante la seguridad afectiva. Es el fundamento de la seguridad postural.

El 5° organizador del desarrollo es el orden simbólico, que es el conjunto de representaciones sociales, culturales, jurídicas, económicas que determinan la forma de actuar individual y grupalmente de cada uno.

Al hablar de movimiento, Emmi Pickler dice que cumple 2 funciones: comunicación (relacionado con Mirtha Chockler) y desplazamiento. Hace mención al desarrollo psicomotor, el cual se puede dividir en 10 fases. Estas van desde el nacimiento hasta la autonomía (que difiere de la independencia, porque esta se gana).

Bernard Acouturier: Práctica Psicomotriz.

Psicomotricista francés. Creó un encuedre dispositivo para la práctica psicomotriz. El hecho de recibir al cuerpo como recurso de expresión obliga al terapeuta a que abra un espacio de cuidado extremo. Es un espacio para lo que se hace con el cuerpo, no lo que se dice. No puede hacerse de cualquier manera.

A la mayoría de los niños ni hay que decirles que se muevan, es algo que hacen casi naturalmente. Una sesión requiere de un encuadre y un dispositivo que abra el espacio a la motricidad.

Encuadre: Es una estrategia de intervención. El marco tiene que tener relación con lo que se va a contener. Cuanto más complejo el objeto a contener sea, más estricto debe ser el marco. Tiene tiempo, espacio y personas en relación asimétrica: el terapeuta y el paciente.

En cuanto al lugar, se refiere a las características de la sala que se va a utilizar. Debe ser apto. No hacerlo sería inhibir el discurso del sujeto, que es su movilidad. Tiene que haber constancia en el espacio y ser estable, en el mismo lugar. El encuadre no debe sufrir rupturas que no estén controladas.

Dispositivo: Es lo que se dispone para que la práctica se efectúe. Se refiere a todo lo que se dispone para el armado y acompañamiento de la sesión de práctica psicomotriz. Los objetos se caracterizan por los contrastes. Lo alto y lo bajo en relación al piso. Estos objetos favorecen las acciones que rompen el equilibrio: saltos, caídas, balanceos para que eso se implique con el placer del movimiento, por lo que habrán objetos que soporten la transformación que el cuerpo realiza sobre ellos. Tienen una estructura simbólica abierta, como los bloques de goma espuma.

No puede darse en cualquier sitio. El diseño del dispositivo debe ser particular y va hacia lo que se quiere lograr.

La práctica psicomotriz puede darse de forma terapéutica o educativa. No hay diferencia entre ambos encuadres.

En el movimiento, el psicomotricista observa los gestos.

Tras las sesiones, surgen los datos. El terapeuta puede arriesgarse a formar un supuesto. Pero el dispositivo es el mismo y es estable para reducir las variables, que están en manos del niño.

Ritual de entrada.

La ritualización es darle valor a la repetición. Se les dice a los chicos que hay un espacio que los espera. Esto es que los contenía en su imaginario. El saludo se hace en el mismo lugar y hay que se rigurosos en la forma de hacerlo si la persona tiene dificultades.

El segundo objetivo tiene que ver con hablar de lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer. Encuadra el encuentro. El adulto comienza hablando de las leyes, pero progresivamente son los niños quienes empiezan a decirlas.

Objetivos de la práctica Psicomotriz:

  1. Organización armónica de la personalidad. El primer objeto de la práctica es la subjetividad. Se expresa quien es (a través del movimiento).

  2. Favorecen la comunicación: Hay que abrirla, si es necesario. Si hay otro que significa, hay relación. Sin este encuentro con otro, cuya base es la relación tónica, no hay constitución de la subjetividad. Tono – emoción – movimiento. El espacio de la práctica es el espacio para el movimiento. El sujeto es uno con su medio (Wallon)

  3. Apertura a la creatividad: Apertura a la transformación. El espacio de la práctica psicomotriz es un espacio para la transformación. Sobre una base ligada a lo orgánico, crece y se transforma.

  4. Arribo al pensamiento operatorio: La práctica psicomotriz intenta constituirse en un espacio de maduración y desarrollo. Intenta hacer un recorrido de maduración y desarrollo. Saber la importancia de la acción como base para el pensamiento. En los humanos, un polo es el movimiento y se desarrolla el pensamiento. El otro polo es la emoción.

Cierre. La representación.

Estrategia facilitadora del pasaje: Es un segundo momento. El placer del movimiento. Se habla de lo que se hizo en el movimiento. Así toman distancia. Se les pregunta cómo saltaron, qué hicieron. Hay que acompañarlos a la distancia entre el juego y la acción. El psicomotricista abre la charla y los puede hacer dibujar.

Relato de cuentos:

Un punto para el encuadre en definir el tipo de práctica que acompañamos . Puede ser una práctica psicomotriz educativa o una práctica terapéutica.

martes, 4 de agosto de 2020

La textura de lo social (2): Los cuatro discursos como estructuras del lazo social.



La teoría de los cuatro discursos es un desarrollo bastante tardío en la obra de Jacques Lacan. Surge alrededor de 1969-1970 como una franja litoral colocada entre la indagación de la lógica del significante —que inauguró con su "Rapport de Rome" de 1953— y la fase ulterior, la cual interroga el Real y la jouissance (goce), que Lacan intentó captar mediante apoyos topológicos.

Los esfuerzos que hizo Lacan para formalizar las estructuras del discurso al final de los sesenta del siglo XX señalan también el comienzo de sus manipulaciones de los nudos y cuerdas de la topología (por ejemplo, el nudo borromeo, la banda de Moebius, la botella de Klein, el toro, el cross-cap, y otros). Tal vez sus intentos por traer las Matemáticas al campo del psicoanálisis, apuntando a develar el Real, son el eco más sonoro de su lectura del Tractatus Logico-Philosophicus de Ludwig Wittgenstein, que Lacan comenta en el Seminario XVII. La expresión lacaniana de que el psicoanálisis "relève de la monstration" y debe apoyarse en la topología para mostrar el Real,parece compatible con la proposición de Wittgenstein: "What can be shown, cannot be said" (Tractatus, 1993: 4.1212), pues ambas postulan los límites del lenguaje respecto de lo que es inarticulado y se encuentra más allá de la simbolización. La diferencia, sin embargo, estriba en que allí donde Wittgenstein retrocedió para refugiarse en el mutismo (recuérdese la proposición 7 que cierra el Tractatus: "What we cannot speak about, we must pass over in silence"), Lacan intenta escribir, hacer visible, aquello para lo cual no hay palabras (Milner, 1995; Roudinesco, 1993: capítulo IV).

La principal fuente de la teoría lacaniana del discurso se encuentra en el Seminario XVII, L'Envers de la Psychanalyse (1991/1969-1970). Otras fuentes son el Seminario XVIII, "D'un discours qui ne serait pas du semblant" (1970-1971); el Seminario XIX, "... Ou Pire" (1971-1972a); "Le Savoir du Psychanalyste: entretiens de Sainte-Anne" (1971-1972b); y, por último, el Seminario XX, Encore (1975b/1972-1973). Menciones incidentales a los cuatro discursos se hallan aquí y allá en "Radiophonie" (1970), en el Seminario XXI, "Les non-dupes errent" (1973-1974) y en una conferencia que Lacan dio en 1972 en la Universidad de Milán, Italia (1978c).

Para la Sociología, el Seminario XVII podría constituirse en referencia mayor porque Lacan construye allí una teoría del lazo social como efecto del discurso. En dicho seminario también emprende un análisis de los presupuestos más descollantes de la Filosofía contemporánea del lenguaje, con referencias al pensamiento de Frege, Russell y Wittgenstein. En L'Envers de la Psychanalyse, Lacan critica al positivismo lógico en el tema del metalenguaje, cuya posibilidad deniega al subrayar que no puede haber lenguaje que diga la verdad de la verdad. De manera categórica, Lacan sostiene: "No hay otro del otro". No hay garante divino de la verdad del lenguaje... , excepto el lenguaje mismo.

Procedo ahora a detallar la concepción lacaniana del discurso.
Para empezar, destaquemos que la expresión mínima de una cadena de lenguaje es la articulación de dos significantes diferenciados: S1 y S2. Esta articulación tiene como efecto un sujeto dividido: $. En el intersticio de la articulación significante se aloja el Real, cuya expresión es la de un objeto perdido: el objeto a. En definitiva, S1, S2, $ y a son las cuatro funciones básicas con que Lacan formaliza el discurso.

S1 simboliza al significante amo, al que también podríamos llamar "significante insignia" porque es portador del trazo unario y diferencial, in-signe, del sujeto. Es el significante matriz que "[...] representa un sujeto para otro significante: S2". De hecho, es el significante sin rima ni razón en el nombre del cual se habla y que en la vida cotidiana suele aparecer como lapsus, como acto fallido y como síntoma. S1 es un significante que ha marcado el cuerpo a raíz de una experiencia original de goce, siempre traumática. Captado en el campo político, podemos verlo operar como significante "pueblo" en el populismo, "democracia" en los partidos políticos liberales, si no "raza" o "nación" en el fascismo, los cuales son los significantes-amo que ordenan esos discursos.

Para Slavoj Zizek, S1 es "[...] un significante que no denota ninguna propiedad positiva del objeto sino que establece, en virtud de su mera enunciación, una nueva relación entre el hablante y quien escucha". S1 es el significante por el cual,
[...] si, por ejemplo, le digo a alguien "¡Tú eres mi maestro!", confiero a esa persona un cierto "mandato" simbólico que no está de ninguna manera contenido en el conjunto de sus características positivas, sino que resulta de la misma fuerza performativa de mi decir (Zizek, 1992: 103).
S2 es el saber textual y repetitivo del inconsciente, "significante binario", o, también, "significante de la interpretación". En realidad, S2 es un grupo nodal de significantes del que uno se ha separado para devenir significante amo: S1. El saber del Otro que S2 especifica es un saber imposible de ser asimilado dentro de un sistema de conocimiento teórico. Se trata de "un saber no sabido", característico del inconsciente "articulado como un lenguaje", que el analista —mediante la interpretación— intenta develar "leyendo" en el decir del analizante. A la luz de este saber, Lacan pudo definir el inconsciente como "[...] no recordar lo que de hecho sabemos" (Lacan, 1968: 35).

$ es el sujeto dividido por el lenguaje, por efecto de la sujeción subjetiva al significante.
Objeto (petite) a: objeto perdido causa del deseo, a la vez producido y excluido de la articulación significante. Se sitúa, por consiguiente, en el Real, más allá del principio del placer, por lo que no puede ser representado como tal, sino captado a mínimos como objeto de la pulsión localizada en ciertas zonas del cuerpo: como objeto de la succión (el pecho); como objeto de las descargas corporales (excretas); como voz y mirada. En última instancia, Lacan llama "a" a este objeto perdido para contornear la condición del Real como lo no aprensible, como un núcleo que siempre "queda afuera de la simbolización" (Lacan, 1954: 388).

Recordemos que, como tal, el Real es un residuo respecto de la capacidad del lenguaje de simbolizar y crear una realidad organizada. Es un resto indomable que muestra la imposibilidad del Simbólico de constituir una realidad perfectamente saturada por símbolos. Es el referente perdido del lenguaje y el locus del pavoroso das Ding (objeto fundamental y prohibido que se opone a sus sustitutos), el elusivo exceso situado más allá de las palabras. Sin embargo, el Real 6 no es el equivalente psicoanalítico de "la cosa en sí" cara a los filósofos, porque no es una sustancia que pueda ser planteada a priori. El Real sólo puede ser aproximado en conexión con las instancias del Simbólico y del Imaginario con las cuales se anuda para constituir la realidad del sujeto. En última instancia, el Real es una imposibilidad, un vacío, que vuelve provisional e inestable toda organización de la realidad, sea psíquica o social, porque retorna como fractura y persiste como síntoma.

Con sutil humor, Lacan refiere al "objeto a" como el plus-valor del goce ( plus-de-jouir), trazando un paralelo entre su mehrlust (plus-de goce) con el concepto marxista de plus-valor (mehrwert). En "Radiophonie", señala: "El Mehrwert es el Marxlust", esto es: el plus de goce de Marx (Lacan, 1970: 58). Y en L'Envers... , no duda en afirmar que con su teoría del plus valor "Marx inventó el síntoma" (Lacan, 1991: 49).7

Las cuatro funciones mencionadas (S1, S2, $a), representan una serie de orden inalterable que se repite incesante:
S1 → S2 → a → $ → S1 → S2 → a →$→ S1
... mientras rotan ocupando cuatro lugares asimétricos, los cuales son los que organizan el discurso en el que el sujeto funciona, y que Lacan estipula como:

... , cada una de estas posiciones concebida como soporte de un "efecto específico del significante" (Lacan, 1975b: 25).

La rotación en cuarto de vuelta de las funciones genera los cuatro tipos básicos de discurso: del amo, de la universidad, de la histérica y del analista, lo cual quiere decir que aunque las funciones son invariables, pueden tomar diferentes lugares, y eso define el tipo de discurso del que se trata.

En el esquema antes reproducido, la flecha puesta entre el agente y el otro no remite a una implicación lógica, sino a la junción "para", a la relación de diferencia entre S1 respecto de S2, y a la cadena significante (Darmon, 1990: 333-334; Laurent, 1992). La flecha nunca significa "comunicación" y debe leerse como "dirigirse al otro" (el agente se dirige al otro). También expresa la dirección del lazo que establece S1 (significante amo) con el saber del otro: S2. La doble barra inclinada que se ubica debajo representa "[...] la impotencia de cualquier intento de absorber la verdad en el producto" (Zlotsky, op. cit.: 114).

El lugar del agente define la posición desde la cual parte el discurso: como autoridad y comando: S1; como saber: S2; como sujeto dividido por el lenguaje: $; y, desde la perspectiva del objeto (causa) del deseo: a. El lugar del agente es el punto crítico respecto de los otros lugares de la estructura; por eso, la identidad específica de cada tipo de discurso depende ante todo de qué función se sitúe en este lugar. Así, funciones y lugares se hallan estrechamente correlacionados.

Desde el lugar del agente, el discurso interpela al otro, localizado en posición de trabajo: el amo hace trabajar al esclavo, según la dialéctica hegeliana.8 Sin embargo, no importa quién se encuentre en la posición del agente, ni quién del "otro"; ellos serán siempre sujetos contingentes pues nadie está dotado a priori —por su propia naturaleza o condición— de la índole de agente o de otro (menos aún de "Otro"). Lo que es más, un mismo sujeto puede operar en distintas posiciones dentro de una misma estructura discursiva, o en discursos diferentes. Por ejemplo, un psicoanalista que es también un profesor universitario opera dentro del discurso del analista cuando recibe a un analizante en su consulta, pero se ubica dentro del discurso de la universidad cuando imparte su enseñanza. En el primer caso, se ubica en la posición del agente asumiendo la perspectiva del "objeto a"; en el segundo, también se sitúa en tal posición, pero funciona como S2: saber.

Más allá de la figura contingente del otro (el alter ego del agente, aparente destinatario de sus palabras), el discurso apunta al otro, ese lugar radicalmente heterónomo que tiene la clave del discurso del agente, pues es desde el otro de donde éste recibe el mensaje de su propio discurso, aunque de manera invertida. Por ejemplo, el mensaje que el agente recibe del otro cuando dice a una mujer: "Tú eres mi esposa", es "Yo soy tu marido", con lo que de paso se refrenda en su posición subjetiva.

El planteamiento de que el discurso apunta al Otro es pertinente, además, porque las estructuras discursivas no describen un proceso de comunicación entre el agente y el otro, a manera de emisor y receptor de un mensaje. La comunicación presupone la transmisión inequívoca del mensaje entre el que habla y el que escucha; por consiguiente, la posibilidad de un entendimiento perfecto entre ambos. El psicoanálisis subraya por el contrario que si hablamos es porque la comunicación es imposible. El deseo trabaja desde dentro al lenguaje y torna la comunicación y el entendimiento proclives al fracaso, al malentendido. Hay una falla central en el lenguaje, un hueco que hace que éste sea estructuralmente incompleto; de ahí que no sea correcto hablar del lenguaje como "sistema" o como "universo". No hay modo de decir el Real por medio del lenguaje: estamos obligados a sugerirlo mostrándolo, a bordearlo con símbolos para poder dar cuenta de él. No se puede decir "todo": hay algo que escapa siempre, que no es articulable. Si tenemos que hablar y hablar es porque no hay medio de llenar el vacío central del lenguaje; por eso no puede haber comunicación exitosa, a pesar de lo que sostiene la utopía habermasiana de una restauración racional de la comunicación (Habermas, c. 1984).

Para el psicoanálisis, el agente y el otro se hallan unidos por el goce; aunque éste siempre fracasa debido a la acción del "objeto a", el cual bloquea toda tentativa del agente de experimentar un goce del otro sin límites ni mediación. En su lugar, lo que el agente recibe como magra compensación es el "objeto a", apenas la plusvalía del goce, migajas metonímicas que le procura el fantasma, es decir, su forma particular de experimentar goce.

Debajo de la posición del agente se encuentra el lugar de la verdad (en minúsculas), que para el psicoanálisis no refiere a ninguna correspondencia entre la proposición y el mundo que la fórmula tomista consagraba como Veritas est adequatio intellectus ad rem y que es más bien del orden de la verificación. Se trata de "[...] la verdad del sujeto, de la singularidad [de su] historia individual en el seno de la realidad material" (Mieli, 2002: 44). Esta verdad no se encuentra en el enunciado, sino en el acto de enunciación: en el decir, no en lo dicho. Por eso, la verdad habla siempre en primera personaMoi, la verité, je parle... , decía Lacan. La verdad es siempre particular a cada sujeto y no puede ser nunca puesta en palabras en su totalidad: sólo se expresa a medias. Cuando agujerea el habla del agente, la verdad aparece como un enigma, como una ficción, como algo extraño y recóndito que perturba al sujeto, llenándolo de interrogantes en cuanto a lo que pueda significar.

A pesar de las apariencias fenomenológicas de comunicación e intersubjetividad, la verdad inconsciente comanda el habla del sujeto. La verdad es el aristotélico "primer motor" que pone el lenguaje en movimiento y empuja al agente a hablar. Por su condición inconsciente, es desconocida para el sujeto, quien prefiere atribuir la causa de sus palabras a sus necesidades, a su ego, o a su racionalidad y voluntad. No obstante, la verdad inconsciente es la fuerza incansable que habla mediante los síntomas del sujeto, de sus lapsus y de sus sueños.

Como se señaló antes, Lacan identifica cuatro estructuras fundamentales del discurso: del amo, de la universidad, de la histérica y del analista. Los discursos particulares pueden mutar en el tiempo al cambiar el lugar desde el que parten. un ejemplo de esta transformación es el discurso de la universidad, que en nuestros días se ha convertido en otra versión del discurso del amo al prestar legitimidad racional al poder (Fink, 1995: 129-130; Fink, 1998: 33).
He aquí las "cuadrípodas" del discurso tal cual Lacan las formaliza.


Cada discurso determina un tipo específico de configuración y posición subjetiva, de acuerdo con el lugar que se ocupe dentro de la estructura. En el discurso político —que es por excelencia discurso del amo—, un líder situado en el lugar del agente construye su imagen frente a sus seguidores (puestos en el lugar del otro) y mueve los hilos del lazo que los une dentro del proceso político. El discurso de la universidad es el molde en el cual un profesor se efectúa, así como el tipo de vínculo que mantiene con sus estudiantes: ¿es él un magister?, ¿un mayéutico socrático? Ana O y Dora (las famosas pacientes de Freud) ilustran el discurso histérico, en el cual el síntoma habla desde el lugar del agente. También Don Giovanni (el seductor de mille trè mujeres en España, en la opera de Mozart y Da Ponte) puede ser tomado como prototipo del amante posicionado en el discurso histérico. Por último, tenemos el discurso del analista: el discurso que estructura la práctica clínica del psicoanálisis.9

Recordémoslo una vez más: en la medida en que los hablantes están atrapados en las estructuras discursivas aún antes de dirigirse al otro, tales estructuras son independientes del contenido semántico del discurso y de las contingencias de la situación de habla concreta: las estructuras discursivas no implican ningún contenido específico.

Pasemos ahora a explicar en detalle lo que está en juego en cada "matema" (relación entre letras) de formalización del discurso en tanto estructura del lazo social.

Próxima entrada: La textura de lo social (3): Los 4 discursos, uno por uno

Notas: 
6 Ernesto Laclau y Chantal Mouffe han propuesto interpretar el Real en la esfera de lo social y político como "antagonismo" y "dislocación" (Laclau y Mouffe, 1985). En este campo, el Real es lo que transforma a los oponentes políticos en enemigos; es la fuerza agonista que irrumpe en la sociedad como asonada política o motín social y echa por tierra las instituciones sociales. Finalmente, el trabajo del Real puede ser inferido en fenómenos de anomía y psicosis social, como los de asesinos en serie, consumo adictivo de droga, suicidio colectivo, y otros.
7 La noción lacaniana de "goce" hunde sus raíces en el concepto freudiano de "pulsión" que lleva a la repetición y que anula cualquier "armonía pre-establecida entre los principios de placer y de realidad" (Lacan, 1978a: 34). Freud introdujo esta teoría en su segunda tópica del aparato psíquico, desarrollada en su libro Más allá del principio del placer (1920). En este texto capital, puso en correspondencia la repetición de los síntomas neuróticos con la pulsión de muerte, y sostuvo que hay una ganancia subjetiva de placer conectada con los síntomas (véase Lacan, Seminarios I y XI; Braunstein, 1990).
8 Recuérdese que Lacan diferencia al "Otro", escrito con O mayúscula, del "otro". Mientras que el "Otro" refiere al registro simbólico (lenguaje, inconsciente; véase nota 4), el "otro" designa al alter ego: al partner. El lugar en lo alto a la derecha, que escribo como "otro" siguiendo el Seminario XX (Encore y "Radiophonie"), es escrito "Otro" en el Seminario XVII (L'Envers...). La aparente inconsistencia se disipa fácilmente si pensamos que cualquiera que pretenda encarnar con su propia persona al otro ( e. g. la madre para el niño, el amo para el esclavo, el Otro sexo, etcétera) no es sino "otro". Además, si el lugar del otro puede ser escrito como otro por Lacan, es para expresar la dialéctica del deseo, por la cual deseo es siempre deseo del otro (deseo de ser deseado, como decía Hegel) y eso en varios sentidos: deseo del niño por su madre, deseo del niño de ser deseado por su madre, pero también deseo de la madre por su hijo, deseo de que su hijo desee su propio deseo, etcétera. En última instancia, el deseo es el real agente del discurso.
9 Vale aclarar, en atención a la tradición sociológica, que las cuatro formalizaciones que Lacan avanza no son "tipos ideales" a la manera de Weber, que nos ayudarían a entender por aproximación los discursos concretos. Se trata de "matemas", de relaciones formalizadas entre letras que representan los elementos de la estructura.

Fuente: Gutierrez Vera, Daniel (2003) "La textura de lo social" - Rev. Mex. Sociol vol. 66 no. 2 México abr./jun. 2004

lunes, 13 de abril de 2020

Esquema L: El emisor recibe del receptor su propio mensaje en una forma invertida.


Fuente: Clase del 6/09/2012 de Daniel Zimmerman, en la cátedra "Psicoanálisis II" en UMSA.

La vez pasada empezamos a ver que el emisor recibe del receptor su propio mensaje bajo una forma invertida. Por otra parte, tenemos otro artículo de Jakobson, que está puesto como referencia para revisar estas cuestiones. Este artículo tiene que ver con el eje de la contigüidad y simultaneidad que él planteaba como una equivalencia a la hora de aproximarnos al mensaje poético al hablar del mensaje metalingüístico. También vuelve a citarlo después.

[Este es un ejemplo ante la pregunta de lo último visto en la clase pasada]Un paciente le dice al analista: “Soñé con un MATE.” ¿Con qué soñó? Mate puede ser la bebida, el recipiente, o el verbo de matar, o jaque mate, o sinónimo de cabeza. También puede ser “maté”. O el color mate. O el diminutivo de matemática. En fin, a lo que vamos es que cuando el inconsciente nos presenta un mate, dice Freud, deberíamos prescindir de todo registro y figuratividad (Capítulo 6) para considerar la palabra como un conjunto de letras o sílabas y que así encontraremos… 

Otro ejemplo: Si el hombre supiese el valor que tiene una mujer se arrastraría en su búsqueda.
La frase puede leerse: Si el hombre supiese el valor que tiene una mujer, se arrastraría en su búsqueda.
O puede leerse: Si el hombre supiese el valor que tiene, una mujer se arrastraría en su búsqueda.
…Dependiendo dónde se ponga la coma.

Esto quiere decir que cuando el paciente nos cuenta algo, por ejemplo un sueño, el sueño se presenta así: con imágenes que tenemos que componer y descifrar. Parte de ese desciframiento.

Avancemos. Estamos ahora revisando a Jakobson, viendo el texto poético, que le vamos a dar una segunda vuelta con el artículo que cita, porque nos va a llevar al eje de simultaneidad y contigüidad y el paso lingüístico siguiente es metáfora y metonimia, donde Lacan dice que también vamos a poder reconocer en los mecanismos del sueño, tal como los plantea Freud, la metáfora y la metonimia. Incluso hasta Jakobson se anima con eso. Lacan va a vincular metáfora y metonimia con condensación y desplazamiento. 

La vez pasada vimos que el emisor recibe del receptor su propio mensaje bajo una forma invertida. Didácticamente, intentamos buscar ejemplos que apuntaran en esa dirección. Marcamos ciertos adjetivos que automáticamente nos plantean esta cuestión.
Chiste como ejemplo: Dos hombres van a jugar un pardido de paddle, de los cuales uno era invitado. El invitado se va a bañar al vestuario y cuando está terminando se da cuenta de que se metió en el vestuario de damas, pues escucha a 3 mujeres hablando. El invitado toma su toalla y se da cuenta que tenía una toalla de manos. Al invitado se le presenta una disyuntiva tremenda: salir tapándose abajo o salir tapándose la cara. Decide taparse la cara y así pasa delante de las 3 mujeres. Entonces dicen las mujeres:Mujer 1: Mi marido no es.Mujer 2: Mi marido tampoco.Mujer 3: Ni siquiera es socio del club.

Desmenucemos el chiste: la mujer 3 conocía desnudos a todos los socios del club. Por eso el emisor recibe su propio mensaje bajo una forma invertida. Ella dijo “ese no es socio del club” y ustedes entendieron “esa mujer estuvo con todos los socios del club”. Ella, tratando de calificar algo, no hace más que hablar de ella. Eso es lo que entiendo yo que Lacan nos quiere decir con “El emisor recibe del receptor su propio mensaje en una forma invertida”.

Alguien podría objetar que el receptor no habló. Y si tomamos en cuenta lo que dice Lacan, sucede que el receptor tuvo que decir algo. Por lo tanto empezamos a percibir que hay algo propio de la estructura del lenguaje que no precisa que el otro nos lo devuelva. Esto tiene que ver cómo interviene el analista, porque a veces nosotros decimos “fijate lo que dijiste. Es un receptor que no precisa ser de carne y hueso.

A a frase que dijimos, Lacan le va a agregar unas modulaciones que tenemos que introducir primero para decir la definición. ¿Se acuerdan que una vez les conté un acto fallido, que también podría haber sido uno de estos chistes, del estudiante que se casaba con la novia? Le había dicho al suegro “Por fin ahora lo voy a poder putear… Eeh, tutear”. 

¿Podríamos admitir que este acto fallido, este tropiezo del habla de alguna manera también es una formación inconsciente? El tropiezo es sumamente sutil, ¿Qué hace el inconsciente?

TUTEAR
PUTEAR

Ni siquiera le cambia una letra, apenas hace de la T una P. ¿Qué nos llega de eso? Algo de la verdad de ese joven, que evidentemente tenía unas cuantas facturas pendientes con el suegro.

Esquema λ.
Lacan, con estos términos, va a introducir un esquema que él propone que clarifica e ilustra esta cuestión. El esquema se llama Lambda, la letra griega λ, en donde nos propone graficar lo que sucede en estas cuestiones del inconsciente, tal como Freud las plantea, donde se juega esta dimensión de la inversión del lenguaje. También se llama esquema en L.

Lacan nos va a plantear que en todo lo que sería el diálogo intencional que esto que acabamos de graficar en los ejemplos se puede graficar así:
Un discurso intencional que va del yo al otro, que podría ser emisor y receptor. Otro que escribimos con minúscula, es otro que sería el semejante. En este eje, estaría la frase intencional del joven: “Venga ese abrazo suegro, ahora por fin lo voy a poder…” y cuando quiere decir “tutear”, aparece putear. Se produce un cortocircuito ahí. Ese cortocircuito, que vamos a ponerlo con línea punteada, tiene que ver con el inconsciente.
 El asunto es, ¿De dónde vino ese mensaje o esa interferencia? Uno podría decir del inconsciente, pero Lacan puso el inconsciente ahí, donde está escrito. Lacan va a decir que ese mensaje viene de un lugar que, para distinguirlo del otro, va a ponerlo en mayúscula y lo va a llamar OTRO.
La conocida frase “El deseo del hombre es el deseo del Otro” se refiere a este Otro con mayúscula. ¿Qué es el Otro? Es un lugar. Es el lugar, podríamos decir, desde donde el sujeto recibe su propio mensaje invertido. El Otro es el lugar de donde retorna el mensaje invertido.

El Otro es siempre un lugar de donde se reciben mensajes bajo una forma invertida. ¿Desde dónde vino la frase “Yo estuve con todos los socios del club” del chiste que vimos antes, si no había receptor? Bueno, ahí esa otra dimensión en el que aparece el Otro: lugar desde donde se recibe el mensaje invertido. Si ustedes quieren, por definición, “Lugar tesoso de los significantes”. Tiene que ver con lo cultural, con la lengua materna, con lo adquirido. No todos estamos habitados por el mismo tesoro significante. Si yo digo “no me rompas el mate” y hay un alumno extranjero, yo debería dar un mensaje a predominio metalingüístico diciéndole “en nuestra jerga mate es una denominación habitual para la cabeza”. En el Otro, estaría “mate” sin todas las significaciones que le dimos. Atención que no es el código, porque sino plantearía una significación unívoca. Es lo que dice Freud en el capítulo 6. El Otro se llama así en homenaje a Freud cuando califica al inconsciente como la otra escena. Freud da esa definición del inconsciente: la otra escena. Por eso Lacan pone al inconsciente abajo, porque lo que quiere es subrayar es que el inconsciente no hay que buscarlo en ninguna profundidad, sino que está en la superficie del discurso. Los chistes que vimos funcionan a nivel discursivo. El inconsciente, dice Lacan, es el discurso del Otro. Lo pone en mayúscula, primero, para distinguirlo de cualquier otro semejante.

En el seminario 3, donde revisa la psicosis se va a plantear la pregunta de si en esa patología esto está vigente. El delirio y la alucinación en Lacan pueden ser explicados con este esquema.

Vimos que en el mensaje se produjo el cortocircuito, acto fallido, que hace que aparezca un mensaje que viene desde el Otro. Y que de alguna manera invierte la polaridad de ese mensaje dando cuenta, siguiendo el ejemplo del muchacho, de algo que tenía que ver con su verdad. Lo mismo que con la mujer del club. A esa dimensión que no es el yo y que resulta del advenimiento o de la apertura de lo que tiene que ver con el inconsciente, Lacan lo va a denominar sujeto.

Sujeto es algo diferente del yo que adviene dando cuenta de una verdad que lo habita y que tiene que ver con cierta apertura del inconsciente. Esta dimensión, que aparece como un chispazo en la medida de que algo del inconsciente se devela, lo llamamos sujeto. La irrupción del inconsciente en lo intencional nos muestra algo sobre la dimensión sujeto, que a todos nos habita. ¿A quién habita? Al ser parlante, tendríamos que decir. Al ser del lenguaje, que no es el yo.

La fórmula ahora se abrocharía diciendo que en términos estrictos, si partimos que el emisor recibe del receptor su propio mensaje bajo una forma invertida, podríamos decir ahora habiendo planteado este esquema, que donde decía “emisor” vamos a poner “sujeto” y donde decíamos receptor vamos a poner “Otro”. El sujeto, en la dimensión del inconsciente, en la medida que habla, recibe del Otro su propio mensaje invertido.

Ya vimos el juego que hace el inconsciente sobre el significante. Para poder jugar con tutear y putear, por ejemplo, la clave es el manejo con el significante. La dimensión del sujeto apareció en el interjuego entre los significantes. Esto lleva a Lacan a dar una fórmula tajante, de la que nunca se va a desdecir, que dice que el sujeto es lo que un significante representa para otro significante. Justamente la línea punteada es por la aparición o no del sujeto. Lo punteado es lo que puede o no aparecer, ya sea porque no se produjo ningún tropiezo o porque el tropiezo sea desestimado.

En este segundo paso que hemos dado, el lenguaje pierde primacía en su función de comunicación. Jakobson dijo que en esto se sostiene la comunicación, y estos ejemplos van en la dirección de ver cómo el lenguaje trasciende –e incluso le hace una zancadilla- a la función de comunicación. Porque en términos de comunicación consciente la mujer del vestuario le quería pasar una información a sus amigas sobre lo que estaba viendo. Lo que el muchacho quería decir era su emoción de empezar a formar parte de la familia. Esa es la función de comunicación que pretendían tener, lo que pretendían comunicar. El juego entre significantes hace saltar esa chispa que tiene que ver con el sujeto: el sujeto del inconsciente, si quieren, el sujeto del deseo. Eso que está más allá de la dimensión del yo.

Vamos a llevar esto al terreno concreto. Uno podría plantear que de alguna manera, con estos parámetros transcurre la sesión analítica. El paciente está con su yo y el analista está con su yo, pero uno podría decir que en la medida que el analista pueda correrse de ese lugar del otro para aproximarse al Otro, va a permitir que de la dimensión “yo-otro” (eje “relación imaginaria”) se despeje la dimensión “Otro-sujeto”. El analista debe correrse de la dimensión otro semejante para cumplir la función de Otro. Si logra colocarse en ese lugar, va a permitir que el sujeto del paciente se ponga en concordancia, o abra su dimensión a la verdad del sujeto. Eso tiene que ver con la transferencia. El que tiene que estar permeable a eso es el que escucha. Es en la medida que el analista se corra de ese lugar del otro (evitando prejuicios, confrontación, juzgar con los propios criterios) y pueda escuchar desde el Gran Otro, va a habilitar a que surja esta dimensión del sujeto, que tiene que ver con que el yo se corra para dar lugar a la verdad del sujeto.

Ejemplo: va una paciente a hablarle al analista de lo mal que la pasa en la facultad, de que le vendieron un buzón, de si sigue o se va y que los compañeros son muy competitivos. Al otro día, dice que faltó a una clase pero llamó a un compañero para que le llevara el apunte y ella pudiera completar sus clases. Cuenta que el chico no le respondió y que eso venía a confirmar lo que ella decía de la facultad. Entonces el analista le pregunta “¿Así que usted va a dejar la facultad porque fulanito no le llevó el apunte?”.

Ella se está quejando en el eje imaginario hasta que se produce un cortocircuito con el apunte. Lo dice ella misma. En la medida que el analista pueda escuchar desde otro lugar, del tesoro de los significantes, el analista le dice que lo que ella le está diciendo es eso, que se va a ir a otra facultad porque fulanito no le llevó el apunte. Ahí ya aparece una dimensión diferente con esa intervención. Hace un cambio de vía.

Próxima clase: Metáfora y metonimia. Metáfora paterna.