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viernes, 24 de mayo de 2024

El cuerpo en la neurosis obsesiva

Notas de la conferencia "El cuerpo en la neurosis obsesiva" de Patricio Álvarez, en Causa Clínica.

El cuerpo en psicoanálisis.

Primer momento: El cuerpo imaginario en relación a lo simbólico del ideal del yo. 

Comenzamos conm cuerpo que se construye en el estadío del Espejo. El cuerpo especular que se produce con la identificación al semejante.

Lacan agrega, al cuerpo especular, la determinación de lo simbólico. Se introduce el Otro y lacan ubica al yo respecto al ideal del yo, es decir, el modo en que ese cuerpo queda situado a partir del significante. El ideal del yo se pone en juego en relación al deseo del Otro. El ideal del yo, tal cual Freud lo ubicó como heredero del complejo de Edipo, sitúa las marcas del deseo del Otro sobre el sujeto. En lo que refiere a la relación entre el yo y el ideal del yo se ubica el sujeto, en relación a su propio ideal. Cotidianamente esto se llama "autoestima", porque se trata de la relación entre el yo y el ideal del yo. Es decir, nos referimos por un lado a la unificación especular y a la relación con el ideal del yo.

Lacan plantea que el cuerpo especular está unificado gracias a una construcción ficcional, que es el yo. Tiene que ver con una identificación al semejante y una anticipación del otro de los cuidados, donde el niño comienza a tener dominio de su cuerpo. 

En esta dimensión entre la imagen unificada del cuerpo y la posibilidad de ruptura de esa unidad encontramos el cuerpo fragmentado. A nivel de lo imaginario, el cuerpo puede aparecer de manera unificada o fragmentada.

Segundo momento: Relación de lo imaginario del cuerpo con las zonas erógenas. Seminario 10 y 11, operaciones de alienación y separación.

Lacan  teoriza, respecto al estadío del espejo, una condición necesaria para que haya identificación especular: las operaciones de alienación y separación. La condición necesaria para que se construya la imagen especular es la extracción del objeto a. En la operación de separación se produce la pérdida del objeto a. En Freud, encontramos la referencia a la primera experiencia de satisfacción, que es irrepetible, pues en la segunda vez se pierde ese goce inicial. Esa pérdida de goce inicial Lacan la ubica como pérdida del objeto a o separación.

En la neurosis, a partir de la extracción del objeto, en el cuerpo se produce una superficie unificada alrededor de agujeros u orificios corporales. ya no es una pura superficie como era en el estadio del espejo anterior, sino que es una superficie agujereada por las zonas erógenas. Esas zonas erógenas le dan al cuerpo conexión entre lo especular y el goce. 

Cuando no se produce la extracción del objeto estamos en el campo de las psicosis. Allí, aunque hay estadio del espejo, no hay separación y el cuerpo aparece desarmado o dispuesto a fragmentarse. Lo vemos claramente en la esquizofrenia, pero también en la paranoia, donde la fragmentación se ubica en el campo del semejante, el cual se multiplica bajo formas persecutorias o erotómanas. Por ejemplo, en el caso Schreber están las multiplicaciones de las almas de Flechsig. 

En el autismo tampoco hay extracción del objeto y no se construye la imagen especular.

Tercer momento: El misterio del cuerpo hablante. Seminario 20 en adelante.

Lacan ubica una temporalidad anterior a la especular y al lenguaje, el momento donde se produce el traumatisme, el agujereamiento que permitirá todas las formas de anudamiento. Se trata del agujero inicial, que se produce con el primer encuentro entre lo simbólico con el cuerpo material (y no la imagen especular). Lacan ubica esto como el cuerpo del parletre, en un tiempo anterior a la constitución del sujeto del inconsciente.

El parletre o habla-ser no es el del lenguaje, sino que se trata de una primera entrada de lo simbólico, que Lacan llama lalengua.  Lalengua no es el sistema de oposición entre significantes, sino la primera entrada de lo sonoro, por ejemplo en la hilación del bebé, o en el ruido que escucha del Otro cuando todavía no tiene el lenguaje. Es un eco, un murmullo donde todavía no están diferenciados los significantes. En esa sonoridad, el cuerpo funciona como una caja de resonancia, donde se hace eco de un decir, de la lengua. Este es para lacan, el misterio del cuerpo hablante. Lacan dice que este cuerpo se siente, pero que no se puede decir demasiado sobre eso y que si bien a ese cuerpo se lo tiene, se trata de la primera entrada del goce en el cuerpo.

Cada una de estas concepciones del cuerpo tiene consecuencias clínicas. Si bien Lacan se refiere al cuerpo en el registro imaginario, cada vez más en su obra aparece la relación con lo real, entre la imagen del cuerpo y el goce del cuerpo.

En las tres épocas, la referencias al cuerpo parten de lo imaginario, pero en la última época lo imaginario ha tomado un carácter mucho más importante como consistencia de la que tenía en la primera enseñanza. 

En esta última concepción del parletre y el cuerpo hablante, Lacan construye una oposición que vamos a tomar para la neurosis obsesiva. En un texto correlativo al Seminario 22, La Tercera, Lacan establece la diferenciación entre dos modos de goce:

  • El goce entre lo imaginario y lo real. Lacan lo llama "goce en el cuerpo", un goce que se siente pero nada puede ser dicho sobre él. Está relacionado con el goce femenino, pero no es lo mismo.
  • El goce entre simbólico y real: Es el goce fálico, fuera del cuerpo, porque está ubicado en el falo, un elemento que pertenece al cuerpo, pero a la vez no, por provenir del significante. Falo no es el pene, sino un significante que proviene de la cultura y lo simbólico. El goce fálico, por eso, está fuera del cuerpo. 

El parletre se divide en estos goces y nos importa porque está en relación con la neurosis obsesiva.

***

Lacan sitúa, desde el inicio, trabaja a la neurosis obsesiva poniendo el centro en lo imaginario. Ahora que vimos la conceptualización del cuerpo, se entiende más por qué el neurótico obsesivo no se queda solo en lo imaginario de la relación al semejante, sino que en le relación de lo imaginario con el goce tiene un papel fundamental.

Lacan primero habla que el neurótico obsesivo tiene una construcción reforzada de su yo, es decir, el yo del obsesivo es fuerte, lleno de mecanismos de defensa. En cambio, el yo en la histeria solo tiene el mecanismo de represión. En la neurosis obsesiva vamos a encontrar otros mecanismos auxiliares, pues la defensa obsesiva queda infiltrada por la pulsión, según Freud. Recordamos que Freud decía que se producía una primera defensa, donde se producía la represión. El retorno de esa represión era un síntoma con una carga extra de satisfacción pulsional que requería una nueva defensa contra ese síntoma. Ya no es la lucha contra la representación reprimida, sino contra el síntoma mismo. En esa lucha contra el síntoma mismo se infiltraba otro goce, de manera que había que realizar una nueva lucha contra ese síntoma secundario, que eran las compulsiones. Eso no se detiene.

Leyendo a Freud, Lacan establece que en la neurosis obsesiva hay un yo reforzado por muchas defensas y por otro lado, un exceso de goce del cual el aparato intenta defenderse permanentemente. Ese exceso de goce es la presencia de la pulsión. Freud enseñó que la fijación en la neurosis obsesiva estaba dada por un "más de satisfacción", mientras que la fijación de la histeria era un "menos de satisfacción" (deseo insatisfecho). El obsesivo se defiende de ese "más de satisfacción". Acá ya hay un elemento, que es la relación del obsesivo a un cuerpo en el que el exceso pulsional, un más de goce, está puesto en juego de entrada. El obsesivo se defiende de eso y en esa defensa está la relación con el cuerpo, que puede darse:

- Un exceso de satisfacción que el sujeto siente.

- Una formación reactiva contra el exceso de satisfacción.

La sexualidad en la neurosis obsesiva está relacionada siempre con ese exceso, que está en más. Con lo cual, en la neurosis obsesiva el modo de tener y sentir un cuerpo siempre está ligado a algo de la prohibición. El cuerpo se vive con culpa moral, a la deuda y al superyó. Freud habló de esto desde el inicio acerca de este excedente sexual del que el sujeto debe defenderse.

En el Hombre de las Ratas está ubicado este primer encuentro con un goce excesivo para el niño, cuando él a los 5 años miraba las bombachas a las nodrizas (exceso de pulsión escópica). En ese punto se produce la forma lógica del síntoma excesivo: "Si, entonces..." Acá aparece el deseo de ver a las mujeres desnudas y la defensa, donde está en juego la prohibición. En el historial, esta es "Si deseo ver mujeres desnudas, mi padre morirá". Aparece una forma de goce junto a la defensa.

El hombre de las ratas tiene un recuerdo encubridor, donde se pone en juego otra pulsión, la sádica. Se trata de un recuerdo de los 3 años de edad, la paliza del padre. Él había hecho algo que estaba mal -y no recuerda qué era. El padre le pega, pero como el niño no tenía muchas palabras disponibles, le contesta "Eh tu, lámpara, pañuelo, plato..." como si fuera un insulto.

Lacan presta mucha atención a los recuerdos encubridores, porque en los grandes casos del psicoanálisis siempre remiten al fantasma y al objeto a. Por ejemplo, el recuerdo encubridor de Dora chupándose el dedo y tirándose de la oreja al hermano, está puesto en juego la pulsión oral. Lacan la toma para determinar que esa es la matriz fantasmática en Dora. En el Hombre de las Ratas, su matriz fantasmática lo que aparece es la furia contra el padre situada en relación a un goce sádico, de vengarse de él. Ese goce sádico, ligado al erotismo anal, va a ser el eje de todo el análisis del hombre de las ratas. Freud sitúa que el Hombre de las ratas es un "criminal", aunque no sabe de qué crimen se trata y alrededor de eso gira el análisis, tomar posición el sujeto frente a su sadismo.

En relación al sadismo está puesto el objeto anal, que va a ser el eje del trabajo del hombre de las ratas, donde está en juego el fantasma situado en ese primer recuerdo encubridor. La relación del hombre del hombre de las ratas a su propio cuerpo está ligada a un modo de satisfacción, que es la satisfacción sádica y por el otro, a una defensa permanente frente a esa satisfacción

Los mecanismos auxiliares aparecen subsidiarios de una represión que no es suficiente:

- Formación reactiva. Se opone lo contrario, lo reactivo, a esa satisfacción puesta en juego. Si la satisfacción es sádica, la formación reactiva es ser un hombre excesivamente bueno y agradable. Incluso temeroso a lo que tenga que ver con el sadismo. Acá aparece ese síntoma de sacar y poner la piedra para que el carruaje de la dama no la chocara.

- Anulación. Se anula lo acontecido, se lo niega.

- Aislamiento. Consiste en aislar dos representaciones para que no se relacionen entre sí. 

En el obsesivo, entonces, la relación con el cuerpo tiene que ver con un exceso de goce o con la defensa contra ese goce. No se trata de una relación fácil, sino de oposición: exceso o prohibición. Aparece la duda, la deuda, la autoacusación, en la línea del superyó.

Hay tres modalidades clínicas, hasta acá, de tener un cuerpo en la neurosis obsesiva:

1) Una relación a un goce que se vuelve excesiva o tiene el potencial de volverse así. El obsesivo a veces se permite goces excesivos, que pueden ser sexuales, drogas, etc. Luego aparece la culpa.

2) La formación reactiva, donde ese goce queda vaciado, sublimado. El obsesivo vive su vida de un modo aburrido, desconectado de su propio cuerpo y deseo. En este punto, el obsesivo vive como si no tuviera cuerpo.

3) La modalidad de la culpa y la prohibición. Una relación culposa con el cuerpo, en la dimensión superyoica. Aquí el obsesivo está en posición de sacrificio corporal, trabajando para el otro: da demasiado, compulsión al trabajo, etc.

En este punto, trabajamos con la segunda modalidad del cuerpo que vimos: la de la imagen del cuerpo con sus objetos a. Así lo ubicamos en el caso del Hombre de las ratas  con la pulsión anal y la escópica.

Habíamos hablado de la división entre el goce fálico y el goce en el cuerpo de la última enseñanza de Lacan. Nos interesa la relación al falo en la neurosis obsesiva.

Primero, Lacan ubicó la diferencia entre falo simbólico e imaginario. El falo simbólico es una fórmula vacía, el significante del deseo. No es ninguna imagen, ni el niño, ni el pene... Sino el deseo funcionando, al cual no se lo puede nombrar. Si se lo nombra o se lo representa, ya estamos hablando del falo imaginario, que depende de las significaciones del sujeto. Ahí podemos escuchar "Quiero tal cosa, me gusta tal cosa", todo eso es en el plano del falo imaginario.

La tercera dimensión del falo es el goce fálico, donde Lacan pone en juego un goce ligado a ese significante del deseo y que tiene la característica de ser un goce limitado, regulable, medible, localizado fuera del cuerpo y articulado con la palabra. En las fórmulas de la sexuación, Lacan ubica tanto en el hombre como en la mujer se sitúan de distintos modos respecto al goce fálico. El lado "hombre" se relaciona exclusivamente con el goce fálico, mientras que en el lado "femenino", no todo está ubicado en relación a ese goce fálico.

Lacan designa a ese goce fálico como un goce fuera del cuerpo, ligado por el lado imaginario al órgano del cuerpo, pero luego está ligado a los objetos a. En ese sentido, Lacan lo sitúa fuera del cuerpo, porque se dirige a los objetos. Por ejemplo, en el Hombre de las ratas se dirige al objeto anal o al escópico.

Cuando se trata de un varón neurótico obsesivo, es preponderante ese modo de goce ligado a los objetos a, fuera del cuerpo. En el obsesivo, la parte fundamental de su goce está fuera del cuerpo. De esta manera, aparece poco el cuerpo. En cambio, en el discurso de la histeria la referencia al cuerpo es permanente, se presenta todo el tiempo en en análisis bajo la forma del dolor o bajo la forma del cuerpo conversivo. Se trata, en la histeria, de un cuerpo ligado a significantes en el mismo cuerpo en las manifestaciones conversivas del significante. El cuerpo en la histeria, frecuentemente, se presenta y habla en el consultorio. En la neurosis obsesiva esto no es común.

En la neurosis obsesiva, el cuerpo aparece bajo la modalidad del "fuera del cuerpo" del goce fálico, en modos:

- El cuerpo del lado de la rivalidad fálica o a la competencia con los otros. Aparece el propio cuerpo en función de la rivalidad con el otro, que siempre está en posibilidad de victoria fálica sobre el sujeto. "El que la tiene más grande" toma múltiples formas de rivalidad, que determina la relación del sujeto al ideal del yo. Acá encontramos la clínica de los celos, de la confrontación, el sadismo, el bullying, etc. En todas estas formas está puesto en juego el cuerpo como instrumento para esa competencia. 

- Lo siniestro del cuerpo. Este fuera de cuerpo se presenta como lo no habitual de ese cuerpo investido fálicamente. Es una relación angustiante con el cuerpo, por ejemplo en ciertas hipocondrías. El cuerpo aquí no funciona a la manera del goce fálico, aparecen enfermedades y fantasías exageradas. Es un síntoma hipocondríaco en neurosis obsesivas, que ocurre cuando algo no está recubierto fálicamente. Se trata de una forma de cuerpo recubierta fálicamente, pero que ha fallado en algún punto.

En un análisis, la histerización del discurso del obsesivo es lo que va a permitir la salida del revestimiento yoico (defensas), del revestimiento fantasmático (los objetos a) y el revestimiento fálico (en relación al modo de goce). Estas tres capas son las modalidades de relación que el obsesivo tiene con su cuerpo.

Mientras en la histeria el cuerpo es permeable a lo simbólico -al significante- y no recubierto por todas estas capas, el cuerpo obsesivo es defensivo, una gran coraza dada por estos tres recubrimientos: yoico, fantasmático y fálico. La relación del obsesivo con su cuerpo es bastante problemática. Por ejemplo, en la paternidad, cuando aparece otro cuerpo -el del hijo-, deja muy perplejo al obsesivo, porque tiene que ocuparse de otro cuerpo sin tener el propio o tiene poca conexión con él. 

Cuando Lacan dice que el análisis no solo histeriza, sino que feminiza, es porque produce un efecto una conexión con el cuerpo, sentirlo. Esto implica atravesar el cuerpo fálico, ir por fuera de él. Comienza a ponerse en juego el hecho de sentir un cuerpo, donde el obsesivo puede salir de estos recubrimientos y poner algo del goce en el cuerpo en juego y no puro goce fálico (fuera del cuerpo).

jueves, 23 de noviembre de 2023

La imposibilidad del deseo en la neurosis obsesiva

En esta exposición trataré de situar la neurosis obsesiva en su relación  con el deseo, y como este deseo se vuelve imposible en esta estructura  debido a la tensión entre el ideal, y el dejar caer el deseo ante lo  imposible de alcanzar este ideal. Esto produce que el sujeto se  precipite en un goce o satisfacción pulsional que le aísla. Es lo que  conocemos como ensimismamiento del obsesivo. Aislamiento que le  imposibilita en ocasiones de actuar, o bien de lo contrario, de un pasaje  al acto.  

Las cuestiones que querría llevar a debate son esencialmente: 

1- De qué manera la neurosis obsesiva esclarece en cuanto al deseo. 2- ¿De qué forma articula Lacan la cuestión del deseo en el  obsesivo? 

Trataré de tres puntos para situar estas cuestiones:  

1- El síntoma 

2- La demanda del Sujeto entendida como Demanda primordial. 3- El Padre en la Neurosis obsesiva.  

I-EL SÍNTOMA EN LA NEUROSIS OBSESIVA 

En la neurosis obsesiva tenemos como caso paradigmático El Hombre de  las ratas, caso de Freud, del año 1909. Desde Lacan, éste efectúa una  lectura del mismo, en Mito individual del neurótico de 1953, y lo tomaré  muchas veces como punto de partida para la exposición de hoy.  

Hablando del síntoma del neurótico obsesivo el síntoma fundamental  podemos decir que es La duda y la elección en tanto dificultad de poder  elegir. 

Introducción: Recordemos una vez más que el síntoma determina la  relación problemática del sujeto con él mismo y sus deseo inconsciente,  que produce por medio de un rodeo la satisfacción sexual. Asimismo es una  especie de compromiso entre una representación reprimida inconciliable  con la conciencia y el campo de la representación consciente en el Yo.  

Tanto para Freud como para Lacan, el síntoma en las neurosis, tiene dos  ejes articulados entre sí.  Esto Freud lo manifiesta en el texto: Inhibición, síntoma y angustia de  1926. 

1º-el eje de mensaje interpretable. 

2º el eje de mensaje cifrado, el del valor de satisfacción pulsional o goce en  Lacan. 

Para Lacan, además, el síntoma es el encuentro enigmático con el deseo del  Otro materno, en donde ante este enigma, ante este ¿Qué quiere el Otro  materno de mí?, enigma que como tal angustia, el sujeto crea un efecto de  significación, articulado al fantasma, a lo que despliega que cree que el  Otro quiere de él, como una forma de defensa ante esta angustia. Esta  defensa da lugar en el obsesivo al síntoma de la duda, o de la precipitación  para salir de lo que siente como un estar atrapado en el Otro. En ambos  casos, el resultado será no poder acceder al deseo y subjetivarlo como un  deseo imposible.  

Haciendo un pequeño histórico de la neurosis obsesiva I-Antes de Freud: 

La obsesión era conocida en Pinel como manías sin delirio.  La definían, cuestión vigente hoy en día, por el carácter forzado de ideas y  conducta que se le imponían al paciente y contra las que se defendía por  actos o rituales en un intento de desplazamiento de estas ideas. 

Esquirol llamaba a estos síntomas las monomanías razonables. En ellas se  trataba de la reducción de lo extraño a un número pequeño de signos que  trastornan el entorno. Por ello también se hablaba de delirio parcial o de  locura con conciencia.  

Posteriormente se conoció como delirio emotivo de Morel o vértigo mental  de Lasegue. Todos estos psiquiatras trataban ya de la lucha del obsesivo  con su deseo, aunque no lo dijeran así, y ilustraban esta lucha con síntomas  como el delirio del tocar, o la locura de la duda. 

II- En Freud: Hay tres momentos. 

 a- En su texto Las psiconeurosis de defensa de 1894, donde trata de la  noción de defensa.  

b- En sus textos: Obsesiones y Fobias de 1908 y El hombre de las ratas de  1909, donde trata de los recuerdos en relación al trauma sexual.  

c- En el texto de I.S.A. de 1926, donde trata de la formación de un superyó  feroz y sádico en el obsesivo. 

a- La noción de defensa trata de la operación por la que el sujeto se  defiende de la satisfacción pulsional total o del goce en términos  lacanianos, defendiéndose con el síntoma que le llevan a situar este deseo como imposible. Esto es así, porque cree que este deseo si lo lleva a cabo, le hará esclavo del Otro, sometiéndose entonces a su capricho, y a su goce.  Es decir, primer punto importante, el obsesivo es el que confunde su propio deseo con la demanda del Otro, como nos dice Lacan.  

Esta defensa se conoce como barrera frente al goce sexual y es lo que da  como resultado el no dejar pensar o el desvío del interés del sujeto dando lugar al síntoma en forma de desplazamientos. Estos desplazamientos tienen una traducción en síntomas como bloqueo, petrificación, duda,  rituales, pasajes al acto. 

Asimismo hay una regresión de la libido hacía la fase sádico anal, con todo  el tema de retención, ya que las demandas del Otro o el deseo son vividas como una exigencia de la que el sujeto intenta escapar negando o  destruyendo su propio deseo.  

b- En el Hombre de las ratas, Freud trata de la etiología de la obsesión en  relación a lo sexual, a la infancia y a que el sujeto se sintió “abusado”, es  decir sintió un exceso de goce sexual, que atribuía al Otro hacía él. Es lo  que se conoce como un exceso precoz de placer sexual y de esta  precocidad nacen las Ideas obsesivas y los reproches.  

c- Cuando Freud habla de erotismo anal en I.S.A., habla de la formación de  un súper yo feroz, que es lo que da cuenta según Lacan, de que la demanda  del Otro se le convierte en mandato a gozar y de forma sádico anal, en  una compulsión de repetición. 

III-Lacan: 

Es decir que desde Lacan, el obsesivo confunde su deseo con la  demanda del Otro y esta demanda se le convierte por la exigencia  de su super-Yo en un mandato sin matices.  

 Define el síntoma obsesivo como una especie de laberinto para negar el  deseo. Este laberinto le lleva a los más variados desplazamientos como  exigencia del Superyó.

Es en Variantes de la cura tipo de 1955 y sobre todo en El mito individual  del neurótico de 1953, que Lacan reinterpreta el caso del Hombre de las  ratas. Les doy algunos de los ejes que nos da Lacan para empezar: 

1- El obsesivo es el que resuelve la cuestión de su deseo situando en el  lugar del deseo, la demanda imperativa del Otro y escapando de ella y por  tanto del deseo. Así el deseo que conlleva necesitar al Otro, según la  fórmula lacaniana, de que el deseo pasa por el deseo del Otro, produce  que el obsesivo se obstine en la destrucción simbólica del Otro, que es  vivido como peligroso. De ahí, su agresividad a veces reprimida y a veces  actuada. Pero al intentar destruir al Otro, en este esfuerzo desaparece su  propio deseo, o aparece bajo la forma velada de un objeto del que duda que  sea el apropiado. Por ejemplo, el hombre de las ratas de Freud con la duda  acerca de si quiere a la mujer rica o a la mujer pobre.  

2-Estas dudas producen el laberinto de su síntoma que es una metáfora  dirigida al Otro, como lo es el síntoma de conversión en la histeria.  

3-Vemos en la clínica que mantiene el deseo como imposible en su  eterna duda, Ser o no ser…, para Lacan, ser o no ser el Falo del Otro. Es  decir ser el que apoya o sostiene al Otro, le consuela, le complementa  imaginariamente, o salir de ahí por temor aquedar atrapado en este  fantasma. 

4-Por otra parte, al ser reducido el deseo a la demanda y ser ésta vivida  como exigencia, como ya hemos dicho, se aplica a matar simbólicamente la  posible demanda del Otro, es decir lo que Lacan denomina la muerte de la  demanda.  

Es en este afán de “matar” en lo simbólico la demanda y el deseo, que  tiene una particular relación con la muerte. Es un sujeto en el que sus dos  grandes preguntas son sobre la muerte y el padre. Ese padre si bien aparece  en ocasiones, como humillado, es siempre un rival y lo sitúa teniendo que  sostenerle privándose de su propio deseo para ello. Esto produce el  particular deseo inconsciente de muerte de este padre. Es un padre, en  cierta manera, muerto también simbólicamente, y la identificación del  obsesivo a este padre produce una identificación a un dolor de existir  propio del obsesivo. 

A través de esta puntuación ¿Cómo podemos entender los síntomas de la  duda y la elección? La duda es el efecto de la posición de bascula o de no  resolverse a salir del señuelo de Ser o no Ser el Falo del Otro. Es el posponer enfrentarse a esa desilusión fundamental de no ser el Falo del  Otro, que le daría si se enfrentara, como resultado no estar tan preocupado  por el deseo del Otro y enfrentarse al suyo propio. Por la duda misma, el  esto o aquello, mujer pobre, mujer rica, en el caso del Hombre de las ratas,  el obsesivo se mueve en torno a un eje fijo ya sea en un sentido o en otro.  

Este síntoma produce que el sujeto ocupado en sus pensamientos presenta  un bloqueo, y se queja muchas veces de su inutilidad porque no puede  cumplir con lo que la vida le pide. Esta posición, por otra parte, plantea una  dificultad en la dirección de la cura ya que queda “petrificado” en esa  oscilación que es un cierre a la “histerización, entendida como el  preguntarse por sus síntomas. Es decir lo propio de toda entrada en análisis,  una pregunta sobre el síntoma dirigida a Otro, el analista, al que se le  supone un saber, algo distinto del estar ensimismado del obsesivo, al que  le cuesta salir de preguntarse a sí mismo.  

En El Mito individual del neurótico, Lacan trata del Hombre de las ratas  en referencia a los trabajos de Freud sobre la Novela Familiar del  neurótico de 1909 y propone la noción de mito para hacer valer la historia  del caso. El mito que todo sujeto se fabricaría, que sería lo que vela lo  imposible de decir de la verdad del sujeto y por otra parte indica el lugar de  esta verdad.  

En la neurosis obsesiva, lo que da su valor de mito y gira en torno a la duda  y a la petrificación es que los reordenamientos son orientados por una  tendencia del sujeto a cargarse con las faltas del Otro, a rectificarlas, en  este caso, tanto la duda del padre sobre si una mujer u otra, la pobre, la  rica, sus deudas de juego. La neurosis obsesiva se caracteriza por la  subjetivación forzada de la falta del otro poniéndola como una propia.  

Las dos situaciones en el caso, son las de las “faltas” del padre, la deuda del  juego, y la elección falsa de la mujer rica que es la propia madre del  paciente.  

La neurosis se le desencadena cuando se encuentra en una situación  parecida a la del padre, la duda entre mujer rica o pobre, la deuda de los  lentes y el encuentro con el goce del capitán cruel puesto en situación  paterna. Recordemos el relato que le hace el llamado capitán cruel del  suplicio de las ratas. Todo ello va a desencadenar el trance obsesivo. Lo  que no resolvió el padre, el sujeto lo pone a su cargo y pospone o destruye  el encuentro con su deseo. 


La angustia surge cuando el montaje de un Padre Ideal cae, por el  encuentro traumático con el goce del Otro (capitán cruel) con la evocación  de un goce anal colocando al capitán cruel en el lugar del Padre. Este padre  aparece entonces como cobarde y gozador. Situado como rival en un eje  imaginario, el paciente se sitúa en una agresividad especular y se  identifica a este padre. A falta de diferenciarse de él y ante el temor a su  propia agresividad, desea por y para el padre, se hace su escudero,  tomando a su cargo las faltas de éste: la deuda y la duda, constituyendo  sus síntomas. Es así que el sujeto invierte mucho tiempo para reducir este  padre gozador, y esto lo encontramos en todos los sujetos obsesivos que se  sitúan en su fantasma, como el que tendría que colmarle o matarle  simbólicamente.  

Por otra parte el analista, como Freud, en este caso es situado como Ideal  para borrar la división subjetiva. Lo que se evita en otros términos es la  castración. En la cura existe el riesgo de que toda ella quede soldada en la  petrificación de esta oscilación, y que el síntoma quede congelado. 

El síntoma de la duda y el no poder elegir ponen en acto, dice Lacan, el  término de laberinto y el de contrabando de su fantasma, pasar como un  camaleón, ir de furtivo por la vida, como espectador y no como actor, manteniendo el deseo como imposible. 

El pensamiento de la duda es el síntoma del obsesivo, pero el sujeto para  que se convierta en síntoma analítico lo debe hacer suyo y preguntarse por  este síntoma, no quedar fijado en él. La verdad de este síntoma, será  opuesta a la alienación de la fijación en el Ser o no Ser. Sólo el síntoma  articulado al fantasma y asumiendo el goce como propio, permitirá  deshacerse del síntoma lo más posible. La inscripción del síntoma como  analítico se hace cuando de la pregunta por sí mismo, pasa a la pregunta al  Otro. Es lo que se conoce como histerización. De esta forma el analista será  no sólo el testigo imaginario de sus dudas ni el Otro Ideal, sino que tomará  a su cargo el lugar de objeto, en la transferencia, donde el sujeto pueda ir  construyendo este objeto, causa de deseo en su propio fantasma sin estar  sometido al fantasma del Otro. 


II punto: La articulación entre el DESEO Y LA  DEMANDA EN LA NEUROSIS OBSESIVA 

1-En primer lugar, situaré el Concepto de La demanda primordial.  

Lacan habla de la demanda primordial del sujeto al Otro. La demanda  primordial es lo más primitivo, se refiere casi a la Necesidad. En el texto de  La Significación del Falo, de los Escritos de 1958, Lacan habla de los tres  registros de la Necesidad, La demanda y el Deseo. Lacan ubica esta  Demanda primordial dentro de la temporalidad, cuando no hay todavía para  el niño el concepto de qué es él ni el concepto de la alteridad. Solamente  hay la demanda de la satisfacción de la necesidad. Lo que se conoce desde  Freud como la experiencia mítica de la primera satisfacción. En este  momento el Otro es anterior todavía al lugar de la palabra. El niño llora por  falta del objeto de la necesidad, por el hambre, se le satisface y deja de  llorar. 

Pero como existe el lenguaje, pronto el primer Otro, la madre o su  sustituto, traducirá el llanto no sólo en necesidad sino en signo de otra  cosa, de una demanda a la que tratará de dar respuesta y de cuya respuesta que no podrá satisfacer del todo, siempre quedará un resto que será el  deseo. Paralelamente, el Otro también va a pedir al sujeto, y quedará  como lugar simbólico de un intercambio de demandas y de dones.  

Continua diciendo Lacan que estamos sometidos al Otro a causa de  nuestra Demanda, la llamada Demanda primordial, vinculada a la  necesidad a través de los objetos que proporcionan placer.

Asimismo, Lacan dice que este Otro es de “carne y hueso” es un otro  materno, que satisface las necesidades. Es el llamado después el Otro  materno como tesoro de los significantes, que por la palabra produce la  castración originaria por el recorte de goce por el acceso al lenguaje y  traduce las demandas. Es así que el sujeto es víctima estructuralmente y  de forma universal de la violencia necesaria del lenguaje vehiculada por  las demandas.  

Esta violencia del lenguaje, Lacan la denomina “trauma primordial”,  trauma de la alienación al Otro de la palabra, donde surge la intención de  este Otro, que desconocemos del todo, su deseo, del cual nos vamos a  interrogar con el Che vuoi? Qué quiere el Otro, ¿mi madre de mi?, en la  estructura neurótica por medio del fantasma.


De esta relación del sujeto y este Otro y de la interpretación por parte del  sujeto de sus respuestas a sus demandas, quedará una huella que dará  como resultado una estructura determinada. Así cada una de las tres  estructuras clínicas son respuestas diferentes a la frustración de la Demanda  primordial. 

2- La Neurosis obsesiva como exponente de la muerte de la Demanda y  la destrucción del deseo.  

 Volviendo a la neurosis obsesiva, Lacan insiste en los vínculos del  obsesivo con la muerte. En el Seminario V, Las Formaciones del  Inconsciente dice del obsesivo que se encuentra marcado por “el exceso”  de los instintos y su salida será la de anular el deseo del Otro. 

En el obsesivo ha funcionado la metáfora paterna, la función simbólica del  padre, pero de un modo particular. En la relación del obsesivo con la  muerte, Lacan pone el acento en la interpretación por parte del sujeto del  deseo mortífero de la madre. En ese Otro, que produce la experiencia de la  primera satisfacción, algo ha funcionado de tal manera que no permite  borrar de esta experiencia algo que el sujeto interpreta como lo mortífero,  lo peligroso de la madre, y de allí la especial relación del obsesivo con la  muerte. Recordemos a Freud que dice que el obsesivo ha tenido una  vivencia muy precoz de satisfacción, de goce peligroso. Esta vivencia de  satisfacción pulsional queda mantenida y ubica al niño como un objeto de  un cierto “abuso” que le llevan a decir a este primer Otro: déjame en paz, que es una forma de querer matar al Otro, ya que al quedar inscrito en su  inconsciente esta interpretación que ha hecho de un cierto “abuso”, desea  la muerte del Otro, de su deseo.  

Por lo tanto, todo lo que quiere el obsesivo es anular el deseo del Otro,  hasta el punto de pensar en su muerte. Antes de este deseo de muerte del  Otro, tendrá también una particular relación con su propia muerte, con la  muerte de su propio deseo. Su aspiración es ser un desierto de deseo, para  hacer contrapunto a interpretar haber sido un objeto de goce del Otro, o  también podemos decir haber sido demasiado deseado, lo que le hacía  padecer, por la interpretación que daba de ser atrapado. Ante esto, el  obsesivo hace una denegación del deseo del Otro, y de su propio deseo. El obsesivo, tiene simbolizado el deseo del Otro, pero no quiere saber nada de  él. Lo vive como una amenaza.


Si el obsesivo actúa así, es porque su demanda es una demanda de muerte  simbólica para que le dejen en paz. Lacan dice que esto es así porque su  deseo es destruir el Otro del deseo para convertir al Otro en un otro  semejante, peligroso, y engancharse a éste como pareja imaginaria, en una  rivalidad y agresividad: O tú o yo.  

Es en el Seminario de La relación de objeto, donde también da referencias  respecto del obsesivo. Dice que es un actor que cumple su función y  cierto número de actos como si estuviera muerto. A través de su juego de  esconderse, se intenta poner a resguardo de ser mortal. Se intenta mostrar  invulnerable. Se dedica a un mimetismo que condiciona su relación con los  demás, situándolos en ocasiones como su alter-ego, y él mismo se pone en  muchas ocasiones como un espectador, sacando placer de esta forma de  situarse. Pero lo inconciente de todo esto, es que no sabe bien que lugar  ocupa y que lo que hace lo hace como coartada para no enfrentarse a su  deseo o al deseo del Otro. Sabe que el juego no se juega donde él está,  casi nada de lo que ocurre parece a veces importarle, pero no sabe desde  donde ve todo esto. Lacan añade que es un juego perpetuo de si y de no, de  separación, de selección de lo que en su palabra, en su propia demanda lo  destruye frente al Otro, situado en una dualidad imaginaria.  

Continúa diciendo que el obsesivo está ocupado en sostener al Otro, pero  siempre en peligro de caer. En el trabajo analítico, se trata de que se realice  en el plano inconciente “no el Soy el Falo, sino Soy, como sujeto. Es decir  no se trata de ponerse en el lugar de Ser el Falo, propio del bloqueo de la  neurosis. Recordemos Ser o no Ser de Hamlet, sino en el lugar de sujeto  deseante que reconoce la falta, o en términos freudianos, la castración.  

Lacan en El deseo y su interpretación nos diferencia la forma de  enfrentarse a este deseo del histérico y del obsesivo.  

El histérico para no enfrentarse al deseo lo hace dando un rodeo, según el  modelo que su Yo le permite situar. Lo da por la imagen del Otro, se sitúa  en un cierto tipo Ideal a través de una determinada imagen con la que se  identifica. Recordemos el caso Dora identificada con el Sr. K.  

Pero el obsesivo, trata de encontrar su lugar no a través de la imagen del  Otro, sino a través de la plaza fuerte de su Yo. Parece alguien encerrado  en su Yo en forma de castillo desde mira al otro, semejante y rivaliza con él  a distancia.  

Trata del sentimiento agudo de culpa que tiene algunos pacientes por sus  pensamientos de tipo obsceno. Esta culpa es una paradoja en la neurosis obsesiva porque el sujeto piensa que estos pensamientos se le imponen y  que poco puede hacer para que no sea así. Es decir se pone más como  víctima que como responsable. 

Es por ello que notamos que para el obsesivo el Otro le viene dado como  otro terrorífico cuya demanda se le convierte en exigencia, en mandato  super-yoico y por ello lucha para mantenerlo a distancia, anularlo o  provocar la muerte de su demanda, y por consiguiente de su deseo.  

Otro punto importante es poder comprender porque el deseo aún siendo  negado, le resulta culpable al obsesivo. Para empezar por la cuestión  freudiana del Edipo, en el sentido de remitir a un deseo prohibido, y a un  personaje, el padre terrible que puede castigar por esos deseos incestuosos  hacía la madre. Y aquí nos quedaríamos sino tuviéramos en cuenta al  Falo como elemento mediador entre la madre y el hijo, para poder  acceder a un Padre donador de ese falo según su deseo. Esto es la  característica de la mediación simbólica que permite que una demanda o  un deseo no se conviertan sólo en órdenes o mandamientos. Esto es lo que  falla en la neurosis obsesiva, el no poder aceptar a este Padre como  donador del Falo. Este rechazo, se ve en los casos de Freud en que algo  que es posible hacer o que se desea hacer se convierte en un mandato y  en ocasiones en un desplazamiento. Por ejemplo, en el caso del Hombre  de las ratas, el pensamiento “Si amas a tal mujer le pasara tal cosa a tu  padre”.  

Es decir ante un deseo, aparece la culpa, como algo peligroso, ante un  Otro que se muestra demasiado potente, y ante el temor de estar a su  merced, ya que teme que el deseo propio vaya a sucumbir por el deseo  del Otro. 

Por otra parte, en el tratamiento, no se trataría de interpretar las ideas  obsesivas sino dejar que se vacíen de sentido y que los pacientes puedan  interrogar no tanto el sentido de lo que se repite sino el goce de su parte  que está en juego y al que tendrá que renunciar para llegar a desear. 

Lacan comentaba, que el sujeto odia en el Otro, ese algo de él mismo que  depende del Otro, de la respuesta a su demanda y lo que no quedó  satisfecho en esa respuesta. Sólo, atravesando esa dependencia tejida de  amor y de odio logrará llegar al: Allí donde fui, (Falo imaginario del Otro,  que le consuela o le sostiene), debo llegar a ser (Falo simbólico) para él  mismo y para poder perderlo por la castración simbólica. 

 

III EL PADRE EN LA NEUROSIS OBSESIVA Y LA DEUDA  SIMBÓLICA 

1- La neurosis obsesiva y el padre: 

La neurosis obsesiva le sirve a Lacan, tomando apoyo en el historial del  Hombre de las ratas, para trabajar la cuestión del Padre, y para tratar de  los tipos de Padre, y de lo que ocurre cuando el sujeto sólo se encuentra  como referencia con un Padre Ideal o del goce y no con el Padre donador  de falo o Padre Simbólico.  

2-Desarrollo de la cura en relación al Padre en el Hombre de las ratas. 

Vemos claramente como el sujeto sitúa primero un Padre Ideal (caballero,  buen soldado) y después un Padre del goce cuando este Ideal cae pero no  puede situar por si sólo un Padre donador o simbólico. El don del Padre  le “estorba”, no lo acepta, y de ahí el tema de la deuda simbólica,  imposible de saldar por el rechazo de aceptar su don. Es el no quiero  deberle nada. Por otra parte el recorrido analítico con Freud está  articulado a la pregunta por el padre a través de su vida sexual (el padre  como amenazador e invasor, piensa que adivina sus pensamientos).  También a través de la Neurosis Infantil (el recuerdo de los azotes del  padre y su deseo de muerte hacía él).  

La neurosis del adulto, como decíamos, se desencadena en este paciente  por el encuentro con el padre del goce personificado en el capitán cruel y  su relato. Este relato le lleva a pensar en el goce del padre y en el suyo  propio, que descubre con horror. Esto reactiva las identificaciones con un  padre “caído” del Ideal, el de la duda y el de la deuda. El de la duda entre  una mujer pobre y una rica, siendo cobarde y quedándose con la rica  que es la propia madre del paciente. El de la deuda porque es jugador y  tiene deudas.  

Sabemos que esto le lleva a sus propios síntomas, la duda también entre  una mujer pobre y una rica, y la deuda imposible a saldar de sus gafas que  le lleva a lo imposible de saldar su deuda simbólica con su padre. Es decir  no puede aceptar el don del padre, el falo simbólico, porque esto  significaría enfrentarse a su propio falo, es decir pasar de la duda de ser o  no ser el falo, a tenerlo para poderlo perder. De esta forma, decíamos que el  sujeto se carga con las faltas del padre, hasta llegar a lo que se conoce  como el trance obsesivo, que es una defensa frente al goce, desviando el interés a rituales y otros pensamientos, en un desplazamiento y en una  regresión de la libido a un estadio sádico anal. Sin embargo en este trance,  que culmina en un reto al padre mostrándose desnudo y creyendo que este  padre le mira, el sujeto se muestra como una víctima en relación al padre.  

En todo este recorrido es importante el deseo de muerte inconsciente del  padre como rival imaginario, y la identificación a este padre como padre  muerto sin deseo.  

En el caso de Freud, el desenlace de la cura es lo que se conoce como Complejo paterno y la solución del significante rata” (la idea de las  ratas). 

Efectivamente, el desarrollo de la cura en Freud en el caso del Hombre de  las ratas, es la búsqueda de la causa de los síntomas del paciente. Por ello  busca la etiología sexual del conflicto basándose en el C. de Edipo y en la  culpa inconsciente del deseo de muerte del padre y la ambivalencia hacía  éste, así como el amor a la madre. 

3- Formas de salida en Freud y Lacan: De la novela familiar al  fantasma. 

Freud busca aliviar al paciente por la construcción de la novela familiar, y  la construcción alrededor del significante de su goce, rata, de diferentes  significaciones que al encadenarlas o asociarlas le den una salida a sus  síntomas.  

Para ello Lacan nos habla de la importancia del significante en la  neurosis obsesiva y especialmente en el hombre de las ratas, y de cómo  Freud supo ver esta importancia a lo largo de esta cura.  

El significante es lo que da cuenta del goce del sujeto articulado al  objeto.  

Sin embargo el sujeto obsesivo se esfuerza por aislarlo y no asociarlo a lo  pulsional, en un intento de borrar el goce. El sujeto repetía la duda y en la  deuda de forma compulsiva, para cubrir el goce, desplazando a otros  síntomas. Intentaba borrar la huella del goce. Freud dice que la repetición  se da para tapar el núcleo traumático y va a buscar ese núcleo traumático  para hacerlo caer. Se ve como no es posible tapar el goce y en este caso  aparece el significante rata alrededor del que se van a trabajar diferentes  significaciones, permitiéndole a Freud interpretar al paciente en relación a  su goce y a su deseo.


En términos lacanianos, diríamos que Freud conduce al sujeto a no  desviar más la atención por los síntomas, que le saca del estadio  imaginario y le conduce a un significante articulado al goce. 

Lacan pone de relieve en el texto citado del Mito individual del neurótico,  como Freud utiliza sus herramientas de análisis: la repetición, lo que se  repite a nivel de síntoma y de goce (rata), la transferencia y la  rememoración, que permiten la reconstrucción en análisis de su historia  traumática. 

Tenemos: 

Ratten (las ratas del suplicio) 

 Raten (los pagos a cuenta de las gafas) 

 Heiraten (deseo de casamiento con la mujer pobre)  Raten (Florines)  

 Rat (trozos de estiércol) que tapan sus ojos. 

Es decir Freud interpreta finamente en relación a tantas ratas, tantos  florines, tanta mierda… 

Para Lacan, se trata de situarle en sus diversas acepciones para quitarle  el sentido único de objeto de suplicio, en todo caso para poner a este objeto  de suplicio en equivalencia con un desecho, lo que se puede tirar. Le saca  de la alienación al objeto y de la confusión con ese mismo objeto. Sería  pensar que el sujeto en su fantasma se ve reducido a su objeto de goce, el  desecho para el Otro, el objeto anal. 

 S/ ---a (rata, objeto anal) 

En este esquema el sujeto está sometido a un Padre del goce, caprichoso,  con mandatos sin sentido para el sujeto, situando entonces una ley sólo a  partir del goce y no instalando el deseo. 

Ante estas demandas sin sentido, lo que le retorna a través del síntoma es la  matriz pulsional de la relación con el Otro. Detrás de la duda, está el ¿Que  quiere el Otro de mi?, que le aparece como algo peligroso. El dilema para  el sujeto sería: O me conformo con los ideales del Otro y me identifico a  ellos, o me sitúo como desecho de este Otro.  

De esta duda el hombre de las ratas puede salir por el enunciado simbólico,  es decir por las asociaciones que tienen que ver con el significante rata, que  desvelan su forma de goce y que van a producir una separación entre él  como sujeto y el objeto del cual gozaba, es decir lo separan de la confusión con el objeto. Este significante rata se le revela como el  significante al cual se asoció el paciente cuando a los tres años el padre dijo  refiriéndose a él: “Este niño será un gran hombre o un criminal”. El temor  de ser un criminal se evidencia cuando va a ver a Freud y piensa que éste se  va a dar cuenta de sus impulsos asesinos.  

Freud le alivia por la construcción de su novela familiar, como hemos  comentado antes, en donde se evidencia este entramado en torno al  significante rata. De esta forma el sujeto al no confundirse con lo criminal,  la rata, que causa su goce, puede construir su propio escenario del  fantasma. Para Lacan, esta novela familiar, conduce al sujeto a su propio  mito, y después a la construcción de su Fantasma, en este caso, este  fantasma tiene que ver con los tres registros: El imaginario del relato del  capitán cruel y la escena de azotes, el simbólico de la frase del padre, o sea  un enunciado inconsciente hasta ese momento, y el real con el objeto que  es el objeto anal.  

Es decir que el fantasma es el escenario donde el sujeto presentifica el  objeto que le colma, le satisface, pero le impide desear por él mismo. Para  Lacan, es en su construcción y atravesamiento que el sujeto escapa a la  alienación al Otro y a la demanda del Otro vivida como exigencia y así  puede atreverse a desear.