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miércoles, 9 de julio de 2025

¿Cuál es el soporte de una escritura?

 Luego de un primer abordaje por el cual el rasgo unario es considerado desde el sesgo de lo idealizante de la demanda, lo que justifica sus articulaciones al significante del Ideal, I(A), encontramos un giro que lo asocia a la función de la letra. Tomado desde esta perspectiva el rasgo se conecta con la operación de ese +1 al que vengo haciendo referencia desde hace unos días. Entonces el rasgo se asocia a la falta.

Ese +1 formaliza lo que no se escribe y que “no se sostiene más que de la escritura”, con lo cual el soporte de la escritura es la falta, aunque a esta altura quizás sea mucho más indicado hablar allí de una falla.

¿Para que se le hace necesario poner en juego esta dimensión de la escritura? Para poder abordar al inconsciente desde su estructura lenguajera, pero fundamentalmente por ser la consecuencia de un corte: la escritura se soporta de un corte que bien podría ser considerado desde la perspectiva del vaciamiento… y los términos vuelven a enlazarse. Esto, que parecería ser una redundancia es, en realidad, el índice de una lógica ínsita al planteo.

Se parte de una marca primera que es también llamada nominación real, a la altura del seminario 21. El efecto de esta primera incidencia es el vaciamiento antes aludido. Y la marca deviene aquello concernido en la repetición, a la par que instala la incompletitud e inconsistencia a nivel del universo de discurso. Freudianamente casi coincide con la imposibilidad del reencuentro.

Ahora, algo de eso se articula al significante, y ello por cuanto la marca queda borrada, punto de coincidencia con la inscripción del representante de la representación.

Dos campos se entraman: el de la marca y el de las consecuencias del borramiento. Y la repetición evidencia, cada vez, la distancia insalvable entre uno y otro.

sábado, 28 de junio de 2025

El Ideal del Yo como límite simbólico: entre demanda de amor e imposibilidad estructural

El significante del Ideal del Yo —que Freud define como punto de identificación normativa y que Lacan resignifica como Ideal del Otro— cumple una función central en la economía subjetiva: se instituye como el significante de la demanda en tanto demanda de amor. Es decir, representa la posición desde la cual el niño se ofrece como objeto amado del Otro, sostenido en la ilusión de poder colmar su falta, de completarlo. Por eso, en este nivel de la experiencia, el Otro aparece aún no barrado: el niño fantasea con ser capaz de satisfacer el deseo del Otro, sin aún confrontarse con su opacidad estructural.

Sin embargo, Lacan conceptualiza este Ideal de distintos modos a lo largo de su enseñanza. Ya en el Seminario 1, antes de formalizar la noción del Nombre del Padre, lo presenta como el significante que introduce cierta terceridad, y con ello, una función de pacificación simbólica, contrastable con el empuje exigente y mortificante del superyó. Esta función apaciguadora es posible porque el Ideal marca un límite en la serie identificatoria, una suerte de punto de anclaje que detiene la deriva imaginaria del yo.

En el esquema Rho, Lacan ubica inicialmente el significante del niño deseado (N), pero luego desplaza esa función al I(A), el Ideal del Yo. Este desplazamiento es clave: señala el pasaje del niño en tanto falo del deseo materno a una posición mediada por el Ideal, el cual encarna las insignias fálicas que provienen de la operación del Nombre del Padre. Este tránsito implica que la identidad del niño ya no se construye solo en la captura especular, sino en el marco de un orden simbólico que introduce la castración como límite.

Lacan llega incluso a definir el I(A) como un límite estructural, y aunque no lo explicita como tal en términos matemáticos, la analogía con la función de límite de una serie resulta fecunda. Aplicando esta lectura, el I(A) se sitúa como el punto hacia el cual tiende la serie de identificaciones —no en tanto término alcanzable, sino como horizonte regulador.

En la neurosis, esta serie se revela divergente, ya que está fundada sobre la falta estructural del Otro barrado. La demanda de amor se articula con una imposibilidad de cierre: no hay significante que colme completamente el deseo del Otro. El I(A) cumple allí su función: ofrece una identificación idealizada que sostiene al sujeto, aun cuando lo hace sobre una ficción de cierre —una suerte de parodia de completud. Es, entonces, un significante que vela la falta, pero que también la organiza.

viernes, 27 de junio de 2025

El cuerpo como falo y el moi como inscripción: la lógica significante en el Edipo

Uno de los aportes fundamentales de Lacan al releer el Edipo freudiano consiste en haberlo situado dentro de una lógica del significante. Este desplazamiento permite trascender el plano anecdótico o narrativo del complejo edípico, para pensarlo como un conjunto de operaciones simbólicas estructurantes del sujeto.

En este marco, es posible ubicar cómo la constitución de la primera imagen del cuerpo no se produce simplemente en relación al cuerpo materno, sino en vínculo con el significante del Deseo de la Madre. Si bien el cuerpo de la madre está presente en esta escena inaugural, su función está subordinada a la incidencia significante que lo estructura y lo sobredetermina.

El niño, entonces, se hace falo del deseo del Otro con su cuerpo: esa es la experiencia inaugural que da lugar a una imagen especular investida por el deseo materno. Pero este hacerse-falo nunca es pleno: el acceso a esa posición es siempre ilusorio y asintótico, y se realiza únicamente mediante una identificación imaginaria. En ese margen que queda —en ese "no todo"— se abre la posibilidad para que emerja una identificación que funde el moi, el yo especular.

Este desplazamiento representa ya un avance hacia el campo del Nombre del Padre, dado que lo que vincula ambas operaciones es la función del significante del Ideal del yo (I(A)). Este Ideal actúa como soporte de las identificaciones imaginarias del moi, pero también como inscripción de las insignias fálicas que provienen de la función paterna. En este sentido, el I(A) es el punto de articulación entre el orden imaginario y el simbólico.

La constitución de la imagen del cuerpo y la del moi no pueden pensarse en términos cronológicos o lineales: son dos operaciones paralelas, estructuralmente entrelazadas. Son dos caras de la misma moneda subjetiva. Esta idea ya se vislumbra en Freud, cuando en El yo y el ello plantea que el yo es, ante todo, un yo corporal: una proyección del yo sobre la superficie del cuerpo, donde el límite entre lo físico y lo psíquico no puede fijarse con nitidez.

jueves, 26 de junio de 2025

Del espejo al Otro: la imagen del cuerpo entre ilusión y soporte simbólico

En el Seminario 5, Lacan plantea la idea de un pasaje de lo imaginario a lo simbólico. A primera vista, esto puede resultar paradójico, ya que lo simbólico no solo no aparece después, sino que preexiste estructuralmente a lo imaginario y lo sostiene. Para entender esta formulación, es necesario situarla en su contexto específico: Lacan está abordando aquí el recorrido que va desde la constitución de la imagen del cuerpo —en el vínculo temprano del niño con la madre— hasta la conformación del moi bajo el efecto de la identificación idealizante, que se expresa en la función del I(A), el Ideal del yo.

En este trayecto, cobra especial relevancia la articulación que Lacan elabora en el esquema Rho, que enlaza el estadio del espejo con el complejo de Edipo. El espejo no es solo una superficie de reflejo, sino la escena donde el niño se encuentra con una realidad virtual —no hay otra, dice Lacan— en la que cristaliza una imagen de sí. Este precipitado imaginario inaugura la organización del yo, pero solo puede producirse si hay un soporte simbólico previo, representado por la presencia del Otro primordial.

Esto se observa en un gesto que Lacan subraya: el niño, frente al espejo, gira la cabeza para buscar al adulto que lo sostiene. Este movimiento —aparentemente anecdótico— es una metáfora precisa de lo que ocurre en un plano estructural: la imagen sólo se estabiliza si hay un significante que la respalde, una mirada del Otro que la legitime.

La primera imagen que se constituye —a la que Lacan se refiere con el término alemán Urbild— representa lo primordial, lo inaugural. Es una imagen anticipatoria, ilusoria, que produce una primera “conquista” del cuerpo, pero siempre bajo una forma asintótica, ya que el dominio nunca es completo ni definitivo. El niño se imagina entero, coordinado, pero aún no lo es. Esta ilusión es sostenida por su posibilidad de responder al deseo del Otro, es decir, de encontrar allí un lugar.

La dificultad se presenta cuando esa posición no puede ser dialectizada —cuando el niño queda fijado como objeto del deseo del Otro sin poder atravesar esa captura. Y es precisamente en la salida edípica donde se hace visible la diferencia: no es lo mismo una salida fundada en lo imaginario que una vía organizada por lo simbólico. En el primer caso, predomina la identificación especular, con sus efectos de alienación; en el segundo, se inscribe la castración simbólica como posibilidad de subjetivación.

jueves, 15 de mayo de 2025

¿Cuál es la diferencia entre el ideal del yo y el yo ideal?

 La diferencia entre el yo ideal (Ichideal) y el ideal del yo (Idealich) en psicoanálisis es una distinción teórica importante que se desarrolla sobre todo a partir de las formulaciones de Sigmund Freud y luego se complejiza con Jacques Lacan. A continuación, te presento una explicación clara, comparativa y en dos niveles: primero desde Freud, y luego cómo Lacan retoma y reinterpreta esa diferencia.

1. En Freud:

Yo ideal (Ichideal):

  • Es una formación narcisista temprana.

  • Se refiere a una imagen de perfección que el sujeto cree haber sido o aspira a ser.

  • Es el sujeto idealizado por sí mismo, en un momento en que el yo aún no distingue entre deseo y realidad.

  • Aparece vinculado al narcisismo primario: ese momento en el que el niño se toma a sí mismo como objeto de amor, creyéndose omnipotente y completo.

Ideal del yo (Idealich):

  • Es una instancia superyoica que se desarrolla posteriormente.

  • Surge por la identificación con los ideales y exigencias del Otro (padres, cultura, autoridad).

  • Es una instancia normativa: vigila, juzga, impone cómo “deberías ser”.

  • Representa una instancia externa e interiorizada que ejerce presión sobre el yo.

Resumen freudiano:

  • El yo ideal es lo que uno quiere ser o cree haber sido (imagen ideal narcisista).

  • El ideal del yo es lo que debería ser, según los mandatos del Otro (ley, cultura, padres).

2. En Lacan:

Lacan retoma esta distinción y le da una nueva articulación:

🪞 Yo ideal (moi idéal):

  • Se vincula al registro de lo imaginario.

  • Es la imagen especular con la que el sujeto se identifica en el estadio del espejo.

  • Se trata de una identificación alienante con una imagen unificada, que oculta la división del sujeto.

  • Está asociado al narcisismo, la rivalidad y la ilusión de completud.

Ideal del yo (idéal du moi):

  • Se vincula al registro de lo simbólico.

  • Es el punto desde el cual el sujeto es mirado como “deseable” por el Otro.

  • Funciona como un punto de idealización desde el cual el sujeto busca ser reconocido.

  • Está relacionado con la mirada del Otro y con el lugar del superyó.

Resumen lacaniano:

  • El yo ideal es la imagen narcisista con la que me identifico (lo que parezco ser para mí o para el otro).

  • El ideal del yo es el punto simbólico desde donde soy mirado como ideal, y que organiza mi deseo y mis esfuerzos por ser amado o reconocido.

Diferencia central en ambos:
ConceptoYo IdealIdeal del Yo
OrigenNarcisismo primarioIdentificación con el Otro
Registro (Lacan)ImaginarioSimbólico
FunciónImagen de perfecciónNorma, ley, mirada del Otro
Relación con el sujetoLo que cree ser o quiere serLo que debería ser, según el Otro
Vínculo con el deseoAutoerótico, narcisistaMediatizado por la demanda del Otro

La angustia, ¿Por qué nos orienta en la clínica?

 “El analista dirige la cura, no la vida del paciente” - Fernando Ulloa

La angustia es un afecto que orienta al analista en la cura. Le señala, nada más ni nada menos, como está situada la subjetividad del paciente en relación al sufrimiento que padece. 

¿Qué nos muestra un paciente cuando se angustia? 
Cuando el paciente está angustiado, nos muestra -sin saberlo- que se encuentra ante una puerta de entrada (un umbral) que, si decide atravesar, lo ubicará frente a su posición deseante: su falta. 

La Angustia Traumática
La Crisis de Angustia es experimentada de manera traumática, porque el sujeto -en el tiempo en donde se produce- no posee representaciones psíquicas que lo orienten en su posición subjetiva con respecto a sus Otros Significativos y a su lugar en el mundo.

La angustia se presentifica frente a un “Umbral”: ¿Que hay de un lado y qué hay del otro del “Umbral”? 


“Cuando falta la falta”
De un lado del umbral, tenemos al sujeto ubicado frente a un Otro significativo (padres, hermanos, parejas, autoridades), como siendo aquel que fantásticamente cubre la falta del Otro -ideal del yo-: En este punto -inexorablemente- aparece la angustia relacionada a la encerrona incestuosa. 

Será esta posición la que va a ser leída por el analista, transferencia mediante. Muy importante resulta siempre recordar que el armado del vínculo transferencial será una condición indispensable e insustituible para la interpretación que se le dirigirá al paciente. 


El acto del sujeto 
Del otro lado del umbral (a condición de cruzarlo), tendremos el acto del sujeto: separarse como objeto que cubre la falta del Otro, recuperando, así, su condición deseante: Es un acto liberador, relacionado a la salida de la encerrona incestuosa. 

La salida del encierro -fantasmatico- incestuoso, implicará angustia porque como neuroticos -inconscientemente-, nos resistimos a dejar de ser ese objeto maravilloso o degradado (segun cada historia) que suponemos que al otro le falta, aunque esto nos ocasione sufrimiento. 


¿Cuál es la posición -inconsciente- del sujeto neurótico, que está en la base de su sufrimiento? 
La posición inconsciente del sujeto neurótico es la renegación de la castración
Esto quiere decir que, por un lado, la prohibicion del incesto (Nombre del Padre) está inscripta en su estructura. Como tal, es aceptada. Y, también quiere decir, que por otro lado, el sujeto, sin embargo, la desmiente. 


¿Qué fijación produce la desmentida? ¿Qué movimiento produce la angustia? 

La desmentida de la castración, lo que produce es una fijación: fijación a un objeto (de la pulsión) ofrecido a manera de tapón del Deseo del Otro, lo que conlleva a una pérdida de la libertad deseante. 

La angustia le señala al sujeto la oportunidad de producir un movimiento de caída de su fijación como objeto: Ganancia de la libertad deseante. 


Intervenciones del analista ante la angustia cuando falta la falta 
El analista, orientado en la dificultad característica, propia de la neurosis, que es asumir la castración del Otro, podrá descifrar e interpretar -en la singularidad de cada caso- dónde el sujeto está atrapado. Hará una lectura -desde los enunciados y la enunciación- de la “encerrona trágica”, al decir de Fernando Ulloa. 

¿Qué es lo que siempre le hará notar -intervenciones mediante- el analista al paciente? 
El analista, al decir de Ulloa, dirige la cura pero nunca la vida del paciente. 
En la dirección de la cura, el analista debe (a través de sus intervenciones) apostar, reconocer y sobre todo hacerle notar al sujeto su posición deseante -cada vez que, por causa de su neurosis, se enrede los pies-. Al respecto, Fernando Ulloa nos dice: 
La única subversión que el psicoanálisis propone es la del sujeto cuando asume su deseo.” 

lunes, 5 de mayo de 2025

Ideal de yo e inhibición: ¿Cómo proceder clínicamente?

 La castración imaginaria se refiere a la pérdida que se inscribe en el registro imaginario, es decir, en la relación especular del sujeto con su imagen corporal. Esta pérdida tiene que ver con una escisión o fractura en la completud de la imagen, que se introduce cuando el niño advierte que no es todo para la madre, y que su cuerpo no es autosuficiente ni pleno.

Esta dimensión está ligada a lo que Lacan llama el Ideal del yo (I(a)) y a la alienación en la imagen del otro durante el estadio del espejo. La castración imaginaria implica una ruptura narcisista, una experiencia de carencia en el plano del yo, muchas veces ligada a la angustia de no coincidir con la imagen idealizada de sí mismo.

Las inhibiciones, en términos freudianos y lacanianos, suelen estar relacionadas con impedimentos en la acción, que tienen su raíz en una identificación rígida o fallida con el Ideal del yo. Es decir, el sujeto no se permite hacer algo porque teme perder su lugar en la imagen que sostiene de sí mismo o que cree que sostiene el Otro sobre él.

Entonces:

  • La castración imaginaria permite desalojar esa completud imaginaria que sostiene al sujeto en una posición inhibida.

  • Cuando el –φ se inscribe simbólicamente, puede descompletarse el Ideal del yo, lo cual abre paso a una desidentificación con esa imagen rígida y permite una mayor movilidad subjetiva.

  • Así, la cura de las inhibiciones está asociada a la aceptación de la castración (como falta estructural), tanto en lo imaginario como en lo simbólico.

En un tratamiento psicoanalítico, un punto clave es permitir al sujeto desidealizar su imagen de sí, atravesar el narcisismo y hacer lugar a la falta. Esto implica que el sujeto pueda situarse no como un todo autosuficiente, sino como marcado por una carencia que lo vuelve deseante.

Esa operación es la que permite, por ejemplo, liberar la acción inhibida, ya que el sujeto ya no necesita sostener una imagen perfecta o plena, sino que puede asumir su incompletud y operar desde allí.

Un caso

Un paciente varón, adulto joven, acude a análisis por una intensa inhibición al hablar en público. Se desempeña como profesional en un ámbito que requiere presentaciones orales, pero ante estas situaciones experimenta sudoración, taquicardia, confusión mental e incluso evita promociones o ascensos que impliquen mayor visibilidad.

Desde las primeras entrevistas se desprende una autoimagen muy exigente: el paciente se describe como alguien que "debe hacerlo todo bien", "sin titubeos", "con solvencia absoluta". Además, recuerda que en su infancia el padre tenía una actitud muy crítica frente a cualquier signo de “debilidad” o “torpeza”. Su madre, en cambio, lo alentaba a destacar, a ser el "orgullo de la familia".

Este paciente se identifica a un Ideal del yo rígido que no tolera fallas ni titubeos, sostenido por una fantasía de completud imaginaria: ser perfecto, sin fisuras, siempre en control. Esta identificación imaginaria se anuda al lugar del Otro parental (la mirada del padre y el deseo de la madre), lo que refuerza una autoexigencia narcisista y la represión de cualquier signo de "falla".

Esta lógica imaginaria bloquea la acción, porque equivocarse o no saber qué decir se viviría como una catástrofe narcisista: una caída desde la imagen ideal.

En la cura, se empieza a trabajar el modo en que esa imagen se construyó como respuesta al deseo parental, y cómo funciona como defensa contra una castración no tramitada.

En la medida en que el paciente comienza a articular su inhibición con su posición en el deseo del Otro (lo que se esperaba de él, cómo debía ser para sostener el amor del Otro), se abre la posibilidad de inscribir el significante de la falta –φno hay completud en el Otro, y por ende no hay imagen perfecta que sostenga el deseo.

Este reconocimiento permite desidealizar la imagen del yo, aceptar la posibilidad del error, del vacío, del "no saber", sin que eso implique una caída en el abandono o el desamor.

Al descompletarse ese Ideal, se empieza a observar que el paciente puede hablar en público con mayor fluidez, incluso cuando se equivoca. Ya no se trata de “hacerlo perfecto”, sino de poder sostenerse en el acto mismo de hablar, aún con sus vacíos, sus lapsus, su contingencia.

La inhibición comienza a ceder porque ya no está encadenada a una imagen imposible. La aceptación de la falta (castración simbólica), sostenida por el trabajo sobre la fractura narcisista (castración imaginaria), libera la acción.

viernes, 28 de marzo de 2025

El Inconsciente y su corte

El inconsciente, en su dimensión más radical, no se define por un atributo, ni siquiera por su negación. Más allá de las ficciones que buscan darle consistencia al Otro, Lacan lo aborda en su relación con lo real.

Freud introduce un corte fundamental al acuñar el inconsciente como concepto, delimitando así un campo clínico hasta entonces inexistente. Como señala Lacan: “El inconsciente de antes de Freud no es, pura y simplemente”. Esta operación de escritura redefine el territorio del psicoanálisis.

A su vez, el inconsciente puede entenderse como un efecto del lenguaje, un proceso de desnaturalización que posibilita la existencia de un cuerpo. En este sentido, el significante actúa como la causa material (Aristóteles) del inconsciente.

Lacan transita un camino que va desde la estructura del inconsciente como lenguaje, pasando por su emplazamiento en el discurso del Otro, hasta destacar su dimensión real: la sexualidad y la incidencia de la pulsión. De allí deriva la necesidad de un abordaje topológico del inconsciente, donde el tiempo se presenta en dos dimensiones: lógica y pulsátil, conjugando apertura y cierre. Esta dinámica establece las coordenadas de la transferencia, entendida como la temporalidad del corte.

Es este carácter del inconsciente el que distingue al psicoanálisis como “una terapéutica que no es como las demás”, tanto en sus medios como en sus fines. En el Seminario 11, Lacan formaliza el fin del análisis como un corte que rompe con las ilusiones del campo del ideal, dando lugar a una nueva comprensión del proceso analítico.

miércoles, 26 de marzo de 2025

Necesariedad y contingencia en la producción del objeto a

En el sujeto hablante, el complejo de castración cumple una función central al anudar el deseo a la ley. La posición del objeto que se desprende de este proceso, marcada por el corte que lo genera, define el pathos deseante del sujeto.

Desde esta perspectiva, Lacan, en La angustia, examina la incidencia del superyó allí donde la ley se revela insuficiente. En este punto de falla, el superyó cumple un doble papel:

  1. Prohibir el goce.
  2. Testimoniar del goce en el sujeto, ubicándose en los límites mismos de la ley.

Así, el superyó no solo impone una interdicción, sino que también evidencia la transgresión inherente a la prohibición misma, una cuestión que queda oculta tras la función del Ideal del Yo (I(A)). Esta conexión llevó a Freud a asociar el Ideal del Yo con el superyó.

Si la castración se aborda a través del complejo de Edipo, emerge la operación del menos phi (-φ), que inscribe la castración como deuda simbólica. Sin embargo, si se la examina desde la perspectiva del objeto a, se abre el acceso a lo primordialmente reprimido. En este sentido, el objeto a precipita como resto de un corte, desnaturalizando la relación del sujeto con el deseo.

La producción del objeto implica una temporalidad específica con dos momentos:

  1. El objeto cae como resto de la captura por el significante.
  2. El objeto se reviste de galas fálicas, adquiriendo un brillo agalmático.

Si bien el primer tiempo es estructural, el segundo es contingente, dependiendo del juego del deseo edípico: el Deseo de la Madre, el Nombre del Padre y la regulación del menos phi.

En las psicosis, esta estructura se ve alterada. El objeto a aparece descarnado, retornando desde lo real en la alucinación. Aunque en ambas estructuras la producción del objeto depende del ingreso al lenguaje, en la psicosis no se produce el engalanamiento fálico, ya que para ello es necesaria la pérdida más allá de la falta.

Esta diferencia esencial permite situar el estatuto del objeto tanto en las neurosis como en las psicosis, destacando el papel de la vestidura simbólica en la causación del deseo.

sábado, 22 de marzo de 2025

El paréntesis de la demanda y la identificación

 Si la demanda no coincide con el pedido, siendo entonces solidaria del significante articulado, puede hacérsela equivaler a ese paréntesis simbólico que escribe la operación del significante.  Este paréntesis, aplicado a la demanda, introduce un corte estructural, abriendo un espacio donde los objetos múltiples intentan, sin éxito, satisfacerla completamente.

Si el pedido apunta a un objeto específico, la demanda, en cambio, exige la presencia del Otro, ya que se inscribe en el registro del llamado. En este sentido, la risa se convierte en un índice comunicativo: señala que la demanda ha llegado al Otro, no necesariamente porque haya sido satisfecha, sino porque ha logrado inscribirse en su campo.

Este proceso lleva paradójicamente a la identificación. El sujeto, al dirigirse al Otro en busca de respuesta, asume una máscara que le permite sostenerse en la relación con él. Dicha identificación, I(A), actúa como un tapón frente a la falta del Otro, lo que da lugar a la ilusión de su completud.

En este contexto, el ideal surge como el significante de la demanda de amor, funcionando a su vez como el sostén simbólico de la imagen especular del sujeto. Sin embargo, esta identificación, aunque fundamental para la constitución subjetiva, también tiene un efecto de petrificación, deteniendo al sujeto en una posición fija.

Por ello, en los seminarios V a VII, Lacan orienta su enseñanza hacia una clínica que va más allá del ideal, planteando la posibilidad de abrir un horizonte donde el deseo no quede reducido al marco de la demanda, sino que pueda desplegarse en su propia dimensión.

viernes, 21 de marzo de 2025

El imperativo del goce y la culpa

 La tensión creada entre el severo superyo y el yo subordinado al mismo la calificamos de sentimiento de culpabilidad y se manifiesta bajo la forma de necesidad de castigo.” (Freud) Lacan llama goce al imperativo imposible de satisfacer del superyo donde “toda nueva renuncia a la satisfacción aumenta su severidad y su intolerancia” (Freud):

Nada obliga a nadie a gozar, salvo el superyó. El superyó es el imperativo del goce: !Goza!” Seminario XX
Como resultado de lo propuesta por Freud en el Malestar de la cultura donde señala que “no basta la renuncia a la satisfacción de los instintos, pues el deseo correspondiente persiste y no puede ser ocultado ante el super-yo y en consecuencia, no dejará de surgir el sentimiento de culpabilidad, pese a la renuncia cumplida….” En la identificación con el ideal, se evalúan las posibilidades que no serían congruentes con el superyó, el simple hecho de pensarlas, es suficiente para desencadenar el castigo, como quien representa una farsa y el tiránico e incansable superyó está ahí para hacérselo saber. Por eso Lacan señala en Acerca de una causalidad psíquica en Escritos I:
Toda resolución de la discordancia [entre el Yo y el ser] mediante una coincidencia ilusoria de la realidad con el ideal resonaría hasta en la profundidades del nudo imaginario de la agresión suicida narcisista”.

domingo, 16 de febrero de 2025

La Estratificación de la Identificación y su Impacto en el Sujeto y la Masa

La división de la identificación en tres niveles operativos permite interpretar fenómenos complejos y ubicar coordenadas clave en aspectos de la vida de un sujeto.

Por un lado, la identificación primaria se presenta como un núcleo inaccesible y opaco, algo que no puede ser completamente articulado a través del significante. Sin embargo, esta identificación primaria se convierte en el fundamento sobre el que se construye el ideal del yo. Es a partir de este ideal que Freud puede explicar la estructura, formación y cohesión de la masa.

La masa, independientemente del número de individuos que la componen, se cohesiona cuando algo ocupa el lugar del ideal del yo. Esta estructura ilustra cómo opera el campo de lo ideal en el sujeto, así como el mecanismo de la idealización. Sin idealización, no hay masa.

El ideal del yo funciona como un soporte simbólico que no solo mantiene la cohesión del grupo, sino que también posibilita una identificación imaginaria entre sus integrantes. Estos miembros quedan, en cierto sentido, hermanados a través de un término común: un significante que actúa como eje organizador.

Cuando lo que ocupa el lugar del ideal del yo se derrumba, la masa se desintegra. Un ejemplo impactante y perturbador de este fenómeno se encuentra en el final de la película La caída, donde se muestra el colapso del nazismo y sus consecuencias en la masa. En ese momento, el otro, que antes era un reflejo en una identificación mutua, se transforma en un resto vacío de valor tras la caída del Ideal.

domingo, 9 de febrero de 2025

El amor y sus velos: del deseado al deseante

Los velos ilusorios del amor encubren un desgarro, una fractura que no puede separarse del cuerpo. Esta fractura, entendida como una discordancia, puede pensarse como una hiancia lógica. En la metáfora del amor, entre el amante y el amado, el amor se instituye a través de una sustitución: la creación de una medida común que une lo que de otro modo sería irreconciliable.

La Contingencia del Amor

Para el amante, algo debe ser ilusorio respecto del amado, lo que abre la cuestión de la contingencia: ¿por qué este amado y no otro? Lacan lleva este interrogante al campo de la experiencia analítica, inspirándose en la intervención socrática de El banquete de Platón. Es en este diálogo donde el amor adquiere una significación clave: el analizante, que se presenta como objeto amado, es evidenciado por la interpretación como amante, como un deseante del deseo del Otro.

La Torsión Amorosa y la Transferencia

Este pasaje del deseado al deseante constituye una torsión esencial en la experiencia analítica. La transferencia se configura como el campo y el tiempo donde dicha torsión debe ocurrir. La pregunta central es: ¿qué hace posible esta transformación? Aquí entra en juego el deseo del psicoanalista, un operador transferencial que interviene para separar dos posiciones fundamentales:

  1. El Ideal: Donde el neurótico se ofrece al amor del Otro, buscando consistencia en esa ilusión.
  2. El Objeto a: Donde el sujeto es causado, enfrentándose a su condición de objeto del deseo.
La Paradoja de la Elección y el Desasimiento

A través de esta operación, el sujeto es confrontado con una elección paradojal: qué hacer con la satisfacción ligada al lugar desde el cual sostiene la consistencia ilusoria del Otro. Este enfrentamiento puede abrir la posibilidad de un desasimiento, un desprendimiento de esa ilusión. Si ocurre, dicho desasimiento habilita una nueva dimensión del amor, más allá de los velos y las ilusiones iniciales.

Este replanteamiento no solo desafía las creencias del sujeto sobre el amor, sino que también lo impulsa hacia una comprensión más profunda de su lugar en el deseo del Otro, marcando un camino hacia una relación más auténtica con el amor y con el deseo

viernes, 20 de diciembre de 2024

Los tres niveles del grafo y su Incidencia Clínica

En el Seminario 5 de Lacan, dedicado a las formaciones del inconsciente, se destaca la relevancia de tres niveles que estructuran y desarrollan el grafo. Estos niveles trazan relaciones fundamentales entre la demanda, el deseo y el goce, desplegándose en funciones y articulaciones específicas que el grafo organiza en diferentes "pisos".

Lacan plantea estos niveles no solo como un marco teórico, sino como una interrogación esencialmente clínica. En ellos se explora la dirección de la cura, el fin del análisis y aquello que Lacan describe en términos enigmáticos como “lo que se trata de realizar en el análisis”. Este proceso deja, como resto, aquello que permanece no realizado: el tránsito desde la “realización psicoanalítica del sujeto” a través de la palabra, hacia el inconsciente como lo no realizado.

La dirección de la cura, según Lacan, implica un atravesamiento del tránsito edípico, dado su papel configurante en la posición del sujeto. Aquí, el campo del ideal cobra importancia, conceptualizado como el ámbito de las insignias. Estas insignias —descritas por María Moliner como atributos, distintivos o enseñas— reflejan la centralidad de una operación de identificación, que a su vez expresa una relación de deseo.

Estos tres niveles también sitúan la incidencia de la castración como una operación simbólica que organiza la posición del sujeto. No se trata de reducirla a lo anecdótico o fenoménico, sino de articularla como una dialéctica estructural. En esta operación, la prohibición sobre un significante —la posición del niño como falo para la madre— funda el lugar del sujeto en el campo simbólico.

Este enfoque permite situar la castración y su resorte, el significante, como elementos esenciales para entender la estructura del deseo y la subjetividad en el marco del análisis psicoanalítico.

jueves, 11 de julio de 2024

Las caras del superyó y las intervenciones del analista

LAS DOS CARAS DEL SUPERYÓ

El Superyó Narcisista (Primario):

-Se funda en la primera Identificación Narcisista- El bebé humano, inerme e indefenso, se identifica como objeto pasivo que completa el Ideal del Otro Primordial (Identificación Primaria).

En la primera identificación el bebé se identifica como un entero -para configurar su Yo-cuerpo- con el Ideal fantasmático del Otro Primordial.

Este “ideal”, profundamente inconsciente, puede ser normativo: “Su Majestad, Mi Bebé” o estragante: “Mi desagradable / mi insignificante / mi pobre bebé”.

El Superyó Edípico (Secundario):

-Heredero del Complejo de Edipo- El niño o la niña atravesados por el Primer Despertar Sexual -ya contando con defensas psíquicas- se identifican activamente con algunos de los rasgos de sus Otros Parentales (Identificación Secundaria).

Las identificaciones que el niño o la niña produce con el Otro Primordial (Función Materna) van a ser mediadas por la Ley del Padre. El Nombre del Padre actúa de “separador” entre el niño y las fantasmáticas del Otro Primordial.

¡¡Importante!!

¿QUÉ NOS MUESTRA LA CLÍNICA DEL SUPERYÓ? DOS TIPOS DE SUBJETIVIDADES DIFERENTES

La Clínica nos confronta con sujetos adultos en donde la Ley Paterna funciona con un enorme déficit. Por este motivo, su psiquismo ha quedado adherido más profundamente a la Primera Identificación.

Su Yo incipiente y frágil (inconsciente) intenta, a lo largo de la vida, realizar el ideal fantasmático incestuoso del Otro Primordial. Es decir, ser el objeto majestuoso que colma la fantasmática de mamá, o ser el objeto desecho, resto, que colma la fantasmática de mamá.

La Clínica nos confronta con sujetos adultos en donde la Ley Paterna funciona con eficacia. Por este motivo, en su psiquismo predominan las Identificaciones Secundarias.

El sujeto cuenta con defensas que los separan de la fantasmática incestuosa del Otro Primordial. Sin embargo, como en toda Ley, queda un resto imposible de legislar que tendrá -inevitablemente- carácter incestuoso.

¿CÓMO SE MANIFIESTA EN LA CLÍNICA LAS DOS CARAS DEL SUPERYÓ? CLÍNICAS MUY DIFERENTES

El Superyó Narcisista (Primario)

Nos encontramos con:
Sujetos neuróticos marcadamente narcisistas, que se identifican a la “fantasmática” de majestuosidad que completa al Otro Primordial. Adquieren un Yo inflado, un falso self.

Sujetos neuróticos melancolizados, que se identifican a la “fantasmática” de ser el objeto resto insignificante que completa al Otro Primordial. El Yo pierde todo amor propio y se autorreprocha ser “tan poca cosa” de manera sádica.El Superyó Edípico (Secundario)

Sujetos portadores de una Neurosis Clásica, que pueden adquirir una modalidad Obsesiva, Histérica o Fóbica. Estas modalidades Clínicas Neuróticas tienen introyectada la Ley -la Castración- que los separa (con mayor o menor medida) de la fantasmática del Otro Primordial.

PADECER EL SUPERYÓ: DOS TIPOS DE DAÑO PSÍQUICO MUY DIFERENTES

El Tormento Superyoico. Los sujetos melancolizados sufren un padecimiento inmenso debido a las auto-injurias: se consideran despreciables, inservibles y a modo de defensa pueden llegar a desaparecer de la escena por medio de un Pasaje al Acto o incluso de un suicidio.

El Sufrimiento Superyoíco

En las Neurosis Clásicas encontramos a:

La Neurosis Obsesiva: Son sujetos que sufren de Autopuniciones por un sentimiento inconsciente de culpa. Ejemplo: los Remordimientos Obsesivos.

La Histeria: Son sujetos que sufren de Autoexigencias fuera de medida. Ejemplo: los Cuadros de Anorexia.

La Fobia: Son sujetos que sufren de Ansiedad y Angustia desmedida. Ejemplo: el Ataque de Pánico.

CONCLUSIONES CLÍNICAS DEL PADECIMIENTO SUPERYOÍCO

Las Presentaciones Clínicas con Predominancia Superyoíca son de muy difícil tratamiento. En tanto prevalecen las Pulsiones de Muerte, que se “satisfacen” en el padecimiento. Al respecto de esta “satisfacción”, Freud afirma: “Es un placer que el Yo no siente como tal”.

El analista tiene el enorme desafío de producir un acto de lectura, que provoque un equívoco en los decires superyoícos del paciente. Abriendo, así, la inmensa posibilidad de que el sujeto pueda leerlos de otra manera (menos mortífera y del lado de la vida -Eros-).

UN EJEMPLO EXTRAÍDO DE LA PRÁCTICA CLÍNICA

Paciente: “Yo quiero casarme, pero estoy convencida de que me voy a quedar soltera” → Mandato Superyoíco

Analista: “¡¡Pero para casarse, hay que estar soltera!!” → Intervención del Analista, produciendo un equívoco del Mandato Superyoíco.

Paciente: “De verdad, nunca lo había pensado así” → Interrogación del Mandato Superyoíco, vía el equivoco y la Pulsión de Vida

lunes, 7 de noviembre de 2022

¿Qué hay antes de la constitución del narcisismo?

El texto Introducción al narcisismo introduce un ordenador del aparato psíquico. Podemos preguntarnos, ¿Qué hay antes de ese período? Si no se constituye el narcisismo, ¿Qué deviene y qué lo estabiliza? ¿Hay algo circunscribible, nombrable o no? 

Si vamos a un texto anterior a Introducción al narcisismo, tenemos el texto donde Freud habla en Leonardo Da Vinci: (1910, p.93)

Tras ese estadio previo sobreviene una trasmudación cuyo mecanismo nos resulta familiar pero cuyas fuerzas pulsionantes todavía no aprehendemos. El amor hacia la madre no puede proseguir el ulterior desarrollo conciente, y sucumbe a la represión. El muchacho reprime su amor por la madre poniéndose él mismo en el lugar de ella, identificándose con la madre y tomando a su persona propia como el modelo a semejanza del cual escoge sus nuevos objetos de amor. Así se ha vuelto homosexual; en realidad, se ha deslizado hacia atrás, hacia el autoerotismo, pues los muchachos a quienes ama ahora, ya crecido, no son sino personas sustitutivas y nuevas versiones de su propia persona infantil, y los ama como la madre lo amó a él de niño. Decimos que halla sus objetos de amor por la vía del narcisismo, pues la saga griega menciona a un joven Narciso a quien nada agradaba tanto como su propia imagen reflejada en el espejo y fue trasformado en la bella flor de ese nombre.

El tema del narcisismo se venía discutiendo entre los discípulos de Freud, hasta 1914, cuando Freud publica Introducción al narcisismo. El narcisimo se encuentra presente en varios textos, aunque no se lo define ni se lo articula lógicamente. Está remitido a la idea de la perversión, donde el sujeto en lugar de tomar como objeto de amor un objeto externo, se toma a su cuerpo como objeto. Introducción al narcisismo viene a zanjar la dificultad que revestía este uso descriptivo y en definitiva patológico.

Freud ubica al narcisismo como una forma de investimiento pulsional necesario, pero sobre todo, precisándolo como concepto, lo cual es distinto a ubicarlo en la fenomenología, o de sus presentaciones sintomáticas en el adulto.

El texto retoma algunas dificultades que se presentan en la clínica con homosexuales, con la que se enfrentaba el proceso de análisis con los neuróticos. Hace la concepción de un narcisismo primario, cuando se comienza a pensar la demencia precoz (esquizofrenia) bajo la premisa de la teoría libidinal y algunas características de los niños y pueblos primitivos respecto de los pensamientos y las palabras. La argumentación plantea el destino de la libido sustraída a los objetos en el caso de la histeria y la neurosis obsesiva, respecto del destino en la esquizofrenia, para ubicar finalmente que el destino de esta libido sustraída a los objetos en el caso de la esquizofrenia es el yo.

Freud plantea esta retracción de la investidura de objeto como un narcisismo secundario y ubica uno primario, según Freud "oscurecido por múltiples influencias". Esto lo lleva a plantear que:

Nos formamos así la imagen de una originaria investidura libidinal del yo, cedida después a los objetos; empero, considerada en su fondo, ella persiste, y es a las investiduras de objeto como el cuerpo de una ameba a los seudópodos que emite.

El tema es, si antes de eso no hay ningún sujeto, ¿Cómo es que el futuro sujeto tiene alguna referencia de sí mismo antes de la aparición de "sí mismo"? Este es un impasse del texto. ¿Cómo el niño puede identificarse con algo si antes no sabe que es él? Esto es lo que viene a salvar Lacan con la introducción del espejo plano en el estadío del espejo. No hay modo de pasar por ese lugar si no es por mediación del Otro. En términos freudianos, son las altyernancias del lust y el unlust que permiten empezar a ubicar unas regularidades en el exterior. En esa vorágine de cosas, aparece un sujeto. Si el yo definido por Freud en distintos textos como imagen, ¿puede devenir objeto? Esto es lo que Lacan intenta responder.

El texto continúa planteando una distribución de los objetos de amor que se puede tomar en función de la fijación libidinal del desarrollo. Esto completa lo planteado en el texto de Leonardo Da Vinci respecto de la posición narcisista. Así, la elección de objeto podrá tomar las siguientes vías:

1. Según el tipo narcisista: 

a. A lo que uno mismo es (a sí mismo),

 b. A lo que uno mismo fue, 

c. A lo que uno querría ser, y 

d. A la persona que fue una parte del sí-mismo propio. (Es decir, una parte de uno que fue relegada y posteriormente encontrada en otro que la porta)

2. Según el tipo del apuntalamiento: 

a. A la mujer nutricia, y 

b. Al hombre protector y a las personas sustitutivas que se alinean formando series en cada uno de esos caminos.

La distribución libidinal que retroactivamente se podría inferir que habitaba al futuro sujeto cuando se dan algunas condiciones, dan lugar a la constitución del yo como creación nueva y original, al ideal del yo y al yo ideal. Fíjense la complejidad de hablar de lo que antes de la constitución del yo habita a ese cuerpo. Antes de la constitución del narcisismo no hay yo, ¿Cómo denominar a todo eso que habita a ese cuerpo? Sin embargo, eso lo habita alguna orientación y organización tiene, porque hay una tendencia que culmina en el narcisismo. No es un caos errático que evoluciona desordenadamente, sino que hay unos automatismos (muchos descritos en El proyecto...), pero que sin embargo no son nombrables. 

En ese sentido, son interesantes los desarrollos de Piaget sobre las reacciones circulares: las primarias, secundarias y terciarias. Esas reacciones alguna marca dejan y eso debe comandar al estadio del narcisismo y del espejo, que es posterior. En el estadio del espejo ya hay un reconocimiento de la imagen del otro que ese sistema se va estabilizando.

Es un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya. (p. 74)

En el apartado 3 se inicia con una concepción que no suele enfatizarse y que permite repensar lo señalado en la página 82, donde se interroga sobre la culminación del narcisismo primario y responde en diferentes formas. Dice que:

¿En razón de qué se ve compelida la vida anímica a traspasar los límites del narcisismo y poner {setzen} la libido sobre objetos? " La respuesta que dimana de nuestra ilación de pensamiento diría, de nuevo, que esa necesidad sobreviene cuando la investidura {Besetzung] del yo con libido ha sobrepasado cierta medida. Un fuerte egoísmo preserva de enfermar, pero al final uno tiene que empezar a amar para no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a consecuencia de una frustración no puede amar. Algo parecido a la psicogénesis de la creación del mundo, según la imaginó H. Heine: «Enfermo estaba; y ese fue de la creación el motivo: creando convalecí, y en ese esfuerzo sané».

Este párrafo, tan lírico, tiene muchas objeciones. pensemos en cualquier niño frente a cualquier situación que le depare placer. ¿Cuánto podría seguir hamacándose o corriendo por el parque? Todo el tiempo que la fuerza se lo permita. No hay modo que los niños cedan a aquellas actividades que les depara un gran placer. Ejemplo, cuando a un  niño se le lee continuamente el mismo cuento. Esto de que hay que salir hacia el mundo, no se verifica. La fenomenología clínica que lo demuestra es el autismo. Pero más allá de la psicopatolog{ia, tenemos el caso de los niños y los bebés.

Sin embargo, el germen del argumento es el que llevó a Freud al planteo económico en las neurosis actuales. El argumento de la estasis libidinal es, justamente, el argumento de las neurosis actuales: una estasis libidinal no articulada, produce displacer. No obstante, vemos que en los niños esto no sucede: no hay displacer en la reiteración de acciones que los bebés realizan. 

Por otro lado, esta idea de que para no enfermar hay que llevar la libido a otro lado supone la existencia, desde el inicio, de una diferencia entre el futuro sujeto y lo que lo rodea. Lo que hace salir el niño del hermetismo de su narcisismo es volcar su libido en el mundo. El problema es que para ese niño, todavía no existe el mundo. El bebé no sabe dónde él empieza ni termina, eso es la indiferenciación. Lo que la indiferenciación inicial plantea es la inesxistencia original de otro territorio (no hay otro territorio) y no debe confundirse con el límite del cuerpo del niño, sino con todo lo que produce una percepción en ese cuerpo y cuya única percepción posible de ello es que lo percibido es todo.

Freud, en Pulsiones y destinos de pulsión:
Imaginemos un ser vivo casi por completo inerme, no orientado todavía en el mundo, que captura estímulos en su sustancia nerviosa.'' Este ser muy pronto se halla en condiciones de establecer un primer distingo y de adquirir una primera orientación. Por una parte, registra estímulos de los que puede sustraerse mediante una acción muscular (huida), y a estos los imputa a un mundo exterior; pero, por otra parte, registra otros estímulos frente a los cuales una acción así resulta inútil, pues conservan su carácter de esfuerzo {Drang} constante; estos estímulos son la marca de un mundo interior, el testimonio de unas necesidades pulsionales. La sustancia percipiente del ser vivo habrá adquirido así, en la eficacia de su actividad muscular, un asidero para separar un «afuera» de un «adentro»."

Por eso es importante plantear, a diferencia de lo planteado, de cómo se va más allá del narcisismo originario, como vimos en la cita anterior con el poema de Heine. Al iniciar el apartado 3 dice Freud:

Las perturbaciones a que está expuesto el narcisismo originario del niño, las reacciones con que se defiende de ellas y las vías por las cuales es esforzado al hacerlo, he ahí unos temas que yo querría dejar en suspenso como un importante material todavía a la espera de ser trabajado; su pieza fundamental puede ponerse de resalto como «complejo de castración» (angustia por el pene en el varón, envidia del pene en la niña) y abordarse en su trabazón con el influjo del temprano amedrentamiento sexual.

Es decir, no tiene tanto que ver con la estasis libidinal de tener que volcar algo afuera, niño algo diferente... Lo que sea que pasa dentro del soma del niño, empieza a haber un privilegio de algunas cosas (línea gruesa) sobre otras:


Esto, en definitiva, no deja de ser una marca (M) en el cuerpo del niño. Eventualmente, esa marca se podrá transformar en significante (S1). Ahora, todo lo que el niño desarrolla para volver a encontrarse con esto, es una elaboración de saber (S2), lo que sería la letra de goce, ese significante.

Efectivamente, debe haber algo placentero que el niño realiza y eso se logra estabilizar a partir de ciertas coincidencias con el mundo exterior. Sucede que eso produce un saber, porque una cosa es un alarido cualquiera; otra es el llamado, etc. La madre (M) hace una escritura sobre ese grito, por ejemplo, diciendo que es hambre:
Es la madre que hace sobre determinada marca un significante (M/S1), siendo que el significante proviene de la madre y la marca está en el aparato del niño. Lo que de la marca no se transcriba en un significante y no se estabilice, no es articulable. Lo que vemos en la clínica del autismo es que la madre no puede articular ningún sentido a la marca, que queda vacía.

Para la madre, tiene que haber un deseo y una atribución de saber (que le atribuye al hijo). Si la madre supone que su hijo no va a poder, efectivamente el hijo no va a poder. Todas esas marcas provienen de la madre y son donadas al hijo por ella. A pesar de eso, marca y S1 no copula, es como un tetris que siempre falla. Es lo que relanza el deseo, como decía Freud, la diferencia de placer esperado y el encontrado.

De todo lo que habita al niño, mucho queda afuera y no es recubierto por el significante. Solo entra lo que los padres y el contexto cultural pueden nombrar de acuerdo al patrimonio cultural. Ahí sí volvemos al texto de introducción al narcisismo, en donde el niño tiene que salir al mundo a armar respuestas más eficientes. 

Esto es clatramente diferente a la consideración de un exceso que debe ser articulado y colocado en alguna parte. Freud claramente plantea que de dicha posición se sale porque algo externa a la misma lo hace caer. No es el exceso, sino el encuentro con un límite a dicho exceso y su articulación. Hasta este punto, el desarrollo ubica tres elementos que son necesarios en tanto supuesto lógico para la constitución de un sujeto: la posibilidad de registro en el campo de las actividades del placer, la compulsión a la búsqueda de su encuentro y un límite externo que introduce un acotamiento a las dos anteriores. 

Si neurológicamente hay una dificultad para el registro en el campo del placer de las actividades del cuerpo, toda esa constitución va a tener necesariamente una modificación, porque falta la premisa de lo que va a producir eventualmente marca. 

El texto freudiano continúa su argumentación luego de los comentarios acerca de la protesta masculina propuesta por Adler y fijar su posición. Destaca que la diferencia de comportamiento que se puede presentar en un adulto respecto al contenido de representación radica en las diferentes respuestas que origina respecto a la idea presente en ellos.

Dice Freud:

"Podemos decir que uno ha erigido en el interior de sí un ideal por el cual mide su yo actual, mientras que en el otro falta esa formación de ideal. La formación de ideal sería, de parte del yo, la condición de la represión.'''

Freud plantea que el narcisismo va a aparecer desplazado respecto a ese ideal del yo, que va a contar con todas las atribuciones de perfección que anteriormente recaían sobre el narcisismo. Respecto del sujeto, dice:

"No quiere privarse de la perfección narcisista de su infancia, y si no pudo mantenerla por estorbárselo las admoniciones que recibió en la época de su desarrollo y por el despertar de su juicio propio, procura recobrarla en la nueva forma del ideal del yo. Lo que él proyecta frente a sí como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio ideal."

Ahora bien, el sujeto no quiere privarse de la perfección narcisista, ¿Pero puede no privarse de ello? Porque así planteado, parece una maniobra del sujeto para preservar cierta posición. Cuando algo de esto sucede, en la clínica vemos a sujetos enfrascados. Lo que efectivamente sucede es que el sujeto comienza a encontrarse con una serie de circunstancias en las cuales empieza a presentársele diferencias entre lo que pretendía y lo que efectivamente encuentra. En esto cuentan las admoniciones que recibió: de tanto recibirlas, por una parte, y de recuperar lo que se supone que perdió por ello o por otra, las hace propias.

El ideal del yo no se confunde con el yo ideal. Solo da lugar a co-fusiones la forma en que se lo presenta en el párrafo citado. El resto del texto permite ir precisando que son dos nombres diferentes, porque representan dos conceptos diferentes. Efectivamente, lo que proyecta frente a si como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido, es decir, lo que se propone como aspiración, lugar de llegada, es su yo ideal. Freud precisa: 

"La formación de un ideal del yo se confunde a menudo, en detrimento de la comprensión, con la sublimación de la pulsión. Que alguien haya trocado su narcisismo por la veneración de un elevado ideal del yo no implica que haya alcanzado la sublimación de sus pulsiones libidinosas."

Más adelante:
"No nos asombraría que nos estuviera deparado hallar una instancia psíquica particular cuyo cometido fuese velar por el aseguramiento de la satisfacción narcisista proveniente del ideal del yo, y con ese propósito observase de manera continua al yo actual midiéndolo con el ideal."

De donde surge claramente que del ideal del yo parten exigencias hacia el yo y el yo ideal es un punto de llegada comandado por el ideal del yo. Y lo más importante es que ubicará la constitución del ideal del yo como efecto de las palabras de los padres y con los que con ellos forman serie.

"La incitación para formar el ideal del yo, cuya tutela se confía a la conciencia moral, partió en efecto de la influencia crítica de los padres, ahora agenciada por las voces, y a la que en el curso del tiempo se sumaron los educadores, los maestros y, como enjambre indeterminado e inabarcable, todas las otras personas del medio (los prójimos, la opinión pública). Grandes montos de una libido en esencia homosexual fueron así convocados para la formación del ideal narcisista del yo, y en su conservación encuentran drenaje y satisfacción. La institución de la conciencia moral fue en el fondo una encarnación de la crítica de los padres, primero, y después de la crítica de la sociedad, proceso semejante al que se repite en la génesis de una inclinación represiva nacida de una prohibición o un impedimento al comienzo externos.".

Esto hace a la constitución del ideal del yo. El ideal del yo será aquello que como aspiración del yo estará en las expectativas para satisfacer las exigencias del ideal del yo. La conciencia moral y el censor del sueño quedarán adscriptos a la función del ideal del yo. En definitiva, el yo ideal no deja de ser una representación consciente. El paciente dice "Yo quiero ser así". En cambio, de lo que es el ideal, menos nos enteramos, y de la gran mayoría padecemos.

La distribución de linaje que retroactivamente se podría inferir que habitaba al futuro sujeto, constituirá el ideal del yo y el yo ideal. Luego el texto ubica que en la formación del ideal del yoes lo que aumentan las exigencias del yo y es aquello que favorece a la represión. habla de la sublimación como aquello que le permite al yo cumplir con dichas exigencias, sin dar lugar a la represión.

De estos elementos se destaca la creación ex-nihilo del yo. Antes de su instalación no existe nada comparable en sus funciones al yo. El yo es algo que se constituye a partir de esta primera identificación. Se trata de la primera constitución de algo que no puede ubicarse sencillamente dónde o en qué puede atribuirse su existencia, en el sentido que no puede ubicarse en una correspondencia unívoca aquello que es designado por "yo".

Lacan, en "Función y campo..." dice que esta identificación en una matriz simbólica, algo que como esquema es retomado por la función de lo simbólico, en tanto se nombra algo que está en otro lado. Ciertamente es muy difícil describir "quien soy yo", muy difícil de ubicar. Todo el conjunto de lo que uno es cuesta mucho circunscribirlo.

A partir de 1920 empiezan a producirse algunos impases respecto a estos desarrollos. En El yo y el ello, Freud plantea en una nota al pie de página:
Ahora, luego de la separación entre el yo y el ello, debemos reconocer al ello como el gran reservorio de la libido en el sentido de «Introducción del narcisismo» . La libido que afluye al yo a través de las identificaciones descritas produce su narcisismo secundario.

Más adelante prosigue con su desarrollo y agrega:
Ahora habría que emprender una importante ampliación en la doctrina del narcisismo. Al principio, toda libido está acumulada en el ello, en tanto el yo se encuentra todavía en proceso de formación o es endeble. El ello envía una parte de esta libido a investiduras eróticas de objeto, luego de lo cual el yo fortalecido procura apoderarse de esta libido de objeto e imponerse al ello como objeto de amor. Por lo tanto, el narcisismo del yo es un narcisismo secundario, sustraído de los objetos.

Esto produce una serie de dificultades. En principio, si no hay sujeto, ¿Qué clase de objetos se encuentran presentes ante el yo? ¿Para quién estarían presentes? ¿Cómo es que el ello hace tal o cual investidura si en principio no se le puede atribuir ninguna orientación? En realidad, toda la dificultad radica en la particularidad de la constitución del sujeto por la intermediación del Otro, el lugar que en él recibe y cómo ello es reglado. A partir de esta dificultad es que Lacan propone el estadio del espejo. 

Lacan va a responder a una serie de interrogaciones que se desprenden del texto freudiano, como Introducción al narcisismo, Más allá del principio del placer, El yo y el ello , preguntándose cómo el yo puede ser un objeto, más aún el primer objeto, si es una imagen. Su respuesta es la conceptualización del estadío del espejo. Lo delimita como:
"...consiste en poner en manifiesto la conexión de cierto número de relaciones imaginarias fundamentales en un comportamiento de una determinada fase del desarrollo"
"Este comportamiento no es otro que el que tiene el niño ante su imagen en el espejo desde los seis meses de edad"
y que caracteriza como
"...asunción triunfante de la imagen con la mímica jubilosa que la acompaña y la complacencia lúdica en el control de la identificación especular"

Lacan hace este desarrollo tomando la observación de Bernard Perez (1888), quien describe que:
Eldestein dice que esto, que nbo se articuló a Freud, quedó como una mera curiosidad psicológica hasta que Lacan la retomó. Las relaciones imaginarias que Lacan sitúa en el estadío del espejo consisten en:


En el seminario 1, cuando lacan comienza formalmente su enseñanza e introduce los tres registros, en la tópica de lo imaginario introduce un modelo del cual él dice que es sucedáneo del estadio del espejo. Lacan sigue la propuesta de valerse de modelos para aproximarse a un hecho desconocido, relaciones auxiliares para pensar los elementos teóricos.

Primero introduce la experiencia en el campo de la física: 


Este esquema tiene varias ventajas, como el hecho de crear un existente a partir de la nada. Se arma un florero con flores, donde antes estaba vacío. Las flores, si estaban en algún lado, es en el deseo de la madre y el florero podría ser el sustrato biológico.

El estadio del espejo contradijo los aportes de los posfreudianos en lo que respecta a su consideración de un yo autónomo, en este párrafo citado anteriormente. Si el yo fuera autónomo, no necesitaría del Otro para hablar o aprender a caminar.

Con la alienación con la que el yo se constituye, el sujeto recibe una serie de atributos, no importa tanto cuales, sino que serán portados por él, recibidos por la lengua materna, quien lo colma de dones, literalmente. 

El esquema óptico permite ubicar los tres registros: imaginario, real, simbólico. Las imágenes, tanto en la percepción directa del florero como la imagen real proyectada por el espejo esférico representa la dimensión imaginaria. En conjunto del aparato, lo real. Las leyes ópticas que subyacen a la producción de la imagen, lo simbólico. Esto último a veces se soslaya, pero es la dimensión simbólica en juego que permite que todo esto funcione. El ojo tiene que estar en determinado lugar y no en otro. 

Este esquema es perfeccionado por Lacan. Lacan observó que los animales se manejaban entre los registros real e imaginario únicamente. En los seres humanos, cuando se habla del narcisismo, la relación del sujeto con su propia imagen es siempre fallida, porque está siempre mediada por el Otro. Lacan va a introducir en su nuevo esquema el espejo plano, modifica la ubicación relativa del florero y el ramillete. Si se toma al cuerpo y sus agujeros como el florero y a las flores representando los objetos parciales de la pulsión, es alrededor de estos objetos parciales que para el psicoanálisis se constituye el cuerpo.


La nueva configuración del esquema óptico logra que la imagen del florero y el ramillete se armen como en la primera versión del esquema óptico, pero mediando ahora el espejo plano, como vemos en la imagen. para el ser humano, la imagen narcisista solamente es accesible a través de la mediación del Otro, representado por espejo plano. El Otro es el medio por el cual es sujeto humano encuentra su imagen. El esquema original de la física no representaba esto.

Es claro que para poder ser reconocido por otro, con anterioridad se debe producir que un otro se eleve a un Otro. Esto también lo posibilita este segundo esquema. Un Otro permite la configuración del sujeto bajo las formas de neurosis, psicosis y perversión.