Mostrando las entradas con la etiqueta honorarios. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta honorarios. Mostrar todas las entradas

viernes, 12 de julio de 2024

El dinero en un análisis

 Interrogar la función y la lógica del dinero en un análisis es preguntarse respecto de aquello con qué un sujeto paga.

¿Un sujeto paga efectivamente con los billetes que le da el analista como honorarios por cada una de las sesiones, o en realidad el dinero es apenas el vehículo que pone en juego algo de otro orden?

Se trata de la economía. El manejo del dinero, su circulación, utilidad, incluso el estatuto de este se inscribe en una determinada modalidad de la economía. Y no casualmente Lacan recurre a la economía, a una política y de goce, con la cual responde a los impasses de la energética freudiana.

La economía que el dinero como medio permite poner a trabajar en un análisis no es otra que la economía libidinal. Nos referimos a aquel campo, también aquella estructura donde se ponen en juego las relaciones del sujeto con los objetos, con los distintos estatutos del objeto. Y es donde fundamentalmente se juega aquella satisfacción que el sujeto obtiene en esa relación de deseo con el Otro, en la escena fantasmática, y por la cual soporta o se orienta a construir la ilusoria completitud del Otro.

El análisis, entonces se sirve del dinero en la medida en que, como decía Diana Rabinovich, es el colmo de lo simbólico. Es la posibilidad de introducir ficcionalmente, o sea con el significante, una medida que haga posible la puesta al trabajo de algo del orden de lo económico en el sujeto, algo imposible de mensurar, de reducir a medida alguna.

Dado que se trata entonces de pagar con algo que está esencialmente ligado al ser del sujeto, es válido que un sujeto debe pagar caro. ¿Pero, qué o cuanto es caro?

Ciertamente no constituye una medida común en el sentido de un número que pudiéramos poner, y que valiera para todos. Sino que allí lo caro habla de un valor en el sujeto, el que la más de las veces es soporte del vínculo de amor.

viernes, 29 de diciembre de 2023

El pago en un análisis

 Frente a la pregunta sobre aquello con lo que un sujeto paga en un análisis, el sentido común nos haría suponer rápidamente que uno paga con dinero, lo cual puede ser fuente de no pocas quejas. Sin embargo, el dinero representa un medio simbólico, que pone en juego otra cosa.

El sujeto llega a la consulta analítica porque algo, una satisfacción, se transforma en un penar de más. Una satisfacción que fantasmáticamente regulaba la distancia a la castración del Otro se transforma en un excedente que lleva al sujeto al malestar, lo que está indisociablemente ligado a su sexualidad

Justamente lo que autoriza a un analista a intervenir es ese penar de más. El sujeto pena de más, y en la medida en que la pulsión participa de la sexualidad el psicoanálisis se ocupa de ella.

En este sentido, entonces si la consulta analítica está motorizada por el penar de más será efectivamente con eso, con lo que el sujeto deberá pagar.

De este modo, un análisis lleva a un sujeto a una coyuntura en la que debe “decidir” si conserva o paga (es decir, si conserva o pierde aquello que le hace penar de más). Y en este punto es importante tener en cuenta que el sujeto accede de este modo a una salida, de ese penar. Y sólo puede salir por donde entró, lo que significa que ese malestar que comandó la consulta es una respuesta al deseo como deseo del Otro.

miércoles, 28 de junio de 2023

Diario de un psicólogo en apuros: ¿OSDE no le paga a los profesionales de la salud?

 Tanto en OSDE, como en otras prepagas, obras sociales, y todo aquel lugar de trabajo del psicológxs, este está siendo degradado, tanto en lo económico (percepción de honorarios), como en las posibilidades de atender en las mejores condiciones posibles al paciente, que muchas veces es rechazado por el sistema, con todo lo que ello implica para la salud mental de quién consulta. Y en las dificultades de distinta índole, que ello implica para el tratante.

En junio del 2023 se supo que los prestadores de OSDE, en una gran mayoría elevamos dos cartas hacia esa entidad. El reclamo es a igual trabajo (virtual o presencial) el mismo honorario. Se bajó el honorario virtual sin aviso y de manera retroactiva, en resumen. Mas la baja de honorarios respecto a la inflación que no condice con los aumentos que sí aplican a los socios. Por supuesto el tema es más complejo.

La respuesta que recibieron:

La respuesta de tal entidad, fue que a quién no le gusta deje de prestar sus servicios, (carta facilitada por un colega), y te explican como hacerlo, como si no supierámos. Lo que da cuenta, del uso impune que hace de su posición de poder, que les es conferida por las circunstancias, aval político y legal (que es lo que habría que revisar) de ciertos sectores. Su carta de respuesta lo demuestra, si bien cuenta con unas 700 firmas de profesionales de la salud mental.

Escribió el colega, al respecto:
"El nivel de soberbia, cinismo y maltrato implícito en la carta (¿Reconstruir el honorario? ¿Quién lo destruyó? ¿creen que no sé que puedo renunciar? ¿Creen que me tienen que explicar en detalle cómo hacerlo?) es inaceptable. Si a mis pacientes los incentivo a actuar con dignidad y a no tolerar acciones que los disminuyan, ¿puedo omitir esto?"

martes, 23 de mayo de 2023

Honorarios e inflación (y corridas cambiarias)

 Los procesos inflacionarios en Argentina hacen que el tema de los honorarios tengan su especificidad, además de todo lo que podemos saber por la obra de Freud y otros autores en psicoanálisis. ¿Cómo y cuándo actualizar los honorarios?

Por empezar, los honorarios pactados con el paciente tienen mucho que ver con lo simbólico. Por otro lado, en Argentina se suma la dimensión de lo real, la incertidumbre. El dinero, según vimos en varias entradas, es algo de la vida. Recordemos el caso de los análisis financiados por terceros.

Lo que un sujeto està dispuesto a pagar está ligado a su posición inconsciente en el fantasma. Aunque es cierto que existen emergencias económicas, no siempre el sujeto está parado desde ahí. El analista no debe hacer la reducción de "Si esta persona no tiene recursos, entonces es pobre", porque ahí el analista estaría haciendo una adjudicación de pobreza. Lo peor que puede pasarle a un paciente es creer que es pobre y que carece de recursos, es decir, con la posibilidad de causarse con algo, lo cual no tiene que ver con el dinero. Hay personas que no pueden pagar en dinero, pero ofrecen otras cosas. Freud usaba muchísimo esto, pues recibía personas en situaciones complicadas y él tomaba lo que la persona pudiera dar. 

Hay personas económicamente pudientes que se comportan como pobres. Por eso, los honorarios muestran la posición inconsciente del sujeto en su fantasma. 

El analista puede hacer uso de ciertas particularidades de los honorarios.

Por ejemplo, en pacientes con problemas con la terceridad, que el honorario contenga un 3.

...O en pacientes ubicados en el lugar de resto, agregar centavos (si la moneda lo permite). 

El tema de los honorarios en cuanto precio, nos pone en la vía de lo que es el valor: ¿Qué valor se da uno? ¿Qué valor le da al otro? También el dinero tiene que ver, imaginariamente, con el goce del Otro. 

¡... Pero hubo una corrida cambiaria!

Recuerdo que cuando fue la devaluación macrista (el dólar de fue a 45 pesos de la noche a la mañana), cundió el pánico o la incertidumbre, que como sabemos, tiene estricta relación con la angustia automática. Durante esa semana, no se hablaba de otra cosa que del número, fomentado por las noticias. Es el aspecto real del número, eso que toca al cuerpo y vemos en las adicciones, en la psicosomática o en el autismo. Algunos colegas, ni lentos ni perezosos, decidieron actualizar inmediatamente sus honorarios... para que sus pacientes abandonaran el tratamiento. ¿Qué pasó? Hicieron lo peor que un psicólogo puede hacer: correr junto a la estampida. ¿Qué le queda a un paciente si su propio psicólogo está aterrado?

Cuando en esa corrida del 2019 los pacientes me preguntaban por los honorarios, les respondía "Vemos... Por ahora me importa más esto que dijiste la vez pasada, sigamos". Recordemos que la resistencia se agarra de cualquier evento (como la lluvia) para hacerse presente y hay que preguntarnos si estos eventos, convenientemente, no la robustecen.

Un tiempo después, digamos dos o tres semanas después del episodio, todo se volvió normal. El ser humano tiene una habilidad sorprendente para acostumbrarse a lo bueno y a lo malo, de normalizar cualquier circunstancia, y al cabo de ese tiempo ellos mismos proponían actualizar el honorario. 

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Diario de un psicólogo en apuros: Análisis financiados

En la clínica con niños, diversos aspectos del encuadre dependen siempre de un adulto tercero, en general los padres o alguno de ellos. Del adulto depende que el niño asista al análisis, el pago de la sesión, el seguimiento de las indicaciones correspondientes, etc. 

La participación del otro parental no es sin demanda, que siempre va a diferir a la que efectivamente haga el niño. Al respecto, recordamos en esta conferencia la mención sobre esta cuestión que hace Freud en el texto de 1920 sobre la joven homosexual, cuando los padres que demandan que su hijo se cure.
El médico puede lograr, sí, el restablecimiento del hijo, pero tras la curación él emprende su propio camino más decididamente, y los padres quedan más insatisfechos que antes. En suma, no es indiferente que un individuo llegue al análisis por anhelo propio o lo haga porque otros lo llevaron; que él mismo desee cambiar o sólo quieran ese cambio sus allegados, las personas que lo aman o de quienes debiera esperarse ese amor.

También tenemos la conferencia 34, de 1932, la famosa frase donde dice:
Cuando los padres se erigen en portadores de la resistencia, a menudo peligra la meta del análisis o este mismo, y por eso suele ser necesario aunar al análisis del niño algún influjo analítico sobre sus progenitores.

En cuanto a la clínica de adultos, no es raro que personas relacionadas al paciente se ofrezcan a pagar el tratamiento. Casos recientes que uno escucha:

- Un caballero llama pidiendo ayuda urgente para su novia, ante un "ataque de nervios" de ésta, ofreciendo pagar por el tratamiento. El analista detecta algo raro y aloja a la joven en una sesión privada. Efectivamente, en la primera sesión confirma que ella es víctima de violencia de género, lo cual termina en una denuncia que da lugar a una causa penal. El tratamiento no dura más de tres sesiones, pues la dama no lo puede costear.

- La madre de un joven de 19 años, casi por cumplir 20, solicita un turno para su hijo, a lo cual el analista le pide que sea él quien haga la demanda. Él pide la consulta, pero es la madre quien paga el tratamiento. La madre comienza a llamar al analista luego del pago de la sesión, para deslizarle diversos pedidos: "No lo veo estudiar, se la pasa en la computadora, no hace ejercicio, no busca trabajo...".  El joven asiste a la primera sesión y pide tomar agua, luego toma todos los papeles tissue de una caja, finalmente agarra un adorno del consultorio para jugar con él... Toma, toma, toma... A la segunda sesión, hace lo mismo. Y a la tercera sesión, el analista interviene señalándole esto -lo mismo que su madre-, lo que provoca una automática resistencia del paciente, el cual se queda mudo por varios minutos hasta que el analista decide cortar la sesión. Corte anticipado que termina expulsando al paciente, pues éste no volverá. En la supervisión, el analista reconoce haberse sentido influenciado por las demandas de la madre del paciente.

Personalmente, desconfío de cualquier tipo de financiamiento con carácter desinteresado. Por ejemplo, tomemos el mecenazgo, que la infame RAE lo define como la “protección o ayuda dispensadas a una actividad cultural, artística o científica”. Para muchos, el mecenazgo es una colaboración desinteresada e incondicional por parte del mecenas, que actúa movido por el altruismo y es fruto de su compromiso social. Ciertamente, aunque el mecenazgo suele pensarse sin intereses comerciales, éste suele tener beneficios fiscales, porque son una forma de participación privada en la realización de actividades de interés general. Además el mecenazgo potencia la imagen de una empresa con los valores sociales frente al público, aunque con menos eficacia que el patrocinio.

En el ámbito de un análisis, siempre hay que preguntarse por qué paga quien paga por un análisis que no le es propio, aunque ese desembolso se haga en nombre del amor de pareja o el de una madre. Por otro lado, también hay que preguntarse por qué un adulto sano no es capaz de pagarse su propio análisis. Después de todo, estamos en la Argentina de Perón, y vivimos bajo Su Verdad:

Verdad peronista n° 4: No existe para el peronismo más que una sola clase de personas: los que trabajan.
Verdad peronista n° 5: En la nueva Argentina de Perón, el trabajo es un derecho que crea la dignidad del Hombre y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume.

Sabemos que hay dos tipos de ociosos: los que quieren trabajar pero no pueden, de lo cual se puede hacer un síntoma, y los que directamente no quieren. Estos últimos suelen ser refractarios al análisis, en cuanto el análisis implica ceder y es también es un trabajo (psíquico) para el paciente. La vagancia, en tanto la falta de ganas de trabajar, es una de las formas de goce más duras de conmover sino es por medio de la necesidad. Esto es, que otro deje de pagar la bohemia.

jueves, 21 de abril de 2022

Psicólogos forense: La importancia de "apelar por bajos" los honorarios.

En este blog ya hablamos de este tema en la nota Cómo apelar por honorarios bajos en el caso de los peritos psicólogos, donde hay un modelo para este tipo de apelaciones.
Transcribo una consulta que puede ser frecuente en los peritos de la justicia:

HOLA!! Les cuento que por primera vez me regularon honorarios. Estoy muy contenta y conforme con la regulación ( 6%) Aclaro que no es sentencia firme. Entiendo que a pesar de estar conforme me conviene apelar por bajos para quedar cubierta por si me apelan por altos. Es así??

Vayamos a la respuesta dio una abogada, que conoce el paño:

Te doy un consejo como abogada, los honorarios siempre se apelan. Luego si por alguna razón, el o los condenados en costas no apelan, opcionalmente podés desistir, siempre que los honorarios regulados más o menos te cierran y evitar que se eleve a Cámara, con la consabida pérdida de tiempo.

Personalmente, nunca vi que aumentaran honorarios ante este tipo de apelaciones, pero bien puede hacerse la apelación para que al menos los mantengan. El tema acá es apelar porque la parte puede apelar por altos, de manera que esta oportunidad no debe ser perderse.

Ahora, puede ser que por apelar por bajos irónicamente no se corra el riesgo de que decidan lo contrario y los bajen mas aun... Lo que uno puede hacer, en esos casos, es esperar a ver qué hace el resto de los peritos. ¿De qué manera? Consultando en el expediente. Este dato debe ser manejado con prudencia, porque puede pasar que ningún perito apele sus honorarios por bajos y si la parte que debe abonar apela por bajos, finalmente pueden bajarle los honorarios a todos los peritos.

De esta manera, se puede deducir que hay que apelar siempre. Si en tal caso la parte luego no lo hace, se puede desistir de la apelación antes de que suba a cámara. Es decir, dentro del plazo de notificación (5 días Civil PJN), hay que apelar porque las partes obligadas al pago pueden apelar por altos aunque hayan arribado a un acuerdo. Si el profesional no recibió la cédula, se puede dar por notificado y de esta manera se puede apelar sin plazos que corran aún. Luego, si la parte no apela y deposita, se puede podes desistir del recurso y solicitar el giro.

¿Cuál es el porcentaje que se regula?

El porcentaje es variable en general es entre el 3 y 5%. 7% es habitual en fuero trabajo, no en el civil, donde lo esperado es el 5%.

lunes, 25 de octubre de 2021

Siempre hay alguien que cobre más barato, pero tu trabajo y experiencia valen

Me llegó esta imagen con la frase y me hizo pensar primero en mí, en los 13 años de experiencias como trabajadora social en el campo gerontológico, en las distintas capacitaciones que hice, en mi inversión de dinero, tiempo y energía para brindar lo mejor. Es lo mismo tenerlo que no tenerlo? Claro que NO.

Muchos profesionales se capacitan, estudian, buscan actualizarse y repensar sus prácticas… Además de lo importantes y valiosas que son sus intervenciones para el cuidado de la vida humana y la calidad de vida de las personas. Con seguridad podemos decir que no es lo mismo que cuide, acompañe y estimule alguien que sabe del trabajo con personas mayores a alguien que no sabe y no tiene interés de aprender.

Se puede pagar “barato” la hora de un cuidador y/o profesional que no tiene formación ni experiencia, pero se pagan caras las consecuencias del maltrato e infantilizacion a las personas mayores, como así también de alguien que no higieniza bien, que no brinda la medicación correctamente, no conoce del buen trato a las personas mayores ni sus derechos.

Creo que todos debemos tomar conciencia que cuidar es lo que posibilita la vida humana. Sin cuidados integrales no hay vida. Es una gran responsabilidad brindar espacios de cuidado de la salud, en los aspectos físico, psicológico, emocional, social y espiritual. No deberíamos trabajar con quien no reconozca esto, tanto con esas familias que ofrecen un valor de la hora ínfimo para cuidar a su familiar una Navidad y Año Nuevo, a la obra social que ofrece poco el valor de la hora del acompañante terapéutico y de todos los que se quieren aprovechar de la necesidad del trabajo del otro. Muchas veces se debe decir "si no me cuido, no puedo cuidar".

Muchos dirán…¿y las familias vulnerables? ¿Los que no tienen para pagar? Para esos casos deberíamos exigir políticas por parte del Estado para garantizar los sistemas de cuidados. Lamentablemente es a veces el Estado el que ofrece un valor de la hora de trabajo muy por debajo de lo que corresponde, sin ningún tipo de beneficio ni reconocimiento. Trabajemos para que las cosas cambien. Deseo que todos vayamos aprendiendo a no regalar nuestro trabajo y a poner el valor del mismo de acuerdo a lo que sabemos hacer…

martes, 28 de septiembre de 2021

Un encuadre especial para pacientes faltadores

A partir de una pregunta hecha en un grupo público de Facebook, Psicólogas y Psicólogos de Argentina, se inició un debate sobre los pacientes que faltan y el cobro de sesión.

En referencia al encuadre, en términos generales, lo que suele hacerse es pactar el tema de las faltas desde el inicio del tratamiento. Normalmente se solicita un aviso 24 horas antes de la ausencia. En caso de que no haya aviso, el paciente abona la sesión.

Una falta siempre es significativa. Hay faltas programadas como las que ocurren ante las vacaciones del paciente, pero también están aquellas que ocurren ante una enfermedad. En este último caso, el paciente puede pretender excusarse del pago, pero el analista debe recordar que no es su lugar asumir las consecuencias de su paciente. 

También hay faltas que ocurren ante acontecimientos que ameritan flexibilidad y paciencia del analista. Recuerdo un paciente que jamás faltaba a su sesión y que la única vez que lo hizo fue ante el fallecimiento de una persona importante en su vida unas horas antes de la sesión. Fue tal su perplejidad ante esa pérdida, que se le pasó la sesión. Colocar allí el pago de honorario como pérdida de goce (por una pérdida) hubiera sido una mala intervención. 

Por supuesto, también están las famosas faltas producto de la resistencia al análisis, que deben cobrarse. Transferencia y resistencia van de la mano, y en todo análisis aparecen los obstáculos que evitan la resolución de los síntomas y el abordaje de puntos dolorosos para el paciente. Además de cobrar la sesión, el analista debería revisar en qué circunstancia ocurrió la resistencia, que tema se está tratando o no. 

Los "faltadores seriales"

No obstante, hay una clase de paciente incoercibles en donde sus faltas son una constante. No se trata de esas faltas que ocurren a lo largo de un tratamiento como resistencia al mismo, sino de aquellas que aparecen en los tiempos de entrevistas preliminares de un análisis, a la manera de un rasgo de carácter y como forma de ser de la persona, de manera que cuesta que el paciente se pregunte por eso. Si el analista no lo toma de manera personal, verá que en la historia del paciente aparecen repetidamente cuestiones similares, que evidencian fallas en el registro simbólico: dificultad para organizarse en lo que al tiempo y al dinero se refiere, falta de registro del otro y de sí mismo... con sus consecuencias.

Los faltadores organizan sus prioridades más por el orden de la urgencia (lo que les urge), que por lo que importa (valor). El tiempo que manejan es más bien el actual: les cuesta la anticipación y muchas veces también la temporalidad inconsciente, que no es otra que la retroactividad y la gramática del futuro anterior. Por eso, difícilmente se pregunten algo así como "¿Mi analista me habrá estado esperando?". 

Una vez, un profesor de posgrado tuvo la honestidad de contarle al auditorio no saber qué hacer con un faltador. Él pretendía cobrarle más cara la sesión, lo cual es una intervención, en mi opinión, que solo una neurosis clásica capaz de metanoia (¿arrepentimiento?) es capaz de receptar. Los faltadores ven al cobro de la sesión ausente como una injuria: ¿Por qué me cobra una sesión a la que yo no fui? Es claramente una relación basada en términos imaginarios, donde el cobro es visto como un gesto hostil. De hecho, en este caso fue exactamente lo que ocurrió: el paciente se fue indignado de la consulta, con un profesional excelente.

Otros faltadores aparecen con la demanda innegociable de espaciar sus análisis cada 15 días, tiempo que a veces tampoco cumplen. El analista, aquí, debería considerar tal pedido de frecuencia a la luz del diagnóstico del paciente, que se hace a través de las entrevistas. La demanda de un análisis de 15 días, en términos generales, pareciera ser el anuncio de que el mismo está llegando a su fin ó que no será, bajo las condiciones que sea. No debemos olvidar que "cada 15 días" implica dos veces al mes. Si el analista no considera que esa frecuencia sea adecuada al caso, debería recordar que ese paciente está bajo su responsabilidad y que de su parte también está la autoridad de interrumpir el pacto de trabajo con su paciente si éste no adhiere a pautas básicas.

Permitámonos algunas consideraciones honestas sobre los pacientes faltadores. Es cierto que el analista debería soportar, mediante su deseo, apostar a que algo allí deslice para que el encuadre se establezca. ¿Pero cuántos pacientes así puede un analista sostener? Las instituciones se sacan de encima a los faltadores rápidamente: basta que se ausenten un par de veces y se les da el alta institucional por "abandono del tratamiento". Fuera de las instituciones, estos pacientes buscan la flexibilidad de los consultorios particulares. 

Pocas veces se dice que para que haya deseo de analista, antes debe estar cubierta la necesidad del analista, afirmación que es blasfema en casi todos los círculos de debate pero de la que Freud se refirió claramente en Consejos al médico. El analista no es un dios que vive del néctar y la ambrosía, ni siquiera llega al nivel de una cianobacteria para que pueda vivir de la fotosíntesis. El analista es, detrás de su función y su deseo, una persona adherida a la necesidad humana y su profesión tiene costos y gastos. En los hechos, si a los faltadores no se les pone un límite, terminan enloqueciendo la agenda de cualquiera con reprogramaciones, frecuencias bimensuales ó pérdidas de tiempo. En ese sentido, cada analista debería ser realista de cuánta capacidad tiene de alojar a esta clase de pacientes.

Existe una forma menos violenta de encuadrar a un faltador, que no es mediante la confrontación directa del pago de sesión. Esto, teniendo en cuenta que no son pocos los casos en que estos pacientes se sienten expulsados. Es una técnica a la que llamo "Frecuencia libre". Una vez identificado al faltador, se le dice algo así como:

"Pareciera ser que la frecuencia semanal a usted no le funciona. En su lugar, le propongo venir a verme cuando ud. pueda ó quiera, pero con dos condiciones: la primera es que deberá avisarme antes para buscar un horario que ambos podamos; la segunda, es que deberá pagar la sesión por adelantado. Sin estas condiciones, no podré atenderlo".

De esta manera, el paciente podrá elegir cuándo asistir -o no-, sin alterar la agenda del profesional si sus honorarios. Esta modalidad al paciente puede funcionarle ó no, pues el ser humano se lleva bastante mal con la libertad y esta intervención implica colocar la responsabilidad de la asistencia sin la presencia de una estructura externa como tal hora de tal día de la semana. No obstante, es un llamado a la adultez, entendida como hacerse responsable del propio mundo y del diseño de su propia vida, de las elecciones y de las acciones.

Al elegir un encudre libre, ciertamente el paciente puede elegir no venir nunca más. Se puede objetar que esta modalidad está al servicio de la resistencia, pero resulta que en los hechos la resistencia ya existía previamente. ¿Quién es responsable por esa resistencia? El analista da, bajo estas condiciones, un espacio que estará disponible cuando el paciente quiera dar ese paso. 

viernes, 17 de septiembre de 2021

Sutilezas en (el) análisis...

El costo de un análisis va más allá del dinero. ¿Hay otras formas de pago? Si, con Goce en su plusvalía. El pago, como significante, puede ser un regulador de síntomas y sus goces. El no pago, puede ser a costa de la vida.


Ahora, ¿Cómo estimar el pago? No podemos reducirlo al acto de la entrega de dinero, que en ciertos casos proviene de terceros. Una manera interesante de pensar el pago en tanto cesión, es evaluar cuánto y qué  pone de sí quien consulta, más allá de las cantidades pecuniarias puestas en juego.

jueves, 27 de mayo de 2021

Fuera de la ley

Sebastián de 11 años es traído por exigencia del colegio. El motivo son las constantes transgresiones a las normas, hurtos y faltas de respeto a compañeros y figuras de autoridad de la escuela, con el aditamento de agresiones verbales y físicas.

Los padres de Sebastián están separados, con una muy mala relación y también agresiones verbales y físicas. Ambos con modos de ingresos de dinero nada claros y no accediendo a hablar de ello, presumiblemente fuera de la ley.

Acordamos honorarios que dicen poder pagar sin problemas y que para su comodidad prefieren sea un pago mensual. Les indico que sería por mes adelantado.

La entrevista siguiente es con Sebastián. Quien lo trae no paga ni hace comentario al respecto, por lo que vualvo a citar a ambos padres a la próxima.

A esa entrevista viene solo la madre, comenta quejándose que en esa semana se vió exigida por sus 3 hijos a comprarles a cada uno una computadora porque con una sola se peleaban todo el tiempo. Preguntada por el pago de los honorarios dice: “Con la plata me vas a tener que esperar”; a lo que respondo que aparte de estar intentándo imponermelo está rompiendo el acuerdo que hicimos. Flexibiliza su postura aduciendo dificultades económicas. No cedo y le digo que el tratamiento continúa a condición de lo acordado.
La semana siguiente llega sin el pago, le recuerdo lo hablado y no realizo la entrevista. Sin aviso, no volverán a consulta.

Los padres de Sebastián, prescripción compulsiva de un tratamiento que de otra manera seguramente no hubieran comenzado, ilegalidades, ruptura del acuerdo sin pedido que sea revisado, imposiciones violentas, y frente a la intuición de una estafa … la interrupción.

“El don de dinero no es una pura y simple retribución ... El don de dinero al analista tiene la misma significación que el don que hace el discípulo al maestro, pero esto constituye al maestro como garante de esta palabra y asegura que no la cambia, que continuará velando por ello.” J. Lacan S –1

Pagar de más, de menos, estafar: tres posturas diferentes que ubica en estos casos (en todos) al dinero como objeto propicio para la intervención. Sin caer en el imaginario del valor estandarizado de la sesión que desconoce la realidad de cada uno; el dinero como vehículo de algún real, goce a ser cedido por el sujeto en el campo de un análisis.

Escrito para cobrar honorarios de pericia

Luego de realizar la pericia y ya con la sentencia dictada, le toca el turno a los peritos de cobrar. Si ya tenés honorarios regulados, hay que presentar un escrito solicitando que se intime a la parte obligada al pago a hacer efectivo el deposito de tus honorariosEn esta entrada vamos a ver un modelo para solicitar que te depositen tus honorarios.
Nombre, apellido, perito designado de oficio en los autos caratulados: "(nombre de la carátula)", expte Número xxx, en trámite por ante el juzgado Número...a cargo del Dr... Juez y Secretaría Número... a v.s me presento y respetuosamente digo:
Objeto: Que habiéndose dictado sentencia en fecha..... Y en función a mis actuaciones, solicito regulación de honorarios.
Datos bancarios: Cbu número.... Banco.... Sucursal.
Asimismo adjunto constancia de Monotributo solicitando se tenga la misma por acompañada.
Proveer de Conformidad que,
Será Justicia.

martes, 11 de mayo de 2021

Honorarios: Pagar de menos

Rubén y Gabriela consultan inicialmente como pareja continuando posteriormente Rubén en tratamiento. Luego de una separación vuelven a juntarse. Llegan con el temor que vuelva a sucederles lo mismo.

El motivo de la separación lo aducen a la inercia, a dejarse estar en la pareja, a no esperar más que lo mínimo esperable.

Los motivos de volver a juntarse no son diferentes a eso mínimo esperable que los llevó a la crisis y separación: en ella ser mantenida y en él tener una mujer en la casa.
Dicen no poder pagar los honorarios que propongo. Preguntan si lo máximo que ellos pueden podría ser lo mínimo que yo aceptaría.

Gabriela no trabaja pese a la insistencia de Rubén por que lo haga, ni le interesaría hacerlo, sus energías están puestas en la música: escucharla e ir a clubes de fan. Rubén trabaja medio día y no está dispuesto a más, a pesar que podría hacerlo y a pesar de vivir economicamente ajustados.

Decido no pagar yo por esta comodidad en la cual ambos están instalados, pero siendo que instaurarlo desde el primer momento sería abortar la consulta, les ofrezco que por 2 meses puedo sostener honorarios que considero mínimos, pero que son un poco más que el máximo que dicen poder. No acepto “juntarme” por lo mínimo que están dispuestos a dar, apostando a que el trabajo en ese tiempo incomode y tenga otro valor. De a poco fue resultando así.

Para Rubén el pago es dar lo que sobra. La queja de ambos es por la mortificación impuesta al deseo por la instalación en el principio del placer, comodidad también cara a sus vidas, pero que implica en principio no renunciar, no ceder ese goce, ni movilizarse para salir de esa inercia.
El verdadero objeto que busca el neurótico es una demanda: quiere que se le demande, que se le suplique. Lo único que no quiere es pagar el precio ... como el neurótico no quiere dar nada, esto tiene cierta relación con el hecho de que su dificultad sea del orden del recibir ... si quisiera dar algo, tal vez la cosa marcharía ... lo que habría que enseñarle a dar al neurótico es esa cosa que él no imagina, es nada, es justamente su angustia.” J. Lacan S10 C4

domingo, 25 de abril de 2021

Pagar de más

Marcela consulta por el conflicto que le causa haber decidido no seguir sosteniendo la posición que siempre tuvo en su vida: ser consecuente con el Otro, sacrificarse por amor. No sin culpa empezó a cambiar algo de esto, y los que la rodean no le facilitan que ya no responda como antes.
Al final de la 1er entrevista, al hablar de honorarios, pregunta si por casualidad atiendo por su prepago médico. Le digo que solo trabajo en forma privada.

Sabiendo yo que su prepago ofrece reintegros con la sola presentación del correspondiente recibo y que seguramente ella lo sabe, hago silencio. Mi estrategia no es por la vía del amor, no se trata de allanarle el camino.

Luego de un tiempo en tratamiento y de la puesta en juego en transferencia de aquello por lo que consulta y el trabajo sobre ello, un día dice que siempre supo de los reintegros y que no se animó a decirlo y me pregunta si podría hacerle recibos por los honorarios, si no es problema para su análisis.
Accedo.

Lo que en un primer momento con su silencio por los reintegros, fue ubicarse inmediatamente como amable, ahora surge como un justo reclamo por lo que le corresponde.

Marcela paga, paga de más si es necesario para ser amada, hasta con síntomas si no es con dinero. Este amor del Otro tiene un valor muy caro para ella en su vida, la renuncia al deseo. 

Todos sabemos que el dinero no sirve simplemente para comprar objetos, sino que los precios, ..., tienen por función amortiguar algo infinitamente más peligroso que el pagar con moneda: deberle algo a alguien.” J. Lacan S2 C16

lunes, 8 de febrero de 2021

Psicoanálisis para la tercera edad

Durante mucho tiempo, se ha hecho del viejo un marginado, no solo en la sociedad sino también para el psicoanálisis. Un prejuicio bastante común, posiblemente basado en parte por lo dicho por Freud y en parte en las dificultades que la tarea crea a los analistas, reside en la creencia que los viejos son inanalizables y que solo pueden recibir una terapia de apoyo. Hay pacientes de más de sesenta años, sin graves deterioros cerebrales, son pasibles de un psicoanálisis convencional con grandes beneficios, el resultado de pacientes añosos que ya hubieran tenido una experiencia analítica con anterioridad.

No existe en verdad en el envejecimiento un hecho puntual que señala su comienzo como en la adolescencia. Es un proceso que se inicia con el nacimiento o tal vez antes y se continúa a lo largo de toda la vida. La OMS ha convenido en señalar a los sesenta años, hechos significativos que pueden repercutir de una manera intensa en el estado afectivo y social del gerente, la adultez de los hijos, el nacimientos de los nietos, la jubilación, el cambio corporal, la muerte del cónyuge o amigos, etc. Todo esto configura lo que puede llamarse la “crisis de los senescencia”. Así como muchas veces en la edad madura el conflicto se plantea entre el ideal del yo y el yo por las aspiraciones y expectativas ideales (que habitualmente provienen de la adolescencia) el conflicto pasa también por la crisis narcisista que implica asistir a la propia declinación, además de las perdidas objetales. Por eso resulta importante comprender muchos de los síntomas atribuibles a la vejez como manifestaciones de defensas narcisistas.

El cuerpo que también es biografía, señala con sus cicatrices a quien quiere y puede leerlas. El psicoanálisis, al posibilitar la investigación del sentido inconsciente de los síntomas corporales entramados en el vivenciar del paciente, configura una comprensión psicosomática con efecto terapéutico. Ejemplo: la relación entre menopausia y osteoporosis ha sido claramente señalada, pero no se ha puesto demasiado énfasis en el proceso de elaboración de la menopausia  y su vinculación con las fantasías de sostén, originadas en la identificación temprana con una madre que cumple también función de sostén. 

Es en el campo de la transferencia y contratransferencia en el tratamiento de ancianos, donde uno redescubre la vigencia de los contenidos edípicos inconscientes que emergiendo de la atemporalidad, se actualizan, también en la neurosis de transferencia. El análisis de pacientes mayores es más un problema para el terapeuta que para el paciente. Cada paciente hombre es para el inconsciente del analista, el padre, y cada paciente mujer, la madre. Y habitualmente acercarse y reconocer la sexualidad de los padres puede resultar difícil. De la misma manera, la idea que las personas mayores están más cerca de la muerte genera en los analistas jóvenes sentimientos de culpa y el miedo a generar depresiones. Y en los analistas más viejos, tener que encarar la propia finitud, a la vez que el riesgo de quedar presos de la identificación concordante con el paciente. En otros casos, la edad manifiestamente mayor del paciente puede funcionar como contra resistencia en el terapeuta a analizar las transferencias parentales que el paciente hace sobre él. 

En aquellos casos  en que son los hijos del anciano quienes se hacen cargo del costo del tratamiento, esto puede llegar a generar una herida narcisística en el paciente, que se expresa en la transferencia como la resistencia a depender de alguien menor. También ser una carga activa los sentimientos depresivos.

El análisis personal, la formación teórica y el entrenamiento constituirá pues, como es habitual en la formación analítica el trípode sobre el cual se ha de basar la preparación de un terapeuta que ha de ocuparse de la psicoterapia de los viejos.

Fuente: "PSICOANALISIS EN LA TERCER EDAD" Dr. Edgardo Korovsky

miércoles, 26 de agosto de 2020

Frecuencia: El Psicoanálisis de una vez por semana.


Desde hace un tiempo que los psicoanalistas trabajamos con pacientes una frecuencia de una vez por semana. Esta práctica se tornó habitual, pero no es mucho lo que se profundiza en las particularidades de este trabajo.

Para desarrollar esta temática invitamos a psicoanalistas para que respondan este cuestionario para poder iluminar este dispositivo.

1- ¿Qué indicaciones y contraindicaciones encuentra para el psicoanálisis de una vez por semana? ¿Qué límites y posibilidades encuentra en esta clase de trabajo?
2- ¿Cómo utiliza las otras variables del dispositivo analítico como el diván o el tiempo de la sesión? ¿Incluye otros recursos técnicos para este trabajo?
3- ¿Encuentra alguna particularidad la asociación libre, las intervenciones del analista, el manejo de la transferencia y el trabajo con los sueños en esta frecuencia?

Mariana Wikinsky
1- La indicación es siempre el resultado de un proceso de entrevistas que evalúa no sólo las cuestiones diagnósticas, sino también el modo en el que el paciente que consulta “imagina” su tratamiento, qué lugar ocuparía en su vida, cómo ha llegado a la decisión de consultar, qué impacto produce en él haber tomado esa decisión, cuánto tiempo le llevó tomarla, con qué expectativas me eligió a mí para desarrollar esas entrevistas, si resulta natural a su historia cultural y biográfica hacer una consulta psicoanalítica. Todas estas cuestiones inciden mucho en la indicación de la frecuencia semanal que formulo al finalizar las entrevistas. Del mismo modo, del trabajo que se empieza a desplegar una vez iniciado el análisis, van surgiendo también decisiones -siempre compartidas con el paciente- acerca de la frecuencia semanal con la que seguiremos desarrollando nuestro trabajo. Con esto quiero decir que la indicación de la frecuencia no es para mí un recurso técnico que se aplica como un reglamento de trabajo, sino que es siempre el resultado del conocimiento de cada paciente singular.

Si entendemos por indicación aquella frecuencia que el terapeuta marca como conveniente para el inicio de un tratamiento, son pocas las ocasiones en las que indico análisis de una vez por semana. Lo que ocurre más bien es que no me opongo a trabajar con esa frecuencia, y realmente encuentro la puesta en marcha de procesos productivísimos con ese ritmo de trabajo. Pero la indicación la hago sólo cuando creo que no cuento con el paciente para trabajar con más frecuencia, o la insistencia en el trabajo con mayor frecuencia podría generar sentimientos de rechazo al tratamiento en su conjunto, con la consiguiente amenaza de interrumpirlo, o cuando me doy cuenta de que el paciente considera absolutamente natural esa indicación, y absolutamente antinatural cualquier otra. Son muy pocas las ocasiones en las que comienzo por oponer mi criterio al del paciente en cuanto a la validez de atenderse más veces por semana, y lo hago sólo cuando la situación clínica lo justifica. Incluso he indicado en algunas oportunidades la disminución de dos veces a una vez por semana en el caso de adolescentes que plantean venir con cierto desgano. Aún convencida de que la frecuencia ideal en algún caso particular sea dos veces por semana, opto por preservar un buen vínculo terapéutico, y renuncio a presionar en un sentido “técnicamente correcto”.
Me encuentro muchas veces con la situación de que los pacientes en sus primeras entrevistas dan por sentado que vendrán una vez por semana, en muchos casos por motivos económicos, en otros casos sencillamente porque de este modo han pensado en todo momento el curso de su terapia. Se sorprenderían si les planteara la necesidad de venir más veces. En estos casos, salvo contraindicación como lo especifico más abajo, decido comenzar a trabajar con esa frecuencia. Más de una vez ha ocurrido que naturalmente se aumenta el número de sesiones semanales, y cuando no ha sido así, lo fue porque con una vez por semana el trabajo ha encontrado productividad.

La contraindicación de la frecuencia de una vez por semana, para el tipo de pacientes que habitualmente atiendo (es decir, adultos neuróticos y adolescentes en general) se sostiene básicamente en dos motivos: a) tendencia a la actuación, b) altos niveles de sufrimiento o angustia.

En estas situaciones puedo llegar incluso a oponerme a comenzar un tratamiento si no se cumple la indicación de dos o más veces por semana, ya que no puedo considerar de ningún modo que en estos casos se pueda poner en marcha un proceso terapéutico cuando no hay espacio ni tiempo disponible para abrir procesos de simbolización.

Encuentro absolutamente natural en mí desde el punto de vista técnico la propuesta de trabajar una vez por semana. Realmente me ocurre a veces que si no existen motivos clínicos como los que especifico más arriba, y no existen motivos de tipo profesional (en el caso de algunos analistas que podrían preferir analizarse con mayor frecuencia) que justifiquen el requisito o la necesidad de trabajar dos o más veces por semana, no surge en mí ningún conflicto respecto de la frecuencia, ni siento que esté traicionando al método psicoanalítico. No tengo compromisos institucionales que condicionen ese pensamiento en mí, ni que me obliguen a dar explicaciones acerca de por qué en muchos casos trabajo una vez por semana. Tampoco aceptaría una discusión en esos términos, si sólo remite a justificar por qué no elijo un tipo de práctica profesional más cercana a la planteada desde las instituciones “oficiales”. Sólo me parece válida la discusión si se plantea en términos de requerimientos de la clínica. Pertenezco a una generación de analistas para quienes -en muchos casos- el análisis tiene el sentido de aliviar el sufrimiento de las personas. O al menos ese es el sentido que el psicoanálisis tiene para mí. Y si ese objetivo se logra sin cumplir con los “cánones oficiales” que cierto terrorismo intelectual propuso (o más bien impuso) como los únicos posibles, entonces sencillamente no me siento obligada a cumplir con esos cánones. Prefiero mantener una discusión en términos francos, una discusión en la que todos contemos lo que efectivamente hacemos puertas adentro del consultorio. No creo que practiquemos el “vil cobre”, ni creo que debamos pensar resignadamente nuestra práctica como si hubiésemos estado obligados a renunciar por circunstancias sociales, económicas, culturales o del sistema de salud, al único modo válido en el que debe ejercerse nuestra tarea. Si fuera así no deberíamos de ningún modo aceptar esos condicionamientos, en ningún caso. Con franqueza, no creo que haya muchos analistas que decidan radicalmente sólo tomar tratamientos si son de dos o más veces por semana, y esto significa que encuentran validez en el trabajo que se despliega con una frecuencia menor. Lamentablemente la discusión acerca de la frecuencia semanal y otros recursos técnicos, ha degenerado en una discusión más de índole institucional que clínica.

Por todo lo antedicho, encuentro muchas posibilidades de trabajo psicoanalítico con esa frecuencia, y los límites me los planteo cuando son límites clínicos, y no un pre-requisito de la técnica. Como lo plantean Ana Berezin y Eduardo Müller en su trabajo “Cuando la técnica es una resistencia al método”, lo que debemos garantizar es la construcción de las condiciones en las que el método psicoanalítico pueda desarrollarse. Y estas condiciones no necesariamente están asociadas a la frecuencia semanal.

2- Nuevamente, no utilizo el diván a reglamento, sino cuando resulta adecuado para el paciente, y esto es no sólo qué situación clínica presenta, sino si desea trabajar de esa manera. Respeto las contraindicaciones para el uso del diván que todos conocemos. Lo propongo para tratamientos de una vez por semana o más, cuando existe capacidad asociativa, cuando el diván no se transforma en sí mismo en una fuente de angustia, cuando el paciente no lo vive como un rito extraño a su cultura. Difícilmente imponga el uso de diván, y la frecuencia no es determinante en esa decisión, sino que lo son los motivos clínicos, de diagnóstico, y -como lo decía más arriba- la puesta en marcha del método. No en todas las ocasiones lo propongo, y no insisto cuando el paciente ofrece resistencias que me parecen atendibles. Durante mi etapa de formación, mucho antes de que me tocara dirimir en mi propia clínica este tipo de cuestiones, leí un texto en el que el autor (psicoanalista) planteaba que a veces los analistas, entre la técnica y los pacientes, eligen la técnica. Si pensamos que difícilmente una persona consultaría si no sintiera un alto monto de sufrimiento, si pensamos que el comenzar a analizarse implica siempre -desde la primera entrevista- un impacto subjetivo y emocional importante, si pensamos que quien consulta debe aceptar la idea de hablarle a una persona que acaba de conocer, de lo que quizás represente sus secretos más íntimos, o lo que más pudor le produce, entonces se vuelve indispensable que “hospedemos” a nuestro paciente en un ámbito cómodo y confiable, en el inicio de un proceso en el que la técnica no se vuelva un obstáculo.

En relación al tiempo, las sesiones duran habitualmente 50 minutos. Sobre todo en pacientes adolescentes, extiendo (si puedo) o reduzco el tiempo en alguna sesión específica si considero que el cierre unos minutos antes o después puede favorecer el trabajo.

Estoy disponible para hablar por teléfono si un paciente lo necesita, y también utilizo el e-mail en algunos casos. Lo ofrezco cuando hay distancias geográficas importantes (por vacaciones o por viaje), y también he recibido y contestado -es cierto que en poquísimas oportunidades- mails de pacientes que aún estando en la misma ciudad que yo, han preferido entre una sesión y otra comunicarse conmigo de ese modo. Accedo primero a esa forma de contacto, y luego eventualmente retomo personalmente en sesión la pregunta acerca del por qué han elegido esa forma de comunicarse conmigo.

3- Francamente, no. Ni las asociaciones, ni el relato y análisis de los sueños, ni la interpretación de la transferencia, ni mis modos de intervención han sido distintos en los análisis de una vez por semana, que en los que trabajé dos veces por semana, o en los pocos en los que trabajé tres veces por semana. Insisto en la validez de ocuparnos de la puesta en marcha del método psicoanalítico, y estoy convencida de que se logra también con una frecuencia de una vez por semana. Estaría dispuesta a pensar en las diferencias que una y otra frecuencia podría generar en el despliegue de estas producciones (sueño, asociación libre, transferencia, intervenciones e interpretaciones del analista), y seguramente las habrá. Pero no estaría dispuesta a discutirlas, por ejemplo, en términos de psicoanálisis vs. psicoterapia, ni en términos de la invalidación del trabajo de una vez por semana, porque con absoluta franqueza, cuestionarlo no se desprende de mi experiencia ni como analista ni como paciente.

jueves, 13 de agosto de 2020

Cómo ponerle un precio justo a tu trabajo

Frente a mercados en crisis y en contextos inflacionarios, fijar un valor por los servicios prestados es un desafío. Consejos para cotizar un pago rentable y graticante  

Para quienes trabajan en forma independiente brindando servicios, muchas veces intangibles hasta pasado un buen tiempo de la generación de resultados, una de las dificultades mayores que afrontan es la de fijar los valores de honorarios por su tarea. 

Si bien los consultores de empresas, contadores y especialistas en finanzas suelen tener ciertos parámetros para fijar condiciones de rentabilidad aceptable para sus clientes, no todos cuentan con la suficiente experiencia práctica. Se trata de entender el negocio principal del profesional y, desde allí, conocer sus particularidades y diferencias con los mercados más habituales, como consumo masivo, producción y fabricación de distinto tipo de insumos. 

Entonces, frente a mercados en crisis, con desafíos, variables, contextos inflacionarios y cruentos cambios impositivos prácticamente todos los meses, es muy necesario observar la metodología a aplicar para fijar los precios que necesitamos percibir para que nuestra tarea y resultado para los clientes sea un negocio. En la contratación de servicios, si bien en pequeñas y medianas empresas se suele hacer en forma directa, hay una tendencia creciente a que el cierre de la negociación quede en manos del área de Compras que, por lógica, no siempre tiene conocimiento cabal de los alcances de la tarea que se realizará. Este aspecto no es menor, ya que frente a los tradicionales tres presupuestos (o más, por lo que se observa en muchos países de América latina en los últimos 10 años), es necesario detallar e informar adecuadamente sobre los diferenciales que ofrecemos, y que de allí surgen los honorarios. 

¿Cuáles son esos diferenciales? Trayectoria, experiencia en un mercado específico, satisfacción de clientes, avales, recomendaciones directas, estructura -no es lo mismo alguien que trabaja solo que una empresa con varios empleados-, y los respaldos que aportan la experiencia y la ética, combinación que no siempre es tenida en cuenta por quienes contratan. 

Para no fallar a la hora de cobrar por tu trabajo, debés cotizar en forma clara, tangible y consistente el neto a cobrar (es decir, el dinero en mano que deseás percibir) teniendo en cuenta lo que cuesta tu trabajo y un poco más, que sería la ganancia. El mercado, la competencia, tu momento profesional, tu experiencia y si te llaman o vos fuiste a buscar al cliente, determinarán ese “poco más” de rentabilidad (que es la ganancia neta deducidos todos los costos). No olvides deducir como costos todos los que son directos e indirectos: por ejemplo, directo es el producto con el que fabricás tu obra, la luz, el gas, la compra de un insumo específico, papelería, envíos, muestras, y por supuesto, tu hora de trabajo, el sueldo  de un asistente part-time; e indirectos, los impuestos que deberás pagar al banco y hasta cómo te vas a financiar si los pagos llegan fuera de tiempo. 

1) Factores generales para fijar honorarios 
Los años que llevás en el mercado laboral. 
La reputación que generaste. 
El tiempo que tenés como profesional independiente. 
La complejidad de la tarea que vas a realizar. 
La competencia. 
Tu experiencia específica en el tema en cuestión. 
El tiempo (en horas y días) que invertirás en hacer el trabajo. 
Los costos de mano de obra y materiales (por todo concepto). 
El tipo de cliente (distinguiendo una pequeña, mediana o gran empresa; ONG casi sin recursos o cualquier otra escala intermedia que te permitirá dimensionar honorarios). 
El presupuesto disponible (no temas preguntar cuál es el presupuesto que tienen asignado, o bien, un marco de referencia). 
La forma de pago. 
El plazo de entrega (si es urgente, si requiere varias revisiones, si lo que se paga es tu creatividad e innovación,) 

Tres motivos adicionales por los que tu trabajo vale lo que cuesta 
Además de porque es lo justo y se trata de un negocio, estos tres motivos son también esenciales: 
2) Ética: si sos profesional, necesitás que te paguen por lo que hacés y por los beneficios que generás. 
3) Autoestima: sabés que el tiempo vale, y es necesario ser firme en que te paguen por ello. No caigas en la tentación de trabajar gratis para grandes empresas. Conozco una muy conocida marca de PR que tenía la mala costumbre de regalar 6 meses gratis de servicio para que le firmasen otros 6 meses de contrato. Y una de las más encumbradas marcas de tecnología mundiales, siempre pagaba migajas a sus consultores porque decía que trabajar con ellos traía prestigio. Lo que nunca imaginaron es que todos los que alguna vez prestaron servicios hablaban, en círculos de influencia, muy mal de esa firma por ser tan miserable con quienes verdaderamente hacían funcionar su negocio.  
4) Servicio al cliente: tiene un costo, y es un valor. Cuanto mejor te brindes, más recomendaciones obtendrás. Y si te pagan bien por ello -o al menos aceptablemente bien-, en un comienzo te esforzarás aún más. Recordá: si regalás tu trabajo una vez, será muy difícil ponerle precio en la ocasión siguiente con ese cliente. 

13 maneras de cotizar 
5) Por monto cerrado: evaluá concienzudamente todos los detalles, horas, materiales, impuestos, deducciones, formas de pago, y establecé un honorario por todos esos conceptos más un porcentaje de rentabilidad (ganancia), que es lo que te quedará. 

6) Por etapas: un proyecto puede dividirse en etapas. Por ejemplo, en el desarrollo de un website hay una etapa inicial que requiere de más trabajo, y luego, una vez encontrado el estilo y patrón de diseño, se realiza el trabajo en sí; para entrar en una tercera etapa de ajustes hasta el cierre del proyecto.

Estas etapas pueden determinar a su vez, tres pagos con cierta frecuencia temporal, y que variarán según los indicadores que acuerden ambas partes. 

7) Proyecto a largo plazo: un fee (pago fijo) mensual más impuestos. En este caso, es importante firmar un contrato y recibir una orden de compra por parte del contratante, que te certifica la conformidad del trabajo que realizarás. 
8) Fee mensual ajustable: en entornos inflacionarios o con productos que varían de precio según la estacionalidad (ejemplo: helados = mayor venta en verano) se puede establecer un índice o variable de ajuste. Puede ser el indicador oficial de evolución de precios; el índice de au  Básico + porcentaje de ganancia: podrás cobrar un básico garantizado acordado entre ambas partes, y luego un variable dependiendo de determinados aspectos igualmente fijados por contrato (por ejemplo, volumen de venta, cantidad de productos para los que desarrollarás tu trabajo, plus por éxito de ventas). En este caso, la sugerencia es que tu básico cubra tus costos totales y un poco más como para que, en el peor de los escenarios, sea igualmente satisfactorio. 

9) Acuerdo de continuidad: es posible que un nuevo cliente quiera probar tus servicios, por lo que podrás acordar un valor base inicial, con un compromiso de generar al menos otra instancia de proyecto conjunto en los 6 meses consecutivos. Este principio de buena voluntad te permitirá esforzarte aún más. 

10) Success-fee: un pago extra, basado en el éxito del producto, la acción o el servicio que has desarrollado. Es fundamental en este caso tener en claro (y siempre por escrito) cuáles son los parámetros que determinarán dicho resultado exitoso. Honorarios bonificados: podrás acceder a realizar un trabajo por un monto inicial en la primera etapa que cubra apenas tus costos y un poco más, e indicarás en este caso que, en caso de continuidad, habrá una bonificación de un determinado porcentaje por seguir contando con tus servicios, a valores regulares. 

11) Fijar moneda de honorarios: si la moneda de tu país no es demasiado estable o se presta a confusiones, o debés pagar honorarios tercerizados en otras divisas (por ejemplo, traducciones, importaciones, exportaciones), es conveniente que fijes en esa moneda testigo el valor de tus honorarios, los cuales percibirás al valor de moneda de tu país, que te permita en el mercado libre de cambios comprar la misma cantidad indicada de moneda extranjera. 

12) Fijar claramente honorarios puros + los extras: por ejemplo, todo lo que son horas de trabajo, creatividad y tu cabeza puesta en el proyecto del cliente, son honorarios. La producción de esas ideas, maquetaciones, videos, muestras, relevamientos, estudios de mercado, desarrollo de marcas y de planteos estratégicos pueden ser considerados extras y, por lo tanto, cotizados aparte. Por ejemplo, explicitarás claramente los honorarios completos por el trabajo a realizar y, como extras, un breve descriptivo de lo que se trate y un monto máximo que estimes deberá disponer el cliente por esos conceptos más relacionados usualmente con la producción. 

13) Canjes: no te los recomiendo, aunque en ocasiones es bueno para tomar algún beneficio cuando el cliente solicita rebajas en los honorarios. Por ejemplo, tu figuración con tu marca, nombre y web en materiales promocionales, eventos o anuncios en periódicos, para que, de alguna manera, puedas capitalizar esa brecha de honorarios en algo que luego puedas traducir en ganancia a mediano y vos te hacen falta o que puedas trasladar como cortesía a otros clientes o contactos de tu profesión. 

Darle valor al trabajo que hacemos nos convierte cada día en mejores profesionales. Y te aseguro que cuanto más digas que “no” , mejores oportunidades te llegarán. Es un principio universal para tener en cuenta.

Fuente: 19/3/2019 "Las 13 estrategias para ponerle un precio justo a tu trabajo" - El Cronista