martes, 29 de octubre de 2024
viernes, 12 de julio de 2024
El dinero en un análisis
Interrogar la función y la lógica del dinero en un análisis es preguntarse respecto de aquello con qué un sujeto paga.
viernes, 29 de diciembre de 2023
El pago en un análisis
Frente a la pregunta sobre aquello con lo que un sujeto paga en un análisis, el sentido común nos haría suponer rápidamente que uno paga con dinero, lo cual puede ser fuente de no pocas quejas. Sin embargo, el dinero representa un medio simbólico, que pone en juego otra cosa.
miércoles, 28 de junio de 2023
Diario de un psicólogo en apuros: ¿OSDE no le paga a los profesionales de la salud?
Tanto en OSDE, como en otras prepagas, obras sociales, y todo aquel lugar de trabajo del psicológxs, este está siendo degradado, tanto en lo económico (percepción de honorarios), como en las posibilidades de atender en las mejores condiciones posibles al paciente, que muchas veces es rechazado por el sistema, con todo lo que ello implica para la salud mental de quién consulta. Y en las dificultades de distinta índole, que ello implica para el tratante.
martes, 23 de mayo de 2023
Honorarios e inflación (y corridas cambiarias)
Los procesos inflacionarios en Argentina hacen que el tema de los honorarios tengan su especificidad, además de todo lo que podemos saber por la obra de Freud y otros autores en psicoanálisis. ¿Cómo y cuándo actualizar los honorarios?
Por empezar, los honorarios pactados con el paciente tienen mucho que ver con lo simbólico. Por otro lado, en Argentina se suma la dimensión de lo real, la incertidumbre. El dinero, según vimos en varias entradas, es algo de la vida. Recordemos el caso de los análisis financiados por terceros.
Lo que un sujeto està dispuesto a pagar está ligado a su posición inconsciente en el fantasma. Aunque es cierto que existen emergencias económicas, no siempre el sujeto está parado desde ahí. El analista no debe hacer la reducción de "Si esta persona no tiene recursos, entonces es pobre", porque ahí el analista estaría haciendo una adjudicación de pobreza. Lo peor que puede pasarle a un paciente es creer que es pobre y que carece de recursos, es decir, con la posibilidad de causarse con algo, lo cual no tiene que ver con el dinero. Hay personas que no pueden pagar en dinero, pero ofrecen otras cosas. Freud usaba muchísimo esto, pues recibía personas en situaciones complicadas y él tomaba lo que la persona pudiera dar.
Hay personas económicamente pudientes que se comportan como pobres. Por eso, los honorarios muestran la posición inconsciente del sujeto en su fantasma.
El analista puede hacer uso de ciertas particularidades de los honorarios.
Por ejemplo, en pacientes con problemas con la terceridad, que el honorario contenga un 3.
...O en pacientes ubicados en el lugar de resto, agregar centavos (si la moneda lo permite).
El tema de los honorarios en cuanto precio, nos pone en la vía de lo que es el valor: ¿Qué valor se da uno? ¿Qué valor le da al otro? También el dinero tiene que ver, imaginariamente, con el goce del Otro.
¡... Pero hubo una corrida cambiaria!
Recuerdo que cuando fue la devaluación macrista (el dólar de fue a 45 pesos de la noche a la mañana), cundió el pánico o la incertidumbre, que como sabemos, tiene estricta relación con la angustia automática. Durante esa semana, no se hablaba de otra cosa que del número, fomentado por las noticias. Es el aspecto real del número, eso que toca al cuerpo y vemos en las adicciones, en la psicosomática o en el autismo. Algunos colegas, ni lentos ni perezosos, decidieron actualizar inmediatamente sus honorarios... para que sus pacientes abandonaran el tratamiento. ¿Qué pasó? Hicieron lo peor que un psicólogo puede hacer: correr junto a la estampida. ¿Qué le queda a un paciente si su propio psicólogo está aterrado?
Cuando en esa corrida del 2019 los pacientes me preguntaban por los honorarios, les respondía "Vemos... Por ahora me importa más esto que dijiste la vez pasada, sigamos". Recordemos que la resistencia se agarra de cualquier evento (como la lluvia) para hacerse presente y hay que preguntarnos si estos eventos, convenientemente, no la robustecen.
Un tiempo después, digamos dos o tres semanas después del episodio, todo se volvió normal. El ser humano tiene una habilidad sorprendente para acostumbrarse a lo bueno y a lo malo, de normalizar cualquier circunstancia, y al cabo de ese tiempo ellos mismos proponían actualizar el honorario.
miércoles, 9 de noviembre de 2022
Diario de un psicólogo en apuros: Análisis financiados
jueves, 21 de abril de 2022
Psicólogos forense: La importancia de "apelar por bajos" los honorarios.
sábado, 18 de diciembre de 2021
lunes, 25 de octubre de 2021
Siempre hay alguien que cobre más barato, pero tu trabajo y experiencia valen
martes, 28 de septiembre de 2021
Un encuadre especial para pacientes faltadores
A partir de una pregunta hecha en un grupo público de Facebook, Psicólogas y Psicólogos de Argentina, se inició un debate sobre los pacientes que faltan y el cobro de sesión.
En referencia al encuadre, en términos generales, lo que suele hacerse es pactar el tema de las faltas desde el inicio del tratamiento. Normalmente se solicita un aviso 24 horas antes de la ausencia. En caso de que no haya aviso, el paciente abona la sesión.
Una falta siempre es significativa. Hay faltas programadas como las que ocurren ante las vacaciones del paciente, pero también están aquellas que ocurren ante una enfermedad. En este último caso, el paciente puede pretender excusarse del pago, pero el analista debe recordar que no es su lugar asumir las consecuencias de su paciente.
También hay faltas que ocurren ante acontecimientos que ameritan flexibilidad y paciencia del analista. Recuerdo un paciente que jamás faltaba a su sesión y que la única vez que lo hizo fue ante el fallecimiento de una persona importante en su vida unas horas antes de la sesión. Fue tal su perplejidad ante esa pérdida, que se le pasó la sesión. Colocar allí el pago de honorario como pérdida de goce (por una pérdida) hubiera sido una mala intervención.
Por supuesto, también están las famosas faltas producto de la resistencia al análisis, que deben cobrarse. Transferencia y resistencia van de la mano, y en todo análisis aparecen los obstáculos que evitan la resolución de los síntomas y el abordaje de puntos dolorosos para el paciente. Además de cobrar la sesión, el analista debería revisar en qué circunstancia ocurrió la resistencia, que tema se está tratando o no.
Los "faltadores seriales"
No obstante, hay una clase de paciente incoercibles en donde sus faltas son una constante. No se trata de esas faltas que ocurren a lo largo de un tratamiento como resistencia al mismo, sino de aquellas que aparecen en los tiempos de entrevistas preliminares de un análisis, a la manera de un rasgo de carácter y como forma de ser de la persona, de manera que cuesta que el paciente se pregunte por eso. Si el analista no lo toma de manera personal, verá que en la historia del paciente aparecen repetidamente cuestiones similares, que evidencian fallas en el registro simbólico: dificultad para organizarse en lo que al tiempo y al dinero se refiere, falta de registro del otro y de sí mismo... con sus consecuencias.
Los faltadores organizan sus prioridades más por el orden de la urgencia (lo que les urge), que por lo que importa (valor). El tiempo que manejan es más bien el actual: les cuesta la anticipación y muchas veces también la temporalidad inconsciente, que no es otra que la retroactividad y la gramática del futuro anterior. Por eso, difícilmente se pregunten algo así como "¿Mi analista me habrá estado esperando?".
Una vez, un profesor de posgrado tuvo la honestidad de contarle al auditorio no saber qué hacer con un faltador. Él pretendía cobrarle más cara la sesión, lo cual es una intervención, en mi opinión, que solo una neurosis clásica capaz de metanoia (¿arrepentimiento?) es capaz de receptar. Los faltadores ven al cobro de la sesión ausente como una injuria: ¿Por qué me cobra una sesión a la que yo no fui? Es claramente una relación basada en términos imaginarios, donde el cobro es visto como un gesto hostil. De hecho, en este caso fue exactamente lo que ocurrió: el paciente se fue indignado de la consulta, con un profesional excelente.
Otros faltadores aparecen con la demanda innegociable de espaciar sus análisis cada 15 días, tiempo que a veces tampoco cumplen. El analista, aquí, debería considerar tal pedido de frecuencia a la luz del diagnóstico del paciente, que se hace a través de las entrevistas. La demanda de un análisis de 15 días, en términos generales, pareciera ser el anuncio de que el mismo está llegando a su fin ó que no será, bajo las condiciones que sea. No debemos olvidar que "cada 15 días" implica dos veces al mes. Si el analista no considera que esa frecuencia sea adecuada al caso, debería recordar que ese paciente está bajo su responsabilidad y que de su parte también está la autoridad de interrumpir el pacto de trabajo con su paciente si éste no adhiere a pautas básicas.
Permitámonos algunas consideraciones honestas sobre los pacientes faltadores. Es cierto que el analista debería soportar, mediante su deseo, apostar a que algo allí deslice para que el encuadre se establezca. ¿Pero cuántos pacientes así puede un analista sostener? Las instituciones se sacan de encima a los faltadores rápidamente: basta que se ausenten un par de veces y se les da el alta institucional por "abandono del tratamiento". Fuera de las instituciones, estos pacientes buscan la flexibilidad de los consultorios particulares.
Pocas veces se dice que para que haya deseo de analista, antes debe estar cubierta la necesidad del analista, afirmación que es blasfema en casi todos los círculos de debate pero de la que Freud se refirió claramente en Consejos al médico. El analista no es un dios que vive del néctar y la ambrosía, ni siquiera llega al nivel de una cianobacteria para que pueda vivir de la fotosíntesis. El analista es, detrás de su función y su deseo, una persona adherida a la necesidad humana y su profesión tiene costos y gastos. En los hechos, si a los faltadores no se les pone un límite, terminan enloqueciendo la agenda de cualquiera con reprogramaciones, frecuencias bimensuales ó pérdidas de tiempo. En ese sentido, cada analista debería ser realista de cuánta capacidad tiene de alojar a esta clase de pacientes.
Existe una forma menos violenta de encuadrar a un faltador, que no es mediante la confrontación directa del pago de sesión. Esto, teniendo en cuenta que no son pocos los casos en que estos pacientes se sienten expulsados. Es una técnica a la que llamo "Frecuencia libre". Una vez identificado al faltador, se le dice algo así como:
"Pareciera ser que la frecuencia semanal a usted no le funciona. En su lugar, le propongo venir a verme cuando ud. pueda ó quiera, pero con dos condiciones: la primera es que deberá avisarme antes para buscar un horario que ambos podamos; la segunda, es que deberá pagar la sesión por adelantado. Sin estas condiciones, no podré atenderlo".
De esta manera, el paciente podrá elegir cuándo asistir -o no-, sin alterar la agenda del profesional si sus honorarios. Esta modalidad al paciente puede funcionarle ó no, pues el ser humano se lleva bastante mal con la libertad y esta intervención implica colocar la responsabilidad de la asistencia sin la presencia de una estructura externa como tal hora de tal día de la semana. No obstante, es un llamado a la adultez, entendida como hacerse responsable del propio mundo y del diseño de su propia vida, de las elecciones y de las acciones.
Al elegir un encudre libre, ciertamente el paciente puede elegir no venir nunca más. Se puede objetar que esta modalidad está al servicio de la resistencia, pero resulta que en los hechos la resistencia ya existía previamente. ¿Quién es responsable por esa resistencia? El analista da, bajo estas condiciones, un espacio que estará disponible cuando el paciente quiera dar ese paso.
viernes, 17 de septiembre de 2021
Sutilezas en (el) análisis...
jueves, 27 de mayo de 2021
Fuera de la ley
Escrito para cobrar honorarios de pericia
martes, 11 de mayo de 2021
Honorarios: Pagar de menos
domingo, 25 de abril de 2021
Pagar de más
lunes, 8 de febrero de 2021
Psicoanálisis para la tercera edad
Durante mucho tiempo, se ha hecho del viejo un marginado, no solo en la sociedad sino también para el psicoanálisis. Un prejuicio bastante común, posiblemente basado en parte por lo dicho por Freud y en parte en las dificultades que la tarea crea a los analistas, reside en la creencia que los viejos son inanalizables y que solo pueden recibir una terapia de apoyo. Hay pacientes de más de sesenta años, sin graves deterioros cerebrales, son pasibles de un psicoanálisis convencional con grandes beneficios, el resultado de pacientes añosos que ya hubieran tenido una experiencia analítica con anterioridad.
No existe en verdad en el envejecimiento un hecho puntual que señala su comienzo como en la adolescencia. Es un proceso que se inicia con el nacimiento o tal vez antes y se continúa a lo largo de toda la vida. La OMS ha convenido en señalar a los sesenta años, hechos significativos que pueden repercutir de una manera intensa en el estado afectivo y social del gerente, la adultez de los hijos, el nacimientos de los nietos, la jubilación, el cambio corporal, la muerte del cónyuge o amigos, etc. Todo esto configura lo que puede llamarse la “crisis de los senescencia”. Así como muchas veces en la edad madura el conflicto se plantea entre el ideal del yo y el yo por las aspiraciones y expectativas ideales (que habitualmente provienen de la adolescencia) el conflicto pasa también por la crisis narcisista que implica asistir a la propia declinación, además de las perdidas objetales. Por eso resulta importante comprender muchos de los síntomas atribuibles a la vejez como manifestaciones de defensas narcisistas.
El cuerpo que también es biografía, señala con sus cicatrices a quien quiere y puede leerlas. El psicoanálisis, al posibilitar la investigación del sentido inconsciente de los síntomas corporales entramados en el vivenciar del paciente, configura una comprensión psicosomática con efecto terapéutico. Ejemplo: la relación entre menopausia y osteoporosis ha sido claramente señalada, pero no se ha puesto demasiado énfasis en el proceso de elaboración de la menopausia y su vinculación con las fantasías de sostén, originadas en la identificación temprana con una madre que cumple también función de sostén.
Es en el campo de la transferencia y contratransferencia en el tratamiento de ancianos, donde uno redescubre la vigencia de los contenidos edípicos inconscientes que emergiendo de la atemporalidad, se actualizan, también en la neurosis de transferencia. El análisis de pacientes mayores es más un problema para el terapeuta que para el paciente. Cada paciente hombre es para el inconsciente del analista, el padre, y cada paciente mujer, la madre. Y habitualmente acercarse y reconocer la sexualidad de los padres puede resultar difícil. De la misma manera, la idea que las personas mayores están más cerca de la muerte genera en los analistas jóvenes sentimientos de culpa y el miedo a generar depresiones. Y en los analistas más viejos, tener que encarar la propia finitud, a la vez que el riesgo de quedar presos de la identificación concordante con el paciente. En otros casos, la edad manifiestamente mayor del paciente puede funcionar como contra resistencia en el terapeuta a analizar las transferencias parentales que el paciente hace sobre él.
En aquellos casos en que son los hijos del anciano quienes se hacen cargo del costo del tratamiento, esto puede llegar a generar una herida narcisística en el paciente, que se expresa en la transferencia como la resistencia a depender de alguien menor. También ser una carga activa los sentimientos depresivos.
El análisis personal, la formación teórica y el entrenamiento constituirá pues, como es habitual en la formación analítica el trípode sobre el cual se ha de basar la preparación de un terapeuta que ha de ocuparse de la psicoterapia de los viejos.