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sábado, 9 de agosto de 2025

Del vuelco fregeano a la sutura lacaniana: límites y operaciones sobre el nombre propio

El tratamiento de la problemática del nombre propio experimenta un viraje decisivo con el planteo de Frege, en tanto su elaboración desplaza la nominación de toda concepción naturalista del lenguaje. Este punto de inflexión abre un terreno inseparable de las autoaplicaciones del lenguaje, cuya evidencia más radical se alcanza con el aporte de Gödel.

Ambos autores resultan fundamentales para Lacan, pues le proporcionan un andamiaje lógico desde el cual explorar los límites de lo posible de escribir o simbolizar, en el marco de su indagación sobre la función significante del Padre. Desde la perspectiva que articula a Frege y Gödel, la cuestión del nombre propio se vincula a una dificultad intrínseca al trabajo con conjuntos infinitos y al problema de la recursividad: la paradoja de tener que resolver una cuestión referida a un conjunto —en este caso, el Otro como conjunto significante— sin más recursos que ese mismo conjunto.

Se trata, en definitiva, de cómo el sujeto podría contarse dentro del Otro, partiendo de la invariante estructural de que no existe en él ningún término que lo nombre. Esto requiere una operación que Lacan denomina sutura: un acto que se realiza en el borde de lo imposible de nombrar, que enlaza aquello que queda fuera de la designación, sin suprimir la insuficiencia inherente al conjunto.

lunes, 21 de julio de 2025

Entre lógica y topología: coordenadas de la sutura del sujeto

Volvamos a las coordenadas fundamentales de la sutura: lógica y topología. Aunque pueden pensarse por separado, vale la pena preguntarse cómo se articulan ambas para precisar la relación entre el sujeto del inconsciente y el significante.

En este punto adquiere relieve la noción de a-cosmicidad, que puede leerse como la dimensión topológica de la subversión del sujeto: una subversión que incide tanto en su localización como en su estatuto. Sin embargo, es importante señalar que la topología siempre viene después de la lógica. Como decía Carlos Ruiz, Lacan plantea el problema desde la lógica, pero busca su resolución por la vía de la topología. ¿Por qué? Porque Lacan no se dedica a la lógica como tal, sino que hace psicoanálisis. Y desde allí, pone en evidencia aquello que ex-siste al campo de la lógica.

La lógica ofrece las condiciones para inaugurar la serie significante. El problema radica en cómo se pasa de una lógica dual —como la que estructura la relación significante/significado o sujeto/otro— a una lógica ternaria, algo que recién se alcanza en la etapa de la lógica nodal. En este recorrido, una vez más, la topología aparece como la respuesta estructural a los impasses de la lógica.

Situar el inicio lógico de la serie significante implica captar lo real del significante en una clave lógica, no semántica. Esto permite ubicar, en esa serie, tanto el lugar del sujeto como la función del nombre propio. Aquí entra en juego el valor del pensamiento de Frege, con su propuesta despojada de cualquier enfoque subjetivista, de toda carga semántica o psicológica.

Gracias a él, se puede formalizar un principio basado en la oposición entre lo idéntico y lo no-idéntico a sí mismo, o entre lo sustituible y lo insustituible. Así se avanza hacia una elaboración del objeto no ligada a la cosa del mundo, sino fundada en su relación con el concepto, más allá de determinaciones empíricas o históricas. Este giro introduce una lectura alternativa al planteo hegeliano, para quien “el concepto es el tiempo de la cosa”.

martes, 8 de abril de 2025

Lo escrito como anclaje del sujeto: entre la falta y el lazo

El sujeto, en la enseñanza de Lacan, no se define como una entidad sustancial ni como una identidad estable, sino como aquello que un significante representa para otro significante. Ninguno de ellos lo representa de forma acabada, y mucho menos puede nombrarlo en su totalidad. En este sentido, el sujeto es el significante en menos en el campo del Otro, entendido como conjunto. Esta definición lo vincula estructuralmente con la evanescencia: su correlato lógico es el fading, la desaparición.

Frente a esta imposibilidad de representación plena, es en lo escrito donde el sujeto puede encontrar —aunque no como agente de dicha operación— un anclaje. Lo escrito viene a suplir la ausencia de un significante que pudiera otorgarle una identidad fija. Es allí donde se produce un lazo: el lazo que no puede darse por vía del significante encuentra su soporte en una inscripción.

Lacan abordó esta operación de distintos modos. Por un lado, a través de la noción de sutura, entendida como la costura o empalme que se realiza en el lugar de la falta significante, posibilitando la emergencia del sujeto. Por otro, mediante la conceptualización del síntoma como una escritura en el inconsciente, como una marca que resiste la simbolización plena pero que, precisamente por ello, sostiene al sujeto.

Esta articulación entre lo escrito y el lazo es válida tanto para pensar la constitución del sujeto en el campo del Otro —donde el fantasma funciona como menú de goce ante la inconsistencia del Otro— como para concebir los efectos de una experiencia analítica. El análisis puede habilitar la invención de un nuevo menú, incluso de un partenaire, que no responda a las coordenadas fantasmáticas iniciales, sino que implique una posición inédita frente al goce.

Ahora bien, en ambos casos, aunque con distinta lógica, se requiere una superficie donde ese lazo pueda escribirse: el cuerpo. Es sobre el cuerpo donde algo puede inscribirse como novedad. ¿Qué puede dejar un análisis como huella sobre el cuerpo?

No es posible ofrecer un catálogo cerrado de efectos. Sin embargo, sí puede afirmarse que esa novedad exige un desplazamiento: que el analizante encuentre una manera singular de hacer allí donde el significante fracasa. Es lo que Lacan condensa en la fórmula “un saber hacer allí”, en ese lugar donde la relación sexual no cesa de no escribirse. Es allí donde opera el síntoma: no como mal a erradicar, sino como posibilidad de invención.

domingo, 22 de diciembre de 2024

La Identificación: Un lazo entre el sujeto y el significante

En diversas oportunidades hemos resaltado la importancia clínica y conceptual de la identificación. Hoy queremos reflexionar sobre una pregunta clave: ¿en qué nivel opera la identificación?

Más allá de lo Imaginario

A partir de su seminario 9, La identificación, Lacan revisa profundamente este concepto, vinculado también al tema de la repetición. Este planteo lleva a considerar la identificación no solo como un fenómeno del campo imaginario o de la egomimia (la imitación del yo), sino como una operación que se inscribe en el nivel del significante. Así, Lacan desplaza su estatuto hacia una función que permite al sujeto establecer un lazo en el campo del Otro.

Identificación y el Grafo del Deseo

La identificación debe situarse en la estructura de la cadena de la enunciación, tal como Lacan lo escribe en el grafo del deseo. En este nivel estructural, se manifiestan sus efectos tanto metafóricos como metonímicos, lo que permite escuchar su funcionamiento en el discurso.

La Sutura como Operación de Lazo

Un ejemplo fundamental de esta operación es el concepto de sutura. La sutura representa el lazo que el sujeto establece con la cadena significante, pero en tanto que sujeto marcado por la falta. Este lazo no elimina la falta, ya que ningún significante puede nombrar completamente al sujeto. Sin embargo, la sutura permite que el sujeto sea incluido en esa cadena, actuando como el elemento que, paradójicamente, falta.

El Nombre Propio y la Evanescencia del Sujeto

En este contexto, el nombre propio emerge como un operador central. A través de la letra, el nombre propio habilita un anclaje para un sujeto definido por su carácter evanescente, es decir, por su tendencia a desvanecerse en el proceso significante. Mediante los retornos metafóricos y metonímicos, la identificación ofrece al sujeto una vía para aspirar a nombrarse, produciendo una ilusión de completud en el campo del Otro.

Conclusión

La identificación no es solo una operación imaginaria, sino un proceso estructural que articula al sujeto con la cadena significante. A través de la sutura y el nombre propio, la identificación inscribe al sujeto en el campo del Otro, manteniendo la tensión entre su falta constitutiva y el deseo de completud. Así, opera como un mecanismo esencial en la constitución del sujeto y en su relación con el lenguaje.