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viernes, 29 de agosto de 2025

La docta ignorancia y la subversión del sujeto

Hacer de la ignorancia algo ajeno a un accidente de la vida la eleva a una dimensión estructural, tornándola equivalente a un agujero en el saber. Con ello, Lacan retoma de manera brillante la noción de docta ignorancia formulada por Nicolás de Cusa, ese gran teólogo y filósofo medieval.

Nicolás de Cusa (1401-1464), en su obra De Docta Ignorantia (1440), desarrolla la idea de que el conocimiento humano siempre es limitado y que, frente a lo infinito (Dios, la verdad última), solo puede reconocerse como ignorancia. Pero no se trata de una ignorancia vulgar o defectuosa, sino de una “ignorancia docta” (docta ignorantia), es decir, una forma de saber que consiste en saber que no se sabe plenamente. En palabras muy resumidas: para Nicolás de Cusa, la docta ignorancia es el grado más alto del saber humano, porque consiste en reconocer el límite del entendimiento frente a lo infinito.

Esta ignorancia docta adquiere consistencia en la medida en que el saber parece acercarse a la completud. En este punto, se vuelve decisiva para entender por qué Lacan sostiene que es la “cuestión” del sujeto lo que el psicoanálisis “subvierte”. La elección de los términos no es menor: remite a las dos coordenadas que orientan la formulación lacaniana, la topología y la lógica.

La subversión arrastra un sesgo topológico: plantea una diferencia entre la esfera ligada a la revolución y la elipse organizada por un eje. Esa diferencia introduce un descentramiento, tomado también en el sentido de ex-sistencia: el sujeto ex-siste respecto de lo simbólico, más allá de cómo este registro sea definido.

La coordenada lógica, en cambio, aparece en la operación de lectura. Un sujeto vaciado de ser es un sujeto solidario de la pregunta, del cuestionamiento, del problema en tanto tal. Desde aquí, decir que el sujeto subvertido se juega en la praxis analítica implica inscribir al inconsciente en su radicalidad. Esa praxis se convierte, entonces, en el terreno de una operación de lectura y desciframiento: el del texto inconsciente en el que el sujeto puede ser leído, es decir, situado.

No hay subversión sin lógica, y se trata de una lógica del texto, de una sintaxis más que de una semántica. Tampoco hay subversión sin la conmoción de lo euclidiano, de la geometría del espejo que sostiene el lugar y la función del moi, en contraste con el sujeto descentrado. Estas dos coordenadas —topológica y lógica— justifican la afirmación de que la subversión del sujeto rompe el lazo que la tradición occidental había tendido entre sujeto y ontología.

domingo, 27 de abril de 2025

La docta ignorancia y el lugar del sujeto: entre saber, falta y falo

Las pasiones fundamentales que agitan al ser hablante —el amor, el odio y la ignorancia— encuentran su raíz en la heteronomía que estructura al sujeto: es el Otro el que funda, desde el lenguaje, su existencia dividida. Sin embargo, entre estas pasiones, la ignorancia ocupa un lugar singular, pues es la que mejor da cuenta de la relación estructural del sujeto con el no saber, tal como lo implica el inconsciente.

Lacan sitúa la estructura de la interpretación a partir de esta ignorancia fundamental. Es decir: solo hay interpretación allí donde lo real se presenta como impasse de la palabra, como aquello que el discurso no puede absorber ni simbolizar plenamente.

A esto se refiere Lacan cuando, retomando a Nicolás de Cusa, habla de docta ignorancia. No se trata aquí de un desconocimiento de contenido, sino de un agujero estructural en el saber mismo, aquello que el significante no cesa de no escribir. Esta ignorancia es consustancial al sujeto dividido, al sujeto subvertido que la praxis analítica toma como su eje.

Si el sujeto sólo puede ser contado en el campo del Otro como falta, entonces es necesario que algo haga de apoyo simbólico para que esa inscripción —ese contar con el Otro— sea posible. Es en ese punto donde entra en juego la función del falo.

Inicialmente, el falo opera en el plano imaginario: como significado de las idas y vueltas del deseo materno, o como medida de valor que vuelve a los objetos sustituibles, según la lógica de la significación fálica, producto de la metáfora paterna. Sin embargo, Lacan propone un desplazamiento: el falo también debe pensarse como significante de la falta en el Otro.

En esta nueva vertiente, el falo deja de ser una referencia imaginaria y se convierte en:

  • Primero, significante del deseo, es decir, aquello que marca la imposibilidad de su plena satisfacción.

  • Luego, significante del goce faltante, indicando que no hay objeto que colme esa falta, porque el goce está estructuralmente fuera del campo del Otro.

Así, la interpretación analítica se orienta por esta conjunción: un sujeto dividido, una falta estructural en el saber, y un significante (el falo) que opera como mediador de lo imposible. Es desde esa docta ignorancia —saberse ignorante de lo que no puede saberse— que se sostiene la posibilidad de una escucha que no explica, sino que hace lugar al deseo.

domingo, 29 de diciembre de 2024

Lacan y su Expulsión de la IPA: Una Cuestión de Praxis y Saber

La expulsión de Jacques Lacan de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) no fue un evento aislado, sino un proceso sostenido durante años, cuyo objetivo principal era apartarlo de cualquier función formativa o didáctica dentro de la organización. Más allá de las discusiones conceptuales aparentes, lo que estaba realmente en juego era una teoría de la praxis y una manera de abordar la problemática del analista, particularmente en su dimensión impredicable.

Lacan contra el Panegirismo

La expulsión de Lacan puede leerse como una consecuencia directa de su negativa a participar en el panegirismo que dominaba a la IPA durante la primera mitad del siglo XX. Entre los seminarios "La angustia" y "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Lacan introduce preguntas que cuestionan directamente a Freud, lo cual resultaba inadmisible para la institución.

Un aspecto central de este conflicto radica en la función del Padre. Mientras interrogaba esta función, Lacan comenzaba a desarrollar un nuevo campo: el de aquello de lo real que no queda capturado por el significante. Este avance conceptual vincula la función del Padre con un límite al saber, un punto de lo real que Freud, según Lacan, supo reconocer y enfrentar.

La Oposición entre Verdad y Saber

En este contexto, Lacan establece una crítica decisiva: la distinción entre la verdad y el saber. Su trabajo aborda la inconsistencia del campo de la verdad y la presencia de un núcleo de no saber, que Lacan asocia con el concepto de docta ignorancia tomado de Nicolás de Cusa.

Este núcleo inarticulable se conecta con el límite al saber introducido por Freud, quien exploró esta problemática a través de la función del Padre y sus interrogantes sobre el monoteísmo. Según Lacan, Freud estuvo "a la altura" de este desafío, capaz de leer las marcas que ese límite inscribe.

Entre el Vacío y el Silencio

Lacan también introduce una separación entre el campo numinoso, con su abundancia de sentidos e intercambios, y el monoteísmo, caracterizado por un vaciamiento simbólico que conduce al silencio. Este silencio, que tanto horrorizó a Pascal, es retomado por Lacan en su famosa pregunta: "¿Por qué no hablan los planetas?"

Conclusión

La expulsión de Lacan de la IPA no solo marcó una ruptura institucional, sino también el inicio de una crítica profunda a los fundamentos mismos del psicoanálisis tal como se practicaba en la época. Su insistencia en explorar los límites del saber y en enfrentar lo real inarticulable define una praxis que sigue siendo central para comprender la subjetividad y el deseo en el campo psicoanalítico.