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sábado, 5 de julio de 2025

Defensa y constitución del aparato psíquico: de la economía del goce a la represión primaria

Desde los inicios de la obra freudiana, el concepto de defensa ocupa un lugar central. En el marco del punto de vista económico, Freud sitúa la defensa como una función esencial, sin la cual no sería posible concebir el armado del aparato psíquico.

Si entendemos lo económico como una dinámica de energías libres, móviles e irruptivas, la defensa aparece como una respuesta estructural del aparato ante ese flujo potencialmente desorganizante. En otras palabras, el aparato se constituye precisamente en el acto de defenderse: si tal defensa no operara, el conjunto de representaciones que lo constituye se vería amenazado en su coherencia.

Lo que está en juego aquí es la tensión entre lo articulado —la red simbólica de representaciones— y aquello que puede romper dicha articulación: el goce. Desde este ángulo, es posible leer que Freud está ya situando a la trama simbólica como un cierto “arreglo” que cumple la función de defensa frente a la irrupción del goce. ¿No es acaso en este punto que la neurosis puede entenderse como una “cicatriz de la castración”?

A partir del concepto general de defensa, Freud avanzará en una serie de precisiones que culminan en la formalización de la represión como uno de sus modos fundamentales. La represión adquiere así un carácter nuclear dentro del aparato teórico del psicoanálisis. Él mismo lo afirma:

La doctrina de la represión es ahora el pilar fundamental sobre el que descansa el edificio del psicoanálisis, su pieza más esencial”.

Inicialmente, será la represión propiamente dicha —o represión secundaria— el mecanismo privilegiado en las neurosis. Entre los textos La represión y Lo inconsciente, ambos de 1915, Freud define a la represión como el proceso por el cual una representación pierde su investidura preconsciente, viéndose así privada de acceso a la conciencia.

Esta definición permite a Freud establecer una condición lógica: si no hay distinción entre inconsciente y conciencia, la represión no puede operar. Es en este marco que introduce la noción de represión primaria, entendida como la operación inaugural que instituye, precisamente, esa diferencia. Sin esta operación fundante, el aparato no se bifurcaría entre un adentro y un afuera del saber, entre lo dicho y lo que insiste sin decirse.

lunes, 10 de marzo de 2025

Pulsión, repetición y la desnaturalización del Goce

La juntura entre pulsión y compulsión de repetición no solo expande la repetición más allá del automaton simbólico, sino que también desplaza lo traumático de una mera contingencia vital.

Desde esta perspectiva, la sexualidad humana es estructuralmente traumática, independientemente de las circunstancias individuales. Lo que la vuelve tal no es la historia particular de cada sujeto, sino la participación de la pulsión en ella. Como ya se plantea en la Conferencia XX, “La vida sexual de los seres humanos”, la sexualidad en los hablantes no está orientada a la reproducción, sino al goce.

Esta desnaturalización de la sexualidad es una marca de la represión primaria en el hablante, lo que nos lleva a considerar su relación con la identificación primaria. La pregunta se impone: ¿cuál es el litoral que separa y a la vez conecta ambas dimensiones?

El predominio de la dimensión económica en la teoría del aparato psíquico implica un desplazamiento de las vertientes dinámica y descriptiva del inconsciente. Este es el paso lógico para poder articular el inconsciente con lo pulsional, aun cuando Freud señala explícitamente que la oposición entre inconsciente y conciencia no opera para la pulsión. Es precisamente esta dificultad lo que lo llevó a postular la represión primaria.

Desde los inicios de su obra, Freud otorga al concepto de defensa un rol central. En su articulación económica, la defensa se configura como un mecanismo esencial para la constitución del aparato psíquico. Si la economía psíquica supone una energía libremente móvil, potencialmente disruptiva, el aparato psíquico debe estructurarse con ciertos mecanismos de resguardo frente a esa irrupción.

Si este proceso fallara, la estructura psíquica, entendida como red de representaciones, quedaría en riesgo. La tensión fundamental se establece, entonces, entre lo articulado y aquello que amenaza con romper esa articulación.

miércoles, 19 de febrero de 2025

El peligro, la defensa y la escritura del trauma

Freud comienza su recorrido teórico explorando el funcionamiento del aparato psíquico y sus mecanismos. En un segundo momento, su enfoque se dirige a la pregunta sobre cómo este se constituye. Es en este marco donde el concepto de defensa adquiere relevancia, siempre en relación con la noción de peligro.

El peligro, según Freud, puede analizarse desde distintas perspectivas: ¿es posible intervenir sobre él, resolverlo? Esto permite distinguir entre un peligro "externo", del cual el sujeto puede escapar, y otro tipo de peligro, uno del que no puede sustraerse. En este último caso, emerge la pulsión como el núcleo del problema, mostrando que las coordenadas interno/externo complican la comprensión. Aquí, Freud sitúa la importancia del espacio y del borde, un borde que rompe con la oposición clásica interior/exterior propia de la geometría euclidiana.

El planteo fundamental de Freud reside en que, de manera temprana, logra vaciar al peligro de toda cualidad concreta, asociándolo a la irrupción traumática de un componente económico. El trauma, en este sentido, se entiende como aquello que excede las barreras de protección del aparato psíquico.

Lacan retoma esta concepción freudiana y la amplifica al formalizarla mediante el matema. Para Lacan, lo traumático se inscribe como lo económico que quiebra las defensas frente al peligro. Pero su escritura no opera como representación, sino como una dimensión de la formalización orientada hacia la transmisión. Escribe, entonces, el peligro asociado a la falta de garantías para el sujeto, una situación que lo deja, en cierta medida, desprovisto y solo.

En esta línea, Lacan describe el matema del significante del Otro barrado, que señala aquello que el significante "no cesa de no escribir". Esta falta es a menudo encubierta por las "ficciones de la mundanidad", pero persiste como la piedra de escándalo del psicoanálisis: el significante de una falta en el Otro. Así, el matema se convierte en una herramienta que escribe la estructura del trauma y, al mismo tiempo, la imposibilidad de una representación completa del sujeto.

sábado, 7 de diciembre de 2024

El cansancio neurótico: trabajo y defensa frente al conflicto

La neurosis, indudablemente agotadora, implica un esfuerzo constante por parte del sujeto. En los planteos iniciales de Freud, se destaca que la represión opera en dos tiempos: primero, el desalojo de la representación conflictiva, y luego, en un segundo momento, el trabajo continuo para mantener dicha represión, evitando que aquello excluido de la conciencia retorne.

Desde una perspectiva estructural, este sostenimiento de la neurosis se asocia a un esfuerzo persistente por no ver o no enterarse de ciertas verdades fundamentales. La neurosis actúa como una barrera defensiva frente a lo económico en el aparato psíquico, ya que lo traumático requiere ser mantenido a raya.

El cansancio que acompaña a la neurosis puede entenderse como la consecuencia directa de este trabajo defensivo. A través de síntomas, inhibiciones y estrategias inconscientes, el sujeto opera constantemente para sostener la ilusión de una completitud en el Otro, una ilusión que disfraza las fracturas inherentes a la estructura.

Lacan lo plantea con claridad al describir cómo el fantasma opera como un “campamento” donde el sujeto se asienta, evitando confrontarse directamente con la castración del Otro. Este campamento es un espacio de distracción, una zona liminal donde el sujeto esquiva enfrentarse con la imposibilidad estructural.

Sin embargo, este trabajo defensivo no es sin costo. Se lleva a cabo con el cuerpo mismo, convirtiendo al cansancio en la manifestación tangible del esfuerzo neurótico. El cuerpo se vuelve el escenario donde se despliegan estas estrategias, haciendo evidente el peso de sostener, día tras día, la ilusión y el parapeto frente a lo real.

martes, 19 de septiembre de 2023

La nominación imaginaria (inhibición) en la neurosis obsesiva

Resumen: En el presente trabajo abordamos -en el marco de una investigación sobre las neurosis en el último período de la enseñanza de Jacques Lacan (1974-1981)- la neurosis obsesiva a partir de una las tres formas de anudamiento propuestas por Lacan en el Seminario 22 "R.S.I.": la nominación imaginaria. La misma nos permitirá realizar una relectura de la función de la defensa en la neurosis obsesiva en su relación con el yo, la consciencia-de-si y la inhibición. También nos dará una formalización nodal, la cual constituye una escritura que permite localizar diversos problemas clínicos propios de esta neurosis.
1. Introducción
En el presente trabajo abordamos -en el marco de una investigación sobre las neurosis en el último período de la enseñanza de J. Lacan- a la neurosis obsesiva a partir de una las tres formas de anudamiento propuestas por Lacan en la clase final de su Seminario 22 "R.S.I" (Lacan 1974-75, 13-5-75). Allí recurre al ternario freudiano de la inhibición, el síntoma y la angustia para destacar que cada uno de estos términos podría cumplir una función de cuarto redondel de cuerda que sostiene el anudamiento de los tres registros: real, simbólico e imaginario. A su vez -y precisamente por venir a cumplir con dicha condición- operan en la estructura nodal como "nombres del padre". Cada una ellas, por su parte, redobla a uno de los registros, distinguiéndose así una nominación imaginaria (inhibición), una nominación simbólica (síntoma) y una nominación real (angustia). Consideramos que estas indicaciones brindan una crucial herramienta formal para pensar la clínica de las neurosis -lo que ya hemos destacado en otro trabajo (cf. Godoy-Schejtman 2009a).

En el marco que aquí nos ocupa, indagaremos un modo privilegiado de anudamiento en la neurosis obsesiva. Si bien no es el único posible -ya que podemos pensar distintas respuestas del sujeto, particularmente, en el recorrido mismo de un análisis-, consideramos que constituye uno fundamental ya que el mismo se desprende de la lógica que atraviesa todo el recorrido de la enseñanza de Lacan referido a este tipo de neurosis. Se trata de la "nominación imaginaria" -la inhibición- que cumple dicha función de anudamiento al operar como cuarto redondel de cuerda que redobla, justamente, al registro de lo imaginario. Podemos concebir, a su vez, dicha nominación como aquella que define a la consciencia obsesiva, lo que hemos propuesto en otro lugar (cf. Godoy-Schejtman 2009b) y que aquí retomaremos.

2. El yo, lo imaginario y la consciencia-de-sí
Durante los años ´40 y ´50, Lacan diferencia a la histeria de la neurosis obsesiva valiéndose de una serie de ejemplos de gran riqueza clínica. Es así que se refiere a los "jeroglíficos" y "monumentos" (cf. Lacan, 1953, 270) de la histeria, en oposición con los "laberintos" y "fortificaciones" de la neurosis obsesiva (cf. Lacan 1949, 90). Los jeroglíficos implican una escritura que se ofrece al desciframiento, mientras que los monumentos destacan la relación del sujeto con la historia. Este último ejemplo fue utilizado por Freud al señalar que "los histéricos sufren de reminiscencias" (Freud 1909, 13) y compara a sus síntomas con el Charing Cross y The Monument de la ciudad de Londres. Por el contrario, los laberintos indican una estructura que presenta una lógica muy diferente. Son construcciones enredadas y confusas, con múltiples caminos que no llevan a ninguna parte y permanecen aislados de la salida. Las fortificaciones al estilo de Vauban (Lacan 1948, 101), por su parte, son planos defensivos multiplicados con formas estrelladas y en zigzag que constituyen defensas enmarañadas, muy difíciles de franquear. Estos tempranos ejemplos le sirven para distinguir las líneas de fragmentación funcional que manifiesta el síntoma conversivo histérico -como uno de los fenómenos de cuerpo fragmentado-, en contraposición con la unidad y fortaleza del yo obsesivo. De este modo, en el primer caso el sujeto padece la fragilidad del cuerpo que pierde su unidad al recortarse una función (recordemos, por ejemplo, el paradigmático estudio freudiano sobre las parálisis histéricas); mientras que en el otro, el sujeto queda atrapado el la rigidez de la ilusoria unidad de su fortaleza yoica. Se aprecia fácilmente la tensión entre fragilidad y fortaleza, entre la fragmentación y la unidad del yo; lo cual equivale a decir que la pantalla del yo en la histeria es bastante transparente y, por lo tanto, mucho más bajo el umbral que la separa del inconsciente (cf. Lacan 1951, 215).

Ahora bien, la fortaleza defensiva no deja nunca de ser un encierro. En efecto: "las plazas fuertes siempre tienen doble filo. Las construidas para protegerse del exterior son todavía más molestas para quien está dentro, y éste es el problema" (Lacan 1957-58, 440). Eso marca otra diferencia con la histeria. En ésta el objeto se sustrae, hace presente siempre un punto de fuga: ya sea del propio sujeto devenido objeto agalmático para el deseo del Otro o en su modo de afirmar el objeto de deseo (como en el célebre "quiero caviar pero no me lo den" de la Bella carnicera). Por su parte, lo que prima en el obsesivo es la propia jaula, la sensación subjetiva de estar inmovilizado, detenido (cf. Miller 2000, 16). Si se mueve, es dentro de esa jaula, de allí el rasgo característico de mortificación inhibitoria que se destaca en la clínica de la neurosis obsesiva.

Luego de establecer la importancia de la consistencia imaginaria del yo en la defensa obsesiva, el trabajo de Lacan apuntó, en los años ´50, a destacar su relación con la estructura del fantasma en su dimensión escópica (la de un espectáculo que se ofrece a un observador) y en su perspectiva oblativa (como respuesta a la demanda del Otro). En dicho fantasma, el sujeto sostiene un espectáculo en donde realiza "hazañas" dirigidas a un espectador ubicado en el lugar del Otro. Si bien parece correr innumerables riesgos, ninguno de ellos es verdadero ya que el sujeto no está allí implicado a nivel del deseo, sino que deja solo una sombra de sí mismo en el plano imaginario del esquema L, donde transcurren sus proezas. Es por eso que Lacan lo compara con un "actor" (Lacan 1956-57, 29), con un "domador de circo" (Lacan 1957, 435) o, incluso, con un clown (Lacan 1956-57, 30) que despliega su rutina de peleas paródicas. Es así que trata de demostrar 
"hasta dónde puede ir ese otro con minúscula que no es más que su alter ego, el doble de sí mismo, y todo esto delante de otro quien asiste al espectáculo en el cual él mismo es espectador. Pues, en cambio, él no sabe qué lugar ocupa, y esto es lo que hay de inconsciente en él" (Lacan 1956-57). 

Resulta fundamental entonces no confundir esos dos lugares: el del alter ego, el actor que realiza la hazaña en la cual, pese a las apariencias, no hay nada del deseo en juego, y aquel desde donde se observa el espectáculo
"Es desde el lugar del Otro donde se instala, de donde sigue el juego, haciendo inoperante todo riesgo, especialmente el de cualquier justa, en una consciencia-de-sí para la cual sólo está muerto de mentiritas" (Lacan 1960, 790-1). 

El sujeto busca observarse desde el lugar del Otro, se instala allí, trata de ver qué imagen le da al Otro y es así que queda atrapado en la misma, esclavo de ese amo que supone lo mira, desconociendo su propia instalación en ese punto. Mirada a la que debe apaciguar complaciéndola, demostrando -una y otra vez- su buenas intenciones en un trabajo esforzado, así como en el empeño que revelan sus proezas para sostener una imagen narcisista que atempere su exigencia. Pero también dicha posición es la de un esclavo que espera la muerte de ese amo para empezar a vivir; de ahí la ambigüedad esencial del homenaje que le dirige. Esta espera constituye un rasgo esencial de su detención temporal y revela la identificación que introduce una mortificación imaginaria.

La enseñanza de Lacan -partiendo de su teoría de lo imaginario y la función del fantasma- produce así un desplazamiento de lo que era la articulación entre el carácter obsesivo y el erotismo anal (presente en Freud y desplegada profusamente por los posfreudianos), al plano del yo en su estatuto imaginario y el funcionamiento escópico del fantasma. Esto no implica un rechazo de la importancia del erotismo anal -reelaborado por Lacan a partir de la relación del sujeto con la demanda del Otro- sino que ambas serán notablemente conjugadas entre los Seminarios 8 y 10 al señalar la función oblativa del fantasma obsesivo.

3. La inhibición y su función de anudamiento
El obsesivo supone en su fantasma una falta en el Otro, pero que podría ser colmada a través de una serie de objetos cesibles como "dones" -oblatividad- con los que respondería a esa demanda. Este es su modo de desconocer la castración del Otro a través de la reducción del deseo a la demanda. Ello le asegura su valor de falo imaginario para el Otro, el cual es equivalente a esa imagen idealizada que sostiene en la hazaña. Por eso 
"en el fondo de la experiencia del obsesivo hay siempre lo que yo llamaría cierto temor a deshincharse, respecto de la inflación fálica. En cierto modo, en su caso la función del falo no podría tener mejor ilustración que la fábula de la rana que quiere ser tan grande como el buey" (Lacan 1960-61, 293).

El control esfinteriano y la puesta en juego del objeto anal nos revela la relación del sujeto que cede una parte de su cuerpo -su "regalo"- porque el Otro así lo pide, obteniendo su reconocimiento amoroso y una ganancia narcisista. Es debido a esto que el don no se agota en la vertiente anal del objeto sino que implica también dar una imagen. Ambos planos se conjugan notablemente: el objeto anal es revestido imaginariamente por el falo en el plano escópico.

Ya en el Seminario 2 encontramos una indicación que va en esta línea y que destaca el costo de encierro que conlleva esta particular "solución" obsesiva: "en la posición del obsesivo todo lo que pertenece al orden del don está apresado en una red narcisista de la que no puede salir" (Lacan 1954-55, 325). Esto será retomado en el Seminario X: "aquello que él considera que aman es una determinada imagen suya. Esta imagen, se la da al otro. Se la da hasta tal punto que se imagina que el Otro ya no sabría de qué agarrarse si esta imagen llegara a faltarle... El mantenimiento de esta imagen de él es lo que hace que el obsesivo persista en mantener toda una distancia respecto de sí mismo, que es, precisamente, lo más difícil de reducir en el análisis" (Lacan 1962-63, p. 348).

Consideramos que, desde las formas de anudamiento de cuatro redondeles de cuerda presentadas en el Seminario 22, la inhibición, en tanto nominación imaginaria, es la que permite formalizar la captura del sujeto en esta imagen oblativa y su puesta a distancia, que llama también consciencia-de-sí. En el Seminario 24 dirá que la neurosis obsesiva es "el principio de la consciencia" (Lacan 1976-77, 11-05-77). Esta nominación anuda lo simbólico, lo imaginario y lo real pero al costo, entonces, de una inhibición.

La inhibición es definida, en el Seminario 10, como "la detención del movimiento" (Lacan 1962-63, 18). Detención que no hay que tomar en el sentido ingenuo -puesto que un obsesivo puede desplegar mucha actividad en sus hazañas-, sino en aquel por el cual la vida del sujeto está "frenada", "detenida" en lo que concierne a su deseo, sostenido por ello en la imposibilidad. Desde esta perspectiva, el deseo imposible mismo del obsesivo puede leerse como una consecuencia del anudamiento inhibitorio. Si la procastinación y la duda eran presentados por Lacan en su función de "rasgos de carácter del obsesivo", y no como síntomas, es porque estos testimonian una detención inhibitoria en el plano temporal. Esto mismo se redobla, en plano del pensamiento y el lazo social, con el aislamiento.

De las dos escrituras posibles de la nominación imaginaria en el nudo borromeo (I-ni-R-S y I-ni-S-R), consideramos a la segunda como más apropiada (I-ni-S-R), ya que ésta permite dar cuenta de lo que está en juego en la neurosis obsesiva: un desdoblamiento de lo imaginario que viene a colmar la falla en lo simbólico. Dicho desdoblamiento efectúa una coalescencia de la imagen del yo y el Otro, tal como lo destacaba el fantasma oblativo. Ésta es la modalidad más paradigmática de la defensa obsesiva frente a lo real. Podemos llamar a este anudamiento la "armadura obsesiva" pues sus "defensas tienen la forma de una armadura de hierro, de una montura, de un corsé donde detiene y se encierra, para impedirse acceder a lo que Freud llama en algún lado un horror desconocido a sí mismo" (Lacan 1959-60, 245).

Consideramos entonces que esta consciencia-de-si del obsesivo, producto del desdoblamiento de lo imaginario, puede abordarse como una detención inhibitoria que privilegia la dimensión temporal de la procastinación y la espera. Esto la diferencia de la fobia (un síntoma que organiza, en su función simbólica, la relación del sujeto con el espacio) o de la histeria (que encuentra en la huella significante la eficacia de su recorte corporal). Para defenderse del acto al que lo llevaría el deseo -el cual es sin Otro que lo observe y sin garantía-, se sostiene en una nominación que introduce una mortificación imaginaria. El obsesivo se "encadena" en esta nominación doblemente: sostiene lo que podríamos llamar con Freud una "salud aparente", mantiene trabajosamente a raya la irrupción de lo real en la angustia o el síntoma, pero al precio de quedar atrapado en esa imagen que ofrece -oblativamente- al Otro. El funcionamiento de la armadura obsesiva le brinda cierta estabilidad estructural, lo que Freud llamaba el "éxito de la defensa" o "carácter". Por el contrario, el encuentro con lo real que desanuda la nominación imaginaria produce el fracaso de la defensa, lo que podríamos llamar la neurosis "desencadenada". Podemos ubicar en ese borde la función del "embarazo" destacada en el Seminario X y retomada en relación a la neurosis obsesiva en Televisión. Es el efecto "cizalla" -un instrumento de corte- que "llega al alma con el síntoma obsesivo: pensamiento con que el alma se embaraza (s´embarrasse), no sabe qué hacer" (Lacan 1973, 88). El embarazo marca un despliegue de la inhibición en el vector de la dificultad, se encuentra en proximidad con la angustia y nos permite situar el punto en donde el sujeto que creía savoir faire con su imagen, se topa con un límite en el que su alma (que podríamos pensar aquí como equivalente a su "consciencia-de-si") no sabe ya qué hacer.

Esto permite -especialmente si el síntoma encuentra su partenaire en un analista- la histerización discursiva del obsesivo y la apertura del inconsciente. A partir de allí se abre la posibilidad a nuevas formas de anudamientos y reanudamientos -efectuados por otras formas de nominación- las cuales van escandiendo la dirección de la cura.

4.- El corte de la nominación imaginaria
De todos modos puede advertirse que, todo este escenario obsesivo y su espectáculo, intentará montarse transferencialmente en el análisis. El analizante narra como se observa a sí mismo y sus peripecias más o menos heroificadas, dando una imagen para el analista que lo observaría desde el palco, "trabajando" como esclavo para él, quien gozaría supuestamente del espectáculo. Es lógico entonces que las maniobras transferenciales propuestas por Lacan para la neurosis obsesiva apuntasen a desmontar, a producir un corte, en dicha escena. Buscaba la manera de ir en otra dirección de la que el fantasma obsesivo inercialmente fija. Este corte propulsó su búsqueda en torno a lo que se dio en llamar sus "sesiones cortas". La ruptura del rígido encuadre de los clásicos 50 minutos en los que lo había fijado la IPA. Para Lacan se trataba de una vertiente obsesiva de los analistas mismos que reforzaba la de sus pacientes. El corte -que puede ponerse en juego no sólo a través de la interrupción de la sesión- introduce lo no calculable, la sorpresa, la contingencia: "¿Cómo dudar entonces del efecto de cierto desdén por el amo hacia el producto de semejante trabajo? La resistencia puede encontrarse absolutamente desconcertada. Desde este momento, su coartada hasta entonces inconsciente empieza a descubrirse para él, y se le ve buscar apasionadamente la razón de tantos esfuerzos" (Lacan 1956, 303). 

Este "desconcierto de la resistencia" y el descubrimiento de su coartada -tal como lo llamaba en los años ´50- nos parece un buen ejemplo de lo que retomará luego, con mayor precisión en el Seminario 24, en términos de "perturbar la defensa" (Lacan 1976-77, 11-01-77). Ello constituye el corte mismo de la nominación imaginaria, algo que pone a prueba el deseo del analista para evitar el adormecimiento al que el obsesivo lo destina en el aburrimiento del palco al que dirige sus escenas.

Referencias bibliográficas:

1- Freud, S. (1896), "Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa". En Obras Completas, Ed. Amorrortu, Bs. As. 1976, T. III.

2- Freud, S. (1910), "Cinco conferencias sobre psicoanálisis", op. cit., T XI.

3- Godoy, C. (2006), -"La histeria histórica". En Memorias de las Jornadas de Investigación. Segundo Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR: Paradigmas, Métodos y Técnicas, Vol. XIII, Tomo II. Secretaría de Investigaciones, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Agosto de 2006.

4- Godoy, C. y Schejtman, F. (2009a), "Hacia el sinthome de la inhibición, el síntoma y la angustia". En Anuario de Investigaciones, Secretaría de Investigaciones, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2009. Vol. XVI.

5- Godoy, C. y Schejtman, F. (2009b), "La neurosis obsesiva en el último período de la enseñanza de J. Lacan". En Anuario de Investigaciones, Secretaría de Investigaciones, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2009. Vol. XVI.

6- Lacan, J.; (1948), "La agresividad en psicoanálisis", en Escritos 1, Ed. Siglo XXI, México, 1984.

7- Lacan, J.; (1949), "El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica". En Escritos 1, op. cit.

8- Lacan, J. (1951), "Intervención sobre la transferencia". En Escritos 1, op. cit.

9- Lacan, J.; (1953) "Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis", en escritos 1, Ed. Siglo XXI, México, 1984.

10- Lacan, J.; (1953-54), El Seminario, libro 1:"Los escritos técnicos de Freud", Ed. Paidós, Barcelona, 1981.

11- Lacan, J.; (1954-55), El Seminario, libro 2: "El Yo en la Teoría de Freud y la Técnica Psicoanalítica", Ed. Paidós, Barcelona, 1983.

12- Lacan, J.; (1956-57), El Seminario, libro 4: "La relación de objeto", Ed. Paidós, Barcelona, 1994.

13- Lacan, J.; (1957), "El psicoanálisis y su enseñanza", en Escritos 1, Ed. Siglo XXI, México, 1984.

14- Lacan, J.; (1960), "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente". En Escritos 2, op. cit.

15- Lacan, J. (1960-61), El Seminario, libro 8: "La transferencia", Ed. Paidós, Bs. As.

16- Lacan, J.; (1962-63), El Seminario, libro 10: "La angustia", Ed. Paidós, Bs. As., 2006.

17- Lacan, J.; (1975-76), El Seminario, libro 22: "R.S.I.", inédito.

18- Lacan, J.; (1976-77), El Seminario, libro 24: "L'insu que sait de l'une-bévue s'aile à mourre", inédito.

19- Miller, J.-A., A erótica do tempo, Ed. Latusa, Rio de Janeiro, 2000.


Fuente: Godoy, Claudio; Schejtman, Fabián "La nominación imaginaria en la neurosis obsesiva" Anu. investig. vol.17 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./dic. 2010

domingo, 2 de enero de 2022

La defensa: su importancia para el diagnóstico diferencial y su incidencia en el tratamiento

Además del concepto de transferencia, en términos de un  diagnóstico diferencial y al menos en lo que respecta a la incidencia de ella en el tratamiento, la defensa es sumamente importante. 

De esta manera, además del concepto de transferencia, podemos pensar el diagnóstico diferencial preguntándonos por la defensa implicada en cada caso.


Por empezar, el concepto de defensa no está implicado en las neurosis actuales. Si tomamos, por ejemplo, las formas que toma la neurosis de angustia, Freud las ubica en torno a la angustia. “Llamo neurosis de angustia a este complejo de síntomas porque todos sus componentes se pueden agrupar en derredor del síntoma principal de la angustia; cada uno de ellos posee una determinada relación con la angustia” (Freud, 1895). En la neurosis de angustia, así como en la hipocondría y la neurastenia, los síntomas no tienen derivación psíquica: no remiten al inconsciente y en ese sentido actúan como signo, como algo fijo. De esta manera, sería un error interpretar estos síntomas como si fueran formaciones del inconsciente.


La idea de defensa es el punto de partida de lo que después fue la Primera Tópica, donde Freud diferenció los sistemas Icc, pcc-cc. La defensa fue teorizada en términos de represión primaria y represión secundaria. No obstante, Freud utilizó hasta 1925 indistintamente la palabra represión y defensa, aunque al final de ese período ya se nota que tiene bien claras las diferencias y las similitudes.


Cuando Freud desarrolló la idea de sistemas Inconsciente y preconsciente-Cc, la represión primaria u originaria es la que divide con relativa estabilidad a los sistemas Inconsciente del preconsciente-consciente. La represión primaria es la que permanece como Censura y según dice Freud, es la guardiana de nuestra salud mental en tanto necesitamos mantener a los dos sistemas divididos, aunque continúen siendo permeables. Si esa Censura -testimonio de la Represión Primaria- no funcionara, nos la pasaríamos soñando y no podríamos pensar.


En las neurosis de transferencia encontramos un aparato psíquico dividido y estructurado por la represión primaria, donde el síntoma es precedido por la formación de retoños de lo originalmente reprimido, en tanto la defensa preferida es la represión, que solo sucede porque hay represión primaria. La represión primaria supone que hay fijaciones, por lo tanto tarde o temprano estas fijaciones van produciendo introversión libidinal, que es diferente a la retracción libidinal de las psicosis. Introversión libidinal quiere decir que en la neurosis de transferencia, por sus fijaciones, va fracasando en la inversión libidinal en objetos reales. Por lo tanto, esa libido se introvierte sobre objetos de la fantasía. Por lo tanto, esa libido se deposita sobre alguna representación que el preconsciente debe prestarle para que transaccione.


Mientras el neurótico divide su aparato psíquico en ello, yo y superyó, el psicótico tiene una fijación que ha impedido que se constituyan los sistemas a la manera de la neurosis de transferencia, por una desestima a los complejos de Edipo y castración. Desestima quiere decir que el Edipo ni siquiera está planteado. Por lo tanto, lo que consideramos es que el yo y superyó en el neurótico, en el psicótico aparecen mal constituidos, sin base. 


De esta manera, las neurosis narcisistas tienen un mecanismo estructurante (que irónicamente es desestructurante): la desestima (Verwerfung). En lugar de ser la represión primaria como en la neurosis, el futuro psicótico no llega a atravesar los complejos de Edipo y castración, porque a esa altura ha aplicado una defensa muy enérgica, que es la desestima de los complejos de Edipo y castración.


El futuro psicótico tiene un proceso de retracción psicótica, no de introversión libidinal como el neurótico (de los objetos fijados hacia el complejo de Edipo). Las demandas de la vida van produciendo una retracción libidinal hacia estructuras pobremente establecidas, hacia objetos arcaicos, como las fantasía orales.


Freud dio una orientación que dividía aguas entre ambas estructuras clínicas en 1924, “La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis”.


En las psicosis, se niega la realidad y se intenta sustituírla. Lo rechazado intentará imponerse a través de delirios y alucinaciones. Es decir, en la psicosis se produce una “obediencia inicial”, a la que le sigue un intento de huida. La realidad se desmiente inicialmente y a esta huida inicial le sigue una fase activa de reconstrucción.


En la neurosis, en cambio, no se niega la realidad sino que se crean mundos optativos (fantasías). Freud dice “La neurosis no desmiente la realidad, se limita a no querer  saber nada de ella”. Sin embargo, Freud señala que “tampoco a la neurosis le faltan intentos  de restituir la realidad deseada por otra más acorde con la del deseo” (Freud 1924). La posibilidad de restitución en la neurosis la ofrece el  mundo de la fantasía.


Casi al final de su obra, en  Análisis terminable e interminable Freud dice algo sobre la relación del neurótico con la realidad: “el aparato psíquico no  tolera el displacer, tiene que defenderse de él a cualquier precio, y  si la percepción de la realidad objetiva trae displacer, ella- o sea, la  percepción, tiene que ser sacrificada” (Freud 1937).

martes, 28 de diciembre de 2021

¿Por qué el mero esclarecimiento del conflicto no resuelve la neurosis?

 ¿Qué dificultades acarrea conceptualmente la idea de la defensa en términos de que el mero esclarecimiento del conflicto no resuelve la situación? ¿Cuál es, en definitiva, el concepto que  entre 1894 y 1904 está en pleno desarrollo y construcción pero que aún no ha podido terminar  de articular en los primeros escritos?  

En Sobre la iniciación del tratamiento (1913), Freud justamente se pregunta: “¿Cómo podía ser que el enfermo, conociendo ahora su vivencia traumática, se comportara empero como si no supiera más que antes? Ni siquiera el recuerdo del trauma reprimido quería aflorar tras su comunicación y descripción.”


Agrega Freud (1913): “los enfermos saben sobre la vivencia reprimida en su pensar, pero a este último le falta la conexión con aquel lugar donde se halla de algún modo el recuerdo reprimido. Sólo puede sobrevenir una alteración si el proceso consciente del pensar avanza hasta ese lugar y vence ahí las resistencias de la represión”.


De esta manera, la mera comunicación conciente de lo reprimido no deja de producir efectos en el enfermo. Sin transferencia, podemos decir, no hay tratamiento. Para Freud, la transferencia era una palanca exitosa al tratamiento ó el arma más poderosa de las resistencias. 


El término Übertragung, que significa transferencia, también aparece como sinónimo de resistencia. Freud la nombra cuando dice que el paciente detiene sus asociaciones. Freud dice que lo que ahí hubo fue una transferencia, en el sentido que el paciente transfirió a la persona del médico una idea o una fantasía. El paciente no puede seguir hablando, porque se trata de la manifestación de un deseo actual que incluye a la persona del médico.


¿Pero en qué punto se anudan transferencia y resistencia? Dice Freud en Dinámica sobre la transferencia (1912): “Las mociones inconcientes no quieren ser recordadas, como la cura lo desea, sino que aspiran a reproducirse en consonancia con la atemporalidad y la capacidad de alucinación de lo inconciente. Al igual que en el sueño, el enfermo atribuye condición presente y realidad objetiva a los resultados del despertar de sus mociones inconcientes; quiere actuar {agieren} sus pasiones [...]”


La resistencia ocurre porque, según Freud (1912) “la enfermedad del paciente a quien tomamos bajo análisis no es algo terminado, congelado, sino que sigue creciendo, y su desarrollo prosigue como el de un ser viviente”.


De esta manera, “La iniciación del tratamiento no pone fin a ese desarrollo, pero, cuando la cura se ha apoderado del enfermo, sucede que toda la producción nueva de la enfermedad se concentra en un único lugar, a saber, la relación con el médico”.


La neurosis, que estaba causada en un lugar desconocido que hay que averiguar en el transcurso del análisis, toma al analista como causa. El analista se vuelve causa de esa nueva neurosis donde se produjo la transferencia y que Freud llamó, justamente, neurosis de transferencia. Freud dice que la única neurosis que podemos curar es la neurosis de transferencia, de manera que “ya no se está tratando con la enfermedad anterior del paciente, sino con una neurosis recién creada y recreada que sustituye a la primera”.


Lo importante, resumiendo, es que la neurosis se forma alrededor de la transferencia con el analista. Esa neurosis toma como núcleo y como objeto al analista.


La idea de defensa, por otras parte, presenta la pregunta sobre la perdurabilidad  de las representaciones fuera de la conciencia del enfermo, por qué siguen teniendo eficacia, fuerza y significación. Además, la defensa rompe con la idea de que lo psíquico sea la consciencia, justamente porque la defensa separa de la consciencia a un grupo de representaciones, que son las que forman los síntomas. Este es el antecedente del concepto del inconsciente.


Mientras que en el “Proyecto…” los grupos de representaciones separados corresponden a la dinámica de la “neurona” y de la “cantidad”; en “La interpretación de los sueños” esta  dinámica se debe a las ideas de representación y afecto.


Lo inconsciente es una sumatoria de procesos complejos múltiples que se configura poco a poco. Por tanto, uno no nace con un inconsciente. Según los registros mnémicos en sus reordenamientos, se establece paulatinamente. Podemos hablar de inconsciente descriptivo ( inconsciente propiamente dicho y el inconsciente que no está en la consciencia pero que con atención se lo puede traer), dinámico ó tópico. Este último es el que nos interesa en psicoanálisis. Es imposible concebir el inconsciente tópico sin el otro sistema preconsciente consciente. 


Para plantear el inconsciente, Freud partió de un aparato perceptivo, que como en cada especie, tramita los estímulos que penetran en el aparato psíquico humano. La organización de los signos perceptivos (cara 52) producto del procesamiento da lugar a las representaciones freudianas. Si esa representación queda como transformación permamente del sistema, será una huella mnémica. Hay representaciones que pueden no transformarse en huellas mnémicas y no alterar permanentemente el sistema. Al transformar permanentemente el sistema, van constituyendo al aparato psíquico.


Las representaciones que habitan el inconsciente son representaciones de pulsiones, que se rigen por el proceso primario. Esto implica que la energía que se encuentra dentro de ese sistema es energía libre, se puede desplazar de representación en representación, o condensarse en una sola representación. 


El proceso primario, propio del inconsciente, es indiferente a la realidad y actúa por el principio de placer-displacer, donde de lo que se trata es de evitar el displacer. La irrupción del proceso primario se ve en los fallidos, lapsus, olvidos, el síntoma y los sueños. Lo que está reprimido en el inconsciente, produce efectos. Esos efectos sí llegan a la consciencia pero son incomprensibles para el sujeto, que lo vive como algo extraño y ajeno.

domingo, 26 de diciembre de 2021

Los antecedentes de la defensa

 Si la nominación cómo neurosis hacía referencia a una inflamación del sistema neurológico, ¿qué llevó a Freud a incluir en su primer nosografía la palabra defensa? ¿Cuáles son los antecedentes  del concepto?  

Lo que llevó a Freud a incluir la palabra defensa fue la idea de trauma. 


Por un lado, Charcot consideraba la eficacia traumática de determinadas experiencias en la constitución de síntomas histéricos. A través de la hipnosis, él logró demostrar que estos síntomas eran de etiología psíquica, por lo que las representaciones con carga emocional podían inervarse en el cuerpo e influir sobre el estado de salud de la persona. Por otro lado, en la teoría de la histeria de Breuer, la enfermedad mental también comienza cuando la persona está expuesta a un trauma psíquico, definida como cualquier situación con un riesgo de daño físico o emocional grave. 


Breuer teorizó que si el individuo era incapaz de sentir y expresar las emociones relacionadas con la experiencia traumática, entonces están disociadas, lo que significa que es un estado separado de la conciencia que es inaccesible a la conciencia ordinaria. Breuer se apoyó en el trabajo de Pierre Janet, primero en reconocer la importancia de la disociación en la enfermedad mental. Breuer llamó a este estado alterado de conciencia  “estado hipnoide”, debido a su similitud con el estado inducido por hipnosis. El tratamiento de Breuer requiere de la “corrección asociativa”, que implica la capacidad de acceder y expresar las emociones asociadas a través de la catarsis, y su integración con las ideas en la conciencia normal.


La idea de defensa establece una concepción que se opone a Breuer y Charcot. Freud buscaba el nódulo del mecanismo psicótico productor de  síntoma, que hasta entonces se lo pensaba en términos de anatomía. La propuesta de Freud fue pensar en en concepto de  defensa, es decir, disociación del afecto de una representación intolerable que hace que la representación permanezca aislada y debilitada de la conciencia.


Para 1895, con Las neuropsicosis de defensa, el aparato psíquico es conceptualizado como un aparato defensivo, cuya capacidad de separar la representación irreconciliable del afecto, deja a la primera excluida de la consciencia y como “no acontecida” para ésta. Sin embargo, es esa representación sustraída la implicada en la formación del síntoma, producto del empleo de la excitación ligada anteriormente a ella Freud plantea 3 soluciones:


En la histeria, la representación se separa del afecto y va al cuerpo. Entonces tenemos la histeria, atravesada por la pulsión y un cuerpo que habla.

En las obsesiones, la energía se desplaza hacia otra representación.

En la psicosis alucinatoria, la representación directamente se arranca del yo y adviene desde el exterior.

sábado, 5 de junio de 2021

El concepto de defensa en Freud

El concepto de defensa ha sido fruto de una elaboración freudiana compleja. También es una de las primeras muestras de lo fiel que se mantiene  Freud a la clínica pese a que ella se opone a sus expectativas. Las primeras referencias las encontra mos en los primeros textos referidos a trauma ya sea en el modo de uno singular, una serie de traumas parciales, o circunstancias indiferentes que debido a su articulación devienen traumáticas (Freud, 1893; p. 32). Hacia el final del  texto avanza hacia el concepto de trauma psíquico, pero poco después de plantear la etiología  traumática plantea la existencia de estados hipnoides como condición de producción de los traumas

“Base y condición de la histeria es la existencia de estados hipnoides. Estos últimos, a pesar  de su diversidad, coinciden entre sí y con la hipnosis en un punto: las representaciones que en ellos  afloran son muy intensas, pero tienen bloqueado el comercio asociativo con el restante contenido  de la conciencia. Estos estados hipnoides son asociables entre sí, y en su contenido de representa 

ción puede alcanzar por este camino grados más o menos elevados de organización psíquica.”  (Freud, 1893; p. 38). 

Esto plantea el hecho de que una persona, por la existencia de estados hipnoides, puede  tener un grupo de representaciones que no participan de los vínculos asociativos con otras representaciones. En un primer tiempo Freud sostiene esta hipótesis de Breuer pero dado que la  representación o grupo de ellas se oponen significativamente al conjunto de representaciones  que una persona se puede atribuir como propias, Freud comienza a postular que la persona se ha defendido de dichas representaciones. Que la persona realizó una defensa sobre la representación o grupo de representaciones que quedaron excluidas del comercio asociativo. Esta diferencia teórica queda claramente plasmada en Estudios sobre la histeria 

“Por nuestras observaciones hemos llegado a conocer dos formas de excluir así de la asociación unas representaciones afectivas. 

La primera es la defensa, la sofocación voluntaria de representaciones penosas por las cua les el ser humano se siente amenazado en su alegría de vivir o en su respeto hacia sí mismo. En su  primera comunicación sobre Las neuropsicosis de defensa 1894a, así como en sus historiales clí nicos del presente volumen, Freud se ha explayado sobre este proceso, que posee ciertamente una  elevada significación patológica. 

No se entiende bien cómo una representación puede ser reprimida voluntariamente de la  conciencia; sin embargo, tenemos noticias del proceso positivo que le corresponde: el de la aten ción que se concentra sobre una representación; lo conocemos con exactitud, pero tampoco pode mos decir cómo lo consumamos. 

Ahora bien: unas representaciones de que la conciencia se extraña, sobre las que no se  piensa, permanecen también sustraídas del desgaste y conserva intacto su monto de afecto. Hemos hallado, además, que otra variedad de representaciones permanece a salvo del des gaste por el pensar, no porque uno no quiera recordarlas, sino porque no puede; a saber: porque  originariamente surgieron y fueron investidas de afecto dentro de unos estados, hipnóticos o se mejantes a la hipnosis, para los cuales en la conciencia despierta subsiste amnesia. Estos estados  parecen poseer la mayor significatividad para la doctrina de la histeria, razón por la cual merecen  que se los considere con algún detalle.” (Freud, 1894; p. 225). 

Anteriormente Freud había planteado algo similar, en el Bosquejos de la "Comunicación  preliminar" 

“Por eso ya nos resultaba imposible elucidar la condición para el advenimiento de fenóme nos histéricos sin entrar a examinar aquel supuesto que intenta establecer las características de  la predisposición histérica, a saber, que en la histeria se llega con facilidad a la disociación tem poraria del contenido de conciencia y a la separación de ciertos complejos de representación que  no mantienen comercio asociativo." (Freud, 1893; p. 185)” 

"A continuación formularemos nuestra tesis sobre el ataque histérico, pero antes de enun ciarlas hacemos notar que, para la explicación de fenómenos histéricos, consideramos indispen sable el supuesto de una disociación -escisión del contenido de conciencia-." (Freud, 1893; p. 188) 

Es importante destacar que en el tiempo en que plantea los estados hipnoides y la escisión  de conciencia aquello que forma la conciencia escindida y entra en conflicto en el campo representacional de la persona recae sobre lo biológico. Los estados hipnoides en la línea que Breuer plantea, y al menos durante algún tiempo considera Freud, son un rasgo hereditario que se reduce a cierta configuración o funcionamiento neurológico. El peso del estado hipnoide recae  sobre lo biológico, la situación etc. pero no sobre el sujeto. El arribo al concepto de defensa hace  recaer la misma sobre el sujeto.  

LA SERIE DE LAS NEUROPSICOSIS DE DEFENSA 

En 1894 Freud publica Las neuropsicosis de defensa donde aparece por primera vez en su  obra el término defensa calificando un modo de histeria. Como se ha señalado el concepto tiene  una serie de antecedentes que confluyen en los textos que le permitirá organizar su primera  nosografía. 

Comienza manteniendo la idea de que el complejo sintomático de la histeria “… justifica el  supuesto de una escisión de conciencia con formación de grupos psíquicos separados.” (Freud,  1894; p. 48) En esto mantiene los desarrollos que vienen desde Estudios sobre la histeria y lo  planteado por Pierre Janet y Breuer. Marca la diferencia respecto del origen de la escisión de  conciencia y el desempeño que tendrá en la formación de síntoma. Diferencia importante dado  que no solo ubica aquello que se sustrae, sino que aún sustraído tendrá una eficacia en la formación de síntoma. Lo que implica que aquello sustraído no solo posee una lógica que causó su  sustracción, sino que participa en tanto sustraído de lo que vendrá a ser un modo de restitución  y por lo cual participa de alguna lógica. 

Respecto del origen de la escisión de conciencia se diferencia del planteo de Janet y su  planteo del estigma psíquico de la histeria referido a “… una endeblez innata de la aptitud para la síntesis psíquica, un estrechamiento del campo de la conciencia …” (Freud, 1894; p. 48). Breuer  había avanzado respecto de lo innato refiriendo la causa a unos “… estados de conciencia peculiarmente oníricos, con una aptitud limitada para la asociación, a los que propone denominar  estados hipnoides.” (Freud, 1894; p. 48). Es decir, ya no se trata de estados innatos sino de estados  que se pueden presentar. 

Frente a esto Freud plantea casos clínicos en que claramente no responden a estas dos hipótesis. En unos casos pudo demostrar “… repetidas veces que la escisión del contenido de con ciencia es la consecuencia de un acto voluntario del enfermo.” (Freud, 1894; p. 48) Nada seme jante a alguna tara o rasgo innato. En otros “… la escisión de conciencia desempeña un papel  

mínimo, quizá ninguno.” (Freud, 1894; p. 48). 

En un primer movimiento separa del grupo de las histerias la histeria de retención y la  hipnoide1 pudiendo con esto establecer una articulación entre la histeria de defensa, las fobias y  las representaciones obsesivas (Freud, 1894; p. 49). De este grupo plantea que

“… gozaron de salud psíquica hasta el momento en que sobrevino un caso de inconciliabilidad en su vida de representaciones, es decir, hasta que se presentó a su yo una vivencia, una representación, una sensación que despertó un afecto tan penoso que la persona decidió olvidarla,  no confiando en poder solucionar con su yo, mediante un trabajo de pensamiento, la contradicción  que esa representación inconciliable le oponía.” (Freud, 1894; p. 49) 

Agrega un rasgo de dichas representaciones que se articulará con la premisa de ubicar la  eficacia sintomática de dichas representaciones. 

“En personas del sexo femenino, tales representaciones inconciliables nacen las más de las  veces sobre el suelo del vivenciar y el sentir sexuales, y las afectadas se acuerdan con toda la pre cisión deseable de sus empeños defensivos, de su propósito de ahuyentar la cosa, de no pensar en  ella, de sofocarla.” (Freud, 1894; p. 49) 

No pudiendo precisar el posible devenir de dicha conjunción de hechos en personas que  pudieron permanecer sanas, sí puede ubicar que tales condiciones determinaron en algunas personas “… reacciones patológicas que provocaron una histeria, o una representación obsesiva, o  una psicosis alucinatoria.” (Freud, 1894; p. 50). Además, puede articular la aptitud de producir  tales condiciones en una predisposición patológica que no corresponde a una degeneración he reditaria o personal. Referencia a los desarrollos de las denominadas series complementarias

 Propone para la génesis del síntoma neurótico una secuencia que consiste en tratar como  no acontecida la representación inconciliable. Esta tarea es insoluble para la persona en tanto  huella mnémica y el afecto adherido a la representación no son susceptibles de anular en el sentido de no acontecidas. Propone que un resultado equivalente puede corresponder en “… con vertir dicha representación en débil arrancarle el afecto, la suma de excitación que sobre ella  gravita” (Freud, 1894; p. 50) De este modo se logra que la representación dejará de plantear problemas al trabajo asociativo. Pero, “…la suma de excitación ligada a ella deberá de ser aplicada  a otro empleo.” (Freud, 1894; p. 50). En el tratamiento que reciba este afecto consistirá los modos  diferentes del retorno de las representaciones reprimidas para expresarlo en los términos del  Manuscrito K dos años posterior y contemporáneo de Nuevas puntualizaciones sobre las neuro psicosis de defensa

En la histeria “…el modo de volver inocua la representación inconciliable es trasponer a lo  corporal la suma de excitación …” (Freud, 1894; p. 50). La potencia del modelo freudiano frente  al de Janet y el de Breuer consiste en que todo lo postulado encuentra una articulación lógica  que posibilita una vía de abordaje. Así, la conversión podrá ser total o parcial, pero “… en aquella  inervación motriz o sensorial que mantenga un nexo, más íntimo o más laxo, con la vivencia  traumática.” (Freud, 1894; p. 51) más adelante agrega 

“Una vez formado en un momento traumático ese núcleo para la escición psíquica, su en grosamiento se produce en otros momentos que se podrían llamar traumáticos auxiliares, toda  vez que una impresión de la misma clase, recién advenida, consiga perforar la barrera que la vo luntad había establecido, aportar nuevo afecto a la representación debilitada e imponer por un  momento el enlace asociativo de ambos grupos psíquicos, hasta que una nueva conversión ofrezca  defensa.” (Freud, 1894; p. 51). 

Luego de la descripción realizada de la histeria, define como lo propio de este cuadro no la  posibilidad de la escisión de la conciencia sino “… la aptitud para la conversión …” (Freud, 1894;  p. 52) 

En el siguiente apartado aborda otro de los destinos posibles del afecto cuando se debe  emprender la defensa contra una representación inconciliable. En primer lugar, parte de la misma premisa. Hay una representación inconciliable. Cabe notar que esto es una homologación  a otro cuadro de las premisas que se habían mostrado fecundas en la histeria. Para la construcción teórica de la histeria como neuropsicosis de defensa el punto de partida había sido el estado hipnoide. A él se arribó a partir del relato de lo que las personas aquejadas de histeria expresaban  que les sucedía. Y se atribuyó a dicho estado por las referencias dadas el hecho de tener alguna  imposibilidad para ser tomado por la persona dentro del campo representacional conciente. La  extensión de estas premisas al campo de lo que empezarán a ser las demás neuropsicosis de  defensas es una construcción teórica que se verificó en la clínica. 

Plantea que si la persona no posee 

“… la capacidad convertidora y, no obstante, para defenderse de una representación inconciliable se emprende el divorcio entre ella y su afecto, es fuerza que ese afecto permanezca en el  ámbito psíquico. La representación ahora debilitada queda segregada de toda asociación dentro  de la conciencia, pero su afecto, liberado, se adhiere a otras representaciones, en sí no inconciliables, que en virtud de este enlace falso devienen representaciones obsesivas.” (Freud, 1894; p. 53) 

Postula que el territorio de la sexualidad es el que proporciona “… las más abundantes ocasiones para la emergencia de representaciones inconciliables..” (Freud, 1894; p. 54) Sin embargo  este temprano texto aún no ha alcanzado el grado de formalización en su génesis y del desarrollo  de los conceptos que aquí se esbozan y que adquirirán unos años más tarde en 1896. 

En este texto se plantean algunas consideraciones, para el caso, a la altura del desarrollo  del modelo para la neurosis obsesiva, ya por segunda vez, hace una referencia a la intención o  voluntad del sujeto respecto de la producción sintomática. Así planteado parecería una inconsistencia con los posteriores desarrollos donde lo traumático simplemente acontece. Pero no se trata de inconsistencias sino de las primeras conceptualizaciones que ha comenzado a desarrollar y con el progreso de su obra se irán precisando. Así, la referencia a lo demostrable al 

“… empeño voluntario, el intento defensivo a que la teoría atribuye gravitación; y al menos  en una serie de casos los enfermos mismos anotician que la fobia o la representación obsesiva sólo  aparecieron después que el empeño voluntario hubo alcanzado en apariencia su propósito.”  (Freud, 1894; p. 54) 

le corresponde al período de la defensa lograda que ubicaremos en textos posteriores. De  no ser así, de mediar la voluntad del sujeto respecto de lo traumático, nada impediría que por el  mismo acto voluntario, a partir de alguna consideración respecto de lo traumático, se pudiera  liberar de la producción sintomática. Un poco más adelante en el texto aparece el material que  dará lugar a las futuras precisiones que se incorporarán al modelo. Pero Freud no solo es conciente de estas limitaciones sino que anticipa futuros logros.  

“Entre el empeño voluntario del paciente, que logra reprimir la representación sexual des agradable, y la emergencia de la representación obsesiva, que, poco intensa en sí misma, está do tada ahora con un afecto inconciliable intenso, se abre la laguna que la teoría aquí desarrollada  no puede llenar.  

El divorcio entre la representación sexual y su afecto, y el enlace de este último con una  representación, adecuada pero no inconciliable: he ahí unos procesos que acontecen sin concien cia, que sólo es posible suponer, y ningún análisis clínico-psicológico es capaz de demostrar.”  (Freud, 1894; p. 54) 

En este sentido precisa un estado de manifestación sintomática donde el trabajo de la defensa aún no ha culminado y se presenta simultáneamente la representación sexual inconciliable y la representación obsesiva. Ubica en ello que se trata de una  

“… defensa continua frente a representaciones sexuales que llegaban en forma permanente,  vale decir, de un trabajo que aún no ha alcanzado su acabamiento.” (Freud, 1894; p. 54)

Así, el afecto de la representación sexual aparecerá dislocado en la representación obsesiva,  siendo la labor del médico ensayar su retraducción a lo sexual. Es interesante que Freud lo plantee como retraducción y no traducción. Y efectivamente es así. Son dos movimientos lo que ha  sucedido. La representación obsesiva ya es una traducción de la representación sexual que debe  ser vuelta a su expresión original.  

Respecto de la representación obsesiva el afecto puede aprovechar cualquier representación que al igual que en el caso de la histeria 

“… por su naturaleza sea compatible con un afecto de esa cualidad, o bien tenga con la representación inconciliable ciertos vínculos a raíz de los cuales parezca utilizable como su su brogado.” (Freud, 1894; p. 55) 

Finalizando el apartado dedicado a la neurosis obsesiva brinda una serie de precisiones  clínicas y el correlato teórico que le supone. 

“Opino, sin embargo, que el mecanismo del trasporte del afecto es demostrable en la gran  mayoría de las fobias y representaciones obsesivas, y sostendría que estas neurosis, a las que con  igual frecuencia hallamos aisladas o combinadas con una histeria o neurastenia, no pueden si tuarse en un mismo grupo con la neurastenia común, para cuyos síntomas básicos no cabe supo ner un mecanismo psíquico.” (Freud, 1894; p. 55) 

Aborda ahora la confusión alucinatoria 

“En los dos casos considerados hasta ahora, la defensa frente a la representación inconci liable acontecía mediante el divorcio entre ella y su afecto. Pero la representación, si bien debili tada y aislada, permanecía dentro de la conciencia. Ahora bien, existe una modalidad defensiva  mucho más enérgica y exitosa, que consiste en que el yo desestima la representación insoportable  junto con su afecto y se comporta como si la representación nunca hubiera comparecido. Solo que  en el momento en que se ha conseguido esto, la persona se encuentra en una psicosis que no ad mite otra clasificación que confusión alucinatoria.” (Freud, 1894; p. 59) 

A tales consecuencias clínicas le supone una predisposición patológica que necesita diferenciarla de las anteriores descripciones de la histeria y la neurosis obsesiva, por ello recurre a  una diferenciación cuantitativa. “… una predisposición patológica de grado más alto …” (Freud,  1894; p. 60). Pero manteniéndola dentro del campo de la defensa. Aún no ha arribado a los conceptos que posibilitarán ordenar este campo no desde lo cuantitativo sino cualitativo, a partir de  diferencias operatorias en el campo de la defensa. Origen de los posteriores desarrollos de su  nosografía y nosología. 

Al finaliza el texto presenta su representación auxiliar para el desarrollo de la tesis de la  defensa. 

“En las funciones psíquica cabe distinguir algo (monto de afecto, suma de excitación) que  tiene todas las propiedades de una cantidad -aunque no poseamos medio alguno para medirla-;  algo que es susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y descarga, y se difunde por las  huellas mnémicas de las representaciones como lo haría una carga eléctrica por la superficie de  los cuerpos. (Freud, 1894; p. 61) 

Hacia finales de 1896 le envía en un anexo a una carta lo que se conoce como Manuscrito  K. Las neurosis de defensa. Este texto anticipa con leves variaciones el texto dado a la imprenta  para dicha fecha Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa. 

En el lapso transcurrido entre 1894 y 1896 Freud ha podido arribar a una serie de precisiones  clínicas y teóricas. En primer lugar, señala que las neuropsicosis de defensa son la expresión  patológica de estados afectivos normales “… del conflicto (histeria), del reproche (neurosis obsesiva), de la mortificación (paranoia), del duelo (amentia alucinatoria). La diferencia consistirá en  que la tramitación es imperfecta y conlleva un daño permanente al yo. Pone de manifiesto lo que ha venido desarrollando en otros textos respecto del complejo entramado que determina las  condiciones etiológicas y que hacen a las denominadas series complementarias. Y establece el  territorio donde se articulará la teoría 

Existe una tendencia defensiva normal, o sea, la repugnancia a guiar la energía psíquica de  suerte que genere displacer. Esa tendencia, que se entrama con las constelaciones más fundamen tales del mecanismo psíquico (ley de constancia), no puede ser vuelta contra percepciones, pues  estas saben conquistarse la atención (atestiguada por la conciencia); sólo cuenta contra recuerdo  y representaciones que en su tiempo estuvieron enlazadas con displacer, pero son incapaces de  cobrar un displacer actual diverso del recordado); y en este caso, por otra parte, puede ser supe rada por un interés psíquico. 

En cambio, la inclinación de la defensa se vuelve nociva cuando se dirige contra represen taciones que pueden desprender un displacer nuevo también siendo recuerdos, como es el caso de  las representaciones sexuales. Es que aquí se realiza la única posibilidad de que, con efecto retar dado, un recuerdo produzca un desprendimiento más intenso que a su turno la vivencia corres pondiente Para ello sólo hace falta una cosa: que entre la vivencia y su repetición en el recuerdo  se interpole la pubertad, que tanto acrecienta el efecto del despertar. (Freud, 1896; p. 262) 

Luego de referenciar que vergüenza y moralidad son las fuerzas represoras y plantear que  donde ellas se ausenten (varones, clases inferiores del pueblo, o embotamiento por las condiciones de vida como el campo) no se presentará ninguna neurosis. (Freud, 1896; p. 262) Establece  lo que se denomina la formula canónica de las neuropsicosis de defensa 

“… 1) la vivencia sexual (o la serie de ellas) prematura, traumática, que ha de reprimirse. 2)  Su represión raíz de una ocasión posterior que despierta su recuerdo, y así lleva a la formación de  un síntoma primario. 3) Un estadio de defensa lograda, que se asemeja a la salud salvo en la exis tencia del síntoma primario. 4) El estadio en que las representaciones reprimidas retornan, y en  la lucha entre estas y el yo forman síntomas nuevos, los de la enfermedad propiamente dicha; o  sea, un estadio de nivelación, de avasallamiento o de curación deforme.” (Freud, 1896; p. 262) 

Esta estructuración respecto de la trayectoria de la enfermedad permitirá el ordenamiento  de aquello que en el texto de 1894 se esbozó. Los textos, tanto en el apartado dedicado a la histeria como en el de la neurosis obsesiva entra en una serie de precisiones respecto de las edades  cuya referencia entre otras es la carta 52 y si bien está impregnado de los trabajos respecto de la  reescritura de las huellas mnémicas en el aparato neuronal, presentará un modelo que podrá  homologarlo al sistema representacional y dará como resultado final lo que se denominará las  series complementarias en la etiología de las neurosis. 

Plantea que para la histeria los síntomas “… se vuelven inteligibles reconduciéndolos a unas  vivencias de eficacia traumática, y que estos traumas psíquicos se refieren a la vida sexual …”  (Freud, 1896; p. 164). Especifica para la causación de la histeria la naturaleza de los traumas sexuales y el período de vida en que acontecieron. Tienen que consistir en una efectiva irritación  de los genitales y debió acontecer antes de la pubertad (Freud, 1896; p. 164). Respecto de esto en el Manuscrtio K es más específico. Allí precisa que la tendencia de la defensa no puede volcarse  hacia percepciones pues ellas “… saben conquistarse atención (atestiguada por conciencia) …” (Freud, 1896; p. 261). No produce ninguna dificultad cuando tempranamente despertaron displa cer, pero sí cuando en tanto recuerdos sí pueden despertar un displacer actual (Freud, 1896; p.  261) y la condición para ello es que entre la vivencia y su repetición en tanto recuerdo se inter ponga la pubertad. 

Respecto de la histeria, su condición específica, la de la naturaleza del trauma sexual, es la pasividad sexual en períodos pre sexuales, entendiendo por ello aquella etapa de la vida previa a la pubertad. Esta caracterización del trauma sexual será abandonada paulatinamente. Los desarrollos en el apartado de la histeria referidos a los factores etiológicos serán abordados más ex haustivamente en otros textos y hará al progresivo desarrollo de lo que se denominará las series  complementarias. Simplemente señalo el corrimiento que ya se vislumbra entre la tara hereditaria, los estados oniroides, que apartándose de la herencia deja el sesgo del lado de lo biológico  y los “factores etiológicos accidentales” tal como los nombra en este texto (Freud, 1896; p. 164).  Hecho que empieza a establecer una correlación entre lo que le hace a la historia de un sujeto y  la respuesta que frente a ello produce. 

Las vivencias y excitaciones que posibilitan el desarrollo de la histeria solo pueden producir  su efecto no por sí mismas sino “… por el despertar la huella mnémica de esos traumas de la  infancia, huella que no deviene entonces conciente, sino que conduce al desprendimiento de  afecto y a la represión.” (Freud, 1896; p. 167) 

“Sólo consiguen reprimir el recuerdo de una vivencia sexual penosa de la edad madura aque llas personas en quienes esa vivencia es capaz e poner en vigor la huella mnémica de un trauma  infantil.” (Freud, 1896; p. 167) 

En el Manuscrito K se extiende más respecto de las características del síntoma. El efecto de la represión es un avasallamiento del yo (Freud, 1896; p. 268). 

“La elevación de tensión a raíz de la vivencia displacentera primaria es tan grande que el yo  no contradice a esta, no forma ningún síntoma psíquico, sino que se ve precisado a consentir una  exteriorización de descarga, las más de las veces una expresión hiperintensa de la excitación. Se  puede definir este primer estadio de la histeria como histeria de terror; su síntoma primario es la  exteriorización de terror con lagunas psíquicas.” (Freud, 1896; p. 268) 

Y precisa respecto al síntoma: 

“La represión no acontece por formación de una representación contraria hiperintensa,  sino por refuerzo de una representación-frontera, que desde entonces subroga al recuerdo repri mido dentro del decurso de pensar. 

 …  

Así, es en cierto modo el resultado de un compromiso, el cual, sin embargo, no se exterioriza  en la sustitución con arreglo a alguna categoría tópica, sino en el desplazamiento de la atención  a lo largo de la serie de representaciones conectada por simultaneidad. Toda vez que el suceso  traumático se desahoga en una exteriorización motora, esta misma pasa a ser la representación frontera y el primer símbolo de lo reprimido.” (Freud, 1896; p. 269). 

Plantea para la neurosis obsesiva que la vivencia primaria estuvo dotada de placer y ha sido  activa para el niño o pasiva en el caso de la niña. Plantea para las representaciones obsesivas una  fórmula simple. Son la expresión de reproches mudados que retornan de la represión. (Freud,  1896; p. 270) El contenido del reproche es una acción sexual realizada por placer. 

Ubica un tiempo anterior de seducción que es el antecedente que posibilita la acción de  agresión sexual contra el otro sexo que posteriormente retorna como acción-reproche (Freud,  1896; p. 270). La maduración sexual pondrá fin a este período iniciando la sustitución del repro che frente a la acción placentera por el síntoma defensivo primario que consisten en vergüenza,  desconfianza de sí mismo y escrupulosidad de la conciencia moral. Así se inaugura el período de  la salud aparente o defensa lograda. 

Para el siguiente período de la enfermedad puede especificar su característica. El retorno  de los recuerdos reprimidos. No puede precisar si su posibilidad se debe a algo casual y espontá neo o como consecuencia de alguna perturbación. Los recuerdos reanimados y los reproches  asociados a ellos no ingresan inalterados a la conciencia sino unas formaciones de compromiso  entre las representaciones reprimidas y las represoras. (Freud, 1896b; p. 170)

Lic. Marcelo Orandi 

“Existen dos formas de neurosis obsesiva, según que se conquiste el ingreso a la conciencia  sólo el contenido mnémico de la acción-reproche, o también el afecto-reproche a ella anudado. El  primer caso es el de las representaciones obsesivas típicas, en que el contenido atrae sobre sí la  atención del enfermo y como afecto se siente sólo un displacer impreciso, en tanto que al contenido  de la representación obsesiva sólo convendría el afecto del reproche. El contenido de la represen 

tación obsesiva está doblemente desfigurado respecto del que tuvo la acción obsesiva en la infan cia: en primer lugar, porque algo actual remplaza a lo pasado, y, en segundo lugar, porque lo se xual está sustituido por un análogo no sexual. Estas dos modificaciones son el efecto de la incli nación represiva que continúa vigente, y que atribuiremos al yo. El influjo del recuerdo patógeno  

reanimado se muestra en que el contenido de la representación obsesiva sigue siendo fragmenta riamente idéntico a lo reprimido o se deriva de esto por medio de una correcta secuencia de pen samiento. Si uno reconstruye con ayuda el método psicoanalítico, la génesis de cada representa ción obsesiva, halla que desde una impresión actual han sido incitadas dos diversas ilaciones de  

pensamiento; de ellas la que ha pasado por el recuerdo reprimido demuestra estar formada tan  correctamente desde el punto de vista lógico como la otra, no obstante ser insusceptible de con ciencia e incorregible.” (Freud, 1896b; p. 171) 

Una segunda plasmación de la neurosis obsesiva se produce si lo que se conquista una su brogación en la vida psíquica conciente no es el contenido mnémico reprimido, sino el reproche,  reprimido igualmente. El afecto de reproche puede mudarse, en virtud de un agregado psíquico, en  un afecto displacentero de cualquier otra índole: acontecido esto, el devenir-conciente del afecto  sustituyente ya no encuentra obstáculos en su camino. Entonces el reproche (por haber llevado a  cabo en la infancia la acción sexual) se muda fácilmente en vergüenza (de que otro se llegue a  enterar), en angustia hipocondríaca (por las consecuencias corporales nocivas de aquella acción  reproche), en angustia social (por la pena que impondrá la sociedad a aquel desaguisado), en an 

gustia religiosa, en delirio de ser notado (miedo de denunciar a otros aquella acción), en angustia  de tentación (justificada desconfianza en la propia capacidad de resistencia moral), etc. (Freud,  1896b; p. 172) 

Junto a estos síntomas la neurosis obsesiva forma una serie nueva de síntomas que son una  lucha defensiva frente a estos síntomas. Los de la defensa secundaria. (Freud, 1896b; p. 172) Res pecto de las representaciones obsesivas, estos síntomas constituyen medidas protectoras y si en  la lucha de la defensa estas medidas se tornan exitosas la compulsión se transfiere hacia las me didas protectoras dando lugar a la tercera plasmación de la neurosis obsesiva. Las acciones ob sesivas. Todas ellas plausibles de restituirse en su serie de transformaciones mediante su análisis.  Esta fase de la defensa puede tornarse exitosa produciendo un desvío hacia otros pensamientos  que tendrá como característica ser contrarios a los que lo originan. A esto responde la compul sión de cavilar, en general respecto de cuestiones suprasensibles, o ocupándose en términos ló gicos de cada idea obsesiva originando la compulsión de pensar y la duda obsesiva. Frente a los  afectos obsesivos la defensa secundaria puede producir una serie de síntomas que Freud agrupa  del siguiente modo. Medidas expiatorias (ceremoniales, observación de números), preventivas  (fobias, superstición, meticulosidad pedante), miedo a traicionarse (coleccionar papeles, misan tropía), aturdimiento (dipsomanía). La neurosis obsesiva puede presentar variaciones entre el  franco establecimiento de los síntomas de la defensa secundaria, u oscilar periódicamente entre  éstos y los síntomas del retorno. El rasgo compulsivo de los síntomas obsesivos no radica en la  creencia que se les preste ni en la fortaleza o intensidad de la representación. 

“Su carácter esencial es, antes bien, que no puede ser resuelta por la actividad psíquica sus ceptible de conciencia; y este carácter no experimenta cambio alguno porque la representación a  que la obsesión adhiere sea más fuerte o más más débil, esté más o menos intensamente ilumi nada, investida con energía, etc.” (Freud, 1896b; p. 174)

En el siguiente apartado del texto aborda la paranoia crónica2 que siguiendo al abordarlas  las hipótesis clínicas que sostiene para la histeria y neurosis obsesiva puede ubicar dentro del  grupo de las neuropsicosis de defensa. 

“Desde hace largo tiempo aliento la conjetura de que también la paranoia -o grupos de ca sos pertenecientes a ella- es una psicosis de defensa, es decir que proviene, lo mismo que la histeria  y las representaciones obsesivas, de la represión de recuerdos penosos, y que sus síntomas son  determinados en su forma por el contenido de lo reprimido.” (Freud, 1896b; p. 175) 

Luego de un relato pormenorizado de la producción sintomática que presentaba la señora  P. Freud plantea que lo que va a poder especificar es la etiología del caso y el mecanismo de las  alucinaciones. (Freud, 1896b; p. 177). Freud aborda el caso con el dispositivo de psicoanálisis de  la época y sus premisas. Supone una causa determinante para los síntomas que presenta, ésta es  inconscientes y es posible arribar a su contenido por la vía del análisis. Es decir, la paranoia es  causada por una representación reprimida. De allí su ubicación nosográfica como neuropsicosis  de defensa. Lo que encuentra a partir del análisis es homogéneo con lo que se presenta en el  análisis de las demás neuropsicosis de defensa: pensamientos que la persona no recuerda haber  tenido que le resultan extraños y contradicen sus propias expectativas. 

El historial analizado le permite ubicar a las alucinaciones de imágenes y sensaciones como  síntomas del retorno de lo reprimido. Y aquello que retorna son las vivencias infantiles reprimi das. El historial presentado permite ubicar a las alucinaciones auditivas como unos pensamien tos reprimidos, pero en último análisis unos reproches que se anudan al trauma infantil. Por lo  tanto, responden al retorno de lo reprimido, pero en tanto este retorno opera e influye en el  pensar de la persona (Freud, 1896; p. 182). Por ello plantea que “es un compromiso entre resistencia del yo y poder de lo retornante.” (Freud, 1896; p. 182). Estas consideraciones dejan toda la  temática alucinatoria por fuera del territorio de la deficiencia del órgano en la modalidad que  fuera para ubicar en primer plano la eficacia actual de lo traumático acaecido. 

La comparación entre la neurosis obsesiva y la paranoia lo lleva a plantear que así como en  la primera el síntoma defensivo primario es la desconfianza de sí mismo, en la paranoia el reproche es reprimido por un mecanismo que propone llamar proyección dado que se erige el síntoma  defensivo de la desconfianza hacia los otros. Y dado que la desconfianza hacia sí mismo dio lugar  al reconocimiento del reproche y compensarlo por la vía de la escrupulosidad de la conciencia  moral, en la paranoia al no haber reconocimiento del reproche por haber sido expulsado, no hay  protección respecto del retorno de los reproches que implican las ideas delirantes. Esto ubica a  las ideas delirantes como retorno de lo reprimido. 

En la particularidad del modo de respuesta que frente al trauma reprimido implica la paranoia Freud ubica una diferencia con la neurosis obsesiva. Como en esta se ha dado creencia al  reproche, el retorno de lo reprimido implica nuevos esfuerzos del aparato para defenderse del  retorno dando lugar a los síntomas de la defensa secundaria. En la paranoia no hay creencia en  el reproche y al retorno de lo reprimido en la forma de ideas delirantes le imprimen al aparato  psíquico una demanda de trabajo hasta que queden exentas de contradicción que conlleva al  delirio de interpretación3 que desemboca en la alteración del yo. (Freud, 1896b; p. 184). Así lo  señala en el apartado de la paranoia en el Manuscrito K 

“Aquí, con el retorno de lo reprimido en forma desfigurada, la defensa fracasa enseguida, y  el delirio de asimilación no puede ser interpretado como síntoma de la defensa secundaria, sino  como el comienzo de una alteración del yo, como expresión de su avasallamiento.” (Freud, 1896;  p. 267)

1 Aquellas causadas por la intercepción de la reacción frente al estímulo traumático y las ocasionadas por los  estados hipnoides.

2 En una nota posterior precisa que se trató de una “dementia paranoides”. Es decir no una paranoia como la  que describirá en su forma clásica Kraepelin sino la forma clínica paranoide de una demencia precoz de acuerdo a  la nosografía de este autor.  

3 Al que denomina “delirio de asimilación” en el Manuscrito K

BIBLIOGRAFIA 

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Graves, Robert Los mitos griegos 1; Alianza editorial; 2 ed.; Madrid; 2001.