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sábado, 12 de julio de 2025

Las Autolesiones en la Adolescencia ¿Cómo producir el pasaje del cuerpo a la palabra?

 1. ¿Qué son las Autolesiones?

Las Autolesiones son agresiones autodestructivas con las que un sujeto lastima su propio cuerpo, tales como el cutting (cortes en la piel), las quemaduras, los golpes, el arrancamiento de pelos y uñas, el rascado excesivo de diferentes zonas corporales.
 
¡¡Clave Clínica!! 
Estas acciones son totalmente impulsivas. El daño sobre el cuerpo implica un riesgo de menor o mayor medida, según cada caso.

 
2. ¿Cuál es la lectura que el Psicoanálisis ofrece para las Autolesiones? 
 
La lectura que el Psicoanálisis hace a través de la investigación clínica es que las autolesiones son la expresión de un Dolor psíquico muy intenso que no encontró la manera de ligarse a la palabra y este es el motivo por el cual el sujeto intenta de forma desesperada y compulsiva -sin saberlo- encontrar algún tipo de inscripción, aunque sea fallida, en su propio cuerpo.
 
¡¡Clave Clínica!! 
En el momento en el que el sujeto se lastima, el cuerpo se ha vuelto extraño. Lo que causa esta ageneidad es un mecanismo psíquico predominante, nombrado por S. Freud con el concepto de “Escisión”. En el acto mismo de la autolesión el cuerpo está escindido del resto del psiquismo, a tal punto que el sujeto puede en ocasiones no sentir el dolor de la autolesión.


3. ¿Cuál es la causa psíquica que subyace a las autolesiones?

Las autolesiones tienen como principal causa una deficitaria construcción y organización del aparato psíquico en los tiempos primeros y primarios de su constitución, aunque esto se manifieste posteriormente en otro momento de la vida del sujeto.
 
¡¡Clave Clínica!!
El motivo por el cual el aparato psíquico del sujeto se construye de manera deficitaria es haber recibido una sobrecarga de energía, sin mediación de la palabra, debido a experiencias traumáticas que arrasaron con la capacidad del psiquismo de inscribirlas mediante representaciones. Los traumas quedan congelados como puro dolor psíquico, estos pueden ser:  la falta del sostén inicial del Otro primordial o, por el contrario, la asfixia libidinal por parte de este,  asimismo los abusos sexuales, físicos y/o psíquicos, todos ellos factores que precipitan la constitución de un Yo débil frente a un Superyó que al decir de J. Lacan ordena: “goza, goza” por fuera de toda ley.
 

4. ¿Por qué las Autolesiones son frecuentes en la Pubertad y en la Adolescencia? 

Las autolesiones son frecuentes en la Pubertad y en la Adolescencia porque, tal como S. Freud lo formulara, la constitución del aparato psíquico en este tiempo del sujeto permanece en proceso de estructuración.  

En la Pubertad y en la Adolescencia la organización de la Red Significante en torno a la Ley (Registro Simbólico), la Imagen Corporal, todavía desestabilizada (Registro Imaginario) y el ordenamiento del Campo Pulsional (Registro Real) aún están en vías de consolidarse y de ponerse al servicio de la Separación de los Otros primordiales y a la constitución del propio deseo singular del sujeto.
 
¡¡Clave Clínica!! 
Por estar en este tiempo la estructura psíquica aún endeble, el púber y/o el adolescente se encuentra más propenso a incursionar en el campo de las impulsiones, sean ellas del orden de las autolesiones, los acting out y los pasajes al acto.
 

5. Las Intervenciones Clínicas del Psicoanalista frente a las Autolesiones en la Pubertad y Adolescencia: ¡¡Claves Clínicas!!

Las Intervenciones Clínicas del Psicoanalista frente a las Autolesiones en la Pubertad y Adolescencia presentan las siguientes distinciones motivadas por el arrasamiento subjetivo: 
  • Resulta fundamental que el analista ofrezca un espacio seguro, confiable y de sostén, expresando un interés genuino por el sufrimiento subjetivo, sin emitir ningún juicio de valor.
     
  • Es muy importante que el analista tenga una actitud de escucha atenta y que sus preguntas sean abiertas, intentando siempre instalar la dimensión del diálogo que involucre la aceptación de los silencios por parte del púber y/o el adolescente. 
     
  • Resulta esencial no forzar ninguna interpretación ya que en el campo de las impulsiones no está en juego ni el registro simbólico ni, por lo tanto, el síntoma. 
     
  • Es muy importante considerar que nuestro estar presente tendrá que hacer uso de la paciencia y de la advertencia hacia nosotros como clínicos de que seremos el puente entre lo traumático desorganizado puesto en el cuerpo y el campo del decir.
     

6. La Evaluación del Riesgo ¿Qué variables debemos considerar?

Forma parte importante de nuestra responsabilidad como clínicos evaluar el riesgo que sufre el paciente que autolesiona su cuerpo, en tanto su integridad psíquica y física resulta necesaria y fundamental. 

Es en este sentido que en la situación clínica deberemos considerar si se hace necesaria la derivación a un psiquiatra para evaluar la posibilidad de una medicación, así como también el trabajo con la familia, el seguimiento frecuente del paciente y/o en caso extremo, la determinación de si sería oportuna una hospitalización. 

En cualquiera de los casos resulta esencial para preservar el espacio transferencial de sostén, seguridad y confianza, mantener siempre el vínculo terapéutico con el púber y/o adolescente.
 
¡¡Clave Clínica!! 
Resulta fundamental que como analistas recordemos que, en los tiempos de la niñez, la pubertad y la adolescencia, nos convertimos en una pieza que ayuda a organizar las operaciones constitutivas del aparato psíquico. En el caso de los sujetos que se expresan a través de las autolesiones se trata de ayudar a que las huellas del dolor psíquico se conviertan en inscripciones simbólicas que posibiliten el pasaje del cuerpo a la palabra.

lunes, 16 de mayo de 2022

Los cortes en el cuerpo ¿Un modo de acallar la angustia?

Cutting: definición y el que-hacer del analista
El cutting es una conducta riesgosa y compulsiva, en la cual el sujeto daña su propio cuerpo realizando cortes en los tejidos de la piel de las muñecas, brazos, piernas y muslos con un objeto cortopuntante.

Estos cortes en la piel se realizan de manera intencional pero sin fines necesariamente autolíticos (suicidas). Sin embargo, suponen un gran riesgo ya que, en muchas ocasiones, se repiten una y otra vez, haciéndose más profundos, lo que puede terminar en una lesión que requiere tratamiento ó en una muerte no intencionada.

Al darles la palabra a quienes padecen esta problemática, se halla que los cortes en la piel se utilizan como una "defensa" contra la angustia, la ansiedad y situaciones de estrés. El dolor físico, más delimitado, es usado como "distractor" del padecimiento psíquico.

Estas conductas autolesivas no representan por sí mismas ninguna patología o estructura psíquica determinada (neurosis, psicosis perversión). Puede asociarse, por ejemeplo, a estados de ansiedad, estados depresivos, trastornos de la alimentación, problemas en la relación con otros (pares, familia).

El cutting muchas veces se mantiene en secreto y los cortes en el cuerpo se esconden. Algunas posibles señales a tener en cuenta son:

- Mangas largas en pleno verano.

- Gran cantidad de pulseras ó muñequeras para esconder los brazos.

- Uso excesivo de vendas o curitas.

- Prendas que tapen los muslos.

El cutting esconde siempre un desesperado pedido de ayuda, y la posibilidad de poner en palabras emociones intensas. Por eso, trabajar con el entorno familiar y social resulta fundamental.

El corte, como acting o pasaje al acto, pone en evidencia serias dificultades en la operación de separación de los Otros primordiales (figuras de cuidado); el manejo de las pulsiones, ya que estas se descargan directamente en el cuerpo; la operatoria inconsciente que, en ese momento, queda fuera de juego.

El cutting es la forma que encuentran algunos adolescentes para expresar problemáticas que le generan gran angustia (generalmente del orden de la separación y dificultades identificatorias), careciendo para esto de una mediación inconsciente y por ello, su expresión consecutiva en palabras.

La terapia psicoanalítica intenta escuchar la función que tienen estos actos en cada caso, identificar qué situaciones los desencadenan y ayudar a procesar psíquicamente ese exceso de angustia. Se hace vía la palabra, trabajando en esa línea, las operaciones de separación y las identificaciones que, por el momento, no se han podido inscribir.

El analista debe garantizar un ambiente seguro y un encuadre flexible, para que el adolescente se sienta cómodo y pueda expresar lo que lo aqueja.

El analista también debe tener una posición más activa, ya que en estos casos el adolescente no suele llegar a la consulta con preguntas. Para él, el cutting es una solución y no un problema y es más bien traído por otros.

Es importante que el analista se abstenga de manifestar rechazos, censuras, amenazas, o sanciones. Debemos tener en cuenta que no es una problemática que se supere con consejos. Es necesario posibilitar la tramitación psíquica de la angustia excesiva que atraviesa el adolescente.

Como analistas, resulta esencial conocer nuestros límites. Por ello, no debemos dudar en hacer interconsultas con servicios médicos y de psiquiatría, si observamos que la vida del sujeto corre riesgo derivado de las autolesiones.

El sábado 9/4/22, la Lic. Silvina Galloro dictó el Taller Clínico titulado "Los cortes en el cuerpo ¿Un modo de acallar la angustia?". A continuación, las notas del taller.

En el cutting la palabra no está como mediadora para hacer con eso que el adolescente siente. Esta es su característica más importante, porque los jóvenes no pueden decir mucho al respecto, al menos al principio. El analista pretende devolver la palabra como un único instrumento para abordar las sensaciones.

Palabra, cuerpo y pubertad

En Freud, en el texto Tratamiento psíquico, tratamiento del alma de 1895 se encuentra en el tomo I de Amorrortu, tempranamente Freud establece que la palabra es el recurso e instrumento esencial para abordar a las patologías del cuerpo y del alma. Esta afirmación la sostiene durante toda su obra. En el texto señala la acción recíproca entre el cuerpo y la vida anímica, que no pueden ser pensados disociadamente. Freud da ejemplos cotidianos que habla de esa acción recíproca, como el florecimiento que uno siente cuando se está contento.

Otro asunto es de qué cuerpo se trata en psicoanálisis, que no es el de la medicina. En 1893 Freud realiza una comparación entre las parálisis orgánicas y las histéricas, donde sitúa que en las parálisis histéricas el cuerpo no responde a la anatomía. hay otro cuerpo en juego y la pregunta de Freud es de qué cuerpo se trata en las neurosis, que lo lleva a fundar los conceptos fundamentales, como el narcisismo. El narcisismo es aquello que permite la articulación entre el yo y el cuerpo, la apropiación del cuerpo.

Hay algo de la curación que se establece a partir de la palabra. ¿Pero cómo se presenta el cuerpo en la pubertad? El texto clave es Tres ensayos de una teoría sexual. Allí se encuentra la manera en la que Freud establece la temporalidad subjetiva. La primera infancia, como la primera presentación de la sexualidad infantil, que se aquieta en el período de la latencia y una segunda oleada de la sexualidad, que se ubica en la pubertad.

El fenómeno específico de la pubertad es el crecimiento de los caracteres sexuales externos e internos. Hay sensaciones nuevas internas, donde el púber se encuentra con un cuerpo nuevo. Leer esas sensaciones implica crear representaciones nuevas, es decir, algo con lo que no contaba. Se trata de un tiempo de transición para reconocer un cuerpo propio, del que hay que apropiarse. El adolescente se encuentra entre un cuerpo que fue y el que todavía no es. El púber n o cuenta representaciones para el tiempo que vendrá, es el tiempo de transición de esa imagen unificada de la infancia, donde ellos ya no se reconocen pero aún no tienen una nueva imagen de un cuerpo que cambia para ellos y para los ojos de los otros. La pubertad es un tiempo de profundo desconocimiento. La clínica con púberes debe leerse desde ese lugar.

Si el narcisismo permite el anudamiento entre el yo y el cuerpo, debemos pensar que en la pubertad hay una vacilación del narcisismo, donde no es tan fácil reconocerse. Hay una lectura de que el púber es raro, que ya no se encuentra en las cosas que le gustaban, una vuelta que quieren hacer a eso que les es conocido, pero que sin embargo ya no le da las mismas satisfacciones. El tema es que tampoco tienen el modo de explicar eso que les pasa. Al tomar tanto protagonismo el cuerpo, la palabra queda silenciada, no hay modo de decir sobre eso y esto es estructural. 

En los púberes encontramos déficit en la palabra como mediadora, porque está tomada por esta transformación del cuerpo. La pubertad en si misma habla de ese déficit. Hay un silenciamiento del modo de decir y ahí encontramos características como la soledad. 

El cuerpo del psicoanálisis se presenta libidinizado bajo las marcas de los Otros parentales. Es un cuerpo particularizado por el encuentro con el Otro. La adolescencia es una conceptualización socio-histórica, a nosotros nos interesa las operaciones que el adolescente debe realizar. Una de ellas es llevar el cuerpo puberal a la escena social, donde se genera una tensión entre lo subjetivo y lo social. Muchas presentaciones de los adolescentes toman los significantes sociales que constituyen subjetividad, por ejemplo, los cortes.

En el discurso adolescente, los cortes tienen un lugar de transmisión, un lugar de identificación, de hacer comunidad, de encontrarse con los otros. El padecimiento adolescente conlleva a una estética, donde la estética es la relación entre lo subjetivo y lo social. Muchos chicos encuentran a los cortes como prácticas que hacen los amigos y hacerlas lo hacen formar parte de la escena adolescente. No se trata de un tema de modas, sino un enlace subjetivo a lo social que hace que muchos adolescentes se corten. Habitar la escena adolescente hace que se compartan prácticas. Los tatuajes también ponen en escena al cuerpo en su dimensión escritural, donde el cuerpo también es una superficie de escritura. 

Caso 1

Aldana (14) es derivada por la escuela donde concurre, la cual envió un informe que ella se hacía cortes superficiales desde hace varios meses. Los cortes lo descubren en la escuela; los padres no se habían dado cuenta. Tenía cortes en las muñecas, uno al lado del otro. Usaba una pulsera elastizada muy ancha para taparlos. Cuando la psicóloga de la escuela le comunicó esto a los padres, ellos tuvieron mucho miedo. Los cortes en el cuerpo suelen asustar a los padres, cosa que hay que tener en cuenta, aunque sea un tema que se escucha hablar. 

Aldana tuvo un cambio de colegio en el secundario y ante ese cambio los padres comienzan a notar conductas diferentes. Se encerraba en su cuarto, no quería compartir con los padres, se quedaba viendo videos... En ese contexto comienzan los cortes y los padres se asustan, pero la joven sigue haciéndolo. La joven no podía decir nada de eso.

Es importante que el analista haga preguntas por los cortes. ¿En qué contexto se realizan, cómo, cuándo? hay que historizarlos y no tomarlos como hechos aislados. Ver como se entraman en la estructura de cada sujeto, en lo cotidiano, fijarse si responden a algo, en qué momento preciso el joven necesita acceder a esa conducta.

La paciente dice que se siente triste, pero no sabe bien que le sabe. No logra ubicar la tristeza en relación a algo. Ella quiere volver a la escuela, volver con sus amigas, quienes cambiaron también, aunque ella quiere recuperar lo que tuvo. Los padres, con su enojo por lo de los cortes, la miran de otra manera. En la pubertad, esto también se presenta: el adolescente se vuelve un extraño a los ojos de los padres. Los analistas también deben trabajar en ese "entre" los jóvenes y sus padres, para que no se asiente su soledad.

La joven también añora actividades que antes hacía y ahora le aburren. Hay algo del duelo, por lo que antes tenía y ya no se puede regresar. El dolor escenifica una sensación que aquieta, dando la sensación que de ahí no se puede salir. Lacan, en el seminario 7, habla de la petrificación en el dolor, leyendo El proyecto de Freud, donde Freud ubicaba que no había forma de procesar esos estímulos internos. Algo del dolor en sí mismo se agrega a la soledad que muchos adolescentes sienten. Como el adolescente no tiene las palabras, muchas veces es el analista quien debe prestarlas mediante comparaciones, poner en escena emociones, para que el púber pueda identificar lo que le pasa. Debemos armar representaciones, allí donde no las hay, propio del déficit simbólico de la pubertad.

En el caso de Aldana, se juega esto de la continuidad que fue cortada. Aldana logra historizarla, armando un proyecto a futuro. Ella comienza a relacionarse con sus amigas de otro modo. Puede ubicar que los cortes nacieron como una idea al verlo en publicaciones de sus amigas. Aparece lo social y los cortes como un modo de acercarse. Cuando realizó el duelo, no volvió a acudir a los cortes como apaciguamiento de la tensión en el cuerpo que no podía poner en palabras.

Este caso es más complicado por la estructura del joven. Tenía muy poca capacidad de representación simbólica para leer eso que se producía en su cuerpo y los cortes le permitían localizar y acotar aquello que se le aparecía como inefable. 

Caso 2

Martín (14) concurre a la guardia del hospital porque se hizo cortes profundos en los antebrazos. Él dice que no fueron con la intención de hacerse daño ni de matarse, sino que se sentía mal y quería ver si se sentía mejor porque había escuchado que algunos chicos se sentían mejor después de cortarse. Cuando Martín vio esos cortes en el cuerpo, la piel le tiraba en la cicatrización y que la piel tenía una autonomía. Se rascaba y volvía a sangrar, se quedaba mirando la sangre como un modo donde él ubicaba su sufrimiento y se lo mostraba al Otro.

Martín sentía que algo ya no podía ser como era. Antes jugaba al fútbol, iba al colegio. Perdió las ganas de hacer esas cosas, se encerraba en la casa sin querer salir. La presentación era con pocas palabras, solo podía ubicar que estaba mal. No podía identificar si estaba triste, enojado, angustiado. Cuenta que por la noche tenía insomnio, que los ruidos por la noche se le volvían hiper presentes, que siente presencias en su casa que saben que no son reales. Hay algo que se configura como presencia y lo atemoriza. Con ayuda de medicación, pudo recuperar el sueño y regresó a la escuela. 

Con el tiempo, pudo ubicar algo de aquella presencia, nombrar esos miedos que tenía de noche, buscar recursos como escuchar música, dejar la luz prendida. Un modo de hacer distinto que con los cortes. 

Caso 3

Ana (13) está en el primer año del secundario, discute con la madre porque no la deja salir. Ana no conoció a su padre y durante su gestación, la madre se separó de él por ser violento. Años más tarde Ana se enteró que él falleció en una pelea barrial, por lo que Ana confirmó que la decisión de la madre estuvo bien. La relación con su madre es dual, siempre estuvieron solas, cosa que dicen en su modo de presentación.

En la relación con su madre, encontramos una tensión permanente entre la agresividad y el pegoteo. La madre de Ana no tenía amigas y a ella se las limitaba mucho. Hay una dificultad de ambas para producir una separación, una distancia óptima y saludable. La relación a veces llevaba a empujones, insultos, escándalos en cualquier lado. La madre, como única forma de poner un freno, le decía "te callás". Ana se callaba, iba al baño y se producía cortes en la cadera. Ana se había cortado la muñeca, pero la madre la descubrió y le pegó. Entonces, la respuesta de Ana fue producirse los cortes en la cadera para aflojar esa tensión.

En este caso, lo que se ubica es una relación conflictiva entre padres e hijos, por lo cual hay que trabajar con ambos. La clínica infantojuvenil nos muestra un discurso sostenido por los padres, por lo cual es necesario producir intervenciones en ambos. La madre de Ana creía que si ella salía con las amigas la podían secuestrar, robar o no verla nunca más. La madre respondía a eso con una presencia permanente y asfixiante para ambas. Ana decía que quería irse, fugarse, pero le daba mucha culpa de dejar sola a su madre. Se tuvo que trabajar mucho en esta separación. Acá el corte tiene una dimensión significante: se corta en el cuerpo aquello que no estaba habilitado en los cortes de la relación. El corte es una metáfora del corte con su madre. 

Estos casos despliegan lo que Freud nombró como metamorfosis de la pubertad, tiempo que implica un desconocimiento para el púber y los padres, que se enfrentar a nuevas realidades. ¿Cómo hacer con un mundo donde se ubica lo siniestro y la endogamia pareciera ser la única opción? Muchas veces el analista debe intervenir para facilitar esa salida, ese pasaje, que es propio de la escena adolescente.

La pubertad implica el pasaje de un antes que era conocido y un futuro que no hay aún modo de representar. El analista debe prestar palabras, prestar relatos, introducir la fantasía como posibilidad de poner representaciones que las vayan haciendo más cercanas y reales. ¿Cómo hacen los otros chicos? El analista puede ofrecer el lugar de "uno entre otros", para que se puedan ubicar más y no queden tan por fuera. A los otros también les pasa, ¿Cómo hacen? Es la posibilidad de leerse en serie, como uno más.

La pubertad tiene un correlato angustioso ante el no saber cómo responder y no poder anticiparse ante esa realidad desconocida. El corte ofrece un alivio temporal, porque luego la tensión vuelve a hacerse presente. Devolver la palabra como mediación es una alternativa eficaz para que el corte deje de ser un recurso. 

Es importante tener en cuenta que los fenómenos -cualquiera sean- no hablan por si mismos. El analista debe encontrar cuál es la característica del fenómeno en cada estructura subjetiva, qué lugar ocupa en cada sujeto y qué es lo que este puede decir de eso. Es el paciente quien le da sentido al fenómeno y el analista debe armarlo en la escena en que aparece: cuándo fue la primera vez que apareció, frente a qué situación, cómo lo hicieron, a quién se lo contaron... Esto arma la escena ampliada de esto que aparece como un detonante.

La pubertad implica un tiempo de enloquecimiento en si mismo. El no reconocimiento de la imagen de los otros, o de la propia imagen, la discontinuidad de la historia, el duelo por no volver al estado anterior constituye un tiempo de extrema fragilidad. Con la palabra se intenta reconstituir algo de ese tiempo.

El analista no debe ser silente, sino ir a pescar qué series miran, con qué se identifican, pescar todo lo que a ellos no les parece propio en ese mundo que los habiota. hablar de los otros, de sus amigos, escuchar qué se repite en la queja. Eso que aparece cortado, devolverlo a la historización.

En la adolescencia, es interesante la distinción entre duelo y angustia. El dolor implica un ensimismamiento, porque se pone en juego las sensaciones internas y ahí se siente el cuerpo en una presencia que es mucho más contundente. El cuerpo en la adolescencia es doloroso, torpe. Esto, que es esperable, debe ser enlazado a una escena que no los deje en un puro sufrimiento. A veces los cortes aparecen como diques a la angustia desbordante. 

Muchas veces en los padres aparece la desilusión que como los hijos no quieren estar con ellos, no es el amor lo que se pierde, sino que el mismo ha mutado. 

martes, 1 de septiembre de 2020

La inhibición: ¿Problemática o escritura necesaria? Las intervenciones del analista.

La inhibición suele considerarse en general como un problema; más académicamente, como un punto de detención del sujeto en el camino hacia el deseo. ¿Pero es siempre así? No: en muchos casos, es una escritura necesaria.

Si bien Lacan llegó a trabajar la nominación en lo simbólico, que es el sinthome, no llegó a trabajar la nominación en lo imaginario, que sería inscribir una inhibición necesaria para que los procesos puedan llegar al cumplimiento del deseo o al menos en lanzamiento del sujeto hacia su deseo.

El aparato psíquico no se constituye por sí mismo: el sujeto tiene que eligir existir. Es con la unión a la pulsión de vida con la madre o quien lo tome bajo su cuidado. Lo que hace que un bebé se inscriba en la vida es que algún Otro lo incluya dentro de su pulsión de vida, lo que llamamos función materna.

Las diversas operaciones de constitución subjetivas van a permitir que ese niño asome al mundo del símbolo. Ya hablamos de la función materna. La función paterna es la que tiene como función separar al niño  de su madre y producir la salida hacia la exogamia. Otra función poco trabajaba pero muy importante es el concepto de fort-da. Éste permite que el niño se inscriba en el mundo del símbolo y Freud lo incluye en el juego del carretel de su nieto. Juegos por el estilo pueden ser el de las escondidas, y es la manera como el niño empieza a soportar la desaparición del Otro en términos de juego, sin que eso implique una pérdida.

Función materna, función paterna y fort-da son funciones escenciales. Del fort-da suele hablarse en los términos del juego, pero en la clínica lo vemos también. En muchos casos graves hay dificultad para inscribir algo necesario y el trabajo del analista con este concepto es escencial. El fort-da implica un ir y venir, donde el sujeto se va modificando. El dispositivo transferencial implica la posibilidad de un fort-da, pero a condición de que el analista se preste en forma simbólica: por ejemplo, en los hospitales públicos sabemos que a veces las sesiones tienen que ser caminando en el espacio abierto porque no hay consultorios. Hay ahí un tema de salir del consultorio, que el espacio transferencial esté de todas maneras... Esto es muy importante con la llegada de las sesiones virtuales, donde los espacios siguen estando aunque los formatos sean distintos.

Cuando tenemos función materna, paterna y fort-da constituídos, lo que se va constiuyendo como nudo borromeo. Un nudo, para ser borromeo, tiene la condición de que al cortar un círculo se sueltan los otros dos. Lo importante de esto es que cuando algo se corta, empiezan a aparecer los síntomas de desasimiento del sujeto. Como la función paterna es necesariamente fallida, puede ocurrir que un registro se despliegue sobre otro. Por ejemplo, si el registro real se despliega sobre lo imaginario...


...aparecen las cuestiones del orden de la angustia. También puede ocurrir que el registro de lo imaginario se despliegue sobre lo simbólico y allí tendremos la inhibición. El despliegue del registro simbólico sobre lo real da el síntoma.

Relacionado: Inhibición, síntoma y angutia. Tiempos lógicos de una experiencia: el psicoanálisis.

De esta manera, tendremos el texto de Inhibición, síntoma y angustia de 1926. Ahora bien, lo que suele decirse acerca de la inhibición es que se trata de un proceso de detención. Lacan la ubica como un síntoma en el museo, donde el sujeto ni siquiera enfrenta el conflicto que evita el cumplimiento de su deseo. 

¿Pero qué vemos en los casos opuestos, el de los niños hiperactivos, que sólo los detiene la pared contra la que se estrellan? Son niños que corren hasta que se chocan contra la pared. Lo que falta allí es la inscripción del límite en relación a la superficie del cuerpo. Este punto es esencial, porque el analista debe anudar lo imaginario, que se despliega sobre lo simbólico, para inscribir la inhibición. Esto es a condición de que en lo imaginario el cuerpo del niño esté libidinalmente sostenido. Aquí la inhibición no es un síntoma en el museo, sino una necesidad de inscripción que debe producirse. El gran tema en el análisis es cómo producir las operaciones necesarias para que el aparato psíquico comience a tener bordes. 

Relacionado: Impulsos desenfrenados en la infancia: estallidos de la pulsión

Hay un momento en el tratamiento del psicótico en el que logran dislumbrar que van a brotarse. Lograr que el el sujeto tenga un registro de que eso se avecina y que no se caiga por el tobogán, es tarea del analista, que inscribe algo no inscripto en la estructura. 

Hay que tener mucho cuidado cuando se trabaja en relación a la inhibición, para que la intervención no tome todo. Cuando hay salidas en falso, el sujeto siente que puede hacer cualquier cosa. En estos casos, el registro imaginario ha engordado y queda narcisísticamente empoderado, que es una palabra que suele escucharse mucho hoy. El poder siempre tiene que estar tamizado por la castración. A la inhibición hay que trabajarla cuando se ubica como punto de detención al cumplimiento de un deseo. Hay muchas otras inhibiciones que son necesarias, porque tienen que ver con los diques anímicos del Edipo, como el pudor.

¿Qué vemos cuando un sujeto se corta a sí mismo? Que falta el velo narcisista, ese punto donde el dolor o el temor a una marca debería detenerlo. Cuando el sujeto se corta en lo real, solemos ver que la palabra está obstaculizada y el cuerpo, desinvestido, casi como si solamente fuera una superficie biológica. Ese cuerpo que se empieza armar -por ejemplo, los adolescentes que se muestran por redes sociales- es un proceso de construcción del sujeto teniendo su propio cuerpo. Los padres se quejan de que los adolescentes se muestran demasiado, pero en estos casos al menos hay un cuerpo que mostrar.

La gran pregunta es cómo libidinizar al paciente. Aquello que no ha podido ocurrir: preguntarle por el dolor, preguntarle por él como persona, incluir un borde. Para quien se corta, la sangre afuera o dentro es lo mismo. Para muchos niños pequeños que se impresionan si les sale sangre, lo cual es bueno, ya que su piel ya se constituyó como límite a sí mismo y al Otro. 

La transferencia en estos casos debe ser muy cálida, tomando esos cortes y transformándolos en preocupación, cuidado dentro de la escucha analítica (con distancia y a la vez con cuidado y afecto). Esto produce en el sujeto una libidinización, donde el empieza a constituírse como uno. Recordemos que en los trastornos más primarios, Freud hablaba de lo autoerótico, de la satisfacción de la pulsión en términos anárquicos. Para que se constituya un cuerpo es necesario que se constituya la libido y si esto está detenido, el analista deberá construir el tramo que hace falta. Aquí trabajamos con el nudo no a nivel del corte, sino a nivel de la sutura.

En el S. 12 aparece esta metáfora de Lacan sobre el corte, el empalme, la sutura. Cuando un joven se corta, nuestro trabajo es constituir un cuerpo y trabajar desde ahí. Lo imaginario sobre lo simbólico va a inscribir la necesidad de cuidar ese cuerpo, que tiene límites. Esta es la inhibición necesaria para no cortarse más, para cuidar el cuerpo, cuestiones que tienen que ver con lo posterior de la libidinización. 

martes, 22 de octubre de 2019

El narcisismo y el deseo, que-hacer clínico.


Apuntes de la conferencia dictada por Daniel Zimmerman, el 19/09/2018

A modo de enigma escribo lo siguiente en el pizarrón:

i(a)
a

¿Qué significa este cociente? 

Si estas conferencias son desde la clínica psicoanalítica, se me ocurrió interrogar a Lacan. Él dice, en Los escritos: La práctica del psicoanálisis es una práctica que reconoce en el deseo la verdad del sujeto. Subrayo la verdad en el deseo y el sujeto como palabras clave. Para esta misma época, en su Seminario 12 Problemas cruciales... , todavía no publicado oficialmente, dice:

Ser psicoanalista es estar en una posición responsable, la más responsable de todas, en tanto él es aquel, a quien es confiada la operación, de una conversión ética radical, aquélla que introduce al sujeto en el orden del deseo (...)

En base a esto, ¿que-hacer? Voy a tomar otra breve y contundente afirmación de Lacan, cuando nos orienta diciendo que la ética del psicoanálisis pasa nada más ni nada menos que en poner en práctica su teoría, la psicoanalítica. Practicar la teoría es el desafío que tenemos y por ejemplo, ver cómo se juega en el sujeto la verdad y la cuestión del deseo.

Tengo un gusto por encontrar en la literatura personajes, siguiendo la tradición freudiana y lacaniana, darles estatuto de sujeto e interrogarlos para que nos ayuden en el territorio de la subjetividad. No es nada nuevo, por ejemplo Freud y Lacan se preguntaban por qué Hamlet postergaba su acto vengativo, sabiendo por el fantasma del padre quién era el asesino. Tanto Freud como Lacan consideraron a Hamlet como protagonista de la tragedia del deseo. Freud dijo que el problema pasaba por el deseo por la madre. Lacan cambia la preposición: dijo que se trata del deseo DE la madre. Esto está en el S. VI, El deseo y su interpretación.

El narcisismo. Dice Lacan, en el S. XVI, De un otro al Otro, un recordatorio a la altura de su enseñanza. Hay una imagen que desempeña un papel privilegiado. 

Esta imagen es la imagen especular que está al comienzo de esa dimensión que llamamos narcisismo. 

Es la imagen especular. Sabemos que esto no es el privilegio del hombre, que en muchos otros animales, a cierto nivel de su comportamiento, de eso que se llama la etología, costumbres animales, las imágenes de una estructura aparentemente equivalente del mismo modo privilegiadas, ejercen una función decisiva en lo que se refiere al organismo.

Todo lo que es observado por el psicoanálisis, articulado como momento de las relaciones entre i(a) y este objeto a, es el punto vivo que para nosotros es de primer interés, para estimar en su valor de modelo todo lo que libera el psicoanálisis en el nivel de los síntomas.

Es decir, esto no es para pavonearnos con cuestiones teóricas, sino que esto va directamente al corazón del síntoma. Y si va hacia el síntoma, podemos anticipar, así como hablamos de narcisismo y deseo, nos va a conducir a la dimensión del goce.

Preguntémosle a Lacan, ¿Qué es i(a)? ¿Qué es a, si acaba de decir que tiene que ver con el narcisismo? Me voy 8 años atrás para rescatar una frase del seminario de La transferencia

Lo que llamo el i(a) es el soporte de la función de la imagen especular. Dicho de otra manera, es la imagen especular en tanto tal cargada de investimiento propio, que le corresponde en el registro libidinal distinguido por Freud bajo el término investimiento narcisista. La función i(a) es la función central del investimiento narcisista. 

¿Y qué es “a”? Vamos a tomar una, entre tantas definiciones que dio Lacan, del Seminario XI, donde dice:

Este a se presenta justamente en el campo del espejismo de la función narcisista del deseo como el objeto intragable, si así podemos decir, que queda atravesado en la garganta del significante. Es en ese punto de falta donde el sujeto tiene que reconocerse (...)

Espero que alguna de estas afirmaciones podamos retormarlas con el ejemplo literario. El a es ese objeto intragable que se presenta así en el espejismo de la función narcisista del deseo. Lacan, si volvemos a la cita, anticipa que i(a) es la clave es usar para diferenciar el valor de la imagen especular del narcisismo en los animales y el ser humano, habría que subrayar la relación en uno y el otro. Tratando de despejar esa función, en el Seminario IX, Lacan dice:

Ese i(a) es el que envuelve ese acceso al objeto de la castración.

El objeto de la castración es a. Subrayaría “envuelve. Concluyendo su año de enseñanza, dice:

Esto es lo que me propuse desarrollar este año (la identificación). i(a) y a, la relación entre uno y otro, la máscara que constituye uno para el otro. i(a) no es la representación ni el representante, no es eso, se trata de algo que envuelve, es la máscara del objeto a. es la vestimenta, como veremos más adelante.

Máscara, envoltura, que deberíamos aclarar que con Freud es el narcisismo secundario. i(a) envuelve, funciona como máscara del objeto a. Si el objeto a es un objeto que causa el deseo, ya podríamos empezar a preguntarnos si se trata de desenmascararlo. ¿Nuestra práctica consiste en eso? ¿Hasta qué punto esa máscara resulta engañosa? ¿Pero hasta qué punto podemos prescindir de ella? Es una cuestión central del S. IX, el S. XI, ¿Cambiará en algún momento la acentuación que le hace a esta cuestión? Encontré que en el seminario XX, 9 años después de la angustia, dice:

Sólo con la vestimenta de la imagen de sí que viene a envolver al objeto causa del deseo, suele sostenerse –es la articulación misma del análisis– la relación objetal. La afinidad del a con su envoltura es una de las articulaciones principales propuestas por el psicoanálisis.

Hasta aquí la articulación de la imagen especular, narcisismo y deseo. Pasemos a la ilustración clínica. Se trata del cuento Amor de Clarice Lispector, escritora brasileña ya fallecida, autora de cuentos y novelas. Yo tengo esta recopilación de cuentos que se llama “Lazos de familia”, publicado en la década del ‘60. El personaje podría ser alguien que viene a nuestra consulta.

Ana es casada, tiene hijos. La noche en que transcurre el cuento, ella espera a la familia para cenar y sube al tranvía con la bolsa de compras. Hay una descripción de su vida cotidiana, a la que se dedica con todo su esfuerzo:

Ana prestaba a todo, tranquilamente, su mano pequeña y fuerte, su corriente de vida.

Atendía las cosas de la casa, atendía a su marido de noche y a sus hijos. En ese contexto, empieza el relato.

Cierta hora de la tarde era la más peligrosa. A cierta hora de la tarde los árboles que ella había plantado se reían de ella. Cuando ya no precisaba más de su fuerza, se inquietaba. Sin embargo, se sentía más sólida que nunca, su cuerpo había engrosado un poco, y había que ver la forma en que cortaba blusas para los chicos, con la gran tijera restallando sobre el género. Todo su deseo vagamente artístico hacía mucho que se había encaminado a transformar los días bien realizados y hermosos; con el tiempo su gusto por lo decorativo se había desarrollado suplantando su íntimo desorden. Parecía haber descubierto que todo era susceptible de perfeccionamiento, que a cada cosa se prestaría una apariencia armoniosa; la vida podría ser hecha por la mano del hombre.

El relato insiste con la vida cotidiana, hasta que aparece un peligro.

Su precaución se reducía a cuidarse en la hora peligrosa de la tarde, cuando la casa estaba vacía y sin necesitar ya de ella, el sol alto, y cada miembro de la familia distribuido en sus ocupaciones. Mirando los muebles limpios, su corazón se apretaba un poco con espanto. Pero en su vida no había lugar para sentir ternura por su espanto: ella lo sofocaba con la misma habilidad que le habían transmitido los trabajos de la casa. Entonces salía para hacer las compras o llevar objetos para arreglar, cuidando del hogar y de la familia y en rebeldía con ellos. Cuando volvía ya era el final de la tarde y los niños, de regreso del colegio, le exigían. Así llegaba la noche, con su tranquila vibración. (...) Y alimentaba anónimamente la vida. Y eso estaba bien. Así lo había querido y elegido ella.

Hay un peligro y aparece la palabra espanto. Podemos pensar y practicar nuestra teoría qué nombre podemos ponerle a lo que la narradora va describiendo: la angustia, una señal que anuncia un peligro. Volvemos al cuento y al tranvía:

El tranvía se arrastraba, enseguida se detenía. Hasta la calle Humaitá tenía tiempo de descansar. Fue entonces cuando miró hacia el hombre detenido en la parada. La diferencia entre él y los otros es que él estaba realmente detenido. De pie, sus manos se mantenían extendidas. Era un ciego.

¿Qué otra cosa había hecho que Ana se fijase erizada de desconfianza? Algo inquietante estaba pasando. Entonces lo advirtió: el ciego masticaba chicle… Un hombre ciego masticaba chicle.

Ana todavía tuvo tiempo de pensar por un segundo que los hermanos irían a comer; el corazón le latía con violencia, espaciadamente. Inclinada, miraba al ciego profundamente, como se mira lo que no nos ve. Él masticaba goma en la oscuridad. (...) El movimiento, al masticar, lo hacía parecer sonriente y de pronto dejó de sonreír, sonreír y dejar de sonreír -como si él la hubiese insultado(...)

¿Qué presentifica este ciego? El texto dice que él la miraba profundamente, como se mira algo que no nos ve. Ella lo ve, él no la ve pero la mira. Presentificación incuestionable de una de las especies privilegiadas del objeto a: la mirada. La mirada y sus efectos. Recuerden que tenemos:

i (a)
a

Una de las especies del objeto a es la mirada. Una mirada que puede ser presentificada por aquel que no ve, un ciego. Fórmula lacaniana de la mirada “Tu no me ves allí desde donde yo te miro”. Esa es la fórmula que Lacan nos da para identificar y conocer la función de la mirada. Volvamos al cuento: hay un sacudón, el tranvía arranca.

Pocos instantes después ya nadie la miraba. El tranvía se sacudía sobre los rieles y el ciego masticando chicle había quedado atrás para siempre. Pero el mal ya estaba hecho.

La pregunta es cuál es ese mal que se ha producido al ver a un ciego esperando en la parada. Como siempre, la escritora lo dice mucho mejor y de manera más amplia de lo que podríamos decir nosotros.

La bolsa había perdido el sentido, y estar en un tranvía era un hilo roto; no sabía qué hacer con las compras en el regazo. Y como una extraña música, el mundo recomenzaba a su alrededor. El mal estaba hecho. (...) Ana respiraba con dificultad. (...) El mundo nuevamente se había transformado en un malestar. Varios años se desmoronaban (...) Notar una ausencia de ley fue tan súbito que Ana se agarró al asiento de enfrente, como si se pudiera caer del tranvía, como si las cosas pudieran ser revertidas con la misma calma con que no lo eran. Aquello que ella llamaba crisis había venido, finalmente.

Practiquemos la teoría: una crisis de angustia. Este es un ejemplo notable de la angustia como señal de peligro. El asunto es qué peligro. Freud reconoce que tiene que ver con el objeto, Lacan reconoce que efectivamente es así. El objeto a, el peligro no es que el objeto se pierda -Freud, léase Juanito- sino que el objeto no se pierda. Angustia señal a un peligro de corte con el objeto para Freud y para Lacan el peligro de que el corte con el objeto no se produzca. En el caso tenemos una crisis de angustia, esta mujer podría llegar a la guardia del hospital y ser diagnosticada con ataque de pánico. En el relato empieza a aparecer cierta de dimensión de la extrañeza. Como dice el relato, la crisis ya había venido finalmente.

Un ciego mascando chicle había sumergido al mundo en oscura impaciencia.(...)

Ella había calmado tan bien a la vida, había cuidado tanto que no explotara. Mantenía todo en serena comprensión, separaba una persona de las otras, las ropas estaban claramente hechas para ser usadas y se podía elegir por el diario la película de la noche, todo hecho de tal modo que un día sucediera al otro. Y un ciego masticando chicle lo había destrozado todo.

El relato tiene un toque vintage, creo que hoy se hablaría de Netflix. Pero la encrucijada puede ser la misma. 

Solamente entonces percibió que hacía mucho que había pasado la parada para descender. (...) Por un momento no consiguió orientarse. Le parecía haber descendido en medio de la noche.

Interesante, extrañeza, desorientación… Esto a veces nos pasa en el consultorio, el paciente se pasa o se baja antes cuando venía a la consulta.

Era una calle larga, con altos muros amarillos. Su corazón latía con miedo, ella buscaba inútilmente reconocer los alrededores, mientras la vida que había descubierto continuaba latiendo y un viento más tibio y más misterioso le rodeaba el rostro. (...) Caminando un poco más a lo largo de la tapia, cruzó los portones del Jardín Botánico. (...) La vastedad parecía calmarla, el silencio regulaba su respiración. (...) Todo era extraño, demasiado suave, demasiado grande.(...) El banco estaba manchado de jugos violetas. Con suavidad intensa las aguas rumoreaban. En el tronco del árbol se pegaban las lujosas patas de una araña. La crudeza del mundo era tranquila. El asesinato era profundo. Y la muerte no era aquello que pensábamos.

¿Qué nombre le pondríamos en nuestra jerga a esta dimensión que está subrayada? Clarice Lispector nos ayuda:

Al mismo tiempo que imaginario, era un mundo para comerlo con los dientes, un mundo de grandes dalias y tulipanes. Los troncos eran recorridos por parásitos con hojas, y el abrazo era suave, apretado. (...), era fascinante, la mujer sentía asco, y a la vez era fascinada.

Con Freud aprendimos, en el historial del hombre de las ratas, que hay situaciones donde se mezclan el horror y la fascinación por la irrupción del goce. El goce tiene que ver con la amenaza de irrupción de algo que permanece opaco en la cortina imaginaria, pero que tiene que ver con el mundo que aparece ya para comerlo con los dientes. Empieza a ponerse de primer plano la aproximación a lo real del goce. Y en relación al objeto a, la mirada. Me gustaría subrayar esto de la fascinación y el punto en que un sujeto es capturado por ella. 

Era fascinante, y ella se sentía mareada.

Pero cuando recordó a los niños, frente a los cuales se había vuelto culpable, se irguió con una exclamación de dolor. Tomó el paquete, avanzó por el atajo oscuro y alcanzó la alameda.(...)

Hasta que no llegó a la puerta del edificio, había parecido estar al borde del desastre. Corrió con la bolsa hasta el ascensor, su alma golpeaba en el pecho(...)

Subrayo para la clínica la dimensión de la culpa. Lacan nos enseña que la culpa es una brújula que nos permite ver si un sujeto está orientado o no en el deseo. El sentimiento de culpa nos sirve, en la clínica y en relación al deseo, nos indica que el sujeto se encuentra extraviado en su deseo. En el S. VII de La ética Lacan nos dice que no hay otra culpa que la de haber cedido en el deseo. ¿Qué tratamiento transcurre sin que en el corto plazo aparezca algo que el sujeto hizo o dejó de hacer por la culpa que le daba? Practiquemos la teoría; el relato nos dice: ella se siente culpable, recuerda a los niños, y eso ¿le hace recobrar el “sentido de realidad” -con muchas comillas-, su realidad cotidiana? El peligro va a terminar cuando llegue a su casa y la amenaza de desastre quede anulada.

Se dejó caer en una silla, con los dedos todavía presos en la bolsa de malla. (...) su corazón se había llenado con el peor deseo de vivir.(...) Ya no sabía si estaba del otro lado del ciego o de las espesas plantas.(...) Estoy con miedo, se dijo, sola en la sala. Se levantó y fue a la cocina para ayudar a la sirvienta a preparar la cena.(...) Horror, horror. Caminaba de un lado para otro en la cocina, cortando los bifes, batiendo la crema. En torno a su cabeza, en una ronda, en torno de la luz, los mosquitos de una noche cálida. (...)

Después vino el marido, vinieron los hermanos y sus mujeres, vinieron los hijos de los hermanos.(...) Cansados del día, felices al no disentir, bien dispuestos a no ver defectos. (...) Ana sujetó el instante entre los dedos antes que desapareciera para siempre.

¿De qué instante se trata, qué le espera? La mirada nos propone seguir el relato, en relación a la imagen especular y el objeto. Se trata del instante de ver. Si en algún momento lo real amenazó con resquebrajar la imagen especular, en el instante de ver se recupera y Ana logra recomponer su realidad cotidiana. La pregunta permanece:

La ciudad estaba adormecida y caliente. Y lo que el ciego había desencadenado, ¿cabría en sus días? ¿Cuántos años le llevaría envejecer de nuevo?

Ella oye un ruido, se tropieza con el marido y él derrama un poco de café. Él advierte que hay algo extraño en Ana:

-¡No quiero que te suceda nada, nunca! -dijo ella.
-Deja que por lo menos me suceda que el fogón explote -respondió él sonriendo. (...).

Ese día, en la tarde, algo tranquilo había estallado, y en toda la casa había un clima (...) triste.

-Es hora de dormir -dijo él-, es tarde.

En un gesto que no era de él, pero que le pareció natural, tomó la mano de la mujer, llevándola consigo sin mirar para atrás, alejándola del peligro de vivir. Había terminado el vértigo (...)

Había atravesado el amor y su infierno; ahora peinábase delante del espejo, por un momento sin ningún mundo en el corazón. Antes de acostarse, como si apagara una vela, sopló la pequeña llama del día.

Así termina el relato: ella aferrándose a la imagen en el espejo. El relato no lo podría decir más claro. Ana se aferra a la imagen en el espejo como lo que le da sentido a su existencia. Volvamos a la definición del lugar del psicoanalista. Un psicoanalista puede colaborar para que el sujeto no se confíe de la imagen. No se trata de sacar la imagen ni atentar contra ella, pero no se puede dejar de pasar por el fantasma, soporte del deseo, en la medida que funciona como marco que encuadra la realidad. 

Pregunta: Me gustaría que explicaras más la mirada del que no ve.
D.Z.: La angustia surge ante el deseo del Otro. Lacan toma la novela “El diablo enamorado” para plantear que el surgimiento de la angustia es cuando se le presenta al sujeto “che vuoi?” 

El relato de Clarice Lispector nos muestra como la presentificación de una mirada puede perturbar o alterar la cotidianeidad y no necesariamente una mirada es algo que nos mira. Algo en la imagen especular de repente empieza a funcionar como mancha. Algo en el terreno de lo visto produce un corte y presentifica algo que puede ser vivido por el sujeto como fascinación. Es decir, está ligado a la irrupción de un goce. Cuando digo que cualquier cosa puede mirarnos, quiere decir exactamente eso: puede ser la mirada ciega de alguien que no ve, pero algo en nuestra cotidianeidad, en determinado momento, puede empezar a mirarnos y empezar a interrogarnos en relación a si estamos en concordancia o no con nuestro deseo. Por eso lo ligo con el “che vuoi?” y eso va de la mano con el ejemplo que Lacan da para ilustrar sus conceptos con la mantis religiosa. La angustia surge en el momento en que el sujeto se ve cuestionado en qué quiere el Otro de mi como objeto. No hay una respuesta de qué, ni siquiera de un quien, el desafío de esa pregunta es que insta al sujeto a manifestarse deseante. No a manifestarse en su deseo sino a manifestarse como deseante. No tenemos ningún dato del caso que nos indique lo subjetivo en relación a la madre, o qué pasó en sus tiempos instituyentes para afirmar algo de faltó o no algo de la mirada. 

Siguiendo el relato podríamos decir que el ciego masticando chicle podríamos preguntarnos, ¿por qué la insistencia en que está masticando chicle? En principio es la aparición de otra pulsión, la pulsión oral. Ya tenemos la mirada y ahora la pulsión oral. Presentificación del objeto a como causa del deseo, que amenaza con desarmar el marco fantasmático, entendiendo que marco fantasmático es algo que vacila y el peligro de su vacilación es que irrumpe ese objeto que debería quedar velado: i(a). Por eso digo que no se trata de que desenmascaremos esa pátina de realidad para aproximarnos a ese real, porque ese real es siempre imposible. De lo que se trata es, a través de la culpa, a través de la extrañeza, de la fascinación, interrogar históricamente la pista que Ana nos da: ¿Por qué ella descartó todo lo que tenía que ver con su deseo en relación a lo decorativo como si fueran enfermedades de la infancia que se padecen y si uno después se cura? Este es el drama que ella misma nos dice:

Todo su deseo vagamente artístico hacía mucho que se había encaminado a transformar los días bien realizados y hermosos; con el tiempo su gusto por lo decorativo se había desarrollado suplantando su íntimo desorden.

Ahí tenemos algo que podemos indagar, cómo es que el ciego y su mirada la interroga: che vuoi?, ¿qué quieres? ¿Qué fue de tu deseo artístico, en qué lugar quedó? ¿Por qué lo dejaste ahí, por qué no le hacés lugar? No se trata de que deje a los niños, que tire todo por la borda… La pregunta es si cuando la mirada del ciego irrumpe, ella se ve con la bolsa en el regazo diciendo ¿solamente esto soy, haciendo las cosas de la casa y dejando pasar el día hasta que la cosa se vuelva a reacomodar? La señal clínica que tenemos de este peligro es la angustia, la extrañeza, el corazón que late más fuerte, sensaciones de desorientación, presentificación de lo real. La angustia es señal de lo real, en un marco que vacila pero que siempre se mantiene conservado, que es lo que nos permite reorientar la brújula en la clínica. Pero Ana, en el momento que se siente culpable, vuelve a cerrar lo que se abrió. Instante de ver. El cuadro vuelve a rearmarse, pero queda la pincelada. Subrayo la palabra mancha, la mancha como prototipo y paradigma de la mirada, cualquier situación puede en determinado momento funcionar como mancha. Es una función. La presencia del ciego funciona como objeto causa del deseo, que viene a cuestionar ese espejo que ella se esmera por mantener brilloso todo el tiempo. Este espejo la refleja, el espejo narcisista, donde no aparece si una salpicadura, a la que hoy estamos llamando i(a). Eso que funciona como mancha puede ser algo que salpica la apariencia de las cosas.

Hay una historia de Lacan, que cuenta que un burgués va a pescar con un grupo de pescadores. Y en un momento, uno de los pescadores le dice, al ver una lata de sardinas flotando en el agua, “¿Ves esa lata flotando? Ella te mira”. La lata, por el brillo del sol, adquiere un reflejo particular. El humilde pescador le señala que esa lata lo mira preguntándole qué está haciendo él ahí, con los laburantes, sacando el pescado para vivir. 

Hay otro ejemplo del cine tomado por Lacan, en La Dolce Vita, en la famosa escena donde Marcello Mastroiani va a la playa donde los pescadores están rescatando una manta raya. La cámara se centra en el ojo de la mantaraya y Mastroiani dice que esa mantaraya muerta los está mirando.




Lacan toma esta escena para ilustrar cómo un ojo inerte puede mirar sin ver para cuestionar el lugar del sujeto en relación a su deseo. Esa es la encrucijada que Ana atraviesa y que lo que se trata es que de la mano de un psicoanalista o del que sea, pueda a partir de esa perturbación, rescatar que el afecto que se produce es claramente respecto de la angustia y que se confirma una vez más de que está advirtiéndole al sujeto de que puede quedar extraviado en su deseo. Eso no quiere decir que abandone todo y que la clave sea tirar todo por la borda como si nada de todo eso tuviera importancia. Largarse a lo real no es más que una salida que a veces el sujeto se embarca y la llamamos pasaje al acto. Pero antes de eso, el sujeto podría intentar ponerse en concordancia con lo que tiene que ver con su deseo. La angustia está del lado del sujeto, está para advertirle que está en la disyuntiva que plantea la encrucijada con la imaginada mantis religiosa. Si no cambia de posición, puede quedar capturada en una posición de goce y queda impedida en el camino de su propio deseo. 

Este relato de la vida cotidiana de Ana no nos da ninguna pista, pero seguramente encontraríamos en un análisis, vía la mirada como paradigma del objeto causa del deseo, o por medio de otra especie del objeto -dijimos objeto intragable, masticando chicle- y podemos también ver ahí algo del deseo y el goce en los llamados trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia y la bulimia. ¿En qué relación se coloca el sujeto y qué posición adopta en la encrucijada de la angustia? O la convivencia de los cortes en sujetos diagnosticados de anorexia. ¿Qué corte es el que se está produciendo un sujeto cuando incide sobre su cuerpo real, cortándolo? La respuesta clínica es unánime: no hay nada de masoquista ni cosas por el estilo. Lo dicen: una vez que me corté, sentí alivio. Algo de ese corte propiciatorio, no por el mejor de los caminos, se lo procuró. Corte del objeto, objeto que cae y que le permite al sujeto no quedar atrapado en el goce del Otro. En la medida que el objeto cae, se relanza el deseo.

miércoles, 18 de octubre de 2017

La angustia en la pubertad: presentaciones clínicas.


Apuntes de la conferencia dictada por Pablo Kovalovsky, el martes 18 de Octubre de 2016


Adolescencia - pubertad. En 1993 comencé escribiendo un trabajo para un congreso lacanoamericano que trabajaba a la pubertad desde el punto de vista de lo que me interrogaba la clínica de lo que en ese momento desarrollaba. Me interrogaban las adicciones, de por qué los adictos, si bien podían consultar a los veintipico de años, en la historia aparecía que el comienzo de la adicción era en la pubertad. Este fue el punto de partida en mi indagación. Allí escribí un trabajo, donde lo primero que me surgió fue la diferencia entre la pubertad y la adolescencia. Me interrogué acerca de cómo se daría el pasaje de ese estado puberal al adolescente. Allí tuve que recorrer varios textos y muchos años después trabajé acerca de un ritual puberal descrita por un autor japonés Mishima, que tiene un libro que se llama “El marinero que perdió la gracia del mar”. Se los recomiendo, porque en su crudeza, Mishima describe exactamente, quizá por su propia experiencia de vida, lo que implica la posición del púber y el pasaje al adolescente, con determinados ritos de la pubertad. Con esto estoy diciendo algo, que los ritos de pasaje ancestrales que se encuentran en las tribus aborígenes, que están profusamente descritos en un libro que Freud consultó mucho, que es el de Frazer, que es “La rama dorada” y que en su última parte va a hablar sobre la máscara, la resurrección y los pasajes puberales. Vale decir que implica esa dimensión de la pérdida, de la muerte y del duelo, que se tramita a través de esos pasajes puberales.

En cuanto al segundo despertar sexual, Lacan va a hacer el prólogo de un libro de Wedekind, que se llama “El despertar de primavera”, del cual se hizo un musical en Broadway y en Buenos Aires también, y trata de un grupo de adolescentes. Hay una serie disquisiciones que Lacan hace sobre ese punto, que yo menciono solamente como referencia para marcar los lugares donde podemos pensar bibliográficamente el tema. “La metamorfosis de la pubertad” de Freud, el libro de Mishima y el libro de Wedekind vastamente citado y prologado por Lacan y que en 1974, Lacan lo vuelve a retomar en uno de sus seminarios.

Freud dice, ilusoriamente, en Metamorfosis de la Pubertad de los 3 ensayos...(1905), que en la pubertad se trata de constituir un túnel que unirá la corriente tierna de la sexualidad, una corriente ligada al placer preliminar infantil, con la nueva corriente que es la sensual, que por el desarrollo sexual de la metamorfosis puberal, implicaría la evacuación de los productos genésicos. Vale decir que esta unión con la cual se imagina Freud y nos propone la idea de que hay que unir ambas cosas, nos deja también con la pregunta picando: ¿es posible que se unan estas 2 corrientes? No lo hace explícitamente. Yo les diré algo de la complejidad de la unión de estas 2 corrientes:

En principio, tenemos la corriente tierna ligada al placer preliminar. Fíjense que la ternura ligada al placer preliminar implica esa dimensión de los orificios corporales, donde adquieren prevalencia situaciones que implican un defecto o un exceso del estímulo. Un exceso del estímulo de esa erogeneidad preliminar puede implicar un aumento de la tensión y un dolor concomitante. Imaginémonos por un momento que estamos hablando de algo concreto, por ejemplo de la succión, ligada a una función vital que es la de la alimentación. Freud va a ubicar un término. Una de las acepciones es apoyo, función vital en la erogeneidad del orificio, por ejemplo, oral. Un chico para succionar debe tener una erogeneidad en el orificio oral, sino no se alimenta. Si hay un exceso de erogeneidad, también trae una discordancia y se alimenta demasiado, que es por ejemplo lo que pasa cuando las madres se lastiman el pezón por exceso de succión. Cuando ya no hay más leche, el chico sigue succionando sin límite, fíjense que ya está allí, en esa noción de apoyo, este lugar del Otro primordial, el Otro materno en este caso, que es aquel encargado de regular el modo en que pueden enlazarse esta erogeneidad orificial a lo que Freud llama la ternura. En principio no tendría esto una dimensión gozosa, pero sin embargo utiliza el término de placer y goce. El término es lust, entonces uno se pregunta si acaso la ternura no está desligada del goce. Parece ser que si esto no se anuda de alguna manera, no funciona. Ahí aparecen las puericultoras, que están horas y horas con las mam´ñas tratando de que el niño se alimente.

El término de apoyo, en realidad, se podría traducir mejor como cercanía y mejor aún como entornamiento. vale decir que lo vital queda entornado en función de ese orificio erogeneizado. Digamos que si a una mamá se le dice deserogeneizadamente y deslibidinizadamente una modalidad estricta “usted le debe dar la teta cada X tiempo, no se la vaya a dar antes porque de lo contrario ocasionará…”, esto tiende a instaurar, más que un orden, una dimensión de vaciamiento de erogeneidad, porque la regla no sigue la normativa del juego erógeno que posibilita que el niño se alimente. Entonces ya hay una discordancia a reunir en el término ternura, ligado al placer preliminar, ya en el inicio. Y luego esto tiene que unirse en la pubertad con la nueva dimensión donde el niño se ha transformado en productor de material hormonal que le hace producir productos genésicos y que tiene que vérselas con eso. Se dan cuenta que es bastante compleja la unión de ese túnel.

¿Qué pasa también si este niño, desde la mirada del Otro -materno, paterno- se le es renegada su nueva situación y se lo sigue tratando como un niño? O si se lo trata directamente como un adulto. “¡Salió en calzoncillos de la pieza, como si tuviera 11 años y ya tiene 13, qué barbaridad!” Todo el sistema de normativa casera empieza girar alrededor de dónde está el punto, desde dónde se respeta este estado que hace eclosión dentro de la relación de cada sujeto con el cómo se mira. Digo, porque el término metamorfosis significa “cambio de forma”. Cómo se mira en el espejo y cómo se siente a su propio cuerpo. Además, la mirada de los otros y cómo se conjuga esa dimensión para que se transite esta etapa con la menor cantidad de eclosiones de situaciones que están dentro del campo de lo no dicho, de lo que el niño y el púber no se pueden decir. El púber está gobernado por el no dicho, se encierra en su habitación aturdido, turbado, perturbado, extrañado.
  • Nota: El extrañamiento o embarazo implica la confusión con el entorno. está descrito muy bien por Rocher Caillois al hablar del mimetismo. Propone que un animal se camufla con el entorno, para evitar ser presa de un depredador, pero con consecuencias corporales. Su libro “Langosta y compañía”. Callois dice que el mimetismo tiene una función de dilución de los bordes de la imagen, donde la imagen ya no se recorta entre afuera y adentro y queda sumergida en un afuera, donde es capaz de perder algo de su propio cuerpo.

Si nosotros vamos a los términos de la turbación, o el extrañamiento, diríamos que así como Freud situó en un determinado momento como constitutiva del yo la diferencia con un afuera, del no-yo, donde el yo acoge lo que es apreciado, el yo placer, y lo displacentero queda afuera como hostil, se refiere a la constitución de un borde. Ese borde, en la pubertad, queda puesto en cuestión. Entonces, el extrañamiento implica una suerte de dimensión en la cual el sujeto tiende a disolverse, a mimetizarse con el entorno. Vale decir que este yo y el no-yo queda en cierto momento desdibujado. Entonces, ¿cómo lo restituye? Saliendo de esa escena, donde hay algo de desapropiación, en principio, de su propio cuerpo. Y el efecto que sucede a este extrañamiento de sí mismo, es lo que se llama el pasaje al acto: sale como puede.

El púber sale como puede de ese lugar donde está inmerso o sino se encierra. Ustedes habrán visto que difícilmente compartan la mesa familiar. Arman tabiques donde antes no los hubo. Se encierran en la pieza, salen de la escena. Y mejor no entrar en la pieza, porque tiene todas las poluciones, mocos, poluciones propiamente dichas, suciedad... La pieza del púber no es aconsejable para una madre que sufre de psicosis de ama de casa. Ese tabique que implica un fuera de escena, este punto hace salir de alguien que se siente sumergido en una escena que no es propia, con tal de esa escena, sale como puede: si no puede salir como sujeto, sale como objeto y llena de objetos que cuanto más roñosos sean, más se afirma en ellos.

La otra vertiente, que toca el otro borde de la angustia, la turbación o la perturbación, implica una perturbación, que es que el púber siente en esta confrontación con el espejo, que es él y no es él, una cierta duplicidad. Esa duplicidad hace que el púber pierda la palabra, pero tiene una salida: el acting-out. Es una salida maníaca, una salida y un actuar fuera de sí. Al mismo tiempo que hace algo, el púber se está mirando desde el Otro hacerlo. Quizá nos resulte difícil, por eso les puse el ejemplo de la voz porque es un ejemplo equivalente.

Estadío puberal. Si bien nosotros hablamos de estadío, estadío quiere decir que si bien hay un tiempo cronológico donde esto se despierta, se exacerba, pero tanto en el estadío del espejo que Lacan formalizó tomando a Wallon, que había trabajado este tema en su texto “Los orígenes del carácter en el niño”, donde había trabajado la dimensión que ocurría desde los 6 a los 18 meses de vida del niño, donde el niño sentía una tensión con agresividad. No se trata de una agresión efectiva, sino que implica una agresividad que implica la inhibición de una acción, por ejemplo, de la palabra. Fíjense que el título completo del trabajo de Lacan es “El estadío del espejo y la constitución del yo”, en el sentido del sujeto de la enunciación, del sujeto que habla, cómo es que el niño, cuando dice yo, no piensa en que el yo es el pronombre de la primer persona del singular, sino que está hablando de él. Cómo se apropia con eso que él llama shifter o embrague, que es un embrague para apropiarse del lenguaje. Entonces, para reconocerse a el, en una acción que comienza cuando empieza a decir yo. Hay 2 tiempos en el estadio del espejo.

  • La desagregación corporal donde el chico no puede coordinar aún y siente propioceptivamente las distintas partes de su cuerpo fragmentadamente.
  • Lo que la imagen le devuelve, que es una imagen unificada con un borde. Hay una discordancia y una tensión entre una situación imaginaria que es el bode de la imagen y una situación real que es el niño sintiendo acerca de su propio cuerpo, que no coinciden.

En principio Lacan lo plantea así y luego en el cincuenta y pico se puede empezar a hablar de que hay, además del estadío del espejo, un estado. El niño, dice Lacan, va a mirar a aquel a quien lo sostiene y va a encontrar en esa manera una función simbólica que le otorga un asentimiento que le valida que aquel que está mirando esa imagen, es a la cual le valida la identificación de eso desagregado, a eso unificado. Fíjense que allí tiene que intervenir una terceridad, pero es una terceridad que tiene una pequeña falla que tiene que estar anudada nuevamente: la mirada es un objeto, entonces cuando se encuentra la mirada del Otro y luego vuelve a mirarse en el espejo y a partir de esa mirada del Otro puede girar la cabeza y vuelve a mirarse; encuentra la mirada del Otro también en el espejo, entonces el niño puede lograr esa identificación. Pero no deja de ser un objeto, fíjense si esa mirada no estuviera anudada a una función simbólica, no estaría localizada. La función simbólica pacífica la agresividad, localizando la mirada. La función simbólica tiene la función de pacificar localizando. Si no se localiza la mirada, esa mirada se va a pasear sola, puede aparecer en cualquier lugar. Yo les estoy hablando a ustedes, pero puedo pensar que hay un montón de gente detrás mío que me está mirando. Esto no es algo grato, hasta puede llegar a ser algo siniestro. Esta mirada se llama nili-oblicua, que puede situarse en ningún lugar. O sino, pregúntenle a algún agorafóbico cuando salga a la calle, que les va a contar lo que es esa mirada no localizada en ningún lugar. Se los va a decir con mucha claridad y sin haber leído a Freud ni a Lacan. les va a explicar cómo puede ser mirado desde cualquier lugar. vale decir que algo de lo simbólico falla y el desencadenamiento en el caso de la fobia es de una situación de angustia irrefrenable que se llama ataque de pánico, pero que se trata de un modo en que se reedita un estadío del espejo que está anudado, pero que se puede desanudar.

Con respecto a la pubertad, lo que intento preguntar es: ¿Estadío/etapa o estado que se reedita a lo largo de la vida en determinados momentos? En especial donde hay momentos de pérdidas, duelos, cambios, mudanzas, donde el entorno cambia; en última instancia, pérdidas. Donde hay una pérdida de una función que localice y pacifique. Entonces, yo intento, al hablar de pubertad, en los mismos términos en que hablaría del Estadío del espejo, que se dio en llamar a partir de esta última observación de Lacan, ya no una etapa del niño de 6 a 18 meses, sino una pubertad que puede reeditarse en distintos momentos de la vida.

Hay tribus aborígenes - dice Frazer- donde los púberes empieza a hablar a media lengua y a caminar deambulando, perdiendo el paso, como si remedrasen a un chico en los tiempos de la constitución subjetiva del estadío del espejo. Es muy interesante esta descripción que hace Frazer, que parte de la observación de lo que él como antropólogo había trabajado en tribus aborígenes, de relatos y cosas que sacó directamente.

Pensemos que si en la pubertad necesitamos de ese Otro, así como en el espejo necesitamos de ese Otro, ese Otro en la pubertad tiene que ver con lo que socialmente se llama ritos de pasaje. Cuando uno trabaja con adictos se da cuenta inmediatamente que algo de ese pasaje quedó detenido y entonces, aunque ya Freud nos había advertido, cosa que a mi me llamaba la atención que Lacan no retomara, es que Freud había advertido en Totem y Tabú que la culpa quedaba repartida entre todos los miembros del banquete totémico. Cada uno era uno en relación a otros. Ustedes saben que en ese mito no se hace referencia a las mujeres, con lo cual la sexualidad femenina retornó, tanto en Freud que se pasó la vida preguntándose qué quiere una mujer, o Lacan que tuvo que diagramar conjuntos infinitos para ver dónde estaba el goce femenino. Es como que el banquete totémico Freud lo arma de tal manera que no aparecen las mujeres participando. Lo que les estoy transmitiendo es que hay algo, un punto de partida. Si hay algo que el psicoanálisis no es, es hegeliano. Hegel decía que todo lo real es racional. Decir eso es genial, otra que “cambiemos”, gana siempre. Entra bien, al punto que Hegel tenía el aula repleta de gente. En el aula de al lado daba clase un señor que se llamaba Schopenhauer. Creo que iban 2 primos, un amigo y alguna vecina del barrio en la misma universidad. ¿Qué decía el pobre Schopenhauer? Schopenhauer, cuyo máximo seguidor fue Nietzsche y Freud, que tomó profusamente sus textos, Schopenhauer decía que no todo lo real es racional, vale decir que no cerraba. No es que hegel haya sido un tipo simplista ni nada por el estilo, pero en última instancia su objetivo era racionalizar todo lo real. Es como que yo les dijese que todo un análisis se basa en interpretar y en darle un sentido interpretable y que no queden restos de ningún síntoma, que no quede nada de lo insaciable de este sujeto.

La pregunta de Lacan es que esto no puede ser, entonces el final del análisis, ¿qué pasa con lo insaciable de la pulsión? Porque lo que yo les estoy hablando, tanto con el estadío del espejo, como con el tema de la pubertad, es que al no quedar cerrado, ahí adquiere el estatuto de “estado”, que retorna, porque algo no se cierra. No es que se cierra una etapa y pasamos a la siguiente y esta no retornas. Incluso la re-petición es volver a pedir. Es un juego de palabras que utiliza Lacan para repetición. Está mal traducido un seminario, que se llama en francés Ancore, como “Aún” o “Todavía”. Está mal traducido, porque ancore quiere decir “más, otra vez”. Es como cuando volvemos a casa y los chicos quieren que les contemos un cuento. Una vez. De nuevo. Otra vez. Más… Hay algo de lo insaciable que se presenta constantemente en todo vínculo con el Otro. Esta demanda al otro y la insaciabilidad, fíjense que se trata de este punto crucial de la estructura, que es lo que no cierra. Lo podemos llamar, con Lacan, lo real, lo infinito o lo interminable (con Freud). Es ese real que retorna y cuando retorna, lo hace de diferentes maneras.

En la pubertad, por ejemplo, lo real retorna bajo la forma de la adicción. La adicción es como si el chico atravesase con la aguja entre cuero y carne, intenta suturar lo que no tiene suturado, como si tuviera que autoinfligirse un dolor para recién ahí sentir el cuerpo vido. O cortarse, porque ustedes saben que es muy frecuente los cortes y ¿qué es lo que buscan los cortes? Sentir ese dolor del cual nos otorga el signo más vital que existe. No hay signo más vital que el dolor mismo.

Yo hace muchos años supervisaba en el hospital a una analista, que cuenta de un chico que se cortaba, se cortaba y se cortaba y exhibía los cortes. Y ella estaba muy torturada y dijo, en la supervisión, que no aguantaba más, porque cada vez se cortaba más profundo y el chico no sentía dolor. Entonces, a mi se me ocurrió sugerirle que le preste su cuerpo a ese chico y que le diga que a ella le dolía mucho ver cómo se lastimaba. A la vez siguiente que la fui a supervisar, me dijo este chico vino, ella le dijo eso y 2 semanas después le dijo que se cortó y fue la primera vez que le dolió. ¿Qué significa esto, cuál es la función del analista? Tenemos la de asentimiento, este lugar social que los aborígenes tienen de lugar de pasaje, que está ritualizado, pero que apunta fundamentalmente a enmarcar una instancia que posibilite que algo se tramite allí y tenemos la función del analista que en principio toma como punto de partida el asentimiento. Lo que nosotros hacemos es validar que el analizante dijo lo que dijo. Somos testigos y validamos que este sujeto ha dicho lo que ha dicho. Lo validamos como sujeto en el decir. Parece ser que va de perogrullo, pero no lo es. Es una función constitutiva de que en cada análisis se reedita esta función constitutiva. cada análisis empieza por la represión primaria. Por esta represión primaria que Freud ubica como una operación de incorporación, pero que es incompleta. Tenemos que convivir con esa incompletitud. Un analizante me decía que lo pacificaba ver documentales de animales. Un león, si no tiene hambre, no mata. Pero los seres hablantes somos insaciables, entonces matamos por matar. Si tenemos 50 millones de dólares podríamos tener un buen pasar, pero sin embargo queremos tener 100 millones. ¿Qué locura es esta? Estoy dirigiéndome al punto loco que está más incentivado y en ese punto es que las tribus aborígenes tienden a pacificar. Tratan a su medio ambiente no de un modo depredador, sin llegar a un discurso ambientalista, pero tómenlo en relación a esto que no voy a dañar aquello por el hecho de dañarlo mismo. Voy a cuidar mi tierra. En este sentido hay ejemplos muy elocuentes y muy lindos.

Yo vi un documental donde había un rito puberal que consistía en lo siguiente: a determinada edad, los niños que se transformaban en púberes eran retirados a un lugar oscuro de la selva y en ese lugar unos se pintaban a los otros con pinturas vegetales y una vez habiendo pasado la noche afuera, al día siguiente desfilaban desnudos frente a sus madres y a sus hermanas, que lloraban copiosamente mirándolos. ¿Qué quiere decir esto? Estas madres ya no miraban el cuerpo desnudo, era el cuerpo ya adulto de un púber desarrollado; miraban las pinturas. Había habido un cambio de mirada, una deposición. No escudriñaban incestuosamente en el cuerpo del niño hecho adulto, sino que ese cambio de mirada implicaba a su vez -el llanto lo atestiguaba- la dimensión de una pérdida por ese cambio de mirada misma. Me pareció muy elocuente y muy conmovedor porque como analistas, nosotros muchas veces tenemos que hacer esa misma operación, de poner la mirada para que algo fluya de otra manera y que no devenga una presentificación o una transparencia del cuerpo. Aunque evidentemente el testimonio de los analizantes nos trae situaciones ocurridas en la infancia que son recordadas en la pubertad. Un analizante, un señor de cincuenta y pico,  separado, me decía que estaba saliendo con una mujer de treinta y pico. Decía que se sentía muy a gusto, muy bien, salvo que ella no sabe besar. Yo le pregunté qué quería decir con esto que no sabía besar y él me dijo que ella abría la boca pero no besaba. Después fue más preciso: no succionaba. El beso está emparentado con la succión. Entonces, esa no-succión lo llevó a pensar algo que esta mujer le había contado, de que había tenido serias dificultades en el amamantamiento y que luego se habían vuelto a repetir en determinadas situaciones en relación con ese Otro materno, donde la marca de la erogeneidad del orificio oral que posibilita la succión. Esta persona, que no tenía absolutamente nada que ver con el psicoanálisis ni con ninguna ciencia humana, pudo detectar eso porque le pareció extraño. Por eso estado y no estadío.

En la pubertad, lo que gobierna por este extrañamiento, por esta turbación, ya sea que se asimile al entorno o que quede duplicado el sujeto allí en la turbación y que haya una salida maníaca por el acting out, esta duplicidad que se ve como una escena sobre la escena. Vemos esta duplicidad en la adicción, donde hay una adicción a la mentira. Yo lo que hago cuando tomo en análisis a un adicto, lo primero que le digo es que no me mientan. Que si consumen, que me cuenten; si no consumen, que me cuenten. Hay una adicción a la mentira, porque esta duplicidad es permanentemente tentador. Además hay un no-dicho que hace presentificar ese real que no se puede decir. Un chico me decía que cada vez que tomaba, se le disparaban las ganas de consumir cocaína. Una vez dijo que consumió cuando se fue a hacer un análisis clínico frente a Tribunales. Como le dijeron que tenía que esperar una hora, se tomó 10 cervezas. Él no sabía por qué 10, me dice que porque tenía $100. O sea, que si tenía $1000, se compraba 100. Otras de las expresiones que se escuchan cuando uno pregunta por el consumo es “porque pintó”. esta palabra rellena todo, sirve para todo.  Al no decir nada, es el no-dicho por excelencia. Mi idea es que pudiera articular algo de ese agujero real.

¿Qué es lo que cambia en la adolescencia? En la adolescencia no es solamente lo etimológico de que lo puberal viene de pubis. Adolescere tiene una acepción que es crecer, no solamente el dolor de crecer. Desplegar, también. Un niño se ha estructurado, luego del estadío del espejo, cuando se pacifica su imagen, entonces puede relacionarse con otros y puede formar el complejo del semejante: juega con otros niños sin pegar. En la adolescencia lo que ocurre es que lo solitario se transforma en algo más solidario. Se genera un cierto espíritu de pertenencia, de grupo, aunque muchas veces ese espíritu grupal para ser uno entre otros, como no se puede dejar de participar, ese ritual que puede constituirse en un tatuaje… El tatuaje marca la incrustación en el cuerpo. Este es uno de los rituales de pasaje más frecuentes. También me dijeron algunos pacientes que cuando alguien se empieza a tatuar hay una cuestión de insaciabilidad. No puede dejar de tatuarse, es como una cuestión de que no quede ningún lugar sin cubrir por el tatuaje, es un cuerpo que queda invisibilizado por el dibujo que eligen. Eso marca un fracaso de lograr un punto de detenimiento.

Hay una diferencia que marcaba entre pubertad y adolescencia, y es que en la adolescencia la pertenencia grupal hacía que se pueda sostener algo del orden de un blasón, de un blasón que implique como un escudo, de un carácter en sentido de una letra. La letra viene a reemplazar a lo no dicho en la pubertad y esa letra se transforma en un carácter que es el dibujo de la letra. Por eso no sé cuando termina la adolescencia, porque a veces escucho cómo hablan en grupos de intercambio entre colegas y siento que la jerga es tan cerrada que opera como un tatuaje, como una reafirmación del ser donde se debe pasar por ahí. ¡Nadie, por favor, que sea psicoanalista que deje hablar del goce, porque sino no es analista! ¡Nadie que deje hablar de lo real y de lo que no hay de relación sexual porque sino no es analista! Pueden ser afirmaciones que en un contexto de palabras, adquiere una significación, pero esta ritualización que libidiniza el cuerpo, que le da una significación simbólica al cuerpo, que le da una pertenencia, a veces se hace demasiado rígida y el grupo se hace muy cerrado y endogámico. Es difícil que ahí surja algo nuevo, porque si alguien puede llegar a decir algo que no entra dentro de ese canon, es segregado del grupo. Los adolescentes segregan si alguien no trae un pantalón chupín. Entonces, entre colegas hay chupines psicoanalíticos. Esto tiene una perduración a lo largo de los años y yo no me siento exento de esto. A veces nos cuesta dimensionar el carácter pragmático del psicoanálisis.

En el caso del niño que no ha logrado constituir su yo, estabilizar su imagen porque no tuvo el asentimiento, esa mirada del Otro que se lo posibilitara, no es que no conozca el significado de las palabras. Es como el famoso caso Dick de Melanie Klein. El chico conoce todas las palabras, dispone de ese saber, pero no habla porque no sabe para qué sirve hablar. ¿Para qué sirve hablar? Para llamar al otro. Solo lo puede hacer cuando se angustia y entonces la angustia le posibilita hacer un llamado al analista. vale decir que tuvo que haber una intervención ordenadora para que este chico localice el sentido que tiene decir algo. demás está decirles que yo pienso que la primer traducción que hubo de los seminarios de Lacan diciendo que era estructuralista, fue un craso error. Lacan no era estructuralista, sino pragmático. Por eso los títulos de sus seminarios siempre apuntan a producir un efecto en el otro.

Todos estamos habitados por un no-saber y cada uno lo bordea con su estilo. Lo que yo dije hoy fue mi estilo por bordear lo que no sé acerca del tema que les anuncié. Eso se llama estilo y cada uno tiene el suyo, porque cada uno tiene su historia y su modo de bordear el no-saber. Si no advertimos eso, un analizante que nos viene a hablar desde un punto de vista -por ejemplo, desde un estudiante de ingeniería- no podríamos escucharlo, porque él a su estilo también, con sus términos va a bordear su no-saber. Y nosotros tenemos que poder plegarnos a ese no saber.

Pregunta: El encuentro con el otro sexo, Freud lo nombra en la metamorfosis de la pubertad como un drama que tiene que atravesar el púber en cuanto a novedoso. Yo no escuché que vos lo nombraras.
P.K: El púber está demasiado atormentado por su propio extrañamiento con respecto a su cuerpo como para preguntarse. Por ejemplo, el púber se pregunta cómo se besa. Un púber que yo atendí, huérfano de padre, decía que él no podía correr porque cuando se corría se pateaba las bolas. Él usaba calzoncillos que la madre le compraba que son los que usan los modelos, que no son para correr. Hay que meterse con el cuerpo, y el púber todavía no se puede preguntar esto concretamente. De todas formas, en rasgos generales, esto que retorna de la sexualidad femenina es lo no incorporado del padre primordial, ese real que retorna bajo las formas más siniestras.

Pregunta: Hay una postura de una analista argentina, Silvia Wainstein, que plantea un tercer despertar sexual, que es esa vuelta que acontece luego de haber pasado por un análisis.
P.K.: Ponerle palabras a lo no-dicho, o tratar de ablandar la letra y hacerla pasar y localizarla a partir de la palabra. No empezamos por la letra. Por eso, cuando el chico dijo que no sabía besar, yo no elucubré nada, a ver qué quería decir con eso. Y él solo sacó las conclusiones. Esta persona, que era economista, no tiene nada que ver con el psicoanálsis

Pregunta: ¿Qué relaciones hay entre la pubertad y los problemas de aprendizaje?
P.K.: No sé si te pueda contestar precisamente, pero entiendo que este tiempo casi hipnótico puberal, hace que muchos chicos se duerman en el colegio, por ejemplo. Hay algo de lo discursivo que no llega a conmoverlos. El éxito de lo que se llaman redes sociales, los neologismos, este código que ayuda a no despliegue del sentido, sino a que hace obstáculo a que pueda avanzar allí. Los docentes deben despertar a los alumnos de esa hipnosis, hacer soñar a estos chicos dormidos. Poder construirles algún sueño para que puedan darle otro estatuto a este estado hipnótico.