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domingo, 28 de noviembre de 2021

¿Vale la pena perdir perdón? El perdón en lo simbólico

La deuda se instala en el orden simbólico.
Cuando uno es des-tratado (o maltratado), se instala en el registro del vínculo una falta; ninguno puede hacerse el tonto -o más bien, si se puede, pero se siente una incomodidad silenciosa (lo que los Yankees llaman “el elefante en la habitación”).

En algunos casos el tiempo hace su trabajo y todo vuelve a la normalidad, o casi (probablemente porque no fue tan grave). Pero en otros la tensión se enquista y tiñe todo el vínculo de ahí en adelante.

Eso que no puede dejarse atrás hasta permanecerá hasta que no sea reconocido, admitido, asumido por el otro. La falta instalada debe ser ubicada en algún lugar, no puede desaparecer. Por lo tanto, hay 3 posibilidades de ubicación:

✅La asume el que la cometió, cargando ese peso y responsabilidad.
La asume la víctima (se culpa a sí misma, dejando al otro no-barrado)
Se la intenta diluir, negando responsabilidad alguna para alguien, como un mecanismo para evitar culpabilizar al otro. (Se distribuye equitativamente entre las partes involucradas; se la atribuye a un malentendido; o algún tipo de elemento externo o azar)

Las ubicaciones de la falta 2 y 3 son insatisfactorias, y provocan una continua revisión de la situación por el psiquismo; volvemos a ella una y otra vez hasta que se acomode de la forma que ordena la lógica simbólica.

Una vez ubicada la falta correctamente en el orden simbólico, algo se alivia: este es el sentido del perdón.

Pero este perdón no puede darse si la falta no se acomoda donde va; como si hubiera un sentido innato de la justicia. Esto, en muchos casos, permite que el vínculo continúe. Sino se corta.

Quizás el corte instala a la fuerza lo que no fue admitido.

martes, 15 de enero de 2019

El perdón: un nuevo comienzo.

Por Mónica Cruppi

El perdón es un tema que ha sido desarrollado por la teología y por la filosofía a lo largo de los siglos y que si bien ha sido abordado por la psicología en las últimas décadas, no es un concepto que el psicoanálisis haya desarrollado. 

El psicólogo Robert Enright (2000) define el perdón como la transformación de pensamientos, sentimientos (rencor, ira, odio) y comportamientos negativos (venganza) que tiene una persona en relación a una ofensa. La persona perjudicada se encuentra ligada a la que le hizo daño por el sufrimiento moral, la rabia, el odio y mientras no acontezca el perdón, no podrá sustraerse al poder del influjo que tienen el ofensor y su ofensa. De esta forma, el no perdonar provoca un drenaje de emociones negativas que ocupan y obstruyen el funcionamiento normal del psiquismo. 

Por otro lado, puede ocurrir en algunos vínculos que luego de reiterados agravios, el odio se erotice, convirtiendo la situación en una batalla campal. Esto es lo que ocurre entre la pareja estelar del clásico filme La guerra de los Roses(1989). Esta película, dirigida por Dany De Vito, cuenta la historia de un matrimonio que se separa después de casi dos décadas y dan inicio a una cruel querella en su proceso de divorcio. En este largometraje se pone de manifiesto de modo irónico la ambivalencia afectiva, revelando el sutil límite que separa el amor del odio y cómo, a través de una secuencia de ofensas, se desata la hostilidad que estaba reprimida. Ciertamente aquí no se han condonado las ofensas, no se ha podido volver a empezar; por el contrario, el odio desatado los lleva a la destrucción. En una situación opuesta, cuando el perdón acontece, la hostilidad, los afectos y los razonamientos negativos disminuyen y esto no porque el ofensor no se los merezca, sino porque el ofendido se ha librado de ellos. 

El acto de perdonar es algo íntimo que toma lugar en el psiquismo; se trata de procesar un agravio que el que perdona cree haber sufrido, de disolver resentimientos, ira e indignación. Perdonar no es olvidar, se trata de recordar sin rencor.

Julia Kristeva (2001), filósofa, psicoanalista y escritora francesa de origen búlgaro, tal vez sea la primera en trabajar este concepto desde la mirada psicoanalítica. Ella lo define diciendo que el perdón suspende el juicio y el tiempo, e invita a un nuevo comienzo. Toma las palabras de Hannah Arendt quien fundamenta el perdón en el respeto por la dignidad del ser humano, en tanto cada persona es mucho más de lo que hace o piensa y constituye este acto, un “volver a empezar”. Asimismo, recuerda las palabras griegas para “perdón” como: tramitar, liberar, cambiar de opinión, volver a abrirse camino, fallar. De esta forma, para Kristeva el perdón es un acontecimiento que se inscribe en un espacio bien definido de la vida psíquica, donde es posible una nueva disposición subjetiva e intersubjetiva: es la llave para la acción y para a la libertad. 

Resulta así que, guardar un resentimiento, un encono, como perdonar, son parte de la condición humana.