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viernes, 4 de julio de 2025

¿Hay articulación entre la Identificación primaria y represión primaria?

La hipótesis freudiana sobre el carácter traumático de ciertas cantidades de energía que irrumpen en el aparato psíquico plantea, de forma inevitable, la cuestión de la diferencia entre lo exterior y lo interior. Quizás esta distinción representa un verdadero impasse en el pensamiento freudiano.

En cierto modo, Freud ofrece una resolución parcial de este problema desde muy temprano: si el exceso energético proviene del exterior, el aparato responde mediante la huida. El obstáculo aparece cuando esta huida se revela ineficaz. Allí Freud formula una pregunta clave, tan concisa como decisiva: “¿De qué modo se entrama lo pulsional con la compulsión de repetición?”.

La articulación entre pulsión y compulsión de repetición no solo desplaza la repetición más allá del automaton simbólico; también deslocaliza el trauma, alejándolo de la mera contingencia empírica. En este marco, la sexualidad humana se revela estructuralmente traumática, no por las vicisitudes particulares de cada biografía, sino por la participación misma de la pulsión en su constitución.

Como se indica en la Conferencia XX, La vida sexual de los seres humanos, para los sujetos hablantes, la sexualidad no se organiza en torno a la reproducción, sino al goce. Esta desnaturalización señala el lugar donde la represión primaria deja su marca inaugural: no hay relación natural con la sexualidad, sino estructura de pérdida y borde.

A medida que Freud da creciente preeminencia al punto de vista económico, se observa una cierta toma de distancia respecto de las perspectivas dinámica y descriptiva del inconsciente. Este viraje no implica un abandono de dichas vertientes, sino una reconfiguración lógica necesaria para articular la pulsión con el inconsciente, aún cuando Freud mismo advierte que la oposición entre inconsciente y conciencia no resulta operativa para pensar la pulsión.

Es precisamente esta vía la que lo conduce a formular el concepto de represión primaria, operación inaugural que delimita un borde y posibilita la constitución del inconsciente. Sin embargo, este desplazamiento suscita —al menos para mí— una pregunta que se impone con fuerza: ¿es posible establecer una consistencia conceptual y clínica entre la identificación primaria y la represión primaria?

lunes, 10 de marzo de 2025

Pulsión, repetición y la desnaturalización del Goce

La juntura entre pulsión y compulsión de repetición no solo expande la repetición más allá del automaton simbólico, sino que también desplaza lo traumático de una mera contingencia vital.

Desde esta perspectiva, la sexualidad humana es estructuralmente traumática, independientemente de las circunstancias individuales. Lo que la vuelve tal no es la historia particular de cada sujeto, sino la participación de la pulsión en ella. Como ya se plantea en la Conferencia XX, “La vida sexual de los seres humanos”, la sexualidad en los hablantes no está orientada a la reproducción, sino al goce.

Esta desnaturalización de la sexualidad es una marca de la represión primaria en el hablante, lo que nos lleva a considerar su relación con la identificación primaria. La pregunta se impone: ¿cuál es el litoral que separa y a la vez conecta ambas dimensiones?

El predominio de la dimensión económica en la teoría del aparato psíquico implica un desplazamiento de las vertientes dinámica y descriptiva del inconsciente. Este es el paso lógico para poder articular el inconsciente con lo pulsional, aun cuando Freud señala explícitamente que la oposición entre inconsciente y conciencia no opera para la pulsión. Es precisamente esta dificultad lo que lo llevó a postular la represión primaria.

Desde los inicios de su obra, Freud otorga al concepto de defensa un rol central. En su articulación económica, la defensa se configura como un mecanismo esencial para la constitución del aparato psíquico. Si la economía psíquica supone una energía libremente móvil, potencialmente disruptiva, el aparato psíquico debe estructurarse con ciertos mecanismos de resguardo frente a esa irrupción.

Si este proceso fallara, la estructura psíquica, entendida como red de representaciones, quedaría en riesgo. La tensión fundamental se establece, entonces, entre lo articulado y aquello que amenaza con romper esa articulación.

lunes, 21 de octubre de 2024

Clínica en el borde de la neurosis, ¿Que significa?

Las problemáticas psíquicas más frecuentes en la “Clínica en los Bordes de la Neurosis son las angustias arrasadoras, los consumos problemáticos, las autolesiones, las compulsiones, los pasajes al acto y el acting out.

Cuando nos referimos a la Clínica en los Bordes de la Neurosis, hacemos alusión a pacientes cuya estructura psíquica es neurótica, pero -a diferencia de la Neurosis Clásica- su Yo, a nivel del Narcisismo, se ha constituido con severas carencias y/o privaciones -en el origen de su estructuración-.

El Narcisismo Originario, en estos pacientes, posee severos déficits constitutivos. Los sujetos, cuyo Narcisismo Originario está fallidamente constituido, están atravesados por una historia de vida en donde el Otro Primordial desfalleció en su función -por motivos siempre únicos y singulares-.

Tal como S. Freud nos lo enseña, en los tiempos tempranos de la constitución, el Otro materno o quien ocupe su lugar, deberá prestar apoyo y auxilio en tanto el infans se encuentra en un estado de total desvalimiento e indefensión (tanto a nivel físico como psíquico).

El “Holding”. Tal como sostiene Winnicott, el “Holding” de la función materna, el sostén y apuntalamiento en los tiempos iniciales de la estructuración subjetiva, permite la constitución del Narcisismo (cuerpo) y la integración de este yo-no yo al resto del psiquismo.

“Sería agradable poder aceptar en análisis solamente aquellos cuyas madres, al comienzo y durante muchos meses de vida, hubieran sido capaces de aportar ‘condiciones suficientemente buenas’. Pero esta era del psicoanálisis, se está acercando irremediablemente a su fin“ .- Winnicott (1955).

¿Por qué motivos puede desfallecer el Otro de los primeros cuidados? El Otro de los primeros cuidados puede desfallecer de su función por múltiples motivos que la clínica nos demuestra: por estar atravesando un duelo significativo, por sufrir una depresión post-parto, por algún accidente vital, por ejemplo, una enfermedad importante. Esto provoca al Otro Primordial un Estado de fragilidad psíquica.

En otros casos, se comprueba una arista muy diferente con iguales consecuencias: el Otro Primordial cae de su función porque se presenta como absoluto, omnipresente, con demasiado poco espacio para ahuecar su falta y traducirla en el plano del equívoco. Esto le provoca al Otro Primordial un Estado de dura consistencia subjetiva.

Cuando el Otro de los Primeros Cuidados no pudo aportar condiciones suficientemente buenas -al decir de Winnicott-, ya sea por un estado de fragilidad psíquica o un estado de dura consistencia subjetiva, la estructura psíquica del sujeto por-venir tendrá dificultada en gran medida el soporte narcisístico normativo. El yo del sujeto se dispondrá, así, a ser el esclavo del Ello pulsional. Nos confrontaremos -así nos lo demuestra la clínica- con sujetos melancolizados.

Sujetos que consumen a pura muerte (sustancias, sexo, objetos), otros que se precipitan con furia a través de la acción impulsiva, como así también aquellos que ante una angustia arrasadora intentan poner un límite autolesionando su cuerpo (cutting).

martes, 24 de septiembre de 2024

La compulsión a la repetición ¿Cómo abordarla en la clínica?

¿Cómo se manifiesta en la clínica la compulsión a la repetición?

Sigmund Freud pudo comprobar y leer en su práctica clínica aquello que denominara “compulsión a la repetición” o “eterno retorno de lo mismo”: pacientes que repetían experiencias desagradables y penosas que causaban sufrimiento a sus vidas, también personas y/o familias enteras atravesadas por un “fatal destino que los persigue”. Asimismo, sujetos en los que toda relación afectiva llegaba a un lamentable desenlace, pesadillas que remitían una y otra vez al acontecimiento traumático e incluso juegos infantiles en donde se observaba que el niño o la niña repetía -lúdicamente- una experiencia desagradable que les ha tocado vivir en un tiempo anterior.

¿Cuál es el funcionamiento psíquico subyacente a la compulsión a la repetición?

Freud nos enseña que el “eterno retorno de lo igual” pone en evidencia al campo pulsional de carácter primario y demoníaco.

El sufrimiento que acarrea la com-pulsión demuestra la existencia de una fuerza psíquica primordial, originaria y muda -que por no poder ser reprimida- no llega a ligarse al inconsciente, razón por la cual no puede ser simbolizada, ni puesta en palabras. Se trata de una fuerza destructiva del aparato psíquico, que se expresa más allá del Principio de Placer, denominada por S. Freud: “Pulsión de Muerte”.

¿De qué modo se relaciona el campo pulsional mortífero con la compulsión a la repetición?

Este campo pulsional, más allá del Principio del Placer, carente de ligazón simbólica, se expresa de forma directa y abrupta en la vida de una persona, induciéndolo a una satisfacción pulsional sin Ley (absoluta), sin falta. En ese momento, queda suspendida, para el sujeto, la operatoria de la castración.

Las presentaciones clínicas más habituales son: las compulsiones alimentarias (anorexia, bulimia), la compulsión al juego (ludopatía), las adicciones de cualquier índole, los actings out y pasajes al acto a repetición.

El sujeto, dominado por la com-pulsión, se hace objeto de la misma.

Tal como J. Lacan lo expresa, aquello que es expulsado del campo simbólico (Pulsión de Muerte sin ligadura al inconsciente) retorna a través de lo real: “No cesa de no inscribirse”, por este motivo, es traumático.

La Pulsión de Muerte fracasa en el intento de ligarse al inconsciente y encuentra su salida y su “satisfacción” a través de la acción compulsiva. Dicha “satisfacción” le resulta al sujeto paradojal, contradictoria, en tanto le retorna como cruel y perturbadora de su subjetividad.

¿Hay salida para la compulsión a la repetición? Todo padecimiento psíquico tiene una salida, aunque en el momento resulte difícil imaginarla. Trabajo terapéutico mediante, se intentará un cambio de posición subjetiva, que implica un pasaje de la posición de pasividad e indefensión -en la que el sujeto está ubicado- a un sujeto agente de su propio deseo.

El proceso de la cura en las Compulsiones

En el proceso de la cura se tratará, en una primera instancia, de ayudar al sujeto a que reconozca aquello que se repite y el sufrimiento que la compulsión le genera (a través de una escucha e intervención activa por parte del analista), para luego situar con el paciente el inicio de sus acciones compulsivas. En este sentido, la orientación de la cura será subjetivar su propia historia, con el propósito de que pueda hacer un corte con la satisfacción absoluta que persigue la pulsión -que, por imposible, retorna en padecimiento-.

La ganancia subjetiva que se obtiene al aceptar no tener una satisfacción absoluta, es poner a operar la castración y, con ella, la dimensión de la falta que engendra el deseo: Sólo podemos desear aquello de lo que estamos faltos.

-Intervenciones Clínicas-

La intervención privilegiada para las Compulsiones en la clínica es lo que Freud denominara “Construcciones en Psicoanálisis”.

El analista, con una escucha activa, donará palabras y decires (campo de lo simbólico) a trazos de la historia infantil que para el sujeto quedaron apartados de la simbolización, en estado mudo (traumático). Hacer hablar al sujeto para luego ir construyendo los tramos de su subjetividad, implica para el analista un trabajo intenso -plagado de resistencias del Ello y del Superyó-. El analista se enfrentará, al decir de Freud, a “una dura batalla a la que debe estar preparado”.

miércoles, 14 de agosto de 2024

Pacientes que no pueden parar (compulsiones): las intervenciones sobre el superyó

Hoy vamos a ver qué hacer con los pacientes que no logran detenerse. Por ejemplo, no pueden parar de salir, o de consumir comida, droga u otras actividades compulsivas. Un fragmento del texto "Cuando no es posible detener a un sujeto" dice lo siguiente:

La elaboración de un campo ético propio psicoanálisis conlleva un trabajo de diferenciación con cualquier ética que sea del discurso del amo.

El deseo se establece entonces como la coordenada central en cuanto a la perspectiva ética que el psicoanálisis conlleva, pero el deseo en el sentido analítico del término, el que lleva la marca del impasse de lo sexual.

A partir de esto sería un error de juicio, un error de lectura, caer en la suposición de que el analista debiera orientar al sujeto hacia determinados caminos, porque aparentemente serían más “beneficiosos”. Incluso la creencia de que debiera detener al sujeto allí donde escucha que el analizante se dirige hacia un lugar o una situación que lo puede poner en alguna forma de aprieto o dificultad.

Por supuesto que la ética del psicoanálisis prescribe que el analista dirige la cura en función del lugar del deseo, o sea que orienta el trabajo en el intento de conectar al sujeto con el deseo. Pero no pocas veces la práctica analítica nos vuelve evidente que no necesariamente el sujeto va a orientarse con relación al deseo.

Si no está garantizado, y además no es obligatorio, que el sujeto se deje conducir por el deseo que lo habita, entonces puede “elegir” con relación a otras dimensiones que también están en juego: el ideal, la demanda, el goce.

Entonces, una idea equivocada de la dirección de la cura sería suponer que el analista es aquel que debiera detener al sujeto cuando no se orienta por el deseo, sino que sigue el camino “de su mal”.

De este modo se desconocería que el planteo freudiano conlleva que el hablante no es solidario de la idea de bien, y de allí los conceptos de pulsión de muerte y más allá del principio de placer.

El problema se traslada entonces hacia el analista. ¿Va a tolerar que es el sujeto quien finalmente decide hacia dónde se dirige o va a intentar introducir en la cura alguna idea de bien? Aún cuando ésta se esconda detrás de la idea del deseo.

El texto parecería advertir a los analistas sobre el posicionamiento en el lugar del amo. Es cierto que el analista conduce una cura y no al paciente, lo cual introduce a la pregunta de qué hacer con los pacientes donde las presentaciones tienen que ver con las impulsiones. Por ejemplo, consumos desmedidos, actuaciones y pasajes al acto frecuentes. Los efectos de los pacientes que no se pueden detener se ven en el cuerpo, la desubjetivación y el efecto enorme del superyó.

Hace un tiempo decíamos que el principio del placer no es el guardián de la pulsión de vida. La pulsión de vida implica la unión de partes más pequeñas que se combinan y complejizan. Esto es posible si el sujeto no se deja llevar del todo -acá está la clave- por el principio del placer, que implica mantener el nivel de tensión en el aparato lo más bajo posible.

Armando un vacío para la entrada en el dispositivo

Un paciente que no puede parar tiene la entrada al dispositivo analítico complicada. Volvamos a la anterior pregunta: ¿Cómo intervenir de manera no superyoica? Es decir, que el analista no diga algo como "Bueno, tenés que parar de salir un poquito, tomar menos...". El superyó está en la base de esta imposibilidad de detenerse y el analista debe evitar colocarse en ese lugar parental, que es justo el lugar donde el sujeto quiere fugarse. 

La cuestión es cómo dar lugar al vacío que el sujeto siente, cómo darle jerarquía a ese síntoma sin que quede como una cuestión moral.

Veamos ejemplos:

1) Cuando Lacan dice que la anoréxica "come nada", está haciendo una juntura entre lo simbólico y lo real. Ella come algo que deja un vacío y esto le dio la pauta para hablar de la dificultad de separación del objeto materno. Esta intervención no es superyoica, pues brinda existencia a algo que de otra manera no se hubiera visto. 

2) Silvia Bleichmar relata otro caso. Se trata de una jovencita inmersa en una vorágine de salidas y drogas. Silvia le dice, al modo de positivizar el vacío que la paciente le dice, le dice "Estás en deshidratación psíquica". Es una intervención al cuerpo, ella interviene armando un vacío. La droga da una sed, pierde contacto con los otros. Es interesante, porque las urgencias en los análisis hace que se tenga que intervenir rápido.

En ambos casos, las intervenciones apuntan al cuerpo, en el punto en que está tomado por el significante.

Interviniendo al superyó cuando la transferencia ya se instaló

Las intervenciones con el superyó son complicadas, porque comprometen tanto al yo como al ello. Freud describió al superyó como un Juez que mira al yo desde afuera, mientras que hunde sus raíces en el ello. De esta manera, las intervenciones al superyó implican lo pulsional del paciente, pues el ello es la sede de las pulsiones.

Al principio de la obra freudiana, con la primera tópica, el superyó aparece bajo la función de la censura. La censura, en este primer tiempo, implicaba que el yo era la sede de la moral, de manera que la censura era la conciencia moral que preservaba al yo de esas representaciones sexuales que lo asediaban. Es la primera nosología de Freud, alrededor del 1900.

El superyó aparece en 1923, en El yo y el ello. A nivel de las intervenciones, nos interesa situar que el superyó opera mirando al yo, juzgándolo y de forma sádica: la pulsión de muerte. El superyó aparece con frases que van "al todo o nada". Ej: "Todo tú has provocado esta tragedia" "Todo se perderá". Tiene la forma del imperativo categórico de Kant, con pretensión de universal.

Esta pretensión universal, en el superyó de los pacientes, van a aparecer en frases que siempre van hacia los extremos: Nadie-todos, siempre-nunca, lo peor-lo mejor. En este estado, el paciente no registra la graduación de las cosas, los grises.  

La sede de la moral, en la segunda tópica, pasa al superyó. El sujeto se debate entre algo que lo mira y otra parte que padece. La parte del yo que padece las frases del superyó está bajo el masoquismo moral. Es decir, la búsqueda de castigo a través de la compulsión a la repetición. 

Lo que está en juego, en este "todo o nada" del superyó, tiene que ver con lo que Freud refiere en la relación del superyó con el narcisismo. Es decir, el narcisismo inscribe al sujeto como "todo uno" bajo alguna identificación (Ej. su majestad el bebé). Como esa identificación hunde sus raíces en el ello, termina siendo una figura deformada y obscena.

¿Dónde operar? Sobre el narcisismo, sobre la idea de que el superyó se posiciona desde afuera. Es decir, el superyó desconoce la realidad y las circunstancias del sujeto.

Las intervenciones se pueden realizar cuando la transferencia ya está establecida. Si no se respeta este tiempo de confianza por parte del paciente, el paciente lo puede escuchar incluso en el sentido contrario de la intervención. Por ejemplo, como si el analista estuviera retando al paciente o si se estuviera riendo de él. 

Si dijimos que el superyó y el narcisismo están relacionados, debemos intervenir con una "voz trabajada". En la medida que el superyó hunde sus raíces en el ello, el analista debe usar una voz cuidadosa pero firme. Por ejemplo, el analista puede preguntar "¿usted realmente piensa que esa tragedia únicamente dependió de usted?" Algo de esto rompe con el narcisismo, porque nada depende de una sola persona. "Esta tragedia ya estaba ocurriendo mucho antes de que ud. apareciera". Claramente, estas intervenciones se dirigen a la castración, porque se trata de la relación del sujeto con la falta. Uno no siempre puede, aunque quiera o se lo autorreproche, lo que enfrenta con el duelo por la posición narcisista perdida. Esto relanza la escena analítica.

jueves, 20 de junio de 2024

Adicciones y confiabilidad en el Otro

 Para el psicoanálisis la adicción no es una categoría nosográfica, incluso sería discutible que pueda ser pensada como una categoría clínica. Lo consideramos así por cuanto en el adicto se cortocircuita la relación con la palabra y, por ende, se desconecta del Otro.

La adicción podría ser considerada como algo más ligado a la posición del sujeto, algo más referido a la posición en el fantasma y no tanto asociada a la dimensión del síntoma en lo que éste pudiera vehiculizar respecto del deseo.

En este sentido, entonces podríamos plantear que hay adicciones en el sujeto solidarias del fantasma en la medida en que éste es el lugar de la fijación pulsional. Con lo cual asociamos las adicciones del sujeto a la posición de objeto que se emplaza en el fantasma, la cual no es más que una de las posiciones del sujeto mismo.

Podríamos por ende decir que en este sentido todo sujeto hablante está, en mayor o menor medida, afectado por una adicción.

Sin embargo, la magnitud, la intensidad y la manera en que el sujeto queda a merced o no de esa adicción depende del modo en que se haya constituido el fantasma. El fantasma como sostén del deseo conlleva, por ende, la dimensión de la demanda y no serán los mismos efectos sobre el sujeto, si el fantasma se constituye en una apoyatura mayor ligada al deseo o si se construye en una apoyatura mucho más asociada a la demanda. La mayor preponderancia del Quantum pulsional entonces se debe al hecho de que, a este nivel, no se trata de la demanda de amor, sino de la demanda pulsional en lo que tiene de reversible.

Lo refractario (a la palabra) de las adicciones

Sabemos la dificultad que conlleva en la práctica del psicoanálisis una consulta de un sujeto afectado por alguna forma de adicción. Corominas sitúa, en la entrada del vocablo adicto, una raíz etimológica que proviene del latín “Dicere”: decir. O sea que la dificultad se emplaza en la palabra misma.

Por ello se trata de presentaciones clínicas en las cuales nos encontramos con que la palabra está, de distintas maneras, cortocircuitada. Y en esto juega un factor temporal, en el sentido de que le proponemos al sujeto un tiempo para su palabra, el cual implica a los rodeos, las vueltas y los sin sentidos que la lógica de la palabra conlleva. A esto se contrapone lo que podemos denominar la inmediatez del tóxico, sea el que fuese.

De alguna manera, entonces, en las adicciones, nos la vemos con unas presentaciones subjetivas que cabalgan entre la precipitación y la petrificación, porque lo que domina la posición del sujeto es una satisfacción, la cual no coincide con el placer.

Estamos hablando de una satisfacción, en su inmediatez, que soporta una posición del sujeto que hace de obstáculo a la palabra, punto fundamental porque entonces el obstáculo no es “externo”, si cabe el término, sino que se entrama en la posición misma del sujeto, lo que en muchas oportunidades es el índice de la dificultad clínica.

Resalto esta dimensión de la temporalidad. Un análisis implica, conlleva un tiempo que se especifica por lo incalculable. Es el que consiste en el tiempo de comprender, que no es mensurable de antemano y, además, imposible apurar.

Si la palabra se instituye en la relación con el Otro, en las adicciones la traba en ella debe ser rastreada hasta allí, pero ello requiere tiempo. Una hipótesis clínica puede ser que la palabra quedó allí estorbada por la intromisión de algo de otro orden, algo solidario de la no confiabilidad del Otro.

La confiabilidad en el Otro

En el seminario 6, se desarrollan de forma muy interesante los vínculos entre el deseo, el fantasma, el duelo y el corte. Existe un punto fundamental en cuanto a las consecuencias que tiene para el sujeto neurótico, en el armado de su vida, lo que se llama la confiabilidad del Otro.

Del hecho de que el Otro sea o no confiable se desprenden consecuencias duraderas en el sujeto. Ahora, ¿que significa que el Otro sea confiable? El Otro aparece para el niño caracterizado de entrada como un ser hablante, o sea alguien de quien recibe el significante, alguien que habla y respecto del cual el niño se pregunta “Sí es cierto, dice eso, pero ¿qué quiere?”.

Allí donde el Otro se presenta como hablante, el niño se interroga acerca de lo que desea, no acerca de lo que dice, o también, se pregunta por el más allá de lo que dice..

La confiabilidad del Otro se desprenderá directamente de la relación que tiene con la palabra. Por supuesto, esto no significa esperar la incondicionalidad del Otro ni que nunca pueda cambiar de opinión o eventualmente contradecirse. Sino que el Otro deviene confiable en la medida en que no introduzca allí , en la relación de palabra con el sujeto, ningún goce que exceda la relación con el niño.

O sea, el Otro devendrá confiable en tanto no tome al niño como objeto de su goce. Afirmación esta que está repleta de problemas, porque la suposición de un agente a nivel del goce resulta en un atolladero. Quizás entonces podría interrogarse este problema a nivel de la posición de objeto del niño: ¿causa o instrumento?

La Constitución del sujeto, o sea su advenimiento a la existencia se produce a partir del alojamiento en el Otro como lugar. No solo como el sitio donde el significante se articula, sino también el lugar donde el sujeto se encuentra con el deseo.

La entrada al campo del Otro se efectiviza a través del S1, o sea del significante amo; o puede entrar por el sesgo del objeto a. Estos dos términos ponen en juego el concepto de insignia, más allá de que esencialmente un sujeto entra en relación con el deseo del Otro desde una posición de objeto en la aspiración, si cabe el término, de causar dicho deseo.

Habiendo marcado esto creo que sería importante interrogar, qué diferencias conllevan en la posición del sujeto el hecho de que, en su constitución, su advenimiento a la existencia tenga más incidencia el deseo o el goce.

La clínica analítica se encuentra con determinadas particularidades, presentaciones clínicas del sujeto en las cuales encontramos cierta dimensión refractaria a la palabra.

Entiendo que se trata de posiciones en las cuales el anclaje del sujeto está más asociado a una satisfacción, a un modo de goce, de una intensidad significativa y que resulta, entonces, complejo de conmover por la función de la palabra.

Esto significa una dificultad clínica, por cuanto el trabajo tiende a empantanarse o se dificulta su comienzo. Suele ser una coyuntura habitual en la clínica con sujetos que está atenazados a algún tipo de adicción. Y entendemos que, más allá de las innegables diferencias, este planteo sería válido tanto para los adictos a una sustancia cualquiera, como a la incidencia del plus de gozar en el fantasma.

Volviendo entonces a la posición del objeto a en el fantasma, parece que lo refractario es la consecuencia de la incidencia que pudo haber tenido, en el vínculo con el Otro, la función del a como causa de deseo o plus de gozar.

miércoles, 3 de enero de 2024

Pacientes actuadores: La clínica de las compulsiones, el acting out y los pasajes al acto

Cada vez más, en tiempos actuales, nos encontramos en la clínica con pacientes poco sujetados a las palabras y, en cambio, propensos a la acción desligada del lenguaje.

Son pacientes que, si bien su estructura psíquica se ha configurado como neurótica, tienen al Ello Pulsional y al Superyó como instancias dominantes, con poca conexión con el campo castratorio -con La Ley, que marca que todo no se puede- propio de lo inconsciente.

¿Cómo se los refiere en la vida cotidiana?

El núcleo familiar y/o social de estos pacientes suele formular:
“Son personas que actúan sin pensar”“No se les puede hablar”“No entran en razones”

Estas expresiones toman sentido porque son sujetos muy impulsivos, que suelen ir de acting en acting por la vida, que arremeten con sus acciones, en ocasiones con ímpetu y furia, y tienen -en general- poco miramiento por el otro/ra.

Los pacientes que denominamos actuadores no se encuentran atravesados por el síntoma en el sentido propio del término, en tanto no se interrogan por aquello que les ocurre, menos que menos se formulan la pregunta acerca de la causa de sus acciones.

Por supuesto que son sujetos que sufren, más que nada por las consecuencias de sus acciones y hacen sufrir en demasía a quienes los rodean.

¡¡Clave Clínica!! La investigación psicoanalítica iniciada por S. Freud demuestra que, en general, estos sujetos actuadores, en tiempos tempranos de su vida tuvieron por parte del Otro de los primeros cuidados un alojamiento y protección precaria. No fueron ni sostenidos, ni escuchados suficientemente.

Los pacientes actuadores han tenido un fracaso en el orden del amor y del deseo por parte del Otro de los primeros cuidados.

Por este motivo, se situaron más como un objeto del Otro que como aquel que representa su falta. Sólo si el niño o niña le representa al Otro primordial su falta, será merecedor de consideración, amor y escucha.

Estos pacientes actuadores que se sitúan más en la cara objeto (sombría) del Deseo del Otro (de los primeros cuidados), impide que la Pulsión de Muerte -que es primera y primaria en el aparato psíquico- se ligue en proporción considerable con la Pulsión de Vida (Eros) y, entonces, se articule con la palabra.

En consecuencia, la Pulsión de Muerte domina al sujeto actuador y, por este motivo, se expresará -primordialmente- con acciones impulsivas, y en ocasiones compulsivas, que pueden tomar la forma de Acting Out y/o Pasaje al Acto.

¿Qué caracteriza a las acciones impulsivas y/o compulsivas?
✅Son acciones desligadas de la palabra.

✅Expresan la obediencia del sujeto a mandatos superyoícos crueles e insensatos (a causa de la marcada tendencia masoquista del Yo).

¿Qué-hacer del analista en el campo de las impulsiones y/o compulsiones?

Porque estas acciones buscan, sin que el sujeto sea consciente de ello, dirigirle un mensaje a alguien (los padres, un semejante, el analista) que fundamentalmente apunta a que le de un lugar y una escucha, el analista tratará de:
✅Armar un vínculo transferencial de confianza, ayudando con sus palabras a hacer un puente para que el paciente encuentre las suyas.
✅Demostrar su preocupación por las acciones intempestivas, darle de manera explícita un lugar y le ofrecerá su presencia (con más sesiones o llamados puntuales).
✅Transmitirle al paciente que intentará entender la causa, en tanto ella existe, del desorden que lo habita.

lunes, 9 de octubre de 2023

¿Qué son las Compulsiones y cómo tratarlas en la clínica?

¿A qué se denomina Compulsiones en la clínica?
Las Compulsiones son acciones que un sujeto ejecuta en su vida, causadas por un impulso irrefrenable, incontenible, proveniente del interior de su subjetividad.

Algunos ejemplos clínicos son lavarse las manos continuamente, controlar situaciones en forma constante, comer sin parar, comer hasta vomitar, adicción a las compras, al juego y otras acciones que se repiten sin cesar, de forma idéntica e insistente.

¿Qué efectos tienen las Compulsiones sobre la vida cotidiana del sujeto?

Las Compulsiones producen un gran malestar en el sujeto, le hacen perder mucho tiempo y van produciendo, más temprano que tarde, un desgaste y un deterioro en su vida afectiva, social y laboral.

El sujeto tiende a ocultar estas acciones que al propio Yo se le presentan como irracionales, aislándose progresivamente de su medio y comenzando, en muchas oportunidades, a tener fobias asociadas a sus compulsiones. Un ejemplo sería, en casos extremos, dejar de comer por miedo a engordar -situación clínica que posee un complejo abordaje-.

¿Cuál es el funcionamiento -a nivel psíquico- subyacente a las Compulsiones?

S. Freud nos enseña que la Compulsión es algo irrefrenable, que no se puede sofocar, así como tampoco se puede comprender, pues no se encuentra en el registro del pensamiento (simbólico). El sujeto no duda, simplemente hace una y otra vez de manera idéntica, sin diferencias.

Por este motivo, la investigación clínica demuestra que en las Compulsiones se pone en juego principalmente el funcionamiento del Ello -lo real pulsional- que lleva a la satisfacción pura mediante la acción impulsiva, sin ligadura a lo simbólico (campo de la palabra).

¿Qué significa que en las Compulsiones se pone en juego -principalmente- lo “real pulsional”?

Para comprender, recordaremos que S. Freud desarrolla cuatro componentes de la pulsión. Estos son: el Dräng -el esfuerzo, el empuje constante de la pulsión-, el Ziel -la meta, que es la satisfacción-, el Objekt -el objeto por el cual se puede obtener la satisfacción, que en el ser humano siempre es variable- y la Quelle -la fuente, el proceso somático interior del cuerpo cuyo estímulo es representado por la pulsión-.

En las Compulsiones se produce un desenlace de los elementos de la pulsión y sus circuitos, dándose la preponderancia de sólo uno de ellos: el Dräng, que se manifiesta a secas, puro, desligado de los otros elementos pulsionales.

La pulsión -nos enseña S. Freud- se ve confrontada a “diques”, a resistencias que inhiben el camino directo a su satisfacción. Los diques son muros que contienen el desborde, que regulan el paso del agua, y Freud emplea esta metáfora para fenómenos precisos: asco, vergüenza, estética, moral (agregaríamos, también el dolor y el horror). Estos diques, que cumplen la función de contener el empuje (Dräng) en la compulsión, se ven arrasados.
Ejemplo de esto son los cortes que algunos adolescentes realizan en su cuerpo, donde podemos observar muy claramente que existe un arrasamiento del dique del dolor.

Clave Clínica para el tratamiento de las Compulsiones:

Si el Dräng de la pulsión se manifiesta en estas presentaciones arrasando todo dique, es porque el sujeto ha padecido -en los tiempos tempranos de su constitución subjetiva- una precaria simbolización por parte del Otro de sus primeros cuidados (encargado más de satisfacer las necesidades reales que interpretar -bajo la égida de su deseo- las demandas del infante).

Debido al déficit de simbolización, aparece la pura acción pulsional y su satisfacción sin medida, en reemplazo de las clásicas formaciones del inconsciente (inhibición, síntoma, angustia).

Así, la tarea clínica apuntará a enlazar el goce del Ello pulsional al cifrado, a lo simbólico; lejos de intervenir mediante la interpretación y el descifrado clásico. Una intervención clínica privilegiada son las “Construcciones en Psicoanálisis”.

¿Qué-hacer del analista ante las Compulsiones?

Nosotros como analistas:

👉Seremos pacientes ante los actos compulsivos, entendiendo que por detrás hay un sujeto que sufre y necesita ser alojado, aunque todavía no pueda y/o quiera hablar de eso.

👉Intentaremos ligar el Des-Borde de la pulsión al inconsciente y transformarla -en la medida de lo factible- en palabras que hagan discurso.

👉Junto con el paciente, empezaremos a cifrar la com-pulsión, historizando aquella causa/de su historia que lo habría llevado a arremeter las acciones impulsivas. La intervención privilegiada para dicha historización son las “Construcciones en Psicoanálisis”, tal como plantea S. Freud.

👉Asimismo, funcionaremos como tercero de apelación -esa Ley que se interpone al goce-, para ofrecer un “dique”, un “stop” ante la acción impulsiva. Ejemplo: le comunicaremos al paciente que puede llamarnos cuando surge en él el impulso a la acción desenfrenada.


lunes, 13 de marzo de 2023

Ansiedad, angustia, miedo. Intervenciones Clínicas

La Ansiedad refiere a un estado de tensa excitación e inquietud anímica, muy penoso y desagradable, que siente un sujeto. Se caracteriza por anticiparle un peligro inminente para su vida corriente y la amenaza -siempre presente- de que va a vivir un desenlace muy desdichado y desafortunado.

¿Qué caracteriza, a nivel psíquico, a la Ansiedad?

El sujeto ansioso se siente, en primer lugar, apremiado psíquicamente, en estado de urgencia subjetiva, oprimido, exigido y obligado a responder (sin que haya un otro que se lo esté demandando en la realidad) con acciones a situaciones que empiezan a atormentarlo, de manera súbita, en el devenir cotidiano.

El sujeto, en el decir corriente: “se da máquina y no puede parar”

¿Cómo se manifiesta, a nivel del cuerpo, la Ansiedad?
  • Con una alerta permanente.
  • Con nerviosismo y tensión muscular.
  • Con respiración acelerada y sudoración.
  • Con cansancio y debilidad.
  • Con problemas para concentrarse o para pensar otra cosa que no sea la preocupación actual.
A) Causas endógenas (psíquicas) de la Ansiedad
El sujeto que sufre de Ansiedad padece y soporta sobre sí mismo un Superyó extremadamente severo y cruel, que le exige ejecutar sus expectativas, mandatos imposibles de cumplir, por ser tan desmedidos y descomunales, que están fuera del alcance de un sujeto humano. Son mandamientos construidos para “Dioses” - La condena subjetiva.

El sujeto vivirá, entonces, bajo la sensación de un continuo fracaso, porque su sobreexigencia “solo los Dioses podrían cumplirla”.

En otros casos, el sujeto que sufre de Ansiedad es aquel que está atravesado por pulsiones que lo des-bordan y a las que no puede ponerles freno, aunque conscientemente advierta que le hacen daño. Estos sujetos sufren de Compulsiones del Ello: a la comida, a la bebida, a las drogas, al juego.

B) Causas exógenas de la Ansiedad

En los tiempos contemporáneos, la Ansiedad es una invitada permanente de nuestra sociedad. Se nos exige: velocidad, cambio, éxitos, productividad, innovación permanente. Todo esto es fuente de una tensión subjetiva. El riesgo siempre es quedar fuera del sistema, criticado y desvalorizado.

Intervenciones Clínicas para la Ansiedad:

El sujeto ansioso -a diferencia del sujeto angustiado- no se siente interrogado por su sufrimiento, es decir que no consulta preguntándose “¿qué me pasa?”, como ocurre en los casos de angustia. La consulta se resume en una demanda “cash”: “quiero sacarme estos malestares tortuosos de mi vida”.

El analista deberá, en principio:
  • Alojar esta demanda de alivio inmediato, porque se trata -justamente- de un sujeto ansioso.
  • Escuchar el minucioso relato de los síntomas y manifestarle al paciente que verdaderamente ellos le causan un gran sufrimiento psíquico.
  • Iremos creando, así, un marco de entendimiento y confianza para que nuestra palabra sea escuchada. Y, poco a poco, podremos introducir la idea de “causa”.
La causa de su Ansiedad la encontraremos en un trabajo terapéutico que será conjunto, en donde el analista -en una posición activa y a través de recortes que el paciente nos ofrece- utilizará, fundamentalmente, las “Construcciones en Psicoanálisis”. Las interpretaciones no tendrán eficacia, porque están ausentes las formaciones del inconsciente

Notas de la conferencia Sesión Clínica «Ansiedad, angustia, miedo ¿Por qué pueden devastar al sujeto?» a cargo de la Lic. Vanesa Starasilis, del 25/02/23.

Ansiedad, angustia y miedo son tres nociones que aparecen en la clínica de manera recurrente. Son conceptos que se entrelazan, pero que son diferentes. Hay un deslizamiento a suponer que la ansiedad, en cualquier grado, son manifestaciones de la angustia. Esto es por el planteo freudiano de 1895 de que los síntomas de la ansiedad o del pánico son equivalentes de la angustia. Entre estos síntomas tenemos la agitación, la sudoración, palpitaciones, mareos, vértigos, ataques de hambre, etc.

La primer pregunta que nos hacemos es: Si esos síntomas equivalen a la angustia, ¿son lo mismo? ¿Por qué no aparece la angustia directamente y en su lugar aparece la ansiedad o el pánico?

La equivalencia no quiere decir igualdad. El concepto de equivalencia se refiere a una relación entre dos cosas diferentes pero que tienen el mismo valor, peso, cantidad, significado o función en un contexto determinado. En otras palabras, dos cosas son equivalentes si tienen la misma importancia o efecto en una situación particular. Ej: un rombo y un cuadrado pueden ser equivalentes.

Entonces, ¿Cómo pensar que la ansiedad o el pánico sean equivalentes a la angustia? Son equivalentes en tanto tienen el mismo valor, pero son diferentes. 

La angustia señal es una señal en el yo de un peligro: la castración. El sujeto se angustia ante la amenaza de castración. Esta angustia no es la brújula de la clínica. La angustia, en Freud, emerge ante la pérdida. No obstante, la angustia lacaniana tiene otra cara: es una angustia ante la no pérdida, de que la castración no se produzca. Para Lacan, no es la pérdida del objeto lo que angustia, sino su inminencia o presencia.

Por otro lado, la angustia siempre señala una dimensión de objeto, es decir, la angustia surge cuando el sujeto queda ubicado en el lugar de objeto para el deseo del Otro. Esta es la angustia hay que ubicar en el tratamiento.

Caso clínico: angustia de castración y de no castración. 
Una paciente sufre de "mal de amores". Se angustia ante un caballero que no la corresponde, aunque solo era una cita de una noche. En su historia, el padre le hacía creer las historias más inverosímiles, lo que lo divertía. Ella era "la crédula", cosa que se lo señala la analista. Esto la angustia, pero no a nivel de la castración (perder a la pareja), sino la angustia señal de que ella ocupa el lugar de la crédula, para la diversión del Otro. 

El valor de la angustia, no la de castración sino la de no castración, es una brújula que orienta la cura, en la medida que orienta el lugar de objeto que el sujeto tiene. En el caso, sería "la que cree, la crédula".

Hay que diferenciar dos tipos de ansiedad:
 
1) La que da cuenta del fracaso de la pulsión. Una es la de la verborragia, los tics nerviosos, realizar muchas actividades a la vez, comer compulsivamente. Se trata de una tensión que busca descarga. En este caso, fracasa los diques pulsionales, que son aquellos que operan en toda pulsión. 

Si la pulsión parte de la fuente hacia el objeto, se encuentra con el dique que recrea la falta. En la pulsión no hay un encuentro con el objeto, pues éste está perdido. En la ansiedad fracasa el dique pulsional y la pulsión opera como puro drang, empuje, volviéndose ingobernable y apuntando una y otra vez a lo mismo. El sujeto se vuelve voraz en muchos aspectos de la vida, que lejos de recrear la falta, apunta al todo. A veces, un sujeto puede tragar vorazmente para no ser tragado, de manera que en estos casos hay que prestar atención a la demanda del Otro.

Con esta primera ansiedad el analista debe instaurar, de alguna manera, los diques pulsionales que allí fallaron. Por ejemplo, haciendo una pausa, hacerle gestos "para que baje" la verborragia. El otro modo de trabajar es mediante en análisis, que apunta a la castración, en la medida que no todo es posible.
 
2) La que da cuenta del fracaso de la angustia: La propia que llega bajo los diagnósticos de crisis de ansiedad, ataques de ansiedad, que tienen que ver con otra cosa.

Caso clínico 2. Ansiedad.
Un paciente consulta porque cada vez que sale de la casa sufre palpitaciones, vértigos, sudoración, miedo a sentirse mal y dolor de estómago. El paciente, en su paso por distintos consultorios, dice que le dijeron que es miedo, ansiedad, ataque de pánico, diagnósticos que vienen muchas veces confundidos.

El paciente se hacía chequeos médicos permanentes, pensando que sus síntomas físicos eran por una cuestión médica, cosa que también es habitual. El analista debe avalar y no oponerse a esta conducta, pues se trata de pacientes con dificultades para reconocer el conflicto intrapsíquico. Por otro lado, es útil la corroboración médica.

En la calle, él notaba que se inquietaba si tardaban mucho en atenderlo. Le costaba esperar en otros aspectos de su vida. La espera tomaba una dimensión de horror al aparecer estos síntomas. 

Los síntomas de este paciente comenzaron tras un encuentro con su ex novia, encuentro que el dice "me movió el piso". Él ya no estaba enamorado de esa mujer y no sabía qué le pasaba. Aquí hay un enigma, que apunta al inconsciente.

A poco de empezar el análisis, el paciente comienza a llegar tarde, a confundirse el horario, a atrasarse en los pagos. La analista lee esto como una mostración, entonces se lo señala y él dice que él llega tarde a todos lados y dice "Soy muy colgado". La analista recorta esto y él dice que su familia tenía esta condición, de manera que colgaba con las obligaciones, la cuota de la escuela, del club, todo de manera innecesaria. Colgaban de arreglar la casa, dejando de lado el arreglo de cosas necesarias. La analista rescata esta presentación: ser "el colgado".

El paciente no había advertido que la novia había puesto fin a esa relación porque ya estaba con otro hombre y él no se había dado cuenta: "Colgó". La ex novia le plantea, en ese reencuentro, que él es un loco lindo, pero con el que no se puede proyectar y que ella necesita algo más firme. 

Entonces, si los síntomas propios de la ansiedad equivalen a la angustia, tienen el mismo valor. Valor que tiene que ver con advertir ser el objeto ante el Otro. El encuentro con la ex novia es más bien que la novia le dice "Sos un colgado", señalándole el lugar de objeto.

Tanto en la angustia, la ansiedad como en el pánico, queda señalado el lugar de objeto que el sujeto tiene frente al Otro. En este paciente se desencadena la ansiedad, no la angustia.

En este paciente, ser un colgado era algo que atravesaba su vida. Colgaba para presentar un cobro, para presentar un trabajo o pagar. Colgaba en los cumpleaños, en cuando le hablaban, lo que provocaba fastidio. "Colgado" en este caso no es únicamente un significante, en la medida que lo respresenta como sujeto, sino un signo, algo fijo, un rasgo de carácter que él mostraba por la vida.

Si hay una diferencia radical entre la ansiedad y la angustia, es que mientras la angustia anuncia el lugar de objeto que es para el Otro y se puede dejar de ser, mediante un corte. En la ansiedad el sujeto queda en un lugar fijo que se es para el Otro. Se trata de un signo sin posibilidad de caída, donde la posibilidad de corte está complicada

En la ansiedad el corte está lejos de producirse; en la angustia, está el corte como posibilidad. Ambas tienen el mismo valor, pero con la diferencia de la posibilidad de corte: favorecido en el caso de la angustia y en la ansiedad hay que hacer un trabajo más. La ansiedad denuncia un modo de ser, un signo. Freud decía que estos síntomas, que equivalían a la angustia, no tienen derivación psíquica por no pertenecer al inconsciente.

El modo de operar con estos pacientes es facilitar una construcción que haga de puente hacia el inconsciente. Necesitamos que el "colgado" se desgaste y tenga cierta flexibilidad, un sentido. Que pase de una mostración hacia un decir. Una de las formas de hacer esto, en este caso, fue decirle que él era un colgado a la madre. La madre lo llevaba y lo traía en los tiempos que él no podía salir solo y luego esta madre hacía muchos trámites que él no hacía. Ahí, colgado de la madre es un lugar de objeto en relación a ella para no enterarse de su castración.

Trae un sueño: Yo estaba esperando a que mi madre me pasara a buscar en su auto, pero ella no llegaba. Yo estaba en el medio de la nada. 

La analista le responde: Te dejaron colgado. Es un colgado en otro sentido, lo cual lo angustia. Cuenta que eso a él le pasó muchas veces, se olvidaban de buscarlo en algún cumpleaños.

En algún momento, el paciente logró descolgarse del signo "colgado" y pudo servirse de esta condición, en el sentido de colgar su producción en galerías de arte. Esto lo hace en base a dejar de ser él el objeto colgado del Otro.

Tanto en la ansiedad como en el pánico no están en juego el inconsciente. En este último hay una dimensión de horror. Lacan, en el seminario de la angustia, emparenta a la angustia con lo siniestro. El pánico también señala un lugar de objeto para el Otro, pero se diferencia de la angustia en tanto el pánico no está cerca del corte como en el caso de la angustia. La posibilidad de corte con el lugar de objeto en el pánico y la ansiedad requieren de otra vuelta, que requiere de una construcción que nos acerque al inconsciente. Ni en el pánico ni en la ansiedad los pacientes asocian fácilmente, creen que les viene desde afuera. 

jueves, 22 de septiembre de 2022

Las intervenciones del analista ante los desbordes pulsionales en la clínica

Freud descubrió que el ser humano no sólo está hecho de palabras, sino también de pulsiones: fuerzas que pulsan en el psiquismo y que siempre buscan la satisfacción.
Existen pulsiones que quedan en el Ello en su estado puro, sin conexión con el inconsciente y que buscan la satisfacción sin límite. Atacan en forma directa al Yo y se transforman en pura acción desintegradora.

¿Cuáles son las presentaciones clínicas que muestran desbordes pulsionales?

. El acting out
. El ataque de pánico
. Los pasajes al acto
. Las adicciones
. Las autolesiones
. Las compulsiones
. La anorexia mental

¡Importante!

¿Cuál es el estado emocional que atraviesa a estas presentaciones clínicas?

La angustia masiva, que barre las funciones de defensa del Yo y provoca una intensa desorientación y una imposibilidad de pensar aquello que se está vivenciando.

¿Qué intervenciones clínicas son apropiadas?

Aquellas que intentan operar como barrera de protección frente al Yo, en tanto fue dañado por el empuje sin freno de la pulsión.

Fernando Ulloa nos aconseja construir una “estructura de demora”, es decir, trazar coordenadas simbólicas de:

- Tiempo: esto quiere decir, tratar de lograr una mínima historización de lo que allí ocurre

- Espacio: esto alude a intentar ubicar en el sujeto una pequeña manifestación de su deseo

- Situación: refiere a construir una visión general del entorno, de seres queridos y recursos a los que puede recurrir

Otras intervenciones apropiadas a estas problemáticas son:

- Otorgar paciencia y cuidado, estos son hechos que demostrarán que son posibles la espera y la pausa

- Brindarle, como analista, palabras para ayudar al paciente a describir lo que le pasa

- Hacerle notar al paciente que estamos para acompañarlo, más allá de las sesiones

- Involucrarnos activamente, por ej. mediante un consejo y/o indicación.

martes, 29 de marzo de 2022

El cuerpo en peligro ¿Por qué las Patologías del Narcisismo son un problema clínico?

Las patologías del narcisismo
Las patologías del narcisismo no son psicosis, donde está en juego la forclusión en una parte central de la estructura y un fracaso de una falta fundamental, sino que se trata de forclusiones parciales que se da en alguna de las operaciones fundantes que veremos: el espejo, la alienación-separación o en la pulsión. 

Las patologías del narcisismo no son subsidiarias del inconsciente, de manera que su eficacia no está puesta en juego debido a esa forclusión parcial. Son pacientes que aparecen representados por vía la actuación (pasajes al acto, compulsiones) y del ello, no por las formaciones del inconsciente. 

En estos cuadros se requieren intervenciones precisas, porque no se puede descifrar (interpretar) lo que no está cifrado, así que lo que hay que hacer es justamente cifrar. La intervención fundamental es que eso que les ocurre tiene un sentido y el analista debe tomar aquello que no tiene derivación psíquica (como decía Freud en 1895) y armar construcciones en el análisis. 

El diagnóstico diferencial entre psicosis y patologías del narcisismo es complejo y hay que tomarse un tiempo en hacer esta distinción. Estos cuadros suelen confundirse porque en ambos hay una forclusión, pero en las patologías del narcisismo es parcial. Es decir, no encontramos la forclusión del Nombre del Padre, donde no habría significante fálico que ponga en juego a la estructura. No hay que apurarse por hacer esta distinción, porque lo que marca cómo intervenir es el propio discurso del sujeto. No hay que olvidarse que es el analista quien cree que está ante una psicosis o una patología del narcisismo, pero lo importante acá es apuntar al discurso del paciente, se trate de lo que se trate. En ambos casos, el analista apuesta que mediante la construcción haya una eficacia inconsciente y un modo de anudar a la estructura.

El cuerpo en peligro
No todos los discursos entienden al cuerpo de la misma manera. Para la filosofía, el cuerpo siempre estaba en oposición con la mente y estudiaba las relaciones entre ambos. El discurso médico arraiga esa concepción. La medicina estudia alguna incidencia que la menta pueda tener sobre el cuerpo. Si alguien consulta por una afección, luego de los estudios que pueden dar bien, puede devolverse que de lo que se trata es de estrés ó directamente "No tenés nada". Son oportunidades que allí se pierden de ubicar aquella afección, pero resulta el mejor aliado del psicoanálisis si es que él médico puede hacer un pasaje de ese padecimiento que va de médico en médico a un analista.

Para el psicoanálisis, el cuerpo subvierte esta cuestión filosófica y médica del dualismo mente-cuerpo. El psicoanálisis ubica otras cuestiones, que a Freud le tomó toda su obra. Él comenzó ubicando en las neuronas el padecimiento de la histeria, pero se encontró con el inconsciente, que no tiene una localización concreta sino que es una legalidad que se organiza como un lenguaje. Freud también atendió padecimientos que se ubican en el cuerpo, los síntomas conversivos, que son formaciones del inconsciente. También descubrió que esos síntomas conversivos eran mensajes cifrados inconscientes. De esta manera, el dualismo cuerpo-mente desaparece y el cuerpo y la mente se incluyen dentro de lo que él llamó psiquismo. 

Pensemos en este ejemplo: Un niño de 10 años comienza con un tic nervioso, un parpadeo constante y repetitivo. Ese niño se acababa de mudar a una ciudad y todo era nuevo: el colegio, los amigos, el club, la dinámica familiar. El padre le dice "Me parece que estás viendo muchas cosas, es difícil ver tanto y no parpadear". El nene, inmediatamente, se pone a hablar de que todo era muy lindo. El síntoma conversivo no siempre tiene que ver con lo traumático negativo, sino con que todo esto era demasiado para ese niño y solo había que ponerlo en palabras aquello que el cuerpo estaba diciendo.

El mensaje inconsciente del síntoma está cifrado y la interpretación puede descifrarlo. El cuerpo está totalmente entrelazado con el lenguaje, es un sistema que opera igual que el lenguaje y tiene sus mismas leyes. Esto le permite a Lacan afirmar, en el seminario de la angustia, que el cuerpo es un lugar donde encarna el significante. 

El cuerpo es un lugar donde encarna el significante (simbólico), que se constituye como una unidad totalizante (imaginario) y que sin embargo aloja la falta, lo que permita que sea un cuerpo libidinal (real). Vamos a tratar de desplegar estas tres cuestiones.

Para que se constituya un cuerpo va a ser necesario que se produzcan tres operaciones que lo funden. Estas operaciones, sin embargo, pueden tener accidentes. Lo que de entrada tenemos es un organismo; el cuerpo se funda y no siempre lo hace. Estas operaciones son:

1) La identificación narcisista que se da en el estadío del espejo.
2) La operación de alienación y separación que lacan despliega en el seminario 11.
3) La constitución de las zonas erógenas y el cuerpo pulsional. 

En las patolgías del narcisismo, hay accidentes en estas operaciones, en donde la falta no está disponible y el pasaje de la pulsión, en vez de pasar por el inconsciente, pasa directamente al cuerpo. Desarrollemos el tema:

La primera operación de la constitución del cuerpo es el Estadío del Espejo, que tiene que ver con la identificación narcisista. Hasta los 18 meses, el niño no tiene un cuerpo constituido (una unidad cerrada de sí mismo). Lo que hay es una suerte de fragmentación del cuerpo, de manera que si uno le dice a un bebé "Te saco la nariz", el bebé se toca la nariz para verificar si la tiene o no la tiene. El niño, hasta entonces, tampoco tiene dominio motor.

La experiencia del espejo es lo que le da al niño un cuerpo. El niño se ve reflejado en el espejo y vive con júbilo esa experiencia. Se reconoce en el espejo, pero con la ayuda del Otro de los cuidados. Ese Otro sanciona que ese reflejado es la imagen del cuerpo del niño. Se trata de un asentimiento, una confirmación de que ese que está en el espejo es el reflejo del cuerpo del niño. Se produce, entonces, la identificación narcisista. Esa unidad totalizante le anticipa al niño la unidad en el cuerpo.

El niño está en en el espacio real, mientras que su reflejo en el espacio virtual. Lo importante es que tiene que haber un Otro que sostenga esta operación. Ese Otro le habla al niño con palabras amorosas, en el mejor de los casos. El Otro se vuelve sobre la imagen real, acaricia y besa al niño real.

Una vez que se produjo esa identificación narcisista, se gana un cuerpo pero se pierde el organismo. El cuerpo se presenta como unidad totalizante y se va a fundar también en el lenguaje por la próxima operación que veremos.

En el seminario de la angustia, Lacan dice algo que es un forzamiento a las leyes de la óptica, al decir que hay algo que no se especulariza. A eso lo va a llamar objeto a, eso que se va a notar como falta. Esa unidad total no lo es tanto, porque algo no se refleja. Esa imagen totalizante está atravesada por una falta y esa falta es la que organiza. En los pacientes graves se contacta la falta de esta falta.

La segunda operación tiene que ver con el significante, que se encarna en el cuerpo. Un paciente consulta por su impotencia sexual, que le sobreviene cuando se separó de su mujer repentinamente. Él no entiende nada, busca una casa y cuando está a punto de mudarse la mujer se arrepiente y él vuelve con ella. En ese momento, sobreviene el síntoma de la impotencia sexual. Él no entiende por qué, pero plantea una fantasía que le aparece cada tanto, que es que el motivo por el cual la mujer le planteó una separación fue el encuentro de ella con un tercero. Él tiene un sueño: estaba planchando y aparece la mujer y muy risueña y dice que la mujer no tenía cara.

Con "sin cara", el paciente asocia y dice "Mi mujer es una descarada", vinculado a esa fantasía. Con plancha, asocia planchado y "hacer la plancha". La interpretación es que él hace la plancha porque la mujer es una descarada. Para que esto ocurra y que el síntoma de la impotencia sexual sea un mensaje inconsciente, metaforizado con hacer la plancha, algo tiene que estar funcionando como significante, respetando el intervalo: que un significante pueda remitir a otro. Si la persona se maneja con un sistema de signos (y no significantes), plancha es el aparato para planchar la ropa y no hay modo que pueda significar la impotencia sexual. 

Cuando decimos que el cuerpo se funda en el lenguaje y tiene su estructura, lo que estamos diciendo es que hay un S1 que desliza hacia un S2 porque hay un intervalo entre ambos:
Plancha - Hacer la plancha - Impotencia sexual.

Para que esto ocurra, tiene que darse esta segunda operación, que es la de la alienación. Básicamente, esta operación implica que el sujeto recibe el lenguaje como un todo. El bebé tiene la disposición para hablar cualquier idioma. En la separación, algo se pierde: el lenguaje pasa de ser un todo y se constituye como un sistema significante. Se pierde el signo, no se puede hablar todo y como falta algo comienza el movimiento de los significantes. Si no hay un vacío ó algo operando como pérdida, no hay estructura ni movimiento y el lenguaje queda ubicado como un sistema de signos. Si la falta no está en un punto central de la estructura, tenemos la psicosis. Si la no-falta afecta una parte del cuerpo, tenemos la psicosomática, donde se afecta la piel, los pulmones, el aparato digestivo. En estos casos, los significantes no se ponen el juego para esa parte del cuerpo y funcionan como signos. Por ejemplo, en la piel se puede tener psoriasis y eso aparece como un signo, que es un significante que no se ha despegado (holofrase). 

La tercera cuestión que tiene que ocurrir es que el Otro erogenice ese cuerpo. Las zonas erógenas son la fuente de la pulsión, el lugar desde donde parte la pulsión a hacer su recorrido. La pulsión parte de la fuente, contornea al objeto (que puede ser cualquiera) y vuelve a la fuente. La pulsión, en el mejor de los casos, se pone en movimiento para recuperar una falta. Por ejemplo, para comer algo rico es necesario haber perdido el pecho. Si no está perdido el pecho, tenemos casos como la anorexia. Las pulsiones también se organizan alrededor de una falta. Las zonas erógenas se constituyen porque hay una falta, algo caído de la boca como zona erógena, o de la piel, la mirada. 

En el ello habitan las pulsiones. Freud dice en El yo y el ello que el contenido del ello puede pasar al yo pasando por el inconsciente reprimido; o bien de un modo directo, como en las compulsiones. En las compulsiones la pulsión opera como puro drang (empuje). Freud explica a las compulsiones como que el contenido del ello, que son las pulsiones, pasan directamente al cuerpo, al yo. No hay un pasaje por el inconsciente reprimido.

Estas son las tres operaciones que fundan el cuerpo como unidad totalizante, como lugar donde encarna el significante y como cuerpo libidinal. En estas tres operaciones tiene que haber una falta, que es la que le da consistencia al cuerpo, término que usa Lacan en el seminario 23 para hablar del cuerpo. El cuerpo no se desintegra, es consistente. La consistencia del cuerpo no siempre es la misma: en algunas psicosis, como en la esquizofrenia, no está. En la película El cisne negro, el cuerpo de la protagonista no es consistente, a partir de algo que le pasa a Mina, tiene un cuerpo que se desintegra y no es consistente. Pero en la neurosis, el cuerpo es consistente.

En las patologías del narcisismo, el cuerpo es consistente, pero estas operaciones que vimos van a tener accidentes y van a hacer que este cuerpo se presente fragmentado, sin brillo, lastimado, compulsivo, afectado, extraño... que lo ponen en peligro.

Caso 1
El paciente trae un fenómeno hipocondríaco en una neurosis. Consulta por insomnio, le cuesta mucho conciliar el sueño, duerme pocas horas, se recuesta en la cama con los ojos abiertos y no sabe por qué le pasa esto ni desde cuando. Le demanda a la analista que le diga cómo conciliar el sueño. por lo que la analista lo deriva a psiquiatría, cosa que él rechaza diciendo que no puede tomar medicación porque ya lo ha probado y le cae mal.

Al tiempo, produce un acto fallido. Queriendo decir "Tengo miedo de no dormir", dice "Tengo miedo de dormir". La analista se lo señala y él dice que quiso decir otra cosa. La analista no abandona ese fallido; lo pone en relación con cosas que él venía contando de su historia. Él había vivido una escena muy traumática, pues siendo pequeño y estando con su padre en la puerta de la casa, unas personas asesinan al padre delante de él simulando un asalto. No era un asalto, sino de un ajuste de cuentas. Él no sabía qué había pasado, pero la versión que él tenía era que por su trabajo el padre se había acercado a gente muy oscura y no había hecho ese cálculo al hacer negocios. La analista toma esta historia y el fallido y lee que "Tengo miedo de dormir" es "Tengo miedo de dormirme, de ser un dormido". (En Argentina, ser un dormido es no ver las cosas como son, olvidarse cosas). La intervención no produjo ninguna eficacia. 

Además de este insomnio, el paciente tenía muchas afecciones en su cuerpo. Le dolía el estómago, tenía diarreas, le dolían las cervicales, tenía acidez... Iba desplazando ese dolor en su cuerpo a distintos lugares, sin detenerse en uno. El paciente se desesperaba, quería saber qué tenía, iba rápido al médico y siempre pensaba algo potencialmente terrible. Lo que está en juego en estos casos es que esa falta que antes situábamos está obturada y no está disponible. Está forcluída, pero no en un punto central de la estructura, sino parcialmente. De esta manera, se le presenta como signo y no como un significante que remite a otro. El signo no remite a nada, de manera que si uno le lee el fallido no engancha con otro significante. Es lo que pasa con la psicosomática, pero a diferencia de ésta, donde fracasa el intervalo entre significantes y el signo se deposita en una parte del cuerpo, aquí se desliza de una parte del cuerpo a otra. El hipocondríaco es quejoso y tiene miedo, el paciente con una psicosomática quizá ni habla de eso. 

En estos casos, aparecen los órganos libidinizados. Un ejemplo es El enfermo imaginario de Molliere, donde se ve la gran libidinización que se hace sobre el órgano afectado momentáneamente (en la psicosomática es permanente). En ese momento, podemos decir que no hay cuerpo, sino organismo. 

Caso 2
La paciente es derivada por una psiquiatra, porque tenía un síntoma muy peculiar e infrecuente. Tenía episodios de regresión a la infancia. La psiquiatra recorta que la regresión la hacía a sus tres años. Cambiaba su cuerpo, le cambiaba la voz y su modo de hablar, transformándose en una niña de tres años. Recuerda a los primeros historiales freudianos ó a las manifestaciones espectaculares que describe Breuer. Con la psiquiatra, todo esto se transformaba en llantos y gritos, cosa que la psiquiatra no sabía qué hacer con eso.

Un caso
Cuando Juana llega al consultorio, lo hace de manera muy afectada, diciendo que tenía miedos, que no podía salir a la calle sola porque sentía que los objetos se le venían encima. No había en ella una diferenciación entre su cuerpo y el afuera, de manera que se le venían encima los objetos externos. Sentía su cuerpo extraño, escuchaba silbidos y veía sombras. Esto comenzó a pasarle al separarse de su marido, con quien tiene un hijo de doce años.

En su historia, ella había sido cedida por su madre a la abuela, quien la crió. Esta la abuela la tenía como a una princesa, transmitiéndole que un gusto por el arte: el baile, la música, pintar. Todo esto estaba muy desarrollado en la paciente. Ella ubicada que la separación había sido el desencadenante de esta afección que había tenido en el cuerpo. Al despedir a la paciente, vuelve a los dos minutos y toca el timbre a su analista. Estaba absolutamente desencajada. Era otra cara. Se sienta y comienza a hablar como una nena, diciendo cosas que no se entendían, a los gritos, llorando, moqueando... Esto es una urgencia en el consultorio que obliga a intervenir. La analista trata de calmarla con palabras amorosas, pero lloraba cada vez más. En un momento, la analista le dice "Juana, escuchame: ni vos tenés tres años ni yo soy tu abuela". Esa intervención surge de la lectura del caso. La paciente se repone. Este tipo de intervención produce un corte.

Juana tenía muchos problemas con los cortes. cada vez que ella se separaba de algo, respondía con síntomas donde el cuerpo se enloquecía. Cada vez que el hijo cumplía años se ponía mal, tenía una relación fusionada a su hijo. Más allá de esta regresión, cuando sufría una separación ó la rechazaban, su cuerpo respondía de una forma muy particular: con fragmentación, al punto de llegar a verse en el espejo como un cadáver. Llamaba diciendo que un bicho enorme le recorría dentro el estómago, se lastimaba mucho. 

Para Freud, los síntomas ligados a las neurosis actuales no tienen derivación psíquica, es decir, no remiten al inconsciente. Hay un pasaje directo del ello pulsional al cuerpo. A diferencia de lo que planteaba Freud en 1895, actualmente sabemos que la apuesta en estos casos es a que haya una eficacia inconsciente, a que haya algo que pueda operar desde la construcción que despegue eso que funciona como signo. El analista tiene que trabajar con lo que hay, no son pacientes que asocian con un fallido. En esta paciente, la construcción tenía que ver con señalarle que cada vez que había un corte o una separación, ella respondía de esa manera.

Un día la paciente llega con una mano vendada, porque había tenido una discusión con el hijo y agarró un cuchillo y en vez de clavarlo en una madera, se lo clavó en la mano. La analista le dice "Yo creo que vos querés cortar con ese hijo, pero cortás en el lugar equivocado". 

La paciente, por vía sublimatoria del arte, se anudó, formando un sinthome. Pasados los años, su cuerpo ya no derrapaba con las separaciones, de manera que la paciente se fue con otra cara y otro cuerpo. El cuerpo es el lugar donde encarna el significante, de manera que el análisis incide en el cuerpo. De manera que mediante un análisis, es esperable que el cuerpo deje de estar en peligro y que en los neuróticos ese cuerpo cambie. 

Fuente: Notas del Taller Clínico Virtual "El cuerpo en peligro ¿Por qué las Patologías del Narcisismo son un problema clínico?", a cargo de la Lic. Vanesa Starasilis.