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miércoles, 12 de octubre de 2022

Diario de un psicólogo en apuros: Sucedáneos vinculares

De lo más patético (pathos) que pude escuchar últimamente, fue el relato de un señor de 47 años, preocupado por las acciones legales de su novia de Badoo, motivo por el cual él temía que su hijo quedara huérfano si a él lo arrestaban. Tamaña fue mi sorpresa al enterarme que “las acciones” de su novia consistían en una merecida perimetral que ella le puso y él sistemáticamente violaba… y que el hijo en cuestión era un perro. Gracias a Dios -digámoslo- era un perro.

Cuando escucho a alguien que trata a su perro como a su hijo, honestamente, no sé si me están jodiendo, si está alucinando o si se trata de algo más. Es una pregunta válida que sostengo en silencio y que no me apresuro a responder. Menos a confrontar al paciente. Es claro que ninguna de las personas que hablan de sus perrhijos (si, existe el neologismo) lo hace desde el síntoma o la pregunta. Si lo está diciendo como una joda, el interlocutor eventualmente lo sancionará como tal. Y si se trata de una psicosis alucinatoria de deseo, bueno: habrá que sostener y trabajar con ese delirio del perro como hijo, que también podría haber sido un leño.


Sin pensar en la amencia de Meynert, lo que observé en estas personas son dos cosas. Una, que tienen pronunciadas dificultades para establecer y sostener ciertos vínculos. La segunda, es que les hubiera gustado/les gustaría vivir esos vínculos (o lo que idealizaron de ellos) y quizá sus frutos, como un hijo. Entonces, suelo pensar al perrhijo como una estrategia para suplir el objeto que jamás llegó a la cita de aquel deseo. Es decir, el perro como hijo puede ser la curita del dolor de no haber podido tener hijos, ya sea por infertilidad, o por alguna otra razón.


También, a veces los animales son llamados como sucedáneos vinculares. A propósito del tema, escribe una usuaria en Twitter:


No sabéis el miedo que me da escuchar la frase "los perros son mejores que las personas". Mucha gente quiere a sus mascotas porque no implica ceder, ni tener que respetar al prójimo. Es una relación de amo-siervo y un amor tiránico, porque un perro no puede protestar.


René Käes propone que para que haya vínculo, debe haber una negatividad de obligación, algo que no debe emerger. Se trata del sacrificio de ciertas partes de uno mismo y del otro en aquello que debe ser objeto de la renuncia pulsional, de la represión de una representación, de un afecto, son necesarias para que se vuelva posible la vida en común, para que el vínculo se organice y mantenga unidos a sus elementos constitutivos. En pocas palabras, para que haya vínculo tienen que haber límites.


Los animales no solo no pueden protestar, sino que tampoco pueden hablar, ni desear, ni decidir. Los animales domésticos no demandan otra cosa que la satisfacción de sus necesidades. Al estar gobernados por el instinto, un conocimiento acerca del objeto de satisfacción, el animal no duda lo que tiene que hacer en su vida diaria. Ningún animal necesita de la ética para orientarse, de manera que no es mejor ni peor que las personas, porque no tienen que -ni pueden- elegir hacer otra cosa que lo que hacen. 


Meterse en un vínculo siempre implica vérselas con el deseo, el amor, lo ajeno del otro y de uno mismo, lo incierto, el tropiezo, lo que no encaja, los pactos, los goces, y muchas cosas más que en el universo de los animales no existen. Habrá quien confunda el instinto de agruparse en manadas de un perro con el amor, cosa que el perro podría hacerlo con cualquiera o con otros perros.


Los sucedáneos vinculares pueden tomar la forma de animales, pero también máquinas y hasta aplicaciones con inteligencia artificial. Allí, casi ninguna satisfacción queda por fuera, pues no se trata de sujetos. La película “Hable con ella” tiene mucho de esta unión idílica.


Veamos el caso…

Benigno es un enfermero que cuida a Alicia una joven bailarina ha sufrido un accidente automovilístico debido al cual quedó en coma. La película nos sitúa a cuatro años de ese accidente, donde Benigno la cuida con esmero: le pone crema en las manos, le corta el pelo igual al corte que tenía  “por si despierta”. Él le habla a ella sobre la cotidianeidad de su vida. El decodifica como ella se siente. Le muestra revistas, conversa con ella.


Por la película, sabemos que cuatro años él la había visto a ella bailar desde su ventana, que daba a la academia de baile situada frente a su casa. En un momento, aprovecha que a ella se le cayó la billetera para entablar una conversación con ella. A ella le gusta bailar y el cine mudo. Hasta entonces, él vivía con su madre, la cual falleció dos meses antes de que se conocieran.


Sabemos que Benigno se ocupó de su madre hasta su muerte, no moviéndose de su lado. Además de enfermería, él había aprendido a maquillar y a hacerle las uñas a su madre, calificada por Benigno como perezosa. No tiene relación con su padre. No ha tenido nunca relaciones sexuales.


El padre de Alicia, el dr. Roncero, es psiquiatra. Él pide una cita con él, para intentar ver a Alicia. Al salir de la consulta, se mete en su habitación y la encuentra saliendo de bañar. Al poco tiempo, Alicia sufre el accidente que la deja en coma. El padre decide contratar a Benigno como enfermero.


El dr. Roncero indaga sobre su orientación sexual, mientras él masajeaba los muslos de Alicia. Miente que es homosexual.


Sobre su experiencia con las mujeres, a la pregunta de Marco, Benigno dice “He vivido 20 años con una y 4 años con esta”. La primera mujer ha sido su madre.


En la clínica, se detecta que Alicia lleva dos semanas de retraso en su período menstrual. Benigno es separado de la guardia, él no sabe lo que le pasa. Le confiesa a Marcos su intención de casarse con Alicia, a lo que Marcos le responde que Alicia está en coma. Él responde que se lleva mejor que cualquier matrimonio. Marcos, conmovido, dice que Laura no puede decir con ninguna parte de su cuerpo “Si, quiero”.


A su vez, se abre una investigación a partir de que se descubre que Laura está embarazada. Benigno es culpado y echado de la empresa. Se lo manda a prisión acusado de haber violado a Alicia Romero. El bebé, sin embargo, nace muerto.


Meses después, Alicia despierta. Benigno jamás lo sabrá, pues él intenta suicidarse tomando pastillas.

miércoles, 27 de julio de 2022

Vínculos y sujetos de hoy: los tejidos de la violencia

Resumen: Este artículo relaciona violencias de hoy con la conformación de vínculos y sujetos. Analiza formas violentas coexistentes con las reglas del mercado neoliberal: desamparo y exclusión, efectos del mensaje mediático, delincuencia. Propone diferenciar desubjetivación de modos novedosos de subjetivación, y advierte sobre los riesgos de violencias implícitas en nuestras propias prácticas, en relación tanto con la patologización como con la aceptación indiferente de rasgos generalizados.

A través de una viñeta clínica considera el fenómeno del “bullying” en los grupos de púberes y adolescentes. Caracteriza además dos de las formas que asume la violencia en las familias de hoy, refiriéndose en especial al movimiento fusión/ expulsión y los efectos de la igualación generacional. 

Fuente: Rojas, María Cristina (2009), "Vínculos y sujetos de hoy: los tejidos de la violencia" - Publicado en Revista de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, AAPPG, 2009

Me interesa aquí poner en relación las formas de violencia propias de cada época con la conformación de vínculos y sujetos, reconociendo que la violencia y el desvalimiento surgen a través de toda la historia humana. Aunque, de tal modo, la violencia no parece haber sido obviada por sociedad alguna, hay modos de subjetivación que operan para construir guerreros, y también prácticas que tienden a fundar la solidaridad y la no violencia; unos y otras coexisten en distintos ámbitos socioculturales con diferentes predominios. Es decir, un ámbito social dará consentimiento a mayores o menores niveles de crueldad, convirtiéndose en más o menos habitable y hospitalario. Cada tiempo ha tenido, pues, que dar algún cauce a violencias que hasta ahora parecen ineludibles, y se entretejen en las complejas tramas de la producción de sujetos, nos vemos así frente al requerimiento de pensar cuáles son los finos tejidos de la violencia que impregnan las vinculaciones y los modos actuales de subjetivación.

Si el hambre en contraste con la abundancia es la peor y más constante de las violencias, son pocas, no obstante, las sociedades que han calificado esto como tal. En nuestro tiempo, la obscenidad tecnológica agiganta violencias actuales, y ello atraviesa la barrera de la inclusión/ exclusión. Los videos e Internet dan pie aun para el fantasma de la muerte real devenida espectáculo (como aparece en algunas películas actuales, en fantasías a veces para nada irrealizables, correlativas al desarrollo de la tecnociencia.) La impregnación mediática, como otras formas actuales de violencia, satura las prácticas subjetivantes, “hace” vínculos y sujetos. Por ejemplo, el niño y especialmente el adolescente son presentados reiteradamente en las pantallas con modalidades crueles y trasgresoras, a menudo como integrantes de un par víctima/ victimario, caracterizado por la escasa sensibilidad al deseo y el dolor de uno, junto a la sujeción impotente del otro. Esto contribuye a insertar en el imaginario social la figura del niño y el adolescente temibles, difícilmente controlables, lo cual afecta los modos de vinculación entre los distintos grupos etáreos. A la vez, la insistencia de tales modelos tiene ingerencia en la construcción del sujeto mismo. La niñez, por su dependencia inevitable, ha sido y es hoy uno de los territorios más afectados por formas diversas de abuso.

La presencia constante de la violencia en los medios -enfatizada con distintos procedimientos, tales como la reproducción interminable de ciertas escenas alarmantes- sumada al auge de la violencia delincuencial, vigente en la vida cotidiana, intensifica en las últimas décadas la vivencia de vivir tiempos desusadamente violentos. Desconfianza, miedo e inseguridad transforman las vinculaciones y dan lugar a otras formas de cautela y protección que modifican las pautas de crianza.

En relación con los efectos del mensaje mediático, mencionaré entre otros, dos personajes presentados por un dibujo animado de la TV estadounidense que se vio entre nosotros en los años ´90. Beavis y Butt-head, dos jóvenes maliciosos y trasgresores, son personajes afectados por trastornos del pensamiento y apresados en la imagen, y solamente uno de los numerosos ejemplos de algunos de los aspectos descriptos y exaltados en el mensaje de las pantallas. Estos adolescentes “metálicos” torturan animales, venden semen para ganar dinero, incendian su casa; no conocen la responsabilidad, la preocupación por el otro, la vergüenza o la culpa.

Es interesante considerar la advertencia enunciada al final de dicho programa televisivo sobre la inconveniencia de copiar a estos personajes en la Vida Real: “Beavis y Butt-Head no son modelos. Ni siquiera son humanos, son dibujos animados. Algunas de las cosas que hacen pueden causarle heridas a una persona, ser arrestada o bien deportada. Para decirlo de otra manera: no intenten esto en casa”. Reconoce así la posible imitación de la escena, polémica que cobró vigor especialmente a partir del conocido crimen de los chicos de Liverpool, .y que aún continúa. En 1993, el asesinato en las afueras de Liverpool de un nene de 2 años, del cual fueron responsables dos niños de 10 años, a quienes luego se juzgó como adultos, produjo fuerte conmoción. En dicho caso, de imprecisas conclusiones pero severa sanción, el propio juez opinó que la visión de películas violentas podría haber influido.

Por otra parte, entiendo que el mensaje mediático ejerce a su vez una forma privilegiada de violencia con los lectores/ oyentes/ espectadores cuando induce, por la cualidad de su contenido y los modos del enunciado, temor e inseguridad; esto acontece no solamente cuando “informan” acerca de asesinatos, robos y secuestros, sino cuando construyen –en lo político, lo económico, y otros terrenos- supuestas realidades “objetivas”, por lo general ominosas y atemorizantes.

Sus efectos contribuyen a potenciar vivencias de miedo y desamparo tan propias de nuestra sociedad, la sociedad del “ataque de pánico”, uno de los prototipos de época. Se abren en relación con todo lo antedicho problemáticas que detonan en el colectivo y en el psiquismo singular, cuestiones que nos interpelan en la clínica día a día.

Todos los discursos sociales, diversos en cada época y lugar, establecen, según códigos peculiares, qué es lo que esa sociedad ha de considerar violento/ no violento, punible, deseable o tolerable. Sitúan además alguna forma de violencia en posición de ideal, a la vez que surgen ideologías convalidantes de violencias jerarquizadas: esto ha hecho posible las guerras, las persecuciones, los genocidios, las revoluciones, el terrorismo, los duelos en defensa del honor. Estos últimos, propios de otros tiempos y contextos, se ven de algún modo remedados por ciertos combates actuales entre adolescentes, también regulados por códigos ad hoc que justifican la violencia. Cito algunas expresiones extraídas de mi trabajo clínico con adolescentes “me enojé porque me miró mucho” “le habló al chico que había estado conmigo” “se agarró a la novia de mi amigo” ”pasó y me chocó en el boliche, le dije: vamos afuera” “tuvimos que ir todos porque esperaban a mi amigo para pegarle, no lo íbamos a dejar solo”. Pensemos también en la justificación de la violencia bajo la forma de la venganza que se reitera en múltiples películas de acción, o el consenso social tolerante con el derramamiento de sangre para preservar la propiedad privada y con la posesión de armas para defenderse.

Los mismos discursos que convalidan la violencia ubican en el lugar de ajeno, no semejante, a veces no humano, a algunos otros, que serán, por tanto, pasibles de una tolerada y hasta deseable aniquilación (hoy suele pensarse en estos términos a los menores delincuentes.) Richard Rorty señala que la trama sociocultural propone al otro de las llamadas "minorías" como objeto, desconociéndolo en su humanidad, y esto sienta una de las bases del maltrato.

“….la distinción humano-animal es sólo una de las ….. maneras en que los humanos paradigmáticos se distinguen de los casos fronterizos. La segunda manera consiste en invocar la distinción adultos-niños…….los niños sólo alcanzarán su verdadera humanidad si se los educa correctamente. Si son incapaces de recibir tal educación es porque no pertenecen a la misma clase de seres a la que pertenecemos nosotros, la gente educable…” (Rorty, R., 1993, pág. 59)

Quiero destacar, además, que pienso a las expresiones subjetivas de la violencia como inseparables de la violencia social, institucional y familiar; es preciso dejar de lado las causalidades lineales y el aislamiento recíproco de las condiciones de producción del acto violento, ya que operan factores subjetivos, vinculares y sociales, diferenciables, cada uno con sus propias lógicas, pero a la vez implicados uno con otro; de tal modo, cada sujeto es singular y responsable, pero a la vez producto de su tiempo y sus pertenencias. Por ende, el análisis de severas patologías del acto, ligadas a desamparo y distintas formas de maltrato, no solamente considera el psiquismo singular, toma también en cuenta las disfunciones y restricciones del funcionamiento de la familia, si la hubiera; las modalidades de los distintos grupos de pertenencia y las condiciones sociales que habilitan o acotan tales modalidades. Incluye, además, el análisis de la trasmisión intergeneracional, ya que violencias no tramitadas del pasado pueden oficiar en el presente como impacto psíquico desorganizante.

Una sociedad tiende a constituir sujetos consistentes con sus caracteres y fines predominantes; hoy, nos es posible pensar esto en términos de producción social de subjetividad, considerando la coexistencia eficaz de distintos dispositivos sociales en la conformación subjetiva –grupos, instituciones, medios de comunicación- Es decir, de acuerdo con ciertas tecnologías conformadoras, vínculos y sujetos han de poseer rasgos adecuados a las metas de la sociedad que habitan; podemos preguntarnos entonces cuáles son algunos de los rasgos afines con el mercado neoliberal y de qué modo éste favorece las dialécticas actuales de la violencia.

El mercado requiere consumidores, el consumidor es también el espectador, el que consume ideologías que a su vez sustentan comportamientos que a su vez sostienen el mercado. Por ejemplo, en las familias de hoy, entre sus nuevas cualidades y sentidos, encontramos como producto y sostén del mercado la vigencia de padres complacientes y simétricos, aptos para satisfacer las demandas consumistas de los hijos. (Rojas, 2008)

La primacía del consumo jerarquiza la relación del sujeto mercantil con los objetos: a través de curiosos espejismos, las cosas aparecen como fuente y origen de una impuesta, exigida felicidad. Los otros pueden convertirse también en objetos, aptos para el goce y el descarte; o aparecer como adversarios, amenazantes del propio yo y de las propias posesiones, es decir, temibles. Encontramos así que las lógicas individualistas y paranoides del mercado devalúan al otro como sujeto y auspician la propia satisfacción, regida por la perentoriedad de la pulsión, todo esto conforma el andamiaje de múltiples violencias de hoy. Además señalaré, en términos de Lewkowicz, que el modo de exclusión de los no consumidores toma en el mercado la forma de la expulsión. (Lewkowicz, I., 2004)

Entre nosotros, sobre todo a partir de la crisis de 2001 y a través especialmente de los aportes de Giorgio Agamben, (Agamben, G., 1999) se expande el pensamiento acerca de la desubjetivación, Por lo general, ésta es homologada con deshumanización y se la relaciona con situaciones límite y privación socioeconómica severa; supone entonces la cuestión de la violencia, si entendemos por tal el accionar de eficacia objetalizante. La desubjetivación así considerada tampoco parece privativa de nuestro tiempo, pero se hace posible hoy pensarla en estos términos, ya que aparece ligada a las ideas desarrolladas acerca de los procesos de subjetivación. Por lo demás, la lógica mercantil instala con fuerza la problemática de la objetalización, tal como he venido señalando.

Transitamos un cambio de época que nos permite presenciar y experimentar, aun en nosotros mismos, la transformación del sujeto moderno. Si tomamos dicho sujeto como referente, nos rodea la desubjetivación, de allí la importancia de diferenciar desubjetivación de aquellos modos novedosos de subjetivación productivos de rasgos no modernos, o rasgos sí existentes en la modernidad pero antes considerados como marginales, punibles o patológicos. Aquello que una época margina o castiga puede aparecer en otra aceptado e impulsado, así, los científicos quemados en el medioevo fueron luego la figura destacada de la modernidad: dejar de lado estas consideraciones nos expone a la patologización de los rasgos novedosos, en especial en la infancia y adolescencia. Al mismo tiempo, los criterios estadísticos no nos serán útiles para definir lo “normal” y lo “patológico”: el alcoholismo adolescente, por ejemplo, constituye una problemática severa frente a la cual no podemos permanecer indiferentes, pese a su extensión. Tanto la patologización como la aceptación indiferente de lo nuevo suponen el riesgo de ejercer algún modo de violencia sobre niños y adolescentes desde nuestras propias prácticas. Incluyo en este punto la cuestión de los diagnósticos cerrados y cronificantes que pretenden reducir la complejidad del sujeto humano a la simplicidad de una sigla (me refiero especialmente a las derivadas del DSM IV)

Las variadas y excluyentes formas de discriminación por atributos diversos no acordes con expectativas sociales vigentes, configuran una modalidad violenta característica de nuestro tiempo. La oposición inconciliable entre incluidos y excluidos del consumo, que decreta el desamparo, el hambre y a veces la muerte de los no pertenecientes, parece un saldo ineludible del actual sistema neoliberal. Esto va dando lugar al incremento de la violencia delincuencial, ya que el sin sentido y falta de horizontes de la exclusión estimula el ataque contra quienes pertenecen y poseen: el propio régimen social instaura así una rivalidad especular y criminosa. Para los “incluidos”, el delincuente representa un peligroso enemigo, y puede así producirse una fuerte confontación entre unos y otros, que opaca y encubre las condiciones socioculturales y económicas que producen dicha situación.

Por fuera del sistema y la posibilidad del consumo, en la franja hoy extensa de la exclusión ¿hay posibilidades de organizar procesos subjetivantes o nos hallamos en los confines de la propia existencia? Sabemos que los lazos son constructivos, y el peor riesgo psíquico es el aislamiento: el sujeto se construye entre otros, con otros. Entiendo que los agrupamientos en exclusión también operan, con sus poco estudiadas peculiaridades, en la conformación subjetiva: construyen, entonces, formas vinculares y subjetivas adecuadas a las estrategias de supervivencia en exclusión. No obstante, las carencias en la autoconservación pueden afectar la conformación de la dimensión ética, asegurándose de tal modo la trasmisión intergeneracional del maltrato, los niños carenciados y maltratados suelen a su vez devenir violentos, reiterando la violencia padecida. Por estos senderos se ven favorecidas las impulsiones, la emergencia del sujeto acéfalo de la pulsión, cuando el entramado simbólico imaginario vacila y se facilita la descarga pulsional sin frenos. Esto afecta los procesos simbolizantes y la instauración de mecanismos represivos.

Para Winnicott la “tendencia antisocial” se basa en la deprivación y expresa una esperanza. Por eso, dice, “La terapia es proporcionada por la estabilidad del nuevo suministro ambiental”. (Winnicott, pág. 155) Cuando lo hay. Si en cambio, no hay respuestas, se renueva la desesperanza y esto agrava la tendencia al acto delictivo (“no tengo nada que perder” “no soy nadie”.) Destaco el movimiento que el autor genera con sus complejas consideraciones sobre la tendencia antisocial, ya que retira los procesos ligados a marginalidad de la calificación única de cuadro psicopatológico y los convierte en un fenómeno de abordajes múltiples.

Los modos subjetivantes de cada época, aunque tendientes a la homogeneización entre los sujetos de una cultura, generan a la vez restos, o excesos, que subsisten, en diferencia, respecto de la fuerza de lo instituyente, e irán operando en el sentido de la alteración y el cambio de las propias prácticas que conforman al sujeto. Podemos pues preguntarnos ¿cuál es o son hoy, en el mercado, esos restos que no pueden ser controlados? ¿Cuáles son los excedentes que no pueden domesticarse, devenir ícono epocal? Aquí pienso, entre otras cuestiones, en algo del orden de la ternura. No aludo al melodrama edulcorado, ese amor vacuo de imagen potente que tantas veces exhiben la TV, y la vida. Ternura: proviene del corpus freudiano –pulsión sexual coartada en su fin- hace lazo, constituye, es para Ulloa, base de lo solidario y amistoso. (Ulloa, F., 1995) Entonces, digo, habilita al otro como sujeto, y así se contrapone a la violencia y a una lógica mercantil que establece la prioridad del objeto a consumir por sobre el otro.

. El mercado a veces también “atonta”. En términos de Lewcowicz: “…..no lidiamos con nuestro venerable fascismo-que obligaba a pensar de una manera-, sino con la estupidez –que nos impide pensar de cualquier manera-.” (Lewcowicz, 2004, pág. 172) Por mi parte, diría, de otro modo: el mercado “fabrica”, modela, una subjetividad no crítica; pero también habilita otros modos nada tontos de pensamiento en los sujetos criados en la cultura de la imagen. Modos que nos sorprenden todavía, que agrandan la brecha de la incomprensión entre adultos, niños y adolescentes, y dan lugar a la necesidad de actualizaciones en el campo de las distintas disciplinas humanas.

Pienso que algo del pensamiento crítico (un pensamiento diferenciado del de Homero Simpson) también resiste al mercado, tal como la intuición, lo imposible y el romanticismo excedieron al imperio moderno del homo sapiens. Resiste hoy desde el lugar de espectador, desde el lugar de consumidor, desde el lugar del excluido, es decir, desde los espacios posibles y existentes en la sociedad líquida. Un resto o excedente, no obstante, que seguramente no es ni dará lugar a una posición crítica idéntica a aquella tan valorada por la modernidad.

Además, consideremos que al cambiar las prácticas conformadoras –pasaje de época, como hemos venido viviendo- si los grupos e instituciones productores de subjetividad permanecen, se ven no obstante alterados en su funcionalidad y significación. En relación con esto, es observable que ahora, en las nuevas condiciones socioculturales, los sentidos de la familia, la escuela y otros dispositivos productores de subjetividad se han modificado, dado que se enmarcan en un Estado que a su vez ha transformado los sentidos que tuvo en la modernidad. Nótese que no hablo de la desaparición del Estado, sino de su alteración.

Retomando la violencia de la exclusión, señalaré que uno de los modos de expresión de la expulsión mercantil es la violencia en y entre los grupos de púberes y adolescentes. El fenómeno de burla y acoso ahora denominado bullying, antes también existente, llega a desbordes de crueldad que implican riesgo de suicidio o comportamiento violento extremo de quienes ofician como “víctimas”. Supone la imposición al otro de un sufrimiento a veces apto para ser gozado: una muestra en pequeño de los modos de vinculación impulsados en la sociedad global y difundidos a través de los medios. Casi siempre los hostigadores poseen justificaciones para el hecho, las mismas pueden ser compartidas y aun alentadas de modo manifiesto o no por sus propios padres y otros adultos.

Incluiré aquí una situación clínica que me permitió pensar algunas de estas problemáticas. Me consultan por Catalina, de 12 años, en la primera entrevista los padres afirman que no hubieran consultado antes por ella, que es buena alumna, con una buena inclusión social, aunque, señala la madre, también es algo tímida, para nada líder o agresiva. Hace pocos meses, sin saber por qué, Catalina fue dejada de lado por su grupo de amigas en la escuela y desde entonces, pese a haber sido bien acogida por otro grupo, llora diariamente y está muy angustiada. Dice el padre: “creo que las madres tienen mucho que ver con los problemas de las chicas, se meten mucho. Mi esposa antes trabajaba y era mejor, ahora vive pendiente del mundo de Catalina”.

Recibo a la niña, se sienta y llora durante largo rato antes de poder hablar, hasta que se va calmando y puede relatar los episodios que terminaron con su exclusión del grupo de “las cancheras”, un pequeño grupo liderado por Eli. Se entusiasma hablando de su buena inserción en el otro grupo, más amplio, donde ya tenía algunas amigas, pero vuelve a llorar. Catalina sufre ante la posibilidad de que su pertenencia a este grupo tampoco sea segura, la amenaza es la exclusión: más allá del segundo grupo sólo restan unas pocas niñas, a las que ella denomina “las infantiles”, estas compañeras representan la marginalidad, un sobrante que la aterra ¿Por qué infantiles? pregunto “Bueno, son tres, una llora siempre por cualquier cosa, la otra se viste como una nena de 3er. grado, y a la otra la madre no la deja ir a ningún lado”. (Cualquier semejanza con las chicas de “Patito feo” u otros personajes de ficción no es pura casualidad: los medios replican la realidad, y a la vez contribuyen a la conformación de vínculos y sujetos.)

Dado que un tiempo antes yo había atendido a “la canchera” Eli y a sus padres, me fue posible a posteriori, alejándome de la singularidad clínica de cada uno de los casos y personajes para pensar la trama común, poner en relación los movimientos competitivos y excluyentes jugados entre los adultos con las vicisitudes de los grupos de niñas. A la vez, percibir las relaciones entre los adultos a su vez afectadas por condiciones de inseguridad, temores, rivalidades y hostigamientos; se dramatizan así los interjuegos inclusión/ exclusión, que siguen los vaivenes del mercado.

También en la familia pueden manifestarse modalidades excluyentes, expresadas, entre otras formas, por cierto apresuramiento en la autonomización de los hijos que a veces genera una paradojal extensión de la dependencia infantil. Las carencias de la función apuntalante del lazo familiar durante el proceso de desprendimiento, soslayan los procesos elaborativos que lo habilitan; incluyo en este punto las familias con hijos adolescentes que con anterioridad he denominado “expulsivas”. (Rojas, 2006) Estos grupos impulsan al adolescente, casi sin mediaciones, al mundo extrafamiliar desde vínculos indiscriminados y escasamente contenedores; este movimiento, sin espacio transicional, que desconoce los requerimientos de una autonomía interdependiente para crecer, es vivido muchas veces como una expulsión, cuando por lo demás no se han configurado otras inserciones en agrupamientos que ofrezcan al joven pertenencia e identidad.

También aparece en algunas familias de hoy, una forma de violencia invisible ejercida sobre la infancia que pongo en relación con la igualación generacional. La disminución de la asimetría adultos-niños va eliminando la responsabilidad adulta, atenúa las funciones de contención e interdicción y da lugar a distintas formas de abandono y negligencia, problemática que vinculo con la extensión, en todos los grupos sociales, de las patologías del desvalimiento. Fenómeno emergente en el par “niños- grandes”/ familias simétricas, sobre el que he venido trabajando en estos años.

Por último, destacaré que una sociedad marcada por la mostración y la transparencia desacraliza el recinto antes impenetrable de la familia y vuelve visibles el maltrato y el abuso sexual, antes practicados en el encierro y la casi total clandestinidad. En relación con esto, aunque se habla con frecuencia hoy en toda índole de publicaciones del incremento del abuso sexual, creo que sólo podemos estar seguros de que cada día aumentan las denuncias del mismo ¿cómo conocer las estadísticas del abuso en épocas previas? No obstante, entiendo que existen condiciones sociales que podrían resultar facilitadoras del abuso, me refiero, entre otras, a la ya mencionada igualación generacional, –la que también se pone en juego en la tendencia a considerar al niño como legalmente imputable- y a los efectos de la estimulación a través de las redes de comunicación de formas diversas de sexualidad, también aquellas como la pedofilia, que trasgrede las leyes básicas de la cultura, proponiendo al niño como partenaire sexual posible del adulto.

La visualización abre paso a la posibilidad de la intervención social, que incluye, entre múltiples prácticas, el accionar psicoanalítico. Esto nos compromete en una posición crítica, apta para habilitar el cuestionamiento de las reglas y la violencia mercantiles, que se han transformado en naturales, y contribuir a hacer manifiestas aquellas modalidades destructivas sostenidas en pactos sociales, familiares y grupales de desmentida.

BIBLIOGRAFIA

Agamben, G. (1999) Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo, Valencia, Editorial Pretextos, 2000

Agamben, G.: (2003) Estado de excepción, Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 2007

Duschatzky, S., Corea, C.: (2002) Chicos en banda, Buenos Aires, Paidós

Fernández A. M.: (2006) “Las lógicas colectivas en el campo de problemas de la subjetividad”, Revista Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, Buenos Aires, AAPPG, I, XIX

Foucault, M.: (1963) Prefacio a la trasgresión, Buenos Aires, Trivial, 1993.

Foucault, M. :(1981) Tecnologías del Yo y otros textos afines, Barcelona, Paidós Ibérica, 1990

Lewcowicz, I.: (2004) Pensar sin estado, Buenos Aires, Paidós, 2004

Rojas, M.C.: (2004) “Trauma, duelo e identidad”, Revista Cuestiones de Infancia, Buenos Aires, UCES

Rojas, M.C.: (2008) “Subjetivación/ desobjetivación: los movimientos de producción subjetiva en la sociedad contemporánea”, Presentación en Ciclo AAPPG “Pensando lo vincular”:

Rojas, M. C.: (2006) “Clínica de la adolescencia: una perspectiva sociovincular”, Actas Jornada Anual AAPPG

Rorty, R.:(1993) “Derechos humanos, racionalidad y sentimentalismo”, en Abraham, Badiou, Rorty: Batallas éticas, Buenos Aires, Edic. Nueva Visión, 1995

Ulloa, F.: (1995) La novela del psicoanalista, Buenos Aires, Paidós

Winnicott, D.:(1984) Deprivación y delincuencia, Buenos Aires, Paidós, 1991

lunes, 27 de junio de 2022

Clínica de pareja y familias: la perspectiva vincular

Silvia Gomel, en "Familias, parejas, analistas. la escena clínica" (2020) dice:

"Es una perspectiva que se nos presenta en la actualidad con una cartografía de conceptos teóricos y estregias clínicas, cuales ya no pueden ser abarcadas exclusivamente desde la solidez del corpus teórico psicoanalítico edificado a partir de un sujeto cuyo psiquismo parecía hasta en ocasiones inmune a las determinaciones históricas sociales e vinculares"

La intersubjetividad es el marco donde tiene cabida lo vincular. Supone discontinuidad, separación y diferencia entre los sujos en relación, la trama emergente entre los sujetos ligados entre sí, la trama de anudamientos instituyentes de subjetividad. Somos a la vez cada uno solo y cada uno en permanente interrelación con otros. 

Noción de sujeto sustentado en la multiplicidad

Frases como las que siguen nos da la pauta del efecto sujeto producido por la situación vincular:

"Esto hijo saca mi peor versión, saca lo por de mi"

"Cuando estoy con él siento que soy otra, aparece algo de mi que desconocía"

A propósito de esto:

"El hombre rara vez es integralmente bueno o malo, casi siempre es bueno en esta relación, malo en aquella otra o bueno bajo ciertas condiciones exteriores y bajo otras decididamente malo" (S. Freud)

"El Anti-Edipo lo escribimos a dúo. Como cada uno de nosotros era varios, en total ya éramos muchos. Aquí hemos utilizado todo lo que nos unía, desde lo más próximo a lo más lejano".
Mil Mesetas (Mille Plateaux, 1980) del filósofo francés Gilles Deleuze (1925-1995) y del psicoanálisis Félix Guattari (1930.1992)

¿A qué llamamos vínculo?

Hay dos grandes líneas para pensarlo.

Desde Kaës:

Los sujetos determinan su relación. El supuesto de una psique constituida por un conjunto (acotado) de potencialidades que pueden o no desplegarse.

Todas las posibilidades estarían dadas de inicio y el lazo solo desencadenaría lo que ya estaba allí, a la espera. 

Se privilegia la repetición de modelos infantiles, ligados a los avatares de la trama edípica. "Todo encuentro es en realidad un reencuentro".

Desde Puget, junto a Berenstein:

Hace una distinción: vínculo no es lo mismo que relación. Puget es muy spinoziana, y Spinoza hablaba de que las relaciones constituyen a las personas. 

La relación determina a los sujetos, relación que está en inmanencia (relacionada a los pensadores del devenir). Es un punto de vista diferente, en tanto la relación construye a los sujetos. Cada uno de los términos del conjunto resulta definido por la relación. Cada encuentro (figura que ella ubica) opera como un nuevo comienzo, una situación emergente. 

Su modo de pensamiento "patea el tablero", al plantear que no hay individualidades plasmadas, sino que el vínculo produce efectos que no están determinados previamente. Propone un psiquismo como una tábula rasa subjetiva que va inscribiendo la fluidez, lo inédito, lo nuevo. 

Para este tipo de perspectiva, las historias previas no tienen un carácter importante. Uno puede preguntarse si esto es psicoanálisis, acá la clave más bien es pensar en el devenir.

Podemos pensar que el concepto de lo vincular tiene un poco de las dos posturas. Se produce una composición sustentado entre anclajes y novedades.

Lo vincular excede de la relación sujeto-objeto. Los sujetos están entramados como objetos, objetos de deseo, de amor, de pulsión que simultáneamente imponen su presencia como un otro, no abarcables por la fantasía y la representación. Esa presencia no termina de ser abarcable por la fantasía o la representación.

Los encuentros introducen con frecuencia transformaciones no anticipables, no previstas desde los ya conocido.

Ya no se trata únicamente de los efectos en el psiquismo creados desde el otro, sino también con el otro.

Un caso:

Vanina: Yo jamás desconfié de él, siempre le creí. Pero hace unos meses nuestra hija estaba jugando con el teléfono y de golpe vi unas fotos raras. Y ahí me metí y me metí, y encontré lo que nunca hubiera querido encontrar: mensajes, fotos, mails. Me destruyó.

Pablo: Eso fue hace mucho y le pedí perdón. Incluso le di todas mis claves, todo para que se fije cuando quiera.

Vanina: Al principio hice eso, pero me hacía mucho mal. Yo no quiero estar en el papel de la mujer celosa que revisa, nunca lo hice en parejas anteriores. Soy por naturaleza confiada, no quiero ese papel. No me gusta esta versión de mí misma que me lleva a hurgar y revolver. Quiero que nos separemos, no quiero estar en ese lugar pero me vuelve la desconfianza, ya no le creo, me mintió mirándome a los ojos. Necesito separarme de él y de lo que me convierto cuando estoy con él.

Acá vemos como el sujeto se produce en la situación vincular, a partir de lo que ella encuentra en el teléfono de la pareja. Ahí uno puede ubicar las dimensiones de Berenstein de la semejanza, ajenidad y la diferencia. Ella se encuentra con eso y se topa con la ajenidad, donde al otro lo desconoce y también a ella misma en esa versión que aparece. 

¿Qué producciones vinculares exploramos?

- Alianzas conscientes e inconscientes.

- Discursos conjuntos o interdiscursividad.

- Las producciones de escenas, eso que hacen.

- Las tramas interfantasmáticas e identificatorias.

- Los engarces transferenciales.

- Las producciones del decir.

- Las precipitaciones del hacer.

- Los funcionamientos vinculares. Las tramas vinculares establecidas, alianzas inconscientes mediante, operan bajo mecanismos defensivos. En algunas situaciones, los mecanismos que predominan en el conjunto pueden ser a predominio de la desmentida, a predominio de la represión o la forclusión. Eso va a establecer los modos de funcionamiento de ese conjunto.

El concepto de inconsciente y su lugar en lo vincular
También en el conjunto aparecen situaciones que responden a un no sabido que circula produciendo efectos.

Janine Puget señala que no podría afirmar cuál es el estatus de lo inconsciente para un vínculo. Sin embargo, señala que el espacio edificado entre dos a la manera de un flujo posibilitador para la emergencia del querer estar juntos. Ese tipo de flujo refiere, basándose en Spinoza, en un flujo deseante que habla de una potencia y que hace que dos personas deseen estar juntas. Para ella, es ese flujo deseante el que está implicado en el inconsciente singular.

René Kaës, con su concepto de alianzas inconscientes, investiga los efectos de subjetividad que crea el entrelazamiento entre sujetos. Pactos, alianzas inconscientes.

Las alianzas que se despliegan en la trama vincular albergan, entre sus condiciones de producción, las regulaciones culturales, -que son la prescripción de la exogamia y el tabú del incesto- figuras de la renuncia pulsional necesaria para la constitución del lazo con el otro, con el semejante, como también alberga los diferentes mecanismos puestos en juego para enfrentar dichas regulaciones, que van delineando un espacio de modo tal que habilita la constitución de la trama interfantasmática.

- Las alianzas inconscientes, en tanto formaciones intersubjetivas, resultan soportes eficaces de la producción inconsciente, cuyos efectos retornan a través de la trama en todos los actores.
- Producen vínculo. Son formaciones que conforman lo posible de una relación, dejando fuera todo contenido que lo ponga en jaque.
- Invisibiliza aquellas representaciones que pudiesen quebrar el vínculo, o la completud narcisista de los sujetos que participan en ella, a partir  de un movimiento de expulsión de lo no acordado.

Trama interfantasmática.
Es una red de lugares o espacios interconectados a partir de la interdiscursividad y la puesta en escena de las producciones vinculares. Una red tejida con anudamientos y espacios vacíos, que enlaza algunos fragmentos fantasmáticos de los sujetos y los dispone de manera cambiante.

Ejemplo: el lugar de un hijo se encuentra íntimamente ligado al entretejido fantasmático de la pareja parental y su oferta deseante para el niño. Se apoyan en los diversos modos de renuncia y goce endogámico que marcan la impronta, tanto de las escenas de alianza como la de filiación.

Viñeta clínica

Natalia tiene 19 años y pide "hablar con una psicóloga" porque no se siente bien. Pese a haber sido una decisión propia, presenta una gran dificultad para instalarse en su tratamiento. 
Su tema recurrente es que se siente diferente a las otras chicas y no se divierte saliendo saliendo con gente de su edad. Las sesiones suceden en forma monótona.
En una sesión Natalia pregunta su puede venir con su familia, en realidad con sus papás, porque sus hermanos son mucho mayores y viven en otro país.

Entrevista vincular: Llegan los papás, María Eugenia y Roberto. Sé que tienen alrededor de sesenta años, pero parecen mucho más jóvenes. La forma de vestirse cuasi adolescente, la apariencia física, la modalidad corporal. Llegan riéndose y súper contestos.

María Eugenia: Nos pusimos re-contentos de que Nati quisiera que viniéramos. la verdad es que tenemos una relación re cercana, entre los tres, sobre todo desde que mis dos hijos mayores se fueron a vivir a otro país.

Roberto: -Nati es nuestro bebé.

Natalia: -Por favor no me digas así.

Roberto: ¡Pero es que es cierto! Elloa nació con mucha diferencia de los hermanos y fue como un baño de juventud, de vigor. Nos hizo sentir jóvenes.

María Eugenia: Nati nunca dio problemas, la nena diez. Todo le sale bien.

Natalia: -Todo no, me cuesta salir con mis compañeros.

María Eugenia: -¿Y eso está mal? Nosotros la pasamos bomba los tres juntos. Ella no sale porque es muy madura, nos quedamos en casa y jugamos con la play o miramos series juntos. Cuando mi segundo hijo se fue me dijo: "me quedo tranquilo porque la tienen a Natalia".

Natalia: -Pero no es así, no es que yo no salgo porque me divierto más con ustedes.

Roberto: -¿Y entonces por qué?

Natalia: (se pone a llorar y dice con gran dificultad): No sé... Por ahí porque tengo miedo de que si crezco y salgo con mis amigos ustedes se van a sentir viejos y se van a morir.

En esta viñeta, vemos que la exogamia está complicada para esta chica. Esta hija aparece como garante para el detenimiento del tiempo y de su eterna juventud. El conflicto lo trae la hija, que se dabate entre salir o quedarse con los padres que ella sostiene como vigorosos, que no les pasa el tiempo. Ella sufre en este tironeo, en esta tensión. 

miércoles, 15 de junio de 2022

¿En qué se funda un vínculo?

 ¿Cómo se ligan los contenidos psíquicos pensando desde lo inter y transubjetivo? Kaës dice que el vínculo se funda en algo negativo, cosa que contradice la razón. "Las negatividades" en Kaës son tres modalidades de lo negativo que se encuentran en el principio del trabajo de la ligazón intrapsíquica. Esto aplica a todas las ligazones, donde se interrelaciona lo negativo

1) Por un lado encontramos la NEGATIVIDAD DE OBLIGACIÓN de la psiquis de producir algo negativo. Es decir, negativizar algo. recordemos el texto de Freud La negación, donde planteaba la negación de un contenido que había sido admitido previamente.

2) La RELATIVA de lo negativo, por referencia a lo posible.

3) La otra modalidad de lo negativo es la instancia RADICAL, que corresponde a lo que no está en el espacio psíquico, que bordea lo imposible.

LA NEGATIVIDAD DE OBLIGACIÓN: Lo que no debe emerger

Pensemos en una relación de madre e hijo: lo que tiene que quedar por fuera es el incesto, los intereses eróticos. Hay un goce que debe ser cancelado.

Obedece a la necesidad del aparato psíquico a efectuar operaciones de rechazo, de negación, de desmentida, de renuncia y de supresión. La noción de obligación implica la imposición al aparato psíquico para que realice estas operaciones. Al mismo tiempo, aquello que ha sido expulsado, negado, suprimido o reprimido y lo que resulta preservado.

Recaen sobre una percepción o sobre una representación inaceptable por una instancia del aparato psíquico. Estas negatividades son necesarias para que se forme y se mantenga el vínculo. Son exigidas a cada sujeto del vínculo.

El sacrificio de ciertas partes de sí mismo y del otro en aquello que debe ser objeto de la renuncia pulsional, de la represión de una representación, de un afecto, son necesarias para que se vuelva posible la vida en común, para que el vínculo se organice y mantenga unidos a sus elementos constitutivos.

Las negatividades de obligación están dirigidas a la producción de la positividad del vínculo y su mantenimiento vital.

Freud, Emma Eckstein y Fliess

Son famosas las cartas de Freud a Fliess. Emma fue diagnosticada por Fliess con una serie de trastornos atribuibles a la histeria, con predominio de un padecimiento en los cornetes nasales. Fliess pensaba que las inervaciones de los cornetes nasales tenían conexión con las inervaciones de la vulva y que daba cuenta de sus padecimientos. Esto termina en una operación bastante cruenta, de hecho Fliess le deja dentro un metro de gasa. Esto le produce una serie de infecciones y a la larga ella muere de septicemia. 

Nada de esto pudo ser advertido por Freud, quien simplemente atribuyó el no mejoramiento de la paciente a su condición de histérica. ¿Qué podemos pensar sobre esto? Había una ligazón homosexual entre ellos que intentaron preservar. No quiere decir que fueran una pareja gay, sino del componente homosexual libidinoso que hay en la amistad entre los hombres. El caso nos muestra la potencia de las negatividades en los vínculos, que en este caso lleva a estos dos médicos a encubrir un caso que tuvo consecuencias funestas. 

LA NEGATIVIDAD RELATIVA: Lo posible.

Pensemos, a nivel de un grupo ó una pareja, que hay cosas que nunca estuvieron y que el grupo pretende recuperar. Si pensamos en el objeto a, ese objeto perdido que se intenta recuperar. Uno espera en el otro encontrar algo perdido, aunque sea a nivel de la ilusión.

La negatividad relativa constituye sobre la base de lo que ha quedado en suspenso en la constitución de los continentes y contenidos psíquicos, en la formación de las operaciones que los ligan. Es tributaria de la función supletoria, apuntaladora y transformadora del otro.

Sostiene el campo de lo posible. En la negatividad relativa, la positividad se manifiesta como perspectiva organizadora de un proyecto o de un origen.

- Algo ha existido que ya no es.

- O no ha sido lo que podría ser.

- Lo que ha sido no fue suficientemente, por exceso o por defecto, pero podría ser de otro modo.

La negatividad relativa es lo que permanece en trance de ser constituido en la realidad psíquica: es relativa a objetos y a continentes de pensamiento.

Lo que no ha sido pero podría ser, lo que habría podido ser y podría devenir, abre en consecuencia sobre lo posible lo que en nuestro espacio psíquico es tributario de la psique del otro.

Kaës nos dice que no podemos retornar al lugar y al vínculo del origen: existieron un lugar y un vínculo que ya no son. Esta idea es muy freudiana. Ningún vínculo, agrupamiento o pareja se establecerá sin que esté la tentativa de reestablecer el ser juntos de los orígenes.

El lugar del agrupamiento está investido y representado como ese reencuentro con lo que ya no es, lo que ya no somos, pero que podría volver. Para Didier Anzieu, los seres humanos van al grupo como si entraran en un sueño. Esta idea también es freudiana, en el sentido que los sueños son el cumplimiento de un deseo inconsciente.

Esta modalidad de lo negativo, dice Kaës, es la que sostiene la representación y los contenidos representativos del origen. Es fundadora del espacio psíquico. Estamos a un nivel inconsciente de la dimensión vincular.

LA NEGATIVIDAD RADICAL: Lo imposible.

En la ceremonia de despedida a Sartre, Simone de Beauvoir dice "Aunque me entierren a su lado de sus cenizas a mis huesos no habrá ningún pasadizo". 

Es en el espacio psíquico, aquello que tiene estatuto de lo que no es. Admite ser representada como no vínculo, no experiencia, como algo irrepresentable, en las figuras de lo blanco, de lo incógnito, de lo vacío, de la ausencia, del no ser. ¿Cómo pensar el no ser, el vacío, la ausencia, el no-vínculo? Porque para Kaës, esta negatividad es fundante del vínculo. Como un punto de ajenidad y de vacío en el vínculo con el otro. 

La negatividad radical no puede ser pensada por el pensamiento. Se trata de la relación de contacto del pensamiento con lo que no es y con lo que no puede pensar: es aquello que permanece refractario a toda la ligazón.

No podemos pensar y ligarnos en conjunto si no es sobre un fondo de negatividad radical. 

La negación de la negatividad radical se reconoce en los efectos destructores del vínculo y del pensamiento. Kaës dice esto se reconoce en los efectos de grupo y de la masa; donde el pensamiento fetiche de ideología o de opinión común despojada de toda subjetividad. También podemos ubicar los casos de parejas simbióticas. 

Se trata de lo no-ligado irreductible. Para Kaës, el vínculo se apoya en ella y en lo que ella tiene de intolerable, la niega. Tiene que haber un punto de negación de esta negatividad, sino uno no podría vincularse con nadie. Su representación no corresponde a una representación producto del encuentro entre el órgano sensorial y un objeto. No se puede representar sino como algo no representado.

La negatividad radical puede ser tratada según las otras modalidades de la negatividad relativa o de obligación. Explica el espacio vacío no patógeno exigido por la movilidad de la vida psíquica misma. Espacio de la no experiencia, de lo que no es y no será. No puede abolirse en la positividad a la que sin cesar intentamos reducirla.

Algunas figuras nos permiten acercarnos a esta negatividad radical. Por ejemplo, en la angustia lacaniana, este afecto no es sin objeto. La aparición del objeto a angustia. Bleger, por otro lado, hablaba del encuadre depositario de las partes no-yo de la psique.

Articulación de las tres negatividades: el pacto denegativo
Las tres formas de negatividad pueden ser objeto de un pacto, de un contrato o de una alianza inconsciente entre los sujetos del vínculo. Kaës construye la idea de pacto denegativo.

El pacto denegativo es una formación psíquica bifase, que asegura formas específicas en el espacio intrapsíquico. Sostiene la formación y los procesos de los vínculos intersubjetivos, los que dan lugar a formaciones y procesos intrapsíquico (ideal del yo, identificaciones, contrato narcisista).

Como toda alianza inconsciente, satisface alguno de los intereses de los sujetos y las exigencias propias del mantenimiento del vínculo contraído por ellos y que los asocia. El pacto denegativo se debe situar por referencia a las nociones de contrato narcisista, de comunidad de desmentida, de alianza denegatoria.

El pacto denegativo es una alianza compleja para negar la negatividad radical y ligar las negatividades de obligación. En ese sentido, el pacto denegativo es un pacto sobre lo negativo. Un pacto sobre la negación de la negatividad radical es el fundamento mismo del vínculo.

El pacto denegativo mantioene la ilusión de que el vínculo se burla de la negatividad radical, mediante la negatividad relativa (lo posible). Se trata de un pacto sobre lo incógnito, la no experiencia, al no-vínculo. El pacto denegativo es la contracara del contrato narcisista.


martes, 14 de junio de 2022

La lógica de objeto y la lógica vincular en la relación con el otro

 ¿Cómo nos relacionamos con el otro? Hay dos posiciones del Otro:

Objeto: lógica de la relación. La vemos, por ejemplo, cuando un paciente habla de su pareja en un dispositivo individual, donde el otro está en un lugar de objeto representado y entra en la fantasmática del paciente.

Sujeto: lógica vincular. En un dispositivo de conjunto, por ejemplo, el otro está presente y aparece como sujeto, además del otro como objeto. Está agregado esta figura del otro como sujeto. En esta entrada vamos a ver este plus que implica la lógica vincular, situando lo que sucede en el "entre" ellos, que sucede por el hecho de pertenecer a ese vínculo.

Cuando uno trabaja bajo la lógica de la relación, se refiere a la relación con el objeto. Es una lógica que da cuenta del mundo interno del sujeto, de su propia fantasmática donde se figura y se configura la interioridad del sujeto. Con este dispositivo trabaja Freud. 

En esta lógica, los objetos son:

Objetos internos (imagos construidas por el yo) Ej. Padres internalizados.

Objetos externos (relación con el otro desde la proyección e identificación). Son relaciones de objeto originadas por proyección e introyección a partir de su interacción con otros primordiales, parentales, etc.

Ejemplo: En una sesión de pareja, ella dice "Él es igual a mi papá"

Es el mundo interno del paciente, que está habitado por personajes, por objetos internos que condicionan su relación con el mundo externo y con los otros, los cuales pasarán a ser sus representantes. Se trata de un mundo interno construido mediante la fantasía inconsciente. Estamos en el orden de las representaciones.

¿Qué es lo que hace que dos personas se elijan?
Berenstein dice que el sujeto ubica en el otro el objeto, un otro que en este caso se ofrece a desempeñar, un papel imposible de hacer presente ese objeto ausente. Imposible en tanto lo representado no es aquello que se presenta. Cuando el otro funciona como objeto, la pulsión no hace más que reclamar el cumplimiento de la representación. 

En la lógica objetal, estamos ante una lógica de ausencias. Uno espera que eso que se representa se cumpla en el otro, esto pasa permanentemente.

Por ejemplo, en un caso, si un analista pregunta "¿Cómo van las relaciones sexuales entre ustedes?, cada uno va a manifestar una representación diferente -igualmente legítimas- de la misma:
Ella: "Tenemos sexo constantemente, tres veces por semana"
Él: "Casi nunca, sólo tres veces por semana"

La lógica vincular, decíamos, es la que se refiere a la relación "entre" sujetos. Esta lógica integra la lógica de la relación, le agrega un plus a partir de lo que implica los efectos de presencia del otro. Este concepto de presencia del otro es muy importante en Berenstein.

A partir de la presencia del otro, hay un descentramiento, desde la vincularidad, donde se pone en juego lo que uno espera vs. lo que se obtiene: da lugar a producciones sintomáticas específicas del vínculo.

Berenstein dice que la presencia del otro implica aquello que no nos deja seguir siendo. El otro nunca está donde yo espero que esté, se impone y algo tengo que hacer con eso que se presenta conjuntamente con el otro. Kaës, por eso, decía que el vínculo exige un trabajo psíquico.

La presencia del otro va a coincidir parcialmente con lo representado y aquello que no coincide va a ofrecer una incógnita radical. 

Una presencia cuya parte inasible excede el deseo, inasibilidad del otro que Berenstein llama Ajenidad. La ajenidad es propia de todo vínculo, es lo que no se puede inscribir ni simbolizar (no se puede transformar en ausencia). Por ejemplo, en una sesión de pareja ella dice "Nunca lo hubiera creído de vos".

La presencia del otro pone a trabajar al psiquismo ahora de un modo distintivo a partir de lo que se presenta y no solamente de lo que se representa. Ese poner a trabajar al psiquismo, Kaës lo llama "exigencia de trabajo psíquico", ante aquello del orden de lo imprevisto, de la novedad radical, lo que nos sorprende, lo incierto, lo que no está en la serie de lo previsible.

 ¿De qué modo en un vínculo se da lugar al otro? Berenstein, en el texto "Del ser al hacer", dice que ese otro se presenta como semejante (imaginario), como diferente (simbólico) y como ajeno (real). Se trata de cómo se elabora un psiquismo. Por ejemplo: en esta viñeta aparece la ajenidad y la diferencia.

El: Yo la buscaba y ella...
Ella: ¿Vos me buscabas? ¿Cuándo? Hubieras hecho algo para que me diera cuenta...
Él: Cuando me subía arriba tuyo, ¿Qué era eso?
Ella: ...otra cosa!

¿Qué pasa cuando el otro o la situación trae lo nuevo y lo no registrado anteriormente? 
Ambos se sorprenden desconociendo a ese otro que dice lo que dice. Un otro que excede esa representación. Piensan diferente, entonces evitan hablar porque no se entienden. No hablar parece asegurar un aparente bienestar en la pareja. 

La pregunta sería, en toda situación vincular, sería  ¿Cómo hacer para que sus diferencias y la curiosidad por el pensamiento del otro pueda transformarse en creatividad que se apoye en la fuerza del afecto que los une? - se pregunta Janine Puget.

Isidoro Berenstein hace alusión al concepto de PRESENCIA, como aquello de lo cual no tengo registro previo, se produce ahí en situación y que en Derridá es la inmanencia. El otro se impone y al hacerle lugar me modifica, no nos deja seguir siendo. Se refiere también al afecto de quien hace con nosotros y con quien nosotros hacemos. 

Lo que llamamos vincularse es ese conjunto de acciones por las cuales devenimos sujetos otros en ese hacer que nos modifica.

Isidoro Berenstein también habla de la ajenidad y la imposición. El término otro nombra a un sujeto, a alguien que está tan investido como ese otro que soy yo, pero que sin embargo es diferente. Esta diferencia es irreductible y constituye la ajenidad. La presencia del otro se ofrece como ajena, se debe inscribir, luego cubrirla de representación palabra para descubrir nuevamente que sigue siendo ajena.

La imposición puede ser subjetivante o desubjetivante, como dice Piera Alaugnier. La violencia primaria imposición constitutiva y necesaria que implica el ingreso al campo del Otro en el infans. También puede ser desubjetivante, en tanto se puede arrasar con el otro, por ejemplo en la situación de violencia o de abuso. 

En el psicoanálisis vincular hay varios conceptos de la línea de Berenstein, en donde hay un "hacer entre" y un pensar desde ese "entre", es decir, no solo pensar esos sujetos del incoinsciente, sino descentrarnos y pensar en ese "entre" a través de estos conceptos:

PRESENTACIÓN, es aquello de lo cual no tengo registro previo. Al hacerle lugar, me modifica. No es igual a Representación.
NOVEDAD: idea de evento, acontecer, diferente a repetición.
ACONTECIMIENTO: implica devenir (por azar, Deleuze y Guatari), apertura.
AJENIDAD: el otro es ese que se presenta, me sorprende e intento representar. El otro se impone.
IMPOSICIÓN: puede ser subjetivante o desubjetivante.
DIFERENCIA: es pasible de identificación, a diferencia de la ajenidad.

¿Qué entendemos cuando hablamos del otro? 
- Lo desigual de uno mismo.
- El otro implicará una exigencia de trabajo psíquico para conformar el lazo.
- Como condición de subjetivación.
- La alteridad

La alteridad "impone" su presencia, rebelde a los intentos de tratar de objetivarla a través del trabajo de la representación. El estatuto del otro es a semejanza, diferencia, ajenidad. Ese otro también es uno en su ajenidad.

Principio de incertidumbre. 
La incertidumbre es motor tanto de la creatividad como de las defensas inhibidoras en el Dos. 

Cada contexto crea su propia subjetividad. Todo ello tiene que poder convivir en forma conflictiva con modelos teóricos que nos permiten suponer que la causalidad nos ofrece un conjunto de seguridades que por momentos nos confortan.

Los desacuerdos pueden ser la fuerza que da energía y vitalidad a los encuentros, pero por otro lado son los enemigos de la vida vincular.
Evitar hablar podría ser el significante actual ante ciertas dificultades que parecen imposibles de resolver y que contienen un hacer entre dos o mas otros separados por la diferencia radical.