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miércoles, 16 de julio de 2025

Deseo, fantasma y síntoma: vectores del anudamiento subjetivo

La relación entre el deseo y el fantasma es crucial en la constitución del sujeto hablante, ya que ambos operan como vectores que se sitúan en el intervalo entre enunciado y enunciación. Es en ese espacio —donde no hay plena coincidencia entre lo dicho y el decir— donde se juega una función anudante decisiva para la estructura subjetiva.

Esto no impide, sin embargo, que Lacan subraye también el valor estructurante del síntoma. Por un lado, porque su formación está profundamente ligada al deseo; por otro, porque implica la intervención del Otro, que produce un punto de capitonado en el discurso del sujeto. Este punto anuda sentido y marca una escansión, aunque aún no en términos borromeos.

En el grafo del deseo, el síntoma puede ser ubicado allí donde el Otro produce una escansión significativa. Esta escansión no se agota en el sentido, ya que el síntoma, al constituirse metafóricamente, atraviesa la barra de la resistencia a la significación, convirtiéndose así en un sostén del lugar del sujeto. Por eso Lacan, en La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud, afirma:

Este franqueamiento expresa la condición de paso del significante al significado cuyo momento señalé más arriba confundiéndolo provisionalmente con el lugar del sujeto”.

Esta dimensión del anudamiento a la que vengo aludiendo se revela como una operación que, en cada sujeto, forja una modalidad singular de relación entre lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. En este sentido, se hace posible ubicar la nominación como ese acto mediante el cual se inscribe el deseo en el sujeto, marcando la división que lo constituye.

Allí donde el sujeto se desvanece —fading—, algo debe intervenir para rescatarlo de su borramiento. Esa función es precisamente la que cumple el fantasma, tal como Lacan comienza a situarlo desde el grafo del deseo. Aunque el síntoma tenga un peso estructural innegable, es en el fantasma donde se aloja aquello que sostiene la posición del sujeto: el objeto a. Este objeto opera como punto de apoyo, como ficción estabilizadora frente al sin sentido que atraviesa al sujeto, permitiéndole sostenerse en el discurso.

martes, 6 de mayo de 2025

El nombre del padre y la constitución del fantasma

Si tuviéramos que sintetizar el valor fundante del Nombre del Padre en los primeros desarrollos de Lacan, podríamos decir que funciona como un punto de capitón para el deseo inconsciente. Es decir, establece un nudo estructural que ancla la relación del sujeto con el deseo del Otro.

Esta función es esencial porque permite liberar al niño de la posición de súbdito, en la que inicialmente queda atrapado en la primera simbolización. Sin embargo, la operación del Nombre del Padre no implica una desaparición total del goce, sino que deja un resto. Lacan alude a esto en La lógica del fantasma, cuando señala que en la relación con el cuerpo del Otro, el niño “se lleva” algo.

Este planteo articula la operación del Nombre del Padre con la constitución del fantasma, a través del mecanismo de la separación. En este proceso, el Nombre del Padre une deseo y ley, estableciéndolos como dos caras de una misma moneda. Al mismo tiempo, la separación se vuelve efectiva porque el niño no se aparta simplemente del Otro, sino que se lleva consigo un objeto. Se aliena al significante, pero al mismo tiempo, se separa con el objeto.

Este punto es crucial: el niño se separa, pero no del todo. Aquí emerge la incidencia del objeto a, que no está incluido en la metáfora paterna, ya que esta opera mediante una sustitución significante, mientras que el objeto a no es un significante.

Esta evolución en el pensamiento de Lacan responde a un límite clínico: el falo no es suficiente para explicar las relaciones de deseo, demanda y goce entre el niño y el Otro. Esto plantea un interrogante central: ¿cómo se articula esta problemática con la pluralización del Nombre del Padre?

miércoles, 30 de abril de 2025

El campo analítico y el anudamiento del sujeto en la cadena significante

El campo analítico se define como el territorio de una praxis, no como una teoría abstracta ni una técnica estandarizada. Sus coordenadas se sostienen a partir de un tratamiento específico del significante, concebido no en su valor semántico (de sentido), sino en su función lógica y estructural.

Desde esta perspectiva, el significante no representa algo, sino que estructura un lugar: el del sujeto. Así, el sujeto no se define como una identidad estable, sino como un efecto de la cadena significante, es decir, de una secuencia donde lo que se despliega es lo intervalar, la lógica de la diferencia, y sobre todo, de la falta.

Lacan lo formula con claridad al inicio de su construcción del grafo del deseo:

…[el grafo] nos servirá para presentar dónde se sitúa el deseo en relación con un sujeto definido a través de su articulación con el significante.”

Uno de los puntos estructurantes de dicho grafo es el llamado punto de capitón (point de capiton), que cumple una función decisiva en los vínculos entre el significante y el significado. Se trata de una operación de anudamiento, gracias a la cual se detiene el deslizamiento indefinido de la significación. Es decir, esos puntos sirven como nudos, que estabilizan provisoriamente el sentido y permiten que el sujeto haga pie en el campo del Otro.

Este punto de capitón o punto de “basta” puede pensarse desde dos perspectivas complementarias: diacrónica y sincrónica.

  • En su dimensión diacrónica, el punto de basta se sitúa a nivel de la frase, como ese término final que cierra el campo de la significación. Allí actúa como una puntuación simbólica, que da forma y sentido retroactivo a lo dicho, y remite directamente a la función del Otro como garante del sentido.

  • Desde una perspectiva sincrónica, en cambio, su función es menos visible, más próxima al campo del lenguaje. Aquí se trata de una atribución originaria, un momento en que se efectúa una sustitución simbólica entre la necesidad y el significante. Lacan retoma este mecanismo de la formulación freudiana de “La negación”, y lo reinterpreta más adelante en términos de nominación: un acto por el cual algo recibe existencia simbólica al ser nombrado.

En suma, lo que el grafo y el punto de capitón ponen en juego no es solo un esquema técnico, sino una lógica del sujeto: el modo en que éste puede inscribirse en el campo del Otro, encontrar un punto de anclaje en una cadena que, por estructura, lo excede.

martes, 11 de diciembre de 2018

¿Qué es un síntoma?


Pensemos en un paciente que no esté anoticiado de una fobia, por ejemplo. Pienso en una paciente que tenía sus destinos trazados, siempre fijos e iba a todos lados en taxi. Ella no tenía noticias de que tenía una agorafobia y que no podía salir a la calle. Con su camino ya trazado, no se preguntaba nada de esto. Pero en el análisis se empieza a preguntar sobre esto y se construye ahí este síntoma, que antes no era. Un médico diría que hay un síntoma, pero al síntoma analítico hay que construirlo. El síntoma en análisis surge cuando le dirige la pregunta al analista, porque un sujeto puede venir padeciendo de algo y no hacerse ninguna pregunta.

El síntoma es algo de lo que el sujeto se quiere desembarazar; le pide ayuda al analista diciendo que esto no lo soporta más. El síntoma es extranjero a mi. Es algo extraño pero a la vez lo más propio, aunque se siente insoportable y extraño.

Cuando uno empieza a escuchar por la vía de la comprensión, una queja puede seguir desplazándose metonímicamente hasta el infinito. Uno tiene que escuchar hasta ponerle un punto de basta. De este recorte (que puede ser de una queja, de un impedimento o una inhibición), uno empieza a pedir una historización sobre esto. Siempre vamos a constituir síntoma al cernir algo e historizarlo. Vía la asociación libre, va a articular con otros significantes y lo va a llevar a este Otro que no “lo ha dejado”.

Todo podría ser llegar a ser un síntoma si algo no se puede, si algo se repite o de la relación del sujeto con el Otro, digamos. Esto se escucha permanentemente en el discurso de los neuróticos, que vienen a hablar de esto. El analista puede suponer un síntoma, pero quizá para ese sujeto no lo es, por eso hay que pensar qué se puede cernir para construir un síntoma. El neurótico siempre viene quejándose del Otro. Síntoma va a ser si el sujeto se pregunta por lo que le pasa y el analista debe ayudar a construir esa pregunta.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Algunas consideraciones sobre la estructura de la paranoia, la esquizofrenia y la manía.


Por Colette Soler
Fuente.


En la paranoia. ¿Cuál es la forma del rechazo del inconsciente? Pienso que podemos continuar o retomar la tesis freudiana en la que aparece algo de una “increencia”. Lacan retoma el término para decir que, efectivamente, en la psicosis (en la psicosis que para él es la paranoia) se rechaza, se rehúsa, no se cree en algo que es “la Cosa”. Efectivamente, eso se encuentra ligado a la forclusión, es decir que falta. Con la forclusión falta uno de los términos necesarios a la creencia, un término de la división del sujeto que abre la posibilidad de la represión, pero a la vez de la creencia. Más concretamente, podemos decir que el paranoico es un incrédulo. 

El paranoico es incrédulo respecto de él mismo en tanto que es tachado, es barrado; es decir que no cree, no admite, no reconoce en él mismo, la opacidad, el enigma que constituye cada sujeto; el enigma de un deseo oscuro que no sabe y que además puede ser malo, implicar un goce malo. Por eso existe la dimensión de la inocencia paranoica. Sobre la inocencia paranoica escribí un texto que quizás algunos conocen “Inocencia paranoica e indignidad melancólica”, que se oponen en una asimetría impactante. El paranoico es un incrédulo –eso es lo que él cree, no es el punto de vista de los demás, sino que es su punto de vista–. El paranoico cree siempre que es un buen tipo, incluso cuando hace cualquier barbaridad. Y la inocencia paranoica es la manifestación al nivel de los fenómenos, precisamente, del rechazo de “la Cosa” de su lado. Y sabemos bien cuál es el destino de este rechazo: lo rechazado vuelve y en su caso vuelve bajo la forma de la persecución, es decir vuelve del lado del Otro, del lado del partenaire o mejor dicho, con el Otro; y es el rasgo sospechoso del paranoico, que es un buen tipo pero no confía demasiado. 

miércoles, 21 de marzo de 2018

Necesidad, deseo y demanda en el grafo del deseo (2)

Ver la primera clase de "Necesidad, deseo y demanda en el grafo del deseo"

La clase pasada vimos el texto de la significación del falo, donde trabajamos más los conceptos de necesidad, demanda y deseo para introducir el grafo del deseo. Hay 3 grafos, el II, el II y el III, pero en realidad hay un solo grafo, pero Lacan a modo didáctico lo cortó en esos tres:
En el grafo II están agregados I(A), el ideal del yo y a la derecha está el sujeto barrado. Lacan empieza a hablar del deseo: El deseo se ha articulado, precisamente, a razón de que no sea articulable. La vez pasada dijimos algo sobre esto de que el deseo sea articulado sea la razón de que no sea articulable. No es articulable, porque si bien está articulado en la demanda, lo que no puede es capturarse completamente. Siempre algo se va a escapar, es lo inefable. El problema es que si dijéramos simplemente que “el deseo no es articulable”, entonces todos desearíamos lo mismo. Por nuestros pacientes, sabemos que no todos deseamos los mismo, ¿Y quién hace la diferencia de que no todos deseemos lo mismo? Pensemos en que no todos nuestros pacientes vienen a hablar de lo mismo, aunque el deseo esté en todos. No todos tuvieron el mismo lugar en deseo el Otro. Eso tiene que ver con lo que causa el deseo. La causa del deseo tiene que ver con el deseo del Otro.  

Hay un efecto estructural de la demanda sobre la necesidad, cuyo efecto es el deseo, que hace que se le escape a la demanda, lo vamos a ver en el segundo peso. El deseo, en la neurosis, siempre se escapa, porque en la psicosis  no hay un más allá de la demanda. Hay sujeto del lenguaje, pero no hay un más allá de la demanda (deseo).

El Otro es un lugar, el tesoro de los significantes. Nos enteramos del deseo porque habla, es más sencillo. Y el discurso del sujeto son significantes, que se articulan. Pero esos significantes no son cualquiera, son los que tienen que ver con los que tuvo en el lugar del deseo del Otro, son estos significantes que el sujeto recorta de lo que el Otro le dijo. Es la historia, escrita en términos significantes. La particularidad de la especie, la necesidad, se recupera en la particularidad del sujeto. Ese retoño que se recupera de la particularidad de la especie perdida, es la particularidad del sujeto. Y esa particularidad es el deseo. Ese objeto es el objeto a, que no es un objeto particular como la leche, sino un objeto particular con el que el sujeto va a gozar. Ese objeto, particular para el sujeto, es causa del deseo. Es el resto de la operación del encuentro del sujeto con el Otro, con el tesoro de los significantes. El Otro es tesoro, pero no código, porque el código está completo y el tesoro no. En el tesoro no están todos los significantes, están los significantes del sujeto. Porque si estuvieran todos los significantes, no habría la posibilidad del intercambio. Es necesario que algo falte.

Entonces, que el deseo sea articulado es precisamente la razón por la que no sea articulable. Como es el efecto de la demanda sobre la necesidad, como está articulado a la demanda del Otro, la demanda del Otro determina la pregunta del sujeto por el deseo: “Me decís esto, ¿Pero qué me querés decir?”. O sea que la demanda determina la pregunta por el deseo y esa pregunta va a ser particular, porque va a depender de los significantes del Otro, del encuentro del sujeto con este lugar de tesoro de los significantes para ese sujeto. De acuerdo a la articulación particular para cada sujeto, hace que el deseo no sea articulable, porque se escapa. Como el deseo está articulado con significantes, no se puede articular, porque no existe un significante que pueda dar cuenta de si mismo. Un significante remite a otro significante, un significante es lo que representa a un sujeto para otro. Siempre es S1 y S2. En el intervalo, en el entrelíneas, está el sujeto. En las holofrases hay un significante que no remite a ninguno, quedó como una plomada, ahí aglutinado. En la holofrase no hay más allá de la demanda, no hay deseo en ese S1. Para que haya deseo, tiene que haber 2. Es el caso de la psicosis y la psicosomática.

Lacan dice que el grafo del deseo nos serviría para presentar dónde se sitúa el deseo, que es lo que Lacan pretende, en relación con un sujeto. En este momento, Lacan define al sujeto a través de su articulación con el significante. Lacan habla de la célula elemental, que es un gráfico con muchos menos elementos:
Lacan habla del Ideal del yo, pero fíjense que es el ideal del Otro. Para hablar del Ideal del yo, Lacan pone I(A). Para Lacan, lo que está en mayúsculas en el grafo, es simbólico. Lo que está en minúsculas, es imaginario. Fíjense que en el grafo del deseo, que cuando pone deseo, lo pone en minúscula. El matema de la pulsión, que es $D (sujeto losange demanda), la demanda está en D mayúscula. En cambio, para poner deseo, elige la d minúscula, para dar cuenta que el deseo no puede ser reducido a lo simbólico. Hay algo que escapa a lo simbólico, entonces pone la d y esto no significa que el deseo sea imaginario, sino que no puede ser reducido a la demanda.

He aquí lo que podría decirse es su célula elemental, se articula allí lo que hemos llamado el punto de basta por el cual el significante detiene el deslizamiento, indefinido sino de la significación. No siempre un significante remite a otro significante, como en la holofrase, pero siempre una significación remite a otra significación. Si no hay punto, esa significación sería infinita, que es lo que pasa en las infinitizaciones de la psicosis. Si no hay punto de basta, punto de almohadillado, punto que no es cualquier punto, es un punto distinto que permite en tapicería es que los almohadones grandes no pierdan la forma. Lacan utiliza esta figura del punto de capitón, punto de almohadillado o punto de basta, para decir que no es cualquier punto, sino un punto de corte. En las sesiones, no todos los puntos son de corte. No todos los cortes de sesión son puntos de capitón. Hay cortes de sesión que no producen que la cosa cambie. No todos los cortes tienen efecto de interpretación, entonces tiene que haber algo de este punto que produce otra cosa y que no siga igual.

Lacan va a hablar de la función de la sincronía y la diacronía. La diacronía implica una funciòn en el tiempo y la sincronía es sin tiempo. Nosotros nos vamos a enterar con un paciente de lo sincrónico, del corte, yendo a la diacronía. Si habla, cuenta su historia, nos vamos a enterar de su sincrónico. Nos vamos a enterar de lo que Lacan llama la atribución primera, que luego veremos. Primero, en Freud estaba el juicio de atribución de la existencia. Tiene que decir “Esto no, esto es bueno, esto es malo” y después “esto existe”. Primero es el juicio de atribución. Por eso es tan importante que el sujeto hable y en las entrevistas preliminares, las preguntas para que el sujeto pueda hablar. Y algo de esto, de lo sincrónico, que se diga, de su deseo. Es necesario que hable, que cuente. “Bueno, lo escucho”, uno dice. Porque si no habla, si nosotros no vamos a la diacronía, no vamos a poder llegar a esos significantes fundamentales que marcaron su historia. Esos significantes muerden el goce, estàn anudados a un tiempo no cronológico de goce, a una escansión, a un corte de goce. Y por eso es tan importente decirle “Hable”. Luego, cuando empieza a hablar, el analista va a estar puntuando a la altura de s(A).
Pero no puntuando en este primer piso solamente, sino como el punto de capitón en las 4 esquinas, como los almohadones, como luego veremos. Van a ver que como en los botones de los almohadones, en el grafo va de 2 en 2 también.

Pregunta: ¿Qué pasa con los pacientes que no hablan? Tuve una paciente que a la segunda sesión no quería hablar. Me dice que necesita que le haga preguntas. Ella dice que esa semana no le pasó nada interesante.
Es una paciente muy demandante, lo que se escucha ahí es “hablá vos”. Podemos recortar algo de lo que ella dice, por ejemplo “hablame de lo que para vos es interesante”. De todas maneras, estamos en los tiempos iniciales, con lo cual la transferencia tiene que armarse. También uno podrìa preguntarle si esto le pasa con alguna otra persona, de querer que le pregunten. Esto que està diciendo, no es cualquier cosa, algo está queriendo decir con eso. Ahora, me resulta interesante que a la segunda sesión no tenga nada que hablar, ¿en qué plano estaríamos nosotros? En el plano de la comprensión. A veces nosotros tenemos que ir por la cuerda imaginaria, haciendo alguna indicación o sugerencia. Hay momentos y momentos. Cuando le preguntamos que nos hable de interesante, por ejemplo, vamos a los significantes. Porque salimos del primer piso, del plano del yo, que es donde te quedaste. “Yo no creo que vos no tengas nada para decir”... El moi, el yo ideal, el ideal del yo, la demanda… En cambio, “hablame de interesante”, significa que suponemos que hay algo que en ese significante que no es un signo. Le hacemos creer al paciente que las palabras son muy importantes, que cuente... En el final de análisis, con el atravesamiento del fantasma, se va a dar cuenta que la verdad es siempre mentirosa. Es muy importante salirse del plano de lo que nosotros creemos o prejuzgamos que debería ser. ¿Por qué en una segunda entrevista esta paciente debería tener algo que decir? Debemos ir por la vía de la diacronía, recortando un significante. Vamos a ver cómo recortando un significante, un S1, lo que se diga no va a ser cualquier cosa. Porque esa es la anticipación, es una de la temporalidad de la diacronía. En este ejemplo, “hablame de interesante”, nos va a llevar al entrelíneas, al intervalo, al sujeto dividido, porque ahí va a aparecer que lo que diga no lo va a poder abarcar. Va a entrar en el juego del análisis.

En la función diacrónica, Lacan va a decir que este punto de basta, la función diacrónica de este punto de basta, debe encontrarse en la frase, en la medida que no cesa en su significación sino con su último término, ya que que cada término está anticipado en la construcción de los otros e inversamente sella su sentido con su efecto retroactivo, para atrás. Es la famosa frase: “Ay, así yo no puedo seguir viviendo

Ay.
Ay, así.
Ay, así yo.
Ay, así yo no.
Ay, así yo no puedo.
Ay, así yo no puedo seguir.
Ay, así yo no puedo seguir viviendo.

Según donde puntuamos la frase en su eje diacrónico, va a tener diferente sentido según el punto. Y esto es retroactivo. La anticipación es importante, porque es como el significante amo. Hay un significante 1, amo, que el sujeto elige y los otros significantes van a estar asociados ahí. No va a ser cualquiera los que va a utilizar. Elige un significante amo: inteligente, loco… y los significantes que estén asociados a eso, no van a ser cualquiera. Recuerden el hombre de las ratas, Ratten, spilratten… Todo esto estaba asociado a la damisela de las ratas de Ibsen, o del caso Signorelli de Freud. donde Freud va de significante en significante hasta llegar a sexualidad y muerte, que no tienen inscripción en el inconsciente. Pero llega al corazón de lo que falta.

En la diacronía, la temporalidad no es desde el inicio hacia adelante, sino la anticipación y la retracción. esta es la temporalidad de lo que está en juego en la diacronía. Cuando se arma una frase fantasmática, el sujeto se pregunta por el deseo del Otro, pero en realidad está inscripto en la historia con el Otro. Eso es diacrónico, pero puntúa de acuerdo a la temporalidad, por anticipación y por retroacción. El que puntúa es el Otro, “me quiere…”, después está el sujeto, cuando hace el corte. Esta es la función nuestra como analista, nosotros nos manejamos en esta temporalidad, la temporalidad de la anticipación y la retroacción. Nosotros vamos a puntuar retroactivamente, que son esas cosas que vemos 3 sesiones para adelante los efectos que se produjeron antes. Es el futuro anterior, retroactivamente. Si la intervención tuvo esta modalidad de punto de capitòn, de un verdadero corte, nos enteramos después, a veces meses después.

Pero la estructura sincrónica está más escondida y es ella la que nos lleva al origen. es la metáfora, en cuanto a que en ella se constuituye la atribución primera, la que promulga “El perro hace miau” y “el gato hace guau-guau”. Se acuerdan que la vez pasadas dijimos que el dicho primero aforiza, legaliza, es oráculo. Se trata del dicho primero del Otro y es omnipotente, porque es un oráculo para el sujeto.

Con lo cual el niño de golpe, desconectando a la cosa de su grito, eleva al signo a la función de significante y a la claridad a la sofìstica de la significación. Esto quiere decir que la atribución primera es una metáfora, porque es un significante que sustituye a otro. Un significante se define en oposición y diferencia, pero es uno, el S1 de la atribución primera, es el que va a sustituir a todos los demás. Siempre estamos en la relación del sujeto con el Otro. Ahora, una cosa es el signo y otra cosa es el significante. Por ejemplo, el perro hace guau es el signo y la cosa juntos, estàn conectados. Guau es el signo del perro, es unívoco y estamos en el campo del signo. Miau es el signo del gato. Ahí estamos en el plano de la cosa con su grito. Para que pase a ser de grito a llamado, hace falta pasar al terreno significante, o sea, que para la madre ese chico deje de ser una cosa y el grito pase a ser llamado. Se desvitaliza en el orden de lo natural, pero entra en el orden simbólico. Entonces, eleva el signo a la función de significante. Cuando Lacan dice que el perro hace miau y el gato hace guau, ya no sabemos lo que quiere decir. De eso se trata el lenguaje, cuando se separa el signo de la cosa. Aparte de que el signo se eleva al significante, dice que la realidad se eleva a la sofìstica de la significación. Sofìstica es una figura retòrica donde el razonamiento cabalga entre lo falso y lo verdadero. Sería “chicana”, es términos vulgares, o capcioso. La verdad toma forma de ficción, porque ya todo lo que se liga, al separarse de la cosa, no se va a saber muy bien qué se dice. El niño se encuentra con el Otro del lenguaje, pensemos en las presencias y ausencias, hace que el sujeto se pregunte por esto. Entonces ahí la cosa se perdió, estamos en el plano de que el gato hace guau.
El animal, si se ve acorralado, puede engañar dando una pista falsa. Lo que no puede, es fingir que finge. Ahí estamos en el terreno del lenguaje, que puede fingir que finge. El ser humano puede dar una pista verdadera, haciéndole creer que es falso. El sujeto dice una verdad, pero el otro piensa que es mentira. En una supervisión, una paciente decía que el novio le decía “te engaño”, que tenía otra. Para ella era mentira y al final lo engancha, pero el novio le había dicho que era mentira. Ahí se pierde la dimensión del signo y estamos en el campo del orden del significante, donde la cosa está perdida. En este terreno, el de la sofística, la verdad es una ficción.

Hay otro texto de Escritos 2, “La metáfora del sujeto”, donde dice Lacan que la metáfora radical està dada en el acceso de rabia narrado por Freud del niño que fue el hombre de las ratas antes de consumarse neurótico obsesivo, el cual interpela a su padre, al que le diceTú, lámpara, servilleta, plato…”. Ahí el niño está en el campo de “el perro hace miau…”. También nosotros entendemos que no se pierde la dimensión de la injuria en que se origina la metáfora. Acuérdense que la metáfora es la atribución primera, lo sincrónico, el recorte que se produce en el sujeto que tiene que ver con la atribución primera: la marca. Injuria más grave de que lo que se imagina, pues de ella procede la injusticia gratuitamente hecha a todo sujeto como un atributo mediante el cual cualquier otro sujeto es animado a atacarlo. O sea, Lacan dice que siempre es injusto y que la atribución dada al sujeto siempre es una injuria, porque en realidad se trata de que es nombrado por un Otro, atribuyéndole un sentido y ahí pierde lo natural. Siempre hablamos del Otro que puntúa, omnipotente, no barrado del primer tiempo. Fíjense que el Otro no tiene barra en este grafo. Cuando pasemos al segundo piso del grafo, vamos a ver que la esquina superior izquierda, donde estaba el significado, con la s minúscula, va a aparecer el significante, la S mayúscula, circulito, y el A barrado: el significante del Otro barrado, que ya veremos. Entonces Lacan dice que el gato hace guau-guau, el perro hace miau miau. He aquí de qué modo deletrea el niño los juegos del discurso e inaugura el mensaje. ¿Exige esa posibilidad la topología de un juego de 4 esquinas? Se pregunta Lacan. Si nos quedamos en esta línea, nos quedamos en “el perro hace guau y el gato hace miau…”. He aquí el tipo de pregunta que debe depender la conclusión subsecuente, que es la del grafo del deseo.

Los 2 puntos del [¿?ento]. Uno, conectado a A, que es el lugar del tesoro de los significantes. Esto aparece en la pág. 785 de “Subversión del sujeto”. Lo cual no quiere decir “del fondo”, pues no es que se conserve en el código la correspondencia unívoca de un signo con algo. El código está completo, el tesoro de los significantes no. El significante no se constituye sino de una reunión sincrónica y numerable, donde ninguno se sostiene sino por el principio de su oposición a cada uno de los otros.

Que sean numerables significa que nosotros como analistas tenemos que poder decir y dar cuenta de esa reunión sincrónica, pero numerándola, dar cuenta de qué significantes marcaron la historia de ese sujeto y numerarlos. Porque siempre hay un significante con 3 más relacionados que dan cuenta de los 4, con 3 no alcanza. Es como el caso Signorelli, requiere de la reunión de todos los significantes para llegar. En el hombre de las ratas, no alcanza con seguir ratten, spielratte… para llegar a la damisela Gisela y la damisela de las ratas de Ipsen. tenemos que dar cuenta de todos los significantes. Para dar cuenta de eso, vamos a la diacronía, que el sujeto hable y que empiece a asociar. Por ejemplo, un lapsus, una insistencia significante, eso asociándolo. Esto nos va a llevar a los significantes con los que está asociado el significante amo. El significante amo, que en realidad no hay uno, se asocia con otros significantes. En algún momento hay que tener que dar cuenta de este significante y con qué otro significante se asocia en su historia. Y eso es lo que el sujeto recortó del tesoro de los significantes y es importante que esto se ponga a jugar con esta temporalidad para que algo de este goce se reste.

El otro connotado, significado del Otro, es lo que puede llamarse la puntuación, donde la significación se constituye como producto terminado. Yo les decía, la vez pasada que el punto en Lacan no está al final, sino que al principio. Observemos la disimetría del uno, que es un lugar, sitio más bien que espacio, con respecto al Otro que es un momento de escansión, más bien que duración. Esto es un lugar de otra espacialidad, porque el Otro es un lugar, pero también es un significante, el sitio de los significantes. No es espacio, sino lugar, sitio de los significantes y S(A) no es duración, sino escansión y corte, que es la especialidad del analista, en cómo interviene el analista: escandiendo. Cuando yo les digo que hay que escandir, que hay que cortar, de ésto se trata, la puntuación. Cuando uno puntúa no va a cualquier lugar, va a escandir. Por ejemplo, en el caso de esta paciente que le decía a la analista  “Bueno, hábleme usted, porque yo quiero que me pregunte porque no tengo nada interesante para decir”, si uno dice “No puede ser que a la segunda sesión  no tenga nada que decir”, estamos en el orden de la duración, de la cronología y no estamos escandiendo. Escandir sería, en el ejemplo, preguntar “¿Qué es lo que a usted le resulta interesante?”. Puntuar en interesante. De la otra manera no puntuamos, vamos nosotros a ponerle sentido a lo que dijo ella acá de que no puede decir nada interesante. No hay escansión ahí. En cambio, “hábleme de interesante” puntúa y otra vez relanza. Relanza porque en realidad el grafo es un 8 interior, nunca cierra.
El grafo parece abierto, pero en realidad va haciendo el 8 interior y relanza el deseo, el “entre”.

En la página 186 dice: “La sumisión del sujeto al significante que produce en el circuito que va del significado del Otro [S(A)] a A, para regresar de A al significado del Otro, es propiamente un círculo, en la medida en que el aserto que se instala en él, a falta de cerrarse sobre nada, sino sobre su propia escansión; dicho de otra manera, a falta de un acto en que encontrase su certidumbre [...]”

Si nos quedamos en el plano de la demanda, estamos en un círculo que va de A a S(A) y de S(A) a A. El acto de encontrar la certidumbre no lo va a encontrar en ese círculo, en el plano de la demanda (también llamado “círculo infernal de la demanda”, porque produce horror y encierro por lo permanente), es en sí mismo insignificante, porque la certeza el acto no aparece. Este acto es el que permitiría ir más allá de este círculo, el más allá de la demanda que es el deseo. Si nos quedamos en el plano de la demanda, termina produciendo agresividad, sumisión. La queja con la que el paciente viene está acá, con los significantes del tesoro (A). Al encontrarse con el analista, que va a puntuar. En el mejor de los casos, cuando el paciente demanda. Muchas veces los manda un familiar o los casos judicializados. Pero cuando el paciente viene con la queja de la madre, supongamos y uno pregunta “¿Y vos que estás haciendo?”, ahí estás puntuando, permitís que se separe y relanza el deseo. Aparece la angustia, porque se encuentra con “el entre”, con el espacio del intervalo. Sale del círculo, se la saca de ahí.

Mensaje de código y código mensaje se distinguirán en formas puras en el sujeto de la psicosis, el que se basta por ese Otro previo.

Lo que Lacan dice es que el sujeto se basta con este Otro de la demanda previo. En el sujeto psicótico encontramos mensajes de códigos de mensajes y mensajes de código. Hay un sujeto ante la demanda del Otro y esto lo que genera es que no haya un objeto adecuado a la necesidad, pero el sujeto no puede salir de la demanda, del círculo infernal de la demanda. En la psicosis no hay más allá de la demanda, el sujeto psicótico se queda pegado a la demanda del Otro. No es que no exista un Otro ni que no exista el lenguaje en el psicótico. De hecho, el psicótico habla, pero lo que no puede es salir de este círculo.

A lo que hay que atenerse es a que el goce está prohibido a quien habla como tal. O también que no puede decir sino entre líneas para quien quiera que sea sujeto de la ley, puesto que la ley se funda en esa prohibición misma.

En la prohibición del goce -que está prohibido para el sujeto que habla-, pero para que haya sujeto de la ley tiene que haber más allá de la demanda. Se funda en la prohibición interdicta del goce, que está interdicto y que quiera saber sobre esa interdicción, en que pueda entrar el sujeto de la ley. En este caso, sería la metáfora paterna.

La próxima vez vamos a ir más allá de este círculo: vamos a ir al ideal del yo, el yo ideal y el yo para ir a la pregunta y al piso de la enunciación. Hasta hoy, estamos en el plano del enunciado, que podría ser lo que nosotros nos encontramos con analistas y qué vamos a hacer para que esto se despliegue, para salir del circuito de la demanda, para lo cual debe ser un sujeto deseante y que despliegue su deseo. Esto no es sin pasar por la demanda, porque siempre cuando se habla hay demanda. El deseo se desarticula por el hecho de que hay lenguaje, porque cuando se habla siempre hay un resto.

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miércoles, 14 de marzo de 2018

Necesidad, deseo y demanda en el grafo del deseo (1)

Vamos a pensar un poco estos conceptos teniendo en cuenta “La significación del falo” y “La subversión del sujeto” de Escritos 2 de Lacan.

Al hablar de sujeto dividido entre el S1 y el S2, Lacan habla de necesidad, deseo y demanda para dar cuenta de cómo surge el sujeto del deseo. En la significación del falo, Lacan introduce los efectos del significante sobre el viviente. Sabemos, pues, los efectos de esa presencia. Son en primer lugar los de una desviación de las necesidades del hombre por el hecho de que habla.

Ahí está hablando de necesidades. Nosotros esto podemos pensarlo en términos de goce, porque en realidad hablar de necesidades sería hablar de un sujeto mítico. El sujeto de las necesidades es un sujeto mítico. No es posible que un objeto se acomode a lo que el sujeto necesita. Acá dice que hay una desviación de la necesidad del hombre por el hecho de que hable en la medida de que sus necesidades están sujetas a la demanda. Una demanda está articulada con los significantes. Las necesidades están sujetas a la demanda: el viviente se encuentra con un Otro primordial que habla, entonces algo de la necesidad se pierde por la presencia del significante. Esta necesidad retorna al sujeto enajenadas. O sea, que la necesidad se aliena en la demanda. En el texto dice “enajenada”, pero la traducción es “fuera de si”, entonces en realidad no se trata de un sujeto fuera de sí, sino que estaría alienado. No es fuera de sí, sino que se trata “en el Otro”.

Entonces, las necesidades se alienan. Esto no es efecto de su dependencia real, sino de la conformación significante como tal y del hecho de que su mensaje es emitido desde el lugar del Otro. O sea, Lacan rompe con la concepción de que es el emisor quien codifica y que puntúa el mensaje activamente. Dice que su mensaje es emitido desde el lugar del Otro, o sea que el que puntúa lo que el sujeto necesita es el Otro. Nosotros podemos pensar esto para la clínica: siempre el que puntúa es el Otro. En un enunciado, el que puntúa, el que pone el corte a la frase, es el Otro. Y eso va a determinar la significación, el sentido.

Lo que se encuentra así alienado, en las necesidades, constituye una urverdrangung, que sería represión originaria de Freud, por no poder articularse en la demanda, pero que aparece en un retoño, que es lo que presenta en el hombre como deseo. O sea, la privación estaría del lado de la represión originaria, porque se priva del objeto de la necesidad, un objeto particular de la necesidad al hablanteser, por el simple hecho de hablar, entonces la necesidad se aliena. De esta necesidad o goce  que se pierde, aparece un retoño, porque la necesidad pasa por la demanda. Hay algo que es un retoño: pensemos retoño como un hijo o como un brote. No es lo mismo que retorno, porque si fuese la represión propiamente dicha, lo que retornaría sería como necesidad. Es un retoño, un resto de la necesidad, atravesada por la demanda. Entonces tenemos que:
Necesidad - demanda = deseo.
Este retoño es algo que no se deja capturar por la demanda. Entonces, se produce una desnaturalización de la necesidad y lo que aparece aquí es el deseo.


Esto, que sería la célula elemental del grafo, tenemos la cadena significante, un Otro. El sujeto, que va en busca de un objeto y se encuentra con la cadena significante, con la presencia del lenguaje y ahí, a la altura del Otro, están los significantes. Es el Otro el que puntúa y ahí hay algo de la necesidad que se pierde. Esto es la célula elemental, el primer piso. Algo de la necesidad se pierde y se produce un retoño que es el deseo. Ese resto es lo que es objeto causa el deseo, que después va a ser el objeto de deseo en el fantasma. Pero a la altura de estos textos, Lacan todavía no lo nombraba así. Pero hay un objeto particular de la especie que está perdido y eso causa el deseo.


En el encuentro con la cadena significante y el Otro, la necesidad -el goce-, la puntuación se produce en el s(A). Es retroactiva, por eso Lacan escribe:


.S1       S2


El punto no está al final, sino al principio. El corte siempre es retroactivo y eso lo vemos en una sesión. El analista produce una escansión y ese corte siempre va a ser retroactivo.

Lo que retorna, entonces, es el deseo. La demanda en sí, se refiere a otra cosa que a la satisfacción que reclama. O sea, no se trata de satisfacer la necesidad. Es demanda de la presencia de una ausencia, no es demanda de un objeto en particular. Es demanda de una presencia, cosa que manifiesta la relación primordial con la madre, por ser ese Otro que ha de situarse más acá de las necesidades que puede colmar. Una madre no es lo mismo que una hembra preñada de hijo. Una madre tiene que estar preñada del Otro, que es el tesoro y el lugar de los significantes, en donde están todos los significantes. No es lo mismo que el lugar del código, ya que en el código están todos. En el Otro siempre faltan significantes, aunque sea el tesoro y el lugar. La madre tiene que estar preñada de ese Otro y ella le va a donar y va a estar más acá de las necesidades que pueda colmar. Lo que va a estar más allá de la demanda, es el deseo. Podríamos hacer un cuadro:


Tenemos algo que está más acá y más allá de la demanda. Del lado de la necesidad tenemos el objeto específico, que está perdido.

Dice Lacan que a ese Otro lo constituye ya como provisto del privilegio de satisfacer las necesidades. Es decir, el poder de que el Otro es omnipotente, siempre, del poder de privarla con lo único que satisface. Habíamos dicho que la necesidad se satisfacía, a nivel de la demanda, con la presencia. Es lo que nuestros pacientes piden, de lo que vienen a quejarse, de lo que el Otro no les da. Siempre es una demanda de amor, la demanda se satisface con la presencia. El Otro es siempre omnipotente, por eso los niños se enojan mucho cuando alguien no los entiende. El Otro es la lengua materna, que está antes de poder aprender las palabras del colegio, de la escritura. La lengua materna es el tesoro de los significantes. Cuando la madre no entiende lo que el chico dice, al chico le da un ataque de furia porque lo que al chico le angustia es que caiga la omnipotencia del Otro, porque si su madre es la lengua materna y ella no lo entiende, ¿La lengua materna de quién es? La madre no entiende a la lengua materna y el chico se angustia. Esto también le pasa a los adultos, que demandan que el Otro los escuche y empieza el malentendido. En esa hendidura -una falta- del Otro, es que el chico puede preguntarse por lo que quiere, por el deseo del Otro. El Otro pierde su omnipotencia, pero entonces también el chico y perder esa garantía lo angustia.

En una entrevista de admisión, una nena de 11 años, tenía problemas en el colegio porque no entendía. Pasaban cosas en relación a la madre, pero muy llamativamente, la nena empieza a entender muy bien el inglés. Tenía materias con todas las materias excepto con el inglés. A mi me llamó mucho la atención esto, porque lo que le pasaba a esta chica es que tenía problemas con la lengua materna, no con una lengua extranjera, una manera que se retorne el deseo, se revele a la demanda de la madre y le permita a hacer un pasaje a una terceridad, que en este caso era el padre, donde la madre no hacía un buen pasaje y la nena había quedado entrampada en esta serie elemental. Si síntoma era no entender y problemas con la lengua materna.

Lacan dice que ese privilegio del Otro dibuja así, de una forma radical del don de lo que no tiene, es decir, su amor. Ustedes recuerdan que Lacan define al amor, en su vertiente simbólica, como dar lo que no se tiene a uno que no es. Es así como la demanda anula la particularidad de todo lo que puede ser concebido. La demanda anula la particularidad de la necesidad de la especie, del “todos”, de poder decir que un objeto satisface a todos. La particularidad del objeto que se pierde, en la necesidad, transmuta en prueba de amor en la demanda. La satisfacción que obtiene incluso para la necesidad se rebajan a no ser ya sino el aplastamiento de la demanda de amor. O sea, que la demanda es algo que aplasta la particularidad de la especie, la garantía de poder encontrar un objeto. Esto se transmuta en prueba de amor, a la demanda de amor. Hay una necesidad que la particularidad así abolida reaparezca más allá de la demanda. Lo que se anula es la particularidad del “todos”. Reaparece la particularidad en ese retoño, en ese deseo. Pero esa particularidad ya no es de la especie, sino del sujeto. Esto nosotros lo vemos y lo escuchamos en los análisis. El deseo es siempre esa particularidad que se rebela a ser articulado en la demanda, a ser aplastado por la demanda, porque es la particularidad de ese sujeto, que por supuesto, es con lo que goza. Es esa respuesta particular que se dio sobre lo que el Otro quiere, que es el fantasma, que le va a dar marco a su deseo.


El sujeto tiene que hacer un movimiento particular para confeccionar ese marco, entonces hay algo de la particularidad que se recupera. El fantasma hace marco porque es lo que le permite desear esa frase particular. Si la frase es “me quiere pegar”, va a desear relaciones que le peguen o situaciones en donde sea pegado. Va a desear desde ahí y por eso es el marco. Esto está anudado a los significantes de ese sujeto con ese Otro, con su historia. Uno sabe de esto yendo a la historia, preguntando sobre la relación de este sujeto, el paciente, con sus otros de su actualidad (que son encarnaduras de su Otro primordial), repitiendo una modalidad de goce. Repitiendo e insistiendo esta particularidad de deseo. Entonces vemos que el deseo está más allá de la demanda. Lacan dice que aparece definitivamente allá, pero conservando la estructura que esconde lo incondicionado de la demanda de amor. La demanda siempre es incondicional, es demanda de amor, del don que el Otro esté ahí para él, siempre presente escuchándolo, mirándolo… Esto lo vemos permanentemente en la clínica y es incondicional, porque ni siquiera el hambre puede hacerle límite al amor a veces. Ni siquiera la necesidad de vivir a veces puede. escuchamos historias de pacientes que a veces se inmolan por amor, pierden el apetito, se someten completamente en esta demanda, ya sea de satisfacer la demanda del Otro o que el Otro satisfaga, pedirle pruebas de amor permanentemente, ignorándose en relación a la necesidad (una anoréxica, por ejemplo, que se niega a comer). No hay nada del orden de la necesidad que pueda condicionar a la demanda. a demanda es incondicional. Es un pedido de incondicionalidad.


A veces no hay nada del Otro que le pueda hacer límite al pedido de incondicionalidad. No hay nada que el Otro que le pueda dar que le alcance a la demanda de amor. Por eso es muy importante para nosotros los analistas estar muy atentos a la demanda. Nosotros no tenemos que ubicarnos en el lugar de que demanda, demandando curación, que pague lo que tenga que pagar, que no mienta, comprarle el diario para que busque trabajo. Porque si el analista demanda, el deseo del sujeto se va a rebelar a que nosotros queramos capturarlo en esa demanda. Cuando el analista demanda, el que está dividido es el analista. Se angustia, soporta tan poco su barradura, que demanda que el paciente pueda. Por ejemplo, dándole consejos. ¿Y qué va a pasar? Quizá el paciente hace un acting out que le marque que no es por ahí el camino. Le va a mostrar el objeto. demandando no se acota el goce, sino que se lo retroalimenta.


Al goce se lo acota por el lado del corte, ahora, a veces tenemos pacientes muy angustiados y no hay que cortar ahí. A veces tenemos pacientes que escuchamos y no hay angustia con esto, hay repetición gozosa y se queja una y otra vez… Uno puede hacer algo que rompa el sentido, que rompa con lo que goza. Generalmente, cuando se habla mucho, es demanda. Por eso es importante la posición de la abstinencia y el silencio, que quizá no se da tanto al principio, pero en un momento si. Porque cuando uno empieza a explicar o a hablar, demanda. Las pocas palabras generan preguntas, por eso las explicaciones en análisis son una demanda del analista. Y la demanda es siempre demanda de amor, una prueba que le pide al otro: que sea amable con uno.


De la demanda del Otro primordial, Lacan dice: Lo dicho primero decreta, legisla, aforiza, es oráculo, confiere al otro real su oscura autoridad. Esto es algo que escuchamos mucho. Algo de lo oracular, a tal punto que vienen pegados a lo que les dijo el Otro. “Sos un mal alumno”, “Sos un mal hijo”, “No vas a poder”. Pero hay algo, que es el deseo, que se rebela a ser capturado en demanda. A este dicho primero, que es oráculo y que aforiza, que le confiere ese poder omnipotente, se rebela. Por ejemplo en el acting out, para que algún otro escuche, vea, entienda, pero queda alienado a ese Otro. ¿A qué Otro? A la demanda del Otro. Porque en realidad, esta demanda del Otro, que es de una incondicionalidad absoluta, también es imperativa. Uno puede pensar en el superyó, porque esta demanda del Otro, en el envés, se le aparece desde el sujeto en forma del superyó, que le dice y le demanda imperativamente. Es el Otro en realidad, pero el superyó vendría a ser la voz del Otro que aforiza, dice y legisla.

Que el deseo sea articulado, es precisamente la razón de que no sea articulable. El deseo está articulado a los significantes del Otro, pero no es articulable. Si uno dijera simplemente que el deseo no es articulable, uno diría que el deseo es inefable y si no es articulable, no se podría decir sobre el deseo. No es articulable porque el deseo es lo que escapa de la necesidad a ser articulado en la demanda, pero está articulado a los significantes. Se dice mediante los significantes, pero obviamente no se lo puede articular ni apresar. Está entre 2, entre lo que se va deslizando metonímicamente en la cadena. No es articulable, pero es articulado. Lo que no sería articulable sería este objeto que se pierde, el de la necesidad. Este objeto perdido no se puede articular en la demanda pero sí causa el deseo, que es el objeto a como causa de deseo. Pero después algún significante se articula en el fantasma, porque sino fuera así cuando el el chico dice “me decís tal cosa, pero ¿qué me decís con lo que me decís?” eso quiere decir que el deseo está articulado. En realidad, el deseo está determinado por la falta. “Vos me decís eso, ¿pero qué me decís?”. Está determinado por el discurso del Otro, la pregunta se articula a lo que el Otro dice. Se articula siempre a una demanda que lo determina, después la respuesta va a ser particular de cada sujeto. Este objeto particular se recupera de la particularidad de la especie, del todos, perdida por la demanda. Esta particularidad se recupera como objeto particular de deseo.

Dice Lacan que esta célula elemental presenta dónde se sitúa el deseo en relación con un sujeto definido a partir de su articulación por el significante. Esto le va a permitir localizar al sujeto articulado a los significantes. Dice: He aquí lo que podría decirse es su célula elemental. Se articula allí lo que he llamado “punto de basta”. El punto de basta se encuentra cuando el sujeto mítico de la necesidad va a encontrar su objeto específico, pero al encontrarse con la cadena significante que lo cruza, en ese punto de encuentro se encuentra con el tesoro de los significantes. También se llama punto de capitón. La significación se detiene mediante el punto de basta, hace que el significante detenga su deslizamiento, indefinido sino de la significación. En el grafo del deseo, el punto de almohadillado son 4 puntos, el del piso del enunciado y el piso de la enunciación, y la próxima vez vamos a ver cómo se almohadilla. El punto de capitón recuerda al punto de los almohadones se une de 2 en 2, para que el almohadón no se desarme. Por eso, es que el punto del corte no es cualquiera ni cualquier punto hace de corte en una sesión. El punto de capitón abrocha, es un punto de escansión. Cuando vemos el grafo vemos los 4 puntos: el Otro, el significado del Otro, la pulsión y el significante del Otro barrado. En el medio, están los pisos del enunciado y de la enunciación. Ahí vamos a encontrar el deseo, el fantasma, y más abajo, el ideal del yo, el yo ideal y el moi.

El punto de basta no es cualquier punto, está siempre del lado de la s(A), de la significación del Otro, porque siempre es por anticipación y retroacción.

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