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lunes, 8 de septiembre de 2025

El analista ante las perversiones: ¿Cómo interviene?

 En la perversión, el deseo no se presenta como la búsqueda de un objeto perdido (como en la neurosis), sino como la puesta en acto de un montaje en el que el sujeto mismo se ofrece como objeto del deseo del Otro. Esto define una posición subjetiva estable frente a la castración: no se trata de negarla simplemente, sino de sostenerla en escena.

La diferencia estructural es clave, porque el perverso no está simplemente “desviado” de una norma sexual, sino que ocupa una posición distinta frente al deseo del Otro. Repasemos:

Neurosis

Perversión

El sujeto se confronta con la pregunta sobre qué quiere el Otro de mí, lo cual genera la dialéctica de la falta, la castración y el síntoma.

El sujeto se coloca en la posición de dar consistencia al deseo del Otro, intentando suplir imaginariamente su falta. No se trata de ignorar la castración (inscripta simbólicamente), sino de hacer de ella un montaje: el perverso se ofrece como objeto que satisface o colma al Otro.

En la neurosis, el fantasma ($ ◊ a) es un montaje defensivo frente al deseo enigmático del Otro.

En el fantasma, el perverso hace de sí mismo el objeto que completa el fantasma del Otro. No se protege del goce, sino que se ofrece a sostenerlo.

De esta manera, el deseo perverso se organiza en torno a una escenificación en la que él mismo se coloca como instrumento del goce del Otro (ejemplo clásico: el fetichista que encarna el fetiche para que el Otro no confronte la castración). Ahora bien, la perversión es una posición ética frente al deseo, no solo una práctica sexual. Allí el sujeto se ubica como garante del deseo del Otro, lo sostiene, lo provoca, lo tienta. El perverso “sabe lo que el Otro quiere” y se propone darle satisfacción.

Cuestiones transferenciales

En la neurosis, el paciente transfiere en tanto supone al analista un saber sobre su deseo y su síntoma. Es la clásica Sujeto-supuesto-SaberEn las perversiónes, esa suposición de saber no se arma de la misma manera. El perverso no se interroga por su propio deseo (“¿qué quiero?”) sino que se coloca como objeto para el goce del Otro. Entonces, la transferencia se juega más en el registro de la puesta en escena fantasmática.

Cuando su defensa es exitosa, el perverso tiende a ubicar al analista en el lugar del Otro al que debe mostrarle la verdad de su deseo o incluso enseñarle a gozar. Ahora bien, dato clínico: el goce en la perversión nunca aparece sin mediación simbólica. El "peligro para el tratamiento" está en el analista puede quedar tentado de ser arrastrado como partenaire de la escena perversa (ejemplo: que el analizante espere complicidad, aprobación o incluso que se lo sitúe como destinatario del acting-out).

En estos casos, la transferencia puede volverse resistente porque el sujeto busca confirmar su montaje más que cuestionarlo. La posición analítica consiste en no ocupar el lugar que el perverso quiere asignarle, y a la vez no rechazarlo violentamente, sino bordear la escena hasta que se abra una pregunta.

Existen "puntos de quiebre", donde el perverso sí permite intervención, pero no en los mismos tiempos ni bajo la misma lógica que el neurótico. Los momentos clave suelen ser:

Cuando el montaje se interrumpe: aparece un malestar, un límite al goce, un fracaso en sostener el fantasma.

Cuando se confronta con la angustia: aunque la perversión en general funciona como un dispositivo que protege de la angustia, hay situaciones (rupturas vinculares, rechazo del partenaire, imposibilidad de sostener la escena) en que esta irrumpe.

Cuando se pone en juego la dimensión del Otro: es decir, cuando el sujeto descubre que no todo está garantizado en el goce del Otro y que su posición de “instrumento” tambalea.

La transferencia, entonces, no pasa tanto por “analizar el deseo inconsciente” en los mismos términos que en la neurosis, sino por introducir la falta en el Otro allí donde el perverso la reniega o intenta suturarla. El analista no debe aceptar ser partícipe del escenario, sino operar de modo que el sujeto confronte que el Otro no está completo y que su fantasma no es garantía absoluta.

Perfecto. Te armo un esquema según algunas formas clínicas de la perversión, visto desde Lacan, focalizando en cómo aparece la transferencia y dónde puede intervenir el analista:

1. Fetichismo
  • Montaje: el fetiche funciona como “desmentida” de la castración materna: “sé que falta, pero actúo como si no faltara”.  El objeto a en juego es el fetiche mismo (ej: el zapato), que ocupa el lugar de “velo” que tapa la falta en el Otro. El deseo se sostiene en que el fetiche esté presente: es condición de posibilidad de la escena sexual.

  • Transferencia: el fetichista puede ubicar al analista como garante de su fetiche, alguien que debería reconocerlo y validarlo. “Usted me entiende, no me va a juzgar, sabe que lo necesito”. El riesgo es que el analista quede tomado como validador (“sí, el fetiche te asegura el goce”) o como juez moral (“eso está mal, tenés que dejarlo”).

  • Intervención: no rechazar el fetiche de entrada (sería confirmarle su certeza), sino ubicarlo en relación a la falta, mostrando que no garantiza nada en el Otro.
    → Se interviene cuando el fetiche falla o cuando la angustia irrumpe en torno a su pérdida o rechazo.

2. Sadismo
  • Montaje: El sadismo no es simple “crueldad”, sino un dispositivo para hacer aparecer la castración en el Otro: te muestro que no eres completo, que estás en falta. El sujeto se coloca como instrumento del goce del Otro: no solo busca gozar él, sino provocar un goce en el Otro a través del dolor, situándose como ejecutor. El objeto a en juego es la mirada y el cuerpo del partenaire, reducido a objeto de manipulación.

  • Transferencia: el analista puede ser situado como partenaire que “debería soportar” o incluso como testigo de la puesta en escena. El riesgo es que el analista quede atrapado como “víctima” (forzado a escuchar con horror) o como “cómplice” (si responde desde la fascinación).

  • Intervención: no aceptar ese lugar de objeto pasivo del goce del perverso. Bordear la escena apuntando a que no hay Otro que goce totalmente, introduciendo el límite de la ley. 

Caso clínico de sadismo: Un hombre de 32 años consulta tras un episodio en el que su pareja lo dejó porque él insistía en prácticas sexuales con violencia. Relata:
“Yo necesito hacerle daño, verla sufrir… en ese momento siento que controlo todo, que tengo el poder. Después me angustio porque pienso que me voy a quedar solo. Pero si no hay esa escena, no me excito”.
En paciente relata escenas violentas con entusiasmo, como si intentara provocar incomodidad. Puede colocar al analista en posición de espectador obligado, o incluso querer hacerlo partícipe imaginario de la escena. El riesgo es que el analista quede atrapado como “víctima” (forzado a escuchar con horror) o como “cómplice” (si responde desde la fascinación).
El analista, le devuelve “Después se angustia… ¿qué es lo que aparece cuando la escena termina?”, señalando que hay un resto no absorbido por el montaje, un agujero que lo empuja a repetir.
Los sádicos mucho hablan del sufrimiento de sus "víctimas", pero poco dicen acerca del lugar que ellos mismos ocupan en toda esa escena. Señalarle esto abre a que el sujeto se interrogue sobre su posición, en lugar de quedar velado por el sufrimiento del Otro.
3. Masoquismo
  • Montaje: el sujeto se ofrece como objeto para que el Otro goce de él. La satisfacción está en sostener la posición aparentemente pasiva de "ser usado", aunque desde ese lugar el masoquista mueve todos los hilos de la escena (por ejemplo, con contratos).

  • Transferencia: puede intentar ubicar al analista como Amo sádico, demandando castigo o humillación. También puede traccionar al analista al lugar del "tercero que mira" en el fantasma, insistiendo en narrar escenas sexuales con detalle, en espera de rechazo o incomodidad del analista.

  • Intervención: no ceder a esa demanda de ocupar el lugar de Amo. Devolver la responsabilidad del goce al sujeto, sin rechazarlo pero sin convalidar la escena. El trabajo se vuelve posible cuando el sujeto confronta que su montaje depende de un Otro que nunca es seguro, ya que puede retirarse, rechazarlo o no responder. También, cuando descubre que su goce masoquista no es garantía de vínculo, sino que lo deja en soledad. El analista apunta a abrir una pregunta: ¿qué sostiene él en esa posición de objeto? ¿qué evita al ofrecerse como soporte del goce ajeno?

4. Exhibicionismo
  • Montaje: mostrar(se) al Otro para excitar su deseo, poniendo en evidencia su falta. El objeto a en juego es la mirada del Otro. A diferencia del voyeurista, el exhibicionista busca colocarse él como objeto para ser visto (hacerse ver). Su satisfacción no proviene tanto de su propio cuerpo, sino de provocar la falta y la sorpresa en el Otro: “te muestro lo que no deberías ver”.

  • Transferencia: el analista corre el riesgo de ser puesto en el lugar de espectador cómplice, supuesto destinatario de la escena.

  • Intervención: no reforzar la mirada voyeurística, sino descompletar el lugar del Otro-espectador. Por ejemplo, señalando la función de ese mostrar en el fantasma, no satisfaciendo la expectativa de complicidad.

Caso clínico exhibicionismo: Caso judicializado. Un hombre de 28 años consulta porque varias veces fue denunciado por mostrar sus genitales en espacios públicos. Relata:
“No puedo evitarlo… cuando me expongo siento que el otro queda sorprendido, atrapado en mi juego. Es como si por fin me vieran de verdad. Después me siento mal, pero en el momento hay algo irresistible”.

En las primeras sesiones, el paciente habla con lujo de detalles sobre sus escenas de exhibición. Tiende a mirar fijamente al analista, como chequeando si reacciona. El riesgo es que el analista quede en el lugar de espectador excitado o escandalizado, reproduciendo el montaje. Al ser ambos varones, puede intensificarse la tensión transferencial: el paciente puede esperar un gesto de fascinación, complicidad, rechazo viril o humillación.

El analista interviene: “Parece que a vos no te interesa tanto mostrarte, sino de cómo reacciona el otro cuando te ve. ¿Es eso lo que buscás en mí también?”. Con esto, se devuelve al paciente que intenta ubicar al analista como Otro-testigo, y se abre la pregunta por lo que él mismo queda fuera de esa escena. El analista también interviene en ese punto de sentirse mal: "¿Qué te hace sentir mal, que no les alcanza con ver lo que vieron?"

En el exhibicionismo, el deseo se arma en torno a hacer aparecer al Otro como espectador. La transferencia pone al analista en riesgo de ser atrapado en esa escena. La intervención analítica apunta a no aceptar ese lugar de voyeur, sino devolver al sujeto que lo que busca mostrar nunca será visto plenamente, introduciendo la falta en el campo de la mirada.

El trabajo se vuelve posible cuando el sujeto confronta que por más que se muestre, el exhibicionista nunca logra capturar del todo la mirada del Otro. El “ser visto”, de esta manera, no colma el deseo, sino que lo empuja a repetir. Allí el analista puede introducir la idea de que no hay Otro que garantice su imagen ni que pueda verlo “de verdad” en totalidad. Por otro lado, se puede abrir a la idea de la posibilidad de ser mirado de otras maneras...

5. Voyeurismo
  • Montaje: espiar al Otro en su intimidad, intentando captar el goce “secreto”.

  • Transferencia: el analista puede ser tomado como alguien a quien hay que arrancarle una verdad escondida. También puede ser puesto en el lugar de testigo-cómplice, un espectador al que se le “hace ver” lo prohibido.

  • Intervención: no colocarse como depositario del secreto ni como garante del saber total. No ocupar el lugar de espectador excitado (no responder con fascinación, morbo o complicidad). Tampoco moralizar ni condenar (eso solo reforzaría el circuito del goce). Devolver al sujeto que lo que busca ver nunca se completa.

Caso clínico voyeurismo: Un hombre de 35 años consulta derivado por su pareja, que lo encontró varias veces espiando a vecinas desde la ventana. Él mismo relata que, desde adolescente, siente excitación al observar a mujeres sin ser visto. Dice: “No me interesa tocarlas, ni hablarles… es ese momento de mirar lo prohibido lo que me da satisfacción”.  La escena está organizada alrededor de ver al Otro sin ser visto. El objeto a en juego es la mirada, que funciona como causa de su deseo. Se ubica en la posición de arrancar un secreto al Otro (captar su goce oculto).

En las primeras entrevistas, el paciente relata con detalle sus escenas de voyeurismo, como si quisiera “mostrar” lo que vio. El analista corre el riesgo de ser puesto en el lugar de testigo-cómplice, un espectador al que se le “hace ver” lo prohibido. Incluso, aparece una demanda implícita: que el analista avale su práctica, o que funcione como aquel Otro que confirme la excitación de la escena.

El analista le señala el papel de la mirada: “Usted dice que no le interesa la mujer misma, sino ese instante de verla… ¿qué hay en ese instante que parece detenerlo todo?”. Esto introduce que no hay totalidad en lo que ve, que su goce depende de un punto ciego, una falta. En otro momento, cuando el paciente intenta ubicar al analista como cómplice, le pregunta: “¿Quiere que yo vea lo que usted vio?”.
Eso descompleta el lugar del Otro, mostrando que el analista no es garante de la escena.

***
En todos los casos, la transferencia se abre cuando el montaje fantasmático fracasa, o cuando aparece un malestar que el escenario no logra absorber. El analista interviene no desde la complicidad con el goce, sino introduciendo la falta en el Otro, bordeando el fantasma sin romperlo violentamente ni confirmarlo.

domingo, 24 de agosto de 2025

La Melancolía - Psiconeurosis narcisista y clínica actual

 

La Melancolía es una de las expresiones más dramáticas de las Afecciones Narcisistas, tan frecuentes en la clínica actual, donde el Yo queda atrapado bajo la sombra de un objeto resto, es decir, insignificante, sin una importancia valiosa.
1. Duelo y Melancolía: El mismo inicio, destinos opuestos.

En “Duelo y Melancolía”, S. Freud nos enseña que la reacción del sujeto ante una pérdida significativa puede seguir dos caminos: el Duelo normal o el Duelo patológico.

Ambos procesos tienen el mismo inicio: la pérdida de un ser querido o de aquello que, por la intensa implicación libidinal, adquiere para el sujeto un valor equivalente — el trabajo, un ideal, el lugar de residencia.

Enseñanza central

Fue la práctica clínica, y la escucha rigurosa de S. Freud, la que le permitió demostrar que esa coincidencia inicial no asegura el mismo destino: la Melancolía sigue otro derrotero, diferenciándose de manera radical del Duelo.

2. ¿Cómo impacta una pérdida significativa en el sujeto melancólico?

Al sujeto melancólico, la pérdida le produce un quiebre subjetivo de gran profundidad, en tanto su psiquis se ve imposibilitada de encontrar una vía simbólica que le permita elaborar y tramitar dicha pérdida.

De este modo, el sujeto queda escindido e imposibilitado de interrogar lo que esa pérdida pone en juego en su vida. 

Enseñanza central

Es este quiebre subjetivo, imposible de elaborar simbólicamente, el que precipita al sujeto melancólico hacia un abismo de gran gravedad clínica.


3. ¿Cómo distinguimos en la práctica clínica un cuadro de Melancolía?

En un Duelo normal, la reacción inicial se manifiesta con una profunda tristeza, desinterés por el mundo exterior, pérdida momentánea de la capacidad de amar e inhibición de las funciones vitales.

En la Melancolía, en cambio, a todo ello se añade un rasgo distintivo, ausente en el duelo normal: Una perturbación severa del sentimiento de sí, dado que el Yo del sujeto se encuentra profundamente afectado.

 
Enseñanza central
¿Cómo puede expresarse esta alteración profunda del Yo?
 
- El sujeto se autoincrimina.
- Se considera culpable de lo perdido.
- Puede caer en el delirio de creerse indigno, ruin o despreciable, sintiéndose sin derecho a convivir entre los demás.


4. Un Fracaso del Amor: la Melancolía y las Psiconeurosis Narcisistas.

Para S. Freud, la Melancolía constituye una Psiconeurosis Narcisista.

El Otro de los primeros cuidados —por razones siempre singulares— no pudo otorgarle al sujeto, en los tiempos inaugurales, una identificación narcisista suficiente. 

En “Introducción del Narcisismo” (1914), S. Freud lo llamó “Fracaso del amor” (Versagen der Liebe): el niño no llegó a encarnar para ese Otro la potestad esperada en este primer tramo identificatorio: “Su majestad, el bebé”. 
Así, la sombra de lo que el infante no llegó a ser recae sobre su Yo.

 
Enseñanza central
 
En Duelo y Melancolía, S. Freud expresa esta dramática con una frase que define al cuadro de la Melancolía: “la sombra del objeto recae sobre el Yo”.

5. Manifestaciones Clínicas de la Melancolía

En las psiconeurosis narcisistas, tal como S. Freud considera a la Melancolía, la libido queda fijada en el Yo y no encuentra una vía de tramitación en el campo simbólico, es decir, en el lenguaje. Esto provoca un empobrecimiento y un retraimiento del mundo exterior que se vuelven crónicos y clínicamente graves.
 
Enseñanza central
 
A diferencia de las Neurosis clásicas, donde el sujeto puede prestar su libido al analista y sostener el amor de transferencia, en las Psiconeurosis narcisistas —tales como la Melancolía— la libido queda fijada en el Yo. 

Por este motivo, el analista se encuentra ante un gran desafío clínico para constituir el lazo transferencial y, en consecuencia, deberá intervenir de un modo distinto, dado que se ve imposibilitado de recurrir a la Interpretación Clásica y a la Asociación Libre, propias del campo simbólico.


6. ¿Cuáles son las intervenciones “No Tipo” frente a la Melancolía (Psiconeurosis Narcisistas)? 

En el cuadro clínico d
e la Melancolía, debemos ser muy cuidadosos en la estrategia de intervención, para evitar reforzar el encapsulamiento yoico producto de la retracción libidinal, con su consecuente aislamiento del mundo y de los lazos. Dicho encapsulamiento genera, además, fuertes resistencias frente a toda apelación dirigida de manera directa al sujeto. 

Por eso recurrimos a vías indirectas, que no interpelen de manera explícita al sujeto, sino que abran pequeñas grietas hacia un horizonte deseante. 

Algunos ejemplos de intervenciones “No Tipo” -por alusión indirecta- serían:
“Sabés que este día me recuerda un paisaje que vi cuando viajé a Perú.”
“Vine caminando hasta el consultorio porque descubrí que caminar me alivia la lumbalgia.”
“En estos tiempos de tanta pelea social, qué bueno sería recordar una película como Billy Elliot.”

 
Enseñanza central
 
Con estas intervenciones, el propósito es, muy de a poco, despertar algún hilo deseante que opaque la sentencia que padece el melancólico: “¿para qué la vida, si yo me siento muerto?”

7. ¿Por qué es fundamental trabajar en Interdisciplina? 

El cuadro clínico de la Melancolía puede acompañarse de Ideación Suicida y riesgo de Pasaje al Acto.

Por este motivo, resulta indispensable el trabajo conjunto con un psiquiatra y, en ocasiones, con un acompañante terapéutico. La medicación, lejos de ser un recurso para taponar, debe operar como soporte que habilite la palabra, tantas veces ausente en la Melancolía. 

 
Enseñanza central 
 
El propósito del trabajo clínico —y en particular del abordaje interdisciplinario— será siempre que el sujeto logre expresar el padecimiento que su propia psiquis le impone. En esos decires se abre el terreno donde nuestras intervenciones podrán desplegarse, con la apuesta de que adquieran sentido y eficacia.

martes, 22 de julio de 2025

El silencio en los tratamientos

¿De qué textura es ese silencio que se produce en análisis?  Tradicionalmente, se habla del silencio en términos de la pulsión de muerte. Podemos decir que además hay silencios en la primera entrevista y durante el tratamiento.

¿Qué pasa cuando el silencio aparecen sin estar armado el armado transferencial? El analista no aparece allí como descifrador, sino el paciente siente que el analista se abalanza, en términos del goce del Otro que acedia. Es necesario darle al paciente la confianza y el tiempo necesarios para que se adapte al dispositivo. El paciente no puede abrir su intimidad si siente lejano al analista, como si lo mirara desde afuera. Esto ocurre por incidencia del registro simbólico, donde el sujeto puede mirarse desde afuera por división subjetiva, de manera que el analista puede estar en ese lugar. Esto último está desaconsejado. El analista debe mostrarse digno de confianza.

¿Mandatos de silencio? Hay personas que por ser educadas, no hablan. Han sido educadas para que su palabra no valga. Esto el analista no lo sabe a priori, de manera que el analista debe hacer cosas obvias como ofrecer un vaso de agua, si es necesario. 

¿Y si el silencio se produce en medio de un tratamiento? Freud dijo que si el sujeto detenía su discurso, muchas veces era porque tenía alguna idea acerca de su analista. Incluso habiéndose desarrollado la confianza, el paciente se calla porque el analista dejó de ser por un instante una función y aparece como presencia real. es decir, el paciente se da cuenta que tiene frente a él a un desconocido. Esto, incluso si el analista no hizo nada. Al paciente le aparece una representación nueva y ahí hay que tener cuidado, porque se obstaculiza el trabajo analítico. En ese punto, uno trabaja sobre la resistencia en transferencia: hay que tratar de no ser insistentes para no alimentar el goce del Otro. Uno podría preguntar qué le detuvo las asociaciones, pero sin atropellar al paciente. En ese punto, el analista representa a otra figura que produce la resistencia y por eso hay que tener cuidado. Incluso, el analista puede tomar eso un tiempo después.

sábado, 12 de julio de 2025

Las Autolesiones en la Adolescencia ¿Cómo producir el pasaje del cuerpo a la palabra?

 1. ¿Qué son las Autolesiones?

Las Autolesiones son agresiones autodestructivas con las que un sujeto lastima su propio cuerpo, tales como el cutting (cortes en la piel), las quemaduras, los golpes, el arrancamiento de pelos y uñas, el rascado excesivo de diferentes zonas corporales.
 
¡¡Clave Clínica!! 
Estas acciones son totalmente impulsivas. El daño sobre el cuerpo implica un riesgo de menor o mayor medida, según cada caso.

 
2. ¿Cuál es la lectura que el Psicoanálisis ofrece para las Autolesiones? 
 
La lectura que el Psicoanálisis hace a través de la investigación clínica es que las autolesiones son la expresión de un Dolor psíquico muy intenso que no encontró la manera de ligarse a la palabra y este es el motivo por el cual el sujeto intenta de forma desesperada y compulsiva -sin saberlo- encontrar algún tipo de inscripción, aunque sea fallida, en su propio cuerpo.
 
¡¡Clave Clínica!! 
En el momento en el que el sujeto se lastima, el cuerpo se ha vuelto extraño. Lo que causa esta ageneidad es un mecanismo psíquico predominante, nombrado por S. Freud con el concepto de “Escisión”. En el acto mismo de la autolesión el cuerpo está escindido del resto del psiquismo, a tal punto que el sujeto puede en ocasiones no sentir el dolor de la autolesión.


3. ¿Cuál es la causa psíquica que subyace a las autolesiones?

Las autolesiones tienen como principal causa una deficitaria construcción y organización del aparato psíquico en los tiempos primeros y primarios de su constitución, aunque esto se manifieste posteriormente en otro momento de la vida del sujeto.
 
¡¡Clave Clínica!!
El motivo por el cual el aparato psíquico del sujeto se construye de manera deficitaria es haber recibido una sobrecarga de energía, sin mediación de la palabra, debido a experiencias traumáticas que arrasaron con la capacidad del psiquismo de inscribirlas mediante representaciones. Los traumas quedan congelados como puro dolor psíquico, estos pueden ser:  la falta del sostén inicial del Otro primordial o, por el contrario, la asfixia libidinal por parte de este,  asimismo los abusos sexuales, físicos y/o psíquicos, todos ellos factores que precipitan la constitución de un Yo débil frente a un Superyó que al decir de J. Lacan ordena: “goza, goza” por fuera de toda ley.
 

4. ¿Por qué las Autolesiones son frecuentes en la Pubertad y en la Adolescencia? 

Las autolesiones son frecuentes en la Pubertad y en la Adolescencia porque, tal como S. Freud lo formulara, la constitución del aparato psíquico en este tiempo del sujeto permanece en proceso de estructuración.  

En la Pubertad y en la Adolescencia la organización de la Red Significante en torno a la Ley (Registro Simbólico), la Imagen Corporal, todavía desestabilizada (Registro Imaginario) y el ordenamiento del Campo Pulsional (Registro Real) aún están en vías de consolidarse y de ponerse al servicio de la Separación de los Otros primordiales y a la constitución del propio deseo singular del sujeto.
 
¡¡Clave Clínica!! 
Por estar en este tiempo la estructura psíquica aún endeble, el púber y/o el adolescente se encuentra más propenso a incursionar en el campo de las impulsiones, sean ellas del orden de las autolesiones, los acting out y los pasajes al acto.
 

5. Las Intervenciones Clínicas del Psicoanalista frente a las Autolesiones en la Pubertad y Adolescencia: ¡¡Claves Clínicas!!

Las Intervenciones Clínicas del Psicoanalista frente a las Autolesiones en la Pubertad y Adolescencia presentan las siguientes distinciones motivadas por el arrasamiento subjetivo: 
  • Resulta fundamental que el analista ofrezca un espacio seguro, confiable y de sostén, expresando un interés genuino por el sufrimiento subjetivo, sin emitir ningún juicio de valor.
     
  • Es muy importante que el analista tenga una actitud de escucha atenta y que sus preguntas sean abiertas, intentando siempre instalar la dimensión del diálogo que involucre la aceptación de los silencios por parte del púber y/o el adolescente. 
     
  • Resulta esencial no forzar ninguna interpretación ya que en el campo de las impulsiones no está en juego ni el registro simbólico ni, por lo tanto, el síntoma. 
     
  • Es muy importante considerar que nuestro estar presente tendrá que hacer uso de la paciencia y de la advertencia hacia nosotros como clínicos de que seremos el puente entre lo traumático desorganizado puesto en el cuerpo y el campo del decir.
     

6. La Evaluación del Riesgo ¿Qué variables debemos considerar?

Forma parte importante de nuestra responsabilidad como clínicos evaluar el riesgo que sufre el paciente que autolesiona su cuerpo, en tanto su integridad psíquica y física resulta necesaria y fundamental. 

Es en este sentido que en la situación clínica deberemos considerar si se hace necesaria la derivación a un psiquiatra para evaluar la posibilidad de una medicación, así como también el trabajo con la familia, el seguimiento frecuente del paciente y/o en caso extremo, la determinación de si sería oportuna una hospitalización. 

En cualquiera de los casos resulta esencial para preservar el espacio transferencial de sostén, seguridad y confianza, mantener siempre el vínculo terapéutico con el púber y/o adolescente.
 
¡¡Clave Clínica!! 
Resulta fundamental que como analistas recordemos que, en los tiempos de la niñez, la pubertad y la adolescencia, nos convertimos en una pieza que ayuda a organizar las operaciones constitutivas del aparato psíquico. En el caso de los sujetos que se expresan a través de las autolesiones se trata de ayudar a que las huellas del dolor psíquico se conviertan en inscripciones simbólicas que posibiliten el pasaje del cuerpo a la palabra.

lunes, 23 de junio de 2025

Pacientes Actuadores: Compulsiones, Acting Out y Pasajes al Acto

 ¿Con qué nos encontramos de manera frecuente en la Clínica? 

Cada vez más, en tiempos actuales, nos hallamos con pacientes poco sujetados a las palabras y, en cambio, propensos a la acción desligada del lenguaje. 

Son pacientes que, si bien su estructura psíquica se ha configurado como neurótica, tienen al Ello Pulsional y al Superyó como instancias dominantes, con poca conexión con el Campo Castratorio -con la Ley-, que marca que todo no se puede -propio de lo inconsciente-. 

¿Cómo se los refiere en la vida cotidiana? 
El núcleo familiar y/o social de estos pacientes suele formular: 
  • “Son personas que actúan sin pensar”.
  • “No se les puede hablar”. 
  • “No entran en razón”. 
Estas expresiones toman sentido porque son sujetos muy impulsivos, que suelen ir de Acting en Acting por la vida, que arremeten con sus acciones, en ocasiones con ímpetu y furia, y tienen -en general- poco miramiento por el otro/ra. 

 
¿Qué caracteriza a las acciones impulsivas y/o compulsivas? 
  • Son acciones desligadas de la palabra. 
  • Expresan la obediencia del sujeto a mandatos superyoicos crueles e insensatos (a causa de la marcada tendencia masoquista del Yo). 
Los Pacientes que denominamos Actuadores no se encuentran atravesados por el síntoma en el sentido propio del término, en tanto no se interrogan por aquello que les ocurre, menos que menos se formulan la pregunta acerca de la causa de sus acciones. 

Por supuesto que son sujetos que sufren, más que nada por las consecuencias de sus acciones y hacen sufrir en demasía a quienes los rodean. 


¡¡Clave Clínica!! 
La Investigación Psicoanalítica iniciada por S. Freud demuestra que, en general, estos Sujetos Actuadores en tiempos tempranos de su vida tuvieron por parte del Otro de los primeros cuidados un alojamiento y protección precaria. No fueron ni sostenidos, ni escuchados suficientemente. 

Los Pacientes Actuadores han tenido un fracaso en el orden del amor y del deseo por parte del Otro de los primeros cuidados. 

Por este motivo, se situaron más como un objeto del Otro que como aquel que representa su Falta. Solo si el niño o niña le representa al Otro primordial su Falta, será merecedor de consideración, amor y escucha. 


Estos pacientes actuadores que se sitúan más en la cara Objeto (sombría) del Deseo del Otro (de los primeros cuidados), impiden que la Pulsión de Muerte -que es primera y primaria en el aparato psíquico- se ligue en proporción considerable con la Pulsión de Vida (Eros) y, entonces, se articule con la palabra. 

En consecuencia, la Pulsión de Muerte domina al sujeto actuador y, por este motivo, se expresará -primordialmente- con acciones impulsivas, y en ocasiones compulsivas, que pueden tomar la forma de Acting Out y/o Pasaje al Acto.

 
¿Qué-hacer del analista en el campo de las impulsiones y/o compulsiones? 
Estas acciones buscan, sin que el sujeto sea consciente de ello, dirigirle un mensaje a alguien (los padres, un semejante, el analista) que apunta a que le dé un lugar,  una escucha y  fundamentalmente una lectura. El analista entonces tratará de:
  • Armar un vínculo transferencial de confianza, ayudando con sus palabras a hacer un puente para que el paciente encuentre las suyas. 
  • Demostrar su preocupación por las acciones intempestivas, darle de manera explícita un lugar y le ofrecerá su presencia (con más sesiones o llamados puntuales). 
  • Transmitirle al paciente que tratará de entender y hacer una lectura de la causa del desorden que en este tiempo presente lo habita. 

miércoles, 28 de mayo de 2025

Escribir para sanar: el poder terapéutico de la escritura

 Nuestra mente es un torrente incesante de pensamientos, recuerdos y diálogos internos. Muchas de esas palabras quedan atrapadas en nuestro inconsciente, sin ser expresadas. Sin embargo, al escribirlas, algo se transforma. A diferencia del habla, la escritura nos obliga a reflexionar, a seleccionar y ordenar las palabras, lo que nos permite estructurar el pensamiento y tomar distancia de las emociones.

El profesor James Pennebaker, de la Universidad de Texas, ha demostrado que escribir sobre experiencias personales, en especial aquellas traumáticas o dolorosas, produce beneficios en la salud física y emocional. Sus estudios revelan que quienes plasman sus emociones en papel fortalecen su sistema inmunológico, duermen mejor y reducen el estrés y la ansiedad. Incluso se ha observado que la escritura ayuda a regular la presión arterial y a disminuir el consumo de alcohol y fármacos.

Investigaciones recientes continúan validando la escritura como una herramienta terapéutica. Un estudio en JAMA Psychiatry demostró que escribir sobre emociones intensas reduce la actividad de la amígdala, la región cerebral asociada al miedo y el estrés. Asimismo, un metaanálisis de la Universidad de Auckland halló que la escritura expresiva acelera la recuperación de heridas físicas, como las producidas por cirugías menores, debido a su efecto positivo en el sistema inmunológico.

Por su parte, la psicóloga Susan Lutgendorf encontró que quienes escriben sobre experiencias significativas experimentan una mayor actividad en las células T, responsables de combatir infecciones y enfermedades. Estos hallazgos refuerzan la idea de que la escritura no solo ayuda a procesar emociones, sino que también impacta en la salud física.

Cómo Empezar: Ejercicios de Escritura para el Bienestar

Si nunca has explorado la escritura personal, aquí tienes algunas formas de comenzar:

  • Diario emocional: Dedica 15 minutos al día a escribir sobre tus emociones sin preocuparte por la gramática o la coherencia. Simplemente deja que fluyan.

  • Registro de sueños: Al despertar, anota lo que recuerdes de tus sueños. Con el tiempo, podrías descubrir patrones emocionales ocultos.

  • Cartas sin destinatario: Escribe una carta a alguien con quien tengas asuntos pendientes. No es necesario enviarla; el simple acto de escribirla ayuda a liberar tensiones.

  • Escritura automática: Programa un temporizador de cinco minutos y escribe sin detenerte ni censurarte. Deja que las palabras surjan libremente.

  • Reescribir historias: ¿Qué habría pasado si hubieras tomado otra decisión en el pasado? Escribe esa historia como te gustaría que hubiera ocurrido.

La Escritura como Puerta a la Creatividad

Julia Cameron, autora de El camino del artista, recomienda un ejercicio llamado “páginas matutinas”: escribir tres páginas diarias sin estructura ni objetivo concreto, como una forma de despejar la mente y potenciar la creatividad. La escritura también puede ser un refugio seguro para explorar miedos, ordenar pensamientos y resignificar experiencias.

Si deseas profundizar en esta práctica, mejorar tu bienestar y quizás incluso comenzar a escribir esa historia que llevas dentro, participar en un taller literario puede ser un excelente punto de partida. Allí encontrarás guía, inspiración y un espacio de intercambio para compartir el camino de la escritura.

jueves, 15 de mayo de 2025

La angustia, ¿Por qué nos orienta en la clínica?

 “El analista dirige la cura, no la vida del paciente” - Fernando Ulloa

La angustia es un afecto que orienta al analista en la cura. Le señala, nada más ni nada menos, como está situada la subjetividad del paciente en relación al sufrimiento que padece. 

¿Qué nos muestra un paciente cuando se angustia? 
Cuando el paciente está angustiado, nos muestra -sin saberlo- que se encuentra ante una puerta de entrada (un umbral) que, si decide atravesar, lo ubicará frente a su posición deseante: su falta. 

La Angustia Traumática
La Crisis de Angustia es experimentada de manera traumática, porque el sujeto -en el tiempo en donde se produce- no posee representaciones psíquicas que lo orienten en su posición subjetiva con respecto a sus Otros Significativos y a su lugar en el mundo.

La angustia se presentifica frente a un “Umbral”: ¿Que hay de un lado y qué hay del otro del “Umbral”? 


“Cuando falta la falta”
De un lado del umbral, tenemos al sujeto ubicado frente a un Otro significativo (padres, hermanos, parejas, autoridades), como siendo aquel que fantásticamente cubre la falta del Otro -ideal del yo-: En este punto -inexorablemente- aparece la angustia relacionada a la encerrona incestuosa. 

Será esta posición la que va a ser leída por el analista, transferencia mediante. Muy importante resulta siempre recordar que el armado del vínculo transferencial será una condición indispensable e insustituible para la interpretación que se le dirigirá al paciente. 


El acto del sujeto 
Del otro lado del umbral (a condición de cruzarlo), tendremos el acto del sujeto: separarse como objeto que cubre la falta del Otro, recuperando, así, su condición deseante: Es un acto liberador, relacionado a la salida de la encerrona incestuosa. 

La salida del encierro -fantasmatico- incestuoso, implicará angustia porque como neuroticos -inconscientemente-, nos resistimos a dejar de ser ese objeto maravilloso o degradado (segun cada historia) que suponemos que al otro le falta, aunque esto nos ocasione sufrimiento. 


¿Cuál es la posición -inconsciente- del sujeto neurótico, que está en la base de su sufrimiento? 
La posición inconsciente del sujeto neurótico es la renegación de la castración
Esto quiere decir que, por un lado, la prohibicion del incesto (Nombre del Padre) está inscripta en su estructura. Como tal, es aceptada. Y, también quiere decir, que por otro lado, el sujeto, sin embargo, la desmiente. 


¿Qué fijación produce la desmentida? ¿Qué movimiento produce la angustia? 

La desmentida de la castración, lo que produce es una fijación: fijación a un objeto (de la pulsión) ofrecido a manera de tapón del Deseo del Otro, lo que conlleva a una pérdida de la libertad deseante. 

La angustia le señala al sujeto la oportunidad de producir un movimiento de caída de su fijación como objeto: Ganancia de la libertad deseante. 


Intervenciones del analista ante la angustia cuando falta la falta 
El analista, orientado en la dificultad característica, propia de la neurosis, que es asumir la castración del Otro, podrá descifrar e interpretar -en la singularidad de cada caso- dónde el sujeto está atrapado. Hará una lectura -desde los enunciados y la enunciación- de la “encerrona trágica”, al decir de Fernando Ulloa. 

¿Qué es lo que siempre le hará notar -intervenciones mediante- el analista al paciente? 
El analista, al decir de Ulloa, dirige la cura pero nunca la vida del paciente. 
En la dirección de la cura, el analista debe (a través de sus intervenciones) apostar, reconocer y sobre todo hacerle notar al sujeto su posición deseante -cada vez que, por causa de su neurosis, se enrede los pies-. Al respecto, Fernando Ulloa nos dice: 
La única subversión que el psicoanálisis propone es la del sujeto cuando asume su deseo.” 

lunes, 5 de mayo de 2025

Las maniobras clínicas en las hipocondrías

 La hipocondría, en la perspectiva del psicoanálisis lacaniano, no es un diagnóstico estructural en sí mismo, sino un modo de manifestación clínica que puede encontrarse tanto en la neurosis como en la psicosis, e incluso como fenómeno específico en sujetos con estructura perversa. Por tanto, su tratamiento debe ubicarse en función de la estructura subjetiva del caso. Sin embargo, pueden señalarse algunas maniobras clínicas generales que el psicoanálisis lacaniano propone para abordar estos cuadros.

Ejes conceptuales fundamentales
  • La hipocondría como goce del cuerpo: en la hipocondría, el sujeto localiza el goce en el cuerpo bajo la forma de molestias, dolores, o sensaciones corporales que resisten al sentido y a la simbolización.

  • El cuerpo como superficie de escritura: se trata de un cuerpo afectado por la letra más que por la palabra. Lacan propone pensar ciertos síntomas hipocondríacos como efectos de una escritura real del goce, no simbolizada.

  • La ausencia de metáfora: en ciertos casos, especialmente en estructuras psicóticas, la hipocondría puede leerse como el fracaso de la metáfora paterna, lo cual deja al cuerpo expuesto a una invasión del goce no tramitado por el significante.

Maniobras clínicas según estructura

1. En la neurosis (obsesiva o histérica):

  • Interpretación que apunte a la metáfora: se busca hacer pasar el goce del cuerpo al campo del significante, es decir, que el dolor pueda hablarse, que el cuerpo se simbolice como portador de un mensaje.

  • Desmontar la fijación del goce: a través de la intervención en el circuito fantasmático del sujeto (por ejemplo, interpretando la posición de objeto en el deseo del Otro), se busca reducir la consistencia imaginaria del cuerpo como lugar de goce.

  • Evitar reforzar el saber sobre el cuerpo: es crucial no ofrecer una interpretación que funcione como “sentido médico” (no actuar como un Otro que “sabe lo que le pasa”), sino preservar el enigma del síntoma como vía hacia el deseo.

2. En la psicosis:

  • Orientación hacia una estabilización simbólica: cuando el fenómeno hipocondríaco responde a una forclusión del Nombre del Padre, las intervenciones se orientan a encontrar un anclaje simbólico que permita tramitar el goce que invade el cuerpo.

  • Uso del significante como anudamiento: pueden promoverse formas de escritura, construcción de saberes singulares (por ejemplo, invención de teorías propias del cuerpo), que funcionen como sinthome en el sentido del seminario 23.

  • Soporte transferencial sin interpretación directa: muchas veces lo hipocondríaco no tolera la interpretación clásica. La función del analista se ubica más como objeto que sostiene una estabilidad, que como sujeto que revela un sentido.

3. Puntos clínicos transversales importantes:

  • Escuchar el goce: no tomar el dolor del paciente como queja ni como demanda directa de curación, sino como testimonio de una organización del goce. La pregunta no es “¿qué tiene?”, sino “¿para qué ese cuerpo doliente?”.

  • No alimentar la certeza hipocondríaca: muchas veces, el paciente busca en el analista la certificación de que “algo le pasa”. Evitar ocupar ese lugar de saber absoluto.

  • Trabajo sobre la separación del cuerpo y el saber: que el sujeto pueda des-identificarse de su cuerpo como objeto absoluto del Otro, y se abra a otras formas de relación con el lenguaje, el deseo y el goce.

Bibliografía para profundizar:
  • Lacan, Seminario 3: especialmente en su abordaje de las psicosis, hay elementos que permiten pensar la hipocondría desde la forclusión.

  • Lacan, Seminario 10 ("La angustia"): donde se comienza a trabajar la relación entre cuerpo y goce más allá del falo.

  • Miller, “El partenaire-síntoma”: útil para pensar invenciones sinthomáticas en casos donde la hipocondría fija el goce en el cuerpo.

  • Laurent, “Las eróticas del cuerpo”: describe fenómenos contemporáneos de goce corporal fuera de la estructura edípica clásica.

martes, 8 de abril de 2025

Escritura y clínica: cuando la palabra no alcanza

Podría pensarse, en una primera aproximación, que la noción de escritura está lejos de la práctica analítica. Sin embargo, no cualquier forma de escritura interesa a Lacan. No se trata de la escritura literaria ni de la poética —aunque ambas están presentes en su enseñanza—, sino de una que aspire a incidir sobre lo real en tanto impasse. Para ello, es necesaria una modalidad que implique un vaciamiento del sentido, una escritura sin semántica.

A lo largo de sus más de treinta años de enseñanza, Lacan reconfigura su relación con el registro simbólico, y ese desplazamiento va de la mano con su concepción de la escritura. Desde la antropología estructural hasta la lingüística saussureana, y finalmente apoyándose en la lógica de Frege, Lacan avanza hacia una formalización que deja atrás la pretensión de significación plena. Esta serie evidencia su progresiva orientación hacia una escritura que funcione más allá de lo representacional.

¿Qué necesidad empuja esta elección? Una dificultad clínica ya detectada por Freud.

En sus textos sobre las neurosis actuales, Freud señala cuadros clínicos donde predomina un componente económico del aparato psíquico: excitación, tensión, descarga. En estos casos, se constata una desconexión respecto de lo representacional, y con ello, la palabra —con su potencia simbólica— pierde eficacia. Queda entonces obstaculizada toda posibilidad de elaboración, historización o tramitación a través del discurso.

Allí donde la palabra fracasa, la pregunta se vuelve inevitable: ¿cómo incidir clínicamente?

Es en ese punto que Freud introduce, casi de modo sorpresivo, la noción de una acción específica por parte del analista. Un acto que interviene allí donde la palabra no enlaza, donde algo no puede asociarse ni remitir a recuerdos. Una zona en la que la representación tropieza con un tope.

Este es el punto de partida de una distinción crucial: la de lo real como impasse. Como aporía, como inconsistencia estructural o como obstáculo para la simbolización. Y es precisamente en ese punto donde la escritura, en el sentido que Lacan le confiere, se convierte en una herramienta imprescindible para pensar cómo puede operar el acto analítico frente a lo no-tramitable.

lunes, 17 de marzo de 2025

El nudo borromeo y la ex-sistencia de lo real

En RSI, Lacan se pregunta: ¿qué sería una demostración en lo real? No se trata de una demostración de lo real, algo que ya ha sido abordado, por ejemplo, desde la lógica modal. En El sinthome, la propuesta de hacer del nudo una cadena implica poner en acto, de manera formal, una "seriedad", es decir, una demostración de lo que ex-siste. En este contexto, Lacan menciona el "sentimiento de un riesgo absoluto". ¿A qué tipo de riesgo se refiere?

En primer lugar, está en juego una sensación de "inquietante extrañeza", que remite a lo imaginario y encuentra su referencia en lo siniestro descrito por Freud.

Desde la perspectiva topológica, se abre una posibilidad: "exorcizar" lo real. Este exorcismo no implica suprimirlo, sino romper con cualquier primacía mediante una equivalencia que permite su domeñamiento, aunque sin erradicar su carácter extraño.

El uso de términos con resonancias religiosas es coherente con el trabajo de Lacan sobre la obra de Joyce y sus reflexiones sobre la figura del Padre. En este sentido, el exorcizar se asocia a un lazo, un domeñamiento, que vuelve posible la consistencia de lo real fuera del cuerpo del goce.

Sin embargo, ¿puede entenderse este domeñamiento como un dominio? En absoluto. Más bien, es un lazo que vincula el cuerpo con el goce que le ex-siste, sin por ello alterar ni eliminar la anomalía que le es inherente.

La cadena misma escribe la imposibilidad de suprimir el atolladero. No es lo mismo el goce en su ex-sistencia, con su temporalidad irruptiva e incluso estragante, que lo real ex-sistiendo únicamente en relación con los otros dos registros y encadenado a ellos. En este último caso, lo real del goce sigue estando presente, pero inserto en un lazo ya establecido.

Esto nos lleva a preguntarnos: ¿cuáles son las consecuencias para el sujeto si esta ex-sistencia queda o no tamizada por la función de un síntoma?

sábado, 1 de marzo de 2025

Urgencia en la clínica: pasaje al acto y acting out

 Una urgencia clínica se presenta cuando un sujeto se encuentra en riesgo para sí mismo o para terceros, muchas veces en el contexto de un Pasaje al Acto o un Acting Out.

El Pasaje al Acto es un acto impulsivo e irreflexivo, completamente desligado de la palabra, en el que el sujeto, en un momento de máxima angustia, siente que no tiene un lugar de alojamiento en un Otro significativo. En ese instante, el Otro se le presenta como omnipotente, sin falta, lo que lo impulsa a intentar "castrarlo" mediante su acción. A nivel subjetivo, esto provoca una caída del sujeto fuera de su mundo psíquico y la desaparición momentánea de la relación con el Otro. En muchos casos, este proceso puede conducir al suicidio, entendido por Lacan como el Pasaje al Acto logrado.

Desde una perspectiva clínica, la intervención en acto es la estrategia fundamental para detener el empuje pulsional del sujeto hacia su desaparición. En ocasiones, la internación es necesaria para preservar la vida y permitir, en un tiempo posterior, un abordaje desde la palabra de la angustia que el aparato psíquico no pudo tolerar.

Por otro lado, el Acting Out es una acción desligada de las palabras que se le presenta al analista como una escena. En este caso, el sujeto no desaparece de la escena del mundo, sino que sostiene su relación con el Otro y busca, mediante su actuación, que este descifre un mensaje inconsciente. Es un intento de encontrar un lugar en el deseo del Otro cuando algo de su ser se tambalea.

La maniobra clínica recomendada en estos casos es abstenerse de interpretar el Acting Out de manera directa, ya que esto solo lo consolidaría. En su lugar, el analista debe generar una pregunta o puntuación que implique al sujeto en su propia acción, enlazándola a su cadena significante.

La diferencia central entre ambos fenómenos radica en que, en el Pasaje al Acto, el sujeto queda desintegrado y en posición de objeto desechado, mientras que, en el Acting Out, se mantiene en la escena y busca que el Otro le otorgue un lugar mediante la interpretación de su acto.

domingo, 2 de febrero de 2025

Duelos congelados: qué hacer en la clínica

 En 1915, Sigmund Freud definió el duelo como una “reacción” subjetiva frente a una pérdida. Este concepto abarca una variedad de situaciones que incluyen la pérdida de la vida de un ser querido, aspectos de uno mismo como capacidades físicas o mentales, pérdidas emocionales o materiales (un hogar, un trabajo), e incluso aquellas vinculadas a etapas de estructuración subjetiva, como el paso de la adolescencia a la adultez.

Freud utilizó el término "reacción" para destacar dos dimensiones del duelo. Por un lado, como un cambio subjetivo inevitable ante una pérdida significativa que sacude nuestra existencia. Por otro, como una resistencia del sujeto a aceptar lo perdido, una lucha interna entre la realidad que indica la ausencia del objeto y la libido que persiste en mantener el vínculo con él. En sus palabras: “El ser humano no abandona gustoso ninguna de las posiciones de su libido, aún cuando les haya encontrado ya una posible sustitución” (Duelo y Melancolía).

Duelos Congelados: Cuando el Proceso se Detiene

La práctica clínica revela que, en muchos casos, el duelo no avanza de manera natural. En lugar de desarmar pieza por pieza los lazos con el objeto perdido, el proceso queda detenido. Este fenómeno, conocido como duelo congelado, puede manifestarse en el paciente como intensa angustia, síntomas psíquicos variados o una apatía constante.

Cuando el duelo se detiene, se convierte en patológico. En estos casos, el sujeto retiene inconscientemente el objeto perdido, sin posibilidad de desplazarse hacia un nuevo vínculo. La consecuencia es una pérdida de la capacidad deseante, dejando al sujeto desorientado, sin rumbo, e incluso atrapado en un estado de confusión que dificulta su capacidad de hallarse en el mundo.

Intervenciones Clínicas: Descongelar el Duelo

El trabajo del analista frente a un duelo congelado se centra en convertirse en un lector de esa detención. A través de preguntas activas y específicas, busca descongelar la situación y promover un movimiento que permita al sujeto historizar su pérdida. Esto implica introducir la dimensión temporal, explorando cuestiones como:

  • ¿En qué momento objetivo ocurrió la pérdida?
  • ¿Cómo se sentía el sujeto a nivel subjetivo en ese momento?
  • ¿Cómo ha transitado otras pérdidas a lo largo de su vida?
  • ¿Qué tipo de lazos libidinales estableció con los Otros primordiales y con sus vínculos actuales?
Del Duelo Congelado al Duelo Normal

La clave clínica radica en ayudar al sujeto a localizar aquello que su psiquis retiene y descifrar los motivos inconscientes que lo llevan a resistirse a perder lo perdido. Este proceso, que se desarrolla dentro del tratamiento, busca que el sujeto desarme los vínculos libidinales con el objeto perdido para poder investir libidinalmente un nuevo objeto. En otras palabras, iniciar el proceso de duelo, pieza por pieza, y así retomar el camino hacia una vida emocionalmente más libre y plena.

¿Por qué es traumática la pérdida de un ser querido?

Sigmund Freud y Jacques Lacan explican que la pérdida de un ser querido es traumática porque nos confronta de manera disruptiva con nuestro desamparo originario, esa indefensión con la que nacemos. Esta condición subjetiva, profundamente inscrita en nuestra existencia, se revive ante la muerte de alguien significativo.

Lo más íntimo del duelo: lo más difícil de subjetivar

Ante una pérdida, suele ser más accesible –aunque profundamente doloroso y angustiante– saber a quién hemos perdido que identificar qué hemos perdido de nosotros mismos a raíz de esa ausencia. Esta última dimensión resulta especialmente difícil de subjetivar.

Sigmund Freud, refiriéndose a los duelos detenidos, afirma: “El enfermo sabe a quién ha perdido, pero no sabe qué ha perdido en él con esta pérdida.”

Lo real de la muerte: un vacío incomprensible

La muerte irrumpe traumáticamente en la trama significante que sostiene nuestra subjetividad. Ante la pérdida de un ser querido, experimentamos un vacío y una desubicación profunda. Esta experiencia inicial, marcada por la incomprensión, nos deja indefensos, perdidos y desorientados en nuestra propia subjetividad.

Bordear el vacío: el desafío de reconfigurar lo perdido

En la misma línea que Freud en Duelo y Melancolía, Lacan sostiene que bordear el vacío generado por la pérdida de alguien significativo es una de las mayores dificultades que enfrentamos como sujetos. Requiere un arduo proceso de reconfiguración, ya que implica reconstruir el lugar que el otro daba a nuestra subjetividad.

Lacan expresa en su Seminario X, La Angustia: “Sólo podemos estar de duelo por alguien del que podemos decirnos: ‘Yo era su falta’.”

Manifestaciones clínicas de los duelos paralizados

En la práctica clínica, es común encontrar pacientes que padecen los efectos de un duelo detenido, con manifestaciones variadas como:

  • Fuertes inhibiciones y apatía.
  • Trastornos alimenticios como anorexia y bulimia.
  • Melancolía, somatizaciones y fobias.
  • Autoacusaciones y violencia contra sí mismos (por ejemplo, cutting).
  • Acting outs y pasajes al acto.
El trabajo de duelo: una labor imprescindible

Frente a lo real de la pérdida, el aparato psíquico enfrenta la tarea de desarmar, pieza por pieza, los lazos que unían al sujeto con lo perdido. Solo así puede reubicar la libido en el mundo que lo rodea.

Pero, ¿cuál es la condición preliminar para que pueda iniciarse este trabajo de duelo?

La intervención del analista: una etapa previa al trabajo de duelo

El analista tiene un rol crucial en esta etapa inicial, ayudando al sujeto en duelo a construir y poner en palabras dos dimensiones esenciales:

  1. Qué lugar ocupaba el otro perdido en su subjetividad.
  2. Qué lugar ocupaba él mismo en la subjetividad de ese otro.

Solo cuando estos dos lugares logran ser significados y traducidos subjetivamente, es posible iniciar el trabajo de duelo. Este proceso permitirá el pasaje de la conmoción traumática hacia la reconstrucción subjetiva que reactivará el deseo previamente paralizado.