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martes, 17 de junio de 2025

La Contratransferencia en la Cura

 ¿Qué es la “Contratransferencia”?

La Contratransferencia refiere a aquellas manifestaciones, como sentimientos y representaciones conscientes e inconscientes, que vivencia la persona del analista respecto al discurso, la presencia y/o ciertas acciones del paciente. Esta afectación del lado del analista es resistencial si él la despliega y actúa en el tratamiento que ofrece.
 
¡¡Clave Clínica!! 

En cambio, si el analista puede registrar los sentimientos que el paciente le despierta para ponerlos al servicio de la escucha y la lectura de su padecimiento subjetivo, la contratransferencia se convierte en un valioso instrumento a favor de la cura.

¿Cuándo la Contratransferencia se convierte en un obstáculo que dificulta y/o impide la continuación de la cura?

La Contratransferencia opera como un severo obstáculo para el tratamiento cuando a causa de los decires del paciente se conmueve algo de la propia subjetividad del analista, que por no registrarla la actúa dentro de la cura.

De manera brillante, el maestro S. Freud en "Consejos al médico sobre el Tratamiento Psicoanalítico" nos advierte que los complejos no elaborados del propio analista dentro de su análisis personal (sus puntos ciegos) repercuten de manera siempre perjudicial sobre la Dirección de la Cura.

Los Complejos no Analizados del analista: Su Fantasmática

- Los complejos no analizados de la fantasmática del propio analista van a interferir en su escucha, en su lectura y, lo que es peor aún, los pondrá inevitablemente a jugar en acción con el paciente.

- Si esto es lo que ocurre, la Función de Analista queda suspendida. El que allí actúa es una persona, por este motivo se rompe la escena ficcional de la Transferencia y así nos encontraremos frente a un escenario configurado por dos semejantes que tratan, en un campo hostil, de ganar una batalla disputándose quién tiene la razón.

- La Fantasmática del analista no elaborada ha roto la Escena Transferencial.

¿Cuándo la Contratransferencia se convierte en motor porque actúa a favor de la cura?

- Anteriormente decíamos que si el analista puede registrar los sentimientos que el paciente le despierta para ponerlos al servicio de la escucha y la lectura de su padecimiento subjetivo, la Contratransferencia se convierte en un valioso instrumento a favor de la cura.

¿Cómo se hace esta operación?

- Resonancia Íntima

Fernando Ulloa nos enseña que la eficacia de un analista se juega de manera determinante en tanto pueda hacerse eco - vibrar íntimamente- con aquello que al paciente verdaderamente le ocurre, más allá de lo que demanda. 
Es una Operatoria de Resonancia que permite precisar finamente las particularidades y complejidades sutiles del padecimiento del paciente.

- La Sensibilidad del Analista

Teniendo en cuenta el desarrollo realizado, podemos concluir que si el analista en su espacio de análisis detecta, es decir toma su cuenta, y analiza sus propios complejos tendrá la enorme posibilidad de abrir su sensibilidad para descubrir lo que está oculto en el sufrimiento que el paciente padece. 

Así es entonces como la Contratransferencia, que ahora denominaremos "la Sensibilidad del Analista", se pone a favor de la cura de manera irremplazable.

martes, 28 de noviembre de 2023

¿Qué escucha un analista?

En la pregunta sobre qué escucha un analista, habíamos visto la diferencia entre lógica y gramática.

Sigamos con eso...

"El analista no se detiene en el sentido del discurso, su escucha no está orientada a ello". Es indudable que hay en Lacan, prácticamente desde el principio, una aspiración a abordar las cuestiones que se juegan en un análisis en términos de estructura. En este sentido encontramos la formalización del concepto de discurso, que no coincide nunca con lo efectivamente pronunciado.

Considerado el discurso en estos términos entonces, donde a partir de la diferencia entre enunciado y enunciación el discurso no coincide con lo que efectivamente se pronuncia. es que bien vale la pregunta ¿qué es lo que entonces escucha un analista?

Podríamos decir, en principio, qué es aquello a lo que no le presta particularmente atención. El analista no se detiene en el sentido del discurso, su escucha no está orientada a ello.

Por el contrario, la escucha analítica se dirige a los significantes determinantes de la historia del sujeto. A partir de la atención flotante -o sea el hecho de que no le presta atención a nada del discurso sino que escucha en la superficie- el analista podrá ir aislando los significantes constitutivos de la posición del sujeto con los cuales irá armando la cadena significante, inconsciente (o sea el inconsciente como discurso del Otro).

¿De qué manera se le hace posible al analista escuchar estos términos significativos? Pues, ellos aparecen en momentos fecundos del discurso donde se produce una vacilación, una ruptura del sentido, una discontinuidad, donde aparece algo del orden de lo antigramatical, algo que esencialmente rompe con la coherencia que la significación le otorga al discurso corriente, o sea, al discurso del moi.

¿Qué hace posible a la escucha analítica?

La pregunta respecto de las condiciones de posibilidad de la escucha analítica implica interrogarse sobre la necesariedad del análisis del analista.

Llamativamente, hoy en día se puede leer en algunos ámbitos del psicoanálisis de orientación lacaniana, cierta idea, algunos planteos que discuten dicha necesariedad para practicar el análisis. Suponer que ese paso se podría eliminar equivale a desconocer la raíz freudiana del psicoanálisis.

En el planteo freudiano, él mismo señala esa condición afirmando que para que el analista pueda escuchar, se hace necesario que alguien le haya “interpretado los sueños”, o sea que haya sido escuchado, más allá del sentido de lo que dice.

Vamos un paso antes. ¿Qué es la escucha analítica?

Lo primero que podríamos decir es que no es una escucha ingenua. No es una que se dirija al sentido de lo que alguien intenta decir. La escucha analítica no se ocupa de poner orden en un discurso que quizás esté gobernado por la desorientación y el desorden. Tampoco es aquella que tendría como objetivo clarificar una verdad allí donde la neurosis es supuesta como una especie de ilusión que engaña al sujeto.

La escucha analítica es la posibilidad de un tiempo y un lugar para un sujeto. Habilita, acomodación del analista mediante, la posibilidad de que el sujeto advenga en el dispositivo, al sujeto más allá del moi, más allá también del analizante.

Si el Otro es quien sanciona el mensaje, también determina aquello que alguien puede o no escuchar, en el sentido de a lo que puede o no darle lugar. Por ello el análisis del analista es condición de la escucha, porque no sería posible esa escucha no ingenua si previamente no se hubieran conmovido ciertos determinantes históricos que lo condicionan como sujeto. Y de allí que Freud planteó que “a un punto ciego en el análisis del analista le corresponde un punto ciego en la escucha”.

¿Conocer o saber?
Existe una distancia entre el conocimiento y el saber. El conocimiento es algo propio del campo del moi, ligado a lo que en el planteo griego clásico sería la episteme. El saber, en cambio, es el conjunto de significantes que para cada sujeto se emplaza en el lugar del Otro.

Así, el saber constituye esa dimensión de la enunciación a partir de la cual se determina lo que el sujeto dice, e incluso la posibilidad de que al hablar en análisis, se diga más de lo que se quiere decir. A partir de esta diferencia, entre conocimiento y saber, es que se puede establecer un correlato del lado del analista.

La función del analista es la de escuchar. Y para poder llevar a cabo tamaña función, debe abandonar la aspiración a comprender.

Esto le hará posible entonces, a partir del recorte que produce en su escucha (en función de las discontinuidades, de las rupturas del sentido, de los desfallecimientos del sentido, de lo anti gramatical que aparece en el discurso) ir aislando los elementos con los cuales va a componer esa cadena que es el inconsciente como discurso del Otro.

Eso constituye una red, lo que indica su soporte topológico, pero ¿todo es significante ahí? No. En esa cadena, quedan incluidos ciertos puntos inerciales, del orden de una fijeza, de un punto de detención. Y es una manera muy interesante de retomar el problema del núcleo patógeno freudiano.

O sea que Lacan separa el sostén, lo articulado, la cadena significante, de algo que es inasimilable, intratable, lo que resiste al discurso. Algo que está en las antípodas de la resistencia subjetiva que fue uno de los resortes clínicos que Lacan más discutió desde los inicios de su enseñanza.

Preparando una supervisión...

Así como no hay una sola manera de analizarse, no hay un solo criterio que sea válido en todos los casos para poder pensar cómo se arma una supervisión.

En principio, es claro que la idea central es recortar del modo más riguroso y más preciso posible la pregunta, el obstáculo, la dificultad que se quiere supervisar.

En segundo lugar, hay que entender que la supervisión es un trabajo sobre un texto recortado por quien escucha al sujeto. Lo que se trabaja en la supervisión no es el texto del sujeto, sino que es el texto que el propio analista recorta a partir de su escucha. Esto ya implica una pérdida en el pasaje entre un texto y el otro. Así, lo que está concernido en la supervisión es el lugar desde el cual escucha quien acude a la supervisión.

Es importante entonces que esta escucha esté orientada a recortar en el discurso del sujeto los significantes que son determinantes. Este recorte casi sería equivalente a la distancia que hay entre el sueño del sujeto y lo que el sujeto dice del sueño en el análisis. El relato del sueño en el análisis no es el sueño. Hay una pérdida.

Lo interesante de la supervisión, leída en estos términos, es que implica la escucha del analista, la cual se hace efectiva en el modo en que recorta el material. ¿Qué partes privilegia? ¿Dónde se sitúan los puntos significativos del discurso?

martes, 4 de septiembre de 2018

6 reglas de Freud para la clínica psicoanalítica

En “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico” (1912), Freud nos propone, a partir de su experiencia clínica de años, una serie de reglas técnicas que nos sirven para ir bordeando la posición del analista en el dispositivo analítico.


Antes de que nos apuremos a tomarlas como una receta, Freud nos advierte que creó estas reglas a su medida: “esta técnica ha resultado adecuada a mi individualidad”.
Por lo tanto, no nos dejó dogmas, sino técnicas de trabajo para el analista, puestas a prueba en la clínica y entrelazadas con una teoría en construcción. Y nos invita a cada uno a ponerlas a prueba.

1. El analista debe sostener la “atención flotante”

En oposición a la asociación libre planteada a los pacientes, la atención flotante consiste en prestar la misma atención a cuanto uno escucha de un paciente, no privilegiar ningún elemento de su discurso y abandonarse a las propias “memorias inconscientes”. El analista, así, debe dejarse sorprender.
Con frecuencia escuchamos cosas al comienzo de la cura y mucho tiempo después encontramos su significación.
La atención flotante implica para el analista la supresión de prejuicios, inclinaciones personales, ideales, y estar dispuesto a escuchar. Esto también nos permite leer nuestra escucha, interrogarnos de qué modo escuchamos.
¿Cómo evita el analista la influencia de sus prejuicios, de sus pensamientos conscientes y de su fantasma sobre la atención de los pacientes? Para eso Freud aconseja el análisis del analista.
La regla de la atención flotante la debemos tomar como una regla ideal. En la práctica se enfrenta con exigencias y dificultades, pero su fin último sería una comunicación de inconsciente a inconsciente.

2. No tomar nota en forma extensa

Esto perturba la atención. Freud, él mismo nos dice, toma notas después de terminado el trabajo, de aquello que su memoria logró registrar.

3. No tomar notas exhaustivas pensando en un material clínico para publicar

Aquí Freud coloca un punto que hace a la transmisión: si el lector le da crédito al analista, no depende de datos exhaustivos sobre el material clínico.
Si creemos en el inconsciente, la selección que hace un analista para la presentación o publicación tiene un valor en esa relación paciente-analista, y esto alcanza para hacer transmisión.

4. El analista debe estar en condiciones de servirse de su inconsciente como instrumento del análisis

Aquí nos habla de “puntos ciegos”, según la expresión de Wilhelm Stekel. Se refiere a puntos no atravesados por el analista en su propio análisis que se convierten en obstáculo para el trabajo.
5. Poner en suspenso toda actitud pedagógica
Esta ambición por parte del analista, nos dice Freud, es inadecuada. ¿A qué se llama actitud pedagógica? A hacer correcciones; por ejemplo, interceder para que un niño deje de dormir con sus padres. En resumen, se refiere a tener actitud de educador, indicando lo que el paciente debería decir o hacer en una determinada situación.
Freud habla de “ambición”. Yo lo pensaría en términos de los ideales del analista, el sostener que hay una forma correcta y no poder escuchar las razones de lo que el paciente trae (razones, desde luego, inconscientes).

6. Sostener que el paciente diga todo cuanto surge en la sesión, que no censure pensamientos

Esta, dice Freud, es la regla fundamental.
Es frecuente el caso de pacientes que “practican el arte de escaparse a lo intelectual en el tratamiento, y reflexionan sobre su estado”. De esta forma, no se implican y, por lo tanto, no logran interrogarse.
Escaparse a lo intelectual puede ser racionalizar. Frente a las intervenciones, un paciente podría responder: “muy interesante, muy interesante”, y no implicarse subjetivamente.
El analizante se implica subjetivamente, por ejemplo, mediante una pregunta sobre lo que se trabaja o angustia, algo que lo toca, precisamente, en su subjetividad.
Fiel a su época, Freud termina diciendo que tiene la esperanza de que la experiencia nos lleve a un acuerdo sobre una técnica para el tratamiento de neuróticos.
Para nosotros, lo importante de estas reglas está en hacerlas jugar en los distintos tiempos de nuestra formación. Que la experiencia clínica y la construcción de conceptos les hagan decir la verdadera riqueza que tienen en cada tiempo de nuestra clínica.