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miércoles, 2 de octubre de 2019

Nueve lunas: un caso de histeria masculina

Por Laura Rivera (2007)
La histeria masculina es un tema que ha sido poco abordado. En términos generales, la histeria está ligada a la pregunta por la feminidad. La solución neurótica más clásica a esta pregunta es no existir más que como madre. Un elemento que también es propio de la definición misma de la histeria es el que enuncia Freud al hablar del caso Dora, en tanto, independientemente de los síntomas somáticos, “una ocasión sexual provoca […] sentimientos de displacer”. Ahora bien, en el hombre la estructura no es simétrica a la mujer. ¿Qué especificidad podríamos encontrar en la histeria masculina? La autora se acerca a esta cuestión a partir del trabajo con un recorte clínico que hace oportunas estas consideraciones.

Presentación del paciente

 Lo más difícil de ese trayecto fue seguramente  el silencio, no la distancia.
ABELARDO CASTILLO. El tiempo de Milena

      Les presento a S., un hombre de más de 40 años, que dos años antes del comienzo del tratamiento tuvo un “ataque de pánico”, del que destaca “un calambre en la panza” y disnea. “Hacía mucho ejercicio. El cuerpo se me descontroló”, comenta. Le preocupa que vuelva a pasar, y siente temor de que se le hinche y acalambre “la panza”. Dice: “la panza se me infla”. Por esto, consulta finalmente al Equipo de Psicología [1]. La primera vez que nos vemos, S. agrega que lo que espera es “hablar de lo que tengo con alguien, no tomar más la pastilla [2] , ordenarme mi vida y controlar un poco las cosas. [...] Sin pastillas siento que estoy hinchado, me pongo nervioso y me inflamo, me levanto con un vacío estomacal”. Hecha la presentación, ya es hora de conocer a S.

¿Historia de un amor? 

      “Hablar de lo que tengo con alguien”. Frase equívoca: si bien se refería a hablar conmigo de los síntomas que lo aquejaban, vino varios meses a hablar(me) de la relación que tiene y tuvo con B., una compañera de la empresa en la que trabajan ambos.

S. está casado con R. y tiene varios hijos. En el momento en el que hizo su aparición el “pánico”, las cosas con su mujer no funcionaban, período en el cual se la pasaba discutiendo también con su compañera de trabajo acerca de su futuro juntos. A principios del siguiente año, su esposa decide separarse, y al tiempo S. intenta una corta convivencia con B., a espaldas de aquélla. S. cuenta que discutían, “pensaba en los chicos y me costaba respirar”. Previamente, dos de los chicos comenzaron con crisis de asma[3] . S. se sentía culpable por esto, ya que pensaba que sus hijos “tendrían problemas emocionales por la revolución que había”. No quería que les falte “la imagen del padre”. “A mi me interesaba que los chicos no sufran. Yo me hacía el hombre.”

      Paulatinamente, vuelve a quedarse a dormir en lo de sus hijos, sin involucrarse con R. Es el período donde plantea la duda en términos de “o B. o mis hijos”, y no B. o R. No se trata de dos mujeres, en términos de desdoblamiento del objeto amoroso. Recién a mitad de 2004 vuelve a convivir con su familia y a intimar con R., cuando B. le cuenta que, cansada de esperarlo, comenzó otra relación. Está más pendiente de ella pero no duda en quedarse con su familia. Mantiene en vilo a ambas, aunque por momentos le gustaría estar solo. Desde entonces la relación con B. sólo se basa en una continua seducción y celos que no conducen a nada, ya que quiere “tomar distancia” de ella: “somos solamente amigos”, dice. Sin embargo, sólo habla del tema, haciendo obstáculo a la aparición de alguna otra cuestión.