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jueves, 15 de mayo de 2025

Dos modos de incidencia de la castración

En el Seminario 18, Lacan lleva a cabo un paso del mito a la estructura, una transición que responde a una necesidad lógica extraída del mito freudiano. En este movimiento, el "Padre feroz y tiránico" del mito es elevado a la categoría de la excepción: un elemento que no está afectado por la castración.

A partir de esta reformulación, Lacan establece una diferencia fundamental entre dos mitos en Freud:

  1. El Edipo, que surge del discurso histérico y está marcado por la insatisfacción.
  2. Tótem y Tabú, que responde a una inconsistencia lógica.
Edipo: La Ley en el Comienzo

El mito de Edipo es solidario con la tragedia y se estructura como un proceso en el cual el falo se transfiere del Padre al hijo (independientemente de su sexo). Sin embargo, esta transferencia nunca se cumple del todo, lo que subraya la separación entre sujeto y goce.

En este esquema:

  • La ley está en el origen y traza una vía de acceso al goce.
  • Pero esta vía se frustra, lo que da lugar a la insatisfacción.
  • El asesinato del Padre es el desenlace, pero el sujeto inicialmente no es consciente de él.
Tótem y Tabú: La Ley como Segunda

El mito de Tótem y Tabú, en cambio, parte de una inconsistencia:

  • El goce está en el origen y es exclusivo del Padre.
  • La ley aparece después, como una consecuencia de esa exclusión del goce.
  • El Padre goza, pero no transmite, estableciendo así un obstáculo estructural.

Esta duplicidad define dos formas de la operación de la castración:

  1. Desde lo discursivo: la palabra, la metáfora y la posibilidad de parodiar el goce.
  2. Desde lo lenguajero: el punto donde el lenguaje se revela insuficiente para resolver la anomalía del goce.

En términos semánticos, esta distinción se vincula con los dos niveles del lenguaje:

  • Connotación (lo que puede metaforizar y articular el goce).
  • Denotación (el punto en que el lenguaje no alcanza a capturar lo real del goce).

Así, en este tránsito del mito a la estructura, Lacan redefine la función del Nombre del Padre, no ya como un elemento mítico, sino como un operador lógico que organiza la relación del sujeto con la falta y el goce.

miércoles, 5 de agosto de 2020

La textura de lo social (3): Los 4 discursos, uno por uno.



Pasemos a explicar en detalle lo que está en juego en cada "matema" (relación entre letras) de formalización del discurso en tanto estructura del lazo social.

El discurso del amo
El discurso del amo es la estructura que se genera a partir de la definición misma del significante como "lo que representa un sujeto para otro significante" (Lacan, 1960, reproducido en Lacan, 1966: 835). Esta matriz lleva la impronta de la dialéctica del amo y el esclavo, que gravita sobre el pensamiento de un Lacan alimentado por las lecciones sobre la Fenomenología del espíritu de Alexander Kojève (1947), quien hizo de la dialéctica del amo y el esclavo la piedra angular de interpretación del sistema hegeliano.

En el discurso del amo, la ley, el orden y la autoridad —en tanto significantes amo S1— se hallan en la posición dominante del agente. Este discurso es ante todo el discurso fundacional de los imperativos que tienen que obedecerse sólo porque son los imperativos del amo. Los significantes en los cuales se fundamenta en sí mismo no tienen ningún sentido: son vacíos, pero deben ser obedecidos de manera categórica. Cualquier intento por apuntalar el discurso del amo con argumentos lógicos no anula el hecho de que éste es un discurso de poder y mando, no de razón.

Aquí el lugar de la verdad está ocupado por la subjetividad dividida del amo, (castrada y precaria como la de cualquiera), pero enmascarada por la posición fuerte del agente (S1) que le otorga al amo la sensación de estar plenamente constituido y lo vuelve susceptible del delirio de grandeza de quien declara ufano que sólo "el cielo es el límite".

Desde su lugar, el agente se dirige al otro (S2) y lo pone a trabajar. Metafóricamente, Lacan relacionaba S2 con el esclavo de la dialéctica hegeliana, quien posee el saber y es obligado a trabajar bajo la acción del amo-agente. Como esclavo, tiene que renunciar al goce para salvar su vida luchando hasta la muerte contra el amo; en vez de goce, tiene trabajo compulsivo que realizar. Sin embargo, ¿quién es este esclavo que trabaja sin desmayo día y noche? Es el incesante inconsciente, que atesora el saber de la condición del sujeto, la verdad acerca del goce que encierran sus síntomas. La paradoja es que el sujeto mismo no sabe nada del saber inconsciente que lo habita y, de hecho, prefiere no saber nada. Sin duda, el inconsciente como saber no es del orden de la teoría, sino saber "[...] atrapado en la cadena significante que tendría que ser subjetivado" (Fink, 1998: 38).

El resultado del trabajo del esclavo es el "objeto a", la plusvalía de este proceso, que cae bajo la barra que divide la parte alta y baja del esquema. Como sucede con $ colocado en el lugar de la verdad, el "objeto a" no está disponible para las representaciones del sujeto debido a su condición de producto inconsciente. En este nivel se inscribe también la conjunción/dis-junción ( ) del sujeto respecto del objeto a causa del deseo, la cual define el fantasma, que da cuenta del modo particular como el sujeto experimenta goce, aunque no con su pareja sexual, sino con el objeto a, su magro substituto.

Para ilustrar el funcionamiento del discurso del amo en el terreno de la sociedad, remitámonos al habla política, con su abundancia de performativos e intimaciones; pero no sólo la enunciación política es de esta suerte, también la científica y la teológica lo son.
Apuntando a interpretar el discurso colonial, Charles Melman (1990; 1996) ha propuesto una pequeña modificación en la escritura del discurso del amo trazando una línea vertical entre los lados derecho e izquierdo del matema original:
Esta formalización daría cuenta del fracaso del discurso colonial en la creación de vínculos entre el colonizador agente S1 y el colonizado otro S2, esto es, del colapso de todo tipo de instancia discursiva que viniera a establecer un lazo simbólico entre ambos. Así (en vez de pacto simbólico que promueva la expectativa de un goce fálico compartido), lo que encontramos del lado del amo colonial es pura violencia; y del lado del otro colonizado, rebelión.

El discurso de la universidad
El discurso de la universidad es el arquetipo del discurso del "conocimiento racional", aunque no se asimila per se a la ciencia o a la lógica. Dicho discurso especifica un tipo particular de lazo social en el cual S2 (el saber) es puesto en el lugar del agente, que se dirige al otro a manera de elusivo objeto a.

Como habremos podido imaginar, con el progreso de la racionalización y el "desencanto del mundo" que caracteriza a los tiempos modernos y posmodernos, el discurso de la universidad, bajo el disfraz de la tecnología y del habla de los expertos de todo tipo (incluida la de los sociólogos expertos que compilan datos y más datos para estudiar el crimen, la familia, la pobreza, etcétera), parece prevalecer sobre cualquier otro tipo de lazo discursivo. Este ha venido a organizar el mundo de la vida hasta lo más íntimo, sin contar con que hoy incluso los líderes políticos justifican sus acciones no porque controlan el poder, sino porque sus decisiones cuentan con el respaldo del conocimiento de los expertos (Melman, 1996). El flagrante contubernio entre el conocimiento especializado y el poder político es lo que Foucault señalaba como lo propio de "la edad moderna del poder", la "biopolítica": la convergencia entre saber y poder.

Sin duda, en nuestros días el discurso de la universidad se ha transformado hasta el punto de convertirse en una modalidad más del discurso del amo.

El discurso del analista
El discurso del analista surge tarde en la Historia: apenas en el siglo XIX, cuando Freud formuló el psicoanálisis como teoría general del aparato psíquico.

En este matema discursivo, el analista funciona en la perspectiva del puro deseo, del objeto a puesto en condición de agente, desde donde se dirige al lugar del otro en el cual se sitúa el analizante en tanto sujeto dividido. Por definición, el discurso del analista es el que estructura la clínica psicoanalítica en lo que aparenta ser un lazo binario que une a un analizante y a un analista. No es así: el lazo es en realidad ternario puesto que implica al otro (al inconsciente, al significante) como elemento tercero, cuyo reconocimiento bastaría para disipar toda ilusión de que se trata de dos almas gemelas unidas por un diálogo.

Al principio de la cura psicoanalítica, el analista es una simple "x" y el analizante, apenas un potencial. En estricto sentido, no hay analista sino cuando hay acto analítico, es decir, cuando, en el après coup de una interpretación apropiada por parte del analista, el saber del Otro sale a la luz. En el curso de la cura, el analizante es llamado a seguir la regla fundamental de la "libre asociación" y a decir lo que le venga a la mente sin atenerse a censuras morales o lógicas; de esta manera es empujado a producir los significantes-amo (S1) a los cuales se encuentra "agarrado"; significantes que requerirían ser articulados con significantes binarios (S2) para adquirir sentido. El analista está ahí para leer en las palabras del analizante (tornándolas texto) y para garantizar que el ejercicio de asociación libre tenga sentido, incluso antes de que se revele el sentido de las palabras que éste profiere desde el diván. Lo que el analizante dice, en definitiva, no es para nada arbitrario, sino que está condicionado por el deseo inconsciente: la palabra, para el psicoanálisis, es demanda, deseo, no mera flatulencia que se escapa por la voz.

La estructura discursiva de la que participan analista y analizante define el dispositivo psicoanalítico, cuyo mecanismo eje es la transferencia, que pone al inconsciente en la escena de la cura. La transferencia tiene lugar entre ambos, en cuanto el analizante se sitúa en disposición de búsqueda de la verdad sobre sí mismo, sobre su deseo. Por esa vía, quien se somete al análisis vence las resistencias y da al inconsciente posibilidad de efectuarse (Braunstein, 1988).

No hay aspecto de la biografía de un sujeto que pueda ser considerada importante en sí misma para la comprensión de sus deseos inconscientes. Sólo después de un largo trabajo de asociación en la cura (id est, bajo transferencia), algunos hechos de su vida van a cobrar importancia para propósitos psicoanalíticos, en especial sus síntomas (ahora apalabrados, construidos para el analista desde el diván), sus equivocaciones involuntarias, la repetición de sus fracasos, sus actos fallidos. Básicamente, se trata de un trabajo de reconstrucción retrospectiva (nachträglichkeit) y no puede ser de otra manera, pues no hay "contenido" inconsciente que se encuentre de antemano en el psiquismo (o en el cuerpo) a la espera de ser descubierto; de hecho, el inconsciente no es en sí mismo sino una construcción après coup que tiene lugar en el espacio transferencial entre analizante y analista.

En general, quien llega al diván de un analista lo hace con el sentimiento de ser un "individuo", convencido de su unidad e integridad, positivamente seguro de la ecuación entre su ego y su pensamiento. No obstante, el sujeto sufre y porque sufre duda de la explicación que se da a sí mismo sobre sus males: debe de haber algo sobre su condición que no sabe, un saber que esperaría encontrar en el otro, el analista. En términos filosóficos, diríamos que se llega a la cura como sujeto del cogito. El psicoanálisis, sin embargo, hace una radical distinción entre ser y pensar: ser es lo que el sujeto logra hacer con su goce, incluso al precio de su salud y bienestar, como lo muestra el sufrimiento psíquico. Pensar, por el contrario, es un atributo de la conciencia y del individuo-ego en tanto "sujeto de los enunciados". Toda apariencia monolítica del sujeto va pronto a caer en el curso del análisis porque allí éste va a ser interpelado no como "individuo", sino como sujeto dividido entre representaciones conscientes y deseos inconscientes. Ese va a ser el motivo de la "histerización" del sujeto durante el proceso analítico: que el analista se dirija a él como dividido y contradictorio, cuyos pensamientos vienen del Otro, no de su ego. De allí entonces su precaria identidad, la inestabilidad de su condición subjetiva, la ingravidez de su ser.

En estricto sentido, la función del analista durante la sesión es desaparecer como "Yo" (moi) frente al "Yo" del analizante, contrarrestando así todo entrampamiento imaginario de tipo compasión o empatía. Su actitud es de docta ignorantia puesto que, a diferencia del filósofo, "[...] el analista no dice [...] que nada sabe, no es un ignorante. [...] Pero nada sabe del inconsciente del analizante en presencia. [De hecho], su saber no coincide con la suposición del analizante" (Oyervide, 1996: 55), esto es, que el analista tiene perfecto conocimiento de la causa de sus síntomas y de su inconsciente: para el analizante, el analista es el "sujeto supuesto saber", y ese supuesto es el motor de la cura analítica ya que constituye la transferencia misma.

El analista debe ubicarse en el lugar del objeto a —el agente real de la cura— para inducir desde allí la producción de significantes-amo por parte del analizante. El analista dirige la cura, no dirige al analizante; por eso, cuando interpreta durante la sesión, lo hace desde la perspectiva del objeto a, no de lo que cuenta el analizante. Con frecuencia guarda silencio, lo cual permite al analizante producir nuevos significantes y crea la oportunidad para que el sujeto del inconsciente se manifieste.

Como medio para escandir el habla del analizante, el analista puede decidir acortar el tiempo de sesión, jugando así con una temporalidad que no es cronológica sino lógica; es decir, relativa a la lógica del significante. Pero, ante todo, desde el lugar que ocupa el analista está allí para empujar al analizante a hablar, alentándolo a asociar con libertad burlando así la represión y la censura. En último término, lo que se halla en juego en la posición del analista es la transformación de su conocimiento teórico en herramienta que trabaja en el registro de la verdad del sujeto. "El problema no es lo que el analista dice", escribe Lacan en la "Proposition du 9 Octobre 1967", "sino la función de lo que dice dentro del psicoanálisis".

Por efecto de la transferencia, el analista es para el analizante el "sujeto supuesto saber", y el objeto de sus fantasías y deseos. Desde la posición del objeto a, el analista va a interpelar al otro como S como sujeto en falta, sujeto dividido—, de quien se espera que produzca los significantes amo (S1) en los que su verdad se encuentra alienada.

El discurso de la histérica


En palabras de Lacan, "La histérica es el sujeto dividido mismo; [...] es el inconsciente en operación, que pone al amo contra las cuerdas para que produzca saber" (Lacan, 1970: 89). Recordemos que la spaltung (división) del sujeto es el efecto de la dependencia del sujeto al lenguaje, que crea la fisura estructural de donde parte el ímpetu, particularmente notorio en el caso de la histeria, para la búsqueda desesperada de medios con el fin de llenar el vacío.

Marc Bracher ha descrito con propiedad el discurso de la histérica. Para él, dicho discurso se encuentra operando
[...] cuando el discurso es dominado por el síntoma —esto es, por su modo conflictivo de experimentar goce, conflicto que se manifiesta [...] como fracaso del sujeto S para coincidir con, o ser satisfecha por, el goce de los significantes amo que la sociedad ofrece (Bracher, 1993: 66).
El discurso histérico es el del analizante que habla desde lo más profundo de sus síntomas durante la sesión de análisis. Lo que Freud definió una vez como la "regla de oro" del tratamiento psicoanalítico, la asociación libre, entraña la histerización del sujeto en análisis, quien habla sin racionalizar desde la perspectiva de aquello que hace síntoma. En este sentido, la histeria puede considerarse la condición misma para cualquier progreso en el tratamiento analítico.

El discurso de la histeria, entonces, ubica en el lugar dominante del amo-agente la división subjetiva, el síntoma del sujeto. Desde este lugar, el agente se dirige al otro, al significante amo, en busca de respuestas que alivien su mal de vivre, que suplan su falta-en-ser. Como dice Gérard Wajeman, "[...] la enunciación histérica es preceptiva: '¡Dime mi verdad!'" (Wajeman, Op. cit.: 12), dime la verdad acerca de quién soy... , no importa si en esta búsqueda desesperada el otro sea llevado al límite, a mostrar sus propias carencias... , aunque en ese momento seguramente la histérica va a emprender el movimiento de retirada al comprobar que el otro, el amo, también está castrado. La histérica siempre se colocará ella misma como objeto de goce, como "[...] objeto precioso en una rivalidad con el falo; es decir, [querrá] ser la joya y demandar al hombre simplemente presentarse o prestarse como caja de la joya" (Brousse, 2000: 51).

En resumen, el sujeto posicionado en el discurso de la histérica busca respuestas que calmen su ansiedad. interrogada por la levedad de su ser, la cual le resulta insoportable, la histérica se comporta como un investigador científico que procura certezas en su laboratorio, empujando el conocimiento hasta los límites. Con razón Lacan decía que el discurso de la ciencia es el ejemplo mismo del discurso de la histérica.10

V. CONCLUSIONES
Desde sus inicios como campo de reflexión y disciplina académica, la Sociología se ha planteado interrogantes sobre lo que hace lazo social al plantear las "relaciones sociales" como el objeto por excelencia de su indagación. En el pensamiento sociológico clásico, de Durkheim a Parsons, estas relaciones se definieron en términos de integración y valores, mientras que Marx las abordó en el marco de la explotación de clase correspondiente a un nivel determinado de desarrollo de las fuerzas productivas. Weber, en cambio, las situó en el proceso de expansión progresiva de la racionalidad instrumental respecto de las formas de racionalidad ligada a valores o a la tradición. Más cerca de nosotros, Touraine ha propuesto referir las relaciones sociales a la acción de actores en conflicto dentro de campos determinados. Y Bourdieu, con mirada objetivista, piensa que todo lo que hay en sociedad son relaciones independientes de la conciencia de los agentes.

Sin duda, los nexos sociales se establecen al interior de la producción, se apoyan en las instituciones, se bañan en los valores que circulan en sociedad, llenan el espacio conflictivo de los actores sociales. Sin embargo, aunque parezca que los vínculos son meros desprendimientos de estos contextos, la verdad es que el lazo social constituye el requisito sine qua non para que las diferentes dimensiones de la vida social sean posibles: se necesita del lazo para que haya producción e intercambio, división del trabajo, acción y movimiento social, solidaridad entre partes de la sociedad. Por ello, siendo estrictos, deberíamos primero intentar dilucidar la naturaleza del lazo social si queremos luego develarlo en su operación dentro de situaciones, campos, instituciones... Pero entonces veríamos que su naturaleza no es sino la misma que constituye al sujeto como ser social: el lenguaje, que en sí mismo no es de naturaleza social, aunque en su operación discursiva precipita un nexo social. Ello hace toda la diferencia entre las sociedades animales y la humana, ya que gracias al lenguaje podemos crear instituciones, actuar y no sólo comportarnos, producir cooperativamente, racionalizar el mundo, etcétera. Gracias al lenguaje, la socialidad humana es simbólica, no instintiva ni esencial.

Que los seres humanos tengamos lenguaje quiere decir que tenemos la capacidad de introducir diferencias en el Real, marcar discontinuidades, establecer discriminación; todo eso por la acción específica del significante que burila el Real, lo bordea con símbolos para hacerlo susceptible de ser tratado por medios humanos. Porque operamos con el lenguaje en función discursiva, tejemos lazos sociales, usando palabras o sin ellas, aunque el lazo nos establece siempre en un pie no recíproco y no complementario frente al otro.

Es extraño que la Sociología haya permanecido hasta ahora impermeable a este tipo de consideración. Quizás ello se deba a cierta falta de receptividad de su parte a los avances en otras ciencias, en especial del psicoanálisis y su elaboración respecto de la subjetividad y el lenguaje. Sorprende comprobar que en una obra donde se critican teorías contemporáneas del lenguaje como es Langage et pouvoir symbolique, de Pierre Bourdieu (2001), el nombre de Lacan no se menciona sino una vez (¿mero name dropping?), aun cuando en la obra de Lacan se encuentra una aproximación al lenguaje que pone de cabeza el formalismo de la lingüística moderna, lo que significa —entre otras cosas— un tratamiento no semiológico del lenguaje, la abolición de todo utilitarismo comunicativo y el señalamiento de que el efecto más notable del lenguaje es el sujeto mismo, no el sentido o la significación. Resulta irónico comprobar que en la obra del sociólogo que en determinado momento en Francia llegó a pasar como "el intelectual dominante", no se considera el aporte de Lacan y el psicoanálisis para la comprensión del discurso como fundamento del lazo social, y del sujeto como efecto del lenguaje (del sujeto y, por consiguiente, del "actor", o del "agente" —como Bourdieu prefiere llamarlo—, con lo que de paso incurre en una suerte de "hiper-estructuralismo" que encierra una contradicitio in termini al interior de su Sociología, pues en determinado momento él se declaró de manera rotunda contra el estructuralismo).

No es mi planteamiento que la Sociología deba hacer su "giro lingüístico", como lo han hecho otras disciplinas. La crítica que hace Perry Anderson a "the exorbitation oflanguage" por parte del estructuralismo, me parece válida en su propósito de cuestionar el "imperio de los signos" planteado por algunas tendencias "populares" del estructuralismo, las cuales acabaron nombrando "lenguaje" o "discurso" a cualquier cosa (Anderson, 1984: 42). La referencia al lenguaje en la perspectiva de Lacan dista mucho de eso; para comenzar porque para el psicoanálisis recurrir al lenguaje no es sino el medio para pensar el sujeto, su verdadero asunto. Tal propósito muestra una vía ejemplar para la Sociología pues sería de desear que ésta se libre del legado durkheimiano de tratar los hechos sociales como "cosas", para enfocarse en el estudio de los efectos subjetivos de la vida social. Apoyándonos en el psicoanálisis, los sociólogos podríamos aprender a "leer" el texto social, lo cual nos llevaría a abordar los fenómenos de sociedad desde la perspectiva de su inscripción significante. También aprenderíamos a ver los vínculos que ligan a los sujetos no por su simple condición objetiva, sino por la condición que los instaura y los torna positivos, esto es, el discurso.

Notas:
10 "Ni hablar del discurso histérico: es el mismísimo discurso científico" (Lacan, 1971-1972 (a): 32).

Fuente: Gutierrez Vera, Daniel (2003) "La textura de lo social" - Rev. Mex. Sociol vol. 66 no. 2 México abr./jun. 2004

lunes, 13 de enero de 2020

Identidad, identificación y lazo social. La enseñanza de Lacan (6)


Por Enric Berenguer

Ir a la primera parte de Identidad, identificación y lazo social. La enseñanza de Lacan (1)

El sujeto desidentificado: el discurso histérico
Como ya hemos dicho, Lacan no concibe el discurso como una estructura fija, inamovible, sino que se plantea una variabilidad con respecto a una forma fundamental, definida como el discurso del amo.

Esta variabilidad se puede describir en función de las distintas posiciones que ocupa el sujeto en el discurso.

Esto es útil, porque nos hace recordar que cuando describimos el discurso dominante en una cultura no hay que pensarlo como un bloque inamovible: existen variaciones posibles en el discurso, y la posición de cada sujeto también cambia.

Idea clave 21
No todas las distintas posiciones del sujeto con respecto al discurso dominante son tan fundamentales y definidas como para que puedan ser puestas en correlación con una modalidad de discurso: hay en esto un aspecto muy particular que siempre se debe describir caso por caso.

Pero hay un tipo de posición muy importante y representativa a la que sí le corresponde la dignidad de articularse en una modalidad de discurso: la de la histeria. Lacan considera que la histeria no corresponde sólo a un “trastorno”, sino a una posición subjetiva, caracterizada por un tipo de insumisión particular frente al significante amo.

Para dar cuenta de esta posición subjetiva y su incidencia en lo social, Lacan escribe el discurso histérico. En él el sujeto no ocupa el lugar que le hemos atribuido en el discurso del amo, o sea, debajo del S1.

En este caso, lo que ocupa el lugar principal, o sea el lugar de agente del discurso, es el propio sujeto dividido, $.

No vamos a comentar detalladamente todos los aspectos de la escritura de este discurso, sino que nos limitaremos a dar algunas indicaciones.

En particular, destacaremos que este desplazamiento del S1 (significante amo) por el $ (sujeto dividido), que ahora ocupa el lugar de mando, por así decir, se puede interpretar como un cierto rechazo de la identificación.

La parte de la escritura del discurso que representaba la identificación (S1/$) ha quedado desbaratada, y ahora, si se nos permite traducirlo de una forma sumaria, el propio sujeto pone en este lugar predominante su propia particularidad de sujeto en tanto que no puede ser reducida a ninguna identificación (siempre es “diferente”).

Esta característica del discurso histérico se pone de manifiesto en muchas ocasiones, casi cada vez que un significante amo queda claramente definido en su lugar con respecto a un colectivo.

Casi siempre hay personas que interpelan a ese significante, o a su representante, a su encarnación concreta, protestando que su particularidad no se inscribe suficientemente en él.

lunes, 29 de abril de 2019

Los 4 discursos de Jacques Lacan

Por: Mg. Hernando Alberto Bernal
El concepto de Discurso (Filosofía):
Según Paul Ricoeur (2001), el discurso es el acontecimiento del lenguaje, y es el que le confiere realidad al lenguaje. Se comprende el discurso como una forma de comunicación perteneciente al lenguaje (hablado o escrito), relacionado con las experiencias, desde los significados y sentidos que el agente posee de ello, también se concibe como el acto de expresar, transmitir, comunicar, etc. Dichas experiencias se encuentran mediadas por procesos dialógicos, que van permitiendo constituir y sostener las relaciones sociales como un punto base en ellas.

El concepto de Discurso (Psicoanálisis):
Organización de la comunicación, principalmente del lenguaje, específica de las relaciones del sujeto con los significantes, y con el objeto, que son determinantes para el sujeto y reglan las formas del lazo social (Chemama, 1997).

El concepto de Discurso (Lacan):
Los cuatro discursos son introducidos en el Seminario libro XVII, El reverso del psicoanálisis (1992). El objetivo de su seminario, mostrar que el envés del psicoanálisis es el discurso del amo. El discurso, según Lacan, es lo que hace vínculo social. Él señala que el alcance de una palabra depende del discurso donde se inscribe (Demoulin, 2003).

El discurso se organiza a partir de un modo de goce. En términos freudianos, son nuestros modos de satisfacción los que organizan el discurso. El discurso es el manual de instrucciones, es el único modo de empleo que tenemos del goce que se busca y que organiza el lazo social. Lacan formaliza esto y habla de cuatro discursos: el del amo, el universitario, el histérico y el analítico. Produce un matema para formalizar lo que es este discurso o lazo social, modo de empleo del goce. Un matema de cuatro lugares y letras. En el discurso del amo, en posición de organización del discurso pone el S1 que organiza el discurso en un momento dado. (Lierni Irizar, 2008)

Los lugares del discurso:
Todo discurso se dirige a otro, y se dirige a ese otro a partir de cierto lugar, en nombre de alguien:


La verdad puede interferir, latente, bajo el propósito sostenido oficialmente; y en los dispositivos del discurso, algo se produce cada vez.

Los términos del Discurso:
El sujeto es aquel que está representado por un significante para otro significante, lo cual deja un resto por la pérdida de goce del sujeto.

Los cuatro discursos:
A partir de lo anterior, es posible, en un primer tiempo, hacer circular, por «cuartos de vuelta» sucesivos, los cuatro términos $, S1, S2, a, por los cuatro lugares: verdad, agente, otro, producción. Ello sin romper el orden que liga a S1 y S2, términos constitutivos del orden significante, lo que hace que el sujeto $ esté separado del objeto a.
Veamos:

La teoría lacaniana de los cuatro discursos, fue desarrollada en respuesta a los acontecimientos de mayo de 1968 en Francia. Se definieron cuatro discursos, que él llamó Maestro (Amo), Universidad, histérica y analistas, y mostró cómo se relacionan dinámicamente entre sí:

  • Discurso del Amo: lucha por el control / dominación / penetración. Sobre la base de la dialéctica del Amo y el esclavo Hegel.
  • Discurso de la Universidad: el suministro y la adoración del "objeto" de conocimiento.
  • Discurso de la histérica: se refiere al sujeto sintomático y es revelador de la resistencia al discurso del Amo vigente.
  • Discurso de los analistas: deliberada subversión del discurso del Amo vigente.

Veamos cada uno de ellos...

Lacan lo introduce refiriéndose con él a la dialéctica del Amo y el Esclavo según Hegel (el Amo antiguo), y lo complementa con el concepto introducido por Marx de plusvalía (aquello a lo que el trabajador debe renunciar). El discurso del Amo es el discurso del inconsciente.


El resultado, después de algunos siglos de filosofía, es la aparición de este discurso, en el que el saber está en posición de Agente. Las universidades, como nos recuerda Miller (1990), se crean en torno al siglo XII como modo de concentración, regularización y uso del saber por parte del poder, saber que primitivamente estaba localizado en el esclavo. El saber dirigido al a-lumno, objeto pasivo, busca producir el sujeto.


La Histérica se hace síntoma, sujeto dividido, y se dirige al Amo demandándole que produzca un saber sobre la verdad de su goce. De esta manera, ella coloca al Amo en el fracaso, señalándole su castración. La histeria es el sujeto marcado por el significante hasta en su cuerpo, en el que los síntomas hacen oír un discurso reprimido.

En este Discurso, el analista está en el lugar de objeto a, soporte de la transferencia. Puesto a trabajar en la transferencia, el sujeto produce los significantes unarios que lo determinan a nivel de las identificaciones inconscientes. El Discurso del Analista es el reverso del Discurso del Amo.

miércoles, 17 de enero de 2018

La respuesta a la regla analítica en la histeria y la neurosis obsesiva.

El hablar analítico no es el mismo que el de la conversación cotidiana. Este mismo desenlace parafraseaba Freud en los siguientes términos destinados a dar cuenta de esa experiencia:

"En un aspecto su relato tiene que diferenciarse de una conversación ordinaria. Mientras que en esta usted procura mantener el hilo de la trama mientras expone, Y rechaza todas las ocurrencias perturbadoras y pensamientos colaterales, a fin de no irse por las ramas, como suele decirse, aquí debe proceder de otro modo."


Esta circunstancia se debe, por un lado, al hecho de que la posición del analista no es la del oyente ordinario, que se presta empáticamente a reconocer a quien habla, al funcionar como semejante al yo. El lugar de interlocutor que le corresponde al analista cuando responde se indica, en primer lugar, a partir de destacar los puntos de fractura del discurso y sancionarlos, direccionar el hablar del paciente a través de su puntuación, para que eso extrañamente comprensible funcione como resto causal de la cadena asociativa. A esto se refería Freud cuando, en otro de sus escritos técnicos, sostenía que el analista debía ser una suerte de espejo:

"El médico no debe ser transparente para el analizado, sino, como la luna de un espejo, mostrar sólo lo que le es mostrado."

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Síntoma histérico, ataque histérico y fantasma histérico: Clínica y cura.


Apuntes de la conferencia dictada por José Zuberman, el ­ 03/06/14

El término histeria se usa para muchas cosas. Vamos a dilucidar distintos espacios donde se usa la palabra histeria. No es lo mismo el síntoma histérico, que el ataque histérico, que el fantasma histérico o el discurso histérico. No es lo mismo la histeria de la psiquiatría, que como Freud presenta este término. Pensemos que en la ciencia el sujeto del psicoanálisis es sujeto de la ciencia, no es porque la ciencia estudia lo mismo que el psicoanálisis, sino porque de la ciencia moderna no va a la sustancia de la cosa, sino a cómo se relacionan. Es decir, toda la ciencia moderna está establece un sistema de relaciones, o sea, de relaciones significantes. Entonces, ahí es donde va a ubicar al sujeto y ahí es donde podemos decir que lo que era la histeria de la medicina no tiene nada que ver con las cosas que vamos a hablar hoy. Que etimológicamente, histeria tiene que ver con histerum, que es útero. Se suponía que histerias eran femeninas y eran producidas por alguna sustancia que emanaba el útero. De ahí el nombre histeria, pero como ven, la etimología no determina nada desde que sabemos que hay histeria masculina o en cualquier momento que nos podemos poner a embromar con amigos diciendo “eso es ovárico”, “eso es uterino”. El sujeto de la ciencia moderna es el sujeto de relacionar este término con el otro, entonces, no es lo mismo lo que la medicina definía como histeria, lo que fue definiendo después la psiquiatría a través de diferentes definiciones, lo que Freud definió como síntoma y ataque, de lo que Lacan describe como fantasma histérico. Hay histeria masculina, la analizamos y lo comprobamos todos los días. Entonces, nada que ver con la etimología.

Síntoma histérico.

El significante no se significa a sí mismo. Histeria no es igual a histeria. Una cosa es el síntoma y otra cosa es el ataque, para empezar con las descripciones freudianas. Freud empieza todo su trabajo definiendo y trabajando sobre elsíntoma neurótico. Era lo que más le hacía preguntas en su consultorio en su momento: el síntoma neurótico. Con las coordenadas que nos propone Lacan, es decir, con los registros, tratemos de definir con citas de Freud a qué vamos a llamar síntoma. Lo que más trabaja Freud del síntoma, explícitamente, es lo simbólico​, que se define con una frase reprimida. Freud dice que el síntoma se sostiene en una frase reprimida, podemos decir de significantes reprimidos, que por estar reprimidos no es que desaparecen sino que tienen una eficacia suficiente como para provocar un síntoma. Entre el cariño que le tengo y las ganas de pegarle un trompazo, hago una parálisis de brazo, por ejemplo. El elemento simbólico es la frase esta que queda reprimida.

Sin embargo, Freud va a agregar que no es solamente una frase reprimida, dice que también hay una modificación del esquema corporal en cualquier síntoma histérico (aspecto imaginario del síntoma). El bolo histérico no le permite comer, o la astasia abasia, o los ojos desviados o afonía. Hay una modificación del esquema corporal. Como decía Freud, cualquier órgano puede tomar el valor de falo cuando se agranda, se hincha, se congestiona y se torna doloroso. Además, hay una modificación en lo real del goce del sujeto, en la economía del goce del sujeto. Recordemos frases como “la vida sexual del neurótico es su síntoma”. Si alguien no puede sostener el equilibrio y no puede caminar, eso también determina su punto de goce.

Pregunta: ​¿Cómo es esto que el neurótico goza de su síntoma?

J.Z: El goce fálico se sostiene de la palabra, en los varones de la erección fálica del deseo. Esto, en el síntoma histérico, queda ligado al goce del síntoma. Nadie larga así nomás el síntoma. Del síntoma también se goza. Que el dentista les explique que va a ser una gran economía para sus bolsillos si largan el chicle, el que tiene el estúpido goce del chicle, no lo larga así nomás por ahorrarse unos mangos. Cualquier síntoma implica la presencia de un goce que no abandonamos, salvo cuando podemos descubrir otro goce. Por eso Freud decía que el síntoma es la vida sexual del neurótico.

Entonces, en lo simbólico una frase reprimida, en lo imaginario una modificación del esquema corporal y en lo real una modificación de la economía de goce. ¿Qué particularidad tiene? Que interroga al sujeto. El síntoma es una pregunta para el propio sujeto, que es como llega a análisis la mayoría de los presentes.No sé qué pasa conmigo, que siempre gozaba tanto de la lectura y ahora me pongo a leer el libro y me quedo dormido”. Inmediatamente, como tengo esta pregunta sobre mí, yo no sé qué pasa conmigo, supongo que usted sí lo sabe. Se instaura inmediatamente la transferencia simbólica, el sujeto supuesto saber. Esto es el síntoma neurótico: hay una frase reprimida que modifica el esquema corporal, modifica el esquema de goce y que interroga al propio sujeto. La consecuencia de este interrogarse es que inmediatamente se instaura la transferencia simbólica, lo que Lacan llama sujeto supuesto saber. Le suponemos el saber sobre eso que no entendemos qué demonios nos pasa.

Freud decía que el interés de quien estudia la histeria, abandona pronto los síntomas para dirigirse a las fantasías de las cuales procede. Es decir, que no se queda en lo descriptivo de los síntomas histéricos, él dice claramente que hay que abandonar los síntomas para dirigirse a las fantasías de las cuales proceden. Luego retomaré esto de las fantasías, que es lo que nosotros llamamos fantasma.

En el síntoma histérico, la dirección de la cura va a ser ir del síntoma a la fantasía que lo sostiene. O sino, voy adelantando algo: voy a decir que la dirección de la cura es en el síntoma neurótico, el del síntoma al fantasma en el que se sostiene. Pero para no dar por sabido qué es el fantasma, voy a decirlo en términos más freudianos para que sepamos de lo que estamos hablando. Freud, en los escritos técnicos, dice que para que un síntoma se resuelva, pidan asociaciones, pidan una línea asociativa.

Puede ser que asociando libremente, esa línea asociativa determine ir a frase reprimida con la cual se resuelve el síntoma. Si esto no ocurre, pidan otra línea asociativa, que la grafico con una línea diferente. Y puede ser que así tampoco se resuelva elsíntoma. No les ataque el furor curandis, como dice Freud, operen según técnica como un cirujano, sigan pidiendo asociaciones. Pidan otra línea asociativa. Si aún no se resolvió el síntoma, es que además de la frase reprimida, hay que pensar en la fijación del sujeto a un objeto​, que Freud trabaja especialmente el objeto oral y el objeto anal. Él le dejó a Lacan trabajar la mirada y la voz. Además de las representaciones reprimidas, por hablar en freudiano, hay una fijación a un objeto. Si me permiten, todas estas cadenas de significantes determinan la posición del sujeto del significante​.

Los 2 términos del fantasma, son el sujeto y el objeto. Del lado del sujeto, del significante, podemos leer la dimensión del deseo que Freud leía en las formaciones del inconsciente: sueños, novela familiar del neurótico, fallidos, síntomas, chistes. Y del lado del objeto, el estilo de goce. No eslo mismo el goce oral, de alguien que traga libros, como decíamos en el colegio, alguien que quiere saber todo rápido, que el estilo anal de retener todo el saber, como le pasaba a una compañera mía de la facultad que antes del parcial tenía un desprendimiento impresionante porque se le iban los conocimientos. Los estilos de goce son distintos en uno y en otro, en cada uno de los 5 objetos que trabajamos con Lacan en la angustia: el objeto oral, anal, la mirada, la voz y el falo como objeto.

Hay 2 operaciones: la alienación, donde el sujeto queda alienado al objeto. El hombre de las ratas se presenta como un sorete, está hecho mierda, como diríamos en Buenos Aires. Pero, con la otra operación, la de separación, recupera su condición de sujeto, toma la palabra y así podemos saber a qué objeto está fijado. Entonces, aunque Freud decía que el interés de quien estudia la histeria abandona pronto los síntomas para dirigirse a la fantasía de cuáles procede, si yo les digo que el síntoma histérico, el camino del síntoma histérico al fantasma, en vez de la fantasía, es porque, agrego a lo que Freud definía de fantasía de la cadena de significaciones, es la fijación al objeto.

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¿Por qué esto es importante? Lacan dice en el Seminario VIII, que si no entienden su idea de fantasma, remítanse a lo que es la fijación en Freud. La fijación de un sujeto al objeto que es lo que traté de demostrar en este esquema. El sujeto queda fijado a un objeto, esa idea freudiana de fixierung, es mi fantasma. Entonces yo puedo decir con esto que la dirección de la cura, en el caso del síntoma histérico, es del síntoma al fantasma que lo sostiene. Cuando Lacan dice en el seminario de angustia que el fantasma es sostén de mi deseo, del fantasma se sostiene el deseo, del deseo reprimido se arma el síntoma. Entonces, el camino de la cura en la histeria, será como dice Freud, del síntoma a la fantasía que lo sostiene y nos permitimos traducir fantasía por fantasma, haciendo la aclaración que no solamente estamos hablando de la cadena de representaciones, sino también del objeto al cual el sujeto está fijado. Con lo cual vemos no solamente el deseo del sujeto, sino su estilo de goce, el punto del objeto al cual está fijado.

Ataque histérico.

Freud dice que cuando se somete al psicoanálisis a una histérica cuyo padecer se exterioriza en ataques, no en síntomas, uno se convence fácilmente de que esto no se trata de otra cosa que fantasías proyectadas sobre la motilidad, figuradas de manera pantomímica. Son fantasías inconsciente, claro está, de la misma índole de lo que uno puede capturar inmediatamente en los sueños diurnos o desarrollar en los sueños nocturnos. Es como si se jugase al “Dígalo con mímica”, la frase hace que esto se suba a escena, se actúe pantomímicamente y entonces nos tocará descifrarlo, como cuando jugábamos a “Dígalo con mímica”.

Agrega Freud: “A menudo un sueño sustituye un ataque”. Si hay sueño, hay formaciones del inconsciente, no hay ataque. “...y con frecuencia, todavía mayor, lo ilustra, pues idéntica fantasía alcanza una expresión diversa en el sueño y en el ataque”. Es decir, la misma fantasía puede formar una formación del inconsciente (sueño, síntoma, novela familiar, chiste, lapsus) o puede armar un ataque histérico. La diferencia es que en una las fantasías quedan proyectadas sobre la motilidad, figuradas de manera pantomímica, pero son fantasías inconscientes de la misma índole que uno puede capturar inmediatamente en los sueños diurnos o desarrollar en los sueños nocturnos.

El ejemplo que primero nos surge, para recordarlo todos, es lo que leyeron en “Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”. Allí Freud describe un ataque histérico en que una mujer se saca la ropa como un hombre en una mitad del cuerpo y con la otra se defiende como una mujer, esto sería en los tiempos de Freud. Freud lee allí que si en una mano actuó como un varón y con la otra como una mujer, lee fantasía de bisexualidad en una paciente que no habla, en una paciente que sube esa fantasía, la proyecta en la motilidad y la actúa pantomímicamente. Nosotros diríamos “la sube a escena”. Aunque Freud nunca teorizó esto, fíjense que Freud lo lee en la escena, porque no es una paciente que asocie.

Pregunta: ¿Pero es unívoco un gesto?

J.Z: Freud no dice eso. El gesto es significante si lo hacés correr con otros significantes y vas descubriendo la fantasía que sostiene el ataque. No es solamente por lo simbólico del significante, desde Lacan, antes el acting out era de los actuadores, de los psicópatas. Después de Lacan, el acting out es subir la fantasía a escena y eso el analista lo lee en la escena de la sesión. Los de la APA decían que los que hacían actings eran inanalizables. La extensión de la validación del psicoanálisis al acting out y al pasaje al acto es de Lacan, que amplía nuestro horizonte enormemente. Freud esto nunca lo teorizó, pero dice que la fantasía queda proyectada sobre la motilidad de un modo pantomímico, que eso se lee en la escena y no solamente en el ataque histérico, también cuando la ve a Dora jugando con el monederito, habla de masturbación. Y no es que Dora dijo algo, sino que relacionó ese gesto con todo lo que viene ocurriendo y todo lo que viene diciendo ella. Cuando el hombre de las ratas se incorpora, él no dijo “me quieren meter una rata por el ano”, sin embargo Freud descubre esto y le presta las palabras que faltaban. Entonces, justamente el RSI de Lacan nos permite leer los 3 registros. Esto que Freud ve en la escena, pero nunca lo teoriza porque él solamente teoriza el valor de la representación, el valor de lo simbólico, es algo que Lacan nos permite extender la verificación del psicoanálisis en estos terrenos. Analizable antes era el síntoma neurótico, todo lo que nosotros no recibimos en los consultorios era expulsado del consultorio del psicoanalista y enviado al psiquiatra. Si podemos atender bulimias, anorexias, y todos esos cuadros... Una anorexia es como un ataque histérico, de entrada presenta su fantasma: muerta soy toda tuya. Tomá, ¿querés que sea toda tuya? Bueno, acá me tenés. Como decía Freud, mezcla de histeria y melancolía. Toda tuya, y muerta voy a ser más enteramente tuya. Entonces, ahí está de entrada el ataque, que hay que intentar leer. No es que le vamos a tratar de encontrar sentido, pero si estamos en una casa y nos llaman y hay una mujer que se despierta y dice que hace 24 horas que no se despierta y dice “¿Qué hace toda la familia acá reunida y todos vestidos de negro? ¿qué pasó?” Está claro lo que sube a escena, que no se quiso enterar quién se murió ni fue al cementerio ni nada y que hizo un ataque y estuvo allí desconectada todo este tiempo y luego pregunta qué pasó.

En todos estos casos, en que el que se sube pantomímicamente la fantasía a escena, la dirección de la cura va a ser, justamente la contraria. Del ataque histérico, que puedo reemplazar por fantasma, porque muestra al fantasma, a hacer de esto un síntoma. Si acá la dirección de la cura era ir del síntoma al fantasma que sostiene, en el ataque, la dirección de la cura, será ir del fantasma (que podemos leer de entrada) a hacer un síntoma. Es decir, algo que interrogue al sujeto, que se pregunte​. Debe implicarse en algún modo de por qué está en esta situación.

Hay casos de pacientes que llegan sin hacerse una sola pregunta y que hay que acompañarlos. El único que lo puede acompañar en este camino de ser un paciente a un analizante, es un analista. Los pacientes muchas veces no vienen con una pregunta, sino con un sufrimiento que ya no soportan. No vienen con una pregunta, no es un síntoma, nadie está obligado a tratar a ese paciente, pero en la clínica psicoanalítica de Buenos Aires nos hemos acostumbrado a recibirlo y me parece bien, porque a Freud lo interrogaban los síntomas neuróticos y las preguntas de su tiempo, qué es un líder, por qué esos fenómenos de masa. A nosotros nos interrogan otras cosas, especialmente no podemos dejar de hacernos la pregunta por lo que nos viene en el consultorio. Hacer de un ataque, un síntoma, es una dirección de la cura que también lo podemos traducir “hacer del paciente un analizante”.

Esto de la mostración del fantasma, no es solamente para estos efectos que se podrían agrupar como psicopático, sino que es algo que se lee en la escena del análisis. No es solamente lo que se escucha. Porque una colega muy dedicada me consultaba con qué pasaba con un paciente que se quería ir del análisis. Él había tenido otro terapeuta y con ella el paciente logró completar su carrera de derecho y acercarse a una mujer. Pero el paciente había visto en Página 12 un recuadro que anunciaba una conferencia con el primer analista que él tuvo, y él se interesa. La analista actual se enoja, porque ya la otra vez le había dicho que quería cambiar en análisis por el homeópata para ver si le resolvía las alergias y ahora le venía con éste. Ella le dijo a su paciente que estaba atacando su análisis, desvalorizando todo lo que produjo ahí para volver atrás. Como ella había sido kleiniana y me tenía confianza, le dije que lo único que faltaba que le interpretara, era que él cagaba sobre su pecho y en vez de la ansiada leche, recibía su propia mierda. Eso en los años  '60 era una etiqueta. Yo le dije algo que me habían dicho en la escuela primaria, que uno tiene 2 orejas y una sola boca para escuchar el doble de lo que habla, así que silencio. Que no se enoje tanto, que se calle y aguante un poquito. Cuando se calla, en la segunda supervisión, él le empieza a decir que se encontró con un primo que le hizo recordar que su madre no lo dejaba ir a la cancha ni a ningún lado por la alergia que tenía de chico, ni en verano ni en invierno. En la transferencia se jugaba esto de que él quiere ver al hombre importante, al gran hombre y la madre no lo permite. Ella había sido llevada por el movimiento de la transferencia al lugar de la madre. Este chico se sentía a punto de ser tragado, entonces se tenía que ir. No es lo que la analista no había escuchado,sino lo que no había podido leer en la escena.

En todo análisis ocurre esto de que, como dice Lacan, el fantasma se lee en la escena. No es lo que se escucha, sino lo que se lee en la escena y allí se escenifica la cuestión del fantasma.

Fantasma en la histeria.

Lacan, en el seminario de la transferencia, escribe el fantasma de la histeria y el fantasma de la obsesión.

En el fantasma de la histeria, del lado del sujeto, está el objeto arriba de la barra. En el álgebra lacaniano, lo que está arriba de la barra es lo manifiesto. Debajo de la barra, lo que es latente. En el fantasma histérico, la histérica se ofrece como objeto al Otro y no como sujeto. La histérica se ofrece como aquello que falta al Otro. En lugar de brillar por sus pinturas, por sus escritos, por su desarrollo profesional y por lo que puede manifestarse como sujeto de su deseo, siempre está al servicio del Otro, sostieniendo al Otro. Justo cuando está por descubrir la barradura del Otro, ella se ofrece como el objeto que lo completa. Dora, cuando descubre que el padre es impotente, dice que el padre tiene 2 mujeres, siempre lo salva y lo completa.

El tipo llega muerto de laburar, porque tiene una crisis en su empresa y ella dice “claro, te voy a creer que llegás a las 2 de la mañana de una reunión”. Allí ella se ofrece y lo rearma, porque lo transforma en un canchero bárbaro, que viene de divertirse. Allí es el objeto que sostiene al Otro como completo porque lo necesita. “Me trata como a una porcelana” decía una paciente. Es decir, no estaba preocupada por qué deseaba como sujeto ella, sino porque el hombre la trate como a una porcelana. Otra podrá decir “me trata como a un trapo de piso”, para el caso, no importa si es lindo, feo o valioso, sino que se ofrece como el objeto que sostiene la completud del Otro. Ella se sostiene de ser “la señora de...” y no de sostener su deseo. Por eso Freud dice “La histérica enfermera del Otro”, porque lo sostiene al Otro de este modo, lo cual hace que quede bajo la barra la castración, porque no reconoce la barradura del Otro. Ofreciéndose para completar al Otro, lo que Lacan llama “el goce sacrificial de la histérica”, que es la que va a la Iglesia a limpiar los santos para ganarse la eternidad, está sosteniendo la completud del Otro. O la que da la vida por el partido o por evangelizar a los infieles. Se sacrifica por sostener la completud del Otro, lo cual deja la castración bajo la barra (­φ).

Desde el principio dije que como el significante no se significa a sí mismo, histeria no es igual a histeria. Una cosa es decir síntoma histérico, otra cosa es el ataque de histeria y otra cosa es el fantasma histérico El síntoma y el ataque tienen distintas direcciones de la cura. Y el fantasma es lo que sostiene, es el goce último al que la histérica renuncia, a ser víctima. Atravesar el fantasma sería que la histérica deje de completar al Otro como objeto, el goce sacrificial y que el goce sea sostener la singularidad de su deseo. Faltaría nombrar el discurso histérico, que Lacan lo menciona en el seminario XVII.

Pregunta: ¿Qué relación hay entre el ataque histérico y el ataque de pánico?

JZ: El ataque de pánico es una entidad que inventó el DSM IV para vender algún remedio. Es al revés ahora, primero inventan el remedio y después nombran el cuadro. Entonces, el ataque de pánico es muchas veces una crisis fóbica, o es una crisis de angustia. Eso que se llama ataque de pánico puede ser muchas cosas. Pero se parece al ataque de que se muestran en escena, como dice Freud.

Pregunta: Cuando habló de que el fantasma de la histérica es completar al Otro, ¿con qué fijeza del objeto tiene que ver?

JZ: Lo que Freud llama fixierung, hay que distinguir la fijación del objeto de la pulsión de lo que es la fijación al objeto del fantasma. El objeto pulsional del hombre de las ratas son las heces, diríamos “llegó hecho mierda”. El objeto del fantasma, es la rata, que es una forma más singularizada. La fijación pulsional del hombre de los lobos es la mirada y lo anal, que se combinan. El objeto del fantasma es el lobo, que aparece cuando las ventanas se abren. Entonces, el objeto del fantasma tiene una singularidad que no es tan generalizable como cuando nombramos al objeto de la pulsión, que son 5 objetos. El goce sacrificial es ofrecerse como el objeto que le falta al Otro y primero hay que ver lo que piensa que le falta al Otro y en qué lugar se ofrece.A esta Iglesia hace falta que alguien la limpie”, en ese caso el objeto es más anal.

Pregunta: La dirección de la cura en el ataque, que dijo que era del fantasma al síntoma, ¿Puede pensarse en un primer tiempo?

JZ: Si. Uno puede leer de entrada en la anorexia “soy piel y huesos, así soy toda tuya, hacé de mí lo que quieras”. Después cuando vamos trabajando y se hace una pregunta sobre sí, va construyendo su fantasma. La dirección de la cura es a veces del síntoma al fantasma, pero a veces es al revés.