Mostrando las entradas con la etiqueta el Uno. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta el Uno. Mostrar todas las entradas

miércoles, 13 de agosto de 2025

Dos Unos y la imposibilidad de escribir la proporción sexual

La fundamentación lógica de la inexistencia sostiene que la falta es el fundamento del Uno. Esto introduce una modificación en lo que podríamos llamar el régimen de la repetición, al permitir separar dos dimensiones del Uno.

Por un lado, encontramos un Uno producto de que el sujeto goza por hablar, un S1 con un carácter más discursivo. Por otro, un Uno que se repite como inscripción de la inexistencia: otro matiz del S1, más cercano a lo real.

Estos dos campos pueden repartirse —siguiendo a Frege— según la disparidad entre el 0 y el 1. En esa relación se sostiene la verdad: no hay verdad sin el lazo fundante entre 0 y 1. Así, se articulan dos modalidades de lo existencial (en sentido lógico, no filosófico): de un lado, una existencia que se afirma; del otro, una inexistencia que se inscribe en el lugar del Otro. Esto conduce a interrogar si aquí se juega la imposibilidad del dos. Lacan, en el Seminario 21, lo formula diciendo: hay del Uno que no alcanza al dos; hay del Uno que no llega al Otro significante, inscribiendo así la imposibilidad de escribir la proporción sexual.

El apoyo en la teoría de conjuntos se vuelve indispensable porque permite demostrar precisamente esa imposibilidad de escritura, que obstaculiza un saber sobre la verdad en tanto ésta es no-toda y efecto de la función f(x). La oposición ya no se plantea únicamente entre existencia y esencia —imposible, por lo demás—, sino entre la verdad y lo real; entre la verdad y lo demostrable.

En este punto, el recurso al matema resulta decisivo: es con él que Lacan logra tal demostración, hasta el punto de afirmar, no sin cierta ironía, “no encontré nada mejor…”.

viernes, 1 de agosto de 2025

La política del Uno: entre la imposibilidad y la posición frente a la castración

La cuestión del Uno ha sido, a lo largo de los siglos, una de las grandes interrogaciones que atravesó los distintos ámbitos del pensamiento: desde la metafísica a la teología, de la aritmética a la política, pasando, por supuesto, por la clínica psicoanalítica. No es posible reducir su alcance a una única disciplina porque el Uno, en última instancia, concierne al lenguaje mismo. Su estatuto no puede resolverse en una ontología ni en una lógica cerrada; lo que verdaderamente importa es la posición que se asume ante su imposibilidad.

Pero ¿qué es el Uno? En una primera aproximación, podría pensarse como el elemento que funda la serie, lo primero, lo originario. Desde la lógica, el Uno es aquello que se cuenta como uno, en tanto se distingue, se separa, se nombra. No hay Uno sin acto de contar. Por eso, Lacan dirá que el Uno es efecto de una marca, de una repetición, no una esencia ni un ente indivisible. En ese sentido, el Uno no preexiste al significante, sino que emerge con él.

Este Uno no es el de la totalidad, ni el de la armonía cósmica, ni el del misticismo de la fusión. Al contrario: es una marca que corta, que introduce la diferencia. El Uno lacaniano no garantiza ninguna relación, ni siquiera consigo mismo. No hay “relación del Uno con el Uno”, no hay autocompletud. En su modalidad más radical, el Uno goza solo, separado, fuera de toda lógica del vínculo.

Desde la perspectiva clínica, este Uno se manifiesta como goce solitario, como modalidad de satisfacción cerrada sobre sí, sin dialéctica con el Otro. Su presencia pone en jaque cualquier ideal de complementariedad o síntesis. Es en este punto donde el psicoanálisis se distancia de toda ética del Bien: porque no hay un Uno que reúna a los sujetos, sino una soledad estructural que se anuda de modos singulares.

La enseñanza pública de Lacan puede leerse, desde este ángulo, como una respuesta política —y por lo tanto clínica— al problema del Uno. En este sentido, no estamos tan lejos de los desafíos que atravesaban a Europa en la posguerra. Han cambiado los términos, sin duda, pero el problema del Uno persiste, transformado, en el corazón del discurso contemporáneo.

Siguiendo la vía abierta por Freud, Lacan se dedica a demostrar la imposibilidad del Uno como unificación, como consistencia plena. El sujeto, subvertido por el significante, está estructuralmente separado de cualquier ideal de unidad. Es en la praxis del deseo donde se manifiesta —y se encarna— esa imposibilidad.

Apoyándose en el pensamiento lógico de Frege y empalmando con las consecuencias del teorema de incompletud de Gödel, Lacan avanza, especialmente entre los seminarios 18 y 20, hacia una formalización del Uno que no busca colmar el todo, sino reconocer su carácter contingente, pulsional, opaco. Es allí donde introduce la célebre formulación: “Hay de lo Uno”.

Este Uno no remite ni a la totalidad ni a la fusión, aunque estas ilusiones siempre acechan al sujeto. Se trata, más bien, de señalar que, dado que por el lenguaje existe el Uno —el significante Uno, la marca—, eso no garantiza ni autoriza el acceso al Dos. En otras palabras: la existencia del Uno no implica relación.

Para articular esta problemática, Lacan parte de la oposición entre el 0 y el 1, una diferencia mínima pero decisiva que le permite pensar la coexistencia de dos campos de goce. Campos que no se definen por la diferencia sexual biológica, sino por la forma de inscripción del sujeto frente a la castración.

Desde esta perspectiva, puede sostenerse —como hipótesis de trabajo— que la respuesta al problema del Uno es política: porque implica una posición frente a la castración, frente a la falta estructural, frente a la no relación. Lo político aquí no es lo ideológico ni lo estatal, sino la decisión ética de no hacer del Uno un refugio imaginario, sino de alojar su imposibilidad y trabajar con ella.

domingo, 18 de mayo de 2025

El padre y lo femenino

He insistido en que la función lógica del Nombre del Padre no solo posibilita la serie, sino que también abre la pregunta por la existencia. Sin embargo, dado que el planteo de Lacan no es ni filosófico ni existencialista, su trabajo se desplaza hacia un abordaje lógico y topológico.

En este marco, cuando la existencia se introduce en las fórmulas de la sexuación, surge una distribución de dos campos estructurados por la relación entre 0 y 1, elementos fundamentales en la serie lógica del sucesor.

El Uno Existencial y la Función del Padre

En el campo fálico, la existencia se inscribe como una excepción lógica, es decir, un Uno existencial que escribe lo que no queda alcanzado por la castración, negando la función fálica. Aunque podría parecer que esta formulación retoma la figura del Padre de la horda freudiana, en realidad lo que Lacan propone es una escritura de algo impensable, no una simple representación mítica.

Esta inscripción lógica genera dos efectos:

  1. Cierre del conjunto: Al inscribirse, se crea la ilusión de un universal en el lado fálico.
  2. Producción del no-todo: El mismo movimiento que cierra el conjunto señala que algo escapa a él, es decir, que hay un campo más allá que no queda enteramente absorbido en la lógica fálica.
La Lógica de Conjuntos y el No-Todo

El uso de la lógica de conjuntos en este punto es crucial, ya que abre la interrogación sobre hasta qué punto es posible pensar el significante lacaniano sin recurrir a la teoría de conjuntos.

Lacan muestra que el universal se erige por afirmarse una existencia que lo niega, y a su vez, cuando la existencia es afirmada, se produce el no-todo. Este desarrollo, trabajado en el Seminario 19, no es un simple ejercicio lógico, sino que tiene un valor clínico notable.

Al permitir una nueva lectura de la función del Padre, esta formalización abre el camino para delimitar lo femenino más allá del falo, aunque sin prescindir completamente de él.

sábado, 17 de mayo de 2025

Certeza materna e incertidumbre paterna: El Padre como condición de la serie

Desde sus planteos tempranos, Lacan establece una oposición entre la Madre y el Padre, enfatizando que estos términos deben ser entendidos como significantes y no como personas. En esta oposición:

  • La Madre es cierta, lo que no significa biológicamente verificable, sino que remite a una certidumbre absoluta respecto del lugar y el valor del niño. Esto se vincula con un linaje que Lacan sitúa en lo innumerable.
  • El Padre es incierto, lo que señala la contingencia de su operación y el hecho de que arrastra lo no sabido.

A pesar de su incertidumbre, el Padre, en tanto ordinal, habilita un inicio, introduciendo una genealogía que estructura el alojamiento del sujeto.

El Nombre del Padre y la Función del Cero

El Nombre del Padre cumple una función estructurante: funda una genealogía y delimita un espacio que no se confunde con la lógica innumerable de lo materno. Lo no enumerable del sujeto no es lo mismo que lo innumerable materno, sino que se asocia a la imposibilidad de ser contado.

Aquí es donde Lacan se apoya en Peano y Frege. La operación del Padre introduce la función del cero, que permite la numeración y el encadenamiento de la serie. El asesinato del Padre se ubica en este esquema como el cero, la condición lógica de la serie, pues:

  1. Implica lo no idéntico a sí mismo, rompiendo cualquier certeza absoluta.
  2. Prefigura la existencia de un Uno, un elemento que no queda alcanzado por la castración.

Así, la figura del Padre no solo se enmarca en la contingencia, sino que su función lógica permite la estructuración del sujeto en el lenguaje y la genealogía.

miércoles, 2 de abril de 2025

El Seminario 19 y la reformulación del Uno en Lacan

El Seminario 19 de Lacan se distingue por su alto nivel de formalización y rigor lógico, consolidando un abordaje modal de la castración. Esta construcción teórica se apoya en una lógica cuantificacional que retoma los cuatro modos lógicos aristotélicos, integrándolos al entramado psicoanalítico.

En este contexto, Lacan revisita un problema filosófico clásico: el Uno. En “…ou pire”, su trabajo sobre el concepto del Uno se apoya en la lógica de Frege, particularmente en la idea de una génesis lógica de la serie numérica. Desde esta base, Lacan sitúa la necesidad de una existencia que funcione como condición de posibilidad para delimitar el campo del goce en el proceso de advenimiento del sujeto.

Uno de los aspectos más significativos de esta reformulación es la transformación del rasgo unario, concepto ya explorado en el Seminario 9. En aquel momento, el rasgo unario estaba vinculado con la demanda de amor, sosteniéndose en I(A), la imagen del Otro idealizado. Sin embargo, en “…ou pire”, Lacan da un giro crucial:

  1. Se mantiene la idea del rasgo como letra, pero ahora en un sentido que excede la lógica de la significación.
  2. Se introduce un cambio desde la lógica de clases a la lógica de conjuntos, lo que redefine el rasgo como uno que falta, en lugar de uno que representa.
  3. A partir de la teoría de Bourbaki, la letra adquiere un nuevo estatuto: no es un atributo, sino una designación que funda el conjunto.

Con esta reformulación, Lacan despoja al rasgo unario de su carga idealizante, desplazándolo del registro de la demanda a una lógica de la falta y la estructuración del goce.

martes, 1 de abril de 2025

Del rasgo unario a lo uniano: la evolución del Uno en Lacan

El concepto de rasgo unario ocupa un lugar central en la lectura lacaniana de Freud, apareciendo en diferentes momentos del desarrollo teórico de Lacan. Desde La identificación, el rasgo unario se vincula con la constitución del sujeto y la inscripción de marcas simbólicas.

Sin embargo, en el Seminario 19, este concepto sufre una transformación significativa. Se separa de su función inicial, asociada a la idealización de la demanda, y se reformula en un nuevo término: lo uniano. Este neologismo permite un abordaje distinto del Uno, diferenciándolo de su origen en la identificación freudiana.

Si bien el término se formaliza en el Seminario 19, ya en el Seminario 17 se observan antecedentes de este giro conceptual. Allí, Lacan reelabora la estructura del lenguaje y transforma el lugar del Nombre del Padre, desplazándolo del S₂ al S₁. Este movimiento prepara el camino para la formulación de lo uniano, una noción que rompe con cualquier perspectiva filosófica del Uno como totalidad o unificación.

En esta nueva concepción, el Uno no busca completarse en el Dos. Por el contrario, lo uniano señala lo inverosímil del Uno, en la medida en que funciona como el eslabón que evidencia la imposibilidad de la relación sexual. Con ello, Lacan marca una distancia fundamental entre la lógica tradicional del Uno y su función en el campo del goce y la sexuación.

martes, 18 de marzo de 2025

El Uno: más allá de la universalidad

Uno de los pilares en la construcción del concepto de significante en psicoanálisis es la exploración de las distintas formas que ha asumido la idea de Uno a lo largo de la historia del pensamiento. Este recorrido alcanza un punto de llegada con la formulación lacaniana: “Hay de lo Uno”.

Este planteo no implica concebir el Uno como una fusión o totalidad. Por el contrario, toda la enseñanza de Lacan, desarrollada a lo largo de más de tres décadas, se caracteriza por su oposición a cualquier noción de universalidad, que solo puede existir como una ilusión. En este sentido, puede encontrarse un eco en Freud cuando introduce la dimensión del Eros: aunque tiende a la unión, esta aspiración encuentra su límite en la pulsión de muerte, en aquello que escapa al lazo.

El “Hay de lo Uno” lacaniano se inscribe en la tensión entre cero y uno. Mientras el cero remite a la relación entre lo necesario y lo posible, el uno introduce la discordancia entre lo imposible y lo contingente.

Se trata, entonces, de dos campos de goce, en los cuales un sujeto puede situarse con independencia de la diferencia biológica.

  • En el campo del Uno, el acceso al cuerpo del partenaire —donde la mujer, según Lacan, encarna lo real del partenaire— exige la castración, lo que genera una tensión entre la ilusoria universalidad del campo fálico y una excepción que la desmiente.
  • En el campo del cero, en cambio, emerge una negación que afecta al cuantor, pero no a la función: no-todo x responde a la función fálica. Esto implica que quien se sitúe allí tendrá una relación no-toda con el falo, lo que introduce una dimensión de negatividad con implicaciones denotativas.

jueves, 6 de marzo de 2025

Los dos tiempos de la nominación

El tiempo no es un dato dado, sino que debe constituirse en el sujeto. Para su instauración, se requiere una orientación, y es aquí donde la nominación interviene como el cuarto anudante. Su función es orientar el nudo al restringirlo, determinando las posiciones relativas de cada consistencia en relación con las otras dos. De este modo, no hay tiempo sin restricción.

La nominación es la operación de dar nombre, lo que implica que “…precede a la necesidad por la cual éste no dejará ya de escribirse”. Esta afirmación introduce una contraposición basada en una lógica temporal:

  1. En un primer tiempo, el agujero escupe letras sin función definida. Aquí puede pensarse el nombre propio como marca de la falta de goce, aunque esto solo se verifica retrospectivamente desde el segundo tiempo.
  2. En un segundo momento, el síntoma se instala con la aparición de lo necesario, aquello que no cesa de escribirse.

Estos dos tiempos conforman la operación de la nominación en tanto constitutiva del síntoma. Podría decirse que el primer tiempo corresponde a la marca, la cual adquiere la función del nombre propio mediante el síntoma.

Entre ambos tiempos opera la palabra. Es la palabra la que permite el pasaje entre la marca y el síntoma, reafirmando su función primordial en la práctica analítica. En el dispositivo analítico, la palabra es el medio por excelencia, lo que garantiza ese efecto de verdad ineludible que Lacan llama “el olor de verdad”.

Desde otra perspectiva, estos dos tiempos pueden entenderse de manera complementaria. El primer tiempo es el del lenguaje, manifestación de que hay de lo Uno, lo que implica la imposibilidad de una totalización: un Uno que no se suma. El segundo tiempo introduce el Otro, la inscripción del significante S₂, que parodia el Uno sin eliminar su falta estructural.

jueves, 26 de diciembre de 2024

Existencia, inexistencia y el sujeto en las fórmulas de la sexuación

La interrogación sobre la relación entre existencia e inexistencia en las fórmulas de la sexuación pone en juego dos estatutos fundamentales del Uno: por un lado, algo que se afirma, y por otro, una imposibilidad de escritura. Esta dualidad nos lleva a concebir la inexistencia como una génesis lógica, donde se establece una disyunción que remite a la indeterminación de la verdad, marcada como "no-toda".

Lacan transita de una lógica basada en el principio de contradicción (el inconsciente freudiano) hacia una sostenida en la indecidibilidad. Este desplazamiento, orientado hacia lo real, es consustancial al concepto de sujeto del inconsciente, que Lacan describe en Subversión del sujeto y dialéctica del deseo como indeterminado tanto espacial como temporalmente.

El paso de la contradicción a lo indecidible establece una oposición entre la verdad y lo real, o más ampliamente, entre lo real y aquello que le sirve de pantalla. En el Seminario 21, Lacan señala que la contradicción es un "artificio de suplencia", y el desafío analítico consiste en deslindar lo real que subyace en la verdad. Este enfoque encuentra sus raíces en los Seminarios 9 y 15, donde Lacan analiza el principio de contradicción a partir de las referencias a Peirce y al cuadrángulo de oposición aristotélico.

La pregunta "¿qué es contar?" resulta crucial para definir al sujeto. El contar no es un acto evidente ni intuitivo, sino una operación que inscribe al sujeto en el Otro como falta. El sujeto se constituye como un -1, una sustracción que lo define como privación en el campo del Otro. Esta operación, que Lacan describe como privativa, encuentra su expresión topológica en la estructura del sujeto como un vacío.

En El acto analítico, Lacan interroga la predicación y el campo fálico para redefinir al sujeto y, en consecuencia, al acto analítico. Este último, caracterizado como "sin sujeto" y "no predicable", apunta a una dimensión que excede la contradicción y que se dirige al "no hay". Aquí se diferencia lo real de lo simbólico: mientras la contradicción organiza el funcionamiento del inconsciente freudiano, el "no hay" designa un impasse simbólico, un punto en el cual lo real escapa a cualquier captura significante.

Dos elementos sobresalen en este planteo lacaniano. Primero, la raya (inspirada en la escritura de Peirce) como artificio que da cuenta del sujeto, lo que Lacan formula diciendo que "el sujeto se representa por la raya". Segundo, la constitución del sujeto como lo que un significante representa para otro significante, lo que implica un vaciamiento de toda predicación. Este vaciamiento revela al sujeto no como una entidad sustancial, sino como un vacío que señala la imposibilidad de suturar la relación entre el significante y lo real.

Este recorrido, que abarca la relación entre existencia e inexistencia, el estatuto del Uno, y la operación del sujeto como falta en el Otro, define el terreno de la clínica psicoanalítica. Una clínica que, orientada a lo real, se distancia de toda lógica de la representación y pone en primer plano la indeterminación estructural del sujeto.

miércoles, 18 de agosto de 2021

El Uno y la querella de los universales

En la edad media, el dolor era aún importante y todo lo que tenga que ver con la risa y la alegría va a estar mal visto. En La poética de Aristóteles, va a hablar de la tragedia y la comedia. O sea, sobre el dolor y la  risa. El libro sobre la tragedia permaneció, pero el de la comedia se perdió, quizá por temas religiosos. Guillermo de Ockham intentó encontrarlo, tiempo en el que trataba de dilucidar qué era un universal. Si en la época medieval el arjé era Dios, ¿Qué es Dios? ¿Es algo real, una idea o un concepto? Esa pelea se llamó "La querella de los universales", que enfrentó a varios filósofos religiosos.

Humberto Eco, que es un excelente medievalista, retrató la búsqueda del libro de la comedia de Aristóteles de Guillermo Ockham. El tema que los medievales tenían que resolver era qué era de los unos de la diferencia y qué es del Uno de la unidad. Esto mismo  que Lacan toma en el seminario 19 "La identificación" enfrentó a los pensadores medievales de manera sangrienta.


La querella de los universales parte de Agustín de Hipona (354-430). Este filósofo adoptó el realismo platónico y transformó esa noción en una relación de emanacionismo trascendente a partir de un ser que se dice por revelación "soy el que soy". Ese que es el que es, es el Uno. El tema es si eso es del orden de los sentidos, del intelecto, un concepto o qué.


Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio (430-525) dio respuestas vagas a este problema. Género y especies son cuestiones intelectuales. Pero la similitud es la base entre las cosas en la naturaleza como la de los universales en la mente. Esto se entendió como un nominalismo, ya que leyó en Aristóteles los predicados como cuestiones del lenguaje. Lo que está en muchos no puede pensarse uno por lo cual lo universal no puede ser un ente. 


Juan Escoto Eriúgena (810-877) sostuvo la preeminencia de ideas sobre los entes concretos. Las ideas crean los entes, por lo que ese Uno es la idea.


San Anselmo de Canterbury (1033-1109) otorgó una preeminencia al pensamiento sobre todas las cosas. Si la idea es, la cosa existe. Si la idea de perfección existe, entonces ese ente perfecto debe existir. Se trata de un realismo exagerado.


Juan Roscellino (1050-1121) dice que los universales son solo voces pronunciadas, voces al viento (flatus vocis).


Guillermo de Champeaux (1070-1121), pese a que estudió con Roscellino, tuvo una idea absolutamente opuesta: los miembros de una especie diferente, difieren accidentalmente pero no como sustancia. Ante las críticas y la acusación de panteísmo, abandonó la teoría de la identidad y adoptó la de la indiferencia: dos miembros de la misma especie son la misma cosa, no esencialmente, sino individualmente.


Pedro Abelardo (1079-1142) sostenía que los universales no son  sustancias, tampoco voces: son palabras. Se abstraen las semejanzas y se hacen universales, pero no hay realmente universales, sino imágenes confusas. Los géneros están y no están en las cosas. El realismo extremo es falso para Abelardo, pero tampoco adopta un nominalismo.


Tomás de Aquino (1225-1274) propone un realismo moderado. El universal está fuera de la mente pero solo como cosa concebida y solo está en la mente como concepción mental. El universal está fundado en la cosa o en la realidad, sino sería simplemente imaginación.


Como vemos, hay una gran dispersión acerca  de lo que es un universal, qué son los unos y el Uno. 


Por último, Guillermo de Ockham (1280-1349) dirá que no hay más realidades que las particulares y que los universales son por naturaleza un signo de pluralidad. Quiere decir que los universales son solo entes nominales, producto de la nominación.


Este Problema se seguirá extendiendo pero de manera laica, acerca de qué es la identidad y qué es la diferencia. Desde la arjé, siempre se trata de la búsqueda de lo que unifica, del uno. No se puede concebir la pluricausalidad, o la acausalidad. Nietzche es quien pensará a la filosofía de forma anárquica, sin arjé. Heidegger dirá que Nietzche fue el último metafísico y que él la superó. 


En el pensamiento aún prevalece la supremacía del pensamiento por encima del cuerpo y que el alma es superior al cuerpo. Tendremos que esperar hasta Spinozza para que esto se revierta y se pongan a las pasiones en el centro del pensamiento. Las pasiones quedaron reducidas al dolor y esto tendrá consecuencias en el pensamiento de los filósofos. El sufrimiento, el sacrificio, la penitencia estarán en función de Dios en la edad media, aunque hoy la idea de sacrificio sigue funcionando. Por ejemplo, el fantasma tiene una construcción fundamentalmente masoquista. Todo el pensamiento se ha reducido en una visión unificante y esto no se diferencia mucho de lo teológico. 


¿Por qué no se puede pensar una pluricausalidad a la forma de rizoma, como propone Deleuze? O a la forma de enjambre, como dice Lacan. En las próximas entradas vamos a continuar con esto y las consecuencias en el pensamiento moderno.