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sábado, 14 de junio de 2025

Psicosis, Locuras y Desestabilizaciones

 7 Notas para la Práctica

1. ¿Por qué resulta imprescindible e indispensable realizar un Diagnóstico Diferencial de Estructura?

Realizar un diagnóstico diferencial de estructura en psicoanálisis resulta un qué-hacer de enorme responsabilidad clínica porque esta diferenciación es -nada más ni nada menos- la que orienta las intervenciones del analista. Esta labor es compleja porque implica, por parte del analista, una escucha y una lectura de gran precisión y agudeza. 

Desde esta perspectiva afirmamos que es un proceso en donde debemos evitar los apresuramientos y así, siguiendo las enseñanzas del maestro S. Freud decimos: “El analista no debe con sus intervenciones ir a la carrera”.


2. ¿Cuáles son los Ejes principales que nos permiten distinguir entre Neurosis, Psicosis y Locuras?
  • Los Mecanismos Psíquicos Diferenciales
- El mecanismo psíquico constitutivo de la Neurosis es la Represión (Verdrángung)
- El mecanismo psíquico constitutivo de la Psicosis es el Rechazo/Forclusión (Verwerfung)
- El mecanismo psíquico constitutivo de las Locuras es el mismo que en la Neurosis -la Represión-. Pero en las Locuras lo que se pone en juego es un duelo insoportable porque lo que se ha perdido es tan importante que al sujeto le resulta imposible de tramitar.

3. a) Estructura Psicótica
El Rechazo/Forclusión (Verwerfung) ¿De qué se trata? 


La Forclusión es el mecanismo psíquico que opera en la estructura psicótica. Consiste en el rechazo del significante de la ley (Nombre del Padre) a nivel Inconsciente (Registro de lo Simbólico). Dicho significante retorna, entonces, desde el Registro de lo Real (Delirios y/o Alucinaciones). 

4. Los delirios y las alucinaciones en la Psicosis ¿Cuál es su función?

El delirio y/o alucinación tiene como función, al decir de J. Lacan, “Un esfuerzo de curación” frente a una desestabilización producida en el sujeto cuya estructura es psicótica. 
La desestabilización ocurre cuando dicho sujeto se ve confrontado a responder con el significante del Nombre del Padre que se haya forcluido de su estructura psíquica. 

El delirio es el invento, la creación, de una nueva realidad que le permite al sujeto poder sostenerse en el vacío simbólico, acontecido por la Forclusión del significante del Nombre del Padre.

5. b) Locuras
El duelo insoportable imposible de tramitar 


Sigmund Freud realiza un gran descubrimiento clínico: la Neurosis también puede enloquecer (entrar en locura).
Sin embargo, entre estas Locuras Neuróticas y la Psicosis hallamos una gran distinción clínica: las locuras, a diferencia de la psicosis, consisten en una desestructuración global y transitoria de la vida psíquica, sin que el sujeto haya sufrido la ausencia de Inscripción (Forclusión) del significante del Nombre del Padre.

6. ¿Cuál es la Causa que origina la Locura en una Estructura Neurótica?
 
La Causa que origina la Locura en la Neurosis es accidental, esto quiere decir que no obedece a un orden estructural fallido como en el caso de la psicosis. Frente a un acontecimiento traumático de enorme magnitud y dolor extremo (como por ejemplo la muerte de un hijo) pueden fracasar los mecanismos neuróticos habituales (como la represión y la formación de síntomas) produciéndose así en el sujeto una caída catastrófica de su subjetividad por no poder tramitar la pérdida.  

El sujeto neurótico que "enloquece" de manera transitoria puede, por ejemplo, delirar y/o alucinar (acunar al hijo muerto). 

7. c) Desestabilizaciones
Diferencias Clínicas Fundamentales


Un cuadro de Desestabilización puede ocurrir tanto en la Neurosis como en la Psicosis. Este es el motivo por el cuál reiteramos que resulta imprescindible realizar una precisa Diferenciación Diagnóstica para orientar nuestras Intervenciones: 

- Si la desestabilización se produce en un sujeto psicótico (delirio y/o alucinación) hay, al decir de J. Lacan, “un tratamiento posible”, pero lo que siempre tendremos que considerar para orientarnos en nuestras Intervenciones es que la estructura psíquica de dicho sujeto carece de la Inscripción del Significante Fundamental (Nombre del Padre, el significante de la Ley). 

- Si la desestabilización se produce en un sujeto neurótico (caída catastrófica de la subjetividad) es a causa de un acontecimiento traumático inmenso que el aparato psíquico no puede procesar con sus mecanismos habituales (represión y formación de síntomas). Por este motivo el sujeto puede presentar “fenómenos locos”: confusiones, desorganizaciones y hasta delirios y/o alucinaciones. Sin embargo, orientaremos nuestras Intervenciones teniendo en cuenta que el sujeto posee la Inscripción del Significante del Nombre del Padre.

martes, 18 de junio de 2024

La psicosis no es locura

 El psicoanálisis puede separar con muchísima claridad a la psicosis de la locura, en principio por no abordarlas desde un sesgo puramente fenomenológico. Sin embargo, es digno de destacar que esta distancia no fue trabajada de un modo homogéneo por Lacan a lo largo de treinta años de enseñanza.

Situemos, por ejemplo, y en principio, sólo dos momentos.

Hay un primer abordaje de este asunto, una consideración inicial alrededor del escrito “Acerca de la causalidad psíquica”, donde el problema de la locura es consustancial a un recrudecimiento, una intensificación de lo imaginario.

Allí la locura coincide, de algún modo, con creerse eso que el sujeto ve en el espejo, incluso podríamos decir, siguiendo esta línea, que uno de los sentidos de estar loco, es creerse lo que se piensa.

¿Por qué la locura se especificaría en estos términos? Porque esa infatuación propia del moi, con la agitación concomitante, responde a la división y vacilación propias del sujeto del inconsciente, que es consustancial a no saber.

Un segundo momento puede señalarse en uno de los últimos seminarios. Allí Lacan plantea una disyuntiva clínica, dice que se trata de elegir entre la locura y la debilidad mental.

Respecto de una elección cuanto menos llamativa, sostiene sin dudarlo que el psicoanálisis debiera optar por la debilidad mental, porque la locura es considerada, en ese contexto, en términos de un desnudamiento. Entonces volverse loco es soltarse, desanudarse.

Que aquello que hace estable el vínculo entre lo real, lo simbólico y lo imaginario deje de funcionar y la estabilidad de la estructura se rompa. Plantear esta elección es un interesante llamado de atención al analista en cuanto a sus empujes desmedidos que orientarían la cura respecto de algún ideal.

Tomar a la locura en estos sentidos la pone entonces a distancia de una pura consideración nosográfica, en la medida en que se puede estar más o menos loco siendo neurótico, perverso o psicótico.

miércoles, 23 de febrero de 2022

El enloquecimiento de los simuladores... de locura.

Estudiando el aspecto clínico de la simulación en los delincuentes, no es raro encontrarse con sujetos francamente simuladores que, poco a poco, van incorporando en su  personalidad los síntomas que simulan, acabando por convertirse en verdaderos alienados.  Diríase que para tales casos fue formulado un precepto clásico de la cábala, recientemente  evocado por el novelista Villiers de l'Isle Adam: "¡Cuidado! ¡Fingiendo el fantasma se llega  a serlo!". Y, en efecto, fingiendo la locura algunos delincuentes enloquecen.  Un principio de fisiología establece que la actividad insistentemente repetida tiende  espontáneamente a convertirse en automática. Todos los actos que un adulto realiza sin  intervención de la conciencia, han sido, en períodos anteriores de su evolución, actos  voluntarios; baste recordar cuánto esfuerzo voluntario emplea el niño para aprender a  caminar hasta hacerlo automáticamente.  


Esta evolución hasta el automatismo, observada en la ontogénesis, es correspondiente a la que se produce en la filogénesis, pues los caracteres útiles adquiridos por ciertas especies con mucho esfuerzo individual son, por fin, transmitidos con carácter congénito y en estado  potencial a las que descienden de ellas, como variaciones adquiridas.  En el orden psicológico ocurre exactamente lo mismo; todas las formas de actividad  tienden a automatizarse, siguiendo las vías de asociación establecidas y fijadas por la  repetición frecuente de un mismo proceso. 


De esta manera se producen las que podríamos llamar "ilusiones de repetición", en las  cuales un sujeto que repite conscientemente la interpretación falsa de un hecho, acaba por  hacerlo automáticamente, perdiendo la conciencia del hecho real. Por este proceso llegan  los mentirosos a considerar ciertas sus propias mentiras, hecho que no escapó a Venturi y  Delbruck en sus monografías sobre la psicología de los mentirosos. El fenómeno es tan  frecuente que el más superficial de los observadores encontrará entre sus conocidos algunos  mentirosos con "ilusiones de repetición", que acaban por creer en sus propias mentiras.  Para ellos decir la verdad sería mentir.  


Establecido que la repetición conduce al automatismo, cábenos registrar otro hecho no menos importante. Todo individuo recibe constantemente sugestiones que influyen sobre su  mentalidad total, sobre su personalidad; algunas de ellas vienen del exterior, las  heterosugestiones, otras provienen de su propia psiquis, las autosugestiones. La actividad  en un dado momento psicológico sufre la influencia de los momentos que la preceden e  influye sobre los siguientes; de esta manera puede llegarse a creer lo que se simula.  Ejemplos podrían citarse mil; la mayor parte de los amantes comienzan fingiendo amarse y  terminan amándose de veras; un escéptico que ocupa una cátedra universitaria comienza  fingiéndose sabio y acaba por convencerse de que realmente lo es; etcétera.  La tendencia al automatismo y la autosugestión complétanse por una tercera causa: la  correlación entre los estados psíquicos y su forma de expresión. Cada estado afectivo, cada  emoción, se expresa por una forma de actividad orgánica especial, que en la fisonomía y el  gesto está representado por la mímica. Bien lo explica Schopenhauer en el capítulo sobre la  fisonomía ( Parerga y Paralipómena ), confirmando la vieja regla de los frailes, "hay que  rezar para creer", precisamente fundada en la influencia de la mímica sobre la inteligencia;  conocidos son algunos experimentos recientes sobre hipnotizados, a los que basta poner en  una actitud dada para que manifiesten sentir las ideas correspondientes. No solamente,  pues, cada mímica corresponde a un estado psicológico o emocional dado, sino que la  adopción voluntaria o experimental de una expresión provoca un contenido mental; el  hombre que mima una sonrisa se provoca un estado de bienestar y excitación  correspondientes, así como quien echa a llorar se provoca un estado de tristeza y depresión.  Baste pensar en el deudor que finge enojarse con el acreedor para no pagarle, y cuando éste  con su insistencia le obliga a prolongar su simulación, concluye enojándose de veras; la  mímica determina el estado psicológico correspondiente. Más expresivo es el ejemplo de  los artistas que en las tablas acaban por tomar a lo serio su papel; muchos artistas, y no de  los menos ilustres, intentaron dar muerte de veras a otro personaje, y, lo que es peor,  algunos lo ejecutaron. ¿Qué hay, pues, de extrañar si el simulador de la locura, obligado a  acomodar su conducta a la simulación, acaba por asimilar esos síntomas, convirtiendo en  espontáneo lo que era voluntario?  


Súmanse en proporción variable: la tendencia hacia el automatismo, propia de todo  fenómeno psicológico repetido; la autosugestión del contenido psíquico de sus  simulaciones; la correlación entre las formas de expresión y el estado mental concomitante.  Estos factores serían menos eficaces actuando sobre un cerebro normal; pero éste no es el  caso de los delincuentes que simulan la locura. En ellos, en mayor o menor grado, existen  anomalías psicológicas que suelen ser precisamente la condición necesaria para el delito.  Por eso mismo la locura es muchísimo más frecuente entre ellos que entre los honestos; el  delincuente es un anormal, predispuesto a la locura. Háganse actuar sobre él los factores  indicados, y su enloquecimiento será mucho más probable que el de un anormal.  Hace varios años este hecho parecía observarse con más frecuencia que hoy; ello se debe, en parte, al progreso en el arte diagnóstico, que permite descubrir al simulador sin hacerle  prolongar por mucho tiempo su comedia. Otrora la sospecha de simulación inducía a  adoptar medios violentos de diagnóstico, que aumentaban la resistencia del simulador,  empeñándolo en una lucha que intensificaba su simulación, hasta enloquecerle de veras si  persistía a pesar de todo. Actualmente, el diagnóstico diferencial entre la locura verdadera y  la simulación, se hace más fácilmente, gracias a la menor inexactitud de los modernos tipos  nosológicos, al conocimiento de muchos signos físicos no simulables y a la mayor cultura  psiquiátrica de los peritos. Ante un sujeto supuesto simulador, suele ser eficaz la ironía  bondadosa o el desprecio de la pretendida alienación; ese medio desarma a la mayoría de  los simuladores. Si en cambio, como otrora, se pretende hacerlo desistir violentamente, se  provocan las máximas resistencias.  


Son harto conocidos los casos citados por Magnan, de dos marineros franceses que, estando  presos sobre pontones ingleses, simularon estar alienados por espacio de seis meses; al  recuperar la libertad, estaban ya verdaderamente alienados. El libro de Laurent reúne  algunos casos, publicados en su mayor parte en los Anales Médico-Psychologiques ; en las  observaciones de Morel y Compagne llama la atención que los simuladores desistieron por  haber comprendido que, si prolongaban su farsa un poco más, terminarían enloqueciendo  de veras. En cambio, otras observaciones parecen atribuibles a inexacta apreciación de sus  autores; así, aquel simulador de ataques epilépticos, referido por P. Lucas, que más tarde  tuvo ataques verdaderos. En ese caso, trátase de una coincidencia explicable, sin relación de  causa a efecto.  


domingo, 5 de septiembre de 2021

Paranoia y fenómenos elementales

El objetivo del presente trabajo es examinar los tipos de fenóme nos elementales que Lacan clasificó para la paranoia en distintos momentos de su enseñanza y explorar el valor clínico que les asignó. El propósito de este recorrido es el de determinar la utili dad y vigencia clínica de dichos fenómenos en este tipo clínico. En función del objetivo del trabajo se propone un estudio de ca rácter exploratorio. Se tomarán principalmente las referencias de Lacan vinculadas al tema asignándole relevancia a la exploración de la categoría de “fenómeno elemental” desde su tesis doctoral hasta la deinición de la paranoia como nudo trébol. 
FENÓMENO Y DIAGNOSTICO 
Si bien la psiquiatría se ocupó de describir con precisión las manifestaciones clínicas de la paranoia, su diagnostico al decir de Freud, se basa en las formas que adquiere la exteriorización del fenómeno, mientras que el psicoanálisis apunta a su tejido y su trama. Así como es posible determinar el diagnostico tomando la estructura del sueño, también lo es, a través de la delimitación de la estructura del fenómeno, ya que éste da cuenta del nudo que lo soporta. 

En la actualidad, tanto las descripciones sobre la paranoia, realiza das por la psiquiatría clásica, como las elaboraciones del psicoanálisis, buscan ser sustituidas por las clasiicaciones de los manuales diagnósticos, tales como el CIE o el DSM en sus diferentes versiones. En ellos, la categoría de paranoia ha desaparecido, generando de su uso solo una retórica de la historia de la psiquiatría. En oposición a esta tendencia, el psicoanálisis no ha dejado de insistir en sostener y explorar la categoría de psicosis paranoica, sino también ha continuado examinando la particularidad estruc tural que asumen sus manifestaciones clínicas contemplando siempre la singularidad del caso. 

EL FENÓMENO ELEMENTAL DESDE LA PSIQUIATRÍA AL PSICOANÁLISIS 
La noción de fenómeno elemental tiene sus raíces en la psiquiatría clásica. Este campo disciplinario fue el que incursionó en la observación y “descripción formal de las perturbaciones psicopatológicas” (Bercherie, 1999:7). Su inluencia ha hecho que algunos de sus desarrollos sean antecedentes fundamentales en este tema. Si bien Lacan le adjudica a De Clérambault el término fenómeno elemental, éste nunca lo utilizó. Sí se encuentra en su obra la noción de “fenómeno primordial”, con el cual se refería al automatismo mental. Para este autor el automatismo surge como algo que se impone al sujeto, algo que lo habita y que no se comprende, que es enigmático y que deja al sujeto en la mayor perplejidad A estos fenómenos de automatismo los estudiará en relación a la psicosis alucinatoria crónica. Según De Clérambault estos fenómenos reúnen tres características, son no sensoriales, de tenor neutro y de carácter anideicos, además son iniciales en la psicosis y anteceden a la formación delirante (Mazzuca, 2001). Llama a este conjunto de fenómenos como “pequeño automatismo” cuando a éste se le agregan elementos temáticos, se pasa a lo que denomina “gran automatismo mental”, de manera tal que los fenómenos como el delirio y la alucinación serán para este autor fenómenos secundarios. 

LOS FENÓMENOS ELEMENTALES EN LA TESIS DE LACAN 
En su tesis de 1932, Lacan pretende penetrar al mecanismo de la psicosis, entre otras cosas, analizando un número determinado de fenómenos llamados primitivos o elementales. Con este nombre designa los síntomas que expresan “primitivamente los factores determinante de la psicosis y a partir de los cuales el delirio se constituye” (Lacan, 1932, p. 188) mediante un mecanismo racio nal según algunas teorías. 

En ese momento define al fenómeno elemental como un “elemento nuevo, heterogéneo, introducido en la personalidad por la x mórbida (Lacan, 1932, p. 188). Lacan toma de Westerterp el método para examinar el estado psíquico que precedió a las elaboraciones del sistema delirante de su paciente a quien llamó Aimée. En esta perspectiva plantea que los exámenes de la evolución delirante en las psicosis, dan cuenta que el delirio no es constituido mediante un “desarrollo regular” sino por el contrario, muestran puntos fecundos, a partir de los cuales se crea el deliro. 

Los fenómenos elementales del deliro que delimita en Aimée son: “los estados oniroides, trastornos de incompletud de la percepción; interpretaciones propiamente dichas; e ilusiones de memoria” (Lacan, 1932, p197). Estos dos últimos fenómenos se manifiestan como trastorno de la percepción y del recuerdo, ligados a los lazos sociales. Otros fenómenos elementales que nombra en su tesis, son la vivencia de signiicación personal, deinida por Neisser, la extrañeza del medio, fenómenos deja vú, y adivinación del pensamiento. 

La noción de paranoia en este momento la toma de Claude, quien dividía por un lado la psicosis paranoica y por otro lado la paranoide. 
- La psicosis paranoica (sean o no alucinatoria) se manifiesta como una exageración de la personalidad, un delirio sistematizado, conservación de la actividad intelectual, mantenimiento del contacto con el ambiente. 
- Mientras que la psicosis paranoide es aquella que se caracteriza por la desintegración de la personalidad, variedad del delirio, deterioro de la actividad intelectual, pérdida del lazo social. (Bercherie, 1986, p. 202). 

En “Acerca de la Causalidad psíquica” (1949) Lacan postula que en la paranoia lo que se produce es una “inmediatez de la identificación”, esto es, una identiicación no mediatizada por el Otro, es decir, la infatuación del sujeto. Por lo tanto, si “un hombre cualquiera que se cree rey está loco, no lo está menos un rey que se cree rey” (Lacan, 1949, p.161). 

El loco presenta un desconocimiento de su propia locura, en la media que intenta imponer la ley de su corazón a lo que experimenta como el desorden del mundo, al decir de Lacan, una “empresa insensata”, en la medida que desconoce la implicación de su ser actual en este desorden. Es la idea del alma bella de Alcestes. Este esta loco, dice Lacan, ya que no reconoce en su bella alma su implicación en el desorden contra el que se rebela. “El riesgo de la locura se mide por el atractivo mismo de las identii caciones en las que el hombre compromete a la vez su verdad y su ser” (Lacan, 1949, p 166). Se trata entonces de examinar “el grado” de identiicación que sostiene el sujeto con el Ideal. 

LA PARANOIA EN EL SEMINARIO III  Y DE UNA CUESTIÓN PRELIMINAR 
En el Seminario 3 (1954-1955) examina los fenómenos elementales en la paranoia y en el automatismo mental, e incluye a la alucinación como la “forma más característica” de los fenómenos elementales (Lacan, 1955). Según Mazzuca, es posible pensar los fenómenos elementales de la paranoia en el registro del signiicado, mientras que los del automatismo mental, dentro del registro del signiicante. Por ejemplo, la interpretación delirante implica una intuición que estabiliza un significado de la intención del Otro (Mazzuca, 2001 p.198) 

En este seminario, Lacan critica la noción de paranoia de Kraepelin y hace del fenómeno elemental el resorte de la estructura. Es decir, diferencia la neurosis y psicosis desde la estructura (del lenguaje) y no desde el punto de vista de los de la descripción del fenómeno. Asimismo postula que el delirio es un fenómeno elemental. “Es decir que la noción de elemento no debe ser entendida en este caso de modo distinto que la de estructura, diferenciada, irreductible a todo lo que no sea ella misma” (Lacan, 1955, p. 33). Sostiene que la presencia de trastornos del lenguaje es una condición necesaria para el diagnóstico de psicosis. Además, subra ya la distinción entre la realidad y la certeza en la psicosis. De esta manera considera que en el sujeto psicótico no está en juego la realidad, sino la certeza. 

En el escrito “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” (1958), sitúa a la alucinación verbal como el paradigma del “síntoma psicótico” y distingue los fenómenos de mensaje y los fenómenos de código. Los primeros, comprenden la interpretación elemental, a la que llama “significación de significación,” lo que implica una significación presente pero indeterminada (Soler, 2004). Los segundos, están compuestos por las formaciones neológicas en su forma y en su empleo. En la “Presentación de la traducción francesa de las memorias del presidente Schreber”, (1966), ubica al paranoico como aquel que identiica el goce en el lugar del Otro. Ingresa de este modo otra vertiente para pensar la psicosis, por un lado, la vertiente del len guaje y por otro lado la vertiente del goce. 

EL NUDO TRÉBOL 
Si bien es en el seminario Ou pire (1971-1972) donde Lacan introduce por primera vez el nudo borromeo, es en el seminario RSI (1974-1975) y el seminario El Sinthome (1975-1976) donde realiza propuestas novedosas sobre la paranoia. En RSI, dice “la paranoia es un pegoteo imaginario. Es la voz que se sonoriza, la mirada que se vuelve prevalerte. Es un asunto de congelación del deseo” (Lacan, 1975, p. 157). 

Intentemos desglosar esta deinición; que quiere decir con “la paranoia es un pegoteo imaginario”. Lo imaginario es la consistencia, el cuerpo, las identificaciones. El paranoico es alguien que cree en las identificaciones, es un creído dice Lacan. Es alguien sostenido en la identificación al Ideal. Lo cual se releja en una serie de fenómenos, como aquellos ligados a la redención, el paranoico suele estar impregnado de buenas causas. Con la oración “es la voz que se sonoriza, la mirada que se vuelve prevalerte. La voz no implica el sonido, sino la presencia del texto, es decir, de la metonimia de las significaciones. Es una voz que sonoriza la mirada, es una voz pegoteada en la metonimia de las signiicaciones de la mirada (Soler, 2009). 

Por la oración “Es un asunto de congelación del deseo”, entendemos que Lacan alude, por un lado, de la existencia de un modo de deseo en la psicosis paranoica, por lo cual, la versión del deseo en la paranoia es la de un deseo congelado. Esto es, solidificado, tieso, rígido en un campo metonímico reducido a las signiicacio nes escopicas. 

En el seminario El sinthome, (1975-6) plantea que el nudo es el soporte del sujeto, esto es RSI, soportan al sujeto real. Lo imaginario es el cuerpo, lo simbólico, ya no es la cadena significante (Soler, 2009), sino el conjunto de Unos, y lo real, aquello que que da por fuera de lo simbólico e imaginario, lo imposible de simbolizar. Entonces, a partir del modo de anudamiento o relación entre los registros se determinará tipos de nudo. Asimismo es posible aprehender fenómenos clínicos concernientes al cuerpo (lo imagi nario), al verbo (lo simbólico) y al goce (lo real). 

En este seminario haciendo referencia a su tesis doctoral dice que la paranoia y la personalidad son la misma cosa. En la medida en que un sujeto anuda de a tres lo imaginario, lo simbólico y lo real en una sola y misma consistencia, y en esto consiste la psicosis paranoica” (Lacan, 1975, p. 53). Si ubicamos los tres registros en continuidad produciendo un empalme de las junturas de lo real con lo imaginario, de lo imaginario con lo simbólico y de lo simbólico con lo real, nos queda como resultado el nudo trébol. Es decir, la paranoia es pensada aquí como un nudo trébol constituido por una única consistencia de modo tal que hay una continuidad de los registros (Schejtman, 2008). 

Pero antes de continuar con el nudo, qué quiere decir que la personalidad y la paranoia son la misma cosa. Si por personalidad entendemos la rigidez de los rasgos que hace que a nivel imaginario nos diferenciemos de otros, en la paranoia con lo que nos encontramos es con la fijeza de los rasgos del sujeto, con lo que Lacan llamaba la psicorigidez, hasta el punto que si movilizamos esta rigidez corremos el peligro de desanudar el nudo. Si la paranoia implica que RSI están en continuidad, ello trae como consecuencia una continuidad de los goces. Esto es: 
- del goce fálico, que estaría entre lo simbólico y lo real por fuera de lo imaginario, 
- del goce del sentido, ubicado entre lo simbólico e imaginario, y 
- el Goce del Otro que lo sitúa entre lo real y lo imaginario. 

Entonces, si esto esta en continuidad, no habría una discontinuidad de los goces y como resultado de ello podemos encontrarnos con fenómenos, tales como la metonimia del sentido, donde no hay un limite entre la zona del sentido y lo que queda fuera de sentido. Todo comienza a tener sentido; esto es, la creación de un metalenguaje donde el sentido queda restringido al campo escópico, a la mirada del Otro, es decir, al Goce del Otro. Para finalizar, podemos decir que encontramos cierta continuidad en la enseñanza de Lacan con respecto a los tipos de fenómenos elementales que Lacan localiza en la paranoia. Los mismos caracterizados desde un principio por la prevalecía del registro imaginario. No obstante, suponemos que sus últimos desarrollos abren nuevas vías que complementan sus elaboraciones anteriores. Fundamentalmente aquellas que conciernen a la continuidad entre los registros, y a la prevalencia de la pulsión esópica e invocante. 

NOTA 

[1] El presente trabajo muestra algunos aspectos del proyecto doctoral “La relación entre fenómeno y estructura en la psicosis no desencadenada”, pre sentado en la Facultad de psicología (UNLP). 

BIBLIOGRAFIA 

LACAN, J. (1986) De la psicosis paranoica en sus relaciones con la persona lidad. México: Siglo XXI, 1932. 

LACAN, J. (2000) “Acerca de la causalidad psíquica”, en Escritos I, Buenos Aires, Siglo XXI, Paidós, 1949. 

LACAN, J. (2000) El Seminario, Libro III: “Las psicosis”, Buenos Aires, Piadós, 1955-6. 

LACAN, J. (2002) “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”. En Escritos II, Buenos Aires, Siglo XXI, 1958. 

LACAN, J. El Seminario, Libro XIX, “Ou Pire” Buenos Aires, Inédito. 1971-1972. LACAN, J. El seminario, Libro XXII, “RSI”, Inédito, 1974-1975. LACAN, J. (2007) El Seminario, Libro XXIII: “El sinthoma”, Buenos Aires, Pai dós, 1975-6. 

LACAN, J (2001) “Presentación de la traducción francesa de las Memorias del Presidente Schreber”, en Intervenciones y Textos 2, Buenos Aires, Manantial, 1966. MAZZUCA, R. et al. (2001). Las psicosis. Fenómeno y estructura. Buenos Aires, Eudeba. 

QUINET, A (2006) Psicose e laço social, Río de Janeiro, Jorge Zahar Editor. SCHEJTMAN, F. (2008) “Síntoma y Sinthome”. En Ancla, Revista de la Cátedra II de psicopatología, Facultad de psicología, UBA, Vol II, pp. 15-59. SOLER, C. (2009) Las querellas de los diagnósticos, Buenos Aires, Letra viva. SOLER, C. (2004). El inconsciente a cielo abierto en la psicosis. Buenos Aires, JVE.

Fuente: Aguirre, Javier Luis (2010) "Paranoia y fenómenos elementales" Facultad de Psicología, Universidad Nacional de La Plata. Argentina

domingo, 4 de julio de 2021

El equívoco entre significante y letra

Una desagregación del título del clásico escrito de 1953 puede formularse así: “Función del habla, la escritura, la escucha y la lectura y campo del lenguaje en psicoanálisis”.

La distinción lingüística entre habla y lenguaje fue profundizada por el psicoanálisis, primero por Freud, después por Lacan y por sus continuadores. La distinción y relación entre el significante y la letra (cf. La instancia de la letra…), entre el habla y la escritura (cf. Lituraterre) y la topologización nodal del lenguaje (cf. L’étourdit y últimos seminarios), son hitos claves. Sucede que en la experiencia psicoanalítica es crucial advertir que el significante sólo puede ser escuchado, no puede ser leído sino como letra.

La letra, en efecto, es lo que se lee, no lo que se escucha. Lacan se ocupó de subrayar que lo que se escucha es el significante. Que la letra no se escucha tiene implicaciones, supone que no tiene necesidad de estar ajustada a la índole lineal, de palabras sucesivas, no simultáneas, del habla. Esta posibilidad de la letra de admitir en su índole la simultaneidad, la no diacronía, lo que no puede ser escuchado, invita a estudiar consecuencias del equívoco que consiste en tomar la letra como si fuera un significante.

Entre los problemas que se derivan de ello está que se tomen las letras de los textos escritos por Lacan, por Freud o por cualquiera como “sus” significantes, es decir: “de” Lacan, “de” Freud o “de” tal otro. En efecto, si bien las letras escritas por ellos permanecen iguales a sí mismas, sus nacimientos como significantes, siempre singulares, imposibilitado cada uno de ellos de significarse a sí mismo, quedan perdidos e inaccesibles en el pasado, en el discurso concreto actual operan como significantes del lector. El equívoco que aquí se produce incide en que el estudio de la obra de Lacan, de Freud o de otros se deslice hacia exégesis varias de las letras sostenidas por sacerdotes que encuentran en ellas claves para dirigir, por encima o desde el margen, los trabajos interpretativos en las prácticas.

Cuando la letra visible del Otro es tomada como voz se hace superyó. Sin análisis de ello (sin su lectura) el sujeto, fijado en posición de ser hablado por otro (Otro), enloquece (cf. Lacan, “Acerca de la causalidad psíquica”). Esto debido a que de inicio el sujeto, en posición de demanda y de deseante del Otro, está predispuesto a ser hablado por él. Por eso el psicoanálisis, desde su fundación, es congruente con la proposición siguiente: “en el corazón de la dialéctica del ser está el desconocimiento esencial de la locura” (Lacan, ídem.).

La locura es una posibilidad siempre abierta en la esencia del hombre, que concierne al riesgo de sucumbir “al atractivo de las identificaciones” (ídem.). Es preciso contemplar esta posibilidad en la distribución del lazo social en dos lados, por ejemplo: entre amo y esclavo. En la consideración de Hegel ambos lo son recíprocamente, uno respecto al otro, pero lo son, destaquemos, en tanto uno habla y el Otro escucha: amo es quien habla, esclavo es quien escucha. Si se tiene en cuenta la reflexión psicoanalítica no hay otra definición acabada de la reciprocidad entre estos dos términos (cf. S10, clase 2). El concepto es congruente con que en la masa o grupo el líder es tal encarnando al objeto como voz y mirada.

Respecto a la voz, el líder gobierna las voluntades en la dirección que da a sus palabras, asentándose en la fascinación de la voz/mirada, coherente con la avidez del sujeto por la voz/palabra del otro/Otro. Aquí se encuentra la razón primera de la función del locutor, una de las claves del ordenamiento discursivo global en nuestro tiempo, desde ya no sólo en él.

sábado, 8 de mayo de 2021

Los locos no siempre dicen la verdad

El dicho popular que dice que los locos siempre dicen la verdad, lo cual es sólo cierto a medias. Es real que son personas que suelen tener una agudeza especial para leer aspectos de los demás que la mayoría pasan por alto, y a veces también tienen pocas censuras para expresarlo en voz alta. Sin embargo, también se dan cuenta que algunas de sus ocurrencias son algo extrañas y que si se las cuentan a los demás, éstos pueden catalogarlos de locos y acabar metiéndolos en algún hospital psiquiátrico. Es por ello que también se convierten en grandes maestros del ocultamiento.

El gran matemático y premio Nobel John Forbes Nash, diagnosticado con esquizofrenia paranoide, cuenta en sus memorias como se las ingeniaba para ocultar sus delirios y parecer una persona totalmente normal ante los demás con el objetivo de pasar desapercibido. 

Él relata:
"Creía que era un personaje mesiánico, divino, con ideas secretas, y me convertí en una persona cuyo pensamiento estaba influido por los delirios, pero me mantenía una conducta relativamente normal"

En 1994 escribió:
"Pero tras mi retorno a las hipótesis delirantes, que parecían sueños a finales de la década de 1960, me transformé en una persona de pensamiento delirante, aunque de comportamiento relativamente moderado; y eso me ayudaba a evitar las hospitalizaciones y el tratamiento directo de psiquiatras".

La vida de este gran intelectual fue llevada al cine, aunque no de manera muy fidedigna, en la conocida película "Una mente brillante". Por ejemplo, en la escena donde el matemático ve los números moverse en el pizarrón, correspondería una alucinación auditiva. El cambio fue realizado por una cuestión estética.

jueves, 18 de febrero de 2021

Más amores locos: ¿Qué amor?

Ver entrada anterior: Amores locos, ¿Qué amor?

¿Por qué el amor termina siendo una locura? Desde la antigüedad griega, conocemos tres tipos de amores y algunos de ellos están muy mal interpretados. 

Los griegos hablan de Eros, Ágape y Philia. Eros es el amor o pasión, que los griegos toman juntos. Actualmente la pasión está tomada como algo que incendia al sujeto, pero los griegos la tomaban como la necesidad de volver a la unidad y el placer de estar unidos. No se trata de un placer sexual, sino la alegría por la creencia de que nunca estaremos solos y que dejaremos de sufrir la amputación que fue en el origen.

Tanto Freud como Lacan sostuvieron que en el origen estuvimos míticamente unidos a un Otro impersonal. Venimos al mundo de a dos, ese es nuestro Eros y de eso se trata lo incestuoso en una relación. El incesto no se trata del relato edípico, aunque Freud se haya servido de ese mito para después transformarlo en un complejo, afirmando cosas que con palabras no se termina de decir. Lo incestuoso no es que el niño se acueste con su madre. El incesto (en el cesto) implica en el origen, volver al útero. De eso nos tenemos que separar para poder armar una pareja y no de mamá y papá como roles o personas.

Esto de volver al origen nos anoticia que fue necesario tramitar un duelo primordial para poder ensamblar con otros semejantes sin la locura que emerge de la necesidad imperiosa de volver a ser uno con el otro impersonal.

El amor en tanto philia es el amor filial, el amor que causa alegría. Se trata  del amor mutuo entre padres e hijos, con amigos.

El ágape es un amor que no tiene que ver con los griegos, sino con los romanos. Un dialecto arameo comenzó a decir que Dios es amor, que amaos los unos a los otros… De esto se sirve el mito de Aristófanes, el mito de los andróginos del que se sirve Lacan para hablar de la transferencia. Volver al origen implica la alegría de estar juntos para siempre fusionados, que nada nos falte y que esto consiste en ser feliz. la felicidad aquí está tomada como unión, la fusión, la perpetuidad. Este mito nos da una pista de por qué el amor enloquece.

¿Qué significa que Dios es amor? Tenemos la necesidad de estar completándonos permanentemente como si al ser le faltara alguien para ser perfectos y felices. En el Malestar en la cultura, Freud dice que la felicidad es una cuestión de economía libidinal. La búsqueda de la felicidad es la pasión del ser de volver a la unidad y a la completud, evitándonos el sufrimiento del desamparo. El tema es que en esta completud se desdibuja el origen del amor y de su definición: el amor es la falta, el deseo.

Nadie que esté completo puede salir a buscar lo que le falta. Ahí está el problema, pues el ser humano en la búsqueda de la felicidad se encuentra con que lo que está tratando de evitar es el desamparo y la muerte, que es nuestro único destino desde el momento de nacer. Nos pasamos la vida intentando evitarla, como si eso fuera posible. Encontramos elementos sustitutivos, no para ser felices, sino para no morirnos. De esto nos enteramos después, por eso el amor enloquece.

Cada vez que el sujeto supone encontrarse con ese objeto que le faltaba, ante la desesperación de la búsqueda de la felicidad, lo toma como propio. Ahí es donde el desencuentro empieza a chillar a la manera del síntoma.

Cuando hablamos de parejas, tenemos que pensar los tres tiempos en que se van armando. 

El instante de ver al otro, al partnenaire, que queda cristalizado como el amor de su vida.

El tiempo de comprender que ese ideal no existe, que lo anterior es una idealización del amor. El otro es un desconocido a conocer.

El tiempo de concluir es aceptar que ese otro no es el ideal que me completa, sino que será un otro totalmente distinto de lo que imaginé en la foto, pero que voy a tener que construir lo que me falta para vivir mejor o para ser feliz.

La felicidad exige instantaneidad y lo que se vive en un instante no puede ser perfecto ni dura para siempre. Esta ilusión no tiene relación alguna con la castración. El no-todo que la castración anuncia debe ser interiorizado en la relación de pareja, porque sino nos quedamos con esos finales míticos y románticos de muchas películas. 

La verdad del amor, desde Sócrates, tiene que ver con lo que falta. Es encontrarse con alguien que done su falta en ser que se encuentre en un instante con el otro que done su falta, su carencia en ser para fundirse un instante con el otro. La alienación es la superposición de dos faltas: la falta del deseo y de la falta de la demanda.

Deseo del Otro por tener un hijo, demanda del Otro para que ese hijo advenga al mundo. Esas dos faltas se superponen y alojan a un sujeto venidero. En ese agujero de la falta en la demanda, que son dos superposiciones de cadenas significantes, hace que el Otro done una falta.

Cuando se produce la separación para que el otro exista como otro, estas dos cadenas se separan: la cadena de la demanda y la cadena del deseo. Estos dos significantes van a ser lo que ponen circular ese vacío y van a salir a buscar otros agujeros. Ese es un ser deseante.

Cuando al sujeto se lo toma como objeto, no hay alojamiento en el vacío. En la separación de estas dos cadenas se produce un desgarro, sumergiendo al sujeto en la desesperación, que busca llenarse.

Cuando los griegos comenzaron a organizar al matrimonio como institución,el promedio de vida era de 35 o 40 años. El matrimonio era para siempre. La homosexualidad de las guerras de los griegos permitía ayudarse por amor. Ganaban sus guerras ayudando al otro, defendiéndolo del enemigo. Cuando volvían de la guerra, los griegos tenían que procrearse. Elegían a una mujer para tener hijos, tener una familia y eso era para siempre. Y “para siempre” era de los 30, 35 años para morirse a los 40. 

Hoy en día no podemos pensar que podemos seguir sosteniendo eso, porque el amor no dura para siempre. Convivencia y amor no son lo mismo, sostener eso es desconocer el deseo. El psicoanálisis intenta, en la clínica de parejas, deconstruir la creencia cultural. Sin importar el género, nos importa interrogar a los miembros de una pareja si pueden estar conviviendo a partir de un punto que los une y no a partir de toda la unión de las dos personas.

El enloquecimiento del amor ocurre cuando alguien espera todo del otro. LO que uno pide no es lo que el otro da, porque lo que los unió fue un significante (no una palabra), como una mirada, un gesto, su forma de actuar con la gente, su intelectualidad… Nunca es todo del otro que enamora. Esa es la diferencia entre tolerar al otro o respetarlo.

La tolerancia nunca es amiga del amor, tolerar es soportar al otro, haciéndose cargo del peso que tiene el otro y que uno eligió, aún sin darse cuenta. En la pareja es necesario este darse cuenta, que se transforma en un conocer al otro: el otro es alguien distinto a quien yo imaginé y no tiene por qué serlo. Ese es el respeto por la diferencia, asumir la castración en la pareja y que no todo es posible en la vida.

El amor, para no enloquecer, necesita tiempo. Freud dice, en El malestar en la cultura, que el tiempo es una tensión energética entre el proceso primario y el secundario. Freud habla de un tiempo como kairós, un tiempo como acontecimiento de que algo se produzca. Ese algo que se produce es el vacío, por lo que dar el tiempo es hacer el amor, dar la falta. Cuando le damos el tiempo y hacemos algo, es que hacemos el amor.

Los tiempos en que vivimos son propicios para la locura, pues se trata de un tiempo de metonimias, sin pausas. No hay tiempos para detenerse, pues algo del significante del Nombre del Padre falta a la cita. El NDP es un significante, no un señor. Se trata de un significante que nos unariza y nos singulariza a lo largo de la vida. Por eso es necesario conocer al otro del amor para ver cuál es su singularidad y no atropellarlo con lo que él debería ser para hacerme feliz.

El significante del Nombre del Padre es un donador de tiempo, de espera. Guía al sujeto para tolerar que el tiempo de plenitud tiene un fin. Este significante unario, cuando está al alcance del sujeto, borra las huellas del Otro primordial, de ese Otro que al sujeto le hace creer que cuando lo trajo al mundo, nunca le iba a faltar.

Es un Otro impersonal y no la mamá o el papá que se tuvo en la casa. Ese Otro está en nosotros desde la constitución subjetiva y el yo es un Otro, porque la función viene de afuera en el tiempo de la alienación y la primera separación es de ese campo. Cuando uno sale de ese campo, lo hace con un significante que el Otro le oferta en su falta y se empieza a apropiar de ese rasgo singular que orienta en la búsqueda del deseo.

En El malestar en la cultura, Freud nos dice que el humano busca sustitutos de la felicidad por no poder encontrarla: son muletas o distractores, como los narcóticos, las satisfacciones sustitutivas que tienen que ver con la sublimación. El tema es que una persona no puede ser sustituida por otra. Cuando esto ocurre, empieza una cadena metonímica en la bpusqueda desesperada de encontrarse con esa otra mitad que falta para ser feliz. Cuando la pulsión está desamarrada de ese significante que lo unariza, empiezan las impulsiones y ahí está la locura.

La impulsión no pasa por la represión. Freud se refirió a las impulsiones como proto pulsiones, que están en el origen de la constitución psíquica. Allí, los tiempos de la pulsión (vuelta sobre si mismo, transformación en lo contrario, represión en el tercer tiempo y sublimación). Cuando la represión no llega, tenemos que las impulsiones chocan contra el cuerpo y hace la transformación en lo contrario. El amor, por ejemplo, se transforma en odio. Eso que se quiso tanto puede ser destruido, o a otras personas. Hay casos donde las madres dañan a sus hijos para dañar al marido. Esto, en algún momento, fue amor.¿Qué pasó luego? La locura.

Caso clínico.
A., profesional, viene muy preocupada a la consulta, preguntándose si es verdad que el marido B. la ama. El marido le pide que cumpla sus fantasías sexuales. Él le dice que se va a dar cuenta del amor que ella le tiene si se acuesta con otro hombre mientras él observa. Ella se negó durante muchos años y él respondió enojado, retirándole la palabra.

Ante la angustia de ella, él le da una pista: debe acostarse con otro hombre para dar la prueba de amor. La analista le pregunta qué más le va a pedir después de esto. A. le pide a la analista que B. asista a la consulta. La analista le pregunta a B. si no tiene miedo que A. se enamore del hombre con quien haga el amor. ¿Qué pasaría si ella descubre que el otro hombre es mejor? Él dice que eso no es posible, pues el marido es él.

Podés seguir siendo el marido, pero no te va a amar a vos - le dice la analista -Vas a atenerte a las consecuencias. 

El marido reacciona mal a esto y le dice a A. que la analista es bruja, loca, que le llena la cabeza de cosas raras. Él no accede a seguir viniendo, pero por mucho tiempo no le vuelve a pedir a A. que cumpla sus fantasías, pero empieza a tener una suerte de persecución. Le dice a A. como debe ir vestida. B. no es profesional, le hace hacer operaciones estéticas para verse más linda, la acusa de estar encontrándose con otros hombres… La enloquece y no hay maneras que ella no pueda decirle que eso no era así. Ella es un objeto de su capricho. 

Repentinamente, él le propone casamiento. ¿Puede ella ser sujeto en esta locura que tienen? Ella accede para no quedar en el desamparo. Luego de la fiesta de casamiento, él la empuja a que ella tenga relaciones con un primo, utilizando el vestido blanco. Ella no accede, entonces empiezan las consecuencias graves.

Eventualmente, él logra que ella se acueste con otro hombre, mientras él participaba mirando. Ella le dice al analista que nunca había conocido a un hombre que la cuidara tanto. Este hombre desconocido se había dado cuenta de la situación y le dijo que se quedara tranquila, que él no iba a hacer nada que ella no quisiera, que iba a terminar enseguida, que la dibuje.

Ese acto de amor genera un proceso de separación donde él la enloquece. Él se va de la casa y no hay manera de que ella pueda ejecutar el acto de separación porque tiene miedo de quedarse sola, de que nadie la quiera. A. no puede hacer nada sola, ni ir al banco. A ella le dijeron que la vida es en pareja con el marido; no es sola ni con otro.

Esta creencia de que la mujer solo puede ser feliz mediante la vida en pareja echa por tierra todas las creencias culturales y por suerte hpy se las cuestiona. Hay creencias que no se pueden deshacer con los cambios culturales, por eso el amor nunca pasa de moda. 

En el tratamiento de pareja y familia, deberíamos apostar a la singularidad, a ese donador de espera, a que surja del sujeto un significante que le permita sentir que puede estar solo y que elige estar con el otro por algunos aspectos que ese otro tiene. 

No necesariamente la pareja conyugal va a hacer que el sujeto sea feliz. Y la felicidad hoy en día es casi obligatoria, la tristeza es una mala palabra. Pero tenemos que estar tristes si atravesamos una desilusión o un duelo. El dolor de haber creído que la vida era de una manera que no es demanda tiempo y que a veces se esté triste.

Quizá haya que hacer como Samuel Beckett:
“Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”.
Fallar mejor es ir al encuentro de lo incierto del amor, ¿Qué se puede vivir con esta persona en un determinado tiempo y que me siente bien? El neurótico tiende a caer en la fantasía del para siempre, y cuando se entera que el otro es -justamente- otro, surge la intolerancia y el odio. 

Hay parejas sintomáticas, donde el otro funciona como travazón entre el deseo y la defensa de ponderse a trabajar para sostener el deseo. ¿Qué tipo de pareja se tiene? ¿Qué pacto fantasmático se armó entre ellos? ¿Se eligieron por apoyatura, a la manera de una relación anaclítica? ¿Qué pasa si el otro se va? ¿Qué se hace con la pareja real, más allá de la imaginaria?

En el artículo de Pegan a un niño, Freud establece la correspondencia entre ser pegado por el padre con ser amado. Vemos parejas que se sostienen juntas en la pelea. Son tratamientos muy difíciles (o infructuosos), porque el pegarse es la manera que tienen de tenerse. Hay algo del masoquismo originario que es difícil de reciclar.  Recordemo que el masoquismo no necesita del otro, en cambio el sadismo sí. Como la pulsión se satisface aún en el síntoma, el masoquismo es terreno fértil para que las parejas se mantengan unidas, peleándose todos los días. En estos tratamientos, la pareja debe ser tratada de manera individual.

Celos. La palabra viene de celosías, que son las ventanas de las casas en las ue uno mira de adentro para afuera, pero que de adentro no se puede ver. El celoso mira un lugar que no puede y quiere ocupar. El celoso quiere todo de su pareja y eso no es salud. Los celos son un gasto de energía inútil, según Freud. Los celos no son con una determinada persona, sino con determinadas posiciones que alguien ocupa respecto a otra persona.

Se pueden celar amigos, a la pareja, a los hermanos... No es con la persona, sino con la posición que el celoso ocupa o cree que debería ocupar para el otro. Ñps celos son de estructura, no se pueden evitar totalmente, pero si atemperarlos. Hay que trabajar la exclusividad que el celoso le pide al otro. 

Fuente: Notas del Taller clínico "¿Amores? Locos ¿Qué amor?", a cargo de Lic. María Marta Depalma. Parte 2, 9 de enero de 2021

sábado, 5 de diciembre de 2020

La lógica de la dirección de la cura en la locura infantil

Al niño no se lo considera como un sujeto al que hay que corregir o adaptar. La premisa fundamental es considerar al niño loco como un sujeto que produce en dirección del desencuentro, calcula, desimplicandose en la relación al otro. Desde esta perspectiva tiene consecuencias en su abordaje.

La puesta en marcha de un artificio, el dispositivo soporte, en el cual lo que se ofrece, es trabajo psíquico para el niño. Respetando su singularidad y modalidad de goce, dispone las coordenadas que habilitan el despliegue de su producción y nos permite intervenir y cotejar los efectos de dichas intervenciones. 

Nos orienta en la dirección de la cura, partiendo del instante de ver desde las distintas miradas de los terapeutas, observación activa y minuciosa, el niño hace su presentación. Las maniobras de la transformación de lo contrario, vuelta contra sí mismo, mimetismo en este primer tiempo apuntan a poder ir puntualizando la tolerancia del niño al trabajo y ubicar diferentes modos de desentenderse del otro. 

En el tiempo de comprender se extrae un detalle de la visión del conjunto, dicho detalle se hace texto en la formación de una hipótesis y esa hipótesis. Esta hipótesis orienta la estrategia de trabajo. La formulación de esta hipótesis regula nuestra posición, ya que afirmamos la presencia de un sujeto impersonal, del que desconocemos su estatuto, pero que orienta nuestras maniobras. Es un  tiempo de conocimiento mutuo o “sujeto recíproco” es un sujeto indefinido pero que se reconoce en reciprocidad con el otro. No podemos afirmar la presencia de un nudo a la manera de la neurosis, pero un mínimo enlace se produce, a partir de la textualización produciendo un reordenamiento en los puntos de goce. Es el tiempo de la reunión de equipo, todos los que trabajan o no con el niño arman una hipótesis del atributo que suponen que porta ese sujeto. Un detalle, es lo más propio del sujeto, le ponen un nombre a la hipótesis y ese va a ser el nombre del detalle (bichito de luz), esto nos hace esperar al sujeto advertidos a que responda.

El momento de concluir no es del terapeuta sino del sujeto que concluye en acto. Cuando concluye se sorprende. Si lo sorprendo le digo “ese sos vos”, de ahí va a tener que ampliar sus recursos (se apunta a esto). Luego de todo esto se vuelve a relanzar y comenzamos de nuevo con el instante de ver. En este momento se pone a prueba el detalle.

Articuladores lógicos (Freud, objetos pulsionales)

  • La voz

  • La mirada

  • El cuerpo

  • El otro

  • Los objetos

Todo esto me ordenan la visión de conjunto, pongo a prueba esto, que está dispuesto a  tolerar y que no. Cuando tengo ordenado esto en mi tiempo de comprender, localizó esto, le pongo el nombre al detalle.

Lacan dice que una sorpresa es un encuentro, jamás sabemos si es buena o mala. Si localizamos bien el detalle, el niño se va a sorprender, si se sorprende hay encuentro. Algo del código compartido se produce.

El dispositivo soporte, es desde la tesis estructural, siempre son dos terapeutas, porque trabajar con la locura angustia y para que el dispositivo trabaje de otro modo. “Sujeto que por una insondable decisión del ser dijo no”

Relacionado: Conferencia "Locuras infantiles." de Liliana Donzis

miércoles, 17 de junio de 2020

La era de la fiesta permanente.


Fuente: Naparstek, Fabián (2009) "Introducción a la clínica con toxicomanías y alcoholismo II", Capítulo "La era de la fiesta permanente".

Me quiero detener en precisar el uso actual de la droga y finalmente su relación con la locura. Con este fin voy a comparar dos tipos de fiestas: Una antigua y la otra actual. Tengo la idea que la fiesta es un lugar central en la vida de los jóvenes y un lugar especial para el uso de las drogas. Es allí donde los jóvenes suelen encontrarse, manifestarse, consumir, etc…

El primer punto que quiero destacar es bien conocido y se extrae de la concepción de la cultura que desarrolla Freud en su "Totem y Tabú", donde efectivamente habla de la fiesta. En el mito de la constitución de la cultura Freud destaca varios rasgos de los cuales voy a subrayar algunos. Freud nos plantea que existía una horda primitiva donde un protopadre poseía a todas las mujeres. Los hijos lo matan y hacen cultura a partir de un pacto. Se entiende que el pacto es simbólico, es la entrada de la palabra en el lazo social y que para hacer cultura no hubiese alcanzado con solo matarlo. Este pacto está sostenido fundamentalmente en una renuncia y una repartija. Es una idea central en Freud: no hay cultura sin renuncia. Se reparte el botín de guerra por una vía negativa. Es decir, que no es una distribución equitativa al estilo socialista. Es una repartija que se asegura de que al menos a nadie le tocará una parte en especial. Todos renuncian a algo. No importa si a alguien le toca diez mujeres, una o ninguna, sino que se aseguran que al menos una no le tocará a nadie. Todo esto Freud lo deduce desde la llamada fiesta totémica: una vez por año se mata al animal que representa al padre, se lo comen, y realizan un encuentro con un "exceso limitado y obligatorio"(2). Es importante destacar que las dos características de la fiesta totémica responden al exceso y lo obligatorio. El exceso implica que aquello que durante el tiempo de las normas no se puede realizar, se permite en la fiesta. Está prohibido tocar el tótem y en la fiesta se lo comen. Todas las leyes que rigen la comunidad pueden ser infligidas durante la fiesta. Lo obligatorio responde a un pacto de sangre y se enlaza especialmente a la culpa. Para pertenecer había que participar. De esta forma se aseguraban que todos se sintieran igual de culpables ante la falta cometida. En todo caso, se trata de una fiesta donde lo que prima no es lo singular, sino el tumulto. Todos con todos, donde no hay lo singular. Queda así armada una cultura con una renuncia de un lado (represiones, inhibiciones, neurosis, religión, familia, estado, ideales, etc.) y el exceso a un costado. Sin embargo, hay un resto que no se puede digerir - al padre se lo intenta comer cada año y eso indica que hay un hueso que no se termina de tragar -, ni ordenar, ni hacerlo entrar en ley, pero hay que darle lugar cada tanto. Es una lógica que Freud utiliza especialmente para el Súper Yo. Su idea es que mientras mas virtuoso es el individuo, mas exige el súper yo es. La persona que cada tanto se da un gusto, está menos exigido por el Súper Yo.

Se entiende que para Freud era mejor que aquello tenga su lugar cada tanto y que la gente tenga sus pequeños excesos. Es mejor eso a que la gente intente dejar totalmente afuera ese resto. Entiendo yo que sigue la fórmula lacaniana donde aquello que es expulsado retorna en lo real.

Se puede representar esto que vengo describiendo con el siguiente esquema de la temporalidad de la civilización descripta por Freud.

Esquema:
Goce. Ley. Padre muerto.
/-----------/-------------------------------------------------------------/ Cultura.

Así las cosas, el goce queda a un costado de la ley, como goce clandestino. La psicosis muestra muy bien los efectos devastadores cuando el goce no se hace clandestino e invade por todas partes. En ciertas tribus indígenas – como lo he descripto anteriormente - la droga era parte de la cultura y fundamentalmente de estas fiestas. La descripción de dichas tribus mostraba muy bien que el consumo de droga estaba al servicio de ratificar el pacto con el padre, con la autoridad, para revalidar la cultura dentro de la fiesta. Es la droga al servicio del ritual religioso y de la cultura. Ordalías que sirven para hacer entrar al individuo o confirmar un individuo en un grupo. En ese caso es un consumo limitado y reglado (3).

Vayamos ahora a la actualidad. Lo que antes era algo limitado en el tiempo y espacio ahora se extiende a todo. Esto es consecuencia de la llamada caída de los ideales y de la autoridad. Vivimos un empuje a la satisfacción total por el consumo, a una especie de fiesta permanente – llámese fiestas revés o fiestas de los dj ́s, etc. -, donde no habría límite, donde no habría renuncia, donde Imposible is Nothing (como dice la publicidad). Lo que antes estaba al costado y acotado, ahora es el protagonista. Hablar de hipermodernismo - como lo introduce Lipovetzky - implica llevar al extremo el modernismo. La idea de Lipovetzky es que se resaltó el derecho a gozar - las diferentes luchas del derecho al goce - y del derecho al gozar se pasó al empuje al goce. Por eso dice que no estamos en la posmodernidad ya que implicaría un cambio y acá no se trata de un cambio, sino de llevar al punto límite lo mismo. Así el mundo queda dividido entre empuje al goce - lo que antes era una obligación limitada a participar de la fiesta, hoy es empuje al goce del consumo - y depresión - que es una de las patologías mas extendida en la actualidad. Antes era entre orden y pequeños desordenes cada tanto. Ahora el que consume obtendría un goce sin freno, el que no, se deprime. Se puede decir entre consumo y abstinencia. La llamada globalización hace creer que en cualquier parte del mundo se puede gozar de lo mismo, todos por igual. Las guerras étnicas - que Lacan de alguna manera anticipó - aparecen como una resistencia a mantener algo de cada cultura; mantener algo de lo singular frente al todos por igual.

Pero se puede dar un paso más y ubicar lo siguiente. De acuerdo a lo que he planteado hasta ahora, lo que antes era un resto a un costado, ahora se ubica en el centro. Hay un culto por el resto, una cultura del resto. En este punto hay que tener en cuenta que el resto puede ser un desperdicio o lo que causa a un trabajo. El que causa al trabajo es un resto fecundo que en Freud se ve muy bien con lo que él llama el resto diurno. Es un resto que empuja al trabajo, que pide que se lo tramite. Sin embargo hoy hay más bien un culto del resto como desperdicio. El desperdicio es algo propiamente humano y es lo que resta de toda operación - simbólica - y cae como residuo. No lo he verificado en otros países, pero en la Argentina en las fiestas de los jóvenes se consume al final de la misma lo que se llama el JUNTADITO o MEZCLADITO. El JUNTADITO es una mezcla de todos los restos que han quedado de lo que se ha bebido en la noche. Se juntan en un solo vaso, jarra o recipiente y se lo toman. Consumir el juntadito en un intento de que no quede resto de la fiesta. Se entiende, quien toma ese resto se identifica a él y queda tirado en la calle como el resto mismo de la civilización.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Aproximación al concepto de esquizofrenia: de la psiquiatría al psicoanálisis.

Por Abínzano, Rodrigo.
RESUMEN
El presente trabajo tiene como propósito interrogar el concepto de esquizofrenia tanto en el campo de la psiquiatría como en el del psicoanálisis. Comenzaremos revisitando a los autores predominantes y las teorizaciones de Freud y Lacan en torno de la esquizofrenia. Luego, compararemos los abordajes que se han hecho a partir de la década de los años cincuenta con los avances en psicofarmacología y en ciencias neurobiológicas. Analizaremos en particular el lugar que han tenido las alucinaciones auditivitas en el tratamiento de los distintos autores.

Por último, nos interesará cotejar las diferencias y similitudes prescriptas por los distintos abordajes.

Este rastreo se da en el marco de un proyecto de investigación guiado por los avances de las técnicas de neuroimágenes aplicadas a los fenómenos de alucinaciones auditivas en la esquizofrenia. Orientados por dichas coordenadas, arribamos a algunas conclusiones que nos permiten caracterizar el campo problemático delimitado por el cruce inter-discursivo.

miércoles, 24 de julio de 2019

Cuando el amor enloquece: erotomanías.

Notas de la conferencia dictada por Élida Fernandez, el 03/07/2019

Cuando Clerambault sistematiza la erotomanía, dice que se da predominantemente en mujeres. Prácticamente no lo sitúa en los hombres y ahí viene mi primera pregunta: ¿Se da la erotomanía exclusivamente en mujeres? La erotomanía toca la pasión, la posición femenina, la temática amorosa y en general es un tema que se sitúa equivocadamente: dicen “Es una erotómana, está enamorada de…”. Es un error, porque la erotomanía tiene como postulado más importante “Él me ama”, no “Yo estoy enamorada de él. La erotomanía es suponer que el otro me ama. En 1920, Clerambault estudia la erotomanía. Pone este postulado fundamental y va a hablar de un trayecto que tiene este amor sin destino.

Partimos de que es el otro el que me ama, es el único que me ama o por lo menos el que más ama. El otro es de rango superior, más elevado, social o culturalmente. Todo esto es de Clerambault, que fue maestro de Lacan. “El otro no puede ser dichoso sin ella. El otro no puede tener un valor completo sin ella. Su matrimonio no es válido”. Clerambault era muy fino en su observación, fundamentalmente en mujeres, que eran su pasión, y él dice que los temas que se comprueban y que están derivados de esto es que hay una vigilancia y protección contínua por parte de ese otro que ama. Hay conversaciones indirectas por parte de ese otro. El otro que ama posee recursos enormes y este romance trae como consecuencia una simpatía casi universal. La conducta paradójica y contradictoria de ese que ama es leída desde ese postulado y es signo de amor.

Los sentimientos básicos que va a marcar Clerambault en la erotomanía son el orgullo, el deseo y la esperanza. El orgullo es el principal sentimiento, el que comanda todo. Clerembault incluye a la erotomanía dentro de las psicosis paranoicas y él va a mostrar que este delirio, que se basa en tomar señales, signos de ese otro que supuestamente ama desde una lógica psicótica, ese delirio se va a desarrollar en 3 estadíos.

Esperanza. El sujeto, casi siempre mujer, se da cuenta que él le manda todo tiempo de mensajes para enterarla de su amor. Ella necesita interpretar esos mensajes. Se va enterando que es amada, que ella posee algo sin lo cual él no es feliz. La necesita. Ella está orgullosa de ser elegida para completar a alguien que en apariencia es su superior. Interpreta todo como signos del amor que él le ofrece.
Despecho. Desde el primer momento de la erotomanía, tiene la idea de que todo el mundo sabe, comparte y está de acuerdo con este amor, pronto se va a a empezar a encontrar, para quien padece la erotomanía, con que no puede seguir sosteniendo este delirio, porque lo que ella entiende como mensajes que son indirectas para un encuentro en determinado lugar, ella va al lugar y él nunca llega. Lo que si llega es el despecho, el segundo momento de este delirio. Él no responde, no la perdona por no haber entendido rápidamente sus mensajes, él la ama y la odia, pero no puede olvidarla.
Reivindicación. Es el estadío final del delirio. Tiene que ver con algo típicamente paranoico, que es el rencor, la reivindicación y la venganza. Él no puede tratarla así, él no puede perdonarla. Todos saben que este amor ha caído. Todos saben que este amor ha muerto y ella sufre muchísimo por este destino feroz de este amor que la había elegido.

Este delirio, descrito y sistematizado por Clerambault, nos mete de lleno en el tema de las pasiones, en la psiquiatría. No porque antes no estuviera, sino porque él le da un lugar diferente dentro de su propio delirio. Las pasiones han sido tema de la literatura y de la filosofía desde Aristóteles hasta la actualidad. Podemos decir que las pasiones, ya sean movidas por la lucha de clases, por el fanatismo religioso o político, pensadas como vicios, que llevan a la locura o como germen de la creación artística tienen algunas características comunes.
  • Las pasiones son irresistibles.
  • Borran los límites del sujeto.
  • Poseen al sujeto, que se transforma en el que padece la pasión.

La característica de la pasión, desde que nace el romance, lo que llamamos novela, es el obstáculo. Toda pasión tiene que tener en su estructura un impedimento. Un impedimento de que esos amantes se encuentren. Toda novela, como las que hay actualmente, tienen que ver con esa imposibilidad. Sabemos que el final es feliz, pero los amantes por mucho tiempo tienen que pasar por una serie de obstáculos para lograr estar juntos. Es decir que es la separación de los amantes la que arma la novela. Es lo que caracteriza el romance de Roman Roland. Todos sabemos que al final va a venir el capítulo feliz, pero es muy fugaz, porque nadie escribe una novela que siga cuando los amantes se encuentran, porque sería aburridísima. El final es feliz y corto.

¿Qué tiene que ver todo esto con la erotomanía? ¿Y por qué es femenino? ¿Las mujeres encarnamos desde cualquier estructura la necesidad de ser amadas? Y digo desde cualquier estructura porque la erotomanía, no como delirio como vimos, sino con cierta certeza de que el otro me ama, de darse cuenta del amor del otro, también lo escuchamos en las neurosis. Uno le pregunta al paciente cómo se dio cuenta y las razones que dan son muy subjetivas, muy imaginarias. Hoy en día los signos no son claros, no hay tirar el pañuelito, ni las mujeres andan con abanicos haciendo un lenguaje con eso, con lo cual los signos del amor se hacen más sutiles. Y digo amor, no atracción sexual.

Pensemos que esta patología que aparece dentro de una sociedad patriarcal, donde el destino de las mujeres dependía de la alcurnia y de las posibilidades económicas del pretendiente. Ser amada por un hombre importante marcaba su destino, no tan solo su buena suerte. Muchas veces el destino de las mujeres era conseguir un buen hombre, un buen marido que le diera refugio y un nombre. Pasaban a ser “la señora de…”, con lo cual el amor de un hombre a una mujer, durante muchísimo tiempo, le daba identidad. En el código romano, del que se basan nuestras leyes, el hombre era dueño de la mujer, de los hijos (les pone su apellido) y de los bienes (patrimonio). Con esto no explico el cuadro, sino que lo quiero contextuar. Más allá del patriarcado, hay una necesidad humana de ser amados que persiste a pesar de cualquier aplicación moderna para encontrar pareja.

¿Por qué la erotomanía se encarna con mayor asiduidad en las mujeres? Vamos a Freud. Él hizo un aporte sustancial a la psiquiatría cuando planteó que el delirio no era una construcción falsa o mentirosa, como sostenían los psiquiatras de esa época y lamentablemente muchos aún hoy. El delirio es una tentativa de curación fallida. Además, el delirio no es patognomónico de la psicosis, sino que aparece, como Freud lo demostró en la Gradiva, en las neurosis.

Delirio y alucinación no son patognomónicos de la psicosis. Los neuróticos, cuando se desencadenan, pueden alucinar y pueden delirar. Con lo cual, el diagnóstico diferencial es algo muy fino, muy preciso y de mucha responsabilidad. debemos tomarnos tiempo, porque sabemos que aunque hay alguien que delire y alucine, eso no quiere decir que esté psicótico. El delirio tiene, para Freud, una verdad mal dicha, una verdad a descifrar, una verdad de ese sujeto particular. Las formas pueden recrearse, los pasos que siguen pueden establecerse, pero el contenido particular del delirio es de de cada uno. Los hilos con los que se tejen son de la historia de cada uno y todos son intentos de tapar un agujero. Lo que nunca hubo, lo que debería estar y no estuvo, algo que no se imprime. Hay una lógica del delirio, pero también hay una historia del sujeto. También sabemos que cuando hay un delirio, es más posible que el tratamiento posible, que hay un intento de curación por parte de él, que tiene recursos para armarlo. No todos los sujetos psicóticos arman delirios, pero cuando pueden hacerlo, algo de ese relato se vuelve posible de ser escuchado y preguntado.

¿De qué nos habla el erotómano? De que alguien muy importante la amó. Ella no supo leer los signos de ese amor, se desencontró. Finalmente fue un amor abortado, fallido, sin otro destino que la persecución. La erotómana vuelve al desamor con el que empezó a delirar. Para que se construya un delirio, algo tiene que haber sido forcluido en la constitución de la subjetividad. Algún significante fundamental para la constitución de un sujeto faltó. La forclusión, revelada como falla en la estructura simbólica, repercute sobre la estructura imaginaria, la disuelve, la reduce a la estructura elemental llamada el estadío del espejo. Esta frase es de Lacan. ¿Qué es el estadío del espejo? El infans se reconoce en su imagen en el espejo mediante la mirada amorosa de otro. Se reconoce alienadamente cuando mirando al espejo dice “Ese soy yo”. ¿Por qué es sostenido por la mirada amorosa de otro? Porque es en el campo de ese Otro fundamental para el niño que se va a reconocer deseado, amado. El Otro aloja, da significantes, da un lugar en el linaje. Hijo de, le da un lugar en su deseo inconsciente y estructura así el inconsciente. En este período del estadío del espejo se constituye el yo como instancia psíquica, como lugar de reconocimiento. Se configura el pequeño otro y el cuerpo como propio. El cuerpo como propio es una adquisición que en muchas psicosis no está. Es decir, el cuerpo no es reconocido como propio. Cuando Lacan en El Sinthome dice que el analista puede sospechar una psicosis, habla de la caída del cuerpo como propio.

La literatura tiene a un británico, McEwan, que escribe maravillosamente bien, que noveliza la erotomanía en su obra “Amor perdurable”. Quiero leerles un párrafo que me parece muy esclarecedor:

Era como si un encaje delicado se reparase su propio tejido desgarrado con la sola fuerza de su complejidad. Me vino de golpe, y parecía imposible que lo hubiese olvidado. El palacio era el de Buckingham, y el rey, Jorge V; la mujer delante del palacio era francesa, y la época, poco después de la Primera Guerra Mundial. Había viajado a Inglaterra en varias ocasiones con la sola intención de apostarse ante las verjas de palacio con la esperanza de vislumbrar al rey, de quien estaba enamorada. Nunca se había encontrado con él, y jamás lo haría, pero a él iban todos sus pensamientos.
[...]
Aquella mujer estaba convencida de que toda la sociedad londinense comentaba sus amores con el rey, que estaba muy afectado. Cuando en una de sus visitas no encontró alojamiento en ningún hotel, creyó que el rey había utilizado su influencia para impedir su estancia en Londres. La única certeza que tenía era que el rey la amaba. Ella lo quería a su vez, pero estaba amargamente resentida con él. Él la rechazaba, pero no dejaba de darle esperanzas. Le enviaba señales que sólo ella sabía interpretar, dándole a entender que por muy inconveniente, por violento e inadecuado que fuese, la amaba y siempre la querría. Se servía de las cortinas de las ventanas del palacio de Buckingham para comunicarse con ella. La mujer vivía en la lóbrega cárcel de aquella vana ilusión.

Me parece interesante cómo él describe este caso real, de ella esperando el movimiento de una cortina para que ella tomara esto como un mensaje hacia ella. Los signos de amor pueden ser tan frágiles y superfluos como el movimiento de la mano que descubre una cortina. Y si bien son sutiles, evanescentes, como una mirada o una sonrisa que se demora, el neurótico no tiene certeza, hasta el punto de preguntar hasta el hartazgo si él nos ama, si nos ama todavía y cómo, cuánto y por qué. En cambio, el erotómano sabe. Su saber no tiene duda ni vacilación. Y si no lo ama, es porque lo odia, no hay matices.

Ahora bien, la pulsión va a ser presentada por Lacan, en su retorno a Freud, como una trayectoria, como un circuito donde la pulsión se origina en una zona erógena en los agujeros del cuerpo; gira en torno al objeto y vuelve de regreso a la zona erógena. Las zonas erógenas son las zonas del cuerpo donde la pulsión se hace presente. Este circuito está estructurado por 3 goces gramaticales: la voz activa (ej. ver, en el caso de la pulsión escópica), la voz reflexiva (verse) y la voz pasiva (ser visto). Los primeros 2 tiempos, la voz activa y la voz reflexiva, son autoeróticos, en la medida en que falta el sujeto. Solo en el tercer tiempo, en la voz pasiva aparece el sujeto, donde la pulsión completa su circuito, como dice Lacan en el S. XI Los 4 conceptos fundamentales del psicoanálisis. Aunque el tercer tiempo del circuito pulsional es pasivo, la pulsión es escencialmente activa, razón por la cual Lacan describe ese tercer tiempo no como ser visto, sino como hacerse ver. Hacerse ver, hacerse oir, etc.

Lacan describe a la pulsión como una trayectoria que circunscribe el objeto y esa trayectoria es, en última instancia, significante y simbólica. A esta cara significante de la pulsión se opone una cara real, que apunta directamente al goce. La verdadera finalidad de la pulsión es obtener la satisfacción, sin que importe el objeto de la pulsión. Freud fue muy claro en distinguir pulsión de instinto. Los animales tienen instintos, pero los humanos por la acción del lenguaje sobre el cuerpo somos los únicos que podemos tener un orgasmo con un fetiche, ya sea un zapato o una prenda de la amada. Por ejemplo, en la novela “Reflejos en tus ojos dorados”, de Carson McCullers, llevada al cine. A veces pensamos que lo que buscamos es la satisfacción. Tenemos el consultorio lleno de insatisfechos, debemos decir que la satisfacción por lo menos es paradójica. El camino del sujeto, en búsqueda de la satisfacción, pasa entre 2 murallas de lo imposible. Es decir, la erotómana dice una verdad mal dicha. Ella supo que alguien importante, el rey de su mundo, su otro hisórico e inolvidable, debería haberla amado. Es más, ella le correspondió y lo amó. Pero no es que su primer postulado esea erróneo (que él no la amó), sino que él no se enteró que ella le correspondía. Esto es lo que dice el erotómano. Ella construye en el delirio algo donde ella le correspondió, pero que él nunca se enteró y por eso el amor no fue.

El gran amor del erotómano es imposible, no tiene pasado, ni presente ni futuro. Su amor es un amor muerto. ¿Es un hombre el que la rechaza? Podríamos decir que es él o ella, que de amarla le hubiera dado un nombre propio. Él la hubiera hecho su dueña, le hubiera otorgado un amor perdurable. A veces escuchamos en algunas pacientes neuróticas algo parecido, algo que no admite réplica, algo puede dar vueltas todo lo que el otro diga como para llevar agua para su molino. No importa que el otro diga “No te amo”, ella puede pasar por encima de sus palabras, aplastarlas y convertirlas en su opuesto. Si estamos más o menos en la idea de que se trata de una neurosis, o por lo menos de que no es una estructura psicótica, debemos preguntarnos qué sostiene en ella ese amor para defenderlo con uñas y dientes, para no querer saber ninguna otra cosa que ese postulado: él me ama.

El amor es difícil, no tiene manual, no tiene credenciales, puede aparecer en cualquier lado. Pero puede estar ausente cuando más se lo desea o supone, cuando más se lo necesita. La erotómana protesta locamente porque no ha tenido un amor que la haga reina. Como dice Freud, nunca ha sido “su majestad el bebé”. Lo que denuncia la erotómana es que ese amor, que debería ser a primera vista como la madre con su hijo, ese amor que parte de la madre, del Otro primordial que aloja, no ha existido. Lo que el delirio cura es de ese dolor espantoso de no haber sido amada, transformándolo en “si me ama; no se enteró que yo lo correspondía”. Es una vuelta de tuerca para no pasar por la insoportable verdad de “no he sido amada, no he sido traída al mundo con amor”. Por eso, el delirio erotómano es un intento de curación fallido, como todo delirio, como todo intento de curación que hace el propio paciente, que intenta transformar algo que es muy insoportable, que lo transforma en “Él me ama, es muy importante, todos lo saben pero él nunca se entera que yo le correspondo, nunca le llega mi aceptación”. Con lo cual, trata de paliar ese sufrir de este modo tan amargo.

Es como si la erotomanía no se pudiera rendir al desamor que la arroja al anonimato. Ella se hace notar, se hace ver. Si el amor es para Lacan dar lo que no se tiene a quien no lo es, para donar la falta hay que haber sido alojado en el campo del Otro. Hay que haber estado alienado al campo del Otro, para poder separarse con el efecto de la castración y forjar la falta. Nadie que no ha atravesado estas operaciones tan complejas puede donar su falta. No ha llegado a tenerla nunca, porque no se ha podido alojar en el Otro y de eso mal habido dicen los psicóticos, dicen las erotomanías, dicen los delirios. El me ama, cualquier gesto, movimiento o palabra sirven para confirmar esto.

Caso clínico.
Hace mucho tiempo, un colega me llama desesperado para derivarme una paciente suya, que según él dice, le está haciendo la vida imposible. Lo sigue, se la encuentra en todas partes, está en todos los lugares donde él transita, lo vuelve loco. Antes de llamar a la policía, que le sonaba muy agresivo, quería intentar una derivación.
La paciente viene a verme. Ella está muy mal, atravesada del dolor. No tiene dudas de lo que él le hizo saber, que estaba enamorado de ella. Él está casado y ella comprende sus dificultades y le hace saber todo el tiempo que ella le corresponde y que está dispuesta a esperarlo. Todo lo que él dice le confirma su certeza. El profesional publica artículos en el diario que él sabe que ella lee. Son mensajes dirigidos a ella, para que se encuentren en algún lugar. Ella va todas las veces a ese encuentro y él no aparece. Él no aparece porque no se entera que ella le corresponde. Él no da muestras de saber lo que ella siente por él o de la manera que ella eligió para que ella fuese. Parece hacerse el desentendido. Ella no lo entiende, porque además él le dijo que no podía seguir atendiéndola y ella pensó que seguro era para poder empezar una relación estable, porque era necesario que él dejase de ser su analista poder estar juntos. Pero ahora él no le atiende el teléfono. Ella lo llama constantemente, le deja mensajes y él no responde.
“Él no me puede hacer esto, es un chanta. Me engañó, me animó a armar algo fuerte entre nosotros y ahora que me convenció, me deja. Esto son los hombres, una no puede confiar”. Todo lo que hizo se dedicó a informarla que la amaba y ahí le pregunto cuándo empezó a pensar esto. Ella contesta que una vez llegó al consultorio. Él le abrió la puerta con el portero eléctrico. Ella entró a la sala de espera y escucha al analista hablando por teléfono y él repetía “Si, la quiero, sí, la quiero”. Ahí ella tuvo la primera revelación. Después, cuando ella lo confrontó, él dijo “El boludo me dijo que se refería a una boleta que le debían del taller del auto. Cree que soy idiota, él no estaba peleando ninguna boleta, había elegido esa manera para que me entere, justo cuando yo entro”.
Otro día, ella ve en un pizarrón que el analista tenía en su consultorio (él daba clase), que había escrito en marcador:  DM y N de P, deseo de la madre y nombre del padre. Era un mensaje que ella tenía que descifrar. D era la primera letra del nombre de ella y P la primera letra del nombre del analista. La M era “maravillosa”. Le pregunto “¿Y la N? Ella vacila, dice que lo sabía, pero que ahora lo olvidó. “Demasiado dolor, en su momento lo supe ver”. D tuvo que ser medicada. La vi muchas veces en los primeros tiempos. Tuve que convocar a la poca red de familia que tenía: una hermana, una buena amiga. Tratamos que el psiquiatra evitara cualquier tipo de intervención.
Con el tiempo, D dejó de hablar de P. Su relación transferencial conmigo seguía siendo de muchísima desconfianza. Ella se preguntaba qué relación tendría yo con él. El peligro de convertirme para ella en su rival especular me llevó a confrontarla. En un momento dado le digo que P era un colega con el que yo no había otro lazo que el que se tiene entre colegas. Y que si ella no me podía creer, quizá deberíamos pensar que ella no podía tratarse conmigo, que tendríamos que interrumpir el tratamiento. Aclaro que yo estaba dispuesta, pese a que yo tenía muchas ganas de atenderla, a no seguir atendiéndola si esta seguía esta transferencia de desconfianza y resquemor. Ella ahí dio un giro y dijo, en tono cálido que de ninguna manera, que ella me creía, que cómo iba a pensar que P, además de su esposa y ella, podría amar a alguien más. Entonces, algo de ese amor total se escuchó por primera vez compartido: ella compartí a P con la esposa. Algo importante había acontecido, ese amor no era único, no era todo, no era de su pertenencia. Se lo digo, que por primera vez ella había incluído a la mujer.
Una vez, en sesión, volvió al anagrama N de P. Y dijo que lo que no podía recordar de su lectura anterior, ahora pensaba que debería leerlo como “nunca de P”.
Gracias.

Pregunta: ¿Por qué pensar que solamente la erotomanía ocurre en las mujeres, en especial en este tiempo?
E.F.: El relato de una paciente que me relataba un acoso por parte de su jefe, era algo muy parecido a una erotomanía. Él se le vino encima y ella le dijo que qué hacía, que ella lo veía como un padre, por la diferencia de edad. Él le dice que ella le dio un montón de señales. Y yo, escuchándola, pensé que por qué esto no se incluía como erotomanía. Porque lo que él tomaba como señales para autorizarse a abalanzarse sobre ella eran gestos que ella no le había dirigido. Ella estaba de novia, con un tema amoroso y no con este señor. Supongamos lo peor, que ella fuera una histérica, que puede seducir a todos los que tiene alrededor, pero no específicamente a este señor, que tomaba los gestos dirigidos exclusivamente hacia él. Por eso yo me empecé a preguntar por qué no hay tantos erotómanos, ¿será que el instrumento con lo que los buscamos no es viable y las mujeres si hablamos más de todo este tema, que los hombres tienen otra manera de abordar a una mujer y confirmar eso de ‘ella me ama’?

Pregunta: ¿Faltaría ahí el postulado, no?
E.F.: Obvio, es verdad. Ya cuando hay unos pasos tan especificados estaríamos en una erotomanía. En la residencia en el Borda, yo me encontraba con un erotómano en el pasillo de la residencia hasta la guardia, que era bastante largo. En la residencia teníamos habitaciones donde pasábamos la noche de guardia. Yo quería para mi habitación un espejo y mi padre se ofreció a traérmelo. Cuando él lo ingresó, se encontró con el erotómano y le dijo “Su hija me ama y yo pensé que podría ir a su casa, si me permite la dirección, a tomar mate”. Ese es el erotómano, “su hija me ama…”, no “yo la amo”. Después me esperó a la salida varias veces para que le diera la dirección de mi casa.

Pregunta: ¿Qué pasa cuando los pedófilos culpan a los niños de haberlos seducido?
E.F.:  Yo no sé si esto es la manera de un sujeto perverso de justificar su acto y no que realmente piense eso. Hay ausencia de sufrimiento y tiene como base la renegación, el “Si, pero no”, yo estoy abusando de él, pero a él le gusta. En este punto está la perversión.

Pregunta: Es como cuando cierto actor dijo “Mirá cómo me ponés”
E.F.: Si, es una manera perversa de poner en el otro la actividad, de manera que él no pueda hacer otra cosa que cometer el hecho. Una cosa es la perversión y la justificación perversa y otra cosa es la erotomanía, cuando aparece como postulado tapando el agujero de “No he sido amada”, esta posibilidad de ser amada por alguien muy importante, para quien ella pasa a ser quien la completa.

Pregunta: En esto del delirio, ¿existe la imposibilidad de hacer duelo por no haber sido amado?
E.F.: Cuando Freud se mete a descubrir que las neurosis también pueden enloquecer y desencadenar, él se basa en un autor, que es Meynert, que había escrito las amencias de Meynert. Es lo que hoy llamamos locuras y Freud dice que en las amencias había un duelo imposible, un duelo que por haber perdido algo tan importante y querido, no se puede soportar, entonces se lo alucina, se lo delira y pone el caso de la mujer que mece un leño como mecía a su bebé que había muerto. Frente al horror de que se le había muerto el bebé y no poder hacer el duelo por la pérdida de este bebé, hace una locura sustituyendo al objeto, como que no se lo perdió. Este es un diagnóstico muy fino para hacer entre locura y psicosis.
  • En las locuras, tenemos que investigar si no hubo un duelo previo que no se pudo transitar.
  • En las paranoias y en las erotomanías, no es posible hacer un duelo porque la falta del amor es el fundante. Es el amor del Otro, de la madre, del padre, lo que está en juego. No hay posibilidad de constituirse subjetivamente como un neurótico, entonces tampoco hay cómo hacer un duelo, porque no hay inscripción de la falta.

En las neurosis hay inscripción de la falta, pero las contingencias y los avatares pueden hacer que un sujeto no soporte el duelo y enloquezca.

Pregunta: ¿Cómo es el desencadenamiento en las neurosis para hablar de delirio?
E.F.: Para hablar de delirio en las neurosis, hay que buscar un duelo imposible de elaborar. Pero no se trata de un duelo fundante, de la madre y el padre de crianza. Se trata de un duelo por un novio, un trabajo, un lugar donde estaba realmente equilibrado y compensado o nombrado. Esto se pierde y no hay posibilidad de tramitar el duelo. La presentación de locuras y psicosis son muy similares, por eso es muy importante:
  • Tomarse tiempo para discriminarlas.
  • No hacer interpretaciones por polisemia significante.
  • Hay que trabajar como si fuera una psicosis, tratando de hacer intervenciones que discriminen, que sitúen, o construcciones. Para eso, pueden leer Construcciones… en Freud, que es un trabajo precioso, que es como uno trabaja con un persona psicótica o tan grave que no sabe de que se trata.

En cuanto al duelo, pensaba en una paciente que cuando vino decía que estaba muy mal, que se quería tirar por la ventana del consultorio y decía que se veía cara de rata. Estaba a punto de perder el trabajo porque se la pasaba encerrada en el baño tratando de verse la cara de rata. Se trataba de estos casos terribles donde no hay familia, ni a quien llamar. No quería ir al psiquiatra. Lo único que me decía era que se quería suicidar.

Empiezo a preguntar por la historia, porque sin historia no podemos trabajar. Ella dice que la había dejado el novio. El novio era precioso, divino, fantástico y la dejó. Le pregunto por qué. Ella venía vestida de una forma sumamente provocativa, muy llamativa. Dice “Porque dice que soy puta, no le gusta como me visto”. A partir de que él la deja, se ve cara de rata. Ahí me tiro un lance y le pregunto si se le ocurre algo con ratas. ¿Por qué? Porque si es una psicótica, me va a decir “nada” y va a seguir su camino. No le hago ningún daño pidiendo una asociación. Ella me dice que sí se le ocurre y empieza a contar un montón de cosas donde aparece su historia. Cuenta que su papá siempre comía queso y la madre le decía que era una rata. Le digo “Bueno, capaz que vos tenés cara de rata porque te parecés a tu papá”. Esto de ponerla en la genealogía con el padre la lleva a ella a seguir asociando. Esto llevó mucho tiempo, aunque yo lo cuento resumidamente. Llevó mucho tiempo que ella pudiera pedir una licencia en su trabajo, traer a una hermana lejana, que era lo único que ella tenía de familia. Como ella fue trabajando, resultó ser una neurótica. Finalmente, ella cursó un análisis con buenos efectos para ella.

En este caso, habían muchos indicadores que decían que era una psicótica, pero ella empieza a asociar y a situar su drama a partir de este novio que la dejó, que la remite a su padre, que era muy denigrado, ahí aparece otro tipo de duelo y de faltas. No era que faltaba el significante del nombre del padre, sino que estaba devaluado.

Pregunta: En el caso que vos contabas de N, ¿cómo se llegó a hacer un descompletamiento de este amor absoluto?
E.F.: Yo creo que es transferencia. Cuando yo le digo que estoy dispuesta a interrumpir el tratamiento ante su desconfianza y suspicacia puesta en la relación transferencial, ¿cómo seguir trabajando con alguien que deconfía? Si ella no me cree que tenía una relación de colegas con P, ella ahí puede hacer ese movimiento, al no querer perderme, y dice que me cree. Ahí dice “¿Quién va a pensar que P, además de amar a su mujer y a mi, va a amar a otra?” ¡Por suerte P no es único, también ama a la mujer! A partir de ahí, en transferencia se juga algo de la posibilidad de perder y puede llegar a Nunca P.

Pregunta: ¿Cuántas veces a la semana la veías?
E.F.: Cuando empezó, la he llegado a ver 3 veces en un día. Se trata de situaciones muy límite donde se juega un pasaje al acto, un intento de suicidio, homicidio… Yo nunca he sido internista, por eso podía llegar a ver -ya no tengo la juventud ni el entusiasmo para abordar este tipo de pacientes- muchas veces. Esto durante los primeros meses, luego se van viendo los primeros efectos por la medicación, la palabra, por la relación transferencial que se empieza a armar.

La transferencia es un instrumento importantísimo. Es en transferencia y desde ella que trabajamos. No podemos trabajar sin ella, aun en transferencia negativa, Lacan dice que puede ser muy fructífera siempre que no sea un obstáculo total. Cuando es un obstáculo total, como la erotómana con el analista, ahí no se puede trabajar. Peor puede darse una derivación posible y que el tratamiento siga.

Pregunta: ¿Es cierto que los suicidas no avisan?
E.F.: No es que los suicidas no avisan, sino que algunos melancólicos no avisan, lo que no es lo mismo. El suicidio lo puede cometer cualquier persona con cualquier estructura, que no siempre sigue la regla de no decirle a nadie. Eso de no avisar ocurre en ciertas melancolías, no todas, donde no dan datos y sorprenden a todos. Pero muchas veces el suicida avisa, dicen que no pueden más y que quieren tirarse por la ventana. La clínica no es “Los que se van a suicidar no avisan”, no, muchísimos avisan. Los melancólicos no.