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viernes, 24 de abril de 2020

Metáfora y metonimia. Metáfora paterna.

Fuente: Clase de Daniel Zimmerman del 13/9/12, cátedra "Psicoanálisis 2" - UMSA.
Hoy vamos a ver el tercer aspecto del módulo de la cursada, tratando de aproximarnos a esta afirmación de Lacan acerca de que el inconsciente, tal como lo presenta Freud, estaría estructurado como un lenguaje. Lo anterior que habíamos visto, podríamos graficarlo:


Leyendo el texto de Jakobson, habíamos dicho que el citaba otro texto que nos parecía interesante para aproximar la última vuelta en esta cuestión del lenguaje y cómo funciona el inconsciente, a partir de aproximarnos a lo que ya habíamos anticipado como eje de similutud y contigüidad, que Jakobson daba por sabido para referirse a cómo funcionaba el mensaje poético y que nos va a llevar en la medida que leamos este texto, a vincularlo con la metáfora y la metonimia en el sentido poético del lenguaje para vincularlo con la vuelta de tuerca que le da Lacan en relación a los procesos que intervienen en el trabajo del inconsciente.

FUNDAMENTOS DEL LENGUAJEPARTE II: DOS ASPECTOS DEL LENGUAJE Y DOS TIPOS DE AFASIASI. LA AFASIA COMO PROBLEMA LINGÜÍSTICOSi la afasia es un trastorno del lenguaje, según sugiere el propio término, entonces todo intento de descripción y clasificación de los síndromes afásicos debe empezar por la cuestión de saber cuáles son los aspectos del lenguaje alterados en las diversas clases de afasia.
Ese es el eje que va a encauzar su pregunta.
II. EL DOBLE CARÁCTER DEL LENGUAJE.Hablar implica efectuar dos series de operaciones simultáneas: por un lado, supone la selección de determinadas entidades lingüísticas [por ejemplo, cierta cantidad de palabras del léxico] y, por el otro su Combinación en unidades lingüísticas de un nivel de complejidad superior [de este modo se realiza una división del lenguaje según dos direcciones: la de las  selecciones y la de las combinaciones]. Esto se ve claramente al nivel del léxico: el hablante [locutor]  selecciona palabras y las combina formando frases de acuerdo con el sistema sintáctico de la lengua que emplea, y a su vez, las oraciones se combinan en enunciados.
Está claro que cuando yo digo esto, estoy seleccionando entidades lingüísticas. Este próximo párrafo me gustaría subrayarlo por lo que van a ver en la psicosis:
Pero el hablante no es en modo alguno un agente totalmente libre en su elección de palabras: la selección (excepto en el caso infrecuente de un auténtico neologismo) debe hacerse a partir del tesoro léxico que él mismo y el destinatario del mensaje tienen en común.
Es decir, nosotros estamos forzados a elegirlas y ponerlas en continuidad con el repertorio que tenemos. En el caso que no se cumpla esa regla, es un caso infrecuente de neologismo. Acá neologismo es un sentido amplio, porque a medida que la lengua se va recreando permanentemente, siempre hay palabras nuevas que en un primer momento se llaman neologismos y que después adquieren una significación común y son incorporadas a la lengua. Lo que van a ver en la psicosis, es que justamente el lenguaje se va perturbar de tal modo que el sujeto va a romper esta regla y va a referir a palabras existentes de significados inusuales, o va a inventar palabras para expresar significaciones también particulares.
Incluso cuando teóricamente son posibles otras combinaciones de fonemas, el hablante, por regla general, es sólo un usuario de palabras [word-user] y no un acuñador [creador] de palabras [word-coiner].
“Por regla general” dice. Ya vimos que un chiste puede basarse en una palabra que no existe, como famillionarmente. Esto es un neologismo, en sentido estricto, porque la palabra es inventada. Podríamos ver también que no solo en la psicosis, sino en el polo extremo, la poesía misma puede hacer un uso más libre del lenguaje. Incluso el poeta puede inventar palabras a los fines de su expresión de lo que quiere decir.
Todo signo lingüístico se dispone según dos modos:1) La combinación.- Todo signo está formado de otros signos constitutivos y / o aparece únicamente en combinación con otros signos. Esto significa que toda unidad lingüística sirve a la vez como contexto para las unidades más simples y/o encuentra su propio contexto en una unidad lingüística más compleja. De aquí que todo agrupamiento efectivo de unidades lingüísticas las englobe en una unidad superior: combinación y contextura son dos caras de la misma operación.
Con contextura se refiere al contexto en el que aparece. Si usamos el ejemplo del significante “mate”, según cómo lo combinemos va a dar su significación.
2) La selección.- Una selección entre alternativas implica la posibilidad de sustituir una por la otra, equivalente a la anterior en un aspecto y diferente de ella en otro. De hecho, selección y sustitución son dos caras de la misma operación.
Está claro ahora por qué nos refería en el otro texto a que fuéramos a éste. Es lo que él decía: cuando un poeta elige, puede elegir entre pibe, muchacho, o lo que fuera. Hay un criterio para elegirlo, que es equivalente en cierto modo pero diferente en otro. Va a poner el acento en cómo suena pero una palabra que tenga un punto de equivalencia con la otra, juega a su vez una diferencia.
Está claro que los trastornos del habla pueden afectar en grado variable la capacidad del individuo para combinar y seleccionar las unidades lingüísticas; de hecho, la cuestión de saber cuál de estas dos operaciones resulta principalmente dañada, alcanza notable importancia en la descripción, análisis y clasificación de las diversas formas de afasia.
Repasa clasificaciones previas, y luego da ejemplos:
Para los afásicos del primer tipo (los de la selección deficiente), el contexto constituye un factor indispensable y decisivo. Cuando se les muestran retazos de palabras o frases, tales pacientes las completan rápidamente. Hablan por pura reacción: mantienen fácilmente una conversación, pero les es difícil iniciar un diálogo; son capaces de replicar a un interlocutor real o imaginario cuando son, o creen ser, los destinatarios del mensaje. Les cuesta especialmente practicar, e incluso comprender, un discurso cerrado como el monólogo. Cuanto más dependan sus palabras del contexto, más éxito tendrán en sus esfuerzos de expresión. Se muestran incapaces de articular una frase que no responda ni a una réplica de su interlocutor ni a la situación que se les presenta. La frase “está lloviendo” no puede articularse a menos que el sujeto vea realmente que llueve.
Este es otro ejemplo:
«Tengo un piso muy bonito, vestíbulo, dormitorio, cocina», dice la paciente de Goldstein. «No, también hay pisos grandes, sólo en la parte de atrás viven los solteros» En lugar de  solteros, podría haber escogido una forma más explícita, el grupo  gente no casada, pero la hablante prefirió emplear un solo término; cuando se le insistió para que respondiera lo que era un soltero, la paciente no contestó: «aparentemente estaba distraída» […] Los términos equivalentes se transforman en partes correlativas de la frase y como tales ligadas por la contigüidad. La paciente era capaz de escoger el término adecuado, soltero, cuando se apoyaba en el contexto de una conversación habitual sobre los «pisos de soltero», pero no podía utilizar el grupo de sustitución  soltero = hombre no casado como tema de la frase, porque se encontraba alterada su capacidad de efectuar selecciones y sustituciones autónomas.[…]La misma dificultad surge cuando se pide al paciente que nombre un objeto que el observador señala o maneja. El afásico cuya facultad de sustitución se encuentra alterada no podrá completar con el nombre de un objeto el gesto que hace el observador al indicarlo o tomarlo. En lugar de decir «eso se llama un lápiz», se contentará con añadir una observación elíptica acerca de su uso: «escribir».
O por ahí, en vez de “tía” dice “la hermana de mi papá”. Los afásicos van a refugiarse en la contigüidad al no poder encontrar la sustitución. Éstos son todos ejemplos donde está afectado… También podríamos subrayar esto:
Los afásicos de este tipo no pueden pasar de una palabra a sus sinónimos o circunlocuciones ni a sus heterónimos, es decir, a las expresiones equivalentes en otros idiomas. La pérdida de la capacidad políglota y consiguiente confinamiento en una sola variedad dialectal de una única lengua son manifestaciones sintomáticas de este trastorno.[…]«Cuando no conseguía recordar la palabra ‘negro’, describía este color como ‘lo que se hace por los muertos’, lo que abreviaba diciendo ‘muerto’»Tales metonimias pueden caracterizarse como proyecciones de la línea del contexto habitual sobre la línea de sustitución y selección: un signo (tenedor, por ejemplo) que suele aparecer junto a otro (cuchillo) puede usarse en lugar de este último. Expresiones como «cuchillo y tenedor», «lámpara de mesa» o «fumar en pipa» han provocado las metonimias tenedor, mesa, fumar; la relación entre el uso de un objeto (una tostada por ejemplo) y el medio de producirlo da lugar a la metonimia comer por tostadora.[…]Cuando la capacidad de efectuar selecciones está seriamente dañada y se conserva, al menos parcialmente, la facultad combinatoria, entonces la contigüidad determina la totalidad de la conducta verbal del paciente, dando lugar a un tipo de afasia que podemos llamar trastorno de la semejanza.
Entonces, va a tomar este primer trastorno de afasia, trastorno de la semejanza. En la medida en que está afectado la selección, parcialmente conservada la capacidad de combinación y acá dijo metonimia. Metonimia como vamos a ver más adelante. Ya podemos decir, según los términos que encontramos acá:
  • Contigüidad
  • Concatenación
  • Combinación.           
  • Metonimia
Se trata del procesamiento de palabra a palabra. Una palabra induce a otra palabra. En estos tipos de afasia, lo que predomina en el trastorno es en el eje de la semejanza.
IV. El trastorno de la contigüidad. […]En esta afasia, en la que se altera la capacidad de contextura, que podría llamarse trastorno de contigüidad , disminuye la extensión y variedad de las frases. Se pierden las reglas sintácticas que disponen las palabras en unidades superiores; esta pérdida, llamada agramatismo, es causa de que la frase degenere en “mero montón de palabras”, usando la imagen de Jackson. El orden de las palabras se vuelve caótico y desaparecen los vínculos de la coordinación y la subordinación gramaticales, tanto de concordancia como de régimen. […] de ello surge el modo de expresión que se ha dado en llamar “estilo telegráfico”. La palabra que menos dependa gramaticalmente del contexto, será la que mejor se mantenga en el habla de los afectados por un trastorno de contigüidad y la que antes se pierda como consecuencia de un trastorno de las semejanza. Por ello, el sujeto, pieza clave de la frase, es el primer elemento que hacen desaparecer de esta los trastornos de la semejanza y el que más tardan en destruir las afasias de tipo opuesto.O sea que al anterior le costaba poner el sujeto. Ésta es lo primero que pone en la oración.Una vez que falla la contextura, el paciente, que sólo puede intercambiar los elementos de que dispone, maneja semejanzas y cuando identifica algo lo hace de modo metafórico, no ya metonímicamente como los afásicos de tipo contrario. Catalejo por microscopio y fuego por luz de gas son ejemplos típicos de tales expresiones, que Jackson denominó cuasi metafóricas, ya que se distinguen de las metáforas retóricas o poéticas por no presentar una transferencia de significado deliberada.
¿Acá que palabras tendríamos?
  • Sustitución
  • Selección,
  • Continuidad
  • Metáfora.
Todas estas tienen dificultades para sustituir una palabra por otra. En el último punto, Jakobson va a poner las palabras que pusimos al final: metáfora y metonimia. Metáfora es palabra por palabra, la sustitución de una palabra por otra palabra. Y metonimia implica la concatenación (o la relación) de una palabra a otra. Esto es lo que desarrolla en el último punto.
V. LOS POLOS METAFÓRICO Y METONÍMICOLa afasia presenta numerosas variedades muy dispares, pero todas ellas oscilan entre uno y otro de los dos polos que acabamos de describir. Toda forma de trastorno afásico consiste en una alteración cualquiera, más o menos grave, de la facultad de selección y sustitución o de la facultad de combinación y contextura. En el primer caso se produce un deterioro de las operaciones metalingüísticas, mientras que el segundo perjudica la capacidad del sujeto para mantener la jerarquía de las unidades lingüísticas. El primer tipo de afasia suprime la relación de semejanza; el segundo la de contigüidad. La metáfora resulta imposibilitada en el trastorno de la semejanza y la metonimia en el de la contigüidad.
Sería adecuado hablar del desarrollo metafórico del primer tipo discurso y desarrollo metonímico para el segundo, dado que la inscripción más concisa de cada uno de ellos se contiene en la metáfora y en la metonimia respectivamente.
En un conocido test psicológico, se presenta un nombre a unos niños y se les pide que manifiesten la primera respuesta verbal que les venga a la cabeza.
Se les dan unas palabras y se les pide que asocien.
Una de las respuestas al estímulo cabaña (hut) fue  se ha quemado (o quemada: burnt out en el original, T.); otro, es una casa pequeña pobre. Ambas reacciones son predicativas, pero la primera crea un contexto puramente narrativo, mientras que en la segunda se establece un doble enlace con el sujeto hut: por un lado, una contigüidad de posición (en este caso sintáctica), y por otro una semejanza semántica.El mismo estímulo produjo también las siguientes reacciones sustitutivas: la tautología cabaña; los sinónimos choza y chamizo (cabin y hovel) ; el antónimo  palacio (palace) y las metáforas antro y madriguera (den y burrow). La capacidad que tienendos palabras de reemplazarse la una a la otra nos da un ejemplo de semejanza posicional; […] Las respuestas metonímicas al mismo estímulo, como chamiza, lecho de paja o pobreza (thatch, litter y poverty) combinan y contrastan la similitud posicional con la contigüidad semántica.[…]En poesía diferentes razones pueden determinar la elección entre estos dos tropos. La primacía del proceso metafórico en las escuelas literarias del romanticismo y del simbolismo se ha subrayado repetidas veces, pero todavía no se ha comprendido suficiente que en la base de la corriente llamada “realista”, que pertenece a una etapa intermedia entre la decadencia del romanticismo y el auge del simbolismo y se opone a ambos, se halla, rigiéndola de hecho, el predominio de la metonimia. Siguiendo la vía de las relaciones de contigüidad, el autor realista opera disgresiones metonímicas de la intriga a la atmósfera de los personajes al marco espacio-temporal. Gusta de los detalles cuya función es la de una sinécdoque.
Sinécdoque es tomar la parte por el todo.
En la escena del suicidio de Anna Karenina, la atención artística de Tolstoi se concentra en el bolso de la heroína; y, en Guerra y pazelmismo autor emplea las sinécdoques “pelo en el labio superior” y “hombros desnudos” para referirse a los personajes femeninos a quienes pertenecen tales rasgos.
Esa cuestión de la parte por el todo, que tiene que ver con el realismo y con la metonimia, se ve muy claro en el cine. Cuando de repente, a un personaje que ya conocemos por alguna característica, se abre una puerta y lo primero que se ve es un cigarro. Y todos decimos “es fulano”.
Un destacado ejemplo de la historia de la pintura es la manifiesta orientación metonímica del cubismo, el cual transforma cualquier objeto en un conjunto de sinécdoques;
Recuerden la parte por el todo. En poesía sería “En el horizonte se formaron 3 mástiles”. Nadie va a imaginar que en el horizonte aparecieron 3 palitos solos. El mástil está formando como parte del todo “barco”. Otro podría ser “Hoy entraron al mercado de Liniers 400 cabezas”. Eso es una sinécdoque, que funciona.
Mi gran sorpresa es que Jakobson, antes que Lacan, se mete en temas freudianos. Hacia el final dice:

En todo proceso simbólico, tanto intrasubjetivo como social se manifiesta la competencia entre los dos procedimientos metafórico y metonímico. Por ello, en una investigación acerca de la estructura de los sueños, la cuestión decisiva es saber si los símbolos y las secuencias temporales utilizadas se basan en la contigüidad (“desplazamiento” metonímico, y “condensación” sinécdoquica freudianos) o en la similaridad (“identificación” y “simbolismo” freudianos).
Esto lo dice Jakobson y lo dice al pasar, pero no se mete más que en esto. Jakobson dice que reconoce en el desplazamiento de Freud la metonimia y propone para la condensación la sinécdoque. Parece que en la contigüidad estarían basados el desplazamiento y la condensación, las 2. Y en la semejanza, la identificación y el simbolismo.
Si la condensación es la parte por el todo, uno podría en cierta manera estar de acuerdo. Si la sinécdoque es la parte por el todo y la condensación es juntar varios aspectos en una sola cosa (cada aspecto remite al todo), entonces es bastante coherente.
Freud dice que soñar salir del agua tiene que ver con nacer. No dice condensación ni desplazamiento, Freud dice simbolismo. Él nos autoriza a decir que en una escena donde alguien es rescatado del agua, puede leerse como nacimiento. O tiene que subir escaleras, puede ser el símbolo del acto sexual. Jakobson dice que se está privilegiando el eje de sustitución. Y por último, el último párrafo dice:

El principio de la semejanza rige la poesía; el paralelismo métrico de los versos o la equivalencia fónica de las palabras que riman suscitan la cuestión de la semejanza y el contraste semánticos; existen, por ejemplo, rimas gramaticales y antigramaticales, pero nunca rimas agramaticales. La prosa, en cambio, se desarrolla ante todo por contigüidad.Hasta acá sería el desarrollo lingüístico. Hemos resumido, a propósito de la afasia, para conocer estos ejes de sustitución y de contigüidad que nos llevaron a la metáfora y la metonimia.
Lacan, en el texto “La Instancia de la letra en el Inconsciente”, va a desarrollar sus cuestiones sobre la metáfora y la metonimia. Plantea el algoritmo del inconsciente (S/s) y se mete en este texto de Jakobson. Lacan menciona la formulación de Jakobson, y va a subrayar la relación de la metonimia como palabra a palabra y la metáfora como una palabra por otra.
La clave que va a poner Lacan en esta cuestión es que si hay sustitución y hay contigüidad, decimos en principio “palabra a palabra”, pero si buscamos decirlo de una manera más estricta, vamos a volver a poner en primer plano al significante para decir que son operaciones de estructuras que tienen que ver con la sustitución de un significante a otro o, en la contigüidad, un significante por otro.
Según Lacan, el inconsciente funciona con el algoritmo S/s. Él va a proponer 2 fórmulas, para la metáfora y la metonimia para después ligar la metáfora a la condensación y el desplazamiento a la metonimia.
Lo que este nos permitió desarrollar en cuanto a la incidencia del significante sobre el significado permite su transformación en
F(S) 1/s

Fue de la copresencia no sólo de los elementos de la cadena significante horizontal, sino de sus contigüidades verticales, en el significado, de las que mostramos los efectos repartidos según dos estructuras fundamentales en la metonimia y en la metáfora.
Podemos simbolizarla así:
¿Cómo se lee la fórmula?
[…]es la conexión del significante con el significante la que permite la elisión por la cual el significante instala la carencia de ser en la relación de objeto, utilizando el valor de remisión de la significación para llenarlo con el deseo vivo que apunta hacia esa carencia a la que sostiene. El signo - situado entre ( ) manifiesta aquí el mantenimiento de la barra -, que en el primer algoritmo marca la irreductibilidad en que se constituye en las relaciones del significante con el significado la resistencia de la significación.
La metonimia es palabra a palabra, esto está en contigüidad. Un significante está en continuación con otro. La función metonímica, es decir, la función de relación entre un significante a otro significante, es congruente con (acuérdense que esta es la barra de la represión. Entonces dice, es congruente con el “mantenimiento de la barra”, que tiene que ver con la resistencia a la significación, es decir, que podemos inferir que en la medida que esto se mantiene, todavía no se ha producido nada que tenga que ver con el atravezamiento de esa barra que es lo que va a tener que ver con la metáfora. Según Lacan, en la metonimia lo que se verifica es que la relación entre los significantes es de contigüidad y esa contigüidad es congruente con el mantenimiento de la barra. Podemos decir que es el modo de hablar hasta que se produce el tropiezo, o el olvido.

Hagamos el contraste con la metáfora. Lacan, a la metáfora la escribe así: 
S’ viene a sustituir a S, porque es la metáfora. Eso es congruente con S (+) s. Eso debe leerse así:
La estructura metafórica indicando que es en la sustitución del significante por el significante donde se produce un efecto de significación que es de poesía o de creación, dicho de otra manera de advenimiento de la significación en cuestión. El signo + colocado entre paréntesis manifiesta aquí la trasposición de la barra - y el valor constituyente de esa trasposición para la emergencia de la significación.
Esto funciona tanto para la poesía como para un chiste. O el fallido de “putear” por “tutear”, llegado al extremo. La otra lectura que se puede hacer de ese (+) es que el significante queda cargado con un plus de significación. Está en el chiste, en el sueño y el paso fuerte sería afirmar que también ocurre en el síntoma neurótico.
La metáfora paterna es una especie de metáfora, donde hay una sustitución que es crucial que el sujeto haga. Entonces decir que hay un problema con la metáfora paterna es decir que hay un problema en la psicosis al nivel del significante. El agujero es simbólico. Lacan dice que en un determinado momento puede haber una invitación a un determinado sujeto a intentar a hacer metáfora con un significante y resulta que ese significante el sujeto no lo tiene. El agujero del que habla, en esta fórmula, estaría acá:
Ese sería el problema en la psicosis para Lacan. Una determinada situación de la vida apremia al sujeto a sostenerse en el universo simbólico. Y cuando tiene que ponerse en la operación de sustituir significantes, se encuentra con que hay un significante que falta: el nombre del padre. El nombre del padre es un significante y no un significante cualquiera. Es un significante primordial. Entonces, decir que falta la metáfora paterna quiere decir que falla en la obligación de sustitución de un significante, una metáfora. Y no una metáfora cualquiera: aquella en la que el significante “nombre del padre” tiene que devenir de su función sustituyente. Una situación típica sería un hombre al que la esposa le anuncia que está embarazada, ese sujeto, para sostenerse de la novedad de la paternidad necesita del apoyo significante simbólico del nombre del padre. Y cuando lo va a buscar, no está, no lo tiene. Ahí la estructura se descompensa. La falla estaba, pero nunca se había puesto en manifiesto. Esto ocurre tanto en hombres como en mujeres.
El delirio, en esta teoría, la reacción vecina al agujero, resultado de la confrontación con la falla. El delirio es la reacción significante, la conmoción significante, frente a la confrontación del agujero. El delirio no llena el agujero.
Finalmente, el psicótico tiene un hablar más bien metonímico y falla en algunas metáforas.

Próxima clase: El síntoma como metáfora.

jueves, 11 de julio de 2019

Clínica de la psicosis: certeza, creencia delirante y alucinaciones


Hoy veremos algunas de las consecuencias de la forclusión del significante Nombre del Padre. Por efecto del mecanismo de forclusión, este significante ordenador de la cadena se halla en el campo de lo Real constituyendo la estructura de la psicosis. Tiene una consecuencia irreparable para la subjetividad, que es la estructura de la psicosis, la cual hay que ubicarla como un fenómeno del lenguaje.

La teoría de Lacan pasa de ser estructuralista a ser una teoría nodal. Si la estructura de la psicosis es nudal, ¿A qué nudo corresponde? Es desde esta conceptualización que Lacan avanza en el concepto de suplencia para una dirección a la cura posible para la psicosis. 

¿Qué quiere decir formaciones de lo real? En principio, quiere decir que el significante fundamental está en ese campo y no en lo simbólico. Esto es sumamente importante, ya que permite leer los significantes forcluídos en un tiempo de trabajo. Podemos leer también en esta estructura un movimiento de retorno, no se trata del retorno de lo reprimido como en las neurosis, sino del retorno de lo Real. 

Lo que retorna son lo que llamamos formaciones de lo Real, y las ubicamos como fenómenos del lenguaje con características precisas. La psiquitaría los llama fenómenos elementales o fenómenos primitivos. Primitivos en relación al delirio, que lo colocan como secundario.

Jacques Lacan ubica que la estructura de las alucinaciones y el delirio son fenómenos elementales porque dan cuenta de la estructura misma. Nos podemos preguntar ¿el inconsciente a cielo abierto? Los fenómenos elementales tienen 3 características:
  1. Se sitúan en un período primitivo de las psicosis. 
  2. Aparecen de forma irruptiva.
  3. Provocan perplejidad en quien la padece.
Las formaciones de lo Real son:
  • La intuición y la creencia delirante.
  • Las alucinaciones.
  • Los neologismos.
  • Las frases interrumpidas.
  • Los estribillos.
  • El delirio.
Frente a estos fenómenos del orden del lenguaje se nos presenta la pregunta: ¿Quién habla en las psicosis?

El sujeto los vive con extrañeza, pero tiene una certeza: lo que está en juego le concierne. Le responden, el hacen eco, lo desdoblan, así como él los interroga, los provoca y los define. 

La locura es vivida en el registro del sentido. El carácter clínico del psicótico se distingue por esa relación profundamente pervertida con la realidad, que se denomina delirio. ¿Qué es un delirio? Es un armado, una respuesta, una metáfora delirante para establecer un orden posible, una suplencia. La estructura misma hace suplencia. Hace años escuché a un sujeto relatar en su internación: Tengo la verdad, unos robots manejan el mundo. Me envían órdenes por ondas que atraviesan mi cabeza. Pudimos situar el momento del brote, cuando entra en la carrera de astronomía. Su mundo se desarma, no puede estudiar, se encierra,  o habla. Comienzan las voces, sensaciones en su cuerpo. Intenta un nuevo orden con su delirio y un modo de colocar en una trama loca sus alucinaciones le causan el efecto de perplejidad.

Estas cuestiones forman parte de nuestra práctica cotidiana y nos interrogan por la escucha y por el modo de trabajo.

Lo que está en juego no es la realidad. El sujeto admite que estos fenómenos son de un orden distinto al de la realidad. Sabe más bien, que su realidad no está asegurada, tiene una certeza. Lo que está en juego, desde la alucinación hasta la interpretación, le concierne. Otra paciente decía: “El mundo va por una vereda y yo voy por la otra, siempre por fuera, no encajo en ningún lugar”. Y es así. Se trata de una joven, detenida desde la adolescencia. Sus padres, preocupados, consultan. La paciente tenía problemas en relación a su imagen femenina y mucha dificultad frente al encuentro con el otro sexo. Es algo que dice que no está en condiciones de enfrentar y ni siquiera se lo puede imaginar. El sujeto psicótico le concierne la locura, porque capta que algo en él es diferente a los demás, que no funciona en el mundo y que no encaja. Se trataba de una psicosis sin desencadenar, donde la fijeza, certeza, la enfrentaban a un goce mortificante, metida en ese mundo con los padres.

Está en juego la certeza, que es radical e inquebrantable frente a nuestras intervenciones. Esto constituye lo que se llama fenómeno elemental o creencia delirante. Se llama “elemental” porque ese elemento muestra la estructura. Tanto la certeza como la fijeza nos indican la ausencia de la dimensión dialéctica. Lacan nos dice que lo propio del comportamiento humano es el discurrir dialéctico de las acciones, los deseos y los valores, que hace no solo que cambien a cada momento, sino de modo contínuo, llegando a pasar a valores opuestos en función de un giro en el diálogo. 

Esta dimensión dialéctica es fundamental, en las entrevistas preliminares para medir y calibrar la relación al lenguaje en que se encuentra el sujeto que nos consulta. Y esto sirve para determinar la dirección a la cura. 

¿Cómo leer los fenómenos en relación al lenguaje? Se presentan en el sujeto fenómenos que van desde el susurro ligero hasta las voces de la injuria. Estos fenómenos, que parecen auditivos, son del orden del lenguaje. 

¿Quién habla en la psicosis? Lacan sostiene que los fenómenos alucinatorios no son percepciones sin objeto, sino una producción significante impuesta al sujeto. Dan cuenta de la forclusión del Nombre del Padre que determina la estructura. Tratemos de ver que no se trata de un sujeto activo, sino de un sujeto que padece los efectos de la proliferación de significantes que lo atormentan. En en seminario sobre la psicosis, Lacan concibe la alucinación como efecto de la exclusión del Otro. Toma la alucinación verbal como uno de los fenómenos más problemáticos de la palabra. En el momento en que se da el fenómeno alucinatorio, en el momento de aparición de lo real, es decir, acompañado de ese sentimiento de realidad que lo invade, el sujeto habla con su yo, como si un tercero -su doble- hablase o comentara su actividad. Es un error considerar las alucinaciones como auditivas. Son partes del fenómeno del lenguaje bajo la forma de la voz. No podría hablarse sin oírse. La alucinación provoca perplejidad. 

Tomamos la alucinación como un relato que hace el paciente, no como algo que cuenta la familia, por ejemplo. No siempre el relato de la alucinación es directo. En muchas oportunidades el sujeto nos cuenta su respuesta frente al fenómeno alucinatorio. A partir de eso, podemos interrogar. Una paciente me trae en su relato peleas con su familia porque tarda mucho en el baño, deja a todos esperando. Le pregunto qué hace en el baño y me dice “Chancha, chancha”. Insisto por lo que pasa en el baño y ahí me cuenta que frente al espejo se para desnuda y ve como se agranda y se achica su vulva. Me hizo pensar en las teorías sexuales infantiles cómo aparecen en el campo de la alucinación: en lo real. En lo simbólico, hablaríamos de una teoría sexual. Luego, escucha un susurro que la lleva a frotarse hasta la irritación. Me dice “No, no puede ser. No, qué asquerosa, chancha, chancha”. Aquí estamos frente a alucinacipnes auditivas y visuales. Son fenómenos del orden del lenguaje. Le aparecen al bañarse, antes de acostarse, en la desnudez y frente al espejo. 

El fenómeno alucinatorio tiene gran importancia. A veces, si no lo relatan, es porque las voces mismas lo prohíben. Las voces tienden a establecer, por lo general, una relación de intimidad y exclusividad con el sujeto, como si se tratara de distintos yoes. La alucinación pone en juego un significante excluído del mundo simbólico. Este significante implica algo de la castración expulsada. 

El sujeto considera la alucinación como una señal, un mensaje con sentido dirigido a él. Este sentido, por lo general, se transforma en delirio para dar cuenta de su experiencia alucunada. Con el zumbido y el murmullo, testimonia su relación al significante. Esto quiere decir que lo que retorna de lo real es siempre un significante. Lo que signa a la alucinación es ese sentimiento particular del sujeto, el límite entre ese sentimiento de realidad e irrealidad que hace irrupción en el mundo externo. Es una realidad creado en el seno de la realidad como algo nuevo. 

La enseñanza de Lacan nos posibilita operar sobre estas manifestaciones, con y desde una concepción de sujeto (en su relación al significante y al goce) que nos hace posible tomar una posición frente al sujeto de la forclusión. Es desde esta posición que está la posibilidad de alojar las manifestaciones del goce que no han pasado por el significante. 

Una clínica de la suplencia apunta a la estabilización, producto de recibir una cesión de goce de ese sujeto psicótico que permite una formación significante en el campo de dispositivo del tratamiento. Se trata, entonces, de la limitación al goce, colocarle un límite.

¿Te interesa saber más sobre diagnóstico diferencial en los casos de alucinación? Mirá el post Cómo reconocer una estructura a partir de una alucinación.

lunes, 3 de junio de 2019

Sobre falta de sentido y psicosis.

Conviene precisar la relación entre falta de sentido y psicosis. En ésta el sentido del mundo y de la vida se descompone o pierde estabilidad, el resultado es, por ejemplo, una vivencia de fin del mundo que se debe precisamente a eso, de modo que la existencia misma del sujeto se ve amenazada. 

La consistencia del conjunto de significaciones que habitan el pensamiento se ve en la psicosis reducida a una sucesión de significantes cuyo interjuego no cristaliza en sentido compartible. Esto se mantiene a menos que se produzcan condensaciones que sirvan como base para reconstruir significaciones capaces de suplir el sentido perdido.

El proceso restitutivo del sentido puede o no suceder y es en él que tal vez sea posible la intervención de un analista, para lo que es crucial no caer en el error de no distinguir entre la función del significante y la del significado en la estructuración lenguajera del mundo. Ésta es la enseñanza insoslayable de Lacan que resumimos en el próximo párrafo.

La función de un orden significativo que provea de un sentido al mundo y a la vida, que posibilite su presentación imaginaria sin la cual todo es pura disgregación, no puede ser el resultado del empeño en hablar el mismo lenguaje que el paciente ni en lograr que éste entienda y hable el nuestro. El sujeto ya habla nuestro lenguaje (cf. Lacan, S3, Paidós, p.53), pero lo que está en la base de lo que dice no concierne a significaciones con valores de referencia o de verdad sino a los significantes con los que se estructura su pensamiento. Por eso en la psicosis los significantes, distintos de los significados que se puedan ver en ellos, se hacen oír como fórmulas, estribillos, neologismos, etc. Por eso también las palabras que cuentan, las claves, son escuchadas en su sólo valor de enunciación, provenientes de otro que se vuelve mayúsculo por absoluto, un Dios al modo del de Schreber, sostén suyo y del mundo. Este Otro hablará sin freno a menos que los significantes produzcan significaciones que se condensen en una metáfora, llamada delirante cuando se constituye en una paranoia o melancolía, quizás en una hipocondría, más o menos vivibles, más o menos socializadas.

Fuente: Raúl Courel (“Notas breves”, 2015/07/20).