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jueves, 7 de agosto de 2025

Agresividad e identificación narcisista: de lo imaginario a la estructura formal del yo

En la cuarta de las tesis que componen su texto La agresividad en psicoanálisis, Lacan establece una articulación clave entre agresividad e identificación narcisista. Es a través de este vínculo que se constituye lo que llama la estructura formal del moi (yo), y con ello, se moldea también el campo de los objetos en la experiencia humana.

Cabe recordar que estas formulaciones surgen en la década del 40, cuando Lacan inscribe estos desarrollos en el registro imaginario. Allí sitúa la pluralidad de los objetos, a diferencia del objeto simbólico privilegiado: el reconocimiento. En este contexto, la agresividad aparece como efecto estructural del estadio del espejo, en tanto el yo se forma mediante una imagen unificada y especular, cuya base es siempre una identificación alienante.

Puede decirse que en ese punto inaugural de constitución subjetiva, el sujeto se enfrenta a una disyuntiva estructural: la agresividad o la mediación de la palabra. La primera, ligada a la fascinación y rivalidad especular; la segunda, al ingreso en el orden simbólico, que habilita la diferencia y la falta.

Esta identificación imaginaria no solo configura el yo, sino que también estructura el mundo de los objetos. Y lo que Lacan subraya en este punto es su carácter formal: no se trata de un contenido psíquico, sino de una forma estructurante, determinada por la incidencia del significante. En este sentido, no es casual que el fantasma —en tanto escena subjetiva fundamental— aparezca inicialmente en el eje imaginario, condensado en la fórmula i(a).

Ahora bien, al referirse a lo formal, Lacan tiende un puente con la metapsicología freudiana: ¿qué implica llevar la agresividad más allá de su manifestación fenoménica? Significa inscribirla en una estructura que articule tópica, dinámica y economía. Es decir, dar cuenta de su función en el aparato psíquico, en el juego de fuerzas pulsionales y en la distribución del placer y el displacer.

Así, la agresividad se concibe en relación a los vínculos libidinales del yo con los objetos, y esta dimensión introduce una cierta medida, una equivalencia estructural. Al elevar la identificación al plano de lo formal, se revela también que detrás de esta se encuentra la repetición. El sujeto, como hablante, repite los mismos lazos libidinales, lo que evidencia una fijación estructural —una detención formal— en el modo en que se relaciona con el mundo y con el Otro.

miércoles, 6 de agosto de 2025

El analista como oráculo mudo: agresividad, transferencia negativa e impasibilidad

La posición analítica no consiste en responder todas las demandas del analizante, sino en saber abstenerse estratégicamente. Esa no respuesta, parcial y calculada, permite introducir una función particular: la del oráculo. No se trata del que profetiza o dirige, sino de un lugar del que se espera una respuesta que no llega. A ese lugar se le supone un saber, pero es precisamente la vacilación de esa certeza la que sostiene la ética del analista. Por eso, la abstinencia no es mera pasividad, sino la decisión de no ocupar los lugares del salvador, del guía o del contendiente.

Desde esta perspectiva, el analista no evita la transferencia de la agresividad, sino que, en cierto modo, la provoca. Y no por sadismo, sino porque esa agresividad está en la base estructural de la transferencia negativa, tema sobre el cual Lacan se interroga en el Seminario 11: ¿qué hacen los analistas con esa transferencia? ¿La enfrentan o la esquivan?

Si bien es claro que la transferencia positiva, anudada al Sujeto Supuesto Saber, constituye una condición del dispositivo analítico, no se puede obviar que es la transferencia negativa la que permite el acceso a la dimensión pulsional del sujeto. Quizás por eso Lacan, en Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, afirma que la pulsión solo puede abordarse después de haber trabajado la transferencia. ¿Pero de cuál transferencia se trata? Precisamente, de aquella que no está fundada en el amor, sino en un punto opaco, más allá del Ideal.

Lacan introduce un término clave en este contexto: impasibilidad. Se trata de una inmovilidad, una ataraxia ética del analista, que no responde al aquí y ahora de la escena, sino que sostiene una distancia que permite que lo transferido –incluida la agresividad– no se refleje, sino que resuene en un vacío operativo.

La impasibilidad clínica da lugar a una opacidad radical: algo que no se deja atrapar por la palabra ni por el reflejo especular. Por eso el analista deviene una suerte de espejo vacío: no refleja, y en ese no reflejar, permite que emerja aquello que normalmente queda excluido de toda representación.

La agresividad y el síntoma: del cuerpo fragmentado al lugar del Otro

Aquí señalábamos que la agresividad, entendida como efecto inherente a la captura narcisista, no debe confundirse con la agresión en sentido estricto. Sin embargo, esto no excluye que en ciertos casos pueda enlazarse a ella. Lacan distingue dos modos clínicos en los que la agresividad puede manifestarse: por un lado, como intención de agresión (que no implica necesariamente su realización efectiva); y por otro, y de manera más decisiva, como dislocación corporal.

En este segundo sentido, la agresividad se presenta como un efecto de la imposibilidad de unificación del cuerpo, un cuerpo que queda obturado por la imagen especular. Es decir, lo que se manifiesta como agresividad tiene como trasfondo una falla en la constitución de una imagen corporal unificada, propia del estadio del espejo.

Este planteo requiere una precisión en relación con la praxis analítica, que no apunta a corregir conductas, sino a dar lugar al síntoma. Allí donde algo del sujeto se repite en acto, el analista interviene para interrogar los significantes que han sido reprimidos. Desde esta perspectiva, el síntoma se entiende como un mensaje cifrado sobre la relación entre el sujeto y el Otro. Es decir, porta un sentido, una orientación, que se hace evidente tanto en las inflexiones del discurso como en las justificaciones, cálculos y modos de actuar con los que el sujeto intenta mantener distancia de la castración que el Otro encarna.

En este marco, las conductas del sujeto no tienen valor por su dimensión motriz o su contenido manifiesto, sino por su valor significante, es decir, por el lugar que ocupan en el entramado simbólico que configura su relación con el Otro.

Desde esta lectura, la agresividad puede reaparecer no solo como impulso dirigido a un semejante (otro con minúscula), sino también como efecto de una relación conflictiva con el Otro (con mayúscula), es decir, con la instancia simbólica. De allí que muchas veces se dirija al analista, que ocupa esa posición de Otro. El analista, al no responder desde el lugar de un saber supuesto o de una confrontación directa, permite que se revele el resorte significante de esa agresividad.

miércoles, 23 de julio de 2025

La agresividad, ¿es tributaria de la pulsion de muerte?

Dentro de la tríada de textos tempranos en los que Lacan aborda lo imaginario, destaca “La agresividad en psicoanálisis”, un escrito articulado a partir de una serie de tesis. Allí se introduce una distinción fundamental entre la agresión —como fenómeno concreto— y la agresividad, entendida como un efecto estructural que se manifiesta en la práctica analítica y que pertenece al orden de lo imaginario en el sujeto.

Este planteo permite desplazar la agresividad del plano de lo fenoménico hacia el de la estructura, lo cual marca una ruptura teórica decisiva. De hecho, este mismo pasaje del fenómeno a la estructura lo encontramos en el tratamiento lacaniano de la angustia. No se trata entonces de registrar manifestaciones agresivas, sino de interrogarlas como efecto de constitución subjetiva.

Si consideramos la agresividad como inherente al armado imaginario del sujeto hablante, cabe preguntarse: ¿hasta qué punto esta está ligada a la pulsión de muerte? Aunque este concepto ha sido reformulado a lo largo del tiempo, puede pensarse hoy en relación con la "acefalía de lo simbólico", y lo pulsional —en tanto empuje sin cabeza ni finalidad— se inscribe en el eje imaginario del esquema L.

El psicoanálisis es, ante todo, una experiencia del sujeto, y no hay sujeto sin imaginario. Por eso, la agresividad aparece como índice de esta estructura constitutiva. Concebir la praxis analítica como experiencia de sujeto implica asumirla como un trabajo, una elaboración dialéctica del sentido del discurso. Pero si el significante, en sí mismo, no significa nada, entonces ese sentido no puede ser reducido a una simple significación, sino que debe orientarse hacia el sin sentido como horizonte posible.

Así, cabe una última pregunta fundamental: ¿a dónde, o a quién, se dirige el sujeto en tanto es hablado? Lacan lo afirma desde sus primeros textos: la palabra implica al Otro como destinatario. En esa dirección se inscribe el decir, aunque no haya garantía de una respuesta. No existe palabra pura o neutra: toda enunciación comporta un destinatario, incluso si este permanece en silencio.

viernes, 13 de junio de 2025

Nominación y terceridad: la entrada en lo humano

En los primeros desarrollos de Lacan, la nominación aparece como un momento inaugural que introduce al infans en el universo del lenguaje. Se trata del baño simbólico que opera el Otro al dirigirle la palabra, con toda la carga de equivocidad que esto conlleva. Esta operación no solo desnaturaliza, sino que crea: a través del significante, algo nuevo se instala en el campo del sujeto.

La relación simbólica, tal como la define Lacan, no responde al tiempo cronológico. Por el contrario, se organiza a partir de una temporalidad estructural. En sintonía con la frase hegeliana “el concepto es el tiempo de la cosa”, Lacan sostiene: “Si debemos definir en qué momento el hombre deviene humano, digamos que es cuando, así sea mínimamente, entra en la relación simbólica”.

Esta relación es “eterna”, no simplemente porque implique siempre la presencia de tres figuras, sino porque el símbolo mismo introduce una terceridad que modifica la escena. Este tercero funciona como mediador, desdoblando el plano imaginario y posibilitando una reconfiguración del lazo.

Esa función de terceridad es clave para trascender la relación especular, marcada por la agresividad y el dualismo propios del registro imaginario. Por eso, lo simbólico pacifica. En el dispositivo analítico, este principio se hace evidente: la palabra dirigida al sujeto instala un tercero que convierte al vínculo analítico en algo radicalmente distinto de una relación dual.

La palabra —en tanto significante— tiene una función creacionista: funda una historia, una ficción que ubica al sujeto en un lugar en el origen. Esta dimensión no debe confundirse con una visión humanista, ajena al pensamiento lacaniano, sino que alude a la constitución del sujeto como efecto del significante.

Desde esta perspectiva, lo simbólico permite presentificar lo ausente, ya sea aquello que no está o incluso lo que nunca estuvo. Así se introduce una lógica del tiempo que no es lineal, sino que opera por retroacción, de modo que pasado, presente y futuro se reordenan a partir del retorno de lo simbólico en el inconsciente. Tal como ya señalaba Freud, se trata de un tiempo propio del inconsciente, no cronológico, sino lógico.

miércoles, 4 de septiembre de 2024

La agresividad ¿Por qué se manifiesta y cómo intervenir?

En la vida cotidiana, así como en la intimidad del consultorio, podemos encontrarnos con sujetos que se comportan de manera agresiva.

Esta agresividad puede dirigirse hacia otros (enojos, hostilidad, violencia verbal o física) o hacia sí mismos (autolesiones, adicciones, conductas antisociales, autocastigo, suicidio).

¿Cómo se explican estas diferentes manifestaciones de agresividad? La enseñanza clínica de Sigmund Freud.

El comportamiento humano es producto de la acción conjunta de la Pulsión de vida y la Pulsión de Muerte. Si se produce una desunión, se libera la Pulsión de Muerte en estado puro –mortífero-, generándose así una “satisfacción” sin miramientos y sin tope que, al expresarse de forma abrupta, resulta sumamente peligrosa, manifestándose como autodestrucción y/o agresión hacia el otro.

La Pulsión de Muerte, como nos enseña Freud, es ineliminable, pues es propia de la psiquis humana. Nos dice: “El ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad”.

Sin embargo… No todos los sujetos manifiestan en su vida cotidiana estas tendencias agresivas de forma brutal. ¿Por qué?

¿Qué se descubre en la práctica clínica cuando se manifiesta la agresividad en su forma más pura?

Por razones que son siempre singulares y que habrá que construir en un análisis, se descubre que, en los sujetos que padecen la acción desmedida de la Pulsión de Muerte, su Otro primordial no ha podido donar suficientemente el campo libidinal –amoroso- en tiempos de su temprana constitución. El amor permite que el empuje pulsional agresivo se integre con las Pulsiones de Vida (Eros), que es la fuerza vital, promotora y hacedora del deseo.

¿Qué-hacer como analistas frente a la Pulsión de Muerte?

La Intervención privilegiada: A través de las Construcciones en Psicoanálisis –intervención privilegiada para la Agresividad-, el análisis permite ligar la Pulsión de Muerte con la Pulsión de Vida.

De esta manera, ingresa en la vida del sujeto la trama simbólica (inconsciente), que estaba fuera de juego.

Consecuencias Clínicas de las Construcciones en Psicoanálisis

Las Construcciones en Psicoanálisis permiten reconstruir tramos de la historia infantil del paciente, que por haber sido sumamente traumáticos, quedaron sin palabras y sin elaboración.

Hablar sobre lo traumático descongela los significantes superyoícos crueles y mortíferos –naturalizados por el sujeto-, que fueron convertidos en Agresión hacia otros o autoagresión.

¡¡Clave Clínica!!

Elaborar lo traumático –a través de las construcciones de la historia infantil- permite que la Pulsión de Muerte se ligue a la Pulsión de Vida y, de esta manera, encuentre un tope y un impedimento para descargarse en forma directa, menos que menos brutal, sobre los otros o sobre uno mismo.

miércoles, 5 de junio de 2024

El amor en la neurosis obsesiva

No hay un desarrollo específico sobre el amor en la neurosis obsesiva en Freud y Lacan, sino que es algo que hay que construir mediante las referencias. Por ejemplo, estas referencias están en: 

  • El mito individual del neurótico 
  • Variantes de la cura tipo.
  • Seminario V.

El amor en los tres registros

El amor no es un concepto simple, sino que admite un despliegue. Lacan lo trabaja en los tres registros en distintos momentos de su enseñanza, que se articulan unas con las otras.

El amor imaginario. Aquí se ponen en juego algunas variables que tienen que ver con la dimensión especular del amor, es decir, la identificación. El amor en su dimensión especular implica el amor al semejante, lo igual y lo afín. Se ama a lo que es igual a uno mismo, lo que sostiene el narcisismo y a lo que sostiene al yo. 

El amor imaginario, a su vez, se contrarresta con la agresividad, en la medida que el semejante presenta un elemento que vaya en contra del narcisismo y fragmente la imagen. Puede ser un cuestionamiento, una interpretación, no seguir con la afinidad. Lo que no es la mismidad, pone en juego a la agresividad porque fragmenta el espejo.

El pasaje de amor a la agresividad es bastante habitual y está presente en los trabajos del narcisismo y las cuestiones de lo imaginario. Si tomamos los aspectos imaginarios, estas conductas pueden ser extremas, tanto un pegoteo narcisista como la agresividad. El pasaje de las pasiones imaginarias del amor al odio pueden ser abruptas. Esta clase de amor implica a la agresión, depende si la imagen está completa (amor) o fragmentada (agresividad). No hay una sin la otra y lo que pacifica esos planos es lo simbólico, presentado como lacan como el pacto simbólico de los significantes. El pacto simbólico de los significantes da lugares, roles y leyes al funcionamiento imaginario.

La otra dimensión imaginaria es el reconocimiento. El semejante que reconoce al sujeto en su imagen completa es al que se ama, o sea que también sostiene al narcisismo.

La idealización. Esta dimensión del amor está entre simbólico e imaginario, porque remite a un elemento de lo simbólico que comanda a este último: el ideal del yo. Se ama a aquello que se idealiza, aquello que se ubica del lado del ideal del yo. En el lenguaje popular aparece como admiración y está en el plano de lo que Freud ubica de la relación del amor con la sugestión en Psicología de las masas. Cuando uno ama, queda hipnotizado por aquel que ama y uno queda sugestionado. Para que eso pase, hay que ubicar al amado en el lugar del ideal del yo.

El amor simbólico: amor como falta. "Dar lo que no se tiene" implica la castración, la falta a nivel de lo simbólico que pone en juego la dimensión del amor en relación al falo y la castración. Se trata del amor ligado a la dimensión del deseo. El deseo es en falta, pero no se trata del deseo que se desplaza por los significantes que el amor que implica al deseo. Se trata de un amor en falta, situado en dar lo que no se tiene. 

Para dar lo que no se tiene, solo puede darse en posición de falta y de castración. Esta dimensión del amor en falta puede o no articularse -incluso ir en contra- del amor imaginario. Mientras en el amor imaginario se sostiene la imagen completa del narcisismo, en el amor de dar lo que no se tiene implicará una falta a nivel del narcisismo, una división subjetiva. Adelantamos que esto, en la neurosis obsesiva, suele ser difícil pues requiere ubicarse en el lugar de falta.

El amor real (registro). Lacan lo trabaja, por un lado, a nivel de la pulsión y el objeto a. esta dimensión del amor no implica al deseo como la simbólica, sino al goce. Implica la relación que el amor tiene con el objeto a y lo que Freud trabaja como punto de fijación. Se ama desde el fantasma, según Lacan. Se hace lazo amoroso con el otro en el punto cumple con una condición fetichista de goce. El ejemplo en Freud es "el brillo de la nariz" (glanz/glance), donde encontramos el rasgo de atracción que le gustaban a ese hombre y que lo enamoraban. Glance en inglés es brillo, mientras que glanz en alemán es mirada, lo que pone en juego, fantasmáticamente, lo que guía la pasión amorosa.

En esta dimensión real, ligada al objeto fetichista y al fantasma, se pone en juego la dimensión de la pasión. Apasiona algo en la dimensión del objeto, no en el deseo sino en el goce. Es un punto en el amor que lo vuelve pasional. El sujeto no puede dominarla, sino que se lo lleva puesto, porque tiene que ver con una dimensión real: la pulsión -o el goce- que se impone. 

Lacan también trabaja el amor real al hablar del amor como contingencia, en el sentido de tyché, el encuentro no previsto ni ubicado según las leyes previas del significante y el fantasma. Del otro lado aparecen signos donde no debería haber relación sexual. Allí donde no hay encuentro posible, aparece del otro lado un signo que provoca un efecto amoroso. Ese elemento es contingente, novedoso en el amor, que se pone en juego como segunda dimensión del amor real.

💚Como vemos, las teorizaciones del amor tienen bastantes puntos de la teoría, desplegándolo como concepto en las distintas dimensiones. 

En cuanto a la neurosis obsesiva, Lacan desde el comienzo pone en juego distintos aspectos que tienen que ver con lo amoroso. Hace referencias particulares al amor de los obsesivos, que tiene que ver con sus variables estructurales. En la clínica aparecen varias presentaciones de esta neurosis, aunque en la teoría aparezcan teorizaciones reducidas y tipificadas.

La pregnancia del amor imaginario

De entrada, en Variantes de la cura tipo, Lacan plantea que el obsesivo imaginariza las cuestiones del amor. El obsesivo, dice Lacan, arrastra hacia la jaula de su narcisismo al objeto de amor. Por ejemplo, el Hombre de las ratas lo hace con su padre idealizado y también a la dama de sus pensamientos. 

El obsesivo se ubica en el amor por la vía del semejante, a nivel de lo imaginario. Ama aquello que lo que sostiene su propio narcisismo, lo que le devuelve una imagen completa. Lo que no sostiene su narcisismo le resulta una amenaza, a la cual responde con agresividad.

Esta posición en lo amoroso, esta tendencia a la imaginarización de lo amoroso, implica pensar en términos de lo igual. Un obsesivo busca a alguien que le sostenga su narcisismo, ya sea de superioridad, su saber, su capacidad de proteger, de poder, etc. También aparece el "amor siempre igual", el amor aburrido y dormido en el obsesivo, rutinario, lo conocido. 

La dimensión que implica este tipo de amor, sostenida por Lacan en toda su obra, es la inflación imaginaria en la que se sostiene el obsesivo. Esto está en El mito individual del neurótico (anterior al seminario 1) hasta el seminario 24, cuando habla de la fábula de la rana que se puede parecer al buey. Esto ya está situado a nivel del sinthome del obsesivo: la dimensión imaginaria y del yo es la que el obsesivo se sostiene y padece. Por lo tanto, cuando el obsesivo se enamora aparece imaginarizado.

La dimensión del deseo en la neurosis obsesiva: el deseo imposible

En la obsesión, el deseo aparece imposible, según leemos en el seminario 5. El deseo aparece como imposible porque encierra una paradoja. El deseo es deseo del Otro (están incluídos ahí el deseo propio y el del Otro) y la paradoja es que desea al Otro sometiéndose a él, o desea para si. Lacan hace unas referencias al amor, que tienen que ver con una báscula en el obsesivo, que es darle todo al Otro y someterse a él, o eliminar al Otro para satisfacer su propio deseo. En ambas puntas el deseo se vuelve imposible y el obsesivo pasa de una punta a la otra. Es dar todo al otro o destruirlo para que todo sea para él. 

En la histeria, el deseo es insatisfecho y la solución es mucho más elegante, según Lacan. En la neurosis siempre hay una estrategia para evitar confrontarse con lo enigmático del deseo del Otro. El histérico sustrae algo que pone en reserva y así captura el deseo del Otro. Por ejemplo, en la Bella Carnicera (falta el caviar), Lacan lo trabaja como opuesto al deseo imposible. El histérico logra, con su deseo satisfecho, reducir la cuestión a un punto. En cambio, el obsesivo pasa de los dos extremos que vimos: todo para el Otro o todo para él.

La estrategia del obsesivo es degradar el deseo del Otro a la demanda, porque según dijimos, ese deseo es enigmático y esta estrategia le permite controlarlo. El obsesivo vacila entre someterse a la demanda del Otro como deseo (en realidad, lo que dice que el Otro desea, la demanda), en una posición oblativa de darle todo ó bien del aislamiento: eliminar al Otro. En esta última dimensión, hay una dimensión destructiva del Otro. Por ejemplo, el obsesivo espera la muerte del amo. No es sadismo, sino un intento de quitarse al Otro de encima. En el amor, estas dos posiciones se ponen en juego.

El obsesivo también demanda que se le demande, para llevar un control del Otro y su deseo enigmático. Puede, de esa forma, someterse a la demanda u oponerse.

La segunda paradoja que se pone en juego que tiene que ver con el dar lo que no se tiene, el amor en falta. El los extremos de darle todo al Otro o dárselo a si mismo no se pone en juego el amor simbólico. Es una especie de simulacro del amor castrado, porque dar todo al Otro se asemeja a dar lo que no se tiene, pero no es eso. En muchos casos, los obsesivos parecen ponerse en falta, pero en realidad es una posición oblativa. Cuando el "dar todo" se acaba, el obsesivo vira hacia el aislamiento. El amor en falta no es una oscilación entre dar todo o nada, sino que tiene que ver con amar desde la división subjetiva. 

La pasión del obsesivo

La dimensión del objeto a nivel de la pasión en la neurosis obsesiva está planteada por la pregnancia de dos objetos en Lacan: el objeto anal y el objeto mirada. Estos objetos se ponen en juego a nivel de la pasión del obsesivo, no en el deseo ni del amor imaginario.

En cuanto a la dimensión anal, aparece la oscilación -en términos pulsionales y del fantasma- entre el regalo excrementicio y la retención. dar lo que el Otro espera como objeto agalmático para el Otro y el retener, sustrayéndose a la demanda del Otro. En este plano anal del objeto, esto se pone en juego a nivel del goce. es darle al Otro lo que espera (que debería amar y agradecer) o bien retener ese regalo bajo el modo de la oposición y la retención. Esto está ligado también a la relación que tiene el obsesivo con la demanda del Otro. 

El obsesivo aquí también puede someterse a esta demanda u oponerse, en un nivel pasional, capturado en esa demanda. En este punto, el obsesivo no elige, sino que no puede evitarlo. Está capturado en la dimensión amorosa de la demanda del Otro. En algunos casos, el obsesivo se somete en extremo a esta demanda ó pasa a oponerse agresivamente, incluso al nivel del capricho.

Los dos tiempos en el amor obsesivo, tal cual lo enseñó Freud, son fundamentales, tanto para el deseo como para el goce. Esto suele confundir a las personas que aman a a los obsesivos, porque no es una forma única de amar, sino que tiene dos tiempos.

La dimensión de la mirada es otra de las formas pasionales de amor en la neurosis obsesiva. Esta se liga con lo que veíamos entre lo imaginario y lo simbólico: la idealización y el ideal del yo. En la neurosis obsesiva no hablamos solo de la idealización simbólica de tomar al otro como ideal, sino una captura del sujeto a nivel de la mirada. El obsesivo, así, queda apasionado por esa idealización. Es una forma de amor que aparece en la literatura de manera idealizada, apasionada, al estilo del amor cortés (la hazaña, la valentía) que se bate contra los dragones para rescatar a la princesa. En estos géneros, el objeto amado está idealizado y la satisfacción pulsional del objeto mirada que captura al obsesivo, que queda apasionado. Muchos amores obsesivos comienzan de esta forma: apasionados, que los arrastra, no se pueden detener y luego dan lugar a otras formas. Se trata de una conjunción entre la idealización simbólica y de la mirada.

La dimensión de la degradación de la vida erótica

Freud lo trabaja en términos de la oposición entre la madre y la puta. Tiene que ver con el amor simbólico del dar lo que no se tiene, pero requiere de cuestiones que no abordarlos aquí. Se trata de una dimensión que puede darse en el obsesivo, pero la disyunción de la vida erótica es también masculina.

En resumen, la posición amorosa en el obsesivo:

- Pone en juego lo imaginario, lo afín.

- El pasaje entre los opuestos de la oblatividad y el aislamiento.

- La pasión de la dimensión de la satisfacción anal de dar el regalo o retenerlo.

- La pasión de la idealización del objeto mirada.

Más allá de situar los puntos sintomáticos en la clínica, interesa ubicar los modos amorosos en la neurosis obsesiva. Los síntomas que le perturban su amor son harto conocidos (ej. la duda, la procrastinación), lo interesante aquí es cómo se enamora un obsesivo y de qué lazo amoroso se trata. Estas formas se ponen en juego por sus variables estructurales, no por sus síntomas.

Tanto el amor contingente (lo real del encuentro) como "dar lo que no se tiene" son puntos de conflicto para el obsesivo. El amor en falta se pone en contra de la dimensión imaginaria del amor, no fácil de soportar para el obsesivo, pues requiere una posición de división y eso rompe con su narcisismo y su imagen completa. Esto ocurre en momentos de mucha angustia, porque aparece la falta.

La dimensión de lo contingente, el punto del encuentro con lo no previsto y lo que no está establecido a nivel del narcisismo ni del fantasma que clasifique los objetos, también inquieta al obsesivo. Estamos hablando algo de lo propiamente femenino, la aparición del algo del "no todo", algo de lo hetero. El obsesivo, ante esto, traduce en términos de demanda, de narcisismo o de oblatividad... El obsesivo no soporta fácilmente lo "hétero" ni la contingencia, ni la falta.

En el seminario 17, Lacan habla de histerizar al obsesivo. Se trata de la puesta en forma de la entrada en análisis, que es el discurso histérico: que el agente quede en lugar de sujeto barrado. Un paciente no pasa a este discurso tan fácil, si el analista aparece en su discurso de analista como objeto, el paciente huye. 

La entrada a un análisis es a partir de la división subjetiva, que se pone a trabajar en análisis. Esta histerización se da para cualquier análisis, sea una histeria o neurosis obsesiva. El obsesivo, producto del análisis, tiene que empezar a soportar su división subjetiva: soportar su falta, flexibilizar sus modos de amar, etc. La división se da en tanto distancia entre el yo y el sujeto, cosa que al obsesivo le cuesta. La histeria, en cambio, lo hace naturalmente desde los 4 años. Un obsesivo, lo logra a los 45 y cuando lo hace es algo que no lo puede creer: salirse un poco del yo y del narcisismo. Desde ahí, puede soportar algo de su división, tratar de dar lo que no se tiene, etc. 

Lacan también formaliza que el análisis feminiza a todo quien entre en el dispositivo analítico, es decir, pone en juego la dimensión del no todo y de lo hétero, de lo otro. La operación de feminización del análisis produce también una flexibilización. Puede ser el Otro goce o lo otro. Nada de esto es fácil para el obsesivo y no es algo que aparezca al inicio de un análisis, porque soportar lo otro va más allá del narcisimo, de la falta, de la idealización... 

Fuente: Notas de la conferencia "El amor en la neurosis obsesiva" dictada por Patricio Álvarez Bayon del 7/7/22 en Causa Clínica.

jueves, 4 de enero de 2024

La agresividad hacia uno mismo: Pulsión de Muerte

En el año 1920 Freud postuló que en el psiquismo existen dos fuerzas opuestas, que se hallan ligadas -en el mejor de los casos-:

La Pulsión de Vida (Eros): tiende a la conservación y la unión entre los miembros de la especie.

La Pulsión de Muerte (Tánatos): una fuerza psíquica, primera, primordial y demoníaca que pulsa en el psiquismo y tiene como fin la regresión hacia lo inorgánico (la muerte).

S. Freud circunscribe de manera precisa a la Pulsión de Muerte definiéndola como “pulsión autodestructiva”, es decir, aquella que se dirige hacia uno mismo, produciendo sobre el sujeto un gran padecimiento. Las Presentaciones Clínicas más frecuentes son:

✅ La repetición una y otra vez de experiencias dolorosas.

✅ La Neurosis de Destino bajo el eterno retorno de lo mismo (generación tras generación).

✅ Las exigencias sádicas del Superyó (autocastigos, inhibiciones severas).

✅Las compulsiones / acting out / pasaje al acto (autolesiones, consumos problemáticos, intentos de suicidio).

La Pulsión de Muerte -primaria y demoníaca- desligada de la Pulsión de Vida y no inscripta en el inconsciente, se expresa de forma directa y abrupta en la vida del sujeto, induciéndolo a una satisfacción pulsional sin ley.

Dirigida al interior del sujeto como pulsión autodestructiva, la Pulsión de Muerte se incrustará como un trauma que insiste en ligarse al inconsciente, sin poder lograrlo.

¡¡Importante!!

La Pulsión de Muerte sólo encontrará su satisfacción de manera sufriente y masoquista para la subjetividad.

Por razones que son siempre singulares y que habrá que construir en un análisis, se descubre que, en los sujetos que son atacados con extrema crueldad por la Pulsión de Muerte -bajo la forma de autodestrucción-, el Otro primordial no pudo donar suficientemente su campo libidinal (amoroso) en tiempos de su temprana constitución. Esto hubiese permitido y facilitado que este empuje pulsional autoagresivo se integre con las Pulsiones de Vida (Eros), esa fuerza vital, promotora y hacedora del deseo.

¡¡Clave clínica!! ¿Qué-hacer como analistas frente a la Pulsión de Muerte -autodestrucción-?: Intervenciones Clínicas

Allí donde prima en el sujeto la Pulsión de Muerte bajo la forma de autodestrucción, el análisis promoverá la ligadura libidinal de la Pulsión de Muerte con la Pulsión de Vida. A través de lo que Freud denominara “Construcciones en Psicoanálisis”, que resulta ser la Intervención Clínica privilegiada en estos casos.

¿Por qué son eficaces las Construcciones para trabajar analíticamente con la Pulsión de Muerte?

Porque las Construcciones en Análisis le permiten al analista reconstruir tramos de la historia infantil que han quedado apartados de la simbolización, para así otorgar movilidad a fragmentos discursivos congelados y/o significantes superyoicos mortíferos -naturalizados por el sujeto- que se hallan separados y desligados de la Pulsión de Vida.

miércoles, 1 de febrero de 2023

La agresividad en las relaciones con los otros semejantes

Previa de la conferencia ''La agresividad y sus estragos. El circuito demoníaco de la pulsión'', que se dictará el Sábado 14 de Enero en la Institución Fernando Ulloa. Acá está la que se dio en el 2021.

La agresividad en las relaciones con los otros semejantes

El ser humano no es un ser tranquilo, amable, sino que es preciso atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. Así, el prójimo no es solamente un posible par y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo”. – S. Freud “Malestar en la cultura” (1921)

S. Freud quien, en el año 1920, postula a la Pulsión de Muerte (Tánatos) como la fuerza pulsional original y primordial del psiquismo, años más tarde la diferencia de la pulsión destructiva y agresiva.

¿Por qué distingue la Pulsión de Muerte de la pulsión destructiva?

. Porque la Pulsión de Muerte se dirige hacia uno mismo, y por este motivo es autodestructiva del sujeto.

. Mientras que la Pulsión destructiva y agresiva (derivada de la Pulsión de Muerte) se vuelca hacia los otros semejantes.

En “El porqué de la guerra” (correspondencia con Albert Einstein) Freud hace referencia a que la experiencia de lo extranjero y lo ajeno le provoca al sujeto una vivencia asociada a lo enemigo: el otro aparece como algo amenazante, ya sea porque de alguna manera -sin proponérselo- lo enfrenta con lo que le disgusta de él mismo y/o porque le proyecta algún peligro, como si le estuviera quitando algo que le pertenece.

El otro le despierta, así, su agresividad constitutiva, que en muchas ocasiones se transforma en un acto explícito o implícito de violencia.


¿Bajo qué expresiones se manifiesta la Destrucción Agresiva hacia los semejantes?


A través del:

. Odio.
. La hostilidad.
. La segregación.
. El racismo.
. La humillación.
. La violencia física, psíquica y/o verbal.

Por constituir una pulsión -intrínseca al aparato psíquico-, la destrucción y la agresión hacia el otro semejante empujan como fuerzas constantes y, por este motivo, son muy difíciles de domeñar.

Aunque la cultura intenta trabar el acceso directo a la satisfacción de la pulsión destructiva, esta suele alcanzar su satisfacción en la transgresión de la ley (aquella que prohíbe el uso y el apoderamiento del Otro). Esto queda altamente demostrado en los acontecimientos oscuros de la historia pasada y presente: guerras, racismo, atentados, torturas.

¡¡Clave clínica!!

¿Por qué será necesario hacer posible que el otro semejante se anude a nuestra estructura psíquica, como aquel que da sentido de igual forma a nuestra existencia?

Decimos que será en esta orientación, que no es espontánea ni natural, que el semejante pasará de ser un otro amenazante de mi propia existencia -al que por lo tanto “debo” atacarlo de alguna manera- a significar alguien que se anudará de manera esencial en mi propia vida.

sábado, 12 de noviembre de 2022

Cómo gestionar una internación

¿Qué pasa cuando en un consultorio privado un paciente representa riesgo para sí o para terceros? Antes del 2010, el psicólogo no debía hacer otra cosa que derivar a la guardia, pero con la Ley de Salud Mental actual dice que el psicólogo tiene la obligación de internarlo. Es decir, antes se podía "promover"; actualmente, se puede decidir una internación. Esto cambia las responsabilidades del psicólogo en los diversos ámbitos donde se desempeña.

Vayamos a un caso...

En una institución penitenciaria, hay una celda donde las personas están momentáneamente detenidas. Ingresa una persona, que es evaluada por la psicóloga, quien detecta que el paciente está descompensado: escucha voces, que lo persiguen, que lo miran mal... La psicóloga, habiendo detectado el riesgo, informa a la alcaidía y pide la derivación a PRISMA (un programa de tratamiento dentro de la cárcel de Ezeiza). PRISMA no tenía lugar, por lo que la psicóloga lo deja asentado en la historia clínica y le pide a un médico del lugar -no psiquiatra- que le inyecte un ansiolítico intramuscular, sin consignar ella en la historia clínica de cuál ansiolítico se trataba, qué dosis ni hacer constar un control y seguimiento de la medicación. El paciente se suicida, de manera que la psicóloga carga con un juicio por su responsabilidad profesional.

Este caso demuestra lo poco se sabe respecto al tema de la gestión de las internaciones y de lo peligroso que puede resultar, tanto para la integridad de los pacientes como para el ejercicio del profesional, por lo que en esta entrada veremos algunos aspectos de la misma.

1) Conocer (o armar) los protocolos de internación

Sin duda, las internaciones en contextos muy estresantes para todos, porque está en riesgo la vida del paciente o la de terceros. Es por eso que el profesional debería conocer de antemano los protocolos de internación, o pasos claros para no tener que improvisar en ese difícil momento. Por ejemplo, conocer qué instituciones son las adecuadas para derivar estos casos.

2) Qué NO hacer

Claramente, una internación no es darle un papel al paciente para que vaya sólo a un lugar a internarse, cosa que se ha visto hartamente entre los médicos psiquiatras. El paciente no se debe ir del consultorio, excepto que se lo lleve la ambulancia hacia una institución adecuada.

Tampoco el paciente se puede ir con un familiar que lo haya ido a buscar, con la orden de ir a tal institución. Esto es porque no hay garantía de que los familiares puedan contener al paciente, o que respeten la indicación del profesional. 

Todo esto pasa con suma frecuencia, no solo en los consultorios, sino en los hospitales que no tienen un servicio de internación..

3) Qué cosas SI hacer

Preventivamente, tener consignado el n° de afiliado del paciente, si tiene prepaga y el número de emergencia psiquiátrica de ese espacio en la historia clínica, para tenerlo a mano.

El psicólogo debe gestionar la internación del paciente. Si tiene obra social, se puede llamar a su prepaga. Si no la tiene, se puede llamar al SAME (llamando al 107). El profesional también puede ir a la guardia de un hospital e internarlo hasta que venga la ambulancia. El paciente no debería irse del control del profesional hasta que no sea internado.

En el caso de la psicóloga en la institución penitenciaria que recibe la negativa de PRISMA, ella debería haber buscado un hospital externo.

En ese día, el profesional pierde todo el día de trabajo, pero justamente gestionar el riesgo es es parte del trabajo en salud.

Se recomienda ser coherente con lo que el profesional escribe en la historia clínica y lo que hace luego. Ej: indica una internación y la gestiona como es debido.

5) Entender y hacer entender que se trata una emergencia, aunque las instituciones no quieran/puedan verlo

Tomemos un caso de ejemplo: Una psicóloga está evaluando a una persona en su oficina pericial con sus hijos y de repente se descompensa. La psicóloga tenía el n° de su prepaga, le pidió el carné a la evaluada, llamó. De la obra social dijeron que no mandaban psiquiatras, a lo cual la psicóloga insistió en que mandaran una ambulancia, pues ella tenía la orden de internación. A los 5 minutos llegó una ambulancia.

La profesional del ejemplo se paró en "Esto es una emergencia, me mandan la ambulancia". El riesgo es tanto en este caso como si un cardiólogo detectara un problema cardíaco. La derivación termina en el momento en que el paciente se subió a la ambulancia o entró a la guardia. En todos los casos, el profesional debe evaluar riesgos y además gestionar.

Si el paciente se va de la consulta y el profesional no lo puede retener, corresponde hacer una denuncia policial a la comisaría, explicar que se atiende a tal paciente, que se identificó el riesgo. Hay que solicitar una exposición civil para que ellos activen una búsqueda de paradero.

6) ¿Cómo evaluar el riesgo?

Hay un gran problema en la disciplina de salud mental (toda) para determinar riesgos, porque no hay criterios ni parámetros comunes para definir cuándo internar o no. La ley habla de "riesgo cierto e inminente", ¿Pero qué es eso en la clínica? Tenemos que no apropiarnos de los discursos jurídicos. Por ejemplo, riesgo va en contra de la certeza, porque se trata de probabilidades. 

¿Con qué parámetros evaluamos el riesgo? No hay un consenso amplio al respecto y uno no puede decir "Según mi experiencia...". Hay algunos instrumentos como el HCR-20V3 que miden la posibilidad del daño a terceros o contra si, en una evaluación de violencia general, que se usa tanto para el ámbito forense, como clínico y asistencial. esta técnica logra obtener probabilidades de que la conducta se produzca. Algunas están diseñadas para riesgo de violencia sexual. También hay evaluación de riesgo estructurado, que tiene variables de riesgo identificadas. También está SARA (Spousal assestment risk), que evalúa el riesgo de violencia doméstica. Y el SVR-20, que evalúa el riesgo de reincidencia del agresor. 

Ya abordaremos estas técnicas en otra entrada.

lunes, 13 de junio de 2022

Violencia familiar

Violencia, definición:

 - al ejercicio absoluto del poder de uno o más sujetos sobre otro. que queda ubicado en un lugar de desconocimiento; esto es. no reconocido como sujeto de deseo y reducido, en su forma extrema. a un puro objeto. 

- anular al otro como sujeto diferenciado, sumiéndolo en una pérdida de identidad singularidad que señala el lugar e a angustia."

ORIGEN E HISTORIA DEL TÉRMINO

Piera Aulagnier realiza un aporte fundamental, al definir:

violencia primaria: " .... radical y necesaria. que la psique del infans vivirá en el momento de su encuentro con la voz materna," "designa lo que en el campo psíquico se impone desde el exterior a expensas de una primera violación de un espacio..."

- Es constructiva, expresa a la pulsión de vida.

violencia secundaria:  "se abre camino apoyándose en su predecesora, de la que representa un exceso por lo general perjudicial y nunca necesario para el funcionamiento del yo"

- Tendencia al dominio ó a la aniquilación del otro.

DESARROLLO DESDE LA PERSPECTIVA VINCULAR

En cuanto a la violencia en la familia, se manifiesta a través del maltrato corporal o el abuso sexual; y/o se expresa en la palabra y el afecto, bajo diferentes modalidades discursivas.

La palabra y el acto pueden ser rastreados como modo de relación privilegiado en las familias a veces a través de varias . generaciones. Podemos hablar así de una transmisión intergeneracional del maltrato, físico y mental. 

El eje de la escena violenta en lo observable es el vínculo entre violentador y violentado/s, que se formula como golpeador-golpeado/s, abusador-abusado/s, abandonan te-abandonado/s, enloquecedor-enloquecido/s; no obstante, ella compromete a todos los miembros del grupo, expandiéndose en la red familiar, Configura así una verdadera enfermedad del grupo y el abordaje terapéutico conjunto se jerarquiza.

Tanto violentadores como violentados se encuentran a su vez sometidos a déficits y excesos, sentidos y sin sentidos que operan transgeneracionalmente, actualizados con frecuencia a partir de condiciones violentas del presente que obstaculizan la resignificación de lo recibido y la apertura a lo nuevo. Así, el victimario se halla a su vez atrapado en hilos invisibles; si bien su deseo suele aparecer en lo manifiesto como único y realizado, en la "otra escena familiar", en cambio, un texto ignorado y fatal lo posiciona.

Podemos así pensar a la violencia familiar tanto en términos de vinculaciones actuales como conectada con fenómenos de descontextualización y transmisión de aconteceres transgeneracionales. Es decir, enfocando a los personajes violentos en tanto expresivos. Las determinaciones concernientes también a otros tiempos y otros contextos, A la vez, es posible considerar, complejizando lo anterior, las formas de violencia propias de la época, cuyas particularidades, en diálogo .con otras determinaciones, proponen modos de expresión para violencias ineludibles y favorecen o desestiman la elaboración y contextualización de lo transmitido.

 Las diferentes modalidades de la violencia familiares que mencionaré -las cuales de ninguna manera pretenden agotar la amplitud del tema- afectan, de distintas maneras, a la subjetivación, La familia, por la cualidad y función de sus vínculos, enfatizan la dimensión constitutiva y el sostén conforma un espacio privilegiado para expresar una tendencia narcisista a la homogeneización, que pretende moldear en el otro la imagen especular del propio yo, De tal manera, algunas familias pueden definirse como violentas en tanto portadoras de un discurso presentado como sagrado e incuestionable; ellas ejercen la intromisión en la psique de sus miembros, no reconocidos como mediatizadores singulares aptos de la propuesta social y familiar. Así sometidos a distintos grados de desubjetivación, algunos de sus integrantes se ven condenados a perturbaciones severas del pensamiento y la palabra propios.

Dichos grupos manejan creencias e ideales rígidos y absolutos, violentos en tanto eliminan la posibilidad de opción singular; el proyecto vital es fijado para cada uno por el entramado familiar, y todo aquello no abarcado por el ideal compartido es denigrado. Aun el deseo, ese "extranjero" singular y difícilmente dominable, ha de ser descalificado y controlado, en casos severos. Quien se atreva a conjugarlo, será expulsado quizá del paraíso del texto familiar, poseedor supuesto de todas las respuestas; aislante ilusorio, por ende, de la finitud y el dolor. Estos vínculos suelen ofrecer, a la par que indiscriminación, aislamiento y soledad, desplegados en un contexto encerrante. Cuando la indiscriminación se acentúa en estos grupos familiares con perturbaciones en la 1a simbolización, es factible considerar al otro, y al cuerpo del otro, como palies propias a ser rechazadas, castigadas o apresadas. Al mismo tiempo, a pesar del maltrato y el padecimiento, esta índole de vínculo familiar es de difícil disolución, ya que la separación es experimentada como muerte, desgarro o mutilación.

Ciertas familias, a su vez, a la manera de los regímenes totalitarios, instalan el terror, y la vigencia de legalidades arbitrarias y sometedoras. 

PROBLEMÁTICAS CONEXAS

En cuanto a las cuestiones ligadas al concepto, es necesario, para su precisión, diferenciar el discurso violento de aquél considerado como "agresivo", por ejemplo gritos o palabras hirientes, en cuanto no produzcan el efecto señalado en la definición arriba mencionada.

Por otra parte, es del mayor interés y especificidad la consideración clínica del abordaje de las familias afectadas por estas problemáticas. Sus rasgos peculiares, la utilización de mecanismos que determinan fisuras en el sostén, configuran a menudo situaciones del verdadero riesgo, constituyendo el niño y el adolescente los grupos más expuestos. Por otra palie, los descendientes, por su dependencia y su indefensión, han sido destinatarios favoritos del acto y la palabra violentos a través de los tiempos; junto a ellos, las mujeres y ha también los ancianos constituyen los grupos de mayor riesgo, En la clínica de estos grupos familiares es preciso atenuar tal riesgo, lo cual enfrenta en ocasiones al terapeuta con situaciones de emergencia, no solamente en lo que se refiere al maltrato corporal, sino en cuanto a las ya mencionadas parentalidad por las cuales los hijo suelen confrontarse con accidentes, suicidio, adicción, o actuaciones auto o heteroagresivas de mayor o menor grado de peligrosidad

Fuente: Rojas, Cristina (1998) "Diccionario de psicología de la clínica vincular", en "Violencia familiar"

jueves, 9 de junio de 2022

El modelo ecológico-social del bullying

Lucas Vazquez Topssian

El bullying es un fenómeno complejo. Si bien no todos los factores que contribuyen al bullying son abordables desde la psicología, lo cierto es que al profesional sí le corresponde hacer una evaluación del fenómeno. ¿Cómo hacerlo? Swearer, Espelage y otros (2009), propusieron un modelo ecológico-social del bullying centrado en la víctima, con el fin de comprender la singularidad del caso. Propone la evaluación de cinco factores, que a continuación veremos.

FACTORES INDIVIDUALES. Implica cuestiones como la depresión, la ansiedad, la impulsividad, la falta de capacidad para resolver problemas, etc.

FACTORES FAMILIARES. Evaluar si existe poca supervisión por parte del adulto, si en la familia hay abuso, agresión. Indagar si existe falta de compromiso parental.

FACTORES PARTICULARES ENTRE LOS PARES: A nivel del grupo donde ocurre el bullying, nos interesa saber si éste está aceptado. Debemos identificar quién es el agresor, si se trata de una persona individual o de más personas. Conocer las características de ese grupo.

FACTORES ESCOLARES: Indagar si el bullying es cometido por personas adultas. ¿Qué intervención realizan los adultos ante el bullying? ¿Se castiga (en lugar de ayudar) a quienes lo ejercen? ¿Cuál es el clima en la escuela?

FACTORES COMUNITARIOS: Evaluamos aquí los niveles de agresividad en la comunidad. ¿Con qué recursos cuentan? ¿Está la escuela integrada y es parte de la comunidad?

lunes, 28 de febrero de 2022

La agresividad y sus estragos. El circuito demoníaco de la pulsión

En 1920 Freud postuló que en el ser humano existen dos tendencias opuestas: la pulsión de vida (o Eros) y la pulsión de muerte (o Tánatos).
La pulsión de vida tiende a la conservación, a la unión del ser humano con otros miembros de su especie.

La pulsión de muerte tiende a disolver esas unidades y reconducirlas al estado inorgánico inicial. La pulsión de muerte se plantea, entonces, como algo ineliminable, propio de la naturaleza humana. Esta podrá mezclarse, ligarse con la pulsión de vida, pero siempre seremos testigo del intento permamente de la pulsión de muerte por satisfacerse, recordando que las pulsiones siempre buscan su satisfacción. 

Una satisfacción pulsional instantánea y sin miramientos conduce a conflictos peligrosos. Así, la pulsión de muerte puede dirigirse hacia el interior, expresándose en autodestrucción. Aparecen prsentaciones clínicas tales como autolesiones, adicciones, conductas antisociales, autocastigo y suicidio. Así mismo, la pulsión de muerte puede dirigirse hacia el exterior, hacia los otros, expresándose como pulsión agresiva. Algunas manifestaciones son el odio, la hostilidad, la segregación, el racismo, la humillación, la violencia física ó verbal. 

La cultura trata de poner límites y dominar la pulsión de muerte a través de los mandamientos morales, el chiste, los juegos de competición, la competencia profesional y la lucha por la transformación social. Aunque la cultura intenta trabar el acceso directo al goce, éste puede alcanzar su meta en la transgresión de la ley (prohibición del apoderamiento del Otro). Así nos lo demuestran los acontecimientos oscuros de la historia: guerras, racismo, atentados, torturas.

El decir y el actuar agresivos, lejos de ser hechos aislados que ocurren casualmente, en muchas ocasiones responden a déficits en la constitución subjetiva.Por lo tanto, las manifestaciones agresivas y los estragos que generan en el sujeto y sus vínculos, se presentan frecuentemente en la clínica, exigiendo una comprensión y un saber-hacer respecto de ellas. En esta entrada veremos cómo opera la agresividad en la clínica. ¿Cómo tratar en la clínica las diferentes manifestaciones de la agresividad? 

La idea essta entrada es compartir las notas del Taller Clínico de la Institución Fernando Ulloa en conjunto con UMSA “La agresividad y sus estragos. El circuito demoníaco de la pulsión”, dictada por Miriam Bercovich el 16/10/21

La agresividad es un tema humano, sumamente enlazado a la constitución subjetiva, donde la agresividad es un elemento fundamental. Podemos trabajar la agresividad tanto en el lazo con el otro, como en la dramática vuelta hacia sí mismo.

a Freud le preocupó el tema de la agresividad en la psicopatología de la vida cotidiana y en textos como en El porqué de la guerra, donde en una cartas le pregunta a Einstein: ¿Superaremos alguna vez la sinonimia que se arma entre la palabra extranjero y enemigo? El extranjero y lo ajeno como enemigo es muy importante, porque en la constitución subjetiva lo ajeno es hostil.

Para Freud, el hombre no cayó tan bajo, pues en rigor nunca subió tan alto. En el texto de Freud El malestar en la cultura (1929), Freud dice:
(...)el ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo. 

Pulsión y agresividad
La pulsión no es el instinto. Este último pertenece a la naturaleza a implica un saber inmediato sobre el objeto (de autoconservación y sexual), como podemos ver en los animales, que no vacilan en sus conductas. Sólo el ser humano es capaz de preguntarse por qué objeto quiere y cómo gozar. El sujeto humano se constituye como tal gracias al lenguaje y a la palabra, que se relacionan con su deseo y su posible satisfacción. De esta manera, al humano lo habita la pulsión y no el instinto. 

La pulsión no tiene un objeto predeterminado, siendo éste lo más variable de la pulsión. Esta variabilidad da libertad por un lado, pero desorienta por el otro. En su no saber, el ser humano se agarra a la ética. Lo sustituible de la pulsión es muy importante porque el objeto de satisfacción, originalmente perdido, hace que todos los demás objetos sean parciales en cuanto a su satisfacción. Ningún objeto satisface totalmente, y cuando el objeto amenaza con totalizarse, se arman relaciones pasionales. Es lo que vemos en la cólera: algo no encaja (los clavitos en los agujeritos, dice Lacan) y estalla la cólera.

El sujeto anhela darle consistencia a la satisfacción y puede elegir a un objeto parcial, que es sustituible, en un objeto total. Allí se arman estas relaciones pasionales donde el sujeto cree que no puede perder al otro. Creer que ese objeto es necesario es lo que lleva a los crímenes pasionales, por ejemplo. En la casuística de la criminalística, es muy alta la estadística de este tipo de crímenes, donde llaman a la ley -al padre, leemos- para que restituya la separación respecto de ese objeto que ubica al sujeto en un lugar de servidumbre. Además de las personas, podemos pensar este tipo de relación de objeto en las drogas, el alcohol, la comida, el trabajo, las compras. En estos casos, falla la lógica de que el objeto sea parcial y sustituible. 

Desde la vía neurótica, la insatisfacción se vive como padecimiento. El análisis le permite ubicar, justamente, que el hecho de que ese objeto no satisfaga, es lo que permite que sea sustituible y que no se le juegue la vida porque no tiene determinada cosa, a poder creer que la falta es un motor que vehiculiza la vida. El neurótico tiende a habitar el costado de la insatisfacción y el padecimiento, sin ubicar que ese objeto parcial y no total, es la clave de su libertad. 

Un analista, básicamente, trabaja en la dirección de la separación. El sujeto se presenta alienado a ciertos sentidos, a suposiciones (como "lo necesito para vivir") y el analista intenta descompletar ese sentido que atrapa al sujeto en este infierno. Los déficit de separación muchas veces es lo que estalla como agresividad, donde la agresividad es una manera fallida de separarse del otro

El analista no apuesta a que el sujeto se separe del Otro y como dice Isidoro Vegh, mientras que las psicoterapias plantean cómo arreglárselas con el otro, el psicoanálisis plantea cómo arreglárselas con la inexistencia del Otro. En rigor, la separación que el analista pretende del sujeto es que se separe de la posición de goce que lo mantiene en una servidumbre con el Otro. Separarse de la pareja no sirve de nada si luego encuentra a otra para armar un drama. De lo que hay que separarse es de un modo de gozar que deja al sujeto atrapado en ese lugar, de esperar del Otro la satisfacción, la vida, la realización. Es una tendencia masoquista del sujeto que porta desde su constitución subjetiva y que repite.

El lazo al otro implica una renuncia pulsional, dice Freud en El malestar en la cultura. Toda la civilización y la cultura que armamos tiene el costo de la renuncia pulsional y por ende, la neurosis. El psicoanálisis intenta resolver parte de este problema, porque la renuncia pulsional es una exigencia. La privación respecto de la pulsión muchas veces también se relaciona con la agresividad.

Lacan, el la primera clase del seminario 17, pide perdón a un alumno al que había maltratado en la calle, cuando él le preguntó cuándo era la próxima clase. Se disculpa y dice que todo exceso con el otro, con el prójimo, es un exceso que nos habita en relación a otra instancia. Eso que estalla con el otro, es una repetición de algo que se juega en otro lado. En el caso de Caín y Abel, donde Caín es agricultor y Abel es pastor, ellos ofrecen ofrendas a Dios. Dios prefiere la ofrenda de Abel y Caín lo mata. ¿Por qué hace eso? Porque no puede matar a Dios. Cuando un padre prefiere a un hijo sobre el otro, la guerra fratricida es inevitable. 

Agresividad y el estadio del espejo
Muy por encima, digamos que la vasija real es la que está invertida, del lado izquierdo. El espejo cóncavo de la izquierda hace que se refleje al revés y eso proyecta la imagen real, i (a), como se escribe en la óptica. A este punto, hay cuerpo y pulsiones, pero no hay unidad corporal. La izquierda es el sujeto pre especular, autoerótico, desorganizado y precoz. 
El espejo plano central es el Otro (A), que es la mirada de la madre. A la derecha se proyecta el jarrón, i'(a), porque las imágenes de los espejos se dice i'. Este jarrón post especular de la derecha es la mirada de la madre, que mira a su "majestad el bebé", dando lugar al acto psíquico que Freud menciona en Introducción al narcisismo. El yo ideal, el sentido, la buena forma, la gestalt, los ideales tienen que ver con la unidad que proviene de la mirada amorosa del Otro.

Lo de la derecha son representaciones, lo real está de la izquierda y nunca tiene acceso a la representación. Es lo que se pierde: la naturaleza, la biología, el ser, por el ingreso a ese mundo de representaciones de la mano del Otro. El Otro, que amorosamente aloja al niño y lo inviste, deja algo por fuera del espejo: x. La x existe, pero fuera de la representación, lo imposible de ser representado.

Lacan marca un momento en que el niño se alegra al verse en el espejo, va a mirar a la madre para solicitarle que reconozca que además que el niño que ella ve, hay un niño real que no entra en el espejo. Ese pedido al Otro del asentimiento, que le dé lugar a que no todo es ideal e imagen, legitimando a esa x ajena imposible de representar y que es el corazón del sujeto, hace que el sujeto tenga derecho a una existencia por fuera de los ideales. Es decir, el niño tiene derecho a no cumplir con lo que el Otro espera, teniendo asegurando un lugar en el Otro en tanto enigma. Esto le da al niño la posibilidad de no estar aterrado por satisfacer lo que el Otro quiere, también permite soportar el enigma en el otro y opera en el lazo. Lo enigmático en el otro también es concebible si el sujeto se sale de la servidumbre al Otro, en la medida que ese niño no querrá apropiarse del otro para estar tranquilo. 

Hay un tema erótico que se juega en la constitución subjetiva y en la agresividad. En Pegan a un niño, Freud homologa "Mi padre me pega" a "Mi padre me ama". En una paciente, surge un recuerdo infantil donde ella recuerda el marido de la madre cortaba una ramita de sauce y le pegaba. A ella le dolía, pero lo que más le dolía era que quien le pegaba no era el padre. Hay algo allí anudado entre el amor y el golpe.

Caso 1
Ana es muy detenida en su profesión, con una sensación de estar excluida de los lugares. Es celosa y envidiosa de sus colegas y consulta porque ella está casada con un hombre con dos hijos adolescentes a los que no soporta. Los chicos piden encontrarse con el padre fuera de la casa. Ella no los tolera y hay un alto nivel de angustia y de violencia. Maltrata al perro y todo eso va en contra de sus ideales y sufre por eso. La hostilidad es sutil con los hijos del marido, pero brutal con el perro, de manera que interesante ubicar esto de integrar lo ajeno.

La agresividad es constitutiva porque el yo se constituye incorporando lo ajeno, que se vive como perturbador. El yo aspira a cierta estabilidad y placer que excluye esa alteridad y enigma que no lo integra. 

Los celos son una de las fuentes más grandes de la agresividad, tiene que ver con que el sujeto no termina de ubicar que es por su exclusión que completa esa escena. El sujeto no ubica que ser el único está más del lado de la muerte que de la vida, hay que hacerle recorrer un camino para que lo sepa. En la paciente, en tanto ella se excluye, esa escena del marido con los hijos disfrutando completamente sin ella. Y este constituir ese goce completo del cual ella está excluida atraviesa todas sus escenas, incluyendo en la transferencia con su analista. Por ejemplo, a un jardín que tenía la analista le dijo "Ahí caben dos tumbas". Otro día, le dijo "Tenga cuidado al irse, porque hay mucho tránsito".  Cuando el voltaje de sufrimiento es muy alto y cuando la agresividad estaba muy a flor de piel, era difícil bajarla. El problema del odio es que suspende la asociación, porque es una pasión. Las pasiones del ser son el odio, la ignorancia y el amor. Lacan dice que cuanto más se odia, más se es. El análisis está en el ámbito del pensar, no del ser. 

Esta escena es un significante, que la representa a ella como sujeto y que hay que encontrar cuál es para entender qué es lo que pasa. En la trama edípica de su historia, aparece una madre absolutamente consagrada a una hermana discapacitada, donde ella veía un goce completo. Aparecen recuerdos infantiles, donde ella va ubicando como esto es la repetición de ese dolor primario. Lo que la analista hizo acá fue conectar las dos escenas.

Caso 2
Juan consulta diciendo que se siente muerto, sin energía, sin entusiasmo, amargado y tenso. Tenía un aspecto sumamente prolijo y el diván le era un problema, porque se le arrugaba la camisa. En su historia, él había dejado de lado una carrera de música. Son 5 hermanos. Él siguió una carrera de química, porque era el elegido para seguir con la empresa familiar. Por otro lado, era muy esclavo del orden y esto le traía problemas con la esposa, que le decía que exageraba.

Un día el paciente llega angustiado, porque cuenta que su hijo de 4 años estaba comiendo un alfajor, se le partió y cayeron unas migas al piso. Él vio como el nene lo miraba aterrorizado y se dio cuenta que algo pasaba. Desplegando su historia, la madre le decía "Sé pulcro". Atención flotante mediante, la analista ubica sé pulcro con sepulcro. Ahí vemos ese lugar en el espejo, ese yo ideal perfecto, que es una imagen tiesa en el espejo. La analista aquí intervino a la letra, haciendo un borde ó litoral entre ser el objeto de la madre ó salir a la vida.

Lacan dice que somos culpables de renunciar al deseo. En el caso, podría ser el deseo por la música o el deseo a no ser el elegido del padre. Hay una diferencia que marca Lacan entre ser nombrado para y ser nominado. Una cosa es tener un nombre, con el que cada uno hace lo que se le canta; otra es ser nombrado para. En este caso, Juan fue nombrado para sostener el deseo del padre, continuar la empresa. Cumplir el deseo del padre no es cumplir un deseo propio, cosa que el paciente no lograba separarse de esa servidumbre.

Caso 3
La paciente tiene una rivalidad absoluta con su hermana. Celos brutales, viven juntas en medio de una tensión tremenda y brutal. Hay un duelo imposible, en relación a haber perdido el unicato. La experiencia de tener un hermano es que uno no es el único y que el Otro está habitado por un deseo que a uno lo trasciende... por suerte, que es lo que uno se da cuenta en análisis.

En una de las sesiones, donde ella despliega esta escena, la analista le dice "Marcela, terminamos acá", siendo que la paciente se llama Laura. Es decir, la nombra con el nombre de la hermana a la forma de un fallido, que también puede ser interpretada como una intervención. En este caso, de lo que se trata es que hay lugar para todas porque en rigor, ninguna es esa hija predilecta.

Caso 4
Se trata de una paciente consagrada a sus padres ancianos. Dice que los padres se quejan, que la tratan mal y están de mal humor y la desprecia, pese a que trata de ayudarlos. Ella se siente culpable por estas reacciones, qué pudo haber dicho. Ella recuerda que desde la infancia, el hilo de estar bien era muy finito y el padre podía explotar por cualquier cosa y ella no entendía por qué.

Llega el día de la madre y ella quería saber qué hacer con sus padres. la analista le pregunta qué iba a hacer ella con el día de la madre y ahí ella responde "Cierto, tengo dos hijos, yo también soy madre". Esto nos pone en la pista de que no se sale del Edipo por cumplir los 5 años. Cuando el padre estalla sin entender por qué y ella recuerda que cuando era chica era así y se vuelve a la casa con culpa, tenemos que pensar que cuando alguien no entiende, naturalmente se ubica como la causa del enojo. Hay algo de esa culpa con la que ella vuelve a su casa, por estar consagrada al padre. Si no está legitimación de ese enigma que el Otro porta, de ese lugar que el sujeto no está destinado a satisfacer, da culpa de vivir. En algunos sujetos esto está muy claro. Si esa x no está legitimada, en algún momento termina ocasionando la culpa por vivir, porque siempre están en falta. 

Dirección a la cura
En cuanto a la pulsión, hay un destino que es la sublimación. Si se puede reacomodar la economía libidinal y la agresión es un destino de la pulsión, en tanto volverse lo contrario, que es el odio, se puede apostar a la sublimación. 

Un análisis también es duelar la aspiración de querer ser todo para el Otro ó pretender que el Otro sea todo para uno.