Mostrando las entradas con la etiqueta significante. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta significante. Mostrar todas las entradas

sábado, 30 de agosto de 2025

El sujeto en el corte: de la sorpresa a la lógica del significante

Afirmar que no hay sujeto sin corte implica reconocer que la sorpresa le es inherente. Pasmo, desconcierto, extrañeza o incluso confusión no son accidentes, sino testimonios de ese corte que lo constituye, tornándolo solidario de lo inesperado y de lo incalculable.

Situar al sujeto en el corte equivale a desplazarlo desde el estatuto de mero efecto hacia el de discontinuidad en lo real. Y este desplazamiento exige, necesariamente, una reformulación del lugar del significante.

Mientras que la lingüística considera al significante como el término decisivo para la producción de significación, el psicoanálisis se orienta de otro modo: revela la verdad de la relación entre significante y sujeto, porque muestra cómo las vacilaciones del sentido constituyen el punto axial sobre el que se sostiene el discurso. En esta perspectiva, el discurso se apoya menos en lo que transmite como sentido, y más en las discontinuidades que delinean el lugar del sujeto.

Con este gesto, Lacan inaugura una teoría del significante distinta a la de la lingüística. Para esta última, el discurso se ordena en función de la producción de sentido, es decir, bajo un sesgo semántico. Para el psicoanálisis, en cambio, el discurso se organiza por la función lógica del significante, situada más allá de la semántica: primero en relación con la sintaxis, más tarde con la escritura.

Estos dos estatutos del significante, sin los cuales el concepto de sujeto resulta inabordable, conllevan también dos modos divergentes de pensar la significancia. Una vía entiende su horizonte como efecto de sentido; la otra, en cambio, como la implicación de un cuerpo en una economía política del goce.

No obstante, ambas dimensiones pueden anudarse. Al carecer de un significante que lo nombre, el sujeto se aloja en la significación, lo cual queda formalizado en el esquema Rho. Aunque conviene señalar que, en ese momento de la enseñanza, el pasaje del sujeto como efecto a la discontinuidad todavía no se había consumado.

miércoles, 13 de agosto de 2025

Lo femenino, la inconsistencia del campo fálico y la letra más allá del número

Para abordar lo femenino desde la dimensión de un campo, Lacan necesitó poner en valor una inconsistencia que afectara al campo fálico. Esto no es posible sin trascender lo imaginario del atributo, base de todas las imaginarizaciones de la castración. Uno de los sesgos desde los que se aborda esta cuestión es lo que denomina “inexistencia”.

El recurso elegido para pensarla es el conjuntista. ¿Por qué Lacan llama significante tanto al conjunto como al elemento que en él se inscribe? Esto introduce una distancia entre el Uno del conjunto y el Uno del elemento. Usar el mismo nombre para dimensiones tan distintas permite interrogar al conjunto desde su propia autoaplicación, lo que implica un trabajo sobre el impasse.

Su estudio sobre el conjunto, con el fin de delimitar aquello que le sirve de tope —inconsistiéndolo e indemostrándolo— se apoya en la teoría de conjuntos aplicada a los números enteros y naturales. A través de la diagonal de Cantor, es posible situar un término imposible de numerar, es decir, que no puede incluirse en la serie. Surge así la pregunta: ¿lo no enumerable y lo no contable son lo mismo? Cantor muestra que se puede precisar el lugar de un número que, sin embargo, no figura en la serie. Se trata, en definitiva, de interrogar si un conjunto infinito puede o no ser enumerado.

Este trabajo, apoyado en la genialidad de Cantor, se traslada a la estructura del conjunto entendido como el Otro —sede del significante— para demostrar la imposibilidad de asignar una cardinalidad que lo cierre. Si el elemento recibe el mismo nombre que el conjunto, ¿puede ese elemento clausurarlo y hacerlo universo?

La respuesta es negativa. Por ello, Cantor recurre a la letra para cerrar aquello que el número no puede. Es la letra más allá del significante la que abre una vía de respuesta a la pregunta de por qué Lacan se apoya en ella, más allá de lo serial de la cadena.

viernes, 25 de julio de 2025

El surgimiento del significante: entre huella, borramiento y lectura del Otro

Existe una paradoja —fecunda pero esquiva— en el pensamiento de Lacan: afirmar al mismo tiempo que el significante preexiste al sujeto y, a su vez, que es el significante lo que constituye al sujeto. Por un lado, el significante preexiste como materialidad del lenguaje, que espera al sujeto incluso antes de su llegada. Por otro, el significante se vuelve causa material tanto del inconsciente como de la división subjetiva, en la medida en que se inscribe en el campo del Otro y funda allí su eficacia.

Entonces, ¿de dónde surge el significante? ¿Qué hace posible su inscripción en el lugar del Otro? Lacan aborda esta cuestión a partir de un recorrido que va desde la idea de una simbolización entendida como desnaturalización —producto de la preexistencia de lo simbólico— hasta una concepción en la que el significante deviene del trazo, consecuencia de un borramiento inaugural.

Este pasaje desde la huella hacia el significante requiere de una operación lógica: el borramiento que delimita un lugar. La huella, inicialmente equiparada al trazo o la marca, comienza a diferenciarse en la medida en que se conceptualiza la función del significante no solo desde su inscripción, sino desde su posibilidad misma de surgir.

Así, el significante no simplemente "está ahí", sino que adviene: emerge como tal a partir de una operación de lectura por parte del Otro. No hay borramiento sin palabra; es decir, no hay constitución del significante sin una instancia que lea y articule esa marca.

En términos sincrónicos, esta operación de borramiento produce una división fundamental dentro del campo de la repetición. Por un lado, está la repetición de una diferencia radical —una pura diferencia que inaugura—, y por otro, la repetición que se articula en torno al síntoma, es decir, una repetición estructurada, significada y atrapada en un circuito determinado.

martes, 15 de julio de 2025

Del sin sentido al fantasma: estrategias del sujeto ante la caída del Otro

Cuando se hace foco en la contingencia, el efecto del significante se revela inseparable del sin sentido, noción clave en la concepción lacaniana del orden simbólico. La idea de significancia fue introducida por Lacan para señalar que el significante, por su mera articulación, produce significación. Sin embargo, también advierte que ese mismo significante, por su ambigüedad constitutiva, puede significar más de una cosa e incluso engañar. Es decir, el sentido no es garantía sino efecto, y su proliferación se sostiene sobre un fondo de opacidad.

Este sin sentido no es un accidente, sino algo inherente al funcionamiento mismo del significante. El sujeto queda así atrapado en esta lógica, especialmente cuando el Otro —en tanto garante de verdad y consistencia— vacila o se desmorona. Es precisamente en este punto donde Lacan ubica la función del fantasma y del objeto a que lo sostiene.

Allí donde el sin sentido abre un abismo, el fantasma aporta una ficción que estabiliza. El objeto, en tanto soporte imaginario del fantasma, ofrece un anclaje que rescata al sujeto del fading. Como dice Lacan en el Seminario 6:

...en el fantasma, el objeto es el soporte imaginario de esa relación de corte en que el sujeto ha de sostenerse dentro de ese nivel, lo cual nos induce a una fenomenología del corte”.

El objeto funciona entonces como soporte ficcional, anudando al sujeto en una posición desde la cual puede situarse a orillas del inconsciente. Es en este borde —que no es interior ni exterior— donde opera la nominación como acto que delimita un lugar posible para el sujeto, aún cuando este no pueda ser plenamente nombrado. La nominación, así entendida, no clausura la falta, sino que la inscribe como corte, marcando un punto de inscripción que hace posible el alojamiento subjetivo.

En este marco, el fantasma se constituye como una especie de campamento simbólico desde el cual el sujeto se resguarda ante la caída del Otro y la irrupción pulsional que dicha caída trae consigo. Funciona como una matriz de sentido que permite elaborar estrategias defensivas frente a la angustia estructural y a la inconsistencia del Otro.

jueves, 10 de julio de 2025

El valor performativo de la palabra y la lógica del significante en psicoanálisis

La palabra tiene sentido en tanto se articula con el Otro, entendido como el lugar en el que puede enunciarse la verdad. Sin embargo, este enunciado no se reduce a una afirmación descriptiva, sino que se define por el efecto performativo del significante: en la medida en que se inscribe en el campo del Otro, la palabra se sostiene como verdadera.

Este enfoque fundamenta varias de las elaboraciones de Lacan, desde sus primeros textos —como Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis— donde se plantea que la verdad es aquello que ha atravesado al Otro, hasta las formulaciones posteriores sobre los valores discursivos de verdad y la articulación de los enunciados en un sujeto.

¿En qué consiste entonces la tarea del análisis? Precisamente en desestabilizar esta relación, permitiendo que emerja el soporte significante que subyace, a través de los mecanismos de la metáfora y la metonimia. Aquí adquiere especial importancia la noción de punto de capitón —o “almohadillado”—, ese nudo necesario que anuda los significantes con ciertos sentidos, precisamente porque no existe una correspondencia natural entre significante y significado.

Ahora bien, si retrocedemos un paso más, nos encontramos con un axioma fundamental que sostiene no sólo el discurso, sino el campo mismo del significante: ningún significante puede significarse a sí mismo. Esta afirmación permite distinguir de forma clara el estatuto del significante en psicoanálisis respecto del que ocupa en la lingüística. Mientras que en la lingüística el significante se ordena en la cadena discursiva para producir sentido —es decir, tiene un valor semántico—, en psicoanálisis adquiere un valor lógico, más próximo a la letra, que roza lo fuera de sentido.

Desde esta perspectiva, se justifica la aparición de ese elemento adicional, ese +1, que marca la imposibilidad de una totalización. Este elemento no puede ser incluido plenamente en el conjunto; solo puede bordearlo, y es precisamente en ese borde donde adquiere su valor nominativo.

viernes, 30 de mayo de 2025

La escritura como suplencia del referente: entre significante y castración

En el campo del psicoanálisis, el concepto de significante adquiere un estatuto particular que permite marcar una distancia con otras tradiciones. No es equivalente afirmar que la relación entre significante y significado es arbitraria —como en la lingüística— a sostener que el significante carece de referente. Si bien ambas formulaciones son válidas, responden a contextos distintos y problemáticas disímiles.

La primera se inscribe en el campo de la significancia como efecto de sentido: es la producción de sentido por encadenamiento de significantes. En cambio, cuando se plantea que el significante no tiene referente, se introduce una dimensión que pone en cuestión la posibilidad misma de inscripción de lo real. Allí donde el discurso apela a un referente, lo que responde es un vacío. Esa ausencia es precisamente lo que Lacan formaliza con el axioma: “No hay relación sexual”.

Ante la falta de esta cópula imposible, ¿qué puede operar como suplencia? La escritura.

La escritura, en su carácter “peliagudo” —difícil, escurridiza, problemática—, se presenta como una operación que desborda tanto el sentido como la ontología. En la tradición ontológica, el ser ocupa la función de la cópula: une sujeto y predicado, da consistencia a lo que es, permite afirmar una propiedad. Pero en la enseñanza de Lacan, la escritura rompe con esa lógica de la atribución. No sólo afecta la consistencia del ser, sino que también socava la estabilidad del predicado. Se produce así un vaciamiento: no ya la esencia de las cosas, sino las cosas en tanto significantes.

Este giro, que también funda el acto performativo de la ciencia, encuentra en el discurso analítico una torsión radical. ¿Qué produce el discurso analítico al escribir? Una demostración de lo imposible. Las fórmulas de la sexuación no son descripciones, sino producciones que muestran que la relación sexual no cesa de no escribirse.

Desde esta perspectiva, hombres y mujeres no existen como entidades plenas, sino como valores simbólicos, efectos del significante. La falta de referente con la que comenzamos se revela como la huella de lo que escapa al discurso, de aquello que no puede ser sostenido por el semblante.

miércoles, 30 de abril de 2025

El campo analítico y el anudamiento del sujeto en la cadena significante

El campo analítico se define como el territorio de una praxis, no como una teoría abstracta ni una técnica estandarizada. Sus coordenadas se sostienen a partir de un tratamiento específico del significante, concebido no en su valor semántico (de sentido), sino en su función lógica y estructural.

Desde esta perspectiva, el significante no representa algo, sino que estructura un lugar: el del sujeto. Así, el sujeto no se define como una identidad estable, sino como un efecto de la cadena significante, es decir, de una secuencia donde lo que se despliega es lo intervalar, la lógica de la diferencia, y sobre todo, de la falta.

Lacan lo formula con claridad al inicio de su construcción del grafo del deseo:

…[el grafo] nos servirá para presentar dónde se sitúa el deseo en relación con un sujeto definido a través de su articulación con el significante.”

Uno de los puntos estructurantes de dicho grafo es el llamado punto de capitón (point de capiton), que cumple una función decisiva en los vínculos entre el significante y el significado. Se trata de una operación de anudamiento, gracias a la cual se detiene el deslizamiento indefinido de la significación. Es decir, esos puntos sirven como nudos, que estabilizan provisoriamente el sentido y permiten que el sujeto haga pie en el campo del Otro.

Este punto de capitón o punto de “basta” puede pensarse desde dos perspectivas complementarias: diacrónica y sincrónica.

  • En su dimensión diacrónica, el punto de basta se sitúa a nivel de la frase, como ese término final que cierra el campo de la significación. Allí actúa como una puntuación simbólica, que da forma y sentido retroactivo a lo dicho, y remite directamente a la función del Otro como garante del sentido.

  • Desde una perspectiva sincrónica, en cambio, su función es menos visible, más próxima al campo del lenguaje. Aquí se trata de una atribución originaria, un momento en que se efectúa una sustitución simbólica entre la necesidad y el significante. Lacan retoma este mecanismo de la formulación freudiana de “La negación”, y lo reinterpreta más adelante en términos de nominación: un acto por el cual algo recibe existencia simbólica al ser nombrado.

En suma, lo que el grafo y el punto de capitón ponen en juego no es solo un esquema técnico, sino una lógica del sujeto: el modo en que éste puede inscribirse en el campo del Otro, encontrar un punto de anclaje en una cadena que, por estructura, lo excede.

viernes, 11 de abril de 2025

Del significante a la letra: el giro lacaniano hacia el borde

Una de las preguntas centrales que orienta los desarrollos de Lacan es: ¿qué límite encuentra el significante que lo lleva, ya tempranamente, a virar hacia la letra? La respuesta no se deja esperar: hay en la estructura significante algo que falla, y ese fallo se vuelve insostenible cuando se trata de abordar lo real. Es en ese punto donde la letra irrumpe como un recurso que excede la cadena significante.

Lacan, en el Seminario Aún, asocia la letra con lo axiomático en tanto abusivo. Habla incluso de un “abuso de autoridad” que puede pensarse en relación a la función de designación propia de la letra. A diferencia del significante, que remite por deslizamiento, la letra marca, designa, instaura. Hay algo en ella que no busca significar, sino fijar.

Tres matemas distintos —el objeto a, el Φ (falo simbólico) y el significante del Otro barrado (S(Ⱥ))— permiten pensar esta función de la letra en el inconsciente. Cada uno de estos elementos inscribe un borde distinto, y lo hace de maneras diferentes. Pero todos coinciden en que la letra no pertenece al campo del sentido, sino que opera como borde, como escritura del límite.

A diferencia del significante, que se encadena, forma series, y en ese movimiento produce equívocos y malentendidos, la letra es literal, inequívoca. Es, como dice Lacan en L'Étourdit, aquello que se escucha en lo que se dice, sin necesidad de ser interpretado.

Este giro hacia la letra no sólo agrega un nuevo recurso teórico, sino que reformula la manera en que Lacan lee al significante mismo. Ya no se trata simplemente de dos órdenes (significante y significado) separados por una barra —como en el algoritmo saussuriano—, sino de pensar esa barra como escritura de un corte, como inscripción de una falta.

Por eso, no es equivalente afirmar que el vínculo significante/significado es arbitrario, que decir que el significante carece de referente. Lo primero remite a la convención del lenguaje; lo segundo, a una imposibilidad estructural. Es esa imposibilidad la que se escribe en el axioma "No hay relación sexual": una falta estructural de relación que requiere de una función que haga de cópula allí donde no la hay. Y esa función es precisamente la de la letra.

jueves, 3 de abril de 2025

El sujeto y la cadena significante: una estructura en movimiento

La praxis analítica se sostiene en la función estructurante del significante, lo que introduce una noción clave: la heteronomía. Este concepto señala que el sujeto no puede separarse de la cadena significante, la cual se articula en el lugar del Otro.

De hecho, cuando algo en esta cadena se desengancha, se produce una conmoción subjetiva que muchas veces motiva una consulta con un psicoanalista. Este desajuste revela la imposibilidad de abordar al sujeto del inconsciente sin considerar su entramado significante, pues su identidad se constituye en relación con el discurso del Otro.

Lacan lleva esta idea aún más lejos, mostrando que el inconsciente no es solo una sucesión lineal de significantes, sino que responde a una lógica discursiva más compleja. Es decir, la articulación significante no solo se inscribe en el lenguaje, sino que también lo desborda, permitiendo la emergencia de algo que no es enteramente verbalizable.

Para explicar esta estructura, Lacan introduce dos dimensiones fundamentales:

  • La sincronía: Un eje de simultaneidad, donde los significantes coexisten en una red de relaciones estructurales.

  • La diacronía: Un eje de sucesión, donde los significantes se despliegan en el tiempo y adquieren sentido por contraste con otros.

Esta articulación puede compararse con un pentagrama musical, donde la estructura no tiene un único centro fijo, sino que depende de la relación entre distintos elementos en diferentes niveles. La diacronía, además, introduce la dimensión de la historia, permitiendo que cada significante se defina por lo que los demás no son, es decir, por su valor diferencial dentro del sistema.

Así, el sujeto del inconsciente no es un ente estático, sino una estructura en movimiento, atrapada en la red significante que le da forma y que, al mismo tiempo, puede trastocarse, provocando efectos tanto de sentido como de goce.

sábado, 29 de marzo de 2025

El significante del ideal y su función fundante

En el grafo lacaniano, el Ideal es el punto donde culmina un vector que parte del síntoma y en el cual se establece una identificación. Esta identificación actúa como soporte del entramado significante esencial para la constitución del sujeto y del deseo. Se sitúa en relación con la operación del Otro, que no solo provee el objeto de satisfacción (el pecho) sino también la “signatura”: una marca que encarna la función de lo simbólico como causa material del inconsciente.

Este planteo permite diferenciar dos niveles del significante. Por un lado, su articulación genera significación, lo que se inscribe bajo la lógica de la significancia y la cadena significante. Por otro, existe un sesgo lógico del significante, que implica su operatoria desconectada del efecto de sentido. Este aspecto se hace evidente en el Seminario 3, donde Lacan introduce el concepto de “acuse de recibo”, señalando la inscripción que el significante deja en el sujeto, sin relación con la significación.

En esta línea, la barra del algoritmo lacaniano se sostiene en la medida en que esta dimensión pone en juego la acefalía propia del significante. Lacan ya había abordado la comunicación en el Seminario 1 como una de las formas en que opera la nominación. Concebirla como inscripción revela la estrecha relación entre el Ideal del yo y la identificación primaria, ya que implica una escritura, un acta fundante.

Así, el significante del Ideal opera en el sujeto como un acto creador, dotado de un valor instituyente. Al referirnos a este significante privilegiado, nos situamos en el ámbito de las operaciones primordiales que constituyen al sujeto del inconsciente. Específicamente, este significante es clave en la instauración de la demanda dentro de la relación entre el sujeto y el Otro, y sin demanda, no hay posibilidad de deseo.

viernes, 28 de marzo de 2025

El significante y su paradoja

Uno de los fundamentos del pensamiento lacaniano es la preexistencia de la estructura del lenguaje. Sin embargo, esto introduce una paradoja esencial: aunque el significante ya existe, debe también emerger en el sujeto.

Para abordar esta paradoja, Lacan propone una temporalidad triple, estructurada en tres momentos lógicos que se organizan a partir de dos operaciones fundamentales:

  1. Primer tiempo: la marca.
    En este estadio inicial, el lenguaje deja una huella, un trazo que aún no es un significante, pero que comparte con él una característica esencial: puede ser borrado. Este borramiento es una operación significante, pues permite la aparición del significado.

  2. Segundo tiempo: el lugar.
    Cuando la marca es borrada, queda su lugar. Aquí emerge una dimensión topológica clave: el lugar del Otro, que antecede y espera al sujeto.

  3. Tercer tiempo: la emergencia del significante.
    El significante surge cuando ocupa un lugar en el Otro. De este modo, la paradoja se reafirma: el significante es producto del borramiento, pero al mismo tiempo, el borramiento es en sí mismo una operación significante.

Desde esta perspectiva, si entendemos el borramiento como una forma de vaciamiento, podemos definir el significante como aquello que tiene la consistencia de un vacío. No posee sustancia ni significado propio, sino que se enlaza con otros significantes en una cadena, formando anillos que constituyen el entramado simbólico del sujeto.

miércoles, 26 de marzo de 2025

La topología subjetiva en el seminario 3

El Seminario 3, dedicado a las psicosis, introduce un concepto que resulta anticipatorio dentro del desarrollo del pensamiento lacaniano: la topología subjetiva. Este planteo evidencia que, en Lacan, la topología no es un punto de llegada, sino un punto de partida para comprender los vínculos entre el sujeto y el significante.

El significante se presenta como algo exterior al sujeto, aunque esta exterioridad es problemática. Se podría decir que el significante espera al sujeto, lo que introduce una tensión entre las coordenadas de tiempo y espacio dentro de esta topología subjetiva.

Este seminario marca una transición en la concepción de la estructura. Inicialmente, Lacan parece acercarse a una noción de estructura que sugiere cierta completud, pero avanza luego hacia una idea de estructura fundada en su imposibilidad. Así, introduce el concepto de covariancia entre los elementos, que señala la presencia de un vacío estructural consustancial a la estructura misma.

Si la estructura es la del significante, su redefinición impacta la forma en que este es concebido. Lacan afirmará que "el significante, en cuanto tal, no significa nada". Se trata de una materialidad vacía de sentido y sustancia, lo que lo acerca a la formulación que más tarde desarrollará en La instancia de la letra..., donde el significante se asemeja a un anillo, un agujero enmarcado.

Este cambio en la consideración del significante también modifica la manera en que se entiende el mensaje. Un mensaje no es simplemente una significación, aunque la posea. Se convierte en una inscripción que da cuenta de un acuse de recibo (Seminario 3), aún cuando no sea posible determinar quién, en definitiva, toma constancia de ese mensaje.

domingo, 23 de marzo de 2025

El sujeto como falta significante: Entre la sincronía y la diacronía

Definir al sujeto como la falta significante implica situarlo en oposición a cualquier noción de consistencia ontológica. Desde una perspectiva estructural, su existencia es efecto de la separación entre el significante y el sentido, dos órdenes heterogéneos que solo se articulan de manera contingente.

El significante, en su materialidad y función activa, es lo que permite la posibilidad misma de la existencia del sujeto. Es a partir de esta estructura que se funda el campo de la verdad en el hablante. Sin embargo, la verdad no es una entidad dada ni evidente; su constitución requiere de la mediación del Otro, quien marca al sujeto desde el origen.

Este planteo integra dos dimensiones fundamentales: la sincronía y la diacronía.

Desde el punto de vista sincrónico, el significante preexiste al sujeto y funciona en un campo estructuralmente acefálico, sin referencia a ningún agente particular. En este nivel, el lenguaje se presenta como un sistema autónomo, despojado de cualquier dimensión semántica. Es en este orden donde Lacan señala la ausencia de una garantía trascendental, cuestionando incluso la figura de Dios como supuesto garante del sentido.

Por otro lado, la dimensión diacrónica es igualmente esencial. Para que pueda hablarse de un sujeto, más allá de cualquier diferencia diagnóstica, es necesario que alguien con "nombre y apellido" ocupe el lugar del Otro y sostenga una falsa garantía.

La interpretación psicoanalítica revela que el sujeto es efecto de esta falsedad: no sabe lo que dice, y el Otro, lejos de ser completo, es en sí mismo una instancia deseante. En ese vacío estructural, el sujeto adviene, precisamente porque falta el significante que podría conferirle identidad.

miércoles, 19 de marzo de 2025

La subversión del sujeto y la incidencia del cuerpo

¿Es suficiente definir la subversión del sujeto como aquello que un significante representa para otro significante? Esta pregunta plantea la necesidad de considerar el papel del cuerpo en esa subversión. No se trata solo de una estructura significante, sino también de un cuerpo que la sostiene y que incide en la división del sujeto. Pero, ¿de qué cuerpo hablamos?

El sujeto se inscribe como falta en el Otro porque en ese lugar—el conjunto de los significantes—no encuentra una identidad plena. Esto genera una paradoja fundamental: el sujeto y la falta son consustanciales, ya que es precisamente en el punto donde el Otro vacila en su sentido donde el sujeto emerge.

Existen dos paradojas clave en este proceso. Primero, el significante nace de una operación de borramiento (la marca), pero este mismo borramiento es ya una operación significante. Esto rompe con la temporalidad lineal y marca una alteración en la estructura del sujeto. Segundo, el Otro como batería de significantes está marcado por la incompletitud: los significantes están ahí, pero nunca en su totalidad. No es que falte un significante específico, sino que lo que se encuentra en juego es la función significante de la falta misma.

A partir de esta consideración, la castración se extiende más allá de la mera falta y se vincula con lo que no hay. Así, se pasa de una falta inicial a la noción de falla en lo simbólico. Como consecuencia, el sujeto mismo se constituye como falta dentro del Otro, homologándose con el conjunto vacío en la teoría de conjuntos.

Dado este pasaje de la falta a la falla, la subversión del sujeto no puede reducirse a su división por el significante. Lacan se ve llevado a buscar en lo real la estructura de esta división, lo que implica repensar el papel del cuerpo en la constitución subjetiva. Es en este punto donde se abre la pregunta: ¿qué estatuto tiene ese cuerpo en la experiencia del sujeto?

lunes, 17 de marzo de 2025

La comunicación: más allá del intercambio

El valor simbólico que Lacan le atribuye a la comunicación es innegable, pero debe entenderse en sus propios términos: alejado de la noción de un simple intercambio recíproco basado en un código compartido.

Para Lacan, la comunicación no se reduce a la transmisión de sentido, sino que expresa la asimetría fundamental entre el sujeto y el Otro. No se trata de significado, sino de acto. En este sentido, la comunicación implica un mensaje—una inscripción—que inevitablemente conlleva una respuesta. Pero, ¿qué es realmente una respuesta? Aquí entra en juego el acuse de recibo: el reconocimiento de que el mensaje ha llegado a destino. Sin embargo, Lacan no precisa quién es el que toma constancia de este mensaje.

Este acuse de recibo es el núcleo de la comunicación, pues introduce la función del Otro, el receptor, cuya existencia es indispensable para que el mensaje cobre sentido. En este punto, el signo debe entenderse en función de lo que representa para el Otro con respecto al niño.

Es importante aclarar esto porque, para Lacan, el significante prevalece sobre el signo en la constitución del sujeto. Este privilegio del significante estructura su análisis de la sexuación y su reinterpretación del complejo de Edipo a través de la metáfora paterna.

Lo que se pone en juego en este proceso es una normativización sexual, que no responde a ninguna esencia natural, sino a una operación significante. Así, la comunicación no solo se manifiesta en el discurso, sino que sus efectos deben rastrearse también en el cuerpo, confirmando su naturaleza de acto.

miércoles, 12 de marzo de 2025

El problema del sujeto que se nombra a sí mismo

 El sujeto no puede ser al mismo tiempo el que nombra y el que es nombrado sin generar una contradicción porque el lenguaje introduce una división estructural en el sujeto. Esta división es similar a la paradoja de Russell y tiene que ver con la imposibilidad de un autorreconocimiento total en el lenguaje.

Veamos esto paso a paso:

1. La división del sujeto en el lenguaje

Para Lacan, el sujeto del inconsciente es un efecto del lenguaje, pero al entrar en el lenguaje, pierde algo de sí mismo. Al decir “yo”, el sujeto se designa con un significante, pero ese significante no agota todo lo que el sujeto es.

  • Cuando digo “yo soy”, el yo que dice (sujeto de la enunciación) no es idéntico al yo del que se habla (sujeto del enunciado).
  • Hay una distancia entre quien habla y la identidad que esa palabra designa.

Este desfase genera una hiancia, una falta estructural que impide al sujeto coincidir completamente consigo mismo.

2. Relación con la paradoja de Russell

Vayamos a la paradoja de Russell:

  • El conjunto R se define a partir de una condición que se refiere a sí misma, lo que genera una contradicción.
  • De manera análoga, el sujeto intenta nombrarse a sí mismo dentro del lenguaje, pero como está atrapado en la estructura simbólica, siempre hay un resto que queda fuera.

Si el sujeto pudiera capturarse completamente en un enunciado, eso significaría que hay un significante último que lo representa de manera total, lo cual es imposible en el sistema del lenguaje.

3. Ejemplo cotidiano: el espejo y la identidad

Imagina que te miras al espejo. Lo que ves es una imagen de ti, pero no eres tú mismo en sentido absoluto, sino una representación.

  • El nombre propio es como ese espejo: te da una identidad, pero no es tu ser en su totalidad.
  • Siempre hay algo del sujeto que no se deja atrapar por el lenguaje.
4. Consecuencias clínicas y filosóficas
  • El sujeto está dividido, nunca es idéntico a sí mismo.
  • La búsqueda de un sentido total de la identidad es imposible porque el lenguaje siempre deja un vacío.
  • La falta que introduce el lenguaje es lo que sostiene el deseo: siempre hay algo más allá de lo que podemos decir sobre nosotros mismos.

El intento del sujeto de nombrarse completamente a sí mismo genera un cortocircuito lógico porque el lenguaje es estructuralmente incompleto. Así como en la paradoja de Russell el conjunto R no puede decidir si se pertenece o no,
el sujeto nunca puede cerrarse completamente en una definición de sí mismo sin dejar algo fuera.

jueves, 27 de febrero de 2025

La falta en el orden significante y la pregunta del sujeto

El orden significante se define por sus paradojas, siendo una de las más fundamentales la falta en el Otro. Aunque los significantes que existen están dados, el conjunto significante no es completo, lo que genera una brecha estructural. Esto plantea la cuestión central del estatuto de la falta significante y el papel del significante fálico en su designación.

La subjetivación surge del hecho clínico de ocupar un lugar como sujeto para el Otro, lo que implica un tránsito inevitable por su escenario. En este proceso, lo que adquiere significado para el sujeto es resultado de su paso por ese campo, el cual Lacan asocia con la verdad.

Este tránsito se manifiesta en la pregunta fundamental que el niño dirige al Otro: una interrogación sobre su lugar en el deseo. Sin embargo, esta pregunta pone en cuestión al propio Otro, ya que este no posee un significante que pueda responder de manera plena. De este modo, la estructura significante misma es puesta en jaque, no solo en su capacidad de significar, sino también en su posibilidad de escribir.

Dicha interrogación, lejos de ser una abstracción metafísica, se ancla en la relación concreta del niño con el Otro encarnado. Aunque este último puede ofrecer respuestas tentativas, la pregunta deja un resto en el significante, que retorna al niño en forma de enigma. Esta incertidumbre se condensa en la pregunta esencial: "Che vuoi?", es decir, "¿Qué me quieres?", en lugar de un simple "¿Qué quieres?".

martes, 25 de febrero de 2025

La función del significante en la praxis psicoanalítica

Real, Simbólico e Imaginario pueden considerarse los nombres propios de Jacques Lacan, pues constituyen las coordenadas fundamentales de su retorno a Freud. Estos registros no solo estructuran su marco conceptual, sino que también sirven como base para su crítica al psicoanálisis de su época, en la cual denuncia lo que denomina un “desvío”: el abandono de la función primaria y constituyente de la palabra en el sujeto.

Este desvío conduce la práctica analítica hacia un atolladero dominado por lo imaginario, donde prevalecen términos como significaciones, sentidos, afectividad, resistencias y lo especular. Frente a esta orientación, Lacan opone la “función del símbolo”, la cual inicialmente concibe a través de la función de la palabra y, posteriormente, desarrolla mediante el concepto de significante tomado de la lingüística.

La entrada en juego del significante introduce una materialidad propia al aparato psíquico freudiano, una materialidad vaciada de significación y sustancia. Este cambio conceptual impulsa un crecimiento exponencial en la formalización del pensamiento lacaniano, lo que se traduce en el desarrollo de sus matemas y en la elaboración de un concepto estructural del lenguaje, distinto del que propone la lingüística.

A partir de esta diferencia entre materialidad y significación, Lacan logra abordar el lenguaje prescindiendo de su función semántica. De este modo, introduce el concepto de significancia, que en La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud se aborda como el efecto de significado que el significante imprime en el sujeto, precisamente por su encadenamiento con otros significantes.

Así, se hace evidente que el significante no posee un significado intrínseco, sino que su efecto emerge del encadenamiento en la serie discursiva. Es esta estructura la que sostiene la praxis psicoanalítica lacaniana, diferenciándola de una práctica centrada en la interpretación de sentidos preestablecidos.

miércoles, 4 de septiembre de 2024

El sin sentido de la interpretación

 En el seminario 11 encontramos una nueva interrogación sobre la barra que separa al significante del significado, para marcar una discrepancia.

Una lectura se apoya en el valor discursivo del significante; la otra implica otra dimensión, soportada de un axioma: “un significante no puede significarse a sí mismo, formando un universo de discurso”. Esto prefigura el camino de lo que finalmente, algunos años más adelante, será el no-todo.

Es un desplazamiento en cuanto al punto de interrogación que lleva, necesariamente, a tener que repensar la estructura de la interpretación, por cuanto ésta debe de alguna manera incidir sobre esto, sobre el axioma.

Por esto, el contexto, no deja de llamar la atención que la denomine una significación. Es una afirmación extraña. Es cierto que no dice un significado y podríamos, retomando al significante una falta en el Otro, preguntarnos si esta interpretación como significación no reviste el carácter de absoluta. Me refiero a ese planteo de “Subversión del sujeto…” en el cual habla de una “significación absoluta”, algo que suena a contradicción, dado que toda significación remite a otra. Como absoluta entonces no remite más que a si misma, y entiendo que este es el horizonte.

Se trata, en la interpretación, de aislar un significante original, S1, un significante letra que no carece de vínculos con la posición del objeto.

Es un S1 que por su puro sinsentido conlleva una infinitización del valor del sujeto. O sea que la interpretación determina la entrada en juego de algo que carece de común medida, pero que por supuesto no carece de relación con un marco.

De este sin sentido radical se puede desprender la función de la libertad, en la medida del desasimiento. La interpretación aísla ese término que es soporte de la consistencia ilusoria del Otro, implicando la posición del objeto. El margen allí se vuelve efectivo por una decisión paradojal, de la que sólo es posible enterarse una vez acaecida la pérdida.

domingo, 1 de septiembre de 2024

El sinsentido en el sentido

 La construcción del algoritmo saussureano de Lacan constituye un acto fundacional, a tal punto que el propio psicoanalista francés sostiene que un algoritmo es la escritura que soporta y funda una ciencia. No vamos a entrar a discutir si el psicoanálisis es una ciencia, no es el eje de lo que queremos plantear hoy.

El algoritmo de Lacan da la instancia de la letra en el inconsciente. Queremos decir con eso que el algoritmo viene a señalar la inscripción y el alojamiento del significante en el inconsciente del sujeto, desconectado de toda dimensión semántica, o sea desconectado del efecto de sentido.

A partir de lo cual entonces, en el psicoanálisis, el efecto de sentido es la consecuencia del encadenamiento, de la concatenación significante. Es este tratamiento inédito del significante el que lleva a Lacan a sostener, muy tempranamente, que un significante en cuanto tal no significa nada.

O sea que, para tener un efecto de sentido, para que precipite la “significación en cuestión” (o sea el caso puntual y la pregunta que se obtura) es necesario el encadenamiento de al menos dos significantes.

Si el efecto de sentido es la consecuencia de la ficcionalidad en que consiste el encadenamiento de los significantes, podemos afirmar entonces que el sin sentido es inherente al efecto de sentido y participa de él.

O sea, el efecto de sentido se diluye en el sin sentido que le es consustancial. En la praxis, lo que el analista va a buscar es producir un efecto de sin sentido, reduciendo a los significantes a su sin sentido, vía la interpretación. La interpretación, como escansión del significante, desnuda que ese sentido no responde a naturalidad alguna; sino que es la consecuencia de la sanción que produjo el Otro.

El sin sentido entonces es un testimonio de que el mensaje, inherente a la verdad en el sujeto, participa de una sofística, en el sentido de lo engañoso, de un engaño del cual el sujeto es presa, por su sumisión al significante.