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miércoles, 9 de octubre de 2024

La historia de los villanos

 Dijo una vez Mary Shelley: "La historia de los villanos es mucho más entretenida que la de los héroes, porque los monstruos no nacen, son creados. No surgen del vacío ni de la oscuridad por sí mismos, sino que son moldeados por las circunstancias, por las heridas del mundo que los rodea. En ellos se refleja lo más profundo del dolor humano, el rechazo, la soledad, la incomprensión. Un héroe se define por sus actos de valentía, pero un villano es el resultado de un corazón que alguna vez fue puro y terminó corrompido. Los monstruos, en su tragedia, nos muestran lo que podría sucedernos a todos, si el mundo nos diera la espalda."

jueves, 28 de marzo de 2019

El obsesivo y el amor.


Elina Wechsler
El obsesivo se defiende encarnizadamente con sus síntomas del dolor, del amor. Sufre de deseos que lo obsesionan y tiene terror a esos mismos deseos.

Enredado en su jaula narcisista, pretende un control total a partir de su Yo; la pretensión ilusoria, forzada e imposible de controlar y manejar los hilos de la escena deseante de su –o de sus– mujeres.
No puede perder a ninguna, porque cualquier pérdida lo remite a la castración, a un desfallecimiento de su imagen narcisista. De allí su carácter anal, retentivo, en relación al objeto. De allí su afán de controlarlo todo, especialmente a su objeto amoroso.

Su pregunta esencial es: ¿Estoy vivo o muerto? En la modalidad activa, las grandes hazañas yoicas, las necesarias demostraciones de potencia sexual con las mujeres, son un intento de sentirse vivo. Dar prueba de que está vivo en la proeza del sexo. En la modalidad pasiva, “el muerto” gana la partida y el enganche a la mujer es sólo burocrático, cuando lo hay. 
Tanto en la histeria como en la obsesión el goce inconsciente en juego es de carácter narcisista. Pero mientras en la histeria se expresa en la alienación al deseo del Otro –la histérica está a merced del deseo del otro para colmar imaginariamente su falta– el obsesivo se retrae, se aísla emocionalmente para defenderse. Padece de su pensamiento. Se acantona en sus rumiaciones. Preso de la idealización de sí mismo, cuando en la vida amorosa debe tomar una decisión, se escabulle, anulando la pérdida y la ganancia.

El obsesivo siempre está psíquicamente en lucha para no ser sometido por el padre o sus representantes: el jefe, el suegro, el colega.
Curiosamente, tal como puntualiza Freud en un pie de página de su texto “Análisis terminable e interminable”, muchos obsesivos terminan siendo sometidos no por hombres sino por sus mujeres.

viernes, 31 de agosto de 2018

Hacer con el desvalimiento...


"El heroísmo del ser humano, desde el punto de vista del psicoanálisis, no depende tanto del reconocimiento de nuestra grandeza por parte de otro, sino de nuestra capacidad de afrontar el desvalimiento como experiencia íntima de nuestro ser. Ya que aquel que sabe no huir de su propia angustia será también aquel que no huya de su propio deseo".


Fuente: Philippe Lacadée, "Los sufrimientos modernos del adolescente"