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miércoles, 24 de enero de 2024

¿Cómo intervenir en las presentaciones clínicas en el “Borde de la neurosis”?

¿A qué se denomina “Presentaciones Clínicas en el Borde de la neurosis”?
Cuando nos referimos a la Clínica en los Bordes de la neurosis, hacemos alusión a pacientes cuya estructura psíquica es neurótica, pero -a diferencia de la neurosis clásica- su Yo (a nivel del Narcisismo) se ha constituido -en el origen de su estructuración- con severas carencias.

En la práctica clínica, se presentan, cada vez con más frecuencia, pacientes que cometen un daño hacia su propia persona, hacia su cuerpo (cortes, ingestas desmedidas, consumos problemáticos, actings out y pasajes al acto) que ponen en riesgo su vida y/o el lazo con los semejantes.

¿Qué significa un Narcisismo originario con severos déficits constitutivos?

La investigación clínica demuestra que los sujetos cuya estructura se halla en el Borde de la neurosis, fueron sostenidos de manera precaria por el Otro primordial, en tanto no le ha podido donar -por circunstancias siempre contingentes, que como analistas deberemos leer- una simbolización de sus propias demandas.

En los primeros tiempos de la estructuración subjetiva, ese Otro estuvo más atento a satisfacer las necesidades primarias y elementales del infans (comida, higiene), que a poder traducirlas de manera simbólica. No hubo, así, en tiempos instituyentes, la posibilidad de producir una hiancia, una falta, a modo del Fort-Da (presencia/ausencia) en el vínculo entre ese infans y el Otro de sus primeros cuidados.

¿Qué consecuencias tiene la carencia libidinal en el vínculo primario?

Cuando el Otro de los primeros cuidados no pudo –por razones siempre singulares- donar una simbolización suficiente como para que tenga lugar la hiancia (su duda interpretativa acerca de lo que le ocurre al niño o niña) y a cambio le ofrece lo concreto (ej. el alimento, la higiene), se produce en el futuro sujeto una severa dificultad para el armado de su inconsciente, con sus formaciones: como ejemplo paradigmático, el síntoma.

En la neurosis clásica, en cambio, el inconsciente se configura en derredor de lo que no hay a nivel concreto, de lo que falta. Esto es lo que causa el surgimiento de los significantes, las representaciones-palabras, que nunca terminarán de nombrar esa falta constitutiva que J. Lacan denominó: “objeto a” (nombre de un vacío, nódulo del inconsciente).

¿Cómo se manifiesta clínicamente un sujeto cuyo inconsciente ha sufrido un déficit en su inscripción?

Cuando las inscripciones simbólicas de un sujeto son deficitarias, a causa de la precariedad de simbolización del Otro de los primeros cuidados, será la pura acción pulsional y su satisfacción sin medida la que sustituya al inconsciente y sus formaciones (como lo es el vasto campo del síntoma, la inhibición y la angustia).

Indicadores Clínicos de las Presentaciones en el “Borde de la neurosis”

Las Presentaciones Clínicas en el Borde de la neurosis se caracterizan por la irrupción directa de la pulsión del Ello y/o los mandamientos crueles del Superyó, que causan un daño en el propio cuerpo y/o una violencia volcada hacia el exterior, a modo de descarga que no puede tramitarse a nivel del inconsciente y la palabra.

En las Presentaciones Clínicas de Borde el cuerpo del sujeto se halla verdaderamente afectado y perturbado, como así también y generalmente, sus lazos con los semejantes más cercanos.

Obstáculos severos en el lazo transferencial

Estos sujetos replican en el vínculo transferencial con el analista su desconfianza de que haya un Otro al que se le pueda adjudicar un lugar de Supuesto Saber -en tanto su Otro primordial desfalleció en su función de intérprete, porque se limitó a lo concreto de la satisfacción de las necesidades básicas-.

Estas neurosis no son –de entrada- neurosis de transferencia. La neurosis de transferencia será una apuesta del analista, como un horizonte futuro de llegada que se encontrará con sólidas resistencias por parte del paciente, debido a su desconfianza en la palabra y su compulsión a la acción.

La psicoanalista Haydee Heinrich denominó a esta circunstancia clínica de estos sujetos como poseyendo una: “falta de confianza en el significante”.

Intervenciones clínicas del analista

✅El analista se ofrecerá en su función de lector, asentada en una ética: no juzgar al paciente. 
✅Una intervención privilegiada son las “Construcciones en Psicoanálisis”. Porque permiten, en acto, historizar aquello que se presenta en el sujeto como pura acción. El psicoanalista podrá preguntar de manera activa cuando ocurrió, cómo ocurrió, dónde ocurrió. Y, fundamentalmente, le dirigirá al sujeto una pregunta: “¿Qué le ocurre en el momento de la impulsividad sin límite? Por ejemplo, cuando se corta”.

De esta manera, el analista apostará a la palabra del sujeto y, asimismo, a que pueda encontrar un sentido a sus acciones impulsivas, en tanto dicha significación está profundamente apartada de su subjetividad.

lunes, 3 de febrero de 2020

¿Cómo recuperar la confianza?


¿Cómo pensar en la convivencia cuando falla la confianza? La confianza sostiene el lazo social y esta implica una suposición de saber en el otro, que no carece de sus limitaciones.  Por otra parte, Freud hablaba de la imposibilidad de educar, curar y gobernar. ¿Cómo ubicar el lugar de la verdad allí? Recuperar la confianza, en estas coordenadas, no es tarea sencilla. El autor reflexiona también acerca del fenómeno informático, con una interesante reflexión acerca de la actualidad.

viernes, 24 de enero de 2020

Lo Insoportable, La Confianza, La Apuesta.

En un texto Freudiano de 1927, “El porvenir de una ilusión”, Freud intenta dar cuenta del desvalimiento de inicio del hombre. El desvalimiento y desconcierto del género humano, nos dice Freud, son irremediables. Es sobre todo aquí donde fracasan los dioses; aunque el hombre no deja de inventarlos.

La creencia es una herramienta que le permitió al hombre ir construyendosé, sosteniendo a un Otro que garantice su existencia.

El narcisimo le ofrece al sujeto el dibujo de un cuerpo, Uno , para sentirse separado del mundo. Uno del sentido, captor de representación, podriamos llamarlo el Uno de la ceencia. También nos habita el Uno distintivo, aquel que el significante ofreció, al no significarse todo en Uno y necesitar de otro, y de otro, y más, al menos dos. El Uno del descreimiento.

Y por último, lo que no es ni uno ni Otro, el objeto a, soporte en tanto agujero de la existencia. Aquella que se añora cuando el Uno le hace valla, tope a su aparición, momentos de divorcio entre el saber y la verdad.

La confianza es uno de los nombres que Freud le da a la transferencia, confianza en la palabra, en el saber del Otro, en el Sujeto supuesto Saber. Lugar de comienzo de un análisis en el desvalimiento que la neurosis deja a veces al sujeto, cuando apresado allí no puede existir. Lugar de comienzo, dije, que al final topa al sujeto otra vez con su despojamiento. Pero esta vez al final, ¿en qué se diferencia y en que no de aquel comienzo?

La existencia, creo, se sostiene de una apuesta que es al comienzo en la aparición del sujeto del inconciente del lado del analista, y que al final del recorrido también toma forma de apuesta, esta vez del lado del sujeto.

Lacan toma a Blaise Pascal para trabajar el tema de la apuesta.

Si con Descartes, se dice que se abre el camino a la modernidad, con Pascal se abre paso también a una nueva dirección del espíritu, aquella que apunta al hombre y al mundo conjugadas ambas en el terreno ineludible de la existencia.

Descartes plantea la ciencia pura del método, Pascal lo llama sprit geometric, pero él agrega el sprit de finesse, la intuición viva que penetra de una sola mirada en la esencia misma de las cosas. Dice Pascal: “la limitación constitutiva que soporto me conduce necesariamente hacia la paradoja, y en esa paradoja se aferra un hombre capaz de mucho y poco, de todo y de nada”. Frente al pensamiento abstracto opone la existencia concreta. El punto de partida es la existencia concreta del hombre.

Su célebre argumento de la apuesta es el que toma Lacan en su seminario El objeto del Psicoanalisis y De un otro al Otro.

Dirá Pascal : ”No sé si Dios existe o no”, pero seguro que no llegaré a la conclusión por vía de la razón, entonces apuesto a que existe y que continúo.

Su proposición me hizo acordar a la instalación del juego infantil. El juego de la apuesta pascaliana introduce eso, el jugar denuevo. El famoso “Dale que“ de los niños.

Lacan comienza en la clase del 2 de febrero de 1968 a preguntarse por su transmisión. Aquí dice que el análisis es una experiencia trascendente en el orden de la ética, la experiencia dice en la relación del sujeto con el Otro.

Mi pregunta es la siguiente, ¿qué pasa cuando ya la confianza ubicada en el SsS cae? Allí surgió en mi experiencia un término que cobró relevancia y me llevó a su búsqueda, la apuesta.

Exponerse a la situación de que toda demanda no puede sino ser decepcionada, ahí está lo que el paciente tiene que afrontar y lo que no podrá preveer al principio de su análisis. El analista es SsS, supuesto saber todo, salvo lo que respecta a la verdad del paciente.

Ahora, pienso que si esta posición cae al fin de un análisis, o sea ya no hay sujeto al que se le suponga saber, me pregunto: ¿Hay manera de que caiga la suposición? ¿Hay manera de enfrentar lo real que no sea vía supuesto?

Lacan dice que Pascal transmite con sus papeles, hechos garabatos (sus pensamientos fueron editados post mortem), algo de la realidad incorpórea que él nos desea transmitir.

Pascal, nos dice, Lacan manifiesta la estructura del sujeto. No se podría por el poder de la razón saber si Dios existe. La existencia es independiente de la razón de ser. No hay un Dios supremo. Hay el de cada uno.

La apuesta de Pascal no es la apuesta de Uno es la apuesta de un Je. Para apostar hay que abandonar el argumento, abdicar de la razón.

Dios es o no es, la razón no puede determinar nada allí. Hay un caos infinito. Se juega un juego en el extremo de la distancia infinita donde acontecerá cara o cruz.

Siempre el que apuesta está en falta. Lo justo sería no apostar en absoluto, pero dice Pascal: “hay que apostar, esto no es voluntario ¡ustedes están embarcados!”.

La vida hace obstáculo a la apuesta y respecto de lo que se trata en la apuesta, es de una nada. Para apostar hay que soportar la caída de la representación imaginaria que anuda un sentido que excluye la nada. Nada de representación, es vacío de inscripción que marca ya desde ahí que hay juego posible, de otras representaciones.

Entiendo que cuando Pascal habla de dejar las trampas de las envolturas placenteras, se refiere a esto. Èl lo llama nada, que se ponga en juego esa nada. Es decir perder las envolturas para “embrutecerse”. Lacan agrega a las pérdidas de las envolturas la pérdida de la vestidura narcisista. Dirá: “despojarse de esta imagen, que es la imagen de sí”. Entonces la apuesta implica un desplazamiento que en este caso es la imagen de sí.

Este es el despojamiento, insoportable en tanto implica un despojarse de una imagen que ha donado el Otro, como don y que lo deja al sujeto, entonces ex–puesto de su jugada. ¿Para qué?

Entiendo que para que el sujeto arme el suyo, fuera de la demanda, un juego que sostenga un compromiso, sostenido ya sólo de su decir. Un decir que no busca interpretación sino algún partenaire. Y aquí es que Lacan va a introducir el objeto a, como causa del deseo, y valor que lo determina al sujeto, esto es de lo que se trata en la apuesta.

Una apuesta es un acto al que muchos se entregan. Sin acto no hay apuesta. Sin algo que implique la decisión no hay apuesta. La decisión se remite a una causa que se llama azar. ¿Qué el el azar? El azar se refiere a la concepción de lo Real en tanto que es imposible. Imposible de interrogar porque no responde.

La apuesta encarna al objeto perdido, en tanto para el sujeto del inconciente comprometido en el significante hasta su límite. El objeto está puesto ahí para ser perdido. Ganar es siempre ganar una partida, y perder también.

¿Cuál es la puesta en juego de este objeto desconocido que nos divide entre saber y verdad? Lo que se pone en juego en la apuesta es la existencia del partenaire. Pascal diferencia claramente a mi modo de ver el todo del infinito, la función de la falta, o ausencia está en relación al infinito, el todo es un engaño del narcicismo, que lleva a creer lo tantas veces escuchado: Si apostás, es a todo o nada, yo diria que este dicho es el que comanda la neurosis, e insiste en llevarlo al sujeto a no perder la esperanza. La esperanza es divina, la ilusión es singular. Freud nos enseña que a diferencia de la esperanza en la ilusión hay participación del deseo. Busquemos el paraíso o caeremos en el infierno, es lo que sostiene la esperanza. Ni lo uno ni lo otro, sabemos que la existencia es, como nos enseña Lacan, tragicómica.

Volviendo a lo que se pone en juego, no podemos escapar de la puesta en forma significante de la cual Pascal nos dice a su manera que ya estamos embarcados, pero también es cierto que esta puesta en forma incluye de inicio su límite, es más, no puede desplegrase sin él. Ahora bien , mas allá del significante está el objeto, y más allá del objeto lo real. Ese objeto que en el fantasma toma forma de objeto parcial: oral, anal, escópico e invocante, pero que en última instancia es la causa de un invisible, inasible, indicernible división del Otro, el sujeto. En la clase del 9 de febrero de 1968 dirá Lacan, que “el sujeto hace la estructura del goce y que todo lo que puede esperarse de ella son prácticas de recuperación, eso quiere decir que lo que el recupera no tiene nada que ver con el goce sino con su pérdida”. Entonces diría ahora que la apuesta está también ligada a la pérdida de goce, no sólo al argumento. Los argumentos mas bien son aquellos que se despliegan bajo el supuesto , suposición de saber al sujeto que lo encarna que deja bajo la barra al objeto a. Suposición que hace a la función fálica crear argumento. La apuesta en cambio es en soledad de argumento, porque cae su razón en el acto de decisión, momento de retorno de la confianza pero esta vez más como un acto de fe en lo real.

Incertidumbre fundamental, a saber si existe un partenaire, donde la garantía de amparo cae. En la a-puesta se trata de sostener la oposición, la tensión siempre. Cae el Ideal que unifica y apacigua.

La apuesta implica la convicción de que no se gana sin pérdida y esto va más allá de los argumentos a los que la función fálica ha prestado servicios. La apuesta es siempre partida. Lo insoportable, lo insoporte, lo que no se soporta, abre una dimensión conocida por los analistas, aquella que va más allá del significante, aquella que aunque no significable se hace oír. Oír en el dolor de una perdida, en el reiterado desencuentro de lo buscado, en la caída del analista del lugar del objeto, al final, cuando sólo la presencia hace eco a ese tiempo previo a la ausencia de su imagen. Cuando solo y no tan solo deviene un partenaire radicalmente otro. Lo insoportable del sufrimiento neurótico toma forma en un análisis a medida que la cadena significante va cavando en sus vías su osamenta, su agujero inicial, su soledad, su más íntimo cobijo.

Me preguntaba al comienzo, si caía la supusición con la caída del sujeto supuesto saber, si habría otra manera de relacionarse con lo real que no fuese supuesta.

Y allí es donde vuelvo a preguntarme si no toma la posta la a-puesta cuando ya no hay suposición, porque la a-puesta implica la dimensión del objeto a en tanto tal, no en tanto objeto del fantasma.

Es decir a-puesta arriba de la barra, como agente.

Decía que la apuesta es un juego que implica la toma de una decisión, que se juega más allá de Uno, en una búsqueda infinita. Implica también la caída del objeto que el ideal velaba y la disponibilidad del objeto a para ser jugado.

La suposición de la apuesta es el azar. La decisión que implica la apuesta llega donde hay indeterminación de la cadena significante y fuera de la imagen de sí. Puede apostar aquel que ha supuesto hasta el límite, supuesto en el sentido de suponer lo que el significante es para otro, no para la conciencia del sujeto, eso es la esperanza. Entonces la apuesta implica soportar el agujero aquí que la cadena significante porta y sostiene hasta su punto de caída. No importa si creo o no, yo apuesto a un encuentro inexplicable.

La apuesta es la que da marcha a los distintos dispositivios del psicoanálisis. No hay análisis sin apuesta, se crea o no en él, ni final de análisis sin ella, como tampoco experiencia de pase sin apuesta.

Tomaré esto último para decir que el pase se inscribe en esa dimensión. La decisión se toma más allá de Uno. Comanda la decisión otra cosa que no es el argumento, ya que para hacer o no la experiencia hay argumentos absolutamente válidos y lógicos.

Comanda otra cosa, digo, una apuesta que inicia un movimiento que hará pasar o no su causa, que no es más que lugar de invención.

Caídos los dioses nos aguarda el prójimo, por ejemplo los amigos, aquellos a los que aprovecho agradecer cuando supieron que un abrazo devolvía al alma ilusión, en momentos en los que ésta desfallece.

Y voy a parafrasear a Freud en su texto El porvenir de una ilusión, Cap IX: “Perdiendo sus esperanzas en el más allá, y concentrando en la vida terrenal todas las fuerzas, así liberadas, lograrán que la vida se vuelva soportable.... Entonces sin lamentarse podrá decir junto con uno de nuestros compañeros de incredulidad “..........
“Dejemos los cielos a ángeles y gorriones”

BIBLIOGRAFIA
FREUD, S.: El porvenir de una ilusión.
LACAN, J.: Seminario XIII, El objeto del psicoanálisis, Clases: 2/2/68 y 9/2/68.
LACAN, J.: Seminario XVI, De otro al Otro.
PASCAL, B.: Pensamientos.

Fuente: María Gabriela Pedrotti (2011), "Lo Insoportable, La Confianza, La Apuesta", Escuela Freudiana De Buenos Aires