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jueves, 8 de julio de 2021

La condición terapéutica del psicoanálisis

Ya hemos sostenido en otra nota publicada por este medio, la legitimidad estricta del uso del concepto "terapia" en psicoanálisis.

Resumiendo: No es verdad que el concepto de "terapia" implique el retorno a un estado anterior, como se sostiene ampliamente en el ámbito lacaniano, basándose justamente en una crítica que hace Lacan (que habría que entender en el contexto de sus polémicas y no tomarlas como verdades absolutas y sin más). Ningún uso del término autoriza esa lectura, cosa que puede comprobarse en una búsqueda exhaustiva de en las fuentes autorizadas disponibles (enciclopedias, diccionarios...de suficente jerarquía...etc.).

Por otro lado salvo en restrigidos ambientes psicoanalíticos, la palabra psicoterapia para el tratamiento psicoanalítico está socialmente sostenido y no se puede ignorar esta nominación en el lazo social, en una insistencia claramente dogmática que que de hecho coloca al psicoanálisis por fuera del lazo social.

Nadie concurre a un psicoanalista sólo para conocerse o lograr un estatuto discursivo superior (la idealización del fin del análisis), se lo reconozca o no.

Por otro lado sabemos que en el malestar y el sufrimiento se juega el síntoma y el psicoanálisis apunta a mejorar la condición de ese malestar y el sufrimiento. El mismo Lacan no tuvo pudor en usar el concepto de cura e inclusive explícitamente en uno de sus últimos seminarios sotuvo que el tratamiento psicoanalítico es un sesgo práctico para sentirse mejor. Si bien no necesitamos la autorización de la enseñanza de Lacan para sostener nuestra posición, no está de más citarlo por las razones ya expuestas. En Freud la condición terapéutica del psicoanálisis siempre fué explícita y textual en su obra.

Por lo tanto es un error teórico y clínico negar la condición terapéutica, bajo pretextos tales como el expuesto en la afirmación de Lacan, o el famoso "el síntoma se cura por añadidura" parafraseo de una dicho de Freud, tomado también fuera de contexto.

Por otro lado ese "sesgo práctico para sentirse mejor", tiene una dimensión que no sólo es práctica. No es algo ortopédico y resistencial como en cualquiera de las otras prácticas "psicoterapéuticas".

El psicoanálisis en cualquiera de los ámbitos donde opera un psicoanalista, desde la guardia en un hospital hasta el tratamiento psicoanalítico propiamente dicho, basa su eficacia con el síntoma en el posicionamiento del sujeto frente a él. La relación con la verdad permite una mejor calidad de vida, y esa mejor calidad va ligada a la cura misma, cuya eficacia va desde el alivio, hasta la resolución de los síntomas que muchas veces implica hasta el plano orgánico.

Se trata del acceso del sujeto a su verdad y su posicionamiento frente a ella...eso cura y hay que decirlo.

La cura psicoanalítica no es ortopédica como sucede con las "psicoterapias" varias, sino lo reiteramos: es el posicionamiento del sujeto frente a la verdad, de eso resulta ese "sesgo práctico para sentirse mejor" de la cita de Lacan que mencionamos anteriormente.

Creo que los psicoanalistas debiéramos tomar esto suficientemente en cuenta.

Eso no ocurre muchas veces. Y suele ser el resultado de una enorme negación ... ya que es muy difícil pensar que alguien pueda prácticar el psicoanálisis sin tener esa aspiración...lo reconozca o no.
Y si se trata del lugar del psicoanálisis en el lazo social, la difusión de esa negación de la condición terapéutica del psicoanálisis sólo conduce a la resistencia frente a él.

Victor Iunger, " LA CONDICIÓN TERAPÉUTICA DEL PSICOANÁLISIS"

lunes, 14 de junio de 2021

Notas sobre la clínica psicoanalítica: La Dignidad.

El concepto de dignidad abarca una dimensión estructural del ser humano y hasta donde sabemos esta dimensión es universal. En todas las culturas que pude conocer hasta ahora, directamente o indirectamente a través de distintas fuentes, esta dimensión está presente.

Yendo ahora al terreno de nuestra práctica, es inevitable tener en cuenta esta cuestión, que se nos presenta a diario en la vida del sujeto por distintas vías discursivas.

Es muy difícil enumerarlas a todas, son tan variadas como la subjetividad.
En otros términos cada versión de la dignidad, es en sus manifestación, singular. Haciendo honor a la médula de nuestra práctica debemos situarnos en el marco de esta singularidad.

Pero hay que aclarar que cuando hablamos de dignidad hay que distinguirlas de las reivindicaciones narcisistas yoicas que justamente se caracterizan por esconder en el sentido habitual de la palabra, otras cuestiones derivadas de las defensas narcisistas, el desconocimiento de la verdad subjetiva.

En este sentido ya no se trata de dignidad sino de esa reivindicación narcisista, que puede portar un deseo de dignidad, pero que por lo general se halla en sus antípodas.

En resumen, de un modo quizás esquemático, cuanto más se trata de una reivindicación narcisista, menos se trata de la dignidad que desde el psicoanálisis intentamos definir y con la cual nos encontramos en nuestra práctica cotidiana.

No cabe la menor duda que el análisis, apunta a la verdad, a la subjetividad, dimensiones que se hallan portadas por lo general por la dimensión sintomática del malestar y el sufrimiento que llevan a alguien a emprender el recorrido de un análisis.

A medida que el análisis avanza, el síntoma se deconstruye tanto en una dimensión sincrónica, es decir en el relato inevitable de la actualidad de la vida del sujeto, así como en su dimensión histórica que es necesario abordar.

La dirección de la cura, a nuestro entender, esencialmente está en el discurso mismo del análisis.

El dicho corriente por parte de nuestros colegas "hay que seguir el camino del padre, de la madre...etc etc" sólo es válido en la medida en que es el resultado mismo de ese devenir mismo del discurso.

No es algo que se pueda comandar desde la conciencia.

No es que no haya propósitos del analizante o del analista, sólo que el discurso mismo se encarga de direccionar esos propósitos concientes, hacia las dimensiones discursivas implicadas, mas allá de los propósitos voluntarios.

Y muchas veces estos propósitos voluntarios mismos están guiados por el discurso mismo. Allí se entrelaza la resistencia, la represión, las defensas en general...las verdades, las emergencias subjetivas y los varios etcéteras que podemos advertir.

El semblante del analista, la dirección de la cura, la asociación libre, la atención flotante...se hallan implícitas y poco dependen de los propósitos concientes que mencionamos.

Dicho todo esto, advertimos durante el proceso analítico, que hay una dimensión muy fuerte que tiene que ver con la mejoría cuando no la curación de los síntomas y el avance del analizante en su análisis, su relacionamiento con sus verdades.

La dignidad como dimensión del análisis tiene que ver con el modo con que en el analizante se siente con respecto a sí mismo. Sentir que está íntimamente vinculado con su valoración de sí.

Esa valoración tiene que ver con la relación del Ideal del yo y el yo.

En que medida el yo se siente amado por su Ideal, en que medida el sujeto puede jugar sus deseos, sus goces, en fin... sus fantasmas, de un modo en que sus verdades y su advertencia respecto de esas verdades, y por lo tanto de los caminos de su subjetividad, van siendo desgajadas de las alienaciones respecto del superyo, el sentimiento de culpa y los parámetros afines de la vida del analizante.

Aunque lleva su tiempo desplegar estas cuestiones en un análisis, no cabe duda de que están en juego, en el síntoma, en el sufrimiento, en el carácter, en la sintomatización del carácter. En fin, en la vida del sujeto y la incidencia del análisis en esa vida, sus condiciones y el advertimiento del sujeto respecto a la verdad que se juega en su estructura singular.

En este punto se juegan en el análisis varios ejes que definen un análisis que cumple con su función y su metodología.

La distinción entre culpa y responsabilidad. 
Una cosa es que en la investigación analítica sea reconstruída la historia del sujeto, el orígen de sus marcas, las incidencias del superyó los, padres, en fin la historia en general.

Otra es colocar en esa historia, de un modo simplista y hasta ingenuo, la responsabilidad de las condiciones actuales de la vida del sujeto.

Aliarse con las quejas del sujeto, su sentimiento de daño histórico, lo que Lacan llamaba la frustración, es descolocar el eje de la cuestión y conduce al sujeto a permanecer en la misma condición subjetiva y hasta en el mismo sufrimiento que cuando comienza su análisis.

Culpabilizar a los padres de lo que ocurrió en la vida del sujeto es ignorar la propia responsabilidad respecto de su condición de portador de ella, en condición pasiva e impotente.

Es portar la culpa de esa historia enmascarada tras la culpabilización y responsabilización de los personajes y circunstancias de esa historia.

Caricaturescamente diríamos que entender el síntoma como algo de lo cual el sujeto no es responsable, es comprender en el peor sentido de la palabra que la culpa es del papá, la mamá, los hermanitos, los tíos... y los personajes...variados del pasado.

No se trata de ignorar la historia. Al contrario, se trata de investigarla, pero ir claramente a lo que el sujeto hizo con ella.

A través del síntoma el sujeto sufre esa historia. 

En esa dimensión sintomática su dignidad queda profundamente dañada, y en ese daño interviene inadvertidamente la culpabilización de los personajes de su historia. Esa culpabilización es una claudicación también inadvertida de la subjetividad.

El superyó rige en detrimento del Ideal en la valoración que el sujeto hace de sí mismo.

De nada valen las reivindicaciones narcisistas al respecto.

Y lo peor que puede ocurrir en un análisis es que el analista confunda investigación de la historia del sujeto con sus marcas, de los goces, de la presencia de la dimensión del Otro en ella. Todo ello está en juego en la alianza con las quejas del sujeto respecto de su historia.

Esa confusión es lisa y llanamente desresponsabilizarlo, es conducirlo a la reacción terapéutica negativa tal como la definía Freud, o mejor dicho es dejar que la dimensión de la frustración sea el eje de ese análisis, y consecuentemente el análisis no sea eficaz ni en cuanto al sufrimiento ni en relación a la verdad y la subjetividad, que finalmente están fuertemente relacionados.

El síntoma se encarga de la responsabilidad si el sujeto no la asume simbólicamente.

Se advierta o no, es enorme el daño que se inflige a la dignidad del sujeto por esta vía.

La dignidad muchas veces queda alienada en la reinvidicación narcisista. En el análisis, a veces hay una reivindicación de lo indigno, por ejemplo goces abyectos varios, obscenos y hasta perversos. Claro...qué analista puede juzgar. Nada más ajeno a nuestra práctica. Cada cual vive como quiere...o como puede (aquí el orden de los factores no altera el producto).

Ahora bien...hay que decirlo...esos goces no son gratuitos y el síntoma se encarga de eso. A veces con enorme malestar del sujeto, angustias, impedimentos, fracasos, malestares corporales múltiples...y sigue la lista...

Volviendo a lo que un analista hace con eso... Si no se distingue reconstrucción de una historia, deconstrucción del síntoma sincrónica y diacrónicamente, con colocar la responsabilidad en el Otro, de la historia o de las circunstancias actuales, lo advierta o no el sujeto conduce a un análisis que no avanza, a un sufrimiento que a la larga se infinitiza de diversos modos...a la repetición perpetua del malestar y sus condiciones, en una profecía autocumplida.

Un caso particularmente relevante es una angustia que se mantiene por años en algunos análisis. Es producido por una inercia causada por el amor transferencial y la contratransferencia correspondiente, su aliada resistencial. Muchas veces la cuestión de la no responsabilización del sujeto está en el centro de la cuestión.

En relación a esta inercia que ocurre frecuentemente, solemos advertir la circunstancia de un análisis detenido muchas veces en forma que exige un corte.

A veces un cambio de analista franquea esa detención. A veces puede ser que tanto el analizante como el analista, al darse cuenta de lo que ocurre, producen un movimiento que interrumpe la inercia y permite que ese análisis continúe.

En realidad cabe decir, que no sólo la angustia permanente y durante mucho tiempo, es la que delata esta inercia. La persistencia sintomática y del sufrimiento tiene distintos rostros. Entonces el eje de la cuestión es que el analista tenga en claro donde se encuentra la responsabilidad del sujeto respecto de esa historia.

Conducir el análisis desde la responsabilidad del analizante y no desde la solidaridad de la queja con lo que le ocurre...en la medida que eso es posible en función de la estructura de cada cual y de los tiempos del análisis implica el avance respecto de la verdad, la subjetivación, el florecimiento del deseo, y la posibilidad de que cada uno pueda posicionarse subjetivamente frente a las aventuras y desventuras de su vida.

El héroe no es un mito, en la historia del sujeto, salvo el carácter mítico con el cuál nos pensamos. Es necesario advertir la dimensión de héroe épico que todos tenemos en nuestra vida. A veces somos héroes trágicos, a veces héroes épicos en el sentido positivo de la palabra. 

Pero siempre somos protagonistas centrales de nuestra historia. 
No se trata sólo de lo que Freud enunció como mito del nacimiento del héroe. Se trata de lo que ese mito del nacimiento del héroe nos enseña en cuanto a la estructura fantasmática de todo sujeto.

Viene desde el nacimiento y sigue hasta la muerte...
Como tantas cosas que Freud descubrió puntualmente y que en realidad son parte de la estructura. Como tantas cosas que aparecen descriptivamente y en circunstancias puntuales que Freud descubre en su clínica y que con el tiempo se demuestran ser estructurales.. Freud con prudencia o inadvertidamente describe estos fenómenos. Con el tiempo nos damos cuenta que son generalizables a la estructura misma.

Los conceptos usados descriptivamente se van transformando en conceptos propiamente dichos o al menos exigen que lo sean. Exigen trascender la descripción fenoménica y debe ser transformados en conceptos del psicoanálisis.

Para citar un ejemplo puntual, el peso que cobró en la teoría psicoanalítica el concepto de "ombligo del sueño". Freud habló de él un par de veces, descriptivamente. Lacan en su conocida lucidez hizo la operación de transformarlo en un concepto fundamental de la teoría.

No es difícil deducir entre otras cosas, que se trata de una ventana sobre lo real, una ventana por la que se puede vislumbrar el más allá de la represión primaria: simplemente lo Real.

Y luego de esta disquisición, retornamos al comienzo de esta nota. Lo que nos a elevar desde lo fenoménico a una dimensión conceptual central en la teoría y en la clínica del psicoanálisis, el concepto de Dignidad.

Nombramos con este concepto una dimensión esencial de la vida del sujeto. Su falta es inmanente al síntoma, se advierta o no. Se la niegue o se reivindique lo contrario, la indignidad. Y hasta se burle...uno o los otros de ella.

En esta cuestión se juega entre otras cosas: la estructura del sujeto, su trato con la pulsión, con el objeto...en resúmen con todo lo que porta su ser.

El carácter es el resultado de la internalización de las elecciones de objeto y su introyección. Goce real, tramitación simbólica, captación imaginaria se unen en él. El síntoma es el punto donde el sujeto, entre otras cosas, se enfrenta con su carácter. En términos familiares a la clínica, podemos decir que los rasgos de carácter pasan de ser ego sintónicos a ego distónicos.

El sujeto pasa del "soy así y punto", a sentir que es algo ajeno al yo. Es relevante advertir que el malestar inherente a un sufrimiento que hasta allí fué ignorado suele tener que ver entre otras cosas con ese carácter. 

Un malestar en el punto donde el rasgo de carácter porta un goce, un trato con el goce, una imaginarización yoica o inadvertida o reivindicada (y aquí, ya aparece la egodistonía, vía reivindicación egosintónica).

No cabe duda que el análisis avanza a través de los síntomas y sus vicisitudes, fantasmas incluídos. También avanza transformando rasgos de carácter en estilo....

Pero... ¿qué es el estilo?
El estilo son los rasgos que definen las marcas que porta el ser del sujeto. El sujeto no es esas marcas. Es el soporte de esas marcas y los goces que acotan circunscribiéndolas.
Es lo que Lacan definió apoyándose en la filosofía como "falta en ser".
El ser del sujeto es una falta, soporte de sus marcas y sus goces. Ellas definen en estilo.
El carácter ¿tiene algo que ver con el estilo? Por supuesto que sí.
El estilo está en los rasgos de ese carácter. Pero ese carácter que lo porta por estructura, por su configuración en tanto heredero de la relación con el Otro y sus versiones en la historia del sujeto, queda alienado de ese sujeto. 
En el carácter, la separación y constitución subjetiva definen el trato con la vida.
Acorde con el deseo y los goces posibles muchas veces. 
Pero en el malestar y el síntoma, el estilo está alienado en goces sin acotamiento suficiente por sus marcas. En elaciones narcisistas imaginarias e ilusorias.
El análisis conduce, en sus eficacias, a pasar del rasgo de carácter a al rasgo del estilo, por decir así "purificado"...es decir filtrado de lo que lo excede.

En el medio, caen goces abyectos, alienados, sin límites y obviamente traumáticos. El narcisismo que excede al necesariamente estructural parece ser un camino eficaz en el trato con la abyección...Parece...sólo parece.

Un análisis debe entonces recorrer el camino de la responsabilidad del sujeto, de su relación a la verdad que emerge en el recorrido discursivo. Implica el pasaje de la impotencia a un trato amigable con lo imposible. 

Tratar a lo imposible como si fuera posible, o lo posible como si fuera imposible son vertientes de la neurosis (se las suele titular de histéricas u obsesivas, respectivamente.
Finalmente por ese camino, es muy difícil no sentirse víctima inocente de una historia. Sólo que el sujeto ni es víctima ni es inocente.
En ambos caso la responsabilidad con respecto al trato con lo imposible es la causa del sin salida de estos caminos.

Un clásico... : "y ésto cómo 'se' resuelve"...un desafío ingenuo al analista, a veces un desafío resignado...a veces, precisamente desafiante en el tono y el contenido.

La respuesta inevitable de un analista como tal debiera ser el decir de un modo u otro, pero claramente: se trata de: "ésto... como 'yo' lo resuelvo". Subrayo el yo que en nuestra lengua castellana aparece portado implíctamente por el verbo: sería "y ésto como 'lo' resuelvo no como 'se' resuelve.

Obviamente apuntamos a la responsabilidad del sujeto que se juega atrás del yo que nos inquiere.

En resumen: 
La dignidad es una dimensión en la que, a través del análisis, el sujeto, rescata una de las cuestiones esenciales a su ser. Sin ella...al decir de algunos pacientes...la vida no vale la pena de ser vivida.

Fuente: Víctor Iunger (2021) "NOTAS SOBRE LA CLÍNICA PSICOANALÍTICA - LA DIGNIDAD"

viernes, 1 de enero de 2021

El psicoanálisis, una ciencia.

El psicoanálisis es una ciencia, que abarca teoría, método de investigación y técnica terapéutica.
Nuestra posición en este sentido es clara: negar la condición de ciencia, es por lo menos un error, cuando no, una flagrante falta contra la dignidad del psicoanálisis.

La epistemología avala esta condición científica del psicoanálisis Mencionamos tres teorías epistemológicas convergentes que sustentan esta posición. 
1) La teoría del paradigma, 
2) La teoría de las ciencias conjeturales 
3) El paradigma indicial (Carlo Guinzburg). 

Los maestros fundadores, Freud y Lacan según nuestra perspectiva, sostuvieron esta pertenencia a la ciencia. En principio como algo establecido y sustentable, a veces como punto de aspiración de la disciplina.
En Freud la condición de ciencia es afirmada decididamente, aún cuando el aspecto de aspiración o tendencia hacia la ciencia a veces aparece señalada.
En Lacan el aspecto de tendencia hacia la condición científica, e incluso  exigencia incumplida, es lo más recalcado.

También cabe señalar que otros autores han entrado en el tema, sustentado en mayor o menor medida estas posiciones.

Por otro lado, hay quienes negaron la condición científica del psicoanálisis.

Curiosa convergencia de posiciones que en última instancia hay que considerar ideologías en el peor sentido del término. 

Desde epistemologías restringidas que arbitrariamente, definieron la ciencia bajo un criterio de demarcación entre lo que es científico y lo que no lo es, basado en las ciencias duras. Desde esta posición se negó al psicoanálisis su condición de ciencia, a veces al extremo de considerarla algo equivalente a una doctrina mágica, mística, supersticiosa y afines.

Actualmente esta concepción errónea, limitada y antigua incluso para las ciencias duras, debe ser dejada de lado ya que hay una epistemología adecuada al psicoanálisis y las ciencias humanas en general. 
Hasta las llamadas ciencias dura exigen una redefinición epistemológica. En la ciencias duras, la epistemología clásica ha dejado de ser un criterio de demarcación adecuado, ya que no da cuenta de los últimos descubrimientos en especial de la física.).

También la revisión epistemológica merece un capítulo especial en cuanto a las ciencias formales por ejemplo la lógica y la matemática, que ya desde el siglo XIX, pasaron a ser disciplinas axiomáticas, y por lo tanto verdaderas deductivamente a partir de axiomas que pueden ser variados según criterios distintos. 
El papel del sujeto de la ciencia es particularmente notorio en cuanto a la definición de los axiomas en cuestión.

Ahora bien. Es notable, que desde el propio contexto del psicoanálisis se ataca el estatuto científico del psicoanálisis, desde el otro costado. Es decir no se ataca al psicoanálisis, sino a la ciencia misma considerándola como un aspecto de la cultura absolutamente negativo, al extremo a veces de responsabilizarla por el racismo, la discriminación y diversas experiencias nefastas de la humanidad.
Otras dimensiones de cuestionamiento a la condición científica del psicoanálisis: Una bajo el argumento de que la ciencia excluye al sujeto. En nuestra opinión, es un uso falaz de la cuestión del sujeto de la ciencia y del estatuto de su exclusión.

Otra posición, también sustentada en el ámbito psicoanalítico, considera que el psicoanálisis es una disciplina inclasificable dentro de los parámetros existentes en cuanto al saber, en nombre de un discurso nuevo que implica al sujeto. Esta posición explícitamente o no, apela como fundamento, al concepto de discurso psicoanalítico o discurso del analista.

Tomando en cuenta el indudable avance de la humanidad en cuanto al saber en su aspiración permanente a la verdad respecto de otras pretensiones de saber; dado el inmenso y merecido valor que en la cultura se le adjudica a la ciencia y, el indudable resultado en cuanto a la producción tecnológica que, bien aplicada, aporta un decidido avance en cuanto a la calidad de vida de los seres humanos, la ciencia ocupa en la cultura un estatuto de fundamental importancia.

En este sentido, excluir al psicoanálisis de la ciencia y darle un estatuto especial, nuevo, que conduce a un discurso nuevo y propio, es un camino sesgado hacia una idealización.

Esta idealización conduce en última instancia a la idea de un hombre nuevo que alcanza un estatuto especial, superador e implícitamente superior, por haber alcanzado a través de su análisis el fin del análisis y accedido por eso al discurso psicoanalítico, inconfesadamente superior a los otros discursos.

Es una total contradicción con los fundamentos del psicoanálisis que por el contrario sostiene que un análisis suficientemente logrado conduce a una destitución subjetiva.

Aunque no es el caso, de todos modos hay que evocar que este tipo de idea de un discurso nuevo e inconfesadamente superador, ha conducido a las peores catástrofes éticas y existenciales de la humanidad.

Fuente: Victor Iunger, junio de 2020

viernes, 16 de octubre de 2020

La realidad actual de nuestra práctica clínica: ¿es psicoanálisis?

- ¿Freudiano o lacaniano?

- ¿Seguimos haciendo psicoanálisis? 

- ¿Admite el psicoanálisis una práctica institucional donde el tiempo está limitado y no hay un diván?

En los círculos psicoanalíticos, hay una pregunta bastante básica por si se es freudiano o lacaniano. Se es psicoanalista, e inscribirse en una de esas modalidades no parece adecuado. En toda disciplina hay un aspecto de descubrimiento y otro de invención. Los descubrimientos se conceptualizan y se fundan disciplinas.

Freud, además del inconsciente, descubrió la sexualidad en un sentido preciso, que no significa tener pene o vagina, sino que es una cuestión que tiene que ver con el goce sexual y la pulsión. En función de eso, Freud inventó el psicoanálisis desde el punto de vista teóric o y clínico. También descubrió "técnicas", que es mala palabra en psicoanálisis. El psicoanálisis tiene un método de investigación y una forma de curar los síntomas. El psicoanálisis se ocupa de resolver los síntomas y en ese sentido es un método terapéutico. La palabra terapéutico tampoco debe ser despreciada, aunque Lacan la discutió al dialogar con los psicoanalistas de su época. Hay que tener cuidado con las prohibiciones intelectuales de los lacanianos, como los temas relacionados a la contratarnsferencia, la prohibición de decir psicoterapia, entre otras. Hay una falta de libertad intelectual de algunos círculos, incompatibles con estar analizado eficazmente.

Frecuencia de sesiones

¿Cómo es que hoy sostenemos una práctica por la que nos preguntamos si es psicoanalítica? Freud practicaba sesiones de 50 minutos, con 10 minutos de descanso, 6 sesiones semanales. Luego se pasó a un estándar de cuatro sesiones semanales que fue sostenido por la Asociación Psicoanalítica Internacional. Con el tiempo, en función del cambio de vida y las circunstancias económicas, se pasó a trabajar con estándares variados. Los análisis de cuatro sesiones semanales se volvieron exclusivas de los que querían ser analistas en las instituciones oficiales. Las tres sesiones empezaron a ser una práctica corriente, luego dos sesiones, luego una y a veces cada quince días. A veces, con modalidades diferentes... 

El psicoanálisis se practica en ámbitos muy distintos. Una cosa es la teoría y otra cosa es el ámbito de aplicación del psicoanálisis. Esta otra de las palabras prohibidas en círculos lacanianos: psicoanálisis aplicado. 

Lo ideal de las sesiones es que no haya tanto espacio entre una sesión y otra, que haya cierta continuidad. Las razones son varias, una de ellas es poder trabajar mejor sobre estos detalles. El analista trabaja sobre los detalles, sobre los indicios. 

Aún teniendo sesiones cada 15 días, se puede seguir aplicando el psicoanálisis. Un paciente va al analista porque se siente mal, porque sufre y porque hay cosas que en su vida no funcionan. Lacan definía al síntoma como lo que no anda en lo real. El paciente pide análisis y éste se dispara en un trasfondo sintomático. Es impensable un análisis sin que algo no ande en lo real.  

Carácter y síntoma

Hoy también decimos que analizamos el carácter, que es la forma de existencia de una persona, su estilo, que le da una identidad estable. El carácter está incorporado al yo, así que el sujeto vive de manera naturalizada y no lo toma como un problema. Siente que anda en lo real, pero en la medida que las cosas empiezan a no funcionar, el rasgo de carácter es candidato a sintomatizarse. El carácter es egosintónico, pero cuando el sujeto empieza a registrar que ese sufrimiento podría eliminarse, empieza a ser egodistónico. El analista trabaja con el síntoma y aunque se dice que el objetivo del psicoanálisis no es curar -sumado a cierto pesimismo de Freud al final de su obra al decir que la curación del síntoma se produce por añadidura-. Podríamos decir que no es para añadidura, pues el síntoma está en la médula del análisis por muchas razones. Una es porque el síntoma tiene que ver con la verdad del sujeto, eso quiere decir que tiene que ver con verdades silenciadas, que hablan a través del malestar y el sufrimiento. El paciente consulta porque en mayor o en menor grado se siente mal. El síntoma está y el psicoanálisis apunta a su curación. Que no esté admitido, es otra historia. Freud discutió con el psicoanálisis salvaje y la famosa ambición terapéutica, diciendo que el psicoanálisis se trataba de otra cosa. 

Para muchos lacanianos, "cura no" se transformó en una especie de consigna. Nassio y otros psicoanalistas contemporáneos se han animado a decir que el psicoanálisis cura, pero siempre fue claro que de lo que se trataba es que el malestar fuera viable en la vida diaria. Nos ocupamos del sufrimiento y de que haya una mejor calidad de vida en el sujeto. Aunque muchos lacanianos no lo acepten, cuando se ocupan de un paciente se ocupan de su sufrimiento y no del pase y del fin de análisis de la comunidad lacaniana.

Lacan decía que no podía hablarse de trapéutica porque no había retorno a un estado primero. La palabra terapia no quiere decir eso, quiere decir "tratamiento", que es otra cosa. Lacan usó el término cura, así que hay que tomar eso en cuenta. En algún lado de los últimos seminarios dice que el psicoanálisis es un sesgo práctico para sentirse mejor. 

El tratamiento en los hospitales suelen suelen ser tratamientos acotados por distintas razones geográficas, institucionales, etc. En una guardia se puede hacer psicoanálisis, porque la médula del psicoanálisis no pasa por el tiempo, espacio, lugar, virtual o presencial, imagen o sin imagen. Lo que define a la práctica como psicoanálisis pasa por otro lado.

Nuestro campo operatorio es el discurso, el despliegue de la palabra en un contexto social, que Lacan llamaba lazo social. Al principio, Lacan ponía el acento en al aspecto discursivo, cuya metodología es discursiva. En Función y campo de la palabra, el discurso es el despliegue de la palabra y ese es el campo operatorio del análisis. Después tomo otro aspecto, que es el del lazo social y definió a los discursos como lazo social. El discurso como lazo social implica al objeto y las dos variantes del significante, como vemos en los 4 discursos del psicoanálisis. El acento está puesto en lo social, pero el sujeto tiene que ver con el discurso y el despliegue de los significantes. El sujeto es supuesto por el discurso, o si se quiere, es lo que se representa en el discurso. El campo de operatoria del psicoanálisis es el discurso y en todas estas instancias y variantes que van de la cantidad de sesiones, el dispositivo, los contextos que se aplica, se hace psicoanálisis cuando se opera sobre el discurso.

Cortes de sesión

Una de las consignas de amplio en el círculo lacaniano, que se define psicoanalítico, sostiene que la palabra adormece y a partir de ahí la cosigna es el corte de sesión como corte de goce. Las cosas llegan a tal extremo, que quienes realizan esa práctica hacen sesiones cortas tratando de eliminar la palabra. Es decir, lo importante es el corte. Es cieto que la palabra puede adormecer, pero también es cierto que la palabra despierta y el descubrimiento freudiano sobre el inconciente y la sexualidad siempre fue un descubrimiento sobre el discurso. La invención también es sobre un campo discursivo, así que si no hay despliegue de la palabra, no hay análisis. El corte implica un "no hay más que hablar, llegamos a un punto en el cual está todo dicho, o no todo dicho". Ahora, si eso no se hace en un amplio círculo discursivo suficiente, ocurren cosas como al acting out o problemas más graves por haber expulsado la palabra del análisis, que lo vuelve insostenible. La palabra puede adormecer, pero también despierta. 

El silencio también adormece y se puede invertir la fórmula de que uno es dueño de sus silencios y esclavos de sus palabras, en la medida quelas palabras permiten el acceso a la verdad del sujeto. El ser humano apunta a la verdad, aunque se resista, la nuegue. El síntoma tiene que ver con la verdad subjetiva y la cura también. Ninguna terapia que no apunte a la verdad es eficaz, en especial las terapias que tienden a hacer una prótesis.

Se puede apuntar a la verdad, aunque sea en una sala de guardia o en una sesión cada quince días. Desde ese punto, es una práctica psicoanalítica, aunque debemos ver qué pasa en una sesión de análisis. Si bien Freud comenzó con el anpalisis de los spintomas, hoy en dia los pacientes vienen a sesión, y hablan de distintas cosas. Por lo general, hablan de cosas que les genera malestar, angustia. El síntoma está en la sesión cotidiana. Además, hay un sufrimiento del que nos ocupamos. Es frecuente que un paciente llegue a sesión angustiado y se vaya aliviado. A veces es al revés y eso es bienvenido, si la angustia no es excesiva.

El síntoma abre a una investigación sobre la historia del sujeto, la relación de ese sujeto con la verdad y la asunción de esa relación. Esto tiene un efecto terapéutico decidido. El analista ordena, toma al síntoma y evalúa los distintos elementos, las distintas escenas, los detalles. Recordemos que el sufrimiento del paciente se presenta en un principio muy desordenado, por eso un paso obligado para resolver un síntoma es ordenarlo.

A medida que el síntoma se ordena, se produce una mejoría en el estado del malestar del sujeto, al deconstruir el síntoma. El analista ordena el síntoma y lanza una investigación. Las intervenciones sobre los lapsus, los fallidos, sueños, actos sintomáticos y demás formaciones del inconsciente también avanzan sobre la verdad. El síntoma se historiza para que el sujeto se haga responsable de su historia. Responsabilizarse es contrario a echarle a la culpa a los padres, por ejemplo.

Las interpretaciones no se hacen por clichés, como interpretar que se trata de la madre por haber soñado con una mujer. Aplicar lecturas prefabricadas es una mala práctica. La buena práctica psicoanalítica apunta al detalle, a la verdad del inconsciente, a la fantasmática que se despliega en las sesiones.

Los sueños

Uno de los principales elementos del descubrimiento e invención freudiana fue el sueño. Un sueño es lo que el paciente cuenta sobre el sueño. Lo único que el analista tiene es el relato del paciente, porque se ocupa del relto y los personajes del paciente en su discurso. Poco importan las personas reales detrás de esos personajes discursivos de la historia del sujeto. 

¿Qué diferencia hay entre analizar el discurso de una sesión con el texto de un sueño? En realidad, no son muy diferentes. El discurso coherente está articulado, hasta cierto punto, porque las representaciones meta pueden sacar al discurso de la lógica. La lógica aristotélica existe, pero muchos aspectos retóricos de producción de significación a través de ciertas representaciones o significantes que ordenan el discurso violan la lógica. Estamos habitados de explicaciones recíprocas, razonamientos incorrectos y figuras retóricas que nada tienen que ver con la lógica y que vienen de algo que Freud aisló. Freud decía que el discurso corriente, en base al principio de realidad, era lógico (contradicción, tercero excluído) en contraste con el proceso primario del inconsciente. Cuando Freud descubre las representaciones meta, que son conscientes, se da cuenta que el discurso se ordena no solo por las leyes de la lógica. El proceso secundario es un discurso desde la lógica y la retórica.

En el sueño hay un predominio de lo que se llama elaboración primaria o trabajo del sueño. En el discurso del sueño vemos el discurso inconsciente, es decir, condensaciones y desplazamientos que producen el discurso manifiesto en el sueño y que vienen de un ordenamiento de discurso secundario, pero que pasa por la elaboración inconciente. La elaboración primaria es la médula del sueño, que es la puesta en imágenes. En esa construcción, se pueden condensar dos imágenes, la negación no existe y cuando aparece puede implicar la afirmación, cosa que no ocurre en la elaboración secundaria. 

Cuando el paciente cuenta un sueño, intenta ordenarlo en fragmentos según la lógica consciente, que es la lógica de la elaboración secundaria. En la sesión, las cualidades del sueño no son muy diferentes de los factores que intervienen en otra cosa que el paciente diga. Es decir, en la sesión tenemos lo mismo que en un sueño, pero elaborado secundariamente. Lo que predomina es el discurso del principio de realidad: lógica, las figuras retóricas que violan la lógica, más algunos significantes que ordenan el discurso con o sin lógica. 

Una sesión es como un sueño pero con una predominancia de la elaboración secunaria. Esto puede ocurriren la distintas modalidades del encuadre terapéutico. 

El uso del diván

¿Es necesario el uso del diván? Si bien se le ha encontrado diversas razones teóricas para usarlo, finalmente el diván lo inventó Freud al no soportar tener a los pacientes frente a frente durante ocho horas al día. El diván es un resabio de la hipnosis y posteriormente se le encontraron aplicaciones valederas para utilizarlo, aunque a veces limitan el análisis. La imagen y los gestos forman parte del discurso y así como el uso del diván permite sacar un factor que entorpece la asociación y la elaboración discursiva, también nos perdemos gestos.

Hay que hacer un balance delicado en esto de eliminar la imagen o no eliminarla. Hoy en día podemos pensar que el diván no es un elemento esencial para el análisis. Puede ser útil para algunos pacientes, pero para otros está contraindicado.

Mientras la práctica de Freud era más silenciosa, hoy nosotros disponemos de otros recursos como la letra, es decir, escuchar los pequeños detalles de una sesión. Cuando nosotros interrogamos los detalles que advertimos, estamos practicando el psicoanálisis. A veces, la interrogación por un detalle es más importante que una lectura o una interpretación. 

La médula en psicoanálisis es la interrogación más que la interpretación, porque el síntoma empieza a desarmarse cuando se lo interroga. La verdad del sujeto empieza a emerger punto por punto. El síntoma tiene que ver con la verdad del sujeto y su curación también. Quien no admite que tiene la cura adelante, se equivoca. La cura no es por añadidura, sino por estructura: al investigar un síntoma, éste empieza a disolverse o a cambiar. Lo mismo pasa con los rasgos de carácter, que son más difíciles de analizar.

La presencia del analista por medios virtuales

Desde que comenzó la pandemia de COVID-19, surgieron interrogantes que a veces fueron un poco dramatizados en exceso sobre la atención virtual. ¿Es psicoanálisis la atención virtual? ¿Hay transferencia? ¿Y la presencia del analista?

Primero, la presencia del analista no se define por la presencia física ni por un consultorio, sino por lo que se juega en su presencia, que no necesariamente tiene que ser física. En la presencia física hay cuerpo, imagen, pulsión (voz, mirada). Con los medios virtuales tenemos la voz, la mirada, las palabras. El analista está presente de esa manera. No hacía falta una pandemia para darse cuenta que se podía analizar a alguien por vía virtual, pero eso ocurría silenciosamente y no era una práctica extendida. Para los que venimos haciendo eso desde hace años, podemos dar cuenta de tratamientos muy eficaces desde el punto de vista de la investigación, de la verdad y de la cura.

En los distinto ámbitos de aplicación del psicoanalisis, lo importante es el sujeto. Escuchamos al sujeto, le hablamos a al sujeto y allí intervenimos. La verdad del síntoma, la interpretación y el corte tocan vía la verdad a lo real del sujeto.

En todo lo que hemos dicho está presente la transferencia, si bien no hemos hablado de ella. La transferencia es central para sostener la condición psicoanalítica de las prácticas que tenemos hoy en día, ya sean las guardias, las modalidades en las que se ejerzan, hasta los tratamientos en su forma clásica. 

¿Cómo definimos a la transferencia? 

Desde su dimensión real, la cuestión pulsional está siempre presente. Las pulsiones más relevantes son la mirada y la voz que sostiene la palabra. 

Desde el punto de vista imaginario, situamos los contenidos afectivo de la transferencia: amor, odio, etc. 

El aspecto simbólico, hay transferencia en el punto donde dos discursos se transforman en uno solo. Hay un discurso de análisis y esa transformación de dos discursos en uno se da cuando hay una pertinencia entre lo que el analista intepreta, interro e interviene y el analizante o paciente es tocado en un punto determinado. El paciente siente que lo que se le dice es pertinente.

Fuente: Notas de la conferencia dictada por Víctor Iunger, el 25 de agosto del 2020, " La realidad actual de nuestra práctica clínica: ¿es psicoanálisis?" en Institución Fernando Ulloa.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Narcisismo, Yo y Carácter.


Notas de la conferencia dictada por Víctor Iunger, el 19/06/2018.

Hay una polémica de los años ‘50 que Lacan tuvo con los psicoanalistas de la época. Él discutía fuertemente con la llamada psicología del yo. Los criticó de una manera sumamente certera, pero por otro lado descalificó bastante y en el medio cayeron conceptos, por ejemplo, el concepto de fortaleza del yo. Él discutía con el psicoanálisis americano, que tenía muy infiltrada la idea de un yo fuerte. No creo que fuera tan burdo como Lacan lo describía, pero en ese sentido fuerte quería decir exitoso, por ejemplo, Donald Trump sería un ejemplo de pase, de fin de análisis. El tema es que Freud habló muchísimo de la fortaleza del yo. A partir de Lacan, el concepto desapareció, aunque sabemos que a partir de la segunda tópica Freud presenta el concepto de fortaleza del yo. Vale la pena leer a Freud después de Lacan (no leer a Freud a través de Lacan) uno puede retomar estos conceptos y no quedarse en la discusión de los años ‘50.

El concepto de fortaleza del yo no tiene nada que ver con el éxito en la vida, el buen matrimonio, ganar mucho dinero. Estas cosas, que en algún momento incidieron en la práctica del psicoanálisis, no tiene nada que ver con los conceptos freudianos. En El yo y el Ello, Análisis terminable e interminable, en algunos lugares de Inhibición, síntoma y angustia, van a ver que Freud se ocupa del concepto de fortaleza del yo, pero de una manera metapsicológica. 

En primer lugar, Freud decía que el carácter pertenece al yo. ¿Pero qué es el yo para el psicoanálisis? En El yo y el ello, Freud planteaba que el yo era la parte más organizada del ello y al mismo tiempo era el representante del mundo exterior en el aparato psíquico. El concepto de aparato psíquico también está bastante defenestrado en el ámbito lacaniano. Decir que el yo es la parte más organizada del ello, nos hace ir al concepto de Freud de proceso primario y proceso secundario. El yo tiende a ser tributario del proceso secundario y el ello o el inconsciente, tiende a ser tributario del proceso primario. De hecho, el ello está determinado por el proceso primario: la parte inconsciente del ello. Supongo que ustedes tendrán suficientemente en claro que para avanzar en el concepto de inconsciente hay que avanzar a la segunda tópica freudiana, porque la primera tópica estaba basada en una distinción sobre la cualidad de consciencia y lo que Freud plantea en la segunda tópica, en El yo y el ello, es que dado que los procesos psíquicos no se reparten en su funcionamiento por la cualidad conciencia, el fundamento tiene que ser otro. Ahí llegamos a la segunda tópica, yo - elllo - superyó, y dentro del ello hay una zona que pertenece atada a la represión, una zona aparte del ello. Hay una enorme parte del ello que está en continuidad con el yo, es decir, no tiene límite preciso y que tampoco es consciente, por lo menos cualitativamente obviamente es inconsciente. Desde el punto de vista de lo que es la estructura, el inconsciente no es eso. El ello es básicamente pulsional. 

Si uno quiere hacer una rápida caracterización de qué define la segunda tópica freudiana, es justamente el hecho de que Freud va a asentar allí su teoría de la pulsión. Desde la perspectiva lacaniana, podemos decir que hasta ese entonces Freud se había ocupado de lo que era el aparato simbólico del sujeto, es decir, al trabajar sobre los conceptos de pensamiento inconsciente, representación inconsciente, representación de cosa, representación de palabra. Estaba escribiendo lo que Lacan llamó después la estructura significante simbólica del sujeto. Habiendo establecido eso, da la impresión que en El yo y el ello Freud resume su teoría del funcionamiento simbólico del aparato psíquico y se dedica a trabajar sobre el ello, el superyó y el yo. Freud pasa a darle muchísima importancia a lo pulsional. 

[pregunta]
El ello tiene, en la bolsa de lo reprimido, una propiedad parcial del ello. El resto es la estructura pulsional, si se puede llamar así. Es la configuración pulsional, aunque las pulsiones no son muy ordenadas. Es el plano pulsional del sujeto y es, sin un límite preciso, va a parar a la organización del yo. Entonces, el yo tiene esta característica:
  • Es una parte organizada del ello.
  • Es el representante del mundo externo del sujeto. En el esquema freudiano tiene la percepción y eso no se puede discutir. Freud decía que controla el acceso a la motilidad y estas 2 funciones son muy importantes. 
No se puede ignorar que el problema de las neurosis es que el yo “funciona mal”, es decir, que no cumple del todo una función que podríamos llamar estabilizadora. El yo obviamente está dividido, no se trata del yo exitoso, sino de que el yo funcione más o menos establemente, sino estaríamos muy complicados. Justamente, esto es lo grave de la psicosis:
  • que el yo no funciona. El sentido de la realidad no funciona. Hay una discusión con algunas corrientes psicoanalíticas con el tema de la realidad, pero hay que retomar esa idea. En la psicosis, lo más grueso e importante de esa patología es la pérdida de la realidad. Eso lo definió Freud y no se puede ignorar. No es maravilloso perder la realidad.
  • No funciona el proceso secundario.
El yo controla el acceso a la motilidad y tiende al proceso secundario. Pero este proceso secundario es relativo, sobre todo si uno se toma el trabajo de analizar un discurso cualquiera. De ahí, podemos pensar en toda la clasificación de falacias que propone la lógica, donde hay razonamientos que parecen verdaderos, pero que no lo son según las leyes de la lógica. El proceso secundario no es puro, sino que está infiltrado por el proceso primario. Por ejemplo, si todos los hombres son mortales, entonces todos los mortales son hombres. Esos razonamientos se encuentran todo el tiempo en los consultorios, y no es que sean tontos o no estudiaron lógica, sino que el proceso secundario tiene bemoles. No se razona exactamente así. Y a veces se llegan a exageraciones como que 2 más 2 es 7. 

El yo tiene que mantener un equilibrio entre el superyó, el ello y el mundo externo. En la teoría lacaniana, Lacan trabajó sobre los 3 registros (real, simbólico e imaginario) y usó la teoría de los nudos que en psicoanálisis se usa de manera elemental. En el seminario El sinthome, Lacan planteaba que el ego sería un cuarto anillo que sostiene a los otros 3. Esto es muy interesante, porque ese ego es el yo. El yo freudiano es el yo que era el encargado de mantener la relación entre lo real, lo simbólico e imaginario. Yo escuché decir a un psicoanalista afamado que decía que no hay una teoría de lo real en Freud. Bueno, si la teoría de lo real es nombrar a lo real, no la hay, pero Freud se ocupó muchísimo de lo real: el ombligo del sueño; la pulsión, que es esencialmente real desde la fuente hasta la carga, la meta y el objeto. La médula de la pulsión es real. En todo caso, el aparato simbólico del sujeto tiene que equilibrar con las pulsiones. La pulsión pura es un problema severo. 

Otro aspecto del yo es lo que señala un lingüista, Benveniste. Él se encargó de la subjetividad, pero no se trata de la misma subjetividad del psicoanálisis. El sujeto del que él habla es sujeto de la consciencia, que para el psicoanálisis ese sujeto no es el de que se trata. Si bien Lacan se apoyó muchísimo en Benveniste, él dedica la primera parte de Subversión del sujeto para dislumbrar su concepto de sujeto del concepto del je de la lingüística, que implica, sin mencionarlo, a Benveniste. Este lingüista abrió una puerta muy importante, porque él define que una de las funciones más importantes de la conciencia es tener la experiencia de continuidad en el tiempo y el espacio. Nosotros vivimos en el tiempo y el espacio, como un eje de coordenadas. No nos damos cuenta ni lo pensamos, pero es como si uno viviera en un mundo cartesiano de 3 dimensiones. Si a nosotros no nos funcionan los ejes de coordenadas, ya sean coordenadas cartesiana, euclídeas, real-simbólico e imaginarias, si no funcionan, ¿qué sobreviene? El ataque de pánico. El pánico es el terror que sentimos al perder los ejes de coordenadas que ordenan la experiencia. El yo se mueve en esos ejes de coordenadas, uno puede pensar en real, simbólico imaginario anudados por el ego, como dice Lacan en El Sinthome. O puede pensarlo, en términos de El yo y del ello, por el lado de los vasallajes del yo. Aprendimos que el yo se somete al ello, al superyó y al mundo exterior. En realidad, hay que leerlo al revés. La potenia del yo le permite lidiar con esas 3 cosas. Es una doble cara del asunto, hay que poder pensar que el yo también tiene una potencia y de ahí viene el concepto de fortaleza del yo.

Un yo fuerte para Freud es un yo investido pulsionalmente, es decir, con una fuerza que deviene de la pulsión, una fuerza trabajada por el aparato psíquico al servicio del sujeto. Ese yo que está investido pulsionalmente, también tiene un aparato simbólico que funciona como corresponde, es decir, tiene un aparato significante. Cuanto más disponga ese yo de la pulsión trabajada por el aparato simbólico -el análisis, en definitiva, consiste en eso- ese yo va a tener mayores posibilidades de sostenerse en eje, ya sea la estabilidad real, simbólica e imaginaria, o la estabilidad entre el mundo externo, el superyó y el ello. Como se darán cuenta estoy cabalgando entre las teorías de Freud y Lacan, hay que poder pensar de esta manera recordando que Lacan fue profundamente freudiano. Veamos otro concepto, la resistencia. ¿De quién es la resistencia, del analista o del yo del paciente? Freud descubrió la resistencia a partir de verla en los tratamientos, gracias a lo cual descubrió la represión. Posteriormente, apareció Lacan a decir que la resistencia era del analista. Hay que entender que él estaba debatiendo con una concepción difundida del psicoanálisis de su época, que tiraba todos los parámetros del análisis sobre el paciente y lo responsabilizaba de todo lo que ocurría en análisis. Obviamente la resistencia fundamentalmente es del paciente, la resistencia es hacia el discurso. Estas cosas son las que hay que volver a pensarlas de vuelta. 

La psicología general se ocupó de una parte de las funciones del yo, con un problema grave: no toma en cuenta que ese yo está incidido fuertemente por el inconsciente y por la pulsión. es decir, cuando a alguien le toman un test de inteligencia, no está tomando en cuenta que a veces ese yo del sujeto no funciona bien porque el yo no es autónomo. Esto del yo autónomo es lo que sostenían las corrientes americanas y decididamente no es así. El tema es cómo un análisis puede lograr que un yo funcione con mayor autonomía. Porque el yo es el encargado de la relación del sujeto con otros y con la realidad, pero no es autónomo. Por eso hay que pensar la consciencia de una manera distinta. Freud decía, en uno de sus trabajos, que la consciencia es poca cosa en tanto el funcionamiento del aparato psíquico. Se trata de una cualidad que se la puede adjudicar muy parcialmente y en pequeña medida a la función psíquica. Freud dice que aún así, es lo único que tenemos. Ahora, una cosa es la consciencia no trabajaba por el análisis y otra cosa es la consciencia de alguien que atravesó un análisis suficientemente. Una cosa la conciencia ingenua y otra es la conciencia que sobreviene al trabajo analítico. Y sin esa conciencia no podemos funcionar. El advertimiento sobre el inconsciente es lo que se logra con una consciencia trabajada por el análisis.

El yo no es solamente el yo del narcisismo. El narcisismo es un concepto estructural, constitutivas del ser humano. Si no tenemos una estructura narcisista que funcione razonablemente bien, estamos en la psicosis. La función del narcisismo tiene mucho que ver con el amor del sujeto por su vida. Hay dimensiones que no están en la teoría psicoanalítica, como la dignidad. Hay un narcisismo estructural sin el cual el sujeto no puede funcionar. El amor narcisista del sujeto por sí mismo es el amor internalizado de sus padres a través del superyó freudiano, que no es el superyó de Lacan. Ese superyó internalizado, amando al sujeto es la fuente narcisista y es una cosa absolutamente necesaria en la vida de un sujeto.  El narcisismo puede fallar para el lado del extremo (soberbia) o una narcisismo que va para el lado de la paranoia. Es un narcisismo que aísla el yo, en todo sentido. También está el narcisismo quebrado. El narcisismo quebrado se advierte en las personas frágiles, ¿pero por qué se puede quebrar el narcisismo? Lo que rompe el equilibrio entre la dimensión pulsional y la dimensión del yo. Hay una cierta estabilidad, que hay que evaluar en el caso por caso por qué se rompe. El psicoanálisis intenta no tomar nada que no venga del propio sujeto. Cuando analizamos, no aplicamos la teoría psicoanalítica o al menos tratamos, porque estamos atravesados por ella. La teoría tiene que estar al servicio de escuchar el discurso. Ej. Un paciente entabla relaciones con mujeres más grandes. Uno podría pensar que se trata de algo con la madre, pero resulta que él salía con este tipo de mujeres porque le resultaba más fácil de abordar. 

Si uno quiere aprender psicoanálisis, hay que leer 2 cosas: 1) La interpretación de los sueños, porque a la letra es como se tiene que trabajar. 2) El caso Lucy, porque a pesar de las limitaciones de Freud de esa época, él muestra cómo trabajó al pie de la letra todo lo que Lucy le decía. Yo no conocí un historia de Freud donde apareciera con tanta claridad esto. En esa época, estamos en el marco de la salida de la hipnosis de Freud. Freud le agarraba la frente y le decía que lo que se le va a pasar por la mente, eso vale. 

En los años ‘16 y ‘17 Freud tuvo una serie de conferencias. En la Conferencia 32 dice, acerca del carácter, que el carácter del yo está formado por las identificaciones. Esto lo dice en las conferencia 32, pero lo desarrolla en El yo y el ello. Dice que el carácter es el precipitado -yo agrego- de identificaciones en el yo del sujeto, por las operaciones de identificación como consecuencia de los vínculos que persisten cuando el objeto estaba resignado. Veamos:

De pasada, nos detendremos aquí un instante. Sin duda ustedes ya habrán supuesto por sí mismos que eso difícil de definir que se llama carácter es atribuible por entero al yo.  El carácter es atribuido al yo.

Tenemos asido algo de lo que crea a ese carácter. Sobre todo, la incorporación de la anterior instancia parental en calidad de superyó, sin duda el fragmento más importante y decisivo; luego, las identificaciones con ambos progenitores de la época posterior, y con otras personas influyentes, al igual que similares identificaciones como precipitados de vínculos de objeto resignados. 

Fíjense cómo el yo está constituído pulsionalmente. La fuerza del yo, el yo fuerte, es el yo muy investido por la energía pulsional a partir de la pérdida de los objetos. La historia pulsional está inscripta y guardada en la estructura de carácter del yo.  Dice Freud, entonces:

Agreguemos ahora, como un complemento que nunca falta a la formación del carácter, las formaciones reactivas que el yo adquiere primero en sus represiones y, más tarde, con medios más normales, a raíz de los rechazos de mociones pulsionales indeseadas.

El tema es el siguiente: el carácter es una instancia de base, podríamos decir por la organización del sujeto. De esta manera, en el carácter está tanto la dimensión yoica como las dimensiones pulsionales del ello y el superyó. Y eso constituye una especie de basamento que Freud relaciona con las represiones primordiales. El carácter es algo muy de fondo en la estructura del sujeto y si uno piensa cómo se puede llegar a manifestar el carácter en un análisis, el carácter suele manifestarse como la fuente más dura de resistencia del sujeto. Eso no es ni bueno ni malo, sino simplemente es así. Los rasgos de carácter son los anclajes que tienen las resistencias del sujeto. Si uno quiere atravesar la estructura psíquica de un sujeto en un análisis, se va a tener que confrontar con todo lo que el sujeto es más resistente y Freud lo relaciona con la represión primaria. Más aún, en Inhibición, síntoma y angustia habla de represiones primarias, en plural. Lo importante es que esta es la fuente principal de la resistencia. Esos rasgos de carácter son puestos al servicio de la resistencia en el análisis. 

Se pueden hacer cosas con el carácter. Una cosa son los síntomas en la neurosis y otra cosa es la neurosis de carácter. El problema con los rasgos de carácter es que el sujeto está íntimamente vinculado con eso. Más aún, es todo un trabajo separar el ser de los rasgos: yo soy tal cosa. Ya Aristóteles decía que una cosa era el ser y otra cosa eran las cualidades. El ser no tiene cualidad y eso es el concepto de sujeto. Es un soporte de las cualidades, pero no tiene una cualidad. Separar al ser de la cualidad del ser es plantear la posibilidad de cierta libertad en la estructura de la vida de alguien. Y además, algunas cosas se pueden hacer con el carácter, pero lleva mucho tiempo de análisis. En ese texto están las variables para que un análisis pueda llegar a buen puerto. Un análisis completo es imposible de pensar.

En cierto modo, las cualidades de un sujeto, a partir de los rasgos de su vida pulsional resignada como identificaciones en el yo, todo eso, es pasible de análisis. Lo que ocurre es que el carácter es algo muy sostenido por el sujeto, salvo en los puntos donde queda la posibilidad del síntoma. El síntoma se diferencia del carácter porque el sujeto se quiere sacar el síntoma de encima. El sujeto lo sufre y siente que le es ajeno y quiere resolverlo. El carácter está en la forma del sujeto.

Neurosis de carácter. Es cuando el carácter empieza a generarle problemas al sujeto. Se sintomatiza. Se suele decir que el carácter es egosintónico, según la psiquiatría. En cambio el síntoma es egodistónico. El carácter puede llegar a producir malestar; inclusive, un análisis empezó siendo de los síntomas, siguió siendo de la neurosis y terminó siendo un análisis de carácter. 

Diferencia entre síntoma, neurosis y estructura. Existe el síntoma fóbico, la neurosis fóbica y la estructura fóbica. O la estructura obsesiva, la neurosis obsesiva y el síntoma obsesivo. Son 3 dimensiones distintas. La neurosis se borró de la historia conceptual del psicoanálisis. No se distingue actualmente neurosis de estructura. Y nosotros analizamos los síntomas de la estructura. A mi me parece que hay que rescatar el concepto de neurosis, porque una cosa es la estructura que tenemos y podemos llamarla neurótica cuando tiene una cierta estabilidad. Otra cosa es cuando se sintomatiza. 

En Análisis terminable e interminable, Freud planteaba que la posibilidad de llevar un análisis a buen término dependía de 3 factores: 
  1. El trauma. Lo que había causado en el momento una problemática que lleva a la persona a analizarse.
  2. La fuerza pulsional.
  3. Lo que mal se tradujo como alteraciones del yo. La traducción exacta es “modificaciones del yo”, porque cuando Freud habla de la formación del carácter, dice que las alteraciones del yo forman parte de la estructuración del carácter. Las alteraciones del yo como consecuencia de la fuerza pulsional. 
Freud dice que para poder trabajar sobre esta cuestión, bajo qué condiciones puede un análisis ser exitoso, dice que depende de estos 3 factores pero que de última instancia se trata del factor cuantitativo y hay que recurrir a la bruja (la metapsicología). Freud dice que puso mucho el acento sobre las dimensiones tópicas y dinámicas, y no tanto sobre lo económico. La cuestión es un balance entre las fuerzas pulsionales y el yo. Cuando ese equilibrio se rompe, sobrevienen los síntomas. 

Ruptura del esquema corporal: compromete al narcisismo. Por ejemplo, con la edad. Cuando se produce esta ruptura, tambien surge el narcisismo. Seguramente ustedes atendieron casos en donde el paciente sufrió de bullying cuando eran chicos. Ahí se ve como queda dañado la relación del sujeto consigo mismo. Este concepto de esquema corporal habría que incorporarlo también al psicoanálisis. Muchas de las cosas que suceden como sufriemiento o malestar son consecuencias narcisistas, injurias traumáticas sobre características yoicas. Es muy interesante el análisis de este tipo de pacientes cuando llegan, porque suelen estar convencidos de que el mundo tiene razón. A veces se sorprenden cuando alguien les pregunta qué significa el insulto con el que se describen, por ejemplo. Decir que alguien no trabaja por vago es un insulto, no una explicación. Ahí uno se encuentra con cosas muy notables. Son trabajos que tocan no solamente cuestiones del carácter, aunque estas cosas quedan incorporadas al carácter.

viernes, 20 de julio de 2018

Pánico: concepto del Psicoanálisis.

Apuntes de la conferencia dictada por Víctor Iunger, el 13/06/2017

Veamos la diferencia entre el pánico, la angustia y la ansiedad.

LA ANGUSTIA en Freud tiene varias caracterizaciones. Una es diferenciarla del miedo y del terror. Dentro de esa diferenciación, la angustia se caracteriza por presentarse sin un objeto situable para el sujeto. No quiere decir que no haya objeto, sino que ese objeto el sujeto no se lo puede representar. La angustia en ese sentido, es sin objeto para Freud y Lacan dice “no es sin objeto”. Por ahora me limito a decir que la angustia es la cuestión del objeto.

La palabra objeto en Freud a veces tiene que ver con la persona hacia la cual se dirige un afecto determinado. como el amor, el odio, etc. Freud suele decir, al referirse a la elección amorosa, “elección de objeto”. Ese no es el objeto de la pulsión de Freud, es el objeto parcial, que no es el objeto de la elección de objeto, la persona. Y a veces Freud llama objeto a la representación, en su sentido clásico del término, lo que para Lacan es el significante pero la representación en Freud no tiene un contenido lingüístico tan preciso. Si todo el aparato del pensamiento consciente e inconsciente, todo lo que son los elementos de funcionamiento del aparato psíquico, se pueden resumir con la palabra “representación” en Freud.

Cuando decimos con Freud que la angustia es sin objeto, decimos que la angustia no tiene una representación hacia la que se dirija el sujeto. Y esa es una definición bastante precisa. Lacan dice “no es sin objeto”, pero si nos dirigimos a Freud, querría decir no es sin el objeto en el sentido del objeto pulsional en Freud. En Lacan, el objeto pulsional pasa a ser parte de un sentido más amplio de la palabra objeto, que sería la contraparte del sujeto. Objeto, para lacan, puede ser el objeto causa de deseo donde hay todo un juego con la pérdida del objeto. Abarca también la noción de objeto parcial, abarca la noción de objeto fantasmático, es decir, tiene el mismo objeto en la teoría de Lacan que el objeto pulsional en la teoría de Freud, pero es más amplio que el objeto pulsional, si bien también abarca a este último. Entonces, cuando Lacan dice “la angustia no es sin objeto”, se refiere a ese objeto. En la angustia se juega el objeto, aunque no pueda representársela. Ustedes saben que hay un fenómeno bastante extendido en la vida de las personas, por las cuales uno se angustia. Lo más interesante es que uno no logra ubicar cuál es el objeto de la angustia, cuál es la representación de algo por lo cual uno está angustiado. Si uno está en una sesión de análisis y el analizante le dice “estoy angustiado”, todavía no quiere decir que esté angustiado, hay que escuchar a qué se refiere. Esa angustia siempre está referida al objeto.


LA ANSIEDAD no es lo mismo que la angustia. Uno puede estar angustiado y darse tiempo con esa angustia. La angustia es un afecto que no tiene la ansiedad, que es una inquietud insoportable. La ansiedad tiene que ver con el tiempo, porque exige una resolución rápida. La ansiedad implica un estado de inquietud, de incomodidad de uno consigo mismo. Eso no se juega tanto con la angustia. Se trata de una inquietud, de un no poder permanecer, donde el tiempo corre. hay una dimensión temporal en la ansiedad.


EL PÁNICO está discutido en psicoanálisis. Es un concepto que fue muy tratado por la psiquiatría y las neurociencias. Tiene una tradición histórica detrás, que es que recién se discriminó como concepto en 1980. Siempre se lo redujo a la angustia, pero se trata de algo absolutamente distinto. Y ese es el problema: está prohibido para los psicoanalistas nombrar un hecho clínico como el pánico, porque el DSM, los laboratorios, etc… Pero que lo haya nombrado el DSM no quiere decir que no exista. El pánico no es lo mismo que la angustia, es otra cosa. El pánico se caracteriza por un terror inmotivado. La angustia no, al contrario: Freud dice que la angustia defiende contra el terror en “Más allá del Principio del Placer”. El pánico es un terror traumático (o sea, excesivo para la capacidad de tramitar o ligar determinada estimulación) inmotivado. Cuando digo que es inmotivado, no digo que lo es al modo de la angustia, que no tiene representación pero que en el fondo tiene un motivo. El terror del pánico tiene un motivo, pero no es el motivo de un objeto que no se ve. Es otro problema y para definirlo rápidamente, la angustia tiene que ver con el objeto y el pánico tiene que ver con la cuestión del padre. Son 2 cosas totalmente distintas.


Hasta ahora vimos el aspecto descriptivo que permite separar el pánico de la angustia. Cuando nosotros nos encontramos con una persona en pánico, se trata de alguien que está en un estado de extremo terror, no lo puede referir a nada y más bien es una cuestión que ocurre sorpresivamente. Es un excesivo terror inmotivado, no se da cuenta qué le pasa, ni en relación a qué.


Hay 2 cosas para señalar descriptivamente del pánico. Una era la cuestión del terror y hay que destacar este tema, porque muchos profesionales al hablar de pánico no toman en cuenta que el terror puede aparecer solo, sin correlatos orgánicos. En general, cuando se diagnostica el pánico, toma en cuenta no solo el exceso, la sorpresa y lo traumatico, sino también que hay un cuadro somático característico, que voy a describir ahora y que en algunos aspectos comparte con la angustia. El cuadro corporal se parece a lo que Freud describía en la neurosis de angustia: palpitaciones, agitaciones, disnea, opresión en el pecho, dolores abdominales, sudoración, sensaciones de despersonalización, alteración de la percepción del yo y extrañeza de sí mismo, a veces la impresión de estar en medio de una pesadilla, a veces una sensación de velo, de pérdida de la sensación de la realidad, una perturbación de la percepción del ambiente (que se siente raro, distante), hay una sensación de catástrofe subjetiva, el sujeto se siente frágil y que le es imposible sostener desde el cuerpo su existencia. Tiene además otra característica, que es que se altera la lucidez. Al sujeto le cuesta mantenerse lúcido durante un ataque de pánico.


El pánico dura, en general, poco tiempo. Dura entre 15 y 30 minutos. Es muy interesante porque cuando alguien está en un estado de pánico, no piensa que se le va a pasar, que va a ser infinito. Pero bastaría decirle que según el DSM en 30 minutos se le pasa, lo cual es bastante cierto. Pero claro, tiene esa característica que no la comparte con la angustia: aparece de cualquier manera, en cualquier contexto, en cualquier momento y sin que el sujeto pueda prevenirlo o saber que le va a dar. El ataque de epilepsia, por ejemplo, está precedido por una especie de aura: el sujeto que ya lo tuvo un episodio puede reconocer que se le viene el ataque. En el pánico no, es totalmente sorprendente. Alguien puede estar durmiendo y derrepente se despierta aterrorizado, en el medio de ese terror excesivo, inmotivado. Y si tiene estos síntomas corporales que mencionaba, interpreta -cosa que no le pasa al angustiado- que se está muriendo. Lee esta sintomatología como que se está muriendo, sufriendo un ataque cardíaco o que se está volviendo loco.


Lo notable es que a alguien que le pasa esto sale corriendo y va a una guardia. Ahí le dirán que no tiene nada, pero decirle que no tiene nada a alguien que está sufriendo es ignorar que algo tiene. Le hacen toda clase de estudios y dicen que no tiene nada, pero si le pasa todo esto algo tiene y no sabemos qué. Y no es objeto de la medicina. El hecho de que alguien le diga “lo que usted tiene es un ataque de pánico” en lugar de “no tiene nada”, es diferente porque le pone un nombre. Y ponerle un nombre opera sobre una de las cuestiones centrales que está ocurriendo. Al ponerle un nombre, le da un mínimo de orientación al sujeto. Lo orienta, aunque sea en ese momento. Se trata de una operación no fundamentada por la medicina. La nominación en psicoanálisis es una operación muy significativa, porque es poner en juego una operación simbólica, aunque sea mínima para este caso, pero que le pone un título. Ahora, esto no resuelve las cosas, porque el paciente puede volver a tener ataques de pánico y volver a la guardia. El ataque de pánico puede repetirse o no, pero siempre es asistemático: en cualquier momento y en cualquier contexto. Si esto persiste y no recibe un tratamiento eficaz, la vida del sujeto se empobrece.


Otra cosa para tener en cuenta es que los ataques de pánico suelen ocurrir en el medio o después del cuadro de colon irritable. Tengan en cuenta que esta asociación es muy frecuente, ya sea simultáneo o posterior a ese cuadro. Esto lo sé por la casuística mía y en colegas.


Ahora que vimos que el ataque de angustia y el ataque de pánico no son lo mismo, podemos ir a la teoría. En 1894 Freud escribió un texto muy importante: Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia. Les cito lo que dice Freud, porque dentro de lo que es la neurosis de angustia él va a situar lo que es la neurosis de angustia:


5. Muy frecuente es el terror nocturno (pavor nocturnus de los adultos), por lo común acompañado de angustia, disnea, sudor, etc. No es nada más que una variedad del ataque de angustia. Esta perturbación condiciona una segunda forma de insomnio en el marco de la neurosis de angustia. Por otra parte, me he convencido de que también el pavor nocturnus de los niños no es más que una forma perteneciente a la neurosis de angustia. Su sesgo histérico, el enlace de la angustia con la reproducción de una vivencia o de un sueño adecuados a ella, lo hacen aparecer como algo particular; pero también se presenta puro, sin sueño o sin alucinación recurrente.


Ahí Freud se acerca al concepto de pánico tal como lo hemos venido situando descriptivamente. con la particularidad de que no tiene ahí tampoco una motivación y que tiene este carácter terrorífico. Ahora, hay un detalle en esto: aunque uno deduce que acá hay una cosa terrorífica, Freud no lo menciona. En toda la descripción que él hace de la angustia en este texto y en los ataques, menciona todas estas cosas mencionadas al pánico salvo el terror. Pero hete aquí que el terror justamente puede aparecer puro, sin todas las connotaciones corporales. A veces el terror es terror y nada más. Freud describe algo que uno podría llamar pánico, pero que le falta el terror. Lo notable de esto es que lo pone bajo la neurosis de angustia. Hasta ahí estaría justificado el hecho de reducirlo a la angustia. Ahora, fíjense que Freud va a hablar de pánico (en alemán panik) en 2 lugares:


  • En Psicología de las masas..., cuando habla de la Iglesia y el ejército.
  • En el texto sobre el fetichismo, cuando habla del terror frente a la castración. A pesar de que Freud lo llama panik, se nos zafa de la definición.


Les voy a leer las citas donde Freud va a hablar del pánico y van a ver hasta qué punto es pertinente y hasta qué punto uno puede encontrar un soporte de autoridad. Ustedes saben que la cita tiene el valor de sostener la autoridad de alguien valorado, una posición determinada en cualquier disciplina. La cita:

[...] la esencia del pánico está precisamente, en carecer de relación con el peligro que amenaza, y desencadenarse, a veces, por causas insignificantes.



Es decir, no tiene relación proporcional con nada. Se da una doble ruptura, recuerden que estamos hablando del ejército y de la Iglesia, que tiene líderes o jefes. Por un lado se rompe el lazo libidinal con el jefe de la masa o el ideal. Esto es importante, porque a veces el pánico sobreviene socialmente cuando cae un ideal colectivo, de un modo particular, que sea importante. Se rompe el lazo con el jefe de la masa o el ideal y concomitantemente el lazo libidinal entre los integrantes de la masa. Ustedes saben que la masa toma consistencia en el lazo recíproco entre los integrantes de la masa en función del lazo libidinal con el jefe. Si cae el lazo libidinal con el jefe, cae el lazo de conexión con el resto de los integrantes de la masa. Citemos nuevamente a Freud:


Por cierto que la palabra «pánico» no posee una determinación precisa e inequívoca. A veces se emplea para designar el miedo colectivo, otras es aplicada al miedo individual, cuando el mismo supera toda medida, y otras, por, último, parece reservada a aquellos casos en los que la explosión del miedo no se muestra justificada por las circunstancias. Dándole el sentido de «miedo colectivo», podremos establecer una amplia analogía. El miedo del individuo puede ser provocado por la magnitud del peligro o por la ruptura de lazos afectivos (localizaciones de la libido). Este último caso es el de la angustia neurótica. Del mismo modo, se produce el pánico por la intensificación del peligro que a todos amenaza o por la ruptura de los lazos afectivos que garantizaban la cohesión de la masa, y en este último caso, la angustia colectiva presenta múltiples analogías con la angustia neurótica.


Otra cita de Freud:


La causa típica de la explosión de un pánico es muy análoga a la que nos ofrece Nestroy en su parodia del drama «Judith y Holofernes» de Hebbel. En esta parodia, grita un guerrero: «El jefe ha perdido la cabeza», y todos los asirios emprenden la fuga. Sin que el peligro aumente, basta la pérdida del jefe -en cualquier sentido- para que surja el pánico.


La otra cita de Freud del texto El Fetichismo que quería marcar era la siguiente:


[...]el niño rehúsa tomar conocimiento del hecho percibido por él de que la mujer no tiene pene. No; eso no puede ser cierto, pues si la mujer está castrada, su propia posesión de un pene corre peligro, y contra ello se rebela esa porción de narcisismo con que la previsora Naturaleza ha dotado justamente a dicho órgano. En épocas posteriores de su vida, el adulto quizá experimente una similar sensación de pánico cuando cunde el clamor de que «trono y altar están en peligro»[...]


No es difícil pensar que justamente, este temor a la castración que se puede poner en juego en estos peligros tampoco son localizables y cumplen con la definición que venimos mencionando acerca del pánico. Hasta acá encontramos la justificación en Freud del término pánico para mencionar un determinado fenómeno clínico.


Hagamos más fina la teoría del asunto. Veamos qué ocurre desde el punto de vista del afecto del pánico. Hay una pista muy importante en Freud, que está en el capítulo de Lo Inconsciente. Freud dice que al hablar de la angustia como afecto, dice que es un afecto que tiene la característica de tener como fuente el inconsciente y se deriva a la consciencia (o sea, es un afecto que se hace consciente desde lo inconsciente) sin ligarse a ninguna carga preconsciente. En la teoría de los afectos que Freud maneja el afecto no es malo, como se suele suponer. En la historia del post-freudismo hubo una tradición de trato con la teoría freudiana no muy estricta y el afecto terminó tomándose como consciente. Freud decía que el afecto no tiene inscripción inconsciente, pero no quiere decir que no exista. Dice que no está inscripto de la misma manera que la representación inconsciente. La representación inconsciente es como una escritura en el inconsciente. En cambio, el afecto no. Pero eso no quiere decir que no exista. Más aún, Freud para hablar de la carga pulsional usa el término quantum de afecto, porque se trata de algo que a pesar de que Freud estaba tratanado de pulir desde el punto de vista metapsicológico al concepto de afecto, estaba al mismo tiempo viendo que algún tipo de relación había con la cuestión pulsional tenía. Por eso se habla de quantum de afecto. Pero Freud aclara que el afecto, salvo el sentimiento inconsciente de culpa, que es un afecto a medias, el resto de los afectos no tiene inscripción inconsciente. Quiere decir que tienen características Pcc - cc, más vale consciente. Y esta característica consciente se debe a que la conciencia registra cualidades.


Las cualidades que la conciencia registra -siempre siguiendo a Freud- son los estímulos sensoriales, los movimientos de carga que hay en el inconsciente (se registran como afectos de placer y displacer) y esta descarga en particular que es la de la angustia, que no pasa por una representación pre-consciente, sino que invade al sujeto sin ninguna representación. Fíjense cómo la angustia aparece sin representación, todo lo que vimos al comienzo.


Ahora, observemos que si el resto de los afectos vienen desde lo inconsciente como carga pulsional y toman entidad al ligarse (vienen como carga, no como representación) toman entidad al ligarse con representaciones conscientes, no es descabellado decir que esas cargas Pcc-cc a los que van a parar el afecto que viene desde lo inconsciente, esas cargas son los nombres de los afectos. Son los nombres que usamos nosotros: tristeza, felicidad, amor, odio, etc. Justamente, es difícil hacer una lista de los afectos, pero sin embargo tienen algún tipo de nombre. Y así como Lacan dice que la angustia no engaña, con Freud sabemos que no engaña porque es inconsciente y va a parar así a la consciencia sin cargarse con el nombre de los afectos. Al no cargarse con la representación preconsciente, va directo a la emoción. al estado emocional, o a la descarga emocional, si se quiere. Cuando se carga con una representación P-cc, entonces estamos autorizados a pensar que son los nombres de los afectos. Lacan dice que la angustia no engaña por eso, entonces uno podría pensar que entonces los afectos engañan. Y sí, son engañosos. No hay cosa más patinosa que los nombres de los afectos, pero existen. Es decir, engañan pero tienen entidad. Según Freud, no tienen inscripción inconsciente y creo que podemos acompañar esa definición, pero tienen entidad, existen y si alguien odia, ama, o tiene las distintas vertientes del afecto, algo ocurre. Puede ser engañoso, si, por eso Lacan dice que los afectos engañan, o mejor dicho, la angustia es lo que no engaña.


Lacan le dio algún lugar a los afectos, haciendo que la tradición de pensamiento lacaniano tendiera a ignorar la cuestión de los afectos. Explícitamente, hubo discípulos de Lacan que se separaron de él, diciéndole que él no consideraba a los afectos. Lacan les sale al frente diciéndole que no es así, en una exposición llamada Radiofonía. Él contesta diciendo que él sí le daba importancia, solo que como buen lector de Freud que se tomaba sus libertades, él podía decir que los afectos engañan, aunque existen. Cuando alguien en una sesión tiene una manifestación determinada, algo está pasando, aunque puede ser engañoso. No se puede ignorar eso.


La angustia tiene esta característica de no ligarse al nombre de los afectos. Esto se los cuento porque nos da una pista importante sobre la cuestión del pánico. No es descabellado pensar que el pánico tiene la misma característica, justamente, es un terror excesivo e inmotivado; tiene una carga pulsional traumática, de la cual no se puede dar cuenta que se descarga del mismo modo que la angustia, no está ligada a ninguna representación Pcc-cc y por eso es un terror inmotivado, apareciendo así como aparece. Pero a diferencia de la angustia, la angustia no nos quita todas las referencias, ni nos desorganiza, ni provoca una situación de catástrofe. En cambio el pánico si y no es casualidad que una de las vías de tratar este tema es pensar que si de lo que se trata es que hay un corte entre el nombre de los afectos y el pánico, donde no hay nombre para lo que está pasando. Entonces, quizá de lo que se trate es que alguien perdió esa ligazón, la posibilidad de decir lo que le pasa desde el punto de vista afectivo. Y muchas veces ocurre clínicamente que cuando el sujeto que ha vivido la experiencia del pánico empieza a nombrar, empiezan a salir sentimientos: odio al padre, etc. y el pánico se reduce. Es como si de vuelta, la nominación permite poder situar. Yo el otro día tuve un caso así donde el paciente descubre un terrible odio hacia el padre y ahora los ataques de pánico están cediendo. El psicoanálisis es muy eficaz con esto, pero hay que tener muy en cuenta que a veces los fenómenos de pánico son de tal intensidad que a veces hay que hacer otro tipo de intervención, como la medicación. Pero ojo, tiene que ser una medicación hecha de tal manera que no le tape la boca al sujeto; que le permita sobrevivir mientras que el análisis hace su efecto. Es verdad que la angustia moviliza el análisis, pero el ataque de angustia no y el pánico, menos. Entonces, a veces el pánico tiene tal entidad en la estructura del sujeto, entre el balance de lo simbólico, lo real y lo imaginario, que se necesita esta intervención. Si no es tan terrible, a la larga el análisis lo resuelve, al modo en que se resuelven los síntomas. Los síntomas van desapareciendo en el curso de un análisis sin que uno se dé cuenta en qué momento o cuándo perdió la eficacia.


Para terminar, quisiera decir algo más, respecto a porqué es importante lo que dice Freud en Psicología de las masas... No solo porque usa el término panik y describe algo que es exactamente lo que nosotros llamamos ataque de pánico. El tema es que yo les decía que el pánico era algo que tenía que ver con el padre. Es como si de repente uno se quedara sin padre, sin la columna vertebral que organiza nuestra experiencia. El sujeto que está en ataque de pánico pierde sus ejes de coordenadas. Nosotros tenemos ejes de coordenadas que ordenan nuestra experiencia. Lacan, por ejemplo, las planteaba como real, simbólico e imaginario. Piensen ustedes en una desestructuración de golpe, porque para que se mantenga la estructura, el llamado nudo borromeo, tiene que haber una consolidación de la función del padre, la función psíquica del padre, lo que nosotros llamamos -en teoría- Nombre del Padre. Pero no es solo el N. del P., sino el padre de la realidad. Es decir, el padre es el padre, y el problema del pánico es que hay un colapso puntual en la función del nombre del padre, que ordena nuestra experiencia. Entonces el terror no es frente a algo que se nos viene, sino que es un terror producto de quedarse sin poder ordenar nuestra experiencia. Imagínense ustedes si en este mismo momento algo ocurre acá que ocurre los parámetros que tenemos: la hora, el día, la fecha, el nombre, lo que estamos haciendo, el espacio… Nos aterrorizamos, ese es el pánico. No es el objeto como en la angustia, sino el colapso de lo que sostiene la estructura psíquica. Por eso es tan importante lo que Freud describe en Psicología de las masas... , porque es la función de jefe la que está en juego. Él dice que el jefe pierde la cabeza y eso es lo que pasa exactamente en el pánico.


Ese jefe es el padre y en la historia de los sujetos que sufren pánico, es lo que yo encontré, casi siempre (no el 100%), encontré 2 parámetros del colapso de la figura paterna dentro del sujeto:
  • El padre concreto, el padre de la realidad y no solamente el nombre.
  • Ese padre muere, en el sentido de cementerio. Pero se trata de padres muertos bajo determinadas condiciones: la degradación. Es un padre que antes de morir fue degradado. La degradación puede ser muy variada: una enfermedad, quiebras económicas, degradación del padre dentro de la estructura de la familia, dentro de lo que es la valoración.


Es muy probable que en los sujetos que sufren ataque de pánico esta historia, de un modo o de otro con su singularidad, se encuentren estas características. Muerte del padre y un padre degradado. Y eso es exactamente, a nivel individual, el equivalente de “el jefe ha perdido la cabeza”. O la caída de la estructura que sostiene la organización de la masa (en el ejército o la Iglesia), y que se pierde porque queda descabezado o sin comando. Eso es lo que ocurre en los ataques de pánico, no es la angustia. El sujeto se queda sin parámetros para definir la experiencia.


Pregunta: ¿Qué es lo que pasa en el nudo en el ataque de pánico?
V.I.: Existe real, simbólico e imaginario. Lacan plantea que la estructura del sujeto implica un anudamiento, un lazo de determinadas características que permite que queden juntos 3 redondeles que se mantienen juntos de modo tal que si uno corta uno, se pierden los otros 2. Se trata de un modelo o una estructura, la disputa epistemológica está en debate. El nombre del padre une a los 3 anillos. Si hay un colapso del soporte del nombre del padre, ese padre de la realidad (porque finalmente los padres existen). Por eso hay que pensar no solamente en el nombre del padre, sino también en quién lo sostiene. Las 2 cosas son importantes y hoy a veces se pierde en la perspectiva de que no solo hay que pensar el N. del P., que por supuesto que es algo que trasciende la figura real del padre, sino también la realidad del padre. Por eso hay que pensar la relación entre padre real y lo real del padre. Es decir, en un padre hay un aspecto simbólico, un aspecto real, un aspecto imaginario. Y no es lo mismo hablar del padre real que de lo real del padre. Aún cuando es necesario el concepto de padre real para poder plantear la cuestión de lo real. Pero pese a estas sutilezas, el tema del padre hace que cada nudo se separe y esa es la pérdida de los recursos que tiene el sujeto en ese momento y que por suerte suele suele ocurrir que se vuelva a anudar en un rato. Pero ojo, porque esto ocurre en cualquier estructura: neuróticos, melancólicos, psicóticos y siempre tiene esta estructura.


Pregunta: ¿Qué pasa cuando el ataque de pánico se cronifica?
V.I.: A partir de la segunda tópica, Freud empieza a definir lo grave, además del carácter. La gravedad, según Freud, tiene que ver con el daño que se inflige al sujeto con el sufrimiento y con la dificultad de resolverse. Esas 3 cosas se juegan en la gravedad y el pánico puede ser más o menos grave en este sentido y depende mucho de la estructura y de los recursos simbólicos del sujeto. Si esto se presenta en el marco de una neurosis, el análisis tiene mucho para trabajar para resolver esto y el análisis bien hecho es extremadamente eficaz en cuestión de meses.


El pánico a veces estalla en medio de un análisis y puede llegar a ser complicado. Pero en general la transferencia es una barrera al pánico, es un inicio de solución al pánico. A la inversa, muchas veces ocurre que una persona deja el análisis y sobreviene el fenómeno de pánico y vuelve a ese mismo analista o a otro. Pero el análisis es uno solo y es del sujeto; el analista puede haber 1, 2, 3, 4… No se define en función del analista y si el pánico persiste, puede llegar a ser muy grave. Cuando persiste, es además en sujetos que tienen una estructura vulnerable: tienen problemas para resolver en su estructura y entonces el pánico se escala y produce una cantidad de cosas. Por ejemplo, el sujeto puede empezar a vivir de pánico en pánico, o con el miedo al pánico. Eso provoca a veces enormes cuadros melancólicos. El sujeto tiende a aislarse, o van de médico en médico. Se pueden agregar fenómenos hipocondríacos importantes, melancolías importantes… Eso es lo que ocurre cuando persiste. Por eso, cuando hay fenómeno de pánico es muy importante que el sujeto reciba tratamiento.


Pregunta: El concepto de angustia automática, ¿tendría relación con el concepto de pánico?
V.I.: Desde el punto de vista teórico, no. El nombre “angustia automática” no es el mejor nombre para ese tipo de angustia. Yo lo llamaría angustia traumática, o angustia excesiva, si se quiere. Ese es uno de los ejes que Freud usa para diferenciar fenómenos de angustia: la angustia señal y la angustia automática. La angustia señal es un poco de angustia que uno tiene para afrontar determinadas circunstancias de la vida. Y lo que Freud llamó angustia automática, que a mi mucho no me gusta, es lo que es realmente el fenómeno de angustia, que suele ser tan pesado y complicado. Pero tiene que ver con el pánico. Yo insisto en la diferenciación que expuse.