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domingo, 25 de mayo de 2025

El peso de lo no dicho: los secretos de familia

 "El que tenga ojos para ver y oídos para oír, se convencerá de que los mortales no pueden guardar ningún secreto. Aquel cuyos labios callan, se delata con la punta de los dedos; el secreto quiere salírsele por todos los poros.”

— Sigmund Freud

El Secreto: Un Acto de Ocultamiento

El secreto es la acción de silenciar un hecho que se intenta borrar de la historia familiar. Su propósito es excluir a ciertas personas del acceso a un saber que las implica y que, en muchos casos, les pertenece por derecho propio.

Las Funciones del Secreto

El secreto opera como una forma de encubrimiento de acontecimientos dolorosos y traumáticos. Sus motivos principales son:

  • Ocultar violaciones a la legalidad: Abuso sexual, adopciones ilegales, violencia en diversas formas.
  • Evitar la confrontación con transgresiones familiares: Estafas, hijos extramatrimoniales, bigamia, enfermedades psiquiátricas.
  • Reprimir el recuerdo de eventos traumáticos: Abortos, suicidios, accidentes.

El Legado del Secreto: Transmisión Transgeneracional

Los secretos no desaparecen, sino que se filtran de generación en generación, afectando a los descendientes de manera inconsciente. Se expresan en síntomas, conflictos y patrones repetitivos dentro de la familia.

La Amenaza Latente

Los secretos funcionan como presencias fantasmales: no pueden ser representados ni simbolizados, pero acechan como sombras siempre listas para emerger. Aunque intangibles, encuentran su forma de manifestarse en el sufrimiento y los síntomas de los miembros familiares.

El Siniestro Retorno de lo Reprimido

Sigmund Freud definió este fenómeno como lo siniestro (Unheimlich): aquello que nos resulta familiar, pero que se ha vuelto extraño y amenazante. El secreto, al mantenerse oculto, genera una sensación de peligro latente que puede aflorar en cualquier momento.

La Herencia del Castigo

En muchas familias, un miembro asume inconscientemente el peso del secreto no dicho. Es como si cargara con una culpa que no le pertenece, actuando desde la convicción de que "esto debe ser pagado, y me toca hacerlo a mí". Así, el sufrimiento individual se convierte en la manifestación de una deuda oculta que atraviesa generaciones.

lunes, 24 de febrero de 2025

El más allá del Edipo: función paterna y límites del goce

Freud, en “Moisés y la religión monoteísta”, plantea la fecunda pregunta acerca de cómo se transmite lo económico del Padre primordial, algo irrepresentable, vaciado de cualidad y excluido del saber. Lacan retoma esta problemática en el Seminario 17, donde delimita el más allá del Edipo, estableciendo los fundamentos del campo lacaniano.

En este marco, Lacan reformula el estatuto del Padre, ubicándolo en la función de un S1, cuyo efecto inmediato es inducir y determinar la castración. Esta castración, lejos de ser solo una deuda simbólica, se sitúa en el registro del goce, señalando una barrera estructural que separa al sujeto de su acceso pleno al goce.

El S1 del Padre no debe confundirse con el Amo; más bien, constituye un punto de apoyo desde el cual Lacan rastrea al Padre real en el mito de la horda primitiva. En este sentido, Lacan plantea una distinción crucial: el Padre real y lo real del Padre. Como S1, el Padre introduce un real que no se agota en la significación, subrayando su carácter irreductible.

Esta perspectiva permite diferenciar dos dimensiones del Padre:

  1. El Padre como S2, en tanto Nombre del Padre, se inscribe en la metáfora paterna, representando el entramado significante y el inconsciente como discurso del Otro. Este es el Padre manifiesto, visible en la trama edípica.
  2. El Padre como S1, por otro lado, representa lo latente, lo olvidado y no manifiesto. Este Padre pertenece al orden de la enunciación, sin integrarse al enunciado, actuando como operador estructural de la castración.

Lacan describe esta función del S1 como un antecedente lógico, un ordinal, destacando su papel fundamental en la estructura subjetiva. Por ello, puede afirmar: “El niño es el Padre del hombre”, subrayando cómo lo latente y lo estructural del Padre operan más allá del Edipo, delineando los límites del campo del goce y del sujeto mismo.

sábado, 22 de febrero de 2025

"Moisés y la religión monoteísta": Lo atemporal y la función del padre en Freud y Lacan

"Moisés y la religión monoteísta" es un texto crucial en la obra de Freud, aunque marcado por características inusuales. En su introducción, James Strachey señala "irregularidades" en el texto, como repeticiones y un notable desorden, rasgos poco habituales en los escritos freudianos. Este desorden puede entenderse como efecto del material trabajado por Freud en esta obra.

El texto guarda continuidad con "Tótem y tabú", compartiendo temáticas como el estatuto del Padre, aunque desde enfoques diferentes. Una diferencia central radica en los términos Untergang (hundimiento o desaparición) y Verdrängung (represión), conceptos que Freud ya había explorado en relación con el sepultamiento del complejo de Edipo. Aquí, Freud presenta al Padre como "ido al fundamento" por su asesinato, y al complejo de Edipo como disuelto por su inconsistencia.

Las traducciones de Untergang varían: Strachey habla de "sepultamiento", mientras Ballesteros emplea "disolución". En cualquier caso, no se trata simplemente de represión; la inconsistencia aludida señala algo resistente al entendimiento, algo no fechable, que deja una marca en el hablante sin haberse producido efectivamente.

Lacan retoma esta idea y profundiza en el borramiento “de ninguna huella previa”, enfatizando la dimensión lógica de lo atemporal. En este contexto, la pregunta freudiana clave es: ¿cómo retorna aquello que no ha sido biográficamente vivido, pero que opera como acto fundante?

Freud plantea que el asesinato del Padre no retorna como un hecho histórico, sino como una estructura fundante de la serie simbólica. Lacan, al analizar esta cuestión, introduce la noción de la excepción lógica: el asesinato del Padre funciona como un acto que establece una regla al tiempo que se sitúa fuera de ella.

De este modo, el texto freudiano aborda no solo el problema de la represión, sino el de la transmisión y retorno de aquello que no puede ubicarse en el tiempo ni en el saber, pero que, sin embargo, configura al sujeto y al orden simbólico.

viernes, 21 de febrero de 2025

Lo Traumático y el Inconsciente: La Huella de lo Irrepresentable

En el psicoanálisis, lo traumático se aborda a partir de la incidencia de lo económico en el sujeto hablante. Freud plantea la pregunta fundamental: ¿cómo retorna lo traumático? Hablar de trauma implica ya un intento de tramitación, que Diana Rabinovich vincula, en el contexto del Seminario 10 de Lacan, al significante de la falta en el Otro. Este significante escribe un componente económico despojado de cualidad y representación.

En "El hombre Moisés y la religión monoteísta", Freud afirma: Los traumas son vivencias en el cuerpo propio o bien percepciones sensoriales, las más de las veces de lo visto y oído…. Aquí se destacan dos elementos clave:

  1. El cuerpo como superficie donde irrumpe lo traumático.
  2. La asociación del trauma con restos pulsionales, específicamente vinculados a lo escópico y lo invocante.

Estos desarrollos determinan dos líneas sobre el estatuto del inconsciente:

  • Todo lo reprimido es inconsciente, situando el inconsciente en el plano de la existencia.
  • No todo lo inconsciente es reprimido, abriendo el sesgo hacia la ex-sistencia, donde el inconsciente conecta con lo real.

Freud establece un vínculo entre el inconsciente y el componente económico de lo traumático, mostrando que el inconsciente no se limita a lo representacional. A través del concepto de lo arcaico, Freud introduce un saber originario olvidado por el adulto. Para Lacan, este saber se inscribe como una huella o marca, donde el olvido es el efecto de un retorno al fundamento.

La pregunta de Freud se dirige hacia lo transmisible: ¿cómo se transmite aquello que carece de representación y no entra en el saber? En última instancia, este interrogante subyace al problema central de la formación del analista. Es decir, ¿cómo puede formarse alguien para operar en un campo definido por lo irrepresentable, por el trauma y sus efectos en el sujeto?

miércoles, 17 de agosto de 2022

Eso que no puede decirse, no puede callarse

Fuente: Daniel Waisbrot "Eso que no puede decirse, no puede callarse"
Hacía diez años que no tenía noticias de él. Su mudanza a Londres por razones de trabajo había dado un final a su análisis. Habían pasado casi diez años y un día Juan me llamó desde Londres. Su padre había muerto algunos meses atrás y en el momento final le había confesado un secreto largamente guardado. Juan tenía un hermano, 5 años menor, de un matrimonio paralelo que el padre tenía en Montevideo. Juan intentó volver a analizarse en Londres pero no podía hacerlo. Me contó que nunca pudo resolver esa necesidad de tomar unas copas en el sillón como único modo de quedarse dormido. En su análisis habíamos hablado mucho de eso. Sin embargo, en Londres continuó. Cada vez más copas. A partir del impacto de la revelación, volvió a intentarlo, pero otra vez no pudo. “Me di cuenta que hasta que no hable con vos de esto no voy a poder analizarme acá”, me dijo en esa llamada. Lo vi unas cuantas veces en el corto período de ese viaje a Buenos Aires. “Me caen de a mil fichas, eso tenía que hablar con vos, había un montón de cosas que no cerraban y que ahora las entiendo, ¿te acordás que desaparecían cosas, juguetes, libros de mi casa y que no se entendía qué pasaba, si los robaba alguien o qué? ¿Te acordás de que me ponía loco porque desaparecían tomos del LoSeTodo?[1] El se lo llevaba al otro hijo que tuvo con la amante” Pensamientos que iban y venían intentando elaborar, y al mismo tiempo sosteniendo, la convicción que su madre fue la mujer para poner rápidamente a la otra en condición de amante y de esa forma, tranquilizarse con sus categorías conocidas. Aquí no había mujer y amante. Se trataba de dos mujeres en paralelo, en ciudades distintas, ambas sin saber acerca de la otra. Tampoco Juan era el hijo, hijo legal y el otro un bastardo. Los dos eran hijos de matrimonios del padre.

Pero la reconstrucción fue aún más lastimosa. La madre le confesó que ella sabía y que no permitió nunca que él supiera de su hermano. Que fue una condición impuesta por ella al padre para permitirle ver al hijo. El padre trabajaba entre Montevideo y Buenos Aires y así había armado su mundo. Pero un día Marta, la otra mujer, se vino a vivir a Buenos Aires con su embarazo a cuestas y el padre de Juan no pudo sostener el doblete en silenciamiento. Le contó a Lidia, la madre de Juan, que iba a tener otro hijo. Juró que iba a dejarla. Lidia creyó. Pero el hombre vivía con ella tres o cuatro días y con la otra mujer el resto. Mentiras infinitas sostenían lo imposible. Lidia cree todo. Marta, la otra mujer, sabe de Juan pero no de la convivencia con Lidia. Lidia hace como que no sabe nada de nada, a pesar de la infinidad de datos. Juan sospechaba. ¿Por qué le creés a papá que es un mentiroso, dice que viene y no viene nada?, le dijo un buen día a la madre y recibió un cachetazo como toda respuesta. Un buen día, la maestra de Juan llama a los padres. El niño miente todo el tiempo, dice. El niño que nada sabía y todo sospechaba, miente descaradamente, diciendo que su mamá estaba embarazada. “Son cosas que me imagino cuando no me puedo dormir”, decía Juan que de a poco recuerda haber tenido un insomnio pertinaz en la infancia. Quizás el alcohol de hoy día ahogue esas cosas que imaginaba de niño y no lo dejaban dormir. Los tiempos de ese recuerdo del primer grado coinciden con los tiempos del embarazo de la otra mujer, de Marta, la de Montevideo. Juan es una catarata de recuerdos que caen a la conciencia y anudan saberes no sabidos. Al tiempo volvió a Londres y pudo comenzar otro análisis.

Entre el secreto necesario y la pasión alienante

La temática del secreto nos convoca. Recorre un arco que atraviesa desde la condición vital en un niño para la creación de pensamientos nuevos, pasando por la convicción subjetiva del derecho a decidir qué habrá o no de comunicarse y generando así el núcleo de toda intimidad, hasta los riesgos de la alienación por el desconocimiento absoluto de trozos de su propia historia imposibles de ser metabolizados, elaborados, inscriptos en una cadena significante que le permita ser, justamente, parte de esa historia.

Sabemos desde Piera Aulagnier, la función del secreto en la estructuración de la vida psíquica. La posibilidad de crear pensamientos que no estén abiertos a la mirada del otro. “El derecho a mantener pensamientos secretos debe ser una conquista del Yo, el resultado de una victoria conseguida en una lucha que opone al deseo de autonomía del niño, la inevitable contradicción del deseo materno a su respecto[2]”.

Pero si el derecho a guardar íntimamente pensamientos secretos forma parte de un pasaje necesario hacia un proceso de autonomía del sujeto, destino que concierne a su propia constitución subjetiva, muy distintas son las cosas cuando ese sujeto es parte de una situación secreta que se constituye siempre en la vincularidad. Lejos de constituir espacio subjetivante, esos secretos atentan contra él. Y los que nos importan hoy son justamente estos secretos. La paradoja consiste en que eso mismo que es condición subjetivante, cuando el sujeto decide sostener en secreto ciertos pensamientos, se transforma en desubjetivante cuando el sujeto es víctima de ese secreto en un plano vincular.

Son bien conocidos los trabajos que desde Freud plantean que “…habremos, pues, de admitir que ninguna generación posee la capacidad de ocultar a la siguiente hechos psíquicos de cierta importancia[3].”

De allí en mas, fueron muchos los autores que indagaron y complejizaron en la teoría psicoanalítica la problemática de la trasmisión psíquica, “término utilizado en psicoanálisis para designar tanto los procesos, las vías y los mecanismos mentales capaces de operar transferencias de organizaciones y contenidos psíquicos entre distintos sujetos y, particularmente, de una generación a otra, como los efectos de dichas transferencias.”[4]

Desde 1959, los estudios de Abraham y Torok[5] sobre aquello que han denominado secreto inconfesable, una injuria narcisista inelaborable, la transmisión del secreto está asociada a lo que estos autores han denominado: “la tópica de la cripta y el fantasma”, donde eso inelaborable se presenta “en las lagunas dejadas en los descendientes por el secreto de los otros.”[6]

Los trabajos de Haydee Faimberg[7] en los años 70 y que denominó telescopage de generaciones sumaron a la complejización conceptual en esta dirección. Se trataba de entender cómo ciertos contenidos podían pasar de una generación a otra sin haber transitado la palabra, la conciencia, algún nivel de comunicación “racional”. En ese sentido, la idea de la autora acerca de la intrusión narcisista, de contenidos presentes pero clivados del yo en lo que denominó identificación alienada, por las cuales el sujeto se identifica con un conjunto representacional extraño a sí, que no le pertenece a él sino a lo rechazado por otro significativo de su historia, iluminó sectores desconocidos del saber.

Así se va generando eso que S. Tisseron[8] planteaba, en relación a que aquello indecible en una primera generación se transforma en un innombrable en la segunda y en un impensable en la tercera. La idea es que aquello que no puede ser nominado por una generación, no puede ser representado verbalmente en las generaciones siguientes imposibilitando el proceso de historización simbolizante.

Sin embargo fue René Kaës, (que teorizó al respecto durante los años 80) quien generó un movimiento nuevo acerca de la problemática de la trasmisión, al retomar como cuestión, no solo aquello que forma parte de un secreto que atraviesa las generaciones, sino a los efectos de esos secretos aún entre contemporáneos. Al respecto dice Mirta Segoviano[9]: “Se interesó, como Freud lo había hecho, tanto por la transmisión que se opera entre las generaciones como por la que tiene lugar entre los contemporáneos. Distinguió dos modalidades de la transmisión: por una parte, aquélla en la que hay una transformación de lo transmitido, y por lo tanto el sujeto receptor encuentra a la vez que crea lo que recibe en un terreno que es transicional, y por otra parte, aquélla donde lo transmitido no es objeto de transformación y la transmisión resulta entonces traumática. Es siguiendo esta última modalidad que se producen las patologías de la transmisión”.

Así, la idea de Kaes[10] es que aquéllo que es objeto de trasmisión, en sus diferentes vertientes -transicional o traumática-, impondrá a los sujetos una exigencia de trabajo psíquico para hacerle un lugar a dicha trasmisión. Al diferenciar entre transmisión transpsíquica e intersubjetiva, plantea que no es lo mismo aquello que se transmite entre los sujetos que lo que se transmite a través de ellos.

Entre nosotros, J. Puget sostiene que: “Algunas familias quedan estructuradas en torno a secretos grupales que deben conservarse definitivamente silenciados. La consigna tácita es que sus miembros nunca deben referirse a lo que saben y menos aún a pensarlo o decirlo todos juntos. Fantásticamente se evita así la desintegración familiar que se produciría al difundirse algún hecho penoso o vergonzoso”[11]

Me resulta interesante esta línea de pensamiento, ya que piensa al secreto como una producción vincular. Desde esta perspectiva, un miembro de ese vínculo queda excluido por otro, de un saber que les pertenece a ambos.

Dice al respecto, Miriam Soler[12]: “La función inconsciente del secreto remite a evitar el dolor psíquico inherente a develar actos que conllevan la ruptura de ideales personales, familiares o grupales, y que podrían acarrear la afectación o la pérdida de la pertenencia a nivel familiar, social o grupal. “Se conforma así una modalidad vincular, caracterizada por la exclusión de unos, los que “saben”, de aquellos que “no saben”. El grupo queda así escindido en una organización dualista y opuesta. Esa modalidad vincular puede llevar a la producción de diversas alteraciones en el funcionamiento familiar”.

Históricamente distinguimos tres espacios en que la vida humana pareciera fluir, espacios organizados en torno a tres características diferenciales. Lo íntimo, girando alrededor de la opacidad, lo público, más del lado de la trasparencia y en una zona de fronteras blandas, con poca consistencia, lo privado, organizado alrededor de cierta discreción. El secreto rompe con esa lógica: la intimidad es poder, la transparencia catástrofe, la discreción peligro. Lo mejor será absolutizar el silencio.

Pero como de todas formas, eso que no puede decirse tampoco puede callarse, una clínica que trabaje con los secretos familiares, deberá preguntarse por los tiempos de elucidación y develamiento de aquéllo que ha sido objeto de dicho secreto. No hay al respecto respuesta univoca y allí se abre la difícil articulación entre intimidad y secreto. Se tratara de generar las condiciones para que su develamiento sea metabolizable.

“Se observa -dirá Miriam Soler- que una vez que el secreto se ha hecho explícito, la fuerza que se adscribía al contenido se desvanece: “lo secreto” deja de serlo y simplemente “cae” de tal manera que un secreto puede ser válido en un tiempo preciso, y con el paso del tiempo pierde vigencia”[13]

El saber no sabido

Mis recuerdos del análisis de Juan no tardaron en aparecer al calor de la intensidad emocional del reencuentro. Me impresionó la hipótesis de que aquellos contenidos secreteados habrían impedido a Juan volver a analizarse en Londres, y que fuera necesaria una nueva vuelta transferencial conmigo para ponerlos en circulación significante. El síntoma “alcohol-insomnio” insistía y se multiplicaba en los últimos tramos del análisis en Buenos Aires. Pensé en aquel momento en algo relacionado, al final recurrí, quizás tontamente, a las categorías conocidas, tranquilizadoras y elaboré interpretaciones ligadas a la reacción terapéutica negativa, al recrudecimiento de algunos síntomas al final del análisis como modalidades de la resistencia, en fin, nuestro arsenal conceptual ya-sabido. No sirvió de mucho. No imaginé que ese análisis iba a tener otro desenlace.

Juan no sabía por qué no podía analizarse allí con otro analista. La idea se hizo clara al morir el padre. Faltaba algo, alguna pieza del rompecabezas. Había un secreto familiar de cuyo silenciamiento ambos padres fueron cómplices. Juan estaba contento en esas sesiones que tuvimos, como aliviado, en el sentido que decíamos antes con Miriam Soler, el secreto al ser develado, muchas veces “cae” como si en realidad, su contenido no hubiera sido tan importante como la condena a quedar silenciado. A Juan hasta le pareció interesante esto de tener “un hermano a los cincuenta”. Le costó más entender lo del doble casamiento, dejar de pensar a su hermano como hijo bastardo de una relación ilegítima. El necesario reparto de la herencia confirmó la paridad fraterna. No se siguieron viendo después de algún tiempo, “no tenemos nada en común, ni a mi viejo compartimos”, decía con cierta pena. Lo revelador fue la emergencia del recuerdo de la mentira sobre la madre embarazada y la dificultad para dormir, recuerdo ahogado al calor de un cachetazo. Juan entendió que de eso no podría hablar nunca más y no fui yo quien hiciera la interpretación acerca de la relación entre este recuerdo y su síntoma, sino su propio recorrido. Hoy día se que Juan puede dormir sin tomar, aunque su alcoholismo insiste en otros momentos del día.

Me resultó interesante esta situación clínica porque podemos asistir al armado de un secreto in statu nascendi, como se trasmite en este caso entre los sujetos y no aún a través de ellos. Seguramente esto hubiera sucedido si aquello que fue un indecible en la generación de los padres de Juan y que se transformó en innombrable para él, hubiera devenido impensable en la generación siguiente de haber quedado silenciado. Juan tuvo que retomar el trabajo de pensar en su vínculo con el padre. “…a veces mi viejo me parece un turro, como me ocultó eso… y otras… hasta me parece que me hizo un último regalo al poder contarme…”.
Bibliografía

[1] LoSeTodo era una enciclopedia de 12 tomos publicada en Buenos Aires en los años 60
[2] Piera Aulagnier “El derecho al secreto, condición para poder pensar”, en “El sentido perdido”, Ed. Trieb, 1980
[3]Freud, S. “Tótem y Tabu”. (1912) Obras Completas Tomo XIII. Amorrortu Editores. 1979
[4]Mirta Segoviano “Trasmisión psiquica. Escuela francesa” en Psicoanálisis & Intersubjetividad. Nº 3 en www.intersubjetividad.com.ar
[5] Abraham, N. y Torok, M. (1978) La corteza y el núcleo. Buenos Aires: Amorrortu, 2005.
[6] Alicia Yerba “Transmisión entre generaciones. Los secretos y los duelos ancestrales” en www.apdeba.org/publicaciones/2002/01-02/(link is external)
[7] Haydee Faimberg. “El telescopage de generaciones”. Amorrortu Editores 2005
[8] S. Tisseron. Las imágenes psíquicas entre generaciones. 1995. En El psiquismo ante la prueba de las generaciones. Amorrortu editores.
[9] Ibid. Este trabajo constituye una notable investigación sobre el tema de la trasmisión
[10] Rene Kaës. “ Transmisión de la vida psíquica entre generaciones”. El sujeto de la herencia. Amorrortu Editores. 1996
[11] Janine Puget y Leonardo Wender “Los secretos y el secretar” en revista Psicoanálisis ApdeBA. Vol. II
[12]Myriam Alarcón de Soler “Secretos, vínculo y contratransferencia” Presentado en el Congreso de la Federación Psicoanalítica de America Latina Septiembre 23 AL 25 de 2010 Bogotá – Colombia
[13] Idem op.cit.

miércoles, 28 de octubre de 2020

La pieza de la cadena. Familia y transmisión

Graciela adoptó un niño al casarse. Sentía tanto rencor hacia sus padres que no quiso tener un hijo biológico para no transmitirle la patología mental a través de los genes. Esto lo pudo relatar años después, en la consulta por su hijo, con diagnóstico de “esquizofrenia”.

Nos preguntamos, ¿Cómo comprender la patología de ciertos sujetos si su propia vida no estuvo marcada mayormente, por ningún trauma grave? ¿No sería necesario especialmente en estos casos, tener en cuenta cómo han afectado los traumas de las generaciones anteriores? Pero entonces habría que pensar ¿a través de qué mecanismos se efectúa la transmisión?

Ante todo creo que debemos diferenciar la transmisión transgeneracional de la repetición, aclarando que la repetición nunca es “de lo mismo”. La transmisión es un complejo mecanismo psíquico (que incluye más de un psiquismo), construido “entre” las generaciones. La repetición es uno de los modos de la transmisión, otros que podemos nombrar, son la identificación, identificación con el ideal del Yo de los padres, introyección, incorporación, la resistencia al cambio versus la posibilidad de la aceptación de lo nuevo, sublimación, sometimiento del Yo a los mandatos familiares y otros que no son excluyentes entre sí, es más, todos ellos podrían funcionar en una misma temporalidad. Habría otro modo de transmisión de “lo mudo”, que desarrollo en este trabajo, y tiene que ver con los efectos del trauma.

Freud, si bien parte del trauma y lo retoma al final de su obra en “Análisis terminable e interminable”, se vuelca a la creación psíquica, orientando su búsqueda hacia la sexualidad, el conflicto psíquico y a las representaciones sustitutivas que ha producido. Freud teoriza fundamentalmente acerca de los mecanismos psíquicos de las neurosis. Para él, son las representaciones rechazadas las que dan cuenta de los síntomas. En “Recuerdo, repetición y elaboración” (1914), menciona por primera vez en “La compulsión a la repetición”, un aspecto especial de la resistencia, es decir, la tendencia del paciente a repetir una experiencia pasada con un acto, en vez de recordarla.

Los terapeutas familiares sabemos que la repetición puede darse también en la generación siguiente, es decir en los hijos o en los nietos. Siempre hay una “necesidad no pensada” de transmitir o depositar en otro lo que el aparato psíquico no puede contener ni transformar. Entonces, los hijos incorporan no sólo los ideales y valores de los padres, sino también ese quantum de afecto no procesado que debe ser ligado de alguna manera.

Abraham, Torok, Kaës desarrollaron los conceptos de fantasma y cripta, Faimberg desarrolló el concepto de telescopaje para dar cuenta de este mecanismo de transmisión. En Argentina, Jorge García Badaracco desarrolló una teoría para trabajar los efectos de las interdependencias patógenas en la familia y especialmente en el llamado “el enfermo”; Isidoro Berenstein escribió sobre la ¨transmisión de los significados¨.

En los casos de traumas, donde ya no estamos en el conflicto neurótico, puede suceder que haya ausencia de representación cuando el trauma ha sido muy violento. En estos casos, el afecto, la angustia, la mayor parte de las veces, no está desplazado sobre una representación sustitutiva sino que está enlazada al trauma que la engendró. La representación no está rechazada, como en la neurosis, sino que la pérdida de sentido del sujeto provocada por el trauma ha impedido que se construyera la representación sustitutiva. De este modo, el trauma afecta al Yo que queda escindido y así, también puede afectar directamente la posibilidad de representación. Cuando se escinde el Yo, la parte que quedó muda, insiste. Considero entonces, que podemos pensar a la escisión del Yo como uno de los mecanismos de defensa que darían cuenta del fenómeno de la “transmisión de las dimensiones de lo negativo”, por la ausencia emocional reiterada de los objetos primarios afectados por el trauma, que se producen como efecto de lo no elaborado. Estas ausencias en “personas presentes”, se explicarían por la escisión del Yo que dejan aspectos de la persona enlazados a lo traumático, el niño no puede dar cuenta ni puede poner en palabras, la presencia-ausencia, la sensación de vacío afectivo. Por lo tanto, no lo puede pensar.

Los traumas de las generaciones anteriores también pueden afectar la capacidad de representación de los hijos, produciendo efectos sobre el pensamiento, la concentración y generar núcleos autistas de diferente intensidad, teniendo por consecuencia una dificultad o una ausencia de metaforización y simbolización que tiene efectos sobre toda la vida libidinal de sus niños.

La mente es organizadora de lo percibido y también organizada por las percepciones. Sabemos que el yo puede “defensivamente” alterar la percepciones de la realidad, desmentirlas, depositar en otro o bien puede entrar en un estado confusional cuando no encuentra solución a un estado de angustia extrema.

Estas teorías acerca de la transmisión intentan dar cuenta de cómo hijos de padres neuróticos podían enfermar sin haber vivido ellos mismos experiencias que justificaran la patología que manifestaban. Explicando así que no solo se despliegan hechos traumáticos infantiles sino que también se puede ser portador de fantasmas parentales que generan climas emocionales y vivenciales durante todo el crecimiento de los hijos, que acuerdan con lo mudo que insiste y no tiene representación palabra, por el sujeto. Hay que aclarar que cada vida es singular y en las repeticiones o afectaciones siempre está lo diferente. En la insistencia de la repetición siempre está la posibilidad del quiebre de esta repetición que permite que surja lo nuevo y lo creativo.

En la patología mental llamada “grave”, vemos que las interdependencias padres-hijos son patógenas y una de las variables a pensar sería la manifestación de la transmisión transgeneracional de lo no elaborado de los padres, vehiculizando lo traumático, que muchas veces impide el devenir pulsional normal del hijo, que no puede desarrollar sus recursos internos sanos por efecto de ser el portador del fantasma parental.

Lo interesante es que el proceso de transmisión no se funda únicamente en quién transmite y qué se transmite, sino que se encuentra sustentado en los modos en que el receptor recibe el legado de la transmisión, si podrá metabolizarla y hacerla suya o no, como también ver qué novedad puede introducir en ella, cuánto toma y cuánto desecha. La transmisión resulta así un proceso construido entre las generaciones.

La experiencia clínica demuestra que hechos ocurridos en un tiempo anterior al nacimiento de un sujeto, con historias que aparentemente no le pertenecen, se revelan con frecuencia constitutivas de su psiquismo. Es decir, aquello que en los padres no ha podido encontrar su inscripción psíquica, su figuración imaginaria, corre el riesgo de hacer retorno sobre otro, reproduciendo sin comprender. Cuanto más intensas y duras son las resistencias, más severas son las carencias de recursos yoicos verdaderos para enfrentar tanto el mundo externo como el mundo interno, probablemente por ser el portador de fantasmas mudos. Comprendiendo que gran parte de la conflictiva del paciente le son inabordables por la palabra, precisamente, debido a esa carencia de recursos yoicos para enfrentar y elaborar una historia no vivida. La carencia de recursos yoicos se debe en parte a que ha sido afectado su aparato de pensamiento y esto continúa en forma de agente patógeno hasta que puede ser pensado con otros.

Concordando con las ideas de J. García Badaracco, vemos que el estudio de las defensas narcisistas nos ha llevado a descubrir cada vez más claramente que este tipo de componente narcisista como resistencia al proceso psicoanalítico es más bien una forma patológica portadora de la carga de la relación primitiva con los objetos primarios y una forma de identificación primaria con aspectos patológicos de los padres.

Siendo los propios estados emocionales y mentales de los padres los que condicionan su disponibilidad, su capacidad de transformar las ansiedades del hijo, cuando se transmite un fantasma, esto producirá en gran parte, una influencia patógena, según el grado de desarrollo y la madurez psicológica y emocional alcanzados por ellos. A su vez, los padres estarán condicionados, en cierto modo, a la posibilidad de haber metabolizado traumas heredados o propios y sublimarlos en un desarrollo saludable. Pero, la persistencia de estos factores de repetición conducirá a la acumulación de carencias de desarrollo yoico que a su vez generarán más frustración y sadismo, empobreciendo nuevamente al Yo. El sujeto se constituye con otros. Por ejemplo, el niño no solo puede ser depositario sino que generalmente, a través del pensamiento omnipotente infantil, vive haciéndose cargo de modo patológico, viviendo como propios, los efectos de los objetos parentales y las formas de manejo yoicos por los conflictos de los padres, incorporando o identificándose entonces con los aspectos patológicos de los progenitores.

Creemos, como dice G. Badaracco, que se hace más comprensible que al concepto de resistencia desarrollado originalmente por Freud haya que agregar el de dificultades por carencias de recursos yoicos; y yo agrego, por haber sido afectado “el aparato de representación” por interdependencias patógenas portadoras de una carga afectiva sin representación y mientras más potentes sean estas cargas, más se transforman en resistencias aparentemente insuperables. Consideramos que las deficiencias o alteraciones del Yo, a las que aludió Freud en “Análisis terminable e interminable”, pueden relacionarse con el concepto de “carencia de desarrollo de recursos yoicos” del Dr. Badaracco y con un resto relativo al efecto de la transmisión de lo no elaborado en las familias, que se juega siempre en tiempo presente.

Bibliografía
Aulagnier, P.: “Construirse un pasado”. Psicoanálisis APdeBA. XIII. 3. 1991
La violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado. Amorrortu Ed., 1975.
Deleuze y otros Ensayos sobre biopolítica, Paidos.
Faimberg, H.: “El telescopage de las generaciones”. Transmisión de la vida psíquica entre generaciones. A. E., 1985.
Freud,S.: (1983): Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos. Comunicación preliminar. A. E., III.
(1913): Tótem y tabú. A. E., XIII.
(1914): Introducción al narcisismo. A. E., XIV.
(1920): Más allá del principio de placer. A. E., XVIII.
(1923): El yo y el ello. A. E., XIX.
(1926): Inhibición síntoma y angustia. A. E., XX
(1937): Construcciones en psicoanálisis. A. E., XXIII.
(1939): Moisés y la religión monoteísta. A. E., XXIII.
García Badaracco, Jorge. Psicoanálisis multifamiliar: los otros en nosotros y el descubrimiento del si mismo. Buenos Aires: Paidós, 2000. 332 p. ISBN: 950-12-4228-5. (Psicología Profunda)
García Badaracco, Jorge. “Duelo y melancolía” 80 años después, Revista de Psicoanálisis. -- Vol:53, N°:1 (1996). -- Buenos Aires: Asociación Psicoanalítica Argentina, 1996 ISBN: 0034-8740. -- p. 39-52. Tema del número: <Narcisismos>
García Badaracco, Jorge. La identificación y sus vicisitudes en la psicosis. La importancia del concepto “objeto enloquecedor”
Gomel, S. Las tres generaciones en la constitución subjetiva, ficha
Kaes, R y otros.: “Transmisión de la vida psíquica entre generaciones”. A.E. 1985
Marucco, N. (1980). “Introducción de lo siniestro en el yo”. Revista de Psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Argentina. Tomo XXXVII, 2. ­Cura analítica y transferencia. Amorrortu editores, (1999).
Rotenberg Eva. Representar lo heredado, ficha Presentada en el Congreso de San Francisco
Rotenberg, Eva Hijos difíciles-Padres desorientados, Padres difíciles-Hijos Desorientados, Lugar ed.

Si bien no se puede no transmitir ya que somos un eslabón en la cadena de las generaciones, somos parte de un árbol genealógico, entonces una perspectiva es pensar la transmisión transgeneracional como un proceso inevitable en la familia, construido entre generaciones, esta sería la transmisión trófica. Pero hay que diferenciarla de la transmisión de la patología, de lo traumático, a esto me referiré en este trabajo.

Fuente: Rotenberg, Eva (agosto 2008) "La pieza de la cadena. Familia y transmisión". Imago Agenda Nº 122

miércoles, 6 de mayo de 2020

La transmisión del psicoanálisis

La posición del que enseña debe ser un saber en falta. A prtir de esto, podemos hacer un recorrido por la obra de Lacan donde trata el tema. El 6 de mayo se cumplió 164 años del nacimiento de Freud. En el centenario de su nacimiento, en 1956, Lacan fue llamado a tomar la palabra en un homenaje que se llevaba a cabo en el Hospicio de la Salpêtrière, en París. Aquel fue un lugar muy particular para la vida de Freud, ya que desde muy joven él viajaba desde Viena hasta allí para escuchar al maestro Charcot exponer sus investigaciones sobre la histeria. Freud quedó fascinado por esa experiencia a tal punto, que fue su disparador por la interrogación acerca de la histeria. Este discurso de Lacan, ubicado en el seminario III sobre la psicosis, lleva el título de Freud en el siglo. Ya en el comienzo, unido al nacimiento del maestro, nos dice algo de su nombre: Freud significa alegría, freude, en alemán.

Lacan anticipa una articulación al recordar que la familia de Freud, a causa de un edicto de José II de Austria de 1787, por el cual los judíos debían cambiar su apellido para no ser excluídos de las actividades públicas, se vio forzado a elegir ese nombre entre los de una lista. En otras palabras, el apellido original de la familia, al igual de el de las demás familias judías de la época, quedó perdido para siempre al ser reemplazado. Lacan señala esto para que recordemos que a través de la asimilación cultural de los significantes ocultos, persiste la recurrencia de una tradición literal. Los significantes ocultos, ocultados siguieron su trabajo en el inconsciente y eso es lo que pulsa, entiendo, a querer saber. Esto, sugiere Lacan, guió a Freud en la forma en que se estructuraban las preguntas que buscaba responder. 

Para la época del seminario III el descubrimiento freudiano, al igual que el nombre, está borrado. Por ejemplo, borrado en el discurso de los postfreudianos, en relación a lo que Freud planteó en sus conceptos. Hay una desviación importante, por eso Lacan llama a hacer una lectura exhaustiva de la obra freudiana para descubrir su valor. Ya en el seminario II, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica (19554-55), luego de tomar el valor del significante y la estructura de lo simbólico, Lacan nos trae una clase sobre la enseñanza del psicoanálisis. Nos dice que es muy problemática, porque un profesor que asume la posición de ser el que enseña, nunca se queda callado. Y eso, como sabemos, no quiere decir que necesariamente enseñe algo. Lacan convoca a quienes lo escuchan, que digan, pregunten, a que se expongan a hacer una pregunta. Esto tiene que ver con la posición del analista, una posición frente a la falta. 

Según Lacan, el psicoanálisis se encuentra en crisis porque hay un desvío de la teoría freudiana al colocar el yo como centro. "Lo que les enseño está destinado a cuestionar la situación del yo". Esta es la situación del psicoanálisis en cuanto a la dificultad que plantea Lacan en estos tiempos. El retorno al yo como centro y medida, tal como lo han practicado los post-freudianos, no está implicado para nada en el discurso de Freud. Él nos muestra al yo como un espejismo, como una serie de identificaciones y coloca el lugar del sujeto del inconsciente apresado en la cadena de los símbolos.  Más adelante en el seminario, Lacan aborda el problema de las relaciones entre la pulsión de muerte y la repetición. Lacan nos va a hablar del deseo y del lenguaje. Esto es lo que Lacan a esta altura de la enseñanza lleva adelante, ni más ni menos que la enseñanza del descubrimiento freudiano. 

En el seminario X de la angustia (1962-63), Lacan se vuelve a interrogar sobre lo que es una enseñanza. Coloca como referencia la experiencia analítica y nos dice que la enseñanza debe tener algún efecto a partir del hecho de que el analista es, por así decir, un intepŕetante. El analista juega con un no-saber del sujeto y esto supone que el analista sabe algo. Lo que sabe, ¿puede enseñarlo? ¿Qué es enseñarlo? Lacan nos plantea que el deseo del enseñante da cuenta de que hay una enseñana. Cuando no hay tal deseo, hay un profesor. Profesor es el que enseña sobre sus enseñanzas. Lacan se sirve de la metáfora del colage, esa obra plástica hecha con recortes y retazos, ubicados sobre un único plano. "Si hicieran su colage preocupándose menos de que todo encajara, tendría alguna oportunidad de alcanzar el mismo resultado al que apunta el colage, o sea, evocar la falta. Por esta vía llegaría a alcanzar el efecto propio de lo que es, precisamente, una enseñanza". La enseñanza del psicoanálisis, entonces, como colage, como obra que no termina de encajar, como saber en falta. El deseo del enseñante implica un más allá de lo que propone enseñar. Ese más allá es la transmisión, que siempre es de una falta, de piezas que no encajan totalmente. La transmisión conlleva, en su seno, lo intransmisible de la experiencia psicoanalítica. 

Del seminario que Lacan se proponía a dictar en 1963, solo contamos con la primera clase, titulada "Introducción a los nombres del padre", ya que su enseñanza fue interrumpida por haber sido inhabilitado como didacta. Lacan comienza aquel encuentro diciendo que durante 10 años preparó sus clases cada semana y que ha tenio fieles oyentes frente a los que se disculpa por no poder continuar. Nos dice: De esta praxis que es el análisis, procuré enunciar cómo la busco, cómo la atrapo. Su verdad es inestable, decepcionante, escurridiza. ¿No están ustedes en condiciones de comprender que por eso la praxis del análisis debe avanzar hacia la conquista de lo verdadero, por el camino del engaño? La transferencia nos otra cosa que eso, un engaño. En la víspera de esa clase, la comisión de enseñanza de la que formaba parte, acababa de sacarlo de la lista de didactas de la sociedad francesa de psicoanálisis. Lacan llamará a este episodio su excomunión.

En enero de 1964, Lacan reinicia su seminario en otro lugar, en la Escuela Normal Superior, gracias al arbitrio de Althusser, con el título "Los 4 conceptos fundamentales del psicoanálisis" para abordar inconsciente, repetición, transferencia y pulsión. Lacan presenta una pregunta luego de su excomunión: ¿Qué me autoriza a estar frente a ustedes? Para dar continuidad a su enseñanza, Lacan nos quiere hablar de los fundamentos del psicoanálisis y el seminario mismo está implicado en esos fundamentos, porque está dirigido a la formación de analistas. O sea, que forma parte de la propia praxis, y según Lacan, una praxis es una acción que nos da la posibilidad de tratar lo real mediante lo simbólico. Lacan nos lleva a la pregunta por el deseo de analista, que se contruye en el transcurso del análisis didáctico. El 21/07/1964, en el acta de fundación de su propia escuela, creada tras la excomunión, Lacan nos dice fundo, tan solo como siempre lo estuve, en mi relación con la causa psicoanalítica, la escuela francesa de psicoanálisis. Este título, en mi intención, representa el organismo en el que debe cumplirse un trabajo que, en el campo que Freud habló, restaura el filo cortante de su verdad, que vuelva a llevar la praxis original que él constituyó con el nombre de psicoanálisis al deber que le corresponde nuestro mundo, que mediante una crítica asidua denuncien las desviaciones y las concesiones que amortizan su progreso al degradar su empleo" y coloca el cartel como un dispositivo para la ejecución del trabajo.

Por un lado Lacan funda su escuela, y la intención es que represente un organismo en el que deba cumplirse un trabajo en el campo de Freud abrió. La posibilidad de cumplir un trabajo en la escuela de psicoanálisis, como la pensó Lacan, tiene que ver con el dispositivo del cartel. El cartel es un agrupamiento de 4 o 5 integrantes alrededor de un más-uno (función). Tienen que tener reuniones periódicas y cada uno tiene su proyecto de trabajo. Se reúnen juntos y debaten lo trabajado. Cada uno sigue con su investigación. este entrecruzamiento provoca una causa muy interesante. Estos carteles tienen cierto momento de corte, que son las presentaciones de lo producido. O sea que Lacan va a ubicar la escuela y una producción que debe llevar adelante alguien que quiera ser psicoanalista. 

jueves, 6 de febrero de 2020

Ser o no ser... autor y actor de su propia obra.

Por Lucas Vazquez Topssian
• ¿Qué son, cuáles son y por qué se afirma que las “novelas” son las narrativas que constituyen la identidad?

Piera Aulagnier, dice que el ello es un maestro-brujo que repite una historia sin palabras que ningún discurso podrá modificar, es por eso que el orientador vocacional, al igual que el psicoanalista, asisten a multiples novelas que los consultantes despliegan con el intento de desarmar y armar su texto de vida y en otros casos como meros espectadores de un guión trazado de antemano por quienes han pretendido marcar un destino único, ya sean los padres u otros familiares.

Freud, en 1909, en La novela familiar del neurótico sostiene que una de las operaciones más necesarias, y más dolorosas en el desarrollo de la persona, es desasirse de la autoriedad parental.

Durante la infancia, el complejo de Edipo, es la trama vincular que configura un drama conflictivo, cuyo argumento es llegar aparecerse a los padres, la identificación como correlato de este complejo, tiene la función de ligar al niño con los emblemas paternos. Por otra parte el conflicto edípico tiene la función de dar lugar a la elección sexual, que luego será revisada y reelaborada durante la adolescencia.

Durante su crecimiento el niño va comparando a sus padres con otros padres, por lo tanto este deseo de ser como ellos se pone en jaque al comparar sus progenitores con otros, comienza a criticarlos en vista de que otros padres son preferibles en muchos aspectos.

Según Freud en muchas ocasiones de su vida el niño tiene el sentimiento de ser relegado por sus padres, añorando el amor total que le deparaban en los primeros años, amor que en muchos casos observan que es dado a otros hermanos que le siguieron, a menudo siente que es un hijo adoptivo, esto es las fantasías de adopción que frecuentemente algunos niños despliegan ante el comportamiento hostil de los padres y observar en otros conductas mas cariñosas según su propia observación. Esta situación infantil es designada por Freud, como “Novela familiar de los neuróticos” es una actividad fantaseadora que se revela primero en los juegos infantiles y luego desde la prepubertad se apodera del tema de las relaciones familiares.

En su texto, Freud dice que en las fantasías posteriores a la pubertad, el individuo se ocupa de librarse de sus menospreciados padres y sustituirlos por otros de un rango social más elevado. Una vez que el púber llega a conocer las múltiples vinculaciones sexuales entre padre y madre deja de lado, abandona estas fantasías de adopción y ya no duda de su origen, esta sería su segunda fase de esta “Novela familiar”, que se sostiene a partir de la primera fase “Asexual”.

Esta Novela familiar freudiana tiene diferentes derivaciones a partir del conocimiento de los procesos sexuales, que llevan al sujeto a imaginarse situaciones y relaciones eróticas de sus padres, llevando a colocar a la madre en situaciones de secretas infidelidades y de relaciones amorosas ocultas. Otra derivación es el tema de la venganza y las represarías, en aquellos niños que fueron castigados por los padres, surgen en esta novela fantasías de vengarse de ellos. Los hermanos menores a partir de este texto fantástico, otorgan tantas relaciones amorosas a la madre que se adjudican la legitimidad proclamando ilegítimos a sus hermanos mayores, esta derivación es eficaz para eliminar a los hermanos en la fantasía. Otros intereses particulares propios de cada familia y cada sujeto condimentan este texto cliché de la fantasía “Novela familiar”, dándole el matiz que cada uno imagine como autor del guión.

Estas obras de ficción donde se observa el esfuerzo por remplazar al padre real, son expresiones de la añoranza de la primera infancia feliz cuando su padre era el “Súper hombre y su madre la mujer más hermosa”.

El género narrativo de la novela, se nutre con estas ficciones vinculares similares a la novela familiar. De hecho, novela que proviene del italiano significa noticia y es una prosa , en la cual se narra una acción fingida en todo ó en parte de sucesos, pasiones y costumbres. El diccionario la define como “Obra literaria narrativa de cierta extensión, de carácter abierto, que contiene elementos diversos en un relato complejo”. Este carácter abierto le permite a su autor gran libertad de elección para integrar personajes, introducir historias cruzadas o subordinadas, cambiar de orden los hechos o incluir otros textos dentro del guión principal.

Así también el género de la telenovela, en el que se plasma en imágenes, con las más variadas historias, los textos fantaseados conscientes e inconscientes del texto básico de la novela familiar, muestra desde una perspectiva sociológica identidad ideal-izada del sujeto latinoamericano que retroalimenta el estereotipo local, siendo este una forma de lenguaje e identificación; un modo ambivalente de conocimiento y poder, y un modo de representación que es complejo, ambivalente y contradictorio.

Al representar hombres y mujeres “ideales” sobre todo en términos de raza y clase social, el discurso telenovelesco le dice a su espectador que sabe qué es lo que quiere ver y qué aspira a ser, intentando fijar en los sujetos la ilusión de una forma ideal de ser y parecer.

Observamos que los temas más frecuentes de novelas literarias, tanto como de las telenovelas tratan de héroes y heroínas, de clases sociales diferentes, conflictos parentales, prohibiciones, secretos familiares devenidos en tabúes, conflictos sexuales, casamiento por conveniencia, venganza entre hermanos, elecciones frustradas, asesinatos, odios, amores y pasiones con temas diversos, en los que en su último análisis encontramos aspectos varios de la conflictiva edípica universal.

Esta pequeña reseña, nos sirve para analizar las complejas tramas novelescas que se sostienen en la elección vocacional-ocupacional. En este ámbito lo vocacional se relaciona con el sentido que el sujeto encuentra en su vida es decir lo que siente y quiere SER. En tanto que lo ocupacional remite al HACER, o sea la accion direccionada hacia dicho sentido de la vida.

Como sostiene Gelvan de Veinsten, “Lo vocacional necesita sintetizar en principio las diferentes “Novelas” que se han escrito para uno aún antes de su nacimiento, en el camino de llegar a ser el autor de su propio argumento

La novela freudiana que se teje en cada ser producto de la familia e instituciones posteriores, es urdida a partir del deseo de los padres que a su vez soporta el peso de sus propias demandas familiares, o sea que los mandatos se tejen mucho antes del nacimiento, la madre que cuando niña juega con su muñeca, ya esta fantaseando la impronta del ser que quiere para su futuro hijo, el padre que de niño ha jugado al futbol en el potrero del barrio, imprime su deseo en ese hijo por venir imaginándolo un estrella del futbol y así con las mejores intenciones, y la leche caliente que nutre y ama se van colando los deseos y mandatos familiares que se revelan en el querer ser, en el parecer y en querer hacer.

Es por eso que Freud, en el texto que hemos reseñado, dice que en el crecimiento el sujeto debe desasirse de los padres siendo esto doloroso pero necesario para, como dice Gelvan de Veinsten llegar a ser el autor de su propio argumento.

El grupo familiar durante la infancia ofrece espacios, juguetes, experiencias para que sus esperanzas se cumplan. Esto es la novela familiar, el niño entonces tiene asignado por su familia un lugar y un papel, tanto como lo han tenido sus padres, hermanos, abuelos, primos, tíos. El complejo de Edipo y la fantasía de la novela familiar del neurótico se escriben a partir de la gran novela familiar: tener los ojos de la madre, la sonrisa del padre, caminar como el abuelo, son sentencias que se van tejiendo y por las cuales el sujeto se identifica y en este texto escrito por otros, imprime su particular novela.

La necesidad de aprobación por parte del clan, hace en la mayoría de los casos que el guión que uno escribe coincide en su mayor parte con la gran obra familiar.

Las consecuencias de esta novela pueden llegar a ser positivas o negativas. Los aspectos más positivos recaen en el hecho de poder dar identidad, en tanto soporte y pertenencia al sujeto, quien empero y como ya hemos dicho tiene que reescribir para apropiar-se en su guión. Consecuencias negativas, podemos observar en los casos de aquellos neuróticos que haces una “Copia fiel” del dictado familiar y se encuentran siendo y haciendo lo que deben ser y hacer, sin modificar ni apartarse ni una coma del texto parental. Es también el caso de los psicóticos que ni siquiera se pueden plantear escribir su propio libro, como dice Aulagnier, no saben que pueden reescribir el texto que otros le escribieron, es decir no cuentan con la posibilidad simbólica de apropiarse de las páginas de su vida y reescribirlas, posibilidad con que cuenta el neurótico.

En el ámbito vocacional-ocupacional el orientador tiene con frecuencia la oportunidad de observar estas posibilidades y su función es trabajar con ellas.

A partir de estos textos en los que la familia aporta la historia generacional, como el genial García Márquez lo muestra en Cien años de Soledad, el sujeto se identifica para pertenecer, él es quien mediante la identificación toma esta historia, se ciñe a ella o se aparta, la compra en su totalidad o reescribe sus propios párrafos. Va forjando así la identidad, que construye a partir de sus identificaciones infantiles. La adolescencia es esa peculiar etapa en el cual como ya dijimos el sujeto tiene necesariamente que desasirse de sus padres proceso doloroso durante el cual revisa cada una de sus identificaciones infantiles (regresión normal adolescente) para poder construir la identidad, en los aspectos personales, sexuales, vocacionales-ocupacionales, religiosos, etc.

La construcción de la identidad podríamos entenderla como crédito otorgado por los otros (los que crían, los que educan y los que de alguna manera a medida en alguna medida se cruzan y vinculan); a través de la conciencia que habilita la construcción de una imagen sobre sí que se ajuste al ideal.

La identidad por lo tanto se conforma alrededor de un proceso de unión a los otros, es decir, de pertenencia, pero al mismo tiempo, también, de separación con los otros, o sea, de diferencia. Mientras la identificación tendría que ver con las primeras experiencias de satisfacción, la separación, la diferencia, estaría asociada al dolor. De ese modo podría postularse que la identidad se estructuraría en torno de las experiencias de satisfacción por un lado y, del dolor por otro, que en conjunto, establecen marcas que edifican la subjetividad. La identidad es, pues, la representación de sí como perteneciente a un conjunto, pero también como diferente al mismo. Su paradoja más evidente consiste en que siendo una referencia al sí mismo, sólo puede sostenerse con lo que está en otra parte.

En los procesos de Orientación, la familia suele aparecer pre-ocupada sobre el futuro del consultante, en el texto narrativo de la novela familiar, para que el consultante los dialogue y pueda elegir desde su nueva versión, desde su nueva identidad. En los encuentros de Orientación la trama urdida por la familia se arma, se desarma, se vuelve armar como un rompecabezas en el cual la decisión autónoma puede llegar a materializarse en una elección de vida, como así también la Orientación abre un espacio para revisar elecciones que como copia fiel para no defraudar el ideal de sus padres han derivado en ocupaciones frustrantes y que pueden ser revisadas y re-orientadas.

Las novelas del pasado, dice Gelvan de Veinsten deben ser “releídas” adecuadamente para que no presionen en el futuro, lo cual implica la revisión de afectos positivos y negativos, como culpas y reproches lo que permitirá una elección autónoma y no como resultado de conflictos no resueltos.

Además de la “novela familiar”, al crecer nos inscribimos en otras novelas: la “novela escolar” y la “novela sociocultural”, por las cuales atravesamos al formarnos, mientras crecemos, y nos vamos socializando e institucionalizando.

La escuela es la institución más significativa luego de la familia, que a su vez se inserta en una comunidad sociocultural, por lo que es transmisora de valores acerca de su potencial y su papel social.

Como bien trabaja Alicia Fernández, en su libro La sexualidad atrapada de la Señorita Maestra, el sistema educativo presenta una mayor proporción de presencia femenina entre los docentes, éste sistema sancionando las diferencias sexuales, le exige a quienes enseñan esconder su sexualidad y anular su corporeidad tras el guardapolvo, dando al término tradicional de “señorita” y al actual “seño”, una fantasía de virginidad y pasividad, a la vez de darle la función de segunda madre lugar a partir del cual se construye en su rol y mira a sus alumnos-hijos significándolos y rotulando como el más inteligente, “el que no se integra”, el “desvalido”, el” travieso”, el “vago”, el “prolijito”. Roles a partir de los cuales se tejen verdaderas novelas aúlicas, y es lo que va a influir en la construcción de la identidad...

Casi parece naturalizado en los escenarios de la vida escolar situaciones del tipo en las que quien es rotulado como vago generalmente es a quién le cargan los hechos de violencia o perturbación, en las cuales esta segunda mamá repite: ¿otra vez vos?, y las más de las veces la realidad indica que sus compañeritos –hermanos al saber el rol fantaseado que ese niño ocupa, lo provocan y empiezan la situación a sabiendas de que éste es quien será sancionado. Estas situaciones, como ha señalado A. Fernández, suelen atrapar la inteligencia, si quedan estancadas como factores externos del aprendizaje que surgen a partir del contexto del niño y no del propio sujeto. Así también generalmente el abanderado no suele ser el niño más activo y productivo con sus inquietudes a la hora de aprender, sino aquél que es prolijo, obediente, estudioso, o sea hiperacomodativo (aunque no asimile tanto o presente conflictos cognitivos interesantes) pero es quien cumple con todas las expectativas en la mirada de la “maestra segunda mamá”.

Los niños que han sido presionados para aprender en el tránsito de su vida escolar, o que se han sobreadaptado, como forma de resolver estas presiones de los ritmos, y los tiempos de la vida escolar sin tener en cuenta su maduración y/o su estadio del desarrollo personal (ej.: “ los niños de primer grado tienen que alfabetizarse para el mes de septiembre) y de la mirada de la maestra que por ejemplo puede observar en la desatención un trastorno de aprendizaje y no tomándose en cuenta el estrés escolar que el niño pueda atravesar. Todo esto puede traer un desinterés progresivo de sus estudios, medidas sobrecompensatorias como compulsión al estudio, o bien somatizaciones, inhibiciones y síntomas diversos. Como dice Gelvan de Veinstein “La detección de los intereses individuales deben ser una misión de la educación a fin de facilitar las experiencias necesarias para su desarrollo

Los procesos de Orientación deben tomar en cuenta estas novelas escolares, en las que se incluyen padres y docentes...

La sociedad inserta en una cultura que promociona determinados valores, se plasma en políticas de estado y en economías que configurarán determinados modelos educativos, que formarán sujetos para “esa” sociedad.

Así sociedades que buscan ser homogéneas reproducen y felicitan al buen alumno que se acomoda a aprender lo que el docente quiere. Sociedades autónomas y creativas favorecen al alumno que critica y cuestiona, y que produce a partir de su creatividad, en tanto que las sociedades autoritarias (como la que generó la a la dictadura cívico – militar del “76, y sus disvalores) buscan premiar al alumno pasivo, que no molesta ni cuestiona.

Estos modelos socioculturales generan novelas en las que puede haber dobles discursos como “matar para imponer ideales humanitarios”, atrapando así a sus ciudadanos dándoles pautas a seguir para ser exitosos, solidarios o egoístas dependa lo que ella necesite. Así se va tejiendo la identidad socio-cultural de cada sociedad, que cuando es reconocida, le sirve a sus miembros para saber quiénes son y darle referencia, y que si se desdibuja genera la confusión tal como si se desconociera la identidad personal.

Retomando a Piera Aulagnier, podemos decir que como Orientadores, asistimos y demandamos de nuestros consultantes a que sean autores que revisen sus vivencias y se reescriban, sólo así en ese lugar en que el maestro brujo que es el ello que repite una y otra vez los mitos de la novela familiar, pueda dar lugar al discurso de un “Yo siendo Yo” con las luces de su propio escenario, no sólo conformado por la novela familiar sino por las novelas que lo han transitado institucionalmente, la novela escolar y la sociocultural.