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miércoles, 20 de noviembre de 2024

Sobre la atención flotante

 El dispositivo analítico se fundamenta en una única regla esencial dirigida al analizante: debe dejar de lado cualquier crítica o censura al hablar y permitirse fluir con su propia palabra, sin preocuparse por el sentido inmediato de lo que expresa. Esta regla invita al analizante a seguir la deriva de su discurso, permitiéndole decir más de lo que inicialmente pretendía.

Esta directiva tiene su contraparte en el analista, bajo lo que Freud denominó atención flotante. La atención flotante implica que el analista escucha el discurso del analizante sin enfocarse en el sentido aparente de sus palabras, sino en la superficie del discurso, capturando los significantes que emergen en el entramado lingüístico. Es una escucha que no se fija en detalles específicos, sino que se dirige a la estructura misma del discurso, su gramática y su lógica.

En este proceso se ponen en juego dos aspectos clave: en primer lugar, el analista busca identificar aquello que se repite en el discurso del analizante. Esta repetición es lo que permite comenzar a descifrar los significantes que subyacen al discurso. En segundo lugar, la atención se enfoca en la estructura de esta repetición, pues es allí donde el inconsciente se manifiesta.

La escucha analítica, entonces, no se orienta al sentido explícito, sino a la red discursiva como totalidad. A través de esta atención a la trama del discurso, el analista puede captar los momentos significativos en los que el inconsciente se revela, ya sea en discontinuidades, en frases sin sentido, o en vacilaciones.

De este modo, el inconsciente se muestra como una estructura con su propia gramática y lógica, que el analista busca descifrar al leer estas fisuras y vacíos del discurso.

viernes, 18 de octubre de 2024

La eficacia de la asociación libre

 Con relación al funcionamiento del dispositivo analítico Freud sitúa dos reglas. Una asociada a la posición del analista en la transferencia; y otra que delimita la posición del analizante, más allá del paciente.

Del lado del analista Freud establece lo que da en llamar la atención flotante. La cual consiste en una escucha que no se dirige al centro del discurso, si cabe la expresión. La escucha del analista no se dirige entonces al sentido del discurso, casi escucha, podríamos decir, en la superficie de este, topológicamente entendido.

La asociación libre es, a su vez, la contraparte del lado del analizante. Se trata de un decir que esta, digamos, dirigido a hacer funcionar la determinación inconsciente. Cuando Freud plantea que se le propone al sujeto que hable sin prestar demasiada atención a la coherencia o a la verosimilitud de lo que está diciendo, se ofrece sin decirlo la posibilidad de una lectura más allá de la significación.

En este sentido esta regla, la asociación libre, no es más que la inauguración de un tiempo para que la determinación inconsciente haga su trabajo. O sea que se trata de poner a trabajar en el sujeto ese automatismo de lo simbólico que regla el funcionamiento del Icc.

Entonces, la asociación libre presupone que el analizante no es libre al hablar, sino que está condicionado por un saber que desconoce, del cual no conoce su alcance, ni siquiera las marcas que determinan lo que efectivamente dice.

Dado este planteo: ¿cuál es la su eficacia?

No se trata, ciertamente, de abrir la posibilidad de decir cada vez más, no es ese el planteo del psicoanálisis. La eficacia de la asociación libre es que, vueltas dichas mediante, se puede arribar a aquello que no queda alcanzado por la palabra, que es el momento donde el silencio anuncia a la transferencia como cierre.

domingo, 24 de octubre de 2021

Puntuación del texto "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico" (1912)

Desautoriza a todo recurso auxiliar, aún el tomar apuntes, y consiste en no querer fijarse en nada en particular y en prestar en todo cuanto uno escucha la misma atención, “parejamente flotante”, ahorrándose el esfuerzo día tras día a lo largo de muchas horas, y evita un peligro que es inseparable de todo fijarse deliberado.  La regla para el médico  se puede formular así: “uno debe alejar cualquier injerencia consciente sobre su capacidad de fijarse, y abandonarse por entero a sus memorias inconscientes”

No puedo recomendar que en el curso de las sesiones con el analizado se tomen notas algo extensas, se redacten protocolos, prescindiendo de la desfavorable impresión que ello provoca en muchos pacientes. Si uno toma apuntes, forzosamente practica una dañina selección en el material. 

Tomar notas durante la sesión con el paciente se podría justificar por el designio de convertir al caso tratado en tema de una publicación científica.

Mientras el tratamiento de un caso no esté cerrado no es bueno elaborarlo científicamente. 

Aquella frialdad de sentimiento que cabe exigir al analista se justifica porque crea para ambas partes las condiciones más ventajosas: para el médico el de muy deseable cuidado de su propia vida afectiva, para el enfermo, el máximo grado de socorro que hoy nos es posible prestarle.

El médico debe ponerse en estado de valorizar para los fines de la interpretación, del discernimiento de lo inconsciente escondido, todo cuanto se le comunique, sin sustituir por una censura propia la selección que el enfermo resigno.

Es decir debe volver hacia el inconsciente emisor del enfermo su propio inconsciente  como órgano receptor, acomodarse al analizado como el auricular del teléfono se acomoda al micrófono.

El hecho de que el médico le deje ver sus propios defectos y conflictos anímicos, le posibilita ponerse en un pie de igualdad mediante unas comunicaciones sobre su vida  hechas en confianza, esto no lo ve bien.

  • El médico no debe ser transparente con el analizado, sino como la luna de un espejo, mostrar solo lo que es mostrado.

  • La ambición pedagógica es tan inadecuada como la terapéutica. 

  • Como médico es preciso ser sobre todo tolerante con las debilidades del enfermo, darse por contento, si aún no siendo el del todo valioso, ha recuperado un poco la capacidad  de producir y de gozar.

  • En cuanto a la colaboración del analizado en el tratamiento, lo decide la personalidad del paciente.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Enunciación de la regla fundamental


Porque empecé a prestar atención a la forma de continuar la frase que había comenzado,

queriendo evitar incoherencias. 
Y la conclusión es que, limitada como es, mi atención no puede ocuparse de dos cosas distintas. 
Aquí lo prioritario es la letra y no el estilo, de modo que las incoherencias están permitidas.
Afloja la tensión, muchacho, y dedícate a tu laboriosa tarea de dibujo.
No es fácil olvidarse de la necesidad de coherencia. 

Mario Lebrero 

La propuesta no es pretenciosa, se trata de hacer algunas observaciones respecto a la única regla entre todos los consejos promovidos por Freud. Reunidos bajo los llamados escritos técnicos. Textos en los que Freud hace un esfuerzo enorme por delinear la posición ética del analista, siempre un poco a riesgo de naufragar. Razón por la cual, el comienzo de una enseñanza, de una formación, de una transmisión del psicoanálisis no debe olvidar las coordenadas delimitadas a lo largo de los escritos técnicos. Al ser esta única regla a la que ambos, analista como analizante, se supeditan es preciso tener en el horizonte el uso que se haga de la misma.

En su acto de enunciación de la regla fundamental, Freud se sirve de una metáfora visual para enunciarla: “compórtese como lo haría un viajero sentado en el tren del lado de la ventanilla que describiera para su vecino de pasillo cómo cambia el paisaje ante su vista” (Freud, 1913, 135-136). La propuesta freudiana tuerce la cuestión, dado que vira del cara a cara, del ojo a ojo, de una imagen al campo de la palabra efectivamente pronunciada. 

Es Lacan quien va a retomar el enunciado de la regla, reformulandola: “diga cualquier cosa, despojandola así de los elementos que componen el enunciado, para llevarla a una estructura sostenida en el diga. Reformulación que como tal, procura eludir que el enunciado sea usado por el sujeto para sujetarse al principio de placer, principio desde el que supone agradar. Si ella apunta a un más allá del principio de placer, a partir del enunciado de la misma el sujeto puede elevarla al estatuto superyoico. La consecuencia es tal que, cuando al sujeto se le otorga la total libertad de elegir por donde tomar la palabra, decide determinado por la creencia de saber lo que el analista espera escuchar. 

La libertad de elección de sus enunciados, los del analizante, se amoldan así a un discurso determinado por el supuesto de lo que desea aquel sujeto, el analista. Degradando el enigma, el deseo del analista, aquella x que Freud coloca entre paréntesis en el historial de Dora. Que en el primer encuentro entre el hombre de las ratas y Freud, es el consultante quien socava ese enigma, a una secuencia ordenada cronológicamente sobre la evolución de su sexualidad al día de la fecha. 

Si el analista invita a hablar con el mayor grado de libertad, “elija por donde comenzar”, a alguien que se presenta solicitando ser desembarazado de determinado padecimiento, que lo aqueja desde hace cierto tiempo, un tiempo sin origen certero. El sujeto habla, pero no de aquello que desagrada. No es sino con su acto que el analista direcciona hacia donde el sujeto debe transpirar la camiseta, hacer el esfuerzo para empezar a desalojar el síntoma. No es sin ese acto que el síntoma emigra de la adaptación, de la que el sujeto se ha percatado de su anormalidad funcional, a un extrañamiento. Acto que produce que el síntoma vire de lo no analizable a lo analizable. 

Simplifico, lo que se encuentra en el centro del acto de enunciación de la regla fundamental es el síntoma. Acto sostenido por la ética, por el deseo del analista, no por el adoctrinamiento a la palabra de Freud, porque el analista sabe por experiencia propia, que ese deseo direcciona la cura en el sentido ético.

Los invito a tomar otro elemento del enunciado de la regla donde Freud anticipa que, el analizante se encontrará con puntos de insatisfacción, de displacer, en el despliegue de la cadena asociativa. Puntos en los que se verá tentado por interrumpir su discurso, ahorrándose así el displacer concomitante. Freud lo dice con todas las letras, “dígalo a pesar de la crítica que siente a hacerlo, y justamente por haber registrado cierta repugnancia a hacerlo”. Enunciado que en principio no garantiza otra cosa que el sujeto quede advertido de la existencia de cierta repugnancia que puede suscitarse al hablar. La repugnancia por excederse de cierto principio. Es así que el analizante puede hablar de lo desagradable divorciado del afecto. Forma en la que el hombre de las ratas arma su discurso, enunciados aparentemente desagradables, tras los que fantasea estar alimentando la escucha del Dr. Freud. Ese a quien le supone un parentesco cercano con Leopold Freud, conocido criminal vienes. 

En el comentario sobre la regla fundamental, André Albert destaca el desplazamiento de displacer que se produce tras la engañosa obediencia. Es así como Paul puede relatar sin experimentar displacer la manera en la que se metía dentro de las polleras de las niñeras, para tocar sus vaginas, o cuando se infiltraba en los vestuarios para ver desnudas a sus hermanas. Pero cuando el discurso ronda ciertas prácticas tortuosas y hasta un poco sádicas, que escucho decir a un tal capitán que leyó que se hacen en algún lugar de la china, rompe con la regla, se calla, pide que por favor lo perdone pero no puede continuar hablando. Se retiene de hablar de aquello que desagrada profundamente, que toca las fibras de su síntoma expresado en aquella particular expresión. Freud no se ahorra actuar, interviene para decir que continúe hablando, que obedezca a la única regla ya enunciada. Intervención sostenida en el enunciado de la regla ya realizado. 

El sujeto no abandona la política del avestruz, no se somete a la regla fundamental, si no ha operado el analista. El analista vía la operatoria de su acto, insuficiente con el mero enunciado, contaminara al sujeto para despojarlo de la conciencia reflexiva a la que hace alusión Mario Lebrero. Hable de esas imágenes que atraviesan sus pensamientos, trastoque las fantasías en enunciados, en palabras, en significante, para arrancarles a ellas su carácter de representación cosa y alcancen la materia con la que opera el analista. El analista interviene y el sujeto suda la gota gorda, porque no hay posibilidad de salir del síntoma sin ese esfuerzo, así lo advierte Lacan.

Freud anuncia, da sus razones para ello, solo hace falta recoger sus escritos técnicos para encontrarlo, que la asociación libre tiene su correlato en la posición del analista, atención parejamente flotante escribe. Atención con la vertiente engañadora de la palabra, la escucha se orienta hacia la posición del sujeto frente a sus enunciados; y no por la veracidad de los acontecimientos relatados. Qué dirección hubiese tomado el análisis de Dora, de enquistarse en las deshonrosas conductas que Dora denuncia en relación a su padre. Ante aquella pretensión narcisista del analizante de querer agradar, se abren dos vías no excluyentes entre sí. Por un lado el intento de convertirse en el objeto amado del analista, torciendo la dialéctica analítica para producir la metáfora del amor. El analizante puede enunciar las cosas más desagradables, guiado por alguna certidumbre de aquello que el analista desearía oírle decir, en tanto que sujeto de lleno en la transferencia. Procurando, como lo hace el obsesivo, reducir el deseo al campo de la demanda

Hace no mucho tiempo una analizante, bastante impregnada con el discurso psicoanalítico decía que ella era una excelente analizante, o más bien dirigía la pregunta al analista, de quien no esperaba la respuesta. Esta estaba anticipada en su posición, pues se decía divertida, graciosa en la forma de contar las cosas, traía sueños, recuerdos, no faltaba y como si fuera poco, así lo dice, asociaba mucho. 

La pregunta que cualquier analista podría formularse respecto a la regla fundamental, no se responde de manera rápida. Indudablemente el momento de cierre del inconsciente, del eclipsamiento de la palabra, con el advenimiento del pensamiento, de la fantasía, en torno a la figura del analista repugna enunciar al sujeto. Repugnancia redoblada: no sólo el sujeto experimenta displacer y pudor de hablar; sino que de decirlo sería desagradable de escuchar para el analista. El analizante en su silencio se ahorra someterse a la asociación libre. Así sucede en una entrevista entre Freud y Paul. Este habla de las cosas más indiferentes, cosas nimias pero habla. Se detiene en su discurso, alcanza a decir que se encuentra angustiado, absolutamente angustiado. Ha tenido una crisis. Se niega a hablar, Freud insiste, dice haber tenido fantasías de las más espantosas, le resulta imposible enunciarlas, permanece callado. El analista opera, interviene para que el sujeto obedezca a la regla. Él alcanza a esbozar que los pensamientos tienen que ver con la hija del analista. Freud da por terminada la sesión. Para el sujeto no solo desagrada decir, su decir se ve duplicado por el desagrado de ser escuchado. 

El analista no ahorra al sujeto su división, la abstinencia promueve el dilema que conlleva tomar la palabra, elegir por donde comenzar. ¿Cómo proseguirá hoy? pregunta Freud a su analizante. Privarle de la libertad de elegir, al analizante, el punto de apertura de su decir, excluye la posibilidad de que haga uso de un pequeño margen de libertad. Salir, vía una elección, del dilema al que lo lleva el tomar la palabra, pequeña división que marca la estructura misma del análisis. Así es que el analista es invocado a pagar con sus expectativas, el acto de abstinencia ofrece entonces un campo fértil de libertad para la producción de la división del sujeto. Enunciación de la regla, sostenida en cada sesión, en cada inicio, en cada punto en el que la función de la palabra vira hacia la presencia del analista. Instante en el que la palabra se aproxima al hueso duro del síntoma, al núcleo patógeno, interrumpiendo la encadenación significante. 

Es con el estilo propio de cada analista, con la manera particular de actuar, que el enunciado de la regla alcanzara el cuerpo pulsional del analizante. Es así que Freud en cada encuentro y con cada analizante pondrá en juego su estilo, basta acercarse al análisis de Elizabeth Von R. Historial que evidencia su deseo por la causa del síntoma paralizante, solo se ira circunscribiendo a partir de los enunciados de la analizante. Ensaya con la hipnosis, pero ella se resiste a dejarse hipnotizar; prueba presionando en la frente de Elizabeth procurado aplastar la conciencia y la emergencia del inconsciente, lo único que consigue es generar dolor. No son esas técnicas aisladas, son ellas en tanto evidencian el acto puesto en consonancia con la enunciación de la regla. “Indiqué a Elizabeth la siguiente enunciación: diga todo cuanto se le cruce como una imagen o cualquier recuerdo que se le presente”. El efecto es inmediato, luego de un silencio que calla cierta inquietud, Elizabeth confía un secreto en relación a un joven huérfano. Una serie de recuerdo van tejiendo una trama amorosa, ella revela haber fantaseado con esperarlo hasta que logre cierta estabilidad económica para casarse. Sin embargo en el momento más álgido de la relación, cuando él le declara su amor e intenciones, el conflicto se desencadena y ella huye junto a la enfermedad de su padre. 

Las asociaciones que surgen como respuesta a la exhortación freudiana, no se limitan al campo de lo enunciado sino a la posición causante de Freud. La joven se encuentra a punto de entregarle un secreto que solo le ha sido confesado a su más íntima amiga. El uso que hace el analista de la regla fundamental, en tanto apunta a la causa del síntoma, tiene consecuencias evidentes. “Es el síntoma lo que está en el centro de la regla fundamental” dice Lacan comentando la intervención de André Albert. Si esta apunta al corazón de aquello con lo que dialoga el analista, con lo analizable, el síntoma, es el inconsciente quien responde con enunciados particulares, con asociaciones. En lo que si me permiten el término sería un triálogo. El sujeto responde naufragando por asociaciones de enunciados particulares, enunciados del inconsciente, que sólo podrá revelarse a través del arduo camino de la transferencia abierto por la asociación libre. 

El analista con su acto de decir, “con la imposibilidad de no regalar nada sobre lo que no tenga el poder”, conduce a hablar sin pensar, a un hablar sin saber hacia la producción del saber. El discurso analítico introduce la necedad, en cuanto que ella es una dimensión del ejercicio significante. Así es como la puesta en acto de la regla fundamental no se arroja sobre un saber, una coherencia discursiva, sino al enunciado de un significante más, a una asociación que libere las posibilidades del cuerpo. Por supuesto no se trata del yo pensante, reflexivo al que intenta convencer Mario Lebrero, es un sujeto que no piensa. En su seminario RSI Lacan dirá que el sujeto es propiamente aquel a quien comprometemos, no a decirlo todo, que es lo que le decimos para complacernos -no todo se puede decir- sino decir necedades. Ahí esta el asunto. Si la enunciación de la regla es diga cualquier cosa, tras lo que resuena dígalo todo aunque resulte imposible, apuesta a producir un cambio en la posición enunciativa del sujeto, un decir más libre del principio de querer agradar. Un decir que toque el cuerpo pulsional, que desarticule las solidificaciones del fantasma, sosteniendo aquella frase preciosa que Lacan articula: El analista le dice al que se dispone a empezar Vamos, diga cualquier cosa, será maravilloso (Lacan, 1969-1970, 55).

Bibliografía.

-Lacan, J. (1969-1970). El seminario 17. El reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 2008
-Lacan, J. (1974-1975). El seminario 22. RSI. Inédito.
-Lacan, J. (1975). Comentario del texto de A. Albert sobre el placer y la regla fundamental.
-Lebrero, Mario (1996). El discurso vacío. Bueno Aires: Literatura Random House. 2014.
-Freud, S. (1913). Sobre la iniciación del tratamiento. En obras completas. Vol XII. Buenos Aires: Amorrortur, 1990.

Fuente: Candia, Santiago: "Enunciación de la regla fundamental"

jueves, 24 de septiembre de 2020

¿Cuál es la diferencia entre atención flotante y contratransferencia?

Atención flotante es la escucha analítica de inconciente a inconciente.
Contratransferencia son aquellos sentimientos que el analista transfiere hacia el paciente o analizante provocado por él.

La Atención flotante es una disposición particular que toma el analista para no dirigir la atención a ningún material que le llega a los órganos que captan los mensajes que emite el paciente. Es una decisión tomar esa posición. Es el equivalente de la asociación libre en el paciente, pero no es lo mismo. En la atención flotante el analista pone en juego el inonconsciente no reprimido, el preconciente que está absolutamente en condiciones para asociarse con las asociaciones libres del paciente, que no son tan libres porque siguen un libreto del inconsciente. Cuanto más análisis tiene un analista y mas representaciones preconcientes de expectativa tiene, tendrá más posibilidades que los estímulos que llegan del paciente para receptor queden ligados a las representaciones preconscientes y se entienda más el material del paciente.

La contratransferencia no es manejada voluntariamente y no es preconsciente, sus raices están en el inconsciente del analista y hacen evidente que el paciente en ese momento está representando un objeto inconsciente para el analista. Si el analista no puede disolver por análisis su contratrasnsferencia inconciente o controlar los derivados consciente de esa tansferencia, en analista comenzará a actuar su contratransferencia.

Tanto la transferencia como la contratransferencia pueden ser tomados sólo como resistencias así como lo resistido. Es imposible que un analista no tenga contratransferencias. Si el analista puede ser consciente, como resultado de su propio análisis, de esas contratransferencias, ayudará a entender a quién le representa ese paciente y por lo tanto entenderá mejor la escena transferencial. El problema no es la existencia de la contratransferencia sino no darse cuenta de eso, no entenderla y no dominarla.

No conviene confundir interpretar con traducir. Freud llegó a darse cuenta de las confusiones a que daba lugar y terminó diciendo que debió haber utilizado siempre y más claramente el término construcción. El texto del paciente se traduce, la transferencia se deduce.

martes, 30 de junio de 2020

La técnica deriva de la teoría o del paradigma psicoanalítico


Entrada anterior: Algunas conclusiones sobre la estructura y funcionamiento del psiquismo.
Hoy comenzaremos un nuevo módulo sobre la técnica psicoanalítica, que depende totalmente de la teoría psicoanalítica. Esta tiene 2 aspectos: una técnica de descubrimiento de lo que le pasa al paciente en cada sesión y un segundo aspecto, que es cómo intervenir, que depende de ciertas variables que iremos desarrollando.

Es necesario que se constituya la situación psicoanalítica, que tiene condiciones que son las siguientes:
- Formación psicoanalítica.
- Supervisión con un analista que haya sido formado por la teoría psicoanalítica.
- Análisis personal.

Las reglas de la sesión psicoanalítica son:
Abstinencia del analista. se trata de no tener la intención de llevar al paciente a que se dirija a motivaciones personales, sino descubrir el deseo del paciente, cuáles son sus objetivos de salud que tiene.

Atención libremente flotante. Es la atención del analista hacia los elementos que son derivados del inconsciente.

Teorización flotante: Desarrollada por Piera Alaugnier, un aporte postfreudiano totalmente coherente con la teorización freudiana.

Conexión de inconsciente a inconsciente, conexión empática entre analista y paciente. No hay que oponer. La psicoterapias que oponen conexión empatíca con teoría no son psicoanálisis.

La asociación libre, que es la única regla que le corresponde al paciente. El paciente debe relajarse, abrir su mente y decir todo lo que pasa por ella, aunque le de vergüenza, pudor o resquemores. Es importante el motivo de esta regla de asociación libre. Se trata de una regla que no cura y hay que decirlo porque algunos analistas piensan que con la regla de asociación libre los obsesivos se curan. Es un error, la asociación libre no cura a nadie, sino que es una regla de recolección de datos.

El analista propone al paciente que suspenda su autocensura y que se atreva a producir un discurso que no se va a producir ni con el mejor amigo. Salir a tomar un café con el amigo no es igual al discurso bajo la asociación libre, que se produce en la sesión psicoanalítica y que propone atreverse a decir lo que a uno le parece sin sentido, vergonzoso, lo que no le diría a su familiar más cercano, ni a su mejor amigo. Esto tiende a producir un discurso sin las coacciones de la represión secundaria. que es la investidura de atención, y a producir un discurso favorable a la emergencia de derivados de lo inconsciente, o lo que Freud llamaba un discurso sintomático.

El discurso sintomático, o derivado de lo inconsciente, es el material inmediato de recolecciónd e datos para el analista. Ese es el objetivo de la asociación libre. Lo que cura es la perlaboración que las intervenciones del analista sobre ese discurso sintomático. Sus interpretaciones a partir del discurso sintomático van a ir produciendo la elaboración de lo reprimido.

Una vez que tenemos las reglas para el analista y para el paciente para que se constituya la situación psicoanalítica y producido el discurso sintomático, Freud tenía la mayor de su confianza en la cientificidad de su ciencia al ver que en este discurso sintomático se producían conexiones de significaciones y conexiones lógicas involuntarias para el paciente y para el analista. Conexiones lógicas involuntarias para ambos, que el analista tenía que estar pronto a descubrir, es decir, en la sesión psicoanalítica hay un trabajo de investigacion y descubrimiento del analista que es el que lo debe llevar a las intervenciones e interpretaciones que no son caprichosas o solo movidas por su contratransferencia o conexión empática. Eso juega, pero también lo hace si disposición intelectual -acá va lo de la teorización flotante que introdujo Piera Alaugnier- para hacer estos descubrimientos. Cada sesión implica un monto de descubrimientos acerca del inconsciente del paciente.

Dentro de la sesión psicoanalítica hay una investigación que no es meramente intuitiva, aunque nuestra intuición están en juego también. Vamos a tratar de poner un ejemplo de conexiones lógicas en un caso:
se trata de un hombre de alrededor de 40 años, que consulta por episodios donde siente "un plus de angustia" cuando se encuentra en soledad. Tiene pensamientos de muerte y refiere problemas laborales que le impiden crecer como siempre lo ha hecho.


Hasta acá, los 2 se van acompasando y dándole peso a lo que el paciente comenzó como ese tema.


Esto no está en el caso, pero la situación fue que los padres lo dejaron solo en el auto para ir a hacer una compra. Él se angustió mucho por esto. O sea, el paciente relaciona abandono con independencia y autonomía.



O sea, que abandono, relacionado con independencia y autonomía, fue relacionado por el paciente como construírse a sí mismo, evolucionar en lo personal, que era para él una acción en sí misma. Ese es un señalamiento del analista que tiene que ver con un carácter visible del paciente. Él hace esfuerzos terribles por ser un "self made man", a acumular títulos universitarios y demás. La angustia de desamparo y el abaandono parecen haberlo llevado a una especie de formación reactiva o falso self, donde él necesita construirse permanentemente. Esa es una línea muy clara de deducción en la sesión.


El analista hizo un diagnótico de angustia. Le dijo "desvalimiento". El paciente lo niega, pero sigue asociando y después le dice que cree que tiene algo que ver con la muerte. La angustia de desvalimiento es un angustia muy primitiva, es la angustia que tenemos al nacer y solo se podría traducir en el bebé como angustia de muerte, porque pierde la homeostasis que tenía en el útero. A pesar de la negación que hace el principio, corrobora el señalamiento que el analista le había hecho anteriormente.

O sea, negar la ausencia paterna es negar la vivencia de muerte.

Esta afirmación sobre la soledad es muy fuerte. Para individuación, para él, son sinónimo de muerte. Eso nos explica el esfuerzo constante que este muchacho ha hecho por lograr títulos, éxitos. En este caso, él ha tratado de desarrollar un falso self que traten de compensar un self herido, que se siente morir por ser individuo.


La sesión es conexión de inconsciente a inconsciente, pero es teorización flotante. Hay aportes interesantes de los postfreudianos, cuando son coherentes con el material. La cientificidad del psicoanálisis reside en las conexiones lógicas que adquiere el material. Si los psicoanalistas hiciéramos jornadas donde efectivamente comparáramos materiales cn bases científicas, podríamos hacer una construcción. Los psicoanalistas deberíamos ponernos de acuerdo en este tipo de sesiones.

Fuente: Nota redactada con el encuentro n° 26 de Freud Desconocido: "La técnica deriva de la teoría o del paradigma psicoanalítico" (21/09/18)

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