¿Qué pasaría si un día o una noche un demonio se desliza furtivo en tu más solitaria soledad y te dijera: "Esta vida, tal como la vives ahora y tal como la has vivido, la tendrás que vivir una vez más e incontables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, sino que cada dolor, cada placer, cada pensamiento, suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida tendrá que retornar a ti y todo en la misma serie y en la misma sucesión- e igualmente esta araña y este claro de luna entre los árboles, e igualmente este instante y yo mismo. El eterno reloj de la arena de la existencia será girado siempre de nuevo- y tú con él, mota de polvo del polvo" [...] ¿Cómo tendrías que quererte a ti y a la vida para no pretender nada más que esta confirmación última, que este último sello?"
jueves, 21 de agosto de 2025
El eterno retorno
viernes, 13 de junio de 2025
Nominación y terceridad: la entrada en lo humano
En los primeros desarrollos de Lacan, la nominación aparece como un momento inaugural que introduce al infans en el universo del lenguaje. Se trata del baño simbólico que opera el Otro al dirigirle la palabra, con toda la carga de equivocidad que esto conlleva. Esta operación no solo desnaturaliza, sino que crea: a través del significante, algo nuevo se instala en el campo del sujeto.
La relación simbólica, tal como la define Lacan, no responde al tiempo cronológico. Por el contrario, se organiza a partir de una temporalidad estructural. En sintonía con la frase hegeliana “el concepto es el tiempo de la cosa”, Lacan sostiene: “Si debemos definir en qué momento el hombre deviene humano, digamos que es cuando, así sea mínimamente, entra en la relación simbólica”.
Esta relación es “eterna”, no simplemente porque implique siempre la presencia de tres figuras, sino porque el símbolo mismo introduce una terceridad que modifica la escena. Este tercero funciona como mediador, desdoblando el plano imaginario y posibilitando una reconfiguración del lazo.
Esa función de terceridad es clave para trascender la relación especular, marcada por la agresividad y el dualismo propios del registro imaginario. Por eso, lo simbólico pacifica. En el dispositivo analítico, este principio se hace evidente: la palabra dirigida al sujeto instala un tercero que convierte al vínculo analítico en algo radicalmente distinto de una relación dual.
La palabra —en tanto significante— tiene una función creacionista: funda una historia, una ficción que ubica al sujeto en un lugar en el origen. Esta dimensión no debe confundirse con una visión humanista, ajena al pensamiento lacaniano, sino que alude a la constitución del sujeto como efecto del significante.
Desde esta perspectiva, lo simbólico permite presentificar lo ausente, ya sea aquello que no está o incluso lo que nunca estuvo. Así se introduce una lógica del tiempo que no es lineal, sino que opera por retroacción, de modo que pasado, presente y futuro se reordenan a partir del retorno de lo simbólico en el inconsciente. Tal como ya señalaba Freud, se trata de un tiempo propio del inconsciente, no cronológico, sino lógico.
domingo, 8 de junio de 2025
Leemos "Ensayo sobre los datos Inmediatos de la conciencia" [1999] de Henri Bergson
He aquí, traducida al castellano, la primera y más fundamental de las obras de Bergson, que contiene ya in nuce toda su singular filosofía.
1. Crítica a la psicología cuantitativa y a la medición de los estados de conciencia
Bergson critica la tendencia de la psicología de su tiempo a medir intensidades psíquicas (como el dolor, el placer, los deseos) con escalas numéricas, como si fueran magnitudes físicas.
Argumenta que los estados de conciencia no son cosas, sino procesos vivos y dinámicos, y por lo tanto no son comparables en términos cuantitativos.
2. La duración (la durée) como tiempo vivido
Propone la noción de duración pura, una forma de tiempo tal como es vivido desde dentro, sin división, fluido, donde los momentos se penetran mutuamente.
A diferencia del tiempo físico, que se concibe como una sucesión de instantes homogéneos, la duración no se fragmenta. Por eso, el tiempo cronológico es una proyección espacial del tiempo real, una ilusión útil pero empobrecedora.
Uno de los aportes más influyentes del ensayo es su idea de la libertad.
Para Bergson, un acto libre no es aquel que no tiene causas, sino aquel que procede de la totalidad de la persona, en su duración, como expresión genuina de sí misma.
La libertad se opone al mecanicismo y al determinismo, no en un sentido arbitrario, sino como fidelidad a la continuidad interior del sujeto.
Duración (durée): flujo interno del tiempo vivido, continuo, cualitativo, irreductible al tiempo medido.
Intuición: facultad privilegiada para captar la duración, frente al análisis que tiende a espacializar y dividir.
Conciencia: no como contenedor de cosas, sino como un devenir, un proceso donde cada estado se funde con el anterior.
Libertad: expresión genuina de la personalidad como duración, no sometida a reglas externas o esquemas mecánicos.
Esta obra inaugura una línea de pensamiento vitalista y fenomenológica, que influirá fuertemente en autores como Merleau-Ponty, Sartre, Deleuze y muchos más.
Es un texto fundacional para comprender la crítica bergsoniana al intelectualismo, su defensa de la intuición y su propuesta de un tiempo real frente al tiempo abstracto de la ciencia.
domingo, 20 de abril de 2025
Nominación, excepción y la función del síntoma
La nominación requiere de una excepción. Esta afirmación implica una lectura modal que se apoya en la teoría de conjuntos. En este marco, la excepción es aquello que está fuera del conjunto, pero que, paradójicamente, permite su constitución: la letra y el Padre funcionan como estos elementos fundantes. Siguiendo a Bourbaki, Lacan sostiene que es la letra la que da existencia al conjunto.
Vincular la nominación con la excepción permite entender el pasaje del agujero en lo real a la nominación como operación que crea un agujero, es decir, introduce un falso agujero.
Esta conexión entre nominación y excepción lleva inevitablemente a la función del síntoma, que introduce una nominación fallida, ya que implica el no-todo. En el esquema de RSI, la nominación representa la cuarta consistencia que sostiene la estructura, y es allí donde el síntoma juega su papel fundamental.
En el seminario Le Sinthome, Lacan reformula esta noción: allí donde antes situaba la nominación, ahora coloca el sinthome. Esto no implica que abandone la noción de síntoma, sino que establece una diferencia crucial entre ambos términos. Síntoma y sinthome no son equivalentes, ya que cumplen funciones distintas y responden a lógicas diferentes.
Este replanteo surge de una pregunta fundamental: ¿a qué consistencia pertenece el Nombre del Padre? ¿Corresponde a lo Real, Simbólico o Imaginario, o solo a lo Simbólico?
Si el síntoma se define como aquello que ocupa el lugar del lapsus del nudo, cualquiera de los tres registros podría asumir esta función. Sin embargo, el efecto de la suplencia de la falla varía según cuál de estos registros asuma el papel de cuarto elemento.
Finalmente, esta operación se caracteriza por un equívoco: la compensación del síntoma ocurre justamente en el lugar de la falla, lo que rompe la linealidad temporal e introduce una estructura distinta. En este proceso, la producción del síntoma no solo altera el tiempo, sino que también manifiesta lo real en la estructura del nudo.
jueves, 17 de abril de 2025
No hay mas que modos de ser
En el seminario 21, Lacan define con precisión el rasgo distintivo del anudamiento borromeo: no solo la estructura se desarma si se corta una de sus consistencias, sino que también estas se sostienen juntas sin interpenetrarse.
Real, Simbólico e Imaginario (R, S e I) son presentados como “modos de acceso” a una existencia, dado que el ser solo puede darse a través de modos, en un campo donde la inmanencia está vedada por el lenguaje. Es en estos modos donde algo ex-siste, es decir, donde puede surgir la posibilidad de entrada en el registro del ser.
El sostén de esta posibilidad es la escritura, ya que el mero dicho resulta insuficiente. Aunque Lacan reconoce que es el dicho lo que ciñe, destaca que este requiere de un decir que lo sostenga, otorgándole una dimensión de escritura.
El anudamiento borromeo, en tanto escritura, implica el uso de la cuerda y un paso esencial: el achatamiento. Si la cuerda permite salir del plano bidimensional, el achatamiento posibilita la lectura de las consecuencias de la estructura particular del lazo entre R, S e I. Este procedimiento no solo delimita un espacio, sino que también introduce un tiempo, una temporalidad “tironeada” que emerge de la espacialidad en juego.
Este tiempo “tironeado” alude a una transición: del campo del Otro como un lugar a la temporalidad que implica a un sujeto. Dicho sujeto, a su vez, queda estirado entre los cuatro puntos del esquema L simplificado, en función de lo que ocurre en el Otro.
Además, la temporalidad borromea está atravesada por la repetición. Dos elementos se articulan aquí: el espacio y el tiempo. La repetición inaugura el tiempo en su dimensión discreta, ligada al corte y a lo contable; mientras que la identificación introduce la posibilidad de un punto fijo, sin el cual el sujeto no podría sostenerse en su relación con el Otro.
martes, 15 de abril de 2025
Leemos "La naturaleza del tiempo. Usos y representaciones del tiempo en la historia" [2008] de Levinas, M. L. (ed.)
Los estudios acerca del tiempo y de los cambios en su concepción a lo largo de la historia son variados y abundantes. Su problemática ha sido exhaustivamente abordada desde la filosofía, la física y la historia; también desde la matemática, la biología, la geología, la psicología, la economía y el arte. Desde los pueblos más antiguos de Oriente y Occidente, desde los griegos hasta el positivismo, el marxismo, la fenomenología, el existencialismo y el posmodernismo, pasando por la tradición judeocristiana, el Renacimiento, la Revolución Científica y la Revolución Industrial, hasta llegar a la actualidad, no ha habido pensador que no se haya preguntado qué es el tiempo, ni sociedad que no lo haya considerado el elemento organizador de sus actividades. La noción de tiempo se ha constituido en un eje fundamental que atraviesa todos los problemas de la realidad humana y natural; es que, de hecho, el tiempo, junto al espacio, conforma el escenario de todos los fenómenos. Y en el caso particular de la historia, se lo ha considerado una suerte de sistema de referencia respecto del cual se describen y se explican los hechos humanos.
El libro La naturaleza del tiempo. Usos y representaciones del tiempo en la historia (2008), editado por Marcelo Leonardo Levinas, es una obra colectiva que explora las múltiples concepciones y usos del tiempo a lo largo de la historia desde diversas disciplinas como la filosofía, la física, la historia, la biología y la geología. Compuesta por 56 ensayos breves organizados en cuatro ejes temáticos, la obra invita a una lectura no lineal, con referencias cruzadas entre los textos que permiten al lector trazar su propio recorrido.
El primer eje aborda las concepciones filosóficas y teológicas del tiempo, analizando figuras como Nicolás de Cusa, Leibniz y Wittgenstein. El segundo se centra en las formas de medir y percibir el tiempo, incluyendo escalas, duraciones y la simultaneidad. El tercer eje examina el tiempo en la biología y la geología, mientras que el cuarto reflexiona sobre la valorización del tiempo en el contexto del capitalismo y su relación con el trabajo y la mercancía.
A lo largo de la obra, se plantean preguntas fundamentales como: ¿Existe el tiempo? ¿Es independiente del sujeto? ¿Es circular o lineal? ¿Es absoluto o relativo? ¿Cómo se relacionan el tiempo sagrado y el profano? . Estas cuestiones buscan ofrecer al lector una comprensión más profunda de cómo el concepto de tiempo ha sido entendido y utilizado en diferentes contextos históricos y culturales.
En resumen, La naturaleza del tiempo es una obra que proporciona una visión amplia y multidisciplinaria sobre las diversas formas en que el tiempo ha sido conceptualizado y representado a lo largo de la historia, ofreciendo herramientas para reflexionar sobre su influencia en la organización de la experiencia humana.
jueves, 6 de marzo de 2025
Los dos tiempos de la nominación
El tiempo no es un dato dado, sino que debe constituirse en el sujeto. Para su instauración, se requiere una orientación, y es aquí donde la nominación interviene como el cuarto anudante. Su función es orientar el nudo al restringirlo, determinando las posiciones relativas de cada consistencia en relación con las otras dos. De este modo, no hay tiempo sin restricción.
La nominación es la operación de dar nombre, lo que implica que “…precede a la necesidad por la cual éste no dejará ya de escribirse”. Esta afirmación introduce una contraposición basada en una lógica temporal:
- En un primer tiempo, el agujero escupe letras sin función definida. Aquí puede pensarse el nombre propio como marca de la falta de goce, aunque esto solo se verifica retrospectivamente desde el segundo tiempo.
- En un segundo momento, el síntoma se instala con la aparición de lo necesario, aquello que no cesa de escribirse.
Estos dos tiempos conforman la operación de la nominación en tanto constitutiva del síntoma. Podría decirse que el primer tiempo corresponde a la marca, la cual adquiere la función del nombre propio mediante el síntoma.
Entre ambos tiempos opera la palabra. Es la palabra la que permite el pasaje entre la marca y el síntoma, reafirmando su función primordial en la práctica analítica. En el dispositivo analítico, la palabra es el medio por excelencia, lo que garantiza ese efecto de verdad ineludible que Lacan llama “el olor de verdad”.
Desde otra perspectiva, estos dos tiempos pueden entenderse de manera complementaria. El primer tiempo es el del lenguaje, manifestación de que hay de lo Uno, lo que implica la imposibilidad de una totalización: un Uno que no se suma. El segundo tiempo introduce el Otro, la inscripción del significante S₂, que parodia el Uno sin eliminar su falta estructural.
viernes, 7 de febrero de 2025
El orden simbólico y su límite en el psicoanálisis
El psicoanálisis sostiene, como principio fundamental, que el orden simbólico es incompatible con cualquier intento de totalización. Desde esta perspectiva, se configura el vínculo esencial entre lo simbólico, el sujeto y el deseo. No obstante, lo simbólico nunca logra abarcar completamente el campo de lo posible en términos de significado.
Precisamente porque se sitúa fuera de la lógica de la unificación, lo simbólico se arraiga en lo elemental, no solo en el sentido de lo básico, sino también en lo que Lacan, en La angustia, denomina un rasgo de simplicidad. Incluso, este carácter elemental puede entenderse como una apuesta por la enseñanza.
En este sentido, el significante llega a considerarse desde la perspectiva del elemento. Así, lo elemental sostiene una "nomenclatura del parentesco", concepto que resuena con la influencia inicial de Lévi-Strauss. Esta nomenclatura actúa como índice de una nominación que permite trascender la dimensión imaginaria de los vínculos familiares, introduciendo una temporalidad distinta de lo instantáneo. De ahí surge la afirmación de que "el nombre es el tiempo del objeto", vinculada a la operación de reconocimiento y a la lógica del pacto, en sintonía con la noción hegeliana del tiempo de la cosa.
Sin embargo, detrás de esta estructura subyace otro nivel de lectura: la articulación del orden simbólico con la muerte, no en su dimensión biológica, sino en su relación con la pulsión de muerte y la insistencia del símbolo. Este vínculo abre un horizonte que apunta hacia lo innombrable, el litoral y el borde de lo simbólico.
Para alcanzar esta dimensión, se requiere un orden simbólico depurado de sentido, despojado de cualquier carga antropológica, lo que permitiría una exploración más radical de sus límites y posibilidades.
jueves, 6 de febrero de 2025
El Tiempo en Psicoanálisis: Entre el Corte y la Transferencia
El concepto de tiempo en psicoanálisis resulta complejo, esquivo y difícil de definir con precisión. En la práctica analítica, es una dimensión central del trabajo clínico y, debido a sus características, solo es posible delinearlo o delimitarlo. Esto hace del tiempo un concepto estrechamente relacionado con la noción de corte y borde.
Siguiendo los tres registros de Lacan, es posible identificar tres estatutos del tiempo:
- El Tiempo en el Registro ImaginarioEn el campo imaginario, el tiempo se manifiesta como la prisa o la postergación que frecuentemente afectan al sujeto. Estas manifestaciones responden a una lógica subjetiva de anticipación o dilación.
- El Tiempo en el Registro SimbólicoEn el ámbito simbólico, el tiempo adquiere una dimensión más medible, aunque no se limita al tiempo cronológico de los relojes. En este registro, el tiempo se vincula con las coordenadas de la estructura simbólica que organizan la experiencia del sujeto.
- El Tiempo en el Registro de lo RealEste tercer estatuto, uno de los aportes más relevantes de Lacan, vincula el tiempo con lo real y con la noción de corte. Este tiempo es específico del acto analítico, caracterizado por su carácter incalculable e imprevisible. Aquí, el tiempo de trabajo de un sujeto no puede establecerse de manera fija o anticipada, ya que depende del "tiempo de comprender" propio de cada uno.
La transferencia, en este contexto, juega un papel fundamental. No solo se entiende como el lugar donde ocurre la operación analítica, sino también como una temporalidad específica: el tiempo necesario para que el sujeto logre un desasimiento de sus fijaciones. En este sentido, Lacan destaca que "la resistencia es del analista", al subrayar que el tiempo de la transferencia no puede forzarse ni acelerarse sin comprometer la eficacia del análisis.
Así, el tiempo en psicoanálisis, especialmente en su relación con el corte, es inseparable de la transferencia y de la lógica del trabajo subjetivo, mostrando su carácter singular y no medible en términos convencionales.
lunes, 25 de noviembre de 2024
Cómo definir un tiempo a la intervención
La operación sobre el tiempo constituye una de las dimensiones más complejas al pensar la intervención analítica.
Esta cuestión se encuentra profundamente vinculada con una dimensión central del análisis: la transferencia, que a menudo definimos como la temporalidad de un corte. Aquí surge el desafío de enfrentarse a un tiempo que no está predefinido ni fijado, en consonancia con el hecho de que el análisis es una práctica que responde a la singularidad de cada sujeto, es decir, una práctica que carece de una técnica universalmente aplicable.
Este reto se traduce en la dificultad de responder de forma universal a una pregunta clave: ¿cómo determinar el tiempo de una intervención?
Al abordar esta problemática, y considerando la distancia entre el saber y el conocimiento, Lacan establece en uno de sus primeros seminarios una cierta analogía entre la posición del analista y la del maestro zen.
Ambas figuras comparten una relación particular con el tiempo y el saber: al igual que el maestro zen, el analista únicamente ofrece su respuesta cuando el sujeto ha llegado ya al punto necesario para recibirla.
Esto implica que la intervención analítica no puede basarse en una temporalidad ligada a la iluminación, aclaración o explicación, ya que hacerlo significaría anticiparse al sujeto, invadiendo un proceso que este aún no ha recorrido.
Desde esta perspectiva, se introduce una orientación clave, aunque no definitiva: la temporalidad de la intervención debe considerar, ante todo, “el estado actual del sujeto”.
Entendida de este modo, la intervención no impone ni acelera, sino que crea un espacio para acompañar al sujeto en un recorrido único, sin garantías. Intervenir no es transmitir saber, sino abrir un tiempo en el que, eventualmente, el sujeto pueda reconocerse y caer en la cuenta por sí mismo.
miércoles, 17 de julio de 2024
La duración de un análisis
No pocas veces nos encontramos frente a la pregunta imposible de responder, pero válida al fin, respecto de cuánto dura un análisis.
domingo, 17 de diciembre de 2023
La frecuencia de las sesiones
El psicoanálisis, desde los primeros planteos de Freud delimita una modalidad del tiempo que no es habitual encontrar en otros campos del saber, se trata de un tiempo retroactivo.