viernes, 15 de noviembre de 2024
sábado, 31 de agosto de 2024
El "enuí" o "ennui": ¿Qué es?
El "enuí" o "ennui" es una palabra de origen francés que se refiere a un estado de aburrimiento profundo y tedio, caracterizado por una falta de interés o entusiasmo en la vida o en las actividades cotidianas. Este sentimiento va más allá del simple aburrimiento; es una especie de cansancio emocional o mental que puede estar relacionado con una falta de propósito o satisfacción en la vida.
El ennui a menudo se asocia con una sensación de vacío y la idea de que nada es lo suficientemente interesante o significativo como para mantener la atención o el entusiasmo. Es una experiencia que puede surgir de la monotonía, la rutina o la falta de estímulos que generen pasión o alegría.
El ennui en la bibliografía
El concepto de "enuí" o "ennui" ha sido abordado por varios autores a lo largo de la historia, especialmente en la literatura y la filosofía, quienes han explorado este sentimiento de vacío y tedio existencial. Aquí te menciono algunos de los más destacados y sus aportes:
1. Charles Baudelaire
- Obra: Las flores del mal (1857)
- Aporte: Baudelaire, un poeta francés del siglo XIX, es conocido por su exploración de la decadencia y la melancolía en la sociedad moderna. En Las flores del mal, el ennui es un tema recurrente, donde lo describe como un estado de aburrimiento profundo y malestar espiritual. Para Baudelaire, el ennui es una especie de mal de la civilización moderna, un vacío existencial que surge de la falta de sentido en la vida cotidiana.
2. Jean-Paul Sartre
- Obra: La náusea (1938)
- Aporte: Sartre, un filósofo existencialista francés, aborda el tema del ennui en su novela La náusea. El protagonista, Antoine Roquentin, experimenta un profundo desasosiego y aburrimiento que lo lleva a una crisis existencial. Sartre utiliza el ennui para explorar la idea de la existencia absurda y la búsqueda de significado en un mundo carente de propósito intrínseco.
3. Fiódor Dostoyevski
- Obra: Memorias del subsuelo (1864)
- Aporte: En esta novela, el protagonista es un hombre amargado y aislado que experimenta una profunda insatisfacción con la vida. Dostoyevski explora el ennui como una condición humana inevitable que surge de la autoconciencia y la incapacidad de encontrar satisfacción duradera en los placeres mundanos. El ennui aquí es un síntoma de la lucha interna entre el deseo de ser y el absurdo de la existencia.
4. Albert Camus
- Obra: El mito de Sísifo (1942)
- Aporte: Camus, otro filósofo existencialista francés, aborda el sentimiento de ennui en su ensayo El mito de Sísifo, donde introduce el concepto del absurdo. Según Camus, el ennui es una manifestación del absurdo, una respuesta al reconocimiento de la falta de sentido inherente en la vida. Para enfrentarlo, Camus sugiere la aceptación del absurdo y la creación de significado a través de la rebelión personal y la afirmación de la vida.
5. Gustave Flaubert
- Obra: Madame Bovary (1857)
- Aporte: Flaubert retrata a Emma Bovary como una mujer atrapada en un matrimonio aburrido y en una vida provincial, llena de un profundo ennui. Ella busca escapar de este sentimiento a través de aventuras amorosas y lujos, pero nunca logra encontrar satisfacción. Flaubert muestra cómo el ennui puede llevar a la insatisfacción crónica y a decisiones autodestructivas.
6. Arthur Schopenhauer
- Obra: El mundo como voluntad y representación (1818)
- Aporte: El filósofo alemán Schopenhauer relaciona el ennui con su visión pesimista de la vida. Según él, el ennui es una consecuencia inevitable de la condición humana, donde el deseo y la voluntad perpetuos conducen al sufrimiento. Cuando los deseos se cumplen, surge el ennui, ya que la satisfacción nunca es duradera. Schopenhauer ve el ennui como una prueba de la vacuidad de la existencia humana.
7. Søren Kierkegaard
- Obra: O lo uno o lo otro (1843)
- Aporte: Kierkegaard, un filósofo existencialista danés, describe el ennui en el contexto de la desesperación y la alienación. En O lo uno o lo otro, explora la idea de que el ennui surge de la falta de autenticidad y la incapacidad de tomar decisiones significativas. Para Kierkegaard, el ennui es un síntoma de una vida vivida sin propósito o pasión, y su superación requiere un compromiso profundo con la propia existencia.
Estos autores, cada uno a su manera, han explorado cómo el ennui puede surgir de la falta de significado en la vida moderna, la búsqueda de propósito y la confrontación con la propia existencia. A través de sus obras, ofrecen perspectivas profundas sobre la condición humana y los desafíos de encontrar sentido en un mundo a menudo percibido como vacío y sin rumbo.
miércoles, 23 de agosto de 2023
Heidegger y el aburrimiento
martes, 9 de agosto de 2022
Nada y afectividad: la angustia como horizonte en Heidegger
La disposición afectiva (Befindlichkeit) encuentra su verdadera dimensión ontológica en la reflexión de Heidegger. En Ser y tiempo (parágrafos 28, 29, 31 y 34) la considera, junto con el comprender (Verstehen) y el discurso (Rede), una de las formas constitutivas originarias del Dasein. En cuanto tales, pueden ser consideradas las «categorías» básicas de la Ontología fundamental (analítica del Dasein) que Heidegger se propone y a las que llama «existenciarios» Esta atención a la afectividad, al «encontrarse», pone de manifiesto, como advierte L. Sáez, que el abrir originario no es noético, sino pático y que tiene lugar por medio del sentimiento (Stimmung).
Años después, en la conferencia pronunciada en Normandía en agosto de 1955, bajo el título ¿Qué es eso de la filosofía?, Heidegger advierte que la afectividad no es un invento moderno, que «el temple de ánimo no es una música de sentimientos que afloran casualmente». Hay siempre un páthos que acompaña al desarrollo de la filosofía; éste se ha modificado a lo largo del tiempo, pero siempre estuvo ahí, ya sea como asombro (Grecia), ya como duda (en la modernidad), ya como mezcla de miedo y angustia (en su propio tiempo). «A menudo —añade— da la impresión de que el pensar, en la forma del representar y cálculo razonador, estuviera enteramente libre de todo temple de ánimo. Pero la frialdad del cálculo y la prosaica sobriedad del planificar son señales de una disposición. Aún más: incluso la razón, que se manifiesta libre de todo influjo de las pasiones, está como tal razón dispuesta a confiar en la comprensibilidad lógico-matemática de sus reglas y principios»
Por lo demás, Heidegger se opone a la tradicional manera de entender los sentimientos. Éstos no son algo irracional, pasajero, sin importancia; tienen, por el contrario, una función clave: «abrirnos» nuestro propio ser, darnos a entender nuestra situación original. Y lo que allí se «abre» es, ante todo, el puro hecho de existir, la facticidad. En este punto, Heidegger prolongaba una cierta tradición, que, como advierte Gadamer, se remontaba a Aristóteles. Concretamente en la Retórica de Aristóteles, encontró la doctrina de los afectos (páthe), las disposiciones y resistencias que el oyente siente hacia el orador. Teniendo esto presente, e imbuido por su propia experiencia viva, Heidegger penetró el significado del «modo de encontrarse» (Befindlichkeit), lo cual suponía la superación de la estrechez de la filosofía de la conciencia.
En el parágrafo 29 de Ser y tiempo, Heidegger lo reconoce, al señalar que «la primera interpretación de los afectos fue realizada por Aristóteles en el marco de la psicología en el segundo libro de la Retórica». Y advierte que «lo que en orden ontológico designamos con el término de disposición afectiva (Befindlichkeit), es ónticamente lo más conocido y cotidiano: el estado de ánimo, el temple anímico. Y así, la serenidad, el disgusto, el mal humor, no son una nada; antes bien, el estado de ánimo manifiesta el modo “como uno está y como a uno le va”. En este “como uno está”, el temple anímico pone al ser en su “ahí”»
En el parágrafo 30 Heidegger lleva a cabo un interesante análisis del afecto del miedo (Furcht), en el que deja ver el carácter relacional de este afecto que ya destacó Aristóteles. Pero, sobre todo, el análisis de la angustia (Angst), que lleva a cabo en el parágrafo 40, resulta del mayor interés para nuestras consideraciones. Heidegger advierte que, aunque en principio es oscura su conexión ontológica con el miedo, hay entre ellos una afinidad fenoménica y, tras un análisis detenido, señalará que la angustia hace posible el miedo y que el miedo es angustia caída en el mundo, angustia impropia y oculta en cuanto tal para sí misma.
También respecto de la angustia destaca Heidegger el carácter relacional, señalado antes a propósito del miedo. Hay un «ante-qué» de la angustia, que consiste en el estar-en-el-mundo en cuanto tal; se trata de algo enteramente indeterminado y a partir de lo cual el mundo adquiere el carácter de una total insignificancia. Lo que produce angustia no está en ninguna parte, pero «en ninguna parte» no significa simplemente «nada». Es algo que está tan cerca que oprime y le corta a uno el aliento y, sin embargo, en ninguna parte: es el mundo en cuanto tal. La angustia es, además, «angustia por». Y en ese «por» la angustia revela al Dasein como ser posible, le hace patente la libertad de escogerse y tomarse a sí mismo entre manos. Finalmente, el angustiarse mismo es un modo de la disposición afectiva; pero no un modo cualquiera, sino el modo fundamental del estar-en-el-mundo. Si la disposición afectiva muestra el modo «como uno está», en la angustia uno se siente «desazonado». Con ello se expresa la peculiar indeterminación del «nada y en ninguna parte» en que el Dasein se encuentra cuando se angustia. Esa desazón o extrañeza (Unheimlichkeit) hace referencia al noestar-en-casa. La familiaridad cotidiana se derrumba; todo se vuelve extraño, inquietante, siniestro. Pero este sentimiento, revela algo positivo y profundo: sólo mediante él puede ganar el Dasein una mismidad que antes no tenía. Ciertamente se trata de un estado de ánimo poco frecuente, pero, como advierte Heidegger, menos frecuente aún que el hecho de la verdadera angustia es el intento de interpretarla en su función ontológico-existencial. Las razones para ello radican, en parte, en la omisión de una analítica existencial del Dasein y particularmente, en el desconocimiento del fenómeno de la disposición afectiva.
El filósofo hace una alusión a la nada, que se pone aquí por primera vez de manifiesto y que Heidegger desarrollará por extenso en el ensayo de 1929, publicado bajo el título ¿Qué es metafísica? Se trata de la conferencia inaugural de ese año en la Universidad de Friburgo, donde Heidegger acababa de se nombrado catedrático de filosofía. El ensayo se inicia con un preámbulo en el que se advierte que no se va a hablar acerca de la metafísica, sino que se va a dilucidar una cuestión metafísica. Y, de acuerdo con ello, se distinguen tres partes esenciales: planteamiento de un interrogante metafísico; elaboración de la cuestión y respuesta a la cuestión.
Heidegger reconoce que para preguntar por la nada es necesario que la nada «se nos dé», que la encontremos de algún modo. Y ¿dónde encontrarla? Es verdad que de una manera vaga e imprecisa «conocemos» la nada, hablamos de ella. Pero, más allá de esa imprecisión, ¿qué es la nada? En principio parece la negación pura y simple de la omnitud del ente, la completa negación de la totalidad de lo ente. Y entonces deberíamos tener una experiencia radical de esa «omnitud del ente» para, luego, desde su negación, llegar a conocer qué sea la nada. No parece que sea posible un «conocimiento»; pero sí hay una experiencia tanto de la «omnitud del ente», como de la nada. Una experiencia que está ligada a la afectividad, al sentimiento.
Y de nuevo reconoce Heidegger la importancia de la afectividad, del estado de ánimo, que es lo que permite que nos encontremos en medio de lo ente en su totalidad. Experimentamos la totalidad del ente bajo dos estados de ánimo: el aburrimiento y la alegría. El aburrimiento no consiste en un mero «estar aburrido» ante tal o cual cosa o estado concreto. El «auténtico aburrimiento», dice Heidegger, es «el tedio profundo, que va de aquí para allá en los abismos del Dasein como una niebla callada, reúne a todas las cosas y a los hombres y, junto con ellos, a uno mismo en una común y extraña indiferencia. Este tedio revela lo ente en su totalidad». Pero no sólo el aburrimiento, también la alegría proporciona esa experiencia. Heidegger presta menos atención a este sentimiento, pero dice algo muy llamativo al respecto. Se trata de la alegría que experimentamos por «la presencia de un ser querido», reconociendo así que la alegría ligada a esa experiencia arroja sobre todas las cosas —y no sólo sobre esa persona— una luz distinta, una luz que se difunde a todas y las baña por igual, haciendo experimentar la «totalidad del ente».
Por su parte, también la nada necesita una condición afectiva. ¿Le ocurre al Dasein un estado de ánimo tal en el que éste se vea llevado, arrojado a la propia nada? Tal estado de ánimo es la angustia, que Heidegger, una vez más, distingue del miedo y de la mera ansiedad o inquietud (Ängstlichkeit). La angustia es un sentimiento «de» y «por» nada. Y Heidegger hace una descripción reveladora de ese sentimiento que nos transporta a la nada:
«Decimos que en la angustia “se siente uno extraño”. ¿Qué significan el “se” y el “uno”? No podemos decir ante qué se siente uno extraño. Uno se siente así en conjunto. Todas las cosas y nosotros mismos nos hundimos en la indiferencia. Pero esto, no en el sentido de una mera desaparición, sino en el sentido de que, cuando se apartan como tales, las cosas se vuelven hacia nosotros. Este apartarse de lo ente en su totalidad, que nos acosa y rodea en la angustia, nos aplasta y oprime. No nos queda ningún apoyo. Cuando lo ente se escapa y desvanece, sólo queda y sólo nos sobrecoge ese “ningún”. La angustia revela la nada».
Ella nos mantiene en suspenso, porque hace que escape lo ente en su totalidad. Y nos deja sin palabra.
Heidegger advierte que la nada que ella descubre no es ni un ente, ni un objeto: «En la angustia la nada aparece “a una” con el ente en su totalidad». Pero, ¿qué quiere decir este «a una»? Al mismo tiempo que se apartan, todas las cosas se vuelven hacia nosotros, he ahí el sentido de «la escapada» del ente en total: las cosas se escapan de nosotros, y, al escaparse, no parece que deba haber ninguna razón por la que deban existir o seguir existiendo. «En la angustia el ente se torna caduco». Y a esta caducidad acompaña una especie de tranquilidad, de fascinación, o de «calma hechizada», que Heidegger entiende como Nichtung (desistimiento, anonadamiento).
Al hilo de estas consideraciones, la negación no parece algo originario de lo que derive la nada, sino que es esta última la que funda a aquélla. Toda negación surge, pues, de la nada y no al contrario. Al advertir esto, Heidegger critica la soberanía de la lógica en el ámbito de la filosofía, pues la negación se extiende mucho más allá del ámbito de la lógica. Por lo demás, la angustia radical es un sentimiento raro y que frecuentemente reprimimos, pero está en la base de todo y palpita en el fondo de la existencia. Y Heidegger insiste en la dimensión metafísica de esta reflexión: el estar sosteniéndose en la nada y en la angustia explica la trascendencia del Dasein, y explica, sobre todo, que la pregunta por la nada sea una cuestión metafísica.
Fuente: REMEDIOS ÁVILA CRESPO (2006) "HEIDEGGER Y EL PROBLEMA DE LA NADA. La crítica a la posición de Nietzsche" - PENSAMIENTO, vol. 63 (2007), núm. 235
miércoles, 7 de octubre de 2020
Aburrimiento, ¿Camino de descubrimiento?
sábado, 12 de septiembre de 2020
Confinamiento: ¿depresión o aburrimiento?
Lo que estamos padeciendo en este confinamiento es angustiante y poco placentero. Predomina el aburrimiento, que debemos diferenciar de la depresión. En el aburrimiento, la capacidad de sentir placer está latente aunque limitada por el encierro que nos despoja de nuestras rutinas y estimulos propios de nuestra vicisitudes cotidianas. Esta situacion genera con frecuencia aburrimiento. Abordar la depresion, en cambio, implica considerar diversos padecimientos que se pueden agrupar en categorías:
A) Estados de ánimo y afectividad: tristeza, baja autoestima, autorreproches, pérdida de placer e interés, sensación de vacío, apatía, ansiedad, tensión, irritabilidad, inhibiciones varias.
B) Pensamiento: concentración disminuída, indecisión, culpa, pesimismo, crisis de ideales y de valores, pensamientos suicidas.
C) Manifestaciones somáticas: alteración de algunas funciones (insomnio, hipersomnia, aumento o disminución del apetito, disminución del deseo sexual); dolores corporales (cefaleas, lumbalgias, dolores articulares) y síntomas viscerales (principalmente gastrointestinales y cardiovasculares).