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sábado, 30 de agosto de 2025

La estructura del sujeto en el inicio del Seminario 13

El Seminario 13 se abre con una afirmación contundente: “hay una estructura del sujeto”. Esta declaración marca tanto una dirección en el modo de abordar una noción tan compleja, como una perspectiva epistémica precisa.

Dicha estructura no puede desligarse de lo trabajado en el Seminario 12, dedicado a las posiciones subjetivas del ser. Allí, Lacan elaboró un soporte topológico que le permitió formalizar los anclajes del sujeto desde la topología, retomando lo ya planteado en La identificación respecto del nombre propio como uno de esos anclajes.

La estructura implica la delimitación de la Spaltung, escisión en la cual el sujeto “se aloja”. De ahí el valor de la topología, que permite situar ese alojamiento en la praxis: el sujeto se hace presente en los efectos de división y desvanecimiento que se juegan en la práctica analítica.

Pero esta estructura también es solidaria de la paradoja. Topología y lógica vuelven a entrelazarse para trazar el lugar de aquello a lo que la palabra no logra dar alcance.

La perspectiva epistémica queda reforzada en un punto decisivo: el sujeto no puede pensarse al margen de los efectos de la ciencia. Esto no disminuye el alcance del acto cartesiano, sino que lo relee a la luz de su correlato con el surgimiento mismo de la ciencia.

En este sentido, Lacan retoma a Koyré como un autor clave, ya que este muestra con claridad el vaciamiento inherente al cogito cartesiano, en estricta correlación con la emergencia de la ciencia. De allí que el valor que Lacan atribuye a la ciencia resida en que ella reformula el objeto implicado en la “posición de sujeto” que el psicoanálisis sostiene.

Finalmente, la ciencia es decisiva porque su advenimiento conlleva un abandono: el de la verdad en favor del saber. En ese hiato se inscribe la propuesta de Lacan en L’Étourdit: el psicoanálisis aloja precisamente aquello que la ciencia expulsa.

lunes, 24 de marzo de 2025

La estructura del sujeto: división, vaciamiento y sostén topológico

En el Seminario 12, Lacan afirma que "hay una estructura del sujeto", vinculándola con el concepto freudiano de Spaltung (división). Esta división no solo define el lugar donde el sujeto se constituye, sino que también señala un vaciamiento fundante que le es inherente.

A medida que avanza su enseñanza, especialmente en el seminario siguiente, Lacan enfatiza que el sujeto del psicoanálisis no puede ser pensado fuera de los efectos de la ciencia. La emergencia del discurso científico introduce una reformulación del estatuto del objeto en relación con la posición del sujeto.

Aquí resulta crucial la referencia a Alexandre Koyré, quien plantea que el vaciamiento cartesiano fue una condición necesaria para el surgimiento de la ciencia. De esta operación cartesiana derivan dos efectos clave: por un lado, un rechazo del saber; por otro, una separación de la verdad como fundamento del conocimiento.

El sujeto, atrapado en esta escisión entre saber y verdad, queda dividido y, en consecuencia, requiere un punto de sostén. Es en el Seminario 12 donde Lacan logra situar dicho sostén en términos topológicos: la banda de Möebius. Esta estructura da cuenta de la subversión del sujeto y elimina cualquier vestigio de un enfoque humanista que lo asocie con una esencia fija o con un sentido preestablecido.

En última instancia, lo que define al sujeto como humano no es una identidad esencial, sino la falta de complemento que lo atraviesa estructuralmente. Separarlo de cualquier sustancia o verdad totalizadora impide la ilusión de que el saber pueda capturarlo completamente.

Este planteo puede entenderse como un rizo, un retorno a una idea de base: el sujeto es ex-céntrico, es decir, ex-siste fuera de sí. En ese desplazamiento, se configura un núcleo opaco e irresoluble, un punto de inconsistencia e incompletitud que escapa a toda captura simbólica.

lunes, 10 de marzo de 2025

El deslinde entre deseo y goce

El deseo, concepto fundamental en la práctica analítica, aparece en Freud ligado a la idea de realización, precisamente allí donde su satisfacción se torna imposible. Lacan, al retomar esta cuestión, lo califica en ciertos momentos como humano, al considerar el valor humanizante del reconocimiento. Sin embargo, esto no implica necesariamente la existencia de una relación no alienada, lo que introduce una paradoja: el deseo se realiza, aunque el inconsciente sea definido como lo no realizado.

El deseo, en su misma configuración en el sujeto hablante, introduce una Spaltung (división), una escisión que se da entre lo preexistente y la razón. Lo preexistente es un término complejo, pues se define en relación con el lenguaje. Sin embargo, Lacan advierte que el deseo no puede pensarse sin la pulsión ni sin la necesidad como pérdida, pues de lo contrario se caería en una concepción idealista.

La relación entre deseo y pulsión conlleva la introducción de una energética, desde Freud, y de una economía política, desde Lacan. En este sentido, el vínculo entre ambos se sostiene por la estructura del discurso, que opera como soporte de la economía política del goce.

Esta economía señala la función del Otro, delimitando el campo donde la verdad se erige históricamente. Así, la economía política no solo estructura la distribución del goce en el cuerpo, sino que, al mismo tiempo, este cuerpo se configura por su inmersión en dicha economía.

Queda entonces por esclarecer cómo deslindar el cuerpo del que “se” goza, para poder definirlo también como un cuerpo deseante. Aquí nos enfrentamos a los complejos bordes entre deseo y goce, una articulación difícil de precisar. No porque ambos términos se confundan, sino porque, al ser fronterizos, no se puede pensar uno sin referirse al otro. Es por ello que Lacan sostiene que el deseo implica un límite al goce.

martes, 4 de febrero de 2025

La excentricidad del deseo: Una aproximación desde Lacan

Lacan define el deseo como excéntrico respecto a la satisfacción, subrayando su carácter descentrado, lo que resuena con la noción de ex-sistencia del sujeto presentada en su Seminario 2. Esta idea sugiere que el deseo no se centra en la obtención de un objeto o meta concreta, sino que se configura desde el efecto del significante, situándose fuera de lo central o habitual.

El término "excéntrico" no solo implica rareza o extravagancia, como lo define María Moliner, sino que en esgrima también alude a una postura en ángulo agudo, lo que introduce la idea de una posición específica. En este sentido, el deseo excéntrico conecta con la posición que el sujeto adopta en la escena del deseo del Otro.

Desde esta posición excéntrica, el sujeto no solo desea, sino que goza de desear. Este goce en el deseo, aunque ligado a una forma de satisfacción, mantiene su carácter heterogéneo y distante de una plenitud o complementariedad.

La División del Sujeto y la Dimensión de la Máscara

La excentricidad del deseo se enlaza con la Spaltung, el término freudiano retomado por Lacan para señalar dos aspectos: la separación entre el deseo y la demanda, y la división del sujeto como efecto del significante. Este desdoblamiento del deseo está inevitablemente ligado a la falta de un objeto complementario, lo que a su vez introduce la necesidad de mediación mediante la máscara.

El deseo y la máscara no se relacionan como un interior y su exterior o como un continente y su contenido. Esta relación rompe con la lógica de lo visible versus lo oculto y cuestiona cualquier idea de concentricidad, exigiendo una aproximación que considere al deseo como una construcción topológica.

El Deseo y su Vínculo con el Cuerpo

Este enfoque topológico del deseo lleva a explorar sus vínculos con el cuerpo, donde la máscara actúa no como un simple disfraz, sino como un medio esencial para la mediación del deseo. La excentricidad, entonces, no solo define al deseo en su estructura, sino que revela su profunda conexión con la posición subjetiva y la dimensión simbólica que configura su movimiento.