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domingo, 25 de mayo de 2025

El peso de lo no dicho: los secretos de familia

 "El que tenga ojos para ver y oídos para oír, se convencerá de que los mortales no pueden guardar ningún secreto. Aquel cuyos labios callan, se delata con la punta de los dedos; el secreto quiere salírsele por todos los poros.”

— Sigmund Freud

El Secreto: Un Acto de Ocultamiento

El secreto es la acción de silenciar un hecho que se intenta borrar de la historia familiar. Su propósito es excluir a ciertas personas del acceso a un saber que las implica y que, en muchos casos, les pertenece por derecho propio.

Las Funciones del Secreto

El secreto opera como una forma de encubrimiento de acontecimientos dolorosos y traumáticos. Sus motivos principales son:

  • Ocultar violaciones a la legalidad: Abuso sexual, adopciones ilegales, violencia en diversas formas.
  • Evitar la confrontación con transgresiones familiares: Estafas, hijos extramatrimoniales, bigamia, enfermedades psiquiátricas.
  • Reprimir el recuerdo de eventos traumáticos: Abortos, suicidios, accidentes.

El Legado del Secreto: Transmisión Transgeneracional

Los secretos no desaparecen, sino que se filtran de generación en generación, afectando a los descendientes de manera inconsciente. Se expresan en síntomas, conflictos y patrones repetitivos dentro de la familia.

La Amenaza Latente

Los secretos funcionan como presencias fantasmales: no pueden ser representados ni simbolizados, pero acechan como sombras siempre listas para emerger. Aunque intangibles, encuentran su forma de manifestarse en el sufrimiento y los síntomas de los miembros familiares.

El Siniestro Retorno de lo Reprimido

Sigmund Freud definió este fenómeno como lo siniestro (Unheimlich): aquello que nos resulta familiar, pero que se ha vuelto extraño y amenazante. El secreto, al mantenerse oculto, genera una sensación de peligro latente que puede aflorar en cualquier momento.

La Herencia del Castigo

En muchas familias, un miembro asume inconscientemente el peso del secreto no dicho. Es como si cargara con una culpa que no le pertenece, actuando desde la convicción de que "esto debe ser pagado, y me toca hacerlo a mí". Así, el sufrimiento individual se convierte en la manifestación de una deuda oculta que atraviesa generaciones.

sábado, 10 de septiembre de 2022

El hilo invisible: marcas de lo no dicho en la filiación en familias homoparentales

Por Lucas Topssian

Una de las conformaciones familiares actuales más interesantes, cada vez más frecuentes en la clínica, son las llamadas familias homoparentales, cuya proliferación ha sido facilitada por los adelantos biotecnológicos y el cambio de legislación en algunos países respecto a los derechos de población LGTBI. Son familias que, por su conformación, abren la brecha entre progenitor/a y padre/madre, relanzando viejas preguntas: ¿Qué es un padre o una madre? ¿Bajo qué pactos se fundan? Familias que, como cualquier otra, no escapan al sufrimiento como cualquier otra. Berenstein, en ese sentido, recalca que las parejas del mismo sexo deberán pasar también por las vicisitudes del vínculo, dificultades que tienen que ver con el trabajo arduo que propone la ajenidad. (1)

En este trabajo acompañaremos una de estas familias, tomada de la película “El hilo invisible”, para pensar temas tan frecuentes en la clínica como la filiación, los silencios y la infidelidad.



Paolo (52) y Simón forman una pareja italiana de hombres unida bajo la figura de “sociedad civil”, pronta a la celebración de su vigésimo aniversario. Ambos crían a su hijo de dieciséis años Leone, quien nació por subrogación de vientre en California a través de Tilly, una mujer estadounidense que ayudó a sus padres a traerlo al mundo y que todo este tiempo ha sido una presencia amorosa en sus vidas. Tilly tardó dos años en tener a Leone. Tilly, por su parte, tiene su pareja con quien vive en EEUU, Leroy. Leone se encuentra haciendo un documental sobre su familia para el secundario, con especial acento sobre los derechos de filiación por parte de parejas del mismo sexo. A los 15 años de Leone, el alcalde transcribe la partida de EEUU donde figura que ambos son sus padres.

La película nos muestra que esta familia ha vivido una vida relativamente común, ocupada en sus asuntos cotidianos, donde la pareja parental sólo discutía por temas “normales”, según ellos. Simón administra un restaurante (que Paolo es dueño) y además es sommelier. Guarda en la casa una colección de vinos. Para poder criar a Leone, ambos debieron hacer sacrificios: Paolo le pidió a Simón que abandonara su doctorado, a lo cual éste último accedió. Paolo, por su parte, se puso a trabajar vendiendo cocinas y renunciando, según él, a ser un gran arquitecto.

En este tipo de familias, los lugares y las funciones de “madre” y “padre” se reparten obligatoriamente entre ambos “patrés”, plural de pater, como Berenstein menciona haciendo mención a la institución romana y medieval. Es interesante que no solo Berenstein, sino la psicología en general, han propuesto históricamente al padre como una figura mediadora o tercera interdictora entre el hijo y su madre (2). Poco se suele teorizar acerca de qué hace un padre por su cuenta, en qué medida está implicado su deseo, su cuerpo.

La novedad.

La noche anterior al vigésimo aniversario de la pareja, Paolo descubre, revisando por primera vez el celular que su pareja se había olvidado, que Simón lo ha estado engañando durante dos años con Riccardo. Encontramos aquí una novedad, es decir, ese evento imprevisto, dispar entre el evento y el recuerdo, fundadora de un nuevo tiempo y espacio para la familia (3). Este evento coincide con que Leone (17 años) comienza a salir con su primera novia. Como en todo evento, a los sujetos les toca hacer con esto que se presenta, no sin incertidumbre. Ahí se puede ubicar las dimensiones de Berenstein acerca de la semejanza, ajenidad y la diferencia. Paolo se encuentra con eso y se topa con la ajenidad, donde al otro se lo desconoce y también a él mismo en esa versión que aparece.

Paolo inmediatamente acude y le cuenta el hallazgo a su hermana, quien lo calma y le responde que en lugar de Simón, ella se hubiera ido hace tiempo de su lado porque desde que Leone nació, no pensó en otra cosa que en “comida para bebés, pañales, pediatras y vacunas, cursos de inglés, de chino, la escuela…”. Ella le pregunta por la sexualidad de la pareja y Paolo responde que hace años que “Eros se fue de vacaciones” y que la pareja se sostenía desde otros pilares, “como el amor”. La hermana le resalta que hace tiempo que Paolo no mira a Simón a los ojos, que no le pregunta cómo está, qué piensa, lo que teme. Paolo se justifica diciendo que no tienen tiempo.

Un dato para observar es que la infidelidad comienza justo para la época en que el alcalde transcribiera el acta de nacimiento de Leone. Es lícito preguntarse, si no hipotetizar, si ese obstáculo legal no tenía que ver con el flujo posibilitador para la emergencia del querer estar juntos. Desde “Psicología de las masas…” reconocemos bien la cohesión del grupo mediante la identificación a un ideal, a la vez que la experiencia de lo extranjero, de lo otro, mantiene la aspiración al universal implícita en las identificaciones simbólicas. En ese sentido, Bernard Nominé lo resume diciendo que “nada une más a un grupo como un buen enemigo común. Cuando el enemigo común desaparece la cohesión del grupo resulta amenazada(4)

Por otra parte, la infidelidad se descubre en el momento de salida de exogamia de Leone, quien se encuentra saliendo con su primera novia y relación sexual. Ubicamos aquí una reformulación del el contrato narcisista, según Kaes, que es aquel que asigna a cada sujeto un cierto lugar en el grupo y que para P. Castoriadis-Aulagnier“incluye los ideales y los valores; transmite la cultura y la palabra de certeza del conjunto social(5) Es la adolescencia de Leone lo que encuentra la falla el contrato, trastocando la triple función del contrato narcisista: asegurar un origen, establecer una continuidad, asegurar al niño, en contraparte de su investidura del grupo. Leone reclama un nuevo lugar y eso no es sin una modificación en la dinámica familiar. Se debe tener en cuenta que el contrato narcisista mantiene una temporalidad de proyecto y de futuro para el grupo, de manera que tal evento también afecta a los padres.

La reconfiguración de dicho contrato que pone a jugar en cada sujeto el posicionamiento subjetivo en relación a la filiación y si habilita en los difentes actores una permutación simbólica que dirija a la exogamia.

La infidelidad de la pareja, no necesariamente rompe el contrato narcisista tampoco, sino que lo pone a trabajar. La crisis emerge en la pareja y  ahí se lanza el conflicto que los llevará a ver cómo lo resolveran. La infidelidad puede ser un acting dirigido al otro, en ese olvido del celular. Muchas veces la infidelidad no tiene que ver con una cuestión de deseo, puede ser una venganza, una respuesta al miedo a sentirse atrapado en un vínculo, un modo de recuperar una complicidad perdida,un refugio narcisista. También habrá que ver qué lugar tiene ello en el plano de la fantasía de la pareja..

Paolo confronta a Simón frente a toda la mesa por su infidelidad. Simón, enojado porque su pareja violó su intimidad y le leyó los mensajes, se va de la casa decidido a separarse. Entre ambos ocurre una pelea a los gritos y Simón finalmente se va de la casa.

Ocurre una seguidilla de venganzas cruzadas: Paolo rompe una foto de la pareja; descorcha y tira por drenaje la colección de vinos de Simón. Cuando Simón y Riccardo van a buscar sus cosas sin avisarle a Paolo, descubre las botellas vacías de su colección de vinos, lo que lo hace enojar. En represalia, él le destruye a Paolo un estimado traje de Prada. Más tarde Paolo nota y llora por su traje destrozado. Paolo contraataca e intenta vender el restaurante que Simón administra. Su hijo lo ve y trata de reconfortarlo, a lo que él le pide que no vea más a su otro padre, pero Leone trata de mantenerse al margen. Lo que detiene la seguidillas de venganzas es el hecho de que Simón y Paolo son citados por su abogado y allí se enteran que la Corte ha fallado en contra de la doble parentalidad de Leone. En Italia rige el principio ius sanguinis, y la ley les pide volver a un estado anterior y pruebas para determinar quién es el progenitor (por ejemplo, un ADN), cosa que ellos ignoran porque no habían querido saberlo cuando hicieron la subrogación. El abogado les advierte que la Justicia puede, en favor del menor, obligarlos a tal prueba.

Aquí encontramos una especificidad en este tipo de familias, que cuestiona la idea de que la pertenencia al parentesco que los hace parientes esté necesariamente determinada por el vínculo de sangre y “lo natural”, conforme a la definición de familia que también menciona Berenstein. En realidad, esta manera de pensar data de la Grecia del siglo V a.C, según Eric Dodds, donde a partir de las invasiones jónicas apareció la idea de la transmisión de las enfermedades por la sangre, como así también la familia vinculada por la sangre (6). Surge también la figura de familia condenada como se ve, por ejemplo, la vemos en la tragedia de Edipo y Antígona. Hasta entonces no existía la idea de “culpa de sangre” en sentido estructural, sino que la culpa era algo individual respecto a los otros.

Si bien Berenstein también ubica para la época estructuralista los lugares familiares de padre, madre, hijo y el tío materno, en este caso encontramos otra figura, que en la película es “la dede”: la mujer que gestó el embarazo (que no es quien puso el óvulo). Se trata de las subrogadas, gestantes, ó portadoras (“carrier”). Tanto en la película como en las familias homoparentales reales que se pueden ver en la clínica, se escucha que estas mujeres muchas veces conservan una relación más o menos estrecha con la familia, aún después de haber dado a luz. En este trabajo no se hará sino más que plantear la pregunta por qué lugar tienen estas mujeres.

Una de las preguntas frecuentemente formuladas en los análisis por los pacientes que constituyen este tipo de familias es qué y cómo transmitir el relato del origen a su descendencia, ya que el proceso de fertilización asistida es de por sí complejo y requiere la participación de diversas personas. [CZ3]  La GS (gestación subrogada) es de gran complejidad e introduce elementos como el dador de los gametos, el gestante y las figuras de crianza. Además, la clínica muestra que no faltan las comparaciones con las parejas heterosexuales, en el sentido que las parejas suelen plantear que falta una madre, sobra un padre, en lugar de plantear que la familia “es así”.  En la familia del caso que estamos analizando, lo que vemos es que hasta ese momento, la familia se manejaba con la siguiente máxima: “El ADN y la sangre no une a la familia, sino el amor y la sinceridad”. Se trata de un pacto denegativo, que implica una restricción al saber. Para lograrlo, en su momento, ambos hombres habían mezclado su semen en lo que ellos llamaban “cóctel” y haciendo silencio respecto al asunto.

El pacto denegativo es una formación inconsciente bifásica que mantiene la ilusión de que el vínculo se burla de la negatividad radical, siendo un pacto que se hace sobre el no-vínculo. Tal acuerdo se hace sobre los mecanismos de represión, desmentida o rechazo. Estos pactos, según Kaës, sirven para la conformación del vínculo y también como modalidad defensiva (7). El caso nos deja ver un pacto formado a la manera de la desmentida, en tanto el conocimiento sobre la filiación de Leone es activamente rechazado. Cumple con la fórmula “Yo sé que, pero aún así…”. Este tipo de pactos, por otra parte, mantienen al hijo excluído de parte de su propia historia.

Roto el mencionado pacto de ignorancia sobre la filiación de Leone, comienza entre los padres una batalla por el ADN, pues cada uno afirma ser el progenitor de Leone en base a los parecidos, los gustos, la personalidad de Leone. Riccardo convence a Simón de tomar pelos del cepillo de pelo de Leone para obtener una muestra y así anticiparse al resultado del ADN, sin Leone saber nada de esto. Paolo secretamente también realiza por su cuenta una prueba de ADN.

Por separado, ambos descubren que no son los progenitores de Leone, pero creyendo recíprocamente que el otro lo es. Comienza una etapa de “paz”: Simón le compra a Paolo un traje nuevo, Paolo le cede el restaurante a Simón. Hablan de lo que han logrado juntos con la crianza de Leone, de lo importante del respeto. Incluso hablan de un régimen de visitas. Pero conforme la charla avanza, ambos se dan cuenta de la realidad: ninguno de los dos es progenitor de Leone.

Ambos confrontan a Leone con los resultados, pero éste se enoja al darse cuenta que lo hicieron sin su consentimiento, recordándoles lo que siempre le han dicho sobre el ADN, el amor y la sinceridad. Los padres terminan confesando que ninguno es su progenitor. Leone huye de la casa, se toma unas pastillas, escala una palestra sin protección y cae desde lo alto sobre unas colchonetas, quedando inconsciente. Es llevado a un hospital por sus amigos.

Los padres rápidamente aparecen, junto con la tía, quien le aclara que lo del ADN no cambia el hecho de que ellos sean los padres. Tilly, la gestadora subrogada, se hace presente y al ser confrontada, ella confiesa que ante el séptimo embrión que a ella le habían implantado, la mujer temía que tuvieran que volver a empezar. Ella confiesa haberse acostado una vez con su ex marido, Stephen, pese a que el médico le dijo que no lo hiciera. Tilly ya tenía tres hijos con él. Al quedar embarazada supuso que el embrión implantado había sobrevivido, aunque siempre dudó de eso y no lo dijo para conservar la alegría de Paolo y Simón y porque ella sintió que ellos lo deseaban. Ella le dice a Leone que sus padres hicieron de él quien es, no ella ni Stephen. Leone los perdona a todos.

La respuesta sobre el origen de Leone llega: su progenitor es Stephen, a quien no conocerá por haber él fallecido unos años antes. Paolo y Simón logran, con su abogado, adoptar a Leone. Leone cuenta, en un video, que pasa los días viviendo con un padre o con el otro, que no han vuelto a juntarse. Leone rescata el amor que ambos padres le tienen a él y que siempre serán una familia.

Marcas de lo no dicho

Se puede formular la pregunta de si todo el proyecto escolar de Leone de hacer un documental de la familia no se motorizaba a partir de una marca silenciada. Por otro lado, el accidente de Leone se trata de una situación grave que en la clínica podemos catalogar de pasaje al acto, motivada ante una gran angustia, como Lacan señala en el seminario X.

En los casos donde la patología de ciertos sujetos no estuvo marcada por ningún trauma grave en su propia vida, se vuelve necesario revisar los traumas de las generaciones anteriores. ¿Por qué? Si bien el concepto de repetición que Freud menciona en “Recuerdo, repetición y elaboración” (8) se refiere a la tendencia del paciente a repetir una experiencia pasada de su propia vida con un acto, en vez de recordarla, la repetición puede darse también en la generación siguiente, es decir en los hijos o en los nietos. De esta manera, por ejemplo, un hijo puede incorporar ideales y valores de los padres, ó montos de afecto no procesado, que deberán ser ligados de alguna manera.

En Tótem y Tabú leemos que “…habremos, pues, de admitir que ninguna generación posee la capacidad de ocultar a la siguiente hechos psíquicos de cierta importancia(9)

Tisseron aporta que lo indecible, de la primera generación, pasa a ser innombrable a la segunda e impensable en la tercera. (10) El resultado son marcas ausentes de pensamiento, marcas de lo no dicho que tienen que ser tenidas en cuenta al pensar el padecimiento, sobre todo en aquellos no mediatizados por la palabra, que son las patologías del acto.

En cuanto a los secretos, por un lado Piera Aulagnier los relaciona con la estructuración de la vida psíquica, en tanto es posibilidad de crear pensamientos ajenos a la mirada del otro. Dice:

El derecho a mantener pensamientos secretos debe ser una conquista del Yo, el resultado de una victoria conseguida en una lucha que opone al deseo de autonomía del niño, la inevitable contradicción del deseo materno a su respecto(11)

J. Puget, sin embargo, nos habla de otra vertiente del secreto, que no tiene que ver con la subjetivación: “Algunas familias quedan estructuradas en torno a secretos grupales que deben conservarse definitivamente silenciados. La consigna tácita es que sus miembros nunca deben referirse a lo que saben y menos aún a pensarlo o decirlo todos juntos. Fantásticamente se evita así la desintegración familiar que se produciría al difundirse algún hecho penoso o vergonzoso” (12)

En el caso, encontramos un secreto referido a la filiación, donde Leone queda desubjetivado, Ilustrado en el caso como un pasaje al acto que expulsa al joven de la escena; con la suerte de poder armar otra. También podemos pensar en lo no dicho referido a los orígenes de la filiación, filiación que sí está operando en ese hijo con los padres,  pero que indudablemente queda afectada por la desmentida que funcionaba en la trama familiar, sumado a la figura del secreto.

 Recordamos, para concluir, que el Edipo no es otra cosa que la introducción un sistema de parentesco es una estructura simbólica en la cual se introduce y comprende la sucesión de las generaciones, la comprensión de la muerte y el acceso a simbolismos más grandes que lo introducen en otros grupos sociales.

 

Por otro lado, el caso nos ha dejado diferenciar la mentira sostenida en un pacto de pareja (un engaño) que la mentira que involucra a un hijo en un pacto de silencio sobre su filiación.

Bibliografía

(1)Berenstein I (2007)., Del ser al hacer. Curso sobre vincularidad. Paidós)

(2) Ibid, p.100.

(3) Ibid, p. 75.

(4) (Nominé, Bernard (2008) “Estructuras clínicas y salud mental. Memorias” En Cap. 1. La secta: un fenómeno)

(5) Kaes, R. Conferencia del 16 de abril 2007. El malestar del mundo moderno, los fundamentos de la vida psíquica y el marco metapsicológico del sufrimiento contemporáneo.)

(6) Dodds, E (1951) “Los griegos y lo irracional”

(7) Kaes, R. - El pacto denegativo en los conjuntos trans-subjetivos - Rene Kaes. Amorrortu editores)

(8) Freud, S. “Recuerdo, repetición y elaboración” (1914) A. E., XIV.)

(9) Freud, S. “Tótem y Tabu”. (1912) Obras Completas Tomo XIII. Amorrortu Editores. 1979)

(10) S. Tisseron. Las imágenes psíquicas entre generaciones. 1995. En El psiquismo ante la prueba de las generaciones. Amorrortu editores.)

(11) Piera Aulagnier “El derecho al secreto, condición para poder pensar”, en “El sentido perdido”, Ed. Trieb, 1980)

(12) Janine Puget y Leonardo Wender “Los secretos y el secretar” en revista Psicoanálisis ApdeBA. Vol. II)

miércoles, 17 de agosto de 2022

Eso que no puede decirse, no puede callarse

Fuente: Daniel Waisbrot "Eso que no puede decirse, no puede callarse"
Hacía diez años que no tenía noticias de él. Su mudanza a Londres por razones de trabajo había dado un final a su análisis. Habían pasado casi diez años y un día Juan me llamó desde Londres. Su padre había muerto algunos meses atrás y en el momento final le había confesado un secreto largamente guardado. Juan tenía un hermano, 5 años menor, de un matrimonio paralelo que el padre tenía en Montevideo. Juan intentó volver a analizarse en Londres pero no podía hacerlo. Me contó que nunca pudo resolver esa necesidad de tomar unas copas en el sillón como único modo de quedarse dormido. En su análisis habíamos hablado mucho de eso. Sin embargo, en Londres continuó. Cada vez más copas. A partir del impacto de la revelación, volvió a intentarlo, pero otra vez no pudo. “Me di cuenta que hasta que no hable con vos de esto no voy a poder analizarme acá”, me dijo en esa llamada. Lo vi unas cuantas veces en el corto período de ese viaje a Buenos Aires. “Me caen de a mil fichas, eso tenía que hablar con vos, había un montón de cosas que no cerraban y que ahora las entiendo, ¿te acordás que desaparecían cosas, juguetes, libros de mi casa y que no se entendía qué pasaba, si los robaba alguien o qué? ¿Te acordás de que me ponía loco porque desaparecían tomos del LoSeTodo?[1] El se lo llevaba al otro hijo que tuvo con la amante” Pensamientos que iban y venían intentando elaborar, y al mismo tiempo sosteniendo, la convicción que su madre fue la mujer para poner rápidamente a la otra en condición de amante y de esa forma, tranquilizarse con sus categorías conocidas. Aquí no había mujer y amante. Se trataba de dos mujeres en paralelo, en ciudades distintas, ambas sin saber acerca de la otra. Tampoco Juan era el hijo, hijo legal y el otro un bastardo. Los dos eran hijos de matrimonios del padre.

Pero la reconstrucción fue aún más lastimosa. La madre le confesó que ella sabía y que no permitió nunca que él supiera de su hermano. Que fue una condición impuesta por ella al padre para permitirle ver al hijo. El padre trabajaba entre Montevideo y Buenos Aires y así había armado su mundo. Pero un día Marta, la otra mujer, se vino a vivir a Buenos Aires con su embarazo a cuestas y el padre de Juan no pudo sostener el doblete en silenciamiento. Le contó a Lidia, la madre de Juan, que iba a tener otro hijo. Juró que iba a dejarla. Lidia creyó. Pero el hombre vivía con ella tres o cuatro días y con la otra mujer el resto. Mentiras infinitas sostenían lo imposible. Lidia cree todo. Marta, la otra mujer, sabe de Juan pero no de la convivencia con Lidia. Lidia hace como que no sabe nada de nada, a pesar de la infinidad de datos. Juan sospechaba. ¿Por qué le creés a papá que es un mentiroso, dice que viene y no viene nada?, le dijo un buen día a la madre y recibió un cachetazo como toda respuesta. Un buen día, la maestra de Juan llama a los padres. El niño miente todo el tiempo, dice. El niño que nada sabía y todo sospechaba, miente descaradamente, diciendo que su mamá estaba embarazada. “Son cosas que me imagino cuando no me puedo dormir”, decía Juan que de a poco recuerda haber tenido un insomnio pertinaz en la infancia. Quizás el alcohol de hoy día ahogue esas cosas que imaginaba de niño y no lo dejaban dormir. Los tiempos de ese recuerdo del primer grado coinciden con los tiempos del embarazo de la otra mujer, de Marta, la de Montevideo. Juan es una catarata de recuerdos que caen a la conciencia y anudan saberes no sabidos. Al tiempo volvió a Londres y pudo comenzar otro análisis.

Entre el secreto necesario y la pasión alienante

La temática del secreto nos convoca. Recorre un arco que atraviesa desde la condición vital en un niño para la creación de pensamientos nuevos, pasando por la convicción subjetiva del derecho a decidir qué habrá o no de comunicarse y generando así el núcleo de toda intimidad, hasta los riesgos de la alienación por el desconocimiento absoluto de trozos de su propia historia imposibles de ser metabolizados, elaborados, inscriptos en una cadena significante que le permita ser, justamente, parte de esa historia.

Sabemos desde Piera Aulagnier, la función del secreto en la estructuración de la vida psíquica. La posibilidad de crear pensamientos que no estén abiertos a la mirada del otro. “El derecho a mantener pensamientos secretos debe ser una conquista del Yo, el resultado de una victoria conseguida en una lucha que opone al deseo de autonomía del niño, la inevitable contradicción del deseo materno a su respecto[2]”.

Pero si el derecho a guardar íntimamente pensamientos secretos forma parte de un pasaje necesario hacia un proceso de autonomía del sujeto, destino que concierne a su propia constitución subjetiva, muy distintas son las cosas cuando ese sujeto es parte de una situación secreta que se constituye siempre en la vincularidad. Lejos de constituir espacio subjetivante, esos secretos atentan contra él. Y los que nos importan hoy son justamente estos secretos. La paradoja consiste en que eso mismo que es condición subjetivante, cuando el sujeto decide sostener en secreto ciertos pensamientos, se transforma en desubjetivante cuando el sujeto es víctima de ese secreto en un plano vincular.

Son bien conocidos los trabajos que desde Freud plantean que “…habremos, pues, de admitir que ninguna generación posee la capacidad de ocultar a la siguiente hechos psíquicos de cierta importancia[3].”

De allí en mas, fueron muchos los autores que indagaron y complejizaron en la teoría psicoanalítica la problemática de la trasmisión psíquica, “término utilizado en psicoanálisis para designar tanto los procesos, las vías y los mecanismos mentales capaces de operar transferencias de organizaciones y contenidos psíquicos entre distintos sujetos y, particularmente, de una generación a otra, como los efectos de dichas transferencias.”[4]

Desde 1959, los estudios de Abraham y Torok[5] sobre aquello que han denominado secreto inconfesable, una injuria narcisista inelaborable, la transmisión del secreto está asociada a lo que estos autores han denominado: “la tópica de la cripta y el fantasma”, donde eso inelaborable se presenta “en las lagunas dejadas en los descendientes por el secreto de los otros.”[6]

Los trabajos de Haydee Faimberg[7] en los años 70 y que denominó telescopage de generaciones sumaron a la complejización conceptual en esta dirección. Se trataba de entender cómo ciertos contenidos podían pasar de una generación a otra sin haber transitado la palabra, la conciencia, algún nivel de comunicación “racional”. En ese sentido, la idea de la autora acerca de la intrusión narcisista, de contenidos presentes pero clivados del yo en lo que denominó identificación alienada, por las cuales el sujeto se identifica con un conjunto representacional extraño a sí, que no le pertenece a él sino a lo rechazado por otro significativo de su historia, iluminó sectores desconocidos del saber.

Así se va generando eso que S. Tisseron[8] planteaba, en relación a que aquello indecible en una primera generación se transforma en un innombrable en la segunda y en un impensable en la tercera. La idea es que aquello que no puede ser nominado por una generación, no puede ser representado verbalmente en las generaciones siguientes imposibilitando el proceso de historización simbolizante.

Sin embargo fue René Kaës, (que teorizó al respecto durante los años 80) quien generó un movimiento nuevo acerca de la problemática de la trasmisión, al retomar como cuestión, no solo aquello que forma parte de un secreto que atraviesa las generaciones, sino a los efectos de esos secretos aún entre contemporáneos. Al respecto dice Mirta Segoviano[9]: “Se interesó, como Freud lo había hecho, tanto por la transmisión que se opera entre las generaciones como por la que tiene lugar entre los contemporáneos. Distinguió dos modalidades de la transmisión: por una parte, aquélla en la que hay una transformación de lo transmitido, y por lo tanto el sujeto receptor encuentra a la vez que crea lo que recibe en un terreno que es transicional, y por otra parte, aquélla donde lo transmitido no es objeto de transformación y la transmisión resulta entonces traumática. Es siguiendo esta última modalidad que se producen las patologías de la transmisión”.

Así, la idea de Kaes[10] es que aquéllo que es objeto de trasmisión, en sus diferentes vertientes -transicional o traumática-, impondrá a los sujetos una exigencia de trabajo psíquico para hacerle un lugar a dicha trasmisión. Al diferenciar entre transmisión transpsíquica e intersubjetiva, plantea que no es lo mismo aquello que se transmite entre los sujetos que lo que se transmite a través de ellos.

Entre nosotros, J. Puget sostiene que: “Algunas familias quedan estructuradas en torno a secretos grupales que deben conservarse definitivamente silenciados. La consigna tácita es que sus miembros nunca deben referirse a lo que saben y menos aún a pensarlo o decirlo todos juntos. Fantásticamente se evita así la desintegración familiar que se produciría al difundirse algún hecho penoso o vergonzoso”[11]

Me resulta interesante esta línea de pensamiento, ya que piensa al secreto como una producción vincular. Desde esta perspectiva, un miembro de ese vínculo queda excluido por otro, de un saber que les pertenece a ambos.

Dice al respecto, Miriam Soler[12]: “La función inconsciente del secreto remite a evitar el dolor psíquico inherente a develar actos que conllevan la ruptura de ideales personales, familiares o grupales, y que podrían acarrear la afectación o la pérdida de la pertenencia a nivel familiar, social o grupal. “Se conforma así una modalidad vincular, caracterizada por la exclusión de unos, los que “saben”, de aquellos que “no saben”. El grupo queda así escindido en una organización dualista y opuesta. Esa modalidad vincular puede llevar a la producción de diversas alteraciones en el funcionamiento familiar”.

Históricamente distinguimos tres espacios en que la vida humana pareciera fluir, espacios organizados en torno a tres características diferenciales. Lo íntimo, girando alrededor de la opacidad, lo público, más del lado de la trasparencia y en una zona de fronteras blandas, con poca consistencia, lo privado, organizado alrededor de cierta discreción. El secreto rompe con esa lógica: la intimidad es poder, la transparencia catástrofe, la discreción peligro. Lo mejor será absolutizar el silencio.

Pero como de todas formas, eso que no puede decirse tampoco puede callarse, una clínica que trabaje con los secretos familiares, deberá preguntarse por los tiempos de elucidación y develamiento de aquéllo que ha sido objeto de dicho secreto. No hay al respecto respuesta univoca y allí se abre la difícil articulación entre intimidad y secreto. Se tratara de generar las condiciones para que su develamiento sea metabolizable.

“Se observa -dirá Miriam Soler- que una vez que el secreto se ha hecho explícito, la fuerza que se adscribía al contenido se desvanece: “lo secreto” deja de serlo y simplemente “cae” de tal manera que un secreto puede ser válido en un tiempo preciso, y con el paso del tiempo pierde vigencia”[13]

El saber no sabido

Mis recuerdos del análisis de Juan no tardaron en aparecer al calor de la intensidad emocional del reencuentro. Me impresionó la hipótesis de que aquellos contenidos secreteados habrían impedido a Juan volver a analizarse en Londres, y que fuera necesaria una nueva vuelta transferencial conmigo para ponerlos en circulación significante. El síntoma “alcohol-insomnio” insistía y se multiplicaba en los últimos tramos del análisis en Buenos Aires. Pensé en aquel momento en algo relacionado, al final recurrí, quizás tontamente, a las categorías conocidas, tranquilizadoras y elaboré interpretaciones ligadas a la reacción terapéutica negativa, al recrudecimiento de algunos síntomas al final del análisis como modalidades de la resistencia, en fin, nuestro arsenal conceptual ya-sabido. No sirvió de mucho. No imaginé que ese análisis iba a tener otro desenlace.

Juan no sabía por qué no podía analizarse allí con otro analista. La idea se hizo clara al morir el padre. Faltaba algo, alguna pieza del rompecabezas. Había un secreto familiar de cuyo silenciamiento ambos padres fueron cómplices. Juan estaba contento en esas sesiones que tuvimos, como aliviado, en el sentido que decíamos antes con Miriam Soler, el secreto al ser develado, muchas veces “cae” como si en realidad, su contenido no hubiera sido tan importante como la condena a quedar silenciado. A Juan hasta le pareció interesante esto de tener “un hermano a los cincuenta”. Le costó más entender lo del doble casamiento, dejar de pensar a su hermano como hijo bastardo de una relación ilegítima. El necesario reparto de la herencia confirmó la paridad fraterna. No se siguieron viendo después de algún tiempo, “no tenemos nada en común, ni a mi viejo compartimos”, decía con cierta pena. Lo revelador fue la emergencia del recuerdo de la mentira sobre la madre embarazada y la dificultad para dormir, recuerdo ahogado al calor de un cachetazo. Juan entendió que de eso no podría hablar nunca más y no fui yo quien hiciera la interpretación acerca de la relación entre este recuerdo y su síntoma, sino su propio recorrido. Hoy día se que Juan puede dormir sin tomar, aunque su alcoholismo insiste en otros momentos del día.

Me resultó interesante esta situación clínica porque podemos asistir al armado de un secreto in statu nascendi, como se trasmite en este caso entre los sujetos y no aún a través de ellos. Seguramente esto hubiera sucedido si aquello que fue un indecible en la generación de los padres de Juan y que se transformó en innombrable para él, hubiera devenido impensable en la generación siguiente de haber quedado silenciado. Juan tuvo que retomar el trabajo de pensar en su vínculo con el padre. “…a veces mi viejo me parece un turro, como me ocultó eso… y otras… hasta me parece que me hizo un último regalo al poder contarme…”.
Bibliografía

[1] LoSeTodo era una enciclopedia de 12 tomos publicada en Buenos Aires en los años 60
[2] Piera Aulagnier “El derecho al secreto, condición para poder pensar”, en “El sentido perdido”, Ed. Trieb, 1980
[3]Freud, S. “Tótem y Tabu”. (1912) Obras Completas Tomo XIII. Amorrortu Editores. 1979
[4]Mirta Segoviano “Trasmisión psiquica. Escuela francesa” en Psicoanálisis & Intersubjetividad. Nº 3 en www.intersubjetividad.com.ar
[5] Abraham, N. y Torok, M. (1978) La corteza y el núcleo. Buenos Aires: Amorrortu, 2005.
[6] Alicia Yerba “Transmisión entre generaciones. Los secretos y los duelos ancestrales” en www.apdeba.org/publicaciones/2002/01-02/(link is external)
[7] Haydee Faimberg. “El telescopage de generaciones”. Amorrortu Editores 2005
[8] S. Tisseron. Las imágenes psíquicas entre generaciones. 1995. En El psiquismo ante la prueba de las generaciones. Amorrortu editores.
[9] Ibid. Este trabajo constituye una notable investigación sobre el tema de la trasmisión
[10] Rene Kaës. “ Transmisión de la vida psíquica entre generaciones”. El sujeto de la herencia. Amorrortu Editores. 1996
[11] Janine Puget y Leonardo Wender “Los secretos y el secretar” en revista Psicoanálisis ApdeBA. Vol. II
[12]Myriam Alarcón de Soler “Secretos, vínculo y contratransferencia” Presentado en el Congreso de la Federación Psicoanalítica de America Latina Septiembre 23 AL 25 de 2010 Bogotá – Colombia
[13] Idem op.cit.

domingo, 20 de marzo de 2022

La angustia amordazada. Adultos en análisis que fueron abusados en su infancia

Notas de la Conferencia Virtual dictada por Élida Fernández, el 28/9/21, titulada "La angustia amordazada. Adultos en análisis que fueron abusados en su infancia". Formó parte del Ciclo de Conferencias 2021 "La angustia: su presentación en la clínica", de la Institución Fernando Ulloa.
Casos clínicos. Se trata de dos caso de hace 30 años, donde en Argentina aún no estaba visibilizado nada que tuviera que ver con el abuso sexual infantil. En ambos casos, pasaron años hasta que, una vez instalada la transferencia, emergió el relato de esto que habían padecido y que de alguna manera habían forcluido de sus vidas.

En muchos historiales actuales aparece el abuso sexual totalmente banalizado, como si fuera un dato más de la biografía. Eso que habría que destacar, se termina perdiendo entre otros decires. Es una forma de desoír este fenómeno, como algo de lo que no vale la pena hablar. La propuesta es pensar que los abusos son algo importante en la vida de los sujetos.

Caso Ana
Consulta derivada por una colega. Hacía 5 años que se había hecho una cirugía estética muy importante en la cara. Al verse al espejo, hace sufre un ataque de angustia, se horroriza de lo que ve y no se reconoce. Pide la consulta con urgencia. Despliega una historia muy sufriente: está casada, tiene 3 hijos, el marido tiene una buena posición social y ella es profesional y trabaja. Sufre por no ser deseada por su marido, motivo por el cual se hizo la cirugía.

Luego de las entrevistas iniciales, comienza su análisis y dice que hay algo de lo que no quiere hablar. Con lo cual, pone en primer lugar un secreto. 

Ana había dicho que había algo de lo que no quería hablar, cosa que la analista acepta apostando al devenir del análisis y a la instalación de la transferencia y a que ella podrá confiar en algún momento y poder hablar de esto.

Con el tema del secreto, tenemos que hacer una diferenciación. Muchos psicoanalistas plantearon la función del secreto como un derecho y una función imprescindible en la subjetivación para poder tomar distancia del Otro. Este tema lo trabajó Piera Alaugnier, sobre el derecho a tener un secreto, dice que el secreto constituye para el niño una primera forma de separarse del Otro.

Pero también tenemos la vertiente del secreto inconfesable. Se trata de una injuria narcisista inelaborable. La transmisión del secreto está asociada al fantasma. Esto inelaborable del fantasma se presenta en las lagunas dejadas por el secreto. El secreto inconfesable va a estar referido a una muerte. En el caso de los abusos sexuales infantiles, lo que se asesina es la infancia. 

El padre, según Ana, la amaba y ella también a él. Era maestro mayor de obras, y tenía la característica de que empezaba a construir la casa, pero nunca la terminaba. Ella vivió gran parte de su infancia en una casa en permanente construcción. El padre muere tempranamente y queda sola con su madre, la que decide irse a vivir a la casa de la abuela de Ana. relata una infancia muy sufriente, con un abuela y una madre que la castigaban mucho, que la encerraban sin que ella pudiera saber por qué tantos castigos. 

Avanza el análisis y el tema de no ser deseada por su marido y el sufrimiento que esto le trae. Tres años después, Ana estaba desayunando sola, abre el diario y se encuentra con un artículo sobre el abuso sexual infantil. Lo lee y hace un ataque de angustia similar al que la trajo a análisis. Llama a la analista con urgencia. Relata que su secreto era una fantasía que siempre la acompañaba y no quería dejarla, que encubría algo que la avergonzaba terriblemente: de los 4 a los 7 años fue abusada por su abuelo.

Con mucha cautela, la analista fue preguntando. A los 7 años de ella, su abuela se suicidó. Lo que Ana se pregunta, en su ataque de angustia, es por qué lo sedujo. ¿Por qué hice esto? Ella se hace totalmente responsable de haber seducido a su abuelo. 

Caso Pedro
Es derivado por su amigo tras haber Pedro sufrido un infarto. Pedro accede a la entrevista sin muchas ganas. Estaba separado de su mujer, tenía dos hijos adolescentes y hacía diversas actividades en la construcción. La analista no esperaba más que una entrevista. Pedro habla lleno de odio de los hijos, de la ex mujer, del socio...  Lo que llamaba la atención era el odio hacia sus hijos, que lo vieron todo el tiempo que se les permitió acceder a la terapia intensiva. Cuando la analista le pregunta por el odio a sus hijos, él se da cuenta que no tiene una respuesta, de manera que en esta primera entrevista se puede plantear un interrogante que hizo que el análisis siguiera.

En el análisis, surge que Pedro abandonó la escuela secundaria a los 14 años y nunca más volvió a estudiar nada. Al preguntarle por qué, Pedro se pone a llorar a los gritos y dice que él nunca pensó que tendría que hablar de esto... Él estaba haciendo el secundario pupilo en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, dirigido por curas. Había un cura que era su maestro, muy idealizado por Pedro y al que él le decía Padre. Habla de este cura confesor que a sus 14 años abusa de él. El abuso lo llenó de vergüenza y de odio. Se escapó del pueblo y la policía lo trajo de vuelta al hogar. Nadie preguntó nada. La madre y los hermanos dijeron "Pedro es vago, no le gusta estudiar".

En sesiones posteriores, Pedro puede hablar de este tema que no pensaba hablar con nadie. Él había pretendido seccionar esto de su historia, como que nunca había ocurrido. Transcurrido un tiempo, entra a sesión diciendo que el cura se murió. "Fui un cobarde, nunca lo pude encarar" y se pregunta por qué nunca lo denunció.

En ambos casos vemos que los abusos pudieron ser contados una vez establecida la confianza transferencial y después de haberse asegurado que contarlo no hubiera significado una revictimización. Las diferencias que se pueden marcar es que Ana se coloca en un lugar activo, mientras que Pedro está lleno de odio, que ha desplazado hacia todos sus conocidos. En un momento, Pedro se pregunta si esto que le pasó con el Padre no hizo que él no pudiera llevar a cabo el lugar de padre amorosamente con los hijos. 

Distinción de traumas
Hay que diferenciar lo que es la inclusión del niño en la vida familiar, donde hay otros adultos responsables, que lo enfrentan traumáticamente (en el sentido de no tener palabras para incluir eso en la vida) de lo que es el deseo del Otro hacia un niño, que siempre es traumático. El niño nace totalmente desamparado y depende del cuidado del Otro. Si bien el lugar previo al niño es fundante, también es cierto que produce una situación traumática. Este trauma constituye la subjetividad. 

Cuando hablamos de los abusos sexuales en la niñez, no hablamos del trauma fundante, sino de un trauma vivido y experimentado brutalmente, el niño como objeto de goce de un otro en el que el niño no participa subjetivamente de esa escena. El niño queda relegado a un goce oscuro del que no tiene la menor idea. Las víctimas suelen reprocharse por qué no se dieron cuenta, por qué no hicieron algo. Ana no podía hacer nada, por estar en una situación familiar donde su madre y abuela eran cómplices de ese silencio y mirar hacia otro lado. Los abusos no suelen ocurrir sin la complicidad de otros adultos, que deberían cuidar al niño. 

En el abuso no solo se pone al niño como objeto de un goce oscuro que el niño no puede representar, ni entender ni decidir, sino que después esto se redobla con la sanción de los otros adultos. Por ejemplo, los castigos que le dan a Ana y en la respuesta familiar de Pedro cuando él se escapa del colegio, donde nadie preguntó por qué dejó la escuela ó por qué se escapó. 

En cuanto al trauma, Freud muy tempranamente se preguntó por la etiología de las distintas neurosis y puso en el centro de la escena la escena sexual prematura que ha debido reprimirse por el reproche que genera a raíz de una situación posterior que genera su recuerdo y lleva a la conformación del síntoma. Así, para Freud, las diferencias principales entre las neurosis se muestran en el modo en que algunas de las representaciones reprimidas retornan y en la formación de síntomas. En la carta 69 a Fliess, en el manuscrito K de 1896, Freud le escribe a Fliess que ya no cree en sus neuróticas. San Felipo, en su investigación sobre el trauma, detectó que a lo que Freud llamaba "mis neuróticas" no eran a sus pacientes histéricas, sino a una teoróa etiológica que implica a la represión, compuesta en 1896 por tres textos: La herencia y la etiología de las neurosis, Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa y La etiología de la histeria. Esto es a lo que Freud llama "mis neuróticas", que se conoció como la teoría de la seducción y posibilitó la diferencia entre los hechos acontecidos y la fantasía como producto de la subjetividad. 

Actualmente hay un debate, donde se plantea que Freud intentó tapar el abuso sexual que sufrían sus pacientes. El tema es que a Freud lo que lo abocaba en ese tiempo era la construcción de su teoría. El hecho de poder pasar del hecho vivido a la fantasía le dio la posibilidad de teorizar el aparato psíquico y darle un lugar muy importante a la fantasía inconsciente. 

No obstante, es importante discriminar de lo traumático que puede encontrar un infans frente al deseo del Otro de los traumas acontecidos por abusos de otros en los que el infans confiaba, cuando lo cierto es que ningún niño puede poner palabras para ese hecho. Este abuso sexual infantil produce una herida en el cuerpo, en la subjetividad y produce la pérdida de la infancia y la confianza, entronizando al miedo.

Lacan puntualizó en la clase del 12 de noviembre de 1958 que el trauma, en tanto cumple una acción represora interviene a posteriori.
"Concierne a ese momento fundante pre político que es el ingreso al lenguaje, cuando algo se desprende del sujeto en el mundo simbólico mismo que está integrando. Eso ya no será del sujeto, no hablará más de ello, no lo reintegrará. Sin embargo permanece en alguna parte, hablado, a través de algo que el sujeto no domina, será el primer núcleo de lo que luego habrán de llamarse sus síntomas.

Entre estos momentos del análisis que describimos y el momento intermedio entre la acuñación simbólica y la represión simbólica, no hay una diferencia esencial, solo hay una diferencia en este momento: nadie está presente para darle la palabra. Una vez constituido su primer núcleo, la represión comienza. Hay ahora un punto central alrededor del cual podrá luego organizarse los síntomas. Las sucesivas represiones del mismo tiempo, ya que la represión y el retorno de lo reprimido son lo mismo. 

para lacan, el trauma es el primer encuentro con lo real, con lo imposible de simbolizar y queda como una piedra constitutiva de los síntomas y en tanto hace al deseo del Otro, que siempre es opaco, dará lugar a la constitución del fantasma, con la pregunta de qué me quiere. Cuando hay una irrupción, no del deseo, sino del goce del Otro, no hay posibilidad de poner palabras, representar y construir algo de la subjetividad. El niño quedará con un daño que, con mucha suerte, se podrá transformar en una cicatriz. 

Al alojar estos casos, escucharlos, surge una pregunta: ¿Cuáles son los efectos de poder hablar en un análisis de esta situación traumática? 

Con Ana, vemos que se adjudica tener toda la responsabilidad de haber seducido a su abuelo, de manera que la analista sanciona que lo que su abuelo hizo le produjo gran daño, que ella no pudo elegir por tener 4 años. Que a esa edad, los niños son dignos de ternura y cariño, no de una violación. Todo el trabajo se encamina en sacarle la responsabilidad de lo que ella fue víctima y pasarla a los adultos responsables de su crianza. Luego de la muerte de su abuelo, el abuelo había desaparecido de la escena y nadie dijo nada acerca de ello, lo cual genera otro agujero: alguien puede desaparecer sin que nadie diga nada de ello. Ana comenzó una búsqueda para encontrar a su abuelo junto a su familia, que al enterarse de esto se modifican los lugares. Ella se desentiende si su marido la ama, no la ama, y empieza ella a poder subjetivarse y a pensar que si ella no está bien con el matrimonio, podría pensar en separarse, cosa que jamás había podido hacer.

Con respecto a Pedro, puede empezar a ubicar el odio en relación a ese trauma vivido con este cura, que a su vez amaba y puede comenzar a recuperar los lazos dañados con sus hijos. Esto fue un trabajo largo, complejo, pero que se pudo lograr. 

Ambos pacientes intentaron guardar los abusos como secretos inconfesables, los que le trajo problemas a ambos. El poder incorporar a su historia, a su vida y poder narrar por primera vez esto y pasar a subjetivar algo de esto, tomando esta historia como propia, les permitió distinguir dónde estaban atrapados. Ana se liberó de su preocupación permanente de ser amada por este marido y preguntarse por la relación con su abuelo: ¿La deseaba, la amaba? 

En Pedro, la posibilidad de asumir que algo se había interrumpido, la posibilidad de estudiar, y que él había dejado de lado. Con el tiempo, pudo volver a estudiar. 

Cuando nos encontramos con el abuso en los relatos de los pacientes, debemos alojarlo, engancharlo, qué está encerrado ahí, en eso inabordable e imposible de simbolizar y que necesita cierto despliegue en un relato. Esto que nunca entró en lo simbólico, que no tuvo ninguna representación para ser pensado, lo que logra es formar parte de un avatar superyoico. Si nos detenemos a escuchar lo que cada uno dice, lo que finalmente encontramos es un reproche. Ana se pregunta cómo pudo seducirlo; Pedro odia desatadamente a los que lo rodean, pero termina en una imposibilidad de escucharse en aquellas cosas que él podía desear. También se acusa de su cobardía. 

Tardíamente, en Freud aparece el superyó, que se forma a partir de la negación de la autoridad paterna. Cuando lacan lee que el superyó es la imposibilidad de la autoridad paterna, lo no legislado por la ley hace que a mayor autoridad paterna, menor superyó y a menor autoridad paterna mayor superyó. El superyó es lo no legislado es lo que hace que en el entorno no se pueda sancionar un delito, lo imperdonable ni el daño. Por lo tanto, lo que se produce es un efecto furioso del ataque de la orden imposible. En principio, antes de cicatrizar las consecuencias de un abuso, lo que aparece es la condena del superyó.

viernes, 7 de agosto de 2020

La mujer y la degradación de la vida erótica.

La degradación de la vida erótica no es privativa del varón. Hoy vamos a hablar de la forma en que se juega en la mujer. Rodearemos el problema a partir del complejo de castración.

En nuestro recorrido por los textos freudianos sobre sexualidad, vimos el artículo —“La degradación de la vida erótica en el varón”— para ver cómo se da la degradación de la vida erótica desde el lugar del varón a partir de la pregunta por la impotencia psíquica.

Freud responsabiliza por la impotencia psíquica a dos factores: la intensa fijación incestuosa en la infancia y la frustración real en la adolescencia.

Surgieron preguntas de parte de ustedes sobre el camino de la mujer en este recorrido. ¿Cómo se da esto en la mujer?

Para las mujeres podemos ubicar dos motivos para la aparición de la frigidez: que el varón no cuente con toda la potencia o que luego de la sobreestimación por el enamoramiento, a partir la relación íntima, surja el menosprecio.

Vamos a hacer un breve recorrido que nos va a situar en un marco. Para rendir cuentas del devenir hombre o mujer, Freud convoca al Edipo. El mito funda la pareja sexual por la vía de las prohibiciones y los ideales de cada sexo.

¿Qué es una mujer para Freud?
El proceso de sexuación está determinado por el hecho de que para la niña la castración tuvo lugar (la madre no le dio, la hizo incompleta), y por eso surge la envidia del pene o penissneid. Así, se dirige al padre para que le dé, ya que él lo posee. La niña espera el falo, o sea, el pene simbolizado, del que lo tiene.

Se trata de cómo se ha subjetivado el “no tener” y los efectos de esta posición en la vida: cómo se las arregla la mujer con ese “menos”, dando lugar a inhibiciones, por ejemplo en el estudio o en lo laboral, a un sentimiento de inferioridad y menoscabo, a cierta posición de pobreza, de falta de recursos.

La feminidad de la mujer deriva, entonces, de su “ser castrado”.

La posición femenina la detenta la mujer cuya falta fálica la lleva a dirigirse hacia el amor de un hombre. En principio es el padre, después la pareja. El padre es el heredero del amor que primeramente dirigió a la madre.

Posición sexual y castración
En el ensayo “La significación del falo”, Lacan nos plantea la prevalencia del complejo de castración en el inconsciente y su consecuencia para la asunción de la posición sexual.

Dice así: “el complejo de castración inconsciente tiene una función de nudo, primero en la estructuración […] de los síntomas […], segundo en una regulación del desarrollo […], a saber la instalación en el sujeto de una posición inconsciente sin la cual no podría identificarse con el tipo ideal de su sexo, ni siquiera responder sin graves vicisitudes a las necesidades de su partenaire en la relación sexual, e incluso acoger con justeza las del niño que es procreado en ellas”.

La relación a la castración condiciona el lazo de una mujer con el hombre.

Dentro de lo que escuchamos en la actualidad las mujeres pueden evitar a los hombres, y cada vez más, hasta llegar a una maternidad sin hombres, donde la ciencia se pone a su servicio. En cualquier caso, esto no implica una liberación de la problemática fálica, o sea, no quedan fuera de la problemática de la castración.

Degradación de la vida erótica
Vamos a tomar el texto “El tabú de la virginidad” de Freud de 1927 para ver la degradación de la vida erótica desde el lado de la mujer.

Freud nos dice allí que el tabú se encuentra enlazado a las fobias que sufren los neuróticos.

Trae investigaciones sobre los primitivos: ahí donde hay un tabú, es donde se teme un peligro, un peligro psíquico. Freud ubica la importancia de la virginidad en el inconsciente, más allá de los cambios culturales, unido a la presencia de este tabú.

¿Por qué es importante la virginidad? El primer coito es un acto especial, ya que por la desfloración puede aparecer sangre. Por el horror a la sangre, podemos pensar una articulación entre virginidad y menstruación.

Freud nos muestra que no sólo el primer coito con la mujer es tabú, sino que la mujer en un todo es tabú. El varón tiene miedo de ser debilitado por una mujer, a quedar contagiado por su feminidad y no comportarse de manera viril. Esto se conserva hasta nuestros tiempos en los fantasmas neuróticos bajo enunciados como “me dejaste agotado”, “me hacés perder la cabeza”, etc.

Desde el lado de la mujer, el primer acto sexual tiene consecuencias que no son esperadas por ella. Muchas veces, permanece fría e insatisfecha, y necesita un largo tiempo para obtener satisfacción del acto.

Hay una razón de desengaño con respecto al primer coito, donde la expectativa —muy cargada por la prohibición— no coincide con lo que efectivamente ocurre. Cuando hablo de prohibición, me refiero mucho más allá del comienzo muy temprano de la mujer en el encuentro sexual, en los ecos inconscientes de la prohibición a la pérdida de la virginidad.

Se escucha también en algunas novias, que quieren mantienen oculta la relación y así sostienen el valor de una relación secreta.

La prohibición, lo secreto, como formas de expresión del tabú.

Con la primera relación sexual, se actualizan antiguos impulsos reprimidos y surgen elementos contrarios a la satisfacción sexual que espera la mujer.

La envidia fálica, que apunta al anhelo de un significante de la completud imaginaria.
El deseo inconsciente de castrar a un hombre, dejarlo impotente.

La hostilidad contra el varón.
Todos estos factores tienen como fundamento la historia del desarrollo libidinal. Los deseos sexuales infantiles persisten, fijados al padre o a un hermano que lo sustituye. El partenaire nunca es más que un varón sustituto. Nunca es el genuino.

Para que se desautorice a la pareja por insatisfactoria, importa la intensidad de la fijación a la figura paterna.

Desde el punto de vista del desarrollo, dice Freud, la fase masculina o de envidia fálica de la mujer, de envidia al varón, debe ser la que permite la hostilidad de la mujer hacía el varón, siempre presente en las relaciones entre los sexos.

El tabú de la virginidad no se ha sepultado a través de las épocas, permanece en el inconsciente. Está anudado a la historia del desarrollo libidinal de la mujer, a su posición frente a la castración: cómo fue tramitada la envidia fálica, qué montante de hostilidad y hostigamiento hacia el varón. 

La clínica también nos muestra mujeres a las cuales no les resulta problemática la impotencia de su partenaire; es más, les viene bien. Puede existir una reacción de hostilidad, por ejemplo, en la que la mujer permanece en pareja, muy distanciada del hombre, donde no se juega para nada el deseo por él, pero sí la ternura.

Hostilidad, venganza, goce… problemáticas del complejo de castración para la mujer.

martes, 3 de marzo de 2020

Secretos familiares: consecuencias clínicas

Los secretos familiares acompañan nuestra vida, pese a que los secretos dejan de serlo cuando de ellos se habla. Ellos también se muestran en los
acting out, pasajes al acto, adicciones y en todo aquello que puede aparecer en el cuerpo, como el el fenómeno psicosomático.

El secreto es algo guardado, oculto a los ojos de todo el mundo. Los secretos se develan y se revelan. Los psicoanalistas, durante mucho tiempo, dejamos de lado la clínica de pareja y familia en manos de la psicoterapia. Era una herejía pensar que un analista puro y duro pudiera estar al frente de una pareja o de una familia. Luego de un tiempo de trabajo a partir de las demandas que empezaron en los últimos años, podemos fundamentar de qué se trataba eta clínica y dar cuenta de su especificidad para poder ubicar coordenadas en la dirección a la cura y cuál es la posición del analista, en diferencia a los otros tipos de terapia que se ocupaban de la familia.

En la pareja encontramos un entrecruzamiento de deseos y goces, que pueden ser salutíferos o mortíferos. Una pareja puede avanzar en relación al deseo o no. El amor y el deseo es lo que constituye el alma de la pareja, pero esto tiene subidas y bajadas y no siempre es posible mantener esa tensión en el seno de una pareja. 

Hay un primer tiempo del enamoramiento, del flechazo, donde las diferencias entre un miembro de la pareja y el otro desaparecen. Se intenta jugar al Uno de la fusión, es decir, encontrar la media naranja. Es un tiempo ilusorio, necesario y primario en la construcción de cualquier pareja. Luego de un cierto tiempo caen los velos y el otro aparece con toda su alteridad: aparecen las diferencias, que pueden causar alejamiento, discusiones y peleas.



Los síntomas fueron cambiando con el transcurso de la época. Hace más de 15 años, las parejas consultaban por dificultades en la sexualidad: impotencia y eyaculación precoz en los hombres: frigidez en las mujeres. En estos últimos tiempos aparecen otros síntomas y ya Lacan se había dado cuenta que los analistas teníamos que seguir la espira de la época y los significantes epocales para poder leer el nuevo ropaje de los síntomas y las inhibiciones. 

En este tiempo actual, lo que impera en las demandas de las entrevistas de pareja y familia es la llamada violencia, la agresividad, la imposibilidad de poder soportar la diferencia con el otro y también una especie de necesidad gozosa de violar la intimidad del otro. Es decir, aparecen todos los elementos tecnológicos para espiar, controlar o perseguir al partenaire. 

Debemos recordar que en la construcción de una pareja se deposita en el otro algo del propio objeto causa de deseo o de goce. Es decir, el otro no es tan diferente a nosotros en algunos puntos. Por eso no se debe hablar demasiado mal de la pareja, porque estamos hablando de nosotros mismos. Entonces, en cada elección amorosa, el sujeto se va a proponer como aquel que fue deseado o no por el Otro primordial y también va a buscar en el otro cómo complementar ese ideal en relación a qué clase de objeto se fue para el Otro. 

Hay una pregunta fundante en la subjetividad, que es la pregunta que el niño le dirige al Otro: ¿Qué quieres de mí? Ese Otro primordial va a donar voz y mirada para investir libidinalmente al niño y hacer de él su falo simbólico, es decir, que no quede atrapado solo como falo imaginario. Un niño va a ir a ocupar el lugar de la falta en la madre y el lugar en la economía deseante de ella. No todos los niños pueden ocupar ese lugar: muchas veces el Otro primordial no puede alojar al niño por venir en el lugar de su falta. Es decir, no hace lugar a poder investirlo libidinalmente como eso que le hizo falta. En ese sentido, tenemos 2 posibilidades. 

• Cuando el niño es alojado amorosamente, va a poder construir ante la pregunta “¿Qué quiere el Otro de mí?” una respuesta fantasmática. Es decir, va a poder elegir un objeto de la la pulsión para ubicarse y poder decir “soy la mirada de mamá”, “soy la caquita de papá”, etc. 


Si ese Otro no dio lugar a esa habilitación posible, el niño tendrá que responder con su cuerpo, con mostraciones o adicciones a la pregunta de qué quiere el Otro. 

La pulsión va a poder hacer un tour vía fantasma si fue bien alojado y si pudo recortar qué le hacía falta en las demandas de la madre. Cuando ese recorte no fue posible, vamos a tener los casos de los pacientes más ligados a las impulsiones o los casos de neurosis narcisistas

En este tiempo, donde lo que emerge en la consulta está más ligado al pasaje al acto, a las sustancias que se consumen, a los cuerpos que se ofrecen ser tratados como meros objetos, podríamos pensar que hay dificultades a ese alojamiento. Por otro lado se habla que hay una decadencia de la función del nombre del padre. El padre, como agente operador de lo simbólico, es aquel que corta el goce de la madre con los hijos diciéndole “no reintegrarás tu producto” y también es aquel que hace de su mujer objeto causa de deseo. Si antes las consultas venían más ligadas a las dificultades del encuentro sexual y ahora vienen ligadas a otros temas, no solo notamos la declinación de esa función simbólica de separar al niño del goce de la madre, sino también a una falta de deseo sexual. El imperativo actual es la performance de los cuerpos: el éxito laboral, la acumulación del dinero o del prestigio, relacionadas con las exigencias del mercado. 

El mercado, el discurso capitalista y sus significantes, exige al sujeto que se olvide de su propia singularidad, que haga masa y que se olvide de su cifra deseante. El deseo es singular a cada uno y en la medida que los analistas tomamos el uno por uno, no hacemos masa. Con lo cual, va a haber siempre algo que irrumpa disruptivamente con eso que el mercado propone. 

Nosotros apostamos a que la palabra sea el agente de corte entre el goce incestuoso del sujeto, que lo deja del lado de la cifra familiar, para que cada uno haga una diferencia con la historia que le tocó en suerte y que encuentre un goce más ligado a vivir la vida, a la creación y al lazo con los otros.

En estos tiempos, también asistimos a la posibilidad de que que la tecnología sea utilizada para que el sujeto quede en un estado de extrema soledad o de narcisismo, sin poder vincularse con los otros. La relación con los otros no es una tarea sencilla y la máxima cristiana “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” no se puede poner en práctica. En este punto, el partenaire puede ser un compañero de ruta o un surmoitié, que es un neologismo de Lacan condensando superyó y mitad. Cuando en una pareja hay una fijación, por ejemplo a los lugares de sometedor y sometido, podemos pensar en que uno de los dos está ubicado como el superyó. Recuerden que el superyó ordena gozar y dice “Así como el padre debes ser, así como el padre no debes ser”. esta paradoja es absolutamente incumplible, pero es parte de aquello con lo cual el sujeto fue constituido: el yo, el superyó y el ideal del yo. 

Cuando prima el ideal del yo, el sujeto puede aspirar al acto creativo. En tanto prima el superyó, sin embargo, el sujeto queda abatido en una fijación gozosa sin tener mucho margen de maniobra para poder encauzar su propio deseo.

¿Qué hace un analista con la pareja? En principio, el analista es convocado a un lugar de tercero. La terceridad es de estructura, porque el falo es la terceridad que circula en cualquiera. Este lugar de tercero implica que no sea de cómplice ni entre en la dinámica entre los miembros de la pareja. La pareja pone al analista no solamente como un sujeto supuesto saber, sino como una suerte de juez para ver quien tiene la razón. Si pensamos en la clínica, no pensamos en quién tiene la razón, sino que lo que vamos a leer es como esa pareja se estructuró y cuál es el pacto fantasmático que los anudó y cuál es el pacto que se rompió cuando vienen a la consulta. 

Toda pareja, a lo largo de su vida, va armando un pacto con cláusulas conscientes e inconscientes, que va a develar cómo le fue transmitido el goce, el amor y el deseo a cada uno, por parte de sus progenitores y a la saga familiar. Freud hablaba de las series complementarias: la historia de la familia, los significantes que se jugaban en el medio ambiente y la biología. Lo transgeneracional es algo que vamos a tener en cuenta en cada pareja en las preguntas que vamos a ir formulando en las entrevistas de cómo se conocieron, qué les gustó a cada uno del otro, qué les disgustó, qué los fue enamorando.

Hacemos la entrada de lo que los fue enamorando porque allí podemos leer los significantes que se fueron enhebrando y abrochando en la historia de cada uno y qué representa para cada quien. Los significantes que enamoran son propios de cada historia y tienen algún punto de encuentro. El analista va a develar ese pacto para poder relanzar la vida deseante de esa pareja y para que no caigan en la anomia, la depresión o la melancolización. 

Todos sabemos que es más fácil echarle la culpa al otro que asumir la propia responsabilidad. Lo que vamos a hacer es desculpabilizar a la pareja para poder responsabilizarla. Responsabilidad tiene que ver con la posibilidad de que cada uno se haga cargo de lo que le corresponde en el sostén del amor y del deseo. La culpa generalmente es incestuosa y encierra al sujeto bajo el goce superyoico. La culpa no nos sirve a los analistas, porque deja al sujeto sin recursos de poder reconocer qué le acontece, de qué está aquejado.

Por otro lado, la angustia es la bisagra entre el deseo y el goce y lo que nosotros vamos a intentar es que emerjan los puntos de angustia en cada pareja. Los puntos que angustian a uno o a otro, o los puntos de angustia en común. 

El goce es lo que liga al sujeto a una relación de fijación con una demanda del Otro. Podemos hablar de que hay distintos tipos de goce, según la fijación pulsional. La fijación pulsional puede ser inconsciente, pero también hay fijaciones pulsionales del ello que no se tramitan por el inconsciente, es aquello que pasa directamente al cuerpo. Un goce parasitario, que deja al sujeto fijado a la demanda del Otro, puede transformarse en un goce que permita una salida deseante. De esta manera, hay goces parasitarios y saludables. Estos últimos tienen que ver con el deseo y el intercambio con el Otro. En la pareja hay, en principio, un pacto de intercambio de goces. Puede quedar fijado o coagulado, pero la función del analista es descoagular para que cada uno pueda pensar en el goce que lo habita y poder hacer algo con eso. 

Las entrevistas de pareja no son como la de las psicoterapias de otro estilo, largas en el tiempo. No duran mucho tiempo, sino que generalmente son la apertura a la posibilidad de la entrada a un análisis. Hay un punto de dificultad en hacerse cargo del propio deseo; de manera que es más fácil venir acompañado por el otro que armar un síntoma ligado a las formaciones del inconsciente. Hay menos pacientes que vienen representados por el inconsciente y hay más gente que está ligada a aquello que está por fuera del inconsciente, o que descreen de él. Hay un rechazo al inconsciente y el sujeto se cree dueño de si mismo, como que está más allá de lo que lo determina. Es una creencia epocal que el sujeto se hace ex-nihilo, se hace a sí mismo. También hay una creencia del “tu puedes”, donde todo es posible, no hay que renunciar a nada y que está prohibido prohibir. Al cambiar la época, la clínica también cambia.

En los tiempos de la familia romana, el pater romano era el dueño de la vida y el comercio de la familia. En la edad media, ese concepto fue cambiando y en la actualidad esa función cambió. 

La sociedad del cansacio, de Byung-Chul Han. La sociedad del cansancio hace que el otro, como semejante, se desdibuje. El otro, cuando aparece en la diferencia, aparece como la mancha del sujeto. La mancha es lo que el sujeto dispone para poder hacer diferencia con el sentido del Otro. Es lo que le permite al sujeto decir “soy tu hijo, pero soy diferente”, escapándose del aplastamiento del Otro. Es poder tomar a su cargo el rasgo unario y darle a la vida un sentido único e irrepetible. 

El analista intenta que cada uno pueda hacer algo distinto, porque sino es como si estuviéramos marcados inexorablemente por la historia personal. El objetivo es que el sujeto reescriture algo de ese lugar en que fue alojado para poder tener un acto decidido. Un acto decidido implica los tres tiempos: mirar, comprender y concluir. Estamos en un tiempo vertiginoso donde muchas veces se saltea el tiempo de comprender. El tiempo de comprender también implica el tiempo de mirar, mirarse y hacerse mirar. Actualmente se mira y se hace mirar, pero falla el tiempo de mirarse, que es pensarse preguntándose qué se produce en el otro, qué le ocasiono, que me aporta el otro, qué me gusta o que no. Si falta el tiempo de mirarse, que es un tiempo pulsional, hay algo donde la imagen no muestra el agujero.


Caso clínico.
Es una pareja que viene derivada por el analista de uno de los hijos de la pareja. Hace mucho tiempo que tienen una relación muy violenta, según dicen. Cuando se encuentran, se gritan, no pueden hablar y desconfían permanentemente uno del otro. Cada vez que pueden, entran en el celular, en el Facebook del partenaire.

En las primeras entrevistas, la mujer llora permanentemente y dice que él es el culpable de todo. Cuando hago una maniobra para que ella puede empezar a decir y deje de llorar, lo que cuenta es que ella tiene muy mala relación con su hija de 20 años. Esa hija, cuando la paciente tuvo una operación para cambiarse los implantes mamarios, no fue a visitarla. Ella es muy linda y arreglada, con varias cirugías plásticas, porque para ella es necesario tener un cuerpo perfecto para ser amada y deseada. Cuando yo le pregunto por qué esa insistencia de tener el cuerpo perfecto, ella cuenta que hace 30 años fue Miss (su país) y que luego concursó por ser Miss Universo. Ella no tolera el paso del tiempo, que arruina el cuerpo. Todo esto, ella lo dice con una voz muy infantil, donde había una discordancia entre la presencia real física de ella y ese tono de voz que parecía el de una niña de 7 años.

Ella es de un país limítrofe a la Argentina. Tenía varios títulos de belleza y había sido azafata en una aerolínea. Se había casado a los 16 años y había mentido sobre su estado civil para poder ser elegida Miss, pues requería ser soltera para participar. Ella había ocultado esa información. Estuvo casada desde los 16 con un novio que tenía desde los 13 años. Al año y medio se enamora locamente de un piloto de la aerolínea donde ella había empezado a trabajar prematuramente y se separa para casarse con este señor. A los 3 años, ella se embarazó de su primer hijo y se enamora del señor con el cual fue a la consulta. Deja al segundo marido y se va a vivir con este señor, quien dice que es como el padre de ese hijo, porque se hizo cargo y que el padre biológico “se fue desapareciendo”, según dijo.

Esta pareja estuvo junta por 27 años. Tuvieron una hija en común, que tuvo muchos problemas de bullying y anorexia en la secundaria. Ellos, sin embargo, no estaban muy interiorizados en lo que pasaba. La llevaban a la psicóloga y ella tenía que ocuparse. Cuando intenté abrir en qué le hacía falta esta hija a estos padres, no podían dar cuenta de qué problemas tenía y sobrevolaba la idea de que ahora podían tener problemas porque no sabían por qué la chica no tenía novio y se quería ir a vivir al exterior. Se escuchaba que no querían enterarse en cómo estaba la hija, porque no podían decir nada del bullying. La madre decía que ella había ido al colegio para que eso se acabara. 

Le pregunto si ella podía pensar en alguna repetición de los modos familiares. Cuenta que ella perdió el papá a los 7 años, que era la hija más chica de una familia de 7 hijos. Eran una familia muy adinerada, pero la madre salió también a trabajar para que no perdieran el nivel de vida al que ellos estaban acostumbrados. Por ese motivo, la paciente también salió a trabajar prematuramente para poder sostener ese ideal de una vida acomodada y de gente bien mirada. 


Cuando pregunto aspectos de la vida del señor, él dice que no cree en esto del psicoanálisis, pero viene para cumplir porque el padre del amigo le dice que si su mujer estaba tan insufrible y demandante, vayan a unas entrevistas de pareja así se calma. Le digo que no se trata de una creencia, sino de ver qué les pasa a ellos y si hay alguna posibilidad de ver si en lugar de pelearse pueden hacer otra cosa y de ver si antes de ese episodio donde la hija no fue a ver a la madre, entre ellos había una buena relación. Para mi sorpresa, me cuentan que ellos hace 27 años que están casados, pero que nunca vivieron juntos. Ella vive en una ciudad a 400 km. de donde él vive, por cuestiones laborales. Ella se queja amargamente de que siempre pareció una viuda alegre, que siempre se ocupaba de los hijos, hacía distintos trabajos. En un momento, pudo anclar en algo que le gustaba. Era una avidez permanente donde no se podía leer qué deseaba ella en relación a actividad laboral. Era como una errancia. Tras dejar el trabajo de azafata, ella prueba en numerosas cosas distintas.

Él es un prestigioso académico in informático consultado por numerosos gobiernos. Tiene un buen trabajo y un brillo fálico importante. A él le preocupa esta queja de su mujer, que lo cree causante de todos los males, porque él no terció cuando ella se hizo un implante nuevo y que la hija adempas lo destrató. Este destrato a ella la sume en una profunda depresión y que no soporta que él no haya hecho nada. Ella dice “No tengo recursos para operar con mi hija, porque no tengo recursos para ver quién es ni con quién anda”. Lo que deslizaba era cierto temor hacia la elección sexual de la hija. Esta familia tiene roles muy pautados y todas las nuevas modalidades de elección no están bien vistas.

Las entrevistas eran muy discontinuas porque ella permanentemente viajaba a su país de origen para ver a su madre, una madre absolutamente venerada e idealizada. Era la madre perfecta y ella no tenía nada para decir de su historia que pudiera tener alguna relación con esto. 

Ante la pregunta de qué pasaba con su elección de pareja, que ella pasaba rápidamente de un hombre a otro sin duelo. Recordemos que el duelo implica que el sujeto se pregunte qué representa el otro, que lugar ocupaba en relación a la falta. Es decir, sin duelo tramitado no hay posibilidad de que advenga un otro distinto. Lo mismo hacía ella en relación al trabajo, cambiándolos sin escansión. Los hombres aparecían unos tras otros sin el tiempo necesario de procesar una pérdida, porque la pérdida no estaba inscripta como tal.

Ella cuenta que tuvo algunas situaciones de affaire mientras estaba con su marido, porque él no la miraba y ella tenía que hacerse mirar por otro. Él la consentía, pero no quedaba muy claro cuál era el goce de él en esa situación. Posteriormente, aparece algo que según él no tenía importancia. Cuenta que él no intervenía en la relación de ella con la hija, pero que temía que la relación entre ellas fuera igual a la relación de su madre con el hermana: ambas peleaban mucho. 

En esa historia familiar, había un secreto a voces, del cual nadie quería hablar: el abuelo paterno de él había huído a ese país porque había matado al marido de su amante. Posteriormente se casó con su abuela en ese país. Él huyó para evitar quedar preso, viviendo en ese país con la carga de ser asesino de un hombre. Recuerden que ellos peleaban contínuamente y lo que ella decía era “Lo que me sale es matarte” y él le respondía “a mí también”. Este triángulo del abuelo también se repetía en ellos. También ellos con la hija. El secreto era, además del asesinato, los triángulos que se van repitiendo en toda esta historia, incluyendo el lugar de analista como tercero que haga de corte.

Este tratamiento no fue exitoso, pues comenzaron a viajar por el mundo, encontrándose en distintos lugares. La errancia siguió habitándolos, prometiendo consultar nuevamente al volver del viaje. Ellos eran exitosos a la luz social, rendidores laboralmente. Estos viajes no tenían que ver con el tiempo lógico de mirar, comprender y concluir: eran viajes organizados de un momento al otro y cualquier lugar daba lo mismo. Para el deseo decidido, no da lo mismo cada lugar. 

La función del analista es la de cortar el pacto fantasmático gozoso para que vuelva a circular la veta deseante y amorosa en la pareja. Eso que los unió y después está ahí tapado, pueda repactarse desde otro lugar para lograr una relación más vivificante. Primero hay una operación desde lo imaginario y luego se interviene desde lo simbólico, introduciendo una ley que regule los goces. Un sujeto tiene un regulador de goces a partir de la función paterna que corte el goce incestuoso del niño. Para que circule el deseo, tiene que haber una ley que sea acatada por ambos miembros de la pareja. 

Las parejas, en cada momento de la vida, deben reformular esa relación que tiene con el otro. Los cambios vitales hace que la relación al goce, al deseo y el amor vaya modificándose. No es lo mismo una pareja sin hijos que el tiempo cuando emerge la maternidad y la paternidad. Allí habrá que redefinir los lugares, qué es la familia y qué es la pareja. Algunos síntomas aparecen después que alguien se convierte en padre o en madre. Hay que operar ahí para que la pareja vuelva a relanzarse y que la pareja no quede desdibujada en lo familiar. La demanda de un hijo exige tiempo y libido, por lo que abundan las quejas de estar demasiado ocupados con los hijos, o con el trabajo para proveer el dinero, sin tener tiempo para la pareja. Por eso el convertirse en padres exige una refundación de la pareja. 

Otro momento de refundación de la pareja es en el tercer despertar sexual, en la vejez. Cuando la mujer entra en la menopausia y el varón en la andropausia, se debe hacer una nueva configuración a lo imaginario y lo real del cuerpo y cómo se inviste simbólicamente esos cuerpos. Cada nueva etapa exige una reformulación en relación a lo simbólico y lo imaginario. Eso repercute en el modo de estar en y con la pareja.

Cuando hablamos de secretos podemos pensar que hay una gama de secretos diferenciados. No es lo mismo un secreto de filiación que un secreto de una terceridad, como en el caso que vimos. Los secretos dan una coloratura en relación a la confianza en la palabra del otro. Los secretos en la filiación trae trastornos más serios, no solamente en el hijo, sino también en esa obligación de mantener el secreto durante tanto tiempo. El análisis intenta operar vía la palabra para que el imaginario pleno pueda ser agujereado y hacer algo con lo real de cada uno. 

Finalmente, podemos pensar que en las entrevistas de pareja hay implicada una escena que se da a ver. Hay un tercero que no solo escucha, sino que mira. Vemos parejas que discuten y miran hacia otro lado. La presencia del tercero, al devolverle la mostración en la escena de las entrevistas, permite re-verse y repensarse. 

• Este texto se confeccionó con las notas de la conferencia dictada en la UMSA por Stella Maris Rivadero, el 5/11/2019, disertación titulada “Secretos familiares: consecuencias clínicas”