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lunes, 28 de agosto de 2023

La noción de falta de objeto

Hoy ubicaremos la noción de objeto desde la lectura que hace Lacan de los textos freudianos, donde nos trae los ejes de un desvío muy fundamental en las lecturas. Se trata de un ideal de relación de objeto armónica y completa que el texto freudiano contradice.
La noción de objeto se presenta de entrada en una búsqueda de objeto perdido. El objeto es siempre a reencontrar, por eso se trata de la búsqueda del objeto. Así lo puntualiza Lacan, siguiendo la letra freudiana.

En los “Tres ensayos de teoría sexual”, Freud nos plantea un concepto fundamental como el de sexualidad infantil y nos dice que dicha sexualidad contiene los rasgos de la pulsión sexual y el camino de su desarrollo.

Le da todo su valor a la latencia como fenómeno psíquico que se pone en juego entre los cinco, seis o siete años hasta cuando comienza la pubertad.

La latencia divide en dos partes la sexualidad en el hombre, por obra de la represión. Es un tiempo donde se forma lo que después serán inhibiciones de la pulsión sexual, los diques del asco, la vergüenza, la estética y la moral.

Estas construcciones no provienen de la educación, sino que tienen que ver con las etapas de construcción psíquica. Son los mecanismos de la sublimación y las formaciones reactivas de la pulsión.

Algunas veces la latencia no es silenciosa e irrumpe un monto de excitación sexual que no pudo sublimarse y produce síntomas.

La latencia, entonces, divide la sexualidad humana en dos tiempos, la etapa oral, anal y fálica por un lado, y por el otro la pubertad.

La elección de objeto también se da en dos tiempos, la primera entre los dos y cinco años, y la segunda con la pubertad.

Etapa oral

El chupeteo es modelo de las exteriorizaciones sexuales infantiles. La pulsión se satisface en el cuerpo propio (autoerotismo). Parte del chupeteo, pero avanza diciendo que otro sector de la piel o de las mucosas puede convertirse en zona erógena.

El concepto de zona erógena es importante. Cualquier sector del cuerpo o de los órganos internos puede tener la propiedad de la erogeneidad. Este desplazamiento lo vemos claramente, nos dice Freud, en la histeria.

Los labios del niño se tornaron zona erógena y la leche le dio placer. O sea que, al comenzar, la satisfacción erógena quedó unida a la necesidad de alimentación.

La meta sexual de la pulsión infantil es producir satisfacción por estimulación de la zona erógena. La necesidad de repetir la satisfacción se da, por un lado, por un sentimiento de tensión, de displacer, y por otro lado, por una sensación de estímulo proyectada a la zona erógena. El modelo de satisfacción es mamar.

Etapa anal

Al igual que la zona de los labios, la erogenización de la zona anal se apoya en funciones corporales. Este sector del cuerpo tiene un alto valor erógeno.

En la infancia, los trastornos intestinales procuran excitaciones en esta zona, ya sea por constipación o por múltiples evacuaciones. El juego entre expulsión y retención provoca sensaciones que son un fuerte estímulo.

También podemos considerar, nos dice Freud, que el hecho de que un lactante se rehúse a vaciar el intestino en el lugar donde se lo indica el adulto sea un signo de futuro nerviosismo (niños díscolos).

El contenido de los intestinos es tratado por el niño como una parte de su propio cuerpo. Representa el primer regalo que hace al adulto y expresa con él su obediencia o su desafío.

El “regalo”, más tarde, el niño lo significará como “hijo” según las teorías sexuales infantiles: un niño nace porque algo se ingiere y es dado a luz por el intestino.

La retención de las heces es una de las raíces del estreñimiento en los neuróticos.

Etapa fálica

En los varones y en las niñas, la etapa fálica se relaciona con la micción (glande y clítoris). Por las secreciones, por los lavados y cuidados higiénicos, son zonas de mucha excitación y de sensaciones placenteras.

Este tiempo también se caracteriza en el niño pequeño por el onanismo, que establece la primacía de esta zona erógena para la actividad sexual posterior.

Tenemos que distinguir tres fases en la masturbación infantil: la primera corresponde al tiempo de lactancia, la segunda se desarrolla hacia el cuarto año, y la tercera en la pubertad.

Si el onanismo de lactancia desaparece, puede volver a presentarse la pulsión sexual en esta zona cerca de los cuatro años, hasta que una nueva sofocación la detenga, o bien puede seguir sin interrupción.

Si continúa ininterrumpidamente hasta la pubertad, es problemática, ya que indica una excitación que no pudo ser sofocada o reprimida.

La segunda activación sexual infantil deja huellas inconscientes profundas que determinan su carácter y la sintomatología de la neurosis.

La vida sexual infantil, nos aclara Freud, muestra componentes pulsionales que, a pesar del lugar privilegiado de las zonas erógenas, son la pulsión del placer de ver y de exhibir, y el de la crueldad. Aparecen con independencia de las zonas erógenas, y más tarde entran en relación con la vida sexual.

El niño pequeño tiene curiosidad de ver los genitales de otras personas, quiere exhibir su cuerpo y andar desnudo por la casa. Luego, la vergüenza pone un dique y los niños se convierten en mirones.

La crueldad es característica del carácter infantil. La posibilidad de detenerse frente al dolor del otro se desarrolla más tarde. Freud lo conecta con la pulsión de apoderamiento: niños que ejercen una particular crueldad hacia los animales y los compañeros de juego.

Entre los tres y los cinco años se inicia una actividad que permanece unida a la pulsión de saber o investigar. La pulsión de saber de los niños recae con intensidad sobre los problemas sexuales y se despierta por ellos.

La pregunta fundamental sobre el origen de los niños y la suposición de que todos los seres humanos poseen un genital como el suyo pulsan e impulsan estos enigmas. Así es como el niño construye las teorías sexuales infantiles.

La investigación sexual de la primera infancia es solitaria. Es un primer paso hacia la orientación autónoma en el mundo y establece un apartamiento del niño de las personas de su entorno en los que fundaba su confianza.


Luego de la latencia, es decir, el tiempo de la represión, viene una oleada pulsional que abre otro tiempo.

Este nuevo tiempo nos trae una nueva meta sexual que se alcanza con la cooperación de todas las pulsiones parciales y las zonas erógenas que se subordinan al “primado de la zona genital”. La pulsión sexual se pone al servicio de la función reproductora.

Para que todo este pasaje se produzca con éxito, nos dice Freud, es preciso que se cuente con las disposiciones originarias y todas las particularidades de las pulsiones. Esto quiere decir que el pasaje no se da per se ni en todos los sujetos igual.

A las perturbaciones de este pasaje las que llama “inhibiciones del desarrollo”.

Es característico de esta etapa el crecimiento de los genitales externos y el desarrollo de los genitales internos.

Este aparato debe ponerse en marcha por estímulos externos (por excitación de las zonas erógenas), desde el interior del organismo y desde la vida anímica. Estos tres factores generan un estado de “excitación sexual”. Este estado provoca un sentimiento de tensión y alteraciones en los genitales (erección del miembro masculino y humectación de la vagina en la mujer) que es preparatorio para el acto sexual.



Dijimos, entonces, que durante esta metamorfosis las zonas erógenas se insertan en un nuevo orden, y tienen un papel importante en la introducción de la excitación sexual.

La excitación se conecta por una parte con el placer, y por otra con el aumento de la tensión que termina siendo displacentero. La excitación sexual reclama más placer, es pulsionante.

Freud aquí nos plantea un problema: “¿De qué modo el placer sentido despierta la necesidad de un placer mayor?”.

Las zonas erógenas cumplen un papel muy importante. Mediante su estimulación brindan un cierto monto de placer, y es desde aquí que se inicia un incremento de la tensión para llevar finalmente al acto sexual. El placer último, el de la descarga (el orgasmo), es un placer de satisfacción, y con él se elimina la tensión de la libido.

Este placer final es nuevo y depende de condiciones que sólo se instalan con la pubertad. El placer de las zonas erógenas pertenece a placer preliminar y deriva de la vida sexual infantil.

La activación autoerótica de las zonas erógenas es igual en ambos sexos en la niñez, y la diferencia de los sexos en este punto se establece en la pubertad.

El texto nos aporta una tesis en relación a las manifestaciones autoeróticas y masturbatorias: “La sexualidad de la niña pequeña tiene un carácter enteramente masculino”. Hace una distinción entre masculino y femenino, y se refiere a la pulsión activa o pasiva (que, nuevamente, debemos pensar como posiciones).

Junto con el cambio de lo autoerótico a la nueva meta sexual se da el hallazgo de objeto.

Nos dice Freud que el hallazgo de objeto está preparado desde la más temprana infancia.

El hecho de mamar el pecho materno se vuelve modelo para todo vínculo de amor. El hallazgo o encuentro de objeto es un reencuentro. Siempre se trata de restaurar la dicha perdida.

La elección de objeto es guiada por indicios infantiles, renovados en la pubertad, cuyos modelos de amor han sido los padres. Por la barrera del incesto esa elección se orienta hacia otras personas.

Lacan toma este texto en el Seminario IV: La relación de objeto, donde coloca sus aportes a este texto, la noción de falta de objeto y los tres registros (Real, Simbólico e Imaginario) en relación a las categorías de la falta. Así, nos puntualiza los desvíos de los psicoanalistas que siguieron a Freud.

miércoles, 30 de junio de 2021

El juego del niño de 6 a 10 años

En esta etapa, hablamos del juego reglado. Es un juego social. Se basa en la propia estructura de la regla y su seguimiento. En el futbol, por ejemplo, hay sanción si no se cumple la regla. La sanción es social.

Competencia: se juega con el propósito de ganar. Hay que enseñarles a perder. Se gana y se pierde, es el momento de fomentar la tolerancia a la frustración.

Cooperación: Distribución y aceptación de roles. El que se quedó en el egocentrismo no puede hacerlo. La capacidad de descentración del niño es lo que le permite aceptar un rol.

Es social, porque el juego se da en más de uno.

Hay juegos basados en la destreza física y juegos de reglas basados en el desarrollo de funciones intelectuales.

La escondida es la representación psíquica propia de esta etapa (latencia). El que cuenta es el superyó. Reprime y evita las pulsiones. Los escondidos representan las pulsiones. Se tratan de esconder. No bien se distrajo el superyó, aflora la pulsión. Hay veces que logra esconder solo una parte de la pulsión (ej: gordo que se esconde detrás de un árbol). El que se esconde y “no respira” es que no quiere ser descubierto, pero está.

Cuando está jugando, el niño no es solo descarga energía, sino que se trata también de una descarga pulsional. Este juego se da también en la preadolescencia.

viernes, 12 de febrero de 2021

Clínica con niños: ¿Qué es la latencia?

Desde el psicoanálisis, es poco el desarrollo que hace Freud sonre el tema de la latencia. TALAFERRO dice que desde los 5-6 años hasta los 12 y a raíz del complejo de castración, el niño entra en una época de calma sexual. El ello se aplaca, el yo se refuerza y empieza a operar esta nueva instancia que es el superyó, que actúa con severidad.

Freud reconoce que no existe una latencia absoluta, puesto a que hay una aparición esporádica de excitaciones sexuales. La libido busca perfeccionar la capacidad de sublimación del sujeto, es decir, la energía del impulso sexual. La libido es utilizada por el yo para la expansión intelectual, para el aumento de conocimientos. Es un momento donde la cultura y lo social refuerza el proceso represivo de la sexualidad. En algunas culturas no es tan marcada la represión sexual y la latencia es más desapercibida. Esto es lo que Freud aporta desde el psicoanálisis.

STONE Y CHURCH, en el libro “Niñez y adolescencia”, amplía mucho más la noción de éste período. Se refiere a los años intermedios, que hace referencia a la tranquilidad relativa entre el tumulto de años preescolares (pre-edípico) y la nueva inquietud de la adolescencia. También lo denomina “años escolares”, para indicar que esta edad es el momento preciso para el aprendizaje formal en la escuela. También lo designa como “edad de la pandilla”, por la importancia que cobra la asociación con los pares. Por último, toma el término de Freud, latencia, como quietud sexual entre la efervescencia del Complejo de Edipo y los trastornos de la adolescencia. Son 4 formas de nombrarlos.

Este período es el más desconocido por parte del adulto, porque el niño le vuelve la espalda. Arman una sociedad de niños, los valores que trasmiten los pares son mucho más importantes. Ocultan, disimulan, engañan, arman sociedades secretas (que duran horas y días), que se confirman con pactos y juramentos.

Es una edad donde los recuerdos se organizan. Ya no son episódicos como en la etapa inicial. No se demuestra de ese lado la quietud sexual de la latencia.

Los niños latentes intentan copiar al adolescente: la música, la manera de hablar, vestirse, pero rechazan la complicación de las relaciones heterosexuales. El niño de 6 años todavía desea mimos. A los 9, las demostraciones de afecto lo avergüenzan, sobre todo si es varón. El niño aprende eso.

En la etapa de latencia, los varones se vinculan con varones y las nenas con las nenas. Tienen sus valores y sus intereses. La comunicación entre sexos es mínima, hay una intensa adhesión al grupo de pares. La búsqueda de la identidad se refiere a ese grupo. En la etapa preescolar, la identificación surge de los padres. Ahora, con el grupo de pares. La visión que el niño tiene de sus padres es más realista: puede captar debilidades e imperfecciones. Cuando los pares le ponen sobrenombres, lo toman con orgullo, porque es mejor que ser ignorado por la pandilla.

El grupo le da apoyo e identidad. El peligro es que esta independencia se transforme en una servidumbre, o sea, que sus juicios estén dependiendo de la opinión del grupo. El grupo puede cambiar el juicio del niño.

Hay rituales, juegos, chistes, adivinanzas, trabalenguas, lenguajes codificados que se trasmiten en esta etapa, propias de esta edad.

Las niñas piensan en el amor; los varones sienten curiosidad por el sexo. Intercambian en el grupo información, se enteran por experimentos sexuales, teniendo sexo entre sí, que puede llegar a la masturbación o a la felatio.

Este autor está en contra de Freud en lo de la quietud sexual. La represión tiene que ver con lo incestuoso, no con los demás objetos sexuales. Estos juegos se ocultan al adulto. Murmuran, esconden, porque saben que el adulto lo desaprueba y es mal visto por ellos. El desconcierto del adulto es siempre cuándo y cómo transmitir este tipo de información. Haga lo que haga el adulto, el niño aparte buscará información, en parte verdadera y en parte falsa.

Otro autor, RODOLFO URRIBARRI, en el libro “Estructuración Psíquica y subjetivación del niño de escolaridad primaria”, dice que el período de latencia implica un trabajo específico, que implica un esfuerzo por parte del niño, de una exigencia de tramitar la pulsión en forma diferente, de un nuevo orden metapsicológico (tópico – económico – dinámico). 

La crítica que hace es que el período de latencia se ha definido por la negativa, por lo que deja de ocurrir en lugar de lo que ocurre y se complejiza. Se enfatiza por ejemplo, que desaparezcan las conductas sexuales manifiestas, que disminuye la emergencia de lo inconsciente en las conductas y en las expresiones. El niño latente, desde el punto de vista psicoanalítico, es aburrido, inhibido. Está trabajando los mecanismos de defensa y la formación reactiva. 

Se cuida más a sí mismo. Hay control de las pulsiones, de los retornos de las pulsiones. Frente al adulto, la apariencia es de un niño tímido que no se expresa. Reprime su odio y sus pulsiones. Además de estas modificaciones en el aparato, también se refiere a la relación con las instituciones. Ingresan adultos con autoridad, nuevos para él. Esto también va con la adquisición de lo positivo. Responden diferente a nivel somático y psíquico. Aumenta la memoria, la imaginación, las operaciones intelectuales, el lenguaje, la inserción social (pares que lo pueden rechazar). El trabajo social es cada vez más intenso. Urribari lo llama “trabajo de latencia”. Tiene que organizar sus impulsos de otra manera. Por eso habla del nuevo ordenamiento, la relación intersistémica (rel entre el yo, ello y superyó) no es la misma: el superyó es más fuerte que el ello.

Urribari divide el trabajo de la latencia en

INTERSUBJETIVO

INTRASUBJETIVO

Se refiere a la problemática edípica, la problemática fraterna, la relación con los pares, y los nuevos adultos que ingresan a su vida como autoridad.

Es la capacidad y la ampliación del aparato psíquico en sus 3 aspectos: tópico, dinámico y económico.

Freud describía a la latencia como una disminución fisiológica de los impulsos. Es una postura biologisista, él consideraba que había una disminución de la pulsión desde la apoyatura somática, por la disminución de hormonas. Urribari dice que la endocrinología y lo hormonal no registra una disminución de hormonas en la latencia. Urribari semana que esto no es así, sino que la diferencia está en que los niños se esconden de los adultos, pero siguen tan interesados como en la etapa pre-edípica.

Urribari describe momentos de angustia, de inseguridad, desequilibrio, si bien el niño aparenta docilidad, ser estudioso y calmo. Pero en realidad hay un gran trabajo y angustia frente a las pulsiones que debe realizar: canalizar y sublimar la energía pulsional. La cultura obliga al yo a canalizar las pulsiones.

Urribari hace una subdivisión de la latencia. 

Latencia primaria o temprana ( 5 – 6 a los 8 años): Se caracteriza por un equilibrio intersistémico muy frágil entre el consciente, preconsciente e Icc y entre el ello, yo y superyó. El equilibrio es fácil, por eso la emergencia de angustia frente a las propias pulsiones. Hay una lucha que tiene que hacer el yo para limitar la descarga mediante la represión. Echa mano a los mecanismos de defensa, a la formación reactiva (implica una contracarga que empobrece al yo y lo limita), por eso el niño es inhibido. Por otra parte, la reciente salida del Complejo de Edipo implica la instancia del superyó, con sus castigos. El equilibrio que busca debe ser entre lo prohibido y lo permitido, entre lo deseable y lo posible. El niño parece estar siempre alerta, cuidándose. Por otra parte, el Complejo de Edipo introduce la amnesia infantil, entonces hay un sentimiento de perplejidad de sí mismo. El yo consciente experimenta un vacío y ajenidad, como si hubiera perdido referencias, que han quedado sepultadas en la amnesia infantil.

La incorporación del superyó genera esa voz que viene de adentro y que lo confunde, sumado a los nuevos adultos que le dan órdenes, las nuevas figuras de autoridad que se suman a sus padres. Por eso la actitud dubitativa. El desafío del niño en la latencia temprana es no agotarse en el círculo vicioso embate personal, embate pulsional – defensa. La sublimación abre un camino que favorece la descarga desde vías socialmente aceptadas. Por ejemplo, para un nene de 6 a 8, quedarse quieto. Tiene que poder defenderse de su motricidad para escribir o incorporar conocimientos. Se abre una descarga en algo socialmente aceptado. En ese sentido, la escuela es una vía sublimatoria importante. La escuela abre vías de descarga alternativas, como por ejemplo, mostrarse limpios ante el deseo anal de suciedad. Se satisfacen el sistema inconsciente y el yo que se contrapone a ensuciar (ej. Escribir con lápiz).

Latencia secundaria o tardía (8 a los 12): Implica menos sufrimiento, porque la maduración neuronal permite la adquisición de capacidades intelectuales. Se amplían los recursos, el equilibrio se estabiliza, el entorno social se hace más facilitado, los mecanismos sublimatorios se reafirman y se facilita la descarga pulsional.

Lo que caracteriza es más autonomía, más equilibrio, menos sufrimiento que en la latencia temprana, menos temor al desborde y al surgimiento de angustia. Cada vez cobra más relevancia el principio de realidad y se va ampliando el distanciamiento de lo familiar. Adquiere más importancia el grupo de pares.

viernes, 16 de octubre de 2020

¿Qué sepulta al complejo de Edipo?

¿Qué quiere decir que el complejo de Edipo se vaya “al fundamento” o que sea “sepultado” por efecto de la represión? Estas expresiones hablan de algo más profundo que la represión que da lugar a las formaciones del inconsciente.

Entre los artículos freudianos sobre sexualidad infantil, hoy vamos a hablar de “El sepultamiento del complejo de Edipo”, de 1924. Freud nos plantea en este texto que el complejo de Edipo “se va a pique”, “al fundamento”, como la clínica nos indica, por dolorosas desilusiones.

Estas desilusiones son inevitables: la falta de la satisfacción esperada, la denegación del hijo deseado, etc.: “el complejo de Edipo se irá al fundamento a raíz de su fracaso, como resultado de su imposibilidad interna”.

También cae porque, en relación a la historia de la humanidad, ha llegado el tiempo de su disolución. A lo largo de los tiempos esto fue así. Freud trae algo que se ubica entre lo particular de cada historia y las generaciones humanas.

La fase fálica contemporánea a la del complejo de Edipo se hunde por la amenaza de castración y es relevada por el período de latencia, como efecto de la represión.

Como vimos en textos anteriores sobre el concepto de sexualidad en Freud, el niño no obedece rápidamente a esta amenaza. La visión de la diferencia frente a la niña trae un efecto a posteriori sobre la falta de miembro en la madre, y es entonces cuando da crédito a la amenaza.

Es por la amenaza de castración que el complejo cae. Por eso quiero subrayar un párrafo del texto freudiano sobre el tiempo previo a la amenaza de castración, de una gran riqueza clínica: “No debemos ser tan miopes como la persona encargada de la crianza que amenaza con la castración, y pasar por alto que la vida sexual del niño en esa época en modo alguno se agota en la masturbación. Se la puede pesquisar en la actitud edípica hacia sus progenitores; la masturbación es sólo la descarga genital de la excitación sexual perteneciente al complejo, y a esta referencia deberá su significatividad para todas las épocas posteriores”.

¿Qué consecuencias va a tener la actitud edípica del niño en relación a sus progenitores? ¿En qué posición se va a situar, por ejemplo, el varón? En una posición masculina (inconsciente), en el lugar del padre y, como él, pretenderá mantener comercio con la madre, a partir de lo cual el padre pasa a ser un obstáculo; o bien sustituyendo a la madre, haciéndose amar (pasivamente) por el padre, con lo cual la madre allí queda de más.

O sea que no sólo la masturbación es indicador clínico del tiempo previo a la amenaza de castración, sino que también lo es la forma en que el niño se situó frente a sus padres. Esto nos permite leer en qué posición —pasiva o activa— quedó a partir de ese momento, cómo se dio el tránsito edípico, el cierre del Edipo y sus consecuencias para la posición sexual.

Ahora bien, volvamos al comienzo para ubicar algunas cuestiones.

El complejo de Edipo y sus alcances son centrales en la sexualidad infantil. Al final de la primera infancia, y previo al período de latencia, el complejo cae “sepultado”. Esa es la palabra que Freud coloca en el título de su ensayo. Dirá también que el complejo se va “a pique”, “al fundamento”. Entonces, tres formas de decirlo. ¿Son lo mismo?

En una nota al pie de la primera página del texto, Ernest Jones, biógrafo de Freud, nos dice que sepultamiento (untergang) es una palabra mencionada en la correspondencia de Freud. Por otra parte, Freud ya la había usado en dos pasajes de “El yo y el ello”, y según la nota “Sobre una versión castellana” de la obras completas editadas por Amorrortu, hay una coherencia en el empleo que hace Freud de untergehen, asociada a zugrunde gehen (irse al fundamento). En la correspondencia a Fliess, en relación al Hombre de las Ratas, Freud explica la represión al paciente con un ejemplo y le dice que Pompeya no “se fue al fundamento” (zugrunde gehen) hasta que no fue desenterrada. La represión es una muerte que funda algo, no es una simple muerte. Es un movimiento de doble dirección: enterramiento y desenterramiento, muerte y vida. Es un sepultamiento que a su vez engendra.

¿Qué quiere decir que el complejo de Edipo se vaya al fundamento o que sea sepultado por efecto de la represión? Estas expresiones hablan de algo más profundo que la represión que da lugar a los síntomas. Una parte puede sufrir la represión que Freud llama secundaria, pero otra parte va a la represión primaria, al fundamento.

Freud nos dice, refiriéndose a lo que da lugar al período de latencia: “[…] el proceso descrito es más que una represión; equivale, cuando se consuma idealmente, a una destrucción y cancelación del complejo. Si el yo no ha logrado efectivamente mucho más que una represión del complejo, este subsistirá inconsciente en el ello y más tarde exteriorizará su efecto patógeno”.

La represión secundaria da lugar a las formaciones del inconsciente, entre ellas el síntoma, y la represión primaria se juega en lo fantasmático, como lo transmitió Lacan.

Al cierre del complejo de Edipo se constituyen síntoma y fantasma como efecto del tránsito por la sexualidad infantil. Otro efecto del sepultamiento del complejo de Edipo es la formación del superyó y el yo ideal.

Las variaciones en los distintos pasos y el encadenamiento de los procesos del tiempo del Edipo hasta su sepultamiento son fundamentales en las consecuencias de la estructuración psíquica.

Se nos abre la posibilidad de pensar las consecuencias de cada paso y cómo se da la represión.

El sepultamiento del complejo de Edipo” es un texto que recomiendo releer varias veces en toda su extensión para seguir paso a paso el proceso que Freud nos plantea.

Estas palabras en la que hicimos foco nos abren una vía para captar el fundamento como el campo de la represión primaria.

Que el complejo de Edipo caiga por efecto de la represión nos puede dejar en el equívoco de que se trata de la represión secundaria. Aquí Freud es contundente: “al fundamento”, “a pique” quieren decir mucho más que una represión: la represión primaria.

Lo que quedó bajo la represión primaria vuelve en forma de repetición. Lo que quedó bajo la represión secundaria vuelve como retorno de lo reprimido. Dos posibilidades totalmente diferentes.

jueves, 14 de noviembre de 2019

Huele a Pubertad - seminario clínico (II)


Notas del seminario clínico dictado por Marta Rodriguez, el 12 y 19 de mayo del 2016 (ver clase anterior)

Clase del 19 de mayo de 2016.
La vez pasada preguntaron por qué hablábamos de pubertad y no de adolescencia y qué pasa con la latencia.

Dijimos que que el primer despertar sexual implicaba la pregunta por el deseo del Otro. El niño se pregunta qué lugar ocupa en el Otro, cuál es su lugar en su falta. La salida de esto es el complejo de castración, el complejo de Edipo. En el segundo despertar sexual, entrada la pubertad, está lo real que sacude el cuerpo. Hay algo que irrumpe e impacta en lo imaginario.

En el medio, como articulador entre estas dos escenas, encontramos la latencia. Es un tiempo en el cual el cuerpo entra en un cierto reposo. Una articulación podemos pensarla como una espacio vacío, por ejemplo entre 2 huesos, que permite que podamos movernos. La latencia va a permitir el pasaje de una escena a la otra. El cuerpo del autoerotismo, de la primera infancia y de la sexualidad de la primera infancia con los objetos parentales van a entrar en otra escena: la escena de los pares. Esto es vía el complejo de castración, la prohibición del incesto. La vida pulsional del del chico no desaparece, sino que entra en otra lógica. Se atempera, se sublima, se inhibe. Entra la pulsión de saber, entrada en la primaria. Toda esa pulsión sexual entra en función del aprendizaje. Aparece el juego de regla, el encuentro con los pares, porque algo se ordenó en la salida del complejo de Edipo. La latencia, entonces, es este articulador de escenas.

¿Por qué pubertad y no adolescencia? Ubicamos la pubertad como irrupción en el cuerpo en el segundo despertar sexual, esto que sacude desde lo real a lo imaginario. Y la adolescencia como tiempo en donde se van articulando las cuerdas. El trabajo de la adolescencia, por esa irrupción de lo real en lo imaginario, es apropiarse de esta nueva imagen y construir, releyendo las marcas anteriores, una posición en relación a su posición sexuada y una ubicación en el deseo, el goce y el amor, ubicación fantasmática.

Esto lo podemos pensarlo a la luz de lo que Lacan plantea en El tiempo lógico  y el aserto de certidumbre anticipada. Ahí Lacan plantea tres tiempos: instante de la mirada, tiempo de comprender, momento de concluir. En relación a los tiempos de la estructura, podríamos ubicar el instante de la mirada en el primer despertar sexual. El tiempo para comprender es la latencia y el tiempo para concluir es la pubertad como entrada y la adolescencia como salida. Ahí Lacan plantea la situación donde hay 3 carceleros y que para salir de esa situación de encierro tienen que deducir qué cartel portan como marca y que ellos no pueden ver. Entonces, lo que dice Lacan es que el el tiempo de concluir el sujeto puede ir al acto, que la vez pasada lo veíamos en relación a la adolescencia al salir de la endogamia. Él lo puede hacer porque hizo una lectura de la marca de los otros la propia marca, comprendió y concluyó su propia marca. Entonces puede salir al acto y salir de esa posición de esclavo, de carcelero.

En la clase anterior también hicimos referencia al título del seminario y a la imagen que había presentado en relación al título. Hablamos del huele a pubertad, en relación al olor como metáfora de un desprendimiento de cuerpo, de un real que no se ve ni se toca, sino que se siente y que está en relación a la producción hormonal de un chico y de la sexualidad.

Las zapatillas pueden representar una nueva vestidura de ese nuevo cuerpo con todos esos cambios. O como función del velo. Los animales no usan vestidos, porque no tienen la neurosis nuestra de sentirse desnudos. Ya desde Adán y Eva podemos ver el tema de vestirse, que está en relación a la sexualidad, porque velan lo real de la sexualidad. Aparte de la función de cobertura que tiene el velo, podemos pensar “velo” en función de velatorio. A la muerte. Sexualidad y muerte en relación a la pubertad.

Lo que el sujeto duela es el lugar que tuvo en el Otro como objeto. Para ir en la búsqueda de nuevos objetos y poder desprenderse de los objetos parentales, hay algo a duelar del lugar que se tuvo en el Otro. Este es el trabajo de duelo que implica la adolescencia. Cuando esto no se da, nos encontramos con chicos melancolizados, consumiendo muchos objetos de todo tipo, o chicos en la vertiente maníaca. Cuando hay melancolía o manía, hay un duelo que no se está haciendo. El duelo, en este tiempo de la estructura, es poder ubicar qué lugar se tuvo en el Otro, para hacer una lectura de la marca, de una escritura, y hacer una salida con esto que nos constituye.

También hablábamos de las zapatillas como ícono de la adolescencia y esto es medio complicado hoy, porque todos las usamos. Hay ciertos rasgos distintivos de la adolescencia que son compartidos por todas las generaciones. Y no es algo de la ropa, sino también de las posiciones de los adultos, que aparecen adolentizados. También tomamos el texto de Winnicott Realidad y juego, donde él dice claramente que si queremos que haya adolescentes, necesitamos que haya adultos. Si queremos adolescentes vivos y vivaces, que los adultos no cuelguen los botines y que hagan el trabajo que tienen que hacer, que es hacer lío, enfrentar, estar en oposición. Si no estamos ahí para resistir esa partida, los dejamos sin parte del juego que tienen que hacer.

Hay un libro del sociólogo David le Breton, Breve historia de la adolescencia, donde él ubica las adolescencias líquidas y plantea estas dificultades. Un sociólogo hace una lectura de un colectivo, pero nosotros, aunque nos podemos servir de esto, debemos leer lo particular de ese chico. Los adolescentes pueden estudiar la jerga adolescente, que el adulto no entiende. Esto está ahí cumpliendo una función. Nosotros hablamos y nos constituimos como fuimos hablados. Hay un primer tiempo en el que el chico habla como habla su mamá. Si la mamá dice “El nene tiene frío”, el nene dice “El nene tiene frío”. Habla en tercera persona, en espejo, habla como es hablado. Hay chicos que se quedan ahí, sin poder atravesar el espejo, detenidos en esa captura alienante. Si las cosas van medianamente bien, un chico pasa de hablar en tercera persona a decir “yo”. Y el yo viene con el no. No quiero. Es la manera de salir de esta alienación constitutiva y constituyente, de separarse.

En el segundo tiempo de la escritura, hay operaciones similares a la que se dieron en el primer tiempo. El sujeto, para descolgarse del Otro que se le vuelve incestuoso por la posibilidad del acto sexual (si el objeto de amor sigue siendo el parental, toca el incesto), tiene que partirse e irse de ahí. Una manera de irse es alienarse al grupo de pares. Se descuelga de un lado y se cuelga en otro. Los chicos toman distancia de la palabra del Otro y empiezan a hablar de manera extraña y jeroglífica. Esa modalidad de hablar cumple la función de tomar distancia de la palabra de los padres. Hasta en las palabras hay erotismo y hasta de las palabras de los padres se tiene que desprender para no quedar tan tocado. Me clavó el visto, le clavé, colgué, estás re gede, estoy re paja, fisura…

Si bien un sociólogo puede decir que los chicos usan el término “paja”, un analista puede dar un paso más y preguntarse por qué está diciendo paja a cada rato. Una analizante me decía que quería ponerse de novia, pero que esta re paja, y paja esto, paja lo otro… Y bueno, el novio le va a quedar un poco lejos, porque de la satisfacción con el propio cuerpo a la de un novio, hay un pasaje. No es algo para decirle a un chico que recién empieza. Podemos ubicar en eso que se dice, más allá de la jerga, qué se está diciendo. Es como el subtitulado que pone Capusotto cuando hace el adolescente.

Volvamos al tema del olor. Winnicott nos ayuda a pensar algunas cosas que anticipamos antes. Él dijo que el objeto transicional tenía algo propio, que es el olor, que conserva cierto rasgo de la mamá y del chico y que permite el desprendimiento a condición de que ese objeto esté presente. Los nenes entran al jardín con su mantita, con su muñequito, etc. Ese objeto permite que mamá pueda quedarse en una sala de espera. Son objetos que acompañan cierto tránsito, cierta zona de desprendimiento. En la entrada en la pubertad, hay un montón de objetos y en cada momento de entrada hay objetos que acompañan. Esto pasa en la primaria, en la secundaria y en la facultad…

La clínica de la entrada pubertad, frente a este sacudón de lo real y el cambio en la imagen, trae en lo simbólico cierta mudez. Y es común encontrarnos en el consultorio con chicos que no hablan y no juegan. Tenemos que sostener esa incomodidad que el chico nos está transfiriendo, que no sabe qué hacer, que no sabe qué decir, porque hay algo que lo sacudió y que todavía no tiene simbólico de dónde agarrarlo. Podemos hablar con los padres, pero sin desatender al sujeto. tal vez tenemos que crear las condiciones para poder articular algo de su decir. Esto lo enseña muy bien Freud en el caso del chico de la miga de pan. En Psicopatología de la vida cotidiana, en el apartado de actos sintomáticos y casuales, hay un caso de un chico de 12 años que llega a la consulta con Freud con un grado importante de inhibición.

Freud supone que este chico está atormentado por cierto descubrimiento que hizo en la esfera de lo sexual. Entonces, la inhibición es una respuesta a ese momento, supone Freud. Freud se abstiene de decir esto hasta poder comprobarlo. El chico entra a la consulta, mucho no habla y ve que e chico tiene algo en la mano, que la mete en el bolsillo, la saca… Hay algo que el chico presenta y no dice. Freud observa. A la vez siguiente, el chico vuelve a traer algo en la mano y a hacer un movimiento, hasta que en un momento abre la mano y muestra que tiene una miga de pan grande, como si fuera una plastilina, que la amasaba. Freud siente curiosidad por el objeto y se pone a observar lo que el chico hacía, sin decir nada. Entonces, el chico empieza a hacer unos hombrecitos con la miga de pan y a estos hombrecitos le agrega un apéndice entre las piernas. Dice Freud que para que no quede al descubierto lo que chico hacía, empieza a agregarle muchos apéndices. Freud le cuenta una historia: le cuenta la historia de un padre, de un hijo, de una conquista y de una desfloración. Vayan a leerlo.

Freud interpreta ahí casi como nosotros manejamos en el juego de un niño, interpreta alegóricamente, no directamente. En este tiempo de reinscripción de las marcas, donde la sexualidad del Otro se vuelve amenazante, hay que ir con cuidado y no dejarlo demasiado al descubierto. La intervención en la línea del cuento y del juego, sin infantilizar al niño, empieza a armar esta trama simbólica hasta que se pueda seguir hablando desde otro lugar, en primera persona. Primero es en tercera persona, sin tocar demasiado, pero sabemos que estamos yendo a ese lugar, a ese carozo.

En ese objeto que se presenta, ubicar que sujeto representa, ya que el sujeto es lo que representa un significante para otro significante. Entonces, en esta clínica que se presenta en tanto muda, muchas veces acompañada con objetos (celular, auriculares, amigo que espera abajo, el olor). El objeto como olor es una manera de decir “salí de acá” y también distancia al Otro. Los padres no quieren entrar a los cuartos por el olor y eso a veces es una manera que la madre no etre al cuarto. Nosotros no nos manejamos como pedagogos ni higienistas como para mandar al chico a bañarse, porque la dirección a la cura no es una dirección de moral, sino ubicar qué del sujeto se ubica en oler mal. O entrar siempre con auriculares, qué no quiere oír, o qué está oyendo.

Les cuento de una niña que me llega a la consulta cuando estaba en primer año del colegio. Los padres la traen porque esta chica estaba muy triste y no podía decir nada de lo que le pasaba. Inicialmente no hablaba. La invito a jugar a las cartas, a las damas, a dibujar, pero nada la motivaba. Era bastante incómodo sostener la incomodidad que ella traía. Yo sabía que a ella le gustaba escribir, porque los padres me lo habían contado. A mí me salía nombrar a la chica como “qué parca que es”, algo de parco. Poco después pensé que lo parco, la parca, tiene que ver con la muerte, como si esta chica estuviera eclipsada por algo de la muerte. Frente a esta incomodidad, un día que viene se me ocurre proponerle jugar al cadáver exquisito, que es una técnica de escritura del surrealismo, donde uno pone una frase y le pasa al otro el papel doblado, cosa de que le llegue las últimas palabras de lo que escribió. El otro tiene que continuar con otra frase, dejando lo último al descubierto y así se va armando un texto que después se lee.

Ella acepta jugar a ese juego. Yo escribo la primera frase “Un día de otoño me desperté pensando”
Ella: “no sé qué poner acá”
Yo: “y allá tampoco era un sueño tenía ganas se cumpliera”
Ella: si yo cumpliera todas mis cosas, podría salir más”
Yo: Eso es lo que deseaba yo y no lo supe por mucho tiempo.
Ella: Hace mucho tiempo que no veo a mi abuelo.
Yo: Lo quise tanto que a veces lo extraño.
Ella: Es extraño lo que me pasa.

A partir de eso empezamos a hablar cosas del abuelo, de las cosas extrañas. En esta clínica, que parece un poco muda, hay que afinar el oficio de la lectura y de la escucha. A veces en las supervisiones cuentan que parece que pasa el tiempo y no pasa nada, que solo hablan de un mismo tema. Pero eso habla, así donde eso es, el sujeto debe advenir. Lo simbólico está tratando de tejer su trama y habla de esa manera: de la play, de que no consigue pasar de pantalla, que no consigue el escudo y los amigos si, etc. Hay que poder tomarlo y escucharlo así.

Les voy a leer un caso de un trabajo mío llamado “De objetos y púberes
Años atrás una púber de 12 años me contaba lo apasionada que estaba con la lectura del libro “La última Canción”. Ante mi pregunta de lo que tanto le gustaba de la historia, decía “No lo puedo explicar”. Al tiempo sale la película y la trae para que la veamos en el notebook del consultorio. No hay palabras para explicarlo, había algo que le gustaba mucho y entonces trae el objeto película.

Apagamos la luz y durante 4 sesiones, el consultorio se transforma en un cine. Anotábamos sesión tras sesión, donde dejábamos para continuar. La consulta venía motorizada desde la inquietud que le generaba el ingreso a uno de los colegios universitarios de Buenos Aires, transmitiendo desde el inicio de la consulta, algo así como “se viene la noche”.

Conocí a esta niña desde pequeña. En el tratamiento de su infancia había sido en la latencia, de los 6 a los 10 años. Sus padres consultaron en esa ocasión frente al miedo que la niña presentaba a la noche. Temor frente a lo oscuro, dificultad para dormir sola y pesadillas recurrentes. En aquel momento jugamos al cuarto oscuro, juego que consistía en oscurecer el consultorio lo más posible y buscar con linternas objetos pequeños. Este juego fue desplazado por otro, con el que culmina el tiempo del análisis. El juego consistía en armar lo que ella llamaba “instalaciones de arte”, instalaciones que construíamos con objetos del consultorio, transformándolos en una suerte de museo de arte moderno, donde uno de los temas que nos abocábamos era a la iluminación de las piezas. Cada instalación tenía un nombre en función de lo que representaba y eran fotografiadas. Se les sumaba la labor de una periodista que con micrófono en mano le hacía reportaje a los artistas o comentaba las obras. La instalación con la que se despide se llamaba “Sueños” y estaba referida a los anhelos.

A los 12 años, es ella la que pide venir. Otra vez se vuelve a apagar la luz y el film comienza: La última canción. Recuerda que sus padres de jóvenes cantaban y eso fue lo que a la madre la enamoró. Acá hay algo de la prehistoria de la sexualidad parental y el objeto voz.

La película versa sobre una joven que se reencuentra con su padre músico, quien se había alejado de sus hijos tras la separación de la pareja. La muchacha va pasando del enojo de la distancia que puso el padre a reencontrarse con eso que compartían: el gusto por la música. Se irá reconociendo en el grupo del padre, reconciliando y también despidiendo, pues el padre está muy enfermo y compartirán así la última canción. En este pasaje, la muchacha se enamora por primera vez. Duela al padre mientras se despierta en este segundo tiempo, al amor.

Mi paciente comenta, mientras mira la película, que tiene ganas de que le guste un chico, poder despejarse y pensar en otra cosa. Despertar en los sueños de amor en tiempo del doloroso resarcimiento de los padres, como decía Freud, en relación al armado de la novela. Tiempo de pasaje de escena y de duelo por los objeto parentales. Duelo necesario a transitar para que sea posible en hallazgo de objeto.

A los 16 años, la joven vuelve a consultar. Esta consulta culmina cuando deja al secundario. Se va de viaje de egresados. Al entrar comenta que no recuerda que en el consultorio hubiera tanta luz. Yo me había mudado y estaba en otro consultorio. Le digo “Estamos en otro lugar”. En lo académico sigue siendo brillante, pero plantea que en el amor sigue siendo una nena. Plantea no tener claro qué le gusta, qué quiere. Recuerden que antes no lo podía explicar. Ahora es una pregunta puntual: ¿Qué quiero, qué me gusta? Se abre otro tiempo, que no solo era armar la ficción de la novela, la historia que ella puede hacer de su familia, sino comenzar a leerse en ella. Leerse para descontarse de que la sombra del objeto que fue para el Otro recaiga sobre ella. Podríamos decir, en relación a la prehistoria, qué respuesta se fue construyendo esta chica en relación a qué lugar ocupo en la falta del Otro: la luz de mis ojos, la luz en la oscuridad. Hay algo de la luz que ella construye en relación a la falta del Otro. Entonces vemos que los objetos que están en juego son voz y mirada.

Mientras avanzamos por estos carriles, algunos movimientos chispeantes asoman: decide entrar al cuarto oscuro para participar de las elecciones nacionales a los 17 años, más allá de que los padres consideren que aún no es necesario. La voz se pone en juego junto a otros adolescentes y participa en un programa de radio. En tiempo de la puesta en acto del deseo, anticipa su próximo pasaje y se inscribe para estudiar artes audiovisuales, volviendo a elecciones que articulan de una nueva manera aquellos objetos jugados una y otra vez n transferencia. Nueva inscripción que retoma lo que ha sido y deshacido haciendo del sujeto una recreación que va del juego al quehacer.

A mi este caso me permitió pensar mucho e ir ubicando como los elementos se van articulando en los distintos tiempos de la estructura. Una cosa que a mi me sirve de este caso que les cuento es este concepto que trae la nena de la instalación de arte. Yo creo que la clínica con adolescentes y púberes tiene este formato de instalación, de performance. Una instalación no es la Mona Lisa en el Louvre, que quedó así para siempre. El concepto de instalación es muy dinámico, es algo que se instala en determinado momento, dura un tiempo y se va. Muchas veces se desecha y la instalación, a diferencia del museo clásico, tiene movimiento. La visita la recorre; a veces la toca e invita al otro a ser partícipe de la obra de arte. Entonces, yo creo que la clínica con púberes y adolescentes implica esta necesidad de movimiento: movimiento de los pibes, de los padres, movilidad clínica del analista. Es algo que se instala y cuando deja de cumplir su función, cae.

Una socióloga me contó de una experiencia que hace con un grupo de artistas en la Villa 31, que se llama Cooperativa Guatemalteca. Se trata de un colectivo de artistas que trabaja con la gente de la Villa 31 y en el 2012 armaron un monumento móvil, que consistía en una zapatilla. Se armó en función de una protesta que se armó en relación a la urbanización de las villas. Armaron una gran zapatillas con rueditas y esto recorrió el barrio de Recoleta, la 9 de Julio, el Obelisco y llegó a la Legislatura.

Estos artistas, junto a los habitantes de la Villa, armaron un ícono que representaba la identidad villera, que tenía que ver con pisar, con ponerse en marcha por un barrio con cloacas, etc. Entonces, esa instalación de un móvil para mi tiene mucho que ver con nuestra clínica. Luego de que esta zapatilla cumpliera su función, fue abandonada. Los análisis caen, no son para toda la vida, sino para el tiempo en que tienen que cumplir una función, sean niños, adolescentes o adultos. Cae el análisis y el lugar del analista.

Hay desprendimientos del Otro que cuestan la vida, como vimos en La casa de Bernarda Alba o en El despertar de la Primavera. Pero también el desprendimiento del Otro puede ser algo positivo.

jueves, 21 de febrero de 2019

La sexualidad infantil en Freud (2)


Continuamos nuestro recorrido por la teorización freudiana sobre la sexualidad infantil. En esta ocasión, abordaremos la zona anal, la fálica y el posterior período de represión de la actividad pulsional.

[La primera parte de esta serie puede leerse en La sexualidad infantil en Freud.]

Freud investiga sobre la meta sexual de la sexualidad infantil y nos habla de las zonas erógenas. Parte del chupeteo, pero avanza para decirnos que otro sector de la piel o de las mucosas puede convertirse en zona erógena.

El niño chupeteador busca sectores de su cuerpo que pueda chupar (como el dedo del pie). Cuando se encuentre con las zonas predestinadas al placer, estas se convertirán en predilectas. Este desplazamiento aparece en los síntomas de la histeria: cualquier sector del cuerpo o de los órganos internos puede tener la propiedad de la erogeneidad.

La meta sexual de la pulsión infantil es la de producir satisfacción por estimulación de la zona erógena. La necesidad de repetir la satisfacción se da, por un lado, por un sentimiento de tensión, de displacer, y por otro lado hay una sensación de estímulo proyectada a la zona erógena. Este estímulo externo consiste, la mayoría de las veces, en la manipulación “análoga al mamar”.

Si el modelo de satisfacción es el mamar, ¿cómo pensar las sustituciones por otras acciones musculares cuando se activan zonas diferentes del desarrollo pulsional del niño?

miércoles, 20 de febrero de 2019

La sexualidad infantil en Freud (1)

A continuación de las últimas publicaciones, y antes de avanzar, nos es imprescindible dar un pantallazo a los textos freudianos que toman el concepto de sexualidad. Hoy tomaré “Tres ensayos de teoría sexual”, escrito en 1905 al igual que el caso Dora.

La pulsión
En 1897, Freud ya le anuncia a Fliess (carta 69) que se vio obligado a abandonar la teoría de la seducción y le cuenta su descubrimiento del complejo de Edipo (cartas 70 y 71). Estas cuestiones lo llevan a elaborar que en los niños pequeños operan impulsos sexuales sin ninguna necesidad de estimulación externa.

A partir del estudio de las perversiones llega al concepto de “pulsiones parciales”. Define a la pulsión como la “agencia representante psíquica” de una fuente de estímulos intrasomática continua.

La pulsión, entonces, es un representante psíquico, energía continua, y la fuente es interna.

La fuente es un proceso excitatorio en el interior, y las excitaciones sexuales provienen de las zonas erógenas.

La meta inmediata de la pulsión es la cancelación del estímulo, o sea, la satisfacción.


Freud nos dice que en el caso de la histeria, estos lugares del cuerpo y sus mucosas se convierten en sede de sensaciones y alteraciones de inervación con procesos comparables a la erección o parecidos al funcionamiento de los genitales bajo excitaciones normales. Como se muestra en los casos freudianos, en la histeria cualquier parte del cuerpo o cualquier órgano puede funcionar como una zona erógena.

En la neurosis obsesiva, nos dice, lo más importante son los impulsos que crean nuevas metas sexuales y parecen más alejados de las zonas erógenas.

Parecen, porque en el placer de ver y de exhibirse, o en la crueldad y el dolor, también se trata de zonas erógenas.

Sexualidad infantil
“Tres ensayos de teoría sexual” trae un concepto fundamental como el de sexualidad infantil basado en las manifestaciones sexuales de la infancia que contienen los rasgos de la pulsión sexual y su desarrollo.

Freud habla de la dificultad de encontrar en la bibliografía referencias a la pulsión sexual en la infancia. A partir de este olvido que han tenido otros autores, continúa en su texto con la amnesia infantil.

A este olvido u omisión, Freud le da todo un valor, colocándolo como fenómeno psíquico, y llama así a la amnesia que (en la mayoría de los seres humanos, no en todos) cubre hasta los seis u ocho años de edad.

Se produce una importante represión (por eso no es aplicable a todos los casos), y luego quedan tan sólo trazas incomprensibles de lo anterior. Los años anteriores (siempre tenemos noticia de esto por otros), han sido años vivaces, alegres y pasionales, como lo son las muestras de amor y violencia.

Freud nos trae una pregunta: ¿Cuáles son las fuerzas que provocan la represión de ese momento?, y nos dice que si se resuelve este enigma quedará resuelta la amnesia histérica. Sin amnesia infantil, no habrá amnesia histérica, le cuenta a Fliess en mayo de 1898.

Volviendo a la latencia, en ese tiempo se forma lo que posteriormente serán inhibiciones de la pulsión sexual y los diques como el asco, la vergüenza, la estética y la moral.

Nos plantea un punto interesante: que estas construcciones no provienen de la educación, sino que tienen que ver con todas estas etapas de construcción psíquica. Se trata de mecanismos de sublimación y formación reactiva de la pulsión (diques psíquicos).

A veces el período de latencia no es silencioso e irrumpe un monto de excitación sexual que no ha podido ser sublimado; entonces se producen los síntomas en el niño, por ejemplo en la escolaridad.

Exteriorizaciones de la sexualidad infantil
Freud toma el chupeteo como modelo de las exteriorizaciones sexuales infantiles. Aparece desde la lactancia y puede conservarse toda la vida.

Una parte de los propios labios, un lugar de la piel que esté al alcance (hasta el dedo del pie) se los toma como objeto de la acción de mamar. “Una pulsión de prensión que emerge al mismo tiempo suele manifestarse mediante un simultáneo tironeo rítmico del lóbulo de la oreja y el apoderamiento de una parte de la otra persona (su oreja) con el mismo fin”.

Es una acción que cautiva y lleva al adormecimiento o incluso a un sucedáneo del orgasmo. La satisfacción sexual es el mejor somnífero.

Muchos niños pasan del chupeteo a la masturbación.

Autoerotismo
La pulsión se satisface en el cuerpo propio. El niño chupeteador obtiene satisfacción en un sector de la piel o de la mucosa.

Los labios del niño se tornaron zona erógena y la leche tibia le dio placer. O sea que, al comienzo, la satisfacción erógena quedó unida a la necesidad de alimentación.

La necesidad de repetir la satisfacción sexual se separa de la necesidad del alimento cuando aparecen los dientes y la alimentación ya no se cumple sólo mamando.

Nos dice Freud que no todos los niños chupetean. Sí lo hacen aquellos para quienes los labios tienen un alto valor como zona erógena.

Si se produce la represión cuando llega la adultez, sentirán asco frente a la comida y pueden tener vómitos histéricos. Muchas de sus pacientes con problemas alimentarios, vómitos, etc., nos dice Freud, fueron de niñas intensas chupeteadoras.

***

Este texto nos permite pensar el valor de la sexualidad infantil en la constitución de los síntomas neuróticos.

Luego del Edipo, a partir de los tiempos de latencia, comienzan los síntomas neuróticos, que son, como nos lo plantea Freud, satisfacciones sustitutivas.

Construir la sexualidad infantil en el transcurso de la cura nos permite avanzar e ir atravesando los fantasmas o fantasías unidos a los síntomas. Así lo hemos visto, por ejemplo, en los historiales de Dora y el Hombre de las Ratas.