Mostrando las entradas con la etiqueta insomnio. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta insomnio. Mostrar todas las entradas

jueves, 1 de agosto de 2024

Insomnio y síntoma

 La pregunta de esta reflexión debiera dar paso a otra, para despejar el supuesto valor universal: ¿en qué condiciones y casos podría el insomnio ser un síntoma?

Comencemos por interrogar la naturaleza del insomnio. En todo caso, qué lectura podemos hacer de él en el campo del psicoanálisis.

Freud había planteado que el sueño es el guardián del dormir, o sea que el sujeto sueña para poder dormir. En ese sentido es notoria la diferencia, aún la distancia que se plasma entre un sueño y una pesadilla.

Un sueño es una construcción ficcional podríamos decir, aunque también participe algo que es de otro orden. Es una construcción que hace posible el dormir, que resguarda la posibilidad del descanso del sujeto. Y lo permite en la medida en que viabiliza un corte atinente a la relación del sujeto con su Otro de origen. Por supuesto no es un corte que suelte amarras, dado que el sujeto sueña, y con los significantes que vienen del campo del Otro.

El corte aludido afecta al vínculo del sujeto con el Otro, en la medida en que el cuerpo queda involucrado allí.

A diferencia del sueño la pesadilla no cumple la función de guardián del dormir, sino que lleva el sujeto a un despertar que es una interrupción, la que le impide seguir durmiendo.

O sea, la pesadilla es la ocasión de la irrupción de algo que corta las ligaduras significantes que sostienen la función de resguardo del sueño.

Desde esta diferencia el insomnio puede considerarse como el índice de una dificultad a nivel del significante. La puesta en funcionamiento de algo, o el funcionamiento de una falla que impide la constitución de este entramado significante que habilita el dormir en el sujeto.

El insomnio por ende podría constituir un síntoma solamente en la medida en que se suscita una pregunta que involucra al sujeto. Y no hablamos de reducir esto a un mero interrogante sobre el sentido, sino una pregunta que involucre la causa.

jueves, 2 de junio de 2022

Tratamiento de los trastornos del sueño

“En el sueño existe un proceso complejo de reorganización y restauración celular de vital importancia para la adquisición y aprendizaje de nuevas tareas”.

Estados de actividad del SNC:

Estado de vigilia


Sueño no REM

  1. Etapa 1 : 5% del sueño. Aparecen mioclonías fisiológicas.

  2. Etapa 2: 45-55% del tiempo. Fase de sueño superficial.

  3. Etapa 3-4:  10-20% .Sueño profundo. Función reparadora.

Sueño REM




20-25% del tiempo del sueño, se relaciona con el procesamiento de la actividad intelectual, aprendizaje, consolidación y recuperación de la memoria. Hay atonía muscular , excepto de los músculos oculares, respiratorios y del oído interno.


CLASIFICACION  TRAST.SUEÑO

Primarios:

DISOMNIAS.

Intrínsecas: Narcolepsia, hipersomnia, apnea del sueño, síndrome de piernas inquietas, insomnio idiopático.

Extrínsecas: Higiene inadecuada del sueño, insomnio de adaptación y de causa ambiental, inducido por sustancias.

Trastorno del ritmo circadiano: cambio de huso horario por viaje, cambio de horario de trabajo.

PARASOMNIAS:

- Trastorno del umbral para el alerta.

- Trastorno de la transición sueño-vigilia: trastorno rítmico del movimiento.

- Parasomnias asociadas con la fase de sueño REM: pesadillas, trastornos del comportamiento REM.

- Otras parasomnias: bruxismo.

TRASTORNO DEL SUEÑO SECUNDARIO A PATOLOGÍA MÉDICA Y PSIQUIÁTRICA:

- Patología médica: Tiroxicosas, asma, enfermedad cardiovascular.

- Patología psiquiátrica: depresión, manía, esquizofrenia, trastorno de ansiedad.

- Tratamiento no farmacológico: el objetivo es  mejoramiento  de las conductas y hábitos asociados con el sueño. Los efectos beneficiosos son evidenciables a más largo plazo que los efectos del tratamiento con medidas hipnóticas.

Pautas:

  1. Evitar el consumo excesivo de alcohol y cafeína.

  1. Evitar ingesta alimentaria importante inmediatamente antes de dormir.

  2. Establecer esquema regular de sueño que contemple horarios de despertar temprano , con poca variación en días subsiguientes.

4.    Interrumpir actividad laboral 30 minutos antes de dormir.

5.    Realizar ejercicio aeróbico regular, pero no cercano al horario de dormir.

6.    Evitar dormir durante el día.

7.    Promover un ambiente agradable al momento de dormir: silencio oscuro y temp. adecuada. 

8     En  caso de no conciliar el sueño en 30 minutos , levantarse de la cama y sólo retornar en caso de volver a sentir sueño.

9.    No forzar el inicio del sueño. Esto favorece estado de alerta.

10.  Mínima exposición  a estímulos luminosos a la hora de irse  a dormir, para no favorecer la aparición de fase retrasada del sueño. Las luces  de lectura y las computadoras no son suficientemente intensas para generar alteraciones del ritmo circadiano.

Tratamiento Farmacológico:

Para aquellos que cursan con insomnio: Benzodiazepinas , hipnóticos no benzodiazepínicos, antidepresivos sedativos, antialérgicos, melatonina.

Para aquellos que cursan con hipersomnia: psicoestimulantes. 

 Benzodiazepinas: Todas  son igualmente eficaces ,reducen latencia al inicio del sueño, incrementan el tiempo total del sueño, disminuye el número de despertares y mejoran calidad de sueño.

Tener en cuenta características farmacocinéticas  y características del insomnio.

Tener en cuenta los efectos adversos.

Hipnóticos no benzodiazepínicos:

  1. Zolpidem( Somit)

  2. Zopiclona (Insomnium)

  3. Eszoplicona( Inductal, Novo insomnium)

Caracteristicas :

  1. Efecto hipnótico similar a las BZD, pero no poseen efectos ansiolíticos, ni miorrelajante, sólo para tratamiento a corto plazo.

  2. Por semivida corta no producen efectos residuales y trastornos en el desempeño psicomotor, menor alteración en la memoria anterógrada

  3. Conservan arquitectura del sueño.

Antidepresivos sedativos: se los utiliza en dosis menores que para  el tratamiento de trastornos afectivos. Pueden agravar bruxismo (IRSS), síndrome de piernas inquietas( ATC).

Trazadona ( Taxagon ), Mirtazapina ( Remeron , Comenter), Amitriptilina( Tryptanol)

Antialérgicos:  Se indican en pacientes con intolerancia a las BZD o cuando están contraindicadas. Son menos eficaces para reducir la latencia, si bien mejoran el tiempo total de sueño. Difenhidramina( Benadryl), Prometazina( Fenergan)

Otros : Melatonina, psicoestimulantes( metilfenidato, modafinilo)

miércoles, 25 de diciembre de 2019

Insomnio y pesadillas a la luz del Psicoanálisis.


Pino Lorenzo López (Fuente)
El sueño o la actividad onírica en la que nos sumimos todas las  noches, es el guardián del reposo que viene a cumplir el deseo mantenido por el yo consciente de dormir.

El primer paso que dio el Psicoanálisis en su formulación teórica sobre el sueño, fue que todo sueño tiene un sentido, pero que éste solo aparece después de ser interpretado.

Lo que recordamos cuando nos despertamos, todavía no se sabe bien lo que es, es decir, el sueño en sí mismo no significa nada, y para que acontezca la interpretación el sueño debe ser contado en condiciones de asociación libre y en transferencia, que son las dos técnicas que utiliza el Psicoanálisis. Y es en estas condiciones que decimos: el sueño se presenta como una realización de deseos.

Por supuesto, esto también ocurre en las pesadillas o sueños de angustia, aunque pensar la pesadilla como una realización de un deseo puede parecer un contrasentido.

Podemos decir que una pesadilla es aquel sueño que viene a interrumpir el reposo. O dicho de otra manera, siempre que hay una interrupción del reposo podemos hablar de pesadilla o sueño de angustia, aún, incluso, cuando el sueño sea placentero.

Después de las pesadillas suele ser común despertarnos con algunos síntomas de ansiedad, asustados, sudorosos e incluso llorando. ¿Es la pesadilla la que nos produce esos afectos? No, realmente no es que me angustie por el sueño, es por que estoy angustiado, aunque no sea consciente de ello, que tengo un sueño de angustia. Con lo cual, la angustia es previa al sueño.

Todos podemos tener pesadillas ya que nadie está exento de la angustia. Es un afecto estructural del ser humano que a veces se puede hacer acto, que es cuando notamos sus síntomas, y otras veces no.

Cuando un sueño angustioso se repite mucho es cuando se habla de sueños recurrentes. En este caso, lo que lleva a la persona a tener estos sueños que se repiten casi de la misma forma, es un estado de ansiedad o de preocupación excesiva que puede estar provocando un trastorno. Y es este estado de ansiedad o trastorno que provoca el sueño recurrente, llegándose incluso a temer ir a dormir para evitar tener el mismo sueño.

Ya en este último caso estaríamos hablando de uno de los más comunes trastornos del sueño o insomnio.

Resumiendo podemos decir que entonces la teoría que explica las pesadillas o el sueño de angustia pertenece a la psicología de la neurosis, y en concreto a la angustia, y no tanto al sueño. Y la angustia procede de fuentes sexuales. Así que analizando los sueños de este género se puede descubrir, en sus ideas latentes, el material sexual de donde partió.

El insomnio o la incapacidad para conciliar o mantener el sueño, puede ser primario o secundario. El insomnio primario sería aquel donde no se puede identificar una causa clara del trastorno. También en estos casos se dice que su causa es psíquica.

El insomnio secundario, por otro lado, es cuando se produce asociado a una causa identificada, bien sea una enfermedad orgánica, afecciones respiratorias, enfermedades cardiovasculares, o por ejemplo, un consumo excesivo de bebidas con cafeína.

El insomnio primario o de causa psíquica puede deberse a un miedo a soñar. El insomne vendría a pensar: temo a mis sueños y por lo tanto temo a que mis deseos reprimidos y no tolerados por mí se manifiesten en él, y no quiero saber nada de ellos.

El Psicoanálisis ayuda a tolerar los deseos, y a pensar que no por desear algo significa que se va a realizar.

viernes, 26 de julio de 2019

Psicofarmacología: ¿Qué es la quetiapina?


Resumen: Aparece bajo el nombre comercial Seroquel (marca original), Quetidín, Ilufren, Psicotric, entre otros. La quetiapina tiene un efecto estabilizador del estado de ánimo. Se administra de manera oral. La quetiapina resulta muy útil en episodios confusionales y demencia y posee baja potencia. También ha resultado ser efectiva para casos de bipolaridad e insomnio

Clasificación: Antipsicótico atípico. 

Indicaciones: 
Esquizofrenia. Actúa sobre síntomas psicóticos. 
Episodios maníacos y depresivos de la bipolaridad tipo I. En etapa aguda son antimaníacos. La quetiapina también tiene efecto antidepresivo. Efectos secundarios poco frecuentes: aumento de peso, sedación, hiperglucemia.

Efectos adversos: Los antipsicoticos atípicos no causan significativos efectos extrapiramidales o parkinsonismo (a diferencia con los a. típicos) ni hiperprolactinemia, ni síntomas tardíos.

Otros datos de interés:
  • La quetiapina es eficaz en tratamiento de síntomas positivos y negativos (mas que los típicos).
  • Posee un bloqueo más selectivo d 2 y también bloquean receptores serotoninergicos (sint. negativos).
  • Con todas se comienza con dosis bajas y se van incrementando de acuerdo a respuesta clínica. 
  • En relación a los antipsicóticos típicos son significativamente más costosas. 
  • Ambos grupos (típicos y atípicos) tienen un comienzo de acción gradual y se vuelven más eficaces con el tiempo.

lunes, 29 de abril de 2019

El humor de Tute

miércoles, 25 de octubre de 2017

Insomnes infantiles: Ana no duerme.

(Liliana Donzis)
Insomnes infantiles: ¿Cuáles son las circunstancias por las que un niño no puede conciliar el sueño? ¿Qué nos aporta el psicoanálisis ante este padecimiento en la infancia? Bebés, niños pequeños, latentes, púberes padecen la noche sin poder soñar, ni jugar. Padecen de no dormir.

Freud propuso el sueño como el guardián del dormir, en su seno se producen los enlaces entre representaciones, a las que desfigura, condensa, atrae o desenlaza. En esta última posibilidad deja libre el afecto. Este desenlace tiene por efecto la emergencia del afecto que llamamos angustia. La angustia no duerme.

Lacan sitúa la producción onírica en calidad de realidad psíquica, realitat fantasmática Diferencia el sueño del despertar a lo real. Entre sueño y despertar también sitúa la pesadilla y su correlato de angustia.


Entre la vigilia y el despertar lo real esta bordeado por duendes y ogros. El insomnio es llanto, en ocasiones es grito que convoca y provoca una señal de alarma tanto al niño como a quienes lo rodean. En otras, el no dormir es el intento, incómodo, de continuar jugando hasta desfallecer, modo en que el corte y la escansión temporal no llegan.

Continuidad sin discontinuidad, ¿no es acaso uno de los modos en el que se manifiesta la compulsión a la repetición comprometiendo los trayectos pulsionales? Como corolario de la misma surgen excitaciones motrices o psicológicas que impiden el dormir.

viernes, 30 de diciembre de 2016

Des-velos del Insomnio.

(RAÚL A. YAFAR)
Vamos a investigar inicialmente lo que podríamos llamar insomnio "clásico" o crónico —la alerta nocturna—, así como una variante ligada a las neurosis actuales y a las depresiones, donde se ponen en juego en realidad dificultades con la sexuación. Trabajaremos también la presentación secreta del insomnio en la adolescencia —en algún sentido, relacionada con la variante anterior—y, yendo a lo esencial del problema, pensaremos las relaciones entre la escena del sueño y la del juego infantil.

I. En la aparente suavidad de la noche —almas apagadas, luces tímidas, fuegos pospuestos— sólo un latido vivo, agitado y expectante, vela porque la oscuridad no se apague: la vigilante conciencia del insomne: Velo de tormenta, porque en el escondrijo de sí Mismo, hay un emisario inclemente que amenaza. No sólo hay báches en la difusa noctumidad, también se agitan memorias de mundos de tiniebla-dentro mismo del alertado-sin-sosiego. El rostro del insomne puede, para empezar, ser estudiado desde dos ángulos problemáticos:

1) Del lado de las coyunturas del Otro: pues es en sus brazos que cualquier niño se duerme: cuna, amparo, pulso arracimado de sus cuidados. La nada del mundo no lo oprime si ese Otro le ofrece su falta. Muda aspiración del pequeño: que el ojo de Dios no se apague y vele por su sueño.

2) Del lado de la pulsión: la noche es el hogar de las máscaras multiformes que atesora los arrebatos del sexo, las pesadillas ardidas y los alaridos del pánico. El despertar es una salvación agónica cuando el rugido de sus mociones arremete sin atuendos.

El insomne está secuestrado fuera de sí. Agitado, no puede jugar a dormir. En su cofre abierto vela —sin velos-, mientras la noche es demasiado luminosa, demasiado llena de amenazas sin nombre... las peores amenazas...

El insomne vela por el mantenimiento de un mundo no asegurado en su raíz. Sabe que el despertar se dará como una cruda convulsión que romperá las esferas de la mente. Es un sobreviviente, un hijo de la necesidad más cruda. No se ha producido la composición escenográfica de la pulsión: no hay verdadera extimidad disfrutable del deseo.

La conciencia, en la vigilia, es punto focal, brújula y ojo. Cerrar los ojos es partir más allá del mundo a "otra" región... de fronteras móviles. Dormir es saber olvidar.., y que ese ovillo de sucesos siga fuera, misterioso pero confiable, mientras la vida de suyas las veinticuatro horas de un amodorramiento que nunca alcanza eficacia onírica, como tampoco conoce un cansancio feliz después de una animación vital y enérgica.

Dormir es abolir el cuerpo diurno, reino del Yo, para que el Otro-Cuerpo haga ahora "de las suyas". Dormir es un corte, apagar los ojos, ceder la conciencia en una travesía, tan sencilla que sorprende para algunos, devastadora para otros.

II. El insomne, entonces, no duerme en los brazos del Otro del Deseo: trabaja toda la noche constituyendo un "Otro postizo", supletorio, protésico de un universo en ruinas. En la asunción creativa de las estenografías de la alteridad —ensueño, fantasías, llamadas a lo más profundo y rico de cada uno— algo ha fallado. El garante, es decir, ese "al-menos-alguien" que haya ofrecido algún deseo, ha dejado una tarea pendiente.

El sujeto debe, entonces, "garantiza?' al garante que se ha dormido... quizás pensando en demasiadas otras cosas. Tal vez, un Otro originario poseído por algún duelo interminable o excesivamente severo u obligado a una tarea a la que se sometió sin convicción. O, sencillamente, carente de amor.

El insomne vela, típicamente, hasta que el día regrese: el insomnio más común se cura apenas amanece. Ha terminado la trágica noche interminable. El sol la ha ahuyentado. Ya se puede descansar, el Otro ha regresado, todos los pequeños otros se ocuparán de los agujeros del mundo: así lo rearman de nuevo: no es necesario custodiar para que el cosmos continúe, incluso tan enclenque como lo es usualmente. La realidad compartida vive por sí misma, gracias a todos los que la constituyen. No es necesario inventar un remedo forzado, tedioso, laborioso. Y, para colmo, solitario.

No es que el sol nuevo lo acune, para nada, pero al menos promete un pasatiempo. Lo que tiene ahora por delante son unas horas de un "dormir" que no es tal, un pseudo-dormir "diurno".

No reposa, sino que "descansa", afloja, se desliza (por fin) al término de su vigilancia, en un pozo que es sólo un recreo. Porque un verdadero dormir, como escenario onírico del que sería responsable y no su agente atormentado, le resulta imposible.

Pero volvamos a su modorra aciaga: si se entregara al sueño profundo, un sujeto tal, sin creencia en un Otro consistente —imaginario, amante, fiable—, podría ser visitado por una pulsión" demasiado áspera. Es que ella sobrevendría sin los disfraces de la imaginación, sin fiebre argumental, sin angustia-señal, sin escena dentro de la escena.

Si el preservador Morfeo no ha trabajado en su momento, contribuyendo a cimentar en el sujeto unos lazos flexibles, de entrada y salida, con el misterio-de-lo-más-propio, entonces los demonios —demasiado desconocidos, demasiado incognoscibles— se estrellarán de lleno en la costra de un yo deslucido. Y lo harán sin pausa, sin guión y, fundamentalmente, sin retorno asegurado.

III. Vigilia y dormir son ciclos biológicos que se proponen temprana y pasivamente, como obediencias necesarias que hay que aprender a acompasar. Es el aprendizaje de la alternancia de los ritmos del día y de la noche: así el sujeto entra en la cultura. Pero no hablamos aquí de eso. Estar soñando, estar jugando a vivir, en cambio, son escenarios, estados, condiciones subjetivas diversas de las que se puede tanto ingresar como resurgir. Como cambios de vía en el ferrocarril plástico de la realización espiritual.

Por el contrario, el insomne está todo el día semidormido, idiotizado; así como toda la noche dormitando se alcanza eficacia onírica, como tampoco conoce un cansancio feliz después de una animación vital y enérgica.

Los insomnes son ancianos zombis sin infancia, vigilantes aterrados de un mundo que amenaza con abandonarlos, con apagarse... tan tenue que parece hecho de cartones y medias luces. Este los ofrece demasiado crudamente a los poderes interiores del sexo y de la muerte, pero sin la magia de ningún semblante. Por algo, los cultos religiosos nocturnales han sido siempre asimilados a una Diosa que embruja, que es dueña de la vida y de la muerte. Difícil que ella ayude a dormir...

En síntesis, si el Otro ha sido un dios desfalleciente, huidizo, angustiado —que no soporta los latidos de la castración—, no per-mite al sujeto acoger la pulsión, que no se compone como misteriosa y sugerente —dentro de su escena—, sino como radicalmente desmembrante y ajena.

IV. Intentemos precisar un poco este terreno lleno de matices. Hay un subtipo clínico donde el insomnio es sólo un síntoma acompañante de las neurosis actuales y las depresiones. El sujeto no tiene actividad propia: asténico, desahuciado, su libido flota libre y confusa. Es un interruptus del dormir: no es que trabaja, lee u opera, es un febril lector de contratapas con avisos de ropa interior.

Si el orgasmo es el mejor somnífero, el neurasténico y el calenturiento no tienen farmacopea sexuada. Siempre encontramos alguna forma de abstinencia sexual en estos casos, aunque sea solapada.

Y allí él "echa mano" al remedio de las fantasías más reiteradas, al auxilio fogoneado de sombras incandescentes. Las figuras que imagina se contorsionan y se deslizan sobre él en círculos, como aves de presa que lo sobrevuelan en sus noches permanentes.

Todo es pesadilla, pero sin demonios ni visitas insurrectas. Pululan los síntomas sexuales: masturbación levísima o coitos desamarrados, maderos en la angustia de un cuerpo no constituido. El asténico es un náufrago sin mar.

Una forma de conciliar la sexuación imposible es el uso del alcohol para poder dormir. Pero no hay "sueño" alcohólico. El mann-a etílico lo deja noqueado, pero no dormido. El embriagado no sueña nada. Y tampoco hay aterrizaje adecuado, pues metabolizado el alcohol químicamente, el exaltado se despierta con una rara lucidez, y muy de golpe.

Como sea, este subtipo de insomnio es un rumbo errático por los excesos mal gobernados, no aquel de una confianza que ha huido, de una alerta innominable, de una falta de crédito en el mundo de los otros.

Es decir, esta variante que agregamos es parte del laberinto de una sexuación con salidas pobres, pero no es el insomnio que destaco: el del desamparo crónico.

V. Vayamos a las noches infantiles: 1) así como los niños temen la entrada en ese paraje incierto, piden relatos contados una y otra vez, para hacer menos adversa esa ronda inquietante al reino de lo tenebroso; también y a la inversa,

2) cualquiera intuye —sin necesidad de recordar a D. W Winnicott— que no hay que despertar demasiado aprisa al pequeñísimo durmiente. Puede que su cuerpo no lo acompañe y la salida de su sueño se vuelva excesivamente desnuda. Pero no es distinto de lo que pasa con el juego. Es éste, el de la infancia, el momento fundador del acceso a eso informe de lo que vivimos y gracias a lo cual adquirimos logro, intensidad en algunos instantes de dicha. El juego es la llave de lo maravilloso-aterrador. Cualquier juego, el más simple —el del meto de Freud— implica un acceso a una intimidad extranjera, una conexión de sí con lo Otro-de-uno-mismo que juega por, en y a través de uno. Esa conexión debiera ser fluida, de acogida y retirada, no vertiginosa ni aterradora, sino como una cuerda elástica que se tensa y se suelta. Como el arco heraclíteo o el arco zen.

El insomne, en cierto sentido, es como un niño que no puede jugar. No puede olvidarse de sí. Jugar, entonces, es parecido a dormir soñando. Pero es tan importante poder entrar en juego como poder salir sin riesgo de esos actos, donde hay tránsito, atravesamiento, puente a las estrellas internas.

Acceder a dormir o jugar —los actos ensimismados— es más complicado si el Otro más temprano —distante, acartonado, penumbroso— no ha sostenido las condiciones mediante las cuales un sujeto puede conectarse con naturalidad consigo, en intimidad con lo propio aunque sea generador de cierta deliciosa inquietud.

Incorporarse y emerger del sueño con simpleza, casi con presencia de ánimo, con el motor encendido, con una atención difusa —flotante?—... es un arte. Por eso tenemos reparo en no despertar al jugante-soñante, en no sofocar su tiempo, en no sobreinterpretar su espacio, en no cabalgar al galope cuando él viene trotando con su sintonía.

La partida, entonces, es tan importante como el acceso: los sobresaltos del despertar, como las interrupciones abruptas del juego, truncan la plenitud de una experiencia que no es sólo descanso, sino viaje a las entrañas del Ser de cada uno.

El insomne no tiene salvoconductos válidos para ese viaje y, por eso, es un niño- guardián. Alerta, no tiene fe en que el Organizador-del-Mundo cuidará de su pequeña parcela. Su nido se lo armó solo.

Y está tan agotado y tan despabilado al mismo tiempo... que no tiene tiempo para subjetivar (siquiera) su desolación.

VI. La noche era el tiempo que los adolescentes les habían robado históricamente a los adultos —el adolescente todavía no tiene tiempo propio, tiene algo de ladronzuelo siempre ofendido—. Los grandes, tan maduros, jugaban su ritmo de trabajo y reposo y, recién cuando su mirada se apagaba, allí se encendía la libertad del experimento adolescente. La noche —digamos, el "detrás" de la medianoche, esencialmente— era el tiempo de la aventura-travesura, de los miedos conquistados, de la sensualidad naciente, de la supuesta trasgresión y a veces, incluso, de algún que otro desastre. Pero la expectativa esencial era el encuentro del sexo y/o el amor en bandeja de plata: banquete inquietante, anhelado, iniciático y urticante.

La noche era el espacio del erotismo exogámico. Los ancianos padres dormían y los chicos salían a bailar, a encontrarse, a jorobar, a descubrir lo que sea. Pero hoy vale preguntarse si ese espacio, en apariencia etariarnente alargado, no se ha reducido en realidad, volviéndose más asexuado, menos intenso, casi errante, con poco propósito.

Los adolescentes ya no tienen esa noche específica donde jugar el juego del erotismo. Éste se les aleja, mientras se alarga su reloj. Quiero decir, se estira el horario de inicio de las promesas, pero lo que era antes la medianoche... ahora es noche cerrada. Hay demora en empezar el juego. La joda nunca termina de empezar.

Jaraneo grupal dentro de las casas, extensísimas "previas" que a veces ni siquiera son antecedentes de nada. Alcohol y sustancias en una mezcla difícil de reconstruir: falta de memoria, pero también los mismísimos actores carecen de datos. Los boliches se acercan y alejan asintóticamente, la charla de insensateces está a veces sólo destinada a evitar o postergar el salir de una vez. El ingreso al antro-refugio-madriguera rebasa sus limites: está más cerca del amanecer que de la cita inicial: todos están extenuados y alcoholizados. Todo terminó, antes de comenzar. No hay brizna de angustia —la angustia de la buena, la bien subjetivada— que anticiparía algún misterio: las sustancias borran toda aproximación a lo que marcaría distintivamente una experiencia plena.

Luego, ya "embolichados", siguen en lo mismo, aturdidos, chupados, drogados, y ya no saben a quién besan o con quién se van a la cama, espacio donde —de aquello que sí pasa— muy poco llega a ser verdadera historia.

Claro, también están los más huidizos... los que no alcanzan a sumirse en la noche insomne —que igual se los traga, porque duermen menos que ninguno—, esos que se refugian en la PC que los mira horas y horas, desde la negrura inmensa, sin nadie que los toque o les susurre al oído. Sólo el ojo de la web los encandila con su pupila desierta de cuerpos.