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jueves, 21 de agosto de 2025

El eterno retorno

 ¿Qué pasaría si un día o una noche un demonio se desliza furtivo en tu más solitaria soledad y te dijera: "Esta vida, tal como la vives ahora y tal como la has vivido, la tendrás que vivir una vez más e incontables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, sino que cada dolor, cada placer, cada pensamiento, suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida tendrá que retornar a ti y todo en la misma serie y en la misma sucesión- e igualmente esta araña y este claro de luna entre los árboles, e igualmente este instante y yo mismo. El eterno reloj de la arena de la existencia será girado siempre de nuevo- y tú con él, mota de polvo del polvo" [...] ¿Cómo tendrías que quererte a ti y a la vida para no pretender nada más que esta confirmación última, que este último sello?"

-La Gaya ciencia- Friedrich Nietzsche.

La idea del Eterno Retorno, se refiere a un concepto circular de la historia o los acontecimientos. La historia no sería lineal, sino cíclica. Una vez que se cumplan este ciclo de hechos, estos volverán a ocurrir con otras circunstancias, pero básicamente siendo los mismos.
El eterno retorno, es una concepción filosófica del tiempo postulada en forma escrita por primera vez en Occidente por el estoicismo que planteaba una repetición del mundo en donde este se extingue para volver a crearse. Bajo esta concepción, el mundo era vuelto a su origen por medio de una conflagración donde todo ardía en fuego. Una vez quemado, se reconstruye para que los mismos actos ocurrieran una vez más en él. Para la filosofía oriental, la existencia sigue siendo un hecho cíclico, en donde cada acto, cada instante y acontecimiento se repetirán eternamente.
En el "eterno retorno" como en una visión circular del tiempo, los acontecimientos siguen reglas de causalidad (Causa y efecto), A diferencia de Nietzsche, que él plantea que no sólo los acontecimientos son los que se repiten, sino también los pensamientos, sentimientos e ideas, vez tras vez, en una repetición infinita e incansable.
Numerosos escritores han tocado el tema del Eterno Retorno. Borges (uno de mis favoritos) por ejemplo usa la idea del eterno retorno como tema para algunos de sus cuentos. Asimismo le dedicó dos noticias asombrosas, en las que exploró los precedentes (y algunas variaciones) de esa visión ("La doctrina de los ciclos" y "El tiempo circular", en Historia de la eternidad ).
Herman Hesse en su libro Siddhartha hace uso de este concepto cuando su protagonista, quien lleva el mismo nombre de la obra, mira cómo la historia de desobediencia y sufrimiento que vivieron él y su padre respectivamente se repite entre él y su hijo.
El uróboros, es una serpiente que se está comiendo la cola y a su vez de cola que come, es un símbolo que muestra a una serpiente o dragón engullendo su propia cola y formando un círculo con su cuerpo. Simboliza el esfuerzo eterno, la lucha eterna o el esfuerzo inútil de las cosas, el eterno retorno y otros conceptos que vuelven a comenzar a pesar de las acciones para impedirlo.

martes, 18 de marzo de 2025

Psicoanálisis y moral: una genealogía del goce y el deseo

El establecimiento de un campo ético propio del psicoanálisis requiere separarlo de la moral. No solo se oponen, sino que sus horizontes son contrapuestos y heterogéneos, definidos por la distancia entre el goce y el deseo.

Aquí es ineludible la referencia a Nietzsche y su genealogía de la moral. En su análisis, la pregunta central es: ¿cuál es el origen de la moral? A través de una indagación de los valores —lo bueno, lo malo, el mal y lo malvado—, Nietzsche busca cuestionar los valores preestablecidos y mostrar que no son naturales, sino el resultado de una operación de fundación. En este proceso, introduce la figura de una casta sacerdotal, mostrando cómo la moral implica siempre una relación con el Otro y, en un sentido amplio, nunca es completamente laica.

Freud sigue un camino similar en La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna (1908), donde explora el papel del Otro en la constitución de la sexualidad y su vínculo con la ley. Allí, la moral es entendida como un semblante con valor histórico, así como una estructura que condiciona la satisfacción en el hablante.

Hablar de una genealogía de la moral es referirse a una hermenéutica, una interpretación que no se limita a la producción de sentido. En psicoanálisis, esta genealogía implica reconocer el valor de la pulsión, en oposición a la tradición que vinculaba la satisfacción únicamente con el placer. Es en este punto donde Freud introduce un nuevo horizonte para la satisfacción: el más allá del principio del placer.

Desde Freud, el concepto de valor se trastoca y se apoya en el término Deutung (interpretación), presente tanto en Die Traumdeutung como en Bedeutung (significación). Esto nos lleva a preguntarnos: ¿debe entenderse esta Deutung como una mera designación? ¿Es posible una genealogía sin una operación de designación que inscriba lo indecible del deseo?

miércoles, 29 de marzo de 2023

Nietzsche: el mal y el buen orgullo

Friedrich Nietzsche, uno de los filósofos más influyentes del siglo XIX, tenía una visión ambivalente sobre el orgullo. Por un lado, lo consideraba una emoción necesaria y vital que podía llevar a la autoafirmación y el autodesarrollo. Por otro lado, también lo veía como una emoción peligrosa que podía llevar a la arrogancia y el egoísmo excesivo.

En su obra "Así habló Zaratustra", Nietzsche hace una distinción entre dos tipos de orgullo: el "buen orgullo" y el "mal orgullo". El "buen orgullo" es el orgullo que se siente por uno mismo como individuo, como ser humano, y que permite la autoafirmación y el desarrollo personal. El "mal orgullo", por otro lado, es el orgullo que se siente por pertenecer a un grupo o colectividad y que puede llevar a la arrogancia y al menosprecio de los demás.

En general, Nietzsche abogaba por un orgullo individualista y autodirigido, en lugar de un orgullo basado en la pertenencia a un grupo. También creía que el verdadero orgullo debía estar basado en la auto-superación y el autodesarrollo, y no en la comparación con los demás o la búsqueda de la aprobación externa.

Para Nietzsche, el "mal orgullo" es un tipo de orgullo que se basa en la pertenencia a un grupo o colectividad, en lugar de en el propio desarrollo personal. Este tipo de orgullo puede llevar a la arrogancia y al menosprecio de los demás, y por lo tanto, es un peligro para la verdadera autoafirmación y el autodesarrollo.

En su obra "Así habló Zaratustra", Nietzsche critica duramente este tipo de orgullo, que él llama "vanidad". La vanidad es, para Nietzsche, una forma de orgullo basada en la comparación con los demás y en la búsqueda de la aprobación externa. La vanidad, según Nietzsche, puede llevar a la autoilusión y a la ceguera ante las propias debilidades y limitaciones.

En lugar de la vanidad, Nietzsche aboga por un tipo de orgullo basado en la auto-superación y el autodesarrollo. Este tipo de orgullo, que él llama el "buen orgullo", se basa en la autoafirmación individual y la búsqueda de la excelencia personal. En lugar de compararse con los demás, el individuo debe compararse consigo mismo y buscar siempre superar sus propias limitaciones y debilidades.

En resumen, Nietzsche considera que el "mal orgullo" o la vanidad es una forma peligrosa de orgullo que puede llevar a la arrogancia y la autoilusión. En su lugar, aboga por un tipo de orgullo basado en la auto-superación y el autodesarrollo, que se centra en la excelencia personal y la autoafirmación individual.

jueves, 10 de febrero de 2022

Los que delinquen por conciencia de culpa

Ensayo de Sigmund Freud publicado en la revista Imago junto a “Las excepciones” y “Los que fracasan cuando triunfan”, bajo el título general “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico” (1916).

Con mucha frecuencia, en sus comunicaciones sobre su juventud, en particular los años de la prepubertad, personas después muy decentes me informaron acerca de ciertas acciones prohibidas de que se habían hecho culpables entonces: latrocinios, fraudes y aun incendios deliberados. Yo solía desechar esas indicaciones diciendo que es bien conocida la debilidad de las inhibiciones morales en ese período de la vida, y no procuraba insertarlas dentro de una concatenación más significativa. Pero al cabo, a raíz de casos más claros y accesibles, en que los enfermos cometían tales faltas mientras se hallaban bajo mí tratamiento, o eran personas que hacía tiempo habían pasado su juventud, me vi llevado a estudiar más a fondo esos sucesos. El trabajo analítico trajo entonces un sorprendente resultado: tales fechorías se consumaban sobre todo porque eran prohibidas y porque a su ejecución iba unido cierto alivio anímico para el malhechor. Este sufría de una acuciante conciencia de culpa, de origen desconocido, y después de cometer una falta esa presión se aliviaba. Por lo menos, la conciencia de culpa quedaba ocupada de algún modo.


Por paradójico que pueda sonar, debo sostener que ahí la conciencia de culpa preexistía a la falta, que no procedía de esta, sino que, a la inversa, la falta provenía de la conciencia de culpa. A estas personas es lícito designarlas como «delincuentes por conciencia de culpa». La preexistencia de esta última, desde luego, había podido demostrarse por toda una serie de otras manifestaciones y efectos.


Pero el trabajo científico no se termina al establecer un hecho curioso. Es preciso responder a otras dos preguntas: ¿De dónde proviene ese oscuro sentimiento de culpa anterior a la fechoría? ¿Acaso es probable que una causación de esa índole tenga una participación importante en la comisión de delitos?


El examen de la primera pregunta promete brindarnos información sobre la fuente del sentimiento humano de culpa en general. El resultado regular del trabajo analítico fue que este oscuro sentimiento de culpa brota del complejo de Edipo, es una reacción frente a los dos grandes propósitos delictivos, el de matar al padre y el de tener comercio sexual con la madre. Por comparación a estos dos, en verdad, los delitos cometidos para fijar el sentimiento de culpa eran un alivio para los martirizados. Es preciso recordar aquí que parricidio e incesto con la madre son los dos grandes delitos de los hombres, los únicos que en sociedades primitivas son perseguidos y abominados como tales. Y cumple recordar también el supuesto a que otras indagaciones nos han llevado, a saber, que la humanidad ha adquirido su conciencia moral, que ahora se presenta como un poder anímico heredado, merced al complejo de Edipo.


Responder a la segunda pregunta sobrepasa el trabajo psicoanalítico. En ciertos niños puede observarse, sin más, que se vuelven «díscolos» para provocar un castigo y, cumplido este, quedan calmos y satisfechos. Una ulterior indagación analítica a menudo nos pone en la pista del sentimiento de culpa que les ordena buscar el castigo. En cuanto a los delincuentes adultos, es preciso excluir, sin duda, a todos aquellos que cometen delitos sin sentimiento de culpa, ya sea porque no han desarrollado inhibiciones morales o porque en su lucha contra la sociedad se creen justificados en sus actos. Pero en la mayoría de los otros delincuentes, aquellos para los cuales en verdad se han hecho los códigos punitivos, una motivación así de sus delitos muy bien podría entrar en cuenta, iluminar muchos puntos oscuros de la psicología del delincuente y proporcionar a la punición un nuevo fundamento psicológico.


Un amigo me ha hecho notar después que el «delincuente por conciencia de culpa» era conocido también por Nietzsche. La preexistencia del sentimiento de culpa y el recurso a la falta para su racionalización son patentes en los aforismos de Zaratustra «Sobre el pálido delincuente». Dejemos a la investigación futura el decidir cuántos delincuentes han de contarse entre estos «pálidos».


Extraído de Sigmund Freud, Obras completas, v. XIV, Buenos Aires, Amorrortu.


viernes, 15 de noviembre de 2019

Freud y "Más del bien y del mal" de Nietzsche

Nietzsche dice, en "Más del bien y del mal":

En lo que respecta a la superstición de los lógicos: yo no me cansaré de subrayar una y otra vez un hecho pequeño y exiguo, que esos supersticiosos confiesan de mala gana, - a saber: que un pensamiento viene cuando «él» quiere, y no cuando «yo» quiero; de modo que es un falseamiento de los hechos decir: el sujeto «yo» es la condición del predicado «pienso». Ello piensa: pero que ese «ello» sea precisamente aquel antiguo y famoso «yo», eso es, hablando de modo suave, nada más que una hipótesis, una aseveración, y, sobre todo, no es una «certeza inmediata». En definitiva, decir «ello piensa» es ya decir demasiado: ya ese «ello» contiene una interpretación del proceso y no forma parte de él. Se razona aquí según el hábito gramatical que dice «pensar es una actividad, de toda actividad forma parte alguien que actúe, en consecuencia». Más o menos de acuerdo con idéntico esquema buscaba el viejo atomismo, además de la «fuerza» que actúa, aquel pedacito de materia en que la fuerza reside, desde la que actúa, el átomo; cabezas más rigurosas acabaron aprendiendo a pasarse sin ese «residuo terrestre», y acaso algún día se habituará la gente, también los lógicos, a pasarse sin aquel pequeño «ello» (a que ha quedado reducido, al volatilizarse, el honesto y viejo yo).

Freud cita esta obra de Nietzsche, Jenseits von Gut und Böse (Más del bien y del mal) en:
A.E. VI: 146 n. 23. Psicopatología de la vida cotidiana.
A.E. X. 145 y n. 21: A propósito de un caso de neurosis obsesiva (1909), el Hombre de las Ratas: “Ýo lo he hecho – dice mi memoria; yo no pude haberlo hecho - dice mi orgullo, y se mantiene inflexible-. Al fin…cede la memoria.” Fue el Hombre de las Ratas quien llamó la atencion a Freud sobre este aforismo.
A.E. XIX, pág.8, introducción de Strachey a El Yo y el Ello, que dice que la palabra ‘das Es’, ‘el Ello’, se remonta a Nietzsche, ver en Más allá del bien y del mal, pág.470. 
A.E. XXII, 65, Cita a Nietzsche en la conferencia XXXI, de Nuevas conferencias como un uso idiomático que tomó de él para denominar al Ello.

miércoles, 2 de enero de 2019

La soledad en Nietszche.

A propósito de que hace un tiempo hablábamos de Freud con Nietszche...

Hay una frase que aparece en la novela de Irvin Yalom 'El dia que Nietzsche lloró', acerca de la soledad:
"A veces pienso que soy el hombre más solitario que existe. Y, como en su caso, eso no tiene nada que ver con la presencia de otras personas. De hecho, detesto a los que me privan de la soledad y que, sin embargo, no me hacen compañía."
Esta frase parece reflejar lo que Nietzsche pensaba acerca de la soledad. Por lo menos en 'Así habló Zaratustra', el tema de la soledad es recurrente.

jueves, 22 de noviembre de 2018

¿Freud con Nietzche? Nietzsche en la obra de Freud.


Ahí van algunas citas.

“La intensidad de los elementos en uno nada tiene que ver con esa intensidad en el otro; entre material onírico y sueño ocurre de hecho una total «subversión de todos los valores psíquicos». Alusión al célebre leitmotiv del ataque lanzado por Nietzsche contra el cristianismo”
La interpretación de los sueños (1900 [1899]), Tomo IV, pág. 334-335

“Tras esta infancia individual, se nos promete también alcanzar una perspectiva sobre la infancia filogenética, sobre el desarrollo del género humano, del cual el del individuo es de hecho una repetición abreviada, influida por las circunstancias contingentes de su vida. Entrevemos cuán acertadas son las palabras de Nietzsche: en el sueño «sigue actuándose una antiquísima veta de lo humano que ya no puede alcanzarse por un camino directo»; ello nos mueve a esperar que mediante el análisis de los sueños habremos de obtener el conocimiento de la herencia arcaica del hombre, lo que hay de innato en su alma”
La interpretación de los sueños (1900 [1899]), Tomo V, pág. 542

“Pero ninguno de nosotros ha podido describir el fenómeno, ni su fundamento psicológico, de manera tan exhaustiva e impresionante a la vez como Nietzsche en uno de sus aforismos: «”Yo lo he hecho”, dice mi memoria. “Yo no puedo haberlo hecho” dice mi orgullo y se mantiene inflexible. Al fin… cede la memoria»”
Psicopatología de la vida cotidiana (1901), Tomo VI, pág. 146

“Por una de mis pacientes, que había perdido a su padre muy temprano y buscaba reencontrarlo en todo lo grande y sublime de la naturaleza, he considerado probable que el himno de Nietzsche «Antes del nacimiento del Sol» expresara esa misma añoranza. Así habló Zaratustra, parte III. – También Nietzsche conoció a su padre sólo cuando niño”
Caso Shreber (1911 [1910]), Tomo XII, pág. 51

“En cuanto a la doctrina de la represión, es seguro que la concebí yo independientemente; no sé de ninguna influencia que me haya aproximado a ella, y durante mucho tiempo tuve a esta idea por original, hasta que Otto Rank nos exhibió aquel pasaje de El mundo como voluntad y representación, de Schopenhauer, donde el filósofo se esfuerza por explicar la locura. Lo que ahí se dice acerca de la renuncia a aceptar un fragmento penoso de la realidad coincide acabadamente con el contenido de mi concepto de represión, tanto, que otra vez puedo dar gracias a mi falta de erudición libresca, que me posibilitó hacer un descubrimiento. No obstante, otros han leído ese pasaje y lo pasaron por alto sin hacer ese descubrimiento, y quizás lo propio me hubiera ocurrido si en años mozos hallara más gusto en la lectura de autores filosóficos. En una época posterior, me rehusé el elevado goce de las obras de Nietzsche con esta motivación consciente: no quise que representación-expectativa de ninguna clase viniese a estorbarme en la elaboración de las impresiones psicoanalíticas. Por ello, debía estar dispuesto –y lo estoy, de buena gana- a resignar cualquier pretensión de prioridad en aquellos frecuentes casos en que la laboriosa investigación psicoanalítica no puede más que corroborar las intelecciones obtenidas por los filósofos intuitivamente”
Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico (1914), Tomo XIV, pág. 15

“Un amigo me ha hecho notar después que el «delincuente por conciencia de culpa» era conocido por Nietzsche. La preexistencia del sentimiento de culpa y el recurso a la falta para su racionalización son patentes en los aforismos de Zaratustra «sobre el pálido delincuente»”
Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico (1916), Tomo XIV, pág. 339