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domingo, 30 de octubre de 2022

Paranoia: Que-hacer del analista

La paranoia fue descubierta en 1863 y la caracteriza un delirio sistematizado. Para la psicosis en general, Freud planteó que la representación y el afecto son expulsados. En la clínica constatamos la ajenidad y lo extraño del síntoma para el mismo psicótico que es muy difícil o imposible de conmover. Lo particular de la paranoia es que ésta no muestra un déficit o la fragmentación, sino una singular unificación, así como una tramitación y localización del goce intrusivo en el delirio, que se presenta lógico, riguroso, a la manera de una “locura razonante”, según Sérieux y Capgras.

De esta manera podemos preguntarnos: ¿Qué lugar para el analista en la transferencia, cómo posicionarse e intervenir?


El paciente al que llamaremos Jorge concurre a la consulta en junio del 2021. Ha realizado tratamiento dos veces por semana hasta la actualidad. El tratamiento continúa. No toma medicación. 


Lo que Jorge trae a consulta es una serie de ideas con carácter persecutorio y celos. Concretamente, relata que su cuñado le ha robado su parte de la empresa, de la que Jorge es dueño del 50% y su hermana del otro 50% de las acciones. Denuncia que la hermana y el cuñado no le dejan ingresar a las instalaciones. La empresa de la que se trata es una prolífica empresa familiar, que es tercera en importancia dentro de su rubro a nivel nacional. 


Jorge manifiesta que su hermana y cuñado le intervienen el mail, que le ha lavado la cabeza al padre (presidente de la empresa) para que él no quiera verlo y encima le hace firmar documentos aprovechando la avanzada edad de éste. Refiere que su cuñado es ambicioso y que por dinero es capaz de cualquier cosa, de comprar  jueces, empleados para que estén en su contra, incluso que podría contratar un sicario para matarlo… Jorge ha sido denunciado penalmente por su hermana por violencia de género. A su vez, él la ha denunciado penalmente por haber cooptado la voluntad de su padre (circunvención de incapaces). Además, está a cuatro meses de ser padre por subrogación de vientre en Estados Unidos y teme que su hermana, junto a su cuñado, sobornen a la gestadora para que ella aborte a su hijo, motivo por el cual él mantuvo este embarazo en secreto.


Todo esto es enunciado con una certeza inquebrantable, que no admite prueba contraria. En el seminario 3, Lacan hace la distinción entre la realidad y la certeza en la psicosis. De esta manera considera que en el sujeto psicótico no está en juego la realidad, sino la certeza. Por otra parte, encontramos conservación de la actividad intelectual, el mantenimiento del contacto con el ambiente, aunque era evidente la presencia de un delirio sistematizado, lógico y coherente.


El paciente gasta horas diurnas y nocturnas releyendo las causas judiciales, contando una y otra vez lo ocurrido más las elucubraciones a dos amigos y a su pareja, vínculos que aparecen severamente deteriorados.


Se trata de un paciente, que en términos actuales del DSM V podría diagnosticarse con el Trastorno delirante crónico (tipo persecutorio, en este caso), una patología cuya característica esencial es la presencia de una o más ideas delirantes persistentes durante más de un mes (tres meses para la CIE-10) que se caracterizan por ser coherentes. Son ideas no extrañas, potencialmente posibles en la vida real (por ejemplo, ser engañado por su cónyuge, perseguido, envenenado, amado en secreto, etc.). La edad típica de comienzo es hacia los 40-49 años en el hombre.


  1. La transferencia

Hay una particularidad en la transferencia con pacientes psicóticos, en la medida que el sujeto supuesto saber del analista es certero. De esta manera, por ejemplo, el psicótico puede pensar que el analista no le responde a sus preguntas a propósito. El analista debe alojarlo, pero debe evitar encarnar a ese Otro que goza de él. El ejemplo de este tipo de transferencia lo encontramos muy bien descrito en el caso Schreber y el dr. Flechsig. Las posiciones de erotomanía o perseguidor para el analista, son permanentemente ofertadas por la estructura y son lugares de los que hay que correrse.


En un principio a Jorge se lo nota inseguro acerca de cuánta información dar, como si sospechara que el analista pudiera estar del lado de sus perseguidores. Tras haber escuchado la demanda inicial, y habiendo notando esta desconfianza por parte del paciente, pese a la enunciación de la regla de confidencialidad, decidí establecer una serie de medidas tendientes a aumentar su confianza. Le propuse al paciente lo que yo llamé “medidas de protección”. 


La primera medida fue crearle en su mail una serie de alertas que le anunciaran si la empresa era mencionada en las redes. Además, le enseñé a rastrear los edictos societarios utilizando el buscador de la segunda sección del Boletín Oficial de La Nación. De esta manera, él sabría si hubo un cambio de directorio, una convocatoria a Asamblea, una disolución de la sociedad. Toda esta información es accesible a cualquiera y de manera gratuita.


Esta serie de medidas instaló la confianza necesaria para poder trabajar con el paciente. 


  1. El lugar del analista en la paranoia

Élida Fernandez nos refiere que la posibilidad del analista ante la psicosis es la de un “amor de amistad, de una phillia, de un amor de uno o más sujetos en relación a una idea” un primer amor al semejante, salido de la relación al otro que goza, en la psicosis. Este es el lugar posible para el analista en el tratamiento, el secretario del alienado, el lector de un lector, el testigo de un testigo.


El relato de Jorge aparece actual, reiterativo. No hay referencias al pasado, de manera que las primeras intervenciones tienen que ver con historizar, pedir fechas de un relato que aparece compacto, sin fisuras, sin pregunta. De esta manera, se construye en análisis una trama:


Jorge es el menor de tres hermanos, único hijo varón.

A los 20 años, él “se asume” homosexual, al mismo tiempo que la hermana conoce a su pareja. Rápidamente este cuñado ingresa en la empresa, ya que ninguno de los hermanos trabajaba allí y el padre se había quedado sin socio comercial. Posteriormente, se casan. Aquí comienza el calvario de Jorge con su cuñado y la hermana.

Recordemos que en la tercera parte de la descripción del mecanismo paranoico, Freud resalta esta forma singular del síntoma, con la frase: Yo, un hombre, amo le amo a un hombre. Ubica distintas reflexiones sobre esta frase, donde en el delirio persecutorio es "le odio", que proyectado se vuelve "me odia". Lo cancelado retorna desde afuera como algo totalmente ajeno y disruptivo, no se trata de la vuelta de lo reprimido.


Cinco años después (25 años), Jorge ingresa a trabajar en la empresa familiar tras haber hecho un recorrido por el ámbito de la publicidad, de donde obtuvo la licenciatura, pero no logró insertarse laboralmente. Las tareas que él hacía no eran sustantivas (Él hacía las redes sociales, la página). Quienes llevaban las riendas de la empresa eran su cuñado y hermana.

A los 30 años, ocurre  una pelea entre Maxi y el cuñado a las piñas, porque “me objetaba todo”. Estas discusiones entre él y su hermana con el cuñado eran frecuentes.

A sus 33 años, muere su madre. Al año siguiente, Jorge inicia un tratamiento psicológico con la misma psicóloga que su padre, donde es diagnosticado con el trastorno límite de la personalidad. No aceptó tomar medicación.

A sus 37 años, el padre reparte las acciones de la empresa, pues ya estaba llegando a los 80 años. La división se hace en un 33% para cada hermano. 

A los 38 años, Jorge conoce a su pareja, Bruno. La hermana mayor se retira de la empresa, de manera que el paquete accionario queda 50% para Maxi y su hermana.

A los 39 años, me conoce a mí en la clínica de fertilidad.

A sus 42 años, se hace la implantación de dos embriones correspondientes, biológicamente,a Maxi y a Bruno. El embrión de Jorge se pierde a las 4 semanas de embarazo.


Este evento es el que descompensa el cuadro y desde allí comienza a proliferar toda la producción delirante mencionada. Las coyunturas del desencadenamiento son peculiares en cada  caso. Generalmente estriban en el encuentro del sujeto con un  significante de la serie Nombre del Padre, es decir un significante  situado en un lugar de tercero, imposible de simbolizar para el  sujeto.


Mientras ocurría el embarazo, Jorge había metido a trabajar en la empresa a su pareja Bruno y éste último comenzó a cuestionar el manejo de la empresa (que se venía haciendo desde hace 20 años). Bruno es lic. en RRHH y alimenta las sospechas de Jorge. Comienzan a haber escándalos en la empresa, gritos entre ellos por un lado, y la hermana con su cuñado por el otro, todo frente a los 60 empleados. En febrero del 2021 Maxi y Bruno son echados de la empresa, tras protagonizar ambos una gran pelea. A partir de esta pelea hubo una denuncia por violencia de género realizada por la hermana. A partir de allí, Jorge no vuelve a ingresar a la empresa y comienza una batalla judicial. En junio, comienza el tratamiento.


El embarazo perdido de Jorge tiene particularidades. Quien pagó por él fue su propio padre. El plan de la pareja era tener “un hijo cada uno”, los cuales serían inscritos con sus respectivos apellidos. Según Jorge, era muy importante para su padre continuar con el apellido, tarea que Jorge sentía que le había sido encomendada, pues sus hermanas no podían transmitirlo. 


En los primeros meses del tratamiento, el embarazo del otro embrión siguió en curso, pero Jorge no se sentía el padre. Su pareja, notando esto, decide inscribir al niño con el apellido de Jorge. En el espacio de terapia, se trabajó sobre la paternidad y en particular las ideas persecutorias relacionadas con el mismo. Por ejemplo, Jorge temía que su familia supiera que él no era el progenitor de su hijo.


  1. Rectificar el delirio

Sabemos que la idea delirante puede ser rectificada hasta cierto punto. Ese punto inquebrantable es aquello que al sujeto le ha hecho signo y que lo convoca a interpretar algo de la realidad, que le concierne a él. ¿Pero de qué manera hacerlo?


Una posibilidad está en tomar lo que la escuela inglesa nos dice acerca del punto de fijación o clivaje de las enfermedades psicóticas, que yace en la posición esquizo-paranoide y en los comienzos de la posición depresiva. La posición esquizoparanoide, la más primitiva, divide a los objetos entre bueno y malo y está pendiente al sufrimiento de los objetos malos. En esta etapa los objetos son parciales, son objetos buenos o malos. Esta visión parcial, que no es la única que podemos hacer del mundo, es la que impregna en gran medida a las estructuras psicóticas. Desde el punto de vista cognitivo, lo que vamos a encontrar es la dualidad “todo o nada” en el proceso de pensamiento.


De esta manera, transferencia mediante, se puede apostar a la inscripción de espacios intermedios, donde quepan otros matices de la experiencia mental a la cual el paciente nunca ha llegado.


El paciente, en cierto momento, comienza a plantear que se trata de que su cuñado y hermana le quisieran robar, sino que fue su propio padre quien maquinó los eventos de la empresa “desde las sombras”. De esta manera, su hermana y cuñado pasan a ser un títere de este padre, que Jorge empieza a catalogar de perverso e inescrupuloso, narcisista… Esta versión tiene algún pincelazo de verdad: el padre efectivamente había echado a un socio antes, además que había engañado silenciosamente a la madre de Jorge con la contadora de la empresa durante años. Incluso, el padre había tomado la parte de la herencia de su propia hermana, la tía de Jorge.  


Para Jorge, es ahora su padre quien se la agarra con él por haber desafiado el orden de la empresa; refiere que todo este tiempo su padre había querido que él tuviera un hijo para continuar su apellido, con el beneficio de sacárselo de encima de la empresa, por tener que criar al niño en su casa. Todo este tiempo, Jorge conjetura, se hizo pasar por senil para que nadie se diera cuenta de la verdad (el padre tiene 86 años).


Comienza en Jorge una etapa depresiva, al Jorge sentir haber perdido a su familia y a la empresa. El analista resalta que no todo está perdido: gracias a los planes de su padre, el paciente ahora tiene su propia familia: su esposo y su hijo. Además, aún tiene el 50% de las acciones y eventualmente, él puede vender su parte e iniciar un proyecto de su interés lejos de ellos. En estos momentos se está trabajando en cuáles podrían ese proyecto, que en el mejor de los casos, se trate de una obra que le remita a hacerse un nombre a través de  ella y le funcione de estabilización.

jueves, 6 de octubre de 2022

Manejo de la transferencia en pacientes no neuróticos

En la práctica, nos encontramos con pacientes que sufren de alteraciones severas del “sentimiento yoico” (de vacío e insignificancia), que se despliegan en presentaciones clínicas tales como la Melancolía y la Manía.

Los mecanismos psíquicos predominantes de estas graves patologías del narcisismo son la forclusión, la desmentida, la negación, la escisión del Yo. Asimismo se desarrolla, hacia el Yo, una gran hostilidad.

En los pacientes cuya estructura está gravemente alterada, evidenciamos que, en los tiempos primarios de estructuración subjetiva sufrieron fallas significativas de los Otros de los primeros cuidados (tanto en la línea del amor, como en el corte).

Intervenciones en transferencia

El analista hará un manejo de la transferencia que incluya:

. Tener una actitud de manifiesto interés por el paciente (por aquello que nos relata, por sus preocupaciones y/o impedimentos)

. Estar presente más allá de la frecuencia de la sesión, cada vez que sea necesario

. Intervenciones activas sin ser invasivas, como: preguntar, ofrecer un contorno a los decires, de calma y serenidad

Y ¿cómo intervenir cuando el sujeto manifiesta un delirio?

El delirio, tal como lo define J. Lacan, es un intento de curación del sujeto como respuesta a lo que no puede ser simbolizado. El sujeto tiene de su realidad una completa certeza (se mantiene firme en sus convicciones). Trataremos de calmarlo, no lo interpretaremos, pediremos ayuda familiar e interconsulta con un psiquiatra.

¿Cómo proseguirá el tratamiento, cuando el delirio se estabilice?

. El analista oficiará como “secretario”, eso quiere decir que estaremos atentos a lo que el sujeto vive y se lo iremos comunicando. Esto le permite una orientación en los márgenes de la realidad.

. Operaremos como “terceridad”, para generar una separación de ese “Otro omnipotente” por el cual el sujeto se siente atacado.

. Funcionaremos como un “amigo” (un semejante), que le brindará apoyo y consejo. En oposición al “Otro” que lo goza.

lunes, 15 de agosto de 2022

¿Qué es la metáfora delirante? ¿De qué manera estabiliza a la psicosis?

 Lacan retoma la referencia de Freud a Fechner con relación al más allá del principio  de placer. En su seminario II comenta Más allá del principio de placer, señalando con  Freud el carácter fundamental del principio de placer, que fuerza al organismo a un  principio de inercia (el término es de Fechner) según el cual todo exceso de excitación es  descargado mediante una respuesta opuesta de igual magnitud, con el fin de mantener el  nivel de excitación estable. Lacan señala que, en los términos de su época, a este principio  se lo denomina homeóstasis. Pero lo que Lacan rescata del texto de Freud es que este  último no se contenta con las referencias a la energética tal y como son pensadas por la  ciencia de su época, sino que se percata de la paradoja a la que conduce el principio de  inercia: La compulsión a la repetición propia del sistema inconsciente termina siendo  dañina para el yo consciente. Es decir que, en la “máquina humana”, hay un mecanismo  defectuoso que impide el funcionamiento ideal planteado por la psicología del yo, a la que  Lacan critica rigurosamente en este texto. Lacan separa entonces al psicoanálisis  tajantemente de la manera en que la medicina entiende la noción de estabilización, o sea en  relación a un ideal de un funcionamiento adaptado al medio que garantizaría la  supervivencia del organismo. Esta separación puede deducirse a partir del siguiente apartado: “Este sistema tiene algo que molesta. Es disimétrico, no pega. Algo escapa en él  al sistema de ecuaciones y a las evidencias pertenecientes a las formas de pensamiento del  registro de la energética, instauradas a mediados del siglo diecinueve” (p. 98). 

Con todo, ya en su seminario III dedicado a las estructuras freudianas de las psicosis, Lacan retoma, en un principio, la noción de estabilización al nivel de la fenomenología para describir la evolución de la psicosis. Describe con ella uno de los estadios de la psicosis, en el que el sufrimiento del paciente a causa de sus síntomas cede en  cierta medida, y le permite un relativo funcionamiento en el mundo. Este es el uso de la  noción que encontramos en la siguiente cita: 

El Presidente Schreber relata con toda claridad las primeras fases de su psicosis. Y  nos da la atestación de que entre el primer brote psicótico, fase llamada no sin fundamento pre-psicótica, y el apogeo de estabilización en que escribió su obratuvo un fantasma que se expresa con estas palabras: sería algo hermoso ser una  mujer sufriendo el acoplamiento. (p.92).  

En esta cita, Lacan describe la historia de la enfermedad del Presidente Schreber en  un período de tiempo separado en tres estadios: Un período pre-psicótico, el primer brote  psicótico, y su consecuente estabilización. Intenta aislar el elemento que conecta la fase  pre-psicótica con la aparición del primer brote. No obstante, este no es el único uso de la  noción de estabilización en este seminario. Más adelante empleará este término de una  forma completamente distinta:  

¿Podemos hablar de compensación, y aún de curación, como algunos no dudarían en hacerlo, so pretexto de que en el momento de estabilización de su delirio, el  sujeto presenta un estado más sosegado que en el momento de su irrupción? ¿Es o  no una curación? Vale la pena hacer la pregunta, pero creo que solo puede hablarse  aquí de curación en un sentido abusivo (p.125). 

Si bien hace referencia al mismo estadio del que hablaba en la cita anterior, esta vez  le da un giro particular al término estabilización. Nótese que en esta cita Lacan hace referencia a la estabilización del delirio del sujeto, y no de su conducta. A partir de esta  distinción Lacan formula claramente la cuestión de saber si la estabilización del delirio  implica la curación del sujeto psicótico, y responde inmediatamente que no parece que sea  el caso. ¿Por qué? Porque el delirio no deja de portar la marca del desencadenamiento que  lo precede, dando cuenta de que este último desbarata la cadena significante que  estabilizaba la relación del sujeto con su realidad. Lacan denomina entonces al delirio como  “sustracción de la trama en el tapiz” (p.128), pues da cuenta de la incoherencia del tejido  significante que pierde su consistencia cuando es atacado por lo no simbolizado (forcluído)  por el psicótico.  

Vemos entonces cómo, en este pasaje, para Lacan la estabilización no está necesariamente ligada a la curación (tal y como esta es entendida por la medicina), y menos  aún al efecto de la intervención del analista. Designa más bien una tendencia del fenómeno  psicótico a detenerse en un cierto punto, el cual es pesquisable en un número de casos.  ¿Qué es, entonces, lo que Lacan denomina “estabilización del delirio”? Recordemos que  todo el análisis de Lacan en este seminario gira en torno del caso de Presidente Schreber. 

Es por tanto en este análisis que debemos interpretar lo que significa la estabilización de un  delirio. 

En esta misma clase, Lacan define al fenómeno psicótico como “La emergencia en  la realidad de una significación enorme que parece una nadería -en la medida en que no se  la puede vincular a nada, ya que nunca entró en el sistema de simbolización- pero que, en  determinadas condiciones puede amenazar todo el edificio” (p.124). Lacan insiste hasta el  cansancio a lo largo de todo este seminario en subrayar el carácter significante de los fenómenos psicóticos que padece el Presidente Schreber. Así pues, el fenómeno psicótico afecta principalmente al edificio del lenguaje, y la estabilización debe ser pensada en este  nivel. Esta tesis es enunciada por Lacan con todas sus letras en su texto De una cuestión  preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis:  

Es la falta del Nombre-del-Padre en ese lugar que, por el agujero que abre en el  significado, inicia la cascada de los retoques del significante de donde precede el desastre creciente de lo imaginario, hasta que se alcance el nivel en que significante y significado se estabilizan en la metáfora delirante. (p.552) 

Se trata del único pasaje de su obra en el que Lacan menciona explícitamente el  término metáfora delirante. No obstante, recordemos que su texto De una cuestión  preliminar resume el trabajo de su seminario de los años 1955-1956. En él, hace un  desarrollo sobre la metáfora y su papel fundamental en la estructura del lenguaje, el cual  como hemos visto es determinante para la comprensión de los fenómenos psicóticos. Al  examinar el carácter significante de los fenómenos psicóticos, Lacan se percata que no hay  nada en ellos que pase por el registro de la metáfora, tal y como esta fue estudiada por los  lingüistas de su época. Vale la pena que nos detengamos en estos desarrollos. 

Lacan describe la función de la metáfora en la estructura significante de la siguiente  manera: “supone que una significación es el dato que domina y desvía, rige, el uso del  significante, de tal manera que todo tipo de conexión prestablecida, diría lexical, queda  desanudada” (p.313). Así pues, la metáfora da cuenta de uno de los procesos fundamentales  del funcionamiento del lenguaje, mediante el cual el código prestablecido de antemano  puede ser desordenado, de modo que se establecen nuevas conexiones que permiten la emergencia del significado. Lacan señala incluso que esta es una de las características que distinguen a los seres humanos del resto de los animales, pues estos últimos carecen de un  orden significante prestablecido que les permita articular sus propios apetitos. Es el  descubrimiento de las leyes de este orden y de su relación con el cuerpo humano lo que  Lacan denomina “el sentido del descubrimiento analítico” (p.282). 

La metáfora permite establecer lazos entre significantes a partir de el establecimiento de una identidad de sus funciones dentro de la sintaxis. Lacan ejemplifica  esta tesis mediante su comentario de un verso de Victor Hugo: “Su gavilla no era avara ni  odiosa”. En esta frase, el término “gavilla” viene a ocupar el lugar del sujeto,  representándolo metafóricamente, y se le asignan sus cualidades, a saber, no ser ni avaro ni  odioso. Es gracias al orden sintáctico prestablecido que la palabra “gavilla” (que de por sí  significa haz, es decir, un objeto inerte que por definición no puede ser ni avaro ni odioso)  viene a remplazar al sujeto en la frase dando lugar a una nueva significación. Lacan ilustra  el funcionamiento de la metáfora mediante el siguiente gráfico, que denomina fórmula de la  metáfora, o de la sustitución significante

(Tomado de Lacan, 2009, p.533) 

En este gráfico, Lacan ilustra como un significante (S) va a representar una significación desconocida (x) creando una nueva significación (s). $’ designa el significante elidido, el cual será remplazado por S. La elisión de $’ es la condición de éxito de la metáfora.

Es entonces esta función la que Lacan hecha de menos en los fenómenos psicóticos. Pero es necesario hacer una aclaración: No se trata de afirmar que el Presidente Schreber,  como sujeto hablante que era, no fuera capaz de valerse de metáforas para hablar o para escribir poesía. Ciertamente algo de esa dimensión puede encontrarse en sus escritos. No  obstante, si hablamos estrictamente de los fenómenos psicóticos que padecía (por ejemplo,  de los “rayos divinos” que se comunicaban con él mediante una suerte de vínculo  paranormal), entonces no podemos más que aceptar la justeza de la observación de Lacan. 

Precisamente, estos rayos divinos se caracterizan por que tienen el deber de hablar, según  el reporte que hace Lacan de lo expuesto por el Presidente Schreber. Pero lo notable es que esta es su única característica, pues por lo demás carecen de identidad, y en consecuencia es  justo decir con Lacan que no son más que la entificación del significante. El mensaje que  portan estos rayos no es en realidad ningún mensaje, en tanto carece de cualquier  significación (no operan a un nivel metafórico), y se reduce a indicaciones acerca del uso  del lenguaje. A este nuevo código delirante Schreber lo denomina, por mandato de las  voces, Grundsprache, o “lengua fundamental”, como ha sido traducida al español.  Diríamos entonces que, en el caso de este tipo de alucinaciones, el mensaje es el  significante como tal, y no tal o cual significado. Este funcionamiento automático del  lenguaje, si se nos permite la expresión, que caracteriza a los fenómenos psicóticos, nos  enseña sobre la estructura del significante y su papel fundamental en el establecimiento de  las relaciones del sujeto con la realidad. Lacan nos indica que son las leyes que determinan  este funcionamiento las que deben guiar nuestro análisis de los síntomas neuróticos, la  interpretación de los sueños, y nuestra comprensión de los fenómenos psicóticos; en  oposición, por ejemplo, a los significados propios del sentido común y que en muchos  casos no son más que los prejuicios del propio analista o terapeuta. Es en este sentido que  entendemos las constantes críticas de Lacan a la noción de proyección tal y como fue  desarrollada por los postfreudianos. Para los autores que caben bajo esta categoría y que  son citados por Lacan, el núcleo del delirio de Schreber se encontraría en una tendencia  soterrada a la homosexualidad, puesta en evidencia por su delirio transexualista. No  obstante, tomado por esta vertiente, este fenómeno es forzado dentro de las categorías  culturales sobre los roles sexuales y la supuesta normalidad sexual del ser humano, y se  pierde por completo la vista sobre la función que este delirio tiene dentro de la lengua  propia del sujeto.  

Restarle importancia al significado y centrar la atención en el significante es, de  acuerdo con Lacan, retomar la vía abierta por Freud para el análisis de las formaciones del  inconsciente. Hasta este punto, Lacan desarrolla el concepto de metáfora desde un punto de  vista lingüístico, si bien apuntando a su relación con los fenómenos clínicos que hemos  mencionado. No obstante, Lacan realiza un avance con grávidas consecuencias para la  práctica analítica cuando identifica a la metáfora con el proceso inconsciente denominado por Freud como “condensación”. Este avance saca a la metáfora de su contexto  epistemológico, la lingüística, y lo convierte en un concepto clínico para ser usado por el  psicoanálisis.  

Ahora bien, en lingüística existe una oposición entre la metáfora y la metonimia.  Mientras que la metáfora designa el proceso mediante el cual un significante viene en el  lugar de otro, la metonimia es cuando un significante remite a otro en cuanto sus  significaciones se superponen. Así, Lacan plantea el ejemplo de la palabra “choza”, que  remite a “techo”, “suciedad”, “pobreza”, y a otras tantas palabras que hacen parte de su  campo semántico. Lacan resalta que este es el nivel del nombre, que gira en torno de una  significación que, sin embargo, sin metáfora no será capaz de atrapar. Para Lacan, la  metonimia tiene una primacía en los fenómenos psicóticos, pues allí donde una  significación es elidida (o, para usar los términos establecidos por la doctrina lacaniana,  forcluída) de forma radical de la red simbólica, aparecen las alucinaciones en lo real que  aluden a esa significación, pero sin poderla reducir. De esta forma se genera, por así  decirlo, un derrame de significantes sin sentido que van consolidando un delirio, más o  menos estructurado según el caso. Lacan retoma la oposición entre metáfora y metonimia  de la lingüística, y la asimila a la oposición entre condensación y desplazamiento propia del  psicoanálisis. También, como hemos visto, recalca la importancia de la metonimia para la  comprensión de los fenómenos del significante propios de la clínica psicoanalítica, en  contra de la vía metafórica del sentido. De este modo, establece un orden de adquisición de  las funciones del significante. La metáfora presupone lógicamente la existencia de la  metonimia. En otras palabras, para que haya significación primero deben haberse  aprehendido las reglas que permiten las combinaciones de significantes. Retomando el  verso de Victor Hugo analizado por Lacan, diríamos que primero es necesario saber qué es  una gavilla para poder darle una nueva significación. En caso contrario, no se trataría sino  de un sonido como otro cualquiera.  

En este orden de ideas, la alteración de la función de la metáfora que es patente en  los fenómenos psicóticos debe estar asociada, en ausencia de una afasia, a una alteración  del orden simbólico. Continuando con su lectura del psicoanálisis apoyada en la lingüística,  Lacan sitúa el momento de la adquisición del lenguaje en el momento, crucial para el sujeto humano, que el psicoanálisis ha denominado “Complejo de Edipo”. Para Lacan, de lo que  se trata en ese momento es de instaurar un orden, y como todo orden solo puede ser  pensado a partir del orden significante, entonces es seguro decir que este último se instaura  a partir del complejo de Edipo. Lacan resalta una y otra vez a lo largo de su obra, desde su  escrito sobre El Estadio del Espejo, la situación peculiar de la cría humana en relación con  lo que el mundo material exige de él, y en comparación con las crías de otras especies.  Estas últimas dan muestra, sin excepción, de una mayor preparación para los apremios de la  vida que las crías humanas, y un menor grado de dependencia con respecto a sus  progenitores. Este hecho que pertenece a la experiencia más elemental demuestra, por sí  solo, que por su misma naturaleza la vida del ser humano requiere de un soporte externo a  su cuerpo, sin el cual en el mejor de los casos aparecerá una forma de vida que difícilmente reconoceríamos como humana (véase el caso de los niños ferales).  

No obstante, por más natural que sea la relación del hombre con sus semejantes, o  precisamente por esa razón, no se produce sin violencia. Este forzamiento es señalado por Lacan mediante su postulado del estadio del espejo, en el cual la cría humana debe  aprehender su propia imagen mediante aquella que le viene de su semejante. Es decir que,  en principio, capta su propia imagen como algo externo, e incluso exótico. Los fenómenos  psicóticos no pueden más que evocar esta situación, pues es común escuchar a los pacientes  delirantes quejarse de que sufren todo tipo de alteraciones de su imagen corporal, a pesar de  que para los ojos del resto del mundo esta última no se encuentre más trastornada que la de  cualquier otra persona.  

Esa imagen externa se vuelve entonces la base del yo. Lacan señala cómo este  último no tiene una función “integradora”, tal y como aparece en la pluma de los  postfreudianos, sino de dominio, resaltando su carácter fundamentalmente enajenador,  necesario para el mantenimiento de las relaciones humanas, tal y como lo demuestran los  descalabros imaginarios del psicótico, que aparte de la angustia a la que conducen generan un deterioro notorio, y en muchos casos catastrófico, de las relaciones del sujeto con la  realidad.

¿Qué es lo que impide, en los sujetos no psicóticos, tal despliegue de la  fantasmagoría que caracteriza a lo imaginario? Para Lacan a esta altura de su seminario, se  trata del orden del significante que le pone un límite al deslizamiento de lo imaginario.  

Lacan señala que este orden depende de unos cuantos significantes fundamentales sin los cuales la realidad del sujeto se deshace o nunca se conforma. Todo el lenguaje está constituido por un juego de alternancias entre presencias y ausencias, sonidos y silencio que  hacen surgir la significación. Este ciclo se establece a su vez a partir de una alternancia  fundamental para la supervivencia y el desarrollo del niño, vale decir la presencia y   ausencia de la madre. Es en relación con esta última, que se encarga también de bañar al   niño de significantes desde antes incluso de su nacimiento, que aparecen las primeras simbolizaciones del niño. No obstante, para que el registro del lenguaje humano sea instalado de manera definitiva, es necesario que se reconozca el lugar de la falta de la madre. El significante que típicamente viene en este lugar es el Nombre-del-Padre, que mediante una operación de metáfora significa la falta de la madre (la significación fálica). Retomando el gráfico de la metáfora que vimos anteriormente, Lacan ilustra este proceso  de la siguiente manera: 

(Tomado de Lacan, 2009, p.533) 


De este modo, al despejar en el psicoanálisis la primacía del significado, y reconocer la estructura del significante que se impone en los fenómenos clínicos, Lacan refuta las concepciones ambientalistas de los psicoanalistas sobre la influencia de los padres como personas en los trastornos neuróticos o psicóticos. En esto es preciso decir que sigue la veta de Freud, quien por ejemplo no resalta en el caso del hombre de las ratas los méritos o los errores de los padres de su paciente, sino la forma en que ellos transmitieron, sin saberlo, ese cuestionamiento fundamental alrededor del cual se formaría el mecanismo fabuloso de la neurosis obsesiva, sin la participación consciente del paciente. En estos términos, es necesario notar que desde una perspectiva psicoanalítica ciertamente no se puede promover el maltrato infantil, pero tampoco se puede argumentar que los síntomas neuróticos o que los fenómenos psicóticos sean consecuencia directa del maltrato o la  alcahuetería en el proceso de crianza del niño. Es su énfasis en el significante y sus leyes lo  que separa al psicoanálisis tajantemente de una pedagogía o de una ciencia de parvulario.  

Pues bien, la tesis fundamental de Lacan en su seminario III en cuanto a la psicosis  es la siguiente: Es el hecho de que, por alguna razón, el sujeto no se las vio con el  significante del Nombre-del-Padre durante una época crucial lo que explica el fenómeno  psicótico. Valiéndose de la terminología freudiana, Lacan señala el papel de la Bejahung, la  afirmación primordial que, al ser negada, constituye el corazón de la neurosis por su  insistencia tras bambalinas desde lo inconsciente, de un significante que se repite por haber  sido reprimido del sistema consciente. Tal afirmación está ausente en la psicosis, lo que  conduce a un funcionamiento del inconsciente distinto a la que es causada por la represión.  Al rechazo de ese significante primordial Lacan lo llamará verwerfung, o forclusión, como  ha sido traducido al castellano (también se ha usado el término “preclusión”).  

Ante la falta de ese significante fundamental, toda vez que algo en la experiencia de  ese sujeto evoca el vacío de la significación fálica, este se impone en lo real bajo la forma  de un significante que se impone en cuanto tal, sin posibilidad de adquirir una significación,  pues no es registrado por el sujeto. De allí que se presente como voz que el sujeto no  reconoce como propia. Este fenómeno produce un desorden simbólico y, en consecuencia, un caos imaginario pues deja al sujeto inerme frente a la violencia que implica para el ser  humano su vida en sociedad. 

Pero, ¿por qué no todos los psicóticos presentan estos trastornos desde el momento mismo en que fracasa la inscripción de la significación fálica? Hay una latencia entre la  falla estructural y los trastornos psicóticos que merece una explicación. De acuerdo con  Lacan, esta latencia se da porque de todos modos el sujeto psicótico puede lograr, mediante  identificaciones, una compensación (el término es de Lacan) que le permita vivir en el  mundo como una persona “normal”. Es de notar que esta explicación se adapta  singularmente bien al caso del Presidente Schreber. Pues no se tiene registro que antes de  su desencadenamiento él se hiciera algún cuestionamiento relevante sobre su identidad  como ser sexuado. Lacan plantea que una identificación con modelos masculinos le puede  permitir a un sujeto como el Presidente Schreber comportarse e incluso pensar como un hombre, pero al carecer del significante del vacío no se establecería la distancia necesaria  entre estas imágenes y el sujeto como tal, quedando capturado por la basculación propia del  registro imaginario, inestable por naturaleza.  

Todo este sistema correría entonces el riesgo de venirse abajo cuando el psicótico se  ve forzado, en la realidad, a confrontarse cono ese lugar vacío que establecería la distancia  con la relación dual, imaginaria, pues como su significado nunca fue registrado,  desencadena una respuesta en lo real que, como hemos dicho, el psicótico no puede  reconocer como propia. De acuerdo a la distinción que hemos venido haciendo de los  distintos registros que despliega Lacan, y de su papel en la clínica psicoanalítica, es  necesario señalar que no se trata aquí para el sujeto, forzosamente, de ser confrontado por  un padre cualquiera o incluso por la paternidad. Lacan afirma que de lo que se trata es de  encontrar Un-padre. Incluso llega a dar la siguiente indicación clínica:Búsquese en el  comienzo de la psicosis esta coyuntura dramática” (p.552). Un-padre se refiere, de acuerdo  a lo expuesto hasta el momento, a la encarnación de ese lugar que es el del lenguaje como  tal. Cuando este lugar del vacío aparece, literalmente, en lugar de mediar entre el sujeto y  sus relaciones imaginarias, estas últimas no soportan el peso y se desploman. En el caso del  Presidente Schreber, este momento sucede en un primer momento frente al fracaso de su  candidatura al Reichstag, y de manera definitiva luego de su nombramiento, un tanto inesperado, como Presidente del senado. Ambas experiencias ciertamente ponen en cuestión la existencia que tenía hasta el momento, tanto más cuanto le exigían la asunción del papel de ser el agente del mantenimiento de la ley. La respuesta de Schreber es un  delirio que lo coloca en la posición de ser el objeto, en un primer momento reticente y más  tarde voluntario, de un padre avasallador que quiere gozar de él. El proceso mediante el  cual se produce este viraje es lo que Lacan resume cuando afirma “que significante y  significado se estabilizan en la metáfora delirante” (p.552). Lacan lo ilustra mediante el  siguiente esquema, el esquema I4

4 Conviene señalar que para el despliegue de la información contenida en este intrincado gráfico, nos hemos  ayudado de la lectura realizada por Acosta & Jacinto (2011). Del mismo modo, es preciso decir que no  desarrollaremos exhaustivamente este esquema, que a su vez se basa en el esquema R, sino que nos  enfocaremos simplemente en lo que corresponde al mecanismo de la metáfora delirante.  



(Tomado de Lacan, 2009, p.533) 


Po y Φo dan cuenta de la forclusión, indicando la brecha (la parte sombreada del gráfico) que existe entre el significante fundamental y la significación que estabiliza la realidad del sujeto. No obstante, dicha brecha deforma las líneas de lo simbólico (Po) y de lo imaginario (Φo), abriéndolas hacia el infinito, lo cual es representado aquí mediante dos asíntotas simétricas. La que corresponde al campo de lo simbólico se encuentra del lado del Otro del sujeto (M), el Dios que le impone a Schreber las significaciones, que lo martiriza, y que goza de él. Frente a esta asíntota se encuentra la otra, del lado de lo imaginario y del yo del sujeto (m). El encuentro entre el yo y el Otro, teñido en el delirio de una connotación mortífera debido al descalabro imaginario, se encuentra entonces aplazado indefinidamente mediante el recurso a una significación delirante, “ser la mujer de Dios”, que viene en el lugar del Nombre-del-Padre faltante por la vía del ideal (Dios). Esto permite delimitar de cierta manera las relaciones entre el sujeto y el otro. En efecto, el gráfico apunta a mostrar la separación lograda entre m y M, pero lograda virtualmente, pues en todo caso esa unión con el Dios que exige la castración de Schreber se deja suspendida para un futuro incierto, en el que el orden de las cosas volvería a su justa medida mediante el sacrificio de su propia  persona.  

Vemos entonces todo un viraje en la posición de Schreber, que va desde la imposición  de una significación inapelable (ser una mujer sufriendo el acoplamiento), hasta la asunción  de esa significación elidida por el desvío de la metáfora delirante (ser la mujer de Dios). El  análisis del delirio de Schreber a partir desde la perspectiva del significante en su estructura  permite ordenar y resaltar las relaciones entre toda una serie de fenómenos que la mayor parte  de las veces suelen considerarse nada más que disparates sin sentido, fruto de una  enfermedad. No obstante, reconocer el plano del significante en cuanto tal, desligado de su  dimensión de sentido, implica un cambio de perspectiva radical en la forma de concebir la  psicosis. Otro punto importante que el análisis de este capítulo pone de plano es el hecho de  que el orden significante se desentiende, por así decirlo, del bienestar del organismo. El  esfuerzo de Lacan en los textos que hemos tomado es, a partir de las nociones freudianas,  demostrar mediante la psicosis la tesis de que los asuntos humanos dependen, a un nivel  esencial, del significante. Si admitimos esta tesis y desarrollamos sus consecuencias, sería  necesario distinguir entre lo que la estructura del significante exige para su estabilización, y  la homeóstasis del organismo necesaria para continuar la vida. El desencuentro entre ambos  órdenes es lo que justifica la existencia del psicoanálisis y la acción del analista.

DISCUSIÓN 

Conviene recordar que, a la altura del seminario III y por la fecha en que escribió su  texto Sobre una cuestión preliminar, el afán de Lacan era despejar el campo del  psicoanálisis de los equívocos introducidos por los analistas que vinieron después de Freud,  devolverles a los conceptos desarrollados por este último su filo para la clínica analítica, y  demostrar la función esencial de significante en el psiquismo humano. Por tal razón, se  dedica con ahínco a su “retorno a Freud”, fórmula que según Lacan mismo significa leer a  Freud al pie de la letra. De allí que en su seminario III no de muchos avances sobre el  problema clínico por excelencia de la clínica analítica con pacientes psicóticos, vale decir,  el manejo de la transferencia. Su texto se llama Una cuestión preliminar…, pues no se  ocupa del tratamiento como tal del paciente psicótico. En este mismo texto afirma que:  “Decir lo que en este terreno podemos hacer sería prematuro, porque sería ir ahora “más  allá de Freud”, y la cuestión de superar a Freud ni se plantea siquiera cuando el  psicoanálisis ulterior ha vuelto, como hemos dicho, a la etapa anterior” (p.557).  

Ciertamente, Lacan no resuelve el problema de la psicosis. Tampoco permanece con  la misma opinión al respecto a lo largo de su enseñanza, sino que en las dos décadas  siguientes realizará algunas correcciones, comentarios, y añadirá nuevas perspectivas que  abrirán nuevas posibilidades para el psicoanálisis. No obstante, el seminario III continúa  siendo una referencia obligatoria para el tratamiento del problema de la psicosis desde una  perspectiva psicoanalítica, y una referencia teórica que subvierte las concepciones  tradicionales sobre la locura, aún hoy, 60 años después. La concepción del significante  como determinante para el entendimiento del fenómeno psicótico es una tesis fértil de  posibilidades y congruente con los datos clínicos de la experiencia, brindándole a los  analistas herramientas para pensar e intervenir sobre la psicosis que siguen siendo útiles  hoy en día. Si en su mayor parte estos efectos se han visto reducidos a los círculos más o  menos cerrados de los analistas, es a ellos a quien es necesario interrogar sobre su posición  con respecto a la locura en el mundo contemporáneo.  

Conviene, no obstante, darle una perspectiva a este análisis mediante los desarrollos  posteriores a Lacan, así sea a grandes rasgos. Acosta & Jacinto (2011) apuntan que, en 1966, Lacan añade una nota a pie de página a su texto De una cuestión preliminar, en la  que señala que la estabilización de la realidad se realiza a partir de la extracción del objeto  a, consecuencia de la castración. Ya hemos explicado como para Lacan, a la altura del  seminario III, es necesaria una violencia que le permita significar el vacío que le otorgue a  la estructura la capacidad de trasponer sus términos. No obstante, Lacan en este seminario  pone el énfasis en el agente de esta operación. El concepto de objeto a le permite, por el  contrario, pensar lo que sucede del lado del paciente de la castración, y es justo decir que  este concepto genera un reordenamiento de los elementos que ha organizado mediante sus  construcciones teóricas. 

Una inversión análoga sucede en el seminario III. Cuando leemos los seminarios de  Lacan, lo que encontramos es un trabajo continuo que vuelve una y otra vez sobre sí  mismo. En sus seminarios anteriores, Lacan se había ocupado de estudiar el complejo de  Edipo estrictamente freudiano, con sus consecuencias para la práctica analítica y la  neurosis. La psicosis, al ser un problema que el mismo Freud legó a la posteridad, requería  de una lectura distinta del Edipo, una lectura por así decirlo a contrapelo, evaluando los  efectos de una distorsión en esta encrucijada esencial para el establecimiento de las  relaciones del ser humano con la realidad. Los frutos de esta reflexión le permitirán  entonces a Lacan cuestionar el estatuto del complejo de Edipo en su sentido clásicamente  freudiano, lo cual llevará a cabo más adelante en su obra.  

De este modo, llegamos al que quizás sea el mayor avance de Lacan con respecto a  la psicosis después de su trabajo del seminario III (o por lo menos es reconocido como tal  por los autores que hemos citado en nuestra sección de antecedentes). Se trata de la función de la suplencia y del sinthome desarrollados en su seminario XXIII. Estas nociones  presuponen, como lo mencionan Soler (2004) y Almeida (2017), que existan alternativas al Nombre-del-Padre y que, aun ante la falta del significante primordial, sea posible encontrar maneras de sostener un orden compatible con la vida, por precario que sea. No obstante, también es importante resaltar que Lacan no vuelve a hacer referencia a la noción de  estabilización de la psicosis, y su única referencia a este tema en específico es lo referente a  la metáfora delirante; si bien es cierto que, como hemos dicho, replantea su concepción  sobre la psicosis más delante en su obra, solo que no ya a partir de la noción de  estabilización. 

En suma, es posible afirmar que el seminario III y la noción de estabilización a  partir de la metáfora delirante son puntos de viraje esenciales que permitirán la aparición de  lo que algunos autores (como Ramírez (2008) y Almeida (2017)) llaman la clínica de las suplencias. Por más que Lacan haya dejado la cuestión del tratamiento como tal de la  psicosis en suspenso, los puntos avanzados durante esta época le permitieron hacer avances  para repensar toda la clínica psicoanalítica, incluido el tratamiento de la psicosis -a pesar de  que la distinción entre las estructuras clínicas tiende a diluirse en favor de otras  distinciones. 

Ahora bien, con respecto a las cuestiones que nos planteábamos al comienzo de este  trabajo a partir de la revisión de los antecedentes, podemos sacar algunas conclusiones.  

En primer lugar, salta a la vista la diferencia entre la noción médica de  estabilización y la noción psicoanalítica. Esta última depende del orden significante  y no puede ser leída en los fenómenos como tales -a no ser que se los examine en su  dimensión significante.  

La estabilización de la psicosis a partir de la metáfora delirante en psicoanálisis  hace referencia al ordenamiento de las significaciones propias del fenómeno  psicótico en torno de una metáfora que permita una asimilación subjetiva de la  significación elidida por la forclusión. Esta estabilización es por tanto en cierta  medida independiente de las convenciones sociales y de la homeóstasis del  organismo, por lo que un sujeto con una conducta estable (por ejemplo, un  catatónico) puede en realidad encontrarse más lejos de la estabilización por la  metáfora delirante que un sujeto con una conducta anormal (un sujeto con un trastorno delirante, por ejemplo).  

La metáfora delirante hace parte, por así decirlo, de la historia natural de algunas  psicosis, y ocurre perfectamente sin la intervención del analista. Como hemos dicho,  Lacan no pretende promover a esta altura de su enseñanza ninguna concepción  sobre la cura del psicótico, por lo que en ningún momento plantea la necesidad de que el analista promueva o no dicha estabilización. Por otra parte, aplica los métodos de investigación del psicoanálisis para el estudio de los fenómenos  psicóticos, e invita a mantener una posición receptiva frente a este último,  indicaciones que no dejan de tener su valor clínico y su utilidad. 

La estabilización del delirio mediante la metáfora delirante no es una solución  definitiva, tal y como lo prueba el caso del Presidente Schreber. No obstante, pone  de plano el hecho de que una solución que se valga del significante es posible, si  bien no para generar sujetos bien adaptados a su medio socio-laboral, por lo menos  sí para detener el proceso de hundimiento del mundo al que conduce en muchos  casos la psicosis, y que en todo caso le permita hacer parte, así sea marginal, del  delirio compartido de la humanidad. Para estos fines, personajes como el Presidente Schreber poseen ciertamente una visión privilegiada, capaz de enseñarnos sobre los  fundamentos de este delirio -por poco que lo sepamos escuchar.

Fuente: ALEJANDRO CRUZ TRUJILLO (2020), LA METÁFORA DELIRANTE COMO FORMA DE ESTABILIZACIÓN EN LA  PSICOSIS

miércoles, 22 de junio de 2022

¿Cómo y por qué Lacan pasa del nudo de 3 al Nudo de 4 cuerdas? (1)

En esta entrada vamos a hacer un salto del seminario 3 "La psicosis" (1955-56) al seminario 23 "El sinthome" (75-1976)

Hay una serie de textos que hay que ubicar, en donde se resaltan los más importantes:

- "Lo simbólico, lo imaginario y lo real" (1953)

- Conferencia I en Roma (1923): "Función y campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis" (1953)

- Seminario III "Las psicosis"

- De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis" (1957-58)

...Pegamos un salto de 20 años para encontrar a este grupo de textos:

- Seminario 20 "Aún" (1972-73)

- Seminario 21 "Los Nombres del Padre" (1973-74)

- Seminario 22 "R.S.I." (1974-75)

- Conferencia en la Sorbona "De James Joyce como síntoma" (1976)

- Seminario 23 "El síntoma" (1975-76)

Dijimos acá que la obra de Lacan tuvo, del seminario I al V, una primacía de lo simbólico. Del seminario VII al X (La angustia) hay un período de transición hacia lo real. 

El período de la primacía de lo real se encuentra en los seminarios XI al XX (Aún) El nudo aparece en el seminario XIV. 

Finalmente, en los seminarios XXI a XXVII, habrá equivalencia entre los registros R.S.I. 

En La Tercera, el nudo aparece con apertura de los registros, formando hipérbolas y donde cada registro va inmiccionando en el campo del otro, dejando un agujero en el centro que corresponde al objeto a:

El seminario 3: El esquema L
El esquema L permite orientar el discurso del sujeto en función del Otro (A), pensado en este momento como tesoro de los significantes, el lugar de la lengua y también como el inconsciente. Quien habla, el yo, de dirige a un otro. Hay un lugar tercero, el Sujeto, más virtual, no se corresponde por entero con elñ yo, que pretende ignorar que está determinado por el Otro, que es el inconsciente.


En el seminario 3, Lacan aborda las psicosis, más específicamente la paranoia. Freud había distinguido a la paranoia y a las parafrenias, que incluía a la parafrenia de Kraepelin y a la esquizofrenia de Breuler. Lacan le hace una crítica a Jaspers y a Krapelin. A Jaspers, le critica la idea que él había introducido entre sexualidad y desarrollo, porque decía que en los cuadros donde su evolución no era comprensible, sino que prima lo inefable o la dificultad para establecer algún tipo de identificación, lo diferencia de lo que ocurre en la paranoia, donde el desarrollo del cuadro es más comprensible e identificable y se puede establecer una empatía con el componente ideativo. Lacan propone que esta idea es anacrónica y hace un llamado a no comprender o a suspender la comprensión inmediata que se le atribuye a la paranoica y a no tomar esta cuestión de la locura lúcida que fue siempre objeto.

Para Lacan, el delirio y la alucinación de las psicosis, que suponen un desciframiento para los neuróticos, en realidad sucede que en la psicosis es un poco ilusorio, ya que el inconsciente está en la superficie, a cielo abierto, expuesto. El inconsciente, en la psicosis, es consciente y no se encuentra a la manera de la neurosis. De esa manera, no hay ciframiento ni desciframiento que sea comparable a lo que ocurre en la neurosis. 

lacan expone que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. El psicótico, pese a hallarse en ella, habla esa lengua pero la ignora. En ese punto, uno debe recordar textos de Derridá como La hospitalidad, donde uno puede hacer una analogía con la idea de aquel extranjero que se encuentra en un lugar que no es el suyo y tiene que hablar en una lengua que le es extraña. En esta situación es la que se encuentra el sujeto psicótico. Ese inconsciente, está ahí pero no funciona. En otro momento dice que el psicótico es un desabonado del inconsciente, estando el sujeto excluido de él porque gran parte de lo que desconoce viene de lo real (hay un cambio de registro desde retorna). En la neurosis, en cambio, lo que el sujeto desconoce proviene de lo simbólico. En la Conferencia de Roma, Lacan define a lo real como lo imposible de ser aprehendido por lo simbólico.

Lacan dice, utilizando el esquema Lambda, que en la mayor parte del tiempo cuando la persona habla recibe las palabras desde ese Otro, lo sepa o no, que es el inconsciente. El psicoanalista está escuchando entrelíneas eso que el paciente dice, que es más de lo que dice. El yo ignora esta determinación inconsciente, dirigiéndose a un otro. En la neurosis, el yo se dirige a un otro y lo que recibe es su propio mensaje en forma invertida.
Ej: Yo le digo a una mujer que la quiero, es para que ella me diga "Yo también". El receptor ratifica el lugar que yo tengo en el otro. Lo importante acá no era lo que yo quiero, sino escuchar el otro que habla y dice que tengo un lugar en el otro. Ese lugar llega desde el otro.

Si vamos al esquema Z, podemos ver qué es lo que pasa en las psicosis. Cuando aparece la sintomatología psicótica y evidencia la falla en el nombre del padre, el lugar del Otro desaparece y el sujeto queda definido con una especie de aplastamiento de los dos pisos superiores, reduciéndose a una relación totalmente imaginaria y especular entre el yo y el otro.

De esta manera, el psicótico se transforma en una especie de títere, donde a veces se confunde quién es el títere y el titiritero. No se sabe quién habla y quién es hablado. La psicosis revela lo que ocurre también en la psicosis, pero encubierto: todos somos hablados por el Otro del lenguaje, el inconsciente, solamente que en la psicosis aparece de manera descarnada. Lo que se produjo en la psicosis fue un desastre, un arrasamiento imaginario sobre el registro simbólico y real. Lacan dice que esto es debido a que un significante relacionado con la posibilidad de la castración ha sido admitido en lo simbólico, pero luego rechazado de allí para ser arrojado a una exterioridad. Ese rechazo primordial se expresa en una forma de retorno particular y es lo que da origen a los síntomas psicóticos. El psicótico es arrojado con su yo, desconociendo por completo el lugar parasitario de ese Otro que lo habita, por el cual el sujeto es usado y no usuario del lenguaje. Muchas veces no sabe si ocupa el lugar de su yo o su semejante y quien es habla a veces es él mismo en tercera persona. A veces también aparecen los fenómenos elementales, que suponen la amenaza del doble en la imagen especular, la aparición de las alucinaciones y el delirio como formas de aparición en lo real, que sellan el carácter del cuadro. 

Por ejemplo, Lacan sitúa el caso de "Vengo del fiambrero". El caso se trata de dos mujeres, madre e hija, en una especie de locura compartida. Se la presenta como una paranoia, pero la lectura del paciente se trata de un paciente esquizofrénico, aunque Lacan toma el aspecto paranoide de esto, aunque la paciente presenta fenómenos de fragmentación del cuerpo bastantes pronunciados. La alucinación que esta mujer tiene, cuando escucha que le dicen "marrana",  alucinación acústica verbal, es aquello que una histérica podría haber reprimido y luego recordado, o pensado que eso podrían haber dicho de ella. En este caso, no hay nada reprimido, este significante fue expulsado y rechazado y retorna desde lo real.

La crítica que Lacan le hace a Kraepelin tiene que ver con su definición del delirio. Kraepelin define a la idea delirante que se trata de la evolución continua de un sistema delirante, duradero e inquebrantable surgido por causas internas con conservación completa de la claridad, del orden del pensar, la abolición y la acción. 

Lacan critica, respecto a lo duradero, que eso no es necesariamente así. Lo de las causas internas no es el caso, las causas no tienen que ver con cuestiones orgánicas. Y lo inquebrantable tampoco ocurre de tal manera. A veces se puede ver que la idea delirante puede ser rectificada, solo que hay un punto cero en la cual no se puede hacer mucho más nada. El punto inquebrantable en delirio e irreductible, no es sobre cualquier idea, sino sobre una sola: aquello que al sujeto le ha hecho signo y que lo convoca a interpretar algo de la realidad, le concierne a él. En estar concernido en aquello que lo toca es justamente un punto inquebrantable. De esa certeza inconmovible, el sujeto psicótico no sale.

Respecto de los psiquiatras franceses que estudiaron los resonantes, que estudiaron estos delirios con apariencia silogística, razonada y razonantes, tienen un núcleo de total imcomprensibilidad. Si uno cuestiona al extremo la idea delirante, llega un punto donde el sujeto no puede dar cuenta ni defender los argumentos de su delirio. Hay un punto inaccesible para el propio sujeto que no puede saber por qué piensa lo que piensa ni puede justificar. El razonamiento paranoico es lógico y suele conmover por la necesidad de justificar su razonamiento, suele -según Lacan- llegar a un punto donde no puede decir mucho sobre ello, porque se encuentra con el agujero que provocó el rechazo de la castración. Allí aparece, en lugar de la razón, algún fenómeno delirante, neologismos, estereotipias, estribillos... Todo ello habla de una significación que ha ido a la deriva, que pierde la referencia fálica y básicamente es una significación de significación, una necesidad de encontrarle sentido a todo sin ningún tipo de amarre o referencia central. 

Calligaris, un autor que trabajó muy bien la psicosis, hace una gráfica por la cual la significación fálica tiene un punto de capitoneado, es decir, ese punto de amarre donde todo lo que se dice cobra sentido porque cada significante remite al otro y a su vez a uno central. Es como al hacer una monografía, uno no tiene que explicar todo porque se da por cierto que algunas cosas el otro ya sabe. Es como si fuera una espiral, donde se gira en torno a algo. 

En la psicosis, sería más bien como una red con infinitos puntos, donde no hay ningún punto central. El sujeto psicótico queda condenado a encontrar sentido, significaciones a esos signos, a esas cosas, de manera permanente, como si fueran algo nuevo o una novedad. Es como hacer una monografía teniendo que definir términos o darles un sentido, porque no hay una referencia inmediata. De manera que se forma una significación infinita, o a lo sumo, la significación que remite a sí mismo. En la psicosis, se pierden las reglas del lenguaje.

En el seminario 3, Lacan dice que la exclusión originaria de un significante relacionado a la castración produce varios efectos. A nivel de la lengua, pero también en relación a la posición sexual del sujeto. Una histeria puede preguntarse si es hombre o mujer, lo cual es una pregunta sin respuesta. Aparece la duda. En la psicosis aparece una respuesta anticipada, o peor aún, no hay pregunta. Aparece frecuentemente el empuje a la mujer, la emasculación, que es la puesta en acto de una sexualidad anómala, sin ley, sin ordenamiento fálico. Es decir, no aparece toda esta maquinaria que aparece en los neuróticos, que es el Edipo. Collete Soler habla del "empuje a la excepción". 

La no constitución de la metáfora paterna o del Edipo, esa instalación entre el segundo y tercer tiempo del Edipo, hace que el padre aparezca en su versión imaginaria, como un padre cruel, un padre conflictivo, en su vertiente incestuosa. En el aspecto simbólico, como esto falla, hay un retorno desde un lugar real de un padre omnipotente, gozador, un padre perverso, un padre poderoso que puede, que no es el que sujeta la ley, sino el que hace la ley. Puro capricho, que puede ser asexuado, polisexuado, hipersexuado... Ese padre lo puede todo y, por estar conminado por el goce, también todo es posible. 

Lacan dice que los sujetos psicóticos tienen, al igual que la neurosis, momentos de descompensación. Esto en general tiene que ver con un significante que hace un llamado a ese Nombre-del-Padre, esa inscripción psíquica que da cierto orden y que permite enfrentar algunas situaciones, como la herencia, la paternidad, maternidad, tomar un título, un cargo, un cambio de posición que implique responsabilidad en relación a una figura de autoridad. O transformarse en la autoridad. Si los neuróticos tienen sus descompensaciones aquí, los psicóticos no escapan de ello. 

En ese punto, esos sujetos aparentemente normales, neuróticos, prespsicóticos, andaban como un taburete de 3 patas. Al producirse ese llamado, se produce el desgarro del registro simbólico. Ese agujero que se produce en lo simbólico por esa falta, produce una exacerbación de lo imaginario, que inmicciona para dar sentido ante esa pérdida de incertidumbre. Es decir, donde uno busca una respuesta para saber qué lugar, se encuentra con un vacío y la perplejidad misma. 

Lacan dice que ese sujeto, que antes podía contar con una serie de identificaciones imaginarias conformistas, un enchapado que le permitía funcionar como las personalidades "como si" que describían los ingleses. Son recursos que le permiten comportarse, qué es un hombre, qué es una mujer, etc. De repente, se encuentra con algo que lo convoca y esas identificaciones ya no le dan una respuesta. Ahí empiezan a aparecer fenómenos de franja, fenómenos entre lo simbólico y lo real, toda una compensación imaginaria a ese desastre que se ha producido por perder esas muletas que el sujeto no encuentra. Ese llamado, de un significante al otro y se encontró en falta, lo que produce es la necesidad de un amarre al sentido, en una especie de desesperación de lo que podría ser una significación para no quedar en la perplejidad y donde para encontrar esa significación se pierde el camino "por la carretera principal", según Lacan. No es lo mismo transitar una carretera con carteles donde uno sabe cómo ir, las voces del Otro lo guían. En el sujeto psicótico, esos elementos simbólicos regulatorios, del orden social, provienen desde el Otro afuera, desde lo real, a partir de las voces y las alucinaciones que dan otras pistas. Es como caminar por caminos secundarios, con desvíos, lo cual supone demoras y un infinitud de caminos tomados, en una especie de errancia, que lo hacen vagar y perderse en el sentido.

"De una cuestión preliminar..."
En este texto ya no aparece la mención a los fenómenos elementales de Clerembault. Hay una serie de conjeturas si es que perdieron vigor y valor clínico. Muchos consideran que si, otros que no. Lacan comienza a hablar de síntoma psicótico y después síntoma a secas, sobre todo cuando empieza a acercarse a lo real. Allí deja de diferenciar el síntoma de la neurosis y de la psicosis, llamándolo síntoma. Los fenómenos elementales siguen estando presentes, en el seminario 23. Posiblemente los fenómenos elementales quedaran muy ligados a la psiquiatría y se corriera el riesgo de hacer diagnósticos psiquiatrizando al psicoanálisis. 

En "De una cuestión preliminar...", lacan hace varias críticas que tienen que ver con la posición del sujeto en general y con el sujeto psicótico. Una de las cuestiones que trabaja es la posición de la alucinación tomada desde la escolástica básica, la filosofía, la teología y la filosofía cristiana. Básicamente, el sujeto que percibe tiene el estímulo de un perceptum, representado con un vector que va desde el ojo hacia el objeto, como si se tratara de un sujeto activo. Cuando el sujeto percibe mal (ej. una alucinación), Lacan dice que se le pide dar cuentas de ese error. 

Esquirol se equivocó cuando dijo que la alucinación era sin objeto. Hay un objeto, el objeto a, así que no se trata de una percepción sin objeto, sino de un percibidor sin su objeto. Lacan dice que la cosa funciona al revés, saliendo de la mecánica clásica: es el objeto el que funciona atrapando la mirada del percipiente y es el objeto el que convoca la mirada. No es el sujeto el que activamente pretende mirar. De esta manera, no hay tanta diferencia entre el trastorno de la sensopercepción y la que resulta normal, si bien hay algunas diferencias. Los sujetos psicóticos no ignoran del todo que aquellas cosas que perciben no tienen el carácter tan objetivable que tiene la realidad. 

Lacan dice que si bien los psiquiatras diferencian a la alucinación (sensopercepción) del delirio (esfera del pensamiento). Para Lacan, ambos corresponden a lo mismo. Todo lo que es percibido ya está estructurado antes por el lenguaje. nada de lo que se perciba escapa del lenguaje, por lo tanto, la alucinación no escapa a ello y de alguna manera, tanto la alucinación como el delirio comparten el mismo principio fundamental. 

Por ejemplo, en el caso Schreber aparecen trastornos en el lenguaje (neologismos, estribillos, palabras impuestas). Lacan resalta los fenómenos de código y fenómenos de mensaje. Aquellos fenómenos de código, como los neologismos, son voces que hablan en un alemán muy arcaico y están llenos de eufemismos, como almicidio, anexión de nervios. Son todos significantes que no remiten a la significación fálica, sino a la significación de significación, mo dice Silvia Amigo, deriva psíquica.

Los fenómenos de mensaje son todos aquellos mensajes interrumpidos qué el debía completar inmediatamente. Cuando a Schreber se le imponía "Debe ud., por su parte...", Schreber debía completarlo con algo como "...prestarle pronta atención". Estos fenómenos eclosionan cuando el cuadro aparece. Todos estos fenómenos son propios del síndrome de pasividad o de influencia que algunos pacientes aseguran tener. Adquieren un carácter parasitario y son explicados como la intervención de alguien desde afuera. 

Lacan también se mete con el apartado de las formas de negación freudianas "Yo no lo amo" y dar forma del delirio persecutorio, al delirio megalómano, celotípico, etc. 

El esquema Lambda da origen a este otro gráfico:

El esquema R aparece en "De una cuestión preliminar...". Él área verde es imaginaria, el área roja es el cuadrángulo de la realidad y el triángulo amarillo corresponde a lo simbólico. Básicamente, Lacan quiere decir con esto que la realidad está montada sobre lo simbólico y es enmascarada por lo imaginario. Lo que nosotros llamamos realidad psíquica, el fantasma, es una veladura de lo imaginario que se asienta en lo simbólico.

El efecto imaginario está sostenido básicamente por el yo (m), por la imagen especular (i) que es el origen del yo y por el falo (Φ). De esta manera, se puede encontrar:

El falo imaginario (phi), el ideal del yo I(a), que remite al estadío del espejo de Lacan y el yo, o moi, o a. Esto es lo mismo que falo - madre - niño, que es el famoso triángulo pre edípico.

El campo simbólico toma la cuestión de la madre (M) como lo Otro, el ideal del yo (I) como referencia simbólica y la metáfora paterna (P), que es básicamente el padre, encarnado por el A.

En la banda de la realidad, está puesto el yo (a) y el a', es decir el otro. 
Ese cuadrángulo puede formar una banda de Moëbius. Esa bandas produce un estiramiento del cuadrángulo y una retorción que hace coincidir la imagen del ideal con el especular (I e i) y al yo con el otro (a y a'). Esto es lo que sucede en la psicosis.


La notación de la neurosis significa Nombre del padre (P) y la castración (Φo). (en la imagen está mal escrito). La castración se ha hecho efectiva y está presente en Nombre-del-padre. En la psicosis, no.

Lacan trata de marcar, con el esquema R, un esquema para el caso Schreber. La falta del falo imaginario (en verde) y del Nombre del Padre produce una distorsión del cuadrángulo de arriba, específicamente de la realidad, que es lo que queda afectado por la inmicción de lo real:

Los estiramientos que se producen en las diagonales por las desgarraduras en los registros imaginario y simbólico producen una distorsión, representada por las curvas que, en el análisis matemático, tienen una tendencia al límite. Esa tendencia a juntarse en los extremos hace, según Lacan, que el yo coincida con el Otro (M), que es el Otro del capricho, el Otro no barrado.

Este esquema, básicamente dice que ante un llamado al NdP no encuentra al significante y produce dos agujeros en lo imaginario y lo simbólico, causando el desgarro del inconsciente, la pérdida de la significación fálica precaria que pudiera haber conseguido, la desaparición del A (del Otro), que tiende a confundirse con el ideal del yo. El yo y el semejante (a-a') también se confunden en esas curvas y llegan a tomar el mismo valor. Lacan dice que la realidad se deforma y se distorsiona de tal manera, en un intento de restauración del sentido que adquiere este carácter caprichoso.

Lacan hace una propuesta topológica, en donde la banda de Moëbius se puede transformar en un crosscap:

La banda de Moëbius hace un ocho interior, una retorsión interna. Vuelve a retorcer los puntos donde se cruzan, donde hay un punto medio (8) donde el punto se anula. 

En la próxima entrada vamos a ver qué pasa con el Lacan del seminario 21, 22 y 23.