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martes, 10 de septiembre de 2024

Los ideales del analista: "Vengo a resolver algo puntual"

 A veces hay que considerar el problema o la incidencia que podrían tener sobre la cura los ideales del analista. No me refiero solamente a los ideales en el sentido de aquello concernido en su subjetividad: sus inclinaciones, ideológicas o de alguna otra naturaleza similar. Si no que a veces funcionan como obstáculos ciertos ideales en cuanto a ciertas ideas preconcebidas respecto de lo que debe ser un psicoanálisis, y agregaría, en todos los casos y en cualquier circunstancia.

El asunto es qué sucede o cómo intervenir respecto de un sujeto que acude a un analista, solamente con la aspiración a resolver una cuestión muy puntual, sin ir mucho más lejos que eso.

Esta es una pregunta fundamental importantísima. Y mi respuesta fue que, en ese caso, el analista lo único que debiera hacer, desde mi lectura, es acompañar en eso al sujeto sin pedir nada más.

Entiendo que es el planteo acorde con la ética, por cuanto al ser una ética del deseo, prescribe que el analista no demande. Además, entiendo que es el planteo de Diana Rabinovich cuando llama la atención acerca de que el analista no debe empujar al sujeto al heroísmo.

A veces no hay más que un acompañar al sujeto respecto de aquello que lo trae a la consulta. Pero eso no significa que el analista deba renunciar al deseo del analista.

Entonces, sin demandar, podrá apostar a inducir allí, en ese pedido, un efecto de división que abra la posibilidad de una pregunta, y quizás esa pregunta abra el margen para un análisis.

martes, 18 de junio de 2024

La psicosis no es locura

 El psicoanálisis puede separar con muchísima claridad a la psicosis de la locura, en principio por no abordarlas desde un sesgo puramente fenomenológico. Sin embargo, es digno de destacar que esta distancia no fue trabajada de un modo homogéneo por Lacan a lo largo de treinta años de enseñanza.

Situemos, por ejemplo, y en principio, sólo dos momentos.

Hay un primer abordaje de este asunto, una consideración inicial alrededor del escrito “Acerca de la causalidad psíquica”, donde el problema de la locura es consustancial a un recrudecimiento, una intensificación de lo imaginario.

Allí la locura coincide, de algún modo, con creerse eso que el sujeto ve en el espejo, incluso podríamos decir, siguiendo esta línea, que uno de los sentidos de estar loco, es creerse lo que se piensa.

¿Por qué la locura se especificaría en estos términos? Porque esa infatuación propia del moi, con la agitación concomitante, responde a la división y vacilación propias del sujeto del inconsciente, que es consustancial a no saber.

Un segundo momento puede señalarse en uno de los últimos seminarios. Allí Lacan plantea una disyuntiva clínica, dice que se trata de elegir entre la locura y la debilidad mental.

Respecto de una elección cuanto menos llamativa, sostiene sin dudarlo que el psicoanálisis debiera optar por la debilidad mental, porque la locura es considerada, en ese contexto, en términos de un desnudamiento. Entonces volverse loco es soltarse, desanudarse.

Que aquello que hace estable el vínculo entre lo real, lo simbólico y lo imaginario deje de funcionar y la estabilidad de la estructura se rompa. Plantear esta elección es un interesante llamado de atención al analista en cuanto a sus empujes desmedidos que orientarían la cura respecto de algún ideal.

Tomar a la locura en estos sentidos la pone entonces a distancia de una pura consideración nosográfica, en la medida en que se puede estar más o menos loco siendo neurótico, perverso o psicótico.

jueves, 22 de julio de 2021

Los cinco tipos de resistencia en la obra de Freud

Las resistencias existen sólo en los tratamientos psicoanalíticos. En ningún otro tratamiento o fuera de un tratamiento psicoanalítico nos vamos a encontrar con resistencias. ¿Por qué?

Porque las resistencias son resistencias al progreso del proceso psicoanalítico

Freud las menciona más de 1000 veces en su obra, ya sea como resistencias o como obstáculos al avance del tratamiento. Sin una meta a alcanzar, sin un objetivo, lo llamemos llenar las lagunas mnémicas, hacer consciente lo inconsciente, donde era ello devendrá yo, o buscar que el yo sea más independiente del superyó, no nos encontramos con resistencias. Nos damos cuenta enseguida que el analista está implicado en esta percepción de la resistencia. Eso nos ofrece un amplísimo camino para seguir: el análisis del analista, el vencimiento de sus propias resistencias es imprescindible para poder analizar las resistencias del paciente. 

A partir de 1923, da comienzo de lo que se denomina la segunda tópica. Consiste en un esquema teórico espacial (el yo es un yo corpóreo) de la conformación del alma humana. Y desde su formulación, que por supuesto no fue repentina porque se venía anunciando por lo menos desde la llamada metapsicología del 15, Freud se entusiasmó en comprender los distintos fenómenos anímicos en relación con ese esquema. Así trató de entender las neurosis y psicosis en ese esquema, el humor,  y todo el funcionamiento anímico a través de las relaciones del ello, lo inconsciente reprimido del yo y lo inconsciente no reprimido, el retorno desde el ello, el superyó y las relaciones con el mundo exterior. 

Así llega en poco tiempo a ubicar las resistencias como distintos modos de cada uno de los elementos de la estructura del psiquismo que se pueden oponer al progreso del tratamiento psicoanalítico. Y ellas estarán presentes en todo tratamiento psicoanalítico teniendo su peso particular en obstaculizar la tarea. 

Por lo tanto todo analista tiene que estar advertido: nuestro trabajo consiste en vencer resistencias y si una persona, supuesta, verdadero producto de ciencia ficción, no llegara a tener resistencias, no necesitaría tratamiento psicoanalítico. A veces nos desalentamos o vemos colegas contrariados y desalentados por las resistencias de los pacientes, pero tenemos que recordar y recordarles que esa es la razón de nuestra tarea: el análisis es el análisis de las resistencias. Un análisis que transcurre sin resistencias es un análisis que no transcurre. O mejor dicho: no es un análisis. La intensidad de las resistencias es directamente proporcional a la cercanía con el núcleo del conflicto de cada uno de nosotros y al llegar allí el análisis transcurre sobre la cornisa, si no transcurre sobre una estrecha cornisa no estamos conmoviendo nada importante. 

Freud, con su gran honestidad intelectual que lo llevó a publicar fracasos terapéuticos, nos mostró a veces cómo chocó contra la muralla de las resistencias sin poder vencerlas: p.ej. en el hombre de los lobos recurrió a la amenaza de poner término al tratamiento en un plazo limitado si no vencía sus resistencias. También sabemos por relatos de testigos que, impotente para comprender la tendencia de Marie Bonaparte a operarse la vulva, 7 veces, llego a echarla de una sesión diciéndole: Si vuelve a hacerlo no vuelva por acá. Mientras Freud se operaba una y otra vez de su cáncer y Topsy, el chow chow de Bonaparte era operado una y otra vez, ella también lo hacía para acercar el clítoris a la vagina.  Eso ocurría mientras se trataba con Freud quien no llegó a entender esa tendencia de su paciente. 

En forma oficial en el período de la segunda tópica Freud menciona cinco tipos de resistencias: tres del yo, una del ello y una del superyó. 

Las del YO: La resistencia de la represión, la resistencia de la transferencia, y la resistencia del beneficio secundario de la enfermedad.

El beneficio de la enfermedad

En un párrafo del caso Dora, muestra dos resistencias, el sentimiento de culpa inconsciente y el beneficio de la enfermedad. Pero a diferencia de lo que dirá años después, acá el beneficio secundario parece un obstáculo más fuerte que el sentimiento de culpa. Dice ahí: 

A.E. tomo VII,41/2: "Motivos que sostienen la condición de enfermo se hallarán, probablemente, en todos los casos bien desarrollados. Pero hay casos con motivos puramente internos, como el autocastigo, vale decir, el arrepentimiento y la expiación. En ellos la tarea terapéutica resultará más fácil de solucionar que en los casos en que la enfermedad está vinculada al logro de una meta exterior. Para Dora, evidentemente, esta meta era mover a compasión al padre y hacerlo apartarse de la señora K."

Otro beneficio que puede encontrar un paciente, especialmente si el paciente es analista es analizarse con destacados analistas, pioneros, maestros de maestros. El paciente puede sacar un beneficio secundario de ser analizado de ellos lo que puede mantener la neurosis hasta que se prolongue sospechosamente. Lo mismo puede ocurrir con el beneficio secundario que sacan los analistas cuando trasciende a la sociedad que son analistas de personas socialmente destacadas, importantes, políticos, economistas, deportistas. Etc. Otro beneficio secundario de los pacientes analistas es el de formar parte del círculo íntimo o de una institución encabezada por su analista: la derivación de pacientes, de supervisados, de funciones docentes, etc. les ofrecen beneficios, los mantienen económicamente y eso hace que muchas veces se establezca una relación interminable. Incluso el tema fue discutido en el instituto de Berlín a fines de la década del 20 y llevó a que algunos, como Ernest Simmel,  propusieran que un analista didacta no podía estar ocupando un cargo institucional mientras analizaba a un candidato para evitar el efecto de poder sobre el candidato y los beneficios secundarios de parte suya. 

La resistencia de la represión

Que el analista tenga suficientemente superada la resistencia de la represión se comprende porque en el tratamiento se pone en juego su capacidad de captar el inconsciente del paciente. Es lo que se llama comunicación de inconsciente a inconsciente. ¿En qué consiste y cómo se explica?

El aparato protector contra estímulos consta de tres elementos que se engrana: la atención, la cantidad de representaciones  preconscientes disponibles (es decir inconscientes descriptivamente) y la percepción intermitente. 

Con el primero fijamos la percepción en un estímulo y no no puede agarrar de sorpresa, no hay schreck, no hay susto, no hay trauma.

Con el segundo más estimulos puedo ligar y por lo tanto evito que sean traumáticos . Si tengo levantada más represiones, tengo más representaciones  preconscientes disponibles para ligar los estímulos. Esas representaciones son inconscientes descriptivamente pero no son inconscientes dinámicamente y por lo tanto están disponibles para ser conscienes. Son preconscientes. Lo inconsciente del paciente es reprimido, lo inconsciente del analista que está en juego, es preconsciente, a esto se refiere Freud cuando dice “comunicación de inconscinete a inconsciente”. (ver correspondencia con Ludwig Binswanger).

Pero la represión del paciente, y las otras defensas a las que alude Freud, actúan y se hicieron notar desde la época en que se instaba al paciente a recordar. La manifestación clínica típica de la represión es el olvido y a lo largo de la obra de Freud hemos estudiado sus motivaciones y consecuencias. Acá sólo quiero llamar la atención a la represión que se produce especialmente en presencia del analista: muchos pacientes relatan que iban a contar algo en sesión, que al venir caminando, incluso subiendo en el ascensor, estaban pensando en contar algo, un sueño, un recuerdo, una anécdota, pero al abrir la puerta el analista se olvidaron. Ahí se hace evidente el efecto represor de la presencia del analista. Si uno le muestra al paciente que el olvido ocurrió por sometimiento a la presencia del analista, porque el analista se opone a escuchar esas palabras, aunque el paciente lo niegue rotundamente, comprobarán que en pocos segundos el paciente recupera la memoria. Otro fenómeno de esas características es que cuando terminamos los tratamientos solemos acordarnos de algo de nuestra historia que jamás habíamos recordado mientras estábamos en análisis. De ese modo mucha veces ocurre lo que ocurrió con Ferenczi: se termina echando la culpa al analista por no haber analizado ciertas cosas. 

La resistencia de la transferencia

Es la resistencia del acting out, para Freud. El paciente vive como algo actual lo que es un recuerdo. Esa transferencia era entendida como una resistencia mientras perduraba el principio del placer como regla del funcionamiento del psiquismo, pero, a medida que a través de la repetición, de la compulsión a la repetición y más allá del principio del placer Freud le encuentra un nuevo sentido a la transferencia sin quitarle el anterior: es decir, es cierto, la transferencia es una resistencia, pero también es lo resistido: eso que se olvida el paciente está ocurriendo delante de nuestros ojos. Freud menciona varios tipos de transferencia: la positiva erótica y la negativa son formas de resistencia pero coloca la transferencia positiva sublimada como uno de los motores del tratamiento. Casi podríamos decir que la transferencia positiva sublimada es el famoso camino de retorno de lo inconsciente a la conciencia. 

Recordemos también que en la obra de Melanie Klein la transferencia negativa toma casi el monopolio total de la función de resistencia. 

La resistencia del ello

Es la llamada Viscosidad de la libido: esta resistencia es la única que Freud adscribe al ello. Le da cierto carácter instintivo, o traumático, como evidenciando una fijación. Consiste en la permanencia de un lazo objetal o un tipo de lazo objetal el cual el paciente no puede o no logra modificar. 

A veces esa situación se nos muestra en la misma cara del analista, o digamos, en el mismo diván: son tratamientos prolongadísimos en los cuales el paciente parece colaborar y aportar nuevos elementos cada tanto pero que ha trasladado esa fijación, ese atrapamiento en el surco muy profundizado por la repetición, a la misma situación analítica. Tiene un gran componente de pasividad y de espera del paciente que sea otro el que le cambie la vida, y en el análisis, que sea su analista el que tome el timón de su vida. Parece ser una reedición de lo que en la época del Proyecto llamaba facilitación

Esa falta de desplazamiento de la libido, tan ajena al modo del funcionamiento del proceso primario, despierta horror en el ambiente que rodea al paciente y a veces al analista mismo. Eso debió ocurrir con Freud en el Hombre de los lobos pues allí dice: “Tratándose de neuróticos, hacemos el ingrato descubrimiento de que, dadas las condiciones aparentemente iguales, no es posible lograr en unos modificaciones que en otros hemos conseguido fácilmente. De modo tal que al considerar la conversión de energía psíquica debemos hacer uso del concepto de 'entropía”. Freud percibía allí que el paciente se empezaba a aferrar ahí como antes a su neurosis, claro que hubo una contribución del parte del analista: la económica. 

Si entendemos esa adherencia al objeto o al modo de relacionarse ligada a la fijación, suponemos la existencia de un trauma primitivo y por lo tanto vemos en juego la compulsión a la repetición.

Este tipo de resistencia es la que explica tratamientos de 10, 20, 30 años sin que pase nada más en la vida del paciente. 


Y por fin:

La resistencia del superyó

La última, la más importante, la que indica la severidad del cuadro, la que marca el pronóstico, la que empeora cuando se espera una mejoría (la reacción terapéutica negativa) es la resistencia del superyó: el sentimiento de culpa inconsciente, la necesidad de estar enfermo, de castigo.

En la segunda tópica, de todas las resistencias con que se choca en un tratamiento analítico tanto en el paciente como en el analista la del superyó es la que tiene más peso en determinar su pronóstico.

El superyó es la condición de las represiones que nos alejan de la realidad. 

Estamos demasiado acostumbrados a considerarlo normal pero pasamos por alto que la transformación de una compulsión externa en una interna es un fenómeno patológico. 

Sólo un yo que ha retirado la libido de sí mismo considera al superyó como protector. 

En el tratamiento no sólo se hace presente como transferencia al analista de esa figura crítica sino como idealización del analista. Esta idealización a veces es compartida por ambos y lleva al analista a ponerse en el papel de salvador del paciente, consejero, guía de su vida. Freud advirtió contra esto en El yo y el ello

La creencia más difundida es que el superyó nos protege y conviene para la vida en sociedad, autoengaño llamativo porque los analistas de ese modo tenemos que desestimar todo lo que sabemos del funcionamiento anímico y confundimos así represiones (que son inconscientes) y dominio de los impulsos, que es el resultado de un buen análisis. 

Es un verdadero caballo de Troya que se introduce en el tratamiento y lleva a imponer ideales al paciente y al analista, uno de los cuales es tener pareja e hijos. 

El superyó  produce una alteración general de las leyes de funcionamiento del psiquismo: lo que una vez era placentero ahora se vuelve displacentero y lo que una vez fue penoso y frustrante se torna una fuente de autoestima, de orgullo narcisista. Produce una narcotización del guardián de la vida, y es de extremo peligro para el paciente. Un tratamiento psicoanalítico subvierte las bases de una vida sometida al superyó. 

Hay una confusión general entre superyó y sentimientos de culpa conscientes, pero no son coincidentes como Freud mismo lo mostró en la histeria. Sin embargo muchos siguen aseverando que hay individuos que no tienen superyó porque no muestran culpa consciente. Debemos considerar que el superyó adquiere formas distintas de acuerdo al cuadro clínico y en las regresiones intensas del yo no es extraño que el superyó se descomponga y retorne a su origen, el exterior, con sus prohibiciones y reproches. En algunos cuadros como en la paranoia aparece ese retorno como proyección y en otros cuadros clínicos aparece como conductas crónicas que generan el reproche, la crítica, el desprecio habituales del medio que rodea a dichas personas. A tal punto que habitualmente se utilizan los nombres de cuadros psicopatológicos como formas de reproche, p.ej. histérico, psicópata, etc. 

El superyó psicoanalitico lleva a un tipo de resistencia en el ambiente psicoanalítico que conduce a los analistas a formar parte de los acólitos de sus analistas y criticar a los analistas que piensan distinto. 

Otra muestra del superyó como resistencia en el análisis es el intento, por supuesto siempre fallido, de parte del analista de que el paciente sublime parte de sus instintos. Esa influencia defensiva se entiende si entendemos a la sublimación como una desexualización instintiva. 

Una manifestación especialmente destacada en el tratamiento analítico es la aparición de la reacción terapéutica negativa ante una reconstrucción exitosa parcial. Gracias a Freud hemos llegado a comprenderla como una expresión del sentimiento de culpa inconsciente expresado en actos y expresiones: Esto ya es demasiado, el psicoanálisis será bueno para otros pero no para mí, o, yo no soy bueno para el psicoanálisis, o hemos cumplido un ciclo, etc etc. Son frases repetidas y que muchos de ustedes habrán escuchado y volverán a escuchar. Hay un paso más que  dar en el análisis de la RTN y que Freud no pudo mostrar, como es lógico no podemos esperar todo de él. Me refiero a la intervención del analista superyoico inconsciente en la RTN: es el sometimiento del paciente al analista inconsciente superyoico lo que le impide dar un paso más en su análisis. 

No forma parte del tratamiento analítico la eliminación del superyó. El objetivo final, el cambio psíquico, apuntará al posicionamiento del yo: hacerlo consciente de su sometimiento al superyó transferido en el analista, lo que se erige en el factor principal del mantenimiento en la enfermedad. De este modo las satisfacciones logradas no tienen el significado de acercarse al ideal y son consideradas como fruto de las aptitudes y el trabajo y no provocan agradecimiento a “los cielos”. 

Por eso ante un tratamiento exitoso el paciente no está agradecido al analista sino que reconoce que es fruto de un buen trabajo entre ambos. Vencer esa resistencia de las críticas del analista y del sometimiento a sus ideales es el objetivo principal del análisis.


Fuente: Ferrati, Andrea "Resistencias en la 2° Tópica Freudiana" - APA

martes, 15 de junio de 2021

En más de un siglo de psicoanálisis... ciertas aclaraciones.

En más de un siglo de psicoanálisis siguen siendo necesarias ciertas aclaraciones:

1) El psicoanálisis no tiende a adaptar al individuo a la sociedad ni fomenta la cultura.
2) El psicoanálisis no es sostén de ningún sistema político.
3) La represión es patógena, aleja al individuo de la realidad y dificulta el contrato social entre los miembros de una sociedad.
4) La represión no produce cultura.
5) La represión hace que los instintos reprimidos avasallen al yo.
6) Sólo el levantamiento de la represión permite dominar a los instintos y decidir si satisfacerlos o no, cómo y cuando hacerlo.
7) El analista no es el dueño del juicio de realidad.
8) El analista no debe imponer sus ideales al paciente.
9) El analista no es quién para decidir cuándo y qué represiones levantar.
10) El temor a levantar represiones encubre una concordancia con el superyó del paciente: factor fundamental de toda psicopatología.
11) La sublimación no es una meta del trabajo analítico, y además, es imposible dirigir los destinos de los instintos.
12) La neurosis que tratamos en un tratamiento psicoanalítico es el conflicto infantil olvidado que retorna en la transferencia y por lo tanto, todo análisis es un análisis de niños.
13) Los recuerdos infantiles que relatamos en el tratamiento son un material manifiesto, no son el origen de la patología. El origen de la patología está olvidado y por eso requiere del levantamiento de la represión, es decir, de la construcción.
14) No trabajamos para que el paciente no se vaya del análisis. Trabajamos para descubrir el misterio de su neurosis.
15) Atravesar la neurosis durante el análisis (durcharbeitung, Working through, transelaboración) requiere del analista su máxima demostración de que está analizado y poder soportar el papel transferido mientras mantiene un resto de palabra autorizada. En esos momentos el superyó y el narcisismo del analista tienen alfombrado el camino para hacerse presentes.
16) No es función del análisis lograr que la gente sea "más buena".

lunes, 11 de noviembre de 2019

Narcisismo, amor y sexo: su clínica.



Narcisismo, amor y sexo se hilan muy fácilmente, pero también se confunden porque su límite es bastante impreciso, tanto en la obra de Freud como en la de Lacan. Los 3 tienen en común que se prestan fácilmente para ser tematizados ideológicamente. La experiencia del amor y del sexo son suficientemente conmocionantes como para que en todas la culturas haya algo que intente normativizar y encarrilar estas experiencias. Por ejemplo, en el Código Civil está la reglamentación del matrimonio, que debe concretarse con la relación sexual. ¿Por qué tanta necesidad de que la moral sexual y amorosa tengan que estar tan establecidas? 

Hay un camino simple pero pobre, que es expresar que en el sistema capitalista es importante la estabilidad de la sociedad, de las relaciones y de la familia. Kraepelin llega a concebir algo bastante cercano a la verdad, que es la relación entre la psicosis y la familia del psicótico. Tiene razón en eso, algo pasa en la familia. Sigue el mismo camino que Charcot, quien le dio tanta importancia a la educación de las madres, que puede tematizar la histeria. Los pensamientos de Kraepelin fueron tomados por el nazismo, en el sentido de que la estabilidad familiar debía ser una condición necesaria para el sistema capitalista. Entonces, la educación y la normatividad de esto hacían que fueran eliminados lo homosexuales, por ejemplo. No digo que Kraepelin fuera nazi, porque él era de una época anterior, aunque su pensamiento haya tenido que ver con la política sexual y educacional del nazismo. 

Podemos definir a la ideología como un sistema que permite hacer pasar lo cultural por natural. Un obrero puede pensar que es natural ir a trabajar a una fábrica y que lo exploten, o que es natural casarse. O que si se tienen relaciones sexuales placenteras se tienen que enamorar y convivir. Estos deseos no son espontáneos ni naturales, tienen que ver con la cultura y con normas muy precisas establecidas en relación a esto. Una pareja tiene que ser de 2, no puede ser de 3 o 4. O la orientación sexual de cada uno.

Hay una fuerte tendencia a asociar un tipo de elección u orientación sexual con el ser. Y sabemos que la pasión del ser en occidente es fatal, causa de mucho sufrimiento. Una persona puede tener fantasías homosexuales, actos homosexuales o amores homosexuales. Eso tiene que ver con el deseo, el amor y el cuerpo. Ahora, “ser homosexual” no tiene que ver con estas cosas, ni con la pulsión, ni el deseo ni nada, tiene que ver con el ser. Si se hace vacilar el ser, aparece la angustia. Para la clínica es muy importante una expresión uruguaya, que es que si alguien viene y dice que es homosexual, heterosexual, yo le digo “Bueno, si usted lo dice...”. O sea, usted es el dueño de decir que cree ser, pero es una idea del ser parmenídea: el ser en Parménides es uno, único, nunca empezó ni nunca termina y es contínuo. Mucha gente dice “A los 5 años me di cuenta que era homosexual” por esto y por lo otro. No dice “Empecé a…” o “me gustó la idea de…”, sino que dicen que eran. Nunca empezó ni terminó, siempre va a ser así y es obligatorio. Para los psicoanalistas, es muy importante no creer y no asociar ninguna cuestión al ser. 

Hubo una discusión acerca de una afirmación de Lacan de que el analista aparece al final del análisis. Muchos tomaron esto como que había que analizarse antes de ser analista. No hace falta haber atravesado el fantasma ni un análisis demasiado avanzado para empezar la clínica, pero sí es fundamental e ineludible la posición del sujeto en relación al ser. Si el analista cree en el ser, entonces es muy complicado porque se le van a atribuir muchas cuestiones del ser en la transferencia. Un paciente tiene derecho a creer lo que quiera ideológicamente, en el ser y en sus distintas formas. Lo importante es que el analista no se lo crea. Esto no es reemplazar una moral por otra, sino que el analista no se crea la cuestión del ser, porque es condenatorio respecto de su analizante. 

El analista tampoco debe creerse de todas las cosas que parecen naturales. En el seminario del saber del analista, Lacan discute con Simone de Beauvoir, El segundo sexo, libro clásico del feminismo, porque si uno plantea que hay un segundo sexo, está haciendo consistir al primer sexo. Lacan dice que no hay 2 sexos, que estamos acostumbrados a pensar en el apareamiento biológico de los animales. Los animales se aparean y nosotros nos creemos que si tenemos relaciones sexuales nos estamos apareando. Esto no es propio de nuestra especie, el concepto de instinto consiste en pensar que hay una misma conducta en todos los miembros de una misma especie respecto del mismo estímulo. En la especie humana el instinto está especialmente roto. Hay una sexualidad y entonces uno se la puede agarrar con una persona del mismo sexo, del opuesto, con una columna o solo. Es muy difícil encontrar esto de la misma conducta desencadenada por el mismo estímulo en todos los miembros de la especie humana. Tenemos que hacer una limpieza ideológica. Hay que cuidarnos especialmente de ideologías como que si una pareja dura más, es mejor. El ideal de duración implica que la duración sea un valor positivo. Y en realidad que una pareja se detenga no es una cuestión de fracaso. También se asocia la vida en pareja con la salud. ¿Cómo está fulanita? - Muy bien, está en pareja. Hay que ver qué pareja y si está sola, no es que tenga un defecto.

Si hay algo que se fractura, es el narcisismo, la imagen del yo. Quiero aclarar que si uno interpreta por el lado del narcisismo, siempre la pega. No hay situación que no suponga al narcisismo, por eso la pega pero no logra decir nada. No se debe usar al narcisismo en lugar de la causa “lo hizo por narcisista”. 

La forma que adquiere la relación amorosa a lo largo de la historia ha ido cambiando. Algo siempre queda de ese discurso en toda esta historia. Esto nos sirve para relativizar la idea del amor.

Safo.
Una vez en la AFBA estábamos empezando a ver el seminario de la ética con Antígona y convocamos a una persona que sabía muchísimo de la cultura grecolatina. La subjetividad con la que nosotros trabajamos es una subjetividad post-cartesiana. Lo que nosotros entendemos por sujeto es algo que tiene que ver con la instalación de la burguesía en el poder y con el racionalismo planteado por las tradiciones cartesianas. 

¿Pero cómo imaginar una cultura previa? Sólo podemos imaginarla por los textos, entonces esta persona contó que había recibido en la guardia a una mujer que había hecho un intento de suicidio buscando a un tal Osvaldito el colectivero. Ella estuvo de una punta a la otra, pasando de un colectivo a otro buscando a Osvaldito. Al no encontrarlo, hizo un intento de suicidio y llegó a la guardia. Las guardias eran lacanianas y hubo una discusión acerca de la mirada, la voz, etc. Ella se preguntaba qué tiene que tener una persona para que con su presencia o ausencia alguien decida estar vivo o suicidarse, no puede ser cualquier cosa, tiene que ser algo muy valioso. Ella decía que la otra persona tiene algo de lo sagrado. 

Para los griegos, el semejante portaba algo de lo sagrado. Esto quiere decir que los dioses hablaban en las personas. Cuando uno se enamoraba o estaba con alguien, estaba en contacto con los dioses. Los cristianos ponen un crucifijo encima de la cama matrimonial y eso es una idea que viene de aquella época. Por ejemplo, si un hombre tenía problemas de erección, iba y le hacía un sacrificio o un homenaje a Príapo, que era el dios de la erección. ¿Qué se la agarró Príapo conmigo, qué tengo que hacer para calmarlo? O iban a los templos a soñar, porque tenían la sospecha que en los sueños hablaban los dioses. Es que en lo que uno habla, habla de algo que no sabe qué dice. El otro no es pura consciencia, en el otro hay transmisión de objeto, de muchas cuestiones. En esta versión, impone pensar en lo sagrado. No hay nada más parecido al amor que la transferencia, porque hay alguien que escucha pensando que hay algo ahí que habla en el otro y que no es su yo. 

Safo tiene una oda donde convoca a Afrodita y a Zeus:
(...)
y qué es lo que tanto ahora en mi alma loca
conseguir quería: “¿A quién deseas
que al amor te traiga? Ah dime, Safo,
¿quién te hace daño?
Que, si huyó de ti, pronto irá a buscarte;
si aceptar no quiso, dará regalos;
y si no ama hoy, te amará muy pronto,
aun sin quererlo”.

Y Safo le responde que no quiere nada de eso, sino que su amor vuelva a su corazón. Pero de eso se va a encargar Afodita, no Safo. 

Lacan hace una diferencia entre amante y amado. Muchas veces se piensa que la separación es por perder el objeto o perder la persona. Y en realidad de lo que se trata es de impedirle al otro seguir siendo amante. “No hagas cosas para que no te ame”. Si se pierde el amor del otro se puede seducir, hacer muchas cosas. Pero si uno pierde el amor por el otro, ¿qué va a hacer? No puede convencerse a sí mismo de amar y esto es mucho más fuerte en muchos duelos que la de dejar de ser amado. 

Siglo de oro español.
En el año 1000 existieron las jarchas mozárabes. Eran poemas de 2 versos escritos por mujeres, donde uno puede ver la construcción de frases pulsionales. 

Hay poemas de Lope de Vega y Quevedo acerca del amor. Quería leerles un soneto de Lope de Vega y analizarlo. 

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

Es verdad que quien lo probó lo sabe. Es interesante pensar que puede no probarse el amor, que alguien pase su vida sin este tipo de amor. Y esto es muy importante en relación al analista, para que pueda entender que las personas no se enamoran de una forma universal y obligatoria. Una vez tuve una supervisión con un psiquiatra en un caso de psicosis ordinaria en un paciente. Yo le decía que no era una psicosis, sino que estaba enamorado. El psiquiatra me miraba raro, ¿qué es esto de estar enamorado? Cuando Virgilio dice que los árboles aprendan a decir el nombre de Amarilis, eso es estar enamorado. El psiquiatra me miró peor, (risas) pero lo importante es saber la contingencia de esto y como el analista debe estar advertido que alguno de los fenómenos no son patológicos o psicóticos.

Desmayarse es una caída de la identificación a la imagen primera que sostiene la bipedestación. Ya ahí hay un contrapié al narcisismo. Y con esa alteración al narcisismo, encontramos que describe esa comunidad de sentimientos tan contradictorios. Agrega esto de “no hallar fuera del bien centro y reposo”. Si está el otro, todo se organiza y si no está todo se confunde. El poema de Miguel Hernandez, dice:

Menos tu vientre, 
todo es confuso. 
Menos tu vientre, 
todo es futuro 
fugaz, pasado 
baldío, turbio. 
Menos tu vientre, 
todo es oculto. 
Menos tu vientre, 
todo inseguro, 
todo postrero, 
polvo sin mundo. 
Menos tu vientre, 
todo es oscuro. 
Menos tu vientre 
claro y profundo.

El primer poema dice “huir el rostro al claro desengaño”, porque algo de la renegación hay en el amor. Y por otro lado se pueden beber las palabras del otro como un licor suave, cuando en realidad son venenosas, por ejemplo. También está esto que se tergiversan todas las lógicas y entonces creer que un cielo en un infierno cabe.

Este es el amor que fragmenta, que produce toda esta desestabilización yoica, el desmayo e imagínense cómo no va a haber algo en la cultura que intente darle un orden. Por ejemplo, el matrimonio. Yo hice una pequeña investigación acerca de las distintas formas de matrimonio. Había un matrimonio que a mi me producía bastante envidia, que es el de los verdaderos católicos. Una vez fui a uno y escuché al cura que hablaba de la importancia de formar una familia cristiana. Esto es lo importante, la trasmisión de la ideología. Y ahí me di cuenta que lo que me producía cierta envidia de estos matrimonios era que podían coger bien o mal, o no coger… Porque el pacto no era ese, sino armar cristianitos. También observé a los del PC. Los matrimonios ahí eran muy parecidos, armaban “pececitos” y transmitir la ideología. En el caso de Sartre y Simone de Beauvoir, me di cuenta que ellos tenían un acuerdo muy fuerte y que duró 30 años: manejar la cultura francesa. Lo hicieron, y no importaba si Simone de Beauvoir vivió 5 años con su amante a 5 cuadras de la cuadra de Sartre. Lo que importaba ahí era el manejo de la cultura. Lo mismo pasa con los matrimonios de la oligarquía argentina, donde lo que importa es el patrimonio. 

Las consultas de pareja que nosotros recibimos están vinculadas al amor, no a todo lo anterior. Por eso es tan importante que no se coja nunca, porque si el sexo no está funcionando, se amenaza la pareja. Lo único que sostiene a estas parejas son estas cosas, no hay otros elementos ideológicos como el patrimonio o la religión. Es muy amenazante la irregularidad sexual por esta razón.

Siglo XVIII.
Después del siglo de oro, las mujeres pasaron al interior de las casas. El siglo XV y XVI fue un desconche y ahora las mujeres están en sus casas, rezando con los niños en el interior. Los hombres, afuera haciendo dinero. Aparece la institución del cortejo en España o del chichisbeo en Italia. Las mujeres de las clases más altas tenían un marido y por otro lado un cortejante. Con el cortejante salían y con el esposo solo cogían y nada más. A su vez, el marido podía ser cortejante de otra. Esta institución fue al comienzo muy resistida, pero después se dieron cuenta de que convenía muchísimo: las industrias del calzado y la ropa de las mujeres proesperaron un montón. La ópera y otros entretenimientos causaron una movida económica muy fuerte a partir de esto. Estas mujeres, criadas en su casa, no sabían charlar. Entonces se les ponían profesores para que aprendieran. Pasado el siglo, se confundió todo: pasaron a coger con el cortejante y se disolvió la institución.

Nos trae la novedad de que se podía charlar con la pareja de uno. Es una idea bastante complicada, porque aparece la idea de que con la pareja se tiene una vida sexual, se cría a los hijos y con la que además hay que hablar. Hoy podemos escuchar en los consultorios que alguien sale con otro, que todo muy bien pero que quieren poder hablar de una película. ¿Por qué además de una película hay que charlar? Esto no es espontáneo, tiene que ver con esta institución del cortejo, que apareció y generó la idea que se podía hablar aparte de coger con la pareja. Se termina armando una especie de abuso de persona con la pareja de uno, porque hay que cuidar la vida sexual, la vida amorosa, charlar, entenderse, etc. 

Siglo XIX.
Aparece el amor romántico. Se trata de que lo imposible se jugaba en la relación y no en el entre dos. La relación se transformaba en imposible porque uno era tuberculoso, la mujer era prostituta, la diferencia de clase. La relación era imposible, como La dama de las Camelias. La relación directamente es imposible, no se trata de que algo sea imposible en la pareja. Esto en Argentina duró bastante, que está lleno de historias imposibles, como Gricel, Malena y todas estas historias tremendamente sufrientes.

No habrá ninguna igual, no habrá ninguna, 
ninguna con tu piel ni con tu voz. 
Tu piel, magnolia que mojó la luna. 
Tu voz, murmullo que entibió el amor. 
No habrá ninguna igual, todas murieron 
en el momento que dijiste adiós. 

O sea, desde ese momento “no habrá”, ¿pero durante? Es lo imposible de la relación, como en Casablanca, que en una época era el modelo del amor. ¿Qué modelo es ese que la mina se va con el marido y el tipo se queda con el gendarme? Luego se produjo un giro en la ideología del amor, a partir de 1960. Es un giro que puso en juego Cortázar. Él es un gran escritor de lo posible -no de lo imposible- en la escena íntima. También aparecieron algunas letras del rock nacional.

¿Qué sería lo esencial del amor? Que no incluyera todos estos agregados ideológicos. Con Lacan podemos decir que la demanda de amor es demanda de presencia o de ausencia. El amor, en su forma mínima, demanda presencia pero también la ausencia, cosa muy valorada por los fóbicos. Todo lo demás tiene que ver con la época, la ideología, las religiones, etc. Hay una reflexión de la filósofa María Zambrano, que fue la primera mujer que recibió el premio Cervantes. En el discurso de agradecimiento, ella dice que Cervantes tenía una mujer que estaba permanentemente presente, que no faltaba nunca y que no tenía el don de la ausencia. Por eso necesitó inventar a Dulcinea, inventar la posibilidad de la ausencia. En los consultorios tenemos a estas madres que se anticipan permanentemente a lo que el chico pueda llegar a demandar sin que él se lo pida. No tienen el don de la ausencia, que justamente, es poder no estar estando. En cambio en las jarchas, es “te pido que estés”.

Pregunta: Estas formas del amor no son naturales, sino culturales. Y es la misma cultura la que tiene que reglamentarlas. ¿Qué es primero?
E.M.: La cultura crea instituciones, no solo el matrimonio. Hoy en día se tiene que ser algo para el otro, caer en algún cuadradito: ser novio, chongo, amante… Estar ubicado en alguna clasificación, sino se angustia. Lo que es angustiante es no estar en ningún casillero. La cultura ese casillero como manera de poder tramitar estos fenómenos tan complicados. Qué somos y dónde estamos es una pregunta muy frecuente. 

A mi este año se me ocurrió hacer una clasificación distinta de las relaciones, basadas en géneros literarios. Hay parejas que están en una tragedia griega. Otras que están en una policial, metiéndose en el celular a ver si averiguan algo y donde el culpable siempre es el otro. Otras que son poéticas, que viven de momentos, porque la poesía son momentos, no es como una novela.

Lacan dice que el amor es una espacio donde puede haber una escritura en común. Hay que ver en la clínica de parejas si siguen escribiendo juntos o cada quien escribe otra historia. 

Pregunta: Me quedé con esto de clasificar las relaciones...
E.M.: Aristóteles inventa la lógica de clases cuando tiene que abordar el tema de los animales. Es una lógica de clases que surgió en la zoología. El DSM sigue esta lógica. El tema es que esto, que le sirve a un veterinario, cuando las personas hablan la conducta se vuelve muy confusa. Los pacientes se pueden creer lo que quieran porque están en su derecho, pueden ser marido, novio, etc. A mi gusto, la pareja es algo que autoriza a tratos espantosos. La pareja instala derechos y demandas y entonces se trata al otro como si fuera parte del psiquismo de uno. 

Pregunta: (pregunta acerca de la crítica al amor romántico y el sentido de la propiedad)
E.M.: Amor romántico para mi es el amor del siglo XIX. Se dice que poder participar de una relación de 3 o de 4 implica renunciar a la posición capitalista del deseo del Otro y soportar la exclusión. Es amor es simple, pero se lo complica el yo, se lo complica la propiedad, la posesión, la exclusión… 

Texto confeccionado en base a los puntes de la conferencia dictada por Enrique Millán, el 17/10/2018.

viernes, 4 de octubre de 2019

Interrupción del tratamiento: los ideales del analista.

Una vez establecida la transferencia con un paciente, el analista debe intervenir con una pregunta que promueva una nueva vía de trabajo.

Esa vía tiene que apuntar a la posición de sujeto. Un desvío en este sentido puede conducir a la interrupción del tratamiento. 

Ahora bien, ¿cómo nos dirigimos hacia la posición de sujeto? En principio no hay que perder la brújula, cosa que fácilmente puede suceder si el analista se orienta por sus ideales. 

A propósito de la transferencia, tema del que venimos hablando desde hace algunas semanas, hoy quiero tomar un trabajo de Lacan llamado, precisamente, “Intervenciones sobre la transferencia”. 

Allí Lacan presenta el trabajo freudiano en el historial de Dora

Recordemos: el padre de Dora consulta preocupado por su hija, quien, mortificada por la relación amorosa entre él y una mujer llamada la Sra. K, ha escrito una nota donde habla de la posibilidad de suicidarse. Hay un cuarto personaje en la historia, el Sr. K (esposo de la Sra. K), quien corteja a Dora. 

El momento en que Dora inicia el tratamiento es dos años posterior a la llamada “escena del lago”, en la que el Sr. K le dice: “mi mujer no es nada para mí”. Esa frase hace caer las fantasías de Dora: no puede ofrecerse como objeto de deseo para el Sr. K. Dora, de modo que le da una bofetada y huye. 

El padre de Dora le pide a Freud que “enderece” a su hija para que no interfiera en su relación con la Sra. K. 

Luego de un corto tiempo durante el cual Freud trabaja con dos sueños que tocan la sexualidad infantil, Dora interrumpe el tratamiento

Freud, en el historial, se interroga acerca de esta interrupción. Lacan, por su parte, se propone ubicar las intervenciones que Freud realiza para el surgimiento de la verdad. 

Nos dice Freud: “también otro factor [además de lo que se iba abordando en el tratamiento], inherente al caso mismo, impidió que la cura concluyese con la mejoría que en otras ocasiones puede alcanzarse”. 

(Esto nos trae cuestiones en relación a la interrupción de un tratamiento, un tema siempre actual para los analistas.) 

La puesta en escena de Dora (la escena del lago) se anudó, en el tratamiento, a la transferencia con Freud. 

“Así fui sorprendido —dice Freud— por la transferencia y a causa de esa x [ese interrogante] por la cual yo le recordaba al Sr. K, ella se vengó de mí como se vengara de él, y me abandonó, tal como se había creído engañada y abandonada por él. De tal modo actuó un fragmento esencial de sus recuerdos y fantasías, en lugar de reproducirlo en la cura”. 

Como hemos visto, en la transferencia no se recuerda, sino que se reproduce, se repite en acto

Cuando Dora va descubriendo el entusiasmo de Freud y el suyo propio en el trabajo analítico se produce la interrupción de la cura. Esta es la puesta en acto. 

Lacan se pregunta por la transferencia y nos dice que la podemos definir en términos de pura dialéctica. 

Nos va a presentar una serie de inversiones dialécticas, modos de intervención para hacer surgir una verdad. Se coloca la inversión dialéctica y como efecto se produce un desarrollo de la verdad.  A continuación nos muestra una serie de desarrollos lógicos que apuntan a confrontar la verdad con la realidad. 

Lacan sitúa una primera inversión dialéctica cuando Freud interroga a Dora. 

Al comienzo de la cura, Dora relata una serie de cuestiones de las que padece. “Estos hechos están ahí —dice Dora—, proceden de la realidad, ¿qué quiere usted cambiar de ellos?”, a lo que Freud responde: “Observa cuál es tu propia parte en el desorden del que te quejas”. 

Freud apunta al sujeto que habita en Dora, cuál es su implicancia en esta comedia de enredos. 

Se abre el segundo desarrollo de la verdad: Dora revela su complicidad en estos hechos, por ejemplo al cuidar a los niños de la Sra. K para que su padre y su amante se encuentren. 

La segunda inversión dialéctica apunta al objeto de los celos de Dora, la Sra. K. 

Freud interroga la conducta de Dora, la falta de rencor hacia la Sra. K, ya que ella, a quien consideraba su amiga, la traicionó: denunció ante el padre de Dora las lecturas de su hija sobre temas sexuales. 

¿A qué se debe la lealtad de Dora hacia la Sra. K? 

Surge un tercer desarrollo de la verdad: Dora se muestra atraída hacia el “cuerpo blanco” de la Sra. K, y lo revela con expresiones que corresponden más a una enamorada que a una rival celosa. 

Nos dice Lacan que Freud no alcanza a ubicar el valor de objeto de deseo que es la otra mujer para Dora e insiste con el lugar del Sr. K, como la vía amorosa. Freud mismo dice que no pudo reconocer en su momento la “corriente de amor homosexual” de Dora hacia la Sra. K. 

Lacan nos aporta que si Freud en una tercera inversión dialéctica “hubiese orientado a Dora hacia el reconocimiento de lo que era para ella la Sra. K., le hubiera permitido abrir el reconocimiento del objeto viril” y hubieran aparecido las identificaciones en las que Dora estaba sumergida, su posición inconsciente de identificación, su posición de varón. 

Aquí Freud no pudo avanzar porque lo detuvieron sus ideales. 

Lacan dice que Freud se enredó en sostener “el hilo para la aguja”, es decir, la correspondencia de los sexos, la niña para el varón.  La transferencia, nos dice Lacan “no es nada real en el sujeto, sino la aparición, en un momento de estancamiento de la dialéctica analítica, de los modos permanentes según los cuales constituyen sus objetos”. 

Vemos en este caso, lo que pasa cuando el analista interviene desde los ideales, como por ejemplo el del furor curandis (la cura rápida), el ideal genital, el ideal del bien, etc. 

En el tratamiento, entonces, no debemos orientarnos por estos ideales. De lo que se trata, en cambio, es de propiciar que el analizante resuelva el impasse de su deseo. 

El caso Dora es fundamental para pensar desde la clínica el enigma que nos muestra la histeria: ¿qué quiere una mujer? 

lunes, 4 de febrero de 2019

El analista, sin sabor propio, hace resonar el propio sabor del fantasma.


"Es el fantasma del paciente el que le da de una forma, a veces amable, y el que le otorga un sabor, pero la disciplina del analista es quizás aprender a ser sin sabor propio, de manera que el paciente pueda experimentar los sabores de su vida paladeando al analista. Lo soso podría ser, entonces, el ideal del analista".
Jacques A. Miller, "Cosas de familia en el inconsciente"