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martes, 4 de febrero de 2020

El niño con autismo: juego y pulsiones

Conferencia dictada por Norma Bruner el 8/10/2019. Otras conferencias de esta destacada psicoanalista: La angustia en los niños: ¿Cómo la elabora el juego? y El niño con autismo: juego e identificaciones primordiales.
 
El autismo es una de las tres epidemias mundiales actuales. En Argentina, se diagnostica uno de cada 68 niños de 0-5 años con autismo, TGD, TEA. TEA es la segunda de las epidemias diagnósticas en niños de 6-12 años, es decir, niños en espacio de escuela primaria. La tercer epidemia es el diagnóstico de bipolaridad, diagnosticada en su mayoría en adolescentes y púberes.
 
La respuesta subjetiva, en tanto sujeto que responde, lo es en tanto algo de que el significante es percibido por el niño en el lugar de anuncio. Aquello que todo niño común desea, que es aquello que motoriza su curiosidad, es la pregunta por la diferencia. Los niños se interesan y trabajan incesantemente la pregunta por la diferencia. Ellos intentan atrapar cómo funciona la diferencia. El complejo de castración y el Edipo es cómo se van introduciendo las diferencias fundamentales sexuadas para algún día llegar a tener algún día una posición y poder hacerse cargo del acto sexual.
 
Aquello que los niños comúnmente se ocupan de hacer propio, esta pregunta por la diferencia, no aparece en el niño con autismo. A esta repulsa activa, para diferenciarla de otras formaciones, yo la trabajé con un mecanismo que encontré en la obra de Freud y Lacan, pero que no está en función de pensar el autismo: ablehnung (al.: rechazo). En Freud, aparece al pensar el asco histérico u otras cuestiones relacionadas con la sexualidad. La ablehnung en Freud es asco, aversión. Los niños autistas, cuando uno intenta acercarse, dan la espalda, se alejan al punto más lejano posible del espacio. Lo que hacen es girar. Por otro lado, estos niños buscan el giro de los objetos. Esto es interesante pensarlo a partir de la pulsión, donde lo propio de la pulsión es un circuito que es un bucle que gira. Lo propio de la pulsión es volver a la fuente, girar sobre el borde que hace la zona erógena de los agujeros del cuerpo.
 
El niño con autismo gira, da vuelta la cara y el cuerpo. En francés, ablehnung es dar vuelta la cara. En este concepto de Freud y Lacan no se está hablando de autismo, pero yo lo tomé para tratar de hacer de esto algún mecanismo o alguna entrada posible para llegar. Y como el mecanismo no está más allá del fenómeno (el mecanismo es el fenómeno mismo porque está ahí), el giro es el autismo mismo. El niño autista da vuelta la cara al significante y del significante para que no se introduzcan diferencias en su campo, de su lado, en lo real de su cuerpo.
 
Uno puede preguntar ¿Pero por qué los niños autistas no miran a la cara y no registran la presencia humana? No tendría ningún sentido el síntoma defensivo si no es en respuesta al registro que el niño tiene. Es más, hay una hiperacusia en el autismo y por eso hay algo de lo real sonoro que estos niños no soportan, que no está velado, que no tiene imagen, que no está pasado por los otros registros de la lengua y lastiman el oído.
 
El alerta de estos niños es máxima ante la presencia o el peligro de una presencia humana significante o significativa para él. La pregunta es cómo se llegó a este estado de las cosas. ¿Cómo puede ser que haya tal nivel de organización psíquica en un ser humano tan pequeño? Porque sostener que el significante no haga función conlleva un gasto energético muy elevado. Los niños autistas son infinitamente menos de lo que las estadísticas nos dicen. Frecuentemente la salida del autismo es hacia la psicosis, donde podríamos decir que el niño autista fracasó en su defensa.
 
Hace tiempo propuse que hay puertas de entrada al autismo y también puertas de salida al autismo. No hay una sola. Una de ellas es la posición melancólica, en la cual un niño puede llegar a estar y hoy no desarrollaremos. A diferencia de los mecanismos formadores de las psicosis, que es la forclusión de los significantes del Nombre del Padre, en el autismo la forclusión es secundaria a la aversión. Lo que queda aversionado, recusado en este girar la cara y mirar hacia otro lado, es todo significante. Es el significante en cuanto tal, su función. Los significantes paternos son un conjunto de significantes dentro de la batería significante, en posición paterna.
 
-En la psicosis hay entrada e inscripción del significante, pero no los paternos.
-En el autismo, la aversión es ante cualquier elemento que provenga del lado del Otro, que corra el peligro de ser significante y significativa para él.
 
Hagamos un punteo de las pulsiones. Tomaré los textos de Freud: Proyecto de una psicología para neurólogos (1895), Pulsiones y sus destinos, 3 ensayos para una teoría sexual, Más allá del principio del placer, y de Lacan voy a tomar el Seminario XI.
 
¿Qué es la compulsión a la repetición o este deseo persistente de sostener la igualdad en todos los aspectos de la vida? ¿Qué relación tiene con el juego, donde se elabora el principio del placer?
 
Para hablar de las pulsiones, me gustaría decir que las pulsiones son ficciones que deben construirse. Ficcionalizan lo real, intentan hacer una ficción de lo real, que por definición no tiene representación posible. Las pulsiones no son naturales, no hay nada de natural en la pulsión humana. Freud dice que las pulsiones tienen 4 elementos que son disyuntos, ligados entre sí por un montaje, que Lacan dice es una suerte de collage surrealista. Solo el principio del placer puede hacer algo con eso para introducirlo en la significación fálica compartida y decir algo de lo que está ocurriendo en los circuitos pulsionales.
 
Los 4 elementos de la pulsión son la presión, la fuente, el objeto y el fin. Son disyuntos porque la intersección da igual a cero. Es decir, no hay intersección posible ni relación entre ellos.
 
La presión (drang) es es el elemento por el cual decimos que la pulsión es una fuerza constante. Que sea un elemento constante quiere decir que no hay diferencias en esta fuerza, no hay discontinuidades ni interrupciones. Es un continuo constante, definido por Freud como un esfuerzo a la descarga. No es la descarga, sino el esfuerzo de descarga. Solo la presión funciona a partir de estímulos externos, no internos. Esto quiere decir que es a partir de la oferta que hace un Otro real, de quien hace falta la presencia para que del lado del niño comience a construirse y a desarrollarse esta presión de la pulsión. No se trata de un esfuerzo por satisfacer una necesidad, porque las necesidades son internas. Mientras que en la pulsión la presión es constante, en el instinto hay ciclo y diferencia. La presión es un lazo que va y viene, sin separarse de la fuente.
 
La fuente de las pulsiones son las zonas erógenas, las partes del cuerpo que por sus agujeros permite a esta energía y a esta fuerza armar un borde a su alrededor. La presión es un lazo que va contorneando, intentando encontrar el objeto, e inunda al alcanzarlo.
 
La meta no es la satisfacción, al contrario de lo que suele decirse. Si fuera así, el concepto de pulsión quedaría cercano a la biología. No se trata de que el fin sea la satisfacción, alcanzar el objeto, sino que se trata de poder llegar a articularse en un lenguaje, en un decir, en un significante, en fonemas, en palabras. El fin es la articulación, articularse en un decir. Para ello, hace falta un cierto trayecto, un cierto circuito. El fin de la pulsión es turístico, es pasear. La descarga no es a través del objeto. Si hay alguna descarga posible es en la articulación a la palabra. Es a partir de que algo pueda llegar a resonar en un cierto decir para Otro. Hay una cita de Freud de Proyecto…, en la parte 3:
La descarga se articula en palabras en tanto el objeto no puede ser alcanzado. 
Está hablando del das-ding.
 
Entonces, el fin es la articulación en decir, una articulación significante en tanto el objeto no puede ser alcanzado.
 
El tercer elemento es el objeto. Freud dice que “el objeto no es el objeto”. No se trata del objeto de la necesidad ni del instinto. El objeto no tiene importancia en sí mismo, puede ser cualquiera. Lacan dice que el objeto se trata del trayecto, del movimiento, del tour que contornea, del circuito, de haber borde, de hacer límite, de hacer bucle, de girar. Ese es el objeto, el retorno a la fuente. En este trayecto, con lo que vaya enganchando del Otro, intentará articularse en un cierto decir.
 
En la experiencia analítica, sobre todo en las neurosis, nos encontramos con que siempre hay algo imposible de descargar. La palabra, si bien permite una cierta descarga, no lo permite totalmente. Eso imposible de descargarse está el más allá del principio del placer, como por ejemplo el que Freud nos habla a partir del fort-da, este juego al que él le pone ese carácter en estas acciones de su nieto.
 
El principio del placer es una legalidad de funcionamiento del aparato psíquico, cuya función es la homeostasis por la palabra. Las pulsiones representan parcialmente la sexualidad, porque representar totalmente la sexualidad llevaría a la muerte. Una definición posible de la pulsión es que es una fuerza constante que no entra en el principio del placer.
 
Hay tiempos de la pulsión, definidos según las voces gramaticales. En el tercer tiempo, que Lacan retoma, es donde surge el sujeto.
 
Caso clínico. Franchi, el castillo del capitán.
Franchi llega al consultorio con sus padres a mediados del 2008, una semana antes de cumplir 3 años. Dicen que recibieron de regalo un diagnóstico de autismo realizado por la psicoanalista, que decide no tomarlo en tratamiento, derivándome el caso. Además, traen 2 diagnósticos de TGD del tipo autista: uno de la psiquiatra infantil y otro de la neuropediatra, realizado en prestigiosas instituciones de Buenos Aires, que descartan que haya organicidad sobreagregada específica.
 
Luego de las entrevistas preliminares con Franchi y sus padres, la neuropediatra, el psiquiatra infantil y el personal del jardín, ratifico el diagnóstico de autismo. Les aclaro a los padres que quizá tengamos la oportunidad de modificarlo y equivocarlo a ese diagnóstico, si están dispuesto al largo e incierto camino de apostar a suponer del lado de Franchi un sujeto a escuchar, aunque aún no diga palabras, grite y pegue alaridos, los cuales pueden ser estremecedores e insoportables. Se agita, mueve sus manos, cada vez que hablo interrumpe su quietud. Se balancea sin motivo, sobre todo cuando ellos o cualquier persona intenta acercarse o hablarle. No deja que lo toquen, se enoja todo el tiempo o se queda ausente e indiferente mirando “el más allá” (según los padres) durante horas. Se tapa los oídos para que nada de lo que le diga le entre. Se niega sistemáticamente al encuentro de miradas, a responder cuando se intenta conectar con él; no así cuando s e trata de satisfacer sus rutinas o sus necesidades. Parece estar obsesionado por girar, golpear, tirar objetos o girar su cuerpo como si fuera un trompo viviente.
 
Los diferentes aspectos de su desarrollo y los circuitos de intercambio entre ellos y él no fueron fáciles. Siempre todo resultó difícil, incomprensible e ininteligible. Todos los aspectos de su vida están ordenados por leyes no comunes. Todo intento de regular simbólicamente, introducir un ordenamiento común en la cotidianeidad parece imposible para esos padres, tornándolos impotentes, con lo cual se declaran casi vencidos. La tristeza parece infinita, se sienten rechazados. Prefieren no hablar y abrir estos sentimientos para no caerse. Lo peor es que no saben por qué esto es así; nada se les ocurre al respecto.
 
Comienzo a trabajar con ellos e iremos juntos construyendo la modalidad de trabajo y aceptan la propuesta. Vamos a ver los inicios del tratamiento con Franchi. Hoy ya no está autista y aún continúo tratando a este niño que hoy tiene 14 años. Quiere ser un youtuber y hacemos videos. Se siente muy reconocido y amado por los suscriptores que tiene su canal. Tiene una facilidad y una creatividad enorme para crear sus propios videos. Él hace collage, tomando retazos de videos y con su celular hace uno. Esto le permite hacer lazo con otros pibes y estamos tratando de que los padres lo manden a un taller para poder hacer de esto una herramienta. El rasgo son ojos enormes que lo miran. Él selecciona imágenes donde aparecen ojos que saltan y al aparecerse en la imagen producen un impacto donde nos hacemos los asustados. Lo que tiene por característica es que te tomar por sorpresa, desprevenidamente. Si uno escucha y lee los testimonios de ex autistas, aparece esto del terror y el pánico a lo inesperado, una presencia inesperada.
 
Vayamos para atrás. En todo el tratamiento, el psicoanálisis permaneció en interdisciplina con otros tratamientos que iban cambiando. Se trabajó en el mismo tratamiento, 2 veces por semana, con los padres, sobre la historización, de simbolización sobre lo filogenético y lo del día a día, los aspectos de crianza. Con el tiempo, hubo alguien con intención comunicativa, deseosos de la palabra.
 
Quiero leer como eso que gobierna por fuera de la palabra y gobierna la actividad del niño y todo su ser también tiene un lugar en el discurso en el vacío de la significación. Eso por fuera de la palabra, que no es una significación autorreferencial como encontramos respecto a la psicosis en la infancia. El enigma es patognomónico del autismo, la pregunta que es por qué. Enlazar eso al principio del placer, es decir, que la pulsión quede articulada. La pulsión es la pulsión de muerte; lo que vivifica a la pulsión es el principio de placer. La pulsión de muerte, en cambio, es el más allá del principio del placer. Eso que no llega a articularse el principio del placer busca articularlo.
 
Enlazar el principio del placer desde el trabajo con los padres, apostando a hacer de eso que se repite un juego posible, es la finalidad de la intervención.
 
En el caso de Franchi, cuando con los padres se empezó a construir un cierto mito conjuntamente, es decir, alguna representación o representante posible para ese no saber por qué, empezaron a aparecer cuestiones del gran susto que implicó la llegada de este niño por determinadas coordenadas particulares para este niño. La posibilidad de ir relacionándose a partir de significantes, hizo que inclusive la relación con el niño comenzara a ser placentera para ellos.
 
La madre dice que “el parto fue complicado, estaba con doble circular de cordón, usaron fórceps para sacarlo. Nació con una cabeza girada, pobre, hizo solo todo el trabajo. Se le complicó la salida”. La misma semana del parto, operan a una hermana mayor de cáncer y le vacían el útero. Esta hermana es la tía grande de Franchi y ocupa un lugar materno para su hermana. Es la madre de la madre, ya que un año antes del nacimiento de Franchi muere la madre de esta madre. Se trata de una pérdida que aún le duele. Ambas eran muy unidas y que el embarazo le costó muchísimo por esta pérdida, lo mismo que el parto. Ella dice que no se recupera de esa tristeza, que aún le hace falta la madre. Es decir, es la madre la que le hace falta a la madre y no el niño.
 
Todo lo que escribe Freud acerca de las pulsiones está armado alrededor de las neurosis. El catálogo de las pulsiones es para el modelo de las neurosis. En el autismo y en las psicosis tenemos que pensar qué ocurre con estos tiempos pulsionales, donde para poder mirar hace falta ser mirado. Yo creo que en realidad hay 4 tiempos pulsionales, o quizá un primer tiempo desdoblado en dos: del lado del Otro y del lado del niño. El primer tiempo en Freyd y en Lacan es “mirar”, pero para poder mirar hace falta primero haber sido mirado por el Otro.
 
El segundo tiempo es mirarse, que es mirarse como me miraron, es el tiempo del narcisismo, el tiempo del espejo. Ahí uno mira lo que lo miran, por eso refleja. Miro la demanda del Otro, miro las representaciones que tiene el Otro acerca de mi, ese es el espejo.
 
El tercer tiempo, donde tanto Freud como Lacan ubican el nacimiento del sujeto, es un tiempo paradojal, porque es el un tiempo donde se hace objeto del Otro y ahí ubicamos la construcción de un fantasma posible. Entonces, a la pregunta por qué me quiere, qué soy, cuál es el discurso hacia mí en relación a su deseo, me hago activamente sujeto para no correr peligro. Es hacerse objeto del Otro y este es el trabajo del juego.
 
El juego es hacerse objeto del Otro sin correr peligro de objetalización real. “Como si fuera…”, ese susto del Otro, Franchi fue ese gran susto, frente a una mujer cuya maternidad se complicó porque todavía no había podido dejar de ser hija doliente, extrañando a su madre. Ella dice “Para mí es tímido, tiene una especie de nostalgia”.
 
La mayoría de los autores coinciden que en el autismo hay algo que se complica respecto a lo pre-especular. Justamente, en este tiempo es donde se juega el haber sido mirado y mirar al Otro para poder, entrado en el espejo, mirarse en Otro. A esto, hay autores que lo ubican por las fallan en la alienación. Una alienación imaginaria o una alienación simbólica. Yo no me animo a decirlo aún, pero hay entradas y hay salidas. Hay alienaciones y hay separaciones y esto es lo que me enseña la clínica, los colegas y la bibliografía.
 
El niño autista no mira que no hay mirada. Hay una mirada organizada de otra manera, una mirada puesta al servicio del no encuentro, del no mirar y del no ser mirado. Entonces, ¿Qué le devuelve al Otro? En transferencia, hay que suponer que el lazo que el niño nos hace soportar es directamente proporcional a un cierto decir. Esto hay que suponerlo para hacer de la pulsión algo que pueda derivar, filtrar, incluirse o articularse en el principio del placer. Se trata de suponer un siempre decir. Son construcciones psicoanalíticas, intervenciones que pueden llegar a tener efectos de interpretación sin ser interpretaciones, hechas de retazos, que uno pone a prueba a partir de introducirla en un juego posible de ser jugado a partir de restos de lo visto y lo oído en las entrevistas con los padres, de lo que el niño va produciendo. No son intervenciones calculadas, porque solo se calcula el efecto a partir de la respuesta que produce. A veces el enlace es de los padres al niño, pero a veces es del niño a los padres. Uno muchas veces repregunta a los padres y encuentra una significación de lo que ocurrió con el niño en la sesión y que, sin ser del orden de la palabra, algo le dijo a uno.
 
Cuando Franchi empezó a venir era puro grito y alarido. Estaba frente a la ventana mirando las nubes y el movimiento de los árboles. Si yo me acercaba, él se alejaba. Yo lo que hice fue seguirlo. Kahner decía que el niño puede rozar los objetos y hay ahí una gran llave. En la segunda sesión, veo que mira de refilón, como rozando la mirada por un castillo, que era un juguete que estaba ahí. Me acerco al castillo, ese que él había tocado con la mirada. Yo sentía esa mirada de refilón, es decir que él miraba lo que yo hacía pese a que no dar vuelta la cara. Yo paso los ojos por ahí y hago una suerte de caminata. Empiezo a entonar una melodía y a tocar ese castillo. Él se había quedado ahí, el alarido y el grito no quedó en esta fuerza constante sin parar. Paró, hizo una pausa, un punto. Ya estamos hablando de lenguaje. Para mi sorpresa, escucho un grito modulado, que no era ese grito permanente que se escuchaba a tres cuadras de distancia. En estos casos, es todo el cuerpo una zona erógena que no se parcializa, buscando algún límite posible.
 
Era otro grito, con otra entonación. Reconocía otro tono, otra postura. Al principio pensé que fue por azar. La pulsión goza. El principio del placer es el que permite que se goce menos, porque hay pérdida. En la pulsión no hay pérdida, se presentifica lo perdido. El principio del placer es el que se ocupa que haya resto, que no todo se llegue a articular. Repito lo del canto. la repetición simbólica es la repetición que hace la diferencia. la repetición de la pulsión es la repetición de lo real, es lo que no hace diferencia.
 
Vuelvo a cantar y él hace otro grito. Esto ya empezó a hacer un juego. En una de las sesiones, cuando él ya tenía 10 años, le pregunté si se acordaba las primeras veces que vino cuando era chico, si recordaba lo que jugábamos. Él me dice que si: que jugábamos al juego del miedo. Actualmente este tratamiento está en curso. Actualmente él va a la secundaria, lee, escribe, tiene amigos, y es muy emocionante el recorrido que fuimos haciendo. 

jueves, 4 de abril de 2019

La angustia en los niños: ¿Cómo la elabora el juego?

Notas de la conferencia dictada por Norma Bruner, el 03/10/2017

El psicoanálisis implica una posición ética frente al tratamiento de un niño. Al trabajar con niños, estamos trabajando con sujetos que están cursando ese espacio-tiempo que podemos llamar infancia.

Hace un año habíamos abierto la temática del niño con autismo, el juego y las identificaciones primordiales. Hoy vamos a retomar desde otro lugar la pregunta por la función del juego y sus efectos para la constitución del sujeto y el desarrollo infantil. Al jugar, el niño produce una serie de transformaciones que, al mismo tiempo y por su efecto, los transforman a él como sujeto. El jugar es para el niño un operador que produce consecuencias en el sentido matemático del término.

¿Cómo llega un niño a jugar? Porque no va de suyo que advenga el juego. Un bebé adviene y no va de suyo que se suba a un escenario de juego que va produciendo, construyendo y creando a partir de la oferta de sus otros primordiales. Nos encontramos con niños que desde el punto de vista madurativo están en la niñez y sin embargo no podríamos decir, desde un punto de vista simbólico, afirmar que se trata de un niño relacionado al juego. Estos niños, caídos o que nunca se subieron a la escena del juego, presentan perturbaciones que podríamos marcar como complejas y graves en su constitución como sujetos de deseo, como sujetos sexuados, como sujetos sujetados al lenguaje y sus leyes, aquellas que fundan las leyes de nuestra cultura humana y nos humaniza, sujetos con grandes dificultades al contar con una norma o ley que normativice y regule las condiciones del deseo, que son las que va a permitir las relaciones sociales, las relaciones sexuale, de parentesco. Trabajar con niños que no han podido subirse al escenario del juego o se han caído de él, abre a la pregunta por las condiciones de posibilidad para que ello ocurra. ¿Cuáles son estas condiciones? Las respuestas son parciales, siempre conjeturas y nunca conclusiones.

Hay un hecho clínico verdadero: si un niño no adviene a poder subirse al escenario del juego, esto trae como consecuencia una posición como sujeto que lo deje fuera de juego. Lacan utiliza un término, a propósito de la angustia y el comienzo de la angustia, en el S. IV: el comienzo de la angustia de Juanito es cuando ya no hay que ofrecer, no hay imaginario para ofrecer a la demanda de la madre y aparece así un fuera de juego. Ahí sobreviene la angustia.

Hay una relación paradojal en la relación de la angustia en la infancia, que lleva como brújula a tener que decidir en cada uno de los pasos cómo intervenir y con qué finalidad. Ustedes saben que la angustia tiene una función clínica y ora constitutiva de la angustia. la angustia es constitutiva y constituyente para el sujeto, porque señala y permite una serie de operaciones que están al servicio de la separación respecto a la demanda del Otro y su goce. La angustia es un motor para el sujeto, en el intento de alcanzar una cierta posición de corte y diferencia respecto a un deseo que pueda ser no anónimo para él y poder sostenerlo en nombre propio. Justamente, si decimos que un niño no llega a subirse al escenario del juego, sino que depende para ello de la oferta y la demanda del deseo del Otro, que posibilite y construya las condiciones y que forme parte de ese juego, ustedes saben que la constitución del sujeto del lado del niño comienza y nace a partir del campo del Otro, un Otro primordial que va a ser ocupado por diversos representantes, un Otro representante de las leyes que fundan la cultura. El nacimiento y el advenimiento del sujeto del lado del niño depende de un Otro que asista, responda a las necesidades primarias y cuidados y además que desee que del lado del niño llegue a haber una posición de sujeto de deseo distinta y diferente a la suya.

El deseo del Otro motoriza el desarrollo infantil. El desarrollo no es espontáneo ni natural, no depende de la dotación orgánico-biológica, sino que lo atraviesa y lo configura el deseo del Otro. El deseo del Otro porta ideales respecto a ese niño, que anticipa paso a paso, abriendo vías y caminos facilitadores, intercambios que se producen como primordiales en este circuito circular asimétrico. No es recíproca la relación entre el Otro y el niño. Ahí está la coyuntura del ser humano, porque para poder constituirse y humanizarse, está atado a que haya a un Otro que desee su humanización y que además le enseñe, le brinde las condiciones para poder desear subirse al escenario de la cultura. ¿Cómo lo hace?

Lo hace desde -bajémoslo a la trinchera- a partir de producir espacios y tiempos de encuentro de juego. La transmisión de las leyes de la cultura (leyes del lenguaje), aquello que podemos denominar como aprehendizaje en sentido amplio, la apropiación de esas leyes, se produce a partir de estos intercambios primordiales, primarios, que no no son innatos sino a construirse una y otra vez de nuevo bajo la lógica de la repetición, a partir de la matriz lúdica. Esta es mi hipótesis bajo la que propongo partir. Esta matriz lúdica comienza desde el campo del Otro. Esto ya lo podemos leer en Freud a partir de la primera experiencia de satisfacción en Proyecto de Psicología para neurólogos. El Otro acude a satisfacer -o a intentar hacerlo- una necesidad, pero crea al mismo tiempo ese espacio inútil, que solo sirve para la puesta en marcha de lo que los psicoanalistas llamamos el principio del placer.

El principio de placer tiene en todo que ver con lo que le hace de límite a la angustia, porque para el psicoanálisis el principio de placer es justamente lo que le va a permitir al aparato psíquico tramitar la pulsión de muerte. La angustia denota y denuncia un punto de imposibilidad de la tramitación de la pulsión de muerte. ¿Cómo hacen los niños primordialmente durante la infancia para vérselas con la pulsión de muerte? Freud nos dice que la actividad central es la del juego.

Tiempos de sobrediagnósticos y medicalizaciones. El discurso social es que el niño quede fuera del juego, porque la preocupación es hacia lo real del desarrollo, a su rendimiento (orgánico, lenguaje, aprendizaje), empuja al niño fuera del juego. Esto no es casual, cada vez más acuden a consulta niños en estados angustiosos. Podemos decir que nuestros niños están cada vez más angustiados. Creo que es porque hay, en relación a ellos, un acento que pone su Otro social, en lo real de su desarrollo y no en lo simbólico. Mucho menos en su imaginario del desarrollo. Hay un real, un imaginario y un desarrollo del desarrollo. Lo real del desarrollo es el real orgánico, hay una preocupación creciente orientada hacia la infancia, impulsada por los neoconductistas actuales, donde se piensan los procesos psíquicos en relación a una máquina cibernética, o a un funcionamiento real del sistema nervioso central, que se explica de una manera autónoma. Son tiempo donde los adultos estamos absolutamente angustiados y preocupados por el futuro, el acento está puesto en los gatos, en pensar una enseñanza a partir del dadaísmo, de la acumulación de datos, la memoria pensada como acumulativa, en tiempos donde el capitalismo ha atravesado todos los ámbitos de pensamiento acerca del sujeto, no hay lugar para el juego. ¿Quién privilegiaría la importancia del juego y de jugar en estos tiempos? Son tiempos que la demanda, necesaria para motorizar el desarrollo infantil, se ha transformado en su ética para pasar a ser exigencia superyoica. La angustia de los niños no se hace esperar. En tiempo en que los adultos no sabemos qué enseñarle a los niños o qué transmitirles para su futuro laboral, el juego cae. Escuchemos lo que la angustia de los niños tiene para decirnos. Parte de lo que tiene para decirnos es que está cayendo la subjetividad, el acento en la objetalización, en la mercantlización, estandarización, en las generalizaciones que forcluyen la singularidad. ¿Qué le demandamos a los niños hoy? ¿Cuál es el fantasma social que rige esa demanda? No son tiempos donde lo imaginario pueda desarrollarse y lo simbólico del desarrollo está en caída libre.

Caso clínico:
Juan (9). En las entrevistas iniciales me dice “Yo le busco la falla en las películas para no sentir miedo, así me doy cuenta que son de mentira. Por ejemplo, si veo una de OVNIs, trato de ver dónde están mal hechos. Mis juguetes me dan miedo. A la noche, tengo la impresión de que están vivos y se mueven. Siempre se me aparece Chucky con un cuchillo. Quiere matarme a mi, a mi papá y a mi mamá. Para no tener pesadillas digo quedate tranquilo Juan, pero Chucky vuelve al ataque y a ese no puedo encontrarle ninguna falla. Me despierto. Tengo miedo a los ruidos. Los perros que ladran me asustan muchísimo. Tengo muy fea letra, mi letra es como yo. No me gust participar mucho en clase, porque siempre tengo miedo de que no me entiendan. Yo tengo problemas para hablar, leer y escribir. Me como las letras”. Juan ha estado desde los 2 años en tratamientos diferentes para arreglarles su numerosos problemas, según la madre, todos de orientación cognitivo conductual. Mirando una escultura en mi escritorio, que está arreglada con pegamento transparente, Juan me dice “Norma, se te rompió”. Le digo “Bien, encontraste una falla en la realidad y no solo en una película. la vida y las personas reales tenemos fallas y errores y si querés te puedo ayudar a arreglarlos”. Juan me mira y me dice “Yo me esfuerzo mucho por aprender matemática e historia. Esa si es pura farsa, mentiras totales. Rosas, Malvinas, Sarmiento, Hitler, Napoleón, Estados Unidos y el petróleo, Alemania y la Segunda Guerra, son los más poderosos” Al escuchar a Juan, con estos pensamientos como si fueran propios, quizás acentuados por ser un niño pequeño de estatura y contextura, tengo la impresión de estar frente a un portavoz de conflictos de otra generación. La historia de las generaciones que lo anteceden se desplegará en las entrevistas con sus padres. Juan está inmerso en una guerra ajena, no escrita aún como su historia y por ende es para él ilegible, de letra muy fea. Le pregunto que le gusta, y me responde “A mí me gusta jugar, me gusta dibujar”. Le ofrezco hojas y lápices y dibuja el país de la imaginación. En la mitad superior de la hoja están los super héroes, llenos de armas y poderes, blindajes en sus cuerpos, armas, escudos, bocas enormes, orejas sobresalientes, ojos biónicos, manos ágiles y entrenadas. En la mitad inferior, minúsculo hombrecitos que intentan parecérseles, pero cuya indefensión e insuficiencia es evidente. Los de abajo están mal hechos y sin terminar. A algunos le faltan pedazos de cuerpo. A otros le faltan los límites, lo cual hace de ellos cuerpos irreconocibles y deformes. Juan dice sobre su dibujo “Cuanto más realistas, más miedo me dan, porque te pueden sorprender. Me olvido que son imaginarios, que son simples muñequitos”.

Ya en tratamiento y luego de unos meses, me cuenta una pesadilla que tuvo esa semana “Soñé que me convertía en un juguete. Una bruja convertía a todos en juguetes, muñecos y muñecas. Lo envenenaba a Dios y se apoderaba del planeta. Quería matarlos a todos. Le pregunto en qué juguete lo convirtieron a él. “En un lego. ¿Viste que los legos son los que más se parecen a nosotros?” Juan fue traído a consulta por crisis de angustia, problemas de aprendizaje, de conducta, reacciones desmedidas, caprichos, miedos, pesadillas. Duerme aún con sus padres, tiene terror a Chucky. Vive obsesionado, lo ve en todas partes. Su madre, para que no tuviera miedo a los juguetes, un día le hizo elegir los que más le gustaban, que eran los que más miedo le daban y los tiró por el incinerador. Este caso es de hace muchos años, cuando había incinerador.

El padre dice “Me ventajea, se hace el boludo, busca zafar. Todos lo ven bueno y simpático, lo quieren mucho, pero en casa muestra su verdadera cara”. Tengan presente la historia de Chucky. “Para mí lo que está bien está bien; lo que está mal hecho, está mal. La verdad es una sola. Ya me di cuenta que él nunca va a poder hacer todo bien. Juan nació prematuro, sietemesino, con bajo peso y estuvo 2 meses internado, con crisis de ahogo desde las 48 horas de vida, por vago, porque era el más quejoso de los prematuros”.

Siempre tuvo problemas: disgrafias, dislexias, dispraxias. Le sugirieron que haga permanencia en sala de 5, con 7 años empezó a tener neumonitis alérgicas, crisis asmáticas y de ahogo. Tiene terrores nocturnos. A esa edad él cambió de escuela, porque según los padres no se esforzaba por nada y él le había tomado el tiempo a la maestra, de la que dice el padre “A esa no va a poder dibujarla”. Muda o bulliciosa.

El estado angustioso puede llegar a ser un llamado de auxilio o una demanda de respuesta, pero solo si se lo escucha y se lo registra como tal. Sin embargo, el estado angustioso en un niño no necesariamente requiere tratamiento. Precisar y diferenciar esta cuestión en las entrevistas preliminares constituye una intervención clínica y yo diría, también a la hora de pedir una consulta desde la escuela. La angustia puede presentarse frecuentemente, de varias maneras: muda, ciega, sorda. Suele pasar desapercibida para muchos educadores, padres y pediatras. O bien hacer ruido y mostrarse bulliciosa, despertando una y mil noches, atropellando o invadiendo espacios o no pudiendo entrar o salir de ninguno, resistiendo a los aprendizajes primordiales y los controles de los circuitos pulsionales, transformando los intercambios con el Otro en pesadilla. Hastío, promoviendo la curiosidad y el deseo de saber, impidiendo el juego y su desarrollo.

Una de las caras preferidas de la angustia en la infancia es el aburrimiento. Se instala en la escena del mundo cotidiano infantil, trae berrinches, tristezas, apatías, confundiendo al principiante o al avezado. La angustia tiene una función paradojal, por ello debemos diferenciar si está en posición de motor y facilitador o en la posición que llega a poner al sujeto en cuestión para que se caiga y quede fuera de juego. Es importante recordar que los llamados estados angustiosos de la infancia son constituyentes y constitutivos y universales. La función de la angustia enfrenta a una situación paradojal. Por un lado se trata de sostener la angustia porque así tiene la chance de transformarse en angustia constitutiva y constituyente y relanzar la función del deseo. No se trata de sostener la angustia, sino de su función. Si la respuesta a la angustia no se da simbólicamente, “tranquilo, nada te va a pasar a ti”, función materna o “Dar al que pierde”, función paterna, una de las respuestas psíquicas posibles es el desarrollo de una fobia, como recurso de salida constitutiva para la angustia del niño.

La construcción y el desarrollo de una fobia es una de las respuestas defensivas inconscientes para los fenómenos de lesión, corte, suspensión, interrupción o herida del juego primordial en la infancia. En el juego, el niño se hace de un yo invulnerable, de un cuerpo seguro y protegido por el sentimiento heroico, por las condiciones de no-peligro real que el juego implica. Por ejemplo, allí el fantasma de su muerte en su interior no será peligroso, será inofensivo ya que en el juego puede procurarse su desaparición, su ausencia. Puede perderse y volver a presentarse sin peligro de muerte efectiva o ausenci definitiva. En el juego, el hilo que lo aguanta, lo separa y lo une a la vida, al Otro real del que depende absolutamente, puede sufrir corte, heridas, mutilaciones, desgarramientos, una y otra vez de nuevo, sin que la amenaza real e imaginaria de la separación y sus peligros se realice.

En el juego, podrá entrenarse para la soledad, corriendo todo tipo de pesares injustos, victorias, pesares, derrotas, desamparos, proezas, ya que “eso no puede pasarte a tí, es solo un juego”. Los bordes del juego funcionan como límite y protección frente al afuera del juego y del cuerpo. En el caso de Juan, hay un juego primordial lesionado, cortado, interrumpido y el niño cae expulsado del campo imaginario, al cual se reintegra gracias a la fobia y sus construcciones.

Juan actualmente sigue en tratamiento, intentando dibujarse con trazos y bordes amables, ya que puede soportar perder alguna que otra batalla sin que corra riesgos su integridad yoica.

Comparemos con el caso Juanito. En el caso de Juanito, Lacan dice “No se tiene en ningún momento la impresión de una producción delirante. Lo que es más, tenemos la clara impresión de una producción de juego. Es incluso tan lúdica que el propio Juanito tiene alguna dificultad para concluir y mantenerse en la vía de lo que ha tomado, por ejemplo, esa historia magnífica, la de la cigüeña y su intervención en el nacimiento de su hermana Anna. Entonces es capaz de decir, además después de todo ‘No crean en lo que acabo de decir, es solo un juego’”. Por una parte Juan queda excluído, cae de la situación, es expulsado por su hermana. Por otra parte, el falo interviene bajo una forma distinta. Esto plantea el difícil problema del orgasmo en la masturbación infantil, dice Lacan. Ahí dice: la angustia surge cuando el niño se ve, se siente que de pronto podría quedar fuera de juego. Se ve de pronto caído, o al menos ve que puede caer de su función de metonimia del falo y se imagina como una nulidad. Recuerdan el famoso dicho materno acerca de que el pene de Juanito era una porquería y recuerden la interpretación acerca de que esta significación se generaliza, deja de ser parcial y pasa a ser emblema del ser de Juanito. Justamente ustedes saben que la sede de la angustia es el yo, y esta pone en cuestión al ser. El peligro justamente es el de la desintegración del ser.

Lo que Freud llama angustia automática, podríamos decir que se trata de que la angustia anticipa un peligro por venir. La función de la angustia es absolutamente paradojal y aquel que piensa que si un niño está angustiado está inventando, merece al menos ubicarlo en un lugar de interlocución. La angustia se anticipa a un peligro por venir, no es ante la pérdida, sino ante el peligro que esa pérdida pueda llevarle o conllevarle a la persona.

En la que Freud ubica como angustia automática se trataría de una angustia que:

- desborda los disques del aparato psíquico, que es desbordante.

- Es inesperada, sobreviene de pronto, se siente fuera de juego. Es súbita.

- El aparato del psíquico del ser se siente avasallado.

- Está en relación a lo traumático, es frente al peligro de desintegración absoluta. Es del orden del traumatismo del yo.


Deja sin recursos.

En la angustia que Freud describe como señal de alarma:

- Hay anticipación del peligro.

- Se trata de perder algo valioso para el ser, pero no todo el ser.

- A esta posición la podemos pensar desde lo que los psicoanalistas ubicamos como el núcleo del complejo de Edipo, que es el complejo de castración.

- Es la angustia de castración, organizadora de la neurosis.

Lacan dice que la angustia es un nombre real del padre, uno de los nombres reales del padre, porque precisamente tiene la función, si se la sabe escuchar y si responde simbólicamente, de permitir un corte y diferencia con aquel peligro de ser tomado como el objeto que realice el deseo del Otro y sin poder zafar de esta trampa, trampa que por suerte y por desgracia estamos permanentemente ofrecidos, porque del campo del Otro depende nuestra constitución.

Entonces, Juanito comienza a medir la deficiencia existente entre lo que puede dar y aquello por lo que es amado. Desde el momento que existe también como real, no tiene remedio. Entonces se imagina como distinto que lo deseado esperado y en esta medida queda expulsado del campo imaginario. En la historia de Juanito podemos ubicar la emergencia de su angustia: cuando eso, un goce extraño, amenaza con forzarlo a convertirse él o una parte de su cuerpo, en lo que debe entregarle al Otro en su exigencia de satisfacción. Es allí donde la demanda del Otro pierde su posición ética y aparece como exigencia gozosa.

En la fobia, no hay juego propiamente dicho, pero puede haber distancia, ya que se trata de un sustituto del padre que lo defiende del peligro de ser devorado realmente por el insaciable materno. El síntoma fóbico se configura en el lugar de un juego primordial significante fallido con el padre como juego y jugado como síntoma. Recordemos que el juego preferido anterior a la fobia de Juanito era el que jugaba con su padre a montar el caballito. Ese juego, montar el caballito, es interrumpido y rechazado por Juanito cuando aparece la angustia previo al desarrollo de la fobia. Juanito escapa de este juego y solo es retomado cuando la fobia a los caballos cede.

Hoy, tanto del lado de Juanito como el de Juan (el primer niño), hay un juego primordial lesionado, cortado, interrumpido. El niño está expulsado del campo imaginario al cual se reintegra gracias a sus construcciones, a las cuales el DSM etiqueta como patología, muchas de las cuales sabemos que no lo son, sino que al tomarlas como tal estamos contribuyendo a abrir la brecha a caídas en lo real del niño y abriendo la puerta al autismo y psicotizaciones para él.

La angustia es un afecto. En el seminario VI, El deseo y su interpretación, Lacan nos dice que el afecto es algo que se connota en una cierta posición del sujeto por su relación al ser en tanto que en el interior de ese simbólico representa una irrupción de lo real perturbador. Es decir, el afecto se presenta en relación al ser como un real perturbador y se encuentra en el interior de lo simbólico, interrumpiéndolo, poniéndolo en cuestión, haciéndolo vacilar.

Al comienzo, recordemos que en la obra de Freud angustia y dolor no están diferenciados. En el lactante, angustia y dolor no están diferenciados. Solo más tarde, dice Freud, cuando se produce una novedad, pueden diferenciarse. ¿Cuál es esta novedad que debe llegar a advenir y que no va de suyo que llegue a hacerlo? La novedad es la representación, la construcción de la representación del objeto madre. Esto quiere decir que no va de suyo que los bebes tengan mamá, aunque haya una señora que se ocupe muy amorosamente de él, o un señor y muchos otros. M es la función madre, una posición simbólica que debe llegar a advenir para el bebé. Al comienzo, hay un otro real, debe llegar a posición de un Otro simbólico para el lactante. Y es interesante en este primer tramo, porque fíjense como el juego es lo que permite este pasaje de otro real a un Otro simbólico.

Dice Freud que la angustia y dolor parecerían estar al comienzo conjugados, luego se dividen. El lactante aún no puede precisar la diferencia entre la ausencia transitoria y la pérdida duradera. Hacen falta repetidas experiencias consoladoras hasta que aprenda que una desaparición suele seguirle una reaparición. La madre hace madurar ese discernimiento tan importante para él ejecutando el familiar juego de ocultar su rostro ante el niño y volverlo a descubrir para su alegría. De este modo, puede sentir entonces una añoranza no acompañada de desesperación. Desde el nacimiento, repetidas situaciones de satisfacción han creado al objeto madre, que ahora cuando despierta una necesidad, experimenta una investidura intensa que ha de llamarse añorante. Y a esta novedad es necesario referir y precisar el dolor y su reacción.

Entonces, la verdadera reacción de un hombre frente a la pérdida es el dolor. Y el trabajo psíquico que responde para poder amortiguar el dolor frente a una pérdida y el agujero que inscribe en lo real dicha pérdida, es el duelo. Entonces, la angustia en Freud anticipa un peligro por venir. En Lacan, este peligro por venir tiene un nombre preciso, y es que falta la falta. Es decir, que falte aquello que nos humaniza, que son las leyes del lenguaje y que entonces sea posible aquello que dichas leyes prohíben e imposibilitan: lo incestuoso y el asesinato primordial.

El dolor es la reacción frente a la pérdida; la pérdida del objeto, no cualquiera duele. Estamos de duelo por la pérdida de algo significativo, significante para cada uno y para cada quien. Pero el duelo es aquel trabajo psíquico, simbólico, que nos va a permitir darle una razón y una medida a lo perdido, permitiendo que no todo el ser se pierda, sino algo que sea posible de intentar ser nombrado. Solamente podemos limitar y precisar el dolor, qué nos duele, por qué nos duele, si lo simbólico hace su trabajo.

Ahora bien, ¿cómo el niño hace para poder separarse del Otro -del que depende absolutamente- sin que esto duela? ¿Por qué no le duele? ¿Quién dijo que no le duele? Por supuesto que duele. La angustia sobrevendrá frente a que el peligro de esta separación no se dé. La separación siempre es dolible y aliviadora, cuando se puede llevar adelante. Fíjense que Freud lo dice con todas las letras cuando nos dice que el niño solo puede perderse y perder al Otro en el juego. Solo en el juego y es jugando la pérdida vendrá con un dolor amortiguado. A este dolor amortiguado que la transferencia de afecto y el traspaso de dolor, de angustia y afecto -esto sería lo real del juego-, en el interior de lo simbólico amenaza al juego con perturbarlo o interrumpirlo, pero le va a permitir realizar su duelo. Freud dice, en el poeta o en el creador literario y el fantaseo, en Más allá del principio de placer, que el niño monta de intensidad afectiva a su juego, de grandes e importantes montos de afecto. Se toma muy en serio si juego, aunque no confunde el juego y el mundo que crea en este juego de la realidad efectiva. “¿No ves que es solo un juego?” Pero pregunta Freud, ¿Por qué habría de trasponer al juego lo desagradable, lo impresionante, lo doliente que implica perderse y perderlo al otro? Porque de esta manera puede precisar, acotar, limitar la pérdida y amortiguar y ahorrarse económicamente el dolor. Incluso Freud lo llama casi masoquista al niño, porque ustedes recordarán que en Más allá del principio de placer, cuando Freud se pregunta por que el niño introduce en el juego todo aquello que le haya causado una gran impresión.

¿Por qué el material de juego es lo desagradable, lo displacentero, lo doloroso? Freud dice que de esa manera abreacciona la densidad de la impresión, puesta al servicio de la descarga de la intensidad de la impresión y -es ahí donde yo leo el nudo borromeo en el juego, y el juego como 4° que anuda- el juego abreacciona la intensidad de la impresión, amortigua, hay una transferencia, un traspaso en el monto de afecto hacia el juego y de esta manera el niño se adueña de la situación. Se hace agente de la situación. El juego está al servicio del dominio yoico, es decir, de la reintegración narcisista.

En el juego intervienen componentes del sadismo, que queda como secundario respecto al masoquismo erógeno primario, representante de esta pulsión de muerte que queda fuera del juego, fuera del cuerpo narcísico, quedando dentro del real orgánico. Entonces, el niño monta el juego de afecto. Este traspaso del a en i (a) es lo que los psicoanalistas nos va a permitir un dato clave en el diagnóstico diferencial. Se trata de una divisoria de aguas entre un camino en relación a la neurosis o no. ¿Qué quiere decir el traspaso al juego? Lisa y llanamente, Freud lo dice claramente: el niño se venga, es un vengador, le hace su venganza al compañero de juego, infringiéndole lo vivenciado, lo sufrido en posición de objeto. Recordemos que en Freud el afecto no es reprimible, lo que se reprime son las representaciones. El afecto siempre está a la deriva, desamarrado, entre representaciones psíquicas, haciendo justamente falsos enlaces, traspasos. El juego permite la distribución -y ahí hay una función económica del juego- que pone al afecto a circular, en movimiento. Al mismo tiempo, permite ligar lo no ligado, porque es aquello que va construyéndole puentes al afecto, representantes representativos donde poder ir circulando. De hecho, psíquicamente podemos decir que llamamos a juego a este movimiento de circulación. Hay juego cuando hay circulación afectiva y cuando hay construcción de representaciones para que el afecto circule.

Decíamos que el juego está al servicio de la separación: “¿Dale que yo era…?”. El juego permite no solamente hacer una aparición, además de la censura de la función materna en la medida que se puede adentro del juego en la medida que afuera no, hacer una versión de lo que se era en relación al deseo del Otro, qué objeto libidinal se fue en ese deseo, por eso hay una función analítica en jugar, porque justamente el sujeto construye sus versiones. Pero al mismo tiempo, se separa de eso. “¿Dale que yo era…?”. quiere decir “ya no lo soy”. Permite dar una respuesta a la falta en el Otro. El niño construye versiones, es allí donde decimos que el juego tiene la misma función que la transferencia, es decir, está en función de la separación.

El juego tiene la misma función que el duelo al nivel de la estructura, por eso es que el trabajo del duelo y el trabajo del juego se articulan en la infancia. El juego permite, entonces, perder y perderse, amortiguando el dolor de dicha pérdida, salvaguardando al sujeto de la angustia que le conllevaría quedar atrapado en las fauces del goce del Otro. Es allí donde ubicamos a los niños que no pueden jugar, niños atrapados en las fauces, devorados por el goce del Otro en la psicosis. Es allí donde ubicamos a niños que ni siquiera han entrado en la boca del Otro, el autismo. En ambos, haciendo juego con la propuesta freudiana de Duelo y melancolía, lo he denominado a este campo  “La melancolía en la infancia”. Y he ubicado esta posición como puerta de entrada al autismo y a la psicosis. estas son pasibles de ser modificables y en este trabajo el juego tiene mucho para poder contribuir y permitir como sistema de transformaciones.

Pregunta: ¿Cuál es la incidencia de la tecnología en el juego actual de los niños?
No puedo responderte. El juego clínico no es un juego cualquiera. El juego en la clínica es un juego de transferencia. En ese sentido, los terapeutas, que también son tomados por la transferencia de una manera advertida o inadvertida, al igual que el analista, forma parte de las condiciones de la posibilidad del juego. Es un juego que incluye al analista. Entonces, de qué manera encontrar una llave para construir ese juego, te diría que es una llave del tratamiento de cada uno y cada quien, es una llave absolutamente singular y única. De todas maneras, podríamos decir que lo que un niño viene a jugar o a intentar jugar con el analista es aquel juego que no pudo ser jugado con el campo del Otro primordial. Un juego que no ha podido ser reconocido como juego. Para que advenga el juego depende de la sanción del Otro, que sancione la producción de un niño como lúdica. No va de suyo que algo por si mismo sea lúdico, sino que lo lúdico tiene estatuto de significante, está sancionado desde lo simbólico. Para mi algo puede ser un juego y para vos por ahí no. Justamente, hay algo que no pudo ser jugado por la historia del juego generacional, ahí es donde tenemos que ver el uno a uno y a ese niño que quedó fuera de juego.

En general, los niños que se encaminan hacia la neurosis se trata de juegos forcluidos, no jugados, no reconocidos como tales, que retornan desde lo real en formaciones que en general son denominadas desde lo social como sintomáticas y no va de suyo que lo sean. Es decir, no son reconocidas como juego y se repiten intentando encontrarle la chance a poder ser jugadas. Se trata de otra escena que intenta ser reconocida como tal para poder perderse. Es una otra escena que es conocida en el inconsciente.

Habrá que estar muy atentos a poder pescar cuáles son, el trabajo del analista es un trabajo de construcción, que puede tener efecto de interpretación, pero se trata de construir a partir de indicios, de restos, de significantes no dialectizados en la historia de ese niño, con los que sus Otros primordiales no han podido jugar. Por eso trabajamos con los padres y no solamente con los niños. Trabajamos también, si se puede, con tercer generación y con distintos ambientes como escuelas, pediatras, etc. Por otro lado, en lo que refiere a la construcción de historicidad que el juego permite, a nivel de lo constitutivo yo he propuesto en mi libro, basado en la investigación de mi tesis doctoral, una serie o conjunto de juegos que propongo como juegos unarios infantiles. Es una serie o conjunto de series de juegos constitutivos y constituyentes, matrices lúdicas a partir de las cuales se producen estos trabajos, estos procesos que deben acontecer en la infancia para la construcción del aparato psíquico, la constitución del sujeto y el desarrollo. En general, los niños que van haciendo pasos hacia una posición neurótica, es decir, comunes las atraviesan con más o menos dificultades. En los niños que ubicamos en el campo de la melancolía en la infancia, o no ha podido subirse, o se subió y se bajó. Hay que ver en qué punto se bajó y la distribución de todos sus movimientos. Esta serie permite hacer diagnóstico diferencial, a partir de nosografías propias de la clínica de niños y no de una clínica de adultos aplicada a los niños.

Respecto a los juegos y la tecnología, yo creo que la pregunta es si hay juego o no lo hay. Si hay juego, el juego produce, con los materiales que tiene a disposición, los efectos de subjetividad, con el desarrollo del espacio imaginario con todo lo que esto implica a nivel de la creación y la posibilidad del cuerpo, ya sea que esto se haga con una computadora, con un celular, o se haga con una muñeca. El problema es cuando eso deja de ser juego y pasa a ser tomado por la compulsión a la repetición, no simbólica, sino la real o lo imaginario desanudado a lo simbólico. Mientras que esté al servicio de poder tramitar diferencias, producir oposiciones, poder apropiarse y aprehender… Hay muchos supuestos y prejuicios en relación al uso de la tecnología de la infancia y las gravísimas consecuencias que esto puede llegar a traer. Sin embargo, se ha hecho una investigación muy importante, para mi gusto seria, en Latinoamérica, en donde se ponen a trabajar estos supuestos. Por ejemplo, hay uno de ellos que dice que las nuevas tecnologías han invertido las relaciones de autoridad entre el niño y sus adultos, porque el adulto sabe menos que el niño acerca del manejo de las máquinas. Sin embargo esto no se verifica de ninguna manera, en la medida que lo que produce es la posibilidad de hacer un intercambio diferente. Todo depende de la posición que tenga el adulto respecto al saber.

Si hay adhesividad, si no se puede salir de ahí, si la variabilidad -que es lo que constituye justamente el juego simbólico-, nos invita a pensar las condiciones para poder decir hay juego o no hay juego de manera rigurosa, más allá de lo que para cada uno y desde su fantasma se banque de las producciones de un niño pueda decir “Está jugando” y le está rompiendo la cara a alguien. La sanción es del adulto desde su historia y su fantasma. Más allá de esta cuestión, desde el punto de vista de poder hacer una formalización, una de las condiciones para la posibilidad de que haya juego simbólico es la variabilidad y la posibilidad de soportar la sustitución del objeto, porque no llegamos a hablarlo hoy, pero esta temática se entrecruza por la pregunta por el circuito pulsional y el juego. Entonces, el juego justamente trabaja intentando poner objetos a lo que no puede tenerlo. Por eso, en cada repetición lo único que se produce es la decepción en acto. Lo único que hace el niño, cada vez y otra vez de nuevo es intentar encontrar aquello que no encuentra. Esta es la repetición simbólica, que está al servicio del aprendizaje y la apropiación y la constitución de oposiciones y diferencias. Otra vez de nuevo, aparece el secreto de lo lúdico, según Lacan en el seminario de la identificación, que es lo nuevo.

El juego reclama la novedad. Si se repite de una manera real, es decir, se vuelve siempre al mismo lugar, dejó de ser juego. A mi me parece que la pregunta es por la matriz, es decir, la organización, cómo está estructurada esa matriz y cuáles son las leyes que la estructuran para poder decir si hay juego o pura estereotipia. Ustedes sabrán que hay todo un debate de si se puede hablar de juego normal y un juego patológico. Yo creo que hay juego o no hay juego. Cuando un niño pone en serie y enfila sus autitos por toda la casa y no deja de hacer eso, sin admitir que le toquen o le cambien, los padres pueden decir “le encanta jugar con los autos”. Bueno, yo no llamaría juego a esto. Hay un intento fracasado de hacer juego, que es distinto. Entonces, ¿cómo ayudamos a que eso sea juego? Decir que hay un juego estreotipado o un juego patológico es patologizar al juego. La otra es pensar a un niño que está demandando de una manera silenciosa a un Otro que le permita desarrollar su juego. ¿Con qué trabajamos en el campo de “la gravedad”? Con restos que es muy difícil convertirlos en juguete, pero que es un desafío: mocos, patadas, balanceos, aleteos, estereotipias, arritmias…

Pregunta: -inaudible-
Exacto, esos son los restos, para intentar hacer de eso un juego. Si hay algo que me parece constitutivo de la neurosis es la tramitación desde el juego de las operaciones fundamentales, una de ellas es la separación. Porque el juego, como estamos diciendo, está al servicio de operar la separación de una manera que amortigüe el dolor. Es decir, como dice Freud, de una añoranza sin desesperación. Cuando el niño en el fort-da con su carretel juega a separarse de la madre (Lacan dice que el carretel no es tanto el representante de la madre, sino que él sea el que se separa como objeto del Otro), el punto es que él juega a esta separación de la madre, mientras espera a que la madre le venga a dar de comer, porque si no viene la madre a darle de comer, se muere. Entonces, sigue la dependencia. En el mientras tanto, practica cómo separarse a futuro, entre otras cosas. Esto va constituyendo neurosis, esto es lo que no pueden hacer los niños que no están subidos a este escenario del juego, al que denomino melancolía como campo.

miércoles, 28 de junio de 2017

El niño con autismo. Juego e identificaciones primordiales.


Apuntes de la conferencia dictada por Norma Bruner, el 04/10/2016

En la Conferencia 34 (1932), Freud habla de los opositores al psicoanálisis. Dice:

Una conocida sentencia nos exhorta a aprender de nuestros enemigos. Confieso no haberlo conseguido nunca, no obstante lo cual, pensé, podría resultarles instructivo que pasara revista con ustedes a todos los reproches y objeciones que los opositores del psicoanálisis le han dirigido, y luego les indicara las injusticias y atentados a la lógica, tan fáciles de poner en descubierto. Pero, «on second thoughts» {«repensándolo»}, me he dicho que no sería interesante, sino que se volvería aburrido y fatigoso, y además implicaría hacer lo que he evitado cuidadosamente todos estos años. Discúlpenme, pues, si no sigo adelante por ese camino y les ahorro los juicios de nuestros así llamados opositores científicos. En verdad, casi siempre se trata de personas cuyo único certificado de idoneidad es la neutralidad que han acreditado manteniéndose lejos de las experiencias del psicoanálisis. Pero bien sé que en otros casos no me consentirán ustedes un expediente tan simple. Me harán presente que, sin embargo, hay muchas personas para quienes no vale mi última observación. No esquivaron la experiencia analítica, han analizado pacientes, quizás ellas mismas fueron analizadas, y hasta por un tiempo fueron mis colaboradores, a pesar de lo cual han llegado a otras concepciones y teorías sobre cuya base se han separado de mí y fundado escuelas autónomas de psicoanálisis.

A propósito del autismo, el psicoanálisis está más que nunca en esta posición de tironeo entre interpelaciones internas y externas, de las cuales tenemos que hacernos cargo. Vamos a intentar compartir algunos pasos dados por mi, por colegas y otros colaboradores, de los cuales he aprendido y sigo aprendiendo sobre el juego, las identificaciones primordiales para la clínica del autismo y la psicosis en la infancia.

Me gustaría compartir con ustedes una cita de Almodóvar, que me pareció absolutamente pertinente para la temática de esta conferencia: hay leyes que uno puede burlar y otras que no. La ley del deseo es como la ley de la gravedad: aunque la rechaces, tienes que rendirle tributo, y un tributo bastante alto.

Fíjense qué interesante, la ley del deseo como la ley de la gravedad. Imposible, aunque uno intente burlarlas, escapar de ellas, sin pagar un precio muy caro. Y a propósito del autismo me gustaría introducir la temática, pensando con ustedes la siguiente hipótesis: el autismo es la posición del sujeto que podríamos decir paradojal, donde si hay algo que podrían enseñarme esos niños que suscriben a ese diagnótico -en general es la menor cantidad de los casos, pues en la mayoría de los casos no suscribo el diagnóstico de autismo- un niño autista intenta, con los recursos a disposición y al costo de agotar sus energías psíquicas, rechazar la ley del deseo y la ley de la gravedad. Ambas, tanto la ley del deseo, como la ley de la gravedad, tienen algo en común: requieren para su funcionamiento la caída del objeto. Si hay algo que me han enseñado los niños autistas, es su rechazo a que eso caiga, fundando la ley del deseo. Es decir, que se produzca ese vacío necesario, esa extracción de goce necesaria para que haya caída del objeto y fundando la razón del deseo. La paradoja es que, pienso, esto no es sin pagar el alto costo que es nada más y nada menos que rechazar aquello que humaniza al sujeto. Y por eso, efectivamente, el campo del autismo reviste gravedad. La paradoja es que la gravedad del rechazo de aquellas condiciones mínimas necesarias para que haya humanización. Es decir, nada más ni nada menos que el lenguaje que los significantes hagan marca e inscripción en lo real del cuerpo. Los significantes hacen un trabajo de ordenamiento, de marca, de extracción -en el caso de los significantes primordiales- y organizan el camino acorde a la ley para que funde un deseo que no sea anónimo para ese niño.

Si hay algo que uno podría suponer en transferencia que el niño autista nos dirige, es precisamente ese rechazo a que uno ocupe para él una posición significante y significativa. Entonces, podríamos decir como hipótesis que el rechazo a la ley del deseo y también el rechazo a la ley de la gravedad es lo que funda el autismo, ya que si funcionan ambas leyes, producen el vacío fundamental necesario (En la obra de Lacan esto se llama la operación de privación), la privación fundamental necesaria para que luego ese vacío pase a estar enmarcado, limitado simbólicamente, fálicamente, dando razón y medida del deseo. Es decir, que la ley del deseo y la ley de la gravedad se requieren. Es por eso que el psicoanálisis abreva en otras disciplinas.

En el campo del autismo hoy, podríamos decir que se juegan las mayores de las batallas en relación a la respuesta que vamos a dar los psicoanalistas. Las neurociencias y las terapias cognitivas conductuales producen forclusiones ad hoc de las producciones del sujeto. Por eso digo que la situación actual es grave. Es un desafío para el psicoanálisis de extrema dificultad. Frente a esto, cabe la mayor de las rugosidades y la menor de las rigideces. Freud se resiste todo el tiempo a la rigidez y apela y aboga por la rigurosidad. Rechaza toda explicación del orden de la unicidad, ya sea del cuerpo del que venga. Freud le critica a Adler que su explicación revestía unicidad. La causación en psicoanálisis tiene que ver con la complejidad, no con la unicidad. Por diferentes vías, desde diferentes caminos, un niño puede hacer una entrada al autismo. No hay una sola vía. Ya sea que estas tengan que ver con presencia de organicidad en juego, efectivamente, con nombre y apellido conocido hasta el momento, ya sea que haya presencia de problemáticas biológicas, genéticas, metabólicas, constitucionales o adquiridas tempranamente que hagan que desde lo biológico se impermeabilice la entrada del significante. es decir, que haya allí una impermeabilización orgánica a la entrada del significante. También puede venir por vías fantasmáticas, simbólicas, parentales, históricas, coordenadas simbólicas a leer, o ya sea que sea una combinación de ambas y estén en circuito. Es decir, no hay una sola vía de entrada a una posición autista.

Partamos de un acuerdo: si en transferencia, cada vez y otra vez de nuevo, al intento de establecer un lazo libidinal, al intento de establecer una ligazón del orden del lenguaje y la palabra, nos encontramos del lado -del niño- de la aversión, el girar la cara, el rechazo; esto ocurre solamente cuando uno intenta tornársele significante significativo, lo que entonces tenemos que decir que el autismo consiste en esta aversión que rechaza todo significante. Todo significante que pueda introducir de su lado una diferencia significativa. Y esta es la función de los significantes, que pueden ser cualquier cosa: una mirada, un toque, una clase, un texto, un libro… No tiene forma, porque lo es si para otro introdujo una diferencia significativa. Un niño autista rechaza las diferencias, por más mínimas que sean, por eso comparte con la psicosis el rechazo de los significantes del Nombre del Padre. Pero desde mi experiencia, a diferencia de los niños que están en posición de psicosis, en el autismo el rechazo es a propósito de cualquier diferencia que pueda introducirse en su real. Fíjense qué interesante, de esto Kanner ya sabía. Yo quisiera leerles a ustedes la siguiente observación de Kanner:

Gobierna la conducta de los niños el deseo ansiosamente obsesivo de conservar una igualdad que únicamente ellos en raras ocasiones interrumpen. Cualquier cambio introducido en la disposición de los muebles, en las normas, en el orden que rige la actividad cotidiana los desespera.

Kanner le supone un deseo, un deseo obsesivo lo llama, de conservar la igualdad. En mi experiencia, los niños lo hacen con los recursos a su disposición, siempre de manera escópica y frecuentemente de manera auditiva o invocante. Hagan la experiencia, es imposible tomar a un niño autista por sorpresa, aunque les esté dando la espalda. Aunque no fijan la mirada, su organización visual está puesta al servicio de controlar los límites del campo. Esto, en física y en óptica se llama tensión oblicua. El control está en que no se introduzca la diferencia. Por eso, uno se acerca y el niño, aunque esté de espalda, se aleja. O cuando algo comienza a serle significativo, aparecen movimientos para que eso no entre. Desde mi punto de vista, ahí está el autismo, en este rechazo absoluto y no parcial como en la psicosis. El rechazo absoluto es a todo significante, a todo aquello que pueda elevarse a categoría de significante, no solamente los significantes primordiales paternos.

El campo del autismo reviste gravedad a la luz de las estadísticas y de los intereses que ustedes conocen muy bien al librar diagnósticos de TEA, TGD… Las estadísticas nos informan que hoy 1 de cada 68 niños recibe el diagnóstico de autismo. Está considerada epidemia, pero en la mayoría de las vocaciones que llegan a mi consulta, niños con este diagnóstico, no suscribo al mismo. Se trata, a diferencia de lo que es la corriente dominante actual, que los psicoanalistas opongamos diferencia desde la rigurosidad. debemos precisar, acotar, limitar, reducir a su mínima expresión simbólica y esforzarnos por hacer investigación y pronunciarnos para determinar a qué vamos a denominar posición autista en un niño.

En mi experiencia, son mínimos los niños que cuentan con la energía psíquica necesaria para hacer este rechazo absoluto y masivo. Y es grave, porque recordemos uno de los criterios de gravedad que maneja Freud en los caminos de formación del síntoma, Conferencia 23, porque en 1915 Freud habla del síntoma como actos inútiles y perjudiciales. ¿Por qué? Porque tienen 2 costos: uno, el gasto anímico energético que lleva formarlo. Por eso, hay un empobrecimiento de la energía, de la libido disponible, del sujeto para seguir adelante con amor, trabajo, lo que tenga que ver con la vida. Y además, por el costo que implica combatirlos. Entonces, está el costo de armar el síntoma y el costo de combatirlos. El síntoma requiere un gasto energético cada vez mayor al sujeto, que va empobreciendo su disponibilidad para las tareas de su vida. Freud dice que si el síntoma se hace extenso, pasaría cada vez más de ser leve, moderado, grave a tomar mayor porcentual de energía de la vida. Entonces ahí dice Freud que estaríamos siguiendo el camino médico, porque la medicina, precisamente, divide la normalidad de la enfermedad en términos de leve, moderado y grave. En tanto, la paciente se le limita su actividad cotidiana. Para Freud, esto sería manejarnos con un criterio pràctico. Desde el punto de vista teórico, da igual, porque aún para las formaciones psíquicas cotidianas, se sigue el mismo camino. Es grave, porque toda la energía psíquica del niño autista está en servicio de esto que diferentes autores llaman la defensa autística y que nosotros podemos llamarlo “aversión”, rechazo absoluto y masivo al significante y al conjunto de los significantes, que es como yo propongo pensarlo. Una aversión de todo lo que pueda ejercer una diferencia significativa en esto que intenta determinar en cada uno de los casos por qué ese niño ha tenido que vérselas en esa dramática coyuntura de armar esa respuesta de rechazo a aquello que lo va a humanizar. Es grave porque consume toda su energía. Por supuesto que pueden aprender mecánicamente, pero no significantemente o significativamente. hay una memorización mecánica y en esto las terapias cognitivo conductuales muestran resultados. Se logran adaptaciones, adoctrinamientos, respuestas del orden de la obediencia y la repetición. Pero es una repetición no simbólica, sino una repetición de la lógica de lo real y en esto, precisamente confirmamos el autismo, porque el autismo es esta pasión por conservar la repetición de lo real y rechazar la repetición simbólica, que es aquella que establece diferencias una vez y cada vez de nuevo. Los aprendizajes significativos son aquellos que nos introducen diferencias que abren la dimensión de lo nuevo, y ahí nos vamos acercando al juego.

Si hay algo que tiene el juego, con su tesoro secreto, es la pasión por lo nuevo, la búsqueda de lo nuevo. Estadísticas en Argentina: la última estadística en el Censo Nacional 2011, de 0 - 14 años, que el 7% de la población recibe un diagnóstico de discapacidad. El campo del autismo nos invita a reconsiderar y a volver a pensar:
  • cuáles son las relaciones entre lo orgánico y lo psíquico.
  • cuáles son las relaciones entre la discapacidad, el autismo y la psicosis.
  • Las diferencias entre el autismo y la psicosis.
  • Las intervenciones y las detecciones tempranas, sus alcances y sus límites.
  • Cuáles son las relaciones entre la estructura, el desarrollo, la historia.
  • El valor del juego para la constitución del sujeto.
  • Las relaciones entre el juego, la sexualidad, el lenguaje y el inconsciente, siguiendo los 3 pilares freudianos y siguiendo los 4 pilares lacanianos: el juego, lo inconsciente, la transferencia, la repetición y la pulsión.

En mi experiencia, lo que les puedo contar y compartir con ustedes, que es donde empecé mi investigación siguiendo la relación entre juego y duelo, es que un niño al jugar produce una serie de transformaciones en su preexistentes. Su realidad preexistente resulta transformada a partir del juego. Y al mismo tiempo, y mientras que se juega, el juego lo transforma a él como sujeto. Esto lo digo de esta manera pasa acentuar el eje en la transformación, pero en realidad es parte de un observable y de un hecho clínico verdadero y es que mientras que se juega, se producen diferencias. El juego es un sistema operativo de introducción de diferencias. No se sale de la misma manera que de la que se entra a un juego. Se sale transformado. Esto es lo que ocurre con los niños cada vez y otra vez de nuevo, aunque juegue al mismo juego. Y en la clínica, en el informe que puedo hacer en mi experiencia, me llamó siempre la atención cómo podía ser que ese niño, sin darse cuenta, produjera cuestiones del orden de lo que no se esperaba que pudiera hacer, jugando. Si tenía dificultades para hablar, no aparecían. Si tenían dificultades en relación a la postura, lo que los psicomotricista trabajan en relación al esquema del cuerpo, no aparecían, sino que producían profundas transformaciones en las que se jugaban; etc.

¿Cómo dar cuenta de estas transformaciones que produce el juego? Intento dar cuenta de las transformaciones constitutivas - constituyentes que produce el juego para los niños y su desarrollo: lenguaje, motricidad, aprendizaje, hábitos, socialización. Esto vale para todos los niños, estén en una posición autista, psicótica o no lo estén. El juego produce transformaciones en todos los niños, que son constitutivas y constituyentes.

¿Qué deseo sostiene el rechazo a la ley del deseo y a la ley de la gravedad? ¿Qué deseo podemos poner en juego para que un niño haga este rechazo? Alguno hay que suponer para poder sostener la hipótesis del sujeto, que es nuestra finalidad y constituye nuestro campo en psicoanálisis. El sujeto es el objeto con el que nosotros trabajamos. No tengo otra alternativa que responder “es deseo de no deseo”. Es un deseo de que no haya deseo. Un deseo de ausencia de deseo, pero tenemos que suponer alguno, así como suponemos sujeto cuando no lo hay.

Intentaré dar cuenta de las transformaciones que produce el juego. ¿Por qué camino psíquico se produce? ¿Cuál es la lógica de estas transformaciones la formación del juego? Si el juego es una formación psíquica que no depende de la dotación orgánica cronológica con la que se nace, no es innata, sino una formación psíquica secundaria al nacimiento. Como tal, debe llegar a advenir y que advenga no es garantía, pues no todos los niños juegan. ¿Cuáles son las condiciones mínimas necesarias para que advenga esta formación psíquica que llamamos juego?

Si le otorgamos al juego este valor constitutivo y constituyente, de producir transformaciones primordiales a los niños que lo atraviesan, así como Freud nos lo enseña a propósito del llamado juego del fort-da, que le da este valor absolutamente constitutivo y constituyente para el psiquismo; Winnicott nos habla también de esta matriz que tiene que ver con la transicionalidad a partir de la cual se producen una serie de consecuencias y marcas en el camino hacia una relación del deseo no anónima, mi investigación estuvo dirigida a suponer que aquellos niños a los cuales la bibliografía médica, psiquiátrica, psicológica, psicoanalítica llama autismo o psicosis, en realidad son distintas posiciones en relación al haberse podido subir o no al escenario del juego.

En los niños que siguen un camino de atravesamiento de la lógica edípica, que siguen un camino a partir del cual esto que para nosotros en psicoanálisis, a partir de Freud, vamos a denominar como complejo de castración y sus consecuencias, aquellos niños que siguen un camino por el cual los significantes primordiales, aquellos que pueden estar presentes en el campo del Otro, pero esto no es suficiente para que pasen a inscribirse en una manera encarnada y funcionar del lado del niño, es decir los significantes paternos, M, P, falo, hijo; este camino supone una serie sucesiva de matrices lúdicas y esto es lo que les invito a pensar juntos.

Propongo una serie de matrices lúdicas, a partir de las cuales estos procesos u operaciones primordiales para la constitución del sujeto en la infancia se producen. A estas matrices, las propongo denominar “Las matrices de los juegos unarios infantiles”. O los juegos de las identificaciones primordiales.

La matriz de juegos de borde, superficie y caída. Se juega la operación de la privación fundamental.
La matriz de los juegos del transitivismo. [menciona 2 autores franceses], sucesor de Ajuriaguerra, propone la experiencia de transitivismo infantil, fundamental para que se inscriba la experiencia del dolor. Es curioso, porque los niños con autismo y psicosis no están en relación a la representación del dolor, no se inscribe la experiencia del dolor.
La serie o matriz lúdica transicional (Winniccot). En esta matriz, tanto Freud como lacan ubican la especularidad. Los juegos especulares.
La matriz lúdica de juegos de duelo. Duelos por el falo.
La matriz lúdica de juegos de negación. Y en esto, bienvenido Spitz y su observación de este organizador tan importante, que es el advenimiento del “no” y cómo podemos pensar a la luz de Freud y Lacan, en relación a la función paterna y materna.
La matriz de los juegos de personificaciones edípicas. Podemos traer autores como Melanie Klein. Freud, Lacan, Fukelman…

Mi investigación lleva a la siguiente hipótesis:los niños que no atraviesan estas matrices, -que siempre se atraviesan de manera singular y no arman una serie evolutiva- son los niños que están en este campo al cual denominamos del orden del autismo y la psicosis. No es casual que en la clínica del autismo, cuando un niño sale de su posición autista, los primeros vocablos que pronuncia es “se cayó, se rompió, no funciona. Pareciera que la salida del autismo viene de la mano de los juegos de caída. Puedo contarles casos míos, de mis colegas, supervisiones, en donde vamos a reconocer esta primera matriz de los juegos de borde y caída, donde se puede decir algo del tema que convoca este ciclo, que es la gravedad en psicoanálisis y en el autismo. La salida del autismo consiste en que el significante haga gravedad. Si el autismo reviste gravedad, es porque rechaza la ley del deseo y la ley de gravedad. La salida del autismo es la aceptación de la gravedad del significante, de su peso. Porque la gravedad física, precisamente, tiene que ver cuando un cuerpo tiene peso y produce una fuerza de atracción con otro cuerpo. La gravedad física es la fuerza de atracción entre 2 cuerpos con peso. Podríaos decir que la fuerza de atracción del peso entre los significantes, que producen atracción. No es la atracción cuerpo a cuerpo. Cuando el significante empieza a tener peso, produce su gravedad, su fuerza de atracción y comienza el juego, que es lo que rechaza el autismo.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la identificación? Si suponemos ideas propuestas por Héctor Yankelevich y Silvia Amigo, acerca de que el ingreso de la estructura y de los significantes de la estructura requieren de una temporalidad, su propuesta es que esta temporalidad son los tiempos de las identificaciones. La temporalidad del pasaje del otro real al Otro simbólico, es decir, lo que está del campo del Otro que no hace función en el niño porque todavía tiene que hacer un pasaje a estatuto de simbólico, es el tiempo y la temporalidad de las identificaciones que en psicoanálisis llamamos identificaciones primordiales. yo tomé esto y digo: si el tiempo es el de las identificaciones, el juego es el escenario, es el espacio donde espacio se anuda a tiempo y las identificaciones primordiales se inscriben y hacen su trabajo. Las identificaciones primordiales se inscriben desde las matrices lúdicas que les propongo pensar. Si el niño no atraviesa estas matrices lúdicas, es decir, no las juega, estas identificaciones primordiales no se inscribirán de su lado. Esto nos lo muestra la clínica del autismo y la psicosis.

¿Cómo definir la identificación? Si hay un concepto odioso en psicoanálisis, es el de la identificación. No hay escuela de psicoanálisis que no haya propuesto su teoría de las identificaciones. Si uno intenta hacer un inventario de los tipos y formas de identificaciones existentes solamente en el psicoanálisis, se pierde. Así que no fue mi intento. No hablo de tipos de identificación, hablo de las funciones de las identificaciones primordiales.

Si el niños autista, como decía Kanner, está allí gobernado por este deseo de sostener la igualdad, la identidad, la mismidad, y justamente decíamos que su autismo consiste en su respuesta subjetiva en rechazar la diferencia, fíjense qué paradojal formación psíquica humana que rechaza aquello que lo puede incorporar en la cultura en la identificación primordial, precisamente, como proceso de incorporación del Otro. Primer lazo. En la obra de Freud, entiendo que la identificación es el nombre que Freud encuentra para dar cuenta, precisamente, de porqué o cómo una instancia pasa a ser transformada por otra. es decir, que la identificación es un proceso de transformación. Freud hace una subversión del concepto tradicional o clásico de las identificaciones. Cambia el espacio en el cual el proceso se produce. Se trata de un proceso inconsciente, que se produce en el espacio psíquico, no en el espacio común. Cambia la relación de la intersubjetividad por las relaciones intrapsíquicas. Entonces, da cuenta de las identificaciones entre procesos de transformación entre instancias psíquicas: ello, superyó, realidad… A adopta un rasgo de B, si se trata de una identificación parcial y a partir de este proceso inconsciente, pasa a estar transformado pro B. Pero parte de 2 objetos, podríamos decir, preexistentes, que ya tienen existencia. La identificación es un proceso que se produce en lo preexistente.

Lacan radicaliza y extremiza el concepto de identificación en su versión, dándole otra vuelta, lo mismo que hace con el duelo, elevándolo al estatuto de condición del deseo (al duelo). En Lacan, la identificación es el nombre que encuentra la pregunta por cómo algo es creado. Ya no creado, porque la transformación es un efecto secundario. La identificación es un proceso inconsciente de creación, de surgimiento de algo nuevo. La lógica del estadío del espejo es el mayor ejemplo de esto que estoy diciendo. Es decir, el yo pasa a ser creado por la identificación especular, no pre existía. La identificación en Lacan es un proceso inconsciente de creación. Es decir, de establecimiento de diferencias. En este punto,identificación e identidad autista se contraponen. Si el autista está sosteniendo la mismidad, rechaza la diferencia, rechaza la identificación.

Fíjense entonces lo que encontré: juego e identificación, ambos, son procesos de transformación, pero siguiendo el planteo de Lacan, ambos son procesos de creación de diferencias y advenimiento de un nuevo sujeto. Por eso, me importa formalizar y darle valor al juego en la clínica con niños, por su valor constitutivo y constituyente de diferencias primordiales para el advenimiento del nuevo sujeto. Y esto es identificación primordial, entendiendo que la identificación en un proceso inconsciente, imaginario, de reconocimiento del significante.

Ahí donde tradicionalmente podemos decir que existe A y B, por identificación a A pasa a estar transformado por B, tomando rasgos de B, o absolutamente se transforma en B y el uso de rutina degrada la identificación a la imitación y la empatía de las terapias cognitivo-conductuales, que degradan el concepto de identificación para hablar de empatía al ponerse en el lugar del Otro… Bueno, entiendo que la identificación es el nombre que le da Lacan a la creación de la diferencia, en donde no preexiste A, sino que se invierte el proceso. Es B el que crea a A. A es creado après-coup (a retroactivo, a posterior).

¿Dónde reconocer la identificación en el juego? En esto, Lacan nos da pistas, que hay que buscarlas. En el seminario IX, el de la identificación, clase IV, Lacan cita a Freud y la observación del nieto y el fort-da, le propone un juego al auditorio: Lacan tenía una pelotita en la mano y se la muestra al auditorio. Luego la esconde detrás de su espalda y la vuelve a mostrar. Ustedes anticipan en esto que va a salir la pelotita. Si yo hago otra cosa, provocaría la sorpresa. ¿Por qué pueden anticipar en el gesto inaugural del juego que va a salir el mismo objeto? ¿Por qué pueden armar una equivalencia, una identidad? Por la ausencia, sino no podrían. Es la ausencia la que crea la imagen. Solo por la ausencia, la imagen es creada. Podríamos decir que es la caída, la pérdida, la ausencia las que crean la representación. Sin ausencia, no hay representación. ¿dónde está la identificación, en la alternancia de presencia - ausencia? No, en el intervalo, en el corte. Es ahí donde está el sujeto, en la diferencia entre uno y el otro. Es ahí, en el “entre”. Todo juego, sabemos a partir de Freud, se modula y se configura tomado por la compulsión a la repetición, una repetición que lo es porque lo es de la diferencia, porque una y otra vez de nuevo, no se encuentra lo que se busca. es en la diferencia entre uno y otro juego que se produce la caída, el vacío, la ausencia. Por eso es que un niño requiere jugar muchas veces, que se le cuente el cuento muchas veces. No alcanza con una sola vez, porque el significante no se inscribe de un solo golpe. Requiere de sucesivas veces y simultáneas repeticiones, porque solo en la repetición se crea la diferencia. Es allí donde dice Lacan que tenemos que situar al sujeto y es allí esta mínima diferencia donde el sujeto se hace él mismo entre uno y otro, que Lacan llama rasgo unario. El rasgo unario está en esa mínima diferencia entre su juego y el de cualquier otro. Digo esto porque en psicoanálisis, a diferencia de otras disciplinas, es esta diferencia la que buscamos. Si buscamos que haya sujeto es porque buscamos que haya rasgo unario, que haya la máxima diferencia entre nuestros pacientes, aunque vengan con el mismo diagnóstico. Nunca uno es igual al otro, aunque jueguen el mismo juego, nunca se hace de la misma manera.

Pregunta: ¿Podrías explicar cómo se produce este rasgo unario?
N.B.: El rasgo unario, justamente, es aquello en dondeLacan ubica la máxima diferencia, es decir, la función del significante, aquella que define al sujeto, entre uno y otro. Entre un significante y otro. Esto quiere decir entre un juego y otro. Entre una sesión y la otra, entre un paciente y el otro. Siempre es en la cadena entre uno y otro. Ese resto, eso que cae, eso que no se encuentra, eso que se busca en la repetición pero que no se encuentra, esa división, esa diferencia en sentido matemático, ahí es donde está el rasgo unario. Entonces, hace falta de la repetición para que se produzca.

Pregunta: ¿Por qué hay tanto diagnóstico de autismo? Vos decís que en tu clínica es mínima la porción. ¿Qué es lo que se ha confundido?
N.B.: Es mínima la cantidad de niños que disponen de los recursos y el gasto energético o psíquico que hacen falta para sostener esta posición, de armar un rechazo absoluto. Se proponen diagnósticos con criterios que no son los mismos con los que nosotros trabajamos. Actualmente tenemos el DSM V, donde se encuentra el espectro autista. Hay un espectro en donde nosotros vamos a reconocer niños en un posición de autismo, pero muchos no. También podríamos pensar las diferencias entre el autismo y las psicosis infantiles. Si hay algo que han hecho las clasificaciones actuales, es haber borrado la categoría de psicosis infantiles. No hay más niños psicóticos, son todos niños autistas, entendiendo que autismo y psicosis son diferentes. Hay una amplia mayoría de niños los cuales nosotros diríamos que no están en una posición autista, sino en una posición psicótica. Y hay muchos otros niños que no están ni en posición autista, ni psicótica: están teniendo dificultades en en el circuito de intercambio respecto a la demanda social de aquello que se le exige en nuestra época en las escuelas. Ustedes saben que esto va de la mano con que el DSM III ha llegado a las escuelas. Antes de esta llegada, no se había producido, llega primero a las escuelas que a los hospitales la obligación de diagnosticar según esta clasificación. Desde que llegó el DSM a las escuelas, empezó a haber más niños autistas. ¿Hay más niños autistas? No, hay cada vez más diagnóstico de autismo. Además, se los medica, no termina en un diagnóstico. Lo que se hace con esto, precisamente, es ir alejando cada vez más a ese niño, a la familia, a esos padres, de los circuitos comunes por los cuales un niño se constituye y tiene padres. Se los desafía, por lo cual se producen entradas ad hoc en el autismo o en la psicosis. Se producen psicosis y autismos ad hoc.

Pregunta: Lacan, al hablar del niño como objeto en el fantasma de los padres, habla de que el niño ya de entrada trajera una secreta determinación. ¿Se puede hablar de ausencia de deseo, cómo pensarlo, como una voluntad?
N.B.: ¿Qué es este deseo de ausencia de deseo? ¡Te invito a que sigamos investigando juntas! Es casi simil con la posición en la anorexia…

Pregunta: Tal cual, deseo de comer nada, eso es lo que yo pensé.
N.B.: Yo también pensé lo mismo. Es un deseo paradojal, pero también hablamos de deseo de muerte. ¿Qué deseo es el deseo de muerte? Pero hay deseo de muerte y el deseo de muerte, no tiene lógica. no se rige por la lógica común. El deseo en psicoanálisis tiene otra lógica.

Pregunta: En la serie de la matriz lúdica, ¿hasta qué nivel llegaste con un chico autista, sólo la primera?
N.B.: No, esa la entrada. Lo que encuentro y digo que no puede ser casual. Ya hay una casuística suficiente reunida por mi, y ya vi diferentes niños que presentan esta misma entrada hacia la salida, por el lado de los juegos de caída, pero digo que no es casual porque hablan de las operatorias de Freud y Lacan, porque tiene que ver con la privación, con la frustración, con la castración. Porque tiene que ver con la introducción del objeto y la represión primaria, es decir, aquello que hace a la posibilidad de que haya algo que se pierda originariamente. Yo arranqué ahí pensando en términos del duelo. Ahora, estoy armando una relación entre el duelo de estructura y la identificación en el punto en donde si hay pérdida es que se introdujo una diferencia significativa, sino no cualquier diferencia introduce la dimensión del deseo. Justamente, por eso es que Kanner nos decía que un niño autista puede compartir con nosotros el mismo espacio, puede hasta tener una relación con el adulto y convivir de una manera relativamente pacífica. ¿En qué momento aparece la angustia que dispara el mecanismo de la huída? Hay autores que relacionaron el autismo con la fobia, por el lado de la huída, de la evitación autista. ¿En qué punto? En que no los escucha en tanto ustedes quieren meterse con ellos, en tanto usted tiene algo para decirles. Es ahí donde el autista arma su defensa y no tiene nada que ver con lo que se le está diciendo, sino que es la posición desde la cual se intenta nominar.

En el libro, a propósito de la gravedad, hay otra hipótesis, por ahí un poco más arriesgada. Si es que el niño rechaza la gravedad, en el espacio autista -que no hay gravedad- predominan los giros. ¿Por qué la predilección de los niños autistas por el giro? El giro del trompo, del cuerpo, hay un buen número de bibliografía pensando en la sensación propioceptivas, cenestésicas, laberínticas perceptivas, en el intento de armar algún cuerpo. A mi me parece, sin negar esto, que la pasión está en detener la caída. El giro es detener la caída. Entonces, a diferencia de los precursores del fort-da, en donde el niño labora con ahínco y pasión todo aquello que tenga que ver con la caída del objeto, hasta llegar al carretel, se sigue un largo camino. El carretel es la primer matriz autocreada, es decir, que no requiere de la presencia física de nadie, lo puede completar solo, pero previamente, desde la sabanita hasta el nenito sentado en la sillita de comer y tirando lo que la madre le pone en la mesa, la madre apurada por irse a trabajar y el nene feliz de la vida… En el juego de la sàbana, es el adulto el que hace todo el movimiento. El juego está del lado del campo del Otro real. Son las manos de la mamá o de quien fuera, que juega. En la sillita, mitad y mitad: el nene tira, la mamá levanta. En el fort-da, el nene tira y levanta. Además de los fonemas, estoy hablando desde el punto de vista de las manos. Las manos tienen una función muy interesante. El hacer uso de la mano, no va de suyo hacerlo para los seres humanos.

El giro es suspender la caída. La pasión está, a diferencia del nenito que viene elaborando el fort-da que viene versionando la caída del objeto, el niño neurótico, en el autismo la aversión y el rechazo de la caída del objeto, tiene su expresión clínica en el giro. Y además, en la suspensión. Si hay un fenómeno clínico en el autismo es quedarse suspendido o flotando, como lo hacen los astronautas por la ausencia de gravedad. Y esto es porque el significante no hizo peso.

Pregunta: [inaudible]
N.B.: Es fuerte hablar de salida del autismo, pero si, la experiencia ya desde hace cincuenta años en Argentina y otras partes del mundo trabajando de manera temprana y de manera interdisciplinaria muestran que hay salida del autismo, porque una posición del sujeto no está decidida ni definida en la infancia, porque está en el espacio y el tiempo de su constitución. Y esto es una posición en psicoanálisis que no la tenemos todos los psicoanalistas. Entonces, en este punto, hay diferencias significantes significativas entre nosotros también.
Hay que seguir hablando de esto, de por qué ese niño ha elegido eso y no otra cosa. Freud se hace esa pregunta, por qué se eligió el síntoma histérico y no otro. Por qué se elige, cómo… Hay que suponer ahí un sujeto.