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miércoles, 26 de febrero de 2025

La castración como estructura y su incidencia en la sexualidad

En La significación del falo, Lacan plantea la castración como un proceso instituyente que opera en tres niveles distintos, más allá de sus posibles conexiones o superposiciones. Su función es estructural y constituyente, ya que su valor radica en la capacidad de anudar elementos esenciales de la subjetividad.

Un punto central en esta operación es su vínculo con el falo, tanto en su dimensión imaginaria como en su función simbólica como significante. Desde aquí, se derivan dos efectos fundamentales de la castración: por un lado, la castración como deuda simbólica y, por otro, la privación como falta en el Otro. A su vez, la castración está íntimamente relacionada con el síntoma, dado que este opera como un intento de obturación de la falta en el Otro.

La instalación de una posición inconsciente en el sujeto es posible solo a partir de la castración, y esta posición no está garantizada de antemano. Se trata de una posición a-sexuada, ya que la diferencia sexual "no cesa de no escribirse" en el inconsciente. Es precisamente esta estructura la que posibilita la identificación tipificante que "sexúa" al sujeto a través del semblante.

El segundo nivel se vincula con la relación con el partenaire. No se trata aquí de una respuesta de carácter biológico, sino de la capacidad del sujeto para responder al partenaire como un ser deseante.

El tercer nivel implica la posibilidad de asumir la función de madre o padre, es decir, la respuesta al niño como producto de la relación. Esta no se da en términos de una necesidad orgánica, sino a partir de la incidencia del deseo y la demanda, tanto del niño como hacia él.

Distinguir estos tres niveles por separado permite cuestionar cualquier concepción madurativa de la sexualidad. Así, la castración introduce una aporía lógica en la sexualidad: un desarreglo que no es contingente, sino esencial.

viernes, 7 de febrero de 2025

La sexuación del sujeto y la anomalía en el psicoanálisis

¿Qué implica que un sujeto sea sexuado? Esta pregunta es central en el psicoanálisis, especialmente en relación con la noción de sujeto subvertido y la falta de una identidad sexual fija.

La sexuación del sujeto puede analizarse desde distintas perspectivas. Jacques Lacan plantea una aproximación lógica, considerando cómo el sujeto se sexúa a partir de un atributo imaginario. Esta lógica establece posiciones diferenciadas, pero debe ser revisada en función del impasse que representa lo femenino en el sujeto hablante. Esto exige ir más allá de la dimensión imaginaria del atributo.

En este marco, surge el concepto de "anomalía", mencionado entre el Seminario 20 y el escrito L'Étourdit. La anomalía no se refiere simplemente a una carencia, sino a una falla estructural que afecta el campo del goce en el sujeto, dado que el significante no logra inscribir de manera definitiva la diferencia sexual.

Como consecuencia, hay un goce inaccesible para el sujeto precisamente por su condición de hablante. La anomalía, por lo tanto, designa aquello que no cesa de no escribirse, más relacionado con una falla que con una falta. Así, el sujeto puede definirse como sexuado en la medida en que esta anomalía lo atraviesa, constituyendo otra forma de entender su división.

miércoles, 15 de enero de 2025

La Función de Nudo en la Teoría Lacaniana: Castración, Significante y Posición Subjetiva

En la enseñanza de Lacan, el concepto de nudo no depende exclusivamente de lo borromeo. Más bien, se puede identificar una función de nudo que está intrínsecamente ligada a la serialidad de la cadena significante. Es decir, el nudo opera en el nivel del discurso y está articulado con la metáfora paterna como operación estructurante.

Esto se manifiesta claramente en el texto “La significación del falo”, donde se aborda el “complejo de castración inconsciente”. En este contexto, la castración se presenta como una función estructurante que trasciende las representaciones imaginarias, revelándose como un núcleo constitutivo de la posición subjetiva. Para Lacan, el falo, como significante, funciona como un punto de encrucijada dentro de este nudo.

El falo, en tanto significante, se activa a través de la operación de la castración, dejando de limitarse a la significación fálica como patrón de medida de los objetos. En cambio, establece una relación específica con el significante de una falta en el Otro. De este modo, la castración, como función de nudo, instala una posición subjetiva inconsciente que permite la identificación con el ideal del sexo.

En el inconsciente, el sujeto carece de una posición sexuada fija, ya que no se define ni como hombre ni como mujer. Por ello, hablar de “el sujeto” o “la sujeto” resulta impreciso desde esta perspectiva. Sobre este trasfondo, la castración opera como un mecanismo de tipificación mediante el cual el sujeto adopta semblantes que sostienen su posición sexuada. Esta posición, sin embargo, no es más que una respuesta y un arreglo frente a la anomalía velada por la castración.

martes, 7 de enero de 2025

La nominación, el síntoma y la posición sexuada

Podemos definir la nominación como una operación fundante, un acto inaugural que establece un anudamiento y, al hacerlo, sostiene la posición inconsciente del sujeto a través del síntoma. Esta función opera como condición para la asunción de una posición sexuada, dado que, a nivel inconsciente, el sujeto permanece a-sexuado.

¿Qué implica que la posición sexuada se asuma desde el síntoma? En el ser hablante, la sexualidad no es natural, sino que está estructurada y sostenida en el síntoma, es decir, se encuentra sintomatizada. Esto introduce la cuestión de si el síntoma puede ser reducido al ámbito de las formaciones del inconsciente.

Desde su estructura formal, el síntoma como metáfora sigue la lógica significante del proceso primario, lo que lo enmarca dentro del determinismo del inconsciente. Sin embargo, al considerar el núcleo opaco del síntoma —ese goce que no se dirige al Otro—, se muestra como algo que resiste la interpretación y no se inserta plenamente en la transferencia, salvo en casos de intervenciones específicas del analista. En este nivel, el síntoma "se basta a sí mismo" y queda fuera del conjunto de las formaciones clásicas del inconsciente.

Esta distinción nos lleva al interés de Lacan por lo real, particularmente desde sus primeros desarrollos como en "La instancia de la letra…", donde comienza a interrogar cómo el psicoanálisis puede abordar aquello que se resiste al lenguaje y a la simbolización: ese real indócil a la palabra.

En este marco, el síntoma adquiere un rol central, justificando la "consistencia" que puede situarse entre el inconsciente y el síntoma. Esta conexión abre una pregunta crucial: ¿no es esta consistencia la vía de entrada de lo femenino en el inconsciente? Aquí, lo femenino no remite a lo biológico, sino a una lógica distinta que desafía las categorías fálicas del lenguaje, inscribiéndose en ese goce opaco y singular que habita el síntoma.

martes, 2 de junio de 2020

Ontogénesis del aparato psíquico: Falo, castración, género y sexuación


Continuando con la ontogénesis del aparato psíquico, en la entrada anterior llegamos hasta las etapas anales. En la constitución del aparato psíquico se van activando zonas erógenas, constituyendo diversas pulsiones y donde el yo se va diferenciando del objeto y del ello. En este contexto de las etapas anales, hoy vamos a intentar introducir la noción de género.

Género es un concepto moderno y la noción de paradigma que se defiende en la teoría freudiana, que es la base de trabajo de todo psicoanálisis posible, no es rígida. Se suele ver que muchos psicoanalistas confunden rigurosidad con rigidez. Rigurosidad implica tener definiciones claras, lógicas, lo cual no quiere decir que sean rígidas. 

En Freud, sus inquietudes sociales respecto a la incidencia del psiquismo son muy tempranas. Ya en 1908 hay referencia respecto a la incidencia social sobre el psiquismo. Llamativamente, hay psicoanalistas que creen que Psicología de las masas, Moisés y el monoteísmo, El malestar en la cultura son complementos culturales que se pueden leer o no respecto a la teoría central. Esto no es así, Freud consideró al psicoanálisis como una teoría psicosocial, lo dice claramente en Psicología de las masas y análisis del yo. En Moisés y el monoteísmo encontramos el estudio del cambio histórico del superyó. La relación cultura e historia con el aparato psíquico es terminante en Freud. 

Teniendo en cuenta esto, podemos hacer una importación de la categoría de género, que corresponde a los estudios de género que son post-freudianos y bastante modernos. Género implica a las propuestas identificatorias y las asignaciones de significado que la cultura hace acerca de la sexuación de los sexos. 

Más allá de los genitales, los niños hacia los 2 años tienen clara una identificación de si son nenes o nenas. Eso, sin que haya cobrado una significación clara el genital. El lenguaje, las actitudes de los padres, lo juguetes que se les asignan preferentemente les han dado un colchón de significaciones con las cuales ya se han identificado. Una niña de dos años a la que se se le leyó un cuento, el adulto le dijo "Mirá el zorro" y la nena le corrige "es zorra". El adulto le pregunta cómo lo sabe y la nena le responde que por las pestañas. Efectivamente, las pestañas eran más curvadas. O sea, hay miles de indicios identificatorios que le señalan a los chicos. 

Esto es importante, por lo temprano de la identificación en niños transexuales. En muchos casos, la elección transexual es temprana y son las más determinantes. Aún así, hoy se vive en un laboratorio psicosocial, sobre todo en lo que se regiere a los géneros, a las monoparentalidades, donde una mujer cumple el rol de papá y mamá, una varón cumple el rol de papá y mamá. No sabemos qué va a pasar, debemos esperar a que esos chicos nos lleguen a análisis. No se puede predecir, algunas cosas sí las podemos saber, como por ejemplo que el género no es idéntico al sexo biológico. Eso, de todas formas, ya lo dijo Freud cuando dijo que el genital se tiene que elaborar. Con lo cual, el genital no es el destino biológico, sino el proceso que todo ser humano hace al metabolizar en la fases fálica y falo-castración. 

Freud dice que se nazca con un pene o con una vagina, nadie se salva de la elaboración que implican las fases fálica -premisa universal del pene- y falo-castración. Ahí hay que elaborar y significar el genital y asumirlo como identidad. Ahí es donde se articula sexo con género. El género se viene asumiendo desde los 2 años y hay una gran reformulación hacia la altura del complejo de Edipo. Justamente, la gran reformulación es donde se plantea falo-castración es integrar la significación genital en la identidad de género, que ya se viene formando. Puede haber conflicto, o puede integrarse.

La premisa universal del pene tiene su creencia de que el clítoris tiene investidura fálica, dada la dificultad de que la nena descubra por dónde se produce la micción y también en que descubra el agujero de la vagina. Eso, en la educación actual está cambiando, sobre todo en algunas clases sociales en donde educan a las nenas en esa información. Esto no impide que el pene sea visible, manipulabre y que aún algunas nenas intenten hacer pis paradas. Entonces, habría ciertas cosas que pueden llegar a ser que el pene sea envidiable, pero cuando se plantea en la segunda genital, la alternativa falo-castración, las feministas han entendido muy mal esta alternativa. Freud nunca sostuvo una cosa tan absurda como que la mujer envidiara un pedacito más de carne. Lo que Freud pensó, sin conocer nada de patriarcado, es que la gran significación del pene era la posibilidad de acceso a la madre. 

Cuando plantea los 2 Edipos, lo que señala Freud como inicio del Edipo en la mujer, es que la mujer descubre la significación del padre respecto a la madre y de que se siente desposeída de que no tiene el atributo que le posibilite el amor de acceso a la madre. O sea que lo que Freud plantea de inicio del complejo de Edipo femenino, es una tremenda depresión de abandono radical de la madre y que por tener que abandonar a la madre y perder toda esperanza de acceso a una madre, tiene como investidura segunda investir eróticamente al padre. Por más que lo haya querido primariamente, es una investidura segunda a quien le pide falo como indicación, después un hijo. Como el papá sostiene la ley de prohibición del incesto hacia la nena, sale decepcionada esperando que un varón exógamo le dé un hijo. 

¿Qué pasa con el varón? El varón está en una tremenda disyuntiva: ama al padre, lo admira, pero tiene el dilema de matarlo o someterse sexualmente a él. ¿Pero por qué lo internaliza como superyó y abandona a la madre? Porque recibe la promesa de que algún día va a tener un sustituto de la madre, es decir, el pene es la promesa de un boleto de retorno a alguien que va a ser un sustituto de la madre. Hasta ahí Freud, con lo cual está mostrando que la importancia del pene para él ha sido en gran medida la posibilidad de acceso a la madre. 

No es de extrañar que las mujeres de la época de Freud envidiaran al pene como significante de la masculinidad, porque trayendo términos post-freudianos como patriarcado, ¿por qué no se va a envidiar el significante del poder económico, social, político que siempre tuvo el varón? Esto las feministas no lo han comprendido y esto es porque es muy reciente la puesta en duda de la supremasía del varón. 

Hay algo importantísimo, que se puede leer en la femineidad hasta el día de hoy: Freud dice que el equivalente a la castración en la mujer es su necesidad de ser amada. Él no dice "amada por el varón", pero es evidente que la necesidad de consguir una pareja, de ser amada y reconocida por el varón, la preocupación por la belleza, por ser deseadas, es la castración femenina. Hasta hace muy poco, no conseguir marido o pareja era no tener lugar social. 

El falo en Freud es un significante de acceso a la madre. La mujer ha perdido a la madre radicalmente, entonces vira al padre. ¿Por qué envidia al pene? Porque el pene era el significante de poder económico, social, político y el marido es el único que le daba a la mujer un lugar social. Esto fue desde la prehistoria hasta hace pocos años. Por eso Freud dice que el sustituto inmediato de la castración en la mujer es la necesidad de ser amada. Eso es visible hasta el día de hoy: la mujer es dependiente del amor del hombre, de conseguir una pareja. ¿Por qué los femicidios? Se sacrifican en la fila de mantener a la pareja. Niegan que las maltratan. Por otro lado, está la venganza de los hombres ante cualquier intento de independización de la mujer. Esto está empezando a cambiar.

Muchas mujeres han desarrollado un amor sacrificial como entrega. Lo que se ha celebrado, a través de los siglos, es el amor femenino como entrega o sacrificio y eso es la castración. Hay una publicidad donde la nena dice que está pensando en la mujer que va a ser. "Voy a hacer lo que yo quiera y estoy pensando en la mujer que voy a ser y qué feliz voy a ser siendo esa mujer". Esta publicidad es revolucionaria, porque pone su espectativa de felicidad en lo que va a ser ella misma. Antes la felicidad de la mujer estaba en el marido que iba a conseguir. 

Fuente: Entrada redactada con las notas del encuentro n° 21 de la serie "Freud desconocido"

Próxima entrada: Edipo, tránsito y naufragio e instalación del superyó y yo de realidad definitivo

domingo, 31 de mayo de 2020

Género y transexualidad

¿Qué puede decir el psicoanálisis en relación al género y a la transexualidad?

Históricamente, el psicoanálisis ha apoyado y compartido su camino con el movimiento LGTTB y el feminismo. Freud fue primero en hacer la distinción entre el sexo anatómico y el psíquico (actualmente, la diferencia entre sexo y género) en Tres ensayos para una teoría sexual (1905), siendo un inspirador de los posteriores estudios de género. 

En 1955, desde la medicina, John Money plantea plantea el término género, como los estereotipos de masculinidad y femineidad. Diez años después, Robert Stoller introdujo la distinción sexo-género para diagnosticar a las personas que teniendo un cuerpo de un sexo se sentían del otro, introduciendo el concepto de identidad de género y presentando casos de transexualismo.

A partir de los años '70, el término gpenero se extiende en los autores sobre feminismo. La investigación feminista recurre a la oposición sexo-género como un instrumento de análisis de la relación entre los sexos. El término genero se va a utilizar para hacer patente que lo que los comprtamientos, las actividades, los papeles y los roles son construcciones sociales y culturales. Los autores ponen en juego lo que Bordieu llamaba habitus, todos los modos de comportamiento que se hacen en automático y que reproducen los roles femeninos y masculinos.

A fines de los años '80, Judith Butler toma el concepto de habitus de Bordieu y de género y plantea la noción de transgénero, una tercera posición diferente. Habla de lo queer como lo extraño, lo raro, lo que no entra en los conceptos heteronormativos que se utilizaban hasta el momento y que no entraban en ninguna categoría. Butler, a partir de sus primeros sexos, pone la dimensión de lo queer y de lo transgénero, que no es transexualismo sino una categoría de análisis que permite pensar la relación entre el sexo biológico y el género. Butler no es psicoanalista, sino más bien foucoulteana.

Leo Bersani dice que:
El primer gran intento teórico de desexualizar el placer no fue la Historia de la sexualidad de Foucault, sino Tres ensayos de una teoría sexual de Freud, unos setenta años antes, la cual planteó por primera vez la posibilidad de disolver toda la noción de sexo en una reorganización de los placeres corporales.(…) la originalidad de su pensamiento está centrada en la apropiación de la noción de sexualidad para ciertos fenómenos que fue el primero en describir y que tenían poco que ver con lo que, hasta él, se había entendido como específicamente sexual”

Lo que utiliza Butler para pensar la diferencia entre sexo y género y para releerla en lo que ella describe como queer o transgénero, son los conceptos foucaulteanos que tienen que ver con La Microfísica del Poder, que básicamente consiste en que no hay un amo que ordena lo que los sujetos deben hacer, sino que el poder se reproduce en todos los elementos de una sociedad, contagiando las mismas categorías que usamos en el uso común del diálogo y hábitos cotidianos. Se trata de un movimiento en red donde todos nos regulamos entre nosotros.

Butler propone el concepto de performatividad, la palabra que constituye un acto. Es, por ejemplo, el "si quiero" del casamiento, donde la palabra constituye al acto de casarse. O la firma de la escritura constituye lo performativo del acto de escritura. Según Butler, cuando se actúa un rol masculino o femenino determinado en una cultura, se viste, se piensa, camina de un determinado modo. Cada acto cotidiano constituye un modo de performatividad que pone en juego el rol del género en que cada quien se ubica. Al vestirse de determinada manera, un hombre o una mujer performativiza el género. Esto se produce en red, de manera que todas las personas performativizan el rol femenino o masculino.

Butler propone que lo real del sexo anatómico está releído desde el género, o sea, en la cultura. El género no se diferencia tanto del género, porque el género preinterpreta a lo biológico. La cultura performativiza constantemente los roles masculinos y femeninos. Ella cuestiona el binarismo sexual por el cual se determinan roles femeninos y masculinos y plantea que la sociedad performativiza ese binarismo, que es heteronormativo. Aparecen otros modos de la diversidad de genero, que permite albergar otros modos de abarcar lo que no entra en lo heteronormativo. Butler además plantea que las identidades masculinas  y femeninas no son fijas, sino variables.

Género y psicoanálisis
El psicoanálisis está atento a las modificaciones del Otro social y Freud desde el principio estuvo en contacto y en diálogo con el movimiento feminista. Muchas de las psicoanalistas fueron feministas y Freud, con su diferenciación entre sexo anatómico y psíquico puso en juego conceptos que las feministas utilizan, aunque a veces lo acusen de patriarcal y falocéntrico.

Los logros conseguidos por los movimientos LGTB y el feminismo en el mundo, el alcance de la Ley de identidad de género argentina, única en el mundo por sus derechos adquiridos, han tenido grandes consecuencias para la vida de las personas trans, pero además, han modificado culturalmente la percepción del género y han tocado en todos los estamentos a las formas patriarcales y misóginas de conformación de la sociedad. Ya no pasan desapercibidos los comentarios machistas en los medios ni los distintos modos sutiles de segregación que eran normales hasta hace pocos años.

¿El psicoanálisis puede mantenerse incólume ante ellos? ¿Puede decir que se ocupa de otra cosa, de la singularidad del sujeto, y con eso estar tranquilo? Ante esto, los psicoanalistas suelen tomar alguna de estas posiciones: algunos se oponen al avance del feminismo, otros intentan explicarles que no entendieron la sexuación o los nudos, otros lo apoyan de modo militante. En efecto, pueden tomarse todas esas direcciones y otras más, pero nos interesa interrogar la política que implica cada una de ellas. El concepto de Acción lacaniana implica considerar que el acto psicoanalítico no se reduce sólo a la clínica con los pacientes, sino que el acto tiene una dimensión política que no puede dejarse de lado si el psicoanalista intenta -sólo intenta estar a la altura de la época. Por ello, se hace necesario un debate entre el psicoanálisis y el feminismo. Pero para sostener un debate debe haber dos lados, no uno que le explica al otro ni uno que denuncia al otro.

Luego de observar varios fracasos de este debate, que más parece una disputa (por las vías de iluminar o evangelizar), intentamos empezar de otro modo: estudiar los postulados feministas principales, sin agregar nuestros conceptos, sino ubicando sus categorías fundamentales y también los puntos de impasse que se producen en relación al psicoanálisis. Luego de ello, ubicar los modos en los que esa relación sexual entre el feminismo y el psicoanálisis fracasa, para intentar situar los síntomas en ese modo de fracasar, sabiendo que el fracaso del síntoma orienta.

Para Lacan, la relación sexual siempre fracasa, pero fracasa de un modo determinado y eso es lo que hay que estudiar. Por eso el fracaso del síntoma orienta.

La antropóloga Marta Lamas propone una tercera categoría en relación al sexo y el género, incluyendo al psicoanálisis como herramienta para pensar el debate con el feminismo. Además la posición de sexo y género, pone en juego lo que en psicoanálisis se llama diferencia sexual, que no solamente es anatómica ni solamente cultural, sino que se trata del elemento que pone en juego en cuatro órdenes: el inconsciente, el deseo, el goce y la castración. La diferencia sexal no es solamente anatómica ni cultural, sino que desde el psicoanálisis se intenta poner en juego la pregunta en relación al inconsciencte, el deseo, el goce y la castración. Intenta poner en juego lo que Lacan llama lo real del sexo o lo real de la sexuación.

El psicoanálisis sostiene una elección inconsciente del género, que implica un diálogo con la dimensión del género como autopercibido, presente en las leyes de género internacionales. En Argentina, la ley de identidad de género plantea derechos que tiene un sujeto en relación a su género autopercibido.  Las diferentes marcas de goce, de deseo, de identificación y fijación que se producen en la historia del sujeto, determinan su elección inconsciente, la cual se autopercibirá conscientemente en un segundo tiempo lógico, en la cual el sujeto podrá luchar por los derechos de su género.

La elección inconsciente de género se produce en tres dimensiones:
• Identificatoria.
• Pulsional.
• Sexuada.
Son tres dimensiones que Lacan estudió en tres momentos diferentes de su enseñanza y que deben articularse entre sí.

Las identificaciones.
Se van produciendo en el sujeto, por los tres tiempos del Edipo. El sujeto se identifica en relación a los títulos paternos y toma una posición de identificación sexual que, en el seminario V, Lacan ubica como una posición de asunción de su propio sexo a nivel identificatorio. Esto no implica toda la elección de su propio sexo. La identificción a los títulos fálicos del tercer tiempo del edipo ubica al sujeto en relación a una posición de identificación que puede ser heterosexual, masculina o femenina (acá está el tema de la virilidad del lado masculino o de la femineidad), que puede ser una elección homosexual masculina o femenina, o puede ser una elección bisexual.

Lacan va trabajando a lo largo de La significación del falo y del seminario V cómo un sujeto, a la salida del tercer tiempo del Edipo puede salir con alguna de esas identificaciones. Lacan plantea que en algún momento del pasaje por el Edipo el sujeto asume una posición y la identificación a los títulos fálicos se constituye, se fija en su ideal del yo. A partir de ahí su ideal del yo funciona como una norma tipificante según el tipo ideal del sexo. El ideal del yo normativiza el deseo, lo regula, le pone una orientación que puede ser hetero, homo o bisexual. El ideal del yo fija al sujeto en una elección tipificada de su orientación.

Desde la teoría del género, esto es una elección identitaria, elige una identidad heterosexual, bisexual u homosexual como salida del Edipo. Estas tres son las que Lacan estudió, pero pueden haber otras. Lacan analiza varios casos, como el hombre de las ratas, la joven homosexual, para ubicar cómo el sujeto elige su elección sexual, su identidad de género, que queda fijada al nivel del inconsciente.

La importancia de esto es que esta posición se produce ante el deseo del Otro, es decir, se pone en juego una elección del sujeto según como se articula los deseos de los Otros que han constituído su función materna (DM) y paterna (N.D.P) , quien las haya desempeñado. 

Lo identitario, desde esta primera dimensión del psicoanálisis, está ubicado en relación a la respuesta frente al deseo del Otro, tanto consciente como inconsciente. Hay algunos autores que dicen que el sujeto responde al deseo inconsciente de sus padres y se hacen lecturas un poco básicas, como que la elección de la orientación sexual de un sujeto está dado como una respuesta al deseo inconsciente de los padres. Es básico decir "Como su madre deseaba tener una nena, se hizo trans". Al considerar las otras dos dimensiones, veremos que el tema tiene otra complejidad. En la dimensión de la identificación no podemos decir cuál es su posición de goce.

La dimensión pulsional.
Este nivel y el siguiente no tienen que ver con el deseo del Otro, porque se trata de una elección del sujeto según su propio goce. Tiene que ver con contingencias, marcas que se produjeron en los modos de satisfacción.

La elección del objeto pulsional pone en juego al fantasma. Es, en tiempos lógicos, una elección anterior a los tres tiempos del Edipo, porque implica el recorte que ha producido el fantasma en los procesos lógicos de alienación y separación que se prodecen en la constitución del sujeto, los tiempos lógicos más tempranos.

Aquí se pone en juego la elección de uno de los objetos pulsionales, que es lo que Freud llamaba punto de fijación. Freud hablaba que la libido, en el camino progrediente en alguna de las etapas (oral, anal, fálica) se fija en uno de los puntos de fijación. Lacan relée esto con el concepto del fantasma, planteando que el fantasma recorta uno de los objetos pulsionales (la voz, la mirada, lo oral, lo anal) como el objeto prefrencial por donde la pulsión va a hacer su circuito. El momento donde se produce la separación del objeto, que es un tiempo muy inicial (el tiempo del fort-da en Freud) donde pierde el objeto, el fantasma produce una recuperación del objeto por medio de este matema: $◊a

Es una relación fijada a uno de los objetos de la pulsión. En este punto, anterior a la identificación, el sujeto ha elegido un medio de goce en relación a uno de los objetos de la pulsión. Según el objeto que se constituye en su fantasma, el recorrido pulsional va a ser en relación a la mirada, a la voz, a lo anal o lo oral. 

Lacan establece que en este recorrido pulsional el fantasma le permite al sujeto salir de su goce autoerótico. Es decir, no se queda con su propio objeto, sino que se pierde y entra al campo del Otro. El sujeto está obligado, por medio del fantasma, a ir a buscar el objeto al campo del Otro. El fantasma produce el pasaje del objeto fantasmático al lazo con el otro. Un lazo que implica la dimensión de desear a un otro, de ser atraído o amar a un otro. Lo que el fantasma corta de lo autoerótico, hace que el sujeto lo tenga que buscar al campo del Otro.

Dijimos que el primer elemento de la elección inconsciente de género estaba lo identitario. Este segundo elemento no da lo identitario (hétero, homo o bi), pero sí establece cuáles son los elementos que van a producir su deseo y atracción en el campo del Otro. La elección del fantasma va a definir qué de la otra persona produce deseo, más allá que sean hombres o mujeres. Se trata de un detalle mínimo, pequeños rasgos que producen pasión y deseo. El ejemplo de esto es el trabajo que hace Freud en el glanz, el brillo en la nariz que su paciente le relata sobre su atracción a las mujeres. Justamente, en el análisis con Freud descubre por la asociación libre un juego de palabras: glanz y glance (mirada en inglés), lo cual es el objeto escópico. Él quedaba capturado por el brillo en la nariz de las mujeres y le producía atracción.

La dimensión sexuada
Esta tercera dimensión tiene que ver con la sexuación. Lacan plantea que esta elección es electiva, es decir, el sujeto se inscribe en relación al lado hombre o mujer de las fórmulas de la sexuación. Esta elección no implica una identidad de género, sino un modo de goce singular, que puede pasar:
• Por el goce fálico, es decir que su goce es regulado fálicamente.
• El no-todo fálico, es decir, del lado femenino un sujeto se inscribe ubicado dentro del goce fálico y un no-todo fálico, en un goce que Lacan llama suplementario.

Un sujeto se inscribe en relación a ese modo de goce que implica una respuesta al "no hay relación sexual". Lacan ubica el muro de la no relación sexual entre hombres y mujeres, donde no se puede pasar de un campo al otro y donde los hombres no se relacionan con las mujeres por estos dos modos de goce diferentes. Lo que sí hay son modos de pasaje que son siempre modos sintomáticos. 

Lacan le da mucha importancia al fracaso, al errar. Lacan dice que la relación sexual se fracasa del modo hombre o del modo mujer. El sujeto puede establecer una relación con el otro sexo, hetero, homo, trans o bisexual, pero se falla en la relación sexual al modo hombre o mujer. Lacan establece estos dos modos.

La respuesta a la no relación sexual siempre es sintomática, sea cual sea la forma de inscribirse en relación a lo masculino o lo femenino. En ese fracaso de la relación sexual, el sujeto se pronuncia desde un lado u otro de las formas de la sexuación.

Estos tres modos de la elección inconsciente del género (dimensión identificatoria de los títulos en el bolsillo, la elección de uno de los objetos del fantasma que dan el lazo con el otro y la elección de goce de uno y otro lado de la sexuación) son tres elementos que deben articularse entre sí para dar lo que la ley de género habla como género autopercibido.

La articulación es sumamente compleja y el tiempo donde habitualmente se produce esta articulación es entre la pubertad y la adolescencia. Allí se dan todas las batallas entre las tres dimensiones de la elección insconsciente. Una elección inconsciente del sexo es siempre conflictiva, nunca armónica, aunque se trate de la heterosexualidad del hombre macho y la mujer femenina. La elección siempre es sintomática.

Encontramos puntos de articulación que pueden ser más o menos articulados entre sí o también pueden haber muchas otras modalidades y convinaciones. Puede haber una identificación masculina con un deseo homosexual; se puede autopercibir una identidad femenina en un cuerpo biológico masculino y sentir atracción por las mujeres. Son combinaciones que se obserban habitualmente en el campo de la diversidad, que dependen de la articulación de las tres dimensiones que vimos.

Los niveles identificatorio, electivo y de sexuación pueden ser paradógicos y contradictorios entre sí, lo cual conforma todas lasdificutades que conocemos en la asunción de un género, que en ningún caso se asume sin dificultades, ni siquiera en los heteronormativos. La adolescencia, con su segunda oleada pulsional, da cuenta de estos conflictos y batallas de esta articulación y la elección inconsciente de género. El cuerpo pide que se realice esta elección.

Cuando hablamos de la identidad autopercibida, se trata del resultado de un proceso de articulación de estos tres niveles, de una elección que ha sido hecha en un tiempo lógico anterior en distintos tiempos de la infancia:
• En el momento más temprano de la elección del fantasma.
• En el momento de la salida de la infancia, cuando se produce la elección a nivel identificatoria.
• En el momento de la contingencia que roduce la elección de goce del lado de la sexuación.

La persona realiza esta articulación en distintos momentos de su vida y hará diferentes cosas con ella: asumirla, reprimirla, actuarla o no. Cada sujeto encuentra como puede su modo de inscripción y de regulación de goce.

Hay una crítica al psicoanálisis acerca de que patologiza al género. Freud planteaba que el campo del sexo psíquico no era un campo de patología, sino que es un campo de elección. Al psicoanálisis le interesa los modos de elección sexual porque tiene que ver con todos los modos de elección pulsional. 

El psicoanálisis estudia una elección homosexual, pero también una elección heterosexual. El psicoanálisis se pregunta por el deseo y goce de un sujeto. Eso no es patologizar, el asunto es que la articulación del deseo y el goce no es armónica. Lacan sitúa al deseo y al goce en el límite que se produce en Freud en relación al principio del placer y la frontera del más allá del principio del placer. La dimensión de la satisfacción pulsional se ubica en los dos órdenes y lacan estudió lo que pasaba más allá del principio del placer, que hace sufrir al sujeto. Ninguna elección de género es feliz ni armónica y siempre es sufriente. Cada sujeto, hetero, trans, homo o bisexual, sufre por lo que esa elección produce a nivel del más allá del principio del placer. Los modos de goce son siempre sufrientes y se consulta al analista porque se sufre de esa elección. El psicoanálisis trabaja con las elecciones del sujeto, sean las que sean, y no intenta guiar ni orientar. 

El psicoanálisis, en el tema del genero, incluye la dimensión del síntoma. Toda elección es sintomática y el psicoanálisis trabaja con el síntoma, no con la elección de género. 

En cuanto a la patologización, el psicoanálisis considera que todo sujeto se inscribe en el campo de las estructuras clínicas que Lacan sitúa: neurosis, psicosis y perversión. Esto no implica una equivalencia con el género y esto es un punto problemático en la historia del psicoanálisis, por ejemplo, al hacer corresponder al transexualismo con la psicosis o a la homosexualidad con la perversión. Estas corrspondencias no se encuentran en la clínica, hay transexuales neuróticos y psicóticos; un homosexual puede ser neurótico o psicótico. Cada sujeto con su propio género tiene una estructura, en la medida que se haya inscripto el Nombre del Padre o no. La elección de la estructura no se corresponde con los géneros.

Hacer un diagnóstico diferencial permite que el analista se oriente en la dirección de la cura y las intervenciones del analista van a ser diferentes si se trata de una neurosis o una psicosis. Los casos muestran que una reasignación sexual, transexual por ejemplo, puede funcionar como un intento de suplencia lorada o fallida en el caso de la psicosis, puede funcionar como un síntoma neurótico (obsesivo, histérico, etc). No hay correspondencia entre género y estructura, pero la dirección a la cura no la determina el género, sino la estructura.

Cuando el sujeto solicita una ayuda al psicoanalista, éste acompaña en relación al sufrimiento que le causa su síntoma para escuchar las determinaciones insconcientes que marcaron su elección de gpenero y a asumirlas del mejor modo posible. Las soluciones para el sujeto no necesariamente tienen que seguir el camino heteronormtivo propio del discurso del amo.

Fuente: Esta entrada se confeccionó con las notas de la conferencia Patricio Álvarez - "Género y transexualidad" del 19/05/2020 en Centro Dos

viernes, 8 de mayo de 2020

Cuerpo y goces en nuestro tiempo

La pandemia apareció de manera sorpresiva, de manera inédita. Actualmente estamos sustraídos del encuentro real y nuestros cuerpos están en un aislamiento obligatorio, que según cómo se lo lea está a favor de preservar la vida. La incidencia de este real recae en los cuerpos y goces de nuestra actualidad pasa a tener una relevancia mayor.

La particularidad de este tiempo es lo inédito, lo sorpresivo, lo inesperado y nos pone en cara o cruz respecto a la vida y la muerte. Por otro lado, está la particularidad de lo invisible, que ataca al cuerpo. ¿Qué lectura puede hacer un psicoanalista de esto? La categoría de lo universal "Todos estamos atacados por este virus" no debe eludir lo singular de la respuesta de cada sujeto en su confrontación con este real.

En el mundo, los gobernantes han tomado varias posiciones: aperturistas, los que niegan lo que pasa, los que necesitaban esperar a la acumulación de cuerpos reales para introducir alguna modificación en esas normativas. Por otor lado, otros gobernantes tomaron normas restrictivas desde el comienzo. Estas posiciones han generado respuestas diversas en cada sujeto. Acatar la cuarentena implica aceptar cierta pérdida de la libertad de circular y reunirse.

Cuerpo y goce marca una disyunción inclusiva: no se puede hablar de cuerpo sin su articulación con el goce. Por otro lado, ¿De qué se goza cuando se goza del cuerpo?

El filósofo Giorgio Agamben sostiene que en particular, el desarrollo y triunfo del capitalismo no habrían sido posibles sin el control disciplinario llevado a cabo por un nuevo biopoder que ha creado, a través de tecnologías adeciadas, cuerpos dóciles que le eran necesarios. Desde el mito religioso de la expulsión de Adán y Eva del paraíso por haber transgredido la prohibición y haber deseado el fruto prohibido, el devenir de los cuerpos como sede del pecado original revela tanto la fragilidad frente a la tentación, como la insumisión de resignarse a ella

Dicho de otro modo, la prohibición es condición de cierto deseo y de cierta transgresión. Pero si existe la transgresión, es por como lo decía Freud en El malestar en la cultura: la vida en común requiere de ciertas renuncias para que pueda haber vida en común. Ya el concepto de libertad se opone directamente a una libertad fuera de la ley. En el anarquismo absoluto, cualquier cosa puede acontecer con el cuerpo. En cambio, la ley y la prohibición que permite engendrar un adecuado anudamiento en el sujeto, va a habilitar a una adecuada formulación de los goces.

A partir del mito del pecado original, en el pasaje de la Edad Media a la Modernidad, del mito del cuerpo como sede del pecado y del conflicto entre la dimensión espiritual y la dimensión carnal al cuerpo enajenado y sometido al orden productivo, el psicoanálisis hace su aparición en la escena social de la época interpelando a las ciencias de su tiempo a través del cuerpo de la histeria.

Desde los orígenes del psicoanálisis, el cuerpo ocupa un lugar predominante en el psicoanálisis. Es a través del cuerpo de la histérica que Freud edifica el cuerpo teórico del psicoanálisis. Freud cuestiona las formalizaciones científicas y además la sexualidad de su tiempo. A través de ello, va a ser imprescindible lo que se llama la presencia del analista. Recordemos el encuentro de Breuer con Anna O., donde ella despliega una transferencia erótica que Breuer no puede leer. Él abandona el tratamiento ante la supuesta mejoría de Anna. Esto que se expulsa de lo simbólico y retorna desde lo real, se torna audible en el matrimonio de Breuer. Es la esposa de Breuer la que señala el particular interés que él tiene por su paciente. Anna, ante la suspención del tratamiento, produce un falso parto histérico. Esto es lo que Lacan nombra como el acta de nacimiento del psicoanálisis y nos pone en evidencia que es imposible pensar que pueda haber un cuerpo por fuera de la trama del Otro.

Apelando a las categorías nodales y a la concepción de que el sujeto está dicho por la palabra y representado por los significantes, va a formalizar que la histeria se construye en el hecho que una verdad amordazada habla en lo real del cuerpo. El universal no puede eludir lo singular, entonces lo que Lacan se propone es articular que en el cuerpo hay un decir que habla. Eso que el cuerpo dice en una metáfora muy singular, está revelando y es testigo de un goce anómalo que no está enlazado a la palabra, que pertenece al campo del lenguaje, pero que solo se puede dar a ver, se muestra por el síntoma que se localiza en el cuerpo. La histeria viene a revelar a través de esa verdad amordazada que hay un goce anómalo y un deseo cautivo en el síntoma. 

Hay algo del deseo que no puede fluir y se acantona en el cuerpo, talla en ese cuerpo el sufrimiento que un síntoma comporta y una escritura singular ligada a la verdad de un goce ignorado. Y no solo en la histeria: el paciente que viene a consultarnos a veces puede decirnos lo que le pasa, en el límite de su decir. Cuando no lo puede decir, lo muestra, lo da a ver en la escena analítica. Lo vemos en las crisis de los adolescentes, en las crisis de angustia, es algo que se localiza en el cuerpo y ese real se da a ver. Hay una localización en esa encarnadura del cuerpo que pertenece al campo del lenguaje, pero aún no encuentra en enlace a la palabra. 

Cuando se dice lenguaje y no palabra, se señala que tiene que haber un pasaje del lenguaje a la palabra porque el sujeto no adviene  a la palabra de hecho. Si decimos que el psicoanálisis hace del sujeto su objeto, se dirige más precisamente a la causa de su división, a eso que lo toma en el inicio del análisis como síntoma, coagulado al Otro, pero que todavía no puede encontrar en ese síntoma la letra que localice algo del real de su padecimiento. Entonces, lenguaje y palabra son dos dimensiones clínicas diferentes. La dimensión pulsional corresponde al campo del lenguaje y la dimensión simbólica corresponde al campo de la palabra. 

• ¿Qué es el cuerpo para el psicoanálisis?
• ¿Cómo hacer del cuerpo una instancia que no quede cautiva de la pandemia y poder aceptar que en esa normativa, por incómoda que ella sea, hay una decisión de la preservación de la vida?
• ¿Cómo se constituye un cuerpo?

Los movimientos sociales vertiginosos de los últimos años, introducidos por la autonomía progresiva, por la decisión de poder intervenir sobre los cuerpos sobre qué lado colocarse en el sexo, ha habido un deslizamiento muy fuerte hacia "yo decido, yo quiero". Al indagar en la clínica sobre eso, por ejemplo en el caso de una paciente que quería sacarse los senos. Ella decía que no quería ser lesbiana ni heterosexual, quería ser una no-binarie. Ella podría llevar a cabo esto porque la ley ampara, el derecho jurídico habilita a esta intervención en lo real del cuerpo. El derecho jurídico no pregunta por el sujeto: ¿Y por qué querés hacer eso? Se trata de pensar por qué se quiere producir esa amputación real.

Sexo, sexualidad y sexuación son dimensiones diferentes. Una corresponde a la biología; otra, a la sexualidad como la describía Freud en términos de sexualidad polimorfa y que toma las partes erógenas del cuerpo para su goce. Con la intervención de Lacan y sus matemas, introduce que el sujeto se dice hombre o mujer. La sexualidad no está determinada por el destino ni por la biología, pero tampoco por lo autónomo de decidir de qué lado ponerse. 

En estos tiempos hay que tener mucho cuidado, donde los padres de los adolescentes también encallan en el derecho a decidir, que a veces la ideología pueden ser encubridoras del síntoma. El síntoma es un real que nos imterpela, lleva a la pregunta por el sujeto. Hay que recuperar esta dimensión ética, porque estamos habitados por leyes jurídicas que habilitan a la autonomía. 

Sobre lo "auto", el psicoanálisis dice que el yo-cuerpo es la proyección de una superficie sobre otra superficie. El yo no es una instancia por fuera de un cuerpo que sostiene y soporta a un sujeto del yo. Si bien decimos que el sujeto se constituye en el campo del Otro y recibe del Otro las marcas que hacen a su subjetividad, también tenemos que decir que el cuerpo se constituye en el campo del Otro. No hay cuerpo fuera del campo del Otro: se puede nacer, parir un viviente que forma parte del lenguaje, pero el trayecto del lenguaje a la palabra son tiempos de subjetivación, de incsripción subjetiva que necesitan y reclaman la presencia del Otro. Cuando hablamos del yo-cuerpo, a partir de las categorías lacanianas, que también el cuerpo se constituye en el campo del Otro, querecibe la bendición narcisística de estar anhelado por el Otro -en el mejor de los casos-. No solo se trata de la madre, sino también del padre. Hay una función operante desde el comienzo, que es el Nombre del Padre.

Cuando un niño nace y es acogido, deja de ser un viviente, para pasar a ser un objeto de amor para el Otro. Ese cuerpo también pasa a constituirse en esa dialéctica en relación al Otro, recibiendo ese investimiento imaginario según el angelo de los padres y también lo que no se articula a la palabra. Recibe un tono de voz que recae en el cuerpo, el silencio sufriente de un padre o una madre que transitan una pérdida real, la violencia de una situación por la que está atravesando una madre... Todas estas categorías corresponden a lo que llamamos la dimensión pulsional. No solo sobre el infans recae la función del deseo, en el mejor de los escenarios, sino también lo no articulable de la demanda del Otro. En el extremo, puede ser un duelo de ese momento. Ciertos posicionamientos sexuales tienen que ver con la tramitación de un tipo de duelo en los padres, que se traducía en la primera infancia como espasmos de sollozos. El cuerpo respondía al dolor de la madre, acogipendolo y haciendo que ese dolor se incruste en el cuerpo. Pasa a ser algo no articulable, aún en las neurosis.

Lacan dice, en el seminario Le sinthome, clase del 18/11/75, que las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho que hay un decir. No hay cuerpo por fuera del enhebrado de la pabra. Para que este decir resuene y consuene, es necesario que el cuerpo sea sensible y que lo es, es un hecho. En cierto momento de la transmisión postlacaniana, se priorizaba la dimensión imaginaria o la simbólica, pero desde el comienzo de la enseñanza Lacan plantea "sus tres": real, imaginario y simbólico. Él plantea que esa es la estructura subjetiva. Cuando lacan plantea que "hay el uno", está diciendo real, imaginario y simbólico. 

Lacan, anteriormente en el año 67, en La lógica del fantasma, dijo el 10/05 que desde el principio el cuerpo, nuestra presencia de cuerpo animal, es el lugar donde meter inscripciones. El cuerpo está hecho para que se inscriba algo que se llama la marca. está para ser marcado. También dice que "el cuerpo se introduce en la economía del goce a través de la imagen del cuerpo" El cuerpo del que se ocupa el psicoanálisis no es del cuerpo biológico ni el de la neurociencia. hay una fisiología operando, pero el cuerpo al que apuntamos es a ese cuerpo capaz de sintomatizarse en relación a un goce que viene marcado en la dialéctica con el Otro.

Lo subversivo en el planteo del psicoanálisis es subvertir la dimensión del sujeto que es sujeto y causa de operaciones. Operaciones fundantes y de un síntoma que viene a revelar por el síntoma ese lugar de captura fantasmática del sujeto al Otro. El cuerpo dice, habla y lo hace en transferencia. 

Los cuerpos en la actualidad. ¿Por qué los cuerpos actuales están tan marcados? Pensemos en las vestimentas de tatuajes de los últimos 15-20 años. En la época actual hay un vértigo que hace que los jóvenes y no tanto hagan previa para ir a una fiesta y el goce es volcar, llegar mamados a la fiesta. Hay una demanda, cada vez mayor, a ir por más. "Tu puedes", dicen los slogan. La proclama es un goce sin límites. La libertad se confunde con lo ilimitado, lo que es un error. Una libertad sin límites encuentra en el pasaje al acto la ocasión de inmolar un cuerpo a una demanda insensata. En nuestro país el tema de las fiestas electrónicas, se ha cobrado vidas, porque el agua hay que pagarla, la pastilla no siempre es de buena calidad, pero estas son fiestas internacionales. No es lo mismo gozar con los otros que gozar en el cuerpo, es decir, ofrecer el cuerpo al éxtasis, a un goce del que después no se tiene registro y que lleva a una ausencia del sujeto a ser parte de la fiesta.

Hay dos simensiones clínicas diferentes del goce. No es lo mismo el goce que la prohibición permite anudar en el sujeto, por ejemplo en una cena con amigos, que comer hasta reventar. En el primer caso, la pulsión oral se enhebra al deseo, que no es lo mismo que comer más allá de saciado el hambre, donde opera la dimensión pulsional, lo que no puedo sustraerme en relación a la demanda del Otro. Esto puede tener el matiz devorador de lo que se convierte en un mandato superyoico, que obliga gozar hasta morir. 

En una de las dimensiones del goce se juega una repetición irrefrenable. No es una repetición a la manera elaborativa, que permite recrear la posición del sujeto, reformularla, interrogarse sobre su deseo. Hay algo que lleva a más y de esta estofa estamos hechos todos los sujetos hablantes. Para hablar de goces y de cuerpo, es menester pensar que el sujeto que se constituye como objeto del Otro, donde se gesta, Esto es apesar de todas las tecnologías que existen, el cuerpo también se incrusta y crece en el cuerpo del Otro. Esto deja marcas que podemos diferenciar en las que corresponden a una demanda articulada, que permite articular el deseo y por la cual hay una falta estructural operando, a una demanda que va por más. 

La demanda que va por más toma al cuerpo, lo captura y lo comanda. En un análisis, son los momentos más resistenciales. El analizante puede discurrir por la dimensión simbólica-imaginaria, trayendo formaciones del inconsciente, lapsus, actos fallidos, historias relacionadas a sus otros parentales, pero hay algo que empieza a insistir de manera pertinaz: esa insistencia repetitiva que tiene que ver con lo pulsional, lo que crea la presencia del analista como un tiempo en la transferencia. ¿Cuál es la importancia de la presencia del analista allí? El analista no solo va a recibir los significantes que las formaciones del insconciente procuren, sino que se va a disponer a hacer la encarnadura de ese objeto en lo real de lo cual el analizante está detenido, que puede ser la mirada, la voz, el falo... Algo a nivel de la pulsión no está enlazado a la palabra y comanda al cuerpo del sujeto a ir por más. 

La época actual también tiene una severa dificultad, relacionada a la lógica de los 4 discursos, a la función del S1. El S1, significante amo, el S2, el saber como producción, el a como efecto causa y como objeto que obtura la falta. Cuando uno le hace "ole" a esa función, el sujeto va por más. En el trabajo con los jóvenes, ellos frecuentemente dicen que los padres son amigos. Si los nombran así, ¿qué nombre darle a los amigos? Que un padre intente acompañarno los equipara en la función. El adolescente tiene que hacer un pasaje de desprendimiento en lo real por lo que irrumpe el real sexual en su cuerpo, poniendo en cuestión lo que fue su cuerpo infamtilen relación al Otro, sino también ese curso de pérdida absoluto de lo que era era el Otro. En la riesgosa travesía que se proclama como búsqueda de autonomía y libertad, muchos padres compran esto diciendo que son jóvenes, que ya saben lo que tienen que hacer. 

La clinica nos muestra que cuando el Otro real declina y depone anticipadamentela función, se precipita en el Otro el apsaje al acto o el acting-out. El acting-out es un llamado al Otro para que comparezca y cuando el otro comparece en lo real interviniendo, cosa que a los padres modernos les cuesta mucho. Cuando un padre dice no y no se discute, produce el habeas corpus en el joven. Los jóvenes demandan esa presencia de manera velada y revelada. Revelada, sobretodo, cuando el riesgo de accidente es grave ára el cuerpo de los jóvenes. Velada cuando el Otro se dispone a ser efecto de esa ruptura, pasando señales y dejan hacer saber que necesitan que el Otro esté allí dando marco a una acción.

Si al psicoanálisis no la confundimos con una práctica ideológica que comprende cuestiones, sino a la producción de un sujeto, hay más chances para que un sujeto pueda articular el goce que implica hablar, el goce que puede anhelar un deseo, y también puede quedar enazado al amor. Cuando falla algo de ese goce que no está puesto fuera del cuerpo, la vida de torna imposible. Si en el primer tiempo de la institución subjetiva es necesario se rmirado para poder ver, ser escuchado para poder oír, hay un segundo tiempo que si no me pierdo de la mirada del Otro y si no me pierdo de la voz del Otro, también es real en esa paradoja, el sujeto pueda ex-sistir. Para poder existir, es necesario regular los goces.

El goce no es un termino que aparezca en Freud, más allá que él marcara como límite de los análisis que el sujeto pudiera recuperar su capacidad de goce, amor y trabajo. La formulación del goce de Lacan viene ligada a la noción del objeto, que no es la misma noción de objeto en Freud. En Freud es el objeto perdido, que tiene que ver con la vivencia de satisfacción y del primer tiempo que hablabamos de la constitución del objeto, pero siempre es como objeto causa, objeto causa del deseo. Algo debe perderse para poder ganar. Cuando Freud introduce la pulsión de vida y pulsión de Muerte, en Más allá del principio del placer, viene a señalar que en la estructura del humano está lo disolutivo. 

Cuando Lacan formula la noción de objeto, nos da una herramienta para la clínica fundamental. La visión que él trabaja en La Tercera el Nudo de Borromeo, en lo real pone vida, en lo imaginario pone cuerpo y cuando articula lo simbólico pone muerte (como equivalente de la castración). Lo real de la vida es cuando alguien nace, pero si no es tomado por el Otro en esa dimensión imaginaria, no puede ese real constituírse en un cuerpo libidinizado. esa marca imprime un goce en el cuerpo, tanto para e Otro como para el viviente. Si solo nos quedamos con esa relación de cuerpo a cuerpo y no está intervenido por la palabra, por lo simbólico que agujerea cada una de las cosistencias, La castración es la prohibición de un goce que debe quedar fuera del cuerpo, que es la prohibición del incesto. Cuando el Otro no regula sus goces, el cuerpo de un niño, una mujer u hombre pueden constituírse en herramientas de un goce desenlazado, que es un goce pulsional. 

¿Qué nos viene a revelar la pulsión? La naturaleza incestuosa de la que está hecha el sujeto parlante. Solo a través de la prohibición y que hace al nudo de la estructura (Lacan no cede en este concepto en ningún momento). Castración y Edipo son conceptos nodales, hacen nudo. Muerte, como equivalente de la castración, interviene tanto en el sentido que un niño o un sujeto tiene para el Otro en el fantasma y lo sustrae de la posibilidad del todo-goce, haciendo que se inscriba ese goce de la normativa que implica el goce fálico. No gozo de someter a un sujeto, gozo del encuentro con ese sujeto. Esto que se lee en la clínica en la posición fantasmática. 

Hoy en día, en la situació actual donde el Otro revela una y otra vez su insconsistencia como soporte y garante de hacer operar la ley, hace que cada vez más observeos los cuerpos estallados en la creencia de un éxtasis que solo los deja por fuera del goce de la vida.

miércoles, 29 de abril de 2020

La sexualidad de los padres en el análisis de un niño

¿Cuál es el interés en este tema? El primer punto de interés es la metamorfosis de la familia y los efectos de las nuevas configuraciones familiares en la constitución del sujeto. La propuesta freudiana respecto del "Edipo clásico" habla de las figuras del padre, la madre y el hijo. De ese derrotero, salían las elecciones de objeto: la afinidad o la rivalidad con el progenitor del mismo sexo para hacer una elección con el sexo contrario. Esto se complejizó cuando aparecieron nuevas familias, como las familias recompuestas. Aparecen modificaciones al esquema clásico. Entonces, por ejemplo, la niña hace alianza con la madre contra la nueva esposa del padre. O un niño puede decirle al nuevo marido de la madre "vos no sos mi papá", defendiendo a su propio padre. Se producen rupturas entre la reproducción y las filiaciones. ¿Quiénes son la mamá, el papá?

Con los métodos de reproducción asistida, esto se fue complejizando más, disociando reproducción de sexualidad. Para tener un hijo, no era necesario tener relaciones sexuales. Por ejemplo, la inseminación, los vientres subrogados, entre otros. Los psicoanalistas se preguntan:
• ¿Qué pasa con las familias monoparentales?
• ¿Y con las homoparentales?
Los analistas, para no quedar atrapados en cuestiones ideológicas, tratan de ir a la lógica de cada uno de los tiempos de identificación.

Interrogamos qué es un padre y qué es una madre. ¿Es necesario seguir hablando de ellos? ¿Son funciones, operaciones? No debemos olvidar que el Edipo no es el cuento de mamá, papá y el niño, sino que Lacan le dio un estatuto y una lógica que él no abandonó, diciendo que la teoría psicoanalítica podía devenir en un delirio.

Estos temas son debatidos con discursos fuera del psicoanálisis, a veces partiendo de la idea de que el niño sea libre de elegir, considerando a un niño que ya sabe y al que hay que respetar. El psicoanálisis actual discute con teorías vitalistas, que consideran que el niño ya sabe y que es inherente a la vida que él elija y debemos respetarlo en tanto se trata de extractarlo del Otro en sus elecciones. Dentro del psicoanálisis, hay quienes rechazan la lógica del Edipo y proponen renunciar a los términos madre y padre. Plantean que el sujeto que el sujeto responde a la no relación sexual espontáneamente. Es decir, proponen cierto vitalismo.

El segundo punto de interés es la pregunta de por qué incluir a los padres en el análisis de un niño. Hay muchos analistas que trabajan sólo con los padres cuando reciben la consulta por un niño. Consideran que todo aquello que le ocurre a un niño está determinado por los padres. Mantienen una secuencia lineal donde trabajando con los padres no es necesario hacer pasar al niño. Otros analistas, intentando responder a esta perspectiva, decidieron analizar solo al niño y prescindir de la presencia de los padres, afirmando que el niño es un sujeto de pleno derecho que debe ser analizado del mismo modo que un adulto.

Ante estas alterantivas de padres si - padres no, que es una bipolaridad fundamentalista, podemos pensar que el sujeto al que se dirige el acto analítico es un efecto. No es inherente a la vida misma ni responde espontáneamente a lo real. El sujeto es un efecto y se efectúa en tiempos de lo real, de lo simbólico y de lo imaginario. cada uno de estos tiempos, que no son evolutivos, depende de operaciones que se van a jugar en la dialéctica de la relación del sujeto al Otro. Necesariamente, van a requerir redistribución de goces para poder pasar de un tiempo a otro.

En la relación al Otro, inicialmente, el niño siempre ocupa un lugar en el fantasma del Otro, fantasma donde se sostiene lo que Lacan llamó deseo de la madre. Para que la operación deseo de la madre se realice tiene que entrar una alternancia. Los tiempo del sujeto dependen de la alternancia del objeto: presencia y ausencia. La alternancia del objeto implica una complejidad enorme, porque hay que situar la alternancia de este objeto en cada uno de los tres registros: si funciona como presencia o como ausencia, en lo real, lo simbólico y lo imaginario.

En la letra de la enseñanza de Lacan, él dice que niño está hecho para aprehender algo. Lo plantea en Le nom du père, ¿pero para aprehender qué? Que el nudo se haga bien, que no hay nada más fácil que lo que falla. Nos está introduciendo al concepto de falla, donde puede haberla en el armado del nudo y en la constitución del sujeto de la estructura. Puede fallar, porque el objeto puede funcionar como un tapón en lugar de funcionar como una alternancia. Si los tiempos fallan, es porque hay operaciones necesarias que no se han realizado. De la relación entre los padres depende de que se realicen las operaciones necesarias para los tiempos del sujeto. Hay un tiempo necesario de consistencia del Otro. Las operaciones, además, son contingentes, porque pueden o no realizarse, por ejemplo la transmisión del deseo. Por supuesto, también hay algo del orden de lo imposible en estas operaciones porque siempre queda un resto de goce que arme la estructura. Cuando decimos que algo falla, no hay posibilidad de un nudo perfecto. Hay fallas y fallas y lacan diferencia falla de error en el armado del nudo. Lacan dice que no hay progreso, pero sí hay progresión de los tiempos, que se asienta en la redistribución de los goces.

Esta operación que se realiza del lado del Otro no depende de la buena voluntad de los padres, sino que depende de la donación del intervalo. El Otro puede o no donarlo, para introducir una discontinuidad en los goces, que solo funciona si el intervalo funciona a que haya respuesta del sujeto. El sujeto responde si hay ciertas operaciones necesarias que se han podido realizar.

Como operación esencial, que debe ser escuchado en las entrevistas preliminares, está cómo funcionó el deseo de los padres. Deseo de los padres no es lo que ellos quieren, el concepto de deseo tiene un peso en psicoanálisis porque solo hay deseo si hay pérdida de goce y se sostiene en el discurso, que puede leerse. El deseo de los padres tiene una lógica y no implica el deseo de tener un hijo, sino también el genitivo, planteado como el deseo de los padres en relación a otros goces de su estructura. ¿Cómo se enlaza el deseo por un hijo con otros goces de ellos como hombre o como mujer? Podemos hablar no solamente de deseo de los padres, sino del nudo de los padres, que enlaza el deseo, el amor y el goce de los padres.

¿Por qué los padres en el análisis de un niño? La dependencia real inicial que un niño tiene con el Otro por la indefención con la que nace, la dependencia de la donación de este intervalo, la dependencia real a lo que marca la erogenización de su cuerpo, en las entrevistas iniciales nos permite ubicar qué lugar tiene el niño en el nudo de los padres. Además,
• ¿Qué intervalo pueden donar para que el sujeto pueda responder?
• ¿Qué intervalo entre el niño esperado y el sujeto hallado?
• ¿Qué intervalo respecto a las demanas de goce y de los mandatos de goce que desde el fantasma imprimen al niño para que realice la presencia del objeto?

En las entrevistas preliminares con los padres se trata de delimitar los tiempos del sujeto. Para no quedarnos en un determinismo de si se trata de lo que los padres donan o permiten con su deseo, su goce y su amor anudan, es que también recibimos al niño en estas entrevistas. No se trata solo de los padres, sino de la respuesta del sujeto del niño a los padres.

En las entrevistas preliminares se espera que el analista escuche los mapas de los goces. El mapa de goces no solo considera el plano clásico de mamá-papá-hijo, sino ubicar que cada uno de los términos de estas ecuaciones anudan su deseo respecto de los otros, sino cómo pivoteen en el mapa los goces de los otros lugares que ellos ocupan. Por ejemplo,
• ¿Qué lugar tiene esa madre como mujer para el padre?
• ¿Qué lugar tiene ese padre para el goce de esa mujer?
• ¿Es ella toda madre o hay algo del no-toda que se va a producir como búsqueda de otro goce más allá de la maternidad?
• ¿Hay algo que dé lugar al goce femenino o se queda con el niño como tapón de su fantasma?

El mapa de los goces no se trata solamente de madre y padre, sino de la relación con la mujer y con el hombre y los goces que pivotean y se despliegan en este fantasma. A su vez, hay que investigar sobre la redistribución de goces que se dio en el lugar de hijos que los padres mantienen y el lugar de padres. Muchas veces, la dificultad de sostener la función que les toca cumplir es por estar tironeados desde otros goces.

Nos interesa la sexualidad de los padres. Afinemos nuestros términos: cuando hablamos de sexualidad en psicoanálisis, no hablamos de sexo. Lo que nos enseña el psicoanálisis es que sexos hay dos: femenino y masculino. Hay, aparte de la diferencia de los gebnitales, condicionamientos genéticos, metabólicos y biológicos que hacen que tengamos solo dos sexos. Pero la sexualidad para el psicoanálisis no es el sexo ni responde a esa biología de dos. La sexualidad en el ser humana corresponde a la distinción revolucionaria que Freud planteó como pulsión. En el ser humano hay un mapa de goces diferente a lo que le traza el instinto. Para el ser humano no hay ninguna elección de objeto ni goce trazado por la naturaleza. El instinto tiene un objeto y un fin predeterminado que hace que los animales no se desorienten ni se pregunten, Ya está trazado y así nacen, se reproducen y se mueren.

La sexualidad para el ser humano comienza con la marca del Otro en el cuerpo del sujeto. Lo que Freud llamó trieb (pulsión), fue formalizado por Lcan con una lógica que incluye los matemas que nombran la demanda.
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La sexualidad comienza con la demanda del otro con el cuerpo del infans. Esa demanda, de ninguna manera es del orden de la naturalidad, sino que va a trazar zonas erógenas que modifican radicalmente el trazado natural, hasta de los órganos internos. Vamos a pasar a gozar de elementos variables que no están trazados y que van a proceder por soldadura, produciendo fixierung, fijaciones de goce en el cuerpo, con la impronta de la demanda del Otro, que luego se va a manifestar de un modo automático e invertido. Ya no diremos "Mamá quiere que coma", sino "Tengo hambre". Así como se erogeniza la boca, cada borde de los orificios del cuerpo van a estar marcados para el goce con una demanda, sea el anal, el escópico, el invocante y los genitales, que puede donar o no un intervalo. Es contingente que el Otro done un intervalopara que el sujeto pueda responder a la demanda del Otro, armando la estructura de sostén de sujeto deseante.

El que dice que elige es muy poco libre, porque la sexualidad está marcada por la demanda y los mandatos del Otro respecto a cómo se debe gozar. Son de procedencia psíquica distinta y tienen una lógica diferente si se recibe como demanda o como mandato, porque en el mandato se juega un ideal de goce de cómo se debe gozar fijo e inamovible, respondiendo más a la estructura del superyó. La demanda, en términos de Freud, corresponde al ello. Cuando decimos sexualidad en el ser humano, no hablamos de su identidad sexual, sino de las fijaciones de goce para cada uno de los orificios del cuerpo que el Otro imprime sobre el cuerpo del niño, pero que también lo habita. Cuando hablamos de la sexualidad de los padres hablamos de sus goces pulsionales, de los orificios y los goces en el cuerpo de ellos y cómo se redistribuyen o se fijan en el cuerpo del niño. Hay situaciones donde en lugar de la distribución de goce marcadas por la incompletud (castración), queda como fijación de goces pulsionales de los padres en el cuerpo del niño.

No es lo mismo la sexualidad que la sexuación. La respuesta del sujeto a la sexualidad es la sexuación. Sexualidad son estos mapas de goces ligados más a lo pulsional, a la fijación y a las variables de goce del objeto. La sexuación, como respuesta a la sexualidad, no implica la identidad sexual de los padres. No es algo que se reduzca a si son familias homoparentales, heteroparentales. La sexuación es un concepto ligado a lo discursivo, no a lo que alguien diga si es hombre o mujer. La sexualidad de los padres no coincide con lo que la cultura llama identidad sexual, sino el modo en que los goces del cuerpo se enlazan al deseo y al amor. Estos goces se pueden engarzar a la castración o permanecer sin límites para cada uno de los tres. El analista tiene que escuchar esto: amores sin límites, deseos locos, goces sin freno. No es lo mismo deseo de la madre que la pasión por tener un hijo y veremos si en cada uno de los tres se juega la alternancia.

Estos goces, ligados a la pulsión o a los mandatos superyoicos, son lo que el analista ha de escuchar en las entrevistas preliminares, para poder diferenciar cuándo el niño funciona como un objeto tapón, llamado a realizar la presencia del objeto y deteniendo los tiempos, o cuando ha habido una progresión de los tiempos y luego se produce una regresión sintomática. Cuando lacan plantea que el síntoma del niño está en posición de responder a la verdad de la pareja familiar, está condensando en esa frase muchas de estas cuestiones. El síntoma es una respuesta, que no es lo mismo que realizar la presencia en el fantasma materno. El síntoma implica una diferencia, una no identidad entre el niño y el sujeto. Decir que el síntoma es respuesta a la verdad familiar habla de lo que pasa en esa pareja, en los goces que allíestán anudados o no a el cuerpo del niño o a otro cuerpo. Es por esto que es necesario considerar la sexualidad de los padres en el análisis de un niño. A partir de ese mapa podremos encontrar los puntos de fijación que impiden la respuesta ante el sujeto.

Pregunta: ¿Qué es donar el intervalo?
A.F.: Es donar una falta sobre el cuerpo del niño, que la demanda tenga un fort-da, una presencia-ausencia. Por ejemplo, si la mamá le da el pecho al bebé y no le quita la teta de la boca, no permite que haya una primera respuesta del niño. El niño saca la boca, la vuelve a poner... Es ese entrar y salir.

Pregunta: ¿Qué es la redistribución del goce?
A.F.: Un goce se pierde y aparece una falta. La falta de goce causa el deseo. Es la posibilidad de acceder a nuevos goces, que tiene la condición de perder un goce. Alguien que come todo el tiempo, por ejemplo, no puede hablar ni cantar por tener la boca llena.

Pregunta: ¿Qué es la doble función del objeto?
AF.: Lacan dice que el objeto a fue su único invento. Él habla del objeto como causa de deseo y habla del objeto como plus de gozar. En el primer caso el objeto falta y por eso causa el deseo. En el segundo caso, el objeto funciona como paquetito de goce, que puede taponar el deseo. De estas 2 posisbilidades de presenctación del objeto, se puede engarzar el nudo en el centro... Ahora, Lacan no dice si funciona como presencia o como ausencia y yo traté de pensar cómo era la función de una manera y otra en cada uno de los registros para ver qué efectos tiene. Esto me llevó a plantear que cuando el objeto alterna entre presencia y ausencia, plus de goce y falta, se produce tiempos en el nudo: tiempos de lo real, pasar de un goce al otro, tiempos en la constitución del cuerpo en lo imaginario. Por ejemplo, una coagulación del objeto mirada sobre el cuerpo puede coagular el cuerpo en su crecimiento. Cuando el objeto va y viene, los tiempos se redistribuyen. En lo simbólico es más claro, porque el niño pasa a la palabra, luego a la articulación en el discurso.

Fuente: Notas de la conferencia de Alba Flesler, el 21  abril de 2020 - Centro Dos

sábado, 16 de noviembre de 2019

Sexuación y estructuras clínicas


El psicoanálisis, discurso reciente e inédito en la cultura, se encuentra hoy en una posición problemática. Recibe un cuestionamiento mucho más hostil y más virulento que el que siempre ha suscitado. Al punto de arriesgar, como lo temía Freud y lo había anticipado Lacan, en términos de este último, hacerlo desaparecer en la ciudad del discurso como un "síntoma olvidado". 

Dado que esta declaración de caducidad sucede en la polis, decidí encarar en esta reunión abierta las tres facticidades que preocupaban a Lacan en esa misma polis, en la extensión y que enumerara en su Proposición del 9 de octubre de 1967.

Veamos desde qué ángulos el psicoanálisis es hoy declarado caduco.

Por un lado, desde las neurociencias y sus terapias cognitivo conductuales, que proponen obtener un bienestar acrítico excluyendo la pregunta subjetivante sobre la verdad y la satisfacción sustituta que el síntoma atesora ya han logrado desplazar al psicoanálisis en los países anglosajones y germanos. Me he ocupado largamente de intentar refutar la eficacia clínica de estas propuestas. 

Por otro lado lo hostigan el feminismo extremo y el discurso de género "igualitario". Que considera perimida cualquier consecuencia de la diferencia sexual.

Mucho más desde que las ciencias biológicas han logrado que ya no se necesite forzosamente el encuentro de los cuerpos biológicos de hombre y mujer, ni del deseo entre ambos para engendrar vida humana. Esta conquista, a celebrar desde ya, ha permitido formar familias no típicamente edípicas. Lo que obliga preguntarse si en ellas la función agujereante del falo y los nombres del padre seguirían estando vigentes. Por ende si lo está el Complejo de Edipo, una de esas tres facticidades. Esta en lo simbólico. 

Este "complejo" es discutido con encono por el feminismo y el así llamado discurso de género. Porque lo tildan de falocéntrico, patriarcal y hétero normativo. Según esta posición estarían perimidas las célebres fórmulas de la sexuación que nos presentara Lacan. Segunda declaración de caducidad.
Eran ineludibles las conquistas de igualdad jurídica duramente obtenidas para la dignidad de las nacidas mujeres. Derecho al voto, al salario, a la posibilidad de posesión y disposición de bienes, patria potestad sobre los hijos, representación en los estamentos decisorios del estado. 

Como ineludible es haberle dado a los homosexuales, travestidos, transexuales (transexuación que depende de los avances de la farmacología y cirugía) derechos jurídicos y de honra de los que carecían. No soy exhaustiva en el listado de prácticas genitales porque las hay por decenas. No habrá nominación alguna que agote su "diversidad".

Esa igualdad de derechos jurídicos no debiera confundirse sin embargo con igualdad de estructura (que debe definirse caso por caso, también para los heterosexuales), de modos de goce o de maneras de trato con los otros en el lazo social. Urge diferenciar discurso jurídico de discurso analítico. Este basa su eficacia en el sostenimiento de las diferencias. Y se aparta de todo "colectivo", por más válido como lucha política que fuera, dado que se ocupa de la singularidad.

Prácticas de goce del cuerpo y en particular genitales las hay en todas las estructuras clínicas. Esas prácticas no debieran confundirse con sexuación (que no es homóloga a heterosexualidad), que la hay solo en la neurosis, como intentaré demostrar. 

Freud machaca a lo largo de su extensa obra en lo importante e imposible de inscribir completamente que entraña la diferencia sexual, dificultad que solo embrolla y trastorna a la única especie que se casara con el lenguaje. A causa de ese embrollo del género homo, es que Lacan se viera llevado a forjar su aforismo "no hay rapport sexual". Lo demuestra que penemos por amor. Que insistamos en desear, y nos sintamos representados en ese grito de Mick Jagger: I can't get no satisfaction! A falta de alguna orientación instintual (el parlêtre, hélas!, carece de ella) que nos indique cuál es nuestro partenaire adecuado, estamos en siempre en riesgo de elegir mal nuestro cónyuge. Inclinados a desear lo que no nos conviene. Nos impone una búsqueda incesante. O nos condena a una vida sin atractivo en caso de ya no esperar más nada en ese terreno cercano a la contienda en que resulta tan difícil salir indemne.

Cierto es que Freud incurre en deslizamientos entre falo y pene; y entre varón y padre. Habitante de su época, de raigambre patriarcal, postuló la tan enojosa envidia del pene

Estas afirmaciones son sin dudas a reformular. Cosa de la que se ocupó Lacan. Pero aunque Freud dejara para las mujeres como salida exitosa del Edipo el casarse y tener un hijo, honesto como siempre lo fue, admitió que no podía contestar a la pregunta ¿Was will das Weib? No le resultaba claro que solo quisiera un pene y un niño. Su honestidad hizo que tampoco "editara" un historial aun a sabiendas de los errores que había cometido, en general cuando al inicio de su práctica prescribía para sus pacientes mujeres la norma de la heterosexualidad. 

Examinemos lo que sabemos de nuestros ancestros muy lejanos. Quienes celebraron las bodas con el símbolo. Sabemos hoy que homo erectus, homo habilis, hablaba.

Así es: desde que una especie (homo) se casara con el símbolo hay
evidencias de algunas invariantes dependiente de esas bodas: la conquista del fuego, elemento natural producido por el rayo, que fue prometido a usos culturales: cocer los alimentos, dar luz y calor, obtener por cocción de los pigmentos naturales, colores no presentes en la mera naturaleza.

Con la cocción del ocre se obtiene el ocre rojo con el que se marcaban los huesos exclusivamente humanos, inaugurándose las honras fúnebres. Estas nos recuerdan que el muerto, aun muerto, es nuestro semejante. Y nuestro posible ancestro: se inaugura la línea del linaje. También la figuración en las magníficas pinturas rupestres en colores que aún perduran, ejecutadas en las cuevas donde nuestros ancestros encontraban el lugar a la vez vacío y abrigado donde proyectar sobre los muros de piedra escenas de sus goces cotidianos: la caza, la pesca, el otro humano.

También han quedado evidencias de la construcción de elementos corto-punzantes para operar sobre la materia: filos, puntas de flecha para cortar las carnes y para construir abrigos y moradas.

Y un hito importante: la percepción en el espejo, aun antes de la aparición de cualquier clase de cristal (estadio sólo presente en el humano, pues es el otro quien devuelve nuestra imagen) del hecho de que la mitad de los nuestros semajantes no son totalmente semejantes. Sino que hay dos presentaciones posibles. Al humano no lo guía el olfato sino la imagen del otro.

Y last but not least desde el paleolítico inferior, así lo ha demostrado Claude Lévi-Strauss observando tribus australianas, mahoríes, africanas, por el hecho de hablar existen la prohibición del incesto y las complicadas y formales reglas de proscripción y prescripción de alianza matrimonial. Porque hablamos "sabemos" quién es nuestra genitora. Porque hablamos, podemos deducir la imprescindible concurrencia de la semilla aportada por alguien de distinto sexo que fecunde a la madre. Y que aun pasado el período de crianza no estamos prometidos, al decir de Freud, "al servicio sexual de la madre". Madre y padre son conceptos que nacen con la humanidad misma. A esa terceridad, a esa concurrencia de algo más que el vientre materno para engendrar una nueva vida, Lacan la adscribiera a la función fálica (es Lacan quien hace del falo una función agujereante desolidarizándolo claramente del pene) y a su pasador el Uno que nombra, el/los Nombre(s)-del-Padre, operador estructural y no necesariamente personaje carnal. 

Dada la percepción de esta importancia del aporte del tercero, desde que el hombre se hace sedentario en el paleolítico superior se encuentra también como invariante el culto del falo. Aparece en civilizaciones muy alejadas entre sí y sin contacto posible, como símbolo sagrado, no como órgano profano (del verbo griego phainein, lo que se da a ver) pene. Túmulos, obeliscos pirámides, dólmenes, menhires, aparecen homenajeando la erectilidad no solo del órgano, sino de lo humano mismo, contrario a la ley de gravedad.

Y también otra invariante: el uno o una falóforos. Del verbo latino ferre, que significa transportar, en este caso el poder ordenador del símbolo fálico. En principio los dioses de la naturaleza, más tarde los del panteón greco romano, y solo más tarde el Dios de la ley. Para estilizarse en la edad moderna en el operador estructural Nombre-del Padre, transmitido, en las familias edípicas típicas...por las mujeres ... si las habita el deseo de madre.

Es cierto que en las sociedades antiguas (salvo excepciones) y las de la modernidad en general se dio al pater familias, padre padrone, el lugar y función de falóroro, de pequeño dios doméstico. A la crítica de esa patriarcalidad, ese rebajamiento de la noción sí debemos mucho al movimiento feminista. Sin soñar que entre quienes se dicen hombres y quienes se dicen mujeres no hay ninguna diferencia. Claramente no debiera haberla en lo jurídico. Pero sí la hay en casi todo lo demás.

Para los dioses del panteón griego ese símbolo fálico dividía aguas: los dioses eran inmortales y les era posible cometer incesto. Si los humanos jugaban a los dioses creyéndose inmortales o transgrediendo cualquiera de las leyes de la diké, leyes no escritas que hacen humano lo humano, se cometía hybris. Desmesura que desencadenaba la tragedia. De ahí su función didáctica y política, representada en los teatros griegos para educar a los iletrados. Eso explica la insistencia sobre la proveniencia de la ética en psicoanálisis: no se apoya en mandamientos morales sino en lo real de das Ding, La Cosa incestuosa como imposible y además prohibida.

El símbolo fálico, al que como dije Lacan le dio la altura de función matemática que produce el cero; y el Uno paterno (cómputo del cero organizador de la serie) resultan invariantes de lo humano. Para cualquier sujeto que se encuentre en situación de no haberlos rechazado.

Ese rechazo sucede en las psicosis de distinta gravedad, donde la función fálica está "sub cero", repudiada activamente, caso de las así llamadas grandes psicosis. O bien lo está el Uno, imposibilidad de desgajar el rasgo orientador del corte sin cuyo auxilio estaremos imposibilitados de sustraernos de satisfacer las demandas holofraseadas del Otro. Uno que nos orienta también en el narcisismo y su agujero específico, cuya deducción falta en las verdaderas psicosis narcisistas. Donde falta ese carozo asemántico del ideal.

Por ello, si hoy pudiera cederse para no generar conflictos llamando a estas letras ordenadoras con otras denominaciones, arriesgaríamos cometer el error del que Freud nos advirtiera: se comienza cediendo en las palabras y se termina cediendo en los hechos.

Pasemos ahora a las fórmulas de la sexuación, que muchos analistas declaran perimidas por haber sido forjadas por un hombre de su tiempo, que ya no sería el nuestro.

Dado que estas justamente célebres fórmulas suponen sine qua non un sujeto que se haga argumento (todo o no todo) de la función fálica y que le sea necesario el Uno falóforo, podemos afirmar que valen solamente para las neurosis. Sin quitarle un ápice de derechos a otras estructuras clínicas. Fórmulas que no prescriben heterosexualidad, sino modos de inclinación de los goces.

Sexuación entonces no se homologa a prácticas de goce del cuerpo, sean estas genitales o no. Elijan a quien o quienes elijan como partenaires sexuales. No prescriben la heterosexualidad. Solo afirman dos modos de gozar dentro de la invariancia de las leyes de la diké, las no escritas diferenciables del nomos, la ley codificada.

Estas fórmulas indican bien que quien no hace argumento a la función fálica ni ha contado con el Uno, puede recurrir a las prácticas de goce del cuerpo que le vengan en ganas y que lo "mentalicen" (esto es: que logren mantener las cuerdas de su nudo juntas). Mientras no violen la ley no tienen por qué recibir descrédito ni sanción ni ser menoscabados quienes las practiquen, que merecen honra y respeto. La diversidad de actividades "sexuales" no dejará de tener siempre otra práctica que demande ser repertoriada. Solo que esas prácticas no hacen identidad.

Hay, sin embargo diferencias y singularidades que deben ser respetadas. Habitualmente los homosexuales varones no solo no piden la ablación del pene, sino, al revés, lo necesitan en su partenaire para desencadenar el deseo sexual. Lo mismo para algunas homosexuales mujeres, que precisan que ese órgano no aparezca en la pantalla de su fantasma. Esas diversidades no presuponen una estructura clínica en particular.

La homosexualidad es, por ende, epifenómeno de cualquier estructura clínica. Que debe definirse caso por caso. Nada dice de la condición estructural del sujeto el hecho de elegir un partenaire homo o hétero. Solo nos informa acerca de si la diferencia sexual le resulta causa de deseo, si desencadena el deseo sexual o lo impide.

En el travestismo masculino el uso fetichista de la ropa sedosa usada para no limitar el goce sexual al órgano pene y extenderlo al cuerpo todo no siempre implica una estructura que reniegue de la función fálica. Pues no es lo mismo renegar de la diferencia sexual que renegar de la ley de la diké. En el femenino, menos habitual, la presunción es que el hábito ayudará a la ilusión de virilidad. La confusión radica en no advertir que las posiciones masculina y femenina son básicamente decires, hechos de discurso, que incluyen las vestimentas pero que requieren mucho más que ese artificio.

En el transexualismo nos encontramos en una situación diferente. Hay una presuposición que arriesga ser forclusiva: creer que con esa maniobra irreversible, quirúrgica y hormonal se logrará un goce sin límite, tal que haga relación, sin orgasmo que haga "acabar". De todas formas si un sujeto precisa de esa intervención para que su nudo mental se sostenga, no puede negársele el derecho. Aunque la clínica nos informa que la cosa suele no funcionar. Pues el goce fálico, que no se reduce al órgano pene, sino que es el goce recortado por la palabra, que de todas formas limita un goce total. Habitualmente el fracaso no se interroga, despachándolo a la imputación de discriminación social.

De ahí la tarea del analista en intensión y en extensión sobre cómo hacer que siga en pié el humanizante Complejo de Edipo, intervención en lo simbólico, una de las tres facticidades nombradas antes. Sería de esperar que no se pierda esta función en familias edípicas típicas y las muchas que ya existen y que no son "típicas". Que en ellas ingrese la función fálica y el Uno que computa el cero entre el niño y quien lo convocara a la vida.

Volvamos otra vez a la sexuación y sus fórmulas. Válidas para una mentalidad neurótica, borromeica.

Lejos de dar a quienes se dicen mujeres una dificultad para simbolizar e imaginarizar su sexo (sectum proviene del verbo latino secare, cortar), el discurso analítico les da por eso mismo una ventaja: un trato posible con lo real no-todo estorbado por el escollo del significante, lo que proporciona un posible goce Otro que el fálico y una posición particularmente apta para hacer semblante de a como analista.

Finalmente un subrayado. Resulta muy problemático considerar que entre niños y niñas no hay ninguna diferencia. Mucho más cuando, en nombre de una supuesta libertad toda de elegir una identidad se entromete el adulto en ese tejido íntimo que es la sexualidad de cada infans. La sexualidad es en sí misma suficientemente traumática. Por ello el resguardo de su intimidad debiera ser inviolable.

La intrusión incestuosa es deletérea tanto cuando se censura cruelmente la investigación sexual infantil y adolescente; como cuando el adulto a cargo alienta prácticas sexuales no espontáneas en los niños o da por buenas declaraciones de identidad hechas en tiempos prmaturos. La sexualidad se teje en el curso de esos tiempos de comprender que son la infancia y la adolescencia y halla su momento de concluir bastante tarde, cuando la balanza subjetiva puede decidir una inclinación, que no hace identidad.

Otra advertencia de Lacan señalada en las tres facticidades: solicita del analista una intervención en lo real acuciante de la segregación. Bien cerca de nuestra experiencia: no segreguemos lo real de la diferencia sexual, que para nada es solo un constructo social-simbólico, posición habitual del feminismo. Imposible de ser inscripta totalmente, resulta ser psicoanalíticamente hablando real. No solo biológica, ni simbólica, ni imaginaria.

De segregarla, se empujaría al retorno, como amparo en lo imaginario, del padre ideal y su religión, constatable en el auge de los fundamentalismos religiosos. Otra facticidad, en lo imaginario.

Sobre la función del falo y la necesidad de concurrencia de/los Nombre(s) del Padre, el psicoanálisis, dialogando con los cultores del discurso de género, no debiera ceder. Aunque tampoco le serviría desconocer la urgente necesidad de una interlocución.

Existe el peligro de arriesgar, en nombre de las diferencias, forcluir la diferencia.

Fuente: texto leído por Silvia Amigo en la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis de La Plata de 2019. Noviembre de 2019