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lunes, 9 de octubre de 2023

¿Qué son las Compulsiones y cómo tratarlas en la clínica?

¿A qué se denomina Compulsiones en la clínica?
Las Compulsiones son acciones que un sujeto ejecuta en su vida, causadas por un impulso irrefrenable, incontenible, proveniente del interior de su subjetividad.

Algunos ejemplos clínicos son lavarse las manos continuamente, controlar situaciones en forma constante, comer sin parar, comer hasta vomitar, adicción a las compras, al juego y otras acciones que se repiten sin cesar, de forma idéntica e insistente.

¿Qué efectos tienen las Compulsiones sobre la vida cotidiana del sujeto?

Las Compulsiones producen un gran malestar en el sujeto, le hacen perder mucho tiempo y van produciendo, más temprano que tarde, un desgaste y un deterioro en su vida afectiva, social y laboral.

El sujeto tiende a ocultar estas acciones que al propio Yo se le presentan como irracionales, aislándose progresivamente de su medio y comenzando, en muchas oportunidades, a tener fobias asociadas a sus compulsiones. Un ejemplo sería, en casos extremos, dejar de comer por miedo a engordar -situación clínica que posee un complejo abordaje-.

¿Cuál es el funcionamiento -a nivel psíquico- subyacente a las Compulsiones?

S. Freud nos enseña que la Compulsión es algo irrefrenable, que no se puede sofocar, así como tampoco se puede comprender, pues no se encuentra en el registro del pensamiento (simbólico). El sujeto no duda, simplemente hace una y otra vez de manera idéntica, sin diferencias.

Por este motivo, la investigación clínica demuestra que en las Compulsiones se pone en juego principalmente el funcionamiento del Ello -lo real pulsional- que lleva a la satisfacción pura mediante la acción impulsiva, sin ligadura a lo simbólico (campo de la palabra).

¿Qué significa que en las Compulsiones se pone en juego -principalmente- lo “real pulsional”?

Para comprender, recordaremos que S. Freud desarrolla cuatro componentes de la pulsión. Estos son: el Dräng -el esfuerzo, el empuje constante de la pulsión-, el Ziel -la meta, que es la satisfacción-, el Objekt -el objeto por el cual se puede obtener la satisfacción, que en el ser humano siempre es variable- y la Quelle -la fuente, el proceso somático interior del cuerpo cuyo estímulo es representado por la pulsión-.

En las Compulsiones se produce un desenlace de los elementos de la pulsión y sus circuitos, dándose la preponderancia de sólo uno de ellos: el Dräng, que se manifiesta a secas, puro, desligado de los otros elementos pulsionales.

La pulsión -nos enseña S. Freud- se ve confrontada a “diques”, a resistencias que inhiben el camino directo a su satisfacción. Los diques son muros que contienen el desborde, que regulan el paso del agua, y Freud emplea esta metáfora para fenómenos precisos: asco, vergüenza, estética, moral (agregaríamos, también el dolor y el horror). Estos diques, que cumplen la función de contener el empuje (Dräng) en la compulsión, se ven arrasados.
Ejemplo de esto son los cortes que algunos adolescentes realizan en su cuerpo, donde podemos observar muy claramente que existe un arrasamiento del dique del dolor.

Clave Clínica para el tratamiento de las Compulsiones:

Si el Dräng de la pulsión se manifiesta en estas presentaciones arrasando todo dique, es porque el sujeto ha padecido -en los tiempos tempranos de su constitución subjetiva- una precaria simbolización por parte del Otro de sus primeros cuidados (encargado más de satisfacer las necesidades reales que interpretar -bajo la égida de su deseo- las demandas del infante).

Debido al déficit de simbolización, aparece la pura acción pulsional y su satisfacción sin medida, en reemplazo de las clásicas formaciones del inconsciente (inhibición, síntoma, angustia).

Así, la tarea clínica apuntará a enlazar el goce del Ello pulsional al cifrado, a lo simbólico; lejos de intervenir mediante la interpretación y el descifrado clásico. Una intervención clínica privilegiada son las “Construcciones en Psicoanálisis”.

¿Qué-hacer del analista ante las Compulsiones?

Nosotros como analistas:

👉Seremos pacientes ante los actos compulsivos, entendiendo que por detrás hay un sujeto que sufre y necesita ser alojado, aunque todavía no pueda y/o quiera hablar de eso.

👉Intentaremos ligar el Des-Borde de la pulsión al inconsciente y transformarla -en la medida de lo factible- en palabras que hagan discurso.

👉Junto con el paciente, empezaremos a cifrar la com-pulsión, historizando aquella causa/de su historia que lo habría llevado a arremeter las acciones impulsivas. La intervención privilegiada para dicha historización son las “Construcciones en Psicoanálisis”, tal como plantea S. Freud.

👉Asimismo, funcionaremos como tercero de apelación -esa Ley que se interpone al goce-, para ofrecer un “dique”, un “stop” ante la acción impulsiva. Ejemplo: le comunicaremos al paciente que puede llamarnos cuando surge en él el impulso a la acción desenfrenada.


martes, 4 de febrero de 2020

El niño con autismo: juego y pulsiones

Conferencia dictada por Norma Bruner el 8/10/2019. Otras conferencias de esta destacada psicoanalista: La angustia en los niños: ¿Cómo la elabora el juego? y El niño con autismo: juego e identificaciones primordiales.
 
El autismo es una de las tres epidemias mundiales actuales. En Argentina, se diagnostica uno de cada 68 niños de 0-5 años con autismo, TGD, TEA. TEA es la segunda de las epidemias diagnósticas en niños de 6-12 años, es decir, niños en espacio de escuela primaria. La tercer epidemia es el diagnóstico de bipolaridad, diagnosticada en su mayoría en adolescentes y púberes.
 
La respuesta subjetiva, en tanto sujeto que responde, lo es en tanto algo de que el significante es percibido por el niño en el lugar de anuncio. Aquello que todo niño común desea, que es aquello que motoriza su curiosidad, es la pregunta por la diferencia. Los niños se interesan y trabajan incesantemente la pregunta por la diferencia. Ellos intentan atrapar cómo funciona la diferencia. El complejo de castración y el Edipo es cómo se van introduciendo las diferencias fundamentales sexuadas para algún día llegar a tener algún día una posición y poder hacerse cargo del acto sexual.
 
Aquello que los niños comúnmente se ocupan de hacer propio, esta pregunta por la diferencia, no aparece en el niño con autismo. A esta repulsa activa, para diferenciarla de otras formaciones, yo la trabajé con un mecanismo que encontré en la obra de Freud y Lacan, pero que no está en función de pensar el autismo: ablehnung (al.: rechazo). En Freud, aparece al pensar el asco histérico u otras cuestiones relacionadas con la sexualidad. La ablehnung en Freud es asco, aversión. Los niños autistas, cuando uno intenta acercarse, dan la espalda, se alejan al punto más lejano posible del espacio. Lo que hacen es girar. Por otro lado, estos niños buscan el giro de los objetos. Esto es interesante pensarlo a partir de la pulsión, donde lo propio de la pulsión es un circuito que es un bucle que gira. Lo propio de la pulsión es volver a la fuente, girar sobre el borde que hace la zona erógena de los agujeros del cuerpo.
 
El niño con autismo gira, da vuelta la cara y el cuerpo. En francés, ablehnung es dar vuelta la cara. En este concepto de Freud y Lacan no se está hablando de autismo, pero yo lo tomé para tratar de hacer de esto algún mecanismo o alguna entrada posible para llegar. Y como el mecanismo no está más allá del fenómeno (el mecanismo es el fenómeno mismo porque está ahí), el giro es el autismo mismo. El niño autista da vuelta la cara al significante y del significante para que no se introduzcan diferencias en su campo, de su lado, en lo real de su cuerpo.
 
Uno puede preguntar ¿Pero por qué los niños autistas no miran a la cara y no registran la presencia humana? No tendría ningún sentido el síntoma defensivo si no es en respuesta al registro que el niño tiene. Es más, hay una hiperacusia en el autismo y por eso hay algo de lo real sonoro que estos niños no soportan, que no está velado, que no tiene imagen, que no está pasado por los otros registros de la lengua y lastiman el oído.
 
El alerta de estos niños es máxima ante la presencia o el peligro de una presencia humana significante o significativa para él. La pregunta es cómo se llegó a este estado de las cosas. ¿Cómo puede ser que haya tal nivel de organización psíquica en un ser humano tan pequeño? Porque sostener que el significante no haga función conlleva un gasto energético muy elevado. Los niños autistas son infinitamente menos de lo que las estadísticas nos dicen. Frecuentemente la salida del autismo es hacia la psicosis, donde podríamos decir que el niño autista fracasó en su defensa.
 
Hace tiempo propuse que hay puertas de entrada al autismo y también puertas de salida al autismo. No hay una sola. Una de ellas es la posición melancólica, en la cual un niño puede llegar a estar y hoy no desarrollaremos. A diferencia de los mecanismos formadores de las psicosis, que es la forclusión de los significantes del Nombre del Padre, en el autismo la forclusión es secundaria a la aversión. Lo que queda aversionado, recusado en este girar la cara y mirar hacia otro lado, es todo significante. Es el significante en cuanto tal, su función. Los significantes paternos son un conjunto de significantes dentro de la batería significante, en posición paterna.
 
-En la psicosis hay entrada e inscripción del significante, pero no los paternos.
-En el autismo, la aversión es ante cualquier elemento que provenga del lado del Otro, que corra el peligro de ser significante y significativa para él.
 
Hagamos un punteo de las pulsiones. Tomaré los textos de Freud: Proyecto de una psicología para neurólogos (1895), Pulsiones y sus destinos, 3 ensayos para una teoría sexual, Más allá del principio del placer, y de Lacan voy a tomar el Seminario XI.
 
¿Qué es la compulsión a la repetición o este deseo persistente de sostener la igualdad en todos los aspectos de la vida? ¿Qué relación tiene con el juego, donde se elabora el principio del placer?
 
Para hablar de las pulsiones, me gustaría decir que las pulsiones son ficciones que deben construirse. Ficcionalizan lo real, intentan hacer una ficción de lo real, que por definición no tiene representación posible. Las pulsiones no son naturales, no hay nada de natural en la pulsión humana. Freud dice que las pulsiones tienen 4 elementos que son disyuntos, ligados entre sí por un montaje, que Lacan dice es una suerte de collage surrealista. Solo el principio del placer puede hacer algo con eso para introducirlo en la significación fálica compartida y decir algo de lo que está ocurriendo en los circuitos pulsionales.
 
Los 4 elementos de la pulsión son la presión, la fuente, el objeto y el fin. Son disyuntos porque la intersección da igual a cero. Es decir, no hay intersección posible ni relación entre ellos.
 
La presión (drang) es es el elemento por el cual decimos que la pulsión es una fuerza constante. Que sea un elemento constante quiere decir que no hay diferencias en esta fuerza, no hay discontinuidades ni interrupciones. Es un continuo constante, definido por Freud como un esfuerzo a la descarga. No es la descarga, sino el esfuerzo de descarga. Solo la presión funciona a partir de estímulos externos, no internos. Esto quiere decir que es a partir de la oferta que hace un Otro real, de quien hace falta la presencia para que del lado del niño comience a construirse y a desarrollarse esta presión de la pulsión. No se trata de un esfuerzo por satisfacer una necesidad, porque las necesidades son internas. Mientras que en la pulsión la presión es constante, en el instinto hay ciclo y diferencia. La presión es un lazo que va y viene, sin separarse de la fuente.
 
La fuente de las pulsiones son las zonas erógenas, las partes del cuerpo que por sus agujeros permite a esta energía y a esta fuerza armar un borde a su alrededor. La presión es un lazo que va contorneando, intentando encontrar el objeto, e inunda al alcanzarlo.
 
La meta no es la satisfacción, al contrario de lo que suele decirse. Si fuera así, el concepto de pulsión quedaría cercano a la biología. No se trata de que el fin sea la satisfacción, alcanzar el objeto, sino que se trata de poder llegar a articularse en un lenguaje, en un decir, en un significante, en fonemas, en palabras. El fin es la articulación, articularse en un decir. Para ello, hace falta un cierto trayecto, un cierto circuito. El fin de la pulsión es turístico, es pasear. La descarga no es a través del objeto. Si hay alguna descarga posible es en la articulación a la palabra. Es a partir de que algo pueda llegar a resonar en un cierto decir para Otro. Hay una cita de Freud de Proyecto…, en la parte 3:
La descarga se articula en palabras en tanto el objeto no puede ser alcanzado. 
Está hablando del das-ding.
 
Entonces, el fin es la articulación en decir, una articulación significante en tanto el objeto no puede ser alcanzado.
 
El tercer elemento es el objeto. Freud dice que “el objeto no es el objeto”. No se trata del objeto de la necesidad ni del instinto. El objeto no tiene importancia en sí mismo, puede ser cualquiera. Lacan dice que el objeto se trata del trayecto, del movimiento, del tour que contornea, del circuito, de haber borde, de hacer límite, de hacer bucle, de girar. Ese es el objeto, el retorno a la fuente. En este trayecto, con lo que vaya enganchando del Otro, intentará articularse en un cierto decir.
 
En la experiencia analítica, sobre todo en las neurosis, nos encontramos con que siempre hay algo imposible de descargar. La palabra, si bien permite una cierta descarga, no lo permite totalmente. Eso imposible de descargarse está el más allá del principio del placer, como por ejemplo el que Freud nos habla a partir del fort-da, este juego al que él le pone ese carácter en estas acciones de su nieto.
 
El principio del placer es una legalidad de funcionamiento del aparato psíquico, cuya función es la homeostasis por la palabra. Las pulsiones representan parcialmente la sexualidad, porque representar totalmente la sexualidad llevaría a la muerte. Una definición posible de la pulsión es que es una fuerza constante que no entra en el principio del placer.
 
Hay tiempos de la pulsión, definidos según las voces gramaticales. En el tercer tiempo, que Lacan retoma, es donde surge el sujeto.
 
Caso clínico. Franchi, el castillo del capitán.
Franchi llega al consultorio con sus padres a mediados del 2008, una semana antes de cumplir 3 años. Dicen que recibieron de regalo un diagnóstico de autismo realizado por la psicoanalista, que decide no tomarlo en tratamiento, derivándome el caso. Además, traen 2 diagnósticos de TGD del tipo autista: uno de la psiquiatra infantil y otro de la neuropediatra, realizado en prestigiosas instituciones de Buenos Aires, que descartan que haya organicidad sobreagregada específica.
 
Luego de las entrevistas preliminares con Franchi y sus padres, la neuropediatra, el psiquiatra infantil y el personal del jardín, ratifico el diagnóstico de autismo. Les aclaro a los padres que quizá tengamos la oportunidad de modificarlo y equivocarlo a ese diagnóstico, si están dispuesto al largo e incierto camino de apostar a suponer del lado de Franchi un sujeto a escuchar, aunque aún no diga palabras, grite y pegue alaridos, los cuales pueden ser estremecedores e insoportables. Se agita, mueve sus manos, cada vez que hablo interrumpe su quietud. Se balancea sin motivo, sobre todo cuando ellos o cualquier persona intenta acercarse o hablarle. No deja que lo toquen, se enoja todo el tiempo o se queda ausente e indiferente mirando “el más allá” (según los padres) durante horas. Se tapa los oídos para que nada de lo que le diga le entre. Se niega sistemáticamente al encuentro de miradas, a responder cuando se intenta conectar con él; no así cuando s e trata de satisfacer sus rutinas o sus necesidades. Parece estar obsesionado por girar, golpear, tirar objetos o girar su cuerpo como si fuera un trompo viviente.
 
Los diferentes aspectos de su desarrollo y los circuitos de intercambio entre ellos y él no fueron fáciles. Siempre todo resultó difícil, incomprensible e ininteligible. Todos los aspectos de su vida están ordenados por leyes no comunes. Todo intento de regular simbólicamente, introducir un ordenamiento común en la cotidianeidad parece imposible para esos padres, tornándolos impotentes, con lo cual se declaran casi vencidos. La tristeza parece infinita, se sienten rechazados. Prefieren no hablar y abrir estos sentimientos para no caerse. Lo peor es que no saben por qué esto es así; nada se les ocurre al respecto.
 
Comienzo a trabajar con ellos e iremos juntos construyendo la modalidad de trabajo y aceptan la propuesta. Vamos a ver los inicios del tratamiento con Franchi. Hoy ya no está autista y aún continúo tratando a este niño que hoy tiene 14 años. Quiere ser un youtuber y hacemos videos. Se siente muy reconocido y amado por los suscriptores que tiene su canal. Tiene una facilidad y una creatividad enorme para crear sus propios videos. Él hace collage, tomando retazos de videos y con su celular hace uno. Esto le permite hacer lazo con otros pibes y estamos tratando de que los padres lo manden a un taller para poder hacer de esto una herramienta. El rasgo son ojos enormes que lo miran. Él selecciona imágenes donde aparecen ojos que saltan y al aparecerse en la imagen producen un impacto donde nos hacemos los asustados. Lo que tiene por característica es que te tomar por sorpresa, desprevenidamente. Si uno escucha y lee los testimonios de ex autistas, aparece esto del terror y el pánico a lo inesperado, una presencia inesperada.
 
Vayamos para atrás. En todo el tratamiento, el psicoanálisis permaneció en interdisciplina con otros tratamientos que iban cambiando. Se trabajó en el mismo tratamiento, 2 veces por semana, con los padres, sobre la historización, de simbolización sobre lo filogenético y lo del día a día, los aspectos de crianza. Con el tiempo, hubo alguien con intención comunicativa, deseosos de la palabra.
 
Quiero leer como eso que gobierna por fuera de la palabra y gobierna la actividad del niño y todo su ser también tiene un lugar en el discurso en el vacío de la significación. Eso por fuera de la palabra, que no es una significación autorreferencial como encontramos respecto a la psicosis en la infancia. El enigma es patognomónico del autismo, la pregunta que es por qué. Enlazar eso al principio del placer, es decir, que la pulsión quede articulada. La pulsión es la pulsión de muerte; lo que vivifica a la pulsión es el principio de placer. La pulsión de muerte, en cambio, es el más allá del principio del placer. Eso que no llega a articularse el principio del placer busca articularlo.
 
Enlazar el principio del placer desde el trabajo con los padres, apostando a hacer de eso que se repite un juego posible, es la finalidad de la intervención.
 
En el caso de Franchi, cuando con los padres se empezó a construir un cierto mito conjuntamente, es decir, alguna representación o representante posible para ese no saber por qué, empezaron a aparecer cuestiones del gran susto que implicó la llegada de este niño por determinadas coordenadas particulares para este niño. La posibilidad de ir relacionándose a partir de significantes, hizo que inclusive la relación con el niño comenzara a ser placentera para ellos.
 
La madre dice que “el parto fue complicado, estaba con doble circular de cordón, usaron fórceps para sacarlo. Nació con una cabeza girada, pobre, hizo solo todo el trabajo. Se le complicó la salida”. La misma semana del parto, operan a una hermana mayor de cáncer y le vacían el útero. Esta hermana es la tía grande de Franchi y ocupa un lugar materno para su hermana. Es la madre de la madre, ya que un año antes del nacimiento de Franchi muere la madre de esta madre. Se trata de una pérdida que aún le duele. Ambas eran muy unidas y que el embarazo le costó muchísimo por esta pérdida, lo mismo que el parto. Ella dice que no se recupera de esa tristeza, que aún le hace falta la madre. Es decir, es la madre la que le hace falta a la madre y no el niño.
 
Todo lo que escribe Freud acerca de las pulsiones está armado alrededor de las neurosis. El catálogo de las pulsiones es para el modelo de las neurosis. En el autismo y en las psicosis tenemos que pensar qué ocurre con estos tiempos pulsionales, donde para poder mirar hace falta ser mirado. Yo creo que en realidad hay 4 tiempos pulsionales, o quizá un primer tiempo desdoblado en dos: del lado del Otro y del lado del niño. El primer tiempo en Freyd y en Lacan es “mirar”, pero para poder mirar hace falta primero haber sido mirado por el Otro.
 
El segundo tiempo es mirarse, que es mirarse como me miraron, es el tiempo del narcisismo, el tiempo del espejo. Ahí uno mira lo que lo miran, por eso refleja. Miro la demanda del Otro, miro las representaciones que tiene el Otro acerca de mi, ese es el espejo.
 
El tercer tiempo, donde tanto Freud como Lacan ubican el nacimiento del sujeto, es un tiempo paradojal, porque es el un tiempo donde se hace objeto del Otro y ahí ubicamos la construcción de un fantasma posible. Entonces, a la pregunta por qué me quiere, qué soy, cuál es el discurso hacia mí en relación a su deseo, me hago activamente sujeto para no correr peligro. Es hacerse objeto del Otro y este es el trabajo del juego.
 
El juego es hacerse objeto del Otro sin correr peligro de objetalización real. “Como si fuera…”, ese susto del Otro, Franchi fue ese gran susto, frente a una mujer cuya maternidad se complicó porque todavía no había podido dejar de ser hija doliente, extrañando a su madre. Ella dice “Para mí es tímido, tiene una especie de nostalgia”.
 
La mayoría de los autores coinciden que en el autismo hay algo que se complica respecto a lo pre-especular. Justamente, en este tiempo es donde se juega el haber sido mirado y mirar al Otro para poder, entrado en el espejo, mirarse en Otro. A esto, hay autores que lo ubican por las fallan en la alienación. Una alienación imaginaria o una alienación simbólica. Yo no me animo a decirlo aún, pero hay entradas y hay salidas. Hay alienaciones y hay separaciones y esto es lo que me enseña la clínica, los colegas y la bibliografía.
 
El niño autista no mira que no hay mirada. Hay una mirada organizada de otra manera, una mirada puesta al servicio del no encuentro, del no mirar y del no ser mirado. Entonces, ¿Qué le devuelve al Otro? En transferencia, hay que suponer que el lazo que el niño nos hace soportar es directamente proporcional a un cierto decir. Esto hay que suponerlo para hacer de la pulsión algo que pueda derivar, filtrar, incluirse o articularse en el principio del placer. Se trata de suponer un siempre decir. Son construcciones psicoanalíticas, intervenciones que pueden llegar a tener efectos de interpretación sin ser interpretaciones, hechas de retazos, que uno pone a prueba a partir de introducirla en un juego posible de ser jugado a partir de restos de lo visto y lo oído en las entrevistas con los padres, de lo que el niño va produciendo. No son intervenciones calculadas, porque solo se calcula el efecto a partir de la respuesta que produce. A veces el enlace es de los padres al niño, pero a veces es del niño a los padres. Uno muchas veces repregunta a los padres y encuentra una significación de lo que ocurrió con el niño en la sesión y que, sin ser del orden de la palabra, algo le dijo a uno.
 
Cuando Franchi empezó a venir era puro grito y alarido. Estaba frente a la ventana mirando las nubes y el movimiento de los árboles. Si yo me acercaba, él se alejaba. Yo lo que hice fue seguirlo. Kahner decía que el niño puede rozar los objetos y hay ahí una gran llave. En la segunda sesión, veo que mira de refilón, como rozando la mirada por un castillo, que era un juguete que estaba ahí. Me acerco al castillo, ese que él había tocado con la mirada. Yo sentía esa mirada de refilón, es decir que él miraba lo que yo hacía pese a que no dar vuelta la cara. Yo paso los ojos por ahí y hago una suerte de caminata. Empiezo a entonar una melodía y a tocar ese castillo. Él se había quedado ahí, el alarido y el grito no quedó en esta fuerza constante sin parar. Paró, hizo una pausa, un punto. Ya estamos hablando de lenguaje. Para mi sorpresa, escucho un grito modulado, que no era ese grito permanente que se escuchaba a tres cuadras de distancia. En estos casos, es todo el cuerpo una zona erógena que no se parcializa, buscando algún límite posible.
 
Era otro grito, con otra entonación. Reconocía otro tono, otra postura. Al principio pensé que fue por azar. La pulsión goza. El principio del placer es el que permite que se goce menos, porque hay pérdida. En la pulsión no hay pérdida, se presentifica lo perdido. El principio del placer es el que se ocupa que haya resto, que no todo se llegue a articular. Repito lo del canto. la repetición simbólica es la repetición que hace la diferencia. la repetición de la pulsión es la repetición de lo real, es lo que no hace diferencia.
 
Vuelvo a cantar y él hace otro grito. Esto ya empezó a hacer un juego. En una de las sesiones, cuando él ya tenía 10 años, le pregunté si se acordaba las primeras veces que vino cuando era chico, si recordaba lo que jugábamos. Él me dice que si: que jugábamos al juego del miedo. Actualmente este tratamiento está en curso. Actualmente él va a la secundaria, lee, escribe, tiene amigos, y es muy emocionante el recorrido que fuimos haciendo. 

sábado, 7 de diciembre de 2019

¿Qué son las representaciones cosa y las representaciones palabra?

Hoy vamos a seguir hablando de los componentes básicos que constituyen al aparato psíquico. En la entrada anterior vimos que se trataba de representaciones, huellas mnémicas e investidura. Esta vez agregaremos los conceptos de representaciones cosa y las representaciones palabra.

Toda huella mnémica tiene investidura: representacion y huella mnémica no son términos separados. La huella mnémica es una representación que ha transformado permanentemente al sistema; tiene fuerza, capacidad dinámica. Por eso, el aparato psíquico no es una colección de fotografías, sino una estructuración de informaciones que tiene fuerza. Esas huellas mnémicas, representaciones e investidura se dividen fundamentalmente en 2 clases: representaciones cosa y representaciones palabra.

Representaciones cosa. Es la traducción en español de sarvorstellung dingvorstellung Llegan hasta la represión primaria





O sea, el ello, que es la parte más basta del aparato psíquico está constituído por representaciones cosa. Las representaciones cosa son aquellas representaciones preconceptuales, constituidas por restos perceptivos directos.


Por ejemplo, lo más básico que un chiquito tiene de lo que come llega a decir en los primeros balbuceos "teta" ó "papa" a todo lo que ingiere y le pone el mismo nombre. Es una clase amplia de lo que ingiere. Esa palabra, aún siendo un balbuceo, no es un concepto, sino que abarca todo lo que el niño ingiere. O sea, es representación cosa. Piaget decía que es la idea de todo lo chupable, todo lo comible. Esa es representación cosa.


El fonema es el sonido, que remite a una idea. La idea es la extensión perceptiva. No hay que confundir fonema "papa" con la idea que tiene un chiquito de todo lo que entra en la boca, agrupando una cantidad de percepciones directas. Esas percepciones directas son justamente lo que llamo restos perceptivos directos y no son conceptos. El concepto sería, por ejemplo: leche, carne, pollo, pescado... El concepto implica discriminación de clase. Lo comible de los primeros meses, en cambio, es resto perceptivo directo. Para el niño, todo es chupable y metible en la boca y entonces hay que sacarle algunas cosas, porque el niño se mete todo en la boca. Cuando el niño que crece, él puede llegar a decir "papa", por ejemplo, pero ahí ya tiene la clase concreta, porque apenas tiene prensión se lo mete en la boca. En cualquier juguetería vemos que algunos juguetes alertan del peligro para niños menores de 3 años porque contiene partes pequeñas que se pueden tragar. El niño pequeño no tiene la clase concreta de que algo no es metible en la boca.


Las representaciones cosa tienen clase concretas. Son restos perceptibles concretos. De esas representaciones concretas, hay algunas especiales donde se han cruzado fuerzas corporales importantes, como necesidades corporales que se han cruzado con experiencias reales provenientes del exterior. Por ejemplo, hambre se puede cruzar con la satisfacción del pecho, de la comida que da la madre y se han constituido en vorstellung representanz das trieb, en castellano, pulsiones.


Las pulsiones, dentro de las representaciones cosa, tienen un estatuto particular. Son un pequeño andamiaje complejo. Tiene fuente, fin, objeto (siempre parcial) y otra investidura particular que se llama drang. El drang es una investidura que puja compulsivamente, como si fuera un instinto. Todo junto, vorstellung representanz con sus componentes, ha sido traducido como "pulsión". Equivocadamente, Lopez Ballesteros la tradujo como instinto. Esto ha sido salvado en otras traducciones más finas como pulsión. Pulsión es un concepto muy compejo dentro de las reprentaciones cosa y son los componentes esenciales del ello.


Todas las pulsiones son representaciones cosa, pero no todas las representaciones cosa son pulsiones. La pulsión es aquella exigencia del cuerpo que hace el psiquismo. Necesidad corporal cruzada con estímulos externos. Por ejemplo, el hambre con la experiencia de satisfacción, ahí se constituye la pulsión sexual agresiva oral. Todos estos estratos del cuadro dan pulsiones distintas, que son representaciones cosa, pero complejas.


Por otro lado, entre los componentes de la pulsión también está la cuota de afecto (afektbetrang). El drang, que es el empuje de toda pulsión, desarrolla afectos. De esta manera, los componentes de la pulsión son fuente, objeto, fín (meta), drang (empuje) y cuota de afecto.

La investidura de la pulsión se llama drang y esto hace que empuje compulsivamente, a diferencia de la investidura de cualquier otra reprsentación cosa, que exige un trabajo al psiquismo pero no de manera compulsiva. Lopez Ballesteros la tradujo como instinto porque el drang opera como si fuera un instinto, pero no lo es. Una vez sobreinvestido todo lo que se ha podido y establecida la represión primaria, se establecen las estructuras secundarias: yo y superyó. Las dos son representaciones a predominio conceptual verbal, es decir, las palabras remiten a conceptos complejos, como lo señalan los lingüistas, conceptos a ramificación complejos, pero son conceptos. Recién ahí esas representaciones se llaman representación palabra y tienen investidura, que como dijimos, son fuerza. 

La fuerza de estas significaciones, de las representaciones palabra, es ligada. Cada concepto tiene energía ligada, por más complejos que sean los conceptos tienen energía ligada, tónica o fija. En cambio, las representaciones cosa, ya sean drang o investiduras tienen energía móvil, es decir, no es ligada. Por eso las leyes del inconsciente son desplazamiento y condensación y obedecen al principio del placer.



En cambio, la energía de la representación palabra, al ser tónica, fija o ligada, obedece al principio de realidad. O sea, a las leyes sintácticas, semánticas, lógicas y al examen de realidad.


Todo en el aparato psíquico es dinámico, aunque la dinámica de las representaciones cosa y palabras sean diferentes. La metáfora qye podemos usar es que esta es una máquina viva, que vive en nosotros, con una organización especial en cada estrato. Han habido sobreinvestiduras en los estratos, de manera que si un estrato es sobreinvestido mayormente por otro, deja pocas fijaciones en el primero. Todo depende, en parte, de la cantidad de sobreinvestiduras de estrato y la cantidad de fijaciones que cada estrato haya dejado detrás, hasta llegar a represión primaria, donde se juega la totalidad de sobreinvestidura que se efectuaron y ya quedan jugadas la huella mnémica de fijaciones que quedaron aquí. Para cada uno de nosotros hay una huella digital de fijación.



El análisis sobreinviste con trabajo analítico estas huellas fijadas. Estos aspectos del aparato psíquico cson básicos y de alguna manera es lo más desconocido de Freud por parte de los psicoanalistas. Paradójicamente, esto ha sido atacado por todos los post freudianos. Con la metapsicología vamos dando cuenta de cómo funciona el aparato psíquico en términos tópicos (donde se inscriben las representaciones cosas: en el ello), el aspecto dinámico (movimiento de la energía) y el aspecto económico (el principio del placer inconsciente). Esto repercute en la clínica y no se puede entender la psicopatología ni el proceso psicoanalítico sin entender esto.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Sufrir sin palabras: qué-hacer en la clínica.


Notas de la conferencia dictada por Vanesa Starasilis en Institución Ulloa, el 14/03/2019

El psicoanálisis tiene un gran desarrollo teórico, fundamentalmente para lo que tiene que ver con las neurosis de transferencia. Pero para aquellas neurosis no subsidiarias del inconsciente y aquellas aquellas presentaciones que no siguen los andariveles del significante, encontramos un déficit en lo que se refiere, por ejemplo, a:
  • Acting out.
  • Pasaje al acto.
  • Ataque de pánico.
  • Trastornos de la alimentación.
  • Psicosomática
En estas presentaciones clínicas seguimos los desarrollos de Freud y Lacan, como en texto Recordar, repetir y elaborar o el texto de 1895 donde Freud hace un listado extensos de las patologías que se presentan como lo que conocemos como ataque de pánico, aunque no vayamos a encontrar un seminario entero, como el que Lacan consagra a la angustia. 

Todos consensuamos en las tres estructuras y sus operaciones fundantes por la cual se convierten en dichas estructuras: psicosis (forclusión), perversión (renegación) y neurosis, que tiene como operación fundante la represión. Sin embargo, hay neurosis que pese a que su mecanismo fundante es la represión, no están exentas los episodios de forclusión o de renegación. Diría que en toda neurosis podemos esperar renegación y forclusión. Sucede que estas no son las operaciones que las fundan, pero hay episodios de forclusión y renegación. En algunas neurosis, la forclusión y la renegación predominan más que en otras y esto determina la gravedad del caso. Pero en toda neurosis vamos a encontrarnos con renegación y forclusión.

Si hablamos de represión, lo que tenemos resultado es la otra cara de la moneda, que es el retorno de lo reprimido. Es lo que queda articulado en las formaciones del inconsciente: síntoma, chiste, sueño, lapsus, olvido, acto fallido. Estamos en el terreno de lo inconsciente, en el terreno que aprendimos que está estructurado como un lenguaje y que entonces la función del analista allí es descifrar e interpretar lo que aparece cifrado en la formación del inconsciente. El paciente se pone a asociar, aunque se resista un poco hay que insistir y esperar. El inconsciente trabaja cifrando lo que queda fuera de la consciencia y la función del analista es descifrar esa cifra para que el sujeto se entere.

Freud supo de entrada que no todo paciente tenía la presentación de las formaciones del inconsciente, cuando se topó con la pulsión. Habló de la pulsión de muerte, del más allá, del agieren (algo se detiene en la cura y el sujeto en lugar de recordar actúa), la reacción terapéutica negativa. Son los límites al significante que Freud encontró y que hay que recorrerlos. ¿Qué abordaje hacemos los analistas cuando la presentación viene vía pulsión? Freud dice en El yo y el ello que la pulsión tiene 2 modos de llegar al yo: a través del ideal del yo y otra que es directamente. Cuando llega a través del ideal del yo, la pulsión está enlazada al deseo. De esta forma, uno podría tomar una copa de vino con un amigo, en un lindo paisaje escuchando música. La pulsión está en juego: la oral, la voz, la mirada… Pero está articulada a un deseo. No es lo mismo que bajarse la heladera. En este último caso, se trata de la pulsión que barre con la función reguladora del yo. ¿Cómo abordamos esos casos donde lo pulsional es lo que está en juego, sin que muchas veces esté advertido por el sujeto? Diría más, en el momento en que está sucediendo, el paciente no piensa y a veces ni advierte estar tomado por la pulsión.

Entre los 4 elementos que Freud menciona de la pulsión, está el drang, el empuje. Cuando está articulada con el deseo, la pulsión se articula a los otros elementos. En estos casos lo que vemos es puro empuje, puro drang, fuerza, empuje.

Caso.
Celeste (24) es lic. en ciencias económicas. Trabaja en la oficina de una pequeña empresa desde hace muchos años, desde que era estudiante. Hace tareas de contadora y administrativas. Se recibió joven y mantiene el mismo sueldo y categoría de antes de recibirse. Ella consulta por su relación con los varones: nunca tuvo novio y es virgen. Dice que durante la facultad no le interesaba conocer varones, pero ahora no puede entender por qué nadie se fija en ella. Se pregunta qué hace mal, qué es lo que pasa. El tema “me desespera”, dice. Esa desesperación es muy notoria. Habla haciendo movimientos con la cabeza, las manos, el cuello. Es verborrágica, parece que se estuviera ahogando, tiene un tono de voz muy elevado. Es muy difícil seguirla en lo que dice, aunque insiste que este tema la desespera, que nadie le dé bola. 

Refiere también ser muy desorganizada, con grandes problemas para llegar en horario -en efecto, no hay vez que sea puntual en la sesión, siempre llega tarde-, no sabe por qué pierde el tiempo, deja todo para último momento, vive en la casa con la hermana y la madre y dice que la casa es un caos. Está todo desorganizado, platos sucios, ropa tirada. Ella duerme en un dormitorio-pasillo, donde hay que atravesar su dormitorio para pasar al otro. Ese dormitorio no tiene puerta, se rompió una vez y quedó así. Su desorganización, desprolijidad y desorden también se hacen ver en su aspecto. No es algo bizarro, pero hay algo desacomodado, desalineado, desprolijo.

¿Cómo hacer entrar en la palabra lo que está en el cuerpo? Ella viene por su desesperación que no encuentra un hombre y yo me encuentro apenas ver con una cuestión mucho más compleja. No hay registro de eso ni está articulado a la palabra, pese a que está presente en el cuerpo. 

El trabajo analítico permite el despliegue de su historia, también muy caótica. Los padres se separaron cuando ella era muy chica. Son 4 hermanos, al padre ella lo define como desastre, que es un significante que va a aparecer. El padre vivió siempre colgado de su propia madre, la abuela. Cuando se separan él se va a vivir a lo de su propia madre y no se le conoció una relación con otra mujer. Cuando muere esta abuela la casa se cae abajo, dice ella, hay cable colgando, agujeros, todo despintado. La madre tiene pareja y prácticamente vive afuera, mientras en la casa quedó viviendo ella con sus 3 hermanos.

Tiene una mala relación con la hermana, a la que diagnosticaron como esquizofrénica. La relación pésima tiene que ver con que Celeste le toca las cosas: ella se mete en el dormitorio y le quita una remera, una bufanda y lo que Celeste dice es “Es una tentación, no puedo dejar de hacerlo” y más bien pasa a quejarse de esta hermana, de cómo se va a poner así porque le saca un par de medias. Le señalo que la hermana le está diciendo “no”. Se lo señalo porque es algo que no funciona en ella y efectivamente ella me dice “no tengo límites”. Come sin parar, se vuelve insistente con los varones, sobre todo cuando estos varones muestran indiferencia. A medida que va transcurriendo el análisis, ella empieza a conocer varones y a salir con ellos. Tiene relaciones con varones, pero con ninguno se arma nada del amor. Son relaciones de uno o dos encuentros.

De su historia familiar, dice que de pequeños quedaban muy a la deriva. Los padres se iban y ellos se levantaban a cualquier hora. No había nada organizado para comer, peleaban, volaban tenedores, rompieron un ventanal… Todo caos y desborde. Todo drang. Por todos lados aparece que no hay límites. Ella empieza ubicar que no puede aceptar un “no”, empieza a ubicar que ella es ansiosa, que la desesperación que ella tiene en relación a los varones tiene que ver con eso. 

Con los varones, tiene una particularidad: cuanto más indiferentes, más insiste. Ella recuerda que de niña ella llegaba a la escuela ella quería acercarse a esos compañeros que formaban un grupo cerrado, “populares”, que no le daban bola. Ella insistía una y otra vez con esos compañeros. A medida que vamos trabajando, esa desesperación insiste cuando aparecen los hombres. Ella se pone a ver qué hacen, si tienen novia, con quiénes estuvieron, los investiga. ¿Por qué no me eligen? se pregunta. La respuesta que ella arroja es “soy un desastre”: llego tarde a todos lados, mi habitación es un desastre, la casa es un desastre, no puedo hacer una dieta. 

Mis interveneciones, hasta ese momento es armar una lógica, porque no hay nada que descifrar. Hay que armar qué la lleva a Celeste a la desesperación, a sostener y a garantizar que no la elijan. Ella va a al lugar donde no va a ser elegida, como pasaba en la infancia con los compañeros que elegía. Ella va hacia el que de entrada le dice que no. En esto casos hay que construir una lógica que nos permita entender qué se armó allí, para empezar a desarmar y a abordarlo. ¿Qué es este ser desastre? ¿Qué es este por qué no me eligen? y ¿qué es esta desesperación/ansiedad?

En estos casos no subsidiarios de las formaciones del inconsciente me ha servido mucho hacer un planteo teórico que Lacan toma en relación a la anorexia y a la psicosomática: la alienación y la separación.

Hay 2 operaciones que Lacan plantea como fundantes de la estructura neurótica: la alienación y la separación. Nos plantea Lacan que el infans cuando llega al mundo no es un sujeto. No tiene ninguna posibilidad de existir, de sobrevivir a la jungla del lenguaje sino es arrojándose al campo del Otro. Debe tomar del Otro algún significante que lo nombre, de tal forma de ser algo. Tiene que ser algo primero para el Otro. A esa primera operación, Lacan la llama alienación, o sea, un movimiento del sujeto al alienarse al campo del Otro. Podemos pensarlo como el Otro materno, donde el sujeto necesita alienarse para sobrevivir. El Otro le aporta un sentido, un significante que le dé existencia. Ese significante que el Otro aporta es cualquiera: qué tranquilo, qué divino, qué hermoso, qué inquieto, qué parecido a mi suegra. Son los significantes primeros que le dan un lugar a este sujeto. Lo que sucede, dice Lacan, es que este infans antes de alienarse que “no era”, cuando es nombrado por el Otro y el Otro le dona un significante, tamṕoco “es”, sino que queda representado por el significante. Esto es lo que se quiere decir cuando el sujeto es pura falta en ser y que eventualmente está representado.  Si no estuviera representado y en realidad fuera, no sé qué podríamos hacer los analistas. Los pacientes nos dicen “soy así”, “no soy lo otro”. Pero nadie es, sino que está representado por determinado significante. El sujeto está representado y no es, esa operación Lacan la llama afánisis: es la desaparición del sujeto, que desaparece tras el significante que lo representa. 

La segunda operación es la separación. Lacan dice que el sujeto, agarrado hasta ese momento al Otro que le aportó los significantes que lo representan, el sujeto lee en los intervalos del discurso del Otro que la cosa no es compacta y que el Otro está también en falta, que no sabe todo. Que el otro dice una cosa y quiere otra. Es el famoso “che vuoi?”, qué me quiere. “Me decís esto, ¿pero qué querés?”. El Otro, en el mejor de los casos, muestra ese intervalo, no es compacto en su discurso. En ese intervalo recorre el deseo del Otro. 

Lacan dice que la respuesta que la respuesta da a ese deseo del Otro es su propia pérdida. Le formula al Otro “¿Puedes perderme?”. El sujeto se ofrece como el primer objeto a restarse del Otro. El sujeto se resta del Otro, sino quedaría alienado, ofreciéndose como pérdida, pero haciéndole falta al Otro. Esto lo subrayo por el caso que estamos viendo. Se resta del Otro haciéndole falta. Se separa del Otro haciéndole falta. Es la fantasía de los niños, por ejemplo, de que mueren cuando se enojan con la mamá para joderla y se imaginan a la mamá sufriendo. Se restan de la madre, desaparecen y Lacan dice que responden con lo que saben, que es su propia desaparición. Se restan del Otro, pero haciéndole falta, cavándole un agujero. Los niños que se van de los padres con la confianza de que pueden faltarle al Otro. Hay niños que no tienen esa confianza. 

Agrego una cosa más a la alienación-separación: lo que sucede luego en las neurosis es que el sujeto queda identificado al objeto que restó.

De los fracasos parciales de estas 2 operaciones fundantes de la estructura, Lacan dice que se puede pensar a la anorexia y a la psicosomática. La anoréxica adulta se queda intentando desaparecerle al Otro, haciéndole falta al Otro hasta el punto de desaparecer con su propia muerte. 

Cuando Celeste dice “¿Por qué no me eligen?” lo vamos a traducir como “No puedo hacerle falta al Otro”. Lo que  Celeste la desespera es no hacerle falta al Otro. No hacerle falta al Otro no tiene que ver con cualquier varón, sino el Otro edípico de su infancia. La respuesta que ella se daba es la misma que había tenido en su historia edípica: soy un desastre. Lo que encontraba con los varones era esto: como soy un desastre, no logro hacerle falta a nadie. Esta es una respuesta fantasmática, porque esta operación de alienación-separación dan lugar al fantasma. Se trata de la respuesta que ella encuentra al deseo del Otro: soy un desastre.

A medida que el análisis avanza, la letra de “El desastre” venía por el lado de que cuando ella le dijo al papá que venía a estudiar ciencias económicas y se trataba de la primera en la familia que iba a seguir una carrera universitaria, el papá le dice “¿Esa carrera para hacerle el juego al imperialismo?” Un 31 de diciembre, ella va a la casa del padre, él le pregunta “¿Para qué te vestiste así?”. Siempre la mirada que obtenía del Otro era la del desastre. Ella siempre estaba equivocada. 

Por el lado de los varones era muy complejo, porque durante muchísimo tiempo ella era rechazada. Nosotros trabajábamos que ella siempre iba a donde ya sabía que iba a ser rechazada. Nos metimos a trabajar por el lado del trabajo, porque ella estaba recibida y no la ascendían de categoría. También habían temas con la comida, la verborragia. A veces yo no podía seguirla cuando hablaba. Yo le hacía un gesto con las manos como para que hiciera pausa a esa pulsión, a ese drang. La hacía esperar unos minutos, para darle tiempo. Aparece lo pulsional, muy ruidoso pero mudo, porque no habla de eso. Sufrimiento sin palabras, esta es la pulsión. 

En esta paciente vemos que aparece la pulsión, pero no del todo bien constituida. Por ejemplo, era muy torpe y se llevaba todo por delante, cosa que también pasaba en el consultorio con las sillas, el escritorio. No como en los pacientes gravísimos, pero había algo no bien organizado. 

La ansiedad. ¿Cómo pensar la ansiedad desde el psicoanálisis? No se trata de la ansiedad ante un examen, mudarse o antes de casarse. Esa es una respuesta casi fisiológica ante un peligro. Una vez que pasa el hecho, esa ansiedad desaparece. No es la ansiedad que nos interroga en la clínica: esto es casi lo que Freud llamó apronte angustiado y cuando pasa el acto, se pasa. La ansiedad de la que quiero hablarles es de la ansiedad masiva, la que toma al sujeto y es el rasgo que lo caracteriza. 

La ansiedad es distinta a la manía. En la manía, el sujeto siente una liberación tremenda, siente que se lleva al mundo por delante, no para de hablar, no para de moverse y está exultante. 

La que teorizó la ansiedad fue Melanie Klein. Ella dice que la ansiedad en la infancia se despierta cuando la excitación libidinal corre el peligro de no ser satisfecha por el otro. Plantea la ansiedad vinculada al peligro, como para cualquier tipo de ansiedad. Pero además plantea a la ansiedad vinculada con la excitación libidinal, que traducimos como pulsión y cuando hay un Otro que no puede responder a esa pulsión. 

Las pulsiones tienen que estar intrincadas unas con otras para que la cosa funcione bien. Cuando están intrincadas la pulsión de ver, con la pulsión oral, con la voz, la pulsión se enlaza al deseo. Para estar intrincadas, cada pulsión tiene que estar organizada y para ello la pulsión no puede ser un puro drang. El drang es es uno de los elementos, la fuerza de la pulsión, pero necesita de los otros elementos. Necesita que haya un agujero que tenga borde. Recuerden que el objeto es contingente, que el objeto obture momentáneamente ese agujero y que la pulsión haga su tour por ahí. La pulsión necesita estar organizada. 

En la ansiedad, lo que no se soporta justamente es el vacío. Entonces, la pulsión es puro drang, pura fuerza. No es que no hay agujero, sino sería una psicosis. Pero el agujero no tiene borde que recorte ese agujero. No está establecido el borde, porque está fallida esa primera operación que antes llamamos separación. Ese primer objeto que se ofrecía al Otro era el propio sujeto, tiene que haber una pérdida fundante que es el propio sujeto, ofrecido al lugar de objeto y caído de ahí para que haya lugar a otros objetos que vayan a parar ahí. Tiene que estar perdida la teta para que yo pueda disfrutar de un vino. Si la teta está muy presente, me bajo la botella. Tiene que haber un buen recorte, sino la pulsión funciona como drang.

A partir del trabajo de Celeste en transferencia, ella manda curriculum y consigue un excelente trabajo en una empresa mucho más importante en un buen puesto. Sus ingresos le permiten irse a vivir sola. Esto es algo que ella trabaja en análisis, porque en principio no era algo que ella ubicara, pero la casa era caótica. Al irse a vivir sola su casa nunca más fue un desorden. Por supuesto, yo ofrezco otra mirada que la del padre. Empiezo a señalar y ubicar que esta paciente se recibió con un promedio excelente, que consiguió un trabajo que está bárbaro, que vive sola y que no es fácil, que gana su dinero. ¿Dónde estaba el desastre? Empezar a ubicar una mirada que no la ubique en el desastre, significantes nuevos que no la representen como el desastre, sino de otra manera. 

Descubro que a Celeste le encanta la pintura, le encanta la fotografía, sabe idiomas. Ella hacía viajes divinos, empiezan a aparecer un montón de cuestiones que no estaban presentes porque ella estaba representada por este significante “desastre”, ofrecida como objeto al Otro como “desastre” y todo el trabajo era cómo abordar esto como para que esto comience a conmoverse y a caer. 

El abordaje en este caso es ofrecerle otros significantes. Siempre hay otros significantes y hay que apostar por esto. Es empezar a cuestionar el sentido cerrado que el sujeto trae que es ese objeto que lo representa. Hay que armar una lógica y aportarle un nuevo sentido para que tenga de donde agarrarse.

La otra cuestión fue frenarla un poco, que vaya más despacio. Cuando ella me hablaba rápido y la frenaba, ¿qué le decía? Que ella me hace falta, no como el objeto desastre. Como el objeto desastre, la puedo hacer esperar 2 minutos para abrirle la puerta. Ella hace falta cuando no hace consistir el objeto desastre. Podía largar ese objeto, habían otros significantes que la podían representar. 

Celeste llegó de vacaciones de un viaje precioso con una amiga. Por supuesto que seguía desesperándose por los varones. Vuelve de ese viaje y dice que está feliz, que la pasó bárbaro y que conoció a un varón y que flashearon amor, como ella dijo. Él se engancha con ella y ella con él y recorrió el país con él. Dice que pensó mucho en mí, porque él le decía “Qué tranquila que sos”. Hubo un cambio en lo pulsional. Ella no es el desastre y la pulsión logró organizarse cuando logró hacerle falta al Otro. 

Pregunta: ¿Qué podés decir de qué pasa cuando el Otro no posibilita un borde para la pulsión? ¿Cuál es la relación entre el desborde de la pulsión y el Otro, cómo participa?
El Otro se encarga de hacerle borde a la pulsión. En principio, hace surgir las zonas erógenas con las caricias, con el amor. El Otro introduce un borde, que es un borde al agujero, sino la pulsión no se organiza. Necesita de ese borde para organizarse. Cuando la pulsión no se organiza es porque ese borde no lo otorga el Otro. El no también es un límite que pone el Otro. Pensemos en una madre que le dice que no a algunas cosas y que si a otras. Si no hay “no”, tampoco hay “si”. La puerta del cuarto de Celeste también era un borde que no estaba. 

lunes, 17 de diciembre de 2018

El síntoma: Clase y lectura de “El partenaire síntoma” de Miller. (2)


La vez pasada vimos el capítulo 4 de El Patenaire síntoma de Miller, donde habla un poco de 2 concepciones del síntoma. Una era la del síntoma como metáfora, que es lo que vemos en la conferencia 17, y el síntoma como satisfacción pulsional, que es lo que veíamos en la conferencia 23 de Freud. Miller habla del síntoma como metáfora, ese que se puede descifrar, que es lo que hacemos nosotros al preguntarle al paciente qué se le ocurre y que asocie. Luego, lo que nosotros cernimos sobre aquello que puede llegar a ser síntoma. Una vez que hacemos la construcción del síntoma y pedimos que asocie. A partir de ahí empieza esa cuestión de la sustitución de un significante por otro. Pero está también esta otra orientación que, sin desconocer lo anterior en la clínica, apunta más a la satisfacción pulsional, que es el núcleo del síntoma. Si nos quedamos en la clínica del sentido de los síntomas, lo que ocurre es que no termina, es algo que se infinitiza. Por supuesto que vamos a hacer esto, pero a veces no podemos cortar.

Pregunta: Vos la vez pasada hablabas de la satisfacción pulsional como momento donde se hacía el corte. ¿Ese es el momento donde aparece el objeto o la pulsión?

D: Uno en realidad hace el corte cuando percibe la satisfacción y ahí se trata del objeto. Se trata de la repetición, de ese goce que insiste en eso que cae como repetición sintomática. A donde se apunta es “estás gozando de tus síntomas”. Hay satisfacción ahí, pero con la modalidad de corte permite que no dejemos que el bla bla bla siga repitiendo siempre lo mismo. Si seguimos con el tema significante y no cortamos, en realidad, lo que está en el núcleo del síntoma es el objeto, que es ese resto de goce que va a insistir en el síntoma. Es como el plus de gozar, entonces cuando viene un paciente repite lo mismo, hay que cortar y no asustarse porque está gozando de esto. El corte va ahí, sin decirlo. Hay otras maneras, sin tener que cortar la sesión. Es una manera de decir basta.

En la página 81 del Partenaire síntoma dice que la bisagra es el texto de Inhibición, síntoma y angustia en Freud. Y el texto que toma Lacan como bisagra para pasar de una clínica a otra. Lacan le estaba contestando a los pstfreudianos, acerca de la primacía de lo imaginario, a hablar de la determinación de lo simbólico o del significante. Pero en una primer clínica, quedaba el goce por fuera. En el primer momento de Lacan la primacía es de lo simbólico, el goce queda por fuera y es un momento ese real queda como resto y se trabajaba con lo real y lo simbólico. Inhibición, síntoma y angustia es un texto bisagra donde él empieza a trabajar esta cuestión de lo real y lo simbólico. Luego, en una tercer clínica, va a trabajar los nudos y del síntoma dirá que es el cuarto nudo: es lo que anuda a los 3 registros, que en el caso de la neurosis es lo que hace de suplencia en el caso de que los nudos no existan. Es lo que se dice “tratar de hacer con el síntoma”, arreglarse con lo sintomático.

En el texto que vamos a ver ahora, Miller dice que es algo del orden de la necesidad, es inevitable porque existe la pulsión, que es inevitable. No se pueden suprimir los síntomas, porque existe la pulsión y existe el lenguaje que viene a cortar y a reprimir esto de la pulsión y por eso existen los síntomas. es imposible que los síntomas no existan. Aún después de atravesar el fantasma, en un final de análisis, ¿qué pasa con la pulsión? Esto es lo que se pregunta Lacan. No es que la pulsión concluye y que no haya síntoma, sino cómo nos arreglamos con el síntoma y esto es algo del orden de la necesidad. Me interesaba este texto porque de alguna manera nos orienta en 2 modalidades de dirigir la clínica. Dice que a partir de Inhibición, síntoma y angustia, es imposible responder que el síntoma se descifra. El síntoma está presentado de entrada como un avatar de la pulsión. Freud se pregunta por qué la pulsión se degrada en síntoma. Estamos ante el devenir síntoma de la pulsión.

¿Pero por qué la pulsión se convierte en síntoma? Porque la pulsión es una fuerza dinámica, que es la cuestión del drang. En realidad no existe un curso normal de la pulsión que pueda ir hacia un objeto exterior y satisfacerse. Freud empieza diciendo una cosa, pero termina diciendo otra cosa, en relación al síntoma. Freud dice que por un lado está la pulsión, que podría satisfacerse en un objeto exterior, y después está esto de la desviación de la pulsión en el síntoma. Es decir, se desvía la meta vía el síntoma. El curso sintomático de la pulsión.

Lo que se plantea es qué satisface el síntoma. La pulsión, para retomar términos lacanianos, es una demanda. Recordemos el grafo del deseo y además el matema de la pulsión:

$◊D

Sujeto barrado, lozange, demanda. Freud dice “exigencia”, una exigencia que no cesa. Lacan dice que se trata de una demanda en la cual no se ve a qué otro se le dirige. Es una especie de demanda pura de satisfacción.

El síntoma emerge como ofreciendo a la pulsión otra satisfacción, por eso en el seminario XX él va a hablar de la otra satisfacción. Esto lo encontramos en Inhibición, síntoma y angustia, que es la otra satisfacción que conlleva al síntoma. Es una satisfacción anómala en la medida que se presenta como unlust, como displacer. Estamos ante una paradoja, la de una satisfacción pulsional que se presenta como displacer y de esta paradoja Lacan hace surgir el término goce. Esto sería el goce, una satisfacción displacentera. El término goce se justifica porque el síntoma está articulado con la pulsión y a la vez hace que esta se desvíe. El síntoma es el resultado de una desviación de su curso normal, pero al mismo tiempo satisface su exigencia. Se trataría de un placer inconsciente que no se conoce a sí mismo. Es lo que Freud expresa cuando habla de una degradación del curso de una satisfacción en síntoma.

Habría un doble aspecto de la represión:
  • tenemos la que está asociada con el esquema de la metáfora, que indica que lo que está reprimido es el significante, eso que Freud llama el representante de la pulsión. Siempre lo que se reprime es el representante de la pulsión. La pulsión es un concepto freudiano, y la pulsión está representada. Esto conduce a que representaciones significantes sean separadas de la consciencia y a través de la interpretación puedan ser restituidas.
  • Después de Inhibición, síntoma y angustia, Freud incluye en su análisis del síntoma un segundo aspecto de la represión, donde va a decir que lo que se reprime también es la pulsión.
O sea, estaría por un lado la represión del significante y la represión de la pulsión. Estaría, por un lado, la represión del significante y la represión de la pulsión. Nuestra descripción del proceso que sobreviene a raíz de la represión, según Freud, ha de destacar de manera expresa el éxito en la coartación de la consciencia, pero … han dejado subsistirlas. Dice que junto con el representante de la pulsión, también se reprime el elemento dinámico de la pulsión, o sea, es la búsqueda de la satisfacción lo que se reprime. Lo que va a decir Lacan, que es lo que está hablando acá, es el anudamiento del significante y el goce. Se puede articular el significante con el goce, porque en realidad el goce originario se reprime, queda como perdido.

Freud se pregunta cómo una satisfacción pulsional puede generar displacer y cómo puede engendrar al síntoma. Me parece importante que esta oposición entre estos 2 aspectos de la represión ya es susceptible de cambiar el sentido de la interpretación del analista. Podríamos decir que existe la interpretación que concierne a una representación inconsciente se restituya por deducción, pero dice que existe una manera más fundamental, otra interpretación que es acerca de la cuestión particular sobre la que se expresa. Es la interpretación de base de la experiencia analítica, si la tomamos a partir de Inhibición, síntoma y angustia, que es la interpretación que plantea aquello que aparece como unlust en el síntoma, como displacer, con sufrimiento. Unlust en realidad es una satisfacción, pero aparece como displacer. Entonces, podríamos hasta decir que esta interpretación es la que fija la posición analítica, en lo que ella tiene de no empática, de no sufrir con el sujeto. A veces esto aparece en las supervisiones, esto de la empatía y de decir “pobre, como sufre” y tratamos de calmarlo y de aliviarlo. Esto a veces hay que hacerlo, pero podemos excedernos al no saber a dónde puede ir el sujeto, por ejemplo en un pasaje al acto. Se trata de no sufrir con el sujeto, sino por el contrario, de una manera de un cierto modo inhumana, decirle “allí donde sufres, es allí donde te satisfaces”. Por eso es importante la posición del analista, porque puede pasarnos en relación a la repetición del paciente. A veces el analista puede empantanarse con un paciente y viene y siempre habla de lo mismo…

Es importante la función del corte, que es lo que permite justamente corte cuando algo del objeto está ahí. La repetición de un síntoma, donde uno ve por ejemplo que el objeto mirada está puesto ahí, o el objeto voz y que va y va… A veces uno no se anima o le cuesta cortar, porque tiene miedo cómo el paciente va a reaccionar. De alguna manera, es lo que Freud le decía a Dora, cuál es su responsabilidad en lo que le pasa.

Pregunta: ¿Por qué habla de 2 tipos de interpretación, una lenta y una rápida?

Porque cuando uno va con la interpretación por la vía significante, es ágil. El paciente produce, habla, asocia. Es más, a veces da tanto sentido que viene a asociar para nosotros. Viene con el sueño, asocia… Eso es dinámico, el paciente habla. Y lo que produce son efectos significantes. Pero cuando al paciente se lo quiere pinchar en el goce, de ágil no tiene nada, porque genera la reacción terapéutica negativa. Genera un empantanamiento ahí y resistencia. De ágil no tiene nada, queda ahí como detenido. Empieza a faltar, a no venir, a hacer acting out. no es algo cómodo la posición del analista si uno no tiene en cuenta esto de la abstinencia, esta cuestión de poner la persona del analista entre paréntesis, o de no manejarse por la vía de la comprensión y de la empatía con el paciente. Por ejemplo, si uno escucha el goce en un paciente que se quedó sin trabajo, quizá sea el momento de aumentarle la sesión.

En un caso, el analista le pone un honorario hasta que el paciente consiga trabajo. El analista queda entrampado. Se pregunta, ¿Hasta cuándo voy a sostener a este paciente?, Más allá que este tema del dinero pesaba en el análisis. Uno puede decir “Este es el honorario y vamos viendo…”, pero el conseguir o no trabajo tiene que ver con lo sintomático. Tiene que ver con esta cuestión del goce, de esta satisfacción en el displacer, en lo que a este sujeto le pasaba: no conseguir trabajo era una situación que venía repitiendo con la madre, con el marido… A veces uno se apresura a decir “Bueno, hasta que consigas trabajo...”. es una intervención apresurada, tiene que ver con la angustia del analista. Es hasta una especie de maternaje, que justamente engorda el goce, no va hacia esta clínica de cortar con la satisfacción pulsional, sino al contrario: engorda el síntoma. Y ahí el analista queda entrampado, porque encima esta paciente se quejaba de que el padre nunca había cumplido las promesas. Con lo cual, si este analista le decía que aumentaba, ¿dónde está la promesa que le hizo? Quedó entrampado en esto de la promesa. Por eso es importante esto de callar, de la abstinencia.

Pregunta: ¿Por qué el síntoma genera displacer en esta satisfacción pulsional?
Porque se reprime la pulsión y se desvía de su curso de satisfacción. Entonces, la manera que tiene de satisfacerse es en el displacer. Es una satisfacción, pero es otra, porque en realidad reprime el goce originario y obtiene un plus de gozar. Esto siempre que haya represión, cosa que en la psicosis no hay. En la psicosis se forcluye el significante del Nombre del Padre y el sujeto no quiere saber nada con la castración.

Lo que se reprime es por la angustia de castración, y eso es porque al Otro le falta un significante. El Otro está barrado y ante esta falta en el Otro no es la misma respuesta que da un sujeto neurótico que un psicótico. Este significante falta por estructura: la falta de respuesta, esto que el Otro no puede decir, lo que falta… Ahí viene la angustia, porque el displacer el yo lo percibe como señal de angustia. Recuerden que el yo es la sede de la angustia, según Freud. Lo que va a dar el yo es la señal de angustia, que es displacentera. El displacer es la angustia, va en contra del principio de placer. L angustia es siempre frente a la castración del Otro, no la propia. Es la castración del Otro primordial. Acuérdense que el neurótico, justamente, por no querer saber nada de esto se muestra permanentemente castrado: no puedo, no me sale, no sé… De lo que no quiere saber nada es de que el Otro esté castrado.

Pregunta: ¿Cómo sale el neurótico de su síntoma en un final de análisis?
El neurótico no soporta es que el Otro esté castrado. Hace lo imposible por mantener al Otro entronizado en un lugar donde no le falta. Tapona esta falta que lo angustia, porque si el Otro está en falta, no existen garantías. Se cae la ilusión de algo completo y el neurótico siempre busca la garantía de la completud, como si fuera posible que no exista la falta. El fin de análisis es cuando el analista puede decir algo y el paciente dice “¿qué va a saber?”. Creer que el analista sabe es entronizar al Otro, que existe el que sabe sobre lo que le pasa. Este tiempo tiene que ocurrir, porque así como en los tiempos constitutivos es importante que exista la alienación para que se constituya el sujeto, si no hubiera alienación estamos en el campo del autismo y de la esquizofrenia. Pero el sujeto también va a hacer el otro movimiento, que es la dialéctica de la operación subjetiva, que es la separación. Es el Otro el que le da el sentido a lo que piensa, a lo que le pasa y a lo que hace, pero como en realidad el Otro hace una cosa pero dice otra, aparece la falta  y el sujeto se empieza a preguntar sobre esto que al Otro le pasa: se ausenta, se contradice, le habla de tal o cual manera… Esa respuesta que el sujeto se da es la respuesta fantasmática. Ahí se constituye el fantasma y eso es lo que permite la separación de la alienación. Igualmente, termina alienado a que el Otro no está castrado, pero hay algo que el sujeto pone de su propio goce ahí. Esa es su respuesta, es un recorte subjetivo, es algo propio en la relación que tiene con el Otro, algo que saca de su propio goce. Respondo que me quiere tal cosa, me quiere tal otra. Tanto en los momentos constitutivos de un análisis como en un análisis, es necesario primero la constitución de la transferencia. La transferencia en sentido simbólico es la alienación al sentido del analista, a esto del sujeto supuesto saber que sobre el síntoma le pregunta a un Otro que supuestamente sabe cómo se soluciona lo que le pasa. Le pide un sentido al Otro. Si el analista se queda en esta vertiente del sentido y no apunta desde el inicio a la separación, va a quedar siempre en la clínica de la alienación y va a terminar identificándose al superyó del analista, al yo del analista, que es lo que hacían los post-freudianos, que planteaban el final del análisis con la identificación al ideal del analista. Daban consejos, cosa que a veces es importante intervenir desde lo imaginario, sobre todo cuando el paciente está muy angustiado, pero hay toda una orientación hacia esto.

La alienación se tiene que dar, sino no hay transferencia. Se tiene que instalar el sujeto supuesto saber, la alienación al sentido que el analista le va a dar a su síntoma. Lo que va a hacer el analista es decepcionarlo de esto. Pero sino se da lo primero, no hay análisis.

Lo que opera en esta desviación de la satisfacción de la pulsión hacia el síntoma, esta sustitución es lo que llama el moi de Lacan. Es el yo de Freud el que reprime. En Inhibición, síntoma y angustia, Freud se preguntaba cómo es que el yo podía ejercer sobre el ello una influencia tan profunda que haga desviar una pulsión. Recuerden que yo es parte del ello. El ello sería el inconsciente real, con el das-ding. Eso es el ello. Con la ayuda del principio de placer, el yo genera esta desviación. La señal de displacer hace que el yo ponga en marcha el principio del placer para obtener esta desviación. Esta señal de displacer es la que va a poner en marcha, lo que va a producir la desviación, es la angustia. Hacer de la angustia una señal a partir de la cual se pone en marcha la represión es la novedad de Inhibición, síntoma y angustia.

Freud va a decir, al final, que la exigencia pulsional es un ¿pedido?. Lacan va a decir que la pulsión en tanto tal constituye una infracción al principio de placer, en la medida que su exigencia, precisamente, no es de una satisfacción del placer, sino que su exigencia es la de un plus de gozar. Esta es la exigencia, un plus de gozar. El goce originario se pierde, pero insiste. No es el originario, pero igual insiste, es un plus de gozar. El goce mítico está perdido. La categoría del plus de gozar, que Lacan introduce para decir que la pulsión en tanto tal está en infracción con el principio de placer, por lo tanto no es un avatar, no es un accidente que haya síntomas. La pregunta de Freud será cuál es el origen de la neurosis, por qué hay síntomas. La respuesta de Lacan es que la represión de la moción pulsional no es un avatar de la pulsión, el síntoma no es un accidente, no es contingente. El síntoma es, por el contrario, del orden de la necesidad. Freud decía que era el yo el que reprimía. Lacan va a instalar, en el lugar del yo, en el lugar que Freud distingue como la organización del yo, al lenguaje: la articulación estructural del lenguaje. Es la estructura del lenguaje como tal lo que él instala en lo que Freud había preparado para la organización del yo.

El goce como tal está prohibido para quien habla. Se trata de ese goce puro y mítico. Se trata de la pérdida de la cosa por la incidencia del lenguaje. Freud decía que el objeto está perdido, incluso antes de haberlo encontrado. Es una experiencia mítica de satisfacción y en realidad la angustia va a repetir esa experiencia mítica de satisfacción. Esta frase quiere decir que no es el yo freudiano el que reprime la pulsión. Lo que Freud llamaba represión de la pulsión es consecuencia necesaria de la estructura del lenguaje. Pero implica también la necesidad del síntoma. O sea, se reprime por una cuestión estructural del lenguaje y la respuesta siempre es el síntoma, que es esta desviación de la pulsión, que es la satisfacción en el displacer. Esto ya lo encontramos en los niños.

Hay una parte que no se puede anular, de este resto de goce originario que se reprime: a minúscula mantiene su exigencia. Es nuestra manera propia (lacaniana) de dar cuenta que Freud plantea cuando constata que la moción de la pulsión escapa a toda influencia que la represión del goce, la represión de la pulsión, no es suficiente para callar esta exigencia. El síntoma manifiesta su existencia por fuera de la organización del yo, independientemente de ello. Lacan dice que a minúscula es el centro del síntoma. Aquí toma valor el hecho que para Freud el síntoma se presente como unlust, como sufrimiento. Incluso lo que se exige al comienzo de análisis, que haya en alguna parte del inicio unlust, sufrimiento. Si no hay registro de lo que está padeciendo, no podría preguntarle al Otro cómo hacer con eso que está padeciendo. Tiene que haber algo que no sea del orden del placer. Pero aun siendo displacer, no es menos que el retorno de la pulsión y por lo tanto es siempre interpretable como satisfacción. Siempre. Lo mínimo de la interpretación, desde esta perspectiva, es “tu gozas de tu síntoma”. Es lo que siempre tenemos que tener en el horizonte. Hasta podemos decir que todo lo que puede desplegarse como interpretación analítica se realiza sobre la base de este “tu gozas de tu síntoma”. Estamos hablando de la neurosis. Es idéntico al esquema del retorno de lo reprimido. Así como lo que está prohibido decir se dice simétricamente, hay retorno del goce bajo la forma del síntoma. Hay un goce originariamente perdido. Se desvía y hay un retorno de este goce, con un resto que retorna en síntoma y hace que el sujeto repita, repita y repita. Uno se pregunta por qué vuelve sobre lo mismo. Y es a este resto persistente al que Lacan designó con la letra a minúscula. Esa a minúscula puede ser el objeto mirada, el objeto voz, del que pudo haber gozado: la voz o la mirada del Otro. O el golpe del Otro, que sería lo anal. Freud establece aquí bajo el nombre zigma un elemento que es irreductible al principio del placer.

Lacan se pregunta en el S. XI: ¿cómo vivir la pulsión una vez que se hizo la experiencia del fantasma fundamental? Una vez que se atravesó el fantasma, una vez que se salteó el lano de la identificación… ¿Cómo se vive entonces la pulsión? Una vez que se desanudó el efecto de verdad en tanto tal, una vez que se está satisfecho por el lado de la pregunta por el deseo, ¿se puede vivir la pulsión sin síntoma? No hay pulsión sin síntoma. El curso normal de la satisfacción de la pulsión va siempre hacia la producción sintomática. Es por eso que Lacan va a proponer para el final del análisis, saber arreglárselas con eso que se repite. Va a estar siempre esa tendencia a repetir eso mismo, eso que ya quedó estructurado, que ya no toca los registros. El tema es que va a estar advertido de la satisfacción que hay en juego y va a poder hacer con eso. Esto se ve en análisis, porque no es que no desaparezca esta manera de satisfacerse con lo mismo. Es algo que se va a repetir, el tema es que va a poder hacer con esto. Hay veces que no, porque hay fines de análisis y testimonios de pase donde por alguna contingencia desencadena que hace que tengan que volver a análisis por un corto tiempo, a pesar de haber atravesado el pase.

Pregunta: saber hacer con el síntoma, ¿podría implicar también la sublimación?
D: Si. Por ejemplo, un sujeto que goza con que lo miren, que pueda llegar a pintar o a hacerse mirar de otra manera, más productiva o beneficiosa. O ir al boliche los fines de semana y ser mirada y no tener que andar armando escenas con el novio o la madre. El sujeto queda anoticiado y puede hacer con eso, por la vía sublimatoria, o por un acto que haga, que no sea del orden de lo tortuoso, por ejemplo, de que el Otro lo mire de forma incondicional.

En la neurosis hay logros que no se pueden vivir como logros. Está esta cuestión de estar angustiado, estar mal por un goce recto que no cede. Hay sujetos que no pueden vivir un logro con placer. Está esta cuestión del superyó que ordena gozar, del castigo, del sentimiento de culpa, masoquismo primordial, que remite a que fracase. Triunfa y fracasa o abandona, alejándose de lo que logró.

Freud dice que hay una lucha defensiva, primaria y secundaria contra el síntoma. La lucha primaria se realiza contra la exigencia de la pulsión. Es defensiva, porque es lo que se opone a la pulsión. Pero al mismo tiempo, dice en Inhibición síntoma y angustia, Freud habla de esta lucha secundaria, de este segundo aspecto de la lucha, donde el yo quisiera incorporar el síntoma. Esto se ve bien en la neurosis obsesiva: el yo lo incorpora y es parte de su personalidad. No está separado, no lo puede considerar extraño a esto que le pasa. “Soy así, soy celoso”. Esto, que no se lo cuestiona, es parte de su síntoma pero está incorporado al yo. En Inhibición síntoma y angustia, estaría construido sobre la oposición entre la unicidad de la repetición significante y la multiplicidad de la represión de la pulsión. Las pulsiones reprimidas aparecen como múltiples, mientras que el motor de la represión aparece como uno. Es lo que da lugar en efecto, a la angustia produce la represión, la angustia de castración. Este es el motor, por eso la frase de Lacan, que formula que la castración es la clave de ese sesgo radical del sujeto, por donde tiene lugar el advenimiento del síntoma. Esto es así, no puede no existir síntoma. Va a hacer de la represión de la pulsión la defensa contra el goce más originaria que la represión segunda.