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viernes, 22 de agosto de 2025

El “Incidente Freud” y la centralidad de lo simbólico

El llamado “incidente” Freud —si puede nombrarse así el efecto de conmoción que produjo— puso en primer plano la eficacia simbólica. De allí que Lacan haya elegido como pilares de su “Retorno a Freud” un tríptico fundamental: La interpretación de los sueños, El chiste y su relación con lo inconsciente y Psicopatología de la vida cotidiana. Estos textos muestran que el inconsciente se inscribe en un entramado simbólico legible, mientras que el efecto de sentido resulta un aspecto secundario.

Lo que Lacan denuncia en el contexto psicoanalítico de su tiempo es que ese valor de la eficacia simbólica había quedado opacado. La crítica central apunta a que el campo se había desplazado hacia lo imaginario, privilegiando sus taponamientos en detrimento de la potencia del significante.

El “Retorno a Freud” se define, entonces, como la recuperación del resorte simbólico en la manifestación del inconsciente, entendido éste como aquello que se hace presente en la palabra, en su discontinuidad.

Avanzando por esta senda freudiana, aunque con desarrollos propios, Lacan señala que en cierto punto emerge un obstáculo para la cura. Allí aparecen las resistencias —no sólo las imaginarias que dependen del analista— y la reacción terapéutica negativa. Dicho obstáculo se despliega, en última instancia, en el campo de la transferencia.

Esta dimensión inercial del hablante se revela en los límites de lo que la palabra puede articular, especialmente en sus bordes. Y es precisamente allí donde Lacan sitúa la originalidad freudiana: el recurso a la letra. En el rebus, en esa escritura que organiza al texto inconsciente, se localizan los puntos de fijación que marcan los lugares en los que el inconsciente se inscribe y puede ser leído.

martes, 22 de julio de 2025

El silencio en los tratamientos

¿De qué textura es ese silencio que se produce en análisis?  Tradicionalmente, se habla del silencio en términos de la pulsión de muerte. Podemos decir que además hay silencios en la primera entrevista y durante el tratamiento.

¿Qué pasa cuando el silencio aparecen sin estar armado el armado transferencial? El analista no aparece allí como descifrador, sino el paciente siente que el analista se abalanza, en términos del goce del Otro que acedia. Es necesario darle al paciente la confianza y el tiempo necesarios para que se adapte al dispositivo. El paciente no puede abrir su intimidad si siente lejano al analista, como si lo mirara desde afuera. Esto ocurre por incidencia del registro simbólico, donde el sujeto puede mirarse desde afuera por división subjetiva, de manera que el analista puede estar en ese lugar. Esto último está desaconsejado. El analista debe mostrarse digno de confianza.

¿Mandatos de silencio? Hay personas que por ser educadas, no hablan. Han sido educadas para que su palabra no valga. Esto el analista no lo sabe a priori, de manera que el analista debe hacer cosas obvias como ofrecer un vaso de agua, si es necesario. 

¿Y si el silencio se produce en medio de un tratamiento? Freud dijo que si el sujeto detenía su discurso, muchas veces era porque tenía alguna idea acerca de su analista. Incluso habiéndose desarrollado la confianza, el paciente se calla porque el analista dejó de ser por un instante una función y aparece como presencia real. es decir, el paciente se da cuenta que tiene frente a él a un desconocido. Esto, incluso si el analista no hizo nada. Al paciente le aparece una representación nueva y ahí hay que tener cuidado, porque se obstaculiza el trabajo analítico. En ese punto, uno trabaja sobre la resistencia en transferencia: hay que tratar de no ser insistentes para no alimentar el goce del Otro. Uno podría preguntar qué le detuvo las asociaciones, pero sin atropellar al paciente. En ese punto, el analista representa a otra figura que produce la resistencia y por eso hay que tener cuidado. Incluso, el analista puede tomar eso un tiempo después.

martes, 20 de mayo de 2025

Transferencia hostil-erótica en una neurosis narcisista: ¿Cómo posicionarse como analista?

 El joven A, paciente de 27 años, con diagnóstico previo de esquizofrenia no especificada y TLP, se encuentra en tratamiento ambulatorio. El dispositivo clínico permitió sostener cierta estabilidad en la vída del paciente, evitar nuevas internaciones y avanzar en la exploración de su sufrimiento subjetivo, centrado en el vacío existencial, la desregulación afectiva y la dificultad para sostener vínculos no parasitarios ni persecutorios, con varias parejas sexuales.

En las últimas semanas, la transferencia viró hacia una tonalidad hostil-erótica, marcada por un estilo provocador y desafiante. En una sesión virtual, el paciente encendió un cigarrillo de marihuana frente a cámara, declarando: “Siempre vengo drogado a las sesiones”, incluso tomó un líquido transparente de una botella de vodka, diciendo que era agua. Luego, comenzó a relatar con lujo de detalles una relación sexual reciente: “Recién me acaban de coger tremendo… quedé re suavecito… ¿A vos cuánto te mide? ¿Te gustaría tener relaciones conmigo?… pregunto por curiosidad”. Ante la intervención del terapeuta para reconducir la escena con una expresión de perplejidad, el paciente continuó con expresiones sexualizadas y comentarios invasivos.

La situación fue leída como una puesta en acto de un erotismo defensivo (acting out), que buscaba obturar el despliegue de angustia. Lo obsceno funciona aquí como barrera contra lo traumático, y a la vez como prueba dirigida al analista: ¿será rechazante, seducido, indiferente?

Se intervino sosteniendo el encuadre y desexualizando la escena sin devolverla como acto fallido, sino interpretando su función: “Parece que hoy necesitás ponerme en el lugar de esos tipos 'random' que entran y salen de tu casa, ¿Qué es, para llamar mi atención o para echarme rápido? ¿Eh?”. Esta intervención fue aceptada, teniendo en cuenta que ya habían pasado un tiempo considerable de tratamiento.

Este viraje transferencial reveló el modo en que el paciente vehiculiza su demanda de presencia, cuidado y validación a través de un erotismo desbordado, actuado, que resiste la palabra y empuja al analista a responder con el cuerpo. El trabajo clínico apunta a historizar esta posición subjetiva y crear un espacio simbólico donde el contacto no sea solo corporal ni el Otro un objeto para invadir o destruir.

Posiciones del analista ante la transferencia hostil-erótica.

Lo primero que un analista debe hacer ante la emergencia de este tipo de transferencia (claramente resistencial), es preguntarse por qué ocurre, o mejor dicho, en qué coordenadas del tratamiento. No hay una sola respuesta, la misma deberá evaluarse en el caso por caso. Por ejemplo:

  • Una puesta en acto de goce fuera de ley, donde la sesión se convierte en escenario de exhibición.
En estos casos, se puede verbalizar el contenido sexual sin censura, devolviéndolo sin escándalo, pero marcando que se vuelve una barrera al trabajo analítico. De esta manera, por ejemplo, se puede decir "Parece que la única forma de hablar de lo que te pasa es sexualizándolo todo, como si no hubiera otro modo de hacerme lugar para vos.” Esto desexualiza la escena sin rechazarla, e introduce una lectura simbólica.
  • Un ataque al encuadre y a la diferencia simbólica entre paciente y analista.
El encuadre no es castigo: es continente. Si no se restituye, la escena se vuelve actuada y el vínculo colapsa. Ante la irrupción de lo obsceno o lo invasivo, una primera intervención necesaria es poner límite sin humillar ni moralizar.

Ejemplo: “Lo que traés tiene mucho peso, pero la forma en que aparece no nos deja trabajarlo. Para que podamos pensar lo que te pasa, necesitamos un espacio distinto al que se arma si me hacés preguntas sobre mi vida sexual.”

  • Una forma de defensa frente a la angustia de abandono (DESAMPARO), mediante una erotización omnipotente que sustituye la demanda por descarga ó bien una reproducción de vínculos primarios donde lo intrusivo, lo invasivo y lo desbordante eran lo habitual (LO SINIESTRO), ahora proyectado sobre el terapeuta.

El erotismo desenfrenado no es puro deseo: tiene rasgos de sadismo, de invasión. En este caso el analista puede devolverlo suavemente: “A veces parece que necesitás ponerme incómodo para sentirte en control… ¿será esa una forma de no sentirte tan expuesto/de llamar al otro?

Con esto se abre una vía a la historización: ¿a quién estaba dirigido este sadismo antes?, ¿a quién se lo dice realmente?

Clave clínica: Resistir el acting out, ¡Cuidado con la contratransferencia!

Es esperable que esta transferencia despierte en el analista incomodidad, rechazo contratransferencial, o tentación de cortar el vínculo. Lo clave es sostener una posición que aloje sin connivencia ni fascinación, lo que puede implicar trabajar con la propia contratransferencia del analista, especialmente si aparece erotización o irritación del lado del analista.

La escena transferencial cuando se erotiza de manera hostil puede leerse como una puesta a prueba del terapeuta: ¿el analista va a erotizarte como algún posible vínculo de la historia del paciente? ó ¿Lo va a rechazar como algún Otro primordial de su historia? Es probable que en estos casos lo que esté en juego sea un intento de encontrar un otro que no se derrumbe ni sea seducido ni lo abandone. En casos graves, puede ser un un pedido de que el cuerpo del analista esté presente sin devorarlo ni devorarlo a él.


domingo, 2 de marzo de 2025

La transferencia como temporalidad del corte

La transferencia puede ser abordada desde diversas perspectivas, pero una de sus dimensiones más fundamentales es la temporalidad. No solo constituye un campo inseparable del significante—y, por ende, del Otro más allá del otro—sino que también se define por un tiempo específico, lo que permite denominarla la temporalidad del corte. Este corte, con resonancias tanto topológicas como quirúrgicas, se sitúa en un punto preciso: allí donde el deseo y el goce se entrelazan fantasmáticamente.

Sin embargo, este corte no ocurre de manera inmediata, sino que requiere un tiempo singular, determinado por el propio ritmo del sujeto. Es decir, es el tiempo del sujeto el que rige el desarrollo de la transferencia, y el analista no puede forzarlo ni precipitarlo, sino que debe asumir una actitud de paciencia.

Lacan, en el Seminario 1, hace una aclaración clave sobre el concepto de resistencia, señalando que lo que los analistas de su época llamaban resistencia no era más que un estado del sujeto: el punto al que había llegado, aquello que era capaz de registrar o leer en ese momento. En este sentido, no es posible llevar a un sujeto más allá de donde él mismo pueda ir, no solo en términos de deseo, sino en función del momento estructural en el que se encuentra.

En L’Étourdit, Lacan sostiene que el análisis consiste en un tiempo de trabajo sobre las vueltas dichas. Estas vueltas implican una repetición en la transferencia, donde el discurso retorna una y otra vez sobre el mismo punto, hasta que el equívoco permite aislar una cifra de goce y abrir la posibilidad de una reescritura. Es en este juego entre repetición y diferencia donde puede emerger algo nuevo en el sujeto.

jueves, 21 de noviembre de 2024

La resistencia en la práctica

 Uno de los principales ejes del "Retorno a Freud" propuesto por Lacan es su cuestionamiento al papel central que los postfreudianos asignan al concepto de resistencia.

Lacan señala que, cuando se abandona la función de la palabra en el análisis, esta es reemplazada por una práctica centrada en el estudio de las resistencias. Desde este enfoque, la resistencia se interpreta como una negativa del sujeto a saber, una especie de rechazo a la curación.

Para debatir esta perspectiva, Lacan recurre al marco teórico freudiano y argumenta que la resistencia no es una simple contingencia subjetiva, sino un efecto invariante que surge de algo que opera en el nivel de la estructura. Esto implica que existe una resistencia estructural, vinculada a lo que el registro simbólico no logra procesar completamente.

Podemos identificar dos momentos clave en esta discusión. Primero, en el Seminario 1, Lacan aborda la resistencia en relación con la posición del sujeto. Aquí no se trata de un rechazo a saber o curarse, sino de una señal del lugar y del momento en que el sujeto se encuentra en su proceso. En este sentido, la resistencia es correlativa a lo que el sujeto es capaz de comprender o reconocer en ese punto de su análisis.

Desde esta óptica, cualquier intento del analista por forzar un avance más allá de lo que el sujeto puede alcanzar en ese momento constituye un error, ya que desestima el ritmo propio del analizante.

En un segundo momento, Lacan plantea la resistencia desde la perspectiva de la estructura. En este marco, la resistencia no es algo que el sujeto haga de manera activa, sino un obstáculo inherente que surge en la dinámica misma del lenguaje. Es decir, no es que el sujeto interfiera, sino que algo, a nivel estructural, genera la traba, afectando el funcionamiento de la palabra.

martes, 29 de octubre de 2024

Cuando el sujeto retrocede

 El sujeto, en el psicoanálisis, es un tópico complejo, difícil por lo inasible, por lo imposible de atrapar. Por ello, en el discurso de alguien que acude a la consulta con un analista, al sujeto lo leemos en los puntos de vacilación, en los tropiezos y en el sin sentido.

Pero también es cierto que el analista puede leer la posición del sujeto en ciertos lugares que el discurso del analizante presenta asociados a lo inercial. Esto que me permití llamar retroceso es más bien un retroceder. ¿Qué significa retroceder?

La práctica analítica se orienta por la función directriz del deseo y en ese sentido, su práctica es consustancial a la pregunta. Este es un punto que es coherente con el concepto de sujeto deseante: el lugar del sujeto entonces coincide con el de la pregunta.

Estos lugares donde se hace posible leer cierto retroceder aparecen allí donde el trabajo analítico confronta al sujeto con cierta encrucijada, una que está íntimamente vinculada con algo del orden de su propia posición con relación a aquello de lo que se queja.

Este retroceder se torna en un observable clínico en la medida en la cual el sujeto se afirma en determinadas posiciones. Se ampara en cierto saber que cree detentar, se esconde detrás de sus argumentos y la más de las veces este retroceder es solidario de una cierta tensión en la transferencia.

El punto relevante para mi gusto es que el analista no debería retirarse o huir de allí. ¿Qué conllevaría tal huida?

En principio se podría pensar que replegarse allí podría leerse como una renuncia al deseo del analista como operador transferencial. Y este es un punto complejo: el analista labora con situaciones explosivas e inestables, demonios a los que, una vez convocados, no se los puede despedir sin haberlos interrogado antes.

Sin embargo, es importante aclarar que esto no habilita al analista a empujar. Empujar sería convocar al sujeto al heroísmo.

domingo, 22 de septiembre de 2024

Lo que resiste en la práctica psicoanalítica

 Lacan cuestiona esa perspectiva clínica que está orientada al análisis de las resistencias, o sea, hacer levantar las resistencias en el sujeto. A esa orientación Lacan le contrapone otra: el inconsciente no resiste, insiste. En todo caso será el analista quien resiste en la medida de retirarse del lugar del oyente para situarse en el lugar de aquel que comprende o incluso de aquel que elucida u orienta al sujeto hacia una perspectiva de la realidad en apariencia más normal o adecuada.

Sin embargo, es cierto que la resistencia es parte de la práctica analítica, con lo cual bien vale la pregunta atinente a su estatuto y a lo que en el sujeto resiste.

Tomando en principio el planteo de Freud podemos señalar que hay resistencias que son inherentes al pasaje entre un sistema y el otro, por ejemplo, entre el inconsciente y el preconsciente. Definido en estos términos, lo que resiste está asociado a aquello que no entra en la palabra. Y esta consideración respecto de eso que el enlace verbal podría o no tramitar abre la puerta a un sesgo de la resistencia más ligado a la sincronía.

A partir de ello, en la praxis analítica no se trata de que el sujeto resista en el sentido no querer enterarse, no querer saber o, en un modo más contemporáneo, no hacerse cargo de su goce... Sino de que hay “algo” que en el sujeto resiste en la medida en que el significante no cesa de no escribirlo.

Nos encontramos a nivel de las consecuencias de que no todo en el sujeto entra en el campo de lo metaforizable. Esta consideración aplica consecuencias a nivel de la sexualidad por cuanto no todo el goce se subsume en el Falo como Bedeutung.

Y entonces aquí podemos situar ese malestar reseñado por Freud, inherente al sujeto como hablante, consecuencia de la entrada en la cultura. Perspectiva que justifica entonces esa realidad de la praxis que asevera que la repetición siempre conlleva cierta dosis de malestar o sufrimiento en quien habla, por lo que allí resiste.

miércoles, 7 de junio de 2023

¿Cómo relanzar un tratamiento detenido?

¿Por qué se puede estancar un tratamiento? En ocasiones, el paciente: Se rehúsa a asociar libremente y trae a sesión un argumento fijo. Afirma que “no tiene nada para decir”. En lugar de recordar, repite y actúa en la cura con el analista pulsiones autodestructivas de un tiempo pasado. Demuestra menosprecio hacia el tratamiento o asiste sin ganas. Tiene una posición intelectual rígida y cuestiona en forma sostenida los fundamentos de la terapia
Generalmente, tal como S. Freud nos enseña, los mencionados actos y decires del paciente son posibles signos de resistencias en la transferencia, que se oponen al progreso de la cura. Se manifiestan como compulsión a repetir -en el marco de la ficción transferencial- aquellas posiciones de fijeza (causa de su padecimiento psíquico), que atraviesan su conflictiva edípica.

¿Qué-hacer como analista ante las resistencias que estancan el tratamiento?

“Las resistencias en la transferencia, destinadas a ser el máximo obstáculo para el psicoanálisis, se convierten en su auxiliar más poderoso cuando se logra reconocerlas y traducírselas al enfermo”. – S. Freud

Tanto S. Freud como J. Lacan recurren al “manejo de la transferencia” para abordar las mociones resistenciales que se repiten compulsivamente en el desarrollo de la cura. El analista, entonces, no deberá ni desviar, ni sofocar, ni corresponder -de manera especular- el amor/odio transferencial, sino extraer de ello su “sustancia analítica”.

“La mejor manera de refrenar la compulsión repetidora del enfermo y convertirla en motivo de recordar la tenemos en el manejo de la transferencia” – S. Freud.

¿Cómo se sustenta “el manejo de la transferencia”?

El manejo de la transferencia se apoya en el “deseo del analista”.

Clave Clínica: El analista se abstendrá de confrontar, menos que menos discutir, sobre las posiciones que el analizado despliega en transferencia. Por el contrario, desde su deseo de analista (disposición de presencia, de escucha y de ética), deberá invitar a hablar* de “eso” (Ello Pulsional) que insiste compulsivamente y se repite en el marco de la transferencia. El analista tendrá que maniobrar con suma delicadeza: “El arte del analista consiste en llegar al sujeto, sin ofender su Yo” – Ricardo Estacolchic.

* “Asociación libre” en términos de S. Freud, “hablar sin pensar” en términos J. Lacan.

Intervenciones clínicas ante los estancamientos resistenciales

Mantendremos un trato amable y paciente, entendido como “la capacidad para tolerar situaciones incómodas” -sin recurrir a la mudez y/o al distanciamiento “profesional”-.

Es muy peligroso, al decir de Ulloa, confundir la abstinencia -que significa responder a la demanda incestuosa que el paciente repite inconscientemente- con la indolencia del analista -que significa la anulación de su empatía hacia el sufrimiento del paciente-.

Le comunicaremos al paciente que las detenciones en el tratamiento analítico son esperables en cualquier sujeto y que será necesario que confíe en su capacidad para ir trabajando los obstáculos, así como también le señalaremos que extienda su confianza en la experiencia del analista para saber-hacer con los impedimentos.

Haremos lo posible para motorizar el discurso del sujeto, mediante preguntas abiertas que vayan abriendo asociaciones, tomando las palabras que utiliza en esos momentos de resistencia (con suma delicadeza), para orientarnos en qué hay por detrás de su padecimiento.

Introduciremos la temporalidad, ahí donde lo que se repite es “siempre lo mismo”, expresándole al paciente que las detenciones en el decir son transitorias y que luego el proceso se va a relanzar nuevamente.
Asimismo, le haremos saber que el atravesamiento de los obstáculos causará un beneficio subjetivo porque disminuirá su padecimiento psíquico.

El analista sabe que el sufrimiento psíquico refiere a una fijeza de goce (placer masoquista en el sufrimiento, beneficio primario del síntoma), que retiene al sujeto de poner en acto su deseo.

¡¡Importante!!

Cuando la resistencia corresponde al analista, éste deberá levantar sus “puntos ciegos” a través de su propio análisis y las supervisiones clínicas.


martes, 2 de mayo de 2023

Las resistencias en la Cura ¿Cómo abordamos los obstáculos durante el tratamiento?

¿A qué se denomina resistencia? Su valor en la cura.

Sin embargo, las resistencias se convierten en orientadoras fundamentales de la dirección de la cura: ➝ La resistencia como motor.

Los tipos de resistencia que S. Freud distingue:

A) Las resistencias provenientes del Yo (la represión, la resistencia de transferencia, la ganancia secundaria de la enfermedad).

B) Las resistencias del Ello (la compulsión a la repetición de lo mismo).

C) Las resistencias del Superyó (la necesidad de castigo y la reacción terapéutica negativa).

¡¡Importante!! El paciente desconoce la producción de las resistencias, generalmente descree de las mismas a través de racionalizaciones.

¿Cuándo y cómo se manifiestan las resistencias?

¿Cuándo? S. Freud afirma: “Siempre que uno se aproxime a un complejo patógeno, la propia transferencia aparece como el arma principal de la resistencia”.

¿Cómo? Se detiene la asociación libre y se la reemplaza por la actuación en transferencia:

- Olvidos de concurrir a sesión y llegadas tarde.
- Enojos hacia el analista.
- Enunciaciones de demandas sin medida.
- Disconformidad y/o agravamiento de los síntomas.

¿Qué se reconstruye en el marco ficcional de la transferencia -suelo de la resistencia-?

El paciente reconstruye en el terreno transferencial su Complejo de Edipo, es decir, su posición frente a los Otros Primordiales. Fundamentalmente, repite las fijezas pulsionales -entregarse como objeto para fantasear un Otro sin falta-.

Intervenciones del analista frente a las resistencias del paciente:

El analista, desde su función, hará una lectura de aquello que está cifrado -a la manera de una clave- en las resistencias. A través de la interpretación, de las construcciones, de actos analíticos.

¡¡Clave Clínica!!: Aquello que insiste como obstáculo nos señala qué hay detrás del padecimiento psíquico.

¿De qué manera transmite el analista su lectura de la resistencia?

En tanto el analista está advertido de que las resistencias que el paciente manifiesta en transferencia son los puntos de fijeza pulsional en los que se encuentra atrapado a través de un goce masoquista -placer en el sufrimiento-, le transmitirá sus lecturas de manera muy delicada, sin ofender al Yo.

¿Qué finalidad tienen las lecturas de las resistencias en transferencia?

La lectura que hace el analista de las resistencias del paciente tiene, principalmente, como propósito que el sujeto pueda escucharse y reconocerse en su posición subjetiva para, de esta manera, ir restándose del lugar de objeto para el Otro y consiga, en consecuencia, emerger como sujeto de su propio deseo.

Resistencias del analista:

J. Lacan nos enseña que hay otro tipo de resistencia, que agrega a las que S. Freud conceptualizara: “la resistencia del analista”. Se refiere con “resistencia del analista” a los sentimientos contratransferenciales que le puede generar un paciente a su analista.

Por este motivo, resulta fundamental, indispensable e insustituible el propio análisis y las supervisiones clínicas, para que el terapeuta no actúe su propia fantasmática con el paciente.

domingo, 13 de noviembre de 2022

Pacientes "cómodos": ¿Cómo hacer surgir el deseo en un tratamiento psicoanalítico?

Seguimos dándole vuelta al tema de los análisis financiados y a los pacientes que no pagan por ellos, preguntándonos qué pasa con su capacidad de trabajar y, fundamentalmente, con su deseo.

El deseo, tal cual lo entiende el psicoanálisis, no puede articularse en palabras. De manera que si uno dice "qué desea", en realidad lo que está haciendo es una demanda.

¿Sólo con escuchar surge el deseo? El deseo propio del paciente surge en el trabajo analítico con las resistencias. Todas las resistencias ponen frenos, acotan. El deseo surge cuando el analista desata las resistencias que tienen detenido al sujeto. 

Muchos analistas caen el el error de cuestionar a quien no sabe lo que quiere, en lugar de trabajar en lo difícil que puede ser para esa persona no tomar el camino tradicional, incomodándose. El análisis es justamente el lugar que, al trabajar con las resistencias, abre caminos donde el paciente antes repetía. Para el sujeto, está la resistencia del beneficio del síntoma, que hace que el sujeto vaya cómodamente por caminos conocidos. Los pacientes se resisten a pensar en que algo no funciona y vuelven a intentar la misma receta una y otra vez.

El analista no debería ver qué es lo que el paciente quiere o no quiere, sino si su pulsión se dirige hacia la pulsión de vida o hacia la pulsión de muerte. O sea, si ese paciente se incomoda para sumar o si se queda cómodo para quedarse en el mismo lugar.

¿Cómo trabajar? Claramente, no planteando el tema del deseo. Primero el analista podría trabajar en las identificaciones, ir por el lado del sentimiento inconsciente de culpa y las demás resistencias de las que habla Freud en 1926. Recordémoslas:

Resistencias del yo: represión, la transferencia y beneficio secundario del síntoma.

Resistencias del ello: compulsión a la repetición, que está en la base de la repetición sintomática.

Resistencias del superyó: La reacción terapéutica negativa y el sentimiento inconsciente de culpa.

Lacan, desde el seminario I, discute con Anna Freud y El yo y los mecanismos de defensa. Ella postuló que habiendo análisis del discurso, surgía una resistencia y había que trabajarla. Hasta que ese trabajo no se hubiera concretado, no se podía volver a trabajar con el material. Esta cuestión técnica es muy importante para la clínica.

Supongamos que un paciente se queda callado, hecho que sabemos que es algo que al paciente le está pasando con el analista. Para Anna Freud, habría que trabajar qué le pasa al paciente con el analista, por qué no habla... Lacan lo piensa distinto, en el punto que para él la resistencia es del discurso, del lenguaje mismo. Es probable que el analista hubiera dicho algo que hizo que el paciente se detuviera y no sabemos qué es. No se trata de ir a acorralar al paciente a ver qué le pasa con nosotros, sino más bien correrse de la transferencia. Por ahí, ubicándose en otro lugar, incluso cortando: "Usted vino hablando hasta aquí, pero en algún momento se detuvo. Algo de esto tiene que ver con lo que ha estado pasando y usted no contó". Esto podría relanzar el discurso, pero aunque esto no funcionara, ahí uno sí puede incluirse.

El analista también puede "confesar" (en términos de Lacan) que quizás haya algo que se le pasó por alto. este cambio de posición del analista permite que el discurso vuelva, ya incluido el trabajo con la resistencia. 

Si pensamos en los registros, la propuesta de Anna Freud es trabajar por lo simbólico hasta que surge la resistencia, que sería imaginaria y habría que zanjarla para luego volver al trabajo simbólico. Esta posición no tiene en cuenta que hay algo que excede a lo que se dice: el fantasma. Es decir, eso que atraviesa lo que el sujeto lleva consigo todo el tiempo. Cuando el paciente asocia en análisis, también opera su fantasma, solo que el analista no se ha puesto en un lugar que produjera la resistencia.

De esta manera, vemos que el trabajo es con las resistencias y no tanto con formular el deseo. ¿Qué sabe el analista qué hará el paciente con su deseo? El final de un análisis no es solo desplegar un lector, sino desplegar un deseo. Ese deseo no se sabe hacia dónde lo llevará.

lunes, 12 de septiembre de 2022

Cómo pensar las ausencias del paciente a la sesión

En los analistas, las ausencias de los pacientes generan, por un lado, la preocupación por sus pacientes; por el otro, la sensación superyoica de preguntarse qué hizo mal, en qué falló. Cuando un paciente "faltó", podemos pensar en una ausencia, aunque también agregar un "pero debería haber venido". Ese plus es en donde se cuela el superyó del analista.

También sucede que un paciente puede asistir a una primera entrevista y no armarse allí un lazo mediante el cual el paciente quiera volver. Puede ser que el analista haya puesto el acento en algo antes de tiempo sin que el paciente hubiera terminado de decir. Allí es conveniente supervisar, para ver qué no se escuchó o qué de la técnica falló. Pensemos que un paciente llamó en base a un trabajo previo sobre sí mismo: buscó el teléfono, abrió su intimidad, y cuando no ocurre la segunda entrevista, es una oportunidad perdida. ¿Qué pasó? No podemos pensar que el paciente atentó contra el encuadre -casi a la manera imaginaria-, donde se juega de yo a yo y donde a ninguno le puede faltar, registro de la frustración, y donde las cuestiones son leídas desde el amor o el odio. 

Las faltas de un paciente siempre requieren de una lectura

¿Pero qué pasa con las ausencias cuando la transferencia ya está establecida? Ya hay sujeto supuesto saber y de repente aparece la ausencia. A veces no se puede decir todo y luego de una sesión muy fuerte, muchas veces un paciente necesita continuar con otra cosa porque no tolera el análisis. Acá se puede armar una paradoja complicada, porque si un paciente viene a análisis es porque está alienado a esos significantes primordiales. El lugar del analista es trabajar para ahondar en esa función necesariamente fallida del padre, que no ha logrado separar suficientemente bien al niño de su madre y de sus discursos iniciales. 

El analista, si no lee al análisis como una superficie de inscripción de la falta, puede quedar en el lugar de la madre, aún sin desearlo, si cada vez que el paciente falta está preocupado porque el paciente no vino ó qué le pasó. Lo lógico es que a la madre y al analista no le falta nada ni nadie, de manera que transferencialmente se puede dar esta paradoja. La obediencia ciega a la rigidez del encuadre puede provocar que el paciente se sienta incómodo porque el analista le pide muchas explicaciones (ej., si cambia el horario). 

El analista debería poder transmitir que el paciente puede faltarle (porque el paciente falta a su análisis, no al analista) y que no pasa nada. Sino, estamos en una fijación imaginaria en el encuadre en el que nada puede cambiar. La vida no es así. Si el analista se ubica desde este lugar, está más ubicado desde el semblante y no del sujeto supuesto saber. El sujeto supuesto saber está en primer lugar si el sujeto tiene una transferencia con el analista, lo que determina que las intervenciones tengan efecto. 

Cobrar las ausencias fue por mucho tiempo una regla instaurada en psicoanálisis. La adhesión rígida al encuadre puede tener efectos complicados y contradictorios respecto al trabajo que queremos hacer. Tenemos que pensar, sobre todo al querer cobrar una ausencia, ¿Hay que sancionar, en este caso singular, una ausencia? ¿Qué sentido tiene, según la historia del paciente? Si el cobro de honorarios se toma como una obligatoriedad, es como que al analista nada le puede faltar, en los términos imaginarios que antes veíamos.

Al hablar de las faltas, tenemos que leer si no se trata de algo en relación al goce del paciente, no del encuadre ni con el analista. A veces los pacientes faltan cuando se están acercando a algo que le es muy fuerte, como Freud lo estableció al hablar de las resistencias. ¿Por qué siente que tiene que ausentarse y que no hay espacio en el lugar transferencial para otros lugares más relacionados con la pulsión de vida? 

domingo, 11 de septiembre de 2022

Los silencios del paciente: ¿Qué hacer?

Cuando un paciente persiste en el silencio prolongado, recordaremos lo que Freud nos enseña: se trata de resistencias inconscientes, propias y esperables del aparato psíquico.
En las sesiones, el sujeto relata su historia, sus sueños, sus angustias, su intimidad, cuestiones que pueden causar mucho sufrimiento o resultar avergonzantes para el “sentido común”. Es esperable que, en ocasiones, el paciente se quede en silencio y manifieste no saber cómo continuar.

¿Qué podemos hacer ante esta situación clínica?

1- Es fundamental, no responder de manera “especular” (con más silencio): desde nuestra función, haremos lo posible para motorizar el discurso del paciente, mediante preguntas abiertas que vayan abriendo asociaciones, con la finalidad de ir venciendo las resistencias.

2- También es importante manifestarle al paciente aquello que registramos de su subjetividad: si lo vemos triste, enojado, desesperanzado. Desde estos comentarios, preguntarle qué le parecen estos pareces.

3- Resulta necesario tranquilizar al paciente y comunicarle que, el hecho de que por el momento no se le ocurra de qué hablar, es algo frecuente en los tratamientos. Y le transmitiremos que es transitorio.

¡Una enseñanza!

Como psicoanalistas, le damos lugar a la palabra, pero también a los silencios y a las expresiones del cuerpo. Todo lo cual debe ser considerado y leído como expresiones de la subjetividad del paciente.

jueves, 18 de agosto de 2022

La transferencia: un recorrido por la obra freudiana

El texto de 1912 Dinámica de la transferencia tiene antecedentes, como Psicoterapias de la histeria (1895), donde Freud articuló los primeros conceptos relativos a la transferencia. Freud se encuentra con el escollo de la transferencia en el caso Dora, al desetimar la pregunta de Dora por la mujer. En este punto, la transferencia es vista como un obstáculo a la cura.

La conferencia 27 y 28 se relacionan con este tema, señalando aspectos no dichos. En 1915 aparece el tema del amor de transferencia y esta serie termina en Análisis terminable e interminable, donde Freud ya no es tan optimista. Se puede decir que para 1937, Freud es pesimista sobre la eficacia del psicoanálisis. En 1940, el optimismo se recupera en el texto Esquemas sobre psicoanálisis.

En Dinámica de la transferencia, Freud la describe como algo absolutamente necesario, como algo que sale al paso inherentemente en toda cura psicoanalítica. Esta transferencia se da también por fuera del análisis, previa a él y de manera salvaje. La transferencia no es una forma de amor, sino que es amor. Son lo mismo. De esta manera, el psicoanálisis cura por medio de la palabra y el amor.

La transferencia proviene de las posiciones innatas y de vivencias infantiles, que son las condicionantes del amor que el sujeto repite toda su vida. Cada uno de nosotros aprende lo que es el amor en tiempos primordiales de la vida. La transferencia depende de factores accidentales, las vivencias. Además, la pulsión se satisface en ella, pues tiene metas que han quedado fijadas a determinados puntos.

En todo ser humano hay mociones libidinales inconscientes que forman la fantasía y se vuelven al médico. Cuando estas mociones son parcialmente insatisfechas se vuelven contra el analista. de esta manera, la transferencia puede ser la palanca más poderosa del tratamiento, pero también la más fuerte resistencia y oposición a la cura. ¿Cómo lo vemos? En la falta de asociación, de colaboración, silencios, las faltas, las cuestiones con los honorarios, las llegadas tarde.

La transferencia positiva, imaginaria, son sentimientos tiernos conscientes hacia el analista, al saber en sí mismo. La transferencia también tiene dos facetas resistenciales. Una es la hostilidad y la otra es el amor de transferencia. Ambas formas de resistencia se oponen al recordar. El sujeto actúa, las transfiere y no puede ponerlas en palabras.

En la conferencia 28, Freud dice que la transferencia es la heredera de la hipnosis en su aspecto positivo. Hay dos tiempos del análisis:

1- La libido es forzada a pasar por los síntomas.

2- El combate contra la transferencia.

Puntualizaciones sobre el amor de transferencia es un intento de explicar lo que pasó en el tratamiento de Dora.

Recordar, repetir, reelaborar. Algo se ha "olvidado", porque nunca ha sido consciente. Se trata de algo anterior a los mecanismos de defensa. Freud se da cuenta que no todo es posible de recordar, concepto que se relaciona con lo real en Lacan. Repetir es una manera de recordar lo reprimido, a la manera del polo motor. Se trata de una reconciliación con el ello.

Análisis terminable e interminable y El problema económico del masoquismo, son textos que también permiten pensar el concepto de goce en Lacan, en tanto irreductible y como exceso. Estos textos, jusnto con Construcciones en psicoanálisis, son las bases de las Nuevas Conferencias, en especial la 34. 

Un análisis, ¿Se concluye o se interrumpe? A la luz de la pulsión de muerte, cuando se da la desmezcla pulsional, aparece el goce más mortífero. ¿Qué eficacia tiene el tratamioento en tanto profilaxis? Freud es escéptico del fin de análisis. Para ese entonces, el objeto era levantar los síntomas, las inhibiciones y los rasgos de carácter. Freud, no obstante, habla del análisis imperfecto, que son impedimentos externos a la meta del tratamiento. Son factores traumáticos, que Freud menciona como factores contingentes.

El análisis no terminado corresponde a una alteración del yo, producto de una insurgencia pulsional mucho más severa. Tiene que ver con causas internas, con lo pulsional que ha logrado domeñar al yo, que queda incorregible. 

¿Existe la moralidad absoluta? Todo eso es relativo, el análisis es inconcluible. Poder controlar a la pulsión no es fácil. La abstinencia puede complicar el análisis, porque la frustración del paciente puede traer conflictos en el espacio analítico, debido al ello. Freud dice que nunca vio a un analista lograr la normalidad en su paciente, por lo que dio el consejo de analizarse periódicamente, sobre todo para poder manejar las cuestiones transferenciales en sus pacientes. El yo moral, dice, es una ficción. 

Freud habló que el límite a un análisis es la roca viva de la castración y marca las tres imposibilidades: gobernar, educar y analizar. Aparece el carácter como resistencia del yo, la viscosidad de la libido del ello. Además está lo inanalizable, que es lo que bordea la castración.

Freud menciona 5 formas de resistencia: la represión del yo, la resistencia de la transferencia y el beneficio secundario de la enfermedad. En cuanto al ello, la compulsión a la repetición. Y el superyó, el sentimiento de culpa que lleva a la reacción terapéutica negativa, que es lo que empeora al paciente.

El problema económico del masoquismo (1924), texto cercano a El Yo y el ello y en consonancia con Más allá del principio del placer (1919), Pegan a un niño, Pulsiones y sus destinos, que son sus precedentes. Allí Freud plantea el masoquismo erógeno, el masoquismo femenino y el moral. El primero es el que se percibe con cierta cuota de dolor.

El deseo del analista es que el Otro siga deseando, lo cual es histérico en la medida que deja ese deseo insatisfecho, al no acceder a la demanda. El analista también es paranoico, por la interpretación. El deseo del analista lo mantiene en un lugar que permite el deseo del otro, sin acceder a ese deseo. El deseo del analista implica mantenerse abstinente, suspender valores, poner el cuerpo, ser tomado como objeto a por la transferencia sin sucumbir a la tentación de poner la subjetividad del analista (lo cual es una tentación). Como se ve, es un deseo difícil de sostener.

jueves, 28 de julio de 2022

Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (1915)

 Si la paciente se ha enamorado del médico, el lego pensará que solo dos desenlaces son posibles: uno mas raro, en que todas las circunstancias consintieran la unión legitima y permanente de ambos, y otro mas común, en que el médico y paciente se separarían, abandonando el recién iniciado trabajo que debía servir  al restablecimiento, como si un accidente elemental lo hubiera perturbado.

Claro está también es concebible un tercer desenlace, el anudamiento de relaciones  amorosas ilegítimas, y no destinadas a ser eternas, pero lo vuelven imposible tanto la moral civil como la dignidad médica.

Supongamos el segundo caso: el médico y la paciente se alejan tras enamorarse ella de él, la cura es resignada. Pero el estado de la paciente pronto vuelve necesario un segundo intento analítico con otro médico, y de igual modo, si interrumpe y recomienza, del tercero, etc.

Tiene que discernir que el enamoramiento de la paciente le ha sido impuesto por la situación analítica y no se puede atribuir, digamos, a las excelencias  de su persona, que por tanto no hay razón para que se enorgullezca de semejante conquista.

Para la paciente en cambio se plantea una alternativa: debe renunciar a todo tratamiento  psicoanalítico, o consentir su enamoramiento del médico como un destino inevitable.

Es cierto que a primera vista no parece que del enamoramiento en la transferencia  pudiera nacer algo auspicioso para la cura. La paciente, aún la mas dócil  hasta entonces, se ha perdido de pronto toda inteligencia del tratamiento y todo interés por el, no quiere hablar ni oír más que de su amor, demanda que le sea correspondido, ha resignado sus síntomas o los desprecia, y hasta se declara sana.

En el surgimiento de esa demanda de amor la resistencia tiene sin duda una participación grande.

Es que desde hacia tiempo uno observaba en la paciente los signos de una transferencia tierna, y con acierto pudo imputar a esa actitud frente al médico su docilidad, su favorable acogida a las explicaciones del análisis, su notable comprensión y la elevada inteligencia que así demostraba.

Todo ello ha desaparecido como por encanto: la enferma ya no intelige nada, parece absorta en su enamoramiento, y semejante mudanza sobreviene con toda regularidad en un punto temporal en que fue preciso alentarla a admitir o recordar un fragmento muy penoso y fuertemente reprimido de su biografía. Vale decir que el enamoramiento existía mucho antes, pero ahora la resistencia empieza a servirse de él para inhibir la prosecución de la cura, apartar del trabajo todo interés y sumir al médico analista en un penoso desconcierto.

Del enamoramiento: es el afán de la paciente por asegurarse de que es irresistible, por quebrantar la autoridad del médico rebajándolo a la condición de amado, y por todo cuanto pueda resultar atractivo como ganancia colateral de la satisfacción amorosa.

De la resistencia, es lícito conjeturar que en ocasiones aprovechará la declaración de amor como un medio para poner a prueba al riguroso analista, quien en caso de condescender  recibirá una reconvención.

Uno tiene la impresión que la resistencia, como “agent provocateur”, acrecienta el enamoramiento  y exagera la buena disposición  a la entrega sexual a fin de justificar, la acción eficaz de la represión.

El analista jamás tiene derecho a aceptar la ternura que se le ofrece ni responder a ella, por el contrario, debería considerar llegado el momento de abogar ante la mujer enamorada por el reclamo ético y la necesidad de la renuncia, conseguir que abandone su apetencia y, venciendo la parte animal de su yo, prosiga el trabajo analítico.

Pero Freud sostiene que, que exhortar al paciente, tan pronto como ella ha confesado su transferencia de amor, a sofocar lo pulsional, a la renuncia y a la sublimación, no seria para el un obrar analítico, sino un obrar sin sentido. Uno habría llamado lo reprimido a la consciencia solo para reprimirlo de nuevo, Además contra las pasiones de poco valen los discursos, la paciente solo sentirá desaire y no dejara de vengarse.

Freud, lo que quiere postular es lo siguiente: hay que dejar subsistir en el enfermo la necesidad y añoranza como una fuerzas pulsionales del trabajo y la alteración y guardarse de apaciguarlas mediante subrogados, puesto que la enferma, consecuencia de su estado y mientras no hayan sido levantadas sus represiones, será incapaz de lograr una efectiva satisfacción.

Pregunta que pasaría si el médico accediera y correspondería  AL AMOR DE LA PACIENTE  Y A SACIAR SU NECESIDAD DE TERNURA.

 LA PACIENTE ALCANZARIA SU META, PERO EL NO LA SUYA.

Sería un gran triunfo para la paciente, y una total derrota para la cura.

En la relación de amor  ella sacaría a relucir todas las inhibiciones y reaccione patológicas de su vida amorosa sin que fuera posible rectificarlas en algo, y esta experiencia penosa concluiría en el arrepentimiento y en un gran esfuerzo de su inclinación represora.

Uno retiene la transferencia de amor, pero la trata como algo no real, como una situación por la que se atraviesa en la cura, que debe ser reorientada hacia sus orígenes inconscientes y ayudará a llevar a la consciencia lo más escondido de la vida amorosa  de la enferma, para así gobernarlo.

Más adelante dice que si bien es verdad que la participación de la resistencia en el amor  de transferencia es indiscutible y muy considerable. Sin embargo, la resistencia no ha creado este amor, lo encuentra ahí, se sirve de el y exagera sus exteriorizaciones.

También es verdad, que este enamoramiento consta de reediciones de rasgos antiguos, y repite reacciones infantiles, pero ese es el carácter esencial de todo enamoramiento.

Ninguno hay que no repita modelos infantiles.

Justamente lo que constituye su carácter compulsivo, que recuerda a lo patológico, procede de su condicionamiento infantil.

Resumiendo: No hay ningún derecho negar el carácter de amor genuino al enamoramiento que sobreviene dentro del tratamiento analítico.

Así que:

  1. Es provocado  por la situación analítica.

  2. Es empujado hacia arriba por la resistencia que gobierna a esta situación. 

  3. Carece en alto grado del miramiento por la realidad objetiva, es menos prudente, menos cuidadoso de sus consecuencias, más ciego en la apreciación de la persona amada de lo que querríamos concederle a un enamoramiento normal.


Para el obrar médico es decisiva la primera de esas propiedades del amor de transferencia. El tendió el señuelo a ese enamoramiento al introducir al tratamiento a analítico para curar la neurosis, es para el resultado inevitable  de una situación médica.

El psicoterapeuta debe librar así una lucha triple: 

  • En su interior, contra los poderes que querrían hacerlo bajar del nivel analítico.

  • Fuera del análisis, contra los oponentes que le impugnan la significatividad de las fuerzas pulsionales sexuales y le prohíben servirse de ellas en su técnica científica.

  • En el análisis, contra sus pacientes, que al comienzo se comportan como los oponentes, pero que luego dejan conocer la sobrestimación de la vida sexual que los domina, y quieren aprisionar al médico con su apasionamiento no dominado socialmente.

domingo, 10 de abril de 2022

Sobre la dinámica de la transferencia (1912) - punteo

 Todo ser humano, por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos  que recibe en su infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, o sea, para las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará, así como para las metas que habrá de fijarse. Esto digamos da por resultado un cliché que se repite de una manera regular. 

Un sector de las mociones determinantes para la vida amorosa ha recorrido el pleno desarrollo psíquico, ese sector esta vuelto hacia la realidad objetiva, disponible para la personalidad consciente.

Otra parte de las mociones libidinosas ha sido demorada en el desarrollo, esta apartada de la personalidad consciente así como de la realidad objetiva, y sólo tiene permitido desplegarse en la fantasía o bien ha permanecido por entero en lo inconsciente, siendo entonces no consabida para la consciencia de la personalidad. 

Es de todo normal que la investidura libidinal aprontada en la expectativa de alguien  que esta parcialmente insatisfecho se vuelva hacia el médico.

La libido se ha internado en el camino de la regresión y reanima los imagos infantiles. Y bien, hasta allí surge la cura analítica, que quiere pillarla, volverla de nuevo asequible a la consciencia y por última ponerla al servicio de la realidad objetiva.

Toda vez que la investigación analítica tropieza con la libido retirada, no puede menos que estallar en un combate, todas las fuerzas que causaron la regresión de la libido se elevaran como unas resistencias al trabajo, para conservar ese nuevo estado.

Para liberarla es preciso ahora vencer esa atracción de lo inconsciente, cancelar la represión de las pulsiones inconscientes y de sus producciones. 

Si se persigue un complejo patógeno desde su subrogación en lo consciente (llamativa como síntoma) hasta su raíz inconsciente, enseguida se entrará en una región donde la resistencia se hace valer con mucha nitidez.

En este punto, sobreviene la transferencia.

Si algo del material del complejo (su contenido) es apropiado para ser transferido sobre la persona del médico, esta transferencia se produce, da por resultado la ocurrencia inmediata  y se anuncia mediante los inicios de una resistencia.

De esta experiencia inferimos que la idea transferencial ha irrumpido hasta la conciencia  porque presta acatamiento también a la resistencia.

Siempre que uno se aproxima a un complejo patógeno, primero se adelanta hasta la conciencia la parte del complejo susceptible de ser transferida.

Estas constelaciones se van encaminando hacia una situación en que todos los conflictos  tienen que libertarse en el terreno de la trasferencia.

El mecanismo de la transferencia se averigua reconduciéndolo al apronte de la libido  que ha permanecido en posesión de imagos infantiles, pero el esclarecimiento de su papel en la cura, solo si uno penetra en sus vínculos con la resistencia.

Todos nuestros vínculos de sentimiento de empatia, amistad, confianza, similares que valorizamos en la vida, se enlazan genéticamente con la sexualidad y se han desarrollado por el debilitamiento de la meta sexual.

La transferencia sobre médico solo resulta apropiada  como resistencia dentro de la cura cuando es una transferencia negativa o una positiva de mociones eróticas  reprimidas.

Cuando nosotros cancelamos la resistencia haciéndola conciente, solo hacemos desarsirce de la persona del médico esos dos componentes del acto del sentimiento. En cuanto al otro  componente  susceptible de conciencia y no chocante subsiste y es el psicoanálisis al igual que otros métodos de tratamiento, el portador del éxito.

En las formas curables de psiconeurosis se encuentra junto a la transferencia tierna (la transferencia negativa) a menudo dirigida de manera simultánea sobre la misma persona

Bleuler, señala esto como ambivalencia. 

Una ambivalencia así de los sentimientos parece ser normal hasta cierto punto, pero un  grado más alto de ella es sin duda una marca particular de las personas neuróticas.

La ambivalencia de las orientaciones del sentimiento es lo que mejor nos explica la aptitud de los neuróticos para poner sus transferencias al servicio de las resistencias.

La lucha entre el médico y el paciente, entre el intelecto y la vida pulsional, entre el discernir y el querer actuar, se desenvuelve casi exclusivamente en torno  de los fenómenos transferenciales.

Los fenómenos de la transferencia nos brindan el servicio de volver actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas y olvidadas en los pacientes.

domingo, 3 de abril de 2022

La contratransferencia ¿Qué-hacer y cómo-hacer del analista con este fenómeno inevitable?

Notas del Taller Clínico titulado "La contratransferencia ¿Qué-hacer y cómo-hacer del analista con este fenómeno inevitable?" a cargo del Dr. Gustavo Szereszewski.

La contratransferencia no es un concepto aislado, sino que  tiene su correlato con el deseo del analista, la transferencia y la resistencia. La transferencia tiene dos caras: sujeto supuesto saber y la cara objeto de la transferencia. La resistencia tiene dos ejes: el imaginario y el eje inconsciente. La contratransferencia puede ser un obstáculo, un motor y una tercera posición, que desarrollaremos.

La transferencia en Freud aparece al inicio de la obra bajo el concepto de confianza. El paciente confía en diversas personas, como el amigo íntimo al que se le confían las partes más rechazadas de uno mismo, sabiendo que del otro lado no vendrá una crítica ni un juicio. Aunque se parece, un analista es distinto a un amigo, porque el analista no está como sujeto. La relación con el analista no es recíproca, por eso Lacan habla en el seminario 8 de la transferencia como disparidad subjetiva. El sujeto es el paciente, es el que pone a trabajar el inconsciente, el que habla, el que pone sus pasiones y sentimientos en la transferencia. El analista está más en un lugar de objeto. 

El sujeto supuesto al saber es cuando el paciente, en una primera etapa del análisis de la que Freud habla en términos de luna de miel, deposita el saber en el analista para que lo libere de la angustia o le levante un síntoma. Es la cara simbólica de la transferencia.

La otra cara de la transferencia es la real, la cara del objeto de la transferencia. Es cuando Freud habla de neurosis de transferencia. La neurosis del paciente se dirige al analista como objeto y el analista es el depositario de los objetos fantasmático del paciente y de su sufrimiento. La cara de amor pasional también se dirige al analista como objeto. El ejemplo podría ser el caso de Breuer con Anna O., donde se gesta una transferencia en donde ella tenía un embarazo histérico, tras haber fantaseado una relación amorosa con su analista. Había un deseo de Breuer de ser padre y él se ponía en ese lugar, generando este tipo de transferencias. 

La transferencia también tiene una cara de motor y de obstáculo en la cura. Se ama al que se le supone un saber, pero si ese amor se hace demasiado importante se vuelve un obstáculo en la cura. 

En cuanto a la resistencia, hay un eje imaginario y otro inconsciente. El eje imaginario parte fundamentalmente del yo. Desde Lacan, se piensa al yo como algo que se adquiere desde afuera. El yo siempre se pone en pareja con el semejante, con el otro del espejo, el par. El eje inconsciente tiene dos componentes, que son el sujeto y el Otro. 
El Otro es el Otro de lo simbólico, del tesoro de significantes, es el inconsciente que nos habita. Cuando le habla a la persona del analista, el paciente piensa que le habla a él, pero en realidad le habla a ese Otro que está en el paciente. 

Los dos ejes se cruzan y en ese punto aparece la resistencia, porque es el punto en el que el yo se cruza con el inconsciente. El yo intenta desconocer lo que aparece como inconsciente, porque el inconsciente se presenta disruptivamente, desorganizado, oscuro y demoníaco. En una primera etapa del análisis, el paciente se aferra mucho al yo e intentan que su discurso sea coherente, sin fisuras, que no se preste a malentendidos. El analista interviene diciéndole que no prepare la sesión, que no interesa lo que le pasó en la semana a la manera de una confesión. En su lugar quiere saber qué se le pasa por la cabeza, qué le está pasando y que va más allá de lo que pasó en la semana. Si aparece algo impensado, algo que da vergüenza, algo rechazado, que lo cuenten, que lo diga.

Lacan compara al yo con una lámpara eléctrica, de esas con filamento que tiene una resistencia en forma de espiral. La electricidad, al pasar por esa resistencia, ilumina. La luz de la lámpara es gracias a la resistencia. La resistencia puede tomarse como algo iluminador para el inconsciente y no solamente como obstáculo.

También está la resistencia del analista. El analista debería posicionarse como el gran Otro y ese es el lugar desde donde interviene. Los pacientes, naturalmente por estructura, intentan llevarlo al lugar del semejante, sobre todo los pacientes que tienen menos experiencia con el psicoanálisis. De esta manera, el paciente intenta llevar al analista al lugar del amigo, del padre, etc, que sea significativo para su vida. Si el analista se deja tomar en ese lugar, va a resistir, porque va a actuar como amigo, padre ó madre. Si un paciente tiene una deficiencia del amor materno, seguramente su transferencia lo va a llevar al lugar materno. Si el analista lo actúa, va a estar resistiendo, porque no actúa como analista. Sin embargo esto es inevitable, ¿Entonces qué hacemos?

El analista debe escucharse en sus actitudes y trabajar con ese lugar, no actuarlo. El analista debe estar advertido que va a estar naturalmente traccionado a ese lugar, pero no tiene que responder desde allí. La resistencia aparece cuando el analista no entiende lo que le pasa al paciente, porque su oído se obturó por estar en el lugar incorrecto. 

El yo y el fantasma comparten un lugar común, porque el enunciado del paciente tiene que ver con el yo y la enunciación (el lugar inconsciente), con el fantasma. El fantasma implica la relación del sujeto con el Otro, donde está su deseo, su amor y goce a un nivel inconsciente. Es la escena inconsciente, la otra escena en donde transcurre el sueño. La fantasía, en cambio, son sueños que se tienen despierto. El análisis tiene, entre otros objetivos, construir el fantasma. La propia persona del analista es tomada como objeto del fantasma del paciente. El analista toma el relevo de ese objeto, para que el sujeto advierta cuál es el objeto de su fantasma. 

El deseo del analista es el lugar que el analista le deja vacante al paciente. El analista es una especie de pizarra en blanco, un agujero donde el paciente proyecta todos sus objetos y pasiones. El deseo del analista no es el anhelo del analista (que el paciente ande bien, que trabaje, que se enamore), sino que es una x, una incógnita, un enigma para paciente y analista. El deseo de analista tiene que ver con la falta y la castración. Allí se detienen los argumentos, los significantes, no hay explicación. Es la falta en ser y la falta en saber, desde allí opera el analista para que allí aparezcan los decirles y anhelos del paciente. El protagonista es el paciente. 

Cuando hablamos de resistencia, dijimos que nos los lugares donde el analista se ve traccionado. Allí el analista goza. Si el analista puede leer ese goce, deja vacante ese lugar y aparece el deseo del analista. Esto puede descubrirlo mediante la supervisión, al descubrir que ocupa un determinado lugar que provoca resistencia. Si se despeja esa función, aparece el deseo de analista y puede funcionar. 

La contratransferencia
En el analista hay subjetividad, inconsciente y transferencia. Es un ideal pensar que el analista es un deseo de analista andante. Eso no implica que haya que resignarse, sino saber que hay que operar con esto. ¿Pero cómo hacer que la subjetividad del analista y su contratransferencia no se vuelvan resistenciales y que estén a favor del deseo de analista? 

La contratransferencia como obstáculo
Freud se dio cuenta que los análisis empezaban a funcionar bien cuando el paciente admiraba al analista y le suponía un saber. Son los pacientes que traen sueños, asociaciones... También se dio cuenta que el analista podía verse tentado a responder a ese amor y eso era un obstáculo, pues el análisis se interrumpía. Ahí, el amor de transferencia es un obstáculo. También puede pasar que el paciente odie a su analista y experimente con él una transferencia negativa. 

Dijimos que el en el eje imaginario el paciente no es el único que resiste, pues el analista también puede resistir poniéndose en un lugar especular con el paciente. Ahí la contratransferencia es un obstáculo. Por ejemplo, un paciente maltrata a su analista, no le paga, falta a las sesiones, no quiere trabajar. En la supervisión aparece que a esta paciente le pasaba lo mismo con todo el mundo, motivo por el cual fue a la analista. Si la analista responde, en el caso de Eva, "Mierda, ¿Así te trataron?", el analista puede salirse de objeto y ponerlo en relación con ese inconsciente y fantasma, porque el paciente maltrata porque fue maltratado. El analista es un relevo de eso. 

Hay dos remedios infalibles: el análisis personal y el análisis de control, la supervisión. En el análisis personal uno descubre de qué goza, de qué sufre, cuáles fueron los maltratos y los amores que fue objeto para no pasárselo al paciente. Y en el análisis de control uno se hace especialista de su propio fantasma. 

Una de las fuentes de la contratransferencia como obstáculo tiene que ver con no entender al paciente que se tiene adelante. Allí el analista debe cuidarse de no responder con su propio inconsciente, su filosofía ó su cuerpo. Cuando el analista no entiende, debe abstenerse: no debe intervenir. debe escuchar hasta entender o ir a supervisar. 

Lacan propuso dos modos básicos de contratransferencia como obstáculo: como amor, o como odio. Es la tendencia a tomar al paciente en nuestros brazos ó arrojarlo por la ventana. Dos formas de pasiones, que se pueden presentar en el analista respecto a su paciente. Si esto no es leído, termina siendo un obstáculo. 

La contratransferencia como motor
Los analistas prelacanianos y posfreudianos, tomaron a la contratransferencia como la panacea. Ellos pensaban que su inconsciente era sano y estaban analizados, de manera que podían dar la clave de lo que le pasaba al inconsciente del paciente con la contratransferencia y hacer de esto un motor de la cura. Se interpretaba la transferencia, como un vínculo erróneo que el paciente hacía con él y con el mundo y el analista debía corregir ese vínculo erróneo del paciente, interpretándole la verdad de su vínculo en base a la contratransferencia.

Interpretar la contratransferencia no iba muy lejos, sino que les daba mucha información sin cambiar la vida de la persona. Lacan criticó este desvío, diciendo que no se trata de tomar a la contratransferencia como brújula.

La contratransferencia como resistencia que ilumina
Así como la resistencia del analista ilumina, la contratransferencia del analista también ilumina, siempre y cuando se la pueda leer de la buena manera. Pueden pasar diversas situaciones:

1) Cuando la contratransferencia es demasiado amorosa. 
Los analistas pueden tener sentimientos amorosos hacia sus pacientes. Un analista pide supervisión por una paciente que tenía el problema de que no podía enamorarse de ningún hombre. La historia de esta paciente es que tenía un hermano mayor que era el preferido de la madre y el padre, un lugar idealizado incluso para ella. estaba mezclado el amor con el erotismo hacia el hermano. El analista dice "Esta paciente es muy seductora, me dice que tuvo varios analistas pero que yo soy el mejor, el más inteligente, el que la escucha mejor". Y dice "Menos mal que se parece demasiado a mi hermana para que yo pueda enamorarme de ella". Se dio cuenta que él estaba en el lugar del hermano de la paciente y por eso el análisis se empantanó. Cuando él pudo correrse de ese lugar, la paciente pudo conocer a un hombre. El analista era allí un obstáculo, pero esto iluminó porque el analista pudo leer ese lugar y despejar esa cuestión para que la paciente avance en su deseo.

2) Cuando la contratransferencia se manifiesta como rechazo
Maud Mannoni cuenta, en La marca del caso, una paciente que le cuesta mucho hablar. Tiene una especie de autismo y ella se mueve mucho en la sesión. Levanta las piernas de manera indecorosa, lanza la cartera y grita "Mierda, mierda". El analista no entiende nada de lo que está pasando. Él se da cuenta que mientras la atendía, él se quedaba mirando a un rincón del consultorio en el que hay una férula, planta cuyos tallos se dejaban secar para castigar a los niños cuando se portaban mal. A él se le ocurren asociaciones con la religión zen donde los golpes forman parte de la educación del alumno, recuerda una novela de un personaje que tenía vergüenza chaqueaba los dedos y hacía muecas, también una situación vergonzosa de Sartre, donde él hacía muecas frente al espejo... También, luego de atender a sus pacientes, se encuentra repitiendo una frase, que resulta ser de un libro cuya frase anterior le había dado vergüenza. Mannoni se da cuenta que de lo que se trata es de la vergüenza de la paciente. despejada esta cuestión, la paciente empieza a trabajar y a hablar.

A veces hace falta la histerización del analista con sus asociaciones. Mannoni no le dijo nada a la paciente sobre lo que él trabajó ni le comunicó su conclusión, sino que la utilizó para su interpretación.

3) Cuando al analista se le interponen asociaciones molestas.
Puede pasar que al analista se le aparezcan asociaciones ó fantasías molestas. 

Un caso: el paciente sufre de ser "el bueno". A todo decía que sí y a nada decía que no, cosa que le traía muchos problemas, porque lo hacían quedarse en su trabajo horas extras sin pagarle nada, llegaba tarde a la casa y tenía problemas con su pareja. Al analista se le interpuso la imagen de un actor que hace un sketch, de esos actores que hacen de ellos mismos. A este personaje le decían que se había ganado la lotería y siempre tenía la misma cara. El analista se pregunta qué era eso que se le interponía y concluye que es el falso self. Es decir, el paciente es un actor, está actuando un personaje que no es él. En determinado momento, el paciente dice que se siente como un personaje, como el buenudo. Despejado esto, el paciente relata fantasías sádicas, de enojo y bronca, totalmente reprimidas bajo este falso self.

Cuando al analista se le presentan asociaciones raras, dejarlas como notas al margen hasta que uno advierta de qué se trata. Un posfreudiano enseguida la tomaría como la verdad de la cuestión del paciente. Freud enseñó que el analista debía interpretar cuando el paciente estaba a un paso de darse cuenta de la cuestión. 

4) Cuando lo que entra en juego en la contratransferencia es el cuerpo del analista.
A veces el analista queda histerizado en su cuerpo y siente cosas. 
Caso: un paciente adolescente con grandes problemas sociales. En el colegio nadie lo quería, no lo invitaban a los cumpleaños, se la pasaba encerrado, tirado en la cama. Después de un tiempo, el analista se entera que a partir de la separación de los padres, él dormía en la cama con la mamá. El analista interviene diciéndole al paciente que nunca más se acueste con la madre y a la madre, que no lo invite a su cama nunca más. Hasta que no obtuvo un sí claro de cada uno, no los dejó irse del consultorio.

Lo que empezó a pasar fue que él se tiraba en el diván del consultorio y no hablaba. Jugaba con el celular. El analista se preguntaba qué pasaba ahí. No quería sacarle el celular, pero tampoco el paciente accedía a la invitación de hablar. El analista había empezado a sentir ahogo. Varias sesiones así, de manera que el analista un día lo recibió en la puerta del edificio del consultorio y en lugar de subir, le dijo de ir a caminar. El paciente se quedó muy sorprendido, el analista no le dio opción y cerró la puerta. El analista comenzó a caminar y su paciente lo siguió. Ahí empezó a hablar. El cambio de escena sirvió. Empezó a hablar de los compañeros, de que la chica que le gustaba no le daba bola, que no iba a los cumpleaños porque le daba miedo viajar solo... se desplegaron un montón de cosas en este paciente que tenía una agorafobia. En este caso, el diván se había convertido en la cama de la madre. 

A veces el analista puede alojar en su cuerpo un objeto que no le es propio, como el ahogo en este caso. Se trataba del ahogo incestuoso en el que estaba este paciente.

Claude Dumézil cuenta, en La marca del caso, un paciente que cuenta un sueño que él lee como un sueño de castración. El analista empieza a sentir un dolor en la pierna, un dolor que tenía desde la infancia y que había trabajado en su análisis. El paciente le cuenta un recuerdo donde el paciente había sido herido en esa pierna. Esto le sirve al analista para cuestiones de su propio análisis, pero también para producir la interpretación hacia el paciente.

Para que la contratransferencia le sea útil al analista, éste tiene que ser un poco incauto y no estar a la defensiva. Hay un seminario de Lacan que se llama Los no incautos yerran. Es decir, los que evitan ser incautos la pifian. Todos tenemos el ideal del analista como alguien astuto, lúcido, que pesca perfectamente... Un buen analista no es alguien astuto, sino alguien que se deja tomar por la transferencia, es alguien incauto. Se debe dejar habitar por el objeto y los significantes que el paciente le transfiere. La transferencia del paciente está hecha de significantes, de goces y el analista aloja eso. Su astucia es parte de la práctica. Si el analista está en un lugar apático, eso cae como en saco roto, porque el paciente habla y al analista no le pasa nada. Si el analista empieza a ser sensible, cosa que pasa con los analistas analizados, está más expuesto a estas corrientes pero también sabe que no tiene que ponerlas en juego de manera yoica, porque no es con él la cosa, sino con el fantasma del paciente. El analista es solamente un relevo. El analista debe tomar estas cosas que el paciente transfiere y utilizarlas al servicio del análisis. ¿Qué transfiere el analista y por qué me siento molesto, enojado? ¿Por qué este paciente me aburre ó no quiero atenderlo? ¿Por qué este paciente me encanta? Todo esto hay que trabajarlo para no actuarlo. Ahí la contratransferencia es algo que ilumina.

El analista no toma como objeto de goce al paciente (ej., ser amigo del paciente, rechazarlo), sino que el goce del analista es la práctica del psicoanálisis. Cuando es tomado por la contratransferencia, el analista no debe tomar a su paciente como objeto, sino preguntarse por esto en su análisis y la supervisión para evitar los puntos ciegos del analista.

Recordemos que una vertiente de la transferencia es el analista como objeto, de manera que el analizante en cierto momento habla de lo que le pasa con el analista. Esta neurosis de transferencia es un aparte muy importante del análisis y que muchos pacientes evitan, porque es hablar de frente.

El analista es incauto del inconsciente. Si todo lo que le pasa al analista son los ecos de la transferencia del paciente, en donde el analista funciona como resonador de lo que pasa en el inconsciente del paciente, ¿Tendríamos que seguir hablando de contratransferencia ó se trata de los modos que toma la transferencia? La transferencia del paciente incide en el analista y resuena de determinada manera, pero no es contratransferencia, sino la transferencia que trabajaba al analista.