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sábado, 22 de marzo de 2025

El paréntesis de la demanda y la identificación

 Si la demanda no coincide con el pedido, siendo entonces solidaria del significante articulado, puede hacérsela equivaler a ese paréntesis simbólico que escribe la operación del significante.  Este paréntesis, aplicado a la demanda, introduce un corte estructural, abriendo un espacio donde los objetos múltiples intentan, sin éxito, satisfacerla completamente.

Si el pedido apunta a un objeto específico, la demanda, en cambio, exige la presencia del Otro, ya que se inscribe en el registro del llamado. En este sentido, la risa se convierte en un índice comunicativo: señala que la demanda ha llegado al Otro, no necesariamente porque haya sido satisfecha, sino porque ha logrado inscribirse en su campo.

Este proceso lleva paradójicamente a la identificación. El sujeto, al dirigirse al Otro en busca de respuesta, asume una máscara que le permite sostenerse en la relación con él. Dicha identificación, I(A), actúa como un tapón frente a la falta del Otro, lo que da lugar a la ilusión de su completud.

En este contexto, el ideal surge como el significante de la demanda de amor, funcionando a su vez como el sostén simbólico de la imagen especular del sujeto. Sin embargo, esta identificación, aunque fundamental para la constitución subjetiva, también tiene un efecto de petrificación, deteniendo al sujeto en una posición fija.

Por ello, en los seminarios V a VII, Lacan orienta su enseñanza hacia una clínica que va más allá del ideal, planteando la posibilidad de abrir un horizonte donde el deseo no quede reducido al marco de la demanda, sino que pueda desplegarse en su propia dimensión.

lunes, 10 de febrero de 2025

La Demanda y la Palabra: Entre el Llamado y el Circuito del Amor

Lacan señala que “toda palabra llama a una respuesta e incluye al oyente”, estableciendo un punto de partida crucial para entender su enseñanza. Este enfoque separa la palabra de lo meramente verbalizable: la palabra consiste en un llamado, y el oyente, el Otro, está implicado desde el inicio, incluso antes de adquirir una forma concreta.

La Demanda y el Pedido

En este marco, la demanda se distingue del pedido. Mientras que el pedido se orienta hacia objetos específicos, la demanda se dirige a la presencia del Otro y se funda en la incondicionalidad, pese a la imposibilidad inherente a dicha exigencia. Así, la demanda trasciende lo particular para inscribirse en la cadena significante, cuya articulación sirve como vehículo para la relación del sujeto con el deseo.

Sin embargo, el deseo no es plenamente articulable; permanece en el límite de lo dicho, en la falta que organiza al sujeto. Esta relación se juega en lo que Lacan denomina el "circuito infernal" de la demanda, estructurado entre el Otro y el s(A), donde la sanción del Otro otorga sentido. Aquí se cristaliza la demanda como una demanda de amor.

La Demanda de Amor y el Circuito del Grafo

La demanda de amor opera dialécticamente entre el niño y el Otro. Este movimiento se representa en el grafo, extendiéndose desde el sujeto dividido ($) hasta el Ideal del Otro (I(A)), un punto de petrificación. Como demanda de amor, ilusiona con la completud del Otro, vinculándose a las identificaciones idealizantes del sujeto: el I(A) como significante de las identificaciones especulares del moi.

Esta ilusión de completud refuerza el carácter encerrado e infernal de la demanda, dejando al sujeto atrapado en un circuito donde busca, pero no encuentra, una satisfacción última. Así, la demanda se convierte en un espacio donde el deseo se vislumbra, pero siempre como un horizonte, nunca como un destino alcanzable.

En este contexto, la palabra que llama e implica al Otro, más allá de lo dicho, es también aquello que funda la posibilidad del amor y su imposibilidad, exponiendo al sujeto a la paradoja esencial de su existencia deseante. 

lunes, 2 de diciembre de 2024

Pedido y demanda: distinciones

 En el acto de escuchar, y particularmente en el sostenimiento del Sujeto Supuesto al Saber como eje inicial de la transferencia, el analista se convierte en el receptor de múltiples pedidos o demandas dirigidas hacia él. Es importante destacar la diferencia entre ambos conceptos, ya que su confusión puede generar obstáculos significativos en el desarrollo de la transferencia durante el tratamiento.

Lacan establece una separación clara entre la demanda y el pedido. La demanda está intrínsecamente vinculada al encadenamiento significante, siendo una construcción del lenguaje mismo. Hablar implica, en sí, demandar. En este sentido, la demanda se dirige al Otro/otro sin depender de que exista o no una respuesta ni de la naturaleza de esa posible respuesta.

La demanda tiene como característica fundamental la incondicionalidad: lo que el sujeto reclama no es simplemente un objeto o una acción específica, sino la totalidad incondicional del Otro. Esto convierte a la demanda en una herramienta clave para el analista, ya que le permite identificar las características y las particularidades del Otro al cual el sujeto orienta su discurso.

El pedido, por otro lado, se relaciona más directamente con el objeto que se espera obtener, el objeto que el sujeto supone que el otro podría ofrecer. En este sentido, el pedido tiende a generar una ilusión de alcanzabilidad, en contraste con la demanda, que confronta al sujeto con una imposibilidad estructural.

El pedido podría interpretarse como un intento de encubrir lo irrespondible de la demanda, dado que la incondicionalidad reclamada por la demanda es imposible, en tanto el Otro también está atravesado por la barra significante. Es decir, el Otro no puede responder plenamente a la exigencia incondicional porque también está marcado por la falta.

En el marco de la cura analítica, la demanda ocupa un lugar central, ya que, a través de una torsión en la experiencia transferencial, permite al sujeto moverse desde la ilusión sostenida en el pedido hacia el reconocimiento de su soledad estructural. Es este pasaje el que posibilita un avance en el proceso analítico, ya que confronta al sujeto con su deseo más allá de las expectativas ilusorias dirigidas al Otro.

martes, 10 de septiembre de 2024

Los ideales del analista: "Vengo a resolver algo puntual"

 A veces hay que considerar el problema o la incidencia que podrían tener sobre la cura los ideales del analista. No me refiero solamente a los ideales en el sentido de aquello concernido en su subjetividad: sus inclinaciones, ideológicas o de alguna otra naturaleza similar. Si no que a veces funcionan como obstáculos ciertos ideales en cuanto a ciertas ideas preconcebidas respecto de lo que debe ser un psicoanálisis, y agregaría, en todos los casos y en cualquier circunstancia.

El asunto es qué sucede o cómo intervenir respecto de un sujeto que acude a un analista, solamente con la aspiración a resolver una cuestión muy puntual, sin ir mucho más lejos que eso.

Esta es una pregunta fundamental importantísima. Y mi respuesta fue que, en ese caso, el analista lo único que debiera hacer, desde mi lectura, es acompañar en eso al sujeto sin pedir nada más.

Entiendo que es el planteo acorde con la ética, por cuanto al ser una ética del deseo, prescribe que el analista no demande. Además, entiendo que es el planteo de Diana Rabinovich cuando llama la atención acerca de que el analista no debe empujar al sujeto al heroísmo.

A veces no hay más que un acompañar al sujeto respecto de aquello que lo trae a la consulta. Pero eso no significa que el analista deba renunciar al deseo del analista.

Entonces, sin demandar, podrá apostar a inducir allí, en ese pedido, un efecto de división que abra la posibilidad de una pregunta, y quizás esa pregunta abra el margen para un análisis.