martes, 12 de noviembre de 2024

Fracaso y repetición

 Borges solía decir que lo único que puede enseñarse es el amor. Esto plantea una pregunta central: ¿por qué la transferencia es la condición fundamental de todo análisis, más allá de considerarla simplemente como su motor y obstáculo? Una clave esencial es entender la transferencia en términos de repetición. En el Seminario 11, Lacan señala que la transferencia se identifica con la repetición, lo que constituye una crítica a Freud, quien la concebía como la repetición de algo olvidado.

Sin embargo, repetición y transferencia no son equivalentes. Antes de plantear esta crítica, Lacan se había preguntado en el Seminario 8: "¿Quién pensó que fueran conceptos distintos?". Esto muestra la oscilación de Lacan en su reflexión sobre la transferencia.

En el Seminario 5, Lacan explora cómo se instala la transferencia, vinculándola con la demanda en términos de una filigrana. Utiliza la metáfora del papel visto a contraluz, donde se revela la marca de su fabricación. Así, la demanda muestra de manera velada las huellas del Otro que emergen en el proceso analítico.

La demanda no siempre se presenta de esta forma velada o "en filigrana"; a veces aparece de manera directa. ¿Cuál es la diferencia?

Cuando la demanda se muestra en filigrana, vemos un ejemplo clásico en los grandes casos clínicos de Freud, donde el analista se convierte en una figura más dentro de la serie psíquica del paciente, ocupando el lugar del Otro. En estos casos, el analista soporta y encarna esas marcas del Otro, facilitando así la posibilidad de metaforizar esa posición. Sin embargo, esto no siempre ocurre de manera automática. En cuadros como la melancolía u otras neurosis narcisistas, por ejemplo, la transferencia no se manifiesta bajo estos mismos términos, requiriendo un trabajo adicional para que dicha dinámica se establezca.

En este contexto, se observa una transferencia de objeto que debe estar presente desde el inicio, ya que, de no ser así, resulta complicado pensar en un posible final del análisis.

Existen áreas donde la configuración clínica no se manifiesta en filigrana. Para ilustrarlo, consideremos el siguiente caso:

Daniel es el típico ejemplo de lo que hoy se llama "tóxico", un término en boga. Sus parejas lo etiquetan de esta manera, y con el tiempo él empieza a identificarse con esa descripción. Su comportamiento se caracteriza por unos celos extremos y una demanda constante, hasta que las relaciones se vuelven insostenibles. Daniel comenta que, cuando está solo, siente alivio de sí mismo, porque en presencia de otra persona, se siente tomado por una pasión que no puede controlar. A partir de aquí, empieza a construir una narrativa personal.

La historia de Daniel incluye una madre que celaba intensamente a su padre. Tras la muerte del padre, durante la adolescencia de Daniel, los celos de la madre se dirigieron hacia él. Esta situación, sin embargo, no duró mucho porque la madre falleció, dejando a Daniel bajo el cuidado de otra persona. Ya en la adultez, los celos se transfieren a sus parejas, quienes se convierten en los nuevos objetos de su desconfianza.

Lacan sostiene en los Seminarios 8 y 11 que el análisis se desarrolla en el campo del Otro. Esto significa que el objeto de deseo que alguna vez estuvo destinado al Otro se transfiere, permitiendo que el proceso analítico transcurra con esta creación freudiana llamada transferencia. Aquí, el paciente asume el lugar de objeto, pero ahora transferido al Otro (el analista). No se trata simplemente de una historización o anamnesis lineal, sino de un diálogo entre las pasiones y las razones, algo que ya se había explorado en la filosofía y que Freud lleva al dispositivo analítico.

Este dispositivo, al que Freud considera artificial, permite precisamente este intercambio entre razones y pasiones. El objeto de la pasión se transfiere al Otro, encarnado por el analista, quien simula ser el objeto que alguna vez fue para el Otro. Así, la transferencia se convierte en el espacio donde las dinámicas inconscientes del deseo y la demanda encuentran un lugar de expresión y elaboración.

Un aspecto fundamental a considerar es el de la desposesión. En el amor y el deseo, hay una articulación intrínseca con la angustia. El amante se encuentra en un estado de desposesión, pues percibe que el objeto de su deseo se encuentra en el Otro. Por lo tanto, el amor no está exento de angustia; más bien, en esta dinámica pasional, el sujeto se siente despojado, experimentando su falta al encontrar el objeto deseado en el Otro. Aquí es donde la transferencia interviene, permitiendo responder a este encuentro con el objeto faltante de una forma distinta.

En El Banquete de Platón, el amado porta el objeto deseado —el agalma—, algo que el amante desconoce. En la escena previa al banquete, Alcibíades era amante de Sócrates, quien además desempeñaba el rol de su enseñante. El desarrollo del banquete recuerda a las sesiones iniciales de un análisis: los comensales hablan libremente del amor, permitiendo un flujo similar al de la asociación libre. Sin embargo, este hablar se transforma en actuar cuando Alcibíades introduce una torsión inesperada.

Generalmente, pensamos que la angustia inhibe la acción, pero existe otra vertiente donde la angustia empuja al acto. Ambas dimensiones aparecen en la clínica. Lacan, en el Seminario 10, sostiene que el acto le resta a la angustia su certeza. En el banquete, Alcibíades irrumpe con una declaración amorosa hacia Sócrates, poniéndolo en evidencia frente a todos, como menciona Lacan en el Seminario 8. Sócrates responde desentendiéndose y deriva la demanda a Agatón, sugiriendo que Alcibíades realmente se dirige a él.

Este manejo de la transferencia por parte de Sócrates —desviar la demanda hacia un tercero— tiene como objetivo que el proceso continúe, pero no es la única maniobra posible. Freud cuestiona esta práctica, planteando la paradoja de invocar a los demonios del deseo para luego intentar silenciarlos. En lugar de derivar la demanda, el analista podría asumir la responsabilidad de ser soporte del objeto de deseo.

Aquí es donde entra en juego el deseo del analista. Ante la angustia que surge del lado del paciente, e incluso del propio analista, existe la tentación de actuar para mitigar esa tensión. Sin embargo, el analista, a través de su deseo, debería ser capaz de soportar la posición de ser objeto de la pasión del paciente, en lugar de buscar neutralizarla o desviar la demanda hacia otro lugar. La capacidad de sostenerse en esa posición sin actuar ni desentenderse es crucial para que el análisis pueda avanzar, permitiendo que el paciente elabore su relación con el objeto de deseo en el campo transferencial.

Fuente: Notas de la conferencia de Kligmann Leopoldo "Fracaso y repetición", texto elaborado con IA.

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