jueves, 19 de junio de 2025

La constitución del cuerpo en el hablante: entre superficie, corte y goce

La problemática de la constitución del cuerpo en el sujeto hablante presenta múltiples aristas. Desde una perspectiva topológica, implica interrogarse por las operaciones que lo instituyen como superficie: una superficie ultraplana y unilátera, sin la clásica distinción entre interior y exterior.

En el seminario “La lógica del fantasma”, Lacan distingue dos operaciones fundamentales en el proceso de constitución del cuerpo, entendido no como un dato originario, sino como un producto.

En primer lugar, hay un movimiento en el que el lenguaje, como campo preexistente al sujeto, produce un vaciamiento. Este vaciamiento no se debe a que el goce estuviera ya presente y luego fuera retirado —lo que remitiría a una concepción naturalista—, sino a que la sola preexistencia del lenguaje impone ya un cuerpo desprovisto de satisfacción natural. El cuerpo, entonces, no es el soporte inmediato del goce, sino el resultado de una pérdida.

En un segundo momento, el goce se introduce en esta superficie vaciada por mediación del discurso, es decir, del significante. Esta forma de satisfacción, articulada a la ficción significante, está estructuralmente alejada de cualquier idea de goce natural: es artificial, mediada, y responde a la lógica propia del lenguaje.

Así, el cuerpo del hablante queda ligado a una economía política del goce, una lógica de distribución que regula los modos en que este se inscribe. Pero esta regulación no implica una domesticación del goce: su carácter antinómico persiste, incluso en el seno de estas “facilitaciones” discursivas.

Guy Le Gaufey se refiere en este contexto al “atornillamiento” del cuerpo, una expresión que remite al punto de apoyo que el sujeto encuentra en un cuerpo ya zonificado. Este punto de anclaje está ligado a la operación del objeto a como resto, como fragmento separado y potencialmente extraíble, que el sujeto “presta” o pone en juego. Ese “prestarse” lo emparienta con el atornillamiento, ya que el objeto a emerge del mismo corte que constituye la superficie corporal, y al hacerlo, ofrece un lugar donde el sujeto puede fijarse —aunque siempre precariamente—.

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