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jueves, 7 de agosto de 2025

El inconsciente como contador: entre el decir, la verdad y el corte

Para Lacan, el inconsciente se comporta como un contador, en tanto no cesa de escribir, y lo hace bajo la forma del síntoma. Esta escritura no es cualquier inscripción: repite una y otra vez una verdad estructural que no puede formularse de modo directo —que no hay relación sexual. En L’etourdit, Lacan retoma esta imposibilidad, señalando que de la relación sexual no hay escritura, salvo aquella que se tramita a través de la función fálica.

A lo largo del texto, se advierte un movimiento pendular entre el decir y la verdad, donde el primero sostiene y condiciona a la segunda. Es en esta articulación que Lacan delimita, desde Freud, el campo de la verdad como solidario de la lógica atributiva propia de la función fálica. Esta lógica, que se despliega en la dichomansión —el juego serial del tener o no tener el falo—, lleva en su interior la marca de la contradicción estructural.

Frente a esta lógica atributiva, Lacan contrapone el decir como condición de posibilidad de la verdad, una verdad que ex-siste, es decir, que se sitúa fuera del saber completo del Otro. Pero no cualquier discurso puede producir ese efecto de ex-sistencia. Para que ello ocurra, el discurso debe fallar en sus propios términos: debe incompletarse, indecidirse, indemostrarse, debe dejar inconsistente al Otro como lugar de garantía total.

Cuando estas operaciones se realizan, se produce el matema del significante de la falta en el Otro, que indica una aporía estructural, no como ausencia de un significante puntual, sino como un punto límite que afecta al Otro como conjunto. Este giro tiene consecuencias directas sobre la dirección de la cura, que ya no apunta a completar un saber, sino a operar sobre esa falla estructural.

Es aquí donde Lacan introduce una elaboración topológica del decir, al concebirlo no sólo como enunciado o enunciación, sino como acto de corte. Este corte no es metafórico, sino una operación consistente sobre el agujero, una forma de razonar el vacío desde la lógica y el espacio. A través de esta formalización, el decir adquiere una dimensión operativa, capaz de aislar y bordear lo que en el campo del Otro no se puede decir.

lunes, 19 de mayo de 2025

El decir como ex-sistencia de la verdad: entre lo real y la escritura

La relación entre el decir y la verdad en Lacan se juega en una tensión fundamental: la que existe entre el decir y el dicho. Mientras que el dicho pertenece al campo de lo articulado, del significante ya fijado —y por tanto, al registro del Otro—, el decir ex-siste respecto de él: lo bordea, lo sostiene, pero no se reduce a él.

Este decir ex-sistente se afirma en su distancia de la función fálica, allí donde se trata de un no-todo, de una negatividad que escapa a la lógica atributiva de lo universal. El dicho, por el contrario, participa del orden de la “dichomansión” del Otro, es decir, de ese campo donde la verdad se articula bajo las leyes del significante, en su gramática propia.

Lacan señala que el decir proviene de lo real, y que esta concepción se inaugura con Freud: es el decir freudiano el que funda el inconsciente, precisamente porque lo conecta con un real que no se deja reducir a verdad revelada. A diferencia del dicho, el decir toca lo que no puede decirse del todo.

Por eso, Lacan recurre de manera intensiva a la lógica: no como sistema cerrado, sino como herramienta para bordear lo real. Donde la verdad no alcanza —porque está atada al dicho, al sentido—, la lógica permite trazar un límite. Es allí donde el decir se constituye como escritura que bordea, y no como representación.

El inconsciente como contador que no cesa de escribir —según la célebre fórmula lacaniana— inscribe de forma sintomática la imposibilidad de la relación sexual, es decir, la imposibilidad de escribir una relación que no existe. Esta falta de escritura encuentra su suplencia en lo modal (el no-todo) o en lo nodal (la estructura del nudo).

En L’étourdit, Lacan pone en escena un movimiento pendular constante entre el decir y la verdad. El primero no busca sustituir a la segunda, sino servirle de soporte, precisamente porque no está capturado por ella. El decir es condición de posibilidad de la verdad, pero no se confunde con ella: le ex-siste.

Es por ello que Lacan delimita freudianamente el campo de la verdad como solidario de lo posible y de la función fálica, sostenido en una lógica atributiva con su inherente contradicción. En contraste, el decir se sustrae a ese plano, se afirma como acto, como borde de escritura que bordea lo imposible.