miércoles, 3 de mayo de 2017

Los tiempos de la fobia: síntoma y estructura.

Apuntes de la conferencia de Alba Flesler, dictada el 22/04/2015.

El título general de este año es “la fobia: investigaciones clínicas”, así que motivada por las investigaciones, es que propuse el título de hoy, los tiempos de la fobia, síntoma y estructura.

El tema de los tiempos me viene interesando hace bastante tiempo. He investigado lo más hondamente que he podido hasta ahora, porque mi investigación continúa, las distinciones entre la edad y los tiempos del sujeto​. Estoy convencida que nos es de mucha utilidad clínica poder delimitar, al recibir a alguien en nuestro consultorio, más allá de su edad, qué tiempo tiene​. No es una pregunta que se la hago a quién viene, porque no tiene por qué responder de ello. Sí me puede responder por su edad, pero no de sus tiempos. Porque los tiempos a los que me refiero son tiempos de la estructura del sujeto, que son tiempos de lo real, de lo simbólico y de lo imaginario. Entonces, esta es la pregunta que me hago habitualmente y que me ha llevado a ahondar y a afinar qué tiempo de lo simbólico, qué tiempo de lo real y qué tiempo de lo imaginario se anuda o se desanuda, momento en el que recibo la consulta.

Es entonces en el contexto de la temporalidad, que para mi es un indicador vector en mis investigaciones, que quisiera con ustedes interrogar, investigar, algunas conceptualizaciones del psicoanálisis e incluso algunas contradicciones, que a veces no nos dejan una salida en el campo de la clínica. Por ejemplo, vamos a empezar con una cita de Freud, que siempre son para mi esclarecedoras. No creo que esté demodé, como algunos lo plantean, que estamos en los tiempos de lo último sin haber pasado por lo primero, entonces considero que Freud merece su lectura. Dice Freud en “Inhibición, síntoma y angustia” a propósito de las fobias y refiriéndose a los niños pequeños:

Las fobias a la soledad, a la oscuridad y a los extraños de los niños más pequeños, fobias que han de llamarse casi normales se disipan las más de las veces a punto que ellos crezcan.

Pasan, como quien dice de muchas perturbaciones infantiles. Freud dice que muchas fobias son normales y que pasan.

Las neurosis de la infancia son en general episodios regulares del desarrollo, aunque se le siga prestando muy escasa atención.

Es un episodio regular, pero que Freud lo llama neurosis de la infancia. Y subraya que:

En ningún neurótico adulto se echan de menos los signos de la neurosis infantil, pero ni con mucho todos los niños que los presentan se vuelven después neuróticos.

Esta es una frase que tiene su complejidad, porque nos plantea ¿cuál es la diferencia entre la neurosis de la infancia y la neurosis infantil? Porque nos plantea que la neurosis de la infancia es de la infancia... ¿Pero la neurosis infantil? ¿Es de la infancia o es la del adulto­ posterior? No queda muy claro en Freud, de hecho plantea que muchos niños que la presentan, después no se vuelven neuróticos. ¿Qué se vuelven, qué ocurre luego? La temporalidad no siempre está bien delimitada en Freud aunque él plantea que:

La condición de la regresión infantil es desde luego que se esté distanciado en el tiempo respecto de la infancia.

Es decir, que para Freud sólo puede haber regresión si se está distanciado de la infancia. Entonces, ¿Cómo establecer diferencia entre esas fobias normales que pasan, las que hacen a la neurosis infantil, de la infancia, de aquellas que hacen a las neurosis infantil del adulto? La fobia, ¿Síntoma que pasa, síntoma de la neurosis de la infancia, síntoma de la neurosis infantil del adulto o estructura? Puse una “y”. Voy a tratar de justificarla.

Pero para ir a los tiempos de la fobia y a la fobia, como todos sabemos, en el principio de la fobia, está la angustia. O sea que conviene dar algunas pinceladas para poder llegar a estas conclusiones. Como sabemos, tanto para Freud como Lacan, en esto no hay distinción, la angustia es una señal en el yo.​ Nadie tiene angustia sin darse cuenta. Estas intervenciones antiguas de algunos analistas de “Usted siente angustia”, pero el paciente decía que no... “Resiste”, decía el analista. Pues bien, digamos que no, que no es ninguna posibilidad que alguien no se entere de que está angustiado. La angustia es una señal en el yo. Acuerdan en esto Freud y Lacan. También, Freud y Lacan acuerdan en que la angustia es angustia de castración​, tiene nombre y apellido. Donde difieren, es que para Freud es angustia relativa al tener. Está relacionada con el temor a perder eso que se tiene: el pene. Por eso hay angustia de castración. En cambio, para Lacan la angustia no apunta al tener, sino al ser​. Y en la angustia que apunta al ser porque la castración que está en juego es la castración del Otro. Entramos entonces en una lógica de Lacan nos propone. Lacan escribe a ese Otro no como el otro semejante, nuestro prójimo, sino el Otro primordial con una “A”. Esta A está en juego en la castración del Otro, que Lacan Lacan la va a escribir con una barra sobre la A, que no es tachada, sino barrada. La barra quiere decir “castración”. Que la angustia tenga que ver con el ser, implica que el Otro, cuando no tiene la barra y puede estar completo, o puede ser pensado sin castración, es porque el niño es el objeto que lo completa. ​Entonces, ser aquel que completa al Otro, lo hace un Otro sin castración. La angustia que implica el ser está relacionada con el ser, está relacionada con ser o no ser el que completa al Otro.

El niño va a jugar inicialmente a ser el objeto que le falta al Otro y de esa manera completarlo. Porque castración quiere decir falta, incompletud del Otro, que algo le falta, y el niño va a venir a ese lugar de tratar de ser lo que le da completud al Otro. Entonces lo podemos escribir así:



El Otro está completo cuando el niño como objeto hace que no recaiga sobre él esa castración.

Ese es el juego inicial: jugar a ser el falo, jugar a ser el objeto que completa al Otro y es un tiempo importantísimo que se cumpla, hablando de tiempos. Porque cuando el niño juega a ser, se identifica a ese lugar, él recibe lo que Lacan llama el júbilo de ser mirado por el Otro de un modo unificado. Todo él es el falo que completa al Otro y esa ilusión es necesaria para la constitución del narcisismo y del “moi”, de ese que va a recibir al yo, que va a recibir la señal de la angustia. No llegamos a tener cuerpo (organismo podemos tener) unificado si no jugamos la ilusión de ese tiempo de completar al Otro.

¿Y la angustia? La angustia es lo que viene a jorobar, podríamos decir, porque incomoda esta relación. Pero al mismo tiempo podríamos definirla como una oportunidad.​ Porque cuando emite esa señal, cuando se da ese anuncio, posibilita un nuevo lugar. No solo el lugar de ser lo que completa al Otro, sino un nuevo lugar. Pero el nuevo lugar cobra entrada, implica un precio. Y el precio es la castración del Otro. Si me voy a otro lugar y dejo de ser lo que completa al Otro, me voy a encontrar en esa incompletud. Ahora bien, para alcanzar ese nuevo lugar, hay que dejar el anterior, dejar de ser ese falo que intenta engañar la falta del Otro. Pues bien, la angustia viene a señalar al yo un descubrimiento. Descubrir que eso era un juego, que no se es, y abre entonces la posibilidad de un nuevo lugar, pero sin garantías. Por eso se dice que la angustia es anuncio de un tiempo de corte. Cortar con el lugar de ser el que completa al Otro, pero sin que aún el sujeto haya encontrado ese nuevo lugar.

Hasta ese momento, el momento de la angustia, el niño jugaba a cubrir la falta, a engañar esa falta con su ser. Ser lo que el Otro espera de él, ser el que completamente cubre la satisfacción al Otro. Pero cuando descubre este juego y este engaño, cuando se descubre lo que estaba cubierto, no hay retorno. Una de las características de la angustia, entonces, es que indica un tiempo donde el sujeto se encuentra sin haber podido avanzar en un nuevo lugar y habiendo descubierto que ya no es en el lugar que tenía para el Otro​. Percepción sin retorno. De hecho, si pensamos en en los tiempos de la angustia, podemos reconocer claramente que la angustia es propiciatoria de un tiempo de apertura indicada tempranamente, por ejemplo en esa observación maravillosa que hizo Spitz sobre el octavo mes de vida, llamada y conocida como la angustia del octavo mes. Es muy interesante lo que allí pasa porque nos pone en la pista, y es que el niño, que hasta ese momento se sonreía, disfrutaba y jugaba jubilosamente con una gestalt, es decir, cualquiera que se le acercara y le le sonriera, el niño sonreía. A partir del octavo mes, el niño empieza a angustiarse. Las mamás se dan cuenta que se angustia ante los extraños. Es decir, la angustia empieza a producir la percepción de lo que no es familiar. Entonces empieza a dividir entre lo extraño, lo nuevo, lo no familiar y lo familiar, conocido, reconocido. Lo familiar, entonces, se mueve en el octavo mes, donde comienza a moverse con esa percepción que abre la posibilidad a lo nuevo, a lo no familiar, pero que aún despierta angustia.

Es que el niño descubre entonces 2 espacios, pero no tiene ganado el nuevo espacio. De algún modo ha descubierto la pérdida de lo familiar, de lo conocido, de ser ese falo, y aún no ha podido avanzar en un nuevo espacio. Insisto en esto del espacio, porque hace claramente a lo que vamos a ir viendo de las fobias. En el tiempo anterior, en el tiempo de la gran cobertura imaginaria conocida como el estadío del espejo,​ allí el organismo, lo real del organismo, se ha enlazado a una eventualidad, conformando esa imagen unitaria que no corresponde a lo real de ese organismo, sino que la cubre.​Es decir, hay una imagen que de algún modo el niño va a percibir como propia, y que no coincide con lo real. Real e imaginario van a persistir a lo largo de toda la vida en una tensión irresoluble., Es que esa imagen que el niño intenta presentar al Otro, ese objeto que lo cubre, guarda este carozo de no especular, de no imaginario, que está siempre como un carozo a punto de germinar. El carozo tiene una cobertura, en donde no se es lo que se percibe, que no se es la cobertura.

¿Qué es lo que va a permitir que cuando se produce una tensión entre esa imagen de lo que uno es y lo real, haya algo que no provoque una coalición, una lucha a muerte? Lo simbólico​. Es decir, si se cuentan con elementos simbólicos, se va a poder tolerar no ser estrictamente ese objeto que el Otro propone como imagen para que ese sujeto se identifique a él. Lo simbólico, entonces, permite que lo real que promueve la angustia, que despierta la señal de angustia, pueda volver a enlazarse sin que el sujeto quede parado, detenido, en ese tiempo frente a la opción del corte sin poder volver atrás. Es que la angustia, entonces, parte de lo rea​l. Diríamos, del real descubrimiento que la imagen que se tenía del ser, no cumple completamente la falta del Otro. Es la percepción, entonces, de que algo entra en la imagen y la conmueve. Para decirlo con todas las letras, es la percepción de que hay un goce que no entra en la imagen​, que no entra inicialmente, que hay algo incompatible entre ser el que le da goce al Otro, satisfacción, completud y la posibilidad de tener un goce más allá de él. Para sumar un goce, es necesario perder otro goce. No se puede ser y tener. El goce, el sujeto sujeto puede pretender alcanzar más allá de ser el que le da goce al Otro, incomoda. Incomoda al Otro,en primera instancia y el sujeto se lo tiene que bancar.

Cuando hablamos de castración, parece todo muy lógico, muy exacto, pero en lo concreto es la madre insatisfecha, por qué hiciste esto, esto no me gusta... En este sentido es que hay que leer el historial de Juanito. Primera cuestión que le tendríamos que preguntar a Freud, si estuviera acá: Venías diciendo que en las fobias de la infancia pasan como episodios normales ¿y ahora escribís un historial clínico de un niño...? Él dice que no proviene de su observación el historial clínico en las páginas siguientes de un paciente de psicoanálisis, sino orientando el conjunto del tratamiento. ¡Pero lo tomó en la análisis! Si la fobia pasa, ¿Por qué tomamos a un niño en análisis? Ustedes recordarán, porque es paradigmático, que es el padre el que le escribe a Freud, diciéndole que le envía un fragmento sobre Hans, Juanito, como contribución a un historial clínico. Ustedes saben que la mamá de Juanito era paciente de Freud, entonces el papá de Juanito le escribe a Freud y le cuenta lo que hace su paciente con el nene. Esta es una lectura sui generis. En realidad, lo que el padre de Juanito le cuenta es que están intranquilos porque se ha desencadenado en Juanito un miedo, que como sabemos, es un miedo que un caballo lo muerda. Entonces, ¿qué desencadenó la angustia de Juanito, esa que está en el principio de la fobia? No es el descubrimiento del pene, como a veces se ha interpretado, incluso por Lacan. No es el descubrimiento del pene porque la erección se da en chicos muy chiquititos. No es tampoco por el nacimiento de la hermanita, como se ha interpretado, ni porque tiene temor a perder las caricias de la mamá. La angustia se da en un tiempo exacto y es el tiempo en que Juanito percibe en su cuerpo el goce fálico. Entonces, no se trata del pene, sino de la percepción de la imagen del cuerpo (cuando me refiero a cuerpo, me refiero a ese cuerpo que se constituyó en lo especular, porque lo otro es el organismo) percibe el goce fálico. Es la percepción de que él tiene un goce que incomoda la imagen que la imagen le propone de sí mismo. El goce fálico de Juanito incomoda el goce del Otro.

Fíjense que hay un par de menciones básicas que tenemos que ubicar en el caso. Estos son recortes del padre, que no es desinteresada. Es lo primero que el padre de Juanito le escribe a Freud, de las preguntas que Juanito le hace a su mamá. Las preguntas que los niños hacen no deben pasar desapercibidas en su valor, porque Lacan define a las neurosis de la siguiente manera, de un modo simple pero riguroso: la neurosis es una pregunta.​Entonces, Juanito le pregunta a la mamá: “Mamá: ¿tu también tienes un wiwimacher (un hace pipí)?”. Y la mamá le dice “Desde luego, ¿Por qué?” y Juanito dice “Por nada, se me ocurrió” Es decir, la madre, lugar del saber donde Juanito intenta interrogar la respuesta, responde que tiene. Juanito extiende entonces la universalidad del falo a todo su mundo, hasta la locomotora, todos tienen. Le pregunta al papá si tiene, que le responde que naturalmente. Se pregunta Freud ¿Por qué los jóvenes investigadores no comprueban lo que realmente ven? Es una pregunta maravillosa. ¿Por qué cuando investigamos no comprobamos lo que tenemos delante de nuestros ojos? ¿Por qué no comprueban lo que ven, a saber, que no hay ahí ningún hace­pipí? Es que no lo hay. Y él se responde:

Sabemos mediante una cuidadosa intuición que ha adquirido la tesis universal que todo ser animado posee un hace­pipí, la madre le ha corroborado esta convicción.

Ustedes saben que el Otro es la medida del mundo. Investigar es un modo de interrogar al Otro, el saber del Otro con el que vemos la realidad. Pues bien, Juanito hasta ese momento veía la realidad y se percibía conociendo lo que la mamá tenía. Todo él, el objeto falo, llevado a todas partes... Porque la mamá no solo lo llevaba a la cama, lo llevaba al baño, dormía con él, se desvestía delante de Juanito. Es decir, todo el espacio de Juanito era el espacio del Otro, él estaba en ese espacio y prueba, por otra parte, que el espacio del ser humano no es equivalente a la geografía. Inicialmente está en el campo del Otro y para poder alcanzar otro lugar hay que pagar el precio, el peaje. Pues bien, ¿qué le pasó a Juanito? En determinado momento se encontró con la percepción de su goce fálico, ¿Y cómo hacía, si la mamá le proponía que todo él fuera el falo para ella tener? El goce fálico no entraba en la imagen: angustia. ¿Y por qué se dio cuenta que no entraba? Porque esa imagen que el Otro le proponía no le donó ningún intervalo. Fíjense, Juanito le dice a la mamá, que lo estaba bañando, secando y poniéndole talco. La mamá le dice “¿Por qué no pasás el dedo por ahí?” Tocame, le dice, que me da goce. Y la mamá le dice que no, porque es una porquería. “¿Por qué es una porquería?”, dice Hans. “Porque es indecente”. Juanito le dice “Pero me gusta”... ¡Angustia! Angustia por la incompatibilidad, se rompió la ilusión, se acabó el juego. El goce del falo, de tener el falo, incomoda el darle goce todo él como falo a la madre. Y la angustia anuncia que se introduce, que entra un tiempo nuevo, un tiempo de corte. Demuestra la posibilidad de un nuevo espacio, casi diríamos topológico, no solo un espacio geográfico. Es un espacio que incluye otro imaginario, el imaginario de él falóforo, él teniendo el falo que incluye la interrogación del saber del Otro y permite la opción a que el espacio se haga escena.

Suelo hacer una distinción entre escena y espacio. El espacio es del Otro, es el que el Otro propone. La escena es cuando entra el sujeto. Pero, para eso, tiene que restarse del espacio del Otro, de ese espacio familiar. Y encontrar para ello, para poder encontrar ese lugar, 2 condiciones que le tienen que ser dadas por el Otro. El intervalo​, o sea posibilidad de ser y no ser el falo que lo completa. Ser, como momento importante de constitución al narcisismo, y no ser para poder alcanzar un goce más allá de serlo. Y también, además del intervalo que tiene que donar el Otro, tiene que encontrar letra para poder avanzar. No alcanza con el corte, es necesaria letra orientadora para avanzar. Esa letra la da la nominación, que es una de las operaciones esenciales del Nombre­ del ­padre. Dar nombre, nombre para saber por dónde sigo, nombre para aquello que pasa en la oscuridad del nuevo espacio extraño. Recuerden el chiquito aquel que a la tía le decía “hablame, tengo menos miedo en la oscuridad cuando me hablas”. La tía dice “Pero si no me ves”, y el chico responde “Pero con palabras es menos oscuro”. Pues bien, hace falta entonces nombres. Esto prueba por qué una clínica del puro corte genera muchas veces actings y más angustia.

Para el corte, es preciso entonces, intervalo del Otro y la nominación del padre. En este sentido, la angustia es instituyente y va a producirse en cada tiempo de redistribución de goce en la estructura. En un sentido, por eso, la angustia es incurable,​vamos a decirlo así, porque es una oportunidad de dar un paso más, de ganar un nuevo espacio, de sustraerse al espacio familiar para sustraerse a un nuevo goce. ​Es estructural. Pero convengamos que hay angustias y angustias y también diversas respuestas del sujeto a la angustia. Angustias diferentes, por ejemplo, la angustia señal, que es la que vimos que da una oportunidad al sujeto... Yo quería escribirla en el nudo.
Ustedes escucharon hablar de real, simbólico e imaginario, el nudo de la estructura que Lacan plantea. Dice que el sujeto es R­S­I, que quiere decir que estamos hechos de real, de simbólico e imaginario. Vamos a anotar los 3 anillos, que están anudados de determinada manera siguiendo determinadas leyes de armado. Cada anillo, entonces, va a estar enlazado al otro sin interpenetrarlo. Este nudo no es una superficie, sino que ustedes me van a conceder que esto es un anillo, por convención. Y lo voy a cubrir parcialmente con el imaginario, que cubre lo real.

La imagen del cuerpo cubre lo real del organismo o de la vida. Lo que va a cubrir esto que voy a llamar real, lo voy a poner por encima de este anillo con línea llena. Entonces voy a entrecortar la que está debajo... Lo imaginario cubre parcialmente lo real, pero fíjense que están sueltos, porque están apoyados. Se puede en cualquier momento separar. Para que estén anudados falta un tercer anillo, el simbólico, que va a tener que anudar estos dos de tal manera que no los interpenetre, sino que vaya pasando como una viborita por arriba del que está arriba y por debajo del que está abajo, lo que va a formar un nudo que se llama borromeo. Este nudo tiene la propiedad y la ganancia para nosotros en las intervenciones del analista, que no es el tema de hoy, pero que dejo el bocadillo, las intervenciones del analista es importante que consideren los 3 registros, porque la característica de este nudo es que si yo desarmo uno de los anillos, se desarman los otros dos.

Teniendo este nudo, pareciera que estuviera siempre tranquilo como agua de estanque, que lo real conserva su espacio, lo imaginario, lo simbólico, pero Lacan dice que cuando se despierta el goce nuevo, hay un real que inmicciona en lo imaginario, se mete e incomoda la imagen (en la angustia). Entonces, lo va a escribir así, que este hilo de este nudo se mete en lo imaginario.

Si el nudo fuera tridimensional, correría la cuerda hacia lo imaginario y ahí pone “angustia”.  Esta angustia, volviendo a las distintas respuestas que puede obtener un sujeto, puede correr los otros, provocar como respuesta que lo imaginario se vaya sobre lo simbólico y realice otro tipo de respuesta a la angustia, que es la inhibición.​ La inhibición es una de las posibles respuestas que se da el sujeto ante la angustia. Inhibo todos los movimientos, “no voy a ningún lado, este lugar es muy cerrado, yo no voy”, decía una paciente. “Donde hay mucha gente, tampoco”. Es decir, todo aquel lugar que me puede dar un goce pero donde no soy, en el caso de esta paciente... Es muy gracioso, porque la madre siempre le proponía, cuando tenía un problema, renunciar. Uno diría “renuncio a moverme así no me angustio”. Es una respuesta posible. Sabemos que hay otras, por ejemplo:
  • Tapar la angustia con fármacos.
  • Taparla con objetos de más goce, con objetos pulsionales, como comer mucho.
  • Tratar de encausarla con un superyó rígido: “Vas, pero volvés estrictamente en 2 minutos”
La que nos interesa a nosotros, es la que hace que lo simbólico inmiccione lo real y que llamamos síntoma.​El síntoma es también una respuesta a la angustia y de hecho el síntoma fóbico lo es. Lacan lo dice así, en el seminario XVI, en la clase del 07/05/69:

La función de la fobia está en sustituir al objeto de la angustia por un significante que provoca temor.

La fobia, entonces, ofrece una solución. Es que volviendo a los tiempos de la infancia, el octavo mes, las angustias primeras, en esos tiempos del sujeto hay un predominio de lo imaginario y lo real con pocos recursos simbólicos. No se cuentan con tantos significantes como para enlazar cada vez que el sujeto se encuentra ante el conflicto entre ser el objeto demandado por el Otro, o avanzar en el camino de su deseo. Entonces, si en los primeros tiempos hay carencia de los recursos simbólicos, porque los tiempos de lo simbólico es importante para saberlo en la clínica y podamos diferenciar en qué tiempo de lo simbólico está quien llega a la consulta. Lo simbólico, a grandes rasgos, presenta diferencias respecto a quien está inmerso en el lenguaje, a que pueda disponer de la palabra.​

  • Alguien puede estar en el lenguaje y no disponer de la palabra.
  • O puede disponer de la palabra y no estar en tiempo de la disposición de la metáfora, puede disponer de la metonimia.
  • A su vez, puede no disponer de la palabra y no poder articularla en discurso.

Es decir, no siempre contamos con el analizante y el discurso analizante para poder intervenir. Porque hay tiempos de lo simbólico. La temporalidad de lo simbólico, se va estructurando sucesivamente. Es del orden de la sucesión: un significante, luego otro, luego otro​... La evidencia mayor es que cuando hablo, no puedo decir todo al mismo tiempo. Tengo que desplegar lo que digo, requiere de una serie. Lo simbólico es seriado, esa es la lógica. Es sincrónico y diacrónico, pero tiene la temporalidad de la secuencia, a diferencia de la temporalidad de lo real, que podríamos decir que es de lo permanente, de lo disrruptivo​. Son temporalidades diferentes, pero lo que me interesa es señalar la temporalidad de lo simbólico porque llevan tiempos los recursos simbólicos. En el octavo mes, el bebé está inmerso en el lenguaje, pero no dispone de la palabra. Entonces, esa letra es importante que le venga del que debe cumplir una función que me gusta llamar agente de tránsito​: el que tiene que dar nombre, el padre.

Ustedes saben que Freud, al final del historial de Juanito, en la epicrisis, plantea:

El resto no solucionado es que Juanito se devana los sesos para averiguar qué tiene que ver el padre con el hijo, puesto que es la madre quien lo trae al mundo. No tiene clara la razón por la cual me pertenece y no tengo pruebas de que, como Ud. opina, haya podido espiar un coito.

Es decir que Juanito se encuentra, en lugar con un padre que dé nombre para el nuevo goce fálico, que dé simbólico para poder enlazar la nueva tensión entre real e imaginario, se encuentra con un padre teórico. Un padre teórico es el que conoce las teorías psicoanalíticas. El padre de Juanito sabía muy bien, había estudiado con Freud, conocía que no estaba bueno que la mamá lo llevara como un apéndice a todos lados. Pero le escribe a Freud diciéndole que le dice a ella que lo saque de la cama, pero ella lo sigue llevando... Entonces, un padre teórico genera impotencia. Y entonces a Juanito le falta el nombre para delimitar los espacios. Este espacio, el baño, la cama, la desnudez de mamá, es un goce incestuoso. Si quiero avanzar en mi deseo, de hacer entrar en mi cuerpo el goce fálico, tengo que renunciar a este espacio. Pero el padre sabía que tenía que ayudarlo a ir a lo extraño, a ir a otro lugar, pero el padre teórico le faltaba el agente de tránsito. El tránsito entonces, estaba complicado. Juanito, entonces, cada vez se cierra más.

Las fobias de la infancia, entonces, vamos a decir que tienen un valor instituyente. Tienen un valor instituyente, que quiere decir que de acuerdo con Freud, que a veces pasan. Pasan porque cuando hay pocos recursos simbólicos, llegan los recursos simbólicos y pasan. Entonces, dan lugar a lo que Lacan llama efectos de neurosis. Se va constituyendo la neurosis estructural, la de la conformación fantasmática. La redistribución de goce avanza con episodios regulares donde cada vez que falta el recurso simbólico porque se presenta un nuevo goce, puede haber episodios fóbicos, porque la fobia aporta al significante que al niño le falta para delimitar el espacio. Pero pasan si pasan, a veces no pasan. En la clínica, a tal punto las fobias son instituyentes, que a veces no las encontramos, tenemos episodios de angustias desbordantes. Y los que tenemos que hacer es ayudar a construir el síntoma fóbico, como un tiempo instituyente.

Siempre recuerdo una nenita que cuando ella nació, su madre había perdido a su propia madre, es decir, estaba francamente de duelo y se aferró a esa nena como un consolador. Y el padre, viendo que la nena le daba alegría a la madre y la calmaba, no intervenía. Entonces la nena estaba totalmente sumida en la madre... Al principio era totalmente un desborde pulsional, la madre la complacía en absolutamente todo, era una tirana... Pero empezó a tener angustias. Cuando empezó el jardín y vio que había otros josesitos, no dormía de noche, era una angustia desbordante. Solo con análisis, en determinado momento, empezó a tener más miedo. Y el miedo la empezó a frenar. De hecho, yo decía, se me sube literalmente a la cabeza. Porque se subía al escritorio del consultorio, me ponía la mano en la cabeza y me decía “¡Vos no sabés nada!”. Después pagaba un precio enorme, porque estaba totalmente sumergida en lo pulsional. Empezó a dormir gracias a la fobia y poco a poco empezó a soñar y la fobia entonces se movió, porque el sueño es también una producción simbólica.

Estos son episodios relativos a fobias instituyentes, las que hacen entonces a la neurosis llamada de la infancia. Llamo neurosis de la infancia a la neurosis normal con Freud, es decir, la que hace a los tiempos de constitución del fantasma, a la conformación de la estructura​. Pero reservo entonces el término neurosis infantil para ese enclave de goce que no logra redistribuirse, que es lo que da entonces, que ciertas fobias perduren a lo largo del tiempo como única forma de solución a lo simbólico que no se encuentra.

He tenido experiencias de niños que mantuvieron su fobia hasta la adolescencia. Por ejemplo, una chiquita estaba criada en una familia muy liberal. Los padres acostumbraban a vivir en un loft de puertas abiertas, donde no habían puertas en la cocina ni en el baño, no había puertas en el dormitorio y se podía andar desnudos porque la libertad era lo natural. Pues bien, la chiquita hizo una fobia dentro de la casa. Había lugares a donde no podía ir. Era muy curioso, porque la ayudó a delimitar ciertos espacios prohibidos. Ustedes recuerdan que Juanito no tenía muy claro qué lugares estaban prohibidos, ¿se acuerdan de la famosa cuerda, cuando van al museo? Decía que no entendía que una cuerda separe un espacio prohibido de un espacio que no lo es. Lo simbólico de una cuerda no le era suficiente. Bueno, esta chiquita mantuvo esa fobia estrictamente hasta la adolescencia en que empezó a transar, a tener salidas acompañadas y ahí, cuando pudo comprobar que el goce de su cuerpo estaba preservado, por fuera de lo familiar, la fobia pasó. Pero algunas entonces pasan en la primera vuelta, otras pueden llegar a pasar en la segunda vuelta del despertar y algunas quedan como estructura. Precipitado estructural que se resuelve en la famosa plataforma giratoria entre neurosis obsesiva e histeria, creo que de esto estuvo hablando Isidoro Vegh en la reunión anterior. Pero tenemos algunos ejemplos, como el caso del hombre de los lobos, que como solución a la fobia, a la zoofobia que tuvo a los 4 años aproximadamente, entró en una neurosis obsesiva muy religiosa, como un intento de lograr una homeostasis que con la angustia no podía lograr. Hizo la salida a ese tiempo posterior al corte. Se dirige al otro, en tanto que la histeria, se dirige a ese tiempo anterior al corte.

Quería llegar entonces al precipitado estructural. Y en esto vuelvo a la pregunta del origen: la diferencia entre neurosis infantil en el niño y la neurosis infantil en el adulto. En un adulto, entonces, si está alejado del tiempo de la infancia, voy a Freud, puede haber una regresión a síntomas fóbicos. Hizo una solución a la neurosis obsesiva, o a la histeria, a partir de la angustia. Y en determinados momentos regresa y hace síntomas fóbicos, pero no es el precipitado estructural En cambio, dejo el precipitado estructural para los tiempos que no se cursan, para los tiempos que se detienen. Diferencio, entonces, entre un detenimiento en los tiempos de la fobia, de los tiempos de la estructura, en la infancia como enclave de fijación, donde el sujeto queda anclado al sujeto prevenido típico de la fobia y un síntoma fóbico que puede darse en otras neurosis por regresión a un tiempo anterior de la infancia. En síntesis, no es lo mismo que no haya habido progresión de los tiempos, a que haya habido progresión de constitución y regresión nuevamente a lo infantil.

Pregunta​: ¿Podrías volver a repetir la diferencia entre la neurosis infantil y la neurosis de la infancia?
Freud muchas veces utiliza indistintamente el término neurosis infantil para referirse a los niños o para referirse a los adultos y queda poco claro qué sería lo infantil en los niños, y qué sería infantil en los adultos. Al menos el término neurosis infantil, que dice que no todos los que tienen neurosis infantil se vuelven neuróticos. En realidad tal como lo plantea, deja un lío, a tal punto que muchas veces se habla del sujeto infantil para referirse a ese tiempo de la infancia. Entonces mi interpretación al hacer las distinciones es tratar de diferenciar tiempos. La infancia es el tiempo de la constitución de la estructura. Ese tiempo de la constitución de la estructura R­S­I, implica una estructura que requiere tiempos de lo imaginario, de lo simbólico y lo real. Por ejemplo, en lo imaginario hay un tiempo necesario que será “soy el falo del Otro”. Pero es necesario que haya otro tiempo de lo imaginario que pueda representarse siendo otro que no sea el del espejo, sino un niño no podría jugar a ser Batman. Si puede jugar a ser Batman, es porque se salió del espejo coagulado y pudo pasar a otro tiempo de lo imaginario. Lo mismo entonces con lo simbólico: si puede pasar de hablar como el Otro le habla y empieza a decir “yo” y gramaticalmente usara ese pronombre... Sino va a seguir hablando como el Otro le habla, en tercera persona. O como el Otro lo nombra, así en lugar de decir “Yo hago tal cosa”, diría “Alba hace tal cosa”.

Esos tiempos, entonces, si se recrea y se distribuye el goce, van a dar efectos de neurosis. Porque sino, si vamos a pensar que los tiempos no se redistribuyen, hay gente que es normal. Es decir, no estamos en una categorización de los neuróticos, los normales, los psicóticos y perversos. Hay neurosis, psicosis y perversión. Entonces, esta distinción intenta destacar la diferencia entre una neurosis que se constituye, la que hace al armado y constitución del fantasma, la que va a hacer que se pueda orientar el deseo después de la metamorfosis de la pubertad, pueda orientarse la vocación, la sexual, es decir, la búsqueda de los objetos de goce en el mundo exogámico. Entonces, eso se cursa en tiempos que yo llamo tiempos de la neurosis de la infancia, es decir, serían los efectos de neurosis. Se recrean los tiempos e incluyen tiempos de síntomas, como son los síntomas fóbicos. Por eso son episodios regulares del desarrollo, están bien planteados por Freud, quien observó bien que pasan. Pasan porque se recrean los tiempos, porque viene lo simbólico, entonces es necesario recurrir a la fobia y el significante que la fobia aporta para delimitar el espacio. Porque hubo lugar, nombre... Por ejemplo, “sos señorita, cerrá la puerta”. Es decir, legitimidad para salirse del lugar en que se estaba del espejo e integrar el nuevo goce a la imagen: neurosis de la infancia.

Y reservo neurosis infantil para las fallas en la estructuración de la neurosis, ​que pueden ser de 2 ordenes:

1) Si las fallas se producen en la infancia, la neurosis infantil es por detenimiento de los tiempos. Hay una ​fixierung, ​una fijación, por la cual no se pasa a otro tiempo. Es muy típico que cuando hay fobias de esta índole, nos encontremos con adultos aniñados. Algo quedó coagulado en el tiempo de la infancia y es del orden de una neurosis infantil por fallas en la recreación de los tiempos. No hubo progresión, no se recreó el lugar, sino que se quedó así, coagulada. Pasa el calendario, pasan los días, pero en la vida diaria no pasa nada. Cumple años, pero no pasan los tiempos. No hay nuevos goces, no se pasa de lo familiar a lo exogámico. La respuesta que se da a la angustia y la inhibición, vamos camino a la depresión seguro. Yo tuve una paciente que había logrado una cierta estabilidad a una fobia estructural, muy aniñanda en su aspecto y había encontrado un marido que era el gran padre gran y no se movía demasiado. La característica por la que me había consultado era “empiezo pero nunca termino”, es decir, como la otra paciente que le decían que renuncie. Son fobias que se quedan ancladas en la infancia. Esta es la neurosis infantil de la infancia, como falla de la neurosis estructural.

2) Luego tenemos, en los casos es que alguien conforma el objeto del fantasma, esta fórmula que es el modo que Lacan escribe el fantasma, $◊​a, es que el sujeto se dirige al objeto. Esto es lo que llamamos orientación del fantasma. El sujeto escindido va a la búsqueda del objeto que le falta. Pero no soy, quiero llegar a ser, médica o lo que sea... O busco el objeto en el cuerpo de un partenaire. Este fantasma es el fantasma orientador del deseo. Viene a constituir para que alguien sepa a donde ir en el espacio y en el mundo. Cuando en realidad creemos que nos movemos en el espacio porque tenemos un gps, pero los GPS son los nombres del padre para orientarnos y armar el fantasma. Ahora, ¿qué pasa? A veces puede ocurrir y nos pasa a todos, aunque parezca mala prensa para el psicoanálisis, es que hay momentos que esto se nos da patas para arriba. Y entonces en vez de estar como sujetos a la búsqueda del objeto, nos identificamos, colocamos en el lugar del objeto, y cuando en el fantasma nos colocamos en el lugar del objeto, nos dedicamos a querer completar al Otro otra vez​: a◊​$ Pero no es lo mismo en ese tiempo primero, sin recursos simbólicos, estar tomado en ese lugar de objeto, que identificarse al objeto porque el fantasma me constituyó. Ahora cuento con el andamiaje. Esto es lo que Freud llama regresión. Regresión infantil, entonces, el adulto que porque se distanció del tiempo de la infancia, regresa y puede hacer síntomas fóbicos. Pero no tiene porqué quedarse fijado allí, porque tiene recursos simbólicos, o no, tiene un síntoma fóbico y consulta al analista porque puede ocurrir que en la regresión se den algunos puntos de goce y en otros no, entonces se mueve maravillosamente en el mundo profesional, pero nunca tuvo novio porque “no hay hombres en Buenos Aires”. ¿Dónde no hay hombres? ­ le dije. ¡En tu cabeza! Se detiene en un punto, en una fijación. En otras cosas quizás no, pero le faltó el nombre del padre para eso. O lo tuvo, pero a raíz de un desengaño amoroso vuelve a lo que el padre le decía: “Yo te dije, nena, todos los hombres son iguales”.

Pregunta: ¿Hay que ayudar a los niños angustiados a que armen una fobia? ¿Cuáles serían las intervenciones respecto de ello?
No siempre se trata, cuando hay angustia, de ayudarlos a que hagan una fobia. A veces, cuando llegan con mucha angustia, se puede reordenar con los padres y no siempre necesita de la solución fóbica. En el caso de esta nena, la solución fóbica fue un avance porque no había manera, la madre estaba con este duelo relacionado con su propia madre y no la podía frustrar, como operación necesaria. Entonces, la tenía incluída en una demanda de completud que le daba todo a la nena y el padre no intervenía. Era bastante teórico, porque decía “Bueno, como a ella le hace bien, yo no quiero que ella [la madre] se sienta mal” y la nena tenía una angustia que no dormía. Estábamos en una situación donde la angustia no era una angustia señal, porque la angustia señal da tiempo para producir, en el juego, significantes que permitan generar simbólico para dar lugar a enlazar la angustia. Por ejemplo, si una nena tenía angustia porque la mamá había armado pareja con un señor para tener un segundo hijo, solo para eso, y había mandado a dormir a la nena al otro cuarto. La nena tuvo mucha angustia cuando percibio, que ya no era el falo de la madre. La nena tenía angustia y un poquito de fobia. Pero la madre se acostó también con mucha angustia y hubo un movimiento en el juego donde no tuvo que pasar por la fobia, porque empezó a armar vías del tren. Entonces con los bloques que yo tenía, iba viendo qué caminos podía recorrer y qué camino no podía recorrer y entonces armando distintos caminos se llegó al final de análisis, que fue muy lindo, porque el tren empezó a construir una vía que era hacia la salida del consultorio. “Pero vos acompañame”, me decía. Es decir, introdujo en la transferencia un Otro que pudiera acompañar en la salida y que no la retuviera. Pero no fue un caso donde fuera necesario construir una fobia. En el caso de esta nena era una urgencia, entonces fue un progreso y el modo en que se trabajó, cuando ella me decía “vos no sabés nada”, se ve bien en el caso de esta nena lo que es la tiranía de la pulsión. Lo que era la pulsión. “Dame tal cosa” decía, y me acuerdo que agarraba los objetos del consultorio y no podía jugar. Se daba una especie de circuito loco de objeto, objeto, objeto. No podía armar ningún juego, entonces agarraba y decía “Dame más”, entonces un día la esperé con el consultorio vacío.

Nena: “dame los juguetes”
Alba: “¿Cuál?”,
Nena: “Todos.”
Alba: Ese no lo tengo.

Después de tironear, la nena me terminó diciendo “¿Cuál tenés?”. Entonces, en el uno por uno, se empezó a introducir esto y paralelamente en el juego empezó a haber una pérdida de goce. Inicialmente hubo un incremento de la insatisfacción y berrinche contra la madre, y luego hizo un síntoma fóbico de miedo a los ladrones. Porque en el momento, ella me preguntó si me habían robado los juguetes, porque yo decía que no tenía, para poner en juego como es que el Otro no tiene. Recuerden que el Otro tiene si el sujeto es [lo que lo completa], entonces al no tener, aparece la fobia a los ladrones. Los padres, cuando la empezaron a ver mejor se calmaron y de algún modo se rompió el círculo vicioso, que a veces se retroalimenta. Más angustia, más le doy, les costaba regularse a ellas 2.

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