En La Identificación, Lacan trabaja sobre la lógica que funda y sostiene la función del significante, resaltando la incidencia del nombre propio. Dentro de este marco, su exploración del Nombre del Padre lo asocia a la dimensión de la letra, aunque sin alcanzar todavía la dimensión de la marca. En este recorrido, plantea una interrogación clave: ¿cómo separar al Padre del psicoanálisis de la idea de Dios?
Con la introducción de las fórmulas cuantificacionales y modales de la sexuación, el no-todo se convierte en una novedad estructural:
- No existen dos universales, pues de ser así, la relación sexual sería posible de escribir.
- El no-todo es consistente con la inscripción de una inexistencia, es decir, lo que no hay, lo cual difiere radicalmente de lo que falta.
- Esta inexistencia impide que el conjunto se cierre del lado femenino, marcando un vacío en el Otro que Lacan venía trabajando desde el seminario IX.
Para transitar desde la interrogación inicial sobre un Padre más allá de Dios hasta un vacío que inscribe una orfandad radical, Lacan se apoya en un giro dentro de la historia de la lógica:
- El paso de una lógica de clases a una de conjuntos.
- En una clase, siempre hay un atributo que sostiene la reunión.
- En un conjunto, el conjunto vacío es inherente a cualquier estructura, permitiendo una nueva formalización del Padre.
Pensar el Padre desde la excepción habilita la posibilidad de trabajar lo femenino como tope o impasse del campo fálico. Esta reformulación, que marca un límite a lo masculino, no habría sido posible sin el recurso a una lógica que predica por la función y no por el atributo.
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