La causa del deseo ex-siste a lo modal, incluso a lo que de este campo pueda entramarse con el deseo, dado que no hay deseo sin demanda. La interpretación, desde estas definiciones, es entonces un decir topológico que hace corte, modificando la estructura previamente constituida por el decir modal, entonces afirma: “… cortes del discurso, los hay tales que modifican la estructura a la que éste se acoge originalmente”.
Se vuelve a destacar la distancia entre el discurso del psicoanálisis y otros, en la medida en que el discurso analítico evidencia, vía este abordaje de la interpretación, una ex-sistencia. Algo real que pervive por fuera de la articulación modal, aunque entramado y velado por la gramática, esta es la orientación que antes señalaba.
Este real, algo que no cesa de no escribirse, es suplido mediante el alojamiento de un goce en el cuerpo. Goce del cual la interpretación hace resonancia, permitiendo entonces un drenaje que conecta al sujeto con la causa del deseo a partir del desasimiento que implica la pérdida.
La importancia que se le puede atribuir al escrito donde lleva a cabo este trabajo, “L’etourdit”, es que resalta la introducción del abordaje topológico de la interpretación, y de este real que se asocia a la causa del deseo, a partir de lo cual abre un camino que le permite reconsiderar su concepto de estructura.
La orientación es considerar que la estructura es real. Y esto se evidencia en esa valoración topológica del lenguaje, que le permite a Lacan afirmar que la escritura en la que hará consistir su concepto de estructura, la cadena borromea, no es un modelo.
Un paso previo quizás fue afirmar la imposibilidad del metalenguaje que se desprende de la incidencia de este real que va delineando. Sólo hay suplencias que velan la inexistencia del universo, del universal femenino, pero éstas no reducen esa inexistencia.
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